Espíritus Familiares
Espíritus Familiares
Espíritus Familiares
Los espíritus familiares pueden ser buenos o malos, pero aquí hablaremos de
esos que acompañan y sirven a las brujas y hechiceros, que generalmente
emplean el cuerpo de un animal vivo para cumplir sus tareas, y que pueden se
r espíritus de humanos fallecidos, seres como los duendes o las criaturas astrales,
entidades creadas por el mago o incluso demonios…
El concepto anterior permite entender que hay espíritus familiares buenos y malos;
y por lógica, ya que siempre sirven al interés de la persona, su bondad o maldad
no se planteará en el sentido de si son buenos o malos con la persona, sino en lo
que respecta a las cosas que hacen para la persona, estando así su condición
moral-espiritual ligada a la condición moral-espiritual de aquel a quien sirven.
Un poco de historia
En el estatuto isabelino (de la Reina Isabel I) de 1563, no se
menciona nada de “espíritus malignos”; sin embargo, en 1604 la legislación
inglesa cambia e incluye entre los delitos el ‹‹consultar con un espíritu maligno,
pactar con él, mantenerlo, utilizarlo, alimentarlo o remunerarlo››. Es pues una clara
institucionalización jurídica del aspecto paranoico del pensamiento mágico
generalizado por la imposición del discurso religioso como el filtro de mayor
influencia en la percepción socio-cultural de la realidad. Por otro lado, viendo el
sorprendente cambio legal uno se pregunta: ¿qué pasó entre 1563 y 1604?
Veamos.
Por otro lado, y si bien era frecuente decir que el Diablo se había manifestado en
tal o cual situación, las apariciones de éste debían distinguirse de los familiares, tal
y como expresa Guazzo en 1608, ya después de que surgiera la teoría de los
demonios familiares; dice así: ‹‹El Diablo se manifiesta bajo múltiples formas de
espectros, como perros, gatos, cabras, bueyes, hombres, mujeres o búhos con
cuernos. Pero como la forma humana es la más perfecta y hermosa en todos los
sentidos, normalmente esa es la que adopta para presentarse ante nosotros››.
Retomando ahora el asunto de los procesos legales contra las brujas, se sabe que
existen cientos de relatos sobre los demonios familiares, basados en confesiones
de la hechicera bajo tortura o en el testimonio de personas que afirmaron la
presencia del “familiar” o los “familiares” en la vida cotidiana de la bruja juzgada.
Estos relatos estuvieron presentes en toda la Europa sometida al azote
inquisitorial, pero solo en Escocia e Inglaterra tuvieron abundantes expresiones a
nivel de textos escritos, lo cual se debió a que fue en esas zonas donde se
desarrolló, oficializó e incorporó en la teoría de la brujería el concepto de “espíritu
familiar” o “demonio familiar”, siendo que la idea se menciona muy poco en
manuales de brujería propios de otras regiones de Europa.
Si bien es cierto que muchas de las supuestas brujas no eran tales y que la teoría
de los demonios familiares tuvo una motivación marcada por la finalidad de
constituirla en instrumento a favor de una ley dominada por la religión, no por ello
debe pensarse que las brujas reales descreían de lo afirmado por los
demonólogos en relación a los demonios familiares, pues efectivamente las brujas
creían en tales cosas, y fueron sus prácticas lo que dio a los cazadores de brujas
la posibilidad de aplicar de forma indiscriminada y paranoica una teoría
demonológica que llevó a la muerte a muchas mujeres inocentes y a otras que,
siendo efectivamente brujas, no necesariamente tenían con ellas demonios por el
mero hecho de creer tenerlos. En síntesis, el punto es que la llamada “brujería
familiar” (brujería que usa demonios familiares) fue una forma de hechicería que,
antes de ser llamada así, existió y por tanto precedió a la teoría que después le dio
nombre.
Por último, también se creía que la bruja podía crear su propio demonio familiar,
no en sentido literal o en el sentido del ocultismo actual, sino en el sentido de que
la hechicera podía usar un animal vivo (preferentemente una mascota suya) y,
mediante un ritual, conseguir que un espíritu o un demonio pasase a morar en el
animal, manifestándose principalmente a la hora de cumplir con sus siniestros
servicios. Al igual que en el caso de los unicornios (en el que vendían cuernos de
narval haciéndolos pasar por cuernos de unicornio…), los charlatanes
aprovecharon la superstición y la credulidad para estafar a la gente, y así era
posible encontrar vendedores de “familiares”, que llegaban a cobrar grandes
sumas por cosas como un gato supuestamente poseído por un demonio que
aceptaría servir de “familiar” a cualquiera que lo comprase. Naturalmente los
estafadores eran astutos, y elegían especímenes que, por su aspecto, pudiesen
parecer demonios familiares ante los ojos del crédulo ávido de conseguir el poder
que representaba gozar de los servicios de un demonio o espíritu: especímenes
como grandes gatos negros, alguna serpiente de aspecto amenazador, o quizá un
pájaro hábilmente pintado…
Llamando al muerto