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Analisis de Apocalipsis

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Análisis del libro del Apocalipsis

Autor: El apóstol Juan.

Lugar: Posiblemente la isla de Patmos, en la costa occidental de Asia


Menor, adonde fue desterrado "debido a la Palabra de Dios y al
testimonio de Jesucristo"

Fecha: Indeterminada, de acuerdo a la opinión tradicional, cerca del año


96 a.C.

Autoridad: Dice ser la revelación de Jesucristo.

Métodos de interpretación: Estos han sido extremadamente variados y


con frecuencia imaginativos. Miles de tomos se han escrito sobre éste
libro. Han existido cuatro escuelas principales que tratan con éste tema.

La preterista: Cree que las profecías de Apocalipsis ya se han cumplido.

La futurista: Sostiene que el libro contiene un pronostico de la historia


universal.

La historicista: Ve los sucesos del libro como descripciones simbólicas


de la historia de la Iglesia, desde la época del Nuevo Testamento hasta
el final del tiempo.

La ecléctica: También llamada idealista, hace hincapié en los principios


espirituales del libro y no intenta dogmatizar sobre detalles de las
visiones más misteriosas. Esta escuela cree que hay tres clases de
pasajes en Apocalipsis:

 Los que son muy claros en su enseñanza espiritual.


 Los que son más misteriosos, pero contienen un elemento de la
verdad que es instructivo.
 Los que son tan velados que es inútil con nuestro conocimiento
actual dar interpretaciones cabales

Es probable que algunas de las profecías contengan dos elementos, el


cercano y el lejano. El primero se refiere especialmente a sucesos
durante la época de Juan o poco después; la última trata de
acontecimiento de tiempos venideros.
Carácter del libro

Este libro, al igual que el resto del NT, fue redactado originalmente en
griego; comienza con la misma palabra del título: Apocalipsis, que
significa «revelación» (1.1). Juan, el autor, se sirve de ella para poner de
relieve el carácter profético de su escrito (1.3; 10.11; 22.7, 9,10).

El Apocalipsis (=Ap) es un mensaje dirigido, en primer lugar, a iglesias


concretas, a comunidades cristianas contemporáneas del escritor. A ellas
les anuncia que Cristo ha cumplido, en todos sus términos, el plan
redentor dispuesto por Dios. Pero el valor de este mensaje va más allá
de la época del profeta; tiene un alcance general: Cristo, vencedor del
mal y de la muerte, asocia a su victoria a todos los creyentes, ya aquí y
ahora, mientras están aún sujetos a las realidades del mundo actual.

El Apocalipsis testifica de la resurrección de Jesucristo, acontecimiento


vertebral de la fe y del anuncio del evangelio (cf. 1 Co 15.14–17) y signo
de la presencia del reino de Dios. Es un testimonio expresado en un
lenguaje característico, rico en símbolos, imágenes y visiones, elementos
con los que el autor compone una suerte de drama cuyo ámbito es el
universo entero.

Este lenguaje corresponde al género literario llamado «apocalíptico»


(véase Introducción a Daniel). Los profetas del AT, como Isaías (caps.
24–27), Joel (cap. 2), Ezequiel (caps. 1 y 40–48) y, sobre todo, Daniel
(caps. 7–12) y Zacarías (caps. 1–6) utilizaron ese género literario, el cual
alcanzó su mayor divulgación en los medios judíos a partir del s. II a.C.

La literatura apocalíptica

La literatura apocalíptica judía surge en circunstancias especialmente


angustiosas, como cuando el pueblo se halla sometido al poder político y
militar de alguna nación extranjera. Esta era la situación en el s. I d.C.,
cuando Palestina estaba dominada por el imperio romano. En aquellos
momentos, las lecturas apocalípticas venían a alentar a la gente y a
renovar sus esperanzas con descripciones de un futuro próximo en el
que la victoria gloriosa de Dios sobre todos sus enemigos habría de
inaugurar para Israel una era de paz y bienestar sin fin.

Autor y época de composición


El Apocalipsis de san Juan aparece, pues, en una época crítica. En este
caso, crítica para los cristianos, quienes, con idéntica energía moral que
los judíos, se oponían al paganismo de Roma y a la religión estatal,
expresada en el culto al emperador divinizado. Este era un culto que, con
carácter oficial y obligatorio, se celebraba en altares y templos erigidos
tanto en la capital del Imperio como en sus más lejanas provincias. Al
negarse los cristianos a tomar parte en aquellas ceremonias, se les tuvo
por enemigos de Roma y fueron perseguidos a muerte.

También padeció Juan, el autor del Apocalipsis, víctima de la


persecución. Probablemente hacia finales del gobierno de Domiciano
(81–96 d.C.), fue desterrado a «la isla llamada Patmos» (1.9), donde
escribió su libro entre los años 93 y 95.

Teología del Apocalipsis

Juan se identifica a sí mismo como profeta (10.11; 22.9) y denomina


«profecía» a su mensaje (1.3; 22.7, 10,18–19); pero, a diferencia de los
profetas del AT, lo que él proclama es la esperanza en Cristo resucitado,
«el que es y que era y que ha de venir» (1.8). Cristo, el Mesías, es «Rey
de reyes y Señor de señores» (19.16), es «el Verbo de Dios», que vive
para siempre (19.13; 5.14). Su regreso, ya inminente (22.6–7), señalará
el principio de «un cielo nuevo y una tierra nueva» (21.1), de una nueva
creación, hacia la cual se orientan las expectativas del pueblo creyente
porque en ella tendrá Dios su trono (20.11; 22.1, 3), y «no habrá muerte,
ni habrá más llanto ni clamor ni dolor» (21.4).

Composición literaria

La composición literaria de este libro, último de la Biblia, ha sido


analizada desde diversos puntos de vista, y son muchas las propuestas
que se han hecho para elaborar un esquema coherente de él.

La división del Apocalipsis en dos secciones principales es


probablemente la más sencilla. La primera sección (1.9–3.22), que se
caracteriza por las cartas dirigidas a siete iglesias de la provincia romana
de Asia (1.4, 11), contempla la realidad de la iglesia en la perspectiva de
su vida y su actividad en el mundo presente. La segunda sección (4.1–
22.5) está formada por una complicada serie de visiones, cuyo
argumento se desarrolla en el cielo. Sobre este fondo se van revelando
las cosas que han de acontecer al final de los tiempos, cuando Dios haga
manifiesto el triunfo de su reino eterno. Un prólogo (1.1–8) y un epílogo
(22.6–21) completan el texto.

Otro análisis posible parte de la observación de que, entre los símbolos


del Apocalipsis, hay algunos que ocupan un lugar preeminente por la
frecuencia de su aparición. Por ejemplo, el número siete, que representa
la perfección de los seres y las cosas. El siete es constante en los
conjuntos de espíritus, candeleros, iglesias, estrellas, sellos, trompetas y
plagas. Incluso el plan general del libro parece organizado sobre la base
de los siete actos principales que se ven en el esquema del contenido.

Esquema del contenido:

Prólogo (1.1–8)

1. Los mensajes a las siete iglesias (1.9–3.22)

2. Los siete sellos (4.1–8.1)

3. Las siete trompetas (8.2–11.19)

4. Las señales simbólicas (12.1–14.20)

5. Las siete copas (15.1–16.21)

6. Las visiones del juicio (17.1–20.15)

7. La nueva Jerusalén (21.1–22.5)

Epílogo (22.6–21)

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