Resumen Del Derecho Natural
Resumen Del Derecho Natural
Resumen Del Derecho Natural
En el sentido más formal se define al Derecho natural como una doctrina ética y
jurídica que postula la existencia de derechos determinados en la naturaleza
humana, una doctrina que defiende la idea de que existe un conjunto de
derechos universales, anteriores, superiores e independientes al derecho escrito
y al derecho consuetudinario.
Una vez establecida la noción del Derecho Natural, la primera cuestión que debe
ocuparnos es la de su existencia. ¿En qué se funda la existencia del Derecho
Natural? Lo que nos interesa por el momento es ver si existen por naturaleza
“cosas justas”, o sea “derechos naturales”, en el sentido realista con el que
venimos usando en estas páginas el término derecho: lo justo. En otras palabras,
el tema que vamos a tratar es el de si hay cosas que están atribuidas a la persona
humana por naturaleza (y por lo tanto le son debidas por título de naturaleza)
El Iusnaturalismo
La palabra iusnaturalismo deriva del latín ius, que significa “derecho”, naturalis,
que se refiere a “naturaleza”, y del sufijo ismo, que significa “doctrina”. Por tanto,
el iusnaturalismo es una doctrina filosófica cuya teoría parte de la existencia de
una serie de derechos que son propios e intrínsecos a la naturaleza humana, y
que son anteriores a los derechos humanos y los derechos naturales
establecidos como parte de un orden social.
Asimismo, el iusnaturalismo afirma que las leyes positivas, aquellas que rigen
las normas de un Estado, también están relacionadas con el derecho natural
que, de una u otra manera, busca imponer el orden de la existencia humana y la
justicia de manera coherente. Es decir, el iusnaturalismo se rige por los principios
que parten del carácter universal que tienen los derechos universales, es racional
y busca el bienestar general de la sociedad. Contradecir estos derechos sería
ilegal y una injusticia.
Efectivamente, muchas cosas importantes tuvieron que ocurrir para que una
construcción tan abstracta como la que alumbró al derecho natural racionalista
se convirtiera en la base teórica que inspiró y estimuló las revoluciones
burguesas. El símbolo de ellas, la bandera bajo la cual los revolucionarios
lograron cambiar muchos ámbitos de la realidad social, fue una derivación de
aquella teoría iusnaturalista fundamentada en la razón humana, los derechos
naturales del hombre, tan evidentes y universales como la propia razón. Las
necesidades de seguridad, autonomía, libertad e igualdad de un importante y
numeroso sector de la población humana convergieron, ¡admirablemente!, con
las construcciones teóricas de un renombrado grupo de filósofos, juristas y
pensadores sociales en general. ¿Cómo fue ello posible? Pero inmediatamente
habrá que pararse en el intento por comprender el porqué, y en la línea de lo
señalado por (Habermas, 1963): La apelación al derecho natural clásico no era
revolucionaria”, mientras que “la apelación al moderno ha llegado a serlo”. Creo
que su sola consideración como derecho de la razón ya llevaba en sí el germen
de algo nuevo e innovador.
Positivo
Derecho Positivo
Pues bien, “en la medida en que dicho orden jurídico debe tener lugar a partir del
punto de vista de la razón práctica, se puede decir que el Estado debe existir”.
Pero su funcionalidad es doble, pues, por un lado, tiene que dar realidad legal a
la ley universal del derecho y, por otro, es la condición indispensable para salir
del mencionado “estado de naturaleza jurídico”. Ahora bien, esto último, a saber,
la instauración de un código penal positivo provisto de una “autoridad pública” no
implica que se esté respetando con ello la mencionada ley universal del derecho,
que permite la coexistencia de todas las libertades con arreglo a una misma
proporcionalidad, y ello implica, como mínimo, la posibilidad de un desajuste
entre el derecho positivo y el derecho natural, y cuya inadecuación no es fácil de
dirimir. La complejidad del problema reside en que, por un lado, la ley universal
del derecho debe ser respetada por todo derecho positivo y en que, por otro,
puede darse el caso de que no sea de hecho así. Esto dibuja, ciertamente, dos
problemáticas distintas pero que pueden, sin lugar a dudas, confluir, a saber, el
problema de si una determinada acción es legal o ilegal por lo que respecta a un
determinado sistema positivo de leyes, y la pregunta acerca de si dichas leyes
son en sí mismas legítimas desde el punto de vista de la razón.
No sin cierta frecuencia se ha afirmado que los derechos naturales son derechos
abstractos, en el sentido de constituir algo así como ideales genéricos de justicia
o simplemente principios o valores de justica. Frente a esta idea debe advertirse
que cuando hablamos de derechos naturales no nos referimos a un enunciado
abstracto, sino a lo justo natural, o sea, a aquellas cosas reales y concretas que
están verdaderamente atribuidas a una persona a título de naturaleza humana.
Así, por ejemplo, el derecho a la vida no tiene nada de abstracto; la vida de cada
hombre es tan real y concreta como real y concreto es cada hombre. El atentado
homicida no ataca a una abstracción, sino a una realidad concreta.
Para calibrar en toda su exactitud la relación entre libertad y ley natural hay que
partir de la afirmación: la ley natural se refiere al actuar libre del hombre, cuya
característica esencial es que son obra de la libertad. Por lo tanto, no caben
respuestas apresuradas, viendo en la ley natural una limitación de la libertad,
porque si la ley natural es ley del acto libre, la libertad ha de desarrollarse
plenamente y sin limitación, pues de lo contrario el acto dejaría de ser, al menos
parcialmente, obra de la libertad.
Hablar de expresión del dinamismo del ser supone, en el caso de la libertad, dos
cosas. Primeramente, implica que se trata de un ser que posee y domina el
propio ser, de modo que la causa o principio del obrar no es una fuerza que
imprime extrínsecamente y por necesidad el movimiento, sino que es un principio
intrínseco y espontáneo, y además bajo el dominio del ser: el obrar libre es un
automovimiento dominado por el ser. En segundo lugar, supone que el obrar es
expansión, reflejo o, si se quiere, expresión del propio ser; todo ser obra según
su ontología.
Ninguna incompatibilidad existe entre ley natural y libertad. La ley natural es ley
del acto libre y expresa la perfección de la libertad; es la expresión racional del
orden de la naturaleza humana, de la que la libertad es automovimiento. Si se
tiene en cuenta cuanto hemos dicho, se ve con claridad que la máxima libertad
consiste en asumir conscientemente el propio ser, de donde aparece con no
menor claridad, que la raíz de la verdadera libertad consiste en asumir
consciente y espontáneamente la ley natural.
Ciclo: II Grupo: C