EL ARTE BARROCO Cap 4 Libro Salandrú
EL ARTE BARROCO Cap 4 Libro Salandrú
EL ARTE BARROCO Cap 4 Libro Salandrú
CAPÍTULO 4
EL ARTE BARROCO
P. Calderón de la Barca
La vida es sueño, jornada 2ª. Escena XIX
El arte barroco es un estilo que surgió en Italia en el último cuarto del siglo XVI y
que se extendió por Europa y por Latinoamérica, durante el siglo XVII y por varias décadas
del siglo XVIII.
2
El estilo fue revalorizado a fines del siglo XIX en el trabajo del historiador del arte y
crítico suizo, Heinrich Wölfflin, quien lo distinguió claramente respecto del Renacimiento,
otorgándole características formales propias. En el libro Renacimiento y Barroco, publicado
en 1888, Wölfflin centró su atención en establecer opuestos entre ambos períodos: lo lineal
frente a lo pictórico, la superficie plana frente a la profundidad, las formas cerradas frente a
las abiertas, la unidad compositiva frente a la multiplicidad y la claridad absoluta frente a la
luminosidad relativa.
1
El Neoclásico es el estilo artístico surgido en el siglo XVIII, vinculado con la Ilustración, y caracterizado por
intentar adjudicar al lenguaje clásico, releído desde el racionalismo de la época, un valor universal.
3
CONTEXTO HISTÓRICO
Cronología
FECHAS HISTORIA E IDEAS ARTES PLÁSTICAS
1600 - 1650 1598 a 1621: Felipe III, rey 1599-1600: Caravaggio
de España, ocaso del pinta La vocación de Mateo.
poderío español. 1601: Realización de La
1600-1604: Surgen las cena de Emaús por
Compañías de las Indias Caravaggio.
Orientales en Inglaterra, en 1605: Gregorio Fernández
Holanda y en Francia. realiza el Cristo yacente de
1604: Publicación de la la iglesia del Pardo.
primera parte de Don 1605-1606: Caravaggio
Quijote, de Cervantes (la pinta La muerte de la
segunda se publica en 1615) Virgen.
1609: Creación del Banco 1608: Caravaggio pinta, en
de Ámsterdam. Malta, La decapitación de
1618 a 1648: Guerra de los Juan el Bautista.
Treinta Años. España y 1622: Creación del conjunto
Austria son derrotadas. escultórico de Apolo y
Francia se convierte en la Dafne, por Bernini.
principal potencia europea. 1623: Velázquez es
1633: Galileo Galilei es nombrado pintor de corte.
obligado a retractarse de la 1624-1633: Bernini realiza
teoría heliocéntrica de el Baldaquino en la Basílica
Copérnico. de San Pedro en el Vaticano.
1635: Se estrena La vida es 1629-1630: Viaje de
sueño de Calderón de la Velázquez a Italia.
Barca. 1631: Rembrandt se
1637: Descartes en Leiden establece en Amsterdam
publica su Discurso del 1632: Rembrandt pinta
Método. Lección de anatomía.
1643 a 1715: Gobierno de 1633-1635: Velázquez
Luis XIV en Francia. realiza el célebre cuadro La
1648: La Paz de Westfalia rendición de Breda,
pone fin a la Guerra de los conocido también como Las
Treinta Años. Significó el lanzas.
fin del poderío español en 1638-1641: Borromini
Europa y el inicio de la construye la iglesia San
hegemonía francesa. España Carlos de las Cuatro
reconoció la independencia Fuentes.
de las Provincias Unidas de 1642: Realización de La
Holanda, estado que gozaba ronda de noche, obra
de un extraordinario maestra de Rembrandt.
4
La rendición de Breda. Diego Velázquez. 1635. Óleo sobre lienzo, 3,07 por 3,67 metros.
Museo del Prado, Madrid. Este cuadro, también conocido como Las lanzas, narra la
rendición de la ciudad holandesa de Breda, el 5 de junio de 1626, frente a las fuerzas
españolas que durante ochenta años sofocaron revueltas en los Países Bajos, hasta su
independencia en 1648. A pesar del declive español, notorio ya desde principios del
siglo XVII, Velázquez siguió empeñado en exaltar, a través de sus obras, la gloria
militar del imperio Habsburgo.
Las tendencias hegemónicas se vuelven a exacerbar a finales del siglo XVII, a raíz
de la muerte de Carlos II de España, sin herederos. Se desencadena la Guerra de Sucesión
Española, en la que Francia y Austria se enfrentan nuevamente. La Paz de Utrecht de 1713
devolvió a Europa la idea del equilibrio entre las naciones e instauró a los Borbones en el
trono español.
7
Economía y sociedad
En el siglo XVII se formaron las grandes compañías comerciales, alentadas por el
estímulo mercantil que significaba la economía colonial. Holanda fue el centro de este
proceso, ligado a la existencia de una sólida burguesía que se había hecho eco del
pensamiento calvinista que glorificaba el trabajo personal y el éxito material. A esto se
sumaba el desarrollo de la navegación marítima, esencial para la conquista de mercados
ultramarinos. En 1602 se formó la Compañía de las Indias Orientales holandesa y en 1609
el Banco de Ámsterdam surgió como instrumento de depósito y cambio.
Con un desarrollo capitalista tal vez no tan avanzado, también Inglaterra se lanzó
tras el comercio marítimo con una Compañía de navegación.
El Banco de Inglaterra, fundado en 1694, da pruebas del salto inglés operado a lo largo del
siglo XVII, desplazando al de Ámsterdam, en términos de gravitación internacional, en la
centuria siguiente. Las compañías comerciales holandesas e inglesas contribuyeron a
consolidar al capitalismo mercantil, a través del modelo de sociedades por acciones.
La política económica de esta fase del capitalismo de los siglos XVII y XVIII, fue el
mercantilismo 2 , y, a través de ella, los monarcas absolutos buscaron controlar las
actividades manufactureras y comerciales de sus estados. Para estimular la producción y
restringir las importaciones, se crearon leyes y reglamentos que intervenían férreamente las
actividades económicas. Hubo variantes regionales, mientras Francia incrementaba la
producción nacional, España ponía el énfasis en el metal precioso obtenido en América.
A pesar de este auge del comercio internacional, la agricultura siguió siendo el fundamento
de la economía europea. El cultivo de cereales y el sistema de barbecho eran los ejes de una
explotación agrícola caracterizada por el estancamiento.
Esta sociedad europea, que continuó teniendo una estructura estamental, tuvo
cambios muy importantes en lo que refiere a las formas de vida. La nobleza terrateniente
abandonó la vida en sus posesiones rurales y se trasladó a las cortes absolutistas buscando
cargos y pensiones, dando nacimiento con ello a una nobleza administrativa, dedicada a la
función pública. Compartieron con el alto clero el privilegio de las exenciones fiscales y los
beneficios de sus propiedades territoriales.
La burguesía urbana se fortaleció, adquirió conciencia de su fuerza, y buscó la obtención
de parcelas de poder cada vez más importantes. Junto con la aristocracia, constituyó la
clientela de los artistas de esta época.
2
Práctica económica de los estados nacionales basada en la acumulación de metal precioso por parte de los
estados, en la medida que se entendía que su riqueza se medía en función de las reservas de oro y plata
disponibles. Se trató de evitar que el metal saliera de lar arcas estatales, para esto se debía producir dentro de
las fronteras los principales recursos agrícolas e industriales. Aparece por primera vez el concepto de
balanza comercial. Se perseguía el superávit: exportar el máximo de productos pagaderos en oro y plata, y
reducir al mínimo las importaciones que significaran el pago en metal.
9
Mujer con jarra de agua. Johannes Vermeer. 1662. Óleo sobre lienzo, 46 por 41
centímetros. Metropolitan Museum of Art. Nueva York. Vermeer nació en la ciudad
de Delft, Holanda, y sus obras nos ilustran sobre la realidad de la rica y opulenta
Holanda del siglo XVII. El esquema compositivo de este cuadro, que Vermeer repite
en gran parte de sus obras, consiste en una estancia suavemente iluminada desde la
ventana de la izquierda, con los típicos vidrios emplomados del norte de Europa, y un
personaje femenino en su rutina cotidiana.
10
La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp. Rembrandt van Rijn. 1632. Óleo sobre
lienzo, 169,5 x 216,5 centímetros. Museo Mauritshuis, La Haya. Encargada por el
gremio de cirujanos de Ámsterdam, esta pintura fue el primer retrato de grupo
11
pintado por Rembrandt. Muestra una lección de anatomía con un grupo de cirujanos
impartida por el doctor Nicolaes Tulp, resumiendo magistralmente el ambiente
intelectual de la época, así como la fe de aquella sociedad en las posibilidades de la
razón. La crudeza de la muerte queda relegada frente a la posibilidad de conocimiento
por parte del hombre.
Por otra parte, Arnold Hauser, refiriéndose a los impactos que produjo la nueva
visión del mundo basada en la ciencia natural y en la doctrina heliocéntrica, señala que “tan
pronto como la Tierra no se juzgase el centro del Universo, el hombre no podía ya
significar el sentido y finalidad de la creación. (…) El hombre se convirtió en un factor
pequeño e insignificante en el nuevo mundo desencantado. (…) En el mundo homogéneo y
continuo en que se había transformado la antigua realidad dualista cristiana apareció, en
lugar de la antigua visión del mundo antropocéntrica, la conciencia cósmica, esto es, la
concepción de una infinita interdependencia de efectos, que abarcaba en sí al hombre y
también la última razón de la existencia de éste. (…) Todo el arte del Barroco está lleno
de este estremecimiento, del eco de los espacios infinitos y de la correlación de todo el ser.
(…) Las bruscas diagonales, los escorzos de momentánea perspectiva, los efectos de luz
forzados: todo expresa un impulso potentísimo e incontenible hacia lo ilimitado.”3
3
Hauser, Arnold (1983) Historia social de la literatura y del arte, tomo 2. Editorial Labor. Barcelona.
12
Latina. La primacía cultural italiana, en la Europa de principios del siglo XVII, alcanzó a
los más diversos campos de la cultura, desde el teatro hasta la música, de la poesía a la
ciencia y además, y sobre todo, a las artes visuales.
En el marco religioso que caracterizó la época del barroco, se conformaron dos
núcleos distintos: el norte dominado por la reforma protestante y el sur por la
contrarreforma católica. A nivel político los estados europeos se presentaban todos bajo el
signo del absolutismo. Estas situaciones generaron distintos tipos de clientes: la
monarquía absoluta y la nobleza cortesana que buscaron justificar su poder, la iglesia
Católica que reclamó obras de arte como propaganda de la fe, y, en los países protestantes,
la burguesía mercantil que buscó transmitir la nueva moral capitalista fundada en el éxito
de los negocios.
Forma parte entonces de los componentes del arte barroco, su condición de arte
propagandístico: como afirmación de la monarquía absoluta, como afirmación del
catolicismo en su lucha contra el protestantismo, como afirmación de la nueva mentalidad
capitalista.
En mérito a ese carácter propagandístico, es un arte de persuasión, que apela a las
emociones del espectador, para ello en las representaciones busca capturar el momento de
mayor dramatismo, por lo que debe abandonar los principios claves del clasicismo
renacentista de simetría, proporción y armonía, para recurrir al movimiento, a la asimetría,
a las líneas diagonales, a los recursos escenográficos, a las formas exuberantes, al efectismo
con la luz.
El Barroco tiene un carácter de “obra de arte total”, es decir, las artes plásticas y
representativas aparecen combinadas o integradas para deleitar y conmover, para
impresionar a los súbditos y para transmitir contenidos ideológicos. Constituían los
bastidores del teatro y creaban la ilusión de un mundo perfectamente ordenado. Lo teatral
del Barroco constituye una de sus características fundamentales y es una categoría
central que explica muchas de sus formas.
¿Cómo sorprender y emocionar al espectador? Para ello la estética barroca recurre a
numerosos artificios. Así, en arquitectura es frecuente el empleo de la línea curva y la
contraposición de elementos diversos; en escultura se busca el movimiento y, al mismo
tiempo, el naturalismo; en pintura se tiende a la contraposición asimétrica y se acentúa el
interés por la profundidad, la luz y el movimiento.
En todos los casos, con frecuencia el arte barroco es una contraposición de
elementos aparentemente contrarios: la recta con la curva, la luz con la sombra, la belleza
con la fealdad, el dolor frente a la alegría. De igual manera, interesan al artista barroco las
apariencias, los elementos fugaces, el desequilibrio como estado natural de las cosas,
porque con todo ello el espectador se conmoverá más profundamente.
4
Orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola en el marco de la Contrarreforma como pieza clave
para reconquistar a los fieles ganados por el protestantismo.
14
URBANISMO Y ARQUITECTURA
La ciudad barroca
El estado nacional moderno, que se gestó entre los siglos XV y XVI, instauró la
gran ciudad como elemento político y social decisivo. La burocracia característica de las
monarquías absolutas, necesitó una corte permanente, y no las trashumantes de épocas
anteriores, por lo que surgió la capital, enclave de los instrumentos políticos exigidos por el
estado y representación de la nación toda. París llegó en el siglo XVII a los 180.000
habitantes, Londres a 250.000, lo mismo que Madrid, y las ciudades italianas como
Venecia, Milán y Nápoles rondaron los 200.000.
Desde el punto de vista estético, el Barroco generó una ciudad que constituyó una
obra de arte de inmediata percepción visual. Aplicó para ello uno de los logros mayores del
Renacimiento: la perspectiva. El Barroco ordenó el mundo urbano como panorama, con
trazados ensayados primero en los jardines, en el que la línea recta de calles y avenidas
desplegó una perspectiva monumental complementada con construcciones que destacan
por su uniformidad, con fachadas concebidas en función del espacio circundante.
Desapareció la individualidad plástica de los edificios a favor del conjunto urbano, el cual
apareció como espectáculo, bien religioso, bien político, o ambos.
La ciudad respondió así a un gran montaje escenográfico destinado a exaltar al
soberano o a la Iglesia, a través de sus palacios o templos, pensados en el entorno de plazas
y vías que oficiaron de escenarios monumentales para desfiles y procesiones.
Este espacio urbanístico, perfectamente ordenado, hace confluir las calles de la
ciudad en plazas o edificios monumentales que sirven a su vez de focos de irradiación.
La arquitectura teatralizada
“El orbe católico descubrió que el arte podía servir a la religión de un modo que iba más
allá de la sencilla tarea que le había sido asignada al principio del medioevo: la tarea de
enseñar la doctrina a la gente que no sabía leer. También podía ayudar a persuadir y a
convertir a aquellos que, acaso, habían leído demasiado. Arquitectos, pintores y escultores
eran llamados para que transformaran las iglesias en grandes representaciones cuyo
esplendor y aspecto casi obligaban a tomar una determinación. No son tanto los detalles lo
que en esos interiores importa como el efecto general del conjunto. No podemos esperar
comprenderlos, o juzgarlos correctamente, si no contemplándolos como marco para el ritual
espléndido de la Iglesia romana …”
Gombrich, Ernst (1992) Historia del Arte. Alianza Editorial. Madrid
convexas de los muros, los juegos de luces procedentes de múltiples focos, la decoración
exuberante, es decir, se buscó la sorpresa, la tensión continua, la sensación de inestabilidad.
Tendió a ser en sí misma espectacular, teatral en sus efectos, llamativa en sus formas. De
ahí las plantas ovaladas o elípticas, las fachadas que se ondulan, el empleo de frontones
curvos y partidos, las columnas de orden colosal con una función más decorativa que
sustentante, la aparición de la columna salomónica. La decoración se valió de yeserías,
mármoles de colores, maderas doradas, cuadros, frescos, estatuas, relieves y espejos.
El punto de partida fueron las composiciones más atrevidas y libres del Manierismo,
pero la producción barroca no fue homogénea, ya que las tradiciones locales otorgaron
particularismos regionales.
5
Conjunto de basílicas vinculadas directamente con el papa, constituían los puntos más visitados en Roma
por los católicos que llegaban a la ciudad, y se integraba con la de San Juan de Letrán, San Pedro del
Vaticano, Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros, San Lorenzo Extramuros, San Sebastián de las
Catacumbas y Santa Cruz de Jerusalén.
6
“El monumento es la obra de arte con valor histórico ideológico destinada a transmitir y a afirmar este
valor”, ARGAN, Giulio Carlo (1966) El concepto del espacio arquitectónico desde el Barroco a
nuestros días. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires
16
Basílica de San Pedro. Vaticano, Roma. La fachada, que Carlo Maderna terminó de
realizar en 1612, consta de grandes columnas, frontón rematando la puerta y un ático
en el que destacan las balaustradas y esculturas.
7
Palacio ubicado en la colina del Quirinal, que hoy es la residencia oficial del presidente de Italia. Su
construcción la inició en 1583 el papa Gregorio XIII como residencia vacacional, habiéndosele
realizado numerosas ampliaciones a lo largo del siglo XVII.
17
Columnata de San Pedro, que proyectó en 1656-57. En 1665 viajó a París llamado por Luis
XIV para que proyectara la ampliación del palacio del Louvre, tarea que luego no se le
encomendó, pero que marca el nivel de reconocimiento internacional al que había llegado
su obra.
Baldaquino de San Pedro, Basílica de San Pedro. Vaticano, Roma. Gian Lorenzo
Bernini. 1624-1633. 29 metros de altura. Se sitúa en el altar mayor de la basílica, justo
donde se halla la tumba del apóstol, obra maestra donde se mezcla la arquitectura con
la escultura. Se aleja claramente de las formas renacentistas y manieristas
recurriendo al empleo de la columna salomónica, proclamando así el triunfo de la
nueva estética barroca, y renuncia al baldaquino tradicional en forma de templo,
apelando a una estructura dinámica, transparente e impactante. Realizado
completamente en bronce, dorado en parte, sirve de intermediario entre la escala
colosal de la basílica y la humana del espectador. Los capiteles son de orden
compuesto, con un dado de entablamento sobre ellos, unidos por guardamalletas
imitando decoración textil. De los vértices arrancan cuatro volutas convergentes, altas
y finas, decoradas con ángeles y coronadas por un pequeño entablamento mixtilíneo
rematado con la bola del mundo y la cruz, adjudicándose este diseño a Borromini, que
figura en los documentos como ayudante de Bernini. Los fustes están decorados con
pámpanos de vid, en alusión a la eucaristía, en los que liban abejas, en referencia al
escudo de los Barberini, la familia del papa Urbano VIII.
Plaza de San Pedro. Vaticano, Roma. 1656-1667. Gian Lorenzo Bernini. Vista desde la
cúpula de Miguel Ángel.
8
El obelisco de la Plaza de San Pedro consta de 25,5 metros de altura y fue traído desde Heliópolis por orden
de Calígula y colocado en la espina del circo de Nerón. En 1585 el papa Sixto V lo trasladó a la explanada de
San Pedro erigiendo en él una cruz como símbolo victorioso de Cristo.
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Las 284 columnas dóricas, a las que se suman 88 pilares, se rematan con inmensas
cornisas que acentúan la concavidad y sostienen las balaustradas de remates y la enorme
cantidad de esculturas de santos y mártires, generándose una tensión entre la verticalidad de
las columnas y la horizontalidad de la curvatura marcada por cornisas y balaustradas.
9
Ver nota 14 del capítulo 1.
20
Iglesia San Andrés del Quirinal. Roma. Gian Lorenzo Bernini. 1658-1670. La fachada
utiliza pilastras jónicas de orden colosal sosteniendo un frontón triangular, con el
pórtico curvado y sobresaliente, elevado sobre columnas exentas, también de orden
jónico, en el que se cobija otro frontón triangular. Posee planta centralizada, en forma
elíptica, y la entrada está dispuesta en paralelo con el eje mayor del edificio y no con el
menor, rompiendo el sentido longitudinal de este tipo de plantas. Frente a la entrada
se ubica el altar que tiene un pequeño ábside al fondo, con una pintura ilustrando el
martirio de San Andrés. A ambos lados se disponen dos pares de columnas corintias
de mármol que sostienen un frontón curvo partido, en el que se ubica una estatua de
San Andrés elevándose al cielo. Esta directriz de la visión que impone la entrada en el
eje menor, hace que los espacios se dilaten lateralmente, obteniéndose una ilusión de
amplitud espacial mayor que la real. Destaca la riqueza de los materiales empleados:
mármoles de distintos colores, estucos, dorados. Abundan las esculturas,
convirtiéndose la arquitectura en el marco en el que estas se desarrollan. La luz juega
un papel central, inundando el interior desde las ventanas situadas en la base de la
21
En 1634, Francesco Borromini, diez años después que Bernini, tuvo oportunidad de
realizar un proyecto por sí mismo. Se trataba del convento de San Carlo, donde en un solar
muy reducido y de irregular disposición, debía realizar un amplio programa de
construcciones. Las obras se iniciaron con el claustro, el dormitorio y el refectorio. El
claustro destaca por alternar dos tipos de aberturas: arcos de medio punto con estrechas
aberturas rectangulares con cornisas horizontales. Al mismo tiempo renuncia a los ángulos
del claustro, que encorva de forma convexa hacia el centro.
La iglesia del convento fue iniciada en 1638 constituyendo una referencia en la
concepción ondulante del espacio, tan típica del Barroco, y a ella nos referiremos en
particular en el apartado “Análisis de Obra 1”.
ANÁLISIS DE OBRA 1
IGLESIA DE SAN CARLOS DE LAS CUATRO FUENTES
Título: San Carlo alle Quattro Fontane. Conocida también como San Carlino debido a sus
pequeñas dimensiones.
Localización: Roma, Italia. Se ubica en el cruce de las vías Apia y Felice, definido por
cuatro fuentes que dan nombre a la Iglesia.
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Forma: El edificio tiene una planta centralizada, de forma elíptica y con capillas radiales,
cuyo eje mayor está dispuesto en sentido longitudinal. Se estructura a partir de una clara
geometrización del espacio: dos triángulos equiláteros unidos por la base configuran una
forma romboidal, aunque podría tratarse también de la anamorfosis del círculo. Ambas
soluciones muestran la racionalización del lenguaje barroco. El muro es curvo en su interior
con elementos cóncavo-convexos. Todo el conjunto se cubre con una cúpula oval.
Planta
Descripción general: La fachada fue la última obra realizada por Borromini, muchos años
después de que terminara la iglesia. Presenta un fuerte dinamismo, logrado a partir de un
esquema ondulante de formas cóncavas y convexas, y el fraccionamiento continuo del
plano. Se compone de dos pisos de tres calles cada uno. La calle central del primer piso,
con la puerta de acceso al templo es convexa, y las dos laterales, cóncavas; en el segundo
piso, en cambio, las tres calles son cóncavas. La cornisa marca el movimiento principal del
conjunto cóncavo-convexo-cóncavo de la planta baja, y en el nivel superior se dibuja un
movimiento cóncavo-cóncavo-cóncavo, sólo roto por el gran medallón oval que preside
toda la composición y un pequeño templete elíptico con balconada. Borromini descompone
así totalmente la fachada no respetando las fórmulas geométricas en base al cuadrado,
rectángulo y círculo, ni la simetría, normas impuestas por el Renacimiento. Crea una
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intersección de elementos muy diferenciados entre sí: pequeñas columnas contrastan con
otras de orden colosal, nicho y hornacinas con estatuas de la planta baja destacan frente a
las hornacinas vacías de la planta alta, el gran medallón oval que rompe la coronación del
edificio realizada con una balaustrada contrasta con la cornisa corrida que divide las
plantas. Todos estos elementos manifiestan la expresividad ornamental del conjunto,
lograda sin el concurso de mármoles de colores, profusión de molduras de estuco ni
superficies doradas. Su ornamentación se fundamenta en los elementos arquitectónicos
contrastados, en la talla vigorosa de las formas, en los perfiles afilados que logran fuertes
contrastes de luz. Toda la fachada está pensada como un objeto y como tal, es decorada. La
parte del muro se reduce al mínimo.
Al construirse la iglesia en la confluencia de dos calles muy angostas, el arquitecto moldeó
las formas para adaptarse al espacio y fingir una amplitud mayor de la que en realidad
tenía. Al mismo tiempo deja un chaflán u ochava en una esquina para albergar una fuente,
lo que contribuye a fortalecer el dinamismo espacial.
El interior dispone los muros también de manera ondulante, creando una sensación de
movimiento que involucra al espectador. Grandes columnas agrupadas de cuatro en cuatro,
sumadas a numerosos nichos y molduras continuas en los muros, llevan a parecer
deformada la cúpula oval que corona este espacio. Ésta se decora con un artesonado de
formas geométricas diversas: octogonales, cruciformes y hexagonales, de tamaños
decrecientes, que iluminados directamente por la linterna superior contribuyen a crear
efectos contrastantes de luz y sombra, al tiempo que proponen la ilusión de una
profundidad mayor a la real.
La planta flexible y las formas cóncavas y convexas que se articulan en un muro ondulante,
dan como resultado, a los ojos del espectador, un espacio interior dinámico y de mayores
dimensiones.
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Cúpula
Detalle de la fachada
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Retablo Mayor de la iglesia del Convento de San Esteban. Salamanca. José Benito de
Churriguera. 1692. Madera dorada. La estructura presenta una forma cóncava que le
permite crear efectos escenográficos al disponer columnas que se adelantan o atrasan
a voluntad generando impactantes efectos de luz y volumen. La obra se concibe como
una fachada arquitectónica monumental a través de la utilización del orden colosal de
las columnas, que invitan al espectador a contemplarla de lejos. El centro de la
composición es la calle central donde se localiza el principal mensaje religioso. En el
piso inferior se ubica el tabernáculo o sagrario, y en el superior un cuadro con el
martirio de San Esteban, patrón de la iglesia. En las calles laterales se ubican
hornacinas con estatuas. Todo el retablo es un claro ejemplo de obra de arte total,
donde aparecen claramente integradas arquitectura, escultura y pintura.
La decoración está centrada en la utilización de la columna salomónica y del color
dorado. El Barroco está presente en la forma helicoidal del fuste, el entablamento
partido, las formas cóncavas, la cornisa curva que se enrolla, y la abundancia del
relieve ornamental de tipo vegetal.
“La pompa y el esplendor que rodea a los reyes es parte de su poder”, así se refería
Montesquieu10, pensador francés especializado en temas políticos y sociales del siglo
XVIII, a una de las claves de la política francesa. Urbanismo y arquitectura constituyeron la
representación del poder absoluto. La Place Vendôme, la iglesia de los Inválidos, el Louvre,
Versalles, son los más espectaculares de los numerosos encargos de la monarquía francesa.
El rigor y despliegue económico con que se concretaron determinaron que en el siglo XVIII
fuera Francia la referencia arquitectónica para toda Europa.
La estructura centralista del poder del Estado llevó a que París y la Corte
constituyeran el centro del desarrollo arquitectónico, el modelo a seguir.
Desde el punto de vista estilístico, destacó en Francia la persistencia del clasicismo
como el estilo artístico más acorde para esa misión de representación del poder, en el que la
lógica de la razón se considera un axioma.
10
Citado por Borngässer, Barbara en “Arquitectura barroca en Francia”, en VV.AA (2007) El Barroco.
Arquitectura. Escultura. Pintura. Editorial h.f.ullmann. Barcelona
30
Salón de los Espejos. Construido por Mansart en una antigua terraza que daba al
jardín, es un espacio alargado de 75 metros que funciona como sala de fiestas y
recepción. El revestimiento con espejos consigue un efecto de luz extraordinario, y, a
causa de los reflejos múltiples, un truco óptico de aparente prolongación del espacio
hasta el infinito, muy típico del ilusionismo barroco.
Las tareas de decoración de todos estos espacios estuvieron a cargo del pintor
Charles Le Brun (1619-1690), mientras que el notable programa de jardinería fue
diseñado por André Le Nôtre (1613-1700), quien aplicó una mentalidad racionalista
que abogaba por los paisajes ordenados y de trazas geométricas en los que insertó, como
elementos decorativos complementarios, las fuentes y los conjuntos escultóricos.
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Jardines de Versalles
Fachada de una de las alas, hacia los jardines, construida por Mansart. Realizada en
piedra de color claro, uniforme, se la dividió en tres pisos: uno basamental, otro
principal y el ático, más reducido. En lugar de utilizar órdenes gigantes se utilizó uno
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de pequeña escala, jónico con guirnaldas. Las empinadas cubiertas se ocultan con una
balaustrada de fuerte impronta clasicista, con trofeos y jarrones.
El interior fue decorado lujosamente por Le Brun, creando unos ambientes fastuosos.
La riqueza de los materiales caracterizó una obra en la que Luis XIV no escatimó gastos.
Las remodelaciones del siglo XVIII en estilo rococó fueron añadiendo más excesos
ornamentales, trabajos en porcelana y mobiliario recargado.
Si el gusto clásico y la desnudez son nota dominante de los exteriores, en los
interiores predomina el gusto por la exuberancia. Priman los revestimientos, ya sea
estuco, madera o telas. Y el dorado se superpone en todos ellos. Se multiplican también las
bóvedas cubiertas de frescos.
Se trata de 67.000 metros cuadrados de edificación, con más de 700 estancias y una
fachada mayor a 600 metros. Sus jardines, parques y bosques cubren cerca de 800 hectáreas,
incluyendo invernadero y zoológico. Los registros indican que llegó a 20.000 el número de
integrantes de la corte que giraba en torno al monarca en Versalles.
Capilla del palacio. Comenzada en 1689 por Mansart y terminada en 1710 por Robert
de Cotte, está dividida en dos pisos: el inferior, destinado a los cortesanos, se
encuentra rodeado por una arquería que sirve de soporte al piso superior con una
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serie de columnas que forman la galería para la familia real. Al tomar como modelo la
Sainte Chapelle de San Luis, se convierte en una escenificación consciente de la
monarquía francesa.
“Los jardines y patios del palacio fueron los escenarios de las fiestas y representaciones que
daba Luis XIV para celebrar acontecimientos y que demostraban la magnificencia del rey.
Quinault y Moliére colaboraban en estas fiestas escribiendo comedias, ballets y óperas, para
las cuales Gissey y Berain preparaban los decorados y vestuarios. Se instalaron teatros
provisionales en los jardines, alrededor de las fuentes se daban espectáculos de fuegos
artificiales y en el Patio de Mármol se organizaban cenas a la luz de las antorchas.”
Blunt, Anthony (1983) Arte y arquitectura en Francia 1500-1700. Editorial Cátedra. Madrid.
“La época barroca se interpretó a si misma como una pieza teatral con el mundo por
escenario (….) Toda la vida se convertía en “historia” y hasta en mito, cualquier acto
público en ceremonia y el mismo soberano era una imagen viva de su propia majestad, que
tenía un origen divino. Nadie personificó este principio mejor que Luis XIV. En su Corte,
entendida como espejo del cosmos, el monarca gobernaba como Júpiter, como Apolo o
como sol que supera a todas las cosas. (…) Para transmitir estos contenidos había un
complejo sistema de representaciones propagandísticas. En el ámbito de la imagen estaban
los cuadros históricos, los retratos, los monumentos y las medallas, y en el campo literario
estaba sobre todo el panegírico. Sin embargo, el instrumento más importante fue la
representación del mismo Rey: el desarrollo de la jornada de Luis XIV se equiparaba al
recorrido y a la acción del sol. Cada uno de sus actos, desde el “lever” hasta el “coucher”,
las comidas, las recepciones y hasta los paseos por el jardín eran actos simbólicos y
metáforas de su epifanía divina. Los libros de ceremonias registran los complejos y largos
36
Interior de Sanssouci
Sanssouci: jardines
39
Palacio de Peterhof. San Petersburgo. Construido en el siglo XVIII (1725) por orden
del zar Pedro I buscó emular Versalles no sólo en el lujo de la construcción y su
decorado, sino fundamentalmente en sus jardines, cascadas y fuentes. Tal vez el
mayor logro tecnológico de Peterhof es la enorme cantidad de fuentes que funcionaron
sin el uso de bombas.
40
MODOS DE VER 1
Polémica exposición de Jeff Koon en Versalles
Entre setiembre y diciembre del año 2008 se desarrolló en Versalles, en varios salones y
jardines, una exposición del artista norteamericano Jeff Koons. Se trató de la primera
retrospectiva de Koons en Europa y constituyó uno de los eventos culturales más
controversiales de los últimos tiempos. La exposición se encuadró en una práctica en boga
en la última década, consistente en contraponer obras de arte contemporáneo con obras de
otra época y estilo, en este caso la obra de uno de los representantes del denominado “neo-
pop art” 11 en diálogo con el gran arte clásico francés. Pero la polémica se desató
inmediatamente del anuncio de la exposición y durante todo el tiempo que duró la misma.
Jeff Koons es percibido por una buena parte de la crítica de arte como un arquetipo del
artista comercial, kitsch12, llegándose incluso a dudar de la naturaleza artística de su obra.
11
En alusión al arte pop, movimiento artístico de la segunda mitad del siglo XX que se caracteriza por
el empleo de imágenes de la cultura popular tomadas de los medios de comunicación de masas, y que
tiene como algunos de sus exponentes a los artistas Andy Warhol y Roy Lichtenstein.
12
Término con el que se define al arte considerado como una copia inferior de un estilo existente. También
se utiliza para referirse a un arte pretencioso, pasado de moda o de muy mal gusto.
41
imágenes que forman parte de nuestra infancia. Para sus detractores, los 17 objetos de
consumo expuestos en Versalles, que Koons elevó a la categoría de objetos de arte, no son
tales. Por el contrario, son considerados por muchos una mancha en el legado cultural
francés. Sus detractores consideraron que si lo que se pretendió fue tender un puente entre
artistas de épocas y estilos diversos, es difícil entender por qué el Balloon Dog, de dos
metros de altura, está parado en el medio del Salón de Hércules, con cuadros de Paolo
Veronés, pintor del siglo XVI. O por qué un Michael Jackson neobarroco de tamaño natural
de porcelana, reina en el Salón de Venus, la diosa del amor. En otras partes hay figuras
coloridas de materiales sintéticos, como una enorme langosta o un Mickey Mouse. A todas
estas críticas y comentarios se sumó el hecho que el presidente del museo fuera amigo
personal de Koons, lo que llevó a muchos profesionales de la cultura a sostener que
claramente se buscaba promocionar la cotización al alza de la obra de Koons, al exhibirla
en uno de los más grandes monumentos histórico-artísticos.
Hôtel de Soubise. París. 1735. Salón de la Princesa. Ideada por el arquitecto Germain
Boffrand y el estuquista y pintor Charles Joseph Natoire, esta sala constituye una
acabada realización en estilo rococó. Filigranas de estuco dorado recubren paredes y
13
La palabra se crea a finales del siglo XVIII por los hombres del Neoclásico, con un claro sentido peyorativo.
Se sostiene que deriva de “rocaille” (piedra) y “coquille” (concha marina) por las formas irregulares del
nuevo estilo inspiradas en rocas marinas, algas y conchas. Otros estudiosos sostienen que el origen es la
palabra rocaille, que también se utilizaba para designar la ornamentación de las grutas de los jardines
barrocos, que se distinguía por su profuso ensortijamiento.
43
techos, desarrolladas como un ramaje aéreo entrelazado. Paneles rematados con arcos
de medio punto alternan con altos espejos, que amplían ópticamente la sala y
reproducen reiteradamente la finísima decoración. Es característica la eliminación de
la separación entre la pared y el techo, la decoración sortea el cornisamento principal.
En las cuñas existentes entre los espejos y el techo, los cuadros de Natoire relatan la
historia de Psique, claro indicio del triunfo de un gusto más refinado y sensual.
El estilo rococó apenas duró unos setenta años en Francia, entre los reinados de Luis
XV y Luis XVI, siendo ahogado por el purismo neoclásico y la Revolución Francesa. Su
carácter puramente ornamental lo redujo al ámbito aristocrático, no calando ni en el gusto
popular ni en el de la Iglesia, que seguirán apostando por un estilo barroco más tradicional.
Por su parte, la burguesía revolucionaria identificará este estilo con el Antiguo Régimen y
optará por el sobrio neoclasicismo.
LA ESCULTURA BARROCA
La escultura fue uno de los lenguajes sobresaliente en el arte europeo del siglo XVII.
Se caracterizó por la búsqueda del movimiento, el contraste entre las diferentes superficies
para lograr efectos lumínicos y la integración con la arquitectura para obtener intensidad
dramática.
Se abandonó el sentido equilibrado del Renacimiento, privilegiándose las
composiciones abiertas y agitadas, con efectistas contrastes de luz y sombra y profundos
plegados, es decir, teatralidad pura con el fin de operar de una manera persuasiva ante el
espectador.
En estos cambios tuvo mucho que ver la Iglesia surgida del Concilio de Trento, que
buscará por medio de un estilo exagerado y fastuoso, una intención a la vez propagandística
y didáctica de su política contrarreformista. Propiciará dotar a las imágenes sacras de un
sentido conmovedor, para estimular la sensibilidad y el involucramiento de los fieles,
apostando para ello a una escultura naturalista y de tintes dramáticos.
Aunque prevalece el tema religioso, la escultura barroca tuvo una gran diversidad
temática. El tema alegórico o mitológico se utilizó muchas veces en la exaltación del poder
monárquico. Pero también aparece el tema popular o costumbrista, si de lo que se trata es
de llegar a la sensibilidad de las clases más humildes. Tienen también fuerza el retrato y la
escultura funeraria.
En cuanto a los materiales, también hubo variedad. Mármol y piedra fueron los
preferidos de la escultura monumental italiana, aunque también se utilizó en forma
abundante el bronce. Pero también la madera y el estuco tuvieron un lugar de privilegio,
como fue en el caso de la imaginería española.
44
El modelo italiano
La escultura barroca tuvo en la obra de Gian Lorenzo Bernini su eje
vertebrador. La importancia internacional de su taller lleva a considerarlo el auténtico
difusor de la escultura barroca al resto de Europa.
Apolo y Dafne. Gian Lorenzo Bernini. 1622-1623. Mármol. 2,43 metros de altura.
Galería Borghese, Roma. Esta escultura, encargada por el cardenal romano Escipión
45
14
Borghese para los jardines de su villa, recoge el tema planteado por Ovidio en “Las
metamorfosis”, en el que se significa el mito griego del amor imposible. Dafne es una
ninfa amada por Apolo, dios de la belleza. Este amor no es correspondido, Dafne huye
de Apolo hasta que su padre, el río Peneo, la convierte en laurel, en el momento
mismo en que Apolo alcanza a tocarla. Bernini elige para la representación,
precisamente este momento, el del inicio de la transformación de la ninfa. Capta así el
instante donde se concentra toda la emoción y carga dramática del mito: el comienzo
de la metamorfosis. Los brazos en aspa, extendidos y proyectados al infinito, ratifican
su carácter de composición abierta, donde todo es movimiento: los cabellos al viento,
los ropajes volados, los cuerpos danzantes. La tensión dramática está acentuada por el
estudio psicológico de los personajes: el horror de Dafne al ser alcanzada por Apolo, y
el asombro de éste al ver lo que está ocurriendo. Las líneas diagonales, marcadas por
los brazos, las piernas y la propia disposición de los cuerpos, estructuran el conjunto.
Hay un movimiento ascendente, de ímpetu, conseguido a través de las piernas en
paralelo y los cuerpos arqueados igualmente paralelos, a lo que se suma el paño de
Apolo, subrayando la cadencia de los mismos. Bernini logró así capturar el instante,
congelarlo, y transmitirnos, a través del mármol, la transformación de la materia. Su
asombrosa ejecución logra que experimentemos la sensación táctil tanto de la rugosa
corteza del árbol como de la mórbida piel de Dafne.
La llegada al papado de Urbano VIII, en 1624, le permitirá realizar una de sus obras
más conocidas, el Baldaquino de San Pedro, a la que nos hemos referido anteriormente.
Comenzó en estos años la etapa más importante en su producción escultórica, que algunos
historiadores califican como “alto barroco”. En ella, las figuras aparecen envueltas en
amplios y voluminosos ropajes que se pliegan alrededor de los cuerpos, creando profundos
efectos de claroscuro que persiguen el impacto emocional, tal el caso de la escultura de San
Longinos en la Basílica de San Pedro.
Paralelamente realiza varios retratos entre los que destaca el de Constanza
Buonarelli, caracterizado por una gran fuerza expresiva, siendo considerado el primer
retrato moderno de la historia de la escultura.
Durante el pontificado de Inocencio X no goza del favor papal, razón por la cual se
dedicará a encargos particulares, trabajando desde 1647 en la que será su obra maestra: El
Éxtasis de Santa Teresa, para la capilla de la familia Cornaro en la iglesia de Santa María
de la Victoria en Roma.
En la misma línea que esta escultura se ubica la de la Beata Ludovica Albertoni, de
mármol y jaspe, en la que la expresividad, el trabajo con los paños volados y los golpes
efectistas de luz se ubican en el centro de la composición.
Otro de los aspectos destacados en la obra de Bernini es su trabajo con las fuentes
urbanas, donde piedra y agua logran una compenetración sin igual. La Fuente de los Cuatro
Ríos (1648-1651) ubicada en la Plaza Navona en Roma, es una de sus obras más acabadas
en este rubro.
14
Poeta romano que vivió entre el 43 a.C y el 17 d.C., autor de “Las metamorfosis”, obra en verso donde
recoge relatos mitológicos procedentes sobre todo del mundo griego y adoptados por la cultura latina de
su época.
46
Entre sus trabajos destacan también los monumentos funerarios de los papas Urbano
VIII y Alejandro VII en los que se integra de manera espectacular la arquitectura y la
escultura. Ambos ocupan una exedra marmórea donde el pontífice culmina una
composición piramidal. Completan estos extraordinarios grupos ejecutados en mármol y
bronce las virtudes de los papas, representadas por figuras femeninas, y la imagen de la
muerte escribiendo el nombre del difunto o mostrando el implacable reloj de arena con el
tiempo ya agotado de la existencia humana.
ANÁLISIS DE OBRA 2
EL ÉXTASIS DE SANTA TERESA
Forma: Conjunto escultórico de 3,5 metros, realizado en mármol blanco y bronce dorado.
47
(descripción en la que se basa Bernini para realizar la obra): “Veíale en las manos un dardo de
oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el
corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo,
y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar
gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que
terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios....” En su representación,
Bernini nos ofrece de nuevo una imagen momentánea: el momento en que el ángel levanta
el dardo para volverlo a clavar. La santa, esculpida en mármol pulido blanco, cae
desvanecida hacia atrás sobre una nube de un mármol de color más oscuro, mientras los
rayos de la iluminación divina, realizados en bronce dorado, se esparcen desde arriba,
iluminados por una ventana oculta. Los ropajes, en lugar de dejarlos caer en pliegues a la
manera clásica, los retuerce para incrementar el movimiento y la agitación. En la bóveda
superior, una pintura presenta al cielo con nubes revelando más ángeles. A cada lado de la
capilla, figuras de fieles esculpidas en balcones (miembros de la familia Cornaro), que
aparecen como espectadores del misterio, completan el conjunto y reafirman la concepción
teatral de esta obra.
Escultura, arquitectura y pintura se funden y se convierten en una sola cosa. Bernini creó
así un gran espacio teatral donde se desarrolla un espectáculo en el que se ha propiciado la
participación del espectador. Éste debe ser cautivado por la fuerza del ilusionismo teatral y
la retórica estética, para ser empapado de la fuerza religiosa de la fe.
Con este trabajo Bernini creó los primeros retratos escultóricos de grupo del Barroco,
rivalizando con las composiciones pictóricas contemporáneas de Rembrandt y de Frans
Hals.
Fuente de los Cuatro Ríos. Gian Lorenzo Bernini. 1648-1651. Mármol y travertino.
Piazza Navona, Roma. Para destacar ópticamente al obelisco, Bernini lo eleva por
medio de un basamento en el que traslada una forma utilizada en el arte paisajístico
50
de los jardines de villas, esto es, una especie de montaña con gruta cuya utilización en
el corazón de la ciudad era algo nuevo. Igualmente nueva era la combinación entre
obelisco y fuente. Se trata de una montaña de la que afloran cuatro grandes ríos que
representan los continentes, el Ganges a Asia, el Nilo a África, el Danubio a Europa y
el Río de la Plata a América. Todo el monumento termina representando a Roma
como centro del mundo de la fe, al tiempo que exalta la figura del Papa al colocar un
escudo de su familia.
De entre las fuentes del siglo XVIII seguramente la que más atrae a los visitantes de
Roma, es la de Trevi. Su creador, Nicola Salvi, retoma para su realización un proyecto
anterior de Bernini. Es de tamaño monumental, aún más grande en función del espacio en
que se ubica, una pequeña plaza irregular a la que siempre se accede de forma oblicua.
Cumple así con algunos de los preceptos básicos del barroco: el arte es sorpresa, el arte no
es sólo la obra sino el entorno con el cual interactúa, el arte debe apelar a las percepciones
del espectador.
Como herencia de la fuente de los Cuatro Ríos, presenta el contraste entre la
rusticidad del travertino con la arquitectura, en este caso con el palacio del cual la fuente
parece nacer. La piedra de travertino levemente devastada surge de las aguas como una
nueva naturaleza suavemente domesticada en medio de la ciudad. Junto a esta naturaleza
pétrea emerge la del agua, con su perpetúo movimiento y sus sugerencias sensoriales. Y el
conjunto se integra con las esculturas, realizadas en mármol de Carrara.
Fontana di Trevi. Nicola Salvi. 1732.1762. Mármol y travertino. Palazzo Poli. Roma.
Constituyó la última de las fuentes barrocas fruto de un trabajo de varios escultores.
La grandiosa pared erigida delante del palacio Poli adopta la forma de un arco de
triunfo romano con una poderosa hornacina cóncava central. A los lados se abren
hornacinas rectangulares que albergan figuras alegóricas que nos hablan de los
beneficios del agua: la salubridad y la abundancia. En una concha sostenida por
51
15
En la mitología griega, dios mensajero de las profundidades marinas. Se le representaba con el torso de
un humano y la cola de un pez.
52
también como Apolo con las ninfas, forma parte del programa alegórico de la fábula
de Apolo. La secuencia se iniciaba con el nacimiento del dios en el estanque de Latona
y culminaba en la Gruta de Tetis por la noche, donde Apolo al volver de su marcha en
el carro del sol, es bañado y untado por las ninfas. Girardon esculpió una de las obras
cumbres de la escultura francesa, en una sofisticada composición abierta y bajo un
concepto paisajístico próximo al helenismo. El ademán de Apolo sedente se relaciona
de manera evidente con la escultura clásica. Se equiparaba así al Rey Sol con la figura
de un dios que denodadamente sirve a su pueblo.
Luis XIV a caballo. Antoine Coyzevox. 1678. Relieve en estuco. Salón de la Guerra del
Palacio de Versalles. El rey, montando a caballo a través del campo de batalla al estilo
de una apoteosis tardorromana, aparece aquí como heredero de los Césares elevado a
rey-dios absoluto. Con la mirada orientada hacia la lejanía, hacia el futuro, como
vencedor de sus enemigos, espera la corona de la victoria entregada por la figura de la
Victoria que aparece por encima de él.
53
La imaginería española
16
Asociaciones con el fin de atender necesidades espirituales y materiales, practicaban la caridad, realizaban
donaciones a hospitales, atendían enfermos y pobres, e incluso asistían en los últimos instantes de vida.
17
Grupos de figuras sobre estructuras de madera, que representan momentos de gran intensidad
dramática vinculados a la pasión de Cristo, eran (y son) portados en hombros en procesión.
54
La escuela andaluza, por su parte, buscó en sus imágenes más la belleza natural que
el dramatismo. Extendida por Sevilla, Granada y Málaga, dio grandes escultores destacando
entre todos ellos la figura de Juan Martínez Montañés (1568-1649), quien trabajó en
la ciudad de Sevilla a lo largo de toda su vida. Su obra se mantiene dentro de unos cánones
clasicistas que eluden el patetismo, generando diversos modelos iconográficos: el
crucificado, la inmaculada, el niño Jesús, además de una innumerable relación de santos.
Fue también autor de varios retablos, entre los que sobresale el de San Isidoro del Campo.
LA PINTURA BARROCA
La pintura del Barroco es de una gran variedad y riqueza. En los comienzos del
siglo XVII Italia asume un innegable protagonismo gracias especialmente a la figura
precursora de Caravaggio. Pero los demás países europeos cuentan también con escuelas de
enorme importancia y gran calidad, como ocurre con el Siglo de Oro de la pintura española
o con la saga de grandes pintores flamencos y holandeses y con las figuras que también
destacan en otros centros como Francia o Inglaterra. En este sentido es importante destacar
los nombres propios de la pintura barroca que en todos los casos se convierten en referente
universal de la historia del arte. Además de Caravaggio en Italia, destacan Pedro Pablo
Rubens, Rembrandt y Vermeer de Delft en Flandes y en los Países Bajos; Ribera, Zurbarán,
Murillo y por encima de todos ellos la figura insustituible de Diego Velázquez en España; y
en Francia autores tan diferentes como Nicolás Poussin, Claude Lorrain, Georges de La
Tour y los hermanos Le Brun.
Por otra parte, la pintura barroca es de pincelada abierta y de predominio del color
sobre el dibujo. En efecto, es muy colorista y encuentra en el estallido cromático un
complemento al dinamismo de la composición y al esplendor ornamental típicamente
barrocos.
59
Son numerosos los temas que se despliegan en esta época, desde la pintura religiosa de
gran intencionalidad propagandística en los países católicos, a la mitológica, el paisaje, el
tema costumbrista o el retrato regio, de intencionalidad propagandística en las cortes
absolutistas. Fue importante el lugar ocupado tanto por el bodegón como por el retrato
colectivo, introducidos precisamente en este período. El desnudo fue proscrito de las
representaciones religiosas, persistiendo únicamente en las alegorías y mitologías. La
fábula pagana se cultivará en Francia y Flandes.
Y son asimismo muy variadas las tendencias dentro del propio estilo barroco porque
conviven al unísono, la pintura de formas voluptuosas y gran excitación y movimiento
típicamente barrocas, de un Rubens por ejemplo, con la pintura francamente naturalista de
Caravaggio, el barroco clasicista de Carracci y Poussin, el tenebrismo extremo de La Tour
o el realismo de Velázquez y Rembrandt.
Sin duda Roma era considerada, en estos siglos que estamos analizando, el centro
del mundo artístico. Maestros como Poussin y Claude Lorrain, y también Velázquez y
Ribera, buscaron expresamente visitarla y empaparse de las creaciones artísticas romanas.
Referirnos a la pintura en Roma es referirnos fundamentalmente a la historia del
mecenazgo por parte de los papas. No sólo porque la pintura barroca italiana estaba casi
exclusivamente al servicio de la Iglesia, sino también porque muchos artistas eran
convocados en Roma para diversos encargos, a través de los papas y sus allegados.
A finales del siglo XVI convergen en Roma dos pintores procedentes del norte de
Italia con propuestas pictóricas muy disímiles, pero que, en conjunto, marcan el abandono
del Manierismo y el ingreso rotundo en el Barroco. Y con sus propuestas artísticas salen de
Roma hacia el resto de Europa, los impulsos decisivos para el desarrollo de la pintura a lo
largo del siglo XVII.
Se trataba de Annibale Carracci (1560-1609) y de Michelangelo Merisi (1573-
1610), conocido como Caravaggio por su lugar de nacimiento.
Frescos de la bóveda del Palacio Farnesio. Vista de conjunto. Annibale Carraci. 1595-
1605. Roma. Pintados por encargo del cardenal Odoardo Farnesio, con la
colaboración de su hermano Agostino, se centraban en el tema de los amores de los
dioses tomados de Ovidio, pero con un sentido moralizante: era el triunfo del amor
divino sobre el profano. Carracci emplea aquí una estructura ilusionista: la
representación de cuadros fingidos. Integró arquitectura, escultura, pintura y
tapicería en un mismo programa y creó un trampantojo, inaugurando así una
tradición decorativa que se desarrolla a lo largo de todo el siglo XVII. Paredes y
techos de iglesias y palacios se cubren de pinturas con la finalidad de envolver e
impresionar al espectador. Ilusionismo y teatralidad, la esencia del arte barroco. En
particular las bóvedas, las de Pietro da Cortona del Palacio Barberini, de Baciccia en
el Gesú, y de Andrea Pozzo en San Ignacio de Loyola en Roma, con composiciones de
colores brillantes y figuras que se arremolinan en un espacio que parece prolongarse
al infinito, constituyeron un homenaje al ilusionismo a través del virtuosismo de sus
frescos.
61
Caravaggio llega a Roma en 1589 pero no será hasta diez años después que
ocupe un lugar destacado en el ambiente de la producción artística de la ciudad. Entre 1599
y 1606, bajo el mecenazgo del cardenal Del Monte, va a gozar de clientela y fama, pero
esto se verá truncado al matar a su oponente en una partida de frontón, lo que le obligó a
huir de Roma y vagar desterrado por el sur de Italia hasta su temprana muerte en 1610.
La cena de Emaús. Caravaggio. 1601. Óleo sobre lienzo, 1,41 x 1,96 metros. National
Gallery, Londres. Este cuadro narra la aparición de Cristo a dos seguidores, Cleofás y
San Pedro, luego de su crucifixión. En una posada de Emaús lo reconocen en el
momento en que Cristo bendice los alimentos. En la composición, dinámica y
dramática, la luz juega un papel central, dando de lleno en un rostro muy joven e
imberbe de Cristo que contrasta con la mayor edad y tosquedad de sus discípulos.
Cleofás, sentado a la izquierda, se sujeta firmemente a la silla mientras da un salto
hacia atrás, en tanto Pedro extiende los brazos en cruz de tal forma que la mano
izquierda parece salir del cuadro. Este escorzo de Pedro, sumado a la escasa
profundidad del cuadro, provoca en el espectador la ilusión de estar presente en la
escena. El posadero, cuya figura cumple la función de conducir la mirada del
espectador hacia Jesús, permanece ajeno al sentido de la escena. Ésta no se desarrolla
en el tiempo de los Evangelios, sino que se ubica en un tiempo contemporáneo al
artista, en una taberna romana del estilo de las que seguramente él frecuentaba.
La composición tiene un carácter teatral y dramático donde aparecen reflejadas
distintas emociones: la serena tranquilidad de Cristo, el asombro y la emoción de sus
discípulos, la extrañeza del posadero.
63
Escribe Arnold Hauser: “Su naturalismo atrevido, sin afeites, crudo, no podía,
empero, a la larga, corresponder al gusto de sus altos clientes eclesiásticos; echaban en él
de menos la “grandeza” y la “nobleza” que, en opinión de ellos, correspondían a la
esencia de una representación religiosa. Sospechaban de sus cuadros, con los cuales nada
se podía comparar en calidad en la Italia de entonces, y los rechazaron muchas veces, pues
sólo veían las formas fuera de la convención, pero no estaban en condiciones de
comprender la profunda piedad del maestro, que se expresaba en un lenguaje
verdaderamente popular.”18
Fue el maestro del tenebrismo, con cuadros donde predomina una oscuridad en la
que resaltan figuras y objetos cubiertos violentamente de una luz cegadora, atrayendo la
atención del espectador hacia el centro de la narración. El resultado era la teatralización y
dramatización de la pintura.
18
Hauser, Arnold (1983) Historia social de la literatura y del arte, tomo 2. Editorial Labor. Barcelona.
64
La muerte de la Virgen. Caravaggio. 1605-1606. Óleo sobre lienzo, 3,69 x 2,45 metros.
Museo del Louvre, París. Se trata de un cuadro de altar encargado por un abogado
del Vaticano para su capilla familiar en la iglesia de Santa María della Scala de Roma.
Una vez terminado, los frailes carmelitas de la iglesia rechazaron la obra por
considerarla ofensiva y falta de decoro por la forma en que la Virgen aparecía
representada. El agudo realismo de Caravaggio supuso una ruptura con los
convencionalismos utilizados hasta entonces en la representación de los temas
sagrados. María se encuentra sobre un lecho que no respeta el paralelismo al plano
pictórico, sino que está situado oblicuamente para subrayar el dramatismo. Los
apóstoles tampoco respetan la distribución en dos grupos ordenados en la cabecera y
65
los pies de la cama. Desaparece toda referencia a la presencia de Cristo, a los ángeles y
a cualquier otro elemento sobrenatural que modificase la cotidianeidad de la escena.
La pobreza evidente de los vestidos y las facciones populares de los apóstoles, pintados
a partir de modelos callejeros, entraban en contradicción con la representación del
momento de la ascensión de la Virgen a los cielos. A ésta la presenta como una mujer
joven, humildemente vestida, descalza y con el pelo al descubierto y un rictus mortal
en el rostro. Incluso se sospechó que hubiera utilizado como modelo el cadáver de una
mujer ahogada, por el detalle de la hinchazón del cuerpo. Sólo un fino halo revela su
carácter sagrado. Los apóstoles, reunidos a su alrededor, no son claramente
identificables, sus rostros aparecen perdidos en las sombras o cubiertos por su manos.
El anciano a la izquierda podría ser San Pedro, y a su lado, de rodillas, podría
reconocerse a Juan. La mujer aislada en el primer plano ha sido a menudo
identificada con María Magdalena. La composición se organiza en torno a la Virgen,
el tema central de la pintura. La masa compacta de los apóstoles, y sus actitudes, lleva
la mirada hacia el cuerpo caído. El teatral cortinado de un rojo sangre, aumenta el
efecto dramático de la escena. El artista utiliza magistrales juegos de luz y sombra
para dar forma a los contornos de los objetos, figuras y ropa. Más importante aún, en
ese proceso señala la presencia física de la Virgen María al hacerla recibir de plano,
una luz deslumbrante que se derrama en diagonal desde arriba a la izquierda. Luz
que también alcanza el cuello de María Magdalena y desde allí guía también los ojos
del espectador hasta el rostro de la Virgen.
Caravaggio desacralizó el episodio del “tránsito” de la Virgen y buscó reflejar la
muerte como la angustiosa experiencia de aquellos que pierden a un ser querido. En el
cuadro no hay presencia divina, sino dolor humano.
A pesar del rechazo por parte de los frailes, la obra tuvo un defensor excepcional en
Rubens, quien aconsejó a su protector, el duque de Mantua, gran coleccionista y
mecenas, para que comprara la pintura.
Se empeñó en que los personajes religiosos parecieran reales y tangibles, y por eso
los colocó en ambientaciones familiares al espectador, contemporáneas. Tomaba como
modelos a personajes callejeros, a los que no idealizaba en absoluto. Convirtió así a los
santos y a los figuras del Evangelio en seres de carne y hueso.
La vocación de San Mateo. Caravaggio. 1599-1600. Óleo sobre lienzo, 3,22 x 3,40
metros. Iglesia de San Luis de los Franceses, Roma.
De acuerdo con las instrucciones dadas, Caravaggio debía recrear los versículos
evangélicos que dicen: “Pasando Jesús por allí, vio a un hombre sentado al telonio, de
nombre Mateo, y le dijo “Sígueme”. Y él, levantándose, le siguió”. Caravaggio fue fiel a
estas instrucciones, pero resituó históricamente la escena en un ambiente que todos sus
contemporáneos pudieran reconocer: aquí el telonio se confunde con el ambiente de una
taberna romana por la disposición de los personajes sentados alrededor de la mesa. Se trata
de una escena aparentemente sencilla, formada por dos grupos de figuras: a la derecha, dos
personajes de pie –Jesús y San Pedro- se dirigen a un grupo de cinco personas de diferentes
edades que están sentadas alrededor de una mesa, la más importante de las cuales es San
Mateo. Nada, excepto la ventana, interrumpe un fondo oscuro y austero. El diálogo se sitúa
en términos reales. A una doble propuesta indicada por las manos y las miradas de los
hombres de pie sucede una respuesta igualmente duplicada a través del gesto y la mirada de
Mateo. Podemos atribuir a los dos grupos dos naturalezas y dos visiones distintas: la
representación de lo sobrenatural, el mensaje divino, por un lado, que personifican Jesús y
San Pedro, y la realidad del mundo humano y terrenal, encarnada por el grupo de Mateo.
Caravaggio toma partido por la vigencia del mensaje: los personajes de pie asumen un
lenguaje eterno, mientras que los personajes sentados son contemporáneos directos del
pintor.
19
Comentario reelaborado de VV.AA (2006) Caravaggio. Grandes Maestros de la Pintura. Editorial Sol 90.
Barcelona
67
En el desarrollo ulterior del arte pictórico italiano, tanto Carracci como Caravaggio
generaron escuelas que los tuvieron como referentes. En el caso de Carracci su arte fue
continuado en la propuesta de las Academias, surgidas precisamente en esos tiempos. Su
obra fue también la preferida por el espíritu aristocrático de la Iglesia, que si bien deseaba
un arte “popular” para la propaganda de la fe, y llegaron a admitir la sensualidad de las
formas si con ello convencían prontamente al espectador21, limitaron el concepto popular a
la sencillez de las propuestas, evitando la “vulgarización” del tema sacro que encontraron
en las obras de Caravaggio.
20
Escritor español y académico de número de la Real Academia Española.
21
Recordemos El éxtasis de Santa Teresa de Bernini, para comprobar hasta qué punto admitió la Iglesia,
en su cruzada contra el protestantismo, el halago a los sentidos.
70
Judith decapitando a Holofernes. Artemisia Gentileschi. 1620. Óleo sobre lienzo, 1,99 x
1,62 metros. Galería de los Uffizi, Florencia. Se trata de la representación de un
episodio del Antiguo Testamento: Judith es una viuda que junto con su criada se
interna en el campo enemigo y decapita a Holofernes, general asirio, para liberar así al
pueblo hebreo. La composición se torna dinámica con la utilización de dos diagonales
paralelas: una que va desde la rodilla al hombro de Holofernes, representado en
escorzo, y otra que une las cabezas de las mujeres. La iluminación, de clara tradición
caravaggista, se caracteriza por un fuerte contraste de luces y sombras. El momento
elegido, también inspirado en Caravaggio, es el de máximo dramatismo, la
decapitación misma, de la que nada distrae nuestra atención.
dispuestos con simple y austera geometría. Se supone que sus clientes fueron burgueses de
la región de Lorena, así como instituciones religiosas. Su obra tiene dos etapas, una primera
caracterizada por los denominados cuadros “diurnos”, y la segunda por los “nocturnos”,
donde generalmente las figuras aparecen iluminadas por una luz blanca o rojiza proveniente
de una vela o farol, con el resto del lienzo en una gran oscuridad. Difiere del caravaggismo
el sentido racional con que se utiliza la luz, que proviene de un foco concreto y no de
impreciso origen como en la obra de Caravaggio.
Magdalena penitente. Georges de La Tour. Hacia 1642-1644. Óleo sobre lienzo, 1,28 x
0,94 metros. Museo del Louvre, París. La Tour representa a la santa como una joven
que, sentada frente a una mesa en la que se han dispuesto libros y una lámpara de
aceite, se encuentra en plena meditación mirando fijamente la llama que ilumina su
rostro. Está descalza, con su mano izquierda sostiene el mentón mientras que la
derecha se apoya sobre un cráneo, evocador de la vida y su fragilidad. Magdalena es
el símbolo de la redención a través del arrepentimiento, y su iconografía fue
fuertemente apoyada y alentada por el Concilio de Trento, como la personificación del
sacramento de la Penitencia. El artista logra una pieza de gran sobriedad y pureza de
formas, que parecen reducirse a volúmenes geométricos puros revelados por la luz. Y
al mismo tiempo genera un ambiente de religiosidad extrema, comparable con los
cuadros de Caravaggio.
73
En esta Edad de Oro holandesa, sobresale, entre una enorme cantidad de nombres
valiosos, Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669), pintor, grabador y
dibujante excepcional, considerado una de las figuras ineludibles de la historia del arte
universal.
Rembrandt nació en Leiden en el seno de una familia de clase media, y ya desde
niño reveló condiciones para el dibujo. En 1620 se matriculó en la Universidad de Leiden,
abandonando los estudios al año siguiente. Entre 1622 y 1624 concurre al taller de un
74
pintor llamado Jacob van Swanenburgh, en Leiden, pero su verdadero maestro fue un pintor
de mayor relieve, establecido en Ámsterdam, Pieter Lastman. Rembrandt asiste al taller de
Lastman, a partir del cual toma contacto con la propuesta caravaggista, entre 1624 y 1625.
En este año se independiza, instalando su propio taller junto con su amigo Jan Lievens,
afirmándose, en los años siguientes, en el uso del claroscuro. En 1630, a la muerte de su
padre, se traslada a Ámsterdam, ciudad en la que instalará su taller de manera definitiva,
recibiendo numerosos encargos y gozando de gran prestigio. En 1632 pinta La lección de
anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (ver ilustración en página 10), cuadro que constituye su
tarjeta de presentación en Ámsterdam, y que adelanta algunas de las características que irá
desarrollando en los años siguientes: iluminación poderosa e intensa vivacidad y
autenticidad en la caracterización de los rostros. En 1634 se casó con Saskia Uylenburch,
hija de un jurista, que aportó al matrimonio una importante dote, lo que les permitió llevar
una vida opulenta y desarrollar una costosa colección de obras artísticas y objetos exóticos.
El sacrificio de Isaac. Rembrandt. 1635. Óleo sobre lienzo, 1,93 x 1,33 metros. Museo
Hermitage, San Petersburgo. Se trata de un pasaje bíblico, tomado del Antiguo
75
Estos años fueron de mucho trabajo, en el que el artista muestra su dominio del
color, componiendo claroscuros y empleando una pincelada empastada en combinación con
otra más amplia y líquida, logró esfumados totalmente novedosos. Utilizaba una
imprimación terrosa, preparada sobre la base de un ocre aglutinado con resina.
22
Si bien la pintura religiosa ocupó un lugar muy importante en el total de la obra de Rembrandt, no hubo
ningún cuadro destinado a iglesias. Las obras con temas del Antiguo Testamento responden a la importante
cantidad de judíos en la población de Ámsterdam del siglo XVII. Muchos de ellos gozaban de un
importante nivel económico y eran compradores de obras de arte.
23
Brihuega, Jaime (2005) Rembrandt. Alanza ediciones. Madrid
76
Autorretrato. Rembrandt. 1660. Óleo sobre lienzo, 0,80 x 0,67 metros. Metropolitan
Museum of Art, Nueva York. A lo largo del casi medio siglo que estuvo activo como
pintor, Rembrandt se autorretrató más de ochenta veces, entre óleos, grabados y
dibujos, generando con ello una “crónica” exhaustiva de la transformación de un
rostro, del registro de estados anímicos, de la evolución de una personalidad.
ANÁLISIS DE OBRA 3
RONDA DE NOCHE
Título: Ronda de noche. Cuando se completó el cuadro, no tenía título, más allá de una
descripción, de la que se desprende que se trata de “La compañía del capitán Frans Banning
Cocq y el teniente Wilhem van Ruytenburch”. El nombre actual fue puesto a fines del siglo
XVIII. Para entonces los pigmentos de la capa de barniz se habían oscurecido tanto que
había cierta confusión sobre lo que la escena representaba realmente. Este hecho, sumado a
que en esa época ya no había rondas de día pero aún se mantenían las nocturnas, explica el
título asignado. Luego de su restauración, en 1947, se entendió que la escena tenía
ambientación diurna.
78
Fecha: 1642
Detalles del capitán y el teniente, centro del cuadro, y del arcabucero de rojo y la niña,
quienes constituyen dos figuras claves de la composición, por su contraste, en color y
luz, con el resto de las figuras.
24
En total Rembrandt debió recibir unos 1600 florines por el trabajo, cifra importante si tenemos en
cuenta que en esa época el salario promedio de un trabajador calificado rondaba los 500 florines al año.
80
Es probable que Frans Banning Cocq y Wilhem van Ruytenbuch pagaran más por sus
posiciones prominentes. Pero al transformar el retrato en “acontecimiento” y a los
personajes en “actores”, no todos quedaron satisfechos. Rembrandt no había respetado
jerarquías y no había dado a todos los milicianos el mismo grado de ostentación, ya que
priorizó las razones plásticas. A esto se sumó la cantidad de personajes adicionales, entre
ellos la enigmática niña, con una presencia casi sobrenatural. Muchos críticos la han
interpretado como un recurso dinamizador con el que Rembrandt buscó sorprender. El gallo
que cuelga de su cintura ha sido relacionado con las garras, símbolo de la compañía de
arcabuceros, su emblema.
Los milicianos que encargaron la obra, diseminados en la vorágine espacial, compositiva,
lumínica y gestual, se funden con personajes inidentificables y con personajes anónimos,
son simples piezas de esa maquinaria pictórica que Rembrandt organiza alrededor del
protagonismo del capitán y el teniente.
“La Ronda fue, sobre todo, la autoafirmación de un artista consciente de que su medio de
expresión no necesitaba sujetarse a ninguna regla establecida y se sentía capaz de
transgredir las codificaciones icónicas de una sociedad mucho más rígida en sus hábitos de
lo que en principio pudiera parecer”.25
En 1715 el cuadro fue trasladado del gran salón del Cuartel de la Guardia Cívica a una
estancia del actual Palacio Real. Por razones de espacio fue recortado de sus cuatro lados,
pero conocemos su forma original a través de dos copias del siglo XVII (un óleo y una
acuarela) que reflejan el lienzo en su totalidad.
Rembrandt y el grabado
“Rembrandt fue extraordinario no sólo como pintor sino también como grabador. La
técnica que empleó no fue ya la del grabado en madera o en cobre, sino un procedimiento
que le permitió trabajar con mayor libertad y rapidez que las consentidas por el buril. Esta
técnica se denomina aguafuerte; los principios en que se basa son muy sencillos: en lugar
de hacer laboriosas incisiones en la plancha, el artista cubre ésta con barniz y dibuja sobre
él con una aguja. En los trazos de la aguja desaparece el barniz y la lámina queda al
descubierto; y ya lo único que hay que hacer es introducir esta última en un ácido que
atacará las partes libres de barniz, convirtiendo de este modo el dibujo en un aguafuerte.
Después, el aguafuerte puede imprimirse como otro grabado cualquiera. El único medio de
distinguir un aguafuerte de una punta seca es considerar atentamente el carácter de las
líneas. Existe una diferencia visible entre el lento y laborioso trabajo del buril y el libre y
desembarazado movimiento de la aguja en el aguafuerte.”
25
Brihuega, J., obra citada.
81
Es dentro de los temas vinculados a la vida cotidiana, que tiene lugar una de las
creaciones más originales de la pintura holandesa del siglo XVII: la pintura de interiores, de
la que su máximo representante es sin duda Vermeer de Delft.
La vida corriente que registran los cuadros de Vermeer, no aparece frente a los ojos
del espectador como espectáculo. Lo que Vermeer muestra es que en la vida corriente hay
individuos, cada uno de ellos constituye un mundo, como el espectador también constituye
un mundo que le es propio.
MODOS DE VER 2
La joven de la perla: pintura, literatura y cine
El cuadro La joven de la perla, de Vermeer, inspiró en 1999 la novela de Tracy Chevalier
del mismo nombre, y ésta a su vez, inspiró, en 2003, la película dirigida por Peter Webber
Girl with a Pearl Earring (traducida como La joven con el arete de perla en Latinoamérica
y La joven de la perla en España).
cromático de azules y amarillos que envuelven la figura, por el contraste entre el fondo
negro y la luminosidad radiante del rostro, por los puntos de luz que caen sobre los labios,
sobre las pupilas, sobre la perla, y que transmiten la carga de sensualidad de la joven.
La escritora estadounidense Tracy Chevalier imagina y relata, en la novela La joven de la
perla, las circunstancias en las que el cuadro fue pintado, las relaciones que pudieron existir
entre el pintor y su modelo de turbante turco y labios carnosos. Es así que crea una historia
de amor e intereses económicos en el ambiente de la Holanda del siglo XVII. Y en 2003, el
director británico Peter Webber, antiguo estudiante de arte en la Universidad de La
Sorbona, realiza la adaptación cinematográfica de esta novela. Y para ello se basó fielmente
no sólo en la escasa obra de Vermeer sino también en la pintura de sus contemporáneos, de
forma tal de poder recrear los escenarios, tanto exteriores como interiores, de Delft, y las
vestimentas y enseres de la época. Lo más notable de la película es, seguramente, lo que
Webber consigue realizar con la luz y el color, ya que mientras se suceden las distintas
escenas creemos adentrarnos en el mundo de esa Holanda del siglo XVII tal como nos la
mostró Vermeer y sus contemporáneos en sus cuadros.
Cartel de la película La joven de la perla del director británico Peter Webber. 2003.
85
El nombre que destaca en esta pintura, es el del genial y exitoso Pedro Pablo
Rubens (1577-1640) quien trabajó para los jesuitas de Amberes, para los virreyes
católicos de Flandes, para el rey Luis XIII, de Francia, y su madre María de Médicis, y para
los reyes Felipe III de España y Carlos I de Inglaterra, monarcas para los que incluso
cumplió misiones diplomáticas mientras se trasladaba de corte en corte.
Entre 1600 y 1608 estuvo en Italia, en estrecho contacto con las obras del
Renacimiento (de Tiziano, por ejemplo, cuya obra lo atrapó) y de la escultura clásica.
Venecia fue su primer destino, pero luego se trasladó a Roma donde quedó deslumbrado
con el arte de Caravaggio, Miguel Ángel y Rafael. Trabajó para el duque de Mantua, para
quien realizó no sólo trabajos artísticos sino también diplomáticos, lo que lo llevó a
establecerse en Valladolid, España, durante un tiempo. En 1606 realiza varios trabajos en
Roma y en 1607 viajó varias veces a Génova donde retrató a numerosos miembros de la
nobleza.
Y en 1629 llega a Londres para negociar una paz entre España e Inglaterra. Estuvo
unos diez meses en suelo inglés, pintando y recibiendo numerosos encargos que iría
concretando en los años subsiguientes. En 1630 regresa a Amberes. Se casa por segunda
vez con una joven mujer que será la modelo y musa inspiradora de sus últimos años, los
mejores de su carrera, donde realiza muchísimas obras, la mayoría de temas mitológicos,
para su propia satisfacción, sin que mediara encargo alguno.
Las tres Gracias. Pedro Pablo Rubens. 1636-1638. Óleo sobre tabla, 2,21 x 1,81 metros.
Museo del Prado, Madrid. Las Gracias –Aglae, Eufrosina y Talía- eran hijas de Zeus
y Eurinome, y representaban la belleza, la delicadeza y la armonía física y espiritual.
Vivían en el Olimpo, junto a las Musas, y su misión era transmitir alegría y estimular
el arte. Las representa desnudas, tal como se las representaba en las esculturas griegas
y los frescos romanos, pero a diferencia de estos antecedentes, en los que no aparecen
relacionadas, Rubens crea un grupo unido a través de afectuosos abrazos y sugestivas
miradas. Despliega en esta representación su ideal de belleza femenina, con mujeres
de cuerpos generosos, de piel rosada y cabellos claros. Ocupan el centro del cuadro,
bañadas por una intensa luz, situación que les confiere un aspecto estatuario. Se
ubican junto a una fuente, bajo una guirnalda de flores y ante un fondo de paisaje, en
el que se distingue un ciervo, que brinda profundidad a la composición. Esta obra,
una de las más famosas de Rubens, fue adquirida por el rey Felipe IV de España en la
subasta realizada luego de su muerte. Durante buena parte del siglo XVIII estuvo
oculta en un depósito ya que Carlos III la consideró impúdica.
87
San Andrés Apóstol. José de Ribera. 1630-1632. Óleo sobre lienzo, 1,23 x 0,95 metros.
Museo del Prado, Madrid. Este cuadro constituye un ejemplo del tenebrismo de la
primera época. La figura aislada del apóstol abrazado a la cruz de su martirio,
aparece bañada por una potente luz que cae desde la izquierda. La sencillez de la
representación, sumada al sentido realista, crea una imagen de fuerte impacto
emotivo.
Santa Margarita. Francisco de Zurbarán. 1630-1634. Óleo sobre lienzo, 1,63 x 1,05
metros. National Gallery, Londres. Esta obra forma parte de una serie dedicada a
santas vírgenes, con destino a conventos españoles o de la América Hispana, para los
que su taller realizó gran cantidad de cuadros de este tipo. Representa a Margarita de
Antioquia, sometida a martirio por defender su virginidad frente al asedio de un
prefecto romano. A pesar de tratarse de una mártir, su dolor no está representado,
aparece absorta en sí misma, vestida al modo de la época, llena de serenidad y belleza.
Sobresale el nivel de detallismo en el tratamiento de las alforjas, la vestimenta y el
sombrero de paja. Mediante pliegues angulosos se crean diferentes planos, sumado
esto al color, dota a la figura de volumen la hace cobrar una extraordinaria
monumentalidad. Su graduación de la intensidad de la luz es más reflexiva y serena
que en los tenebristas, la utiliza para brindarle a la santa su recogimiento místico, que
es uno de los aspectos más característicos de su pintura.
Otro de los grandes nombres de la pintura española del siglo XVII es el del
sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), quien, al igual que Zurbarán,
también se hizo de un lugar en el arte realizando pinturas religiosas para los numerosos
conventos e iglesias de Sevilla. Destacó sobre todo como pintor de “Inmaculadas”26, tema
26
El dogma de la “Inmaculada Concepción” refiere a la creencia en que María, a diferencia de los demás
seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original (que habría de transmitirse a todos los hombres por
ser descendientes de Adán y Eva), desde su concepción estuvo libre de todo pecado. Esta situación
especial, sostiene el dogma, le fue asignada por Dios en atención a que iba a ser la madre de Jesús.
90
al que dedicó buena parte de sus obras, en las que definió un tipo de virgen caracterizada
por su juventud y dulzura y a la que compuso sobre fondos de gran luminosidad.
Otra gran área temática que distingue a este pintor es el retrato de género o retrato
costumbrista. Y dentro de él, la serie dedicada a los niños de la calle, plasmando así en el
lienzo la realidad de la mendicidad infantil, muy frecuente en la Sevilla del siglo XVII.
Pero su mirada, salvo en la del cuadro Joven mendigo, está cargada de optimismo, busca el
momento feliz del juego o de la merienda a la que se entregan divertidos.
Joven mendigo. Bartolomé Esteban Murillo. 1645-1650. Óleo sobre lienzo, 1,34 x 1,10
metros. Museo del Louvre, París. En contraste a otros retratos de niños realizados por
Murillo en épocas posteriores, mucho más luminosos y alegres, esta es una pintura
impactante realizada con matices de marrón y gris oscuro sobre un contrastante
fondo oscuro de cuño caravaggista. Aparece un mendigo vestido con harapos y con los
pies sucios, espulgándose, en una actitud de profunda tristeza. A su alrededor, en el
suelo, hay restos de camarones, un cántaro de barro y una cesta con frutas, formando
un bodegón. Este tipo de cuadro costumbrista respondía al gusto de los comerciantes
flamencos establecidos en Sevilla, y respondiendo a sus encargos realizó la serie que se
conoce de niños de la calle. Los clientes locales demandaron fundamentalmente sus
cuadros religiosos.
91
Sevilla, ciudad que controlaba todo el comercio de España con las colonias
americanas, constituyó una influencia decisiva en la formación de Velázquez. No sólo era
la ciudad más rica de la península, sino que era un importante centro cultural y artístico. Y
también ciudad de contrastes, junto a la riqueza y prestigio de nobles, mercaderes,
eclesiásticos y artistas, giraba un mundo de pobres, pícaros y mendigos. En este ambiente
se generó una escuela pictórica, en la que Velázquez se formó, y que también integraron
Zurbarán y Murillo, donde confluyó el tenebrismo de Caravaggio, el colorismo veneciano y
el gusto flamenco por lo cotidiano. Velázquez aportó a esta escuela el realismo barroco, y
ejerció una notable influencia sobre pintores de la misma generación, como Zurbarán y
Alonso Cano. Realizar imágenes religiosas y retratos complacientes constituyó para
Velázquez una limitante inadmisible, cuando en realidad él buscaba reflejar y transmitir la
realidad tal cual era. De esta etapa destacan bodegones donde se aprecia su predilección por
valorar objetos cotidianos así como su preferencia por representar los personajes populares
de la ciudad.
Residió en Sevilla hasta 1623, donde se trasladó a Madrid y con sólo veinticuatro
años de edad, se convirtió en pintor de cámara27 del rey Felipe IV, tras realizar un retrato
ecuestre del monarca que maravilló a la corte. A partir de este momento va a desarrollar
una carrera funcionarial, al ganarse la confianza del monarca, y con el correr de los años
fue designado en diversos cargos vinculados con la organización del ceremonial y de los
viajes reales así como con la supervisión de obras de arquitectura y decoración.
27
Pintor de cámara o pintor de la corte son expresiones con las que se designa al pintor nombrado para
realizar de forma habitual los encargos artísticos de una corte (real o noble), especialmente los retratos.
Pero también estaban contratados para abordar todo tipo de géneros, pintura religiosa, histórica, bodegones,
cartones para tapices, etc.
92
Vieja friendo huevos. Diego Velázquez. 1618. Óleo sobre lienzo, 0,99 x 1,28 metros. The
National Gallery of Scotland, Edimburgo. Esta obra, una de las más importantes del
período sevillano, demuestra su destreza tanto en la composición como en la captación
de un momento preciso. Las actitudes parecen congeladas en ese instante que pinta
una escena doméstica, tomada de la cotidianeidad sevillana. La anciana suspende la
acción de cascar un huevo y alza la cabeza ante la llegada del muchacho, con un melón
y una botella en sus manos, pero sus miradas no llegan a cruzarse ya que fueron
captados en una fracción de segundo previa. Esa mirada perdida de la anciana ha sido
considerada como enigmática y ha dado lugar a diversas interpretaciones que han
querido ver en este cuadro algo más que un bodegón o una escena costumbrista. Son
precisos el dibujo y la forma, así como el contraste tenebrista del blanco sucio del velo
de la mujer con el fondo oscuro en el que apenas se adivinan un cesto y unos
cucharones. En primer término aparece una mesa con diversos objetos y una cebolla,
destacándose la maestría en los reflejos del metal y en la sombra del cuchillo en el
plato hondo.
93
El triunfo de Baco. Diego Velázquez. 1628. Óleo sobre lienzo, 1,65 x 2,25 metros.
Museo del Prado, Madrid. Llamado así por Velázquez, este cuadro es conocido
popularmente como Los borrachos. El dios del vino, sentado en un tonel y tocado con
hojas de vid, corona a un joven soldado rodeado de un grupo de bebedores. Se trata
de una escena absolutamente irreverente para con la tradición pictórica de las
temáticas mitológicas. Aquí el dios aparece representado como un joven semidesnudo
rodeado de campesinos y pícaros. Es la irrupción de la realidad en un cuadro que está
convocando al mito. Los personajes reales miran directamente al espectador, mientras
el dios dirige su vista en otra dirección. Dos áreas se distinguen claramente en la tela,
la gravedad casi ritual de las figuras de la izquierda contrasta con la ironía picaresca
y el realismo del grupo de la derecha. La obra conserva el gusto naturalista de su
etapa sevillana, pero también refleja la influencia colorista de Rubens y la pintura
veneciana del siglo XVI.
percepción psicológica del retratado, pero también pintó episodios históricos, religiosos y
mitológicos. Los retratos de la corte se integran con una notable serie de cuadros donde
aparecen los bufones que alegraban a la familia real. También corresponde a este período la
excepcional Rendición de Breda o Las lanzas (ver ilustración en página 6) a la que ya
hemos hecho referencia.
Felipe IV en pardo y plata. Velázquez. 1631-1632. Óleo sobre lienzo, 1,95 x 1,10 metros.
National Gallery, Londres. Los numerosos cuadros que Velázquez hizo de Felipe IV
formaban parte de una de las tareas más importantes y de más responsabilidad que
debía desarrollar el artista: construir la imagen del monarca y su familia. En esta
95
“Velázquez no repasaba una y otra vez los colores superponiendo capas sobre capas de
color, como hicieran los pintores flamencos, sino que definía con escasa materia y unas
pocas pinceladas lo que deseaba expresar “de suerte que de cerca no se comprendía y de
lejos es un milagro”. Con esta última frase se quería definir un método de elaboración a
base de “manchas” o “borrones” que llegó a ser uno de los mejores halagos que un
observador cultivado podía hacer de un cuadro, implicando con ello un dominio total, casi
mágico, de la pintura que se transformaba de mancha a figuración a medida que uno se
alejaba del lienzo.”
Morilla, Cristina (1999), Una técnica prodigiosa. Descubrir el Arte. Junio 1999. Año I, N° 4. Arlanza
Ediciones S.A. Madrid.
28
Por este cargo, Velázquez debía ocuparse de toda la organización de la vida de palacio y todo lo relativo
al ceremonial y pompa de los viajes reales y de las apariciones en público del monarca.
96
Las hilanderas. Velázquez. 1657. Óleo sobre lienzo, 2,20 x 2,89 metros. Museo del
Prado, Madrid. Conocida también como La fábula de Aracne, la obra admite
numerosas interpretaciones. Durante mucho tiempo se consideró que era un cuadro
de género, que sólo mostraba un taller de hilandería en primer plano, detrás del cual
había una habitación con un gran tapiz al fondo y tres damas nobles lo contemplaban.
Hoy se admite que es un cuadro de tema mitológico, con una escena del mito de
Aracne que se describe en el libro sexto de Las metamorfosis de Ovidio: Aracne, una
joven lidia, desafió a la diosa afirmando que podría competir con ella tejiendo el tapiz
más hermoso. Velázquez ubica en la composición, en primer término, un taller de
tapices, tomado de la realidad cotidiana, donde dos mujeres trabajan en las labores de
hilada y devanado de la lana para el tejido, ambas asistidas por tres jóvenes más. La
más anciana, frente a la rueca y con el huso en la mano, es Atenea, La que da la
espalda al espectador, Aracne. Tras un arco hay una segunda estancia donde
encontramos la conclusión de la fábula: el momento en que la diosa, con su
indumentaria guerrera, se dispone a castigar la soberbia de la joven convirtiéndola en
araña para que, de este modo, se viera obligada a tejer hasta su muerte. Como fondo,
un tapiz representa el Rapto de Europa por Júpiter, es el tapiz que ha tejido Aracne.
Otras tres damas contemplan la escena. Es notable el efecto de profundidad
establecido por los diversos espacios, el orden de las figuras y el juego de la luz. Se
trata de una composición abierta tanto hacia el espectador como hacia el interior de la
obra.
97
Velázquez murió en 1660, siendo hoy considerado uno de los nombres insoslayables
entre los grandes maestros de la pintura universal.
ANÁLISIS DE OBRA 4
LAS MENINAS
98
Título: La familia de Felipe IV, universalmente conocido como Las meninas, término
portugués aplicado a las damas de honor de la princesa Margarita
Fecha: 1656
Descripción general: En una sala del Alcázar de Madrid, sede de la monarquía en época de
Felipe IV, Velázquez está pintando un gran lienzo. La infanta29 Margarita irrumpe en su
lugar de trabajo acompañada de dos damas de honor, las meninas María Agustina
Sarmiento, quien, arrodillada, ofrece a la niña una jarra de barro rojo colocada sobre una
bandeja plateada, e Isabel de Velasco, quien realiza una reverencia. A la derecha se
encuentra la enana Maribárbola, mirando hacia el frente, y el enano Nicolás Pertusato que
aparece pretendiendo jugar con un perro que ha sido ubicado en un primerísimo plano.
Detrás de estos personajes se encuentra Marcela de Ulloa, encargada de las meninas, quien
conversa gesticulando con un hombre, un guardadamas que no ha sido identificado, que
mira hacia donde están los reyes. Éstos aparecen reflejados en el espejo que está en la pared
del fondo al lado de la puerta por la que ingresa una potente luz y en la que se encuentra el
mayordomo José Nieto contemplando la escena. En la misma pared del fondo, sobre el
espejo, hay dos grandes copias de Minerva y Aracne, de Rubens, y Apolo y Pan, de Jacob
Jordanes, realizadas por Juan Bautista del Mazo, yerno de Velázquez.
Todo parece indicar que Velázquez, que se autorretrata, está comenzando a pintar a los
reyes, cuando se da la irrupción de la infanta y sus acompañantes. La estructura del cuadro
es compleja, por un lado asistimos al retrato de la infanta Margarita, la hija de los reyes,
cuya luminosidad la convierten claramente en el centro del cuadro. Pero a partir del reflejo
de los reyes, Felipe IV y su esposa Mariana de Austria, que inferimos se encontrarían
delante del pintor, también es dable suponer que se trata de un retrato real. Los reyes serían
así los auténticos protagonistas de la composición. A su vez, el espectador también está
inserto en el cuadro, en la medida que es observado por los principales personajes del
cuadro.
29
Infanta: hija legítima del rey no heredera del trono.
99
“pintar la atmósfera”, logrando una excepcional perspectiva aérea, donde los contrastes
entre zonas de luz y sombra crean la ilusión de espacio, que se realza ópticamente a través
de la pérdida de nitidez en el contorno de las figuras que se alejan hacia el fondo. La
técnica elegida es la pintura en forma directa sobre el lienzo.
Todo el conjunto está captado en un instante preciso, en el que todos los personajes están
en una acción determinada, segundos después la escena seguramente sería otra.
Análisis simbólico: Este cuadro es una obra abierta que admite varias interpretaciones,
donde se confunde la apariencia con la realidad. Podemos preguntarnos a quien mira el
pintor, ¿a los reyes?, ¿a las meninas?, ¿a nosotros?, ¿a sí mismo?, ¿quién mira a quién?. Por
esta razón en esta obra esta presente el “ilusionismo barroco”.
La mayoría de los historiadores coinciden en que Velázquez no sólo quiso “congelar” un
instante de la vida de palacio, sino que además se propuso pintar un cuadro que glorificara
el espíritu del creador. Su intención, entonces, fue jerarquizar su profesión, por entonces no
muy estimada. Se trataría de la reivindicación del arte y del artista. Los dos cuadros de la
pared del fondo, en sus temáticas, exaltan la nobleza de la pintura, ya que ambas fábulas
aluden al triunfo del arte sobre la artesanía. Así formulado, el cuadro se constituye no sólo
en una experiencia sensorial, sino también intelectual. El espectador es quien debe sacar las
conclusiones frente a la osadía de Velázquez al retratarse junto a los reyes, aún cuando
estos aparezcan reflejados en el espejo. Llama la atención también la indumentaria del
artista que no es la del pintor sino la del cortesano. A esto debemos agregar la ostentación
de la Cruz de la Orden de Santiago que luce en el pecho (agregada más tarde, ya que
recibió el hábito de la Orden en 1659 y el cuadro es de 1656), que confirmaría su anhelo
reivindicatorio no sólo de la nobleza de la pintura, sino como afirmación de la posición en
la corte del propio Velázquez. Por último, prestemos atención a la pose del pintor, es más
de reflexionar que de pintar, demostrando la base intelectual de la pintura.
“Las meninas no son como yo las veo y me las represento. Y no son como ellas sean pues
como sean, sin mi, es como si no fueran” Diego Velázquez.
101
MODOS DE VER 3
Manuel Valdés y Las meninas
A lo largo de los siglos XIX y XX varios artistas se han sentido atraídos por Las meninas y
han intentado establecer con esta obra puentes muy variados, en lo que respecta a lenguajes,
técnicas y simbolismos.
Manuel Valdés es un artista español nacido en 1942, que actualmente vive en Nueva York.
Pintor destacado, creador, junto con Rafael Solbes, en los años 60, del grupo Equipo
Crónica, introdujo en España un lenguaje cercano al movimiento pop. Las imágenes de la
pintura española son utilizadas por el grupo como imágenes de los medios de
comunicación. Con nuevas fórmulas plásticas, sus propuestas invitan a realizar nuevas
lecturas de los personajes, los espacios y la composición de obras maestras como Las
meninas. De esta manera buscan, de manera irónica, desmitificarlas, al sacarlas de su
contexto habitual y colocarlas en un ambiente contemporáneo, acercándolas al espectador
actual e invitándolo a repensarlas.
La salita. Equipo Crónica. 1970. Acrílico sobre lienzo, 2 x 2 metros. Museu d’Art
Espanyol Contemporani, Palma.
102
En Francia, la pintura del siglo XVII estuvo dominada por el gusto clasicista,
aunque esto no evitó la influencia tanto de Roma como de Flandes. La gran innovación se
produjo en la primera mitad del siglo XVIII, cuando desarrolló un estilo muy propio
conocido como pintura galante o rococó.
Et in Arcadia ego. Nicolás Poussin. 1637-1638. Óleo sobre lienzo, 0,85 x 1,22 metros.
Museo del Louvre, París. Unos pastores de Arcadia han encontrado una tumba con la
inscripción “Et in Arcadia ego”, “Yo también viví en Arcadia”, aludiendo a que, en
medio del apacible y gozoso reino de la felicidad, aparece también la inevitable muerte.
Los pastores meditan silenciosos, al tiempo que el paisaje con su luz de atardecer se
suma a la melancolía de la escena. No hay agitación ni drama, todo es calma con algo
de irrealidad, por la distante frialdad que transmiten los personajes y el paisaje. El
cuadro, como toda la obra de Poussin, se caracteriza por el brillante dominio del
dibujo, con una clara preferencia de la línea sobre el color. La gama cromática
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priorizó los colores fríos, las luces son homogéneas, y el orden, la sobriedad y el
equilibrio revelan el gusto clásico. Estamos ante un ensayo de lo que más tarde
impondrá el Neoclásico y que las academias francesas vienen ya prefigurando.
El columpio. Jean Honoré Fragonard (1732-1806). 1767. Óleo sobre lienzo, 0,81 x 0,65
metros. Colección Wallace, Londres. Se trata de una escena galante en un ambiente
idílico, un jardín artificial y pomposo. Un noble contempla tumbado cómo se hinchan
las faldas de la dama cada vez que asciende el columpio empujado por un clérigo.
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El Rococó aparece como una verdadera volatilización de las formas ya que la decoración es
irregular, formando encajes con movimiento y fantasía. Son profusas las yeserías y los
dorados en las estatuas y chimeneas; la porcelana entra en auge, como la de Sevres y
Limoges; es la cultura del “budoir”, del “petit hotel” para las aventuras galantes; es la época
de los salones y de los gabinetes, donde se generan una atmósfera íntima y confortable. Los
salones de damas nobles, de las “favoritas”, son los verdaderos centros espirituales. En
ellos hay privacidad y erótica intimidad que fascina a los soberanos, a los hombres de
gobierno y atrae a caballeros, abates, literatos, investigadores, científicos y artistas. Es un
movimiento multifacético, es el “siglo de las luces”. Madame Pompadour lidera el mundo
intelectual francés de su tiempo. El Rococó prefiere todo lo que procede de la esfera
femenina. Son épocas frívolas, llenas de encanto.
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GLOSARIO
Alegoría: Representación simbólica de ideas abstractas por medio de figuras, grupos de
éstas o atributos.
Balaustres: Cada una de las columnas pequeñas que con los barandales forman las
barandillas o antepechos de balcones, azoteas, corredores y escaleras.
Bodegón: Naturaleza muerta. Pintura que representa una composición con seres
inanimados, animales muertos, vegetales y objetos. Los podemos encontrar a lo largo de
toda la historia del arte, aunque están más presentes en algunos períodos que en otros.
Columna salomónica: Es aquella que tiene fuste en forma helicoidal. Toma su nombre de
las legendarias columnas del templo de Salomón.
Escorzo: Modo de representar una figura que en la realidad estaría dispuesta perpendicular
u oblicuamente al plano en que ha sido representada. En realidad, toda perspectiva exige la
existencia de un escorzo, pero solo se habla de él cuando es acusado, para referirnos a un
cuerpo en posición muy oblicua o perpendicular a nuestro nivel visual.
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Estofar: Entre doradores, raer con la punta del grafio el color dado sobre el dorado de la
madera, formando rayas o líneas para que se descubra el oro y haga visos entre los colores
con que se pintó. Dar de blanco a las esculturas en madera para dorarlas y bruñirlas
después.
Estuco: Mortero obtenido mediante la mezcla de cal muerta y polvo de mármol, empleado
para el revestimiento de paredes.
Grafio: Instrumento con que se dibujan y hacen las labores en las pinturas estofadas o
esgrafiadas.
Guardamalleta: Pieza de adorno que pende sobre el cortinaje por la parte superior y que
permanece fija.
Hornacina: Hueco en forma de arco realizado en la pared para albergar una estatua,
imagen u objeto decorativo.
Imprimación: Proceso por el cual se prepara una superficie para un posterior pintado.
Linterna: Torre pequeña, más alta que ancha y con ventanas, que se pone como remate en
algunos edificios y sobre las cúpulas de las iglesias.
Moldura: Elemento decorativo que se coloca de manera corrida sobre una superficie de
cualquier tipo.
Nicho: Hueco de pared, por lo general semicilíndrico y rematado por un cuarto de esfera,
donde se colocan elementos ornamentales: estatuas, jarrones, etc.
Trampantojo: Recurso pictórico que intenta engañar a la vista jugando con la perspectiva
y otros efectos ópticos. Ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.