de Quincey Seres Imaginarios y Reales PDF
de Quincey Seres Imaginarios y Reales PDF
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DEQUINCEY
Seres imaginarios
y reales
Loboda
SERES IMAGINARIOS Y REALES
Biblioteca clasica
y contemporanea
THOMAS DE QUINCEY
SERES IMAGINARIOS
Y REALES
Prologo, seleccion y traduccion de
M arcos Mayer
EDITORIAL LOSADA, S. A.
BUENOS AIRES
BIBLIOTECA CLASICA Y CONTEMPORANEA
ISBN: 950-03-0477-5
Queda hecho el deposito que marca la ley 11.723
Marca y caracterfsticas graficas registradas en la
Oficina de Patentes y Marcas de la Nacion
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Impreso en A.P.E.G.S.A.
en Setiembre de 1994
Tabare 1760. Buenos Aires.
PROLOGO
M arcos M ayer
14
SERES IMAGINARIOS
Y REALES
JUDAS ISCARIOTE
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pulpito o plataforma y el oraculo sobrenatural—
habian fallado, memorable y ridiculamente, en
promover a un hombre, un libro, un suceso, un
interes publico o una verdad £que maquinarias,
que ingenieria podria ser puesta en movimiento
y articularse con la fuerza interior de la verdad
cristiana? De no existir ninguna, el cristianismo
quedaria condenado a desaparecer en sus prime-
ros tiempos o en todo caso a perderse como una
nisus* visionaria —como una sacudida en medio
de un sueno— antes de alcanzar siquiera ese es-
tado primitivo. Encontrandose al principio de su
trayectoria con esta dificultad y sabiendo que no
habia esperanzas de un apoyo o una alianza con
los magistrados a causa de su pobreza, Cristo,
con el arsenal de sus recursos celestiales, utilizo
para estos propositos una pieza de artilleria13
que no podria ser combatida por ninguna artima-
na de sus adversarios. La enfermedad £es algo
separable de la condition humana? El, que habia
trabajado a traves de este aliado ^necesito algu-
na vez temer o huir frente a sus enemigos? Nada
hay en este mundo que provoque un temor mayor
(racional e inmotivado) como el que sentian los
magistrados del mundo antiguo ante las multitu
des y las reuniones populares. Pero, sin multitu
des para arengar, instruir, moldear con nuevas
ideas, icomo habria podido el Fundador de una
nueva fe espiritual avanzar por su propio cami-
no? Habia dos bandos interesados, por un lado
* nisus: su traducci6n literal es alumbramiento, esfuer-
zo. Puede entender aquf como revelacidn.
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los magistrados, por el otro, el Profeta.14 Los ban-
dos estaban directamente enfrentados y de esta
situation no era dable esperar ningun resultado.
Pero habia un tercer partido interesado, el
mundo entero. Por lo cual el numero uno (los ma
gistrados) ya no podrfa neutralizar al numero
dos (el Constructor de la Verdad). Es evidente, y
ha sido verificado bastantes veces, que nunca las
multitudes resultan mas exigentes y terribles
que cuando se hallan bajo una sangrienta tira-
nia. Y esta verdad queda ilustrada por la historia
inglesa. Durante los periodos en los cuales la
multitud disfruto de escasos derechos legales,
una vez que se lanzaba a la calle no respondia a
ninguna autoridad. Impulsados por sus necesida-
des no atendidas o por reclamos de mayor justi-
cia, iban directamente al enfrentamiento, sin
miedo a las consecuencias y sin prestar atencion
a los efectos colaterales. Casi similar debio ser el
caracter de las rebeliones en Jerusalem, dado
que se movian bajo las mismas y elementales
leyes de la naturaleza humana.
“Yo” diria un hombre “no voy a resistir a los
tormentos de un cancer” “Ni voy a aguantar
que mi pobre hija languidezca bajo una paralisis
solo porque ustedes estan celosos de este joven de
Nazareth a quien yo y mis vecinos conocemos
como para estar dispuestos a salvarlo en menos
de una hora” “No crean” exclamaria algun otro
“que voy a permanecer tranquila y pacientemen-
te sentado mientras mi pequena nieta sufre ata-
ques diarios de epilepsia y ^por que? ^porque el
Sanedrin tiene miedo de la intervention de los
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romanos y, por lo tanto de las multitudes reuni-
das? A1 demonio con vuestro Sanedrfn, si este es
el motivo para evitar que los ciegos vean y los li-
siados caminen”.
De haber reclamado pan es probable que las
multitudes recibieran piedras de sus gobernantes
y, en realidad lo que reclamaban en un sentido es-
piritual, era pan. El tumulto del pueblo por el pan
de cada dia, lo que tradicionalmente se conoce
como el motin del pan, no puede ser detenido (si se
lo comprende bien) mas que con la mas absoluta
concesion a esa rebelde hambre. Asi, en cualquier
tiempo y lugar, sera el resultado, asi la furia, asi la
inexorable demanda, asi la inevitable concesion. Y
asi fue el afan por acceder a las milagrosas cura-
ciones ofrecidas a los enfermos y agonizantes.
Habiendose anunciado como tal, y acreditan-
do con curas cotidianas su condicion de hakim
Cristo no podia ser rechazado como oraculo pu
blico de la verdad y del consuelo divino a la debi-
lidad humana. Esto explica el aspecto que aun
quedaba oscuro, el aparentemente indebido entu-
siasmo que Jesus permitia a los hombres ante
sus milagros sanitarios. Su verdadero nombre en
griego —IricryC—* lo presentaba ante los hombres
como un curador pero, para aquellos que com-
prendian su secreta y real mision era un curador
de inefables heridas espirituales. Esta confusion
que permitio que una tarea trivial entorpeciera y
llegara incluso a eclipsar la verdadera mision de
* Ipcr^: Jesus.
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Cristo pudo inducir a error. Pero sesenta pliegos
vinieron a remediar esta impresion erronea, ase-
gurando (pues ninguna otra cosa se revelaba
como segura) el beneficio y la coartada de un pa-
saporte perpetuo para el misionero religioso: una
vez admitido como medico, el misionero, el hakim
lograba acceder a un ilimitado derecho de circu-
lacion. Las autoridades no se atrevian a obstruir
la tarea del medico de cuerpos, y por ese atajo se
colaba el medico de espfritus. Y por ese motivo
fue que los apostoles utilizaron el oficio medico
con los mismos beneficios religiosos y pudieron
llevar a cabo sus funciones espirituales, bajo el
disfraz privilegiado de hakim.
NOTAS
1 “Convocaba m ultitudes a su alrededor”. En relacion
con estas multitudes he senalado en alguna parte, hace algu-
nos anos,* la secreta razon que llevd probablemente a nues-
tro Salvador a cultivar el arte y las funciones de hakim o me
dico. En aquella epoca (q oncovpcov)* y en todo el mundo civi-
lizado, cualquiera que fuera la forma de gobierno, habfa
entre las autoridades un gran recelo frente a las multitudes
y las reuniones populares. Para un maestro revolucionario
no habfa un obstaculo tan fatal como este prejuicio. Primero,
porque un nuevo y misterioso cuerpo de verdades que esta-
blecfa vastas e ilimitadas relaciones con los deberes y espe-
ranzas de los hombres generaba un estado de indefinida
alarma. Y esa verdad, en segundo lugar, precisaba difundir-
se no a traves de libros o discursos escritos sino oralmente y
en comunicacion personal entre las grandes masas y el divi-
* r| oiKOvpcov: la tierra habitada, el mundo conocido.
50
no maestro, lo que posibilitaba el surgimiento de un lfder de
masas y justificaba el consiguiente temor. Entonces, y en
tercer lugar, un modo tal de ensenanza que exigfa la reuni6n
de multitudes atrafa presunciones sospechosas sobre su per
sona. Quedaba claro que habfa que afrontar un riesgo, el de
las masas. Habfa, ademas, una doctrina a difundir, una doc-
trina misteriosa que acarreaba, sin dudas, algun peligro. Y,
por ultimo era necesario instalar una conexidn con las
masas. Todos estos factores, tanto los que parecfan ciertos
como los dudosos, producfan ese “miedo al cambio” que “pa-
ralizaba a los monarcas”.
2. “Bajo Herodes el Grande y su padre”. Era una tradi-
ci6n que circulaba en Roma desde los dfas de la familia Fla-
via (Vespasiano, el decimo Cesar y sus dos hijos: Tito, el un-
decimo y Domiciano, el duodecimo) que la indulgencia de la
polftica imperial hacia Judea desde Augusto se debfa al si-
guiente y minimo secreto diplomatico: durante el surgimien
to del poder Parto, estos habian enviado embajadores ante
Antipater, el padre de Herodes, ofreciendole alianza y apoyo.
En ese mismo momento se encontraba en Judea un agente
romano encargado de una gestion similar. La cuestion fue
solemnemente debatida, pues era evidente que de su resolu
tion dependia la salvation del reino, dado que la aceptacion
de la alianza con uno de los dos imperios implicaba la dura
hostilidad del otro. Teniendo esto claro, Antipater hizo su
elecci6n a favor de Roma. El caso se discutio en Roma y el
debate y sus consecuencias le reportaron un trono a la fami
lia de Herodes, dado que el honor de Roma parecfa estar
comprometido en sostener a este hombre de Oriente que, en
esa suerte de Juicio de Paris, habfa otorgado solemnemente
el tribute de superioridad (Detur meliori)* a la potencia occi
dental.
3. “Del populacho de Jerusalem ” Judas, tanto como los
otros apostoles, fue elegido al principio por su aire aparente
de simplicidad y falta de ambiciones y, probablemente, para
demostrar una preocupacion mayor en mostrar obediencia a
los deseos de su maestro. Pero seguramente los otros once no
52
a este error) se equivoquen en considerar a la segunda veni-
da de Cristo como un suceso pr6ximo a acaecer. En relaci6n
con las enfermedades, es evidente que los ap6stoles, al igual
que todos los judfos, estdn dispuestos con frecuencia a leer
en ellas distintas manifestaciones de la ira divina. Interpre-
taban a la ceguera o a la cafda desde una torre como claras
expresiones del disgusto divino contra una persona. S61o
cuando se trataba de ninos habfa dudas sobre este disgusto.
Este era, sin duda, un prejuicio inseparable de la pr&ctica
del judafsmo y dado que llevaba inevitablemente a juicios no
s61o falsos sino tambien nada caritativos, Cristo lo criticaba
duramente. A partir del mismo espfritu es muy probable que
los sfntomas previos a la muerte fueran interpretados mu-
chas veces err6neamente como sobrenaturales cuando, en
realidad, son habituales en cualquier hospital. La muerte del
primer Herodes fue vista por los primeros cristianos como
una justa expresidn de la ira de dios contra el autor de la
masacre de Bel6n mientras que, en realidad, sus sfntomas
eran los habituales en la crisis del sistema nervioso. El caso
del rey francos Carlos IX, cuyo sistema nervioso qued6 afec-
tado por los horrores de la masacre de San Bartolome, re-
cuerda la enfermedad de Herodes con las diferencias que
pueden establecerse entre una constituci6n vieja y arruinada
como la de Herodes y otra plena de sangre joven como la de
Carlos. En las Actas de los Ap6stoles se supone que el nieto
de Herodes el Grande, Herodes Agrippa, muri6 de una muer
te justiciera y sobrenatural cuando los sfntomas de su enfer
medad indican que se trataba del morbus pedicularis.* Yo
mismo he conocido casos en gente de todas las clases socia-
les, uno de los cuales eran un conde ingles, rico como un sul-
t&n y otro una mujer, sirvienta en la casa de mi madre.
Ambos murieron. Sila, el gran jefe romano, muri6 de la
misma enfermedad.
5. Terrible. Para medir el alcance de esto, el lector ingl6s
no debe permitir la influencia de la expresi6n inglesa “Hijo
de perdici6n”. Para comprender estas palabras y ajustar la
profundidad de sentido en otra lengua, en este caso una len-
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es el que difunde las ideas, el que les da dimensibn de pala-
bra. Faltando un Mois6s no habrla ideas para manifestar,
sin Aar6n no habrla manifestacidn para esas augustas con-
cepciones, morirlan, quedarlan presas entre las nubes que
presenciaron su maravilloso nacimiento. En las Escrituras,
tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento a quien otor-
ga vigencia a las concepciones en peligro se lo llama profeta
y se dice que profetiza. iC6mo podrfan explicarse esos multi
ples pasajes en los que se dice que San Pablo posee “dones de
profecia” sino como la transmisidn de ideas entre sus con-
tempordneos? jQue absurda resulta la acepcion habitual de
la palabra profecia! ^',C6mo puede suponerse que el apostol se
va empenar en inducirnos a una euforia falsa y desatinada?
Dice: “La profecia nos acerca a lo que estd oculto” Esto signi
fies revelar, manifestar algo que esta escondido y no predecir
algo remoto y alejado en el tiempo. iQue vergonzoso que, ha-
biendo ya inevitables y reales dificultades en las Escrituras,
se confunda a los estudiosos sinceros y simples de coraz6n
con usos del lenguaje meramente frlvolos, o mas estricta-
mente hablando, falsos!
57
LA ESFINGE TEBANA
76
NOTAS
1. Esto es entre las historias que no tienen cardcter m ito-
Idgico como las de Prometeo, Hercules, etc. La era de Troya y
de su sitio tuvo lugar sin duda antes del siglo IX antes de
Cristo, que es cuando se la suele ubicar. Considerando la
edad madura de Eteocles y Polynices, los dos hijos de Edipo,
en el perfodo de los “Siete con tra Tebas", pues los siete eran
contempordneos de los heroes que participaron en la guerra
de Troya, se hace necesario agregar sesenta o setenta anos a
la cronologfa de Troya para obtener la de Edipo y la Esfinge,
Fuera de las escrituras hebreas, no hay nada hist6rico mds
antiguo que este relato.
2. Y cuando hablamos de este asunto, se hace necesario
mencionar (como el mayor anacronismo que se puede encon-
trar) que el senor archididcono W. introdujo la idea de peca-
do en la Ilia d a y, en un volumen en octavos, le ha postulado
como la clave de todo el relato. Alguna vez se hizo el repro-
che a Southey* que su Don Rodrigo habla, en sus lamenta-
ciones y penitencias, en un lenguaje muy parecido al de los
metodistas. Al fin y al cabo, el prfncipe era un cristiano y un
cristiano entre musulmanes. iQud cabe pensar del hecho de
que se describa a Aquiles y Ayax como estando (o no estan-
do) bajo “la condena del pecado”?
NOTAS
1. Frente al cual ningiin cuadro puede llegar a competir
con ese retrato apresurado trazado en una carta por el cape-
llan del cuartel de Lisboa. Ni la plaga de Atenas pintada por
Tucfdides o Lucrecio, ni aun la fabulosa peste de Londres na-
118
rrada por Defoe contienen escenas o situaciones de igual
efecto a algunas de este llano informe. Ni serd fdcil encon-
trar algun pasaje de las Escrituras, de Esquilo o de Shakes
peare que pueda ^obrecoger hasta tal punto como lo hacen
uno o dos de estos incidences.
119
LOS ULTIMOS DIAS
DE IMMANUEL KANT
134
ciones de aparecer en publico por algun motivo
inesperado sin causar verguenza ni a si mismo ni
a los demas. Hecho esto se tumbaba en un col-
chon y se envolvia en una frazada que en verano
era siempre de algodon y en otono de lana y para
el invierno usaba las dos y contra los grandes
frios se cubria con un edredon, en el cual la parte
que cubria sus hombros no estaba relleno de plu-
mas sino con capas de lana. La larga practica le
habia ensenado una diestra manera de anidarse
y envolverse con la ropa de cama. Primero se
sentaba al borde de la cama, entonces con un agil
movimiento saltaba oblicuamente sobre el lecho,
luego colocaba un extremo de su sabana bajo su
hombro izquierdo y pasandola por sus espaldas lo
hacia llegar hasta debajo de su hombro derecho,
en cuarto lugar mediante un particular tour
d’adresse operaba con el otro extremo de la
misma manera y finalmente se las ingeniaba
para enrollarse por completo. Asi envuelto como
una momia o (como yo solia decirle) como un gu-
sano de seda en su capullo, esperaba la llegada
del sueno, que generalmente llegaba de inmedia-
to. Pues la salud de Kant era notable y no solo
una salud negativa o ausencia de enfermedades o
de irritation o de malestar (que a pesar de no ser
doloroso, es tan dificil de tolerar) sino un estado
de positiva sensation de placer y posesion cons-
ciente de sus actividades vitales. Por consiguien-
te, cuando estaba envuelto para dormir como he
descrito, se preguntaba a si mismo (como acos-
tumbraba a contar durante la comida) “^Es posi-
ble concebir a un hombre con mejor salud que la
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mia?” En efecto, era tal la pureza y el feliz trails-
currir de su situacion, que no era afectado por
ninguna pasion desagradable, ni por un temor
hostil, ni por ningun dolor que pudiera desper-
tarlo. Aun durante los mas duros inviernos no se
prendia fuego en su cuarto y solo en sus ultimos
anos accedio a los ruegos de sus amigos permi-
tiendo que se encendiera uno muy suave. Kant
no aceptaba cuidados ni practicaba la autoindul-
gencia. En realidad cinco minutos le bastaban
para calentar la cama aun bajo el mas terrible
frio por medio del calor de su cuerpo. Si por
algun motivo debia abandonar su cuarto durante
la noche (dado que lo mantenfa a oscuras dia y
noche, fuera inviemo o verano) se guiaba por una
cuerda atada al respaldo de su cama cada noche
y que lo llevaba hasta otro cuarto contiguo.
Kant nunca transpiraba,13 ni de dia ni de
noche. Era sorprendente ver cuanto calor podia
soportar habitualmente en su cuarto, en realidad
no se hallaba comodo cuando la temperatura des-
cendia apenas un grado. La temperatura habi
tual del cuarto donde pasaba la mayor parte del
tiempo era de 759 Farenheit* y si bajaba de este
punto, sin importar cual fuera la estacion del
ano, la reestablecia artificialmente. En los dias
de verano vestia ropas livianas y usaba medias
de seda y, aun cuando esta ropa no alcanzara
para evitarle transpirar, tenia un singular recur-
so como reserva. Retirandose a un lugar oscuro,
* Equivale a 23°.
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permanecia quieto sin moverse, con el aire de
una persona atenta o en suspenso— hasta que su
habitual aridez quedaba restaurada. En las no-
ches de verano mas calurosas si aparecia el mas
leve rastro de transpiration en su camison habla-
ba de esto con preocupacion como si realmente lo
perturbara.
Para ejemplificar las ideas de Kant sobre la
salud debe agregarse que, por temor a obstruir la
circulation de la sangre, nunca utilizaba ligas y,
encontrando dificil mantener las medias en su
sitio sin ellas habia inventado un substituto mas
elaborado, que voy a describir. En un pequeno
bolsillo, mas pequeno que un reloj de bolsillo,
pero que ocupaba la misma position en cada uno
de sus muslos, colocaba una pequena caja, algo
parecida a una caja de reloj, pero mas chica, en
esa caja habia introducido un muelle de reloj con
una rueda, alrededor de la cual habia enrollado
una cuerda elastica para regular la tension con
un artefacto. A los dos extremos de esta cuerda
habia unos ganchos que, pasando a traves de un
pequeno agujero en los bolsillos, recorrian ambos
lados de sus muslos. Y esos tenia dos presillas fi-
jadas en las medias. Como podia esperarse, un
aparejo tan complicado como el sistema ptolomei-
co de los cielos, debia traer ocasionales inconve-
nientes, pero, por suerte, pude encontrar un facil
remedio a estas dificultades que de otra manera
hubieran alterado el bienestar e incluso la sere-
nidad de este gran hombre.
Exactamente cinco minutos antes de las cinco
de la manana, en invierno o verano, Lampe, el
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sirviente de Kant, que habfa servido en el ejerci-
to se apersonaba en el cuarto de su amo con el
aire de un centinela en guardia y gritaba en un
tono militar: “Senor Profesor, ya es la hora”.
Kant obedecxa esta orden sin demora como lo
hace un soldado ante nna voz de mando sin per-
mitirse un momento de respiro, ni aun en la rara
ocasion en que hubiera pasado una mala noche.
En cuanto el reloj marcaba las cinco, Kant estaba
sentado ante su bandeja de desayuno, tomaba lo
que llamaba una taza de te y sin duda asi lo pen-
saba pero, en realidad, en parte por su habito de
meditar y en parte por su proposito de refrescar
su calor, llenaba tantas veces su taza que puede
pensarse que tomaba dos, tres o mas. Inmediata-
mente despues fumaba una pipa de tabaco (la
linica que se permitia en todo el dia) pero tan ra-
pidamente, que una cantidad de restos aun en-
cendidos quedaban sin fumar. Durante estas ope-
raciones pensaba sobre los planes del dia y en lo
que habia hecho antes del crepusculo del dia an
terior. Alrededor de las siete entraba a su biblio-
teca y luego volvia a su escritorio. Exactamente a
la una menos cuarto se levantaba de su silla y le
gritaba al cocinero “Han dado la una menos cuar
to”. El significado de esta orden era: A comer.
Despues de la sopa, tomaba lo que el llamaba un
trago que consistia generalmente en un vino
hungaro o del Rhin, o un cordial o (faltando
estos) un compuesto ingles llamado Bishop. El
cocinero le solia traer una jarra con estas bebidas
cuando escuchaba que era la una menos cuarto.
Kant se apresuraba a llevarlo al comedor, vertia
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su quantum dejandolo preparado (cubierto con
un papel para evitar que perdiera su sabor y vol-
via a su estudio a esperar la llegada de sus invi-
tados a quienes siempre, incluso en el ultimo pe-
rfodo de su vida, recibia perfectamente vestido.
Asi volvemos nuevamente a la comida y el
lector tiene un preciso retrato de lo que era un
dia en la vida Kant, de acuerdo a sus costumbres.
Para el la monotonia de estas costumbres no re-
sultaba gravosa y probablemente contribuyo, con
la uniformidad de su dieta y otros habitos de si
milar regularidad en alargar su vida. En este as-
pecto habia llegado a considerar a su salud y a su
larga edad como el resultado de sus propios es-
fuerzos. Hablaba de si mismo como un equilibris-
ta que habia mantenido durante ochenta anos el
equilibrio en la soga de la vida, sin balancearse
ni a izquiera ni a derecha. Y por cierto, a pesar
de cualquier enfermedad a que lo hubieran ex-
puesto sus tendencias constitucionales, aun man-
tenia triunfalmente su position en la vida.
Esta constante preocupacion por su salud ex
plica el gran interes que sentia por los nuevos
descubrimientos de la medicina o por las nue-
vas teorias acerca de los viejos. Tenia la mayor
estima por la teoria del medico escoces Brown o
(como se llama habitualmente a partir del nom-
bre latinizado de su autor) Teoria Brunoniana a
la que consideraba una obra valiosa en ambos as-
pectos. En cuanto Weikard la adopto y popularizo
en Alemania,14 Kant comenzo a familiarizarse
con sus detalles. La consideraba no solo un gran
paso para la medicina, sino para los intereses ge-
139
nerales de la humanidad e imaginaba que podia
verse en esto un curso similar al seguido por los
hombres en cuestiones aun mas importantes, o
sea, al principio un ascenso continuo hacia lo
mas complejo y elaborado y luego una vuelta, por
el mismo camino, hacia lo simple y lo elemental.
Los ensayos del doctor Beddoes para la curacion
de la consuncion pulmonar y el metodo de Reich
para curar las fiebres tambien le causaron una
gran impresion que, sin embargo, empezo a decli-
nar cuando estas novedades (especialmente la ul
tima) empezaron a perder credito.15En cuanto al
descubrimiento de la vacuna por el Dr. Jenner se
mostraba menos favorablemente dispuesto, te-
mfa que se produjeran peligrosas consecuencias
por la absorcion de un brutal miasma por la san-
gre humana o finalmente por la linfa y en todo
caso pensaba que requerfa mayores pruebas16
para convertirse en una garantia contra la infec
tion de los virus. Aunque estas opiniones fueran
infundadas, era sumamente entretenido escu-
char la variedad de argumento y analogfas que
utilizaba para defenderlas. Uno de los temas que
lo ocupo al final de su vida era la teoria y el feno-
meno del galvanismo al que, sin embargo, nunca
llego a dominar por completo. El libro de Agustin
fue lo ultimo que llego a leer sobre este asunto, y
su ejemplar aun mantiene las marcas en los mar-
genes de sus dudas, preguntas y sugerencias.
Los achaques de la edad empezaron a atacar
a Kant mostrandose en mas de una forma. A
pesar de la prodigiosa memoria demostrada por
Kant para todas las cosas intelectuales, desde
140
joven se habia revelado debil para las cuestiones
de la vida cotidiana. Hay algunos ejemplos nota
bles de esto en sus dias de infancia y, ahora,
cuando comenzaba su segunda infancia, esta de-
ficiencia se apodero visiblemente de el. Uno de
los primeros signos f'ue que comenzo a repetir las
mismas historias varias veces al dia. El decai-
miento de su memoria fue tan notable que llego a
ser evidente para el mismo y para asegurarse de
no causar aburrimiento a sus invitados comenzo
a escribir un syllabus o lista de temas para las
conversaciones de cada dia sobre cartas, sobres o
cualqaier trozo de papel. Pero estos apuntes se le
acumularon tan facilmente y se le perdian tan fa-
cilmente o no aparecian en el momento necesario
que le aconseje substituirlos por un cuaderno que
aun se conserva exhibiendo dolorosas anotacio-
nes sobre su debilidad. Como siempre sucede en
estos casos, tenia una excelente memoria para
recordar los hechos lejanos de su vida y podia re
petir con gran precision largos fragmentos de
poemas alemanes o latinos, especialmente de la
Eneida, mientras que las palabras que se habian
pronunciado hacia apenas un momento en su
presencia se habian borrado de su memoria. El
pasado se le representaba con la distincion y la
vitalidad de la existencia inmediata mientras
que el presente se desvanecia en la oscuridad de
una infinita distancia.
Otro signo de su deterioro mental era la debi
lidad de los argumentos que utilizaba al teorizar.
Explicaba todo por la electricidad. Se produjo por
entonces una singular mortandad entre los gatos
141
de Viena, Basilea, Copenhagen y otros sitios dis
tances. Siendo el gato tan claramente un animal
electrico, atribuyo esta epidemia a la electrici-
dad. Durante el mismo periodo se convencio de
que prevalecia entre las nubes una particular
configuration y lo tomo como una prueba colate
ral de sus hipotesis electricas. Incluso daba la
misma explication a sus dolores de cabeza que
probablemente fueran un efecto remoto de su
larga edad y mas directamente un resultado de
su incapacidad de pensar tan facil y seriamente
como antes.17 Sus amigos no estaban muy dis-
puestos a disuaairlo de estas ideas, pues algo del
mismo caracter del tiempo (y, probablemente una
distribution similar de la carga electrical suele
prevalecer por un ciclo de ahos dentro de otro
ciclo, y le daba una cierta esperanza de alivio a
sus dolores. Un desengaho que apostara a la es
peranza como forma de mejora hubiera actuado
como un alivio mas apropiado, pues un hombre
que se cura del desengaho en tales circunstan-
cias “cui demptus per vim mentis gratissimus
error”* podrfa decir razonablemente “Pol, me oc-
cidistis, amici”.**
El lector puede seguramente suponer que al
hacer cargo de su propia decadencia al estado de
la atmosfera, Kant caia en el pecado de vanidad o
una incapacidad de afrontar el hecho de que sus
facultades estaban mermando. Pero no era este
185
NOTAS
1. El lenguaje, etc., es decir el aleman. Pues fue un hecho
significative —significative de la gran revoluci6n en la con-
ciencia de la dignidad de la raza alemana que comenz6 a
aparecer al comienzo del siglo XVIII— que Leibnitz el ante-
cesor de Kant y que ocup6 la misma posici6n en el dmbito de
la filosofia entre 1666 y 1716 que Kant durante los cincuen-
ta anos que van de 1750 a 1800, escribta generalmente en
francos y si no en latfn, mientras que Kant escribta casi ex-
clusivamente en aleman. Y ipor que? Simplemente porque
los prtncipes soberanos de Alemania, para quienes no habta
nada de malo en las coronas y dolares alemanes, sin embar
go armaban sus pequenas maquinaciones cortesanas si-
guiendo tan servilmente el modelo trances, que el mds leve
aliento de sus narices respiraba la fetida y calurosa atm6fe-
ra de Versailles “distribuida” (como dicen nuestras compant-
as de agua) como material de segunda mano para uso de los
alemanes. El aire de los bosques alemanes que alguna vez
Arminius habta encontrado excelente, el idioma alemdn que
Lutero habia hecho resonar como un trompeta de resurrec-
ci6n no eran lo suficientemente refinados para las altezas
serentsimas de Alemania. Aun Federico el Unico (Friederich
der Einziger) que era el nombre alemdn, el melodioso nom-
bre del hombre a quien en Inglaterra conocemos como el
gran rey de Prusia, el heroe de la Guerra de los Siete Anos,
el amigo y tambien el enemigo de Voltaire, era, en este as-
pecto, mds abyecto aun que sus predecesores. Pero aunque
el no cambid, Alemania lo hizo. El ritmo y la gran fuerza del
idioma aleman, que habta sido ignorado por el mas vil de los
servilismos antinacionales, quedo evidente para las mentes
del pueblo alemdn, a medida en que su cultura se acrecenta-
ba. Por ese motivo los escritos de Kant estdn casi todos en
186
alembn, y si no en latfn, pero s61o por una necesidad acade-
mica. Sin embargo esta prosperidad del alemdn fue una des-
gracia para la filosoffa de Kant. Pues por muchos anos su fi
losoffa s61o fue accesible para aquellos que lefan alemdn,
una habilidad poco frecuente antes de la era de Waterloo, y,
aun no siendo tan rara (como entre los agentes de las casas
comerciales que exportaban a Alemania y entre los funcio-
narios de bancos) poco apta para circular en textos literarios
y filosoficos. Por este motivo, Kant fue traducido al latfn por
Bom, cuya versi6n no he lefdo y en relaci6n con la obra fun
damental de Kant, admirablemente por Phiseldek, un profe-
sor danes y seguramente por otros desconocidos para mf. Se
lo tradujo tambien al ingles, pero si el pequeno fragmento
que me fue transmitido es realmente representativo del esti-
lo general, no puede esperarse que en tal ingles obtenga una
favorable repercusi6n. Pues hacerlo, debe decirse, estd mas
alld de cualquier posibilidad incluso de quien maneje la len-
gua como un artista. Y siendo asf ino podria tacharse de en-
vidiosa mi opini6n sobre esta versi6n, aunque fuera torpe,
tratdndose de una falla en la que incurrirfa cualquier ver-
si6n, aunque llegara al mds alto grado posible en cuanto a
sensatez y maestrfa? A esto contestarfa sin dudar que la
sola habilidad en el uso del lenguaje no permite popularizar
una filosofia esencialmente oscura. La Filosoffa Trascenden-
tal no puede aspirar a ser popular. No es este su destino.
Pero en esos dfas, cuando el alemdn era todavfa un idioma
inaccesible, una versi6n sensata podria haber servido para
mostrar que su filosoffa no era tan peligrosa como parecfa a
primera vista. Aquellos que realmente la conocfan podrfan
haberse puesto de acuerdo y en todo caso no habrfan encon-
trado nada repulsivo prim a facie o gratuitamente ofensivo
en sus palabras y aquf, como en otros casos, esos pocos po
drfan haber difundido lo que de mds valioso habfa en ellas.
En cuanto a la 16gica y a la dtica habrfan colaborado en la
elaboracion de una nueva y m is severa legislaci6n. La 16gi-
ca, dentro de su propio ambito y con sus lfmites establecidos
precisamente, habria recuperado sus derechos y al renun-
ciar a una jurisdiccibn que no le pertenece, se manejarfa con
mds autoridad y efectividad de lo que lo hace. Y la etica, for-
talecida de estoico vigor al renunciar a todas las frivolidades
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afeminadas del E udem onism o* habrfa cooperado indirecta-
mente con los sublimes ideales de la cristiandad.
2. Exclusivam ente prdctica. En la epoca en que esto fue
escrito, podia percibirse como mas prbximo a la verdad que
ahora y que no habia demasiada necesidad de una apologia.
Pero considerdndolo mds estrictamente, dudo hasta que
punto era esto verdad dado el grado alcanzado por las mas
temerarias opiniones populares. La filosofia especulativa en
Inglaterra tendi6 siempre a esconderse tras la teologia. En
su teologia acecha la filosofia. Por mas de tres siglos la teolo
gia inglesa ocupo una parte magnifica de la literatura nacio-
nal. En realidad s61o hay dos grandes iglesias en el mundo y
no mas, por ese motivo, que dos sistemas teoldgicos: primero,
la Papal y segundo, entre las iglesias protestantes, la angli-
cana. Pero, ino estb tambien la alemana? Si, existe tambien
una teologia alemana, ha existido por cuarenta anos. Y res-
pecto de lo que se inti tula (por motivos combinados de cobar-
dia y mezquindad) teologia protestan te, es suficiente con
decir que no presenta ninguna clase de unidad, buena o
mala. Es confusa, fragmentaria, falta de coherencia interna,
sin ninguna sistematicidad y no esta sujeta a ningun princi-
pio establecido de interpretacion. Pero, £no se trata acaso de
una teologia ilustrada y ademas protestante? En cuanto a la
primera parte de la pregunta, cualquier hombre ingenuo
contestaria diciendo que si la filosofia y s61o ella es el requi
site necesario para construir una teologia sistematica, la ale
mana es realmente muy ilustrada. Pero me niego a aceptar
que los enormes esfuerzos llevados a cabo durante tres siglos
Prologo / 7
M arcos M ayer