Mir, Lucio B. y Dalcero, Iris (UNLP (..) (2007) - Una Diarquia Medievalo El Combate Ideologico Entre Las Dos Espadas (500-800) PDF
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Cita:
Mir, Lucio B. y Dalcero, Iris (UNLPam). (2007). ¿Una diarquía medieval?
El combate ideológico entre las dos espadas (500-800). XI Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia.
Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, San Miguel de
Tucumán.
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¿Una diarquía medieval? El combate ideológico entre las dos espadas (500-800)
Introducción
ejercía una autoridad débil o una jurisdicción limitada. La teoría romana del principado
imperial en avanzado proceso de erosión; con el crecimiento del poder y del prestigio de
la Iglesia y en virtud de sus esfuerzos para asegurarse una posición dominante dentro de
pues reflejaban desajustes entre las principales jerarquías que pretendían regir el
procesos políticos tras la caída del sistema imperial de Occidente. Durante los siglos de
del imperio carolingio, Roma dependió, en términos de seguridad militar, de los buenos
Una vez que el imperio romano occidental se hizo oficialmente cristiano, aquellas dos
dos espadas, que define las esferas de influencia y acción efectiva para el trono y el
altar, aparece formulada en los años próximos al 500. Conocida con el nombre de teoría
asociación de fieles que perseguía dos fines distintos, de desigual importancia: uno de
índole espiritual, que Tomás de Aquino llamará de la salvación siglos después; y otro
mundano, temporal, que ciertos autores denominan carnal y que el mismo Santo Tomás
Esta sociedad está gobernada por dos autoridades, desiguales en dignidad, pero iguales
mismo como en defensa del otro poder. Ambos invocan una autoridad supraterreste, y
cristianos y, a su vez, exige del otro poder la protección de sus intereses temporales.
Esta relación entre ambos poderes fue interpretada en el medioevo como una relación
1
Charles Vereker, El desarrollo de la teoría política, Eudeba, Bs. As., 1961, p.100.
modo, la doctrina gelasiana generó una nueva teoría política, la teoría de la superioridad
del poder espiritual sobre el poder secular, según el análisis del erudito Francis Dvornik,
antes símbolo de las relaciones entre Cristo y la Iglesia, asume ahora un nuevo
significado, siendo utilizada para expresar los vínculos entre el papado y el imperio,
Modelo de inspiración
Aun cuando es difícil reunir evidencia concluyente, parece que el papa Gelasio debió
esa autoridad era el célebre Agustín de Hipona (354-430). En La Ciudad de Dios, San
Agustín plantea la trama interna de la lucha entre dos ciudades. Pero ¿qué representa
cada una de ellas? Se ha identificado a la ciudad divina con la Iglesia y a la terrena con
pocos los que consideran que, en rigor, la ciudad de Dios estaría integrada por todos
aquellos que quieren vivir según el espíritu, en tanto que de la ciudad terrena forman
La ciudad de Dios es eterna, la terrestre tendrá fin. En la ciudad divina imperan los
2
Francisco Bertelloni, “¿El destino del Estado, coincide o no con el de sus dioses? (Sobre el origen de las
ideas políticas medievales)”, Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna, vol.37-38, Facultad de
Filosofia y Letras, Bs. As., 2004-2005, p.114.
3
A. Brucculeri, El pensamiento social de San Agustín, Ediciones Paulinas, México, 1951.
rige la ley del egoísmo y el mal. Adán es el padre común de ambas ciudades, pero sus
hijos Abel y Caín siguieron sendas diferentes, orientándose el primero hacia la ciudad
divina y el segundo hacia la terrestre. En la ciudad de Dios están los hombres de fe y los
ángeles; en la terrena, los pecadores y los demonios o ángeles caídos. Ahora bien, a
pesar de las radicales diferencias que existen entre ambas ciudades, éstas aparecen, con
frecuencia, entremezcladas.
Cabe puntualizar que la ciudad de Dios también pertenece a este mundo terrenal, por
ciudad de Dios retornará a la patria celestial. Por cierto era Cristo el auténtico fundador
entre Dios y los hombres. Su gracia no hace sino alimentar el espiritualismo en la tierra,
Pero si la ciudad terrena se identifica con el Estado, Cristo dispuso que los poderes
celestial para subordinar a los representantes del Estado, quienes, por su condición de
entonces, la Iglesia debe ser reconocida como poder preeminente, al que se someten
todos los demás. Enunciado fundacional de esta concepción que asigna al sacerdocio un
poder superior al del laicado se encuentra en la famosa carta que el papa Gelasio
“Pues, son dos, emperador augusto, los poderes con los que principalmente se gobierna este mundo: la
sagrada autoridad de los pontífices y el poder de los reyes. Y de estos dos poderes es tanto más
importante el de los sacerdotes cuanto que tiene que rendir cuentas también ante el divino juez de los
gobernadores de los hombres. Pues sabes, clementísimo hijo, que aunque por tu dignidad seas el primero
de todos los hombres y el emperador del mundo, sin embargo bajas piadosamente la cabeza ante los
representantes de la religión y les suplicas lo que es indispensable para tu salvación... y así en las cosas de
Por muy convincente que haya sido el argumento del papa Gelasio para disuadir al
emperador de Bizancio, la ordenación del mundo que emana del mensaje evangélico
respondía a un principio dualista según el cual el poder que dirige la sociedad cristiana
por el mismo Creador. En efecto, el santo orden de Cristo no descansa sobre un solo
principio, sino sobre dos, el de los reyes y el de los sacerdotes, como simbólicamente
alude un pasaje bíblico referido a la historia de la Pasión. Y allí se indica que bastan dos
espadas. Cuando le dijeron, señor, aquí hay dos espadas, respondió: “Es bastante”5.
Tiende a admitirse como si el papa tuviese en sus manos dos espadas y, con su propia
corporal, y amputar con ellas todo lo dañino, todo aquello que pueda atacar el orden
sagrado establecido por la Providencia. Significa que con la espada del sacerdote debe
lucharse por conseguir la obediencia debida al rey y que con la espada del rey deben
combatirse a los enemigos de Cristo; hacia el interior de la Cristiandad hay que procurar
que la totalidad de los fieles consagre su obediencia al sacerdocio. De este modo cada
una de las espadas se blanda movida por el amor hacia la otra, sin despojar a los reyes
del honor de los sacerdotes ni a los sacerdotes del honor de los reyes.
4
Gelasio I a Anastasio. Citada por Miguel Artola, Textos fundamentales para la Historia, Alianza
Editorial, Madrid, 1985, pp.37-38.
5
San Lucas 22,38.
Por cierto, el papado seguía defendiendo la superioridad del poder pontificio, un poder
divino que está por encima del ordenamiento terreno. El planteo recogía y vigorizaba la
Iglesia, quien promovió la independencia del clero respecto de los emperadores. Los
en perfilar la teoría que condujo a una delimitación de sus atribuciones. El papa Gelasio
I había enunciado algunos principios doctrinales poco antes de ser elegido pontífice,
“El emperador es hijo de la Iglesia, pero no obispo; a él pertenece -por concesión divina- la
preeminencia y jurisdicción sobre los asuntos políticos; a él compete el gobierno de los intereses del
Estado; pero de ahí no se deduce que deba pasar más allá de este favor que el cielo le ha concedido, para
invadir los límites jurisdiccionales de la Iglesia. A los obispos, y no a la potestad del mundo, está
de Roma estaba calificado para juzgar a todos los prelados, incluso a los patriarcas, sin
el concurso de ningún concilio, sin tener en cuenta las decisiones conciliares y sin que
haya lugar a apelación alguna de sus sentencias. Más aún, Gelasio se valió de los
versículos de san Mateo cuando proclama el poder omnicomprensivo del pontífice para
atar y desatar, una “potestad que le fue divinamente concedida”7. Según Gelasio, el
6
Citada por José M. Lacarra y de Miguel en Historia de la Edad Media, Montaner y Simón, tomo I,
Barcelona, 1979, p.224.
7
Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Editorial Herder, Barcelona, 1963, p.65.
que equivalía a definir la superioritas del papa en el ordenamiento de la “sociedad de
los creyentes”8.
Pero las restricciones que afectaban el accionar del papado permanecían inalterables a
finales del siglo V. La elección de los papas, como la de los demás obispos, solía
hacerse por el clero y pueblo reunidos. Dados los grandes intereses en juego, en especial
del emperador Odoacro, declaró ante la asamblea electoral de senadores y miembros del
clero congregada en la basílica de San Pedro, que ninguna elección debía formalizarse
fue, por el contrario, discreta. Se pronuncia por la defensa de la autoridad papal cuando
anuló el decreto de Odoacro, impugnando así el control ejercido por el laicado en los
asuntos eclesiásticos. Pero este repentino cambio en la correlación de fuerzas a favor del
la previa aprobación imperial del pontífice elegido y, para obtenerla, hubo de satisfacer
8
Walter Ullmann, Historia del pensamiento político en la Edad Media, Ariel, Barcelona, 1983, pp.41-42.
La lucha por el pode r
Las tensiones surgidas para precisar las esferas de influencia de los dos poderes
de los bienes terrenales y cada uno procuró monopolizar el ejercicio de las facultades
que daba lugar a la exacerbación de conflictos por el derecho a establecer los diversos
impuestos en ámbitos cuya jurisdicción era disputada hasta con el uso de las armas:
al rey Cariberto; de modo semejante también él por juramento prometió que no impondría a la población
nuevas leyes ni nuevas costumbres, sino que vivirían con el mismo estatuto con el que vivían bajo la
dominación paterna, y prometió que no les infligiría ninguna nueva revisión del cadastro (ordinationem)
que les sometiera a expolio. Pero después Gaiso, que era conde en esta época, habiendo tomado un
cadastro-matriz (capitulario) que funcionarios anteriores habían revisado, empezó a exigir impuestos
(tributa). Pero, habiéndoselo prohibido el obispo Eufronio, se dirigió a presencia del rey con la pequeña
cantidad recaudada y le mostró el cadastro-matriz donde habían sido registrados los tributos. Pero el rey,
lamentándose y temiendo la fuerza de san Martín, lo tiró al fuego, y remitió el oro recaudado a la basílica
de san Martín, prometiendo solemnemente que nunca ninguna persona de Tours pagaría ningún impuesto
al tesoro público”9.
pues la Iglesia había esbozado una doctrina que tutelaba los derechos de la autoridad
regia cuando el ejercicio de sus potestades se plasmara con arreglo a preceptos que no
9
Gregorio de Tours, Historiarum libri decem, IX, 30.
VII que el concepto de rex sólo logra su perfecta realización siempre que el monarca
sólo la conciencia individual del rey queda vinculada a las obligaciones de su función,
sino que, en última instancia, dicha función termina dependiendo del cumplimiento de
príncipe. San Isidoro había sostenido que los príncipes seculares servían de auxilio a la
decía, tal poder sería inútil. Lo que la palabra del sacerdote no podía lograr había que
Pero la acción del príncipe secular debía desplegarse dentro de ciertos límites. Toda
frente a esta posible falta, sin que se advierta aún la formulación de una teoría de la
resistencia al tirano. Más bien parece haber servido aquí como fuente la distinción de
san Isidoro, según la cual Dios no otorga a los tiranos el gobierno sino que sólo se los
permite.
obispos y monjes -san Severino, entre otros- llegaron a ser jefes de un mundo anárquico
10
Jürgen Miethke, Las ideas políticas de la Edad Media, Editorial Biblos, Bs. As., 1993, p.26.
y desquiciado: a su misión religiosa habían añadido la función política, pues tenían a su
víveres y limosnas; sociales, protegiendo a los pobres de los abusos de los poderosos.
Incluso militares, organizando la resistencia o luchando con las armas espirituales allí
La Iglesia persigue su propio interés, sin que generen miramiento las necesidades
políticas de los estados bárbaros. Mediante donaciones arrancadas a los reyes, a los
resiente hasta derivar en prolongado estancamiento. Los obispos, casi todos grandes
episcopales, y procuran extenderlo a todo el reino. San Avito, obispo de Vienne, que
ejerce a principios del siglo VI una ostensible primacía en el estado burgundio, favorece
los proyectos expansionistas del rey franco Clodoveo (convertido al catolicismo) para
Los obispos, con Gregorio de Tours a la cabeza, predican la resistencia contra el pago
de los impuestos, pues tales contribuciones menoscaban los ingresos de las iglesias. Así,
privan a la realeza de los recursos para gobernar, aunque, a su vez, procuran que la
debilidad del rey no conspire contra los objetivos eclesiásticos de utilizar a sus vasallos
guerreros en interés de la religión y de la Iglesia. Los altos dignatarios del clero, sobre
los derechos territoriales del papado; justifican sus pretensiones al afirmar que la
11
Walter Ullmann, Principios de gobierno y política en la Edad Media, Alianza Universidad, Madrid,
1985, p.78.
12
Jacques Le Goff, La civilización del Occidente medieval, Editorial Juventud, Barcelona, 1969, p.67.
controlado por Roma. De este modo, en el año 756 el papa Esteban II obtuvo del rey
No todo era cooperación entre los representantes del trono y el altar. Declinando
procura gobernar el Estado y los reyes tratan de dirigir a la Iglesia. En cierto sentido, el
proceso político precarolingio evidencia cierta paridad de fuerzas que instaura una
suerte de diarquía, pues la cristiandad occidental aparece regida por dos entidades
transformar en leyes civiles los cánones de los concilios; por su parte, los reyes, incluso
Hacia finales del siglo VII, las asambleas conciliares se convierten en España en
verdaderos parlamentos del reino visigodo, imponen una legislación antisemita14 que
En la Galia, la coexistencia de las dos espadas tiende a favorecer, a inicios del siglo
confiscó gran parte de los inmensos dominios eclesiásticos, abriendo el camino para la
preeminencia del poder secular a través del Estado carolingio15. El peso de las
estructuras imperiales crea las condiciones para profundizar la subordinación del papado
13
Jan Dhondt, La Alta Edad Media, Historia Universal Siglo XXI, vol.10, Madrid, 1983, p.75.
14
Roger Collins, España en la Alta Edad Media, Editorial Crítica, Barcelona, 1986, pp.164-183.
15
François L. Ganshof, El feudalismo, Editorial Ariel, Barcelona, 1985, p.42.
a los intereses y objetivos de la monarquía franca, lo que desvanece la noción de
El triunfo carolingio
de la potestad de la realeza aparece como una consecuencia previsible del proceso que
Así, la subordinación del papa al emperador no hizo sino reflejar el desequilibrio que
impuso el traslado del centro de gravedad político a los bosques germánicos, tan pronto
reservada al obispo de Roma traduce el cambio político operado frente a la realidad del
“A mi pertenece, con la ayuda divina, defender con las armas la Santa Iglesia de Cristo en todas
partes: en el exterior contra las incursiones de los paganos y las devastaciones de los infieles; en el
interior, protegiéndola con la difusión de la fe católica. A vos corresponde, elevando las manos a Dios
rivalidades entre los magnates, quienes se enfrentaban por causas diversas, aun cuando
es preciso puntualizar que la principal obedecía a la distribución del poder por lo que
concierne al control de los bienes eclesiásticos. Los abusos de los clérigos merecieron
los menos favorecidos desvirtuaba la misión de la Iglesia, aun cuando la propia Iglesia
“Que hay que pensar de aquellos que, bajo pretexto de celo por Dios y los santos, para los confesores
y los mártires, transportan las osamentas y las reliquias de un lado para otro, construyen nuevas basílicas
y comprometen insistentemente a todos aquellos que pueden seducir a que den sus bienes... No tienen en
económica que presidía las relaciones entre los poderosos, proclives a conciliarse pero
nobiliarios, que aprovechaban parte del patrimonio eclesiástico para sus propios fines,
Entre los siglos V y IX, algunas de las iglesias controladas por la nobleza y por ello
privada y de debilidad del poder público, fenómenos característicos de la época que nos
ocupa. En este contexto, los conflictos tendían a acentuarse y los teóricos del alto clero
16
Carta de Carlomagno a León III (796). Citada por Adriana Beatriz Martino en Mentalidades e Historia.
La Francia Medieval en los siglos IX a XI, Editorial Docencia, Bs. As., 1992, p.52.
procuraron elaborar los principios que permitieran redefinir las esferas de influencia de
Consciente de las dificultades que estos dos poderes enfrentaban para coexistir en un
institucionalmente a cada uno de ellos en la función que por mandato divino le ha sido
Iglesia. Definió a la Iglesia como una respublica espiritual, entendida como ámbito de
gobierno que se encuentra -bajo el liderazgo del mismo Cristo- “frente” a la respublica
terrena gobernada por el rey. De este modo, las exigencias de mutua cooperación y de
el problema.
Si la discusión acerca de los diferentes objetivos que incumbía a cada parte distaba de
administrar la justicia y conducir a los súbditos por el recto sendero, haciendo uso de la
facultad correctiva (correctio) inherente al gobernante secular. Para esta tarea tendrá
17
“Capitularia de causis cum episcopis et abbatibus tractandis” (811). Citada por Renée Mussot-Goulard,
Carlomagno, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, p.133.
Bajo ninguna circunstancia es dable aceptar en el emperador funciones que le son
que moviliza a la jerarquía eclesiástica: ¿Dónde se ha visto que los emperadores ocupen
pontífice18.
Si en el plano doctrinal los esfuerzos del alto clero se orientaban a establecer cierto
equilibrio entre ambos poderes, a propiciar una armonía y colaboración que el mandato
coexistencia, pero mostraba los límites estrictos en los que la autoridad pontificia debió
ocupa un papel preponderante a la hora de promover una suerte de civitas Dei peregrina
en la tierra19.
reconoce el primado de Roma, no vio en el papa más que “al primero de entre todos los
obispos, al Moisés orante, por quien Dios conduce al éxito la mano ordenadora y
18
Ernst H. Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Alianza
Universidad, Madrid, 1985, p.96.
19
Emilio Mitre Fernández, “Emperadores, papas, patriarcas y misioneros hasta finales del siglo IX”, en E.
Mitre Fernández (Coord.), Historia del cristianismo II. El mundo medieval, Editorial Trotta-Universidad
de Granada, Madrid, 2004, p.64.
20
Mysterium Salutis, La Iglesia, Ediciones Cristiandad, Madrid, tomo I, 1973, p.248.
Por mucho que los grandes dignatarios eclesiásticos proclamaran su superioridad
terrena, que las Sagradas Escrituras parecen contrariar cuando prescriben el carácter
dual del poder instituido por Cristo, la dirección de la cristiandad latina dependía del
del emperador era dominante, clerecía y realeza debían cooperar para el establecimiento
de un orden de convivencia que abriera las vías de salvación a la sociedad de los fieles,