Humanismo Cognitivo
Humanismo Cognitivo
Humanismo Cognitivo
II. Perspectiva humanista
En la primera mitad del siglo XX, los enfoques psicoanalítico y
conductista fueron los que predominaron en psicología. Sin
embargo, en 1962, un grupo de psicólogos fundó la
Asociación de Psicología Humanista. Para ellos, la psicología
humanista era como una «tercera fuerza», una alternativa a
los otros dos enfoques. Para definir su objetivo, la asociación
adoptó cuatro principios:
1. Lo principal es la persona. El individuo no es un
mero objeto de estudio. Éste tiene que ser descrito y
entendido en términos de su propia visión subjetiva del
mundo, las percepciones de sí mismo, de sus
sentimientos y de sus valores. La pregunta central que
debe plantearse a cada persona es “¿Quién soy?”. Para
investigar sobre cómo trata el individuo de responder a
esta pregunta, el psicólogo debe convertirse en
compañero de dicha persona.
2. La autorrealización de las personas es el principal
tema de investigación. Las personas no sólo están
motivadas por impulsos básicos como el sexo o la
agresión, o necesidades fisiológicas como el hambre y la
sed. Sienten la necesidad de desarrollar sus potenciales y
aptitudes. El crecimiento y la autorrealización deberían
ser los criterios para medir la salud psicológica, y no
solamente el control del yo o la adaptación al entorno.
3. La relevancia de los problemas a investigar debe
preceder a su objetividad. Los psicólogos humanistas
sostienen que se deberían estudiar los problemas
humanos y sociales más importantes, aunque esto a
veces signifique adoptar métodos menos rigurosos. Y
mientras que los psicólogos deberían luchar por ser
objetivos a la hora de recopilar e interpretar
observaciones, en cuanto a la elección de los temas de
investigación podrían y deberían estar guiados por una
serie de valores. En este sentido, la investigación no está
desprovista de valores.
4. La dignidad de la persona es el valor fundamental. La gente es básicamente buena. El objetivo de la psicología es comprender
La creencia de Rogers en la primacía de la realización constituye la base de su terapia no directiva o centrada en el cliente. Este método de
psicoterapia supone que todo individuo posee la motivación y la capacidad de cambiar, y que el propio individuo es el más indi cado para decidir
qué dirección debe tomar dicho cambio. Al terapeuta le corresponde actuar como una caja de resonancia mientras el cliente explora y analiza sus
problemas. Este enfoque difiere de la terapia psicoanalítica, en la que el terapeuta analiza el historial del paciente para determinar el problema e
idear un curso de acción para remediarlo.
EL YO
El concepto central en la teoría de la personalidad de Rogers es el Yo, o auto-concepto. El Yo (o yo real) se compone de todas las ideas,
percepciones y valores que caracterizan al individuo; incluye la conciencia de «lo que soy» y «lo que puedo hacer». Este yo perci bido, a su vez,
influye tanto en la percepción personal del mundo, como en la propia conducta.
Cuantas más áreas de la experiencia niegue la persona por no ser coherentes con su auto-concepto, mayor será la brecha entre el yo y la
realidad, y mayor el potencial de inadaptación. Aquellos individuos cuyos auto-conceptos no se corresponden con sus sentimientos y experiencias
deben defenderse contra la verdad porque la verdad provoca ansiedad. Si la brecha se hace demasiado grande, las defensas de la persona
pueden acabar por caerse, provocando ansiedad grave u otras formas de perturbación emocional. Una persona bien adaptada, por el contrario,
tiene un auto-concepto coherente con sus pensamientos, experiencias y conductas; el yo no es rígido sino flexible, y puede cambiar a medida
que asimila nuevas experiencias e ideas.
Rogers también postuló que cada persona tiene un yo ideal, la concepción del tipo de persona que le gustaría ser. Cuanto más se parezca el yo
ideal al real, más satisfecho y feliz se siente el individuo. Una gran discrepancia entre el yo ideal y el real da lugar a una persona infeliz e
insatisfecha.
Así, se pueden dar dos tipos de inconsistencia: entre el yo y las experiencias de la realidad, y entre el yo real y el ideal. Rogers propuso algunas
hipótesis sobre cómo se pueden desarrollar dichas inconsistencias. Concretamente, Rogers creía que las personas suelen funcionar con mayor
efectividad cuando se ha criado percibiendo una aceptación positiva incondicional, es decir, con la sensación de ser valorada por sus padres y los
demás, incluso cuando sus sentimientos, actitudes y conductas no son los ideales. Si la aceptación positiva que ofrecen los padres es condicional
–es decir, sólo valoran al niño cuando éste se comporta, piensa o siente correctamente–, lo más probable es que el auto-concepto del niño se
vea distorsionado.
b) Abraham Maslow
La psicología de Abraham Maslow (1908-1970) se solapa con la de Carl Rogers en diversos aspectos. Maslow se sintió inicialmente atraído por el
conductismo y realizó estudios de sexualidad y dominancia en los primates. Ya se estaba alejando del conductismo cuando nació su primer hijo,
tras lo cual afirmó que ninguna persona que observe a un bebé puede ser conductista. Estuvo influido por el psicoanálisis pero terminó por no
estar de acuerdo con su teoría de la motivación y desarrolló su propia teoría. Concretamente, postuló la existencia de una jerarquía de nece-
sidades que, en sentido ascendente, parte de las necesidades biológicas básicas hasta llegar a las motivaciones psicológicas más complejas que
sólo adquieren importancia cuando se han satisfecho las necesidades básicas. Las necesidades de un nivel se deben satisfacer al menos y
parcialmente antes de que las del siguiente nivel se conviertan en motivadores importantes de acción. Cuando es difícil obtener comida y
seguridad, los esfuerzos para satisfacer dichas necesidades dominarán las acciones de una persona, y los motivos de los niveles superiores
carecen de importancia. Sólo cuando se pueden satisfacer fácilmente las necesidades básicas, el individuo tendrá tiempo y energía para dedi-
carse a intereses estéticos e intelectuales. Los logros artísticos y científicos no florecen en aquellas sociedades en las que la gente tiene que
luchar para conseguir comida y techo, y estar a salvo. El motivo del nivel más alto, la autorrealización, sólo se puede satisfacer cuando se han
satisfecho la totalidad de las necesidades anteriores.
AUTORREALIZACIÓN
A continuación se enumeran las cualidades personales que, según Maslow, caracterizan a las personas auto-realizadas, así como las conductas
que considera importantes para el desarrollo de la autorrealización.
Muy creativos.
Establecen relaciones interpersonales profundas y satisfactorias con unos pocos, en lugar de con muchas personas.
Experimentar la vida como los niños, con gran concentración y observándolo todo.
Probar cosas nuevas en lugar de limitarse a seguir el camino más seguro y menas arriesgado.
Hacer caso de los propios sentimientos a la hora de evaluar las experiencias, en lugar de a la voz de la tradición o de la mayoría.
Estar preparado para no ser popular si las opiniones de uno no coinciden con las de la mayoría.
Asumir responsabilidades.
La mayoría de los psicólogos humanistas no ponen en duda que las variables biológicas y ambientales pueden influir en la conducta, pero
resaltan el papel del propio individuo a la hora de definir y crear su destino, y restan importancia al determinismo característico de los otros
enfoques. En su opinión, los individuos son básicamente buenos, luchan por crecer y por lograr la autorrealización. También son modificables y
activos. Los psicólogos humanistas tienen un criterio especialmente alto de la salud psicológica. El mero control del yo o la adaptación al entorno
no son suficientes; sólo de un individuo que avanza hacia la autorrealización puede decirse que está psicológicamente sano. Dicho de otro modo,
la salud psicológica es un proceso, no un estado.
Estas suposiciones tienen implicaciones políticas. Desde la perspectiva de la psicología humanista, todo aquello que retrase la satisfacción del
potencial del individuo, es decir, todo lo que impida al ser humano llegar a convertirse en todo lo que pueda ser, debería ponerse en tela de
juicio. Por ejemplo, si en los años cincuenta las mujeres eran felices y se sentían bien con los roles sexuales tradicionales, el criterio de salud psi -
cológica definido por el conductismo quedaba satisfecho. Pero desde el punto de vista humanista, confinar a todas las mujeres al mismo rol es
indeseable, por muy apropiado que ese rol sea para algunas mujeres, porque evita que muchas de ellas desarrollen su má ximo potencial. No es
casualidad que la retórica de los movimientos de liberación (como el de liberación de la mujer y el movimiento gay) reflejen el lenguaje de la
psicología humanista.