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La dictadura de Franco tras la Guerra Civil española aísla a España de toda influencia
internacional. Al tiempo que la dictadura avanza también se organizan grupos de oposición. A
comienzos de los 70, la enfermedad del dictador acelerará la caída del Régimen. En lo que
respecta al teatro español, el impacto de la guerra fue tremendo, al exilio de muchos autores
hay que añadir la acentuación de las presiones comerciales y, sobre todo ideológicas por la
censura.
El teatro en el exilio se desarrolla sobre todo en México y Argentina. Dos poetas del 27
escriben teatro en el exilio: Pedro Salinas con La cabeza de medusa y Rafael Alberti, con un
teatro político, un ejemplo es Noche de guerra en el Museo del Prado. También destaca Max
Aub con su realismo dialéctico y simbolismo con San Juan. Por último, tenemos a Alejandro
Casona con su teatro simbólico, de evasión, destaca por La dama del alba.
En los años 50 se inició una leve apertura del régimen franquista, lo cual permitió algunas
novedades. La corriente dominante en esta época es el Realismo social. Los temas de estas
obras teatrales ponen de manifiesto problemas y desigualdades sociales. Se caracteriza por la
complejidad de los espacios escénicos, lenguaje directo, bronco y sin eufemismos. Durante
esta década se mantiene el gusto por el teatro comercial y la censura, por ellos muchos
autores no llegan a estrenar sus obras. Destacan autores como Alfonso Sastre con Escuadra
hacia la muerte, Laura Olmo con La camisa y sobre todo Antonio Buero Vallejo. Su drama
realista se caracteriza por reflejar temas humanos y universales, la elección de la tragedia
como subgénero dramático predilecto y por no ofrecer solución a los problemas planteados en
la obra, es el espectador el que debe decidir. Su obra se divide en 3 etapas: una existencial, en
la que hace una reflexión sobre la condición humana con Historia de una escalera, la segunda
es la del teatro social, en la que denuncia las injusticias que atañen a la sociedad, con El
tragaluz y por último, la de innovaciones. Cabe destacar la polémica suscitada entre los
defensores del teatro posibilista, aquel cuyo objetivo era ser representado, aunque por ello
tuviera que aligerarse la crítica, y el imposibilista, que defendía llegar más allá de los límites de
la representación comercial. Esta polémica la mantuvieron Buero y Sastre. Para este último, es
preciso hacer un teatro que ignore los límites oficiales, las prohibiciones del sistema. Buero, en
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cambio, propugna la necesidad de un teatro “difícil y resuelto a expresarse con la mayor
holgura, pero que no sólo debe escribirse, sino estrenarse; un teatro lo más arriesgado posible,
pero no temerario”. De las veinticinco obras de Sastre, solo diez han logrado ser estrenadas
durante el franquismo.
Finalizada la dictadura y eliminada la censura, parecía abrirse una etapa prometedora. Las
instituciones potenciaron las representaciones teatrales, así en 1978 se creó Dramático
Nacional y posteriormente la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Destacan las corrientes
actuales de musicales, monólogos, representaciones de los clásicos. El panorama es
heterogéneo. Destaca la corriente del teatro neorrealista. Estos escritores poseen un gran
dominio de las artes escénicas: Antonio Gala, Anillos para una dama; José Luis Alonso de
Santos, Bajarse al moro, Fernando Fernán Gómez, Las bicicletas son para el verano y José
Sanchís Sinisterra con ¡Ay, Carmela!