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Los Ministerios

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LOS MINISTERIOS, ESPECIALMENTE LAICALES, EN UNA IGLESIA

“MISTERIO DE COMUNION PARA LA MISION”.

Profesor Raúl Berzosa Martínez, Obispo Auxiliar de Oviedo


Santander, 20 de marzo de 2007

1.- Ministerios, carismas y funciones en una Iglesia “misterio


de comunión para la misión”.

Ya en el año 2001 fui invitado a escribir sobre el tema que nos


ocupa1. Entonces, la Instrucción Vaticana emanada en 1997, y sobre
la que volveremos, marcaba algo así como la brújula orientadora.
¿Desde entonces cuáles han sido los planteamientos más relevantes,
al menos en el ámbito de lengua castellana?

Para encuadrar todo lo que se dirá a continuación hay que recordar el


marco Eclesiológico en el que nos movemos: misterio de comunión
para la misión2.Que la iglesia es misterio significa que es una realidad
últimamente penetrada por la divina presencia, y por ello es de tal
naturaleza que admite siempre nuevas y más profundas
investigaciones. El misterio de la iglesia no es un mero objeto de
conocimiento teológico, sino un hecho vivido.

La iglesia particular encarna sacramentalmente el misterio de la única


iglesia y ésta, a partir de su origen y ejemplar trinitario, se organiza
en torno a la comunión y a la misión. Uno y otro elemento, en
insoluble interacción, modelan trinitariamente a cada iglesia y
sustentan toda su eclesialidad.

La Iglesia es una realidad profunda y mística de comunión y misión al


mismo tiempo (L.G. 1-13). Es la acción de Dios salvífica en el mundo
que hace nuevas todas las cosas, creando fraternidad. Comunión y
misión constituyen los dos aspectos fundamentales del misterio de la
Iglesia. Se sostienen o caen juntos. Considerar sólo la comunión es
1
Cf. R. BERZOSA, Los ministerios confiados a los laicos: teología y praxis: “Seminarios” 159 ( Enero-Marzo 2001)
35-50. Allí se señala la bibliografía fundamental sobre este tema: D.BOROBIO, Ministerios laicales, Atenas 1984;
ID., Los ministerios en la comunidad, Editorial Litúrgica, Barcelona 1999; J.M.CASTILLO, Ministerios, en
“Conceptos fundamentales de Pastoral”, Cristiandad, Madrid 1983, 627 y ss; J.DELORME, El ministerio y los
ministerios en el Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1975; S.DIANICH, Teología del ministerio ordenado,
Paulinas, Madrid 1984; A. LEMAIRE, Les ministères aux origines de l´Eglise, Paris 1971; R.PARENT-S.DUFOUR,
Los ministerios, Mensajero, Bilbao 1994; E.SCHILLEBEECKX, Los responsables en la comunidad cristiana,
Cristiandad, Madrid 1983; B.SESBOUE, ¡No tengáis miedo!. Los ministerios en la Iglesia hoy, Sal Terrae, Santander
1998.
2
R. BERZOSA MARTINEZ, Para comprender y vivir la Iglesia Diocesana, Burgos 1998; R.BLAZQUEZ, La Iglesia
del Concilio Vaticano II, Sígueme, Salamanca 1988: M.KEHL, La Iglesia, Sígueme, Salamanca 1996; B. FORTE,
LA Iglesia de la trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 1996.

1
arriesgarse al “ghetto”, al grupo cerrado, a la secta. Quedarse sólo
con la misión sería reducir la Iglesia a una empresa de acciones
humanas y técnicas pastorales.
La Iglesia es misterio de comunión para la misión. En cuanto a la
comunión, esa “unión común” no expresa tanto la unidad entre las
iglesias cuanto la unidad de la Iglesia en cuyo ser (el ser una y única)
se identifican todas ellas. En esa conjugación entre “lo uno y lo
múltiple” es donde se vislumbra el modelo mistérico trinitario. La
Iglesia es fundamentalmente expresión de la comunión trinitaria,
comunidad de fe, esperanza, caridad, y fraternidad vivida. Y, por lo
mismo corresponsabilidad.

Traducido en otros términos: en la Iglesia todos los bautizados son


necesarios; todos los bautizados deben ser miembros activos; los
miembros de la Iglesia tienen diversos carismas y ministerios, y
ejercen diversas funciones. Todo ello para edificar el cuerpo de
Jesucristo y, sobre todo, para hacer presente a Jesucristo hoy entre
nosotros.

La comunión en la Iglesia tiene dos versiones: con el Dios Trino y con


los hombres. La forma concreta de comunión de la Iglesia se
manifiesta de esta manera: “Communio fidelium”, por la que todos
los fieles, como miembros del Pueblo de Dios, participan de la vida de
la Iglesia y son corresponsables en la única misión y consortes en su
destino; “Communio ecclesiarum”, en cuanto la única iglesia vive y se
manifiesta en las iglesias particulares; “Communio hierarchica”, que
manifiesta la apostolicidad de la Iglesia. Existe también otra
dimensión de comunión, desde la santidad, la “Communio
sanctorum”, que se encuentra implícita en las otras dimensiones.

La comunión de la Iglesia es “abierta” a toda la humanidad, a un


verdadero ecumenismo y a la Jerusalén celeste. Es “signo e
instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el
género humano” (LG).

La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios Padre, Por
Jesucristo, en el Espíritu Santo.

La comunión con el Padre es respuesta a la llamada que convoca a


los “santos” (kletoi hagioi) a vivir su misma vida (Rom 1,7) en el seno
de la asamblea de los llamados (koinonia Ekklésia). Comunión por el
Hijo, para ser miembros de su cuerpo (LG 50; GS 32) cuya expresión
máxima es la Eucaristía, misterio Pascual de Jesucristo (LG 7; AG 39;

2
PC 15). Comunión en el Espíritu Santo. Él es quien guía a la
comunidad de los santos y convocados por el Pare, confirmados en el
Hijo, hacia la plena comunión y unidad (Gal 5,16-18; 1 Cor 12,4-11; 2
Cor 13,13). El Espíritu Santo, que vive en los creyentes y en la Iglesia,
realiza aquella maravillosa comunión de los fieles y une tan
íntimamente a todos en Cristo que es el principio de unidad en la
Iglesia (UR 2). El Espíritu Santo es para la Iglesia y para todos y cada
uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio) y de
unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción
del pan y en la oración (LG 13). El Espíritu Santo unifica, sin
uniformidades, y regala diversos dones jerárquicos y carismáticos (AG
4; LG 4).

Pero el misterio de la comunión no es sólo con Dios Trino, sino con los
hermanos. Porque la comunión se hace fraternidad desde la
participación en la vida teologal de Dios, sabiendo que esa
fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los
hombres ofrece, al menos, estas características: comunitariedad,
pluriformidad en la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad,
participación y corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas
que hace posible la experiencia sinodal y articulan y se expresan en
dicha experiencia.

La Iglesia, además de comunión, es también misión. La misión es una


proyección de la comunión. Se ejercita desde, en y para la comunión.
Es una misión comunional. Una misión que tiene su origen en el
proyecto trinitario de la historia de la salvación, desde la creación a la
elección del pueblo, hasta la misión de Jesús y la conciencia misionera
de la iglesia apostólica. La misión, pues, encierra un significado
trinitario y teologal. Nace de la caridad del Padre (RM 5), actualiza en
cada momento de la historia la misión de Jesús, el Hijo de Dios (LG
13; AG 5; RM 20 y 24) y se hace posible por el Espíritu Santo (RM 21-
30).

La misión es, además de don, una tarea histórica, contextuada, como


diakonía de la caridad y diálogo interreligioso e intercultural. Las
mediaciones de la misión son el anuncio (que incluye el kerigma, la
doxología y la confesión de fe), unido al compromiso transformador y
al testimonio martirial. Los destinatarios, son todos los hombres y
todo hombre. El fin último, la glorificación y el culto a Dios, haciendo
que El sea todo en todos. En otras palabras, hacer realidad el señorío
de Cristo (su reinado).

3
Insistimos en la realidad de misión para la nueva evangelización. Esta
dimensión se desgrana en diversos aspectos:
- evangelizar en cuanto tal (anuncio de la Buena Noticia),
- catequizar (profundizar en lo anunciado),
- celebrar la fe,
- vivirla y expresarla mediante el ejercicio de la caridad y el
compromiso social personal y comunitario.

Cuando la misión se dice “Ad gentes” quiere significarse, con ello, la


misión hacia pueblos y personas donde no sed ha anunciado aún el
cristianismo. En este sentido son como terreno virgen para el anuncio
del kerigma.

Pero, además de ser “misterio de comunión para la misión”, a la


Iglesia se la puede denominar “ministerial y carismática”.
2.- Profundizando en el tema de los ministerios desde la sana
Tradición eclesial

La Iglesia, misterio de comunión para la misión, puede ser definida


también como “ministerial”, tal y como se deduce de las cartas
paulinas (1 Tes 5,12; Rm 12,6-8; 1 Cor 122,4-11. 28-31; 14,6). Se
puede leer en la primera Carta a los Corintios (1 Cor 12,12 y ss) que
todos formamos un único cuerpo en Cristo. Todos nos necesitamos y
debemos poner al servicio complementario de los demás los dones,
funciones, carismas y ministerios que el Señor, el Espíritu y la misma
Iglesia ha suscitado y sigue suscitando. San Pablo destaca al menos
ministerios: el ministerio de apóstol, de profeta y de doctor (1 Cor
12,28; Ef 4,11). Sin olvidar los responsables de las comunidades, a
quienes Pablo llama “sus colaboradores” (Rm 16,3; 1 Tes 3,2; 2 Cor
8,23; 1 Tes 5,12; 1 Cor 16,16), así como los evangelistas y pastores
(Ef 4,1-6). Podemos concluir que, desde el inicio, la Iglesia es
carismática y ministerial; los ministerios hacen a la comunidad y la
comunidad (con especial protagonismo de sus responsables)
discierne esos mismos ministerios que otorga el Espíritu.

La evolución histórica de los ministerios es muy compleja. En lo que


afecta a los ministerios, se ha llegado a la conclusión de que existen
ministerios:
a) por designación expresa de Jesús: los doce-apóstoles: Lc 6,13; Mt
10,2; Mc 6,30;
b) otros por designación del Espíritu Santo: ministerios señalados en
las cartas paulinas (Rm 12,6-8; 1 Cor 12,8-11; 1 Cor 12,28; Ef
4,11);

4
c) y, otros, por designación de la Iglesia: ejem. los “colaboradores”
de los que se habla en Ac 6,1-6; 13, 1-3 ó en las cartas paulinas (1
Cor 16,16; 1 Tes 5,12; Rm 16,1, etc).

Si el ministerio apostólico enlaza con el ministerio histórico de


Jesucristo, ello no debe ir en perjuicio de los otros carismas y
ministerios que existen en la comunidad.

El ministerio ordenado garantiza la continuidad apostólica y sirve a la


unidad de los diversos carismas y ministerios, pero no debe ser
ejercido como opresión o anulación del resto de los carismas,
vocaciones y ministerios existentes en la comunidad.

En el Concilio Vaticano II se redescubre que el conjunto de carismas y


ministerios, ordenados y laicales, hacen posible la realidad de una
Iglesia Trinitaria como “ Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” y
“Templo del Espíritu”.
Y, dentro de los ministerios, se han puesto de relieve precisamente
los ministerios laicales.

A la hora de hablar de una teología renovada de los ministerios en la


Iglesia, los teólogos insisten en el redescubrimiento de la identidad de
los laicos y de su misión en la Iglesia y en el mundo. Se debe añadir el
redescubrimiento del bautismo en lo que comporta de misión para
todos los fieles y, finalmente, la participación de los laicos en el
ministerio pastoral. No es algo totalmente nuevo.

En la carta apostólica “Ministeria quaedam” (1972), Pablo VI escribió


el primer texto oficial en el que se habla de los ministerios de los
laicos cuando afirma que los ministerios pueden confiarse a los laicos
de tal forma que no sigan estando reservados a los candidatos al
sacramento del Orden.

El mismo Pablo VI, en “Evangelii Nuntiandi” (8-12-75), señalaba (n.70)


que los seglares, en primer lugar, tienen como vocación específica la
evangelización en medio del corazón del mundo en todos los ámbitos
y ambientes. También añadía (n. 73), que los laicos pueden ser
llamados a colaborar con los pastores para el servicio de la
comunidad eclesial, ejerciendo ministerios y funciones muy diversos.
Tales ministerios y funciones “son preciosos para la implantación,
vida y crecimiento de la Iglesia”. La Iglesia particular debe
fomentarlos, formarlos y saber discernir su oportunidad y necesidad.

5
El Nuevo Catecismo de la Iglesia (1994), al hablar de los fieles
cristianos (nn.871-873) reconoce que entre los bautizados se da una
verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, pero existen
diversos ministerios, carismas y dones. Algunos, incluso, pueden ser
llamados a colaborar con los pastores (n. 910). Todo para la común
edificación del único cuerpo de Cristo.

En el Nuevo Catecismo se habla también de la participación de los


laicos en la función profética de la Iglesia (nn. 785; 904-907; 942), en
la función regia (nn. 908-913; 943), y en la función sacerdotal (nn.
901-903; 941).

Esta doctrina magisterial se verá ampliada y enriquecida en


“Christifideles Laici” (1988). Se nos recuerda que el fiel laico vive la
comunión o inserción en la Iglesia desde la diversidad de carismas,
ministerios, encargos y servicios. Se recuerda con ello el “sinergismo
paulino” o la mutua edificación eclesial con la diversidad de dones
que suscita y regala el Espíritu Santo). La Iglesia es comunión
orgánica, que sabe conjugar la diversidad y la complementariedad. Lo
distintivo no es la mayor o menor dignidad, sino el estar equipados y
dotados para un mayor y mejor servicio. Todos los ministerios y
carismas son dones para la participación y corresponsabilidad en la
vida de la Iglesia. Hay ministerios que derivan del sacramento del
Orden y sirven a la Iglesia personificando a Cristo Cabeza. Otros
ministerios se pueden denominar como “laicales.

Estos ministerios laicales no convierten a quienes los poseen o


ejercen en “pastores”, ni les “clericalizan”. Estos ministerios, oficios y
funciones se fundamentan en el bautismo y confirmación, y, para
muchos, en el matrimonio (n.22-23). Sin olvidar la participación de los
laicos en la “vida ordinaria” de dicha iglesia particular.

Además de ministerios, el Espíritu otorga, para esta edificación de la


Iglesia particular, carismas que deben ser acogidos con gratitud y
sometidos al oportuno discernimiento.

A partir de “Christifideles Laici”, y siguiendo la tradición, al hablar de


funciones y ministerios laicales, podemos, en un primer momento,
realizar la siguiente distinción:
a) ministerios laicales ocasionales, ejercidos en circunstancias
determinadas y puntuales: voluntariado de caridad, catequistas,
etc;

6
b) ministerios estables no sacramentales o instituidos: los
principales, hoy, son lector y acólito;
c) ministerios sacramentales y públicos: tienen como base el
sacramento del orden.

Estos ministerios denominados “laicales”, tanto los ocasionales como


los estables, desarrollarían las cuatro dimensiones tradicionales de la
Iglesia particular, a saber: evangelización (martyria), caridad
(diakonia), culto (leiturgia) y comunión (koinonia). Son ministerios
importantes y necesarios y expresión del sacerdocio común bautismal
de los fieles y de la riqueza de manifestaciones del Espíritu para la
edificación de la Iglesia. La hora de su reconocimiento, se oscila entre
un “maximalismo” (pluralidad) y un “minimalismo” (monolitismo).

De esta tensión se hizo eco, ya en 1997, la Instrucción Vaticana


“Sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles
laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes. Recordamos los
subrayados más importantes de la misma.

Sobre ello volveremos. Antes, resumimos, en concreto cuáles son


dichos ministerios tal y como se deduce de una lectura del Código de
Derecho Canónico (1983).

3. Los ministerios laicales en el nuevo Código de Derecho


Canónico3

¿Cuáles son las novedades más sobresalientes del nuevo Código de


Derecho Canónico? - Al menos tres: el intentar una nueva
fundamentación constitucional al hilo de la eclesiología del Vaticano
II; el introducir un nuevo criterio epistemológico en materia legislativa
(ya no se trata de la razón filosófica y jurídica, sino de la fe y la
teología); y la individualización de un nuevo protagonista en el
ordenamiento jurídico: al clero le ha sustituido el fiel cristiano. La
figura teológica y jurídica del fiel cristiano transciende y engloba la
figura del laico, del clero o del religioso, e impide el erigir alguno de
los tres estados como sujeto hegemónico del sistema legislativo.

La categoría de fiel (christifidelis) es la categoría fundamental del


Código actual, en cuanto que el Bautismo es el fundamento. Todos los
fieles sin distinción, en virtud de la consagración bautismal, son
constituidos pueblo de Dios porque participan de la misma misión
(munus) sacerdotal, profética y real de Cristo (c. 204,1). Este es el
3
Cf. R. BERZOSA, Ser laicos en la Iglesia y en el mundo, DDB, Bilbao 2000, 71-77.

7
estado fundamental común a todos los bautizados que los distingue
de los que no son. Hay, pues, una vocación común a todos, que es la
de cooperar en la edificación de la Iglesia y la de actuar la misión que
tiene que cumplir por mandato de Cristo en el mundo. Cada uno la
cumple según sus funciones y su propia condición jurídica.

Supuesto lo anterior se puede afirmar, en síntesis:


- El Código ha valorado plenamente la posición eclesial del laico en
la Iglesia siguiendo el esquema eclesiológico del Vaticano II, pero
desarrollándolo desde una perspectiva del “fiel cristianos”.
Mientras que en 1917 aparecía el laico después de los religiosos y
sacerdotes, al final del libro II, casi como un apéndice, ahora
aparece en primer lugar, dentro del esquema del Pueblo de Dios
(Libro II) inmediatamente después de los cánones sobre el fiel
cristiano. En el Vaticano II, primero se colocó la jerarquía.
- Como queriendo hacer referencia al modelo constitucional civil se
ha querido señalar un catálogo específico de derechos y deberes
de los laicos apoyados en la doctrina conciliar del Vaticano II (cc.
224-231).
- En cuanto a “derechos y deberes seculares”, se señalan: trabajar
en la transformación de la realidad y gozar de la necesaria
libertad (c. 225-227); derecho de asociarse para lograr lo anterior
(c. 327-329); derecho y deber de la familia en el sector de la
educación de los hijos (cc. 226; 793; 796-799).
- En cuanto a los derechos y deberes radicados en la participación
sacramental en los tres oficios de Cristo se señalan: enseñar,
santificar y gobernar (LG 31,1). Aquí hay una doble distinción: los
derivados del Bautismo y Confirmación, y los derivados de un
oficio o ministerios que tradicionalmente se atribuían a los
ministerios sagrados.

En el munus docendi se especifican: el anuncio del evangelio con la


palabra y el ejemplo (c. 759,1); la catequesis en general (c. 225; 774;
776; 785; 528), la catequesis matrimonial (c.1063) y familiar (c.
774,2; 851); la evangelización como minionero (c. 784).
En el munus santificandi se concretan: la participación en los
sacramentos (835-899) y en los ministerios litúrgicos dentro y fuera
de la Eucaristía (c. 230). Así, ministerio extraordinario de la Palabra;
acolitado y lectorado estables o temporales; ministro extraordinario
del Bautismo (861), de la comunión (c. 910), de la exposición del
Santísimo (c. 943) y de la celebración de ciertos sacramentales (c.
1168).

8
En el munus regendi se expresan: las funciones de carácter consultivo
(nombramiento de obispos y párrocos) (cc. 377,3; 524); participación
en concilios particulares y sínodos diocesanos (cc. 443; 463) y en los
consejos pastorales (diocesanos y parroquiales) (cc. 512, 519, 536).
Funciones de dirigentes o técnicos: moderador en asociaciones laicas
públicas (c. 317,3); administración de bienes eclesiásticos (c. 956; c.
1282); oficios en los tribunales: asesor (c. 1424), auditor (c.1428),
promotor de justicia y defensor del vínculo (c.1435), notario (c.1436,
c.438), procurador y abogado (c.1482), perito (c.1574), ayudante en
los interrogatorios (c.1528 y c.1717), peritos en los procesos
administrativos (c.1718), mediador (c.1733), encargado de encontrar
solución en las controversias administrativas (c.1733); delegado y
observador de la Santa Sede en Congresos Internacionales (c. 363).

Se señalan además algunos Oficios especiales: predicar en una iglesia


u oratorio (c.766); juez eclesiástico (c.1421 y c. 1426); superior
general de los Institutos de Vida Consagrada y de Sociedades de Vida
Apostólica laical. En estos tres oficios especiales colaboran en el
ejercicio de la Palabra o del poder de jurisdicción jerárquico.
Colaborar no significa participar en la naturaleza de un poder u oficio,
como es el caso de los ministros ordenados.

Expuesto lo anterior, se hacen las siguientes observaciones:


- La doctrina canónica sobre los laicos se ha enmarcado
perfectamente en una eclesiología conciliar, pero es muy
genérica. El documento de 1997, como veremos en el apartado
siguiente, afinará aún más;
- el munus de gobernar es contemplado sólo como “cooperación en
el ejercicio del poder ministerial”, es decir, en términos de
suplencia (c. 129,2). Y ello porque falta un libro sobre el oficio de
gobierno y, con ello, el resaltar más el sacerdocio común, que en
el actual Código sigue pareciendo integrarse en el sacerdocio
ministerial. En este sentido, el Código diferencia:
a) Potestad de régimen en una Iglesia que es “sociedad visible”,
y que se puede participar por el sacramento del Bautismo
(ejem: un laico como juez diocesano (c. 1421) o administrador
de bienes (c. 494) o que gestiona el Patrimonio o las funciones
auxiliares en curias y tribunales;
b) Potestad sagrada, esencialmente vinculada al sacramento del
orden.

4.- A vueltas con la Instrucción Vaticana del año 19974.


4
Seguimos la edición en castellano de la Librería Editrice Vaticana (Ciudad del Vaticano 1997) 37 págs.

9
Como no podía ser menos, se reconoce a todos los fieles la
colaboración en la misión de la Iglesia, tanto en el orden espiritual a
la hora de llevar el mensaje de Cristo y su gracia a todos los hombres,
como en el orden temporal, a la hora influir y perfeccionar el orden de
las realidades temporales (p.6). Por ello, como recordaba ChL (n. 23),
los pastores son invitados a reconocer y promover los ministerios,
oficios y funciones de los fieles laicos que tienen su fundamento
sacramental en el bautismo y confirmación y, para muchos, en el
matrimonio. En orden a la nueva evangelización, se exige un
equilibrio entre “el especial protagonismo” de los sacerdotes y, al
mismo tiempo, la total recuperación de la conciencia de lo que
supone “la índole secular” en la misión del fiel laico (Chl, nº 15).

En cualquier caso se subraya constantemente que no se puede


confundir el campo de los clérigos y el de los fieles laicos. Colaborar
con el sagrado ministerio no significa “suplir ni sustituir” (p.7). Se
agradece especialmente la colaboración de los fieles laicos en
tiempos de persecución, de missio ad gentes o de escasez de clero
(p. 8).

Para evitar irregularidades, matiza algunos principios teológicos:


1. La diferencia entre sacerdocio común y sacerdocio ministerial no
se encuentra en el sacerdocio de Cristo (el cual permanece
siempre único e indivisible) ni tampoco en la santidad (a la cual
están llamados todos los fieles) sino en el “modo esencial” de
participación en el mismo y único sacerdocio de Cristo. Así,
mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el
desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, esperanza y caridad),
el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común y
se le ha conferido un poder sagrado para el servicio de los fieles.
Para clarificar aún más los dos sacerdocios, la Instrucción nos
recuerda algunas características del ministerio ordenado,
apoyándose en “Pastores Dabo Vobis”:
 El sacerdocio ministerial, obispos y presbíteros, hunde su raiz
en la sucesión apostólica y está dotado de una potestad sacra,
la cual consiste en la facultad y responsabilidad de obrar en
persona de Cristo Cabeza y Pastor (PDV, nº 15).
 Son servidores de Cristo y de la Iglesia por la proclamación
autorizada de la Palabra de Dios, de la celebración de los
sacramentos y de la guía pastoral de los fieles (p. 11) (Cf. PDV,
nº 16).

10
 Todas sus funciones (enseñar, celebrar, regis) forman una
unidad. Por lo tanto, el ejercicio, por parte de los laicos, de
alguna de estas funciones no les convierte en “pastores, sino en
colaboradores” (p. 13).
 El ministerio ordenado es necesario para la existencia misma de
la Iglesia. “No se debe pensar en el sacerdocio ordenado como
si fuera posterior a la comunidad eclesial o como si ésta pudiera
concebirse como constituida sin este sacerdocio” (p. 14)
(Cf.ChL, nº 16). El sacerdocio ministerial es por tanto
insustituible.

2. A partir de los anteriores principios teológicos, la Instrucción


señala diversas disposiciones de carácter práctico. Destacamos
las siguientes:
a) Necesidad de una terminología apropiada (pp. 17-18):
– Reservar, en principio, la palabra “ministerio” para el ministro
ordenado; a los laicos, les corresponden “funciones”.
– Una cosa es ser “ministro extraordinario” (cuando se es llamado
por la autoridad competente para cumplir una función
prolongada) y otra ser denominado, según la función
(“catequistas, acólito, lector”, etc). Nunca es legitimo a un fiel
laico, designarle con apelativos como “pastor, capellán,
coordinador, moderador”, que se prestarían a confusión con lo
que es un ministro ordenado.
b) El fiel laico y el ministerio de la Palabra:
– a los laicos se les puede conceder “una suplencia” en casos de
objetiva necesidad; pero no se puede convertir en un hecho
ordinario ni puede entenderse como promoción del laicado (p.
20).
– La homilía, durante la celebración de la Eucaristía, está
reservada al ministro ordenado. A los laicos, incluidos
seminaristas, se les puede permitir una breve monición para
entender mejor la liturgia que se celebra, o un testimonio en
eventos especiales, o la posibilidad de intervenir en un diálogo
dentro de la homilía. Fuera de la Misa puede ser pronunciada,
por fieles no ordenados, según lo legislado (p. 21-22).
c) Ejercicio de párroco pro parte de un fiel laico:
– Según el c. 517,2, puede ejercerlo por escasez de sacerdotes y
no por razones de comodidad o de una equivocada promoción
del laicado;
– siempre, se debe ejercer en atención al “ejercicio de la cura
pastoral” y no para dirigir, coordinar, moderar o gobernar, que
compete propiamente al sacerdote;

11
– se debe otorgar prioridad a los diáconos y agotar incluso la vía
de los sacerdotes mayores (pp. 22-24).
d) Participación de los laicos en organismos de colaboración en la
Iglesia particular:
– En el Consejo Presbiteral, sólo participarán sacerdotes en activo
y en comunión con el obispo. Ni fieles laicos ni diáconos.
– En el consejo pastoral y económico, diocesano y parroquial, los
fieles laicos participan como “consultores”, al no ser
organismos deliberativos. El consejo parroquial debe ser
presidido por un párroco; son nulos los acuerdos en ausencia
del párroco.
– Los grupos de expertos o de estudio no suplirán nunca a los
consejos presbiteral y pastoral.
– Los arciprestes serán siempre presbíteros (pp. 24-26).
e) El fiel laico y las celebraciones litúrgicas:
– a un fiel laico o a un diácono no le es permitido pronunciar las
oraciones y cualquier parte reservada al presbítero. No se
puede ejercer una especie de “cuasi presidencia”, dejando al
sacerdote “lo mínimo” para garantizar la validez de la
Eucaristía. Tampoco los laicos pueden utilizar ornamentos
reservados al sacerdote o al diácono (estola, casulla, dalmática)
(pp. 26-27).
– En cuanto a las celebraciones dominicales en ausencia de
presbítero, se debe tener especial mandato del obispo y son,
siempre, ocasionales. No se pueden utilizar elementos propios
de la liturgia sacrificial (ejem. plegaria eucarística).
– El ministro extraordinario de la Sagrada Comunión, también
fuera de la Eucaristía, lo es cuando la necesidad lo reclama. Se
puede nombrar “ad actum” (para el momento) por el sacerdote
que preside la Misa. Es siempre de suplencia y extraordinario.
Estos ministros no deben hacer la comunión ellos mismos como
si fueran concelebrantes; tampoco se deben asociar a las
promesas de los sacerdotes del día de jueves santo (pp. 28-29).
f) El fiel laico y las celebraciones sacramentales:
– no puede un fiel laico administrar la unción de enfermos, ni con
óleo bendecido para la unción ni con óleo no bendecido. La
unción guarda estrecha relación con el sacramento de la
reconciliación y la digna recepción de la Eucaristía (pp. 30-31).
– La asistencia a los matrimonios, por parte de los fieles laicos,
requiere tres notas: ausencia objetiva de sacerdotes; que el
obispo obtenga el voto favorable de la Conferencia Episcopal;
necesaria licencia de la Santa Sede. Excepto el caso

12
extraordinario del c.1112, ningún sacerdote puede delegar a un
fiel laico para asistir a un matrimonio (p. 31).
– En cuanto al bautismo, la ausencia de presbítero o el
impedimento del mismo, que justifican el que un fiel laico
pueda bautizar, no pueden asimilarse a las circunstancias de
excesivo trabajo del ministro, o a su no residencia en el
territorio de la parroquia, o a su no disponibilidad para el día
previsto por la familia (pp. 31-32).
– La animación de exequias sólo puede ser ejercida por un fiel
laico por verdadera falta del ministro ordenado y observando
siempre las normas litúrgicas (pp. 32).

La Instrucción concluye haciendo una llamada a la formación


adecuada de los fieles laicos y su necesaria selección para los
ministerios.

A raíz de la Instrucción se ha escrito que “no se puede dar la


impresión de rivalidad entre laicos y presbíteros... Como si los laicos
buscan su promoción personal y los presbíteros defendieran su coto
reservado…No hay que juzgar el ejercicio de los ministerios a partir
de algunas disfunciones evitables”5.

Debemos saber mirar siempre el futuro con valentía, creatividad,


confianza, imaginación, apertura y sano discernimiento. Hasta aquí lo
más destacado de lo escrito hasta el año 2001. Seguimos avanzando
y profundizando.

5.- Últimas aportaciones sobre el tema de los ministerios


laicales (desde
2001 hasta hoy).

¿Cuáles son las principales y más importantes aportaciones sobre los


ministerios laicales en la actualidad?

Comenzamos haciéndonos eco de un libro de J. Rigal 6. Después de


esbozar un breve e interesante recorrido histórico, se detiene en el
Vaticano II para hablar del redescubrimiento de la función de los
laicos desde tres dimensiones complementarias (pp.130-131): su
fundamentación bautismal, su presencia en el mundo y el
reconocimiento de ministerios propiamente laicales. En este último

5
B. SESBÜE, ¡No tengáis miedo! Los ministerios laicales en la Iglesia hoy, Sal Térrea, Santander 1998, 195-197
6
J.RIGAL, Descubrir Los ministerios, Secretariado Trinitario, Salamanca 2001.

13
apartado habla de ministerios como “cooperación habitual en el
apostolado jerárquico” (siguiendo a LG 33) y de ministerios como
“suplencia” de ministros ordenados (LG 35). Pero reconoce que en
nuestros días la presión de los hechos ante las necesidades evidentes
ha sido un factor de evolución y progreso mayor que el desarrollo
propiamente teológico (p. 131).

El Concilio no podía imaginar la amplitud y ensanchamiento de


perspectivas que se han abierto. Por eso es preciso recordar la
fundamentación teológica. Se puede hablar entonces de estructura
ministerial de toda la Iglesia, que es comunión y, en este sentido, se
debe integrar la dimensión cristológica del ministerio con la
pneumatológica (pp. 135-149), haciendo posible el crecimiento de la
dimensión comunitaria o de sinodalidad, de colegialidad episcopal y la
dimensión personal del ministerio petrino (pp. 149-165).

Después de clarificar lo que es y supone el ministerio ordenado, se


centra de nuevo en el tema de la misión y ministerio de los laicos
atreviéndose a afirmar que “ninguno de los documentos oficiales
intenta de verdad proponer una clara definición ni tampoco unos
criterios que permitan distinguir mejor lo que pertenece al orden de
“las tareas eclesiales” cotidianas y de los ministerios propiamente
hablando”… porque si bien es cierto que todo ministerio es un
“servicio” no todo servicio es un “ministerio” (p. 221). Se llaman
servicios a aquellas prestaciones voluntarias, puntuales, ocasionales
que algunos cristianos aportan a la vida de la comunidad. Estas
tareas pertenecen a la corresponsabilidad global de todos los
bautizados, pero estos servicios no exigen un estatuto eclesial
particular.

El autor habla de ministerios “reconocidos” (en cuanto uno no se da


el ministerio sino que lo recibe), y que pueden adoptar diferentes
formas: desde lo ministerios formalmente “instituidos”, con una
liturgia de investidura, hasta un reconocimiento por designación o
simple aprobación. En cuanto a los formalmente instituidos son, en la
actualidad, el de lector y el de acólito) 7. Los demás ministerios
reconocidos, que tienen su fundamento sacramental en el bautismo y
la confirmación (y para muchos en el matrimonio), abarcan un campo
de ejercicio muy amplio: van desde la animación de la comunidad
eclesial hasta un compromiso cristiano en los grandes sectores de la
vida social (familia, jóvenes, vida profesional y cultural, instituciones

7
Cabe la posibilidad, según el autor, de que sean conferidos también a mujeres: Cf. La Nota de la Sagrada
Congregación para Los Sacramentos y el Culto Divino, Novit Profecto (27-10-1977).

14
sociales y políticas, salud, medios de comunicación, acción caritativa,
etc). Tratan de animar una doble realidad: la comunidad y la vida
social (pp. 222-223).

Pero, junto a los ministerios que son reconocidos, y con base


sacramental, han aparecido los “ministerios delegados”
estrechamente vinculados al ministerio del orden y que no eran casi
imaginados por el Vaticano II, aunque sí se habló de ello en dos textos
(LG 35,4; AA, 24). Se debate en la terminología si hablar de ministerio
en “ausencia de” o en “espera de”… Y hasta ciertos teólogos
plantean si debe o no considerarse a quien lo ejerce como laico o
como ordenado. Aunque Juan Pablo II lo dejó claro: “El ejercicio de
esta función no convierte al fiel laico en un pastor; porque en realidad
lo que constituye el ministerio no es la actividad en sí misma sino la
ordenación sacramental” (pp. 225-226).

Finalmente, el autor, aborda el tema de los ministerios en clave


ecuménica y desde otros puntos de la praxis pastoral que no nos
detenemos en ellos y que son la parte más discutible del libro (pp.
233-264). En la conclusión se hace una llamada a ser creativos desde
la fidelidad y a redescubrir al mismo tiempo la Iglesia y los
ministerios, según las necesidades actuales (pp. 265-267).

También en el año 2001 aparece un libro de Joaquín Perea 8 sobre el


laicado. Pretende ser como un manual. Afronta el tema del ministerio
laical. En un primer momento, en su relacionalidad y
complementariedad con el ministerio ordenado (pp. 355-379),
especialmente en dimensiones como el testimonio de la fraternidad
de Cristo, promotores de la justicia liberadora de Cristo, anunciadores
del reino mesiánico de Cristo. Aunque advierte que los conflictos
entre laicos y presbíteros se dan principalmente por la excesiva
“jerarquización eclesial” (los laicos parecen jugar en “Campo
contrario”), por los “procesos de decisión” (se minusvalora al laico) y
por la clarificación de la autonomía de los laicos (excesiva
centralización eclesial) (pp. 376-377). Y, en lo referente a los
ministerios propiamente laicales, una vez expuesta su
fundamentación eclesial y pneumatológica, se centra en algunas
consideraciones de carácter pastoral a tener en cuenta en el futuro,
tales como (pp. 393-400):
- la estrecha relación entre ministerios laicales y pastoral de
conjunto;

8
J.PEREA, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Desclée de Brouwer, Bilbao 2001.

15
- la complementariedad entre presbíteros y laicos para no caer el
clericalismos y en “laicalismos”;
- mantener siempre en el horizonte la dimensión secular y la
pluralidad de opciones en materia sociopolítica;
- y, finalmente, la resolución de la “presidencia” de los laicos a
tenor del c.517, 2.

Teología y necesidades contextuales deben caminar de la mano.

Sin salirnos del año 2001, D. Borobio publica una obra que culmina
sus trabajos anteriores sobre ministerios laicales 9. En su
planteamiento, se unen ministerios y corresponsabilidad eclesial (pp.
19-28). La corresponsabilidad se entiende desde un ser “todos”
Iglesia, participar en la misma misión, ser todos servidores de la
comunión y participar de carismas. Los ministerios son precisamente
mediaciones al servicio de la Palabra, de la liturgia y de la comunión.

Los ministerios se fundamentan en los sacramentos. Así, el Bautismo


es la fundamentación radical de todos los servicios y ministerios (pp.
64-69); la Confirmación, supone la aceptación pública de la tarea
ministerial (pp. 70-74); el Orden es la consagración para la animación
de servicios y ministerios (pp. 75-78); el matrimonio es el compromiso
para n ministerio plural (pp. 78-81); la Penitencia, la renovación de la
condición ministerial del cristiano (pp. 82-83); la Unción, la llamada
ministerial en la situación de enfermedad(pp. 84-85); y la eucaristía,
el centro de vivificación ministerial (pp. 86-88). Es importante
revalorizar a la mujer en el tema de los ministerios (pp. 89-120). A
partir de los planteamientos anteriores, con originalidad, D. Borobio
quiere subrayar algunos ministerios:
a) El ministerio de catequista-guía del catecumenado con sus
funciones iniciatoria, comunitaria, didascálica, vivencial,
testimonial y mistagógica (pp. 121-160).
b) El ministerio de educador cristiano con su función huanizadora,
inculturadora, evangelizadora, iniciadora, eclesial-comunitaria y
familiar (pp.161-188).
c) El ministerio del comunicador cristiano, con sus funciones
informativa, comunicativa, formativa, evangelizadora y
representativa (pp. 189-214).
d) El ministerio de sanación, con sus funciones específicas de salud
integral (pp.215-260).
e) El ministerio de promotor de la pastoral familiar, con sus funciones
hacia “dentro” y “hacia fuera” (pp- 261-300).
9
D. BOROBIO, Misión y ministerios laicales, Sígueme, Salamanca 2001.

16
f) El ministerio de reconciliación y pacificación con su función laical
de consejo y acompañamiento, de mediador de paz y
reconciliación, de acogida y fraternidad (pp. 301-336).
g) El ministerio de animación litúrgica y de comunión (pp. 337-360).

Como conclusión, se pide el desarrollo armónico y en equilibrio de los


diversos ministerios (ordenados y otros) y la atención del desarrollo
ministerial en dos ámbitos diferentes: el rural y el urbano (pp. 361-
365).

D. Borobio, finalmente, nos regala un decálogo para la promoción de


servicios y ministerios (pp. 365-369):
1. Tener clara la identidad de lo que son los ministerios.
2. Analizar la realidad en donde se va a servir.
3. Priorizar los servicios y ministerios más necesarios.
4. Concretar los más inmediatos y urgentes.
5. Discernir los carismas personales.
6. Ofrecer medios para la formación.
7. Acompañamiento permanente.
8. Favorecer una pequeña comunidad de fe y de misión.
9. Distinguir entre “servicios” y “ministerios”.
10. Promover permanentemente nuevos servicios y ministerios.

En el 2003, aparece un libro muy interesante sobre la Situación de los


laicos (identidad, misión y ministerios) en Europa. Lleva la firma de J.
Martínez Gordo10.

En dicha obra se aportan datos globales para un análisis de la Iglesia


en Europa (pp. 285-344). Sobresalen los siguientes: Aumento de
parroquias sin sacerdote residente; descenso y envejecimiento del
clero; descenso de la práctica sacramental; mentalidad laicista (ni
siquiera se desea que aparezca el nombre en la Constitución
Europea); hacia una Iglesia minoritaria en una sociedad
crecientemente indiferente; el laicado se sitúa entre la
corresponsabilidad y la sustitución; y la crisis eclesiológica
manifestada en el ecumenismo y diálogo interreligioso, en cómo
entender el primado, y cómo ejercer el ministerio ordenado.

El autor se centra también en la singularidad del caso español (pp.13-


90), donde sigue siendo mayoritario lo católico; donde se da una
valoración positiva de los misioneros, de Cáritas, de la Pastoral
Penitenciaria, y de Manos Unidas; donde el asociacionismo es rico y
10
Cf. J.MARTINEZ GORDO, Los laicos y el futuro de la Iglesia, PPC, Madrid 2003.

17
variado; donde se sigue dando importancia a la Enseñanza Religiosa
Escolar; y donde se sigue manteniendo una cierta situación jurídica
“protegida” por el Estado.

Se señalan tres objetivos básicos para las Iglesias europeas en estos


momentos:

Impulsar la pastoral vocacional general, y la presbiteral de forma


particular; la reorganización territorial; y el promover la
corresponsabilidad del laicado (Ejem.
Alemania se ha decantado por promover el laicado sin descuidar la
reorganización territorial; Francia, la reorganización territorial, sin
descuidar la promoción del laicado).

Para favorecer una pastoral vocacional renovada, se hace hincapié en


recuperar la Fe; en equilibrar, en lo eclesiológico, lo cristológico
(Cuerpo de Cristo), con lo pneumático (ministerios del Espíritu); y dar
una mayor cabida a los ministerios laicales.

En cuanto a la reorganización territorial, dos polos a tener en cuenta:


lo territorial y la promoción de ministerios, servicios, funciones. Al
mismo tiempo, dos puntos de mira: lo eclesiológico y lo sociológico. Y
tres maneras de entenderlo y ponerlo en práctica:
a) confección de un nuevo mapa pastoral que permita una visión
global de toda la Iglesia local. Se va de lo global a lo singular.
b) Agrupación de parroquias vecinas y semejantes, tanto por razones
pastorales como sociales, para, partiendo de la atención
preferente a estas agrupaciones singulares, ir elaborando un
nuevo mapa pastoral de la diócesis. La visión de globalidad es el
resultado final de un proceso orientado, obviamente, por unos
criterios mínimos y consensuados.
c) El obispo diocesano nombra un equipo de presbíteros para una
determinada zona o agrupación de parroquias- contando siempre
que se pueda con el consentimiento de la gran mayoría de
sacerdotes- y les encomienda trabajar conjuntamente y proceder
a la agrupación de las diferentes realidades pastorales.

El primero es un modelo preferentemente más deductivo (en cuanto


prima la globalidad) (ejemplo Pamplona); el segundo, más inductivo
(ejemplo Oviedo); y el tercero más episcopal-ministerial (ejemplo
Bilbao).
¿Cuáles son las dificultades que se perciben a la hora de la
reorganización territorial?:

18
- Una feligresía tradicional, de edad avanzada, que quiere que todo
siga como hasta el presente.
- La afección a la propia parroquia, que impide compartir recursos
materiales y humanos.
- El miedo a lo nuevo, a lo desconocido.
- Las parroquias mejor dotadas de recursos no sienten ninguna
necesidad de participar en el nuevo proceso.
- La desconfianza en la voluntad real del consejo de Gobierno
diocesano.

Finalmente se habla de los laicos con encomienda pastoral. Se


distingue una variada tipología:
1. Encomiendas en régimen de voluntariado en el anuncio de palabra
(catequistas), animación litúrgica, promoción de la caridad.
Lo más positivo: crece la conciencia de corresponsabilidad. Lo
menos positivo: capacitación y formación, problemas de relación
con los profesionales.
2. Docencia de religión con “missio canónica”. Lo más positivo: buen
trabajo y buena voluntad. Lo menos positivo: las reivindicaciones
laborales pueden imponerse sobre lo vocacional.
3. Celebraciones dominicales en ausencia de presbíteros. Lo más
positivo: conciencia de corresponsabilidad y desarrollo de
ministerios. Lo menos positivo: falta formación en los agentes y
sensibilización en quienes los reciben; condena de comunidades a
la no presencia regular del presbítero; tal vez no poner todo el
acento en la pastoral vocacional al sacerdocio ministerial.
4. Encomienda pastoral y con liberación económica (con proceso de
discernimiento vocacional y compromiso de formación). Está muy
en mantillas y en una Iglesia más bien “pobre”.

En resumen, se ofrecen dos grandes modelos:


a) El alemán: laicos que han realizado un discernimiento vocacional,
con alta formación teológica, trabajo como plena dedicación y
entendido como carrera profesional, definidos los servicios
pastorales y el estatuto de remuneración económica.
Problemas más importantes de esta experiencia: dependencia del
obispo, problemas de tipo laboral, dependencia del Estado en
cuanto al tema económico (impuesto religioso), funcionarización y
poca participación de la comunidad a la hora de elegir a quienes
deben prestar un servicio pastoral.
b) El francés y suizo: lo anterior, en escala más “económica” y
protección “menos jurídica”, pero donde la comunidad juega un
papel importante.

19
Problemas más llamativos: amenaza de presidir la Eucaristía si no se
resuelve el tema de la escasez presbiteral.

Un punto aparte es la fundamentación jurídica de los laicos con


encomienda pastoral:
a) Para unos, es una forma de participación “delegada” en la cura
pastoral y en las funciones episcopales como lo es el ejercicio
pastoral del presbítero (J.Grange).
b) Para otros, son simples colaboradores del ministerio presbiteral
(J.C.Perisset). No participarían de la cura pastoral sino que reciben
un oficio para actuar como colaboradores estables y permanentes
del presbítero moderador que es el verdadero “pastor”.
c) Finalmente, otros lo entienden como una corresponsabilidad desde
el carisma propio (A.Borras, A. Montan). Esto quiere decir que todos
son titulares de la cura pastoral, pero en grados diferentes.
Igualdad radical de todos y diversa cooperación en la edificación
del único Cuerpo de Cristo.

Como conclusión, se aboga por unir tres aspectos: la reorganización


del territorio, potenciar equipos apostólicos, y proyecto de acción
pastoral con los ministerios específicos.

La editorial Monte Carmelo inició hace unos pocos años la colección


“Diccionarios Norte”. El tema de los ministerios es abordado al menos
en dos de ellos.

El primero, en el año 2003, en el “Diccionario del agente de pastoral


litúrgico”. D. Borobia (pp. 386-387) resume el tema de los ministerios
instituidos distinguiendo entre servicio y ministerio. Y nos ofrece las
claves para que pueda darse un verdadero ministerio laical: que la
persona esté capacitada (carisma) y cualificada (preparación o
formación necesaria), que tenga experiencia en el ejercicio de la
función (ejercicio pastoral); que sea aceptada por la comunidad
cristiana a la que desea servir (ejemplo de vida); que acepte el
compromiso con cierto grado de pertenencia (entre 3-5 años); que
reciba la encomienda y sea enviado oficialmente por el obispo o su
representante. Sólo con esas condiciones se puede hablar de
ministerio para distinguirlo de servicio si olvidar que todo ministerio
es para servir.

Por su parte, R. Calvo (pp. 483-487), escribe la voz Ministerios en el


“Diccionario del laicado y Movimientos y asociaciones laicales”

20
(2004). Se recuerda cómo la Iglesia se articula desde lo carismático y
lo ministerial. El desarrollo de los ministerios vendría por una triple
dimensión:
1. Valorar el bautismo y lo que supone de compromiso ministerial.
2. Necesidades y estructuración eclesial para cumplir su misión.
3. Necesidades de evangelización.
De la confluencia de los tres factores anteriores, se detectan cinco
vías para el desarrollo de los ministerios:
a. Servicios de dirección: responsabilidad o coordinación de áreas o
sectores, consejos de pastoral y de economía, etc.
b. Servicios para la celebración y la liturgia.
c. Servicios de transmisión y profundización de la fe: teólogos,
catequistas, etc.
d. Servicios para el compromiso cristiano en lo social.
e. Servicios para anunciar la buena nueva, tanto a los alejados como
a los no creyentes.

Recuerda, finalmente, R. Calvo que existen otras distinciones en el


tema de los ministerios, como la clásica entre instituidos y
reconocidos; o la de ministerios permanentes y esporádicos.

Precisamente R. Calvo vuelve a hablar del tema de los ministerios, en


clave de futuro y creativa, dentro una interesante obra de pastoral
publicada en el 200411. Lo que afecta a nuestro interés, aunque se
fundamenta en todo lo que escribe anteriormente, se inserta en el
apartado “Unos nuevos animadores pastorales” (p. 295-300).

Se subraya que todo el Pueblo de Dios es co-protagonista de la


animación pastoral. El papel específico de los pastores no es colocado
fuera de la comunidad ni frente a ella sino en constante correlación
con todos los miembros eclesiales, llamados a una misión activa.
Desde esta perspectiva, la acción pastoral se entiende como el
carisma (don) que el Espíritu concede a su iglesia toda, en y desde las
católicas iglesias locales para bien de su propia edificación al servicio
del Reino. Pero es un carisma global que necesita de personas
concretas y de sujetos colectivos en el entramado interpersonal de la
comunión. Por todo ello se necesitan animadores de pastoral
creativos que, lógicamente, llevarán a suscitar ministerios nuevos.

En la misma dinámica de abrir caminos nuevos para la identidad y


misión de los laicos, encontramos el libro de C. García de Andoin 12. En

11
R.CALVO, Hacia una pastoral nueva en misión, Monte Carmelo, Burgos 2004.
12
C. GARCIA DE ANDOIN, Laicos cristianos, Iglesia en el mundo, Ediciones HOAC, Madrid 2004.

21
el capítulo IX se habla de impulsar la corresponsabilidad y la
ministerialidad laical (pp. 291-330). Y se subraya la “precaria y
sumergida realidad de los ministerios confiados a los laicos” (p.304).

Las cuestiones que se plantean son de diverso índole:


a. Indole Pastoral: Si los laicos deben ejercer ministerios más hacia
dentro (eclesiales) o hacia fuera (sociedad); si deben ser ejercicios
desde la liberación para ello o desde el voluntariado; si los
ministerios deben estar respaldados por el envío oficial o no; en el
tema del discernimiento, qué papel corresponde a la persona y
cuál a la comunidad; qué formación se necesita y cómo designar
de forma adecuada los ministerios.
b. Indole existencial y teologal, donde está en juego el concepto y la
vivencia de Iglesia y la relación con el mundo. Así como la
complementariedad entre ministerios ordenados y no ordenados.

C. García de Andoin se atreve a plantear tres problemas muy


concretos (pp-316-325):
1. Si los ministerios laicales derivan del bautismo o son una
colaboración/participación en el ministerio ordenado.
2. Si los ministerios laicales son solo extraordinarios o primicia de
una nueva ministerialidad.
3. Si se debe mantener la diferencia esencial y no de grado entre
sacerdocio ministerial y sacerdocio común.

Finalmente se aboga por una nueva clarificación en el tema de los


ministerios
(pp. 325-330), promovido, como sucede en el caso francés, por la
reordenación territorial. Porque no se puede olvidar que la Iglesia no
es comprensible sin la ministerialidad pero los ministerios han tenido
diferentes concreciones a lo largo de la historia. Los rasgos de los
ministerios derivados de los sacramentos como los fundados en una
estrecha asociación al ministerio sacerdotal ofrecen estos rasgos:
ministerios abiertos tanto a hombres como mujeres; ministerios más
temporales; ministerios más seculares; ministerios más poliformes y
analógicos (con remuneración o no, estables y menos estables,
casados y célibes, etc); mucha atención a la formación; y una
equilibrada relación entre ministerio laical y ministerio presbiteral y
entre ministerios y comunidad.

Entre el 2005 y el 2006 han aparecido diversos diccionarios donde se


tocan, de diversa manera, las voces sobre ministerio-ministerios. Así

22
M. Guerra, al hablar sobre Ministerio y Ministerio 13, recuerda que
todos los bautizados participan del único sacerdocio de Cristo y que
todos ejercen diversos ministerios, si bien se debe diferenciar entre
sacerdocio ministerial y otros ministerios. Por su parte, J. Camarero se
centra en el ministerio de la Palabra14.

N. López Martínez, se encarga de la voz Ministerio en el “Diccionario


de Teología”15. Distingue entre las diversas formas de servicio
eclesial. Algunas (episcopado, presbiterado y diaconado) presuponen
la recepción del sacramento el orden; otro (ministerio petrino) por la
legítima elección canónica (c. 332); otros, por la institución mediante
un sacramental (lector y acólito); y otros incumben a todos los
cristianos por el hecho mismo de serlo. Entre todos los ministerios se
da jerarquización e interdependencia.

Finalmente, R. Gerardi16 vuelve a fundamentar los ministerios


eclesiales en la dimensión cristológica y eclesiológica; distingue entre
ministerios ordenados y ministerios laicales. Y éstos, los laicales, se
dividen en instituidos y “ministerios de hecho”, suscitados por el
Espíritu y que ofrecen una gran variedad. En cualquier caso, los
ministerios, siguiendo el documento de la Conferencia Episcopal
Italiana “Evangelización y ministerios” (1977), ofrecen las siguientes
características: origen sobrenatural (nacen del Espíritu Santo); fin y
contenido eclesial; prestación estable no sólo temporal y transitorio;
reconocimiento público en la comunidad. Se aporta una nota
importante: los ministerios son para la comunión, son siempre
“junturas y medios de comunión” porque provienen del único espíritu
de Cristo que anima a la Iglesia. Y son para construir un único cuerpo.

Y, para el futuro, se proponen las siguientes pautas:


1. Promover los ministerios.
2. El bautismo y la confirmación son los sacramentos básicos de
donde dimanan los ministerios cristianos.
3. Como no se encuentran en estado puro, hay que hacer que
emerjan y que se tome conciencia de ellos.
4. Que un ministerio produzca fruto no depende sólo del carisma
recibido del Espíritu Santo o del reconocimiento de la Iglesia, sino
también de la santidad del ministro, de la fe y caridad reales.

13
Profesores de la Facultad de Teología de Burgos, Diccionario del Sacerdocio, BAC, Madrid 2005, 430-441.
14
Profesores de la Facultad de Teología de Burgos, Diccionario del Sacerdocio, BAC, Madrid 2005, 442-455.
15
A.A.VV., Diccionario de Teología, EUNSA, Pamplona 2006, 640-644.
16
AA.VV., Diccionario de Pastoral Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 686-693.

23
Entre la bibliografía más reciente, nos hacemos eco, por último, de un
libro de J. Aldazábal17. El autor recuerda cómo es toda la comunidad la
que celebra y los ministerios se otorgan al servicio de la comunidad.
Los ministerios litúrgicos se dividen en ordenados, instituidos,
reconocidos y “de hecho” (pp. 15-18). Los rasgos comunes de los
buenos ministros serían: personas de buena fe; que participan en la
liturgia; que entienden su ministerio como servicio; que existe
coordinación entre ellos; distribuidos en diversidad de personas y no
cumulados en una persona; formación y preparación; y mejorando
progresivamente en sus condiciones humanas (pp. 21-25). Dejamos
los ministerios de Presidencia y de Diácono y nos centramos en los
denominados ministerios confiados a los laicos. En principio, J.
Aldazábal, diferencia ministerios en tres ámbitos (pp. 55-59):
1. En el ámbito de la Palabra.
2. En el ámbito de los servicios de la caridad.
3. En la dirección de la comunidad
4. En la celebración litúrgica: tanto en la preparación y celebración
de los sacramentos en colaboración con el sacerdote, como en la
celebración de la Eucaristía, y en la ausencia o espera del
presbítero.

De todos estos ministerios, que incluye a la mujer, J.Aldazábal (pp.69-


239) destaca de forma pormenorizada los siguientes: sacristán,
servicio de acogida, monitor o comentarista, acólito, lector, director
de canto, coro, salmista, organista, ministro de la comunión, equipo
de liturgia, padrinos y celebrantes dominicales en ausencia del
presbítero. Se concluye con una llamada de atención conocida: hay
que promover los varios ministerios y recordar que los ministerios no
son sólo litúrgicos (pp. 242-243).

Fruto de la XVII Semana de Teología Pastoral, el Instituto Superior de


Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca, publicó la obra
Hablan los laicos (2007)18.

En la parte segunda, en la sección de Coloquios, se planteó


expresamente el tema “Ministerios laicales, ¿cuáles?”. En una
primera intervención, Javier del Barrio 19, desde la Renovación
Carismática Católica, habla de tres nuevos ministerios (pp. 186-187):

17
J.ALDAZABAL, Ministerios al servicio de la comunidad celebrante, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona
2006.
18
INSTITUTO SUPERIOR DE PASTORAL, Hablan los laicos, Verbo Divino, Estella 2007.
19
Servicios laicales en una parroquia, 179-188.

24
1. Servicio para la liberación del malestar interior o consejero moral.
Se refiere a la falta de sentido de la vida, a la falta de identidad
personal, a la ausencia de valores, al vacío interior.
2. Servicio de visita a enfermos, ministros de los enfermos. Serían
hombres y mujeres dotados de carisma para sintonizar con la
situación anímica de los enfermos, especialmente de los más
graves. Se trata de una ayuda no sólo anímica sino de saber
descubrir la presencia del Señor.
3. Tutorías espirituales en el campo educativo. Se trata de una
especial y personal atención a los alumnos y de su orientación
existencial.

Entre los nuevos ministerios laicales, añadimos además, por su


originalidad y funcionalidad, otros tres: el denominado animador de
grupos, el coordinador pastoral, y el animador de la cultura.

El animador de grupos ha tomado cuerpo y se ha visto consolidado


dentro de la nueva Acción Católica, especialmente en el campo
juvenil. Junto al Consiliario, son dos como dos pilares troncales para
que los grupos crezcan y cumplan su misión20.

La figura y ministerio del coordinador pastoral se contempla como un


verdadero y necesario servicio en favor de la comunidad parroquial
en sus diversas dimensiones o ámbitos. Figura desarrollada
especialmente en América Latina. Dicha figura no está llamada a
trabajar en solitario, sino formando un verdadero equipo con otros
cualificados agentes de pastoral21.

Más novedoso y llamativo resultará, sin duda, el ministerio del


animador de la cultura, especialmente en la denominada
“cibercultura”. Los obispos italianos hablan de dicho ministerio 22 como
complementariedad de quienes ejercen ministerios litúrgicos,
catequéticos o de caridad. No suplanta los demás sino que potencia la
creatividad y la imaginación a la hora de evangelizar en la nueva
cultura emergente. Es fruto de una Iglesia que se sabe misionera y de
puertas abiertas. Para entender la figura del animador de la cultura
hay que explicar lo que significa la sala de la comunicación creativa:
”Estas salas se han convertido en algo propedéutico al templo, punto

20
Cf. COMISION EPISCOPAL DE APOSTOLADO SEGLAR, La pastoral y la Acción Católica en la Iglesia
Diocesana, EDICE, Madrid 2000; R.BERZOSA, Voz “Acción Católica” en “Diccionario de Pastoral y
Evangelización”, Monte Carmelo, Burgos 2000, 15-17.
21
Cf. J.L. GARCIA, El coordinador de Pastoral, PPC, Madrid 2007.
22
CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, comunicación y misión. Directorio sobre las comunicaciones sociales
en la misión de la Iglesia, EDICE, Madrid 2005.

25
de referencia y de interés también para los alejados, servicio al
Pueblo de Dios, y también a todos los hijos de Dios dispersos” (Juan
Pablo II).

Hay que reservar en las obras parroquiales un ámbito para destinarlo


a la sala de la comunicación y a los varios servicios que ésta puede
prestar a la comunidad misma y a los alejados. Esta sala no se
entiende sin más como la del cine-club clásico, sino como una
verdadera y propia estructura pastoral al servicio de la comunicación
creativa y evangelizadora y del encuentro con creyentes y alejados.
Puede servir para la primera evangelización y para consolidar la
comunidad. Basta disponer de un espacio equipado con algunos de
los modernos instrumentos de la comunicación audiovisual. Algunos
de los varios servicios que dicha Sala puede prestar a la comunidad,
siempre con el buen hacer del animador, serían los siguientes:
a) Las posibilidades de Internet e Intranet: correo electrónico, chatt,
faq –preguntas y respuestas-, grupos de discusión. Sin olvidar los
SMS y MMS que pueden ayudar a crear “familia” (fechas de
cumpleaños, recordatorios en tiempos litúrgicos fuertes, y en
domingos y fiestas...)
b) Grabación y proyección de documentales, en Vídeos y DVDs...
c) Celebraciones con niños, adolescentes y jóvenes...
d) Conferencias y debates23.

En este tema de los ministerios, y antes de subrayar algunas palabras


finales, quisiera recordar tres frases agudas y certeras como dardos:
“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto,
cambiaron todas las preguntas” (Mario Benedetti).
“Hacer una y otra vez lo mismo esperando respuestas diferentes, es
una locura” (Einstein).
“En el Evangelio no se dice tanto cómo deben ser las ovejas (que se
las acepta tal y como son), sino cómo deben ser los pastores”
(Carmen Pellicer).

Es toda una llamada a saber unir creatividad y fidelidad en una Iglesia


toda ella Misterio de Comunión para la Misión.

6.- Palabras finales.

23
Cf. R. BERZOSA MARTINEZ; Transmitir la fe en un nuevo siglo, DDB, Bilbao 2006; ID., La parroquia en la
cibercultura: “Signo” 11 (septiembre-octubre 2006) Pliego Central.

26
A la hora de cerrar estas líneas nos llega la Exhortación Postsinodal
“Sacramentum Caritatis” (22-2-07)24. También tiene que ver con
nuestro tema, principalmente (no exclusivamente) en los siguientes
números: Asambleas dominicales en ausencia de sacerdote (n.75);
Eucaristía y fieles laicos (n.79); estructura de la celebración
eucarística (nn. 43-51); y papel activo de la familia en el proceso y
sacramentos de la iniciación (n. 19). En lo que se refiere a las
celebraciones, principalmente de la Liturgia de la Palabra, dirigidas
por un diácono o por un laico responsable de la comunidad, se
recomienda, de forma prudente tres cosas: que se siga el ritual
aprobado por la Conferencia Episcopal, que el permiso para repartir la
comunión haya sido otorgado expresamente por el Ordinario y que,
dichas asambleas, no se confundan con el rol, ni mucho menos
anulen, el papel propio del sacerdote. Se recomienda, finalmente, que
se forme en una sana eclesiología y que se ruegue al dueño de la
Mies a favor de las vocaciones al ministerio sacerdotal. En cualquier
caso, pide a los sacerdotes que no dejen mucho tiempo a las
comunidades sin la celebración eucarística. Por lo demás, se
recuerda, en el resto de los epígrafes señalados, que la Eucaristía se
continúa en la vida, que los laicos están llamados a participar
activamente en las celebraciones (siempre desde su rol y condición),
y que la familia adquiere un papel imprescindible como mistagoga y
acompañante de la fe para las generaciones más jóvenes.

Para concluir nos preguntamos si, más allá de los planteamientos


teológicos y doctrinales, el tema de los ministerios ha cuajado, y
cómo, en la “praxis ordinaria” de nuestras iglesias. Para responder a
ello nos llega un Directorio de la Diócesis de Osma-Soria 25, que puede
ser ejemplo significativo de cómo está la situación en general. En
dicho Directorio se recuerda qué es un ministerio laical y cómo
existen variedad de ministerios, servicios y funciones. Y, dentro de los
ministerios, se diferencian los ministerios instituidos, los ministerios
reconocidos (con dos niveles: servicios espontáneos y con un
reconocimiento sólo de hecho) y los ministerios extraordinarios.

Se deben promocionar los ministerios, servicios y funciones de los


laicos (pp. 3-9).

Cuando se trata de concretar los ministerios, se establecen los


siguientes: entre los ministerios instituidos, los de lector y acólito.
24
BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Sacramentum Caritatis, Editrice Vaticana, Vaticano 2007.
25
DIOCESIS DE OSMA-SORIA, Directorio de los ministerios laicales en la Diócesis de Osma-Soria, Separata del
Boletín Oficial del Obispado (Julio-Agosto 2006). Se pueden ver otros Directorios como por ejemplo: DIOCESIS DE
VALLADOLID, Ministerios laicales en la Diócesis de Valladolid, Valladolid 2001.

27
Entre los ministros extraordinarios, el de la comunión. Y, en otro
orden, el de los ministros de las celebraciones dominicales en espera
de presbítero, el de catequista estable, y el de ministerio de la
caridad (pp. 10-25). Para promover los ministerios laicales, se han de
dar los siguientes pasos: convocatoria y discernimiento, formación,
rito para conferir la misión, y evaluación (pp.26-27).

Tras la lectura de éste, como de otros Directorios, hay que concluir


que se ha avanzado sin duda en el tema de los ministerios laicales.
Tal vez más obligados por la nueva realidad pastoral cambiante que
por planteamientos teóricos. La norma seguirá siendo en el futuro la
señalada por el Vaticano II en sus documentos: creatividad en la
fidelidad. Sin olvidar unas proféticas palabras del cardenal J.
Ratzinger, hoy Benedicto XVI en un contexto análogo al que hemos
venido tratando: “Participad en la edificación del único cuerpo. Los
pastores estarán atentos a no apagar el Espíritu (Tes 5,19) y vosotros
aportaréis vuestros dones a la comunidad entera. Una vez más: el
Espíritu sopla donde quiere, pero su voluntad es la unidad. El nos
conduce a Cristo, a su Cuerpo…El Espíritu Santo quiere la unidad,
quiere la totalidad. Por eso, su presencia se demuestra finalmente
también en el impulso misionero 26”. Estas palabras del Papa pueden
servir para poner broche de oro al cometido del presente escrito.

26
J. RATZINGER; Los movimientos en la Iglesia. Nuevos soplos del Espíritu, San Pablo, Madrid 2006, 148-149.

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