Los Ministerios
Los Ministerios
Los Ministerios
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arriesgarse al “ghetto”, al grupo cerrado, a la secta. Quedarse sólo
con la misión sería reducir la Iglesia a una empresa de acciones
humanas y técnicas pastorales.
La Iglesia es misterio de comunión para la misión. En cuanto a la
comunión, esa “unión común” no expresa tanto la unidad entre las
iglesias cuanto la unidad de la Iglesia en cuyo ser (el ser una y única)
se identifican todas ellas. En esa conjugación entre “lo uno y lo
múltiple” es donde se vislumbra el modelo mistérico trinitario. La
Iglesia es fundamentalmente expresión de la comunión trinitaria,
comunidad de fe, esperanza, caridad, y fraternidad vivida. Y, por lo
mismo corresponsabilidad.
La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios Padre, Por
Jesucristo, en el Espíritu Santo.
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PC 15). Comunión en el Espíritu Santo. Él es quien guía a la
comunidad de los santos y convocados por el Pare, confirmados en el
Hijo, hacia la plena comunión y unidad (Gal 5,16-18; 1 Cor 12,4-11; 2
Cor 13,13). El Espíritu Santo, que vive en los creyentes y en la Iglesia,
realiza aquella maravillosa comunión de los fieles y une tan
íntimamente a todos en Cristo que es el principio de unidad en la
Iglesia (UR 2). El Espíritu Santo es para la Iglesia y para todos y cada
uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio) y de
unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción
del pan y en la oración (LG 13). El Espíritu Santo unifica, sin
uniformidades, y regala diversos dones jerárquicos y carismáticos (AG
4; LG 4).
Pero el misterio de la comunión no es sólo con Dios Trino, sino con los
hermanos. Porque la comunión se hace fraternidad desde la
participación en la vida teologal de Dios, sabiendo que esa
fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los
hombres ofrece, al menos, estas características: comunitariedad,
pluriformidad en la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad,
participación y corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas
que hace posible la experiencia sinodal y articulan y se expresan en
dicha experiencia.
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Insistimos en la realidad de misión para la nueva evangelización. Esta
dimensión se desgrana en diversos aspectos:
- evangelizar en cuanto tal (anuncio de la Buena Noticia),
- catequizar (profundizar en lo anunciado),
- celebrar la fe,
- vivirla y expresarla mediante el ejercicio de la caridad y el
compromiso social personal y comunitario.
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c) y, otros, por designación de la Iglesia: ejem. los “colaboradores”
de los que se habla en Ac 6,1-6; 13, 1-3 ó en las cartas paulinas (1
Cor 16,16; 1 Tes 5,12; Rm 16,1, etc).
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El Nuevo Catecismo de la Iglesia (1994), al hablar de los fieles
cristianos (nn.871-873) reconoce que entre los bautizados se da una
verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, pero existen
diversos ministerios, carismas y dones. Algunos, incluso, pueden ser
llamados a colaborar con los pastores (n. 910). Todo para la común
edificación del único cuerpo de Cristo.
6
b) ministerios estables no sacramentales o instituidos: los
principales, hoy, son lector y acólito;
c) ministerios sacramentales y públicos: tienen como base el
sacramento del orden.
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estado fundamental común a todos los bautizados que los distingue
de los que no son. Hay, pues, una vocación común a todos, que es la
de cooperar en la edificación de la Iglesia y la de actuar la misión que
tiene que cumplir por mandato de Cristo en el mundo. Cada uno la
cumple según sus funciones y su propia condición jurídica.
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En el munus regendi se expresan: las funciones de carácter consultivo
(nombramiento de obispos y párrocos) (cc. 377,3; 524); participación
en concilios particulares y sínodos diocesanos (cc. 443; 463) y en los
consejos pastorales (diocesanos y parroquiales) (cc. 512, 519, 536).
Funciones de dirigentes o técnicos: moderador en asociaciones laicas
públicas (c. 317,3); administración de bienes eclesiásticos (c. 956; c.
1282); oficios en los tribunales: asesor (c. 1424), auditor (c.1428),
promotor de justicia y defensor del vínculo (c.1435), notario (c.1436,
c.438), procurador y abogado (c.1482), perito (c.1574), ayudante en
los interrogatorios (c.1528 y c.1717), peritos en los procesos
administrativos (c.1718), mediador (c.1733), encargado de encontrar
solución en las controversias administrativas (c.1733); delegado y
observador de la Santa Sede en Congresos Internacionales (c. 363).
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Como no podía ser menos, se reconoce a todos los fieles la
colaboración en la misión de la Iglesia, tanto en el orden espiritual a
la hora de llevar el mensaje de Cristo y su gracia a todos los hombres,
como en el orden temporal, a la hora influir y perfeccionar el orden de
las realidades temporales (p.6). Por ello, como recordaba ChL (n. 23),
los pastores son invitados a reconocer y promover los ministerios,
oficios y funciones de los fieles laicos que tienen su fundamento
sacramental en el bautismo y confirmación y, para muchos, en el
matrimonio. En orden a la nueva evangelización, se exige un
equilibrio entre “el especial protagonismo” de los sacerdotes y, al
mismo tiempo, la total recuperación de la conciencia de lo que
supone “la índole secular” en la misión del fiel laico (Chl, nº 15).
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Todas sus funciones (enseñar, celebrar, regis) forman una
unidad. Por lo tanto, el ejercicio, por parte de los laicos, de
alguna de estas funciones no les convierte en “pastores, sino en
colaboradores” (p. 13).
El ministerio ordenado es necesario para la existencia misma de
la Iglesia. “No se debe pensar en el sacerdocio ordenado como
si fuera posterior a la comunidad eclesial o como si ésta pudiera
concebirse como constituida sin este sacerdocio” (p. 14)
(Cf.ChL, nº 16). El sacerdocio ministerial es por tanto
insustituible.
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– se debe otorgar prioridad a los diáconos y agotar incluso la vía
de los sacerdotes mayores (pp. 22-24).
d) Participación de los laicos en organismos de colaboración en la
Iglesia particular:
– En el Consejo Presbiteral, sólo participarán sacerdotes en activo
y en comunión con el obispo. Ni fieles laicos ni diáconos.
– En el consejo pastoral y económico, diocesano y parroquial, los
fieles laicos participan como “consultores”, al no ser
organismos deliberativos. El consejo parroquial debe ser
presidido por un párroco; son nulos los acuerdos en ausencia
del párroco.
– Los grupos de expertos o de estudio no suplirán nunca a los
consejos presbiteral y pastoral.
– Los arciprestes serán siempre presbíteros (pp. 24-26).
e) El fiel laico y las celebraciones litúrgicas:
– a un fiel laico o a un diácono no le es permitido pronunciar las
oraciones y cualquier parte reservada al presbítero. No se
puede ejercer una especie de “cuasi presidencia”, dejando al
sacerdote “lo mínimo” para garantizar la validez de la
Eucaristía. Tampoco los laicos pueden utilizar ornamentos
reservados al sacerdote o al diácono (estola, casulla, dalmática)
(pp. 26-27).
– En cuanto a las celebraciones dominicales en ausencia de
presbítero, se debe tener especial mandato del obispo y son,
siempre, ocasionales. No se pueden utilizar elementos propios
de la liturgia sacrificial (ejem. plegaria eucarística).
– El ministro extraordinario de la Sagrada Comunión, también
fuera de la Eucaristía, lo es cuando la necesidad lo reclama. Se
puede nombrar “ad actum” (para el momento) por el sacerdote
que preside la Misa. Es siempre de suplencia y extraordinario.
Estos ministros no deben hacer la comunión ellos mismos como
si fueran concelebrantes; tampoco se deben asociar a las
promesas de los sacerdotes del día de jueves santo (pp. 28-29).
f) El fiel laico y las celebraciones sacramentales:
– no puede un fiel laico administrar la unción de enfermos, ni con
óleo bendecido para la unción ni con óleo no bendecido. La
unción guarda estrecha relación con el sacramento de la
reconciliación y la digna recepción de la Eucaristía (pp. 30-31).
– La asistencia a los matrimonios, por parte de los fieles laicos,
requiere tres notas: ausencia objetiva de sacerdotes; que el
obispo obtenga el voto favorable de la Conferencia Episcopal;
necesaria licencia de la Santa Sede. Excepto el caso
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extraordinario del c.1112, ningún sacerdote puede delegar a un
fiel laico para asistir a un matrimonio (p. 31).
– En cuanto al bautismo, la ausencia de presbítero o el
impedimento del mismo, que justifican el que un fiel laico
pueda bautizar, no pueden asimilarse a las circunstancias de
excesivo trabajo del ministro, o a su no residencia en el
territorio de la parroquia, o a su no disponibilidad para el día
previsto por la familia (pp. 31-32).
– La animación de exequias sólo puede ser ejercida por un fiel
laico por verdadera falta del ministro ordenado y observando
siempre las normas litúrgicas (pp. 32).
5
B. SESBÜE, ¡No tengáis miedo! Los ministerios laicales en la Iglesia hoy, Sal Térrea, Santander 1998, 195-197
6
J.RIGAL, Descubrir Los ministerios, Secretariado Trinitario, Salamanca 2001.
13
apartado habla de ministerios como “cooperación habitual en el
apostolado jerárquico” (siguiendo a LG 33) y de ministerios como
“suplencia” de ministros ordenados (LG 35). Pero reconoce que en
nuestros días la presión de los hechos ante las necesidades evidentes
ha sido un factor de evolución y progreso mayor que el desarrollo
propiamente teológico (p. 131).
7
Cabe la posibilidad, según el autor, de que sean conferidos también a mujeres: Cf. La Nota de la Sagrada
Congregación para Los Sacramentos y el Culto Divino, Novit Profecto (27-10-1977).
14
sociales y políticas, salud, medios de comunicación, acción caritativa,
etc). Tratan de animar una doble realidad: la comunidad y la vida
social (pp. 222-223).
8
J.PEREA, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Desclée de Brouwer, Bilbao 2001.
15
- la complementariedad entre presbíteros y laicos para no caer el
clericalismos y en “laicalismos”;
- mantener siempre en el horizonte la dimensión secular y la
pluralidad de opciones en materia sociopolítica;
- y, finalmente, la resolución de la “presidencia” de los laicos a
tenor del c.517, 2.
Sin salirnos del año 2001, D. Borobio publica una obra que culmina
sus trabajos anteriores sobre ministerios laicales 9. En su
planteamiento, se unen ministerios y corresponsabilidad eclesial (pp.
19-28). La corresponsabilidad se entiende desde un ser “todos”
Iglesia, participar en la misma misión, ser todos servidores de la
comunión y participar de carismas. Los ministerios son precisamente
mediaciones al servicio de la Palabra, de la liturgia y de la comunión.
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f) El ministerio de reconciliación y pacificación con su función laical
de consejo y acompañamiento, de mediador de paz y
reconciliación, de acogida y fraternidad (pp. 301-336).
g) El ministerio de animación litúrgica y de comunión (pp. 337-360).
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variado; donde se sigue dando importancia a la Enseñanza Religiosa
Escolar; y donde se sigue manteniendo una cierta situación jurídica
“protegida” por el Estado.
18
- Una feligresía tradicional, de edad avanzada, que quiere que todo
siga como hasta el presente.
- La afección a la propia parroquia, que impide compartir recursos
materiales y humanos.
- El miedo a lo nuevo, a lo desconocido.
- Las parroquias mejor dotadas de recursos no sienten ninguna
necesidad de participar en el nuevo proceso.
- La desconfianza en la voluntad real del consejo de Gobierno
diocesano.
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Problemas más llamativos: amenaza de presidir la Eucaristía si no se
resuelve el tema de la escasez presbiteral.
20
(2004). Se recuerda cómo la Iglesia se articula desde lo carismático y
lo ministerial. El desarrollo de los ministerios vendría por una triple
dimensión:
1. Valorar el bautismo y lo que supone de compromiso ministerial.
2. Necesidades y estructuración eclesial para cumplir su misión.
3. Necesidades de evangelización.
De la confluencia de los tres factores anteriores, se detectan cinco
vías para el desarrollo de los ministerios:
a. Servicios de dirección: responsabilidad o coordinación de áreas o
sectores, consejos de pastoral y de economía, etc.
b. Servicios para la celebración y la liturgia.
c. Servicios de transmisión y profundización de la fe: teólogos,
catequistas, etc.
d. Servicios para el compromiso cristiano en lo social.
e. Servicios para anunciar la buena nueva, tanto a los alejados como
a los no creyentes.
11
R.CALVO, Hacia una pastoral nueva en misión, Monte Carmelo, Burgos 2004.
12
C. GARCIA DE ANDOIN, Laicos cristianos, Iglesia en el mundo, Ediciones HOAC, Madrid 2004.
21
el capítulo IX se habla de impulsar la corresponsabilidad y la
ministerialidad laical (pp. 291-330). Y se subraya la “precaria y
sumergida realidad de los ministerios confiados a los laicos” (p.304).
22
M. Guerra, al hablar sobre Ministerio y Ministerio 13, recuerda que
todos los bautizados participan del único sacerdocio de Cristo y que
todos ejercen diversos ministerios, si bien se debe diferenciar entre
sacerdocio ministerial y otros ministerios. Por su parte, J. Camarero se
centra en el ministerio de la Palabra14.
13
Profesores de la Facultad de Teología de Burgos, Diccionario del Sacerdocio, BAC, Madrid 2005, 430-441.
14
Profesores de la Facultad de Teología de Burgos, Diccionario del Sacerdocio, BAC, Madrid 2005, 442-455.
15
A.A.VV., Diccionario de Teología, EUNSA, Pamplona 2006, 640-644.
16
AA.VV., Diccionario de Pastoral Vocacional, Sígueme, Salamanca 2005, 686-693.
23
Entre la bibliografía más reciente, nos hacemos eco, por último, de un
libro de J. Aldazábal17. El autor recuerda cómo es toda la comunidad la
que celebra y los ministerios se otorgan al servicio de la comunidad.
Los ministerios litúrgicos se dividen en ordenados, instituidos,
reconocidos y “de hecho” (pp. 15-18). Los rasgos comunes de los
buenos ministros serían: personas de buena fe; que participan en la
liturgia; que entienden su ministerio como servicio; que existe
coordinación entre ellos; distribuidos en diversidad de personas y no
cumulados en una persona; formación y preparación; y mejorando
progresivamente en sus condiciones humanas (pp. 21-25). Dejamos
los ministerios de Presidencia y de Diácono y nos centramos en los
denominados ministerios confiados a los laicos. En principio, J.
Aldazábal, diferencia ministerios en tres ámbitos (pp. 55-59):
1. En el ámbito de la Palabra.
2. En el ámbito de los servicios de la caridad.
3. En la dirección de la comunidad
4. En la celebración litúrgica: tanto en la preparación y celebración
de los sacramentos en colaboración con el sacerdote, como en la
celebración de la Eucaristía, y en la ausencia o espera del
presbítero.
17
J.ALDAZABAL, Ministerios al servicio de la comunidad celebrante, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona
2006.
18
INSTITUTO SUPERIOR DE PASTORAL, Hablan los laicos, Verbo Divino, Estella 2007.
19
Servicios laicales en una parroquia, 179-188.
24
1. Servicio para la liberación del malestar interior o consejero moral.
Se refiere a la falta de sentido de la vida, a la falta de identidad
personal, a la ausencia de valores, al vacío interior.
2. Servicio de visita a enfermos, ministros de los enfermos. Serían
hombres y mujeres dotados de carisma para sintonizar con la
situación anímica de los enfermos, especialmente de los más
graves. Se trata de una ayuda no sólo anímica sino de saber
descubrir la presencia del Señor.
3. Tutorías espirituales en el campo educativo. Se trata de una
especial y personal atención a los alumnos y de su orientación
existencial.
20
Cf. COMISION EPISCOPAL DE APOSTOLADO SEGLAR, La pastoral y la Acción Católica en la Iglesia
Diocesana, EDICE, Madrid 2000; R.BERZOSA, Voz “Acción Católica” en “Diccionario de Pastoral y
Evangelización”, Monte Carmelo, Burgos 2000, 15-17.
21
Cf. J.L. GARCIA, El coordinador de Pastoral, PPC, Madrid 2007.
22
CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, comunicación y misión. Directorio sobre las comunicaciones sociales
en la misión de la Iglesia, EDICE, Madrid 2005.
25
de referencia y de interés también para los alejados, servicio al
Pueblo de Dios, y también a todos los hijos de Dios dispersos” (Juan
Pablo II).
23
Cf. R. BERZOSA MARTINEZ; Transmitir la fe en un nuevo siglo, DDB, Bilbao 2006; ID., La parroquia en la
cibercultura: “Signo” 11 (septiembre-octubre 2006) Pliego Central.
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A la hora de cerrar estas líneas nos llega la Exhortación Postsinodal
“Sacramentum Caritatis” (22-2-07)24. También tiene que ver con
nuestro tema, principalmente (no exclusivamente) en los siguientes
números: Asambleas dominicales en ausencia de sacerdote (n.75);
Eucaristía y fieles laicos (n.79); estructura de la celebración
eucarística (nn. 43-51); y papel activo de la familia en el proceso y
sacramentos de la iniciación (n. 19). En lo que se refiere a las
celebraciones, principalmente de la Liturgia de la Palabra, dirigidas
por un diácono o por un laico responsable de la comunidad, se
recomienda, de forma prudente tres cosas: que se siga el ritual
aprobado por la Conferencia Episcopal, que el permiso para repartir la
comunión haya sido otorgado expresamente por el Ordinario y que,
dichas asambleas, no se confundan con el rol, ni mucho menos
anulen, el papel propio del sacerdote. Se recomienda, finalmente, que
se forme en una sana eclesiología y que se ruegue al dueño de la
Mies a favor de las vocaciones al ministerio sacerdotal. En cualquier
caso, pide a los sacerdotes que no dejen mucho tiempo a las
comunidades sin la celebración eucarística. Por lo demás, se
recuerda, en el resto de los epígrafes señalados, que la Eucaristía se
continúa en la vida, que los laicos están llamados a participar
activamente en las celebraciones (siempre desde su rol y condición),
y que la familia adquiere un papel imprescindible como mistagoga y
acompañante de la fe para las generaciones más jóvenes.
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Entre los ministros extraordinarios, el de la comunión. Y, en otro
orden, el de los ministros de las celebraciones dominicales en espera
de presbítero, el de catequista estable, y el de ministerio de la
caridad (pp. 10-25). Para promover los ministerios laicales, se han de
dar los siguientes pasos: convocatoria y discernimiento, formación,
rito para conferir la misión, y evaluación (pp.26-27).
26
J. RATZINGER; Los movimientos en la Iglesia. Nuevos soplos del Espíritu, San Pablo, Madrid 2006, 148-149.
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