Construyendo Una Agenda de Género en Las Políticas Públicas en Salud. Tajer, D. 2012
Construyendo Una Agenda de Género en Las Políticas Públicas en Salud. Tajer, D. 2012
Construyendo Una Agenda de Género en Las Políticas Públicas en Salud. Tajer, D. 2012
En
libro Género y Salud. Las Políticas en acción. Lugar Editorial, 2012. Debora
Tajer (compiladora). Versión autorizada para curso ALAMES
1
Una primera versión de este texto fue elaborada para presentar en el Seminario ‘ Politicas Publicas,
Equidad en Salud y Genero: Desafíos para Centroamérica y Caribe’ organizado por la Escuela de Salud
Publica-Universidad de Costa Rica y la Asociacion Latinoamericana de Medicina Social-ALAMES con
el apoyo de la OPS los días 18 y 19 de marzo de 2002 en San José de Costa Rica. Una segunda versión
fue publicada en Memorias de la Universidad Intinerante “Políticas Públicas, Mujer y Salud” Edic.
Universidad Nacional del Cauca y RSMLAC, Popayán Colombia, 2004, 27-39
2
Licenciada y Doctora en Psicología (UBA), Magister en Ciencias Sociales y Salud (FLACSO/CEDES).
Profesora Adjunta de Estudios de Género (UBA). Directora de Investigación de Proyectos en Salud,
Subjetividad y Género. Coordinadora General de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social-
ALAMES (01/02). Ha realizado consultorías para la OPS, OMS, RSMLAC, UNFPA, CNM, DGMuj del
GCBA, entre otros. Participó como Experta en la Red de Conocimiento sobre Equidad de Género de la
Comisión de Determinantes Sociales en Salud de la OMS. Co compiladora de los libros “Psicoanálisis y
Género. Debates en el Foro” Lugar Editorial, 2000 junto a Irene Meler y “Saude, equidade e genero.
Um desafio para as politicas públicas” Ed UNBrasilia, 2000 con Ana María Costa, autora del libro
“Heridos Corazones. Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres” (Paidós, 2009) y compiladora
de “Género y Salud. Las políticas en acción”(Lugar,2012)
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Vamos entonces a tratar de responder cada una de estas preguntas como una guía
que nos permitirá entender el valor de esta propuesta.
1- ¿Qué significa incluir una mirada de género en salud?
Implica incorporar el modo en que las asimetrías sociales entre varones y
mujeres determinan diferencialmente el proceso salud-enfermedad- atención de
ambos grupos genéricos.
Asimetrías jerárquicas entre los géneros que, articuladas con otras diferencias
entre las personas que también son fuentes de inequidad en nuestras sociedades:
edad, etnia y clase social, establecerán perfiles de morbimortalidad específicos así
como modelos de gestión de la enfermedad diferencial.
¿Cómo operan entonces estas asimetrías sociales entre varones y mujeres en el
proceso salud-enfermedad-atención de cada género en tanto colectivo?
Estableciendo vulnerabilidades diferenciales relativas a los roles sociales que
mujeres y varones pueden y deben cumplir en el marco del patriarcado. Lo cual
determina modos diferentes de vivir, enfermar, consultar, ser atendid@s y morir.
Podemos identificar que en la división sexual del trabajo característica de este
período del patriarcado, encontramos una gran diversidad entre regiones geográficas
que alcanzan un gran abanico con mayores y menores grados de equidad entre los
géneros.
Para nuestra región latinoamericana, aun cuando las mujeres han avanzado
mucho en su presencia en el espacio público, se espera que continúen siendo las
principales cuidadoras de la familia y las agentes del sistema de salud en los hogares
basándose en su capacidad empática, receptiva y comprensiva. Por lo tanto existe en
simultáneo y casi sin entrar en crisis una mayor aceptación de la entrada masiva de
las mujeres al mercado de trabajo asalariado, pero sin una legitimación de la
redistribución de las tareas domésticas. Lo cual implica que las mujeres trabajadoras,
tienen como mínimo, dos jornadas de trabajo. Que se incrementa a tres jornadas si
hay algún familiar enfermo o que necesita cuidados que siempre son realizados por las
mujeres de la familia.
Esta triple jornada en varios países es promovida por el propio sistema de salud,
ejemplo de esto es la incorporación de los planes de apoyo con dinero a las madres de
familia para que compren servicios mínimos de salud para su familia relativos a
programas de focalización. Estos planes bastamente conocidos en la región y en otras
regiones del tercer mundo, son implementados bajo dos argumentos principales: el
primero basado en la idea de que las mujeres son más honestas y eficaces que los
varones para utilizar esos escasos fondos. El segundo, que abona estos planes que
incluyen un elemento de capacitación de estas mujeres, es que la morbimortalidad
infantil esta asociada con el indicador instrucción de la madre. Un componente
adicional es que se espera educar a las niñas para que puedan, en las próximas
generaciones, seguir reproduciendo eficazmente este rol de amortiguadoras de la
pobreza extrema.
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Y por último, un argumento transversal a los anteriores, esta representado por el
hecho que no se ha considerado que la supuesta mayor eficiencia de estas mujeres
para el sistema esta basada en la sobrecarga de las mismas, con su consiguiente
aumento del desgaste. Por lo tanto, con una mayor carga de malestar y morbilidad
para aquellas elegidas para mejorar los indicadores de salud de la familia.
En lo relativo a las mujeres como usuarias directas del sistema de salud, podemos
decir que las mismas son las que realizan la mayoría de las consultas puesto que es
habilitado socio- subjetivamente para el género femenino el expresar y consultar por
su malestar en salud, con lo cual suelen hacer consultas más precoces que los
varones.
Por otra parte, los varones deben cumplir con un rol de proveedor económico y
social, siendo sancionado cuando no pueden o quieren cumplir con dicho rol. Esto
genera perfiles epidemiológicos específicos por sobrecarga laboral y por
empeoramiento de las condiciones de su concreción. Para que los varones puedan
cumplir las expectativas relativas a su rol social, su socialización primaria les inhibe la
capacidad de registro de sus propios malestares, lo cual tiene efectos nefastos en la
detección primaria de enfermedad. Los varones llegan a los servicios de salud cuando
ya no dan más, por lo tanto con cuadros más avanzados lo cual complejiza su
pronóstico (Tajer D., 2009).
Si queremos abordar la salud de mujeres y varones desde una perspectiva de
equidad, nos percataremos que los problemas femeninos están basados en su
mayoría en cuestiones relativas al empoderamiento y carencia de recursos. Por su
parte las problemáticas de los varones son del orden de los costos de poder sostener
o no la hegemonía, por lo tanto son cuestiones mas ligadas a los excesos y a la
exposición a riesgos (Tajer D., 2009).
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Para lo que refiere a América Latina se le agregan otras dos razones locales que
tienen una misma raíz relativa a la característica militante de esta hermosa región del
planeta. Y estas dos razones son, por una parte, la historia de movilización en torno a
la salud como derecho que ha dado entre sus frutos una corriente teórico-política
como es la medicina social latinoamericana (o salud colectiva), y por otra parte, el gran
desarrollo y complejidad que presenta el movimiento latinoamericano de defensa de
los derechos de las mujeres.
Debido a esta raíz histórica es que actualmente existen mas desarrollos con
perspectiva de género relativos a la salud de las mujeres, que a las problemáticas
masculinas, lo cual contribuye a sostener la idea de que cuando hablamos de género
en salud, nos estamos refiriendo a salud de las mujeres y fundamentalmente a su
salud sexual y reproductiva.
4-¿Se puede utilizar esta perspectiva para los problemas de salud de los
varones?
Si y es deseable que así sea, puesto que para avanzar en una agenda de la
salud como derecho con perspectiva de género es importante incorporar a los varones
como colectivo tanto para pensar sus problemas específicos como género en el
proceso salud-enfermedad-atención, así como para valorar el modo en que sus
conductas y/o acciones pueden ocasionar daños en la salud de las mujeres y niños/as.
Para lo cual, es necesario trabajar en una línea que visibilice, para el equipo de
salud y para los propios varones, que las conductas ligadas a la masculinidad
hegemónica: el ejercicio del poder, la exposición a situaciones de riesgo para sí y los
demás, la resolución violenta de los conflictos, la falta de registro del cansancio y los
primeros síntomas de enfermedad, etc. los enferma como colectivo y genera daño en
la salud de las mujeres (Tajer D, 2009).
Podemos concluir que para poder utilizar en toda su potencia la categoría de
género en los problemas de inequidad en salud de mujeres y de varones debemos
partir de una modalidad mas dinámica y flexible en el uso de esta categoría. Esto
implica abordar la equidad desde una perspectiva de justicia, la cual no solo se
corresponde con problemáticas ligadas a la carencia, sino también a los excesos e
invisibilización.
Como ejemplo de esta dinamización en su uso, podemos valorar lo que
acontece con las cardiopatías isquémicas. Los varones tienen más riesgos de
padecerlas, por razones de género, pero las mujeres son peor atendidas y presentan
mayor mortalidad para todas las edades, también por razones de género. Entonces
tenemos en una misma patología inequidad es en el riesgo para los varones e
inequidad en la calidad de atención para las mujeres (Tajer D,2009).
II. ¿Qué necesitamos saber entonces para aplicar la perspectiva de género en las
políticas públicas en salud?
Cómo se aplica esta perspectiva en lo relativo a los problemas de salud de las
mujeres y sus inequidades
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Cómo se aplica esta perspectiva en lo relativo a los problemas de salud de los
varones y sus inequidades
Cómo incorporar una mirada de género en todas las áreas del relevamiento
de inequidad en salud
Habiendo sentado las bases para una aproximación general de como enfocar los
problemas de inequidad de género en mujeres y en varones, vamos a ahondar ahora
en el tercer eje de la propuesta para lo cual debemos preguntarnos:
III. ¿ Cuáles son los niveles en los que la diferencia entre los géneros se
transforma en inequidad en salud?
Estos son:
1- Distribución de los riesgos y relevamiento de necesidades en salud
2- Mecanismos y modelos de atención
3- Tipo de cobertura y financiamiento
4- Los costes de género de los cuidados de la salud
5- La evolución de los tipos de familia y de la relación con el sistema
sanitario
6- Gestión y toma de decisiones
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En el plano subjetivo y de los roles sociales es necesario identificar y responder
adecuadamente a las condiciones de riesgo diferentes asociados a conductas relativas
a cada género e identificar el acceso y control diferencial con respecto a los recursos
intrafamiliares y públicos relacionados con la salud.
En el plano de las condiciones o problemas de salud que serían el aspecto mas macro
o social del abordaje identificar cuando estos son:
Exclusivos de uno de los dos sexos
Mas prevalente entre las mujeres o entre los hombres
Que tienen consecuencias (físicas, psicológicas o sociales) diferentes para los
hombres y para las mujeres.
Con factores de riesgo diferentes para varones y para mujeres
Ante los cuales mujeres y varones responden de manera diferente
Ante los cuales el sistema (institucional, familiar, comunitario) responde de
manera diferente según se trate de hombres o de mujeres
3
No se basan en indicadores desagregados por sexo, ni toman las diferencias e injusticias en las
relaciones de poder y roles entre los géneros en la determinación del proceso salud- enfermedad-
atención.
4
Los consideran, pero no hacen nada para cambiarlos. Los toman como dato y a veces como insumo de
las intervenciones
5
Los reconocen y tratan activamente de cambiar estas injusticias. Suelen incluir componentes de
renegociación de las relaciones de poder y distribuciones de roles entre los géneros.
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Los procesos de Reforma Sectorial en Salud implementados en América Latina han
cambiado el mapa de las prestaciones en salud y han generado la entrada de nuevos
actores y procesos. Dos de los cambios principales han sido: a) la separación entre
financiamiento y provisión de servicios y b) la desregulación de los sistemas de
seguridad social con la entrada de las aseguradoras de riesgo (o prepagas) en la
captación de los fondos en salud de los /as trabajadores/as del sistema formal.
Estas medidas cambiaron el panorama del escenario en el cual se puede planificar
las políticas públicas en salud en la región, y además han tenido un impacto específico
en la equidad de género y en la calidad de la atención. Impacto que es necesario
evidenciar, pues más allá que en la actualidad estamos en una etapa posterior ala
implementación de las reformas, los cambios que las mismas han dejado todavía
siguen en vigencia, determinando de múltiples maneras la implementación de las
políticas.
En lo que respecta a la agenda de género, cabe destacar que existe suficiente
evidencia para afirmar la existencia de un impacto diferencial en la accesibilidad por
género según cual sea el sistema de financiamiento de la atención de la salud
(Standing, 2000). Por ejemplo, esta demostrado que el reintegro posterior al pago
directo por costos asociados a la prestación de servicios ha sido asociado con la baja
en el uso de servicios de maternidad (Kutzin, 1995). Por lo tanto, identificar la
composición por sexo del modo en cada país combina su financiamiento en salud
resulta un área importante de relevar en términos de su impacto en la equidad de
género. Por ende, identificar el impacto de género de los diversos modelos de
financiamiento vigentes adquiere una gran importancia en términos de calibrar la toma
de decisión. Pues hace parte de la capacidad de los efectores de llevar a cabo en la
realidad los programas que se intentan implementar.
Podemos identificar que existen tres principales modos de financiamiento de las
necesidades de salud, con diferente combinación según el país, al interior de los
cuales trataremos de registrar algunos aspectos específicos de inequidad de género:
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Históricamente, estos sistemas suelen ser los más equitativos en términos de
accesibilidad y cobertura no presentando inequidades específicas de acceso por
género por capacidad de pago. La mayoría de las inequidades de género que presenta
sus inequidades responden a factores de origen cultural ligados a las estereotipias de
género, dificultades en la implementación de acciones integrales y prácticas
paternalistas, sensibles de registrar con indicadores relativos a nivel y distribución de
la capacidad de respuesta. Desde una agenda de género representa un punto crítico
los indicadores que se utilice para medir los mismos, puesto que los construidos desde
una perspectiva neoliberal (OMS, 2000) pueden introducir una visión de género acorde
con ésta, basada sobre valores individualistas en los cuales los servicios públicos
pueden resultar muy mal “rankeados”6.
De hecho es en este campo en el cual se han implementado la mayor parte de
los programas con componentes de género en políticas públicas en salud, relativo al
hecho de que la mayoría de las instituciones efectoras de servicios con fondos
públicos aun son centros de salud u hospitales públicos municipales,
estaduales/provinciales o nacionales. Lo que ha cambiado un poco el panorama es
varios procesos de descentralización se han visto acompañados por la incorporación
de seguros públicos de salud con financiamiento fiscal, pero mediante la aplicación de
la división entre financiamiento y provisión o por privados, los cuales establecen
prácticas hasta el tope garantizado por el paquete al cual accede cada usuario/a de
acuerdo a su seguro aun cuando este financiado por fondos públicos, lo cual implica
entre otras cuestiones la no garantía de una atención adecuada a la necesidad en
salud sino a la capacidad del seguro al cual se pertenezca.
Es dable de destacar que hasta el momento no existen políticas públicas de
regulación de equidad de género de las prácticas del sector privado y de la seguridad
social en salud siendo que gran parte de los cambios en las políticas públicas en salud
en los últimos años ha sido un pasaje a los privados de acciones y financiamientos
públicos. El único caso pionero de contralor e intento regulador por parte del Ministerio
de Salud es el caso de Chile (OPS/OMS,2002). En ese sentido se puede señalar que
las políticas genero sensible por el cambio en ámbito de actuación del estado queda
solo ligado a la atención primaria de la salud complicándose en el pasaje a la mayor
complejidad con serios costos en términos de integralidad de las prestaciones
(Fernández, S.Y., 2001).
Otro punto importante para medición de inequidad de género de los sistemas
de fondos públicos es evidenciar que es lo que no cubren. Lo cual se realiza mediante
la medición de la contribución financiera de los hogares (o pago de bolsillo) a los
sistemas de salud (OMS, 2002). En la mayor parte de los países que llegan a medir
esta contribución, una de las dificultades de género esta constituida por el hecho de
que al ser la contribución de un hogar al sistema de salud la unidad de análisis
escogida, los hogares aparecen como homogéneos y "cajas negras" invisibilizando
fenómenos como los de negociación al interior de los mismos acerca de cómo se
establecen las prioridades y como se distribuyen los dineros del gasto de bolsillo
(Standing, H., 2000). Esto invisibiliza fenómenos de inequidad de género comprobados
en otras regiones (Standing, H., 2000) y que en Argentina se ha estudiado mediante
un trabajo de seguimiento de atención de pacientes mujeres coronarias en el sector
público. Ese estudio concluye que mientras las mujeres están internadas, es posible
garantizar la equidad de género en cuanto a la administración de medicación, pero al
externarse siendo que la cobertura de medicamentos ambulatoria mayormente sale de
pago de bolsillo, las mujeres salen perdidosas en la negociación intrafamiliar de
definición de prioridades en salud, resultando las últimas en la lista, no pudiendo
garantizarse de esta manera la equidad en los tratamientos ambulatorios en cuanto a
la administración de medicación adecuada (Tajer D., 2009) (Tajer D. y col.,2010).
6
Punto que amerita una discusión de mayor profundidad dificultosa de sintetizar para este
escrito pero que puede consultarse en Costa A y otros (2000)
73
b. Aseguramiento para trabajadores/as del sector formal u obras sociales
7
En el caso de los países en los cuales hay una coexistencia de ambos esquemas, es importante identificar
el porcentaje de mujeres y varones cubiertos por cada uno de estos tipos de modalidades.
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dada la prevalente distribución de la pobreza que ha generado el conocido fenómeno
de feminización de la pobreza lo cual ya es en sí un efecto de inequidad de género de
gran envergadura. Con respecto a los seguros básicos en particular, la cuestión
fundamental desde esta perspectiva es identificar si cubren y responden a las
necesidades diferenciales. También es importante abrir un análisis crítico sobre que
efectos de equidad presentan los créditos para pobres o los planes de ahorro entre
pobres para resolver los problemas de salud que proponen los financiadores
internacionales (RHM, 2002). Ya que mas allá de los temas de género, se puede
identificar que los microcréditos, son una forma de introducir la lógica mercantil a los
servicios de salud aun aquellos ofrecidos a los más pobres.
Por último, cabe una reflexión acerca del "pago de bolsillo"8 que puede
acompañar y/o complementar cualquiera de estos modelos de financiamiento. Para
medir el impacto de género de este tipo de contribución financiera, es necesario poder
identificar los fenómenos de negociación al interior de los hogares acerca de cómo se
establecen las prioridades y como se distribuyen los dineros del gasto de bolsillo. Por
ejemplo, hemos relevado de un follow up de atención de pacientes mujeres
cardiópatas en el sector público en Argentina que concluye que mientras las mujeres
están internadas, es posible garantizar la equidad de género en la atención, pero al
externarse siendo que la cobertura de medicamentos sale de pago de bolsillo, las
mujeres salen perdidosas en la negociación intrafamiliar de definición de prioridades
en salud, resultando las últimas en la lista, no pudiendo garantizarse de esta manera la
equidad en los tratamientos ambulatorios (Pramparo, 2001).
8
Estipendio que paga un/a usuario/a en cualquiera de estos modelos para las practicas y/o servicios que
no están cubiertos por el plan del beneficiario.
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con gran utilización de tecnología suelen estar aún proporcionalmente mas a cargo de
los varones.
En la relación entre sectores público y privado en salud, estamos asistiendo
concomitantemente a un deterioro y desfinanciamiento de lo público a una
feminización de este mismo sector con una contracara de aumento de la selección
negativa de mujeres en el sector privado. A modo de ejemplo podemos destacar que
en lo que refiere al proceso de feminización del sector salud, según datos que han sido
elaborados para Chile (OPS/OMS, 2002), mientras que el mercado laboral en general
hay 1 mujer cada 2 hombres, en el sistema de salud hay 1 mujer cada 0.5 hombre.
Es importante desagregar estos datos para observar como se produce la
distribución por sexo según grado de calificación, remuneración y profesión. Según un
trabajo pionero en la región (Geldstein R, Wainerman C, 1989), tendencia que
convalida un trabajo mas reciente (Pautassi, 2001), se observó que la presencia de
mujeres en los sectores de mas alta calificación en salud es mayoritaria en tareas de
apoyo e investigación, mientras que en otros grados de calificación como la enfermería
alcanzan su mas alta gravitación (90%). Según este trabajo, los hombres se
concentran en unos pocos títulos tradicionales: 83 por ciento son médicos, 8 por ciento
odontólogos y 5 por ciento, licenciados en química y/o bioquímica. El 44 por ciento de
las mujeres son médicas, y éste es el único título, entre los cuantitativamente
relevantes, en que las mujeres son notablemente minoría (sólo el 20 por ciento del
total). La enfermería aparece como una profesión altamente femenina, así como la
asistencia social, mientras que los hombres se ubican preferentemente como técnicos
radiólogos y de laboratorio. la mayoría de los/as auxiliares y ayudantes del sector
salud 84,6% son mujeres. Motivo por el cual sería conveniente empezar a pensar, en
términos de planificación de políticas públicas para el sector, que una de las
características actuales del mismo es que predominan personas (mujeres), que por
razones de la distribución de cargas actuales entre los géneros (cargas domésticas a
predominio femenino), en sus hogares realizan una segunda jornada de trabajo y son
las que tendrán probablemente que ausentarse por hacerse cargo de sus familiares en
caso de problemas de salud.
9
Derecho a internaciones domiciliarias y al cuidado de los adultos/as mayores en el hogar, entre otras
76
respecto de los cuidados cuando se esta enfermo/a, se citan por igual al Estado (42%)
y a la familia (41%) en decir que se comparte la responsabilidad entre ambos.
La autora desglosa para visibilizar, cuales son los servicios que los hogares prestan a
sus miembros/as en relación con la salud – enfermedad:
Servicios de infraestructura básica: alojamiento, alimentación, limpieza,
seguridad, compañía, relaciones sociales, etc.
Los servicios no remunerados relacionados directamente con la enfermedad:
pre diagnóstico, compañía, aplicación y vigilancia de tratamientos
La gestión del consumo de servicios sanitarios: elección, tramitaciones, pagos,
información, compra de medicamentos, etc.
10
IV Programa Cuatrienal de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de
Trabajo “Cuidado familiar de las personas de edad avanzada en la Comunidad Europea” (1993)
77
entre otros ejemplos, compartir un médico de familia. Por otra parte han aumentado
los hogares basados en relaciones homosexuales o heterosexuales que no pretenden
la procreación.
La frecuencia de los hogares solo compuestos por una pareja tiende a
aumentar. Muchos de los cuales son insuficientes para el cuidado en caso de
enfermedad o para relacionarse con el sistema sanitario. Siendo que los/as más
jóvenes dependen de la ayuda del hogar de los padres y los muy mayores, de los/as
hijos/as de cada quien.
Por otra parte han aumentado los hogares unipersonales debido al aumento de
la esperanza de vida, en los cuales viven fundamentalmente mujeres de edad
avanzada que a causa de su edad, la relación con los servicios de salud no es
espontánea ni directa, necesitando la mediación de los familiares para acompañarlas,
gestionar la relación con el sistema sanitario y seguir la aplicación de un tratamiento.
También han aumentado las familias monoparentales en las cuales
predominan mujeres con hijos, incorporadas al mercado de trabajo y en precaria
situación económica. A las cuales la sobrecarga de papeles hace difícil su
supervivencia si no cuentan con la ayuda de la familia extensa para los cuidados
sanitarios (Duran MA, 2002).
En síntesis, las familias han descendido en su tamaño promedio, simultaneo al
aumento de la esperanza de vida y el descenso de personas disponibles en los
hogares para hacerse cargo de los/as enfermos/as y adultos/as mayores. Este
conjunto de situaciones permiten prever dificultades crecientes en la satisfacción de la
necesidad de cuidados por enfermedad en el modo en que tradicionalmente se ha
venido haciendo en el interior de los hogares, en especial las crónicas y de larga
duración, lo cual amerita la necesidad de realizar un fuerte cambio de valores y
actitudes para resolver estos problemas sanitarios en situación creciente.
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80