La Importancia de Los Sofistas
La Importancia de Los Sofistas
La Importancia de Los Sofistas
Carlos Blank
Introducción: historia y contingencia
Los relatos históricos son siempre el reflejo de una interpretación, incluso los llamados
‘hechos históricos’ lo son a la luz de una teoría, están cargados de teoría. La historia de
la filosofía no escapa a esta realidad y tradicionalmente ha sido la mejor expresión de
ese sesgo teórico e interpretativo al que hacemos referencia. Posiblemente el esfuerzo
más importante por trastocar la visión tradicional de la filosofía occidental vino de la
fascinante pluma de Nietzsche, para quien la famosa tríada Sócrates-Platón-Aristóteles
constituye el pesado fardo de la tradición del que debemos desprendernos, junto con la
tradición de ese ‘platonismo para el pueblo’ que representa el cristianismo, con sus
valores degradantes de la condición humana. La necesidad de retomar la senda perdida
ha sido recalcada por diversos autores desde perspectivas diferentes. Así, como ya
hemos visto, Popper llama la atención sobre la importancia de la tradición presocrática
como expresión de la tradición crítica y del espíritu científico que encarnará la sabiduría
socrática y que será objeto de traición por su gran discípulo Platón. También Heidegger
propone recuperar el sentido autentico del ser devolviéndonos a la hermenéutica de los
primeros filósofos.
La corriente de la que nos vamos a ocupar, la de los sofistas, ha estado dentro de esta
categoría de marginal, secundaria, menor. El término sofista originalmente significaba
sabio. El sofista era aquel que conocía mejor una determinada cultura, la idiosincrasia
de un pueblo, al tiempo que era su mejor y mayor expresión. Desde este punto de vista
el mayor sofista antiguo, el mayor educador, fue sin duda Homero, pues fue él quien
mejor supo retratar la mentalidad y las formas de vida de la antigua Grecia, al punto que
resulta difícil con frecuencia discernir el mito de la realidad, la leyenda del hecho
histórico.
No es casual que haya sido Platón el que introdujo el término sofista en el sentido
despectivo que suele utilizarse a menudo y que fuese él también quien prohibiese a los
poetas como Homero en su esquema de Constitución política. Los sofistas utilizaban
sofismas, a saber, razonamientos engañosos y falaces, aunque tuviesen la apariencia de
la verdad. Obviamente que Platón hacía referencia en particular a la erística, a aquellos
que están interesados en ganar una disputa por cualquier medio sin tener interés genuino
por la verdad y el conocimiento, guiados solamente por el dinero y la fama. Y a decir
verdad, creo que debemos decir que este tipo de sofistas no ha hecho más que
reproducirse en los tiempos actuales, pues hoy más que nunca pasa por genuina
búsqueda de la sabiduría lo que no es más que un falso remedo de dicha búsqueda y en
donde lo que predomina es un espíritu crematístico y el deseo de fama o notoriedad,
precisamente el tipo de móviles que Platón consideraba incompatibles con la verdadera
filosofía.
Dicho esto, es indudable que la leyenda negra que fue sembrada por Platón ha hecho
que el movimiento de los sofistas haya sido visto de modo despectivo y que se haya
subestimado su importancia e influencia. No es de extrañar que en nuestro tiempo hayan
sido un gran helenista y filólogo, Werner Jaeger, y un filósofo, Karl Popper, quienes se
encargasen de dar una versión mucho más equilibrada del aporte de los sofistas y
arrojasen una nueva luz contra la interpretación tradicional dominante a la cual hemos
hecho referencia. A continuación destacaremos algunos de los aspectos de esta relectura
de los sofistas que nos plantean ambos autores.
Si antes de los sofistas la educación estaba fuertemente vinculada a la religión, con los
sofistas la educación, la cultura, se separa de su matriz religiosa y aristocrática, por lo
que pueden ser considerados como los primeros ilustrados de la tradición del
pensamiento occidental. La forma como se opera esta separación es particularmente
instructiva e interesante.
Cambian las palabras, pero las cosas son las mismas; se ha llegado al
convencimiento de que la naturaleza (s) es el fundamento de toda
posible educación. La obra educadora se realiza mediante la enseñanza
(s), el adoctrinamiento () y el ejercicio (s), que
hace de la enseñanza una segunda naturaleza. Es un ensayo de síntesis
del punto de vista de la aristocrática y el racionalismo, realizado
mediante el abandono de la ética aristocrática de la sangre.4
Aunque el concepto de naturaleza se origina del contexto médico, después se generaliza
y del concepto puramente físico o “como organismo corporal dotado de determinadas
cualidades, se pasa pronto al concepto más amplio de la naturaleza humana tal como la
hallamos en las teorías pedagógicas de los sofistas.” 5 Este concepto de naturaleza
humana, a diferencia de una naturaleza puramente física, es un concepto que debemos a
los sofistas. Como señala Jaeger: “La idea de la naturaleza humana, tal como es
concebida ahora por primera vez, no es algo natural y evidente por sí mismo. Es un
descubrimiento esencial del espíritu griego.”6
7
Karl R. Popper: La sociedad abierta y sus enemigos, Ediciones Orbis, Barcelona, 1984, Tomo I, p. 67
8
Ibid. p. 67.
estaciones, etc. y (b) las leyes normativas o normas que no son sino
prohibiciones y mandatos, es decir, reglas que prohíben o exigen ciertas
formas de conducta como, por ejemplo, los diez mandamientos o las
disposiciones legales que regulan el procedimiento a seguir para elegir
los miembros del parlamento o las leyes que componen la constitución
ateniense.9
Aunque en ambos casos utilizamos la palabra “ley”, es evidente que ambos conceptos
tienen muy poco en común. A lo sumo, podríamos señalar, como lo hace Popper, que
ambos conceptos implican prohibiciones. Pero hasta ahí, pues es evidente que las
prohibiciones que derivan de una ley natural, (y toda ley natural puede ser expresada
como la prohibición de determinado hecho o invento, por ejemplo, “es imposible
construir un motor de movimiento perpetuo de primer grado o de segundo grado”),
implican una imposibilidad absoluta y sin excepciones. Una excepción daría al traste
con su carácter de ley.10 En cambio, las prohibiciones sociales tiene sentido
precisamente porque es posible realizar aquello que prohíben, como por ejemplo, la
prohibición del incesto, del adulterio o del robo. Si no fuese posible contravenirlas
entonces estas leyes carecerían de poder coercitivo y su estipulación sería totalmente
superflua e innecesaria. Podría decirse que en el primer caso las leyes son descubiertas,
mientras que en el segundo caso las leyes son estipuladas o inventadas. El gran
“descubrimiento” de los sofistas fue el reconocimiento del grado de invención y de
estipulación de las leyes humanas.
9
Idem
10
En esta idea es que se basa precisamente su propuesta del falsacionismo, falibilismo o criticismo. Por
otro lado, no niega la posibilidad de encontrar leyes naturales o invariantes en el campo social,
particularmente, en el campo económico.
11
Ibid. p. 72.
12
Ibid. p. 70.
Y si, como ya habíamos señalado, podemos considerar a Protágoras como el primer
defensor de ese dualismo crítico, todavía encontramos en él un trasfondo religioso, al
considerar que si bien las leyes son producto del hombre, necesitamos del recurso de lo
sobrenatural para su creación, lo cual es para Popper una prueba de que ese dualismo
crítico no encierra necesariamente una posición en contra de la religión y menos si ella
respeta la conciencia individual. Por eso dice que “la forma en que la primera
declaración definida del dualismo crítico deja lugar a una interpretación religiosa de
nuestro sentido de responsabilidad, demuestra hasta qué punto no se opone el dualismo
crítico a la actitud religiosa.” 13 Quizás lo más importante consista en destacar que la
naturaleza no nos suministra ningún patrón moral, que somos nosotros, y sólo nosotros,
los que introducimos un patrón moral dentro de la naturaleza.
13
Ibid. p. 75. Aunque Popper no es ni mucho menos un pensador de orientación religiosa y defienda una
posición agnóstica, no se opone al verdadero espíritu de algunas religiones, como la del cristianismo.
Contra lo que sí se opone es contra toda forma de ideología que tras un aparente manto de humanismo
lo que esconde es un profundo desprecio por el hombre y pretende imponer un control totalitario y
férreo en nombre de ese pseudohumanismo o espíritu pseudorreligioso. No es de extrañar que muchos
regímenes totalitarios se han mantenido mediante la explotación de un fervor y un culto religioso hacia
figuras de poder o autoridad determinada. Así, muchas ideologías de corte totalitario suelen tener un
trasfondo religioso o pretenden ser un sucedáneo de la religión.
14
Ibid. p. 71.
15
Ibid. p. 77.
16
Idem.
fuertes los que tienen el derecho para gobernar. Esta posición es defendida por
Trasímaco en el diálogo de La República de Platón, posición que para algunos autores,
como Leo Strauss, expresa le verdadera posición de Platón, aunque él se hubiese visto
obligado a utilizar un lenguaje oblicuo o el uso de un subtexto, para evitar ser
perseguido por sus ideas. Para Popper, quien también propone una relectura alejada de
la idealización romántica dominante, esta también sería su posición, justificando
cualquier recurso para hacerse o mantenerse en el poder, incluso el uso sistemático del
engaño y el asesinato.
Sin embargo, este naturalismo ético pude ser utilizado también para defender una
posición igualitarista como la que sostenían Antifonte, Hipias, Alcidamas, Licofrrón,
los dos últimos discípulos de Gorgias, posiblemente el más erudito de todos los sofistas,
quienes eran claros adversarios de la esclavitud y defensores de le “igualdad natural” de
todos los hombres. Como decía Antifonte: “Todos inspiramos el aire en la misma
forma: por la nariz y la boca.”
Claro está que el naturalismo espiritual puede ser utilizado para defender
cualquier norma ‘positiva’, esto es, existente. En efecto, siempre podrá
argüirse que estas normas carecerían de fuerza si no expresasen algunos
rasgos de la naturaleza humana. De esa manera, el naturalismo espiritual
puede confundirse, en el terreno práctico, con el positivismo, pese a su
oposición tradicional. En realidad, esa forma de naturalismo es tan
amplia y tan vaga que puede ser empleada para defender cualquier cosa.
No hay nada que alguna vez le haya ocurrido al hombre que no pueda ser
considerado ‘natural’, porque, de no estar en su naturaleza, ¿cómo podría
haberle ocurrido? 21
Independientemente de las dificultades a las que nos enfrentan conceptos como el de
“naturaleza humana”, este concepto constituye un aporte fundamental de los sofistas,
como lo destacan Jaeger y Popper. Así mismo la diferenciación entre nomos y physis
constituye uno de los mayores aportes de la sofística al pensamiento occidental; sin ella
las luchas por una sociedad más libre e igualitaria serían simplemente impensables.
Como ha ocurrido con otras corrientes del pensamiento occidental, muchos
20
Ibid. p. 81.
21
Idem
movimientos que son considerados de segunda categoría, de menor importancia, como
meros precursores o como meros epígonos de otros pensadores de primera categoría,
adquieren mucha mayor relevancia de la que se les otorga apenas despejamos los
prejuicios y falsas concepciones que arrastra la tradición dominante. Esta es la labor
necesaria, o mejor imprescindible, que han llevado a cabo Jaeger y Popper, entre tantos
otros. Finalmente, todo lo dicho hasta aquí ha sido magistralmente resumido por Popper
en el siguiente párrafo:
22
Ibid. p. 181.