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Arjona - Castigos en El Aire

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Estoy destinado más allá

de este lugar de ira y lágrimas


—NELSON MANDELA

CAPÍTULO I

DESDIBUJARSE

H ay golpes en la vida que te impactan como un meteoro. Llegan de forma brutal e inesperada,
te cimbran toda y dejan mella para siempre.

Aquel fue un día miserable y tortuoso.


Llevaba horas esperando que mi trastornado esposo regresara hasta el cutis, enfiestado con el
loquerón.
No había regla fija. En ocasiones retornaba al hogar después de tres días de ausencia, con la
mirada gelatinosa y rota, columpiándose de un lado a otro como esas cajitas que se ponen sobre
el piano para llevar el compás. Pero su risa idiota y desvencijada era preferible a la actitud de
valiente y valedor, dispuesto a soltar la tarascada a la menor provocación, cuando la rabia le
brotaba por los poros, vigorosa y efervescente como si se hubiese espolvoreado sal de uvas con
animosidad.
Entonces la espuma no sólo era patrimonio de las comisuras de sus labios, sino le saltaba
como si fuera un géiser que dispersara bilis a chorros. Primero surgían los puñetazos con la
lengua, acompañado de su grito de guerra favorito:
¿Dónde estás?, cabrona perra. Jackie, ven aquí, hija de la chingada.
Luego me disparaba una ráfaga de insultos sazonados con un montón de golpetazos y patadas
que me dejaban un sembradío de moretones en la carne averiada y rota.
Agotado tras brindarme las madrizas de rigor se quedaba impregnado en el viejo sillón cama
que bailoteaba en la sala haciéndole comparsa a la única silla que logré astillar con mi ancha
espalda en uno de tantos pleitos. Eran los únicos muebles que poseíamos cuando habitamos el
reducido departamentucho en los llamados proyectos en El Paso, Texas, diseñados para gente
como nosotros, bien jodida. Pobretones sin chamba ni porvenir viviendo del famoso Welfare y
estampillas, wainos y drop outs de High School, madres solteras y dealers, en su mayoría fauna
hispana.
Yo era muy joven e inexperta. O en otras palabras, sumamente pendeja, con amplia
devoción hacia mi garra de viejo.
Lo quise muchísimo, verdad de Dios. Fue mi primer novio. Mi honey y mi amorsote.
Tenía diecisiete años cuando nos juntamos. Mantenía la llama prendida de la esperanza
ingenua de que algún día las cosas entre nosotros iban a mejorar.
Tenía harta fe de que mi viejo iba a encontrar trabajo nuevamente. Que podría bajarle unos
tragos a la pisteada diaria. Que iba a lograr meterse menos loquera y que por fin encontraríamos
un mejor agujero donde vivir en un barrio menos peor, lejos de el área Northeast en El Paso.
Aposté a que el orgullo de mi bato se le iba a levantar el bendito día en que dejáramos de
depender de las estampillas del gobierno para subsistir. También yo podría agarrar un buen jale.
Buscaríamos una guardería o al menos una baby sitter decente pa´ que cuidara de mi criatura.
En fin, podríamos mejorar para poder ser mejores, porque más que nada, mi Kali era un
artista bien machin, con harto talento y mucha frustración.
Y es que ese resentimiento le detonaba la rabia.
Dibujaba super chido. Tenía mucha destreza para captar la placa.
Muy seguido se aventaba sus buenas liebres pa´ ponerle tatuajes a la raza.
Es más, llegó a plaquear gente que venía de Phoenix, Albuquerque y hasta batos de Califa.
Cuando estuvo en Junior High ganó varios concursos en el Distrito Escolar. Después le entró
a un concurso pa´ sacarse una beca y quedó de finalista.
Le dieron chance de estudiar por correspondencia mientras trabajaba de ayudante de
mecánico en el taller de su tío Manny.
Su sueño mayor siempre fue poder hacer monos para el cine.
Como parte del premio le mandaron material para pintar en un estuche bien lindo con un
chorro de pinturitas de todos los tipos, hasta gises del mentado pastel.
Kali andaba bien feliz y su clica también, pues era el único que empezaba a rascarle a su
sueño.
Todos sus broders ya habían cuiteado la escuela.
Él fue el único que se graduó de Junior High.
Bueno, a excepción de su primo Gilbert, que siempre fue re´ te deportista y chole bien
portado. No le sirvió pa´ madres porque los pinches sabuesos labiosos que manda el Army para
cazar incautos lo embaucaron re´ te lindo con su mugre cuentote americano del patriotismo y la
Liberty y todas esas piñotas pa´l coco wash con su respectivo video en spanglish con superhéroes
extramamados y bien perrotes y su disfraz de Marines tipo Rambo y Suárezchávez el
Terminator, bien machines e invencibles.
¡Pobre Gilbert!,
Pa´ qué hago más misteriosa y larga su vida tan corta y triste.
Ilusionado con la promesa de que el Army le iba a pagar sus estudios, el Gilbert mega-chole,
deportista, y bien portado quedó hecho garras y embarrado como mosca por una pinche mina que
lo hizo volar mas allá de sus sueños.
Resulta que la bola de mierdas ultra patriotas se olvidaron de informarle a sus soldaditos tan
machines que por adquirir esos juguetotes bélicos tan caros ya no se acabalaron para meterle
blindaje a todos los tanques y demás vehículos que se arrastraban por el desierto enemigo.
La baja del Gilberto caló muy duro, le bajó el ánimo a los compas del Barrio.
Y cuantimás golpeó a su pobre familia.
Recibieron pinchurrienta medallita y una triste bandera llena de barras y estrellas doblada
como triángulo. Unos cuantos disparos de cañón al despedirlo y el llanto de una trompeta
sumamente agüitadora.
La miserable pensión fue re´te lenta pa´ llegar a las manos de una jefita muy sola, achatada
por la pérdida de su hijo y medio reconfortada luego por una nuera panzona que dio a luz al
Gilbert Jr. Y de aquel sueño patriótico fue todo lo que quedó.
Pinches guerras, siempre agarran negros y latinos como carne de cañón.
Así llámese Corea, Vietnam, El Golfo o Irak, siempre es el mismo cuento de Peace and
Justice y harta gente en los panteones.
Por fortuna mi Kali nunca fue deportista, sólo cholo y mal portado.
Todo lo contario del Gilbert. Mi Kali se colgó de la brocha y de su mente pa´ salir adelante.
Cuando le ponía al jale iba y ayudaba con una feria a su jefita aunque a escondidas de su papá
pa´ que no se chupara la lana con sus tremendas borracheras.
Su mamá hacía sus guardaditos pa´ que Kali comprara sus pinturas porque le gustaba estar
bien abastecido para ir a tirar placa en las bardas, o cumplir los encargos de la raza, por ejemplo,
cuadros del Jim Morrison o Bob Marley o de la Virgencita de Guadalupe y hasta retratos de
quinceañeras.
Nomás se ponía a dibujar y el tiempo se le iba como mantequillita.
La pintura lograba sacarle su lado más de aquellita, el más suave.
Estaba yo bien panzona. A punto de caramelo, como decía mi grenma. Tuvimos que irnos de
arrimados a casa de sus papás.
En ese entonces el Kali le ponía hartas ganas para entrarle con valor al jale. Desponchaba
carros en el taller del tío. Además se echaba sus liebritas pintureras o placosas.
Un día que estábamos afuera del cantón su jefe llegó hasta el culo. Rompió la puerta a punta
de patadones.
Destrozó varios cuadros, vació todas las pinturas e hizo un santo desmadre.
No quedó nada enterito. Todos los lápices y pinceles estaban quebrados y mochos.
El mugroso garage donde cantoneábamos era un solo batidero de colores: el techo, la
sobrecama y la poca ropa que teníamos guardada en unas cajas de cartón. Las chanclas y las
paredes.
Nada pudo salvarse de la furia colorida de mi suegro.
Kali fue y le reclamó a su padre con justa razón.
El pinche viejo se le dejo ir con los puños cerrados. Además de orate estaba re´ te choncho y
bien calote.
Le gritó cosas horribles a mi bato. De joto no lo bajó.
¨El arte es pa´ puros putos y huevones o pa´ viejas desquehaceradas, sin oficio ni beneficio.
Tú nacistes para el leíbor de hombres bragados. Ya déjate de mariconadas y ponte a trabajar,
huevón…
Yo no fui el que te empanzonó la vieja, -dijo al referirse a mí.
Y mucho menos soy el Wellfare de naiden, así que se me largan mucho a la chingada¨.
Y tómala, sin decir ni agua va le atizó otro par de guamazos en la pura jeta. Nos salimos
únicamente con lo que traíamos puesto.
Dejamos todos nuestros recuerdos aplastados entre el desbarajuste de colores junto con los
encargos de sus clientes y los sueños despedazados.
Nuestro escaso patrimonio quedó perdido en esa cochera embadurnada de la locura de su
padre.
Mi viejo quedó con un ojo azul y rosado y el otro color verde y plata, recuerdo de los puños
entintados de rabia de su padre.
Nos quedamos con el alma descolorida y el corazón bien estrujado. Nuestro futuro sin brillo,
mi Kali hecho mierda y desdibujado, con las ganas apachurradas, deshecho en trizas y retazos.

CAPÍTULO II
EL MIEDO ES UNA ESTAMPIDA
INTERMINABLE

A veces la vida se te echa encima como una estampida que te hace polvo.

Trato de hacer un recuento de las últimas horas en esta ensalada de confusiones.


La larga línea de espera en el puente libre para cruzar a El Paso. La súbita revisión a
medio puente, justo al cruzar hacia territorio estadounidense.
El tipo que trae el perro. El perro al lado de mi auto. El perro inquieto dentro de mi auto. El
tropel de preguntas. Mi asombro. La calma que demuestro al saberme limpia de culpa. El perro
nervioso. La búsqueda frenética del perro. El tipo de customs cuestionando la procedencia de mi
carro.
El rostro del hombre que me ofreció el carro. La untuosa sonrisa del hombre que me vendió
el carro. La sutil recomendación del hombre para encontrarme con su mecánico en El Paso. La
imagen siniestra tras la falsa sonrisa.
El atorón. Mi desconcierto. Las horas de desesperada espera en el puente. Mi carro recién
adquirido. La siniestra trampa del hombre.
Mi ingenua estupidez. Mi estúpida ingenuidad. El tropel de preguntas. Las lentas horas en el
puente.
Mi auto desmantelado. La incredulidad de los del Dea. Las horas lentas.
Mi asombro. La automática pérdida de confianza en el prójimo.
El viaje esposada en la patrulla. La noche eterna. La cifra: 54 libras. La droga: mariguana.
No la libro. Libérenme por favor. El juez nocturno de estricta fama. La fianza. El estricto juez
deseándome good luck.
La terrible humillación. El peso de la vergüenza. El glacial recinto policiaco. El frío atascado
en el alma y atornillado en los huesos.
El trato despótico e incriminatorio. Las huellas. El asombro incrustado en mi rostro en la foto
de frente y perfil. La pulsera que cuelga de mi muñeca con mis datos y el frío tan criminal.
El trato humillante. La tajante negación para realizar una llamada. Las horas terribles y
lentas. El asombro trasminado en miedo. El frío implacable y el temblor. El miedo mordiéndote
los huesos.
La pesarosa angustia. Las horas interminables. El cansancio y el frío. La incertidumbre. La
sensación de soledad y el miedo. El abominable frío filtrado entre la vergüenza.
El miedo es un monstruo que se duplica por minuto. El peso de las horas. El mal trato y la
discriminación. El malsano regocijo en el maltrato.
La gélida cárcel del condado de El Paso. El miedo aberrante y el temblor. La entrega de mis
pertenencias. La espasmocracia y las horas.
El despotismo entrepiernado con el maltrato. La sardónica risa de las guardias. El incesante
frío y el cuarto de detención.
La soledad acompañada de miradas soslayantes. La leche helada y unos waffles de cartón.
Las horas interminables. La inmersión en el tiempo y la angustia de las horas. El llanto atorado
en el atorón. El waffle de cartón atascado en la garganta. La leche bajo cero y un frío perpetuo.
El elevador repleto de jóvenes mujeres. La holgura de las otras y mi miedo enorme y frío. Las
cáustica risotadas de las guardias. El pestilente shampoo contra los piojos. El agua helada de la
regadera. El frío inextinguible. La mirada torva de las guardias. Tu desnudez expuesta. El
uniforme enorme. Los desiguales tenis rotos.
El alma rota. Los intimidantes gritos de las guardias. El odio feróstico de las guardias. La
mirada lasciva de las guardias.
El deteriorado colchón roto, despojado de espesura. Los siniestros gritos de las guardias. La
andrajosa cobija apelmazada y rota. El traslúcido papel de baño con un rastrillo ensartado como
una flor en medio. El vasto miedo.
La antesala del reparto hacia los bloques. El ruido metálico ininterrumpido. El frío continuo,
permanente. Las elongadas horas que se propalan lentamente. El goteo del tiempo. El ruido
persistente de las puertas. El golpeteo constante de los metales. Mi incertidumbre. El griterío
engolosinado de las guardias. El moroso reparto hacia los bloques. El martilleo del miedo y el
goteo acompasado de las horas.
Soy la última en el reparto hacia los bloques. Una guardia chaparrita con pinta de llaverito y
de mirada caníbal aparece de pronto. Su tono de voz se eleva de manera innecesaria, pues soy la
única presa que queda en el estrecho recinto.
¡Carmona, Adriana! Is that you?
Intento responderle pero inmediatamente me lanza un bramido:
Shut up!
Con un ágil zarpazo toma mi muñeca con brusquedad para verificar mis datos. Enseguida me
cuestiona con otro grito temerario:
¿Por qué estás aquí?, pregunta con rudeza.
Me trajeron por… Vuelve a interrumpirme.
No, lady, dice impaciente. ¿Por qué no estás en tu bloque?, inquiere exasperada y viéndome
hacia arriba con actitud retadora debido a su baja estatura.
No sé…
Shit, man!, renegó con hartazgo. Jala tu mugrero pa´cá, ordenó furiosa. ¡Órale, rápidito, lady!
Exclamó al tiempo que me tronaba los dedos.
Ahora parece un llaverito bien hecho, modelo ¨Dancing flamenco energúmena¨, prófuga
de alguna cajita feliz por incompatibilidad de caracteres.
La cara se le entinta de rabia porque no puedo halar el mísero colchón con rapidez debido a
que uso bastón.
Hurry up, Carmona! ¡Apúrale!, ¿crees que tengo tu tiempo?
Camina frente a mí con pasitos presurosos, tiesita tiesita, cual nazi wanna be.
Trato de alcanzarla a madre hasta mi bloque.
La guardia abre una enorme caja metálica que contiene los controles de las puertas. Presiona
un botón. El estrépito de la puerta se amplifica.
Tiemblo sin cesar al ingresar a mi bloque en el piso once de la cárcel del condado, incrustada
dentro de un enorme miedo.
¡Apúrale, Carmona!, vuelve a repetirme ¨la cancerberita¨, haciendo chile con la cola por mi
lisiada lentitud.
Penetro a mi mísera celda tamaño Riberas del Bravoante las miradas curiosas de quienes
serán mis cuatro compañeras. No dejo de temblar.
El ruidajo que se desprende del roce de metales insiste en recordarme el atroz encierro, como
una música estridente y a la vez triste.
Un adagio que se regodea a mi incertidumbre para hacerle comparsa.

CAPÍTULO III

UN FRÍO DE LA CHINGADA Y UNA


MANO MUY CÁLIDA

P inche frío, no logro arrancármelo de encima. Lo llevo untado como una costra pegajosa que
me muerde los huesos.
Alguien me comenta que es una forma de mantener el ambiente ¨sano¨ en respuesta al
hacinamiento de la pletórica cárcel del condado.
Mi infame suite carcelaria mide 7 pasos de largo por 4 pasos de ancho. Consta de una
pequeña base de cemento para colocar el simulacro de colchón, ancho como un hot cake de
trapo.
Todo el mobiliario es de acero inoxidable. El escritorio y una silla. El lavabo que está trepado
arriba de el excusado. En un lado está una pequeña repisa de cemento que mide 3 cuartas. En la
pared un espejo de metal vomita tu imagen empañada y borrosa como si tuviese vaho
permanente.
Estoy helada. Tiemblo constantemente. No logro entrar en calor.
Arrastro el colchón roto y desvencijado con dificultad debido a la prótesis de mi pierna.
Intento colocarlo sobre la plancha de cemento.
Aparece Pam en la puerta de la pequeña habitasuite. Sonríe dulcemente mostrando su boca
desdentada y me dice:
Let me help you, Carmona, sorprendiéndome por recordar mi nombre y decirlo con una
impecable pronunciación. Pam es netamente gabacha pero habla español con claridad. Además
posee un amplio vocabulario.
Toma con ligereza el simulacro de colchón y lo coloca con destreza sobre la plancha así
mismo, toma el cuadro apelmazado y tieso el cual es una pobre imitación de cobija
ingeniándoselas para doblarlo y dejarlo firme para que no resbale de la cama.
¡Listo! There you go, pronuncia con firmeza y vuelve a sonreír mostrando su huequito
amable. Así no va a caer. No problem. Keep it that way para que no te coma el pinchi frío,
honey…
¿Por qué estás aquí?, pregunta con un chispazo de curiosidad en su mirada brillante, de
niña inquieta.
Me vendieron un carro relleno de mota.
Shit!, ¿Cuántas libras?, inquiere sin malicia.
Cincuenta y cuatro, contesto afligida.
Los del DEA me dijeron que es delito federal por sobrepasar las cincuenta libras. Estaré aquí
temporalmente porque me van a trasladar a una cárcel federal.
No way, José. Te mintieron los muy kabronis.
Me hace gracia la manera en que dice los cabrones y enseguida le pregunto esperanzada y
expectante:
¿Cómo sabes?
Mira tu uniforme. Es rojo, darling…
¿Y?
Las de delito federal traen uniforme gris.
¿Y las que usan jumper de rayas blancas y rojas como caramelo navideño?
Están trampadas por delitos menores. Ésas salen bien pronto, son the lucky ones.
Entonces, ¿por qué me dijeron los DEAS que mi delito era federal?
Para asustarte. Así como tú hay muchas. Y ni siquiera alcanzaron las cincuenta libras, pero
ellos te ponen que son más para que confiesen o hagan tratos con el fiscal.
¿Cuánta fianza te pusieron, Carmona? How much money?
Treinta y cinco mil dólares…
Sorry, baby. Te gané, te gané, grita orgullosa. Luego canturrea en voz alta y en franco
español.
Soy la panocha más cara del oeste… Yes, sir! La panocha campeona…
¿Por qué? Le pregunto intrigada…
Porque mi panocha vale 48,000 dólares. Es muy cara y bien bonita.
Le mamé el pito a un policía encubierto. A very expensive blow job, honey…
Comienza a bailotear y sale de mi suite cantando feliz:
Soy la panocha más cara del condado…
¡Qué ironía!, exclamo en voz alta mientras trato de entender las absurdas leyes gabachas.
Una simple mamada vale mucho más que 50 libras de mariguana.
Minutos después Pam regresa a mi cubil con un envase de refresco lleno de agua caliente,
algo tan valioso y útil como un termo.
Ten, Carmona, me ofrece con gentileza.
Mételo dentro de tu pecho. Es una buena ayuda para el frío. No dejes que te la vean las
guardias. Pueden castigarte por eso. Be careful…
Light´s out ladies!
Suena el clamor del interfon anunciando el ocaso de las luces nocturnas. Light´s out!, ten
minutes, vuelve a repetir el interfon.
Bye!, dice Pam y sale disparada de mi cuarto.
Observo a mis otras compañeras correr a sus cuartos como si fuesen hormigas despavoridas
poniéndose a salvo de un cruel depredador.
Comienzan a cerrarse las puertas metálicas de cada una de las ocho celdas que conforman mi
bloque.
El estruendo es horrible al golpetear los tímpanos. El ruido es amplificado por la estructura
del edificio.
Aprieto la botella de plástico contra mi pecho. Su calor se esparce en oleadas por mi piel
como un abrazo entrañable.
Y lloro agradecida.

CAPÍTULO IV
NO HAY PEOR CIEGA QUE LA QUE
AMA MACHÍN…
“ No dejaré de mecerme entre tus ojos y columpiarme en tu mirada…”
¿Cómo te llamas?
I´m Linda.
¿Vives en El Paso? ¿Eres de aquí?
Bueno, nací allá en Juárez, pero hace tiempo que mi familia consiguió la Residencia y nos
venimos pa´l otro lado a los Unites.
¿Y tú?
Yo sí soy auténtica paseña. Nací y crecí en el Segundo Barrio. Pura raza de aquellita, de la
mera buena…
“Desde la primera vez que te vi me trompecé en tus redes… Te lo juro por mi madre. De
veras me trampaste, Linda…”
¿Vas a la escuela además de trabajar aquí?
No, ya no. Casi terminé la High School en Burgess.
Pues yo me gradué de El Paso High. Después me metí al Community College de Rio Grande
pero ya no me entonó la escuela. Era mucha carrilla y un putero de dólares. Así que mejor me
salí. I dropped out. Preferí cuitear.
Ni estando torcida en este pinchi agujero dejo de pensarte. Y no importa que a veces me
de mis besillos y jaineadas con otras jailmates aprovechando que las compas me hacen casita pa´
que no me agarren las guardias.
Y aunque me de mis fajes y besos chafillas con esas morras it doesn´t mean anything.
“Mi corazón es todo tuyo, linda Linda… My heart belongs to you, my love. My one and only
true love.”
¿Cómo te llamas?
Ortiz.
That´s not a first name. Ése es un apellido, ¿qué no?
Well, people call me O and I really like it. Ése es mi nombre de batalla.
“Te traigo metida bien adentro. Te pienso todo el pinche tiempo.
Extraño tu olor a vainilla y canela. Extraño quedarme jetona viendo tu cara linda, ¡Oh!,
Linda…”
¿Ya habías venido al San Antonio Mining?
Una vez le caí a morbosear junto con unas amigas, pero no conocí el ambiente gay hasta que
empecé a salir contigo, O…
Eres mi primera novia…
Y tú eres como la séptima, o más bien dicho la octava, además de otras jainillas que no
cuentan por ser puro faje pasajero…
¿Porqué te enojas, linda Linda?. Don´t get mad, honey...
Confieso que fui bien nalga alegre y pizcapocha. Sí jainié con un resto de morrillas, pero eso
fue antes.
Nadie me había prendido como tú, te lo juro.
Really, I´m not lying, chiquita…
¨Seguir los laberintos de tus orejitas, morder tu cuello, saborearte con mi lengua hecha una
espada y cabalgar contigo toda la noche…¨
Si pudieras venir a visitarme y que nos dieran chanza de hacer el amor…
Pero no. No entiendo qué fregados le ven de malo a que las presas tengan su visita conyugal.
Coger no hace daño.
Como dice mi comadrita MG: un vaso de agua y un cojín no se le niegan a nadie…
¿What´s wrong?
¿Ya no vas a hablarme?
Deja que me eche a tus pies como tu esclava.
Juro por Dios no volver a hablar de ninguna de mis morritas.
Come on, mija!, It´s only a joke.
No te vayas. Don´t leave me, please...
¿A dónde vas, Linda? No te vayas…
Please don´t go, beibi…
Quiero cantarte en el oído como cuando hacemos el amor:
“You are so beautiful, to me…”
Déjame andar por tu piel a puros besitos y despeinarte los vellitos…
¿Y ahora cuál va a ser el pleito?
Todo el méndigo día me la paso en el mugre jale con el tufote a grasa de hamburguesa y
french fries metido hasta la cocina.
Come on, beibi!
No me burlo. Me da risa por lo de la cocina.
¿Qué no entiendes la damned joke?
Ok. No sense of humor anymore.
Trust me, mija. Lo único que quiero después del stupid carrillón en el Mac Donald´s is to go
back to the apartment and see you.
Give me a brake, honey… ¿A qué horas me voy a andar fijando en otras rucas? A veces ni
chanza tengo para el lonche.
Really, beibi. No sabes lo que es ser una méndiga esclava in a fast food joint. What? Tell me
con quién chingados voy a tirar calzón, man!
Fuck you, Linda!
“Jugar con tu pelo… Tus lindos, lindos cabellos, Linda”
Dime, ¿pa´ qué fregados fuistes a hacérmela de jamón en el trabajo?
Te sales, neta.
La manager me dijo que era la última vez. Me castigó por dos semanas limpiando los pinchis
restrooms.
Hey! ¿Qué haces, Linda? Are you crazy? ¿Porqué te pegas?
Don´t do that, that´s fucking sick… Stop! Don´t hit yourself. ¡No te pegues!, ¡no te pegues!
Perdóname, I´m sorry, beibi. Perdóname, amorcito…
Ya cálmate, mija. Easy, beibi…
¡Ay!, Linda. Si no te quisiera tanto. Me traes bien juida. No sé qué fue lo que me distes. Me
tienes toda embrujada…
Otra vez tus pinches celos pendejos.
¿Sabes qué? Mejor me voy a la verga de aquí pa´ no oír más pendejadas.
Ahí te wacho later. Can´t stand this shit…
Oh, my God! ¿Qué carajos hicistes?
Hay un pinchi salpicadero de sangre por todos lados. Embarraste la alfombra y el pasillo.
¡Ábreme la puerta o le pongo un pinchi patadón para tirarla!
Fuck man…! Are you crazy?
¿Qué te hiciste, Linda?
¿Con qué fregados te cortaste?
Ya llegó la ambulancia.
¿Quién habló al 911?
¡Ábreme, Linda! ¡Linda!
No me creyeron lo que pasó.
¿Cómo chingados me iban a creer?
Cuando Linda quiere puede ser buenísima para llorar y convencer a cualquiera. Tiene harta
labia la cabroncita. Fui la malosa del cuento en esta jodida historia.
A punta de lagrimones Linda convenció a todos que yo fui quien la había lastimado.
No niego que hay veces que me dan ganas de ahorcarla cuando se pone necia y se destrampa,
pero yo jamás la he tocado.
Más bien ha sido ella quien me ha puesto mis buenos chingazos y no una, sino varias veces.
Esa vaina de agarrar a madrazos a tu pareja como si fuera punching bag no va conmigo.
Ya tuve mi sobredosis de barbarie cuando vivían mis jefes. Quedé bien vacunadota contra los
madrazos.
Cuando Linda me echó toda la yuca no me creyeron. Salí perdiendo por ser pinche chicana
lesbiana, prieta y pobretona.
Ya andaba rapada, bien pelona. Los tatuajes tampoco me ayudaron, me hicieron ver más
malankis.
A la hora del desmadre con Linda estuve golpeando la pared de sheet rack con los puños
cerrados. También le aticé unos chingazos a la puerta del baño para que me abriera. Acabé con
las manos hechas garras, infladas como sapos. Pura finta de boxeadora casera. Pensaron que me
la había descontado gacho.
I´ve got no money. Tuve que agarrar el abogado de oficio, al que todavía no le sé si es más
inútil o más pendejo.
Pa´ acabarla de joder, me tocó la fiera de la juez Jenkins. Por algo le dicen la Judge Judy
paseña…
Todo estuvo en mi contra. Mis cargos fueron de asalto con agravio con once meses de
sentencia por una madriza que nunca le puse a mi linda Linda.
Ya serví cuatro meses, ahí la llevo.
Se me hace que la quiero más por cabroncita…
¡Linda hermosaaa!, grita O a todo pulmón, haciendo eco por el búnker.
Drop it, O. Ya chále.
Deja de restregarnos a tu Hermelinda Linda. Pinchi bruja, ya hasta la empanzonó un viejo
mientras tú te jodes por su culpa y sigues babeando por ella.
Ya, pues. Ya estuvo, ladies. Mejor me voy a enterrar a mi cueva.
Ustedes no entienden ni madres lo que es amor…
CAPÍTULO V

ABOMINABLE EL TIEMPO
E l pesado y espeso ambiente carcelario se deja sentir como si el aire se densificara hasta
transformarse en una piedra irrespirable.
Dentro de los búnkers la temperatura es mucho más baja que el resto del lugar.

Los despiadados 55º grados Fahrenheit o su equivalente de 10º centígrados se suman a la


atmósfera rarificada y pétrea para hacer más miserable la existencia.
Una viscosa amalgama donde todo se conjuga:
El pesar de los pesares, el horror de la injusticia, el olor de la venganza, el rencor acumulado.
Las lágrimas retenidas, las tensiones contenidas. La prohibición de tocarse, los maltratos a
mansalva, el menoscabo infinito.
La negrura y la amargura, el rigor del frigorífico, la frigidez tan impuesta, el alma siempre en
quebranto, la sujeción acuosa del llanto.
El encierro y el destierro, la mala y la buena sangre, el corazón desangrado, el amor
evaporado.
La necesidad de amor, la plétora de desamor, el abandono y olvido de familiares y amigos.
La vergüenza desatada, la desfachatez colmada. La mala vibra anegada, las vejaciones
constantes, las miles de humillaciones, el reloj en vacaciones.
El sadismo y el cinismo. La sobrepoblación causante de la hacinación.
La vasta discriminación, la nula rehabilitación, el abuso de poder, la ausencia de
oportunidades.
La miseria y el racismo, la pobreza y la ignorancia, la pérdida de la esperanza, el tiempo lento
y su acechanza.
El miedo siempre constante, el terror tan vigilante…
Una fuerza maligna e invisible se apodera de las horas.
Horas que se estrangulan, horas que cuelgan y estiran, horas que siempre se elongan en su
elástico infinito.
Se empantanan los minutos para deslizarse en brea.
Como una fuente coagulada, así se nos congela el tiempo.
Tiempo que muere estancado y quieto. Tiempo alucinado y roto.
El tiempo siempre tritura. Pútrido y anquilosado tiempo. Hecho pedazos el tiempo.
El tiempo es una pertinaz bruma que se abraza con el humo.
El tiempo es un ayer remoto y un ahora interminable.
Tiempo que afila su sable. El tiempo es inacabable. Abominable es el tiempo.
CAPÍTULO VI
LA VISITA
D isculpe, señora, pregunta la mujer de pelo algodonoso con voz agobiada dirigiéndose a una
mujer morena y de apariencia humilde mientras se acerca a la fila sabatina formada por la calle
Overland de El Paso, en la parte lateral del enorme edificio que sobresale por su altura en esa
parte del centro de la ciudad.

La mujer morena voltea cuando la anciana vuelve a preguntarle con un dejo de timidez.
Disculpe, ¿Aquí es donde tiene una que formarse para la visita?
Si, señora, responde ésta sonándose la nariz con un pañuelo. Luego se limpia las lágrimas
que caen por su afligido rostro.
La mujer aprieta el kleenex en la mano y contesta con voz entrecortada:
¿Usted también tiene gente aquí, seño?
Sí. Apenas me avisaron. Vengo a ver a mi hija. Me dijeron que la hora de visita es a las diez.
¿Ya mero son?, ¿qué no?
Es que no traigo reloj. Más bien nunca uso reloj. Yo siempre me guío por el radio…
La otra mujer checa su reloj pulsera, y observa:
Faltan diez minutos pa´ que abran las puertas, pero siempre hay que estar antes, porque a
veces no alcanza una a entrar.
La fila avanza unos cuantos pasos, lentamente.
Mire, seño. Las visitas son únicamente los sábados y domingos. Nomás tiene una hora pa´ ver
a su familiar. El tiempo se va volando. Es re´te poquito, sobre todo porque aquí abajo la
entretienen mucho. Y si las guardias están emperradas pues es peor…
Avanzan poco a poco.
Mire, parece que ya abrieron las puertas…
Le traje unos burritos de carne con chile colorado a mi hija.
¿Usted cree que me dejen pasarlos?
No, señora. No dejan pasar comida ni nada a los presos. Aquí no es como en Juárez…
¿No quiere uno, mija?, pregunta la señora ofreciéndole un burrito a la mujer.
No, gracias. No tengo hambre, responde la mujer más joven. Nuevamente no puede evitar
que le escurran las lágrimas.
Tenga fe, mija. Todos estamos en las manos de Dios.
No se haga a un lado, dice tratando de animarla. Verá que primero Dios su familiar va a salir
pronto.
Después interroga a su vecina de la fila.
¿Y usted a quién tiene por aquí? ¿A quién viene a ver? ¿Es su familiar?
Tras un largo suspiro la otra mujer vuelve a limpiarse las lágrimas haciendo un gran esfuerzo
para contenerse.
Responde con la voz cargada de tristeza mientras la fila avanza paso a paso.
Vengo a ver a mi hermana. Ya tiene un año encerrada.
Ella trabajaba en una oficina aquí en El Paso. Era secretaria. El hombre para el cual trabajaba,
su jefe inmediato, estuvo robándole a la compañía durante mucho tiempo.
Mi hermana era muy confiada, muy tonta. No tenía malicia, pues…
Ella siempre firmaba y firmaba un montón de papeles sin fijarse. A lo pendejo nomás.
Pasado un tiempo los de la compañía notaron que había un faltante enorme en las cuentas.
Casi cien mil dólares. Y la firma de mi hermana iba de por medio.
¿Va usted a creer?
Ella fue quien resultó perjudicada. ¿Dónde iba a tener ella ésa cantidad?
Nosotras siempre hemos sido gente honesta, gente de lucha, de trabajo, con principios.
El vil hombre salió por piernas, como dicen. Huyó y no supimos pa´ dónde agarró camino.
Y a mi hermana… la mujer rompe a llorar y vuelve a contenerse. A mi hermana le están
achacando ése dineral perdido.
El viejo méndigo la dejó bien ensartada con el fraude.
Lo poquito que teníamos ahorrado lo gastamos pa´ pagar el abogado.
Ahora yo le cuido a su hijo, su niño que ya tiene cuatro años.
¡Alma mía de mi hijo tan inocente, tan chiquito y sin su madre! Y su madre aquí sufriendo
injustamente y sin tener culpa alguna.
Ya ve. Nunca falta un bribón aprovechado….
Fíjese, el domingo entrante el niño al fin va a poder ver a su mamá porque van a preparar una
visita especial pa´ las criaturas. Va a ser Easter, Domingo de Pascua.
Pero nomás hay dos fechas especiales en el año. El resto del tiempo los niños no pueden venir
a la visita.
No crea, la cárcel es bien dura pa´ todos, el encierro agarra parejo…
Caminen para adentro, ordena con voz rígida el guardia que está a cargo de la puerta.
Enseguida agrega:
Fórmensen y hagan una fila por allá pa´ chequiar si pueden pasar a la visita.
Las personas se acercan al módulo en donde revisan el nombre del detenido y en qué bloque
está.
Después de este paso los guardias checan si el preso o presa añadió los nombres de estas
personas en su lista de visitantes.
La señora canosa se acerca con paso tímido al módulo. Con actitud cohibida pregunta por su
hija.
La guardia que atiende la ventanilla de información finge que no entiende español, a pesar de
su aspecto netamente hispano, además de portar la placa que muestra su nombre: Elsie Flores.
Su rostro denota fastidio y cara de pocos amigos.
Contesta groseramente, con marcado acento cien por ciento pocho.
I don´t speak Spanish. Wait for a guard that can speak Latin, mam…
¿Cómo dijo? ¿Cómo dijo? Inquiere de nuevo la mujer, angustiada al no entender el idioma e
intimidada por el trato déspota de la servidora.
La mujer morena se acerca a auxiliar a su compañera de fila.
A ver, dígame el nombre de su hija y en qué bloque está.
Y deme su nombre también…
Enseguida proporciona todos los datos a Elsie Flores, quien busca la información de muy
mala gana, renegando por el esfuerzo obligado.
Luego exclama con aire triunfal esbozando una sarra sonrisa victoriosa:
The prisoner has not authorized Ramona Sanchez for visit. No can do, lady…
La mujer espera impaciente a que le traduzcan:
Mire, señora Ramona. Su hija no la apuntó pa´ la visita.
La mujer se derrumba consternada:
Pero es que vengo desde Albuquerque. Yo vivo allá…
Pídale a su abogado que le autorice la visita o dígale a alguien que si pueda ver a su hija que
la ponga en la hoja, que la anote en la visita.
La otra mujer mira el reloj con impaciencia. Ya no quiere restarle minutos a su hora de visita.
Todavía tiene que mostrar su ID y pasar por dos revisiones más: la de sus cosas personales y
la corporal. Luego tendrá que subir por el elevador para ver a su hermana.
Siente pena por la otra señora.
Yo ya pasé por todo eso, mija, comenta solidaria.
Aquí nadie le informa a una o le dice cuáles son las reglas para la visita ni todas las trampas
que hay que burlar.
Todos somos pinches piojos para esta bola de desalmados. Y lo más triste es que les vale pura
madre.
Antes de dirigirse hacia el otro cubículo aconseja a doña Ramona en tono afable:
Póngase abusada.
Vaya a donde está el letrero que está junto a los bebederos. Fíjese muy bien y lea todas las
letras chiquitas pa´ que la próxima vez no batalle.
No sé leer, mija, confiesa la mujer avergonzada bajando la voz para que no la oigan.
Entonces póngase en un ladito, y espere a que llegue alguien que sí hable español. No se
apene. Pregúnteles todo lo que quiera saber.
¡Que Dios la bendiga! Tenga fe… profiere presurosa antes de retirarse.
Sí, mija. Muchas gracias y ¡Que Dios la ayude a usted también…!
Ahora es ella quien llora desconcertada, como una niña perdida buscando a sus padres con
frenesí.
Cada piso consta con un área de visitas. Tiene la forma de un rectángulo partido por la mitad.
Las presas están en un lado, los visitantes en el otro. Los asientos quedan frente a frente. Una
gruesa mica de plástico los separa. La comunicación se da a través de un teléfono que bien puede
estar fuera de servicio. En esos casos hay que esperar a que haya otro aparato y asientos
disponibles.
Carmona rompe en llanto en cuanto ve a su madre, una mujer que a pesar de sus casi setenta
años luce muy buen porte. Bien vestida, muy arreglada, emana un olor a perfume caro. Su
presencia contrasta con la mayoría de los otros visitantes.
¡Sácame de aquí!, madre, exclama con desesperación. No me abandones en este lugar…
La madre hace un esfuerzo para no quebrarse. Traga saliva para suavizar el nudo atorado
en su garganta. Trata de consolar a su hija ofreciéndole su amor y su apoyo.
No te apures, hijita. Todos nos estamos moviendo, asegura con voz confortante. Disimula esa
sensación de espanto en su mirada al impactarse en el rostro demacrado de su hija aunado a la
notoria pérdida de peso, subproductos del peaje emocional. Lanza un hondo suspiro y agrega:
Tu padre fue a buscar al señor chiquito…
¿A quién?, pregunta Carmona con desconcierto. En ese momento no capta el mensaje en
clave.
La recepción entre ambos aparatos es pobre, llena de estática y ruidos misteriosos.
El señor chiquito prometió echarnos la mano con tu caso. Además vamos a…
Time out. Se acabó el tiempo de visita, interrumpen las guardias.
No me dejen aquí, por lo que más quieran, suplica de nuevo…
Una guardia redonda y rubicunda se acerca y la amonesta con severidad:
Hang up, lady… Visit time is over.
La madre también cuelga el teléfono, frustrada por la pérdida de tiempo allá abajo.
La bendición que ofrece a su hija a través de la mica se queda a medias. Una guardia la
insta con rudeza a dejar el lugar.
La madre sale cabizbaja del recinto. Ahora si deja escapar un llanto silencioso, lleno de
desesperación.
La mescolanza emocional le revuelve el estómago. Sus enormes ojos insisten también en
vomitar lágrimas
CAPÍTULO VII
EN EL BÚNKER DEL CASTILLO…
M i búnker se ubica en el onceavo piso, hacia el ala glacial norte del castillo que conforma la
cárcel de el Condado.

Nuestro bloque está destinado a quienes tenemos algún tipo de enfermedad o discapacidad.
Cada uno de sus ocho mini suits albergan una sola presa.
Este privilegio se agradece ya que en otros búnkers las presas se encuentran hacinadas.
Allí moran de dos a cuatro mujeres en cada uno de los estrechos cuartos.
La disputa por poseer la litera superior puede llegar a tornarse en una situación ríspida, incluso
hasta de discordia sangrienta.
Los brotes violentos son muy frecuentes, con su castigo subsecuente.
Cuando se abren las puertas electrónicas del búnker se penetra a una jaula cuadriculada y
metálica tipo zoológico.
Consta de una apertura donde penetran las charolas de la comida y otra apertura menor para
deslizar la correspondencia, así como memorándums y el pedido para la Comisaria. Se pronuncia
de esta manera.
De esto hablaré más tarde.
La jaula tiene otra puerta electrónica deslizable para entrar al búnker.
El espacio del bloque es un rectángulo, como si fuese una T invertida, donde el palito
transversal de arriba es más delgado que el resto del cuerpo de la T.
A la izquierda de la jaula hay un pequeño lavabo para enjuagar los trastes de la hórrida comida,
con una barra para colgar los trapos sucios. En seguida hay un excusado que se utiliza cuando los
cuartos están cerrados.
A la derecha de nuestro palito de la T en el espacio bunkerino, se encuentra la regadera especial
para handicaps, un cajón rectangular de acero inoxidable de una sola pieza. Tiene un asiento ancho.
Al presionar el botón del agua fría o caliente el chorro se mantiene tan sólo durante 20
segundos, tras lo cual cesa por completo. Hay que anticiparse al cese del chorro porque al presionar
nuevamente la temperatura inicial es fría y al alcanzar la temperatura adecuada vuelve a cesar
automáticamente. El secreto consiste en presionar el botón de agua caliente antes de que el chorro
se detenga presionándolo constantemente, manteniendo el chorro continuo.
Comparado con Juárez, la presión del agua en El Paso es una chulada. En Juárez muchas áreas
no cuentan con la presión suficiente, lo cual complica el bañarse, lavar ropa y regar, amén de tantas
zonas carentes de agua y drenaje en pleno siglo XXI. Casi hablamos de la mitad de la población.
El cuerpo de la T es parecido a una vecindad con cuatro cuartos individuales de cada lado.
La parte central tiene dos mesas de acero inoxidable empotradas en el piso. Cada mesa
octagonal tiene 4 bancos de acero también, redondos y sempiternamente gélidos, donde el culo se
te congela cómo un témpano.
Hacia la base de nuestra T están tres enormes ventanales polarizados.
La vista es maravillosa. Ni un sólo día dejé de agradecer ese hermoso paisaje ofrecido desde el
estreno de mi infortunio.
Y es que frente a la torre número 11, en el ala norte del Castillo del Condado se impone
majestuosa la Montaña Franklin con todo su esplendor, a pesar de que el polarizado de los vidrios
distorsionaban el color.
La Montaña Franklin es la parte final, el extremo sur de la cadena que conforma las Montañas
Rocallosas.
A toda velocidad, a la derecha de mi bloque y hacia enfrente por la calle San Antonio,
construyen otro Castillo Carcelario de próxima inauguración. También será administrado por
alguna compañía privada para el gobierno de Texas, una cárcel particular que incluye a toda su
futura fuerza de trabajo.
CAPÍTULO VIII
PAYBACK
“ Fuck life. Fuck everything. La vida es una mierda atorada. La vida me sale debiendo. Y
mucho. I never deserved all this shit. No lo merecía. No me lo merezco…”

Shut up, Ladies! vocifera Rodríguez. La custodia interrumpe de tajo su monólogo interior y
ametralla a las presas con la mirada para intimidarlas.
Regresa a su soliloquio.
My so called life. Mi vida miserable. Tan gris como este uniforme. Mi mugre vida es una
cárcel amarrada a estas paderes.
Shut the fuck up, ladies! ¡Cállense el hocico! I´m warning you. No voy a repitirlo, advierte
enardecida.
Se desliza con furor a los recuerdos.
Nunca más volveré a apendejarme por un viejo pirujiento y nalga seca como mi husband.
Mucho menos ir tras él como una idiot like the time when I moved to Las Vegas.
Pinchis viejos. Todos son the same shit. Puro pito loco. Debían de caparlos a todos a
mordidas.
Hey, Martínez: Next time vas pa´l solitary. I´m not kidding, bitch…
Musita con aflicción: ¨Una vida pinche y gris. El alma siempre nublada. El corazón
arrugado.¨
Ora sí vienen las mías porque ya llegó el pay back.
Hizo rewind en su memory hasta llegar a su past. Tiempos de school y de misery. Tiempos de
amargura y llanto.
Hey, Rodríguez! That´s an indian name. ¿Qué no?, varios niños de Elementary la cocorean en
el patio del recreo.
Fucking mexican, hueles a taco. Le llueve un bonche de burlas y carcajadas que queman.
Rodeada de acoso y miedo, Rodríguez es el eje en medio del escarnio.
Otra sarta de recuerdos vomitan en su memoria, y se stopean en Junior High, donde varios
chavalos calenturientos la asedian como alimañas alrededor de su banca:
Pinche Mexican bruja!
Guys! Ahí viene la Halloweena. Ya quítate el disfraz…
Pinche Rodríguez! tás´ bien culera, sácate la máscara…
Hey, boys! Ahí viene la culerindian. She´s my idol. Parece un ídolo la cabrona.
Culerindian! Culerindian!, ruge el feróstico coro de teenagers con la cara salpicada de acné.
Los mocosos la rodean para cantar al ritmo de Elvis Presley:
She walks like an idol
She looks like an idol
´Cause she´s a fucking idol, too…
Las dolorosas reminiscencias la mortifican. Su memoria es una llaga abierta que sangra
todavía.
Toma el tolete con fuerza, como si fuera a exprimirlo. Lo pasea contra las rejas
provocando que éstas resuenen como una marimba desgañitada y funesta.
Martínez! This is your last call before solitary! ¿No entiendes? Ya cállate el hocico!
La perturbada centinela descarga un poco del estiércol que estaba emplastado y adherido en
el fondo del costalote de sus desdichas y la basura emocional.
Now I´ve got the power. Tengo el poder y el control. Es hora de ajustar las cuentas del alma,
farfulla con determinación.
Martínez!, proclama la guardia alterada, embravecida. Tú te lo buscastes, fucking bitch!
Deja caer el tolete con fuerza cavernícola sobre la prisionera Martínez, junto con la colección
de desprecios y sarcasmos, la traición y el abandono de su pareja y la diversidad de matices
grises que la han acosado sin fin para joderle la vida.
Toma el silbato para solicitar el apoyo de su peligrosa tribu dominante.
Entre varias custodias someten a Martínez, con su habitual estilo
Cro-magnon: una tromba de toletazos combinada con exquisitos patadones mundialeros que
desplazan a la insubordinada como pelota de trapo.
Para su buena fortuna, la rea Jessie Martínez está semi-inconsciente. Parece un títere greñudo
y desmadejado.
Rodríguez siente los brazos cansados por el vigoroso ejercicio. Tiene las manos adoloridas,
pegajosas de sangre y sudor ajeno. Afloja la presión con la que sostiene el pringoso tolete. Sus
nudillos están blancos.
Sonríe complacida cuando observa a Martínez desparramada como una jerga vieja en el piso
del elevador, poco antes de su expulsión y destierro hacia las galeras del solitary.
La resguardo y vigilante Cornelia Rodríguez, conocida también como ¨Corny¨ entre el clan
de las ¨custodiaraptors¨, retorna triunfal y erguida al bloque de la incorregible forajida Jessie
Martínez.
Con el orgullo esponjado repite para sí misma:
I´ve got the power. Tengo el control. Now it´s my turn.
Penetra al búnker lanzando chisguetes de desafío:
¿Y tú qué fregados miras?, Wanna go pa´l solitary?, espeta iracunda a una jovencita
embarazada que dejó de parpadear del miedo y baja la mirada ante la candente amenaza de
Corny Rodríguez, enseguida amaga a las otras presas mientras juguetea con el tolete:
No problem. Sigan chingando, ladies, sigan chingando y verán…
¡Bola de facinerosas!, estalla su voz fumigándolas con desprecio antes de emprender la
pavorrealesca retirada con paso enhiesto y marcial.
CAPÍTULO IX
NI SUS LUCES
W ake up, ladies!, ¡Órale!. This is not a hotel, hurry up!.

La orquesta de estrambóticos metales se intensifica multiplicando todos los ruidos.


Dentro del búnker la luz resplandece a plenitud como si fuese el sol de mediodía.
Trato de incorporarme y no puedo mientras las ocho puertas corredizas del lugar se
deslizan ruidosamente y las otras presas comienzan a salir de sus madrigueras en un desfile
ahuevado y somnoliento. Todas menos yo.
Mi pierna está rígida como una barra de acero. Hago un esfuerzo para intentar moverme y
me atraviesa un relámpago doloroso que se agrega a mi rigidez casi espástica.
Mis cinco compañeras ya están afuera.
Se me deslizan las lágrimas mezclándose con la sensación de terror y la impotencia de no
poder moverme.
Toco mi pierna. Parece un iceberg doloroso clavado en mi bloquecito de cemento,
consolidados como si fuesen una sola pieza.
La puerta no tarda en cerrarse. Forzosamente todas tenemos que estar afuera para esperar el
vomitivo desayuno de las tres de la mañana.
Sigo rígida. Ni siquiera puedo sentarme. El dolor compite ferozmente con mi voz, y en un
esfuerzo desesperado trato de acercarme al timbre que está empotrado en la pared para pedir
ayuda a las guardias y suplicar que me lleven a la enfermería.
Aparecen Pam y O por mi estrecha puerta.
Hurry up, beauty! They´re closing the door soon. Ya van a cerrar las puertas.
¿Qué onda, Carmona?, pregunta O.
I can´t move, respondo llorando sin cesar. No puedo ni sentarme.
Come on, honey, me anima Pam con ternura.
No puedes quedarte aquí. Estás tiesa por este jodido frío.
This is a fucking freezer. Look at my glasses, expresa mientras señala el vaho acumulado
dentro de sus lentes.
¡Pinche timbre!, pa´ variar no sirve, agrega O, e intenta rescatarlo de su afonía eléctrica.
Las demás se acercan para ver qué pasa. Entre Pam y O logran incorporarme no sin antes
proferir un grito desgarrado.
Por favor no me muevan.
Ya no puedo agregar más porque el llanto me domina.
Todas deliberan. Empiezan a gritarle a las guardias. Otras tocan sin éxito alguno de los
timbres que sí funcionan.
Hurry up!, dice Jackie frenética. Si no estamos todas afuera nos van a castigar parejo.
Ayúdenme, por favor, suplico.
No puedo parar de llorar. Mientras unas gritan y agitan la jaula metálica de la entrada
solicitando ayuda. Pam reingresa a mi cuarto con una botella de plástico con agua caliente para
ver si con un poco de calor logro vencer mi rigidez y atemperar el dolor.
Drew desclavó de su escondite personal una pastilla Darvocet y me ofrece agua para que me
la tome.
Take this, Carmona. You´re gonna feel better.
¡Bola de cabronas!, exclama O con rabia.
Méndigas viejas. Se la pasan chingando todo el tiempo. Vienen a fisgonearnos de noche
cuando estamos echadas. Parecen perras en celo. Pero nomás las necesitas y te tiran el finger las
muy mierdas…
Mira, Carmona. Lo más seguro es que pa´ cuando lleguen las de la enfermería ya puedes
caminar.
Si es que vienen, profieren las otras a coro.
Exacto. Si es que se dignan a venir porque tienes que hacer appointment con el doctor hasta
una semana antes.
Pa´ cuando te pelan ya es too late, mija, -agrega O. Maybe you won´t be here. You´ll be dead,
man… Vas a estar bien tiruta pa´ entonces.
Shut up, O. Fucking loonie… la amonesta Pam.
Oh, I´m just jocking Can´t you see?, lamenta riéndose al verme sonreír entre moco y lágrima.
Mira, Carmona. Déjanos moverte mientras pa´ que no nos castiguen a todas. ¿Sí?, propone
Jackie, siempre hábil para negociar.
Luego después del breakfast te ayudamos a acostarte y seguimos insistiendo pa´ que vengan
las de enfermería y veas al doctor. ¿Ok?
Medio apendejada por el Darvocet apruebo el plan más por solidaridad que por otra cosa.
El dolor aún me mastica la pierna. Al menos parece que la botella de agua caliente me puso el
termostato en defrost.
Lo más difícil fue el incorporarme con una sola pierna. Sostenida por Pam y O doy pequeños
brincos. Cada uno estalla en una reverberación dolorosa.
Jackie puso un tendido en el piso cercano a las mesas mientras llega la bazofia
matutina.
Las puertas de los cuartos se cierran con su tartamudeo metálico, cojeando a tramos también.
Ya no les timbres. No tiene caso, expresa Drew a O con voz grave.
They´re not coming. It´s a waste of time…
Siento la cabeza pesada como una piedra atolondrada. Recargada con la espalda en la pared
empiezo a dormitar, exhausta por este larguísimo momento entre el wake up call y el cierre de
las puertas.
Apenas escucho la letanía de las demás mientras mascullo un thank you, girls.
Me duermo al fin.
¡A ver a qué horas se les hincha pa´ que traigan el fucking breakfast!, reclama Jackie
indignada.
¿Pa´ qué chingados nos despiertan si tardan más de una hora pa´que traguemos, agrega.
Precisamente para eso. Para jodernos la vida, añade Pam.
Exactly, asienta Drew refunfuñando.
De las guardias, ni sus luces.

CAPÍTULO X
NOTHING TO LOSE: DREW
Hay familias que por tradición reciben una herencia.

En mi familia, nuestra herencia fue el cáncer, desparramando su negra estirpe genética a


diestra y muy siniestra por ambos lados, como si los malditos genes se empeñasen en
perseguirnos con verdadera saña.
Mi padre sucumbió al cáncer pulmonar, mi madre al cervicouterino. Fuimos dos hermanas,
mi gemela Patsy y yo, Drew.
El cáncer no sólo acaba con la vida, sino también cercena la economía. Es una cara y
dolorosa enfermedad.
Tal vez por eso Patsy eligió la carrera de enfermería y yo en la búsqueda de respuestas opté
por intentar desentrañar el universo celular y estudié Bioquímica.
Fueron tiempos difíciles pero ambas nos graduamos con honores trabajando y estudiando al
mismo tiempo.
Patsy tuvo un hijo a los 45 años, y fue madre soltera. Por mi parte yo elegí voluntariamente
casarme con los libros, combinando la investigación y la enseñanza.
Pensaba retirarme a los 65 años y dedicarme a viajar el resto de mis días, o hasta que me
fuese posible.
No fue así. El cáncer arribó un mal día a los huesos de Patsy. Pospuse mi vida de retiro por
dos años más, dejé la investigación y conservé el empleo de maestra para así tener tiempo
disponible para ayudarle a mi hermana.
Patsy luchó por su vida durante año y medio y finalmente perdió la batalla junto con su casa
hipotecada y los ahorros de toda una vida de trabajo.
Sólo quedamos Robert, mi amado sobrino, hijo de mi amada Patsy y yo.
Es un buen chico. Decidió dejar la carrera de veterinario para estar junto a su madre en sus
últimos meses de agonía.
Volveré a la escuela en dos años, tía Drew, me prometió con calma voz, sin un atisbo de
rencor o amargura porque los ahorros que Patsy había previsto para sus estudios universitarios
estaban más secos que los viejos caminos que rodean nuestra casa de Lubbock, Texas.
Por mi parte había olvidado mi chequeo anual entre la enfermedad de Patsy y la depresión
que me produjo su muerte.
Hace seis meses acudí a revisarme con mi doctor de toda la vida.
¡Oh, sí! El cáncer que tanto nos ha jodido la existencia por generaciones ya se instaló en mi
cuerpo.
No fue una sorpresa, casi lo esperaba. Lo que sí es de admirarse es que nuestro antiguo
verdugo celular siempre se manifiesta en sitios y modos diferentes: esta vez optó por mi mama
izquierda. Rehusé el tratamiento médico convencional para tratar de buscar un paliativo en la
medicina alternativa, pero en México. Allá es mucho más barato.
Redacté mi testamento para legar los frutos de mi trabajo en manos de Roberto, mi sobrino
adorado.
Anhelaba que volviese a la Universidad el siguiente semestre sin preocupaciones económicas.
Por eso lo invité a viajar conmigo en mi casa trailer, remolcada por una pick up de doble
cabina adquirida exprofeso para el viaje a México.
Fuimos a Ciudad Juárez donde recibí terapias alternativas durante cuatro semanas en una
clínica pletórica de gringos enfermos como yo. La nación más belicosa del mundo también
genera enfermos poderosos.
Me asombró la calidez y el trato sensible que enfermeras y médicos tienen hacia sus
pacientes. Para empezar, nos dicen pacientes, no clientes, como en Estados Unidos.
Aparentemente mi pronóstico mejoró con las diversas terapias que recibí: ozono, cartílago de
tiburón, colónicos, terapia celular, acupuntura, terapia eléctrica, vitaminas, oxigeno hiperbárico,
en fin, un tune up holístico muy completo.
Durante nuestro viaje de regreso, noté un poco nervioso a Roberto, pero atribuí al
cansancio por tantas desveladas y correrías nocturnas de gringo loco durante nuestra estancia en
Ciudad Juárez.
La revisión en el cheking point ubicado en Loma Blanca fue exhaustiva.
Bajaron un total de mil libras de mariguana localizadas en diversos compartimentos y
escondites, tanto de la pick up como del tráiler.
Roberto y yo Intercambiamos miradas y culpas.
Entendí la desesperación de mi sobrino en su intento fallido por juntar dinero para su
educación.
Serás un buen veterinario, le dije al verlo por última vez. No abandones la escuela,
prométemelo.
Lo único que me pudo es que no me dejaron abrazarlo porque ya me tenían esposada.
Me eché la culpa encima. Él sí tiene futuro. Yo no tengo nada que perder. Nada.

CAPÍTULO XI
COMPASSION
E l desayuno arribó aproximadamente una hora después del wake up call. Mis compañeras me
ayudaron a sentarme para el pase de lista y la entrega de charolas con el desayuno a media
madrugada.

Era la guardia de la Kripy, una de las custodias más feroces y cabronas.


She needs to see a doctor mam, reveló Pam. Let me pick up her tray, refiriéndose a la charola
con mi desayuno.
We´ve been calling you desde hace rato, agregó Ortiz antes de ser interrumpida con un grito
fulgurante:
Shut the fuck up! Are you her lawyer?, bramó a Ortiz sin permitirle contestar porque me
dirigió una mirada fulminante seguida de un:
What´s up, Carmona? Can´t you speak for yourself? Agarrates tus defenders, o qué?
No mam. I´m sick. I can´t move. Tengo mucho dolor, I need a doctor…
¿Ya llenates la forma blanca?. You have to have an appointment, that´s the rules. You know
that, lady…
Something is wrong with my leg, I know for sure, declaré.
Volvió a rafaguearme con la mirada.
Let me see what I can do, ofreció con sequedad mientras le salía vapor de la boca por el
pinchi frío.
Más te vale que no andes pretending porque si no te vas al solitary. Ok?
Yes, mam, respondí humildemente conteniendo mi rabia personal.
Regalé a Drew mi asqueroso desayuno de huevo en polvo. Sólo conserve mi cuartito de
leche helada para tratar de atenuar la gastritis provocada por el Darvocet en ayunas. Lo escondí
entre mis piernas para que se descongelara un poco.
¡Aguas, Carmona!, me advirtió Jackie. No te vayan a ver estas perras porque te castigan. No
puedes guardar esas cosas contigo.
¿No quieres la manzana?, preguntó O con esperanza en la mirada.
No, mejor agárrala tú.
Ok, dijo O sonriendo y sobando la fruta contra su traje naranja, lanzándola por el aire para
volver a cacharla con destreza.
Media hora después las puertas de los cuartos volvieron a deslizarse con su estruendo
tartamudo. Entre todas me ayudaron a acostarme de nuevo. El dolor hacía esfuerzos por regresar
de su apendejado letargo. El estar acostada por lo menos lograba que fuese un poco más
tolerable.
Pinchi Kripi, a ver si se le hinchan las ganas pa´ pasar el reporte a la enfermería. Se me hace
que te vas a tener que aguantar hasta que venga la nurse a repartir la medicina.
¿Cuánto apuestas a que no vienen?, aseguró O desalentada.
Don´t worry, Carmona, afirmó Pam. Van a venir más tarde. Lo que pasa es que tienen un
chingo de trabajo. La enfermería siempre está llena.
Pasaron como dos horas más de tortura y espera.
Por fin llegaron dos enfermeras que parecían haberse Doctorado en relaciones humanas en
Auschwitz o algún campo de concentración similar.
¡Párate, Carmona!, me ordenó una mujer latina con cara de bulldog.
El tono glacial de su voz hacía juego con la temperatura del lugar.
I can´t move, mam, contesté con sinceridad.
¡Que te pares, te digo! ¡Órale!, gritó con ojos de lanzallanas.
No me imaginaba que había enfermeras así de rudas y cabronas.
I need help…, supliqué.
Acercó la camilla. Más bien la aventó golpeándome el muslo, lo que hizo reverberar el dolor
como si una piedra lanzada al agua hiciera ondas en ella.
No te hagas pendeja y trépate aquí pero ya. Me amenazó tronándome los dedos como una
sagaz bailarina de flamenco.
I can´t move, really, repliqué.
Shit!, aulló con rabia volteando a ver a su compañera quien levantó los hombros como
diciéndole ni modo.
Sacó dos pares de guantes desechables y sin perder un ápice de su rudeza le aventó el otro par
a su compañera.
Luego me escupió frenética, fuera de sí:
Hurry up!, lady. We have a lot of work to do. We are not gonna wait for you. Fucking
princess! Te doy hasta cinco pa’ que te trepes pero ya! (y empezó a contar)
Hice lo posible para intentar subirme, pero mi aposento de cemento estaba en clara
desventaja de altura con la camilla, pues ésta sobrepasaba la cama como por dos pulgadas.
Con la cara descompuesta por la cólera, reajustó con brusquedad la altura de la camilla (la
que por cierto nunca logró emparejarse) pellizcándose un dedo por atrabancada.
Fuck!, graznó con ganas de ahorcarme, enardecida por su propia imprudencia. Pensé que los
ojos se le iban a salir de las cuencas, impulsadas por un torrente de ira.
Después procedió a retirar la camilla del cuartucho golpeándola hacia los lados y
vomitándome su enojo para volver a amenazarme:
This is your last chance pa’ treparte. We don’t have your fucking time pa’ ver a “quioras” te
da la gana de subirte.
No pude contenerme. Entonces la cuestioné:
Don’t you people know what is compassion? ¿No conocen lo que es la compasión? En
enseguida agreguè:
I am really sick and I do understand you. Entiendo que tienen mucho trabajo, but Can’t you
please help me?
Esta última petición la desconcertó, pude leerlo en su rostro sorprendido. Su única respuesta
fue:
We can’t afford it. No podemos darnos ese lujo como la compassion. We don’t have time
for it.
Atónita por su respuesta, exclamé:
¡Qué pena me dan ustedes! En serio. I feel sorry for you, people. Shame on you…
Ya no dijeron nada.
Mis compañeras me hacían señas para que me callara y me calmara.
No volvieron a dirigirme la palabra durante el resto del trayecto hacia la enfermería. Hicieron
evidente su enojo golpeando la camilla contra todo lo posible.
Me sentí como un balín dentro de una máquina de pinball. Su score fue perfecto. No hubo
pared ni esquina a la que no le atinaran con su furia.
Colocaron la camilla en un pasillo de la atestada enfermería.
Pasó un buen rato antes de que alguien se dignara a atenderme. Un enfermero (también
perteneciente al equipo de los rudos) tomó mis signos vitales con violencia. Me exprimió el
brazo al tomarme la presión.
Otro enfermero se acercó para preguntarle:
What’s wrong with her? ¿Qué tiene?
Oh! She’s just pretending. Ya sabes como son, contestó con sarcasmo en la voz, convencido
hasta la médula de mi simulacro.
Jamás olvidaré la burla estampada en sus rostros.
Tras otro rato eterno se acercó una enfermera. Parecía tener otra actitud, como si aun le
importara el prójimo y fuese del equipo de las técnicas.
Tras ignorar el consabido “está fingiendo” de sus compañeros me hizo algunas preguntas.
Checó los pulsos de mi pierna. Averiguó cuantas cirugías había en mi pasado imperfecto.
Puso cara de seria y ordenó que me viera el tlatoani mayor, o sea el monarca de turno. Un
verdadero logro en ese mar rebosante de indiferencia deshumanizada.
El anterior enfermero se mofó con ganas cuando leyó las notas de su homóloga técnica.
Don’t worry, Rosie. She’s just pretending. Puro pedo. You will see…
I’m not so sure, respondió Rosie sin inmutarse por la burla.
Será mejor que la revisen. You´ll never know…
OK. That´s your call. If you insist, reiteró el enfermero Tom Sánchez con su inevitable tono
bufonesco.
Me volteó a ver con desprecio y un despliegue de cinismo a ultranza:
She’s fucking pretending.
Acuérdate que all these losers son un montón de mentirosos. Just a pack of criminals and
liars. Trust me. Ninguno vale la pena ni tu tiempo, son pura basura, just plain shit.

CAPÍTULO XII
EL CAMINO DEL PECADO
E ntran dos guardias al recinto bunkeriano y anuncian su habitual con indiferencia:
Aquí está la pastora. ¿Cuántas van a ir al servicio religioso?
Todas, excepto Drew, levantan la mano apresuradas. La excitación colectiva parece
amortiguar un poco la gelidez del entorno.
OK. Tienen cinco minutos pa’ salir en orden. Y no pueden llevar nada, ya lo saben.
Las mujeres salen del búnker y se colocan tras la línea roja marcada en el piso del pasillo, con
la cara vuelta hacia la pared, los brazos extendidos y las piernas separadas.
Silence! Spread your legs. Abran bien las piernas, ladies…
Las guardias revisan primero el pelo. Enseguida deslizan las manos por la espalda, la cintura
y tocan por dentro de los muslos. Luego ordenan que todas se pongan de frente.
Spread your legs, ladies. Abran las piernas, señorasss…
Vuelven a palpar los lados de la cabeza, revisan la boca, toquetean las tetas (a algunas
durante más tiempo o con más presión que a otras).
Después ordenan de nuevo:
OK, pónganse de lado. Una guardia se coloca al frente y la otra detrás de la fila.
Wait, wait… dice Miss Polansky: go back to your position, ladies and spread your legs.
Ambas se retiran hacia la central de guardias a realizar maniobras misteriosas dejándonos
como niñas castigadas contra la pared durante diez minutos más.
What’s going on?, pregunta O masticando la voz para no hablar fuerte.
Inmediatamente una guardia se asoma por la esquina y advierte:
Shut up! Don’t move, Ortiz…
No fue su voz la que traicionó a Ortiz, sino el movimiento de su cabeza hacia la derecha.
De frente a la pader, ladies and spread your legs, vuelve a ordenarnos.
Always the same shit, murmura Pam discretamente. Nomás lo hacen para joder y robarnos
tiempo.
¿Cómo está eso?, pregunta Carmona quien es neófita en rutinas carcelarias.
El servicio religioso dura dos horas. A las perras les encanta hacerse pendejas para
retrasarnos a propósito, añade Jackie con su voz cavernosa.
Tras otros quince minutos las guardias por fin regresan y retoman su lugar en la fila india.
Las prisioneras son conducidas al comedor, un salón rectangular que está dividido por la
mitad con una red de cadenas.
Casi no hay lugares disponibles pues las presas de otros bloques han llegado con antelación.
Look, comenta Jakie a Carmona como si fuera una guía de turistas.
En ese lado es donde comen las guardias. Las cabronas también parecen presas, expresa
riéndose con ganas.
La pastora Mirna Chacón es una mujer pequeña y rechoncha como una vieja uva de setenta y
tantos años, con la cara plastuda de tanto maquillaje dándole una apariencia similar al bondo de
carrocería.
Tiene las cejas pelonas y ha pintado generosamente dos arcos cafés. Su delgada boca roja
parece un clavel a punto de reventar. Lleva un vestido de tela sintética estampado con enormes
flores.
Las medias hechas rollo sobresalen en la parte inferior del muslo y calza unos zapatos de
cinta color beige tipo ortopédico.
En conjunto la grotesca mujer semeja una de esas cansadas meseras que han dejado la vida
embarrada durante cuarenta años en algún restaurante Lubby’s de El Paso.
Lo único que le falta para completar la imagen es la red en el pelo.
El lugar está lleno. Se escuchan pláticas y risas por doquier: hay saludos, besitos, y guiñadas
de ojos, intercambios de papelitos con recados para ponerse al día aprovechando que las guardias
han encerrado a todas bajo llave y no están presentes para visitarnos.
Carmona advierte que muchas jovencitas lucen el rostro pintado. A sabiendas de que está
prohibido maquillarse, pregunta a su guía Jackie:
¿Qué onda? ¿Con qué se maquillan?
Jackie responde afectuosa:
Ay!, Carmona, júntate más conmigo pa’ que aprendas.
Estas chavalas están canijas: usan el café en polvo como sombra de ojos y hacen polvito con
colores de palo para pintarse la trompa.
Claro que por más que hagan la lucha nunca podrán competir con la pastora, a ésa le venden
el Avon by the pound, por libra…
Carmona comenta: parecen niñas pintadas…
Son niñas, responde Jackie, muchas tienen diecisiete y no dudo que alguna hasta tenga
dieciseis años.
¿Qué no se supone que la mayoría de edad en Texas es a los dieciocho años?
Sí. Talking about justice… Como verás, todo es posible aquí…
La pastora Mirna está sentada al frente junto a una tele pequeña y una videocasetera.
Ya pues, muchachas dice con voz cansina y monótona:
Cómo se tardaron para llegar ahora, ¿verdad?
Casi nadie la pela, los murmullos no cesan. La mayoría de las detenidas son muy jóvenes, en
su mayoría hispanas, de los dieciocho a los veintitantos años. Hay una chica afroamericana y dos
gringas.
¡Híjole!, ¡Cómo hace frío aquí! Parece heladera. No sé cómo lo aguantan. Yo ya estoy bien
aterida y eso que traigo manga larga y suéter.
Alguien le contesta: pues los bloques están más fríos todavía.
Otra más agrega: es que son bloques de hielo… Todas se ríen.
Sonríe nerviosa y voltea hacia la puerta. Se siente re’te feo estar encerrada. Ya me dio miedo,
muchachas, expresa con sinceridad.
La algarabía general no cesa.
Pues les traje una película muy bonita, muy bonita, repite. Con mucho mensaje para que
entiendan lo que es vivir en el pecado. Para que vean las cosas horribles que le pasan a este
hombre tentado por las tentaciones y el pecado.
Se llama “El camino del pecado” y está hermosa, hermosa de veras. A ver, ¿quién sabe cómo
se pone esto?...
Una jovencita delgada en extremo se para solícita para poner el video.
Bueno, ya está listo. Apaguen las luces.
No se pueden apagar del todo, corean varias chicas a la vez.
No le hace, comenta. Vamos a ver la película, les va a gustar mucho.
Comienza la función.
Producciones Estrella presenta “El camino del pecado”, con un par de estrellas marca
Televisa en una producción netamente latina.
Esta película trata, muchachas, sobre una familia que se viene pa’cá, pa’l otro lado.
Aunque humildes eran muy felices, muy felices eran ellos.
El hombre es mecánico pero luego le llega la tentación.
No, si el diablo anda por todas partes, metiendo sus cuernotes, porque él donde quiera se
mete, relata la pastora mientras la película sigue su desabrido curso.
Miren, muchachas, el hombre se vuelve bien pirujo y a la esposa le va a encantar andar
compre y compre en todas las tiendas, agrega.
¡Ah!, muchachas, porque ahorita van a ver cómo le ofrecen que se meta de narco. Y pues el
hombre no aguanta la tentación. Así es el diablo.
Luego van a ver que el dinero no lo es todo y cómo se van a arrepentir.
La predicadora Mirna de voz cansina se encarga de arruinar todas las posibles sorpresas
del videohome casero dentro de la predecible historia.
Miren, vean lo que le pasa al muchacho. Y ahora la chiquilla le va a entregar la perla de su
virginidad al novio.
Y así y así hasta el final.
Y en toda la santa película es un habladero que zumba sin fin, igual que la verborrea de la
predicadora.
¡Híjole!, ¡qué bonita película!, ¿verdad, muchachas?
Sí, todas contestan al unísono, como un coro angelical y atento.
Bueno, muchachas. Ya saben que todas ustedes son viles pecadoras. Pero no importa qué
tanto se hayan metido en los caminos del pecado porque siempre habrá salvación.
Yo fui bien pecadora. No crean que no, muchachas.
A mí me encantaba la tomadera. Llegaba a mi casa después del trabajo, sacaba mi “six” de
cervecita del refrigerador y me echaba en el sillón toda la santa tarde. Bien pisteadora fui yo,
muchachas.
No crean. Todas podemos pecar. Si el canijo diablo nomás está esperando con tremendas
uñotas pa’ agarrarnos como sus esclavas, esclavas del vicio y el pecado.
A ver, pregunta. ¿Cuántas de aquí son pecadoras?, ¿A ver?, alcen la mano, no se escondan
porque Dios todo lo ve.
Surgen muchas manos en el aire.
A ver, díganme. ¿Cuántas de ustedes han matado? Hay un cierto morbo en su pregunta,
mayor que el intento de salvar a esa alma perdida.
Una lluvia de miradas se lanzan como flechas envenenadas hacia Jackie, quien enseguida
capta la descarga de los ojos flamígeros sobre su persona y agacha la cabeza avergonzada.
Discretamente Carmona aprieta su mano solidaria y le susurra:
No les hagas caso, ignóralas.
Se abre la puerta del recinto y entran las guardias.
La pastora Mirna toma su biblia y dice:
Hay repárteles esto. Y ordena a una jovencita de cara granienta para que entregue a todas
unos panfletos religiosos.
¡Bueno, muchachas!, exclama con prisa y alivio al ver la puerta abierta. Luego nos vemos, y
sale despavorida del lugar.
En seguida se regresa y demanda en tono suspicaz:
¡Mí película, mi película! ¿Quién la agarró, muchachas? ¿Dónde está?
La misma chica granienta que repartió los panfletos saca la película de la video. Se la entrega
sin decir palabra.
La pastora Mirna casi le arrebata el videohome casero a la chica con tosca brusquedad.
Luego, a modo de despedida, suelta la siguiente frase:
Es que ya no aguanto el méndigo frio. Adiós…

CAPÍTULO XIII
CHICLOSO, CHICLOSO
E sa tarde mi bato llegó hasta la madre. Bien fucked up. Hasta el millón llegó mi Kali. Después
de diez largos días de andar de perdidote.
Yo ya tenía muncho pendiente. No aparecía por ningún lado.
Lo había buscado con todos sus compas del barrio y nada.
Llegó cuando apenas había acostado a mi niño, quien anduvo re´te necio todo el día porque
apenas le estaban saliendo los dientitos.
Clarito oí el enfrenón del carro. Era Kali haciendo un ruidajo de los mil diablos. Un
escándalo tremendo, molestando a los vecinos de los apartamentos, pa´ variar.
Un vecino le gritó pa´que se callara:
Deje de estar tiznando. Aquí hay gente que sí trabajamos, pinche desconsiderado…
¡Cállate el hocico! Shut the fuck up!, contestó Kali enfurecido. Agarró la lata de cerveza que
traiba en la mano y la aventó a la ventana de enseguida.
Salí a rogarle que se metiera antes de que le hablaran a la policía.
Me metió dos o tres cachetadas y me jaloneó el pelo.
Mi vecino salió a defenderme.
Métete con un hombre, cabrón aprovechado. No le pegues a tu mujer, le reclamó.
Esta no es una mujer ¿Qué no ve? Es una pinche bruja. ¿Verdad, Jackie? Fucking witch…,
replicó con sorna.
¡Ya métete!, por favor, Kali, supliqué. Vas a despertar a Junior. Batallé un chingo pa´ poder
dormirlo…
You want me to call the police, Jackie?, preguntó mister Saucedo.
It´s ok, respondí muy avergonzada y agradecida al mismo tiempo, I´ll take care of this. He
just needs to sleep. Thank you.
So, bien ashamed me llevé a Kali hasta la puerta del apartment.
Anything you need, just call me, ofreció mi vecino nuevamente.
Mr. Saucedo was a good neighbor. Muchas veces me ayudaba con some money cuando el
Kali se iba de juerga dejándome en ceros, con la alacena vacía.
It´s all right. He is ok, volví a repetirle.
Acosté a Kali en el sillón de la sala y le quité los zapatos. Junior se había despertado y no
paraba de llorar. Kali andaba tan pasado que ni se enteró de nada. Mi niño chille y chille y el
otro ronque y ronque viendo pa´ dentro, tan a gusto.
Me fui pa´ la recámara y puse unas cartoons en la T.V. pa´ calmar a Junior. Nos quedamos
dormidos los dos.
Como a las cuatro de la mañana Kali se despertó. Todavía andaba loco, bien cruzado. No
supe qué se había metido. Se le oía voz de puro tripiado.
Hey, Jackie! give me a beer…
Su grito me levantó. Le contesté medio dormida y molesta:
No, ni madres, no estés chingando. Mejor duérmete otra vez. Vas a despertar a Junior again.
He´s sick…
¿No me oístes, cabrona? Tráime a fucking beer…
Agárrala tú, pinchi huevón, le contesté y fui y me paré frente al sillón.
¿Cómo me dijistes? hija de la chingada.
Se paró de un salto, como una fiera.
Te digo que si if you want a fucking beer go get it yourself.
Se me echó encima y yo me escapé hacia la recámara, pero me regresó de los pelos y me
tumbó al suelo.
Me levanté bien encabronada y abrí el fridge pa´ sacarle la beer. Luego se la aventé con harto
coraje y le grité:
Ten. Atáscate si quieres pero ya déjanos en paz, leave us alone. ¿Por qué mejor no te largas?
¿Me estás corriendo, hija de la chingada? ¿Quién te crees que eres, cabroncita?
Te crees la muy acá, la muy decent porque no te metes nada. Tú no eres naiden pa´ correrme
de mi casa. Yo me largo cuando yo quiera, cuando a mí se me hinchen. Y si me largo de aquí me
voy con todo y mi hijo, pendeja.
¡Pinche bruja!, ¡pinche bruja!, me gritó encorajinado.
Se encaminó hacia el cuarto.
Salí disparada para coger a mi niño pero me volvió a aventar al suelo.
Kali aprovechó que estaba tirada y fue y levantó al niño de su cuna.
No podía permitirle que tocara a mi bebé, y menos en ese estado.
Entonces fui y saqué un cuchillo del cajón de la cocina y lo enfrenté:
Give me my baby!, le grité como una loca.
El niño no paraba de llorar.
My baby?, dijo bien burlón abrazando al niño contra su pecho. Lo estaba apachurrando
muncho. No medía su fuerza.
Suelta a mi niño o no respondo, cabrón, le dije amenazándolo con el cuchillo cebollero.
¿Qué me vas a hacer, pinche loca?
Me aceleré de más y le clavé el cuchillo en el brazo izquierdo, cerca del codo.
Shit, man!, gritó al mismo tiempo que soltó al bebé.
Aventé el cuchillo pa´ poder cachar a mi baby.
Mira lo que me hicistes, cabrona, me reclamó. Mi reacción lo había agarrado de sorpresa. No
se la esperaba.
Un chorrito rojo rojo le saltaba de su brazo.
Se quitó la camiseta y la rompió pa´ amarrársela alrededor del brazo y parar la sangre.
Me metí con el niño al cuarto y lo arrullé hasta que se durmió. Luego lo puse en la cuna.
Me salí pa´ ver cómo estaba Kali.
Vi que el trapo ya estaba encharcado de sangre. Agarré otra tira de su camiseta para hacerle
otro vendaje.
Cuando me acerqué al sillón me tiró un patadón y me gritó re´te emputado:
¡Lárgate, cabrona! No me toques…
No quería más pedos ni quería que mi hijo se volviera a despertar. Me di la media vuelta y
me encerré con mi hijo en el cuarto. Puse una silla contra la puerta. Saqué a Junior de la cuna y
mejor hice un tendido en el closet pa´ protegernos en caso de que el Kali abriera la puerta pa´
volver a molestarnos.
Nos quedamos bien dormidos durante varias horas.
Ya era de mañana cuando desperté. Todo estaba muy calladito. Pensé que Kali se había
vuelto a salir.
Por si las dudas fui a asomarme a la sala. Al principio pensé que al fin se había dormido. Kali
estaba sentado en el suelo con la cabeza contra el sillón. Se había encuerado todito para
embarrarse de sangre, quién sabe con qué maldita intención.
Había regueros de sangre por todos lados. Los chisguetes alcanzaron las paredes y hasta parte
del techo…
Cuando pisé la alfombra sentí los calcetines chiclosos, chiclosos.
El cuchillo estaba tirado en el suelo a un lado de su cuerpo.
Moví a Kali pero ya estaba frío y bien tieso. Agarré el cuchillo no sé porqué. Con ganas de
que me hablara pa´ decirme qué diantres pasó en ese rato.
No pude gritar ni llorar. Mucho menos hablar. Como si se me hubieran borrado las palabras
pa´ toda la eternidad. Sentí que yo ya no era yo y el mundo ya no era este mundo.
Kali estaba muerto pero yo no lo maté.
CAPÍTULO XIV
CRIME IS MONEY
L as horas pasean en cámara lenta. Salvo la hora de visita o de algún servicio religioso, todo es
una rutina interminable.

El día inicia por la madrugada, entre las tres o las cuatro, con el grito del interfon:
Wake up!, ladies, acompañado de una ráfaga de aparatosas luces.
Contamos con un lapso de menos de diez minutos para abandonar la habitasuite y dirigirnos a
las heladas sillas metálicas y esperar el breakfast.
Puede transcurrir hasta una hora entre el toque de levante y el arribo del los pesados carros –
metálicos también, que transportan el asqueroso alimento, insípido, indigesto y casi siempre frío.
Lo mejorcito del escaso repertorio en el menú es la avena caliente, una especie de engrudo
misterioso, y el cuartito de leche bien helada.
Las charolas de comida son repartidas en los diversos bloques por otras presas (casi siempre
las más jovencitas y que purgan delitos menores) a las que se les obliga a traer una red en el pelo.
Además de entregar la comida, distribuyen chismes. Son las juglarcillas que intercambian
noticias y/o recados. Por esta razón, gozan de un status especial.
El servir los alimentos, una pesada tarea, les significa también una rebaja en sus condenas.
La cocina pertenece en exclusiva al universo masculino de la prisión.
Los cocineros hornean bollos de pan blanco diariamente y se encargan de preparar la comida
en sus dominios, los cuales se ubican en el primer piso.
Los alimentos siempre se entregan en orden alfabético. Cada presa recibe su respectiva
charola en recipientes de foamie y un tenedor o cuchara de plástico.
La comida es impotable. Se desperdicia muchísimo. Una cuarta parte de los alimentos
terminan en la basura, la cual cuelga de una bolsa de plástico transparente y se entrega junto con
las charolas. Los vasos son de plástico y tienen que contabilizarse cuando se lleva a cabo la
recolecta.
Unas cuantas presas tienen dietas especiales por orden médica, aunque no hay mucha
diferencia en cuanto al sabor. La ventaja: reciben más fruta que las otras.
Si la comida llega tardíamente (que es casi siempre), hay que comer de prisa porque cuando
las chicas regresan a recoger sobras y charolas no pueden esperar a nadie.
Casi una hora después de los alimentos, las puertas de los cuartos se abren nuevamente. Tras
el desayuno hay oportunidad de volver a acostarse un par de horas. El llamado para levantarse se
da a las siete de la mañana.
Las prisioneras trabajan cada tercer día en dos turnos que se alternan para efectuar la
limpieza: el piso, rejas y ventanas, la regadera, los banquitos, las dos mesas, así como el lavabo y
el excusado común que se utilizan cuando al cierre de las puertas de los cubículos.
A las recién llegadas les cuesta trabajo usar el excusado común y el baño de regadera frente a
todas. Después se acostumbran o se resignan pero no deja de intimidar el hecho de zurrar o
pedorrearse frente a las otras. Lo mismo sucede durante el día cuando se abren las puertas
individuales. La compañera del cuarto que está enfrente siempre tiene la visión del trono de la
otra.
Una o dos veces por semana se llevan a cabo las visitas sorpresa.
Las guardias revisan minuciosamente los cuartos. Mueven los infames colchones y checan
cada cosa y rincón a conciencia. Si encuentran basura o cosas prohibidas castigan a todas las
reclusas, obligándolas a permanecer en la sala comunal sin acceso a las celdas hasta que las luces
se apagan.
Algunas de las chicas tienen buena relación con ciertas guardias. Por ejemplo logran sacarles
un poco de líquido extra para desinfectar sobre todo los baños y los ventanales, que siempre
están pringosos porque ofrecen el único contacto posible hacia el exterior (ya sea visual o táctil).
Es uno de los lugares preferidos de todas, incluso para llorar.
Contemplar las calles y el paisaje que brinda la montaña puede ser tormentoso y a la vez
terapéutico. Les recuerda a las cautivas que existe un mundo fuera de estas paredes miserables.
La comida o lunch se sirve entre las nueve y diez de la mañana. El último alimento se entrega
entre las cuatro y cinco de la tarde. Comida y cena consisten en un cuerudo salchichón tipo suela
de zapato servido en rodajas, acompañado de una escasa ración de puré de papas en polvo y unas
cuantas verduras congeladas que siempre varían su consistencia: extra-cocidas o extra-crudas. El
kool-aid le hace honor al nombre por kooleiro. Prácticamente es agua medio pintada, insabora o
megadulce, a punto de congelación.
Las luces de los cuartos se apagan y las puertas se cierran a las diez de la noche. A partir de
esa hora comienza el festín de ruidos.
Los jueves por la noche es día de comisaria. La procedencia del nombre es un verdadero
misterio.
A cada reclusa se le entrega cada martes una lista con todos los productos que están en venta.
Desde refrescos hasta agua embotellada, café en polvo, todo tipo de papitas y snacks salados,
cacahuates, chocolates, frijoles en polvo y queso ídem (un sucedáneo extraño). Plumas, lápices,
colores de palo, hojas para escribir. Ropa térmica, jabón, shampoo, desodorante, crema y pasta
dental.
Todo es carísimo. La versión gringa de la tienda de raya, pero en riguroso efectivo o cash.
Cada producto tiene una clave especial y complicada de 4 o 5 números.
Las hojas para pedir la comisaria forzosamente tienen que ser llenadas a lápiz. Hay que
rellenar cuidadosamente los pequeños óvalos que corresponden a cada número pues las formas
son leídas por computadora. Si los óvalos no están sombreados por completo con el lápiz o si
sobrepasa el perímetro, automáticamente se invalida la petición.
Existen ocasiones en que la totalidad del bloque ha quedado sin comisaria porque según la
computadora, ninguna de las presas fue capaz de realizar el pedido correctamente. En dado caso,
éstas tendrán que esperar una semana para volver a hacer la petición y aguardar otros tres o
cuatro días más para recibirlos. Total: diez amargos días sin chuchulucos.
La sutileza maquiavélica con que el sistema aplica ciertos castigos es exquisita y admirable,
digna de un análisis sociológico.
Comenta Pam, la máster en conocimiento carcelario. ¨La Coca Cola Company era quien hace
unos años tenía el contrato de la comisaria. Ahora son Pepsi y Sabritas las concesionarias de éste
presidio. Un negociazo millonario.
Cuando las presas requieren calzones o brassieres, estos deben ser comprados por los
familiares en las tiendas Walmart. Tienen que ser de algodón y de color blanco. Deben
entregarse exclusivamente los días lunes. Si no, ya te jodiste. Con el frío permanente cualquier
prenda que sea lavada tarda más de dos días en secarse.
Aunque la ropa térmica es una necesidad primordial que sólo puede adquirirse a través de la
comisaria, no todas las presas cuentan con suficientes recursos para estar bien abrigadas. Un alto
porcentaje tiene que añadir el frío a su variada lista de castigos.
Lo único gratis amén de el papel de baño son las toallas sanitarias. Están disponibles en las
puertas de cada bloque y en el pretil de algunas ventanas en los pasillos.
El argot carcelario las ha bautizado como cookies. Se utilizan también como trapos para
limpiar.
Cada viernes a las cinco de la mañana llega el carrito para el préstamo de libros con escasos
títulos disponibles.
En su mayoría son novela rosa o libros de vaqueros, paperbooks en mal estado, rotos o
incompletos y panfletos religiosos de iglesias protestantes.
Muy pocas presidiarias leen. El nivel de escolaridad promedio es muy bajo, incluso algunas
son analfabetas. No existe el hábito de la lectura. La raquítica oferta es poco apetecible. Además,
cuando arriba el carrito, lo hace silenciosamente. De hecho es el único evento que no va
precedido de ruido. Casi todas están dormidas y no se enteran.
Si alguna presa desea leer un libro en particular, tiene que recibir primero la aprobación
del título por parte del personal que maneja las visitas.
El material de lectura tendrá que ser adquirido obligatoriamente en la cadena de librerías
Barnes and Noble. Son los únicos autorizados para enviar el material por paquetería a través del
correo, previo pago de el flete.
Dentro de los enormes tentáculos de poder que posee el pulpo de la globalización, la
cárcel es un negocio redondo e infinito. Un redituable comercio particular para aquellas
compañías que ofertan su amplio abanico de servicios al Estado, las cuales incluyen contratación
de personal, suministro de equipo (mobiliario, uniformes, etc.) y la dotación de espacios físicos.
Los presos y presas son la clientela cautiva idónea, el chorrito inagotable para corporaciones
como Pepsi Cola, o la ganona de turno.
No cabe duda: CRIME IS MONEY TOO.

CAPÍTULO XV
LA NEGRURA
D espués de la muerte de Kali, hay un enorme hoyo negro en mi memoria. Very strange. Como
que my memory was swept away, barrida by a hurricane. Todo se puso very black and really,
really spooky. Almost creepy. Qué digo almost. It was creepy. Espeluz… espeluznante, decía mi
abuelita. Siempre batallo con esa palabra…
¡Ay!, ya cuentános, Jackie. Nos tienes con la emotion atorada en la mera panza, dice O con
impaciencia.
Give her some time, añade Pam. It´s not easy to speak about this kind of things. They get
stuck inside you, O…
Oh!, No. It´s Ok, aclara Jackie. Ya puedo hablar de ese espantoso tiempo en el solitary.
¿Cuánto tiempo te aventaste en el solitario?, pregunta Carmona.
Cuatro meses. Four long months.
Shit man! Lo más que me he aventado allá is one week. And let me tell you, ladies. Solitary
is fucking hell, man. Fucking hell, I´m not kidding…
Déjenla seguir. Luego nos platicas tú como fueron tus experiences.
Bueno, continúa Jackie tras un largo suspiro. Fueron cuatro meses pero no recuerdo nada de
lo que pasó al principio. Puros borrones, como si tuviera la mente enlamada.
We saw you on TV. Salites en las news. Los reporteros te preguntaban hartas cosas y nunca
dijites nada. Fucking zombie, man. Nomás pelabas los ojotes. Como un indian tótem.
Shut up!, O. Let her speak for herself, enfatiza Pam tajante.
Me echaron pa´l solitario porque desde un principio alegaron que yo era una amenaza pa´ las
demás presas. Como una pinche fiera peligrosa, por eso me enjaularon. Tenían harto miedo de
que otras presas me atacaran por ser una méndiga asesina.
Can you believe that?.
La otra excusa que sacaron fue que yo misma podía ser un peligro para mi persona. Podría
intentar suicidarme o hacerme daño.
No sé con qué fregados, explica a la vez que menea su muñeca. Por eso todavía traigo la
pulsera roja con el warning de suicidal risk.
Pero todo esto lo supe hasta mucho tiempo después.
No quería comer, no hablaba con naiden. Me la pasaba echadota todo el tiempo, bien
dormida. Ni siquiera podía llorar. Estaba como perdida en otro mundo. Las guardias me daban de
comer a fuerzas…
¿Cómo está eso?, inquiere O, intrigada. Si las pinchis perras van y te avientan la comida por
un hoyo and that´s it. Nunca comes afuera de tu jaula.
Allá te tratan como vil animal…
Sí, afirma solidaria Pam. Lo bueno es que aquí nos tratan como princess, con tanto pinche
amor…
Todas se cagan de la risa con la puntada de la Pam.
Jackie prosigue su historia.
Me sacaban a tomar aire y a estirar las patas por quince o treinta minutes al día. Qué digo las
patas. Las patotas, comenta en son de burla riéndose de sus pies anchos y enormes, como
personaje de los Picapiedra.
Y sólo sacan a las morras bien portadas, man, agrega O.
Las guardias aprovechaban pa´ atiborrarme siempre de pastillas pa´ los nervios. Por eso me la
pasaba jetona todo el tiempo, viajando en otra pinche dimensión.
Era mejor aguantar así bien fucked up a tener que estar piense y piense.
Allá las horas se dejan caer más heavy, más slowly. Really, el tiempo se te hace más aguado
y eterno, comenta O…
Todavía me siguen dando a güevo un chingo de pastillas, afirma Jackie. Quedé muy afectada
con toda mi bronca. Cuando volví de la negrura fue espantoso.
I couldn´t sleep at all. Nomás no pegaba el ojo.
¿Y cómo fue que regresastes, Jackie? ¿Hasta cuándo te diste cuenta qué rollo?.
No te sé decir, O. Perdí la noción del tiempo. Yo creo que pasaron como dos meses. Un día
de repente empecé a gritar como loca. Mas bien como animal, a lo bestia, a lo pendejo…
¿Cómo dicen que hacen los leones, Carmona?
Rugen, Jackie….
¡Ándale!, Esa es la palabra.
Di un rugido enorme. Como si de repente el dolor hubiera tronado como una espinillota.
Vomité toda la pus que traiba guardada adentro. Como si el dolor despertara de repente.
Dicen que las otras presas se contagiaron de mi locura. También se pusieron a gritar. Hasta la
pinche Caballa, y pa´ que esa vieja reaccione con algo está bien cabrón.
¡Órale!, exclamó O, sorprendida. Te tocó la fucking Horsey, man…
Sí. Esa pobre desquiciada estuvo conmigo todo el tiempo. She´s really freaky…
¿Quién es la tal Horsey?, pregunta Carmona.
Una pinche negrota bien mamada con la piel mapeada de tatuajes. Una gorila enorme como
de siete pies de alto y cuerpo de jugadora de football americano. De veras se impone de tan
horrible.
Siempre está en el solitary. Hasta las pinchis guardias le tienen un chingo de miedo. Casi
nunca la dejan salir.
Es más, las pocas veces que la llegan a sacar, a lo mucho una o dos veces por semana, tienen
que esposarla de las manos y los pies. Le ponen vigilancia exclusiva: tres o cuatro guardias para
ella solita.
La Horsey se la pasaba tirándole patadones a la puerta o dándose de topes contra la pared
todo el pinche tiempo, como chiva loca.
Esa mujer por poco me saca de quicio, confiesa Jackie.
En serio. Nadie la soportaba. Además de los golpes, gritaba y maldecía al por mayor. No
estaba en su sano juicio. Mejor debería estar en un manicomio.
A lo mejor fue ella quien te sacó de la negrura, observa Carmona. Y gracias a ella
despertaste.
Fue todo un suplicio estar en el solitary. Un castigo salido del infierno.
Pero déjenme terminar de contarles cuando rugí bien espantoso. Mi locura parecía roña. A
todas se las pegué. Después vino el gritadero. Un alboroto de la chingada.
Tras haber echado mi primer grito ya no pude parar con la lloradera. Gritaba y lloraba al
mismo tiempo.
Mi baby, my baby. Where´s my baby? I want my baby.
Quiero a mi niño, quiero a mi niño, repetía muncho.
Trajeron una camilla. Me llevaron esposada y amarrada a la enfermería.
Me pusieron unos shots, pa´ calmarme, pero ni así dejé de llorar. No podía.
Comencé a golpearme contra la pared cuando regresé al solitary. Igual que la Horsey.
Fíjense qué curioso. No me acuerdo de los shots. Lo que sí me pasó bien machín fue la luz.
Me caló re´te cabrón en los ojos.
Pues sí. Nomás imagínate cuánto tiempo estuvistes en las tinieblas. Like a fucking vampire,
man. No te derretistes de milagro…
Come on, O, suplica Pam. Let Jackie finish her story…
No problem. She´s right.
Casi no podía ver. Traiba los ojos hinchados como bombones de tanto chillar. No podía ni
quería comer. Todo lo vomitaba. Tampoco pude dormir. Me la pasaba piense y piense y piense…
¿Por qué estoy aquí? ¿Yo qué hice? Le pregunté un día a una guardia bigotona y bien
maldita.
¿No sabes por qué? Ahora resulta…
Soltó una risa bien sarrísima, como de burla, making fun of me and my pain...
No, le respondí con franqueza. Tú dime porque yo no sé…
Matastes a tu marido, ¿Qué no?...
Se me vino otro chingazo como si me hubieran aventado un ladrillo en la memoria.
Me agüité muchísimo.
Me la pasé berreando como mi vecina dándome de topes en las paredes. Estuve golpeándome
durante un bonche de días. No supe cuantos.
Me quedé sin voz y una plaga de chipotes como tunas en la cabezota.
¿Cómo se dice lo de la voz, Carmona?
Afónica…
Ándale, bien afónica. Another funny word.
Lloraba con desesperación todo el pinchi tiempo.
Luego me enteré por las otras compañeras que estábanos en el solitary.
Pensé que allí ponían a todas las accused of murder como yo. Puras asesinas.
Y es que muncha gente de my family han estado en jail. Alguna vez fui a visitarlos, pero it
was bien different.
Ni uno de ellos ha estado por asesinato. Y en la visita no te vas a poner a preguntar. Oyes,
¿Cómo es tu cuarto? Platícame… Pos´ no. Además ni tiempo tienes pa´ nada…
Lights out!, ladies! Lights out! pregona el altavoz nocturno. Ten minutes…
Las mujeres se dispersan a gorro, como cucarachas en fuga para ir a guarecerse en sus
respectivos cuartuchos.
Las despedidas se empalman:
Bye girls!
See you later!
Good night, princess of San Antonio!, exclama Carmona antes de alcanzar
a Jackie .
Thank you, Carmona se despide de ella con un abrazo muy sentido.
Mientras se dirigen a sus respectivas celdas, Jackie pregunta:
Hey!, Carmona, vi que recibistes carta hoy. ¿Está todo bien?
Sí. Hay un tipo que fue nuestro vecino hace muchos años. Tenía un taller mecánico
enseguida de mi casa. Su niña y yo fuimos bien amigas desde chiquitas hasta la secundaria.
Cuando llegaron a Juárez, estaban muy fregados. Venían del sur. Él era chambeador y muy buen
mecánico.
Para ayudarlo, mi papá lo recomendó con sus jefes. Además, le consiguió clientela con la
familia y amigos. El Señor chiquito quedó muy agradecido con mi padre.
¨Algún día podré regresarle el favor, señor Carmona. Le doy mi palabra de hombre¨, le dijo
un día.
Le fue muy bien. Luego se mudaron y por mucho tiempo les perdimos la pista.
Casualmente mi papá lo volvió a ver hace unos meses. Les dio tanto gusto volver a verse que
hasta se fueron a echar unos pistos. Platicaron un chingo, como viejos amigos. Resulta que ahora
él está conectadote con el narco. Y bien buena onda, se puso a sus órdenes.
Hace unos días mi papá fue a buscarlo para que lo orientara con mi bronca. Aceptó ayudarlos
con mi caso.
Ni mi familia ni yo estamos familiarizados con estos asuntos. De hecho el señor chiquito es la
única persona que sabemos que anda en el rollo del narco.
Recuerdo que siempre hacíamos bromas con su nombre. Se apellida Chico y está bien
chaparrito, parece niño. Cuando supimos que se había metido al narco le pusimos el apodo de el
señor chiquito que es un pesadote…
That´s good news, Carmona. Vas a ver que muy pronto regresas a tu home.
Dios te oiga, Jackie….
Light´s out!, ladies…, insiste la voz del interfon.
En cuanto penetran a sus celdas las puertas se cierran con su acostumbrado escándalo de
metal.
CAPÍTULO XVI
FLY YOUR TIME
H ippie, hippie, hippie: Pam

I was a flower girl. A real hippie. I was born in San Francisco. La mera mata, dicen ustedes
en español.
Mi padre era ginecólogo. Muy buen médico. Muy famoso. Se retiró hace tiempo. Yo fui hija
única. Mi madre tuvo un parto muy complicado cuando yo nací. Ya no pudo tener más hijos.
Fui una niña consentida. Really spoiled. Mis padres querían lo mejor para mí. Pudieron darse
el lujo de enviarme a escuelas privadas. Tomé clases de equitación y ballet clásico.
¨Por eso tengo tan buena pierna, mira…¨
Mi madre también tenía dinero. Su papá, o sea, mi abuelo, fue alcalde de San Francisco. No
lo conocí.
I´m not lying. I hate that shit, lies. No soporto las mentiras.
La vida es muy complicada porque está llena de mentiras.
Me gusta decir las cosas cuando las siento y como las siento, sin trucos en la lengua, para que
salga la verdad.
Mi padre el doctor era muy puto, ¿sabes? Era guapo, inteligente, simpático. Tenía mucha
labia y encanto. Vivía rodeado de mujeres. Todas sus pacientes eran mujeres. Así que podía
escoger y coger con muchas mujeres.
Mi mamá era traductora. Había estudiado letras en Francia. Cuando se casó con su doctor ya
no la dejó trabajar. Eran otros tiempos. Lo que el marido ordenaba, eso se hacía. She was
beautiful. A high society girl, she always did. Se la pasaba en fiestas y charities and things like
that.
Era alcohólica de closet. Mi padre lo sabía. Además de ignorarla nunca hizo nada por ella. Mi
padre casi siempre estaba ausente. Viajaba mucho, daba conferencias, iba a seminarios y
congresos médicos. Siempre estaba trabajando. Era workaholic y putoholic.
Poco antes de morir mi madre se enteró de que mi padre tenía una amante. Ella siempre
estuvo al tanto de sus otros amoríos. Aventuras pasajeras sin importancia. Pero con ésta última
mujer mi padre tuvo dos hijos.
En vez de divorciarse mi madre se deprimió mucho. Ya no salía de la casa ni hacía fiestas
glamorosas. Se la pasaba encerrada en su cuarto. Cada vez tomaba más. Mi padre le daba
montones de pastillas para la depresión.
Tú sabes, booze and pills are a very bad combination. No combinan bien. Un mal día mi
madre ya no despertó. Yo tenía trece años. Mi madre se suicidó, pero fue mi padre quien la
ayudó a suicidarse, le dio su buena empujadita.
Mi vida se quebró. Odié a mi padre por eso. Creí que mi madre me había abandonado. Tardé
años para poder perdonarla.
It was very hard, so hard for me. Fueron tiempos difíciles. Yo estaba triste y confundida. Me
sentía muy sola.
Mi padre me envió a un colegio privado, un internado en Suiza. Aprendí a hablar francés y un
poquito de español. Así es Europa. Todos hablan varios idiomas.
Casi nunca veía a mi padre. Prefería quedarme en el colegio durante las vacaciones, a
regresar a mi casa en San Francisco.
No quería verlo. Tampoco me atrevía volver y tener que enfrentar los fantasmas del pasado y
los recuerdos de mi madre. Creí que lo mejor era sembrar distancia entre nosotros.
Me volví dura como una piedra. Dejé que el odio me comiera por dentro. Era una adolescente
y eso complicaba más las cosas. Me faltaba mundo y vida.
Cuando gradué el equivalente de high school regresé de Suiza. Mi padre seguía con su
amante, pero pienso que la inmensa culpa que sentía por la muerte de mi madre, hizo que nunca
llevara su nueva mujer a nuestra casa.
San Francisco se había convertido en el corazón del mundo hippie. Como dice la canción:
¨If you come to San Francisco, be sure to wear some flowers in your head¨.
I did. I put some flowers in my head. I also did heavy stuff. Me metí de todo: LSD, uppers,
downers, STP, marijuana and chiva, the real thing. No existe otra droga como la heroína.
I left home. Me fui de casa. Dejé a mi padre. I couldn´t take it no more.
Viví en parques, dormí en la calle. Viajé de ride por un chingo de lados. Estuve en México.
Pasé un tiempo en Tijuana. Viví un año en Acapulco, y dos en Oaxaca. Fui a dar hasta
Guatemala un par de veces.
Cogía con todos los chavos. Me la pasaba drogada, hasta la madre. Hay muchas cosas que no
recuerdo de esa época. Se me borraron con la loquera. So fucked up, so high all the time.
Estuve a punto de morirme por sobredosis de heroína no una, sino varias veces. Mis ángeles
me salvaron. De eso estoy segura.
Durante años dejé de tener contacto con mi padre. Era mi forma de castigarlo por la
muerte de mi madre.
Ahora que soy mayor entiendo su preocupación al no saber nada de mí. Contrató varios
detectives para localizarme.
Estuvo a punto de poner mi foto en los galones de leche:
Missing: Pam. a.k.a. ¨Lady Loqueras¨ last seen: in Mexico, having fun and wild sex…
Es una broma, Carmona. Ya me conoces… Just kidding.
Empecé a acostarme con viejos con tal de tener dinero para drogarme. La heroína es un
hábito muy caro. Andaba tan clavada en la loquera que no me importó arrastrar la dignidad en
muchas camas. Vendí mi colita un montón de veces para mi shot.
Llega un momento en la vida en que cruzas una línea y ya no hay marcha atrás. Inicié mi
larga carrera como prostituta. Empezaron también los arrestos y entradas a la cárcel por diversos
motivos: posesión de drogas, faltas a la moral, escándalos en la vía pública o por prostitución. En
ocasiones tenía un solo cargo, otras veces eran varias faltas combinadas.
Mi padre me sacaba de la cárcel. Siempre pagaba mis fianzas.
Todo eso era muy embarazoso para él, muy vergonzoso, sobre todo porque su preciosa hija,
quien había recibido una buena educación, no tenía necesidad de pasar penurias en la calle y
mucho menos ejercer la prostitución aunque él siempre tuvo predilección por las putas.
Indignado por mi conducta me reclamó varias veces.
Me ofreció volver a su lado y pagarme el rehab. Siempre me negué. Después de un tiempo el
pobre se dio por vencido.
Salía y entraba a la cárcel con mucha facilidad. Cambiaba de ciudad para que mi padre me
perdiera la pista. Cuando volvía a caer presa en otro lado, recurría a él de nuevo para que me
sacara del apuro.
Mi vida transcurría en un ciclo continuo: adentro, afuera, see you, bye, bye. Help me, daddy,
need you, Pam. In and out. Over and over, year after year, again and again…
Tuve distintos padrotes y aunque no lo creas, muchos, muchos clientes que siempre me
buscaban.
Era muy bonita, ya no. Ahora me ves sin dientes. Los perdí hace tres años en una cantina.
Ella era una lady más borracha que yo con una botella de tequila que atrapé entre mis quijadas.
Tengo mis dientes postizos, pero la última vez que caí in jail una Big rat lady me los robó.
Por eso esta vez pedí que guardaran mis pearlies con mis otras pertenencias. Ya no quiero
perderlos. Son muy caros.
Y con la dieta que nos dan aquí, honey ni los extraño.
Can you believe it? ¿Cómo es posible que alguien se atreva a usar tu dentadura postiza?
¿Cómo se verán en otra persona, si no están hechos para su boca ni a su medida?
That´s weird, fucking weird, almost creepy, pero aquí suceden cosas muy extrañas. Fucking
Zoo…
Llegué a El Paso hace diez años. Conocí a Pancho, mi hombre y mi padrote. He´s my man.
Hemos vivido juntos por siete años y también ha sido mi maestro de español. He is a good
teacher, you can see. Esa era su profesión antes de venirse a El Paso. He is a widow and a nice
alcoholic.
Pancho me ha ayudado a salirme de la heroína. Hace bastante tiempo que ya no me inyecto.
De vez en cuando uso chiva pero only por la nariz.
Estar en el joint me sirve para limpiarme. He pasado malillas real, real cabronas en el
encierro. Salgo limpia cada vez. Ya no me drogo tanto, pero sigo pisteando. I like booze, me
encanta el pisto…
Pancho no me pega. Nunca me ha pegado. Ha sido bueno conmigo.
A veces peleamos y yo soy la que le doy sus trancazos de vez en cuando. No me importa
mantenerlo porque él me cuida bien.
Ya estoy vieja. Tengo 56 años. Cada vez va a ser más difícil encontrar clientes.
Por eso esta vez voy a alegar insanity con mi caso para conseguir una pensión fija.
Mi papá me manda dinero para mi comisaria. No quiero que pague mi fianza esta vez.
Acuérdate que soy la panocha más cara del oeste. Muy valiosa: $48,000 dólares. Too much
money.
I´d rather serve my time. Mejor pago con cárcel, six or eight months. Depende de mi
comportamiento en este fabuloso hotel.
Fucking Judge. Pero así es Texas, baby. Puro cerebro de vaquero. Para darte un ejemplo ahí
está la familia Bush…
No sé si vuelva a ver a mi padre otra vez. Ya está muy viejo. Con el paso de los años aprendí
a perdonarlo.
Hey!, Pam grita O: Pancho is here…
Pam corre hacia la ventana con una toalla en la mano. Por increíble que parezca y a pesar de
que nuestro bloque está en el piso 11, allá abajo en la calle San Antonio, Pancho dibuja
gigantescas letras en el aire con la mano, como si tuviese un pizarrón enfrente. Pam le responde
hábilmente formando letras con la toalla.
No hay barreras, ambos se entienden a la perfección, hasta que un policía lo interrumpe y lo
corre de la calle.
Pam suspira emocionada y comenta feliz, restaurada por la plática con su galán:
He´ll be back tomorrow. Mañana regresa a esta misma hora, al caer la tarde, cuando pueda
ver mejor las letras de mi toalla.
Hey!, Carmona, please come here, dice invitándome a su cuarto.
Saca unos colores de palo y una libreta para dibujar.
Can you draw for me? me pregunta mientras observo su rostro y su sólida belleza a pesar de
que le faltan sus dientes. El pelo rubio castaño, enormes ojos azules de espesas pestañas, su boca
delineada y rosa.
Un rostro clásico con mucha calidez a pesar de los duros años vividos en la calle. Conserva
una buena figura, sus piernas son torneadas y macizas.
Le contesté cohibida. Sé dibujar un poco…
Pam insiste:
Ví como dibujaste la montaña Franklin para Jackie. It was very nice. You do have talent.
Really, dear.
Me pasa unas estampitas: una que muestra el rostro de una virgen y otra con dos niños que
cruzan un puente protegidos por su ángel de la guardia.
I don´t know, repliqué. But I´ll try my best. Puedo intentarlo.
That´s the spirit, Carmona!, me anima Pam suavemente. Enseguida agrega:
¨You have to fly your time. It´s the only way to survive this fucking place, this zoo…¨
Haz que vuele tu tiempo para que este lugar no te coma el alma ni te vuelva loca. Este
manicomio puede hacerte mierda.
Me entrega los colores y la libreta, un verdadero tesoro en mis manos ya inquietas por
emprender el vuelo.
Le doy las gracias y le planto un beso en la mejilla. Después me despido porque es hora de
que apaguen las luces.
En la oscuridad de el calabozo, las palabras de Pam depositaron su brillo y revolotearon como
luciérnagas por mi mente:
¨Fly your time, Carmona, fly your time…¨
Sabia, noble y bella Pam.

CAPÍTULO XVII
FUCKING ANIMALS, FUCKING
BEASTS

C ada mañana la enfermera Marcia Randall se presenta para repartir medicamento a las
internas.

Es una mujer repulsiva, soez y mal encarada. Tiene el cutis grasoso y su cabello siempre luce
apelmazado. Los ojos son ratonescos y fríos como el mobiliario y los barrotes de acero. Su
obesidad se desparrama al caminar. Habla con un marcado acento texano y voz atiplada.
La enfermera Randall primero pasa lista y entrega los medicamentos por orden alfabético. Es
obligatorio tomar el medicamento frente a ella. Aún así algunas tramposillas esconden el
medicamento con habilidad debajo de la lengua, sobretodo los analgésicos y antidepresivos que
utilizan para su viaje personal o como moneda de intercambio.
El medicamento se reparte en la puerta del búnker. En esta ocasión Jackie le pidió a O que
trajera a Drew. Cuando logró convencerla para que saliera del cuarto la enfermera se había ido.
Ella es todo un dechado de impaciencia y nunca espera a nadie. Por lo tanto, Drew tendrá que
esperar hasta la repartición vespertina. Ya no le repondrán las dosis de medicamento que
desaprovechó por la mañana.
Drew siempre ha sido huraña y solitaria, y se mantiene embutida en su celda, acostada o
leyendo. Desde hace varios días tenemos que obligarla para que salga a comer. Las compañeras
se han quejado porque huele muy mal. No quiere bañarse. Lo único que desea es dormir todo el
día.
Está deprimida. Es obvio. Además necesita atención oncológica ya que su cáncer se reactivó.
Estos pinches piadosos la programaron para la mastectomía dentro de cuatro meses. Les importa
un bledo que su enfermedad avance y su condición se agrave.
Es muy probable que en poco tiempo la trasladen a otra cárcel porque su delito sí es federal.
Tendrán que volver a reprogramar su cirugía.
Hace unos días Drew refirió que sufre de incontinencia urinaria. Está usando pañales de
adulto. El problema es que está escondiendo los pañales usados dentro de bolsas de plástico bajo
su mínimo colchón. La peste de sus meados viejos empezó a colarse hasta afuera.
Jackie y Pam le pidieron a Miss Randall que por favor le diera un pase a Drew para que el
médico la revisara. Esta se negó argumentando que si Drew no lo solicitaba por sí misma, ella no
podría otorgárselo.
Cuando la enfermera se retiró, O comenzó a protestar:
Shit, man! Drew is a fucking pig. Don´t ever ask me to go again to her room.
No way… It stinks, man.
Es una pinchi peste del demonio. Tiene meados por todos lados. Yo no vuelvo a asomarme
por allí.
Tratamos de convencer a O de que Drew era una adulta mayor. Que está muy enferma y
deprimida.
La semana pasada O escribió una carta donde despotricaba con vehemencia, quejándose
amargamente de Drew.
Curiosamente, las guardias han brillado por su ausencia para efectuar la revisión de los
cuartos, lo cual es inusual. Eso sí, le han traído a Drew montones de pañales que dejan en la
entrada del bloque. Las guardias del turno de la noche evitan llegar hasta el cuarto de Drew al
pasar lista.
Jackie y Carmona han retirado algunas de las bolsas que contienen los pañales para ir a
colgarlos en la jaula metálica de enfrente.
Las otras reclusas se han molestado por la peste. El contacto olfativo es inevitable. La
situación comienza a tornarse ríspida y tensa.
Por iniciativa de Pam escribimos otra carta, esta vez colectiva, solicitando ayuda médica
urgente para Drew.
Las guardias parecen ignorar la petición en forma malintencionada.
La peste en el lugar ya es insoportable.
La tensión ha aumentado gradualmente. Surgen gritos y peleas por cuestiones nimias.
Todas están de mal humor.
Drew parece haber incrementado su capacidad líquida, como una vieja elefanta deprimida.
Las bolsas de meados se multiplican como panes milagrosos.
El día de hoy Jackie regresó furiosa y muy alterada de la visita familiar. Atraparon a su
abuelita y a un tío con 50 libras de mariguana escondidas dentro de un carro arreglado en el retén
de Truth or Consequences, Nuevo México. Su abogado defensor fue quien le avisó.
I know they did it for me, se explayó con Carmona, llorando sin cesar. I´m sure. Estoy
segura. Fue por el dinero. Lo hicieron para ayudarme. Me siento tan culpable…
¿Qué irá a ser de mi abuelita? Ella está enferma y es una señora grande, agregó con
preocupación.
Well, maybe they will bring your grandma here. A lo mejor traen a tu abue pa´ca´, declaró O
con una risa irónica. Si tienes suerte, If you´re lucky, la echan a nuestro bloque pa´ tener otra
meona más con quién lidiar...
Are you stupid?, reclamó Jackie. Pinche burra ignorant…
Pa´ empezar, don´t you know that el torzón de mi gente fue en New Mexico?, fucking
moron…
You have to think before you open your big burra mouth. No abras la bocota si no sabes de
qué hablas. You should know what you´re talking about, pendeja!
Are you calling me burra, bitch? bramó la O tirándole dos chingazos a Jackie.
Pam y Carmona trataron de separarlas pero la altura de Jackie se impuso contra la estatura
de Carmona.
O alcanzó a zafarse de Pam al meterle un codazo en el ojo.
That´s it!, exclamó Pam enardecida.
When you´re dealing with animals you have to treat them like animals. Son unas bestias.
Déjalas que se maten, Carmona. Si eso es lo que quieren, allá ellas. Mejor ni te metas. Y corrió a
refugiarse en su cuarto.
Jackie la descomunal trotaba frenética tras de O por todo el lugar, retándola a la vez:
¡Ven aquí, cabrona! ¡Ven y dime en mi pinchi cara lo que dijistes de mi Granma!. Asshole!
O se dirigió al cuarto de Drew. Tomó una bolsa de pañales meados y la lanzó hábilmente
contra Jackie, quien recibió el proyectil en pleno rostro. La bolsa se reventó bañando a Jackie de
orines añejados.
El escándalo se hizo mayor, y a pesar de ello, Drew permaneció inamovible, petrificada en
su cuarto.
Carmona estaba situada en medio del refuego.
Aprovechando que Jackie fue a enjuagarse la cara, O tomó otras dos bolsas para
abastecerse de más parque.
Carmona trató de intervenir pero O la amenazó y mejor fue a replegarse contra una pared.
El siguiente proyectil alcanzó a Jackie por la espalda y otro más se estampó en su cabeza
aturdiéndola.
Entraron dos celadoras al búnker. Pidieron ayuda por el radio. Una de ellas, la Krippy,
accionó su pistola para descargar un putazo de voltios en contra de Jackie. Ésta cayó al piso de
inmediato convulsionándose aparatosamente.
La otra custodia se dirigió amenazante hacia O, quien reaccionó primero lanzándole dos
bolsas. Una le estalló en pleno rostro, la otra acertó justo en su pecho, sofocándola.
Carmona se acercó a Jackie con la intención de ayudarla. Dos guardias más aparecieron
por la puerta, tolete en mano.
Una vapuleó a Carmona con saña piñatera. La otra centinela asestó varios toletazos y patadas
a Jackie, a pesar de que ésta yacía inconsciente en el suelo.
Burlando a las vigilantes, O saltó con agilidad sobre la espalda de la Krippy, quién soltó la
pistola eléctrica antes de golpearse contra el filo inoxidable de la mesa y caer desmayada
también.
Ante la feroz embestida del equipo de las uniformadas, Pam se solidarizó y fue por
suministros líquidos al cuarto de Drew. Arremetió contra tres guardias arrojándoles los jugosos
proyectiles, vociferando al mismo tiempo:
¨Si hubieran venido antes nada de esto hubiera pasado. No somos animales para vivir en la
mierda.¨
Can´t you see? We´re not fucking animals!, les reclamó con indignación.
Entre dos guardias lograron someterla para llevársela esposada al solitario.
Varias cancerberas ingresaron al búnker para sumarse al ataque.
La batalla campal duró varios minutos más antes de que las guardias pudieran dominar
finalmente a las insurrectas.
Carmona rogó a las celadoras que llevaran a Jackie a la enfermería. Por única respuesta
recibió dos toletazos en los brazos y un sublime piquete en pleno vientre que despejó el aire de
su estómago. Cayó sofocada, con sendos lagrimones, jadeando en búsqueda del aire perdido y
doblada por el dolor.
Jackie seguía semi-inconsciente. Fue sacada a rastras como un toro después de la faena hacia
el castigo solitario sin recibir ayuda médica. Estaba muy golpeada.
Carmona tampoco recibió atención médica. Como no agredió personalmente a las
guardias, la dejaron que permaneciera el resto del día encerrada en su cuarto y sin cenar.
Se requirió la fuerza conjunta de cuatro guardias para poder someter a O. Estando en el
suelo, esposada de pies y manos, la guardia Mendoza de empapada figura se paró a un lado de O,
quien estaba tendida boca arriba. Una guardia le sujetó los brazos por arriba y atrás de la cabeza.
La otra le contuvo los pies por arriba de los tobillos. El propósito de ambas era dejarla lo más
inmóvil e indefensa posible.
Mendoza la de pestilente y escurrida figura había recibido dos proyectiles por parte de O. Era
el momento de cobrarse la afrenta. Dejó caer el bolsón como una pesada piedra sobre el rostro de
Ortiz, quien a pesar de la sujeción se contoneaba hacia los lados.
La bolsa de pañales en su jugo no logró reventarse con el impacto. Resbaló un poco hacia un
lado, pero aun cubría la mayor parte de la cara de Ortiz.
Mendoza se puso de rodillas para completar la venganza.
You want shit, cabrona?, rugió con estruendo. Pues ¡Órale!, ahí te va, dijo restregándole la
bolsa en la cara con furor apasionado. Casi la asfixia.
Sus compañeras tuvieron que intervenir para que O pudiese respirar.
¡Ya déjala! Let it go, insistieron. Leave it, Mendoza. Vamos pa´ que te laves. She´s not
worth it.
Aluego miramos qué hacer. Ya tendrás tiempo pa´l desquite. No vale la pena que mates a esta
basura.
Como si se hubiesen puesto de acuerdo, las tres mujeres le propinaron varias patadas a la vez,
aprovechando la mansedumbre de Ortiz, tan desmayada.
Piece of shit!, espetó Mendoza no sin antes escupirle la cara a O.
La Krippy también fue sacada en camilla. Seguía inconsciente por el golpanazo. Parecía
llevar media pelota de tenis cosida en la frente, de tonos violáceos.
You know what?, comentó Mendoza antes de salir del búnker:
Déjales sus pinchis meados otro día más. And maybe more... Who knows?
A ver si así aprenden estas cabronas, a ver si así se les quita lo sabrosas.
Fucking animals, fucking beasts, espetó con desprecio.
La uniformada jauría se retiró triunfante del lugar.
Durante todo el evento Drew nunca salió del cuarto. Permaneció inmersa en un mar de
indiferencia, navegando entre el superávit de meados y su taciturno blues. Postrada en su lecho,
ajena a la batalla líquida. Ajena a su agresivo entorno. Como si nada hubiese sucedido a su
alrededor.

CAPÍTULO XVIII
UN VIACRUCIS DE REVERSA
T engo un chingo de sueño. Prefería seguir durmiendo. Me cuesta trabajo moverme. Estoy muy
adolorida por dentro y por fuera. Mi estado anímico navega inevitable por el subsuelo.

Estoy horrorizada por tanta brutalidad. Nunca me imaginé que los abusos y la barbarie
prevalecerían tan frescos y a flor de piel en un país que cacarea con orgullo su libertad y justicia
a la menor provocación. El que crítica tajante a vecinos y enemigos.
Wake up!, ladies! repica el tedioso llamado de la madrugada que interrumpe mi profundo
sueño lleno de sobresaltos tras un caótico día lleno de stress y sazonado de salvajes golpes.
Estoy molida y todo me duele, estoy llena de moretones.
Salí rengueando de mi madrizasúite. De mala gana casi tengo que arrastrar a Drew para que
salga a comer. Le pregunto intrigada si acaso se enteró de todo el desmadre y la batalla campal,
que de cierta forma causó involuntariamente. Cuestiono además sí se ha dado cuenta que sólo
estamos ella y yo en el bloque, amén de sus meados y su peste.
Pareciera que estoy hablando con la pared. Drew casi no habla, apenas si me responde,
semidormita todo el tiempo. Le repito dos veces cómo estuvo el episodio guerrero y cómo sus
bolsas de pañales se convirtieron en certero parque.
De pronto algo hace que se reconecte en esta dimensión. Esboza una sonrisa cuando
imagina a las guardias todas meadas, pero luego adquiere un gesto adusto cuando le refiero cómo
golpearon a las compañeras. Le muestro mis heridas de guerra y murmura entre dientes:
People outside don´t have the slightess notion of all the abuses on this place.
Sí, opino con una mezcla de tristeza y convicción: la gente de afuera no tiene la menor idea
de todos los abusos e injusticias que se cometen en las cárceles.
You should write about it, Carmona, debes escribir sobre toda esta mierda…
Why don´t you write about it, Drew? ¿Por qué no escribes tú?, le pregunto mientras trato de
aguantar sus emanaciones personales que a esta hora me revuelven el estómago con ganas.
A pesar del frío en el recinto, todo el ambiente huele a orina concentrada.
I´m so tired. I feel so sick. Me siento mal. Estoy enferma y muy cansada… repite en español.
Now that you mention it, ahora que lo mencionas, ¿Por qué no quieres que te vea el médico?
Necesitas atención, estás pasando por una depresión, necesitas ayuda…
I don´t want to fight anymore, Carmona, I´ve lost hope. Ya no tengo esperanza, confiesa
mientras las lágrimas recorren su rostro afligido.
Let it go, Drew, let it go, digo abrazándola.
Llegan las guardias junto con las chicas que entregan las charolas con el infame desayuno de
las tres y pico de la mañana.
Stop it!, ladies… Advierte una de ellas con voz amenazante:
No hugging is allowed. No pueden tocarse. You know the rules. Sepárense o las mando al
solitary pa´ que le hagan compañía a sus compañeras.
It´s Ok, murmura Drew separándose de inmediato de mí.
No puedo evitar el comentario:
No cabe duda, este lugar rebosa de amor. ¡Cuánta calidez!
Shut up!, Carmona. No le busques ruido al chicharrón. Prepárate porque después del
breakfast van a tener que limpiar este chiquero entre las dos.
Cuando me entregan la charola del desayuno, me dirijo a Sandy Romero, la otra guardia:
Excuse me, mam, but I think Drew needs medical attention. Tiene que ver al doctor, she´s so
depressed…
That´s not your business, Carmona. Don´t look for more trouble.
Enseguida se retiró. Escuché que mascullaba entre dientes:
¿Pos que se creen éstas mal nacidas? No eres naiden pa´ darme órdenes, lady…
Ninguna de las dos podemos desayunar. Drew por su depresión y yo del asco traigo el olor
embarrado hasta la conciencia. Lo único que preservo es mi cuartito de leche. Una vez más lo
pongo entre mis muslos que actúan como antifreeze para descongelarlo.
En el momento en que las chicas recogen las charolas la guardia Romero me entrega un
pequeño vaso de papel con una raquítica muestra de desinfectante y me lo entrega junto con una
risa sardónica que le llena el rostro de una sarra satisfacción..
That´s it? Pregunto mirando incrédula la mísera porción (mientras pienso encabronada que
un escupitajo mío hubiera sido más generoso). And I need some clothes, necesito unos trapos pa´
limpiar and maybe some gloves too, unos guantes, dije estúpidamente.
¿Y tu nieve de cuál, princesa? Espetó burlona. That´s your mess and it´s not my fucking
problem, dice muy orgullosa, con el ego hinchado de tanta sagacidad. Y chorreándole carisma
por toda su humanidad.
Dosifico con rabia el méndigo desinfectante. Tengo que enjuagar el asqueroso trapo (el
cual mide menos que un pañuelo) muchas veces. No logro desprender el almizclado olor pero al
menos después de quinientas pasadas debido a mi férrea obstinación de Cenicienta el piso queda
pegajoso, pero medio limpio.
Drew regresó a su guarida donde hiberna en las tinieblas de la depre, incapaz de ayudarme
y/o mucho menos solidarizarse o intentar bajar de su nebulosa personal.
En un gesto que denota una gran ética profesional, la enfermera Randall prometió traer
una pulsera roja para Drew con la advertencia de que es potencialmente suicida.
¡Qué alivio contar con estas gente!
El día de hoy no recibí medicamento, ni una pinchi aspirina en castigo por mi conducta de
el día de ayer. En verdad la enfermerdia émula de Santa Teresa, e de piedad. Randall es pura
compasión.
El lugar está vacío. Resiento la ausencia de las demás incluyendo la de Drew, por
supuesto. El tiempo se alarga más que de costumbre, pero no quiero caer en la depresión y
mucho menos empezar a deslizarme como Drew hacia las tenebrosas aguas de ese estado semi-
catatónico.
Tras un par de horas megalentas escucho una mesmerizante voz mágica proveniente del
interfón:
Carmona, Adriana. Get your shit together. Agarra tus cosas porque vas pa´ fuera.
No puedo creerlo. En la última visita que recibí mis familiares me informaron que estaban
haciendo arreglos en El Paso con un Bail bond, una afianzadora. Por falta de tiempo ya no supe
qué pasó al fin con el abogado ése, amigo del señor Chiquito.
Consiguieron una afianzadora que sí toma a cuenta propiedades o inmuebles en Juárez. Por lo
visto la mayoría sólo toma a cuenta propiedades de El Paso o alguna otra parte en la unión
Americana.
Hipotecaron un terreno que teníamos destinado para hacerle una casa nueva a mis padres.
Al inicio de mi bronca rehusé la idea. Estuve en desacuerdo porque pensé que las cosas se
iban a esclarecer con mayor celeridad. Aún está pendiente mi juicio.
La ironía es que el cabrón que me ensartó en la trampa esté libre y ande tan campante. Quizá
el muy cínico duerme con la conciencia limpia, como si no me hubiera enmarranado la
existencia.
Se cambió de casa, mis padres no han podido localizarlo.
Que me sirva de lección por confiadota y pendeja.
No sé qué va a pasar con mi caso. Perdí la fe en el prójimo. Mi fe en Dios sigue latente,
aunque pende de un hilo muy delgado. Tengo miedo, mucho miedo. Esa es la verdad.
Me asomé al cuarto de Drew para informarle sobre mi libertad y despedirme, pero no me
contestó. Le di un beso antes de marcharme y salí de su fétido nicho llena de tristeza por su
abatimiento y consternada por su estado de salud.
Doblé mi toalla y el simulacro de cobija y como pude arrastré al miserable colchón hacia
las rejas de salida. Asimismo, cogí el rastrillo, el resto de papel de baño y el jaboncito tipo Rosa
Venus, versión ultra-chafa, pues todos esos obsequios tienen que ser entregados.
Me puede enormemente no poder despedirme de mis otras compañeras.
La cárcel crea un vínculo irrompible donde cada una está desnuda en el campo emocional con
sus fortalezas y debilidades siempre expuestas, a flor de piel.
Las desigualdades socioeconómicas son irrelevantes en esta cárcel. Aquí no hay diferencias,
sino sólo desgracias diferentes en un racimo de emociones.
Escribo una pequeña carta de despedida para mis compañeras mientras las guardias vienen
por mí.
La salida es un viacrucis que se da en tortuosas etapas, solo para recordarte y restregarte
en la autoestima una vez más que desde el primer y último momento sólo eres una basura
humana inservible y desechable.
Tras una inacabable espera por fin salgo de mi búnker hacia el pequeño cuarto donde
inicialmente esperé a que me asignaran al bloque.
La emoción de la salida sube mi termostato anímico logrando atenuar el frío. Aún lo llevo
impregnado, pero es menor.
La entrega de mi ropa también es bastante lenta. Primero revisaron la pulsera con mis
datos. Llegan otras presas que también van a salir. La mayoría de ellas son reincidentes. Hay dos
menores de edad, ambas de 17 años. Una está aquí por conducir ebria y la otra por drogarse en
plena calle.
Una de las chavitas me pregunta que de qué bloque vengo. Le digo que del bloque 11 y me
cuestiona intrigada:
You were there in the ¨Urine War¨?, qué no? Estuvistes en la guerra de los meados, que es el
nombre con que han bautizado la contienda de ayer. Ambas ríen con ganas cuando les respondo
que sí.
Les pregunto si saben que pasó con la Krippy y si tienen noticias de cómo están Jackie, Pam
y O.
La Krippi está en el Hospital Thomason en terapia intensiva. Se rumora que ya volvió en
sí.
Las compañeras siguen cautivas en las mazmorras del Solitary Inn.
Jackie y O son las más golpeadas pero están bien...
Bien madreadas, bromea la otra soltando una franca carcajada.
Se apena un poco conmigo, pero al verme sonreír se relaja.
Luego comenta: but they´re OK.
Estoy realmente sorprendida. Es increíble cómo viajan las noticias en este sitio
(barrote.com) a pesar de la estrecha vigilancia y el aislamiento de cada búnker. Las noticias
viajan con gran velocidad y quizás con vas veracidad que en el mundo exterior. Todo se sabe. Mi
ropa me queda bastante holgada. No cabe duda que la dieta de los barrotes es infame e infalible.
Fuimos trasladadas a la planta baja donde inicialmente fuimos fichadas. Nos pasan a otra
sala encerrándonos bajo llave.
Estoy desesperada, temerosa de que me impidan salir hoy mismo. Las horas se cuelgan
infinitas.
Pregunté a una guardia cuánto tiempo más tendré que estar y recibí un hosco silencio como
respuesta.
Por fin me entregan mis pertenencias, pero antes me mandan a otro cubículo donde la
burocracia imperante te hace sufrir a modo. No sé que tanto será lo que checan pero cómo se
madrean. Todo lo realizan a cuenta gotas.
Hacen su fastuosa aparición unos agentes del FBI, trajeados. Todos se pavonean
orgullosos por doquier. Por la actitud que despliegan parecería que se sienten directamente
paridos por las hadas. Son más déspotas que los guardias comunes, lo cual ya es un decir.
Vienen a recoger a los presos Federales. Me entero de su sagrada misión en este lugar porque
lo gritan a los cuatro vientos para que todo mundo se entere.
Con mis posesiones en una pequeña bolsa de plástico: aretes, anillos, reloj. Otro policía
me entrega mi cartera y me informa que mi bolsa de mano será entregada a mi abogado o a algún
familiar.
Cuando al fin creo que podré ver la luz del día me encierran de nuevo en otro cubículo, ya
que forzosamente tengo que aguardar a que las autoridades migratorias vengan por mí para
entonces deportarme.
Se me cae el mundo. Siento una enorme impotencia mezclada con rabia. No me queda más
que aguantar con resignación. Pasan otro par de horas hasta que los de la migra se dignan a
recogernos.
Salgo de la cárcel del condado junto con otras seis personas. Caminamos por una rampa,
luego nos atiburran en una camioneta tipo van, una pequeña cárcel con ruedas.
Los expresidiarios me informan que lo más seguro es que me trasladen a un campo
migratorio donde puedo estar encerrada otros seis meses.
Nadie te informa nada. Nadie te ofrece una respuesta concreta. Todo es un penoso enigma
envuelto en la actitud de desdén por parte de los oficiales.
Para mi fortuna, fui la única de los siete trasladados que bajaron en el Puente Santa Fe de
la Ave. Juárez. Sentí lástima por los demás..
Me condujeron a un tráiler oficina porque el Puente Santa Fe está en reparaciones. Allí
permanecí otras cinco horas.
La desesperación me revolvía las entrañas.
El saber que estaba a unos cuantos metros de México exacerbaba mis ansias de poder cruzar
y regresar a mi patria en este viaje sin fin.
México jodido, corrupto, pobre, transa. Pero es mi amado país. Con sus defectos y males eran
preferibles a tener que regresar al negro agujero frío e inhumano donde acaba de salir. Moría de
ganas de estar en mi país.
Esas fueron las horas más perversas e infinitas de mi vida. Nos dieron sándwiches, fruta,
jugo y papitas que me supieron a gloria comparadas con la incomible bazofia de la cárcel.
Hubo una duda razonable, me informa el agente de Migración. Por eso no destruimos tu
pasaporte. Si te declaran inocente cuando vayas a corte. Podrás recuperarlo.
En ese momento mis ganas de volver a Estados Unidos estaban en sus niveles más bajos.
Buena suerte, me deseó con sinceridad el agente Miguel Hernández antes de llevarme a la
salida que conecta con el puente, un laberinto de trailers y pasillos.
Caminé muy aprisa a pesar de mi cojera, volteé a ver el río seco que separa la frontera. Casi
aspiré con gusto el smog que se asienta en el puente.
México, México, México, estás en mi corazón.
Miré hacia el cielo con una sonrisa agradecida y seguí caminando hacia la Avenida Juárez.
Libre al fin en mi bendita tierra.

CAPÍTULO XIX

VOLVER, VOLVER, VOLVER


S e abren las puertas del bloque de las handicaps y Pam y Jackie se quedan boquiabiertas
cuando ven entrar a la nueva prisionera escoltada por una celadora.
What the fuck?, exclama Jackie con el rostro congelado de la impresión.
Carmona! grita Pam desconcertada. Titubea un poco y añade:
What the hell is going on? ¿Qué haces aquí?
Las dos se levantan de sus helados bancos y corren a abrazar a Carmona.
Remember: No hugging, no touching, ladies, reitera la nueva guardia quien muestra una
actitud más gentil que las otras y que cubre la ausencia de la Krippi.
La buenaza de Jackie, aunque todavía renguea al caminar, dirige sus casi dos metros para
acomedirse a llevar el colchón de Carmona a su cubil. Pam también se ofrece para ayudarle a
instalarse de nuevo.
¿Qué pasó, Carmona? ¿Porqué volviste?, inquiere Jackie.
Carmona relata su historia entre abundantes mocos y llanto, ansiosa por compartir los
pormenores de su desgracia con sus antiguas compañeras.
¿Recuerdan que mi familia empeñó un terreno para sacarme? Y eso después de encontrar un
bail bond que tomara como garantía una propiedad en Juárez. Pues estos cabrones son un pinchi
fraude. Se aprovechan de los mexicanos caídos en desgracia y toman ventaja de los desesperados
familiares, quienes ignoran sobre cuestiones legales.
De acuerdo a las leyes texanas está prohibido tomar propiedades como garantía fuera de los
Estados Unidos.
Es un fraude muy bien armado y fraguado para robarse el dinero de la fianza. En mi caso los
empleados del bail bond hasta hablaron con un notario en Juárez.
En México la figura notarial es muy seria, no como en Estados Unidos, donde cualquiera
puede ser notario, con suma facilidad.
Mi familia hizo arreglos con la notaría para poner la propiedad en prenda. Además me estuve
reportando puntualmente cada semana a la afianzadora. Incluso fueron a mi casa para ver dónde
y cómo vivía. Me tomaron una foto para hacer el teatrito más convicente.
Sus artimañas fueron tramadas con alevosía y ventaja. Son unos mierdas ventajosos, unos
cabrones desalmados sin ética y sin madre.
Tuve cita en la corte hace una semana y los de la afianzadora nunca me avisaron, lo cual era
su obligación. Lo hicieron intencionalmente. Ustedes saben que el no presentarse a corte es
gravísimo.
Recibí una carta de parte del juez donde me notificaron que al haber omitido mi cita anterior,
había violado la ley. Y por ende, mi fianza se había incrementado hasta los 100,000 dólares.
¡Guau!, exclamó Jackie. That´s so unfair. Qué injusto…
Hablé al bail bond para aclarar la confusión. Me citaron en el puente libre a las 10:00 a.m.
Les dije que era muy poco tiempo. La cita en la corte estaba programada a la 1:00 p.m.
Había que pedir permiso temporal para cruzar porque los de la Migra se quedaron mi
pasaporte.
El tal Jessie, quien era mi bail bond agent me dijo que no habría problema. Llegaríamos a
tiempo. Pues los de la afianzadora tenían preferencia.
Cuando al fin obtuve el permiso junto con otros tres hombres que también tenían corte, nos
trasladaron a cada uno en una patrulla. Sospeché que algo estaba raro, algo estaba mal, pensé…
Al llegar a la corte el juez se había marchado. Sólo la city clerk estuvo presente. Ella
representa al juez cuando está ausente.
El afianzador se hizo el perdedizo una hora antes de mi cita.
Apareció el Jessy, y me acusó con la clerk de haber violado mi probation, de no haberme
presentado a mi cita en la corte y de que jamás me reporté a su oficina en todo este tiempo.
Imagínense cómo me puse. Mi madre casi se desmayó.
Además inventó que los de la notaría en Juárez ya no se habían contactado con la
afianzadora.
Puras pinches mentiras adornadas con un montón de acusaciones. ¿Y a quién iban a creerle?
obviamente al cabrón.
Era su palabra contra la mía, y ante los ojos de la ley, la criminal era yo, no él. Estaba en
perfecta desventaja. Él encumbrado en la cúspide de la decencia, Yo revolcándome en el fango
pestilente del submundo forajido. Como si trajera un letrero cincelado en la frente con las
palabas: indeseable y embustera.
Mis padres quieren contratar un abogado, me dijeron que no me preocupara, pero estoy
muerta de miedo. Ya no creo en nada. Se me cayó el American way of justice.
Las chicas me pusieron al tanto sobre O, quién fue cambiada a otro bloque. Apenas salió del
solitario hace dos semanas.
A Drew fue enviada a una cárcel federal, nadie sabe dónde. Mientras estuvo aquí antes de su
traslado el médico nunca la revisó.
Sólo quedan Pam y Jackie en nuestro búnker querido y aborrecido a la vez.
Jackie está a punto de perder la custodia de su hijo. Su juicio sigue pendiente. Su abuelita
salió de prisión mediante el pago de una fuerte fianza. Su tío está en Kansas, lo mandaron a una
cárcel federal.
Pam sigue con su Pancho querido. Aún no ha sido declarada loca por parte del Estado. Parece
que va a salir dentro de tres meses.
No tengo ganas de salir de mi catacumba. Sólo quiero dormir y dormir como Drew. Estoy
agotada, muerta de frío y de desolación.
Pam me brinda una camiseta termal junto con una botella de agua caliente para entibiarme el
ánimo y las entrañas.
God bless you, girls, really… me despido agradecida por su solidaridad inquebrantable.
Mañana estarás fuera de este agujero. Te lo aseguro, me aseveró Jackie.
¿Sabes qué Carmona?, opina Pam con su voz suave:
Don´t come back, honey…
Me le quedo viendo sin agregar palabra.
Luego añade: Si te sueltan mañana, ya no vuelvas. Fuck the court, fuck everything… Go back
to Mexico.
You can´t trust justice. Don´t come back.
No le contesto. Jackie tampoco opina.
Ambas se retiran para dejarme descansar.
Estoy muy asustada. Me siento triste, muy triste.
Las palabras de Pam me dejan pensativa hasta que me duermo.

CAPÍTULO XX

OJO POR OJO, KILO POR KILO


S alí del atolladero gracias a un costoso abogado que dejó a mi familia ensartada de deudas.

Tras esta segunda caída en los brazos de la ley provocada por el artero ardid de la afianzadora
me sentí pisoteada e indefensa.
Tengo los nervios hechos trizas. No quiero salir a la calle ni deseo recibir visitas. Prefiero
estar sola.
Qué paradoja. Cuando estuve presa ansiaba estar libre. Ahora que soy libre he convertido mi
cuarto en mi mazmorra personal de acceso limitado.
Siento la cara embarrada de vergüenza, como si la culpa me delatara cada vez que alguien me
mira a los ojos. Tengo la impresión de que la gente intuye mi condición de ex-convicta con sólo
mirarme. Lo más triste es que actúo como si fuera una delincuente.
Cada noche es una tortura atroz. No soy capaz de dormir decentemente. Mi sueño se
transforma en una guerra de pensamientos y un revoltijo de ideas que me acosan sin cesar.
Recibí carta de Jackie, la cual me produjo una profunda sacudida como un disparo a
quemarropa que me cimbró toda.
Jackie está devastada, inconsolable. Perdió la custodia de su pequeño hijo. Su juicio inicia
dentro de dos meses. Las posibilidades de que la encuentren culpable de homicidio imprudencial
(que es el alegato de su defensa), son elevadas.
Perdieron las pruebas de su caso. Todo está en su contra y no encuentra la salida en ese
abismo laberíntico.
Su carta me dejó desgarrada. Acabó de romperme la fe y el alma, llenándome de
incertidumbre ante los torcidos caminos de la justicia. Me resultó evidente que son mucho más
preocupantes los ojos miopes de la ley que el brazo largo de ésta.
Sentí pena por mi amiga y al mismo tiempo me vi reflejada en su vulnerabilidad.
Se me vino encima un Tsunami de emociones torrenciales y me derrumbé. Lloré
muchísimo. Lloré por ella, lloré por mí. Lloré como una desquiciada. Lloré el mar de abusos.
Lloré el diluvio de impotencia. Lloré mi fragilidad. Lloré el bestial engaño y lloré toda mi
vergüenza.
Lloré como una criatura abandonada. Lloré hasta vaciarme y quedarme seca.
El llanto fue una catarsis que destrabó un estrambótico híbrido de sentimientos
encontrados.
A pesar de la descarga tenía la sensación de que aún no había terminado de liberarme.
Sopesé los pormenores de mi situación, haciendo un recuento de los hechos y los daños.
Finalmente, tomé una decisión.
Concerté una cita con el Señor chiquito. Le pedí verlo a solas, sin que mis padres lo
supieran. Era necesario.
Me citó tres días después porque primero tenía que arreglar unos asuntos.
Vengo de ver al Señor chiquito y efectivamente, es un pesadote. Me recibió cordialmente
y hablamos en privado en su lujosa oficina. Movió a su gente y pudo localizar al tipejo que me
vendió el carro.
¿Qué quieres que haga con él?, me preguntó con mucha calma y su mirada atenta a la mía,
como queriendo leer mis intenciones cabalmente.
Le contesté con firmeza:
Quiero que a ese maldito le cobre toda la cuenta:
Ojo por ojo, kilo por kilo. Uña por uña, huevo por huevo, hueso por hueso, diente por
diente…
Que el cabrón sufra con ganas. Me hizo mierda la vida sin tocarse el corazón. Ahora yo le
suplico que lo hagan mierda todito, dije con rabia inaudita, sin un ápice de piedad.
Así será y así se hará, me aseguró el Señor chiquito en tono complaciente.
Y la cuenta corre por parte de la casa, agregó. Será un placer servirte. Este gusano
inmundo trabaja, bueno, -corrigió riéndose- trabajaba para mis enemigos, pa´la méndiga
competencia.
Recordé un viejo detalle al escucharlo. Él nunca decía majaderías. De niñas siempre nos
regañaba cuando decíamos palabrotas.
Le di un abrazo al despedirme. Antes de salir de su despacho, me recalcó:
…Y ya sabes, hijita. Estamos pa´ lo que se ofrezca. Estoy en deuda con tu padre…
Ya no, le contesté agradecida desde mis aguas más profundas.
Ya no, repito mentalmente mientras recorro el trayecto hacia mi casa.
Ahora sí me siento libre.
Liberada de la mierda porque al fin se me hará justicia. Por fin podré desprenderme del
promotor y causante de todos esos castigos que flotaban en el aire.
¿Y por qué no?, masculla Carmona en voz alta, con actitud empoderada y glacial, aprendida
en el Condado.
“Quizá se me ofrezca otro favor a futuro: que se le cobren a Jesie, el de la afianzadora.
Para no dejar pendientes en mi cuenta personal.”

ÍNDICE
I Desdibujarse
II El miedo es una estampida interminable
III Un frío de la chingada y una mano
muy cálida
IV No hay peor ciega que la que ama machín
V Abominable el tiempo
VI La visita
VII En el búnker del castillo
VIII Payback
IX Ni sus luces
X Nothing to lose: Drew
XI Compassion
XII El camino de la perdición
XIII Chicloso, chicloso
XIV Crime is Money
XV La negrura
XVI Fly your time: Pam
XVII Fucking animals, fucking beasts
XVIII.Un viacrucis de reversa
XIX Y volver, volver, volver
XX Ojos por ojo, kilo por kilo

ROLEN CASTIGOS
EN EL AIRE

Dicen Virginia Wolf que una mujer necesita dinero y una habitación propia para poder
escribir. Medio cerca de la afirmación de Wolf, digo que las mujeres en la frontera necesitamos
continuar vivas y saludables para expresarnos, apartadas de los violentos códigos patriarcales.
Pinches guerras, siempre agarran negros y latinos como carne de cañón. Así llámese Corea,
Vietnam, El Golfo o Irak, siempre es el mismo cuento de Peace and Justice y harta gente en los
panteones.
Si embargo, las estructuras de poder que nos oprimen funcionan también gracias a las
mujeres que participan en el sistema basado en la explotación, es necesario la postura
encabronada, y esa es la postura de Arminé Arjona, desde antes de la acción poética en las
bardas de la ciudad hasta su completa propuesta literaria.
No la libro. Libérenme por favor. El juez nocturno de estricta fama. La fianza. El estricto juez
deseándome good luck.
Jessa Crispin dice y ¿si en vez de ajustarnos a las reglas que el patriarcado ha determinado
para nosotras, escribimos otras nuevas? La identidad política, social, y literaria, de Arminé, se
desajusta a las reglas, en ningún momento pretende quedar bien, ni con el lenguaje. Apartada de
las convenciones, su compromiso es con las mujeres, su consciencia, y la denuncia, el hábitat
hostil. Vamos escribiendo nuevas reglas.
Hurry up, Carmona! ¡Apúrale!, ¿crees que tengo tu tiempo? Camina frente a mí con pasitos
presurosos, tiesita tiesita, cual nazi wanna be.
Dicen que la literatura es un cuerpo sin órganos, sin embargo las mujeres buscamos darle
organicidad a ese cuerpo, la intención es variar las frases y dar pie a otras formas. Cristina
Rivera Garza afirma que “una feminista vive con los ojos abiertos”, poniendo todo en duda por
el simple hecho de que ese todo fue creado para oprimirnos. Arminé, ha ido con todos los
sentidos abiertos, al cruzar la frontera en esta novela, aporta al mundo del Spanglish, la historia
de cinco presas en las rejas estadounidense, la novela como de rayo, en menos de dos cuartillas,
ya está manejando su auto con 54 libras de mariguana y ellas puestas en la cárcel, ni el momento,
ni las palabras deben ser eternos. El meteoro logra cruzar a la vuelta, y veinte jocosos
capítulos, acomodados en 115 páginas,

no hay peor ciega que la que ama machín

las mujeres cuentan sus orígenes y aprendizajes callejeros, idomáticos y legales, porqué están
ahí. Es el amor filial, el amor erótico, compasivo, responsable de su desgracia. Y el miedo se
encuentra en cubos de hielo, sin posiblidad de fuga, solo al pasarnos unas a otras la cuenta de los
cuentos podría el sol alcanzar.
Las lágrimas retenidas, las tensiones contenidas. La prohibición de tocarse, los maltratos a
mansalva, el menoscabo infinito. La negrura y la amargura, el rigor del frigorífico, la frigidez tan
impuesta, el alma siempre en quebranto, la sujeción acuosa del llanto
Los textos de Arminé, nos los pasamos, “se rolan” y conocemos frases como “la poesía se
voló la barda” “no me hallo, estoy desaparecida” porque ella, las escribió en la pared pública,
hace décadas. Es en la asamblea como se transmite su identidad escritural. Es poeta, novelista,
cuentista pero más allá es Arm-inedita, se autonombra. Su obra la vamos conociendo a cuenta
gotas, gracias a artistas locales que al leerla, la expresan en distintas representaciones creativas.
Ella me roló Castigos en el aire, hace varios años, - este libro va para allá-. Señaló a Estados
Unidos. Esta novela debe ir al mundo, pensé, seguido de, ¿cuál será el medio de los libros
escritos por las mujeres en Ciudad Juárez?
Deluzze esboza que un libro es un cuerpo sin órganos que no cesa de deshacer el organismo,
de hacer pasar y circular partículas, intensidades puras, que está conectado a otras agencias sin
órganos, ¿cuándo el libro consigue la agencia para conectarse a otra? Cuando se publica, cuando
se lee, cuando transita a otras dimensiones artísticas, y si las mujeres en Ciudad Juárez no hemos
conseguido ser agentes de nuestra propia vida e historia, ¡cómo conectarnos con el mundo para
proponer otro! ¿Dónde están nuestros libros?
Soy la panocha más cara del condado... ¡Qué ironía!, exclamo en voz alta mientras trato de
entender las absurdas leyes
En mi opinión la creación literaria es el compromiso de la creadora con el universo y su
cuerpo (la consciencia, ética), las escritoras podemos ser libres, escribir sin necesidad imperiosa
de ser aceptadas. Podemos crear nuestras propias leyes creativas.
¡Pinche bruja!, ¡pinche bruja!, me gritó encorajinado
Castigos en el aire, aborda la vida de mujeres ilusionadas, cinco mujeres que construían con
elementos alusivos a los reinos, construyen, castillos, castigadas. Elpidia García, escritora
juarense, emplea la frase “con la ilusión de que te guste” al firmar sus libros. Ilusiones, ilusiones,
que no se marchan de nosotras.
Desde la primera vez que te vi me trompecé en tus redes... Te lo juro por mi madre. De veras
me trampaste, Linda...
Es a partir de la semiótica del amor que el meteoro detona otros signos, luego otros
significados, el congelamiento en los mandatos de género, ser bien pendeja.
En esta novela, Arminé, va de un código a otro, cruza del inglés al español, pero también
cuenta la historia del antes y el después de la pocha en la cárcel o la gringa hablando español, sus
trámites y espacios juveniles aquí y allá antes de la legalización y la renuncia.
Pues yo me gradué de El Paso High. Después me metí al Community College de Rio Grande
pero ya no me entonó la escuela. Era mucha carrilla y un putero de dólares. Así que mejor me
salí. I dropped out. Preferí cuitear.
Ellas dicen, griten, revienten en peleas de orines, reflexiones de cómo fueron a dar ahí, fin del
soliloquio. Dicen en las pedagogías patriarcales (talleres de Creación Literaria) que las primeras
dos líneas del texto forman parte de la maestría literaria y que si no has aprendido a dominar los
inicios, las continuaciones y finales serán débiles. Yo digo que los textos de Arminé, no solo
dominan el inicio, se dominan a sí mismos para dar término a las pugnas de poder, al ubicarse en
el contexto lectora, sin trámites de escuelas viejas, sin miedo a la palabra, sin amarras. Hace
varios días, Arminé, me regaló una piedrecita porosa, negra, dijo que era un meteoro.
Hay golpes en la vida que te impactan como un meteoro. Llegan de forma brutal e
inesperada, te cimbran toda y dejan mella para siempre.
Hay frases machines que no termino de digerir, como aquella que reza, -las observaciones
van para el texto, hay que quitar a la autor/a, hablemos solo con el texto, no puedes acusar a un
escritor de pedófilo a pesar de que dice que la niña de la lámpara azul lo seduce- ¡Qué loco!
Mi pregunta es, ¿por qué hablar solo con el cuerpo textual, si tenemos a la autora en este
espacio, si en el devenir ya contamos con referencias fotográficas, auditivas, legibles de los
autores, gracias a internet? ¿Podríamos ponerle órganos al cuerpo literario y dejar de hablar con
fantasmas? Rolemos las ideas, rolemos los libros, desatemos las horas, igual vivimos en la
permanente desterritorialización, ¡qué más da soltar las moléculas de las palabras, sin la rabia de
la autoría o el robo?
Estamos ‘rolando los libros porque vivimos encarcelados, programadas a diario en la rutina
neoliberal donde Mammon va ganando #nomames (le dijimos a Trump cuando visitó El Paso)
Sylvia Arvizu, escritora mexicana, fue sentenciada a veinte años. Desde la cárcel dice que
lleva veinte años de ratos atados, reflexiona cuando su maestro, “sin malicia” dice Sylvia, le
dice, “rolen el libro entre todas, en sus ratos libres”, la única forma de desatar sus horas han sido
abandonarse a la lectura en la cárcel, sin hombres que le digan cómo masajear sus textos.
Te digo que si if you want a fucking beer go get it yourself.
¡Les digo que si quieren leer a Arminé Arjona, muevan el culto ustedes mismos!

Hilda Sotelo

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