El Arrepentimiento
El Arrepentimiento
El Arrepentimiento
El evangelio de Marcos comienza con la aparición de Juan el Bautista, quien viene del desierto
anunciando el acercamiento del reino de Dios. Su mensaje para el pueblo de Israel era muy simple:
lo llamó al arrepentimiento. No mucho después, Jesús comenzó su ministerio público, predicando
exactamente el mismo mensaje: “Después de que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea para
proclamar el evangelio del reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha
acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!’” (Marcos 1:14-15). Este tema es recurrente en
todo el Nuevo Testamento. Cuando la gente escuchaba a Cristo o la predicación de los apóstoles,
solían responder diciendo: “¿Qué deberíamos hacer?”. Las respuestas tenían una forma similar:
“Crean en Cristo”, “crean y bautícense”, o “arrepiéntanse y bautícense”. Dado que el concepto del
arrepentimiento es tan esencial en la predicación apostólica, es de suma importancia que lo
comprendamos cabalmente.
La palabra arrepentimiento viene de la palabra griega metanoia. El prefijo meta puede significar
“con”, “junto a”, o “después”. La raíz noia es la forma verbal del sustantivo que aparece
frecuentemente en la Biblia como nous. Esta es simplemente la palabra griega para “mente”. En su
forma más simple, el término metanoia tiene que ver con “la mente posterior”, o lo que
podríamos llamar una reconsideración. En el idioma griego, llegó a significar “un significativo
cambio de mentalidad”. Por lo tanto, en el sentido más básico, el concepto bíblico de
arrepentimiento significa “cambiar de parecer”.
Sin embargo, a pesar de que suena sencilla la idea de “cambiar de parecer”, el arrepentimiento
bíblico no es simplemente una cuestión de intelecto. Es algo que involucra la mente, las
emociones y la conducta. Además, debemos ser conscientes de que el arrepentimiento no es algo
que el humano pueda producir por sí mismo, sino que es la expresión del mover de Dios en su
interior, un don del Padre (2Tim 2:25).
“…el arrepentimiento es una acción triple. En el ámbito intelectual significa el conocimiento del
pecado, en los sentimientos implica el dolor y la tristeza y en la voluntad significa un cambio de
conducta.”
Veamos un poco más en detalle cada uno de los componentes del arrepentimiento.
1) Componente Intelectual: el arrepentimiento comienza cuando hay un conocimiento de
pecado y un reconocimiento del mismo. Debe existir un entendimiento de pecado que
abra el sentido de culpabilidad personal, es decir, un sentido de contaminación y
desesperanza en la justicia propia.
Podemos ver este componente claramente ilustrado en el salmo 51, uno de los mayores
ejemplos de un arrepentimiento verdadero en las escrituras.
David escribe éste salmo luego de haber sido descubiertos sus grandes y terribles pecados,
adulterio y asesinato, nada más, nada menos. No obstante, se observa en su vida un
arrepentimiento genuino que comienza con el componente intelectual.
Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez;
Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos.
Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a
nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se
ahorcó.
En todos estos casos la Biblia jamás registra que se haya dado un arrepentimiento real y
verdadero. Esto muestra que el componente intelectual no es suficiente por sí solo, es
simplemente el comienzo.
Nuevamente en el Salmo 51 vemos este sentir en el corazón de David, quien clama a Dios
por misericordia diciendo:
Los únicos hombres que piden misericordia son aquellos que saben que son culpables.
Aquellos que son inocentes nunca clamarían por misericordia, la justicia está bien para
ellos. Pero David se reconoce culpable de pecado, y esto conmueve sus emociones y lo
hace clamar dolido y angustiado por la misericordia de Dios.
Se ve en el versículo 10 diciendo “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí”. Él puede ver la maldad de su corazón y clamar en el versículo
14 “Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación”. Es tanta la aflicción y el
impacto emocional que tiene su pecado que en el salmo 32 David declara: “Mientras callé,
se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día, porque de día y de noche se agravó
sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano.” El dolor del alma de
David era tanto que llegó al punto en que de alguna forma somatizó. Su profundo y
doloroso sentido emocional de culpabilidad frente a un Dios Santo lo llevó a un
sentimiento de tristeza abrumador que repercutió incluso a nivel físico.
En Lucas capítulo 18 al ver la reacción del joven rico que se describe como: “se puso muy
triste, porque era muy rico”, podríamos decir que es algo bueno, porque tuvo tristeza. Sin
embargo hay algo que está mal con este tipo de tristeza. Cuando hablamos del dolor
emocional por el pecado, nos referimos al dolor que viene por transgredir la ley de un Dios
Santo, no por las consecuencias de haber “cometido un error”. Debe ser una tristeza
dirigida hacia la persona de Dios, porque duele hacer lo que Él ha prohibido, y es una
profunda decepción fallarle a Él, que ha sido tan bueno con nosotros. Hay personas que se
entristecen por la vergüenza de haber sido descubiertos en su pecado, o que temen por
las consecuencias de éste. Ésta no es la tristeza que tiene que ver con el arrepentimiento
verdadero, sino que es una tristeza egoísta, porque la persona piensa en sí misma. La
verdadera tristeza del corazón arrepentido es a causa de que ha violado los mandamientos
de Dios y se ha rebelado contra Él.
Vemos un ejemplo de la buena actitud cuando José se niega a ceder ante la tentación del
ofrecimiento de la esposa de faraón y dice “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y
pecaría contra Dios?”, porque sabe que si peca se estaría rebelando contra el Dios que
ama y sirve con todo el corazón.
En Mateo 27:3 se dice que judas volvió arrepentido a devolver el dinero que le había sido
pagado por traicionar a Jesús. Pero este arrepentimiento no fue el tipo genuino que Dios
busca. Este arrepentimiento reflejaba el sentir de Judas de que, de alguna forma, no
sabemos hasta qué punto, las consecuencias de sus acciones no lo hicieron sentir bien. No
fue un arrepentimiento dirigido hacia Dios por haber pecado, fue un remordimiento por
haber hecho algo cuyas consecuencias no lo hicieron sentirse del todo bien.
Por lo tanto, no importa cuán convencidos estemos por el pecado a nivel intelectual, ni
cuán fuerte sea el dolor de las emociones aún en el sentido adecuado. Se necesita del
tercer componente del arrepentimiento para que se lleve a cabo el arrepentimiento
verdadero.
Vemos aquí que David desea este cambio de conducta, a pesar de que había sido
concebido en pecado (Vs. 5, que no significa que haya sido fruto de una relación sexual de
fornicación como muchos piensan, sino que se refiere a la naturaleza pecaminosa
intrínseca del ser humano). Este punto es de importancia vital. Se ilustra en el nuevo
testamento varias veces, y de forma muy clara en la parábola del hijo pródigo.
El hijo pródigo sabía que había hecho algo mal, que había pecado. Pero llegado un
momento comenzó a manifestar emociones de angustia, y al ver que estaba comiendo
junto a los cerdos se dio cuenta el gran desastre en el que había caído. Finalmente, realiza
una acción guiada por una voluntad fuertemente arrepentida y dice “me levantaré”,
“haré”, “diré”, es decir, se determinó a acabar con su conducta pecaminosa. Lo vemos en
Lucas 15:18 cuando dice “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus
jornaleros. Y levantándose, vino a su padre.” Ese es el acto de arrepentimiento genuino
consumado en su totalidad.
Juan el Bautista pone todo el énfasis en los frutos que se deben manifestar luego de un aparente
arrepentimiento genuino. Para Juan, cualquier comportamiento temporal, por muy piadoso que
parezca, si no es constante en el tiempo y no es acompañado de una forma de vida que refleje
arrepentimiento, entonces es solo un intento de guardar las apariencias. No es un arrepentimiento
verdadero. Porque donde hay un arrepentimiento real habrán resultados reales. Donde se supone
que hubo transformación, debe haber un resultado.
Por lo tanto, al momento de planificar las actividades es necesario que se consideren estos
fundamentos, con el fin de transmitir una idea bíblica de arrepentimiento y sembrar la palabra de
forma efectiva, para que en el tiempo de Dios dé mucho fruto.
Escuela Dominical