Dios Es Nuestro Amparo y Fortaleza
Dios Es Nuestro Amparo y Fortaleza
Dios Es Nuestro Amparo y Fortaleza
Pero mientras leemos el salmo, la cosa que llama nuestra atención es que
Dios es el centro de todo. Él NO está ausente; Él está allí, Él está en el
medio de todo
Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores; y después que las
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hubo leído, subió a la casa de Jehová, y las extendió Ezequías delante de Jehová.
Y oró Ezequías delante de Jehová, diciendo: Jehová Dios de Israel, que moras
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entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste
el cielo y la tierra.
Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye las
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Es verdad, oh Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus
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tierras;
y que echaron al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra
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Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que
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sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú, Jehová, eres Dios.
Nuestros corazones están ligados a esta tierra hasta que los problemas vienen y nos
sacuden. Entonces nuestros corazones se desarraigan de esta tierra y se atan más a
Dios y al cielo y a lo eterno; a las realidades que sí son inquebrantables. Y este es uno
de los propósitos de los problemas. No hay nada, ni nadie, nadie que sea confiable.
Génesis 2: 10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro
brazos.
Esa es la primera referencia donde vemos este río. Y en Apocalipsis, vas a ver otra vez
ese árbol de la vida. “Un río salía de Edén para regar el jardín, y allí se repartía en
cuatro brazos”. Este río en el Edén se divide en cuatro ríos, que son nombrados y
servían para regar toda la región. Pero es interesante que en el Salmo 46 leemos: "hay
un río [singular] cuyas corrientes [plural] alegran la ciudad de Dios".
Así, en el Jardín del Edén, Dios creó un río para que sea exuberante, hermoso y
fructífero, y ese río, como podemos ver a través de la Escritura, es una imagen de la
presencia de Dios y de la gracia de Dios que nos sostiene y hace que nuestra vida sea
bendecida y fructífera. Así que hay un río de Dios, un río de la gracia de Dios, un río de
Su presencia que fluye de Su corazón y se canaliza y distribuye en cada lugar de la
ciudad de Dios entre el pueblo de Dios. Y Dios quiere que de nuestras vidas corran ríos
de agua viva.
Juan 7:38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva.
Dios está en medio de ella. Esta es una de las promesas más preciosas de Dios para Su
Pueblo; Él no solo habita con Su pueblo, sino en Su Pueblo. Dios está en medio de ella.
Levítico 26: 11-12 Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os
abominará; y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo.
Juan 14: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni
le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
Dios salva a Su pueblo, los ayuda cuando entra el día, cuando llega el alba, cuando el
día amanece, y al mismo tiempo trae juicio a Sus enemigos.
32 Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni
echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella
baluarte.
33 Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová.
34 Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a
David mi siervo.
35 Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el
campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la
mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos.
Nosotras creemos esto porque hemos leído ya la historia, pero si hubiéramos estado
presentes en ese momento ¿lo hubiésemos creído, con un ejército pisándonos los
talones? Fue un ¡Rescate sobrenatural, ayuda sobrenatural, no hay para esto
explicación alguna, no hay para esto explicación humana!
Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó a su tierra, y habitó en Nínive (vs
36).
Se puede ver en este versículo que las naciones braman, los reinos se tambalean, Dios
pronuncia Su voz y se derrite la tierra. Hay dos aspectos del juicio de Dios. Ambos han
jugado un papel en el curso de la historia, están jugando hoy y jugarán en formas aún
mayores a medida que llegamos al final de los tiempos.
El primer aspecto del juicio de Dios es que la rebelión y la maldad de este mundo (las
naciones furiosas) lo ponen en un curso que dará lugar a la inestabilidad y la
inseguridad. Se amotinan las naciones, los reinos se tambalean. Incluso si Dios no fuera
a intervenir directamente en el juicio, (que si lo hará) que será el segundo tipo de
juicio.
Pero luego está este otro aspecto del juicio de Dios, que es Su intervención directa en
traer juicio sobre este mundo pródigo. Dios habló para que existiera el mundo por Su
Palabra. Él sostiene el universo por el poder de Su Palabra, Hebreos 1 versículo 3 nos lo
dice. Y entonces, un día, Dios traerá juicio final, catastrófico y disolverá al mundo como
lo conocemos. ¿Cómo? Por el poder de Su Palabra.
El resultado final en este pasaje no es guerra, sino paz. Él hace que las guerras cesen
en los confines del mundo, pero el proceso por el que trae paz es juicio, desolación.
Ves aquí algo que tiene dos caras de la misma moneda, lo que ves muchas veces en las
Escrituras. Eso es, que Dios quiere traer salvación a Su pueblo, los que ponen su
confianza en Él, los que lo convierten su refugio, pero Dios lo hace al mismo tiempo
que trae juicio sobre los que le rechazan.
Esa palabra desolación es una palabra hebrea que significa «deshecho, ruina,
asombro, consternación, u horror», «cosas que paran el corazón». Cuando ves las
desolaciones que a veces Dios trae sobre la tierra como parte de Sus grandes
propósitos redentores para traer paz final sobre la tierra. Hemos visto en este pasaje
que las naciones están furiosas, están saliendo a destruir al pueblo de Dios, y lo que
vemos en estas desolaciones es que los enemigos de Dios experimentan la misma
destrucción que trataron de traer sobre el pueblo de Dios.
Dios dice: «No. Voy a proteger a Jerusalén, mi pueblo, mi ciudad, y te voy a desolar a ti.
Te voy a traer a la destrucción. En este pasaje se nos insta a observar cuidadosamente
los efectos del juicio de Dios, a quedarse asombrados delante de Dios. Ese es el
propósito de las desolaciones.
Todos los que se oponen a Dios deben de estar aterrados cuando vean sus actos
increíbles de desolación en este mundo, al darse cuenta de lo que les espera si
continúan en su curso y no se arrepienten. Así como el mundo está siendo aterrado,
los que confían en Dios deben de animarse y no temer a las fuerzas más feroces que
están formándose en contra del pueblo de Dios, porque saben que en Su tiempo y a Su
manera aquellos que se le oponen no van a permanecer; van a ser destruidos. El
enemigo a la larga no va a ganar. No temas. Espera en quietud. Ve la salvación del
Señor.
10 Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las
naciones; enaltecido seré en la tierra.
Vemos ese versículo por todas partes dentro del mundo cristiano, quizás para sugerir
que debemos ser reverentes en nuestro culto y en la adoración a Dios. “Estad quietos,
y sabed que Yo soy Dios”. De alguna manera nos da un sentimiento de estar en silencio
reverente y reflexivo al verlo en esos contextos.
Pero en el contexto de este pasaje “Estad quietos y sabed que Yo soy Dios” es en
realidad un mandamiento para aquellos que se han estado resistiendo a Dios y
amenazando a Su pueblo. Recordemos que este Salmo fue escrito en un intento de
ataque contra Jerusalén. Dios había estado dando a Su pueblo razones para tener
coraje y fe, para que estuvieran libres de temor, porque Dios es Su refugio.
Así que Él ha estado alentando a Su pueblo, pero Él también tiene una palabra para
hablar a aquellos que se le oponen, a los enemigos. Él les dice: “Estad quietos y
conoced que Yo soy Dios”. Es el equivalente de: Silencio! ¡Dejen de pelear! ¡Ríndanse!
¡Arrojen sus armas! Es una palabra para el enemigo: “Sabed que Yo Soy Dios”.
Esa palabra sabed es para “identificar, admitir, confesar, reconocer” reconozcan que
“Yo Soy el Dios del universo; tú no eres Dios. Yo Soy Dios. Paren de discutir sobre ello.
¡Cedan, ríndanse!”.
El objetivo es que Dios sea exaltado, que Su Nombre sea reverenciado y que Él sea
adorado, que “se doble toda rodilla . . . Y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor,
para Gloria de Dios Padre (Filipenses 2:10-11). Así que Él habla a las olas, Jesús lo hace,
desde la barca donde se encontraba con sus atareados discípulos. “¡Señor Jesús, haz
algo!” Jesús dice: “está bien, haré algo. ‘¡Silencio! ¡Estate quieto!”. Él le habla a las
olas.
Pero Él no solamente le habla al enemigo. Él habla esas palabras a nuestros propios
corazones porque con frecuencia allí aparece incredulidad, resistencia; se libra allí una
batalla contra el enemigo. Así que Dios nos dice: “Estad quietos, paren de luchar,
paren la batalla, no sean incrédulos, no duden más, dejen de acobardarse ante el
enemigo.
Así que Él le habla a un mundo que está en guerra, luchando. Él nos habla a nuestro
propio batallar, a nuestros inquietos corazones. Él va a decir: “Exaltado seré entre las
naciones, exaltado seré en la tierra.”
El resultado no es una interrogante. No es cuestión de esperar y ver que nos dirá el
próximo capítulo. El último ya fue escrito y ¡sabemos quién gana!
Y, por cierto, esta no es ninguna clase de batalla donde Dios y Satanás se encuentran
en igualdad de condiciones batallando El Uno contra el otro. Es más parecida a una
imagen de Dios siendo el campeón de los pesos pesados del mundo contra algún
patético y temeroso luchador de tres años. Satanás no puede competir con Dios.
Romanos 8:31
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Como mujeres, podemos entender y decir que a Dios le agrada escuchar nuestras
voces en medio del tumulto y de la confusión. Él quiere escucharnos cantar. “Dios es
nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.
La única manera en que puedes cantar cuando estás atravesando por pruebas es
alabando a través de la fe. No puedes ver el resultado; no puedes ver cómo terminará;
no puedes ver cómo es que Dios resolverá la dificultad.
No solamente le alabemos con canciones, sino es, que desde tu corazón, canta al
Señor.
Y así llegamos al último versículo, el estribillo que se repite en 7 y 11. Estas son grandes
y preciosas promesas. Así que ¿cuál es nuestra respuesta, ¿cuál debe ser nuestra
respuesta? Aquellos que han confiado en Él como nuestro refugio, aquellos que hemos
clamado a Él por auxilio, y aquellos que hemos experimentado Su liberación, por fe y
nada más que por fe, triunfantes y gozosas cantamos este coro: