Conducta No Verbal
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CAPITULO 4
CONDUCTA NO VERBAL
La conducta no verbal desempeña una importante función en la comunicación y las relaciones con los
demás. Al comunicamos tendemos a dar más importancia al lenguaje oral, donde gran parte del
significado del mensaje el 65% o más, se transmite a través del lenguaje no verbal (Birdwhistell, 1970).
Knapp (1978) define la comunicación no verbal como «cualquier suceso humano comunicativo que
trasciende de las palabras orales o escritas». Evidentemente, muchas conductas no verbales se
interpretan como símbolos verbales. La conducta no verbal es un importante apartado de la terapia
por la enorme cantidad de información que transmite.
Además, la conducta no verbal del terapeuta u Orientador tiene también un gran impacto sobre el
cliente. Ekman y Friesen (1969) han señalado que gran parte de la información que puede recogerse de
las palabras de los clientes se deriva de su conducta no verbal.
Cinco dimensiones de la conducta no verbal que influyen grandemente sobre la comunicación son las
kinestesias, lo para lingüístico, las proxemias, los factores ambientales y el tiempo.
El movimiento corporal, o la conducta kinestésica, incluye los gestos, los movimientos del cuerpo, las
expresiones faciales, los movimientos oculares y la postura (Knapp, 1972). Según el trabajo de
Birdwhistell (1970), las kinestesias también incluyen características físicas como la fisonomía corporal,
la altura, el peso y el aspecto general que se mantienen relativamente constantes durante la
conversación. Además de la observación de los movimientos corporales, la terapia implica la
identificación de las señales vocales no verbales denominadas paralenguaje - la forma del mensaje. El
paralenguaje incluye las características de la voz, las vocalizaciones (Trager, 1858). Los silencios y los
errores del discurso también pueden considerarse parte del paralenguaje (Knapp, 1978). El área de las
proxemias también es interesante para los terapeutas u Orientadores (Hall, 1966) - esto es, el uso que
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uno hace de su espacio social y personal. La proxemia, en lo que respecta a la relación terapéutica,
incluye el tamaño de la oficina, la disposición de las sillas, el contacto y la distancia entre el terapeuta u
Orientador y el cliente.
La percepción del entorno propio es otra parte importante de la conducta no verbal porque la gente
reacciona emocionalmente al ambiente. El entorno puede producir sobre los clientes efectos diversos
como excitación o aburrimiento, comodidad o estrés dependiendo del grado en que un individuo
selecciona determinadas partes relevantes del ambiente. El quinto aspecto de la conducta no verbal
hace referencia a la percepción y uso del tiempo. El tiempo puede ser un factor significativo en la
terapia. Los factores temporales incluyen la puntualidad o el retraso al iniciar o finalizar las sesiones,
así como la cantidad de tiempo dedicado a la comunicación con el cliente sobre unos temas o sucesos
particulares.
Una parte importante del repertorio de un terapeuta u Orientador consiste en la capacidad para
discriminar las diversas conductas no verbales de los clientes y sus posibles significados. En la terapia
es muy importante reconocer y explorar las señales no verbales del cliente por múltiples razones.
Porque las conductas no verbales de los clientes son claves de sus emociones y desde una perspectiva
más global, las conductas no verbales son parte de las expresiones personales de los clientes. Como
afirma Perls «todo lo que haga un paciente, oculto u obvio, pertenece a la expresión de sí mismo»
(1973). La mayor parte de la conducta no verbal de un cliente a usted puede parecerle obvia, sin
embargo, a él desconocida. Passons (1975) señala que la mayoría de los clientes son más conscientes
de sus palabras que de su conducta no verbal. El análisis de la conducta no verbal puede proporcionar
a los clientes una visión más completa de su conducta.
Las señales no verbales del cliente pueden divulgar más «información secreta» que sus mensajes
verbales (Ekman & Friesen, 1969). La divulgación de "información secreta» es la transmisión de
mensajes válidos que no se emiten intencionadamente.
Knapp (1978), señala que las conductas verbal y no verbal se relacionan. Es útil reconocer las formas
en que las señales no verbales apoyan los mensajes verbales. Knapp diferencia seis formas:
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2. Contradicción. El mensaje verbal es «Me gustas», y se manifiesta con el ceño fruncido y con
enojo en la voz. Algunas pruebas sugieren que cuando recibimos mensajes verbales y no
verbales contradictorios tendemos a creer los no verbales.
3. Sustitución. Con frecuencia se utiliza un mensaje no verbal en lugar del verbal. Por ejemplo, si
pregunta a alguien «¿Cómo estás?» y recibe una sonrisa como respuesta, la sonrisa equivale
«Hoy muy bien».
5. Acento. Los mensajes no verbales pueden subrayar los verbales y con frecuencia enfatizar el
impacto que producen. Por ejemplo, si usted trata de transmitir preocupación verbalmente, su
mensaje puede fortalecerse con gestos no verbales como fruncir el ceño, lágrimas, etc. El tipo
de emoción que alguien transmite se detecta mejor en sus expresiones faciales. El cuerpo
transmite también una buena descripción de la emoción (Ekman, 1964; Elanan & Friesen,
1967).
Kinestesias
Las kinestesias incluyen los ojos, la cara, la cabeza, los gestos, las expresiones corporales y los
movimientos.
• Ojos. En nuestra cultura mostramos mucho interés por los ojos de las personas. La cultura
occidental en particular enfatiza la importancia del contacto ocular en las interacciones
interpersonales. Los terapeutas u Orientadores que sean sensibles al área ocular de los clientes
pueden detectar diversas emociones como:
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Rabia: Se bajan y se juntan las cejas. Entre las dos cejas aparecen líneas verticales.
El parpadeo excesivo (normal= de 6 a 10 veces por minuto en los adultos), puede relacionarse con la
ansiedad. La frecuencia del parpadeo decrece normalmente durante los períodos de atención y
concentración. La humedad o las lágrimas pueden tener significados emocionales contradictorios en
personas diferentes. Alejar la mirada del terapeuta u Orientador, a una pared, por ejemplo, puede
indicar que el cliente se halla procesando o recordando material (Singer, 1975).
• Boca. La sonrisa se asocia a las emociones de felicidad y diversión. Los labios tensos pueden
implicar estrés, frustración, hostilidad o rabia. El temblor del labio inferior o morderlo puede
ser síntoma de ansiedad o tristeza. Una boca abierta sin hablar puede indicar sorpresa o
dificultad par hablar.
• Expresiones Faciales. La faz de la otra persona puede ser el estímulo más importante en la
interacción porque es el principal emisor de información emocional (Ekman, Friesen &
Ellsworth, 1972). Las expresiones faciales se utilizan para iniciar y terminar las conversaciones,
proporcionar feedback a los comentarios de los otros, subrayar o apoyar un mensaje verbal y
transmitir emociones (Ekman & Friesen, 1969).
Las diferentes áreas faciales expresan diferentes emociones. Felicidad, sorpresa y disgusto
pueden transmitirse a través de la parte inferior del rostro (boca y región de la mandíbula)
mientras que la tristeza se transmite con los ojos. La parte inferior del rostro y las cejas
expresan la rabia; el temor se expresa generalmente a través de los ojos (Ekman, Friesen &
Tomkins, 1971).
• Cabeza. Los movimientos de la cabeza pueden ser fuente de mucha información para
interpretar el estado afectivo o emocional de una persona. La cabeza erecta, de frente a la otra
persona de forma relajada indica receptividad para la comunicación interpersonal. Mover la
cabeza de arriba hacia abajo implica confirmación o asentimiento. Mover la cabeza de izquierda
a derecha implica desacuerdo o rechazo. Mover la cabeza al mismo tiempo que las piernas
puede connotar rabia. Sostener la cabeza con rigidez puede ser indicativo de ansiedad o rabia y
cuando la cabeza cuelga en dirección al pecho puede ser indicativo de desacuerdo o tristeza.
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• Brazos y Manos. Los brazos y las manos pueden ser muy expresivos para transmitir el estado
emocional del individuo. Los brazos cruzados delante del pecho pueden indicar la evitación del
intercambio interpersonal o el rechazo a la revelación. La ansiedad o la rabia pueden reflejarse
en las manos temblorosas. Los brazos y manos que no se mueven y que se hallan en posiciones
fijas pueden ser indicativas de tensión, ansiedad o rabia. Los brazos desplegados, relajados y
unas manos gesticulantes pueden indicar apertura hacia la implicación interpersonal o la
acentuación de algunos puntos de la conversación. La respuesta autonómica de sudoración de
las palmas puede reflejar ansiedad o activación emocional.
• Piernas y Pies. Si las piernas y los pies parecen cómodos y relajados la persona parece indicar
apertura para el intercambio personal. Cruzar las piernas o un pie que da golpes puede indicar
que la persona experimenta cierta ansiedad o impaciencia o que quiere decir algo. Cruzar y
descruzar las piernas repetidamente indicar ansiedad, depresión o impaciencia. Una persona
que parezca tener piernas y pies «muy controlados» o «rígidos» puede ser rígida, ansiosa o
cerrda a los intercambios personales.
Una de las funciones más importantes de los movimientos del cuerpo es la regulación. Varios
movimientos corporales regulan o mantienen la interacción interpersonal. Por ejemplo, los
movimientos corporales importantes que acompañan al saludo verbal que el terapeuta u Orientador
dirige al cliente incluyen la mirada, la sonrisa, el uso de gestos de manos y el movimiento vertical o
lateral de la cabeza (Krivonos & Knapp, 1975). Los movimientos corporales también son útiles para fi-
nalizar una interacción, como puede ser el final de la entrevista. La salida no verbal o las conductas de
finalización que acompañan una afirmación verbal conclusiva incluyen la disminución del contacto
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ocular y la disposición del organismo cerca de la salida. Al finalizar una interacción, particularmente
cuando es terapéutica, es importante presentar conductas no verbales que impliquen apoyo, tales
como sonreír, dar la mano al cliente, dar una palmada en el hombro o brazo y asentir con la cabeza.
Como explica Knapp (1978), «Las conductas de apoyo tienden a eliminar cualquier sensación negativa
derivada de las señales de la finalización del encuentro y establece al mismo tiempo un estado positivo
para el siguiente encuentro, esto es, nuestra conversación ha terminado, pero nuestra relación no».
Otra forma de regular una interacción mediante el movimiento corporal consiste en esperar el turno, el
intercambio de roles de emisor y receptor en la conversación. La mayoría de las veces adoptamos los
turnos de forma automática. «Sin ser conscientes de lo que hacemos, utilizamos los movimientos
corporales, las vocalizaciones y algunas conductas verbales que a menudo parecen acompañar a la
adopción del turno con una eficacia asombrosa» (Knapp, 1978). La efectividad en el cambio de turnos
es un factor importante en la interacción terapéutica porque contribuye a la percepción de que usted y
el cliente mantienen una buena relación y de que, como terapeuta u Orientador, es un interlocutor
competente. Por el contrario el intercambio poco efectivo de los turnos puede provocar que el cliente
le perciba como una persona ruda (demasiadas intervenciones) o dominante (el cliente no dispone de
suficiente tiempo para hablar).
Duncan (1972, 1974) encontró diversas conductas no verbales, denominadas señales de turno, que
regulan el cambio de interlocutores. Estas señales de turno se describen a continuación.
Ceder el turno. Se produce cuando el terapeuta u Orientador (hablante) quiere dejar de hablar y
espera una respuesta del cliente (oyente). Para proceder a una cesión efectiva del turno, el terapeuta
u Orientador puede formular una pregunta y hablar más lentamente, reducir el ritmo del discurso,
pararse en la última sílaba de la última palabra, incluir alguna muletilla como «Ya sabes» o utilizar el
silencio. Los movimientos corporales de finalización y la mirada directa al cliente también indicarán
que ahora corresponde hablar al cliente. Si después de un silencio prolongado, el cliente no responde,
deberán utilizarse señales más explícitas de cesión del turno como tocar al cliente o elevar y mantener
alzadas las cejas en señal de expectación. El uso de estas claves no verbales más explícitas puede ser
particularmente importante con clientes tranquilos y poco habladores.
Mantener el turno. Sucede cuando el terapeuta u Orientador (o el cliente) quiere seguir hablando y no
ceder el turno a la otra persona, probablemente porque trata de expresar una idea importante. Las
señales que indican este mantenimiento del turno incluyen alzar la voz y continuar o incrementar el
número de gestos y otros movimientos corporales que acompañen a las palabras. El terapeuta u
Orientador no desea mantener su turno con tanta frecuencia porque de lo contrario el cliente puede
sentirse frustrado e incapaz de hacer aclaraciones. Sin embargo, los clientes muy charlatanes pueden
intentar tomar el control de la entrevista manteniendo y no cediendo el turno.
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Solicitar el turno. Sucede cuando o el terapeuta u Orientador o el cliente está escuchando y quiere
hablar. Puede solicitarse el turno de palabra levantando el dedo índice, a menudo acompañado de una
inspiración audible y del cambio de postura del cuerpo. El terapeuta u Orientador puede utilizar estas
señales con los clientes que hablan en exceso o con aquellos que mantienen insistentemente su turno
como hablantes. De hecho, para animar a un cliente a que finalice más rápidamente, el terapeuta u
Orientador puede utilizar movimientos de cabeza más rápidos acompañados de verbalizaciones seudo-
afirmativas como «Sí», «Mm-hmm» o «Ya veo» (Knapp, 1978).
Negar el turno. Sucede cuando recibimos una señal de cesión de turno enviado por el hablante pero no
queremos decir nada. Por ejemplo, si el cliente no es muy hablador o si el terapeuta u Orientador
desea que el cliente se responsabilice más de la relación, el terapeuta u Orientador puede decidir
negar o no acoger un turno de palabra para que el cliente siga hablando. Las señales que indican que
no se acepta el turno de palabra incluyen la postura relajada, el silencio y la mirada atenta. El
terapeuta u Orientador también deseará mostrar conductas que muestren su implicación en las ideas
que expresa el cliente mediante la sonrisa, asentimiento con la cabeza o utilizando señales verbales
como «Mm-hmm».
Además de regular, los movimientos corporales también cumplen la función de adaptadores. Los
adaptadores consisten en conductas como tomar, rascar, frotar y golpear repetidamente. En la terapia
es importante advertir la frecuencia con que un cliente utiliza los adaptadores no verbales porque
estas conductas parecen estar asociadas con la activación emocional y la incomodidad psicológica
(Dittmann, 1962; Ekman & Friesen, 1972). El contacto con el propio cuerpo puede indicar
preocupación por sí mismo y retraimiento ante la interacción presente (Freedman, 1972). Un cliente
que utiliza adaptadores con mucha frecuencia puede sentirse incómodo con el terapeuta u Orientador
o con el tema que se discute. El terapeuta u Orientador puede utilizar la frecuencia del uso de
adaptadores por parte del cliente como índice global del nivel de comodidad del cliente durante la
terapia.
Otro aspecto importante del cuerpo total del cliente es la respiración. Los cambios del ritmo
respiratorio (más lento, más rápido) o de la profundidad (más ligera, más profunda) proporcionan
claves sobre el nivel de comodidad, los sentimientos y los aspectos significativos. Por ejemplo, en la
medida que un cliente se relaje su respiración se vuelve generalmente más profunda y más lenta. La
respiración más rápida y más superficial se asocia comúnmente a la activación, intranquilidad,
incomodidad y ansiedad.
Aspectos Paralingüísticos
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Los aspectos paralingüísticos son aquellas variables extralingüísticas como el nivel de voz, (volumen),
tono (entonación), ritmo del discurso y fluidez de expresión. Las pausas y los silencios también
pertenecen a esta categoría. Las señales paralingüísticas influyen sobre la forma del mensaje aunque
algunas veces estas señales vocales representan también lo que se dice.
Las señales vocales son importantes en la terapia por múltiples razones. En primer lugar, ayudan a
manejar la interacción desempeñando un rol importante en el intercambio de los papeles de hablante
y oyente, esto es, cambio del turno de palabra.
Las señales vocales en forma de errores de pronunciación o aspectos de fluidez de expresión también
transmiten información importante para el terapeuta u Orientador porque la ansiedad o incomodidad
del cliente a menudo se detecta identificando el tipo y la frecuencia de los errores que comete el
cliente durante el discurso. La mayoría de los errores aumentan su frecuencia según aumenta la
ansiedad y la incomodidad (Knapp. 1978).
Las pausas y los silencios constituyen otra parcela paralingüística que puede proporcionar datos al
terapeuta u Orientador sobre el nivel de activación y ansiedad experimentado por el cliente. Existen
dos tipos de pausas: cubiertas y descubiertas.
• Pausas cubiertas son aquellas que se rellenan simplemente con algún tipo de fonema como
«uh», o el balbuceo, falsos inicios, repeticiones y sonidos con la lengua (Knapp. 1978). Las
pausas cubiertas se asocian a la activación y a la ansiedad (Knapp, 1978). Un cliente puede
tender a usar el balbuceo o un falso inicio cuando se siente incómodo o ansioso.
• Pausas descubiertas son aquellas que no se rellenan con ningún sonido. Las pausas
descubiertas ocurren para que la persona tenga tiempo de interpretar el mensaje y tomar una
decisión sobre las respuestas pasadas, presentes o futuras. Las pausas descubiertas o los
períodos de silencio, tienen diferentes funciones en la entrevista de consejo. El propósito de
una pausa descubierta depende a menudo de quien inicie la pausa, el terapeuta u Orientador o
el cliente. Los clientes utilizan el silencio para expresar emociones, para reflejar un aspecto,
para recordar una idea o sentimiento, para evitar un tema o para ajustarse al progreso del
momento. Los silencios iniciados por los terapeutas u Orientadores son más efectivos si se
utilizan con un propósito determinado como reducir el nivel de actividad del terapeuta u
Orientador, reducir el tiempo de la sesión, dar al cliente tiempo para pensar o transferir al
cliente, alguna responsabilidad mediante la cesión o rechazo del turno de palabra.
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Proxemia
La proxemia hace referencia al concepto de espacio ambiental y personal (Hall, 1966). En aplicación a
la interacción terapéutica, la proxemia se refiere al uso del espacio en la consulta donde tienen lugar
las terapias, la disposición del mobiliario, la colocación de los asientos y la distancia entre el terapeuta
u Orientador y el cliente. La proxemia también incluye una variable aparentemente importante en las
interacciones humanas: la territorialidad. Muchas personas son posesivas no sólo respecto a sus
pertenencias sino también del espacio que les rodea. Es importante que el terapeuta u Orientador
transmita sensibilidad no verbal por la necesidad de espacio del cliente. Un cliente que sienta que su
espacio o territorio ha sido invadido puede tratar de restablecer la distancia conveniente. Tales
conductas pueden incluir: mirar a otro lado, cambiar el tema por otro menos personal o cruzar los
brazos para establecer una «barrera frontal» (Knapp, 1978).
La disposición espacial y de los asientos también es un aspecto fundamental en las terapias familiares.
Los terapeutas u Orientadores familiares con éxito dedican mucha atención a las proxemias familiares:
¿A qué distancia se sientan los miembros de la familia?, ¿Quién se sienta cerca de quién?, ¿Quién se
coloca más cerca del terapeuta u Orientador? La respuesta a estas preguntas proporciona información
sobre los roles familiares, las relaciones, las preferencias, las alianzas, etc.
Un último aspecto de la proxemia se refiere al contacto físico. Aunque el contacto físico puede ser un
poderoso estímulo no verbal, sus efectos sobre la interacción terapéutica rara vez han sido
examinados. Un contacto iniciado por el terapeuta u Orientador puede ser percibido por el cliente
como positivo o negativo dependiendo del tipo de contacto (expresión de atención frente a gesto
íntimo) y del contexto o situación (apoyo frente a evaluación).
Medio
Los entornos deben ser moderadamente activadores para que los clientes se sientan suficientemente
relajados para explorar sus propios problemas y para autorrevelarse. Si el cliente se siente tan cómodo
que se inhibe su deseo de trabajar sobre el problema, el terapeuta u Orientador debe pensar en la
forma de aumentar las señales de activación asociadas al entorno cambiando la disposición del
mobiliario, utilizando colores más brillantes, utilizando más luz o aumentando la expresividad de los
mensajes verbales. Los terapeutas u Orientadores que hablan más alto y más rápido y utilizan patrones
expresivos de entonación son buenas fuentes de activación para las personas que les rodean
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(Mehrabian, 1976).
Tiempo
El tiempo incluye multitud de dimensiones que pueden afectar a la interacción terapéutica. Uno de
estos aspectos está relacionado con la percepción del tiempo del cliente y del terapeuta u Orientador,
la puntualidad al iniciar y finalizar los temas y las sesiones. Muchos clientes se sentirán desplazados
por los retrasos o los cambios de las citas, y por el contrario se sentirán apreciados y valorados cuando
se les dedica tiempo extra. Los clientes pueden manifestar ansiedad o resistencia mediante su retraso
o esperando a que finalice la sesión para iniciar un tema significativo. Las percepciones del tiempo
también varían. Algunas personas tienen una perspectiva del tiempo muy estructurada, de tal forma
que estar «en punto» o preparados para ver al terapeuta u Orientador (o al cliente) es importante para
ellos. Otros tienen una percepción más informal del tiempo y no se sienten ofendidos o desplazados si
el terapeuta u Orientador se retrasa y tampoco esperan que el terapeuta u Orientador se moleste si
ellos llegan a la cita con retraso.
Passons (1975) ha descrito cinco formas de responder a la conducta no verbal del cliente en una
entrevista. Sus sugerencias son útiles porque representan formas no verbales de trabajar con los
clientes que son consistentes con diversas orientaciones teóricas. A continuación, se exponen las cinco
formas:
Congruencia entre Conductas: El terapeuta u Orientador puede determinar si el mensaje verbal del
cliente es congruente con su conducta no verbal. Un ejemplo de congruencia es si el cliente expresa
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confusión sobre una situación al mismo tiempo que tuerce la vista o frunce el ceño. Otro cliente puede
decir «Estoy contento con la marcha de las cosas desde que vengo a tu consulta», lo que se acompaña
con el contacto ocular, una postura relajada y una sonrisa. El terapeuta u Orientador puede responder
de una de las dos formas a la congruencia entre la conducta verbal y no verbal del cliente. Un
terapeuta u Orientador puede hacer una anotación mental de la congruencia de las conductas o puede
pedir al cliente que le explique el contenido de las conductas no verbales. Por ejemplo, el terapeuta u
Orientador podría preguntar: «Mientras me decías que este tema es difícil para ti, tus ojos se han
humedecido, has agachado la cabeza y tus manos se han tensado. Me pregunto qué significa esto».
Mensajes Mixtos: El terapeuta u Orientador puede observar al cliente y ver si lo que éste dice y su
conducta no verbal configuran mensajes mixtos, La conducta verbal y no verbal contradictoria sería
aparente en un cliente que dice «Me siento muy [pausa] contento con la relación. Nunca antes he
[pausa] experimentado nada igual», mientras mira al suelo y cambia la posición de su cuerpo en una
dirección diferente a la del terapeuta u Orientador. El terapeuta u Orientador tiene tres posibilidades
como mínimo para manejar esta discrepancia verbal/no verbal. La primera consiste en hacer una
anotación mental de las discrepancias entre lo que dice el cliente y las señales corporales y
paralingüísticas que utiliza al emitir el mensaje, La segunda opción consiste en describir al cliente dicha
discrepancia de la siguiente forma: «Tú dices que estás contento con la relación, pero tu cabeza estaba
gacha mientras hablabas y lo hacías dudando mucho». La tercera opción consiste en preguntar al
cliente, «He advertido que bajabas la vista y te callabas mientras lo decías. ¿Qué significa esto?»,
Conducta no Verbal durante los Silencios: La tercera forma en que el terapeuta u Orientador puede
responder a la conducta no verbal del cliente es durante los períodos de silencio de la entrevista. ¡El
silencio no significa que no pasa nada! Recuerde también que el silencio tiene diferentes significados
en las distintas culturas. En algunas culturas, el silencio es un signo de respeto, no una señal de que el
cliente no quiera hablar más (Sue & Sue, 1977). El terapeuta u Orientador puede centrarse en la
conducta no verbal del cliente durante los silencios anotándolos mentalmente, describiéndolos para el
cliente o preguntando al cliente por el significado de los mismos.
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Ante un contenido «poco productivo» del mensaje del cliente, el terapeuta u Orientador puede decir
«Nuestra conversación hasta el momento se refería a la muerte de tu hermano y a la relación con tus
padres. Ahora me gustaría que te centraras en lo que hemos estado haciendo mientras hablábamos.
¿Eres consciente de los que hacías con tus manos?
Como terapeuta u Orientador, es importante que preste atención a su conducta no verbal por varias
razones. En primer lugar, porque algunos tipos de conducta no verbal del terapeuta u Orientador
parecen contribuir a facilitar la relación; otras conductas no verbales pueden deteriorar la relación. Por
ejemplo, los niveles «altos» o facilitativos de conductas como el contacto ocular directo, la orientación
del cuerpo y la postura relajada pueden contribuir a que el cliente valore positivamente la empatía del
terapeuta u Orientador incluso en presencia de niveles bajos o deteriorantes del mensaje verbal (Fretz,
Com, Tuemmler & Bellet, 1979). Además, el grado en que los clientes le perciben como persona
atractiva y experta está asociado en cierta medida al uso efectivo de destrezas no verbales (Claibom,
1979).
Como la mayoría de las investigaciones sobre la conducta no verbal del terapeuta u Orientador se han
realizado en base a valoraciones de videos y fotografías, es difícil especificar con precisión qué
conductas no verbales del terapeuta u Orientador están relacionadas con la efectividad terapéutica.
Además de utilizar conductas no verbales efectivas, existen otros tres aspectos importantes en el porte
no verbal del terapeuta u Orientador: sensibilidad, congruencia y sincronía.
Sensibilidad: Probablemente los entrevistadores experimentados son más capaces de emitir mensajes
no verbales efectivos (codificar) y son más conscientes de los mensajes no verbales de los clientes
(descodificar) que los entrevistadores menos experimentados.
Como la mayoría de nosotros confía más en un sistema representativo (visual, auditivo, kinestésico)
que, en otros, podemos aumentar nuestra sensibilidad no verbal abriendo todos los canales
sensoriales. Por ejemplo, las personas que tienden a procesar la información a través de los canales
auditivos pueden aprender a prestar más atención a los signos visuales y las personas que procesan
visualmente pueden aprender a hacerlo a través de señales auditivas.
Congruencia: Las conductas no verbales del terapeuta u Orientador paralelas a los mensajes verbales
también tienen algunas consecuencias sobre la relación, particularmente cuando estos mensajes son
mixtos o incongruentes. Los mensajes mixtos pueden ser confusos para el cliente. Por ejemplo,
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suponga que un terapeuta u Orientador dice al cliente «Estoy muy interesado en la relación que tienes
con tus padres» mientras mueve su cuerpo en una dirección diferente a la que se halla el cliente y con
los brazos cruzados delante de su pecho. El efecto de este mensaje inconsistente sobre el cliente
podría ser fuerte. Como señalan Gazda et al. (1977), «cuando se contradicen los mensajes verbales y
los no verbales, el receptor cree generalmente el mensaje no verbal».
Por el contrario, la congruencia entre los mensajes verbales y no verbales del cliente se relaciona con
las valoraciones que hacen tanto los clientes como los terapeutas u Orientadores de la capacidad
facilitativa del terapeuta u Orientador (Hill et al.. 1981; Reade & Smouse, 1980).
Sincronía: La sincronía es el grado de armonía entre las conductas no verbales del cliente y la del
terapeuta u Orientador. En las interacciones terapéuticas, en las iniciales especialmente, es importante
corresponder o guardar el ritmo de las conductas no verbales del cliente. Coincidir en la postura
corporal y en otras conductas no verbales favorece el rapport y la empatía (Maurer & Tindall. 1983). La
sincronía no implica que el terapeuta u Orientador reproduzca cada movimiento o sonido que produce
el cliente, implica que la apariencia global no verbal del terapeuta u Orientador es equiparable a la del
cliente. Por ejemplo, si el cliente se reclina en posición relajada con las piernas cruzadas, el terapeuta u
Orientador también se dispone de forma similar.
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