Aula Lírica 7-2015
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Ensayos:
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Nota:
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Reseña:
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Aula lírica 7 (2015): 1-93. Copyright © Aula lírica y el autor/la autora de cada texto incluido en el número.
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Revista sobre poesía ibérica e iberoamericana www.aulalirica.org
Temas: Influencia del corrido en la cultura mexicana / teorías sobre la génesis del corrido / evolución
histórica y temática de este género musical / su manifestación moderna: el narcocorrido / los
corridos a raíz de la Revolución Mexicana / reelaboración del género: nuevos cometidos y
nuevas intenciones / temas, impronta y personajes del narcocorrido / el propósito del
narcocorrido y su correlación con la situación actual de la sociedad mexicana / figuras
destacadas en el narcocorrido / modos y presencia de la mujer en el narcocorrido /
popularidad del narcocorrido a ambos lados de la frontera / aspectos peculiares del
narcocorrido y de la subcultura que lo sustenta
Por poco más de un siglo, el ámbito musical ha adquirido un fundamento más robusto en la
cultura mexicana ya que, además de tener distinguidas cualidades en cuanto al ritmo y la letra,
también llega a ser representante de la cultura, de la ideología y de los valores que reflejan el nivel
socioeconómico de sus seguidores y creadores. En esto México no se distingue de las demás
naciones, por supuesto. Lo que sí contrasta es en la naturaleza, intención y rango de cierto género
de música popular, o poesía cantada; me refiero al género lírico-musical conocido como ‘corrido’.
Desde la Revolución Mexicana hasta la actual guerra en contra del narcotráfico, este tipo de poesía
popular cantada ha funcionado como una voz colectiva de expresión o de protesta. Dependiendo de
las épocas y de las circunstancias, el pueblo mexicano ha optado por expresar su sentir o sus rabias
a través de los corridos.
Generalmente, al principio del siglo XX, se escribían corridos que romantizaban las
anécdotas y las acciones en contra del gobierno por parte de los revolucionarios de aquellos años.
Desde la época revolucionaria y posrevolucionaria, la gente va a hacer uso del corrido también como
expresión popular o himno de identidad y de valores representados en los héroes rebeldes
mexicanos. Con el paso de los años, este género evoluciona hacia el narcocorrido, hoy convertido
en un tipo de mitificación y apoteosis muy popular en la cultura juvenil que, a pesar de ser
considerado un genero de inspiración criminal, está cambiando algunos conceptos populares de la
cultura mexicana al justificar e inmortalizar esa actividad altamente delictiva por medio de la música
y de un lirismo populista. Como resultado, el gobierno mexicano ha decidido someter a los
narcocorridos a la censura oficial, como una medida más para combatir el crimen organizado
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En este ensayo comentaré sobre varios aspectos de esa evolución. «El corrido de los Pérez»,
que data del año 1911, puede servir de hito, pues contiene las características típicas del corrido
tradicional. El corrido «El barzón», posterior, va a ser adaptado por la sociedad en distintas épocas
para expresar un sentimiento colectivo de desaliento. «Contrabando y traición» ya se refiere a la
manera en que el tema del narcotráfico se incorpora al corrido tradicional en la época de los años
70. Debido al éxito de la integración del tema del narcotráfico con el corrido, artistas como Chalino
Sánchez aprovechan la coyuntura para lanzarse a la fama y expandir el subgénero del narcocorrido.
Más adelante la industria discográfica y la cultura popular harán del narcocorrido un género lírico-
musical polémico pero bastante lucrativo, donde la narcocultura y sus elementos característicos lo
conforman. La industria discográfica ha seguido el curso del género para aprovecharse de esa
narcocultura y de otros elementos relacionados con las drogas y la violencia, para generar ganancias
multimillonarias. Varios artistas han incluido la violencia gráfica en sus poemas cantados para crear
una herramienta de comercialización del género, y así adquirir fama y éxito. A pesar de que la
función del corrido tradicional mexicano ha sido, fue, tradicionalmente el relatar anécdotas de
valentía y el glorificar a los líderes revolucionarios, hoy en día el narcocorrido se ha establecido
como el género lírico-musical más afamado y celebratorio del mundo de las drogas y de toda la
violencia y brutalidad que connota.
Antes que surgiera el narcocorrido, el corrido tradicional consistía en narrar una historia
basada en elementos reales, con lugares, fechas, enfrentamientos concretos, para entretener, y al
mismo tiempo, informar/instruir a la sociedad mexicana sobre las hazañas heroicas de sus
protagonistas (Castro 75-76). Existen varias teorías que ofrecen una explicación sobre el origen del
corrido. En su Corrido histórico mexicano, Antonio Avitia Hernández se vale de una definición de
Celedonio Serrano Martínez para describirlo: “El corrido es un género épico-lírico-trágico, que
asume todas las formas estróficas [...] comprende todos los géneros [...] usa todos los metros
poéticos y emplea todas las combinaciones de la rima, el cual se canta al son de un instrumento
musical y relata en forma simple y sencilla, todos aquellos sucesos que impresionaron hondamente
la sensibilidad del pueblo” (22). En otras palabras, el corrido es un mosaico literario experimental,
pues parece no estar limitado por estructuras o regiones predeterminadas. Según Avitia Hernández,
hay cuatro tesis que intentan especificar el origen del corrido. Primero, se cree que el origen puede
ser ibérico o peninsular, al haber datos que lo indican como una derivación del romancero español
que se importó a América hace varios siglos. La segunda tesis sugiere que proviene del evento
mismo de la colonización o de su proceso, mientras que la tercera apunta a un efecto del mestizaje
cultural posterior a aquella. La cuarta tesis, la regionalista, es la que tal vez mejor describe al corrido
mexicano, aunque contradice las tesis anteriores (Avitia Hernández 9-13).
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Uno de los expertos que apoyan la tesis ibérica o peninsular es Vicente Mendoza. Al igual
que Avitia Hernández, ambos definen el corrido como “género épico-lírico”. Pero en el tema de su
métrica no están de acuerdo. Según Mendoza, el corrido está compuesto de “cuartetos de rima
variable y asonante en versos pares” y se basa en “una frase musical” (22). Gabriel Delgado López
alega que el ‘corrido’ adopta lo épico del romance (como combinación métrica) tradicional español.
En otras palabras, “mantiene normalmente la forma general del mismo, conservando su carácter
narrativo de hazañas, guerras y combates, creando una historia por y para el pueblo” (65). Otros
señalan que la región originaria del corrido se halla en la zona central de México, y que
posteriormente tomó fuerza y popularidad en las comarcas del norte, antes de expandirse al resto
del país (More Arellano 7).
En el mismo artículo, Delgado López también menciona a otros, como Thomas Stanford, que
se han sumado a la exploración y aportan nuevas ideas acerca del origen del corrido. Según este
nuevo enfoque, el corrido hubiera surgido en la época colonial, ya que existe una semejanza con la
jácara. La Real Academia Española la define como un romance alegre en el que se cuentan hechos
de una vida licenciosa. Según Delgado López, el término corrido también se pudiera derivar del
courante francés debido al estilo similar de su característica música (65). Por estas y otras razones
–me refiero a las semejanzas del corrido mexicano con estilos musicales de otros países–, es algo
difícil el determinar su origen.
Ante este hecho, el no haber encontrado un vínculo directo entre el corrido y otros estilos
musicales del pasado, ha surgido una nueva teoría, la cuarta antes mencionada, que intenta definirlo.
En la Revista Nueve-Seis, Antonieta Carracedo publicó un artículo titulado «Una protesta legendaria:
el corrido». Según ella, todas las anteriores tesis propuestas tienen su defecto, a pesar de las
semejanzas que puedan existir entre el corrido y los modelos anteriores. También descarta que el
corrido tenga raíces en el romancero español, a pesar del tema de la métrica de ambos géneros.
Además, algunos de los romances eran ficticios o adaptados al gusto individual, más que al
colectivo. Carracedo apoya en consecuencia la teoría de que el corrido es local, regionalista, porque
se le puede considerar de muchas maneras según esa variante: “Tragedia, versos, bola, mañanas,
corrido, danza, narración, historia, recuerdos”. El contenido de la letra puede cambiar dependiendo
de la región o el estado donde se escriba (Carracedo).
Quizás ésta, la tesis regionalista, sea la que describa mejor el corrido. Así y todo, no se puede
determinar con exactitud la fecha ni el lugar de origen. Otros investigadores alegan que el corrido
se inició durante la época de la Revolución Mexicana, para funcionar como una
imaginación del pueblo. Fue el arte de la masa anónima, la democracia cantada por
los de abajo, de aquellos que no tenían dinero pero sí mucho coraje. (González
Moreno 649)
De esta manera, el corrido se presenta como expresión popular, en el que se desea desahogar
penas y opresiones. Dado el bajo nivel de educación del pueblo (intérpretes y aficionados), su lírica
se convierte en un género musical admirado y en una forma de conmemorar a los revolucionarios
olvidados (González Moreno 652).
Recapitulando, el corrido es un género de canción narrativa en forma de balada, que ha
servido como el comentario popular de algunos eventos que han dado forma a ciertos aspectos de
la historia mexicana en los últimos cien años. Funciona como una crónica de amoríos,
enfrentamientos armados, catástrofes, pero sobre todo destaca las hazañas de héroes, que en su
mayor parte han sido hombres. La balada narra un evento popular con fechas específicas, con el
propósito de exaltar las aventuras de miembros específicos de la clase obrera o de la gente común.
Por lo general, las historias recitadas en los corridos tienden a ser incidentes, trifulcas, discordias
y peleas de hombres por mujeres. Típicamente, los hombres componen los corridos para cantarlos,
tanto para sí mismos como para los demás, con el fin de que se aprenda de las vidas y de las muertes
intrépidas de sus congéneres masculinos (Castro 75-76).
Según Vicente Mendoza, experto en el tema del corrido, existe una degeneración en el
genero del corrido hacia el final del periodo revolucionario, porque se cesa de admirar a los héroes
revolucionarios para convertirse en algo “culterano, artificioso, frecuentemente falso, sin carácter,
auténticamente popular” (xvi). Para el folklorista John H. McDowell, sin embargo, el corrido ha
mantenido la misma función desde el comienzo de la Revolución Mexicana hasta la actual guerra
contra las drogas en México: “The corrido has persisted as a vital resource for the people of Greater
Mexico, used by them to address successive phases in their historical destiny”; el corrido “is close
at hand as the Mexican people live through the unbearable trauma of the drug wars, fueled by the
lucrative market in the United States for illicit products. Situación exarcebada por el flujo y
contrabando de armas desde los Estados Unidos a México, fenómeno que ha contribuido
decisivamente a la muerte de 50,000 personas desde los tiempos del presidente Felipe Calderón,
cuando éste declarara la guerra a muerte a los cárteles de la droga, “and unleashed the army on the
civilian population of Mexico”(McDowell 251).
Al igual que Mendoza, McDowell coincide en que los corridos en tiempos pretéritos se
enfocaban en los líderes revolucionarios. El género se ha vuelto después, en un sentido que no deja
de ser altamente irónico, más democrático, menos elitista. En lugar de cantar a los héroes,
protagonistas individuales de la historia, pasa a celebrar al colectivo. De ser loa a próceres, ahora
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se utiliza como herramienta para manifestar el sentir popular sobre diferentes y candentes temas
actuales. Entre ellos, y muy predominante, el tráfico de drogas y todo el submundo relacionado con
el mismo.
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A finales de la década de 1920, algunos años después de que la Revolución Mexicana llegara
a su fin, surgieron varios corridos acerca de la reforma agraria. Van a permanecer como himnos de
la voz colectiva del pueblo, de ocupación agrícola entonces en su mayoría. La tradición corridista
se mantiene presente desde 1911 con «El corrido de los Pérez». Éste contiene los elementos
esenciales de tal práctica justo después de la Revolución Mexicana. Fue muy popular durante el
siglo XX y aun sigue siendo ejemplo de la tradición corridista; la cual, como se ha indicado, tiene
como fundamentos historias, fechas y eventos factibles. Según dice la crónica, en 1910, tres hombres
– Jesús, Isidro y Mariano– dejan sus tierras para ir al norte en busca de un futuro mejor. Una vez al
otro lado de la frontera, mandan traer un encargo de ropa, armas y dinero con los Oropeza, que
supuestamente son sus amigos de confianza. El encargo nunca llega a su destino, y cuando los Pérez
regresan a México las autoridades aceptan la tarea de recuperar sus pertenencias de los Oropeza,
motivo de vergüenza para todos los involucrados, al pedirse ayuda de las autoridades para dirimir
la disputa.
Comúnmente, los habitantes de los pueblos mexicanos se reúnen para celebrar eventos
colectivos, carreras de caballos, corridas de toros, o serenatas. En una de estas contingencias
coinciden las dos familias. A pesar de la humillación sufrida por ambas partes, no se da de principio
la polémica ni el enfrentamiento entre ambos clanes, los Oropeza y los Pérez. Todo esto cambia
cuando don Mónico de Luna, quien con su indiscreción será el causante de la tragedia posterior,
empieza a difundir rumores, colmando de manera negativa así los ánimos y creando fricciones entre
ambas familias:
Una carrera de caballos, que había sido programada para el 21 de abril de 1911, casi no
ocurre debido a que los ánimos entre los Pérez y los Oropeza ya están muy exaltados. Un integrante
de esta última familia presiona a los Pérez públicamente: “¡Los cobardes se rajan!”, clama. Al señor
Longino Pérez, padre de los tres hermanos, le molesta mucho este comentario y le indica a su
compadre, don Cesáreo, que continúe con la carrera, así y todo. Según un testigo, don Juan Muñóz,
sólo se pudieron presenciar tres o cuatro carreras antes de que el tiroteo comenzara. Los hermanos,
desarmados, discuten de viva voz antes de caer al suelo con los brazos abierto, en forma de cruz, en
una muerte altamante simbólica (Rodríguez).
Existen varias versiones de este corrido en que cambia el orden de los eventos, pero el
contenido de la letra permanece igual.
Esta poesía popular se aprendía por el público de forma oral, al ser analfabeto gran parte del
mismo. Los grupos locales o trovadores transmitían musicalmente ésta y otras historias de pueblo
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en pueblo, muchas veces en cantinas, plazas, fiestas en todo el territorio mexicano.1 Ha sido grabado
por varios grupos musicales de la talla de los Huracanes del Norte, los Cadetes de Linares, las
Jilguerillas y una serie de conjuntos locales.
Los acontecimientos históricos, sociales o culturales, han inspirado, conservado y
reconfigurado el género musical del corrido durante varias épocas. Conforme la sociedad cambia,
el corrido también lo hace. «El barzón» es un corrido que refleja bien cómo este género musical ha
devenido una herramienta clave de expresión popular en el marco de los nuevos derroteros. Por
ejemplo, la versión de «El barzón» de 1930 criticaba la corrupta administración de un gobierno que
hacía muy poco por mejorar el estilo de vida y las condiciones de trabajo de la clase obrera. Seis
décadas después, la sociedad se enfrenta ante una situación similar en la que la administración
favorece a los sistemas bancarios y perjudica a los agricultores. Razonablemente, los campesinos
forman en la primera mitad de los años 90 un movimiento social conocido como “El barzón”; la
situación socioeconómica y los abusos son ahora muy similares a aquellos de los años 30 (Ibáñez
110). Se populariza una nueva versión del corrido. En las dos versiones de la composición se rastrea
la influencia de sucesos sociales de diferentes épocas.
En 1930, un agricultor de nombre Miguel Muñiz, se vale de una antigua versión del corrido
«El barzón» y le modifica la letra. (Hernández 103). Muñiz se sirve de este corrido para criticar, en
primera persona, las injusticias que sufre un peón para poder sobrevivir durante el movimiento
agrario. Al peón regresar a casa le cuenta a la esposa que el dueño de las tierras les ha quitado la
cosecha y que debe continuar trabajando para pagar la deuda contraída:
1
Son de destacar las semejanzas que existen entre los compositores e interpretes de corridos con los juglares y trovadores
de la Edad Media. Al igual que los conjuntos musicales modernos, los juglares transmitían importantes acontecimientos
sociales, noticias, historias, experiencias personales e inclusive técnicas musicales y poéticas. Esto se hacía con el
propósito de entretener oralmente a una audiencia generalmente indocta (v. Rodríguez).
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La esposa comienza a llorar y le dice al peón que su hermano y su yerno han tenido muy
buenos resultados al cosechar tierras del gobierno, en cambio. Le recomienda por ello que se reúna
con los miembros del comité agrario local para pedirles que pongan su nombre en la lista de espera
para conseguirlas. En aquel entonces, la iglesia católica y los dueños de las tierras tenían una buena
relación, como suele, y a menudo la primera trataba de desanimar a sus creyentes para que no se
unieran al movimiento agrario. Por esta razón la esposa del peón, desesperada y llorosa, no ve otra
opción y le aconseja a su esposo que no siga los apremios del padre de la iglesia ni de sus creencias
religiosas, encargo que acarrea el desarreglo posterior en las vidas de sus protagonistas.
La función de este corrido, como de muchos de la época, aparte de criticar al gobierno de
entonces, es expresar y propagar, en la conciencia del pueblo, los eventos que afectan el estilo de
vida o la personalidad propia de sus sujetos (McDowell 250). La canción describe un estilo de vida
apurado, con numerosas carencias para la clase obrera, víctima de atropellos por parte de los
terratenientes y de sus aliados ideológicos.
Varias décadas después, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), la
nación se encuentra una vez más en una situación económicamente difícil debido a las nuevas
enmiendas que van a permitir turbadores cambios en el sistema financiero y en el bancario. Estas
modificaciones afectan a los dueños de pequeñas tierras y ejidatarios que contaban con préstamos
para continuar con sus cosechas. Sin previa notificación, ahora los bancos podrán alterar los
intereses del préstamos, e incluso apropiarse de las propiedades cuyos dueños no pueden solventar.
Consecuentemente, los campesinos se unen y es así como se crea el movimiento social conocido
como “El barzón” (Hernández 105-106), inspirado por el corrido homónimo, y se verifica que el
estilo de vida del que parten ambos, canción posrevolucionaria y movimiento finisecular, y los
abusos que denuncian, son afines, a pesar del lapso transcurrido.
De este modo, algunos grupos musicales ven la oportunidad de revivir el corrido de 1930 y
adaptarlo al momento, con la intención de mantener una misma función de expresión social y de
censura al gobierno. Tal es el caso de la banda de rock conocida como Maldita Vecindad, que adopta
el corrido original y modifica los últimos 18 versos, para transformar lo que fuera un corrido de
propaganda anticlerical y antilatifundista, en una reprobación a las prácticas del presidente Salinas
de Gortari. El nuevo corrido asume ahora que hay nuevos enemigos añadidos a aquellos ya
conocidos (la iglesia y los terratenientes) del periodo posrevolucionario. Los enemigos adicionados
son el gobierno federal y los medios de comunicación que manipulan las verdades y las mentiras
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(Versión de Muñiz)
¡Viva la revolución!
¡Muera el supremo gobierno!
¡Se me reventó el barzón
y siempre seguí sembrando!
Este ejemplo podría pasar por una saludable excepción a la supuesta regla que fundamentaba
el argumento de Mendoza –el corrido, recordemos nos dice, se vuelve con el tiempo “culterano,
artificioso, frecuentemente falso, sin carácter auténticamente popular”. Se podría sugerir, empero,
con esta muestra significativa que el corrido no ‘degenera’ en su totalidad, sino que simplemente
se adapta en importantes ocasiones a las nuevas experiencias sociales y laborales del país. El
movimiento agrario le brinda su impulso implícito, y le proporciona un vehículo social de apoyo.
Al respecto escribe McDowell: “The genre was there for them as they experienced the social
violence of agrarian reform in the wake of the Mexican Revolution, as they endured the hardships
of migration into the United States in search of gainful employment, as they organized into
agricultural unions and fought for better working conditions” (251).
En contraste con la versión original de Muñiz, Maldita Vecindad reemplaza al cura y sus
penas del infierno por los “medios de comunicación, “la pura manipulación / y mentiras del
gobierno”. En la época de Muñiz, las creencias religiosas eran valores bien establecidos. Maldita
Vecindad crea un paralelismo al insertar la manipulación de la información como una suerte de
religión o efecto/ejercicio de una religión. Además, la banda expande la letra para denunciar la
desigualdad, el abuso y la explotación que sufren los obreros –el proletariado de las ciudades– por
parte del gobierno, de las burocracias de la clase dirigente y de los patrones de la industria. El
corrido se vuelve explícito en sus censuras. También, el mensaje se radicaliza de modo considerable,
al incitar a la gente a una “revolución civil”. No en balde, la censura del gobierno hubo de hacer acto
de presencia en el manejo oficialista de este tipo de corridos, que, sin embargo, no cae todavía en
el ámbito del narcocorrido.
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Hoy en día, los temas predominantes en los corridos son el tráfico de drogas y la violencia,
relacionada o no directamente con este fenómeno, para crear un subgénero llamado ‘narcocorrido’.
La mayor parte de los corridos ha olvidado aquel sentimiento de protesta en contra de los abusos e
injusticias relacionados con la tierra, su cultivo, la clase obrera (González Moreno), todo lo que fue
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una raíz importante de inspiración en aquellos tiempos. Los cantantes y compositores del momento
adaptan el corrido para contar las historias relativas al trasiego de “la inmensa metáfora”, como
llama Rodrigo Tenorio Ambrossi (19) al tráfico de estupefacientes y drogas que se mueve
ilegalmente en el mundo.
Para lograr entender la trascendencia del narcocorrido, es importante tomar en cuenta el
contexto histórico, social y cultural que, de alguna manera u otra, ha influido a través de los años
en la letra y su contenido. El narcotráfico no fue, parecería una obviedad afirmarlo, una
manifestación común en los corridos tradicionales del periodo posrevolucionario; hoy en día se ha
convertido en un elemento primordial de ellos, empero. El narcocorrido aumenta su popularidad en
los últimos años de modo paralelo a la conciencia que las autoridades vienen a tomar cuenta de su
basamento; es decir, después de que el entonces presidente mexicano Felipe Calderón (2006-2012)
militarizara la guerra contra el narcotráfico. El día 11 de diciembre de 2006 Calderón da la orden
de desplegar cinco mil soldados como parte de la “Operación conjunta michoacana” para combatir
al narcotráfico en ese estado. Desde entonces, los esfuerzos para combatir al crimen organizado se
han expandido al resto del país, lo cual marca el inicio de lo que llamamos hoy en día la guerra
contra el narcotráfico en México.2 El gobierno mexicano decidió censurar los narcocorridos en las
estaciones de radios y eventos públicos como un esfuerzo adicional en la guerra contra el
narcotráfico. Poco a poco la violencia ha ido aumentando y la dimensión de vigilancia en las calles
se ha incrementado hasta llegar a los cincuenta mil hombres de seguridad (actualidad.rt.com). El alto
índice de salvajismo generalizado ha contribuido como un incentivo para crear un género de música
y lírica, bautizada como narcocorrido, que refleja la situación por la que pasa el país.
A la vez que su actividad criminal los inspira, estos narcocorridos han sido adoptados por
los capos de la droga, quienes, a pesar de ser codificados como criminales, benefician a sus
comunidades por medio del dinero sucio proveniente de sus actividades. A estas donaciones se les
conoce como narcolimosnas. Ellas también pueden ayudar a entender la popularidad de estas
canciones. Ya sea por medio de los narcocorridos o de las narcolimosnas, los traficantes de drogas
adquieren una cierta imagen de poder y prestigio. Este tipo de mitificación y celebración se ha
traducido a y en un movimiento popular en la cultura juvenil de la clase popular, que inmortaliza
a esos capos como ídolos, a través de la música y de su lírica.
A pesar de estar los narcocorridos bajo censura oficial, esta medida no ha disminuido el
índice de violencia en México ni ha ayudado en la lucha contra el narcotráfico. La corrupción se ha
convertido en una herramienta para los cárteles, que suelen sobornar la policía a cambio de
2
Para más información, consúltese en internet: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/20857-México-cuatro-años-de-
guerra-contra-narcos.-Con-qué-resultados.
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Narcocorridos, ballads that celebrate and glamorize the trade, to sample a zone of
commemorative practice where narcocorridos share a space in the national
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Se percibe, pues, la evolución natural del género, conforme al momento histórico de México
y a la coyuntura nacional. Así y todo, de una manera u otra, se retienen las características generales
a través del cambio. Aunque el narcocorrido, en sus dos variantes, incorpora disparidades en cuanto
al ritmo en su musicalidad, aún mantiene elementos comunes con el corrido tradicional, y aquí me
refiero al contenido subyacente, pues hay una historia que se cuenta/canta, el proceder de situarla
en el tiempo concreto, la presencia de ‘héroes’ –ahora por necesidad entrecomillados–, y la
resonancia, que se encuentra en ellos, de fenómenos sociales reales.
El corrido del narcotráfico parte de musicalizar y poetizar las historias o los reportajes de
violencia que se transmiten por televisión y periódicos sobre todos los aspectos del tráfico de drogas.
La lírica de este corrido de hoy glorifica y resalta los valores, los ideales y las cualidades de los
nuevos ‘héroes’, aquellos que son, según Tenorio Ambrossi, los “malos amigos” o “pervertidos
traficantes” (57). A menudo en estos narcocorridos se exagera o se recrea en grado considerable la
crónica con el propósito de hacer el producto más atractivo para el consumidor y aumentar su venta
o popularidad. El corrido de remedio, por su parte, intenta tamizar esa brutalidad por medio de las
historias paralelas al tráfico; ahora el narcotraficante deja de ser un paladín de la sociedad en general
y se convierte en un relativo adversario de la misma.
Es dable pensar que una de la modalidades intrínsecas del mundillo de la droga y de su
tráfico tienda a exaltar e amplificar las cualidades humanas de los protagonistas traficantes, hasta
el punto de convertirlos en una especie de superhombres, si bien por el lado negativo. Por ello es
dificultoso separar la realidad de la fantasía. Es difícil entonces determinar cuáles elementos de las
historias son reales y cuáles son ficticios. Según Ramírez-Pimienta, “los corridos y narcocorridos
tienen tanto elementos de ficción como reales” («Del corrido» 22). ¿Quizás la idea de Mendoza,
mencionada anteriormente, de cómo el corrido pasa a ser “culterano, artificioso, frecuentemente
falso, sin carácter auténticamente popular” (xvi), concuerde y se aplique con y a un segmento de los
actuales narcocorridos?
El grupo Los Tigres del Norte alega por su parte que el contenido de los corridos que
interpretan es ficticio. Ramírez-Pimienta va más al fondo y presenta como evidencia de esta
afirmación el corrido que revive el género en la década de los 70, «Contrabando y traición», que
hizo famosos a Los Tigres del Norte («Del corrido» 22), agentes clave en la comercialización y
popularidad de este corrido. El autor de la composición, Ángel González, reveló que la historia del
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corrido no es verídica: “Conocí a una amiga mía que se llama Camelia pero no es de Texas. Y en
mi familia hay un Emilio Varela, pero ni se conocen entre sí siquiera [...] ninguno de los dos tiene
nada que ver con el mundo de las drogas” (Wald 19). Fue tan popular este corrido, que derivó en
otros, también populares, como «Ya encontraron a Camelia» y «El hijo de Camelia».
Enrique Franco, director artístico de Los Tigres durante 15 años, corrobora la impresión:
Esas canciones no dicen nada. Además eran ingenuas, fíjate, traían las llantas del
carro repletas de marihuana. ¿Tú sabes lo que le cabe en las llantas del carro de
mariguana? No hubieran pagado ni la gasolina. Pero la canción tenía otra historia,
era amor, traición. ¿Sí, me entiendes? El narcotráfico era un elemento de la canción,
pero era una historia de amor. (Ramírez-Pimienta, «Del corrido» 22)
Ï
A pesar del título, «Contrabando y traición», la primera vertiente en aquel no conforma el
eje de la historia. Más importante es la segunda, pues hay una supuesta deslealtad por el personaje
Emilio que hace a la historia dar un giro y terminar en desgracia. Una mujer, Camelia, desafía la
superioridad del hombre. Esto fue innovador para su época y lo diferencia de otros corridos de
esquema tradicional. Podría comparársele con «El corrido de los Pérez», ya que en ambos ocurre
la traición, una subsiguiente humillación y la tragedia. Pero la imagen de la mujer como
protagonista, en un nivel más notorio que el del hombre, lo distingue con fuerza. Rompe con la
norma típica de la aventura y de las peleas entre hombres, que morirían de forma ‘heroica’ y, en la
interpretación, machista. Esto lo hizo icónico en la década del 70. Hasta entonces los corridos se
habían escrito para ensalzar al hombre (Hernández 102-103).
Ramírez-Pimienta, en «Narcocultura a ritmo norteño», hace mención de cómo la imagen de
la mujer se engrandece y se sitúa al mismo nivel que la del hombre. Cita a Anajilda Mondaca Cota,
analista del papel que ocupa la mujer en los narcocorridos, para exponer la importancia de Camelia
en «Contrabando y traición»: “Si la traición es ya el peor crimen en la sociedad de los traficantes,
para Camelia, ser despreciada en el amor adquiere el mismo sentido de la traición en el negocio; a
esta infidelidad responde con la muerte de su amado infiel” (255).
Quizás un factor importante, que contribuye a la popularidad de este corrido, es la coyuntura
de la década, cuando surgen grupos feministas en la mayoría de los países iberoamericanos (Mérola
112). Para ese entonces, la mujer adquiere igualdad de derechos y oportunidades; de manera irónica,
el corrido refleja así el papel de Camelia en el tráfico de drogas, actividad antes exclusiva de los
hombres. A partir de Camelia la texana, empresaria y narcotraficante por derecho propio, el papel
de la mujer se modifica gradualmente, hasta el punto de convertirse en ‘heroína’ asimismo, a la par
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con los hombres. No estorba que, además de entenderse como agraciada, sea inteligente y leal para
y en los negocios. Camelia se convierte en un prototipo de mujer sanguinaria, característico del
propio narcotráfico, no importa el sexo (Ramírez-Pimienta, «Narcocultura» 261). Sobre el impacto
de Camelia en el género, en los 70:
El compositor Ángel González tuvo la capacidad de crear una historia que trastocó
por completo la forma de concebir el corrido, existe un antes y un después de
«Contrabando y traición». Antes de él algunas historias de gomeros difundían
mensajes moralizantes sobre el tráfico de sustancias ilícitas, hablaban de gallos
jugados, de plebes con mucho valor, de toros que ostentaban el poder y que no lo
compartían con nadie, mucho menos con una mujer. Ahí radica parte de su
importancia histórica. (Montoya Arias 222)
Aunque han transcurrido ya más de treinta años desde «Contrabando y traición», la imagen
de la mujer en el ámbito del narcotráfico aún se plasma como campeona y empresaria, en esta doble
presentación. Este es el tema principal de «La reina del sur», narcocorrido grabado por Los Tigres
del Norte, que se basa en la novela, del mismo título, de Arturo Pérez-Reverte, y que tiempo después
se adaptara para la televisión. Teodoro Bello lo escribió para el grupo. Al igual que el personaje de
Camelia en «Contrabando y traición», la Teresa del español Pérez-Reverte demuestra que el ser
mujer ya no es un impedimento para entrar en un mundo dominado por los hombres, y, una vez
dentro, hacerse con el poder. Ella se aprovecha de las oportunidades que se le presentan, y ante ellas
utiliza sus fortalezas y cualidades de carácter, para su conveniencia.
En el corrido donde se anima Camelia se canta sobre el concepto de que la traición y el
contrabando son cosas incompartidas, y ésa es la razón por la cual ella mata a Emilio Varela. En la
novela, ocurre algo similar con Teresa cuando decide vengarse del dueño del burdel después que se
le roba y humilla a la primera. Luego procede de la misma forma con el padre de su propio hijo, que
la había asimismo engañado. De esta guisa, tanto Teresa como Camelia se hacen presentes y se
autodefinen como integrantes femeninos de pleno valor en el mundo del narcotráfico. Así y todo que
en los dos casos los personajes son ficticios, la idealización del prototipo viene a la postre a
aceptarse en la población, siquiera porque sugiere un peculiar potencial de movilidad social en una
sociedad donde el nivel de pobreza se mantiene constante, sobre todo para la mujer. El personaje
de Teresa demuestra cómo la astucia y el engrandecimiento de ciertos valores, en los narcocorridos,
operan para hacer promover y ornamentar una imagen social de la mujer en las nuevas
circunstancias históricas. A pesar de los estigmas sociales, Teresa demuestra que puede ser exitosa:
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Es esta mujer, este personaje, este inmigrante, que aunque negado y proscrito a un
tercer o cuarto planto dentro de la sociedad española, se yergue como miembro
activo de un espacio social para participar no sólo de su economía bullente sino para
satisfacer sus propias necesidades como mujer, porque recordemos que no sólo es
extranjera, sino mujer, y sin embargo adquiere un rol primordial dentro del
desarrollo económico y, luego, promueve una incipiente integración, y aceptación
dentro del contexto español y europeo. (Vergara-Mery 207)
Ï
En «El narcocorrido global y las identidades transnacionales», Miguel A. Cabañas explica
cómo, a finales del siglo XX, este género empieza a ser censurado y marginalizado a nivel oficial,
tanto en México como en los Estados Unidos. Como reacción, algunos jóvenes, en busca de una
identidad propia, se interesan por el género y encuentran en él “rasgos auténticos”, que ellos habrán
de identificar como parte de una “cultura de rancho”. De esta manera intentan expresar la
inconformidad que sienten hacia las culturas “hegemónicas de México y de los Estados Unidos”
(Cabañas 520).
La popularidad de los narcocorridos y de sus protagonistas ofrece la oportunidad a muchos
grupos musicales para explorar y explotar económicamente esta categoría de música y lírica. Uno
de los artistas que más se hubo beneficiado de este nuevo filón de los narcocorridos fue Chalino
Sánchez. En ese mismo artículo, Cabañas hace referencia a Sam Quiñones, periodista experto en la
vida y música de aquel, para notar que:
Este corrido por encargo ya no procura expresar la voz colectiva. Aquel antiguo comentario
nutrido por las carencias y maltratos sufridos por los revolucionarios, se ha tornado en un negocio
donde la brutalidad, el dinero, el tráfico de estupefacientes y otras características afines describen
al nuevo presuntuoso protagonista y determinan la historia que se cuenta.
Debido al violento contenido y a su mensaje, el gobierno mexicano censura los nuevos
corridos en un esfuerzo más de la guerra contra el narcotráfico. Esto ha creado un movimiento de
reacción en la industria del narcocorrido, pues se producen canciones cada vez con mayor contenido
furibundo y ofensivo. Algunos artistas famosos han sido asesinados en la estela del narcocorrido.
Ï
El impacto que ha causado el narcocorrido, en la industria musical y en la cultura popular
mexicanas, ha sido inmenso. Esto ha generado polémicas, naturalmente, pues, por un lado, está la
censura del gobierno, que quiere atacar la exaltación y el alto contenido de violencia, la orientación
de las canciones centrada en la validez de la consecución de riquezas y poder, no importa los medios
para lograrlos y la estela de muertos en el ascenso hacia aquellos. Por el otro, la industria musical
ha encontrado en la cultura del narcotráfico un filón de oro, una herramienta de comercialización
que genera ganancias multimillonarias.
Con la creciente popularidad de los narcocorridos, también ha aumentado el interés por
conocer más sobre el ámbito del narcotráfico, en el que no solamente existen drogas, es decir “las
substancias, los productores, los que la procesan, los traficantes, los blanqueadores, las autoridades
corruptas y los usadores” (Tenorio 12), sino también conjuntos de creencias y reglamentos como
en cualquier otra subcultura. A esto se le ha categorizado como narcocultura. Jorge A. Sánchez
Godoy explica que desde la década de los cuarenta se ha manejado este término en la sierra de
Sinaloa. No fue hasta la década de los setenta, sin embargo, que adquiere mayor resonancia
nacional, para considerársele la referencia a una institución consolidada conjeturada, fundamentada
en el “imaginario colectivo de gran parte de la población rural y citadina sinaloense” (Godoy 79).
Sánchez Godoy, aludiendo a Luciano Gallino, el conocido sociólogo italiano, plantea que la
narcocultura sería
¿Qué estado de la República está libre de este flagelo?, ¿qué sector de la población
no está involucrado con el poder corruptor del narcotráfico y la delincuencia que de
allí se deriva?, podemos comenzar por políticos de gran altura, sin duda alguna desde
gobernadores hasta corporaciones policiacas enteras, pasando por militares y policías
federales. Podemos mencionar ambientes empresariales, periodistas y,
desafortunadamente, algunos ambientes religiosos. Más todavía, para vergüenza de
algunas comunidades católicas, hay sospechas de que benefactores coludidos con el
narcotráfico han ayudado con dinero, del más sucio y sanguinario negocio, en la
construcción de algunas capillas, lo cual resulta inmoral y doblemente condenable
y nada justifica que se pueda aceptar esta situación. (Martínez)
héroe por su bravura e indocilidad en su desafío a las autoridades mexicanas. También lo admiraban
por su filantropía, ya que, después de robar a los ricos, Malverde acostumbraba visitar a habitantes
con pocos recursos para compartir lo que había robado. Así se ganó los apodos de “El bandido
generoso” o “El ángel de los pobres” en Sinaloa (Botsch 19).
Malverde siguió cometiendo sus actos hasta que fue capturado y ejecutado por las
autoridades mexicanas en 1909 (Botsch 20). Según la historia popular, Malverde había resultado
herido y ya sabría que no podría curarse a sí mismo. Entonces decidió que sus compañeros lo
entregaran a las autoridades, así podrían cobrar la recompensa y repartirla entre los pobres de su
pueblo (Maihold 89). Desde entonces, Malverde ha pasado a ser uno de los héroes populares
mexicanos que funge como defensor de los desamparados y ahora, por irónica extensión, también
de los narcotraficantes:
Those living in poverty have worshiped the spirit of Jesus Malverde for years,
frequently asking for protection and a variety of personal favors. Over time, some
of his followers entered the illegal drug trade and began asking Malverde for
protection before, during, and after their drug-trafficking activities. To reinforce their
beliefs, the traffickers often carried various items depicting Malverde’s image hoping
this paraphernalia would protect them further. If they successfully completed their
drug-trafficking objective, they thanked Malverde for his guidance. If arrested, they
continued to ask for his assistance throughout their court proceedings. This practice
became so common that his legend flourished, and Malverde eventually was labeled
the unofficial patron saint of drug traffickers. (Botsch 20)
sobre la razón de hacerlo, me han respondido que así lo hacen ‘porque se sienten importantes’.
Ï
Después del inicial fallido ataque contra Chalino Sánchez, los jóvenes principiaron a ver en
él una leyenda viviente, pues no sólo cantaba acerca del peligroso mundo del narcotráfico, sino que
también lo había vivido en persona. En su libro, El Narcotraficante, el antropólogo Mark Cameron
Edberg señala que Sánchez fue la primera estrella de la farándula musical vista como héroe en el
género del narcocorrido. Además, a Sánchez se le comparaba con el líder revolucionario mexicano
Pancho Villa por ser a su manera un rebelde también, con o sin causa. A pesar de su éxito, Sánchez
nunca se había olvidado de sus orígenes y estaba dispuesto a perderlo todo por complacer a sus
seguidores (Edberg 92). Para muchos, además de ser artista popular, Sánchez era un vocero de la
identidad étnica que muchos inmigrantes radicados en los Estados Unidos buscaban, y hallaban en
su lírica. Él representaba la mexicanidad, con orgullo promovía sus raíces campiranas, las de los
migrantes. Muchos de ellos decían: “Quiero ser como él” (Edberg 93). En aquel entonces, las únicas
figuras reconocidas por la cultura popular mexicana como económicamente exitosas eran ciertos
inmigrantes a los Estados Unidos, y ya empezaban a serlo también algunos narcotraficantes, los más
temerarios. Eso, precisamente, era el enfoque principal de los corridos de Sánchez (Burgos Dávila
24).
La música, además de entretener, también por supuesto ha funcionado como medio de
expresión social y cultural. María Herrera-Sobek indica que basta con examinar detalladamente el
corrido mexicano o cualquier canción folklórica para deducir información de los valores en cuanto
a la ideología, la forma de ver el mundo, y las situaciones sociales, políticas y económicas de la
sociedad mexicana (49). Esta noción concuerda con la idea de adaptación del corrido, mencionada
anteriormente, de cómo las diversas experiencias sociales y laborales de la clase obrera a lo largo
de la historia reciente se ven reflejadas en la música. Por ejemplo, a Pancho Villa se le representaba
en los corridos, que le glorificaban, como un héroe insurrecto y venerado, así que simbolizaba la
ideología de la clase campesina, luchando en aquellos tiempos por una reforma agraria ante la
pésima situación socioeconómica del país. Similarmente, en los corridos de Chalino Sánchez se
encuentran presentes las raíces campesinas y la lucha por la movilidad social.
Este estilo musical consagró a Sánchez como el corridista más exitoso de su época, y recibió
la atención de una gran cantidad de jóvenes chicanos en Estados Unidos que, a pesar de no haber
nacido en México, sentían un admitido interés por la cultura mexicana. Para la mayoría de ellos, la
música norteña era algo ajeno a su experiencia vital, la consideraban más bien como la música de
sus padres (Burgos Dávila 24); para la juventud norteamericana de ascendencia mexicana, el rap y
el hip-hop eran más propios (Edberg 44). Después de la muerte de Sánchez en 1992, su música y
su atuendo se convierten en la moda conocida como “el chalinazo”, lo que contribuye a revalorizar
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las raíces mexicanas de los jóvenes norteamericanos de cultura y ancestros mexicanos. Según
Burgos Dávila, Sánchez inició una moda en la música y en la vestimenta, que fue el modelo a seguir
de artistas y fanáticos del corrido:
Esa misma apariencia de narcotraficante chic o kitsch (según se mire) ha permanecido por
muchos años en el gusto del público. Los grupos musicales siguen imitando ese estilo, pero con el
paso de los años el género ha comenzado a centrarse “cada vez más en la reinterpretación del
repertorio del narcocorrido”, alega Simonett («Los gallos» 83). Debido a la popularidad de “El
Chalinazo”, esta moda se ha comercializado como la imagen que define a un autentico
narcotraficante. Inclusive, hoy en día es típico, en los barrios y comunidades con fuerte presencia
mexicana, encontrarse con personas entre los 30-50 años de edad que aun prefieren esta estampa.
En contraste, los jóvenes posteriormente han venido a preferir una imagen de narcotraficante más
moderna y sofisticada.
Ï
Debido a su importancia económica, gran influencia hispanolatina y a su cercanía con la
frontera entre México y Estados Unidos, Los Ángeles se ha convertido en el epicentro de la industria
de los narcocorridos (Edberg 27). Las compañías disqueras han utilizado todo lo que se asocia con
la narcocultura – la seducción de la violencia, el rol de los traficantes, el culto a Jesús Malverde, la
vestimenta y sus accesorios – para generar grandes cantidades de beneficios. Los medios de
comunicación también están ligados directamente con la comercialización del narcocorrido; los
noticieros reportan hechos relacionados con el tráfico, tras lo cual el compositor utiliza esa
información, basada así en eventos reales y actuales, para concebir el narcocorrido, y las estaciones
de radio la ofrecen en sus programaciones. La canción resultante ha dejado de reflejar la posición
moral de la parte de la sociedad que combate y repulsa el fenómeno, y ahora responde a la tendencia
de convertirla en un himno más de celebración de las hazañas de los traficantes, de sus ejecuciones,
tiroteos, trasiego espectacular de drogas (Edberg 43-44). «500 balazos» es uno de los tantos
narcocorridos que mencionan experiencias en las balaceras como algo digno de festejar:
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Anti blindaje,
expansivas las balas,
dos o tres bazucas,
y lanzagranadas.
Obregón, Sonora
de veras pensaba
que andaba en Irak.
Vestidos de negro,
Encapuchados,
Muy bien entrenados,
Pues fueron soldados,
La mafia les paga
y ellos disparan, no pueden fallar.
Rugen motores,
Ya van los comandos,
La ciudad peinando
Y levantando,
Negocio resuelto,
patrón satisfecho,
hay que festejar.
Los corridos tradicionales, como «El corrido de los Pérez», narraban los enfrentamientos en
tiempo pasado y en tercera persona, pero una gran mayoría de los narcocorridos actuales, como «500
balazos», han adoptado un estilo de narración situado en el presente y en primera persona. De esta
manera se enfatiza la violencia connotada y sus circunstancias, para reflejar el sentir de los
narcotraficantes. Narcocorridos como «El líder del genocidio», «En preparación» y «Sanguinarios
del M1» son prueba de esto.
Me gusta el peligro.
Me rozan las balas y así los recibo.
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«En preparación»:
Narcocorridos como estos, con alto contenido de brutalidad, se vuelven populares porque
presentan desde la más inmediata primera persona la hombrada y el ánimo de riesgo de aquellos
bandidos que se han rebelado en contra de las autoridades y las normas sociales con tal de adquirir
prebendas socioeconómicas más encumbradas por recursos ilegales. Este tema recurrente (el
individuo en su exitosa empresa para vencer al estado y medrar al mismo tiempo, para reforzar o
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conseguir una identidad) parece ser lo que conjunta la industria musical con la cultura popular, y
viceversa.
La industria discográfica ha comercializado el género del narcocorrido de igual manera que
lo ha hecho con el hip-hop, porque sabe que existe un paralelismo entre ambos. Al igual que el hip-
hop, los narcocorridos son los preferidos de la clase popular porque parecen o simulan representar
sus raíces, su lucha y su anhelo de movilidad social. La función de ambos es reflejar los sucesos y
realidades de la vida cotidiana, positivas o negativas, formando así una imagen de resistencia y
distinción de lo tradicional:
Narcocorridos help in the creation of a self-image that is more powerful than the
person doing the creating may actually be. Narcocorridos portray you as an image
either that you want others to believe or that you want to believe by having them
around and playing them, other people will give you credit for being stronger than
you are, more powerful than you are. (Edberg 90)
«El Katch» y «A la moda» son dos de tantos narcocorridos que justifican el tráfico de drogas
al exaltar los lujos y el estilo de vida de los narcotraficantes. Para muchos seguidores del género,
las historias resultan ser sumamente atrayentes ya que por un momento, extrapolándolas a sus
propias vidas, pueden imaginarse un éxito comparable en la vida que el de los mismos
narcotraficantes.
«A la moda»:
«El Katch»:
Como mencioné anteriormente, los narcocorridos suelen ser preferidos por la clase humilde.
Es posible asumir que, debido a su deficiente nivel económico, los lujos y los accesorios creados
por afamados diseñadores están fuera de su alcance. Es corriente el no asociar a esta clase con la
tenencia y el disfrute de productos estelares, como el automóvil Land Rover, los Rolex de pulsera,
los lentes Prada y o la ropa de Armani o Dolce y Gabbana. Es difícil costearse todo ello, pero el
escucha del narcocorrido construye su fantasía y, aunque no lo plantee directamente, se llega a
identificar con la identidad y los hechos de los narcotraficantes, y anhela reformularse la primera
y duplicar los segundos en aras de conseguir aquellos productos de la sociedad de consumo. Esta
ambición de una superación económica y las amplias comodidades que trae aparejadas, reflejadas
en los narcocorridos, atrae a muchos a incorporarse a la carrera que se divulga y se provoca en y por
el narcotráfico, aunque no al mismo mundillo de los traficantes. Es decir, uno es testigo
personalmente de cómo familiares y conocidos ahorran dinero y dedican mucho tiempo y esfuerzo
al logro de comprarse esos accesorios de lujo, de modo que puedan crear para sí mismos la fatua
imagen de la que alardean los narcotraficantes, de suficiencia social y de un nivel socioeconómico
más alto al que pertenecían.
Al resultar los narcocorridos como herramienta o vehículo de propaganda que glorifica a los
narcotraficantes y los presenta como héroes en una guerra cada vez más difícil de ganar (Burr), las
autoridades mexicanas han pedido a las estaciones de radio no incluir los narcocorridos en sus
ofertas cotidianas diarias, no obstante estén ampliamente disponibles en cintas de audio y en discos
compactos. En casos concretos, se ha prohibido su programación, como ocurrió en los estados
fronterizos de Chihuahua y Sinaloa –los estados con mayor índice de crimen y violencia– como una
estrategia adicional en la guerra contra el narcotráfico, bajo el mando del presidente Felipe Calderón.
Recientemente se han intentado bloquear las ondas sonoras de las estaciones de radio que incluyen
los narcocorridos en Estados Unidos ya que las señales se pueden escuchar del lado mexicano
(Edberg 27).
Los defensores de este género ven en él un bienvenido espejo de la crisis social, política y
económica en la que se encuentra México. Consecuentemente, los narcocorridos, para estos
intercesores, se convierten “en una expresión, artística, lógica, que refleja la vida real” (Simonett,
«Los gallos» 86). Asimismo, se alega, la industria musical sigue produciendo narcocorridos porque
éstos relatan las historias de superación personal de una manera lírica o artística. En el documental
Narco-cultura, uno de los entrevistados defiende al género:
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Verónica Benaim señala que los narcotraficantes patrocinan el género con la excusa de que
es una forma de expresión cultural. Como apoyo, la periodista cita a un investigador de la
Universidad Nacional Autónoma de México:
3
Esta cita fue tomada del documental Narco-cultura que, al momento de redactarse este comentario, no ha salido a la
venta. Por eso me es imposible identificar el nombre de la persona entrevistada.
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La gente no me acepta por el nombre. No creo que sea una influencia negativa, pero
las radios no me quieren tocar porque me asocian con los narcocorridos y todas esas
tonterías. Es música, simplemente, no se tiene que llevar a otros extremos. La música
en inglés es peor. Hablan de marihuana, de cocaína, de viejas, de sexo y de todo eso.
Esta música es sólo para entretener. (Ramírez-Pimienta, «Del corrido» 37)
Otros grupos como Los Tigres del Norte y Los Tucanes de Tijuana también, después de
beneficiarse por medio de los narcocorridos a lo largo de sus trayectorias, en adquirir fama y
consolidarse en el gusto del público, comienzan del mismo modo a alejarse gradualmente de la
especificidad del género, para ahora cantar canciones románticas, lamentos de despecho, baladas
pop, y danzas populares al estilo de la cumbia colombiana. Ramírez-Pimienta:
Pero como todo en la vida, al retirarse unos, otros se estrenan. Muchos artistas y grupos, tales
como Calibre 50, Gerardo Ortiz y ‘El komander’, están entre los nuevos embajadores del
narcocorrido.
Ï
El género musical del corrido ha permanecido como componente esencial de la cultura
mexicana desde el inicio de la Revolución Mexicana hasta la actualidad, en su variante del
narcocorrido. Han permanecido ambos ‘incrustados’ en la cultura mexicana y se han extendido
geográficamente hacia la frontera norte con los Estados Unidos, y hacia los estados fronterizos con
fuerte población mexicana. La censura y persecución por parte del gobierno han resultado fallidos,
al poseer el género la flexibilidad suficiente para adaptarse a las circunstancias cotidianas y a su
metamorfosis. En ocasiones se olvida que el narcocorrido no es la causa del tráfico de drogas, sino
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uno de sus efectos en la cultura popular, aparte de estar también vinculado indirectamente con la
violencia y la corrupción generalizadas que vive la sociedad mexicana de los últimos 20-25 años.
Es dable pensar que su favor, relevancia y vigencia continuarán robustos hasta que el gobierno
mexicano cambie sus estrategias y consiga la manera eficaz de combatir el narcotráfico. Hasta
entonces, la promesa de privilegios, lujos y complacencia a los que éste convida, serán sin duda un
aliciente poderosísimo para atraer a los jóvenes, quienes ahora no se limitan a consumir la música
y su poesía, sino que también participan de la tendencia, componiendo narcocorridos de forma
espontánea –análogamente a cómo improvisan los cantantes y aficionados de rap en Estados Unidos.
Estos corridos ‘no oficiales’ pueden incluso contener una violencia más descarnada que los
sancionados por una firma artística. Los ejecutantes profesionales habrán muchas veces,
lógicamente, de moderar su discurso, pero aquellos compositores involuntarios no reconocen ni ven
la necesidad de contenes y limitaciones. Ellos idealizarán directamente a los traficantes, los honrarán
y exaltarán sin tapujos, constatarán sus triunfos y sus atropellos, sus excesos y su aparato, ganados
por medio del asesinato, la crueldad y todo tipo de delitos. De esta manera enrolan a otros jóvenes.
Ya no tiene el corrido aquel propósito de protesta colectiva en contra de los abusos de los
superiores sociales o jerárquicos. En este sentido, el corrido ha degenerado, después de todo –y no
en el sentido que Mendoza indicaba. Se ha desentendido de la mira de sus ‘mayores’, desdiciendo
de sus metas y abandonando sus primeras cualidades.
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Apéndice
«Contrabando y traición» (Los tigres del «La reina del sur» (Los tigres del norte)
norte)
Voy a cantar un corrido,
Salieron de San Isidro, escuchen muy bien mis compas.
procedentes de Tijuana Para la reina del sur,
traían las llantas del carro traficante muy famosa
repletas de hierba mala Nacida allá en Sinaloa,
eran Emilio Varela, la Tía Teresa Mendoza.
y Camelia, la Texana
El Güero le dijo a Tere
Pasaron por San Clemente te dejo mi celular
los paró la emigración Cuando lo escuches prietita,
les pidió sus documentos no trates de contestar.
les dijo: “¿De dónde son?” Es porque ya me torcieron
ella era de San Antonio, y tu tendrás que escapar.
una hembra de corazón
El Güero Dávila era
Un hembra si quiere un hombre piloto muy arriesgado.
por el puede dar la vida Al cartel de Cuidad Juárez
pero hay que tener cuidado les hizo muchos mandados.
si esa hembra se siente herida, En una avioneta Cessna
la traición y el contrabando en la sierra lo mataron.
son cosas incompartidas.
Dijo Epifanio Vargas,
A Los Ángeles llegaron Teresa vas a escapar.
a Hollywood se pasaron Tengo un amigo en España,
en un callejón oscuro allá te puede esperar,
las cuatro llantas cambiaron Me debe muchos favores
ahí entregaron la hierba, y te tendrá que ayudar
y ahí también les pagaron
Cuando llego a Melilla
Emilio dice a Camelia luego le cambio la suerte.
“Hoy te das por despedida, Con Don Santiago Fisterra,
con la parte que te toca, juntaron bastante gente
tu puedes rezar tu vida Comprando y vendiendo droga
yo me voy para San Francisco para los dos continentes
con la dueña de mi vida”
Manolo Céspedes dijo
Sonaron siete balazos, Teresa es muy arriesgada.
Camelia a Emilio mataba Le vende la droga a Francia,
en un callejón oscuro África, y también a Italia
sin que se supiera nada Hasta los rusos le compran
es una tía muy pesada
Del dinero y de Camelia
Nunca más se supo nada. (Hablado)
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Antonio Colinas es uno de los poetas imprescindibles del grupo de los novísimos o de los
poetas de la también llamada generación de 1968, colectivo que incluye nombres como los de Pere
Gimferrer, Guillermo Carnero, Antonio Martínez Sarrión, Leopoldo María Panero y Ana María
Moix, entre otros muchos. El grupo generacional se distingue por ser el que se asienta dentro de la
posmodernidad. Andrew P. Debicki ha llamado a este período de la poesía española ‘la época
posmoderna de los novísimos’, y la sitúa entre 1966 y 1980 (134). La poesía de Colinas, sin
embargo, se ajusta menos a las ideas de la posmodernidad que los otros poetas de la citada
promoción. A Colinas no le interesan los medios de la nueva cultura posmoderna como el cine o la
televisión. Susana Agustín Fernández, al estudiar las diferencias entre el poeta y los otros novísimos,
hace hincapié en este aspecto al comentar el impacto que tuvo en 1970 la antología de José María
Castellet, Nueve novísimos poetas españoles:
La relación que establecía el templo griego entre cielo (los dioses) y la tierra (los seres
humanos) hablaba de la transcendencia. Al construirse los templos a los dioses se lograba una
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comunión con la espiritualidad, la mitología y los orígenes. La arquitectura clásica griega comunica
esta relación poderosa entre lo humano y lo divino y es esta relación la que el poeta considera que
se ha perdido.
La segunda parte es un largo poema también titulado «Sepulcro en Tarquinia». En el texto
se mezclan los recuerdos de una historia de amor con referencias a distintos lugares de Italia
(Bérgamo, el lago de Garda y Venecia). También hay alusiones al sepulcro de un guerrero etrusco
en la ciudad de Tarquinia al norte de Roma en la costa, inspirado en la novela Solitario in Arcadia
(1947) de Vincenzo Cardarelli. El poema es un entramado de experiencias personales y de
referencias culturalistas, al arte, la música, la arquitectura y la literatura. La tercera sección es
«Castra Petavonium» y cambia el contexto geográfico. De Italia se pasa a la España del noroeste,
de donde proviene el escritor. El primer poema lleva el mismo nombre de la sección y es una
descripción de las ruinas de un campamento militar romano en el valle de Vidriales, en el norte de
la provincia de Zamora, cerca de la ciudad de Benavente, concretamente entre los municipios de
Santibáñez de Vidriales y Rosinos de Vidriales, lindando ya con la siguiente provincia al norte, que
es León. En esta zona había vivido de niño Colinas durante un tiempo, en la casa de sus abuelos.
El capítulo «Castra Petavonium» no sólo se basa, por lo tanto, en la fascinación con el tema
de las ruinas, sino que existe una relación autobiográfica con el lugar. La legión romana se
estableció en este lugar en la época de las guerras contra los astures y los cántabros. Era un sitio para
controlar las rutas que llevaban al noroeste de la península, a Galicia. El campamento llegó a
albergar a unos 6,000 soldados de la Legio X Gemina. A partir del establecimiento del campo militar
se fundó la ciudad romana de Petavonium. En el siglo V la ciudad fue abandonada a consecuencia
de la invasión de los bárbaros. En 1972 se llevaron a cabo unas excavaciones arqueológicas en las
cuales participó Antonio Colinas y a las cuales se aluden en el poema.
El primer poema de la sección lleva también el título de «Castra Petavonium» y comienza
con una descripción del paisaje alrededor de las ruinas en un día nublado de invierno con poco sol.
Los ojos del poeta absorben los rasgos del paisaje y en la mirada se combinan, en distintos planos
temporales, la realidad presente de la excavación con evocaciones del pasado histórico. Las
imágenes resucitan la vida militar romana, una vida dura, agreste y heroica. Los olores sugieren
infecciones y suciedades orgánicas. Hay también imágenes sexuales y alusiones al fuego que
calienta el horno lleno de oro. La totalidad describe un universo fascinante, arcaico y salvaje:
En otra parte del poema se alude a la excavación y se mezclan los nombres latinos, Rufus
y Furio, con los nombres de los amigos del autor presentes en el proceso de desenterrar objetos y
descubrir salas y hogares. El poema es una totalidad en el que se van entrelazando los tiempos
históricos, el momento presente y el grandioso pasado evocado:
Un amigo del autor, Paco, trae una botella de vino y un saco lleno de restos arqueológicos
mientras que a la desgraciada Mara, ya no presente entre ellos, se le recuerda. Sobre el plano terrenal
donde estos seres humanos recorren el recinto sagrado, se proyecta la misteriosa presencia de los
dioses antiguos:
Otro de los poemas de la sección es «Venía un viento negro…» donde Colinas desarrolla la
simbología del paisaje. La tierra está cubierta de campos de cereales. Se menciona el nombre
Piñotrera (Peña Utrera), la colina al lado del castro de Petavonium cerca de donde pasaba la antigua
calzada romana (Martínez Fernández 181). Sobre la cima hay herrumbre, oxidación del hierro,
alusión en el poema a tumbas romanas contenidas dentro de la colina. Las imágenes tienen un aire
surreal; llega por la tarde un viento negro, lleno de premoniciones, y la tarde se llena de una
oscuridad sangrienta. Los pájaros vuelan ebrios. Como si todavía estuviese presente Roma, se
advierten en el cielo –como fantasmas– la pieza de tela de la sacerdotisa en la que se envuelve el
cadáver y también la capa colorida de uno de los soldados romanos:
cubre el cielo
la mortaja de lino de la sacerdotisa
la túnica granate del centurión. (El río 167)
Colinas explica que la ruina puede también representar lo humano de manera más general
y ser equivalente a pobreza, dolor o injusticia. La ruina puede ser, en una época de crisis o de
declive, símbolo de caducidad, pero al mismo tiempo se puede interpretar también como fuente de
renacimiento. Las ruinas son espacios donde se puede pensar en libertad. Son los espacios
fundacionales por antonomasia. El poeta explica que en su generación literaria las ruinas se veían
como elementos decorativos en el poema, mientras que él ve estos espacios como algo más: “Pero
siempre son espacio de vida, lugares en los que se desarrolla la verdadera vida del poema. La cultura
no es tal cultura si debajo de ella no tiembla la vida, la experiencia de ser”. Colinas también declara
que la sociedad actual necesita un cambio de modelos para ir hacia otra realidad social y cultural
(«Ruinas» 2). Si existe un cierto desencanto o apatía entre la juventud es porque los incentivos y las
presiones provienen del materialismo económico. Colinas insinúa que se precisan alicientes
culturales para llenar el vacío que produce la avidez materialista. Pero también es fundamental que
haya un idealismo ecológico para salvar la destrucción de la naturaleza.
Noche más allá de la noche es otro poemario importante en la carrera literaria del escritor.
El libro está escrito entre 1980 y 1981, mientras el autor reside en la isla de Ibiza, y publicado en
la Editorial Visor de Madrid en 1983. En el poema XXXIV Colinas ofrece una poesía basada en la
contemplación de la naturaleza a través de una serie de preguntas sobre el tema de la luz:
Los versos son un buen ejemplo de la necesidad de conectar con los orígenes. Desde el
contexto geográfico de Ibiza, la isla mediterránea, iluminada por el sol, nuevo y antiguo a la vez,
aparecen preguntas meditativas, relevantes en el contexto de una sociedad culturalmente
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descentrada. Martínez Fernández aclara que el mundo natural es el que “despertó en Colinas una
fuerte conciencia ecológica que da cuenta de los riesgos que nos acechan: recalentamiento
atmosférico, contaminación de fuentes y mares, deforestación, desertización, peligro nuclear,
superpoblación, todo tipo de agresiones a la naturaleza” (47). En Noche más allá de la noche existen
referencias culturalistas que tienen que ver con la mediterraneidad clásica. Hay alusiones a diversos
episodios y personajes de La odisea de Homero. También aparecen citados algunos pensamientos
de filósofos presocráticos, como Heráclito y Parménides, en los epígrafes del libro.
Para Colinas, el poeta debe ser el que –desde su perspectiva de libertad creadora– pueda
poner las cosas en su sitio, pero nunca para ofrecer una solución específica o práctica porque ese no
es su papel. Su función es brindar una visión culturalmente panorámica y sintética, una perspectiva
que venga desde el privilegio de la contemplación cultural, del mundo. Rosa María Pereda recoge
unas reflexiones que hace Colinas sobre la misión del poeta: “[Éste] no puede ignorar los tiempos
tensos, catastróficos, críticos, que nos ha tocado vivir. Muerta la dulce utopía del desarrollo infinito,
el hombre, el poeta, debe hacerse, hoy más que nunca, grandes preguntas, las grandes preguntas...”
(«Antonio Colinas» 1; el subrayado en el original). Es importante tomar en cuenta lo que sugiere
el poeta sobre el final de la utopía del desarrollo. El vacío, consecuencia del final de la etapa utópica,
hace mucho más imprescindible el papel del poeta en la sociedad ya que se necesita un pensamiento
que nazca de la autenticidad.
Javier Rodríguez Marcos entrevista al poeta en el 2014 y en la conversación Colinas explica
lo siguiente:
Ahora voy a Fuente Encalada, el pueblo en el que mi abuelo era herrero, veo la
fragua en ruinas y me parece un ara bajo las estrellas. Hace poco, en un coloquio
sobre el mundo rural dije que había que apostar por el campo y un constructor me
respondió: ‘No da beneficios’. No piensan ni en la agricultura, sólo en construir
pisos. También es misión del poeta señalar eso. («Antonio Colinas» 2)
que esta tendencia se acentúa en los primeros años de los setenta, cuando empieza a decaer la
influencia del surrealismo y las corrientes más irracionales («Introducción» 56). El crítico sitúa a
Colinas en esta etapa, posterior a la renovación estética de los sesenta, junto a otros jóvenes poetas
como Antonio Hernández, Miguel d’Ors y Juan Luis Panero. La nueva corriente conlleva, asimismo,
“una nueva interpretación de la tradición y el mundo clásico” («Introducción» 57). En la primera
época de su carrera poética, Colinas tiene poemas de clara resonancia romántica como «Truenos y
flautas en un templo» (del libro con el mismo título publicado en 1972):
la naturaleza tienen que pasar por una toma de conciencia de la importancia de lo sagrado en la vida
humana:
Para Colinas el poeta rescata el carácter sagrado que la naturaleza tenía para nuestros
antiguos y lo reivindica en su obra poética. Eliade explica que la naturaleza poseía
un carácter sagrado del que el hombre actual la ha despojado. Colinas indaga en los
vínculos primeros que unieron al hombre con el mundo y la naturaleza en un afán
por retornar al origen, de volver hacia las fuentes. Porque el texto poético representa
un espacio antropológico, el poeta "recrea” la vida mediante una vuelta a los
orígenes. (Poesía 233)
El poema III alude al canto del pájaro que llena el silencio con su canto. De la nada llega una
melodía que se oye porque llena el vacío:
El silencio es como la oscuridad desde la cual llega la luz, y ésta es el equivalente visual del canto.
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Lo más importante para tener en cuenta en estos poemas breves es que Colinas –en su intento
de búsqueda de lo fundacional– lo hace ahora de manera más misteriosa y menos tangible. Las
abstracciones filosóficas sirven para profundizar en el tema de lo primigenio. En el poema V, por
ejemplo, el origen se manifiesta como una realidad primordial anterior a la palabra, y es esta
realidad la que habla a través de la poesía. La palabra se desvanece y sólo queda el silencio, como
la luz iniciática que define al poeta y su quehacer:
Estos poemas breves de Colinas explican que la palabra lírica nace en el silencio. Desde un
vacío misterioso emerge la palabra y también el poema. El silencio es tan importante como el poema
en sí.
Al estudiar estas composiciones poéticas de Tiempo y abismo, conviene hacer referencia al
pensamiento filosófico de María Zambrano. En Claros del bosque, Zambrano escribe sobre el tema
del despertar de la palabra. La palabra indecisa comienza a brotar con balbuceos como un pájaro que
no sabe adónde ir. En este momento, antes de tomar cuerpo, se desprende la palabra y comienza a
moverse manteniendo su origen. Este es el instante del despertar: “En esta breve aurora se siente el
germinar lento de la palabra en el silencio” (Claros 137). Desde la nada nace la palabra como
semilla. Para Colinas crear es sinónimo de fundar. La palabra funda en el poema una realidad pero,
al mismo tiempo, se debe buscar el origen transcendente en el silencio, en ese misterioso espacio
o estado desde donde brota el nacimiento de la poesía. De la misma manera que la arqueología es
un retorno al origen en un espacio posterior en decadencia, la palabra poética busca en el silencio
iniciático su origen y su identidad.
Para entender el tema de lo fundacional en la poesía de Colinas es conveniente hacer
referencia a sus ensayos en El sentido primero de la palabra poética (2008), un libro humanista en
el cual aparecen meditaciones literarias y culturales sobre autores tan diversos como Hesíodo,
Goethe, Leopardi y Antonio Machado. Dedica el autor un capítulo al tema de la cosmogonía en Las
geórgicas, el poema de Virgilio que trata el tema de la agricultura y la vida rural. Virgilio presenta
a través de la temática rural una cosmogonía “sumamente clarividente en cuanto al carácter
fundacional de los orígenes” (El sentido 62). Los elementos de la naturaleza son las claves para
entender la totalidad:
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En esta fundación juegan un papel primordial las fuerzas naturales (vientos, climas,
estaciones, situación espacial). No insistiré en este punto que ha sido reiteradamente
estudiado por los tratadistas de la Historia de las Religiones. La naturaleza es, pues,
de entrada, un punto de referencia, la clave –según nos diría Novalis mucho más
tarde– que explica el Todo. (El sentido 62)
De ahí extrae Virgilio los dos elementos de lo fundacional, el hombre y la piedra. El hombre
viene de lo oscuro y la piedra es una abstracción de la naturaleza pero duradera e incorruptible. Esta
manera de pensar en Colinas se basa en acentuar los elementos concretos de una cosmogonía.
Virgilio explica los rituales y las costumbres que valorizaban la naturaleza. El poeta latino relataba
cómo el piloto contaba las estrellas y les daba nombre. El labrador, por su parte, veía crecer el cardo
y tenía en cuenta las constelaciones. Se temía el quinto día de luna y se escuchaba en las primeras
horas del anochecer el canto de la lechuza (El sentido 65). A Colinas le fascina el carácter fantástico
de estos ritos; considerados otra vez, y desde otra época muy remota, la nuestra, hacen que la
modernidad avanzada, con sus avances técnicos, parezca diferente y mucho menos prodigiosa. Al
evocar a Virgilio, Colinas está explicando hasta qué punto se ha perdido este contacto mágico con
el misterio de la naturaleza. En el siguiente pasaje el poeta ofrece una valorización de la conciencia
ecológica y astronómica que existía en esa época al mismo tiempo que la pone también en cierta
perspectiva. Pero al final concluye que había entonces una apreciación mucho mayor del valor de
la naturaleza:
En esta práctica sí que iban los hombres de los tiempos de Virgilio por delante de
nosotros, aunque –a decir la verdad– llegan a la exageración. Había en ellos una
extremada valoración de lo astral, de lo superior, que hoy no se da. Se perdió la
valoración primordial de la naturaleza, y aquella amalgama de dioses griegos –como
ha dicho un crítico– con los ritos romanos condujo a la moral religiosa de nuestros
días. En medio, alguna virtud salvada, como la piedad, luego plenamente cristiana
pero también de raíz virgiliana. (El sentido 65).
Otro capítulo de El sentido primero de la palabra poética se titula «La palabra en los
orígenes» y contiene unas reflexiones globales sobre la antigüedad. Para una persona de la época
arcaica, la palabra poética servía para expresar la relación con una realidad misteriosa, una realidad
que daba un sentido de transcendencia a los seres humanos. Pero no era un tipo cualquiera de
religiosidad, sino una forma de darle un sentido sagrado a la naturaleza (El sentido 19). La realidad
antigua era bastante horrible en muchos sentidos. Se vivía sin las comodidades que tenemos en
tantos aspectos de la vida: la medicina, la arquitectura, el transporte, etc. Pero también había
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momentos de adoración en los que el hombre podía hablar con la divinidad. En los orígenes la
poesía ocupaba un lugar especial y Colinas comenta lo siguiente: “El poeta jugó un papel central
e insustituible que hoy ha perdido” (El sentido 39).
No todas las referencias en Colinas son humanistas o históricas. Se pueden encontrar
descripciones cotidianas en Tratado de armonía, libro escrito en prosa poética. El texto es una
especie de diario de reflexiones y apuntes, comenzado en 1986 y publicado en 1991. Una de las
meditaciones relata el encuentro del escritor con una casa en ruinas en medio de un lugar perdido
entre los árboles, un sitio que un día fue el origen de una pequeña comunidad:
En lo más montuoso y perdido del bosque encuentro una gran casa en ruinas. Restos
de ella y de los signos que fueron vida: los establos, los bancales, las cerámicas, los
frutales, el granero, el horno, la era, la cisterna: las huellas de una vida plácida y
autosuficiente. El paraíso en ruinas. La maleza y el abandono hoy lo devoran todo.
La voluntad humana ha vuelto a perder otra batalla frente a la naturaleza. ¿Volverán
otro hombres algún día a dar vida a este espacio, a fundar el mundo? Hasta entonces,
sólo el manantial de la fuente aún siembre vida entre las ruinas. (Tratado 87)
La descripción narrativa contiene muchos de los ingredientes presentes en las temáticas del
poeta: la nostalgia romántica por el pasado fundacional, un sentido arqueológico de la historia, y
preocupaciones ecológicas que provienen de la contemplación sensible de la naturaleza.
En El sentido primero de la palabra poética, Colinas comenta que el desarrollo
modernizador tiende a causar destrucción y contaminación. En el Mediterráneo se está acabando con
muchos espacios históricos que fueron fundacionales. Es por eso que las dos grandes estatuas
griegas de bronce sacadas del mar de Calabria son importantes (El sentido 39). Fueron descubiertas
en 1972 por un submarinista romano en las proximidades de la localidad de Riace. Las dos estatuas
parecen representar guerreros, un hombre joven y un hombre viejo, pero son algo más que obras de
bronce, expuestas ahora en el Museo de la Magna Grecia en el sur de Italia. A través de ellas, en
nuestros días turbulentos – escribe Colinas–, se pueden entrever los signos y los símbolos de un
misterio. Las esculturas parecen querer comunicar algo que es importante para nosotros, alguna
solución a nuestra existencia que está oculta, que no se puede percibir inmediatamente. Tal vez las
estatuas nos piden que prestemos atención a algún asunto: “En estas estatuas y en cuanto significan,
el hombre de hoy entrevé una tercera vía para su salvación, para su esperanza. Y reconoce con
jubiloso entusiasmo el ser universal, fraterno, sensible y transcendido que él –¿aún?– puede llegar
a ser” (El sentido 43).
La relación que Colinas establece entre el pasado y el presente es una buena muestra de que
la arqueología no es una simple recreación de la historia, sino que, a través de unos objetos cargados
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de significado histórico, se puede aprender algo sobre la situación cultural contemporánea. Lo que
sugiere el poeta es que no se puede avanzar en el proceso de modernización sin tomar en cuenta el
humanismo del pasado, porque ignorar la historia es un error. Para recuperar una relación con la
transcendencia, en un mundo más y más tecnológico, es fundamental tomar en cuenta lo
fundacional. Es precisamente esta conexión que establece el poeta, en el texto poético, entre pasado
y presente, la que confiere a su obra una dimensión humanística. Pero este humanismo no se pierde
en una visión romántica del pasado sino que continuamente se alude a lo que falta o se ha perdido,
o lo que se necesita recuperar, en la contemporaneidad cultural. Volver a los mitos fundacionales
es la posibilidad de entender mejor el momento que se está viviendo. Por último, es importante
tomar en cuenta que el pasado, reflejado en posiblemente la imagen más poderosa de Colinas –el
conjunto de ruinas– no desaparece sino que continuamente declara su presencia como un cuerpo
vivo en el tiempo, en la memoria humana. La poesía es un género adecuado para evocar esa
presencia, y esa presencia, a su vez, le da identidad a la palabra lírica.
Obras citadas
Castellet, José María. Nueve novísimos poetas españoles. Barcelona: Ediciones Península, 2001.
Colinas, Antonio. El sentido primero de la palabra poética. Madrid: Ediciones Siruela, 2008.
—. El río de sombra. Treinta y cinco años de poesía, 1967-2002. Madrid: Visor, 2004.
—. En la luz respirada. Ed. de José Enrique Martínez Fernández. Madrid: Cátedra, 2004.
—. Tratado de armonía. Barcelona: Tusquets, 1991.
Debicki, Andrew P. Spanish Poetry of the Twentieth Century. Modernity and Beyond. Lexington:
University Press of Kentucky, 1994.
Delgado Batista, Yolanda. «Antonio Colinas o el poeta tranquilo». Espéculo. Revista de estudios
literarios 20 (2002): 1-4.
Eliade, Mircea. The Sacred and The Profane: The Nature of Religion. Nueva York: Harcourt Brace
Jovanovich, 1978.
Fernández, Susana Agustín. Poesía y pensamiento en Antonio Colinas (1967-1988). Tesis doctoral.
Universidad Complutense de Madrid. Madrid, 2004. E-Prints Complutense (2009).
Lanz, Juan José. «Introducción». Antología de la poesía española 1960-1975. Madrid: Espasa
Calpe, 1997. 9-88.
Marcos, Bruno. «Ruinas Vivas – Entrevista a Antonio Colinas». Fundación Cerezales Antonio y
Cinia 22-iii-2013: 1-2. Internet.
Martínez Fernández, José Enrique. «Introducción». Antonio Colinas. En la luz respirada. Madrid:
Cátedra, 2004.11-147.
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Pereda, Rosa María. «Antonio Colinas: ‘La única misión del poeta es escribir buena poesía’». El
País 4-i-1980: 1-2.
Rodríguez Marcos, Javier. «Antonio Colinas: ‘Hemos cometido el error de reducir la poesía a lo
intelectual’». El País 12-v-2014:1-2.
Zambrano, María. Claros del Bosque. Ed. Mercedes Gómez Blesa. Madrid: Cátedra, 2014.
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Olympia B. González
Loyola University, Chicago
Temas: Percepciones actuales sobre Juan de Arguijo [JdA] / su poesía para el conocimiento de la
personalidad e ideas del individuo, del autor / su vocación fraterna y comunitaria / afinidad
patriótica e intelectual con sus coterráneos en Sevilla / estrechas relaciones de JdA con los
círculos jesuitas de la ciudad (planos personal y conceptual) / influencia del pensamiento
jesuita en la praxis e ideología de la ‘comunidad de emociones’ en la que participa JdA /
práctica pedagógica y sentido de comunidad en los jesuitas / temática y estímulo clasicistas
/ desvelos de JdA por los males y aflicciones de amigos y de su ciudad / análisis de algunos
poemas de JdA según la perspectiva del concepto de la ‘comunidad de emociones’
Entre los poetas del Siglo de Oro, Juan de Arguijo tiene fama de frío y reservado. Su apego
al modelo clásico le permitió alejarse de la temática petrarquista en la que se privilegian el amor y
los sentimientos, de ansiedad y deseo evocados por la memoria de un personaje femenino al que el
poeta consagra su obra. Como dice Oriol Miró Martí en el prólogo a su edición de los poemas de
Arguijo, aunque éste contrajo matrimonio con Sebastiana Pérez, la hija del socio de su padre, “la
poesía del sevillano jamás hace referencia, ni la más mínima, ni a su mujer ni a cualquier otra mujer
que no pertenezca al plano mítico o histórico” (19). Para Miró Martí, el verdadero Arguijo se
esconde detrás de su poesía, puesto que hay poco de “una idea clara del mundo interior de aquel
poeta que nos abre las puertas del tiempo y nos invita a un viaje lleno de principios éticos, morales
y estéticos, una imagen de quién hay más allá de la pluma que escribe, más allá de la mano que la
sostiene, más allá de los ojos que guían” (15). Con el propósito de ampliar estas observaciones de
Miró Martí propongo ahora una nueva aproximación a la obra de Arguijo, que contribuya a ampliar
nuestra perspectiva, para añadir matices a esa imagen curiosamente vacía. Para ello, anclaré este
trabajo en el concepto de ‘comunidad emocional’ desarrollado por Barbara Rosenwein en varios
libros y artículos. Si analizamos la obra de Arguijo desde el concepto de una comunidad de
emociones, podremos entender y apreciar aspectos esenciales en la temática de su obra, para
distinguir la coherencia con que el poeta incorporó elementos de su experiencia por medio del
sentimiento de comunidad y el valor de la amistad.
¿Qué es una comunidad de emociones? Rosenwein dice que son mayormente lo mismo que
una comunidad social, de familia, un vecindario, una institución académica, monasterio, fábrica,
unidad militar o corte principesca, pero la investigadora encuentra ‘sistemas de sentimientos’ en
aquella, la de emociones, para identificar lo que estas comunidades y los individuos que las
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conforman consideran de mérito o, por el contrario, dañino. Para definir una comunidad de
emociones, se identifican las emociones que se cotizan bien en esa comunidad al mismo tiempo que
se comparan con las que se denigran o ignoran. ¿Qué tipos de lazos unen a los miembros de una
comunidad de emociones? ¿Qué afectos los unen? ¿Cómo expresan sus emociones y qué esperan
de los otros, estimulan, toleran o rechazan? (Rosenwein, «Problems»). La figura del poeta Arguijo
no puede separarse de su persona como sevillano y miembro de una comunidad intelectual y
religiosa protegida en el ambiente de la Sevilla de su época. No hay un Arguijo oculto; al contrario,
sus poemas nos muestran sus sentimientos con gran claridad, en facetas que reproducen una tensión
melancólica.
Esta expresión poética emocional no pertenecía a aquellos que coincidían con su interés en
la poesía. Hubo una profusa red de amistades con las que compartió y que integran la lista de autores
y pintores que frecuentaron su academia en el período entre 1600-1628. José Sánchez menciona
entre los asistentes a Antonio Ortiz Melgarejo, Melchor del Alcázar, Francisco Pacheco, Rodrigo
Caro, Juan de Jáuregui y Francisco de Rioja (Academias 203). Sin embargo, a pesar de que le
dedicaron poemas a Arguijo, no pertenecen al ámbito emocional considerado aquí. Al contrario, hay
indicios de que la persona proyectada por Arguijo ante este círculo correspondía a la figura del
cortesano, refinado y distinguido, que menciona Lope de Vega en «La dragontea» (Sánchez 205).
Más que eso, varias composiciones muestran una afición que trasciende el gusto o la inventiva y se
planta en una especie de pasión o dolor.
Cuando analizamos un amplio número de poemas de Arguijo, descubrimos una preocupación
constante, dirigida a una comunidad de individuos participantes en la experiencia de varios
sentimientos asociativos, como son la amistad, el orgullo de pertenecer a una misma ciudad, y la
preocupación por el efecto de plagas y ataques de la flotas enemigas; todo esto acompañado por la
expresión del placer intelectual disfrutado al compartir similares intereses intelectuales y religiosos.
Las emociones que afectan la conciencia poética van desde las positivas, como la alegría de disfrutar
de la belleza de un jardín, hasta el furor provocado por la pérdida de un amigo. Gracias a la riqueza
que su padre logró acumular, que no era miembro de la nobleza, Arguijo pudo frecuentar altos
círculos civiles y artísticos. Sin embargo, su íntima relación con los jesuitas, en cuyo colegio
sevillano se educó, se destaca de manera esencial en situaciones graves que se le presentaron años
después, cuando se vio perseguido por sus acreedores. Sabemos que en uno de los momentos más
difíciles de su vida, al tener que declararse en bancarrota y perder casi todos sus bienes debido a
gastos extremos y malas condiciones de la economía española, los jesuitas le abrieron las puertas
para que se refugiara en una de sus fincas, en la llamada “Madre de Dios”, que usaban para
descanso, un lugar “apacible, sano y apartado de otras huertas”.1 Este ámbito de amparo se
1
Stanko Vranich cita al jesuita Juan de Santibáñez, quien describe la finca de esta manera (202).
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reproduce también en los poemas donde Arguijo reflexiona sobre aquellos tiempos en que le había
tocado caer en desgracia. Es precisamente su proximidad e inclusión en la esfera de los jesuitas lo
que permite examinar su poesía en el contexto de una ‘comunidad emocional’, la integración
idealizada de un grupo de individuos que comparten un universo emocional, y entienden el mundo
a través de su identificación con afectos y expresiones verbales referidas a emociones que poseen
especial sentido para ellos, identificación que fortalece las relaciones que los unen .
Otro aspecto a tomar en cuenta de la vida en Arguijo es aquel que lo involucra con el
prolongado esfuerzo ejercido durante varias generaciones por grupos civiles y religiosos, incluyendo
los jesuitas, para llevar a la ciudad de Sevilla de vuelta al modelo de la civilización clásica romana.
Estas preocupaciones de carácter cívico y cultural explican la preocupación de Arguijo por la
mitología y el arte clásicos. Según las investigaciones de Vicente Lleó Canal, a partir del siglo XV
comenzó a articularse la invención de una Sevilla clásica construida sobre los restos de los barrios
de corte arábigo que habían constituido ciertas secciones de la ciudad original. Ya en 1526, unos
años antes de nacer Arguijo, cuando Andrea Navaggero visitó esta ciudad, la comparó éste con las
ciudades italianas (Lleó Canal 11). Este parecido físico apuntado por Navaggero solidifica la actitud
de reverencia hacia el mundo clásico de un gran número de poetas, pintores y hombres de letras en
los años que siguieron a su visita como se ve en las academias de poesía y pintura. Refiriéndose a
Arguijo, Vicente Lleó Canal ha observado que en la casa del poeta “antes incluso que en la casa de
Pilatos –un famoso palacete contemporáneo– encontramos pues un auténtico paradigma de la
utilización en clave humanista de la fábula clásica” (55). A partir de su interés en los clásicos,
Arguijo mezcla en su poesía elementos de la literatura clásica, como en la alusión al “Sueño de
Escipión” de Cicerón, con ciertas experiencias de conversión espiritual, que aparecen en la
autobiografía de Ignacio de Loyola, una fusión de la perspectiva cristiana española con el estoicismo
ciceroniano. Por eso, en varios de sus poemas comparará Arguijo a Sevilla con otras ciudades del
mundo clásico.
El interés en intensificar el sentido de comunidad en un contexto humanista se impuso a
partir de las prácticas pedagógicas de los jesuitas, asimiladas en la poesía del autor. Judi Loach ha
señalado que en la práctica de la pedagogía jesuita se hacía hincapié en la formación de grupos de
estudio para el intercambio de ideas, libros y contenido de lecturas. Se insistía en que los estudiantes
llevasen a cabo estudios en comunidad para estimular una ‘memoria común’ (Loach 67). En sus
estudios, los jóvenes buscaban alcanzar un nivel de refinamiento, ejemplo que se destaca en la
temática clasicista que caracteriza una parte importante de la obra de Arguijo, también manifestado
en la preocupación por las virtudes y por la conducta honorable. Además de la reflexión individual,
se le instruía al estudiante para que desarrollara sus estudios en el marco de una matriz social, de
amistad y compañerismo. Según las prácticas del siglo XVII, se abría un espacio para la práctica
colectiva de la lectura, y en algunos de estos grupos cada persona leía una sección de un libro y
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después se explicaban entre ellos las distintas secciones (Loach 75). Estas prácticas ayudaban a que
estudiantes con temperamentos e ideas afines se identificaran y compartieran ideas y vivencias entre
sí. Sin duda, estas lecturas compartidas facilitaban el entorno para establecer amistades profundas,
con predilección por el estímulo hacia la admiración por el intelecto ajeno, y en medio de la
devoción religiosa.2
En Sevilla, debido a la ausencia de universidades, el colegio de los jesuitas alcanzó a tener
gran influencia, ya que sus prácticas contribuían a elevar el nivel artístico e intelectual en la ciudad.
María Teresa Ruestes menciona el aspecto positivo que tuvo el colegio de los jesuitas en la ciudad
y añade un comentario acerca de la posible influencia de esta institución en los cenáculos de poetas
del dicho colegio, que se fundó en 1556, el mismo al que asistió Arguijo. Para Ruestes, este colegio
alcanzó cierta influencia en el círculo de los amigos de Herrera: “Sabemos que algunos de sus
amigos, como Cristóbal Mosquera de Figueroa, prologaron obras literarias de jesuitas y que el pintor
y poeta Francisco Pacheco, en 1610, escribió dos poema a raíz de la beatificación de San Ignacio,
fundador de la Compañía de Jesús” (v. Herrera x). Dentro de esas comunidades se hacía énfasis en
lo que los jesuitas denominaban la “verdadera nobleza”, descrita como “aquella que se consigue en
las acciones propias, valientes, justas y honestas y con el trabajo y el esfuerzo del cuerpo y el
espíritu” (Gallardo 747), una interpretación cristiano-humanista cuyo fin era fortalecer la
contribución del individuo a la comunidad. En la experiencia compartida, se consolidaba la
conciencia de una comunidad de emociones y de fuertes relaciones mutuas. No sorprende entonces
que las referencias a lazos emotivos en la amistad formen una vertiente notable en la poesía de
Arguijo.
En varios poemas se destaca la contraposición entre soledad y amistad, ya que el poeta
recurre al tópico que conjura los efectos de detrimento en el aislamiento del individuo, para exaltar
las ventajas del compartir entre amigos y en comunidad. Vemos este aspecto positivo de la amistad,
manifestado a través de simpatías mutuas entre el autor y varios religiosos jesuitas, mientras que en
otro se expresa la tristeza por la pérdida de un religioso amigo suyo. Aquí se hace responsable a la
muerte por el dolor de la pérdida de alguien afín. El papel central de los sentimientos de afecto y
afinidad aflora también en varios de los sonetos. No hay más que considerar el soneto XVII, «A la
amistad» (29),3 cuyos ejemplos de fidelidad total son calificados por Miró Martí de “casos célebres
de amistad llevada al límite” (141). El poema contiene seis mitos griegos que relatan en todos los
casos una crisis compartida por dos amigos entregados a la salvación uno del otro sin preocuparse
por la propia muerte. La imposibilidad de vivir sin el amigo lleva a cada personaje a inmolarse para
2
Loach da como ejemplo el curso de C. F. Menestrier, «L’idée de l’estude d’un honneste homme», publicado en 1658,
unos años después de la muerte de Arguijo (68).
3
Todos los poemas citados en el ensayo pertenecen a la edición de Gaspar Garrote Bernal y Vicente Cristóbal.
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salvarlo. En primer verso, “contienden por morir” es una cita de las Tristes de Ovidio (Miró Martí
141). La cita alude a una lucha por afirmar la propia muerte con tal que el amigo se salve y, si esto
no fuera posible, entonces morir juntos, porque es mejor fenecer que vivir sin el amigo. El último
verso hace alusión a la fuerza moral que se hace posible en el contexto de una fuerte amistad:
El poema insiste en que es preferible salvar la vida de un amigo antes que la propia, ya que
los dos amigos se hacen uno a la hora del peligro. En esta versión de Arguijo del ideal clásico de la
amistad, probablemente influido por Cicerón, el temor a la soledad que acarrea la pérdida del amigo
anula los efectos del sufrimiento sugerido en la amenaza del fin, para el que se salva. El amigo está
dispuesto al sacrificio más extremo para que el otro no perezca. La amistad se representa con el
impacto de una fe donde no hay espacio para las dudas ni para el espanto. La imagen del
autosacrificio en “muriendo compra la fraterna vida” y la importancia de compartir, elaborada en
la descripción de Cástor y Pólux, quienes juntos disfrutan del don divino, alude a dos elementos
asimilados al concepto de la amistad, donde también rigen las reglas de cortesía que mantienen la
paz en la comunidad. La impronta de la compañía de los amigos que bajan juntos al infierno propone
el valor de la presencia mutua, del vínculo, por encima de la salvación personal. No se es nada sin
el amigo. La energía personal, para resistir los embates de la suerte, crece en presencia del amigo
porque a la amistad nada la puede vencer. Así, el afecto compartido sirve de apoyo para aguzar la
entereza y virtud del otro: Phitias nunca duda de la fidelidad de su amigo; la fe de Damón le calma
el miedo ante su terrible suerte. El poema declara que la afinidad requiere escoger libremente el
destino fatal de los que amamos. El destino de los amigos tiene que ser común.
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El recurso del solitario se limita a engañarse, prometiéndose que los males van a desaparecer,
pero en su enajenación descubre que el bienestar es simple fantasía, producto del “mentiroso oráculo
/ de la imaginación con falsa máscara” (128-129). Al comparar el presente con el pasado, las
calamidades del presente parecen mucho más terribles, porque se amontonan contra la resistencia
del propio consuelo. Se trata de un “infausto género de males” (130), ataque de los ingleses en
Cádiz, epidemias en Sevilla donde “el rigor del mal pestífero / muestra en esta ciudad su fuerza
válida” (130-131). La amenaza de Inglaterra, el país enemigo, intensifica el sufrimiento. Los
médicos no pueden ayudar. Su ejercicio carece de efecto y las emociones los inundan y les impiden
encontrar el instrumento adecuado para sanar a los enfermos: están turbados, llenos de lástima por
los que mueren. Es un “dolor legítimo” (132). Por otra parte, la gente languidece, sin energía para
contrarrestar la crisis. Hay un “desmayo común”, “un miedo lánguido”, que transforma a todos en
seres pusilánimes. La gente se expresa entre llantos, suspiros y dolor. El poema ofrece una lista de
males de todo tipo y, a la vez, contiene las reacciones de aquellos sobre los que se han volcado todas
estas calamidades producto de “malévolas / estrellas” (131). Además de enumerar las desgracias,
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la voz poética también se dirige al amigo, en quien piensa, para pedirle que lo escuche. La expresión
de sus emociones, volcadas en la carta, le permitirá lograr al aquejado algo de alivio:
El poema no echa a un lado el efecto que podrá tener en el amigo lejano. Al contrario, se
exterioriza la angustia de saber que, al contar tantos males y el sufrimiento que causan, se provocará
la misma zozobra en el receptor de la carta. En cierta manera, se espera que los sentimientos se
comuniquen, se “contagien”, ya que, dentro de esa comunidad, todos los comparten. Las congojas
del amigo se transmitirán al otro, pero la comunicación funciona como medio para lograr algo de
alivio. Será una congoja compartida. La sensibilidad del amigo contrasta con la indiferencia de otros
que no comparten los mismos sentimientos. Según lamenta el atribulado sevillano, la arrogancia de
los que no se conmueven ante el mal de sus congéneres, hiere aún más que los mismos males que
describe el poema:
¿Cuáles son las emociones mencionadas por Arguijo a través de su obra poética? Si
examinamos los términos que utiliza, observaremos que la mayor parte de ellas aparecen en forma
de adjetivo, pues describen al individuo que las sufre. En su mayoría se refieren a posturas
negativas, características del individuo que se encierra en sí mismo, que no tiene fuerzas para luchar,
4
Davidson utiliza ejemplos de los jesuitas Daniel Seegers (Países Bajos), el francés Louis Richêome y el italiano
Giovanni Batista Ferrari. Ver «The Jesuit Garden».
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o que no acepta un gesto de amistad de los otros. Así los vemos en la «Silva de don Juan de
Arguijo», o Silva II,5 que describe al hombre solitario, peregrino encerrado en sus preocupaciones:
Entre ellos tenemos adjetivos como ‘afligido’, ‘airado’, ‘mísero’, ‘lastimero’, ‘triste’,
‘temeroso’, ‘áspero’, ‘voltario’ (inconsistente), ‘enjuto’, ‘desabrido’, ‘amargo’, ‘rabioso’. También
hay términos que ilustran la virtud del que se dispone a luchar con buen talante, manteniéndose
firme pero tranquilo: ‘alegre’, ‘verdadero’, ‘sosegado’, ‘seguro’, ‘feliz’, ‘firme’, ‘animoso’,
‘piadoso’. Aparecen como verbos “gozar”, “mover”, “consolar” y “apetecer” y “”menguar el gusto”,
“padecer”, “quejarse”, “acobardar” y “llorar”. Como término acompasador, el llanto incluye un
complejo entretejido de emociones sobre los que predomina la melancolía. ¿A qué se atribuye esa
melancolía? Barbara Rosenwein observa que, con el despertar de la modernidad y las consecuentes
crisis y cambios religiosos que acarrearon el protestantismo y la contrarreforma, se extendió la
obsesión melancólica (Generations 25). En Inglaterra, al igual que en España, aparecieron tratados,
obras de teatro y poemas cuyo tema principal estaba inspirado en la melancolía. La historiadora
postula una comunidad de emociones entre los lectores y los escritores de la estatura de Spenser,
Shakespeare y Bunyan, y muchos otros coetáneos de Arguijo. En el caso de los escritores ingleses
aquí mencionados, la profunda melancolía que aparece en sus obras parece haberse referido a
sentimientos de culpabilidad originados en la conciencia religiosa, lo que se describiría como “la
conciencia del pecado” (Generations 259). No parece que Arguijo asocie la melancolía con un
sentimiento de culpabilidad provocado por la conciencia religiosa. Por el contrario, se rechaza la
introspección, porque el enfrascarse en las cavilaciones convierte el pensamiento en un “errante
peregrino” (264). La silva muestra al lector los efectos del aislamiento y de la reflexión en el ánimo
del solitario. Arguijo denomina este estado precario de estabilidad aparente una constancia devenida
en pereza. Se trata de la “vanidad estoica” que “con engaño llega a alegrarse de su propio daño”
(265). El dolor que no se comparte se convierte en un espejismo de falsa resignación.
El poema que mejor representa el rechazo a la soledad y el valor inigualable de la amistad
compartida es la Canción III («Canción elegíaca a la muerte del hermano Matías Tercero, de la
5
La edición de Oriol Martí contiene este título, tomado del manuscrito Arg (ver página 264).
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Compañía [de Jesús]» ). En este poema dedicado al amigo jesuita muerto, Arguijo invoca los valores
y sentimientos comunes, como la indiferencia hacia lo mundano, que ya aparece desde el principio
del poema, y también la búsqueda de la sinceridad y la confianza mutuas. Desarrollado en el
escenario de una égloga pastoril, su personaje principal es el pastor Arciso, que representa a Arguijo,
que está llorando la muerte de Tercerio. Aquí solamente me referiré a la cuestión de la amistad, que
ocupa un espacio central en el poema. Arciso llora la muerte de Tercerio porque era un hombre
joven que no merecía morir. Siguiendo el topos de las églogas, la belleza del “locus amenus” le
provoca más desazón que calma. Ahora el motivo principal de su llanto y melancolía es la pérdida
del amigo, por lo que significaba para él:
Conclusiones
Obras citadas
Arguijo, Juan de. Poesía. Edición, introducción y notas de Gaspar Garrote Bernal y Vicente
Cristóbal. Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2004.
—. Poesía completa. Edición de Oriol Miró Martí. Madrid: Cátedra, 2009.
—. Obra poética. Edición de Stanko B Vranich. Madrid: Clásicos Castalia, 1971.
Aranda Doncel, Juan. «La influencia de los Jesuitas en la sociedad cordobesa del siglo XVII». En
Los jesuitas: Religión, política y educación (siglos XVII-XVIII). José Martínez Millán, Henar
Pizarro Llorente y Esther Jiménez Pablo, coordinadores. Madrid: Universidad Pontificia
Comillas, 2012. 587-652.
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Bilinkoff, Jodi. «A Christian and a Gentleman: Sanctity and Masculine Honor in Pedro de
Ribadeneyra’s Life of Francis Borgia». En Francisco de Borja y su tiempo: Política,
Religión y Cultura. Ed. de Enrique García Hernán y María del Pilar Ryan. Valencia y Roma:
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Davidson, Peter. «The Jesuit Garden». En The Jesuits II: Cultures, Sciences and the Arts 1540-1773.
John W. O’Malley SJ, Garvin Alexander Bailey, Steven J Harris, y Frank Kennedy, comps.,
SJ. Toronto: University of Toronto Press, 2005. 86-107.
Gallardo, Carmen. «La verdadera nobleza: Teoría y práctica en diálogos escénicos». En Los
jesuitas: Religión, política y educación (siglos XVII-XVIII). 741-750.
Herrera, Fernando de. Poesía. Edición y notas de María Teresa Ruestes. Barcelona: Planeta, 1986.
Lleó Canal, Vicente. Nueva Roma: Mitología y humanismo en el Renacimiento sevillano. Sevilla:
Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial, 1979.
Loach, Judy. «Revolutionary Pedagogues? How Jesuits Used Education to Change Society». En The
Jesuits II: Cultures, Sciences and the Arts 1540-1773. 66-85.
Rosenwein, Barbara. Generations of Feeling: A History of Emotions, 600-700. Cambridge:
Cambridge University Press, 2016.
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Sánchez, José. Academias literarias del Siglo de Oro español. Madrid: Gredos, 1961.
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“Ahora soy independiente”: la evolución de la figura del antihéroe en la poesía popular cantada
relacionada con el fenómeno ‘hipster’ en España
Temas: Los conceptos del héroe y del antihéroe / el ‘hipster’ (origen, naturaleza, influencias,
evolución) / su enmarcaje en la coyuntura social actual / aspectos de la cultura ‘hipster’ /
relación del término con la música popular y comercial / temas e intenciones de las canciones
vinculadas con el fenómeno alternativo o ‘hipster’ / el consumidor de estas canciones
(características, aspiraciones) / manifestaciones en la cultura española desde la movida /
grupos y artistas españoles alternativos de los últimos 30 años / aspectos del antihéroe
‘hipster’ español / relación de la canción independiente española con la literatura
contemporánea de países anglosajones / análisis de algunas canciones representativas
españolas / otras manifestaciones culturales afines al ‘hipster’, de origen mayormente
norteamericano y británico
La figura del héroe es fundamental para entender los valores de una cultura. Por contra,
cuando los valores de una cultura entran en crisis, o son objeto de un necesario replanteamiento, la
figura del antihéroe, como elemento crítico y desestabilizador de las crónicas, cobra una renovada
importancia. Si el héroe personifica una serie de cualidades que se corresponden con los valores
positivos de la cultura, el antihéroe hace gala de las cualidades opuestas, es decir, es la imagen del
héroe en negativo. Donde el héroe es valiente y demuestra una ética basada en el bien común, el
antihéroe es escéptico, huye de la sociedad y basa sus acciones en el egoísmo. El antihéroe es tan
antiguo como la literatura, pues es una figura que se da desde sus inicios. Sin embargo, en este
momento existe una profusión de ejemplos en todos los ámbitos de la producción cultural española.
Este trabajo pretende hacer una revisión –sucinta, pues nombrar y analizar todos los ejemplos
excedería los límites de mi objetivo– de la presencia de la figura del antihéroe en el contenido lírico
de las canciones del rock alternativo desde finales de los años 90 hasta el momento presente,
tratando de indagar en sus posibles relaciones y de averiguar las posibles influencias que marcaron
esta presencia.
Al considerar las letras de las canciones de rock y pop alternativo de los últimos veinte años,
se puede detectar una actitud diferente, tanto de las épocas doradas de la canción de los años 40, 50
y 60, como de las interpretaciones populares más frecuentes en las estaciones de radio comerciales
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y en las listas de ventas. El sujeto que se sitúa en estos poemas cantados, a menudo declaraciones
rimadas en primera persona del singular, deja entrever una visión del mundo que es común a la de
la juventud a la que se dirige. Este sector de la juventud ha sido el objeto y el destinatario, en los
últimos años, de múltiples referencias culturales en los medios de comunicación, en forma de
productos de consumo y de publicidad. Por la importancia que ha tenido en el sector del márketing
y las relaciones públicas, se han realizado diferentes intentos de definición y análisis por parte de
las empresas de análisis de mercado y publicidad, siempre preparadas para utilizar lo que ocurre en
las calles. Posteriormente, también ha sido el objeto de estudio de parte del ámbito académico y los
demás medios de comunicación, con lo que se ha acabado por denominar el movimiento ‘hipster’,
al tiempo que se han diluido los contenidos que conllevaban una carga de crítica social,
readaptándose así los productos para su comercialización en la cultura de masas.
En primer lugar, se hace necesario explicar brevemente en qué consiste este movimiento y
a quién representa. Tanto Mark Greif (28), al referirse al ‘hipster’ de las zonas recientemente
‘gentrificadas’ de Estados Unidos,1 como Víctor Lenore (s.p.), cuando describe al ‘hipster’ de
España, coinciden en declarar al contemporáneo como el heredero del de los años 40, que luego
desembocaría en el estereotipo mediático del beatnik de los años 50. Fue en esta época que por
primera vez se intentó abordar una descripción de esta subcultura. En su texto «El negro blanco»,
Norman Mailer explica que los ‘hipsters’ pretenden “divorciarse de la sociedad, existir sin raíces
e iniciarse en el viaje no ordinario de los imperativas rebeliones del ser” (s.p.). Esta actitud se pone
de manifiesto en los escritos de Jack Kerouac, y de manera muy especial, en poemas como
«Aullido» [«Howling»], de Allen Ginsberg. Esta disociación de la realidad social por parte del
individuo confiere al sujeto de este tipo de discurso de un aislamiento y un individualismo que, por
su oposición a la moralidad del héroe, constituye un tipo de antihéroe, que, como se verá, ha pasado
a definir la actitud característica de las canciones de la música alternativa en España y en el
occidente.
En esta nueva versión de la subcultura, reconfigurada en torno al año 1999 (Greif 72), se
produce un desplazamiento. Si bien comenzó identificándose con un estilo de vida en los márgenes
de lo social, de pronto ha pasado de ser una subcultura a consistir en la cultura misma que marca las
tendencias en ciertos ámbitos de la moda y la publicidad. Sin embargo, algunos rasgos
identificativos quedan del principio, como una aparente rebeldía, distanciada del conjunto social y
un rechazo de lo gregario. Los ‘hipsters’ han tenido cierto protagonismo en el análisis de la
1
De ‘gentrificación’, neologismo proveniente del inglés. El término “surge en la década de los sesenta, introducido por
Ruth Glass y utilizado para referir la invasión de algunos barrios obreros, próximos al centro de Londres, por individuos
de clase media que rehabilitaban la deteriorada edificación residencial haciendo subir los precios de la vivienda y
provocando la expulsión de las clases obreras que originalmente habían ocupado el sector. El proceso conduciría a un
cambio radical del carácter socioeconómico de los distritos afectados” (Díaz Parra).
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evolución de las ciudades en los últimos 20 años. Richard Florida, teórico de estudios urbanos,
fundador de CityLab (vinculado a la revista The Atlantic) y profesor en la universidad de Nueva
York, denomina una nueva “clase creativa”, a la que otorga un papel decisivo como avanzadilla en
los procesos de ‘gentrificación’ urbana. Esta clase creativa, que Martha Rosler relaciona en alta
medida con los ‘hipsters’ (127), se trata generalmente de jóvenes procedentes de clases altas, que
han podido permitirse cursar estudios de artes y humanidades en universidades prestigiosas y
trabajar gratis como internos en influyentes centros de comunicación, y que ahora se emplean como
diseñadores y agentes creativos en publicidad, y en medios de comunicación. A nivel social, cuando
un barrio se pone de moda, los alquileres suben y los antiguos inquilinos tienen que buscar nuevos
lugares donde vivir, por lo que no han faltado los movimientos de clases populares rechazando a los
‘hipsters’ en los barrios. Por otro lado, por su educación y posición, estos jóvenes parecen sentir que
sus gustos y opiniones son lo mejor informados, con lo que se crea una nueva serie de conflictos en
las ciudades, abriendo una nueva brecha de individualismo opuesto al conjunto social.
Esta toma del poder simbólico ha sido posible porque, por un lado, estos jóvenes laboran en
el sector de producción de industria cultural (diseño, redes sociales, aplicaciones, cine, televisión)
y, aunque inicialmente los valores de los ‘hipsters’ se oponían a los de las clases acomodadas, sus
actitudes no han supuesto ningún peligro político para ellas (Vegas s.p.). Es más, si su trabajo ha
servido como soporte para los fines comerciales de las grandes corporaciones, sus rasgos
identificativos han sido el vehículo para los mismos en forma de modas, tendencias, y trabajo
voluntario en redes sociales, foros electrónicos, etc. El éxito del capitalismo radica en que no solo
vende un producto, sino que obra para que las masas deseen ese producto, identificándolo con estilos
de vida, que también se convierten en objeto de deseo. Así, a final de siglo XX y principios del XXI,
los jóvenes se convierten en publicistas voluntarios a tiempo completo de un estilo de vida urbano
y ‘creativo’, del que hacen publicidad gratuita en plataformas como Instagram, Facebook, o Spotify,
y en las que además colaboran dejando toda suerte de detalles sobre sus gustos, opiniones e
inclinaciones.
Situada a caballo entre la generación X –término que recoge a los nacidos entre 1960 y 1980,
aproximadamente– y la generación llamada ‘del milenio’– que abarca aquellos nacidos entre 1981
y 2000–, la subcultura ‘hipster’ se caracteriza por una actitud que ensalza los valores del
posmodernismo. Estos se traducen en unos preceptos estilísticos en los que destacan la ironía, la
reapropiación (artística, visual y del discurso), el pastiche, el desencanto y el nihilismo. Al mismo
tiempo, se observa una defensa ingenua de la inmadurez, así como el rechazo a identificarse con la
acomodada generación anterior, pero en los rasgos más superficiales. Esto hace que en lo personal,
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cada individuo se identifique con los aspectos de la figura del antihéroe, y por ello las obras de este
periodo, en cine, literatura, televisión y música, realizan profusamente reinterpretaciones de esta
figura. Las historias que surgen en este tiempo están marcadas por los rasgos negativos de sus
protagonistas. Éstos, con diferentes intensidades, se mueven en el espectro del individualismo, el
escepticismo, el nihilismo y el descreimiento de cualquier intento de transformación colectiva. Es
lo que tienen en común, por poner un ejemplo, los personajes de Haruki Murakami, Jonathan
Franzen o David Foster Wallace. Quizá ésta es la razón por la cual en la poesía cantada de la música
alternativa española ligada a la moda ‘hipster’, que se mira más en el espejo de la literatura
anglosajona que en las obras producidas en el país (Lenore s.p.), se tratan fábulas rimadas en que
se muestra la influencia de esta actitud.
Este tipo de oyente se caracteriza porque, aunque se presenta como diferente a la norma, no
contempla una transformación de esta, sino que escoge un producto alternativo, pero en el mismo
sistema, y guiado básicamente por las mismas pautas comerciales. Nos encontramos ante una
primacía de la juventud en los medios, generando en el oyente una especie de rechazo a ‘hacerse
mayor’, lo que lleva consigo asimismo un rechazo a participar en las decisiones y en los procesos
sociales característicos de la vida adulta. Esta inmadurez y rebeldía de tono jovial (con causa, pero
necesitada de los medios críticos y de transformación adecuados), que encuentran su expresión en
el sujeto de las canciones, encarnan cualidades opuestas a las del héroe clásico, y por ello configuran
el antihéroe. Pero estos aspectos característicos del ‘hipster’ a los dos lados del océano Atlántico,
han tenido diferentes antecedentes culturales. Aunque interrelacionados con elementos culturales
internacionales, para nuestro propósito vamos a centrarnos en las canciones que han marcado la
formación del ‘hipster’ en España, analizando ejemplos de las letras del indie español.
Los años 80 fueron los de la movida madrileña, con bandas como Paraíso, La Mode y las
diferentes encarnaciones de Alaska y Nacho Canut. También de la algo menos conocida movida
valenciana, que produjo bandas de culto como Video, y otras que luego pasarían a nivel nacional
como Comité Cisne o Seguridad Social. Durante los años 70 coincidieron la canción social y de
protesta con los últimos años de dictadura, y los primeros de la transición. Sin embargo, en la década
siguiente se produjo un desencanto con las emergentes instituciones democráticas, que no realizarían
las transformaciones que se esperaban, sino que estarían heredando muchos de los aspectos del
antiguo régimen.
Esta desilusión, junto con una renovada sensación de libertad, gracias a una estrenada
reducción de la censura, coincidió con la emergencia del post-punk.2 El espíritu individualista de esta
época se plasma en «Autosuficiencia», de Parálisis Permanente. En esta canción cobra especial
importancia la expresión personal. Nos encontramos ante un sujeto que canta sobre su experiencia
en primera persona, y para quien cualquier contacto con el exterior parece haber dejado de tener
importancia:
Encerrado en mi casa
Todo me da igual
Ya no necesito a nadie
2
Estilo que parte de algunos principios estilísticos del punk, pero que se diferencia del primero en que a menudo se les
ha señalado como menos agresivo en escena y más experimental musicalmente, al recoger influencias de las artes
plásticas.
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No saldré jamás
Ahora soy independiente
Ya no necesito a la gente
Ya soy autosuficiente.
V. El antihéroe de las canciones del indie en relación con la herencia de la literatura y sus
antecedentes
Los músicos que se dieron a conocer durante la década de los 90 y la de los 2000, y que
serían agrupados posteriormente en torno a la escena alternativa, o indie, exhiben referencias que
demuestran un amplio conocimiento de la literatura y del arte, tanto en sus formas de alta cultura
como de cultura pop. Es en estas influencias que se conforman los rasgos del antihéroe, y que dan
forma a los protagonistas de sus letras. Aunque el antihéroe puede remontarse hasta la epopeya de
Homero, en la figura de Tersites,3 las referencias literarias que se manejan en la música indie
guardan una mayor relación con el existencialismo, los beatniks, el movimiento de angry young
men, y en sus formas conecta directamente con el posmodernismo.
En primer lugar, existe una serie de canciones cuyo protagonista podría situarse en la línea
de Mersault, el protagonista de El extranjero, de Albert Camus. Estos personajes se sienten
desplazados en un mundo que consideran absurdo, y se sitúan –o los sitúan– por encima de las
normas sociales; pueden decidir sobre el destino de las personas que les rodean, hacia las que sienten
indiferencia y a las que pueden llegar a asesinar sin remordimiento alguno. Se podría hablar de un
subgénero de canciones que tienen en común la temática de la violencia, en las que existe un sujeto
‘poetizador’, o voz, que al borde de la enajenación, describe cómo derrota a su víctima. Por ejemplo,
en «Cirujano Patafísico», del álbum Tejido de felicidad, del año 1999, Fernando Alfaro, que
entonces se hacía conocer como Chucho, se presenta como una persona desequilibrada que
considera que está enfermo el objeto de su deseo, y al que va a curar mediante una operación, tras
lo cual ha de conseguir que ella le corresponda: “Sólo quiero operarte, nena / [...] / yo soy cirujano
patafísico”. Lo más inquietante en estas letras se produce al yuxtaponerse elementos positivos con
lo abyecto; se resalta el aspecto semitrágico, por ejemplo cuando menciona que “tendrás el
marcapasos del amor / tejido de felicidad”. Otro recurso para acentuar lo siniestro se produce al
colocar juntos lo cotidiano y certero con lo extraordinario y lo oscuro: “Yo sólo creo que estás
enferma / tendrás la ciencia detrás / verás el desarrollo del amor”. La presentación de los motivos
y de la identidad del sujeto narrador se viste de patetismo: “Yo sólo quiero que me quieras”. Si el
héroe clásico rescata a su mujer, el antihéroe, alienado, le dice que está enferma y que encontrará
la curación solo al dejarse que le obligue a corresponderle. La letra de esta canción recrea un
personaje correspondiente a la figura del freak que comenté anteriormente, caracterizando a una
3
Personaje secundario en la Ilíada: “Era un recluta indisciplinado de quien Homero afirmaba el dudoso honor de haber
sido el más feo de cuantos marcharon a la guerra: era bizco, cojo, corcovado; tenía la cabeza puntiaguda y cubierta de
rala cabellera. Daba voces estridentes y se atrevía incluso a insultar a los reyes. A su detestable apariencia unía un alma
innoble: quería abandonar el cerco de Troya para volver a su casa” (Vidal 246).
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persona execrable, pero que además no responde a convenciones sociales, y que se sitúa por encima
de las normas que rigen las relaciones interpersonales.
En una linea similar, un año más tarde, en el 2000, Los Planetas publican Unidad de
desplazamiento, en el que se encuentra la canción «Vas a verme por la tele». En ella, el sujeto canta,
como en la anterior, a una segunda persona del singular, una mujer, además. Y le advierte:
En esta canción, el narrador en primera persona implica que se vengará al convocar a otros
para que la lastimen, aunque nunca sabemos cuál es el pecado de ella, esto es, del objeto receptor
de la canción, en un primer lugar. Según lo que se desprende de la letra, se puede inferir que en
aquella se tiene una opinión negativa acerca del propio sujeto que canta, pues se afirma que ahora
“tu mierda me ha dejado de influir” y, más tarde, le ha abandonado, ya que se añade: “Puede que
sea yo / el que está pensando / que así está mejor”. Pero esta no es la única canción de Los Planetas
en que se aborda el tema de la violencia, sino que es un tema recurrente en sus canciones, como una
especie de broma privada para con sus oyentes, como en el caso de «El coleccionista», en que se
hace referencia a una obra literaria y a un film de culto, como se verá más tarde. Sin embargo, es
con un mayor sentido del humor que un poco más tarde, como una cara B de un single de este
mismo disco, publican «Yo maté al AR de Sony», en la que dicen haberle torturado y ejecutado por
haber producido a una serie de artistas comercialmente convencionales, y afirman no sentir “ningún
remordimiento / alguien lo tenía que hacer”. La caracterización de la violencia como una broma
privada, en la forma de referencias que el oyente es capaz de descifrar, es una constante en las letras
de esta banda. Pero generalmente, esta impetuosidad no está justificada por motivos nobles o causas
heroicas, sino por otros de tipo individual.
Como se mencionó anteriormente, en tanto que fenómeno cultural, los beatniks, o la
caracterización que se hizo por parte de los medios de comunicación de masas de lo que Jack
Kerouac denominó como la generación beat, puede considerarse como los padres espirituales de los
‘hipsters’, en tanto que muchos de sus rasgos son heredados de aquellos (bohemia chic,
espiritualidad como un concepto amplio y vago, interés en formas diversas de alta cultura y cultura
popular y moda desaliñada aunque de manera muy estudiada). Algunos de los poemas de los autores
de aquella generación, como Allen Ginsberg, William S. Burroughs o Gregory Corso, contienen
alusiones al uso de alcohol y drogas, describiendo un estilo de vida que se opone al ideal del sueño
norteamericano, basado en la ética del trabajo y en una moralidad estricta. Esta tradición de incluir
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alusiones a las drogas y al alcohol se recoge de manera obvia en las letras de algunas canciones
españolas. Uno de los ejemplos que se hizo muy popular a finales de los años 90 y principios de
2000 fue el de la canción «Cumpleaños total», en la que Los Planetas entonaban aquello de “Y
aunque juré que nunca más / me acerco hasta el servicio a que me pongan otra”. Aunque en «Un
buen día», también incluida en Unidad de desplazamiento, explícitamente mencionan “nos hemos
metido / cuatro millones de rayas”. Destaca, entre las letras de Los Planetas, la de «Línea 1», que
es el número del autobús que lleva a donde se vende la droga. En esta letra, incluida en el disco Una
semana en el motor de un autobús, se narra el día de alguien que decide cambiar de vida, pero que
al enfrentarse con la idea misma, y al tratar de comenzar su día, acaba abandonándolo antes de
empezar:
Y después pensé
mejor que no
y puse la televisión
subí a pillar
un poco más
después de todo
esto no está mal.
Y se acaba la película
y los malos van venciendo
y si alguien del futuro
casualmente oyera esto
que venga a salvarnos
que me salve a mí primero.
Esta actitud de ‘que me salve a mí primero’, es diametralmente opuesta a la del héroe clásico,
aquel que salvaría a los demás. Por otra parte, consciente de esto, el autor lo expresa así de manera
sarcástica, recordando la canción infantil para jugar al escondite, en que uno se salva cantando “por
mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero”. También en el Reino Unido, en 1963 se
publica El coleccionista, de John Fowles, novela de la que se realiza una versión cinematográfica
dos años después. Esta obra inspira la canción de Los Planetas del mismo nombre, en la que se deja
entrever la trama, según la cual el chico secuestra y encierra a la chica hasta que ella se enamore de
él: “No tienes que estar asustada, / no debes tener ningún miedo de mí, / ni de todas estas luces
apagadas, / porque solamente tienes que subir”. En este caso se observa de nuevo el tema del
enajenado que fuerza a su víctima, y que al tiempo se muestra a sí mismo como si la víctima fuera
él.
La estrecha relación de las canciones indie con la alta cultura, que a su vez se nutre de
elementos de la cultura popular, se manifiestan en los rasgos típicamente posmodernos de sus letras.
Estos rasgos son, entre otros, la pluralidad de referencias, de las que acabamos de comentar algunas;
la fragmentación en el testimonio, la multiplicación de perspectivas, pero sobre todo, un desencanto
tras el fin de los grandes registros, lo que desemboca en un cinismo y en un escepticismo
exacerbados. Si el héroe clásico se rehabilita en batallas por el bien, el antihéroe del indie parece
haber perdido la ilusión por todo. En la canción de Le Mans, «Mi novela autobiográfica», de 1997,
se expresa abiertamente la desazón que producen las opciones laborales y de futuro que se presentan
a la mujer de clase media-alta: “No me hace ilusión la vida formal”; tampoco, a saber, trabajar en
un gran almacén, ni la maternidad, ni ser ingeniera, profesora o guitarrista de rock. A cada una de
las posibilidades enumeradas le añaden un “¡qué pesadez!” al final de la estrofa. El antihéroe
(antiheroína, por fin, en este caso) no encaja en ninguno de los papeles que le ofrece la sociedad,
pero en esta canción se trata de una crítica sutil, taimada, elegante.
De vuelta a Los Planetas, en «La verdadera historia», ironizan sobre la vida del guitarrista
de la banda, sobre el que corrían leyendas urbanas debido a sus populares excesos. En esta canción,
la ironía reside en que se afirma llevar una vida normal, dando cuenta de lo que normalmente se
suele hacer bajo esas condiciones. La canción combina la tercera y la primera persona del singular,
pues se turnan al cantar el cantante de la banda, acerca del guitarrista, y el guitarrista sobre sí mismo.
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El protagonista parece haber internalizado las frases que a menudo se atribuyen a los exadictos. Tras
afirmar que “Floren dejó / la droga en el 92 / aunque al principio le costó / ahora piensa que es
mejor”, el propio Floren canta: “Aquello no estuvo tan mal / pero no podía durar[,] / la felicidad que
obtienes es irreal”. Lo que supuestamente hace ahora el protagonista es lo que generalmente se
espera del adulto de clase media: “Ahora me divierto mucho más en el bricolaje del hogar” y él “está
sentado ante la tele / con su mujer”. En realidad, esta presentación sarcástica da a entender la idea
de que las opciones de vida en realidad están igualadas, no importa si es como adicto a la droga, a
la televisión, a los entretenimientos triviales o a relaciones amorosas insulsas. Cualquier situación
de felicidad es irreal y requiere una resignación por parte del individuo. Si el héroe hace gala de sus
virtudes, el antihéroe convierte en guasa esas virtudes, y además, insinúa que no son tales.
El antihéroe también se diferencia del héroe en que, en lugar de enfrentarse al mal, más bien
huye de él. En ese sentido se crea en las canciones una estética de la evasión. Los propios nombres
de las bandas, así como los discos y las canciones del indie español dan una idea de esto. Como
ejemplo, pueden señalarse la canción «Viaje a los sueños polares», los álbumes Unidad de
desplazamiento y Saudade, o la banda La Costa Brava. Y como último refugio, se presenta el amor,
que es una especie de paraíso íntimo donde el protagonista está a la vez atormentado y protegido de
lo que pueda suceder alrededor. Como se recita en el estribillo de «El libro de oro de la
congelación», de Mercromina (2002): “Me encerraría contigo en el congelador, / para matarnos de
frío, de frío entre los dos / ya nunca soportaría el fin de nuestro amor”. Estas lineas expresan cómo
se pretende huir, pero al mismo tiempo aislándose junto a otra persona, para evitar la posibilidad de
separarse de ella. El drama de este personaje reside en la dependencia de una relación, unida a la
incapacidad de afrontar los problemas del que pretende esconderse de todo lo demás.
Las canciones a las que nos hemos referido son en su mayoría de finales de la década de los
90 y principios de los 2000. A partir de la popularización del formato digital alrededor del 2006,
para determinar cuál es la música ‘hipster’ se hace necesario un análisis de los medios de descarga
y escucha en línea. En España no existe una figura como la de Sean Parker, que haya realizado una
lista con un nombre tan identificativo como la de «Hipster International». No obstante, llamó mi
atención una entrevista con una de las personas que trabajan para Spotify comisariando listas, de
procedencia española (Gil). A través de ella llegamos a la lista «Made in España-ALT», que recoge
a “los mejores artistas de la escena alternativa de nuestro país”, y donde hallamos nuevas adiciones
de finales de 2015 y de 2016. También existe la lista «El mejor indie en español (hipster)», que
igualmente incluye canciones de algunos de los artistas mencionados anteriormente, más otros de
más reciente aparición, con temáticas y estilos similares. De estas dos, quizá la que más parecido
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guarda con la de Parker en el estilo musical de las canciones, que casi ilustran un compendio del
sonido de la música alternativa de principios del siglo XXI, es la primera.
Esta lista se abre con la canción «Nuevas ruinas», de la banda Mucho. La sensación de
oposición con la realidad que rodea al sujeto de la canción se detecta desde el primer verso: “Habito
una urbanización muerta”. El estribillo repite:
La elección de palabras y el uso del lenguaje recrean una atmósfera oscura y claustrofóbica,
aun cuando se habla de experiencias cotidianas. Otra banda, Triángulo de Amor Bizarro, también
encuentra representación en esta lista, con la canción «Seguidores»:
En esta canción el tema de la dependencia y del aislamiento vuelve a aparecer, junto a una
expresión de la individualidad que raya en el egoísmo. No obstante, el título y la alusión al
instrumento y a la caducidad de la experiencia hacen referencia al mundo de la música, expresando
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una frustración que recuerda a algunas de las letras de Nirvana en los 90, banda que se sitúa en los
inicios del rock alternativo y que estableció la figura del antihéroe en sus letras.
También en estas listas aparece Joe Crepúsculo, que ha sido caracterizado, él mismo, como
antihéroe (PlayGround Magazine). «Bailando en el lavabo», «Generación perdida», «Amar en
tiempos de democracia», son títulos que dan cuenta de una actitud nihilista, descreída e
individualista. La de antihéroe es una etiqueta que persigue a algunos artistas, como por ejemplo a
Nacho Vegas, en cuyo caso va unida a la estética del malditismo, de la desaparición o del fracaso.
En parte, porque las referencias que utiliza este artista involucran a su vez a otras figuras
antiheroicas, como Michi Panero o Mark Spitz. Pero además, porque sus letras, especialmente en
su primera etapa en solitario, como «Maldición», «Historia de un perdedor», «Hay hombres algunos
años más tristes que yo», resaltan el lado más desesperado de la condición del individuo. Sin
embargo, es precisamente en las letras de Nacho Vegas que se observa la evolución de esta
generación de músicos, pues en los últimos años, sus letras han dejado de centrarse en la figura del
cantautor maldito para contar historias que se relacionan con la realidad de lo que sucede en España
en este momento, con un estilo claramente más maduro. Los artistas de la primera oleada, que
alcanzaron popularidad al final de los años 90, se han hecho mayores, y han tomado una mayor
conciencia política, aun sin perder sus rasgos identificativos.
VII. Conclusiones
La figura del antihéroe ha sido esencial para explicar la actitud presente en las letras de las
canciones del fenómeno alternativo o ‘hipster’ en España. Esta figura cuenta con gran atractivo, por
su escepticismo, su nihilismo y por la inteligencia que exhibe en sus críticas. Además, estas letras
hacen referencia a obras de culto de indudable valor, que exhiben una actitud similar y cuentan con
los mismos rasgos antiheroicos, y producen un reconocimiento que se convierte en un gran guiño
entre el emisor y el receptor, una gran broma privada. Esto ha garantizado una actitud crítica que
ha sido filtrada en sus versiones más comerciales, y que posiblemente en un futuro próximo
evolucionará hacia nuevas versiones de productos, así como de las contestaciones esquivas de los
artistas. En cada cultura, la figura del héroe se ha hecho necesaria para los relatos fundacionales, que
explican la fe de las personas en el sistema establecido por la sociedad en que viven, como sucede
con el ‘sueño norteamericano’ (the American dream) o en determinados regímenes totalitarios. Por
tanto, esta fase, de matar al héroe, era necesaria para descreernos de las grandes tonadas en que se
da protagonismo a un elenco de virtudes que poco tienen que ver con la realidad de las personas en
la sociedad española. Sin embargo, el extremo opuesto, a menudo sirve para la expresión de una
misma idea.
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Obras citadas
Santiago Daydí-Tolson
University of Texas at San Antonio
Temas: Relación del modernismo hispanoamericano con las artes plásticas / el modelo paradigmático
de Julián del Casal [JdC] y la presencia de lo ornamental y visual (artes gráficas, diseño) en
su poesía y prosa / vínculos personales y artísticos de JdC con el dibujo y la pintura / el
vehículo de la écfrasis en la obra de JdC, en el contenido y en la forma, en la inspiración y
en sus resultados: el “cuadro poético” / orientación del poeta hacia los artistas franceses / el
carácter pictórico de la poesía en la modernidad, según JdC / limitaciones de la palabra frente
a la imagen, en la visión del poeta cubano / los logros de JdC en sus cometidos
1
“Teníamos ambos la obsesión dolorosa de lo bello”, escribe Borrero Echevería recordando al amigo muerto, “y esclavos
los dos (cada uno a su manera) de un compromiso social que nos apartaba de la contemplación, y por decirlo así, del
cultivo de nuestra personalidad artística, éramos víctima de ese sentimiento de nostalgia de la patria ideal que persigue
siempre a los que han contrariado una vocación” («In memoriam», Prosas I: 37).
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Ahora pienso buscar una habitación alta, aislada en una azotea, abierta a los cuatro
vientos, porque pienso aprender a pintar [...] viviré entre libros y cuadros, trabajando
todo lo que pueda literariamente, sin pretender alcanzar nada con mis trabajos, como
no sea matar el tiempo [...] [P]ienso terminar un tomo de versos que tengo a más de
la mitad y otro de cuentos que está en el mismo estado. Cuando descanse, me
entregaré a la pintura. Después quiero escribir algunas impresiones literarias y dos
novelas que ya se están convirtiendo para mí en una verdadera obsesión. (Prosas III:
85, 86)
Conociendo el interés y admiración de Casal por las artes plásticas no ha de sorprender que
haya sentido la necesidad de aprender a pintar y, más aún, que haya pensado dedicarse a la pintura.
El hecho improbable de que Casal haya llegado a cumplir su deseo –aun cuando se sabe que en
ocasiones trató de practicar el dibujo2–, y el que en su declaración, en vez de referirse a sus planes
relacionados con la pintura, se limite solamente a comentarios sobre sus proyectos literarios,
sugieren el carácter puramente ilusorio de su decisión de transformarse en pintor.
Fascinado con las posibilidades creativas y estéticas de las artes plásticas y consciente, como
todo verdadero poeta, de las limitaciones de su arte verbal, Casal imagina en la práctica de la pintura
una posibilidad personal de superación artística: alcanzar la perfección ideal inexistente en el mundo
real de sus ocupaciones de escritor a sueldo. La implícita comparación de ambas formas de creación
–la pintura y la literatura– en el texto de la carta, es indicativa de la actitud de Casal frente al arte
y la literatura, y sugiere una tensión entre sus intereses y sus capacidades como escritor, así como
insinúa un conflicto irresoluble entre los efectos posibles de lograr con la palabra y los que se
obtiene con la imagen. En esto Casal es un artista de su tiempo.
Atento a los desarrollos de la literatura y las artes del momento, y buen conocedor de las
mismas, Casal encuentra entre los poetas y pintores franceses de la segunda mitad del XIX –como
ya se ha demostrado ampliamente– una coincidencia de interés en las relaciones de la poesía con
la pintura, y más aun, comparte con sus contemporáneos una aguda sensibilidad visual, responsable
del gusto exuberante por las artes plásticas y decorativas. Por lo demás, habiendo poetas que han
practicado también la pintura, Casal pudo contar con un buen ejemplo de dedicación artística en
ambas formas de creación. Piénsese, por ejemplo, en Víctor Hugo, un escritor que el cubano
admiraba y de quien Théophile Gautier había dicho que de no haber sido poeta hubiera sido un
2
Glickman observa que Casal estudiaba con entusiasmo reproducciones de obras de arte y que incluso llegó en ocasiones
a tratar él mismo de hacer algún dibujo (“he enthusiastically studied reproductions of art works and, on occasion, even
tried his hand at designs”) (Prosa II: 127).
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pintor de primer orden.3 Que admiró, además, sin limitaciones la creatividad de un pintor, más que
la de ningún escritor, parece un hecho irrefutable y vendría a confirmar la importancia que Casal le
atribuye a la pintura.4
No preocupa detenerse aquí a detallar las coincidencias de Casal con sus contemporáneos,
ni sus posibles dependencias de la moda literaria europea; ni es tampoco de interés ahora averiguar
sus preferencias con respecto a autores y pintores, cuestiones ya bastante bien documentadas por la
crítica. Importa, en cambio, entender cómo se establece la relación y tensión entre poesía y pintura
–entre mirada y voz– en el caso particular de su obra literaria, la que pareciera responder a una
concepción idealizadora de lo visual sobre lo verbal, según se advierte tanto en los textos poéticos
como en las prosas, ambas formas de escritura con que Casal trata de cumplir un proyecto estético
sentido por él mismo como ideal e imposible.
Son numerosos los textos que evidencian la preferencia del poeta por la pintura y lo visual.
Se los encuentra a diversos niveles de escritura, desde la visión altamente estilizada del poema
concebido como un objeto plástico –auténticas reproducciones de pinturas de las que los «Diez
cuadros de Gustavo Moreau» de «Mi museo ideal» son el mejor ejemplo–, hasta las descripciones
detalladas, casi fotográficas, de la prosa periodística destinada a las revistas ilustradas en que Casal
colabora periódicamente, y los varios comentarios críticos en que el poeta manifiesta explícitamente
su interés por la representación verbal de lo visual.
Desde muy al comienzo Casal tuvo una particular predilección por la pintura, y ya en sus
primeras composiciones se propuso pintar un cuadro con palabras, según lo declara él mismo al
comentar una de sus composiciones leída en las “veladas íntimas de carácter literario” (Prosas I:
276) del doctor José María de Céspedes. En su nota sobre José Fornaris, escribe:
Habiendo sentido siempre un gran amor por la pintura, yo había tratado de hacer, en
aquella composición, dos cuadros poéticos, uno en el estilo de Perugino y otro en el
estilo de Rembrandt. En el primero trazaba la figura de una joven novicia que se
paseaba, al claro de luna, por los jardines de un claustro italiano, formando ramilletes
de lirios y violetas. Allí todo era lila, blanco, ámbar y azul. En el segundo, la misma
joven, que había pronunciado ya los votos supremos, aparecía al pie de un altar,
desgarrando el sayal y echada la toca hacia atrás, pidiendo a Dios, en la noche, que
3
Franklin R. Rogers (Painting and Poetry 43). Glickman (Prosa II: 19) enumera las ocasiones en que Casal se refiere
a Hugo en sus escritos.
4
Véase, al respecto, todo lo referente a la admiración de Casal por la obra y la figura de Gustave Moreau en Glickman
(Prosa II, passim), y la correspondencia del poeta con el pintor en: Glickman, Robert J. «Julián del Casal».
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Dijérase, al leer sus párrafos, que se tienen ante la vista tapices de estilo oriental,
pero tejidos con hilos de seda y hebras de cáñamo, con plumas de faisán y crines de
pantera, con pelo de marta y cerda de jabalí. El tono suele ser el de los cuadros
venecianos. Abundan los azules del Veronés, los oros del Ticiano, los rojos del
Tintoreto y los atornasolados de Giorgione. Sus retratos literarios, como el de Valero
Pujol, tiene[n] la entonación de los de Velázquez, y sus paisajes, como Album de
Chile, las medias tintas empleadas por los modernos paisajistas franceses. («Rubén
Darío», Prosas I: 171)
Las comparaciones de los efectos del estilo poético visualizador de Darío con el pictórico
de maestros de diversos períodos de la historia del arte no bastan, sin embargo, para representar la
5
De Manuel Reina, por ejemplo, Casal destaca igualmente el carácter pictórico de su obra y la condición del libro mismo
como objeto de arte (Prosas I: 179-186).
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capacidad artística del lenguaje literario de uno de sus autores más admirados, Huysman, quien,
según Casal, “usa el mismo procedimiento, que le atribuye a Degas para trasmitirnos sus sensaciones
personales” (Prosas I: 174) y cuyo estilo “[t]raspasa las fronteras literarias, refundiendo los
procedimientos más refinados de las otras artes, especialmente los de orfebrería, el mosaico y la
pintura. La pluma de Huysman rivaliza con el pincel de cualquier pintor” (Prosas I: 177).
Es evidente que, como Huysman, Casal quiso hacer un pincel de su pluma y, superando las
limitaciones de ésta, alcanzar la perfección del arte pictórico que “proporciona todos los goces...
¡Hasta el de olvidar!” (Prosas I: 153), y que constituye, a diferencia de la lengua del poeta, un
“idioma universal”, como el de la música, “comprensible para todas las razas y hablado en todos los
climas” (Prosas III: 63). “Esta ventaja”, comenta Casal, con evidente envidia, “tienen los músicos,
lo mismo que los pintores, sobre los poetas” (Prosas III: 63). Porque lo cierto es que, a pesar de
todos los esfuerzos de Casal por equiparar el arte poético al de la pintura y las otras artes plásticas,
la pluma no logra lo que el pincel.
En varios comentarios –que ciertamente podrían entenderse solamente como una concesión
retórica a un tópico literario establecido, pero que en verdad expresan el sentir del poeta– Casal
muestra la limitación del escritor que está incapacitado para lograr con la palabra los mismos efectos
que el artista plástico consigue con la línea y el color. Cuando lo que se quiere mostrar es la magia
de un lugar excepcional el cronista manifiesta, entristecido, su impotencia y la inefectividad de su
pluma:
Entre el laberinto inextricable de sus calles, tan estrechas como fatigosas de transitar,
encuentra el viajero, como valiosa joya en fétido pantano, un jardín encantador, poco
conocido, llamado de Las Delicias, cuyos encantos trataremos de describir
lamentando que nuestra pluma no tenga, en estos momentos, la fineza de un pincel.
(Prosas II: 25).
avances técnicos que transformaron radicalmente las artes gráficas en la segunda mitad del XIX,6
se habían ganado un público cada vez más habituado a los efectos inmediatos de la imagen impresa.
Entre ese público se contaba, por cierto, el propio Casal, quien tenía una decidida
predilección por los retratos fotográficos –que le gustaba coleccionar–, por las reproducciones de
arte –como las de Gustave Moreau que encarga a París– y, precisamente, por esas revistas ilustradas
que, como “La Ilustración Nacional, una de las mejores de Madrid, que”, según observa él mismo,
“circula bastante entre nosotros” (Prosas II: 29), con toda seguridad consultaba asiduamente. En uno
de sus artículos de La Discusión comenta precisamente la calidad artística de este tipo moderno de
publicaciones:
Los periódicos ilustrados ofrecen, en esta época del año, a sus diversos subscriptores,
lujosos almanaques, llenos de amenos trabajos literarios y de excelentes grabados.
Esta costumbre se sigue en todos los países. Cada periódico se esfuerza por hacer el
suyo de la mejor manera posible. Todos los que han conquistado, en la batalla del
arte, gloriosa reputación, ya con la pluma, ya con el pincel, contribuyen al mejor
éxito de la empresa, poniendo su nombre al pie de galanos artículos, inspiradas
composiciones poéticas o exquisitos dibujos. («Un almanaque», Prosas II: 29)
Vista a la luz de este comentario la prosa periodística de Casal se puede entender como
relacionada con las reproducciones de arte y las fotografías de estudio, pero aún más, como
equivalente a las ilustraciones de las revistas gráficas que alcanzaron gran aceptación y amplia
distribución en la segunda mitad del siglo. Como un artista gráfico, Casal pretende mostrar al
público en sus crónicas periodísticas la belleza del arte, de los salones elegantes, de la moda de la
alta sociedad habanera. Son estas contribuciones de cronista de sociedad las que mejor muestran la
obsesión de Casal con los objetos artísticos, la decoración de interiores, las joyas y el vestir.
Varias son en sus artículos las descripciones de locales, salones, objetos decorativos y damas
elegantes que tienen, en mayor o menor medida, correspondencias y elementos en común con su
poesía. Limitándose sólo a lo que se refiere al arte del retrato, se comprueba cómo Casal insiste en
crear un objeto estético, del cual el texto, sea prosa o verso, es sólo una reproducción. El poema
«Kakemono», de Nieve, ofrece un buen ejemplo de este proceder al mostrar claramente los varios
niveles de artificiosidad con que Casal transmuta la realidad en arte. El título del poema, referencia
a una forma de pintura japonesa, define al texto como un objeto pictórico y decorativo. Este, a su
vez, reproduce verbalmente, una obra gráfica, la fotografía de una mujer que interesa por la riqueza
6
Ver S. H. Steinberg (198-206).
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artística del traje de japonesa que lleva puesto y que, como disfraz, constituye otra forma de artificio
estético, otro distanciamiento de la realidad cotidiana, como lo indican estos versos del poema:
Notable es observar, por otra parte, cómo al intentar la descripción en prosa de una persona
real, Casal la transforma prácticamente en objeto artístico:
En otro caso unas muchachas son “[g]allardas, como dos estatuitas de Sajonia, bajadas de
sus pedestales” (Prosas III: 47) y su madre, “figura escultural” ella misma, se visualiza como un
objeto bello perfeccionado aun más por el arte:
podría compararse a una piedra preciosa –al ópalo, por ejemplo, la emperatriz de las
piedras que, sin tener el brillo del diamante, posee todas sus coloraciones en tonos
más exquisitos aún– si las piedras preciosas tuvieran aromas, como las tendrán algún
día, porque el Arte se encargará de curarlas de esa imperfección natural. (Prosas III:
46)
Pero, como lo insinúa la irrealizable ilusión de dedicarse a la pintura, Casal admite que la
belleza ideal es inalcanzable:
Obras Citadas
Casal, Julián del. Prosas. La Habana: Consejo Nacional de Cultura. Edición del Centenario, 1963.
3 volúmenes.
Glickman, Robert Jay. The Poetry of Julián del Casal: A Critical Edition. 3 volúmenes. Gainesville:
The University Presses of Florida, 1976.
—. «Julián del Casal: Letters to Gustave Moreau». Revista Hispánica Moderna 37.11-2 (1972-3):
101-135.
Rogers, Franklin R. Painting and Poetry. Lewisburg: Brucknell University Press, 1985.
Steinberg, Sigfrid Henry. Five Hundred Years of Printing. Nueva York: Criterion Books, 1959.
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Basilio Belliard
Reseña de: Álvarez, Soledad. Autobiografía en el agua. Santo Domingo: Editora Amigo del Hogar,
2015.
Vuelo no por el aire del mundo sino por el río de la vida onírica. Poesía escrita desde el
paisaje espejeante de la sensualidad. Fresco conversacional, la poesía de Soledad Álvarez revela el
paisaje interior de la experiencia estética del cuerpo, en su discurso, el cual alcanza su máxima
potencia sensible, el lenguaje estético del cuerpo, en su sentido sensorial, amatorio y erótico. Su
escritura poética es la expresión de un espectáculo circense, con los riesgos mortales que implican
los azares de la vida. Sus versos semejan lances de dados que operan como imanes, en sus
itinerarios: estallan en la página al son de encabalgamientos y ritmos versales.
La poesía de Soledad Álvarez siempre está marcada por su vida: es la obra de su
autobiografía, la que escribe en duelo con el silencio. Así pues, sus palabras dibujan un mapa
sentimental, en un desarraigo mortal, entre la memoria histórica y el olvido, la infancia y la
madurez; sus palabras expresan, en consecuencia, el conjuro de sus miedos y el deseo de olvidar y
callar; pero su destino es hablar en clave lírica. Su poesía no está escrita –o dicha– con los ojos
cerrados, sino con los ojos abiertos. Las suyas son miradas en soledad, pero en un estado ontológico
y festivo, y desde la celebración del cuerpo y la alegría del placer de viajar, que es también su ética
de vivir. Purgación de la memoria visual, este poemario –Autobiografía en el agua– es la
manifestación de sus percepciones del deseo, en un rapto de recuerdos.
La obra poética de Soledad Álvarez –que comprende tres libros– no es un escape hacia abajo
sino hacia arriba; representa una pasión estética encarnada que refleja “un incendio sin llamas ni
cenizas” –como nos dice en su primer poemario, Vuelo posible. Su poesía tiene un tono imperativo
y, a veces, desemboca en un monólogo con su yo interior, que se abisma en el aire o cae al vacío de
la gracia y del milagro. Poesía que toca el límite de la muerte, el borde del sinsentido y el filo de la
vida. La poética de la autora de Las estaciones íntimas está ebria de sentidos, tiene sed de eternidad,
está escrita en trance sinestésico, en estado de vigilia del ser; no en estado de melancolía sino de
deseo eufórico y sangrante. Poesía labrada para los sentidos –y con los sentidos– desde la órbita de
la cotidianidad. Álvarez ha sabido tener conciencia poética de esculpir una obra lírica en difícil
equilibrio, entre el pensamiento plástico y la sensorialidad plena. No hay sinuosidades barrocas, ni
elucubraciones filosóficas; hay, en cambio, una mesura helénica entre las trampas de lo ordinario
y el laberinto de la oscuridad expresiva, tan cara a ciertas poéticas barrocas. Su poesía postula no
ideas sino imágenes visuales, vitales y empíricas que nos iluminan, y, lejos de enceguecernos, nos
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hacen abrir los ojos para ver más clara la realidad y comprender que existimos. Podríamos decirlo
con los versos de Ungaretti: “Me ilumino de inmensidad”.
La experiencia poética es así resultado de la percepción empírica de Soledad Álvarez, que
es transparente como el agua de su biografía, esa agua que vuela a cielo abierto. En su mundo
poético no hay noche sino día: soles y “estaciones íntimas”, días eternos, y un sol perpetuo que
sostiene las miradas de su ser poético; una poesía que nos hace abrir los ojos no para callar o hacer
silencio, sino para cantarle a la soledad del mundo. Es poesía que se alimenta de miradas, de la
contemplación lúdica, en que la realidad se hace memoria del deseo, reminiscencias de los placeres
sensoriales. Canto de inocencia y de experiencia, entre juego de máscaras e identidades, pendulan
los ecos de la desnudez y el paraíso perdido de la presencia. Elogio de los amantes y celebración de
la potencia sensual del cuerpo, su poesía refleja un horror al envejecimiento y a la muerte. De ahí
que su obra merodea entre los avatares de la angustia por perseverar en su ser vital, donde el cuerpo
se consume con la eternidad.
Soledad siempre ha escrito poesía desde la ebriedad de la realidad, nunca desde el dolor del
mundo; más bien, escribe desde la celebración de la dicha del ser femenino. Sus poemas, en efecto,
nos hacen ver y oír con los ojos y los oídos bien abiertos para percibir las intuiciones del tiempo y
los latidos del espíritu. Su obra es, así, un viaje del misterio a la carnalidad, en una estrategia lírica
que se nutre de evocaciones y presencias. Tránsito y transformación del cuerpo, desarraigo espiritual
de los sentidos: el ser se resiste a sus metamorfosis materiales. La imagen poética vagabundea, entre
la nostalgia que taladra el sentido de la vida, y martilla las ilusiones perdidas, en la fugacidad de los
instantes rotos. Ante la muerte y la escatología del ser, el placer actúa como ente catalizador del
miedo, pero ese placer, que es un mecanismo de defensa contra el dolor, también se transfigura en
evasión y religión del cuerpo.
La anécdota constituye la piedra angular en el universo poético de Soledad Álvarez; es la
semilla de donde brotan no pocas fuentes originarias de muchos de sus poemas, y que logra
trascender con el vuelo de la metáfora. Asimismo, se percibe la descripción de visiones cotidianas
de una memoria a priori, que relata y canta, en claves metonímicas, las intuiciones poéticas de los
instantes vividos.
Desde Vuelo posible (1994), pasando por Las estaciones íntimas (Premio Nacional de Poesía,
2006) hasta Autobiografía en el agua (2015), la poética de Soledad Álvarez ha girado en torno al
imperio de la pasión, y creado un universo verbal donde gobiernan los sentidos, o más bien, la
memoria de los sentidos. Toda su órbita poética posee una constelación de signos, en la que el
cuerpo erótico es el protagonista de su canto y de su memoria histórica personal. Sus poemas se
mueven mediante un ritmo musical de estaciones, en un elogio a la desnudez, que le confiere sentido
a la estética del mundo. Ese ritmo, en tanto organizador del sentido poético, encierra un tono
creativo, versátil, lúdico y dinámico, diferente y autónomo en cada poema, por lo que su concepto
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del ritmo verbal revela una conciencia estética definida. Ese concepto rítmico no es una búsqueda
de estilo sino una meta y un destino. La suya es una escritura contra la muerte y una afirmación del
ansia de vivir, de la voluntad de ser, y de ahí que el amor y el erotismo funcionan, en su poética
personal, como receptáculos de placer contra el dolor y la finitud. Triunfo de Eros y derrota de
Tanatos, su obra lírica se mueve en una galaxia de símbolos, en su espacio sensible y su
temporalidad terrestre.
Su universo poético es un constante diálogo con su cuerpo, una autobiografía íntima,
desnuda, despojada de miedo y desbordante de pasión y gracia de vivir. Con Autobiografía en el
agua, Soledad Álvarez, le canta a su vida pasada y presente, y a la vida de su generación, y continúa
así su impronta sostenida y osada, lúdica y corpórea, con la que ha conquistado un espacio en
nuestra tradición literaria.