C. Mielgo. Hipótesis Documentaria.
C. Mielgo. Hipótesis Documentaria.
C. Mielgo. Hipótesis Documentaria.
del Pentateuco
1. P. Volz-W. Rudolph, Der Elohist als Erzähler. Ein Irrweg der Pentateuchkritik? An
der Genesis erläutert. BZAW, 63. Giessen 1933; S. M owinckel, Erwägungen zur Pentateuchque
llenfragen. Trondheim, 1964.
2. Esto es comúnmente señalado por todos. Véase, por ejemplo, W .H. Schm idt , Intro
ducción al antiguo testamento, Salamanca, 1983, p. 73.
3. G. Von Rad , «El problema morfogenético del Hexateuco»: Estudios sobre el Antiguo
Testamento. Salamanca, 1976, 11-80, especialmente 71-76. M. N oth , Ueberlieferungsgeschichte
des Pentateuch. Stuttgart, 1948, 2 ed. 40-44.
3 ESTUDIOS RECIENTES SOBRE LA COMPOSICIÓN DEL PENTATEUCO 65
demostrar que los relatos paralelos no son tales, sino complementos sucesivos
en el sentido de que el siguiente conoce el texto anterior que reinterpreta y ree
labora.
El conocido episodio en que el patriarca hace pasar a su esposa por her
mana (12, 10-20; 20, 1-18; 26, 2-11) es ilustrativo de su manera de entender el
crecimiento de la tradición. Precisamente este caso, es el que ha provocado y
desencadenado el estudio de J. van Seters. Los tres relatos dependen entre sí.
Gen 12 seria el relato más antiguo: una especie de cuento divertido. Gen 20 no
es ni siquiera relato, sino una reflexión teológica que intenta corregir moral
mente la escabrosidad del relato primitivo. No es una variante, sino una co
rrección que supone el relato de Gen 12 e incluso lo supone en su lugar actual.
Gen 26 conoce los dos relatos anteriores. Las razones que da son los contactos
literarios que nota, así como los motivos ciegos, etc. Lo que no explica J. van
Seters es por qué el J en el cap. 26 vuelve otra vez con el mismo tema, si ya ha
bía dicho lo que tenía que decir en Gen 12, 10-20.
A continuación examina los relatos restantes que son explicados de una
manera semejante.
Finalmente J. van Seters trata de encontrar el Sitz im Leben de las tradi
ciones patriarcales. Para él J, que es el estrato más extenso, pertenece al des
tierro. El exilio explica suficientemente las preocupaciones teológicas que ma
nifiestan las tradiciones patriarcales. Así la intercesión de Abrahán 18,23-32
sería un exponente del problema discutido durante el destierro: si algunos jus
tos podrán salvar a la comunidad. Este problema, como se sabe, es discutido
por Ezequiel. En el cap. 15 encuentra numerosos indicios de su origen exílico:
el oráculo de salud y la mención del salario acerca este cap. al II Isaías. El rito
de la alianza descrito en el v. 9 no se halla atestiguado antes de Jeremías
(34,18). El v. 8 es la expresión de la nueva alianza deseada y exigida por la co
munidad exílica. Los vv. 13-16 integran el éxodo en la tradición patriarcal y
constituyen un mensaje de esperanza dirigido a los desterrados: el exilio dura
rá sólo hasta la cuarta generación. Gen 21,12 traspone la elección a los pa
triarcas, idea compartida por el II Isaías. Gen 22 expresa una ruptura de la
teología de Sión después de la destrucción del templo. Gen 24 manifiesta la
preocupación de preservar la pureza de la raza y anhela el ideal de una expe
riencia religiosa no cultual. Gen 34 es una polémica contra los samaritanos.
Gen 26 tiene como objetivo reivindicar los territorios del Negueb perdidos du
rante el destierro.
Hemos querido resumir en breve los puntos de vista del autor. No quisié
ramos dar la impresión de ligereza porque ofrezcamos solamente algunas
muestras de lo que él dice. El lector deberá recurrir al libro, porque su lectura
merece la pena.
7 ESTUDIOS RECIENTES SOBRE LA COMPOSICIÓN DEL PENTATEUCO 69
8. R.R. W ilson, Genealogy and History in the Old Testament. A history o f the Form and
Function o f the old testament Genealogies in their Near Eastern Context. Yale, 1972.
9. A . de P ury, Promesse Divine et legende cultuelle dans le cycle de Jacob. Genèse 28 et
les traditions patriarcales. Paris 1975, vol. II, 464-7.
10. C. W estermann, ob. cit. 9.
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11. A. de P ury , Recensión de las obras de Thompson y J. van Seters en Revue Biblique, 85
(1978) 589-618, especialmente 611.
12. H .H . Schmidt, Der sogenannte Jahwist. Beobachtungen und Fragen zur Pentateuch
forschung. Zürich, 1976.
13. Schmidt es más contundente frente a la hipótesis documentaria en un artículo posterior
publicado en Journal fo r thè Study o f thè Old Testament 3 (1977). Este número de la revista está
dedicado íntegramente al estudio de la composición del Pentateuco. En él escriben J. van Seters,
H .H . Schmidt, R. Rendtorff y otros autores.
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tado analiza los temas principales del J: vocación de Moisés, plagas de Egipto,
paso del Mar Rojo, algunos relatos de la tradición del desierto, tradiciones del
Sinaí, promesas patriarcales. Los tres temas primeros son examinados perso
nalmente. Y ya se prevé cuál va a ser su labor: acentuar el paralelismo del J
con la literatura del Deut o escritos influenciados por él, afirmando la depen
dencia o cercanía en el tiempo del primero sobre el segundo. En cuanto a los
tres temas restantes se guía en cada caso de estudios recientes, extrayendo las
conclusiones que interesan a su teoría. Así, para las tradiciones del desierto se
basa en V. Fritz 14; para las tradiciones del Sinaí se vale de L. Perlitt, de E.
Zenger y de A. Reich 15.
Veamos las razones más concretamente:
La vocación de Moisés (Ex 3) presupone la existencia de un género litera
rio que él llama «vocación profètica»; por lo que cabe concluir que no puede
ser anterior a Jeremías. Esta dependencia explicaría mejor el texto de Ex 3 que
no el recurso a un esquema de vocación del «salvador», como hace W. Rich-
ter. El endurecimiento del faraón sería un pensamiento en estrecha dependen
cia de Is 6. Igualmente la sección de las plagas contiene ideas y conceptos pro
pios de los profetas y suponen su predicación. El paso del Mar Rojo tiene es
trechas relaciones con Is 7,1 lss. En ambos textos hay un oráculo de salvación.
En el texto profètico el oráculo está dirigido a su destinatario original: el rey.
En el Pentateuco está ya dirigido a los patriarcas o en el marco de la institu
ción de la guerra santa, institución tan estimada por el Deut.
En las tradiciones del desierto encuentra el esquema «culpa-castigo-
arrepentimiento-salvación», esquema tan ampliamente usado por el Dtr en el
libro de los Jueces. Lo mismo cabe decir de las tradiciones sinaíticas, cuyas
afinidades, según él, con el Deut y el Dtr son indudables. Las tradiciones del
Sinaí no se explican bien, si no es en relación con el Deut.
Las promesas patriarcales son, en general, adiciones redaccionales. Gen
15 depende de Is 7. La mención de la alianza y la descripción de los confines
de la tierra prometida es propia de la literatura afín al Deut y al Dtr. Por lo de
más, las promesas patriarcales: promesa de la tierra, bendición y multiplica
ción de la descendencia sólo son concebibles cuando estos bienes ya no son
evidentes.
3) La opinión de R. R e n d to rff16
juró Yahvé dar a sus padres», redacción extrínseca a los relatos, que presupo
ne los ciclos ya existentes y que recuerdan indudablemente al Deut. Como no
sorprende una redacción anterior a esta última, el J de la hipótesis documenta
ría no tiene sentido.
A continuación somete estos resultados negativos a una contraprueba:
examina si el J tiene consistencia. Para ello recoge las opiniones que hay sobre
el J entre los partidarios de la hipótesis documentaría. Dibuja un cuadro tan
lamentable del J que nadie, después de haber leído esta sección, querrá hacer
se partidario del J : unos sorprenden varios estratos en el J ; no hay coinciden
cia en la asignación de versículos al J, sobre todo a partir del Éxodo; tampoco
se sabe si el J tiene o no tiene historia de la conquista; acerca de la parte del J
en la tradición del Sinaí reina una absoluta confusión; y finalmente se caen en
tantas contradicciones a la hora de juzgar el vocabulario y el estilo del J que es
mejor abandonarlo. El J, según él, se sigue manteniendo por inercia. Cuando
se examinan de cerca las razones para defender al J, éstas son tan frágiles que
el mismo J es un fantasma. Solamente hay unanimidad en la asignación de
parte de la historia primitiva y Gen 12,1-3 al J. Pero aún este último texto es
discutido por Rendtorff. Gen 12,1-3, que se considera por todos como perte
neciente al J, no contiene ninguna promesa independiente y distinta de las que
ocurren en los demás lugares y ellas pertenecen a diversos estratos.
Recojamos, por último, la opinión que tiene de P. Reconoce que hay ele
mentos típicos de P, pero ellos sólo se encuentran en Gen 1-Ex 14. Estos ele
mentos no pertenecen a un documento. En concreto distingue dos grupos de
textos: la indicación de la edad de los patriarcas en una determinada etapa de
su vida y la indicación de la edad al momento de la muerte. Los dos literaria
mente son independientes. Niega también que Gen 23 pertenezca a P. Prácti
camente solo le deja Gen 17. La conclusión mejor sería, según él, no hablar de
documento P, sino de adiciones y comentarios. En definitiva Rendtorff se
acercaría a una hipótesis fragmentaria por lo que se refiere a P.
¿Qué decir de una hipótesis tan resolutiva? Desde luego, debe notarse que
Rendtorff es más serio enemigo de la hipótesis documentaría que los dos auto
res anteriormente citados. J. van Seters y Schmidt no niegan la existencia de J.
Solamente que retardan mucho su composición. Para Rendtorff, en cambio,
el J es una fantasía de los estudiosos modernos.
Los tres coinciden en sacar sus conclusiones del examen particular de una
sección. Schmidt saca su opinión del análisis de la vocación de Moisés; J. van
Seters se fija sólo en la tradición de Abrahán; y Rendtorff, en las promesas
patriarcales. En los tres casos, ¿no es escasa la base para sacar conclusiones
tan amplias?
Pero, además, en la hipótesis de Rendtorff encontramos puntos oscuros.
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De otra parte, concede que Gen 12,1-3 une la historia primitiva con las
tradiciones patriarcales, pero precisa que sólo a éstas y no al resto del Penta
teuco. Ciertamente esta afirmación resulta sorprendente. No se imagina uno
fácilmente, para qué el J antepone una introducción tan grandiosa, si todo va
a terminar con Jacob en la región de Betel.
Nos parece además que Rendtorff infravalora la crítica literaria: las pro
mesas son analizadas sin extenderse en el contexto en que están incluidas. De
este modo no es extraño que no encuentre lazo de unión entre ellas. Trabajan
do así, lo raro será encontrar unión estrecha entre los diversos relatos. Y es
que Rendtorff da por supuesto, como muchos otros, que los relatos pequeños
son unidades independientes entre sí, sin ninguna relación mutua, procedentes
en su mayor parte del folklore. Ante este punto de vista habría que preguntar
se seriamente, si ello no es un presupuesto que grava enormemente las investi
gaciones del Pentateuco. La lectura de la sección V del libro de A. de Pury 18
permite adivinar otro punto de vista bien diferente: las unidades pequeñas es
tán muy frecuentemente unidas en un ciclo y son apreciadas, no por su carác
ter folklórico, sino porque son narraciones de los antepasados.
Finalmente, Rendtorff sobrevalora el silencio de Ex 3,8. ¿Necesitaba re
cordar el J a qué tierra se refiere, cuando acababa de hablar de ella desde la
misma vocación de Abrahán (Gen 12,1-3)?
relatos atribuidos hasta hoy al J. O lo que es igual: dar mayor cuerpo al RJE,
es decir, a la redacción Jehovista, como opina P. Weimar 19. Esto sería acer
carse a algunas de las exigencias de H.H. Schmidt y J. van Seters.
C. Mielgo