Neorrealismo Italiano
Neorrealismo Italiano
Neorrealismo Italiano
Al finalizar la guerra los directores italianos no contaban con dinero ni estudios para realizar
películas. Los estudios cinematográficos Cinecittá habían sido arrasados materialmente por el
ejército nazi de ocupación (material fílmico, cámaras y equipos) y tras la finalización del conflicto el
edificio había sido usurpado por personas que habían perdido sus casas y sus premisas fueron
usadas como vivienda.
Por lo tanto, sin estudio y sin dinero el panorama para la realización de películas parecía una
utopía. Sin embargo, un realizador necio llamado Roberto Rossellini logró juntar un dinero
vendiendo sus muebles e hipotecando su casa, compró una cámara y rollos de película vencidos y
salió a la calle (a falta de estudios) a filmar. El escenario de la Roma de 1945, todavía repleta de
tropas norteamericanas de liberación, le dio el tema para la historia. Rossellini decidió filmar una
historia sobre el pasado reciente de Italia: la resistencia ante la usurpación nazi. Así fue como
surgió Roma Ciudad Abierta (1945) la primera película que la historia del cine considera
neorrealista (si bien se pueden encontrar antecedentes estéticos en cierto cine previo como por
ejemplo Obsesión (1943) de Luchino Visconti) y que marcó las características estéticas del
movimiento.
Es así como el Neorrealismo se va a caracterizar por una producción modesta (escaso dinero para
la realización), la utilización de escenarios naturales (es decir, escenarios reales sean éstos
interiores o exteriores), historias del pasado reciente basadas en una realidad probable y con
una moraleja final y la actuación de actores no profesionales (gente que no tenían como
profesión la actuación). Las películas neorrealistas nos van a contar historias posibles, basadas
trágicamente en la realidad, que el pueblo italiano estaba sufriendo: la falta de alimento, el
desempleo, la huerfanidad, los problemas habitacionales y la crisis social en general.
Paisá (1946)
Humberto D (1952)
A principios de la década de 1950 la dirección del ministerio de cultura decidió hacer un cambio en
los aportes financieros de las temáticas cinematográficas prefiriendo las historias que volvían al
melodrama o a la comedia de situación. La época de mostrar a Italia como un país pobre y con
crisis sociales había terminado (o al menos así era pautado desde el ministerio) y por lo tanto se
decidió que el mundo ya había tenido suficiente de “películas tristes” y que era tiempo de
cambiar la cara de Italia. Por lo tanto, se le dio la espalda a las realizaciones neorrealistas y los
directores se vieron obligados a adaptarse a los nuevos requerimientos. SI bien, muchos de ellos
continuaron con temáticas sociales, los compromisos financieros de producción comenzaron a
exigir otra estética más “profesional”.