Mitologia Japonesa
Mitologia Japonesa
Mitologia Japonesa
El Kojiki
Tras escapar de los horrores de la región subterránea, Izanagi tiene prisa por
deshacerse de las impurezas con las que se ha contaminado y decide
limpiarse de una forma típicamente japonesa: con un baño. Al llegar a un
arroyo de Hyuga, al noroeste de Kyûshû, llamado Tachibana-no-Odo, se
desnuda y se baña en sus aguas. De su bastón, de las diversas piezas de su
traje y de sus brazaletes, nacen doce divinidades, a medida que va tirándolos
al suelo; luego, otras catorce, de las diversas fases de su baño. Por último,
dio a luz a las tres divinidades más importantes del shintoismo: la diosa del
sol, Amaterasu-no-mikoto [Augusta Persona que Hace Brillar el Cielo]
apareció cuando se lavó el ojo izquierdo; Tsuki-yomi-no-mikoto [Augusto Dios
de la Luna] apareció de su ojo derecho, y Take-Haya-Susano-wo-no-mikoto [El
Augusto Varón Colérico, Rápido y Bravo] apareció de su nariz. A estas tres
divinidades, la diosa del sol, el dios de la luna y el dios del océano, que
pronto se convertirá en el dios de la tempestad, Izanagi concederá la
investidura del gobierno del universo.
Entonces, Amaterasu, alarmada por este alboroto, dijo: “La razón por la cual
ha subido hasta aquí mi augusto hermano no procede, ciertamente, de un
buen corazón. Unicamente pretende arrebatarme el territorio”.
Inmediatamente, tras soltar su cabellera, la trenzó en augustos moños; y al
mismo tiempo enrolló un cordón lleno de magatama, de ocho pies de largo y
con quinientas joyas, en los augustos moños izquierdo y derecho, como
también en su tocado e igualmente en sus brazos izquierdo y derecho; y tras
colgar a sus espaldas un carcaj de mil flechas además de otro carcaj de
quinientas, y tomar y ceñir asimismo a su costado un poderoso y sonoro
protecor del codo, blandió su espada y sostuvo el arco, cuya parte superior
temblaba, bien derecho, y golpeando con el pie, hundió el duro suelo hasta la
altura de sus muslos abiertos, aplastándolo como si se tratara de nieve, y se
mantuvo firme valientemente como un hombre poderoso, y en la espera le
preguntó: “¿Por qué has subido hasta aquí?”.
Los preparativos parecen anunciar una formidable batalla; sin embargo,
Susano asegura que no alberga malas intenciones, y para probarlo propone a
la diosa un juramento que establecerá su mutua fe. El texto no aclara el
juramento, pero a juzgar por lo que sucede luego, y también recurriendo al
Nihon Shoki, podemos esclarecer la apuesta: un concurso de reproducción,
en donde vencería aquel que diese a luz deidades masculinas, o bien, aquel
que engendrase más divinidades. Si Susano ganaba, su hermana debería
admitir la pureza de sus propósitos.
Las dos divinidades, separadas por Amanogawa [El Río del Cielo],
intercambian las palabras de compromiso e inician la competición. Para
empezar, Amaterasu le pidió a su hermano la espada; la rompió en tres
trozos, los masticó y al escupir aparecieron tres hermosas diosas. A
continuación, Susano cogió las largas hileras de magatama que Amaterasu
llevaba alrededor de los moños, de la frente y en los brazos, y las dispersó
soplando, creando de este modo cinco dioses, entre ellos aquel llamado
Oshi-homimi.
Amaterasu expresa entonces, cuáles de estos dioses, según su origen,
deberán ser considerados como hijos del uno o del otro. Susano se
autoproclama vencedor, pero Amaterasu indica que los dioses masculinos
han sido creados a partir de sus pertenencias y que, por tanto, ella era la
ganadora. Este hecho reviste una gran trascendencia, ya que los
emperadores japoneses eran “descendientes” de Ame-no-Oshi-homimi y por
tanto, se consideran nietos de Amaterasu, y no de Susano. Este, sin
embargo, se niega a aceptarlo, y desencadena inmediatamente mil
violencias, cuyo resultado conforma el episodio central de esta mitología.
La crisis divina
Inmediatamente, Takamagahara quedó sumida en la más completa oscuridad
y lo mismo le ocurrió al País Central de la Llanura de Juncos. A causa de
esto, reinó la noche eterna. Allí en lo alto, con el ruido de diez mil dioses
pululando como las moscas de la quinta luna, diez mil calamidades surgieron
simultáneamente. Por ello, las ochocientas miríadas de divinidades se
reunieron en divina asamblea en el lecho seco de Amanogawa, para discutir
la forma de convencer a Amaterasu de que abandonara su escondite.
El sabio dios Omoi-kane-no-kami [El que acumula los pensamientos], hijo de
una de las divinidades primordiales, Taka-mi-musuhi, ofreció una solución:
reunieron a las aves de largo canto de la noche eterna y las hicieron cantar.
Como aquello no dio solución, las divinidades concibieron una complicada
estratagema: tomaron duras rocas del río Amanogawa, y hierro de las
celestes Montañas de Metal, y convocaron al forjador Ama-tsu-ma-ra;
encargaron al augusto Ihi-kori-dome que fabricara un espejo con esos
materiales; encargaron al augusto Tama-no-ya que fabricara un collar de
joyas de quinientas magatama y una longitud de ocho pies; mandaron llamar
al augusto Ame-no-koyane y al augusto ¬Futo-tama y les ordenaron arrancar
los omóplatos de un gamo del celeste monte Kagu y extraer la corteza de los
árboles del celeste monte Kagu para practicar una adivinación; arrancaron
de raíz un augusto árbol de sakaki del celeste monte Kagu, y colocaron
sobre sus ramas superiores el collar de quinientas magatama, sobre las
ramas intermedias el espejo de ocho pies, y en sus ramas inferiores sedosas
ofrendas blancas y azules.
El augusto Futo-tama tomó y guardó todo aquello con las grandes y augustas
ofrendas, y el augusto Ame-no-koyane pronunció con ardor unas palabras
rituales, mientras el dios Ama-no-tachikara-wo [Varón de fuertes manos] se
mantenía oculto cerca de la puerta de Ama-no-iwato; entonces, la diosa Ame-
no-uzume [Mujer temible del cielo], hizo una guirnalda con flores para su
cabeza, formó con hojas de bambú enano del monte Kagu un ramillete para
sus manos, subió sobre una “tabla sonora” y pateó hasta hacerla retumbar y,
comportándose como poseída por un dios, dejó al descubierto sus pechos,
haciendo deslizar luego el cordón de su traje por debajo de su cintura.
Entonces, las ochocientas miríadas de dioses rieron al mismo tiempo y
Takamagahara tembló. Al oírlo, Amaterasu, sorprendida, tras entreabrir la
puerta de Ama-no-iwato, habló así desde su interior: “Pensé que debido a mi
retiro, Takamagahara quedaría oscurecida, y el País Central de la Llanura de
Juncos resultaría igualmente oscurecido; ¿Cómo es posible, pues, que
Uzume se regocije y que además las ochocientas miríadas de dioses se
rían?”. Uzume respondió entonces: “Estamos alegres y nos regocijamos
porque hay una divinidad que aventaja a tu augusta persona”.
Mientras ella hablaba de esta manera, Ame-no-koyane y Futo-tama dirigieron
el espejo hacia la puerta entreabierta. Amaterasu, sorprendida por lo que
estaba ocurriendo, salió poco a poco, y mientras se miraba intensamente en
el espejo, quedó por un instante deslumbrada. Ama-no-tachikara-wo, que
permanecía escondido, la cogió de la mano y la obligó a salir. Entonces,
Futo-tama, sacando y colocando una cuerda tras la espalda de Amaterasu,
dijo: “¡No retrocederás más allá de este punto!”. Y así, cuando Amaterasu
hubo salido, Takamagahara y el País Central de la Llanura de los Juncos
quedaron, de forma natural, iluminados con su brillo. Una vez fuera de la
cueva, Amaterasu consintió en no volver a su encierro, siempre que Susano
fuese desterrado.
La expulsión de Susano
Allí en lo alto, las ochocientas miríadas de dioses, tras mantener consejo,
impusieron a Susano un castigo consistente en entregar un millar de tablas
de ofrendas y además le cortaron la barba, las uñas de los dedos de las
manos y los pies, y le expulsaron mediante un divino mandato.
Así perseguido, Susano acude a solicitar comida a Ogetsu-hime-no-kami [la
diosa del alimento], quien se saca de la boca, de la nariz y del recto, todo
tipo de manjares exquisitos para ofrecérselos; indignado por el insulto,
Susano la mata inmediatamente. Pero la muerte de Ogetsu tiene resultados
positivos en la mitología japonesa, pues del cadáver de la diosa nacen los
“cinco cereales”, esto es, los alimentos básicos con los que siguen
subsisteniendo los japoneses en la actualidad: en sus ojos crecen semillas
de arroz, en sus orejas mijo, en sus genitales trigo, en su nariz judías pintas y
en su recto soja. El dios Kami-musubi mandó recoger y sembrar estas
semillas, para el bien de los mortales.
3. EL CICLO DE IZUMO
Así pues, habiendo sido expulsado, Susano descendió a cierto lugar llamado
Tori-kami, a orillas del río Hi, en el país de Izumo. En aquel momento pasaron
flotando en el agua unos palillos para comer. Entonces Susano, pensando
que debía de haber gente en las fuentes del río, lo remontó en su búsqueda
hasta que encontró un anciano y una anciana, que estaban sentado a ambos
lados de una joven y lloraban. Entonces se dignó preguntarles:
-¿Quiénes sois?
El anciano respondió:
-Tu servidor es un dios del país, hijo del dios Señor de la gran montaña. Me
dan el nombre de Ashi-nazu-chi, y dan a mi mujer el nombre de Te-nazu-chi, y
dan a mi hija el nombre de Kushi-nada-hime [Princesa del Arrozal y del
Peine].
-¿Cuál es la causa de vuestros lamentos? -preguntó de nuevo.
-Antes tenía ocho hijas jóvenes, pero la serpiente de ocho cabezas, llamada
Yamata-no-Orochi, y que viene del país de Koshi, ha devorado a una cada año
y ahora lloramos porque es el momento en que le corresponde volver
-respondió el anciano.
-¿Qué aspecto tiene?
-Sus ojos son como alquenquejes y tiene un único cuerpo con ocho cabezas y
ocho colas. Además, en su cuerpo crece musgo, tuyas y cedros gigantes. Su
longitud alcanza más de ocho valles y ocho colinas, y si se observa su
vientre, puede verse que está siempre sanguíneo e inflamado.
Entonces Susano dijo al anciano:
-Puesto que es tu hija, ¿querrías ofrecérmela [si mato a la serpiente]?
A lo que el anciano respondió:
-Me siento muy honrado, pero no conozco tu augusto nombre.
-Soy Susano, el hermano mayor de Amaterasu-no-mikoto, la augusta
divinidad que hace brillar los cielos, y he aquí que acabo de descender del
cielo -respondió.
Entonces las divinidades Ashi-nazu-chi y Te-nazu-chi dijeron:
-Siendo así, nos honrará ofrecértela.
Y he aquí que Susano, tomando inmediatamente a la joven y transformándola
en un peine, que plantó en el moño de su cabellera, dijo a las divinidades
Ashi-nazu-chi y Te-nazu-chi:
-Preparad sake ocho veces refinado. Además, construid un cercado circular;
a este cercado ponedle ocho puertas; a estas puertas unid ocho plataformas;
en cada plataforma colocad una tinaja de sake y en cada tinaja verted el
sake ocho veces refinado y esperad.
Mientras esperaban, tras haberlo dispuesto todo de este modo, llegó la
serpiente de ocho lenguas, tal como el anciano había dicho, y al instante
sumergió una cabeza en cada tinaja, y se bebió el sake; entonces,
emborrachada por la bebida, se quedó durmiendo. Susano, saliendo de su
escondrijo, sacó el sable de diez palmos que ceñía, y cortó la serpiente en
pedazos, de tal modo que el Hi fluyó transformado en un río de sangre. Y al
cortarle la cola por la mitad, el filo de su sable se rompió. Asombrado, vió
que en el interior de la cola había una gran espada. Tomó este gran sable y,
maravillado, se lo ofreció respetuosamente a Amaterasu. A este sable se le
conoce con el nombre de Kusanagi-no-Tsurugi [Cortacesped o Sable
dominador de las hierbas], y también Ameno-no-Mura-Kumo-Tsuragi [Espada
de las Nubes Celestiales].
Después, Susano devolvió a Kushi-nada-hime a su forma humana, y buscó
entonces en aquel mismo país un lugar para construir un palacio, donde
pudiese vivir con la joven a la que había salvado; este lugar lo encuentra en
Suga, y en esta ocasión improvisa un canto famoso:
Ocho nubes se levantan:
la óctuple valla de Izumo
alrededor de los esposos
compone una óctuple valla
¡Oh, que óctuple barrera!
He aquí que el dios Ô-kuni-nushi tenía a ochenta dioses por hermanos, pero
todos cedieron el país en sus manos. La razón de este hecho es la siguiente:
los ochenta hermanos deseaban cortejar a Ya-gami-hime, princesa de la
provincia de Inaba, y juntos se dirigieron allí. Llevaban como sirviente a su
hermano Ô-kuni-nushi, que iba por detrás del gran grupo.
Cuando llegaron al cabo de Keta encontraron una liebre despellejada que
yacía en el suelo. Los ochenta hermanos le dijeron: “Deberías bañarte aquí,
en el agua del mar, luego acostarte en la ladera de una montaña cuando
sople un gran viento”. La liebre siguió sus consejos, y entonces, al secarse el
agua del mar, la piel de su cuerpo se agrietó por todas partes al soplo del
viento, y empezó a gritar de dolor.
Cuando llegó Ô-kuni-nushi, que iba detrás de los demás, vio la liebre y dijo:
-¿Por qué estás aquí acostada, llorando?
La liebre respondió, diciendo:
-Me encontraba en la isla de Oki, y deseaba cruzar hasta este país, pero no
tenía ninguna barca. Por esta razón, engañé a los cocodrilos del mar,
diciendo: “Vosotros y yo vamos a comparar cuál de nuestras tribus es más o
menos numerosa. Así pues, id a buscar a cada uno de los miembros de
vuestra tribu y pedidles que se pongan en fila desde esta isla hasta el cabo
de Keta. Entonces yo andaré sobre ellos y los contaré mientras corro. De
este modo sabremos cual es la tribu más numerosa”. Cuando hube así
hablado, resultaron engañados, se pusieron en fila y anduve sobre ellos y los
conté al cruzar. Y estaba a punto de llegar a tierra cuando dije: “Habéis sido
engañados por mí, pues sólo pretendía cruzar el mar”. Apenas hube acabado
de hablar cuando el cocodrilo que estaba el último de la fila me agarró y me
arrancó la piel. Y mientras lloraba y me lamentaba a causa de esto, los
ochenta dioses que acaban de pasar me hablaron, diciendo: “Báñate en el
agua salada y acuéstate expuesta al viento”, y como seguí sus consejos, mi
cuerpo entero ha quedado herido.
Entonces, Ô-kuni-nushi aconsejó a la liebre, diciendo:
-Ve ahora rápidamente a la desembocadura del río, lava tu cuerpo con agua
dulce, luego toma el polen de la hierba de kama de la desembocadura,
extiéndelo y revuélcate sobre él. Con ello tu cuerpo recobrará su piel
original.
Así lo hizo, siguiendo estos consejos, y su cuerpo volvió a ser como antes.
Entonces, la liebre, que en realidad era una deidad, le recompensó con la
siguiente promesa:
-Estas ochenta dioses no tendrán a la princesa Ya-gami. Será tu augusta
persona quien la obtendrá.
suerte!