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Leibnis

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Gottfried Wilhelm Leibniz

Mejor conocido como Gottfried Leibniz (1 de julio de 1646 – 14 de noviembre de 1716),


filósofo racionalista, teólogo, lógico, matemático, jurista, bibliotecario y político. Nació en Leipzig,
Alemania. La mayor parte de su tiempo lo compartió con su padre, Friedrich Leibniz, un catedrático
de filosofía moral en la Universidad de Leipzig, falleció cuando Leibniz tan sólo tenía 6 años. Leibniz
heredó de su padre el amor por los libros y la característica de ser un perfecto autodidacta, además,
en el aspecto material heredó la inmensa y variada biblioteca de su padre.
Como todo filósofo racionalista, Leibniz aspira a la verdad del conocimiento y a un método
que permita el acceso a todos los demás.
Desde este arranque lógico aborda Leibniz el estudio de la realidad, la metafísica. El concepto
de sustancia que él hereda es: "lo que es en sí se concibe por sí mismo y no debe la existencia a
ningún otro". Pero para él, la sustancia es un objeto de infinitas propiedades, incluidas en éstas las
relaciones con otros objetos. Por consiguiente, cualquier proposición que afirme un predicado de un
sujeto, es analítica, aunque no podamos descubrirlo, porque tendríamos que hacer un análisis
infinito del sujeto. Como esto no es posible, se nos presenta como una verdad de hecho,
contingente. Pero la contingencia no impone arbitrariedad, es consecuencia de nuestro conocimiento
limitado. Así como las verdades necesarias se rigen por el principio de identidad, las verdades
contingentes se rigen por estos dos principios.
· El principio de razón suficiente,  que afirma que nada sucede gratuitamente, es decir, que a todo
fenómeno le corresponde una explicación, una razón de ser que se presente admisible a la razón.
· El principio de perfección, que, frente a la no necesidad, afirma que el mundo real es el más
perfecto de los mundos posibles y todo lo que acontece se ajusta a este principio.
Como lo que define a las cosas es el conjunto infinito de sus propiedades, bastará para que
dos cosas sean distintas que difieran en una sola propiedad. O, dicho de otra manera, para que dos
cosas sean idénticas tiene que coincidir el conjunto de todas sus propiedades. Como esto no es
posible, puesto que el mismo hecho de compararlas me las presenta a una antes y otra después, o
sea, distintas, de aquí se concluye que la realidad última, la sustancia, son los individuos, todos y
cada uno, ya que no hay dos iguales, y todas sus propiedades son esenciales. A éstos individuos o
realidades últimas los llamó mónadas en un tratado titulado Monadología, al que pertenece el texto.

La mónada: percepción y a petición. Con esto, con lo infinitamente pequeño del cálculo
infinitesimal; con la fuerza viva como elemento definitorio de la materia en vez de la pura extensión,
tenemos los dos elementos, las dos ideas fundamentales que, llegando a un maridaje, a un
matrimonio, a una unión perfecta, van a dar de sí la metafísica propiamente dicha de Leibniz. La
metafísica de Leibniz está construida toda ella sobre el fundamento de la idea de "mónada".
Puede decirse que la metafísica de Leibniz es la teoría de las mónadas; y él lo comprendió así,
puesto que su última obra, publicada después de su muerte, lleva ese nombre: "Teoría de las
mónadas", o dicho en una sola palabra, Monadología.
La palabra "mónada" no es de Leibniz. Probablemente Leibniz la ha tomado de sus lecturas de
un filósofo del Renacimiento, un físico, astrónomo y matemático muy genial, pero un poco
fantástico, que se llamaba Giordano Bruno. Giordano Bruno fue el que la puso en circulación en
Europa. Quiizá la tomó él también de lecturas que hiciese de místicos y filósofos de la Antigüedad;
acaso de Plotino, que la empleó también. El hecho es que hasta muy tarde en su evolución personal
filosófica no usó Leibniz la palabra "mónada"; y cuando llega ya a usarla cuajan en tomo de esa
palabra todos los elementos fundamentales de su metafísica.
¿Qué es la mónada? La mónada es primeramente substancia, es decir realidad. Substancia
como realidad, y no substancia como contenido del pensamiento, como término puramente
psicológico de nuestras vivencias. Sino substancia como realidad en sí y por sí. Ahora bien: ¿qué es
para Leibniz ser substancia? Ser substancia, para Leibniz, no es ser extenso. Acabamos de verlo.
Para Leibniz la extensión es el orden de las substancias, el orden de la simultaneidad de las
substancias; como el tiempo es el orden de la sucesión de nuestros estados de conciencia.
La extensión, el espacio, es una idea previa, pero no tiene un objeto substancial real. El
único objeto substancial, real, la substancia, la mónada, no puede, por consiguiente, definirse por la
extensión. Si la mónada pudiera definirse por la extensión, entonces la mónada sería extensa. ¿Qué
quiere decir? Que sería divisible; y si fuera divisible, sería dual, o trial, etc. Pero la mónada es
mónada, o sea única, sola, y por consiguiente indivisible. Y para que sea indivisible no vale hablar
de átomos. Los átomos materiales no satisfacen a Leibniz, porque un átomo, si es material, si es
extenso, es divisible; será más o menos difícil de dividir por la técnica digital humana; pero como no
se trata de técnica digital, sino de la contextura en sí y por sí de la substancia, una substancia
extensa será siempre divisible.
Las mónadas son los componentes últimos de la realidad, son puntos inextensos, es decir
indivisibles, de naturaleza espiritual, cuyo número infinito, y todos juntos forman el universo. Están
dotados de fuerza o energía. Entre sí no se comunican, pero cada una refleja todo el universo, dado
que entre sus infinitos predicados están las relaciones con los demás sujetos. La totalidad de las
mónadas forman una unidad perfecta y su diversidad es absoluta. Lo mónada primitiva o sustancia
simple es Dios, y todas las demás son fruto de esa fuente. Cada mónada es una sustancia
definitivamente realizada que cumple un proyecto, un programa establecido por Dios. No existe
causalidad entre las sustancias, sino armonía pre-establecida por Dios que garantiza el orden
perfecto, el mejor de los mundos posibles.

Por su inclinación a la filosofía racional, sostuvo que el criterio de verdad del conocimiento
consiste en la necesidad intrínseca de éste, no en su adecuación con la realidad. Postuló la idea de
la existencia de las verdades de hecho: proposiciones cuya verdad, a diferencia de las de razón, no
se refleja en ellas mismas, estas verdades pueden ser entendidas desde las matemáticas; se erigen
en el principio de razón. Por otro lado, según Gottfried Leibniz existieron verdades de hecho, que se
caracterizan por su casualidad y por no implicar en si la verdad.
Este filósofo postuló una teoría; fundada en la categoría lógica de sujeto, es inextensa y
activa y recibe el nombre de mónada. Con esta teoría metafísica, Gottfried Leibniz resuelve el
problema de la comunicación entre las substancias extensa, divina y pensante de Descartes y entre
el cuerpo y el alma. Para realizar dicha teoría conocida como monadología, que puede ser
profundizada en su obra llamada del mismo modo publicada en 1720, Leibniz tomó como base: las
matemáticas, la metafísica, la física, la biología y la psicología. Para Leibniz, las mónadas son
átomos, formales, espirituales, de la realidad. No son átomos materiales. Las mónadas son unidades
dinámicas que contienen una fuerza interior.
Cabe destacar que aceptó la existencia de Dios gracias a las pruebas metafísicas clásicas,
aunque, para ello realizó ciertas modificaciones a la metafísica clásica; basándose en sus propios
hallazgos metafísicos y lógicos. Además, construyó una máquina aritmética que realizaba las cuatro
operaciones básicas y calculaba raíces cuadradas y logró demostrar las ventajas de utilizar el
sistema binario en lugar del decimal en las computadoras mecánicas. El proyecto del sistema binario
inició muchos años antes de la existencia de Leibniz, pero en el año 1679 afirmó que estos
contenían una “numeración diádica”, con ello, todo número podía ser expresado mediante una serie
formada por 0 y 1. Este fue el comienzo para que siguieran, otros intelectuales, aportando a lo que
hoy conocemos del sistema binario.
Una de sus grandes creaciones fue la máquina de calcular de Leibniz, con ayuda de Sir
Morland crearon maquinas que multiplicaban. Aunque existieron más creaciones similares, casi
todas las maquinas tenían problemas técnicos que impedían su buen desempeño. El invento de esta
dupla, fue el incentivo para que Thomas de Colmar transformara una máquina del tipo de la de
Leibniz en una más completa que podía realizar restas y divisiones. Como resultado, dicha máquina
fue el prototipo de las posteriores máquinas comerciales.
Racionalismo: Corriente filosófica que se desarrolló en el siglo XVII en Europa y que se caracteriza
por afirmar que la razón es la fuente de nuestros conocimientos. Sus representantes más
destacados fueron Descartes, Spinoza y Leibniz, quienes ofrecieron distintas versiones del modo en
que la razón fundamenta el conocimiento, así como de su relación con la experiencia. 
Habitualmente se considera que el racionalismo se opone al empirismo británico, quien
considera que la experiencia es la fuente de nuestros conocimientos. 
En un sentido más general, el término "racionalismo" remite a toda doctrina filosófica que
considera que la realidad es inteligible, es decir, que tiene un carácter racional (racionalismo
metafísico). En este sentido, muchas otras filosofías son y fueron llamadas racionalistas, como las
sostenidas por Parménides, Platón o Hegel, por ejemplo.

Verdades de Hecho y Verdades de Razón


La teoría del conocimiento de Leibniz es culminación de la epistemología racionalista iniciada
por Descartes (pretensión de universalidad y necesidad para la ciencia). En segundo lugar, es una
respuesta al Empirismo inglés, especialmente Locke, que pretendía poner el origen y el valor del
conocimiento en la experiencia. Si esta es limitada, todo lo que de ella se deduzca será también
limitado, poniendo en entredicho el carácter universal de la ciencia.
Leibniz distingue dos tipos de verdades, verdades de hecho y verdades de razón (de los que
hablamos brevemente).
1.- Verdades de hecho: Son las que nacen de la experiencia sensible, se caracterizan por su
contingencia y se refieren a realidades efectivas. Se rigen por el principio de razón suficiente: Nada
ocurre sin una razón suficiente, es decir, sin que sea posible, al que conoce suficientemente las
cosas dar una razón que baste para determinar por qué es así y no de otro modo.
2.- Verdades de razón: Son verdades innatas, a las que se llega, haciendo explícitas las capacidades
propias de la razón. Las verdades de razón se manifiestan por el funcionamiento interno del
entendimiento, sin necesidad de experiencia alguna. Se rigen por el principio de contradicción, por
ejemplo, el funcionamiento de las mónadas es una verdad de razón coherente con el principio de
contradicción, concretamente, el conocimiento estrictamente racional se explica por la actividad de
la mónada quien percibe sus propias afecciones.
Según todo esto todo lo que es, por el hecho de ser algo real, es algo inteligible, y por el
contrario no se puede afirmar con verdad la realidad de algo si no es inteligible. Así el principio de
inteligibilidad de las cosas se convierte en el criterio de verdad (adecuación con la realidad). Ej.: La
mesa es inteligible porque conocemos que la ha construido un carpintero. No se puede explicar que
exista aquí y ahora una mesa (un hecho), sino es porque la ha construido alguien. A los
conocimientos de hechos hay que encontrarles su razón para que pasen a ser verdades de razón.
Podemos ahora determinar el ideal del conocimiento: Muchas de las razones que
fundamentan razones de hecho son a su vez hechos que necesitan otra razón anterior para ser
inteligibles (Ej.: El carpintero también requiere su razón suficiente para que sea también inteligible).
El ideal será encontrar un hecho que a su vez sea su propia razón, esto es Dios, Dios tiene en sí
mismo su propia razón, en él no se puede encontrar ninguna verdad de hecho.
Dios conoce todas las razones de los hechos, y por ello las verdades de hecho en Dios se
convierten en verdades de razón, y este es el ideal del conocimiento, conocer todo como verdades
de razón. La actividad de conocimiento del hombre es un trabajo progresivo sin final para convertir
las verdades de hecho en verdades de razón.

El cálculo infinitesimal
Por eso Leibniz, inmediatamente después de sus primeros ensayos de definición mecánica del
"conatus", se pone en busca de esos instrumentos matemáticos capaces de definir lo infinitamente
pequeño; y a la busca de esos elementos matemáticos dedica un cierto número de años, y llega con
ello al descubrimiento del cálculo infinitesimal, al cual dio la forma que hoy tiene esencialmente en
nuestras escuelas, o sea la división en cálculo integral y cálculo diferencial; siendo el cálculo
diferencial aquel que busca la formulación exacta de lo que distingue al punto de la recta y al punto
de la curva, la diferencia que hay entre ellos, y siendo el cálculo integral, en cambio, el esfuerzo por
encontrar la formulación matemática que permita, en la definición del punto mismo, ver ya incluida
la dirección que va a tomar: si recta o curva, o elipse, o parábola, o hipérbole, o cualquier otra
trayectoria. Logra por fin Leibniz estructurar esta nueva rama de la matemática que le permite
finalmente definir un punto cualquiera determinado, no sólo como cruce de dos rectas o como cruce
de dos curvas o como tangencia -como en la geometría- sino, además, como una función de una o
dos o tres variables, que hace que el establecimiento matemático de la función nos diga de una
manera previa, por decirlo así a priori, el recorrido que este punto va a seguir.
El éxito que logra Leibniz en esta teoría del cálculo infinitesimal se documenta
inmediatamente en la física, en el problema de la materia, que es el segundo de los problemas a
que se endereza su reflexión juvenil. Y en este problema de la materia también tropieza
inmediatamente con una oposición a la física cartesiana. La física cartesiana es una física
geométrica. Para Descartes el cuerpo no es ni más ni menos que pura extensión. Por eso
precisamente, cuando Descartes calcula la cantidad de movimiento, o sea el producto de la masa de
un cuerpo por su velocidad, encuentra que la cantidad de movimiento en un sistema cerrado de
cuerpos es constante. Se llama "sistema cerrado de cuerpos" a un conjunto de cuerpos que están en
movimiento relativo, los unos con respecto a los otros, pero que constituyen un conjunto, un
sistema, dentro del cual no penetra ninguna influencia de afuera. Semejante sistema no se da en la
realidad física en la cual vivimos; pero si consideramos la totalidad del universo, es esa totalidad, en
efecto, un sistema cerrado de ese universo. La tesis de Descartes consiste en afirmar que la
cantidad de movimiento, o sea el producto de la masa por la velocidad, en un sistema cerrado (en el
universo, por ejemplo), es constante, y establece la constancia de m multiplicado por v. Leibniz
examina detenidamente esta tesis cartesiana y encuentra que es físicamente falsa. Descartes no ha
tenido en cuenta que los cuerpos no son sólo figuras geométricas, sino que además son algo, que
tiene la figura geométrica; no son sólo extensión, sino algo, que tiene la extensión; y por eso
cegado por su geometrismo, ha fallado la formulación de esta ley mecánica; porque lo que es
constante en un sistema cerrado, mecánico, no es la cantidad de movimiento, no es el producto de
la masa por la velocidad, sino el producto de la masa por el cuadrado de la velocidad, lo que desde
entonces se llama en física "fuerza viva"'. Leibniz, pues, descubre la constancia de la fuerza viva en
un sistema cerrado. Quiere esto decir que el punto material no es punto geométrico; no es definible
solamente por las coordenadas analíticas cartesianas, sino que además ese punto, si es material, si
es real, contiene materialmente una fuerza viva, que es la que determina su trayectoria y su
cantidad de movimiento y esa fuerza viva que contiene el punto material es en un momento
determinado la resultante exacta de todo el pasado de la trayectoria que la masa de ese punto
material ha recorrido, y contiene ya "in nuce", en germen, la ley de la trayectoria futura. Así
substituye Leibniz, en su física, la noción de fuerza viva a la noción de puro espacio extenso.
Los cuerpos no son solamente figuras geométricas, sino además y sobre todo, fuerzas,
conglomerados de energía, conglomerados dinámicos. Cada uno de esos conglomerados dinámicos
puede matemáticamente definirse, porque con la trayectoria recorrida, el cuadrado de la velocidad y
la masa, se tienen elementos suficientes para determinar matemáticamente la situación dinámica
actual de cualquier cuerpo; y esa situación dinámica actual de cualquier cuerpo contiene a su vez la
ley de su evolución dinámica ulterior, posterior.
Jerarquía de las mónadas
Sería bien fácil mostrar cómo en nuestra vida psíquica estamos a cada momento teniendo
percepción y sensaciones de las cuales no nos damos cuenta. Cuando la mónada, además de
percepción inconsciente, tiene percepción consciente, o sea apercepción, y capacidad de recordar, o
sea memoria, esa mónada es alma. Aquí se opone radicalmente Leibniz a la teoría de Descartes,
que afirmaba que los animales no tienen alma; que son puros mecanismos, igual que los relojes, y
funcionan lo mismo que los relojes. Leibniz considera que no hay tal, sino que los animales tienen
alma, porque tienen apercepción, se dan cuenta, y además tienen memoria.
Otro tramo superior en la jerarquía metafísica de las mónadas serían los espíritus. Llama
Leibniz espíritu a las almas que además poseen la posibilidad, capacidad o facultad de conocer las
verdades racionales, las verdades de razón. La posibilidad de intuir las verdades de razón, de tener
percepción apercitiva de las verdades de razón, es, para Leibniz, el signo distintivo de los espíritus.
Y por último, en lo más alto, en el punto supremo de la jerarquía de las mónadas, está Dios,
que es una mónada perfecta, O sea donde todas las percepciones son apercibidas; donde todas las
ideas son claras, ninguna confusa; y donde el mundo, el universo, está reflejado, no desde un punto
de vista, sino desde todos los puntos de vista. Todo el universo, imaginen ahora un ser que pudiese
reflejar el mundo desde la suma de todos los ángulos visuales: ése es Dios. Un ser que tenga una
perspectiva universal: ése es Dios.
De esta manera el enjambre infinito de las mónadas constituye un edificio jerárquico, en cuya
base están las mónadas inferiores, las mónadas materiales, cuyas aglomeraciones constituyen los
cuerpos mismos, que son puntos de substancia inmaterial, puntos de substancia psíquica, con
percepción y apetición. Pero luego por encima, están las almas, o sea aquellas mónadas dotadas de
apercepción y de memoria. Por encima, los espíritus, aquellas mónadas dotadas de apercepción,
memoria y conocimiento de las verdades eternas. Y por último, en lo más alto de la cúspide, está
Dios, mónada perfecta, en la cual toda idea es clara, ninguna confusa, y toda percepción es
apercibidao consciente.
Actividad
Responda las siguientes preguntas
¿Cuál es el concepto de sustancia que él hereda Leibniz?
¿Qué son las mónadas?
¿Por qué se le debe a Leibniz el aporte que en la actualidad nos conduce al sistema binario?
¿A qué se refiere el Racionalismo en el sentido más general?
¿Qué es el sistema cerrado de los cuerpos?

Elabore Un cuadro sinóptico que muestre el principio de razón suficiente y el principio de perfección
Elabore un cuadro demostrativo que muestre las definiciones de las verdades de hecho y las
verdades de razón.
Elabore un cuadro sinóptico de la jerarquía de las mónadas

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