Filosofia 5to
Filosofia 5to
Filosofia 5to
Nació en Leipzig en 1646 y murió en 1716. En la universidad de Leipzig se familiarizó con el pensamiento
aristotélico, platónico y escolástico, así como con la filosofía de Descartes. A los diecinueve años se doctoró en
Derecho, dedicando a partir de entonces gran parte de su actividad a la carrera política y diplomática. Durante
su residencia en Francia conoció los trabajos matemáticos de Pascal. En 1676 inventó el cálculo infinitesimal.
Conoció igualmente a Spinoza en un viaje por Holanda, así como a otros científicos y filósofos de la época.
Leibniz ha dejado una amplia e interesante correspondencia, así como innumerables opúsculos, entre los
cuales merecen destacarse el Discurso de Metafísica, Nuevo sistema de la naturaleza y Monadología, escrita ya
al final de su vida. Obras de mayor amplitud son los Nuevos ensayos acerca del entendimiento humano (en la
que analiza pormenorizadamente el Ensayo de Locke) y Ensayos de teodicea.
Ideas centrales
◗ Filosofía perennis: Adquisiciones fundamentales de las filosofías antigua
y medieval
◗ Filosofía novi: Filosofía y ciencia moderna
◗ Teoría de las monadas (monada = unidad)
◗ Teoría de la armonía preestablecida por Dios
◗ La teoría de que este es el mejor de los mundos posibles: Optimismo
◗ La teoría del cálculo infinitesimal
◗ La teoría de las dos verdades
Verdades
◗ De razón: son necesarias e innatas. Principio de identidad, no contradic-
ción y tercio excluido.
◗ De hecho: son contingentes. Se basa en el principio de razón suficiente:
Dios. la
Leibniz fue autor de la teoría de
«armonía preestablecida», crea-
da por Dios para que el universo
1. El concepto leibniziano de sustancia: la noción de mónada funcione en orden estricto.
Leibniz toma de Descartes la idea básica de sustancia, como una realidad que es autónoma e independiente
de cualquier otra sustancia en su ser y en su comportamiento. Leibniz, sin embargo, critica y rechaza dos
puntos fundamentales del cartesianismo: la concepción cartesiana de la extensión como esencia de la sus-
tancia material y el mecanismo como explicación del movimiento. Obviamente entre ambos aspectos de la
doctrina cartesiana existe una estrecha vinculación lógica.
Al negar que la existencia sea la esencia de la realidad corpórea, Leibniz llega a la conclusión de que existe
una infinidad de sustancias simples, inextensas, a las que denomina mónadas. Al negar el mecanismo,
Leibniz afirma que estas sustancias son activas: los distintos procesos y determinaciones que afectan a una
mónada tienen su origen en la actividad de esta, son internos a ella y no el resultado de influjo exterior
alguno. Las mónadas no actúan, pues, las unas sobre las otras. Ahora bien, a pesar de que las sustancias o
mónadas no ejercen influjo recíproco alguno, el universo manifiesta un orden como totalidad. ¿Cómo es
posible este orden si cada mónada actúa por sí y desde sí desconectada realmente de las demás? La respues-
ta de Leibniz a esta pregunta se halla en su teoría de la «armonía preestablecida» Dios, al crear las mónadas,
las ordenó de tal modo que, aun sin existir influencias mutuas entre ellas, el resultado de la actividad de
todas ellas es el orden armónico de la totalidad.
Descendiente de judíos españoles emigrados, nació en Ámsterdam (Holanda) en 1632. Su formación intelectual
procede de dos fuentes: de un lado, la filosofía y religión judía tradicionales; y, por otro lado, la filosofía de
Descartes. Excomulgado y expulsado de la sinagoga en 1656, se trasladó a La Haya, donde vivió modestamente
de su trabajo como pulidor de vidrios. Murió en 1677, a los 44 años.
Escribió un tratado, el cual no terminó, acerca del método denominado Reforma del entendimiento, y un
Tratado teológico-político; ambos juntamente con la Ética demostrada según el orden geométrico (Etica more
geometrico demostrata). Dichas obras constituyen lo más importante de su producción filosófica.
1. La noción de sustancia
La noción de sustancia de Spinoza incluía dos elementos: de una parte, la autonomía e independencia de
la sustancia expresada en su definición («que no necesita de ninguna otra cosa para existir»); y, por otra
parte, la percepción clara y distinta de la autonomía de la sustancia, de la independencia de esta respecto
de cualquier otra sustancia. Ambos aspectos aparecen integrados en la definición de la misma, ofrecida por
Spinoza: «Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí; esto es, aquello cuyo concepto,
para formarse, no precisa del concepto de otra cosa» (Ética). Sustancia es, pues, lo que existe por sí mismo
y es conoció por sí mismo.
Esta fórmula merece que nos detengamos brevemente en ella y hagamos un esfuerzo por comprender
su significado e implicaciones. Obsérvese que en ella intervienen explícitamente dos elementos distintos
(que corresponden a los dos elementos de la noción cartesiana): de una parte, la realidad o existencia de la
sustancia («lo que existe por sí mismo»); y, por otra parte, el conocimiento de la sustancia. («es conocido
por sí mismo»). Esta fórmula implica que entre el orden del conocimiento y el orden de la realidad existe
una correspondencia perfecta: lo que existe por sí mismo es conocido por sí mismo y a la inversa, lo que es
conocido por sí mismo, existe por sí mismo.
2. El monismo panteísta
Spinoza interpreta la realidad como un sistema único en que las partes remiten al todo y encuentran en él
su justificación y fundamento. Este sistema único y total, esta sustancia única, es denominado por Spinoza
como Deus sive natura (Dios o naturaleza).
Este monismo panteísta encuentra su justificación lógica en la definición de Spinoza de sustancia, de la que
se deduce necesariamente. En efecto, si sustancia es lo que se concibe por sí mismo y, por lo tanto, existe
por sí mismo, la idea de una sustancia creada es contradictoria en tanto que sustancia ha de ser definida y
conocida por sí misma sin necesidad de recurrir a la idea de otra sustan-
cia; en tanto que creada no puede ser conocida y definida por sí misma,
sino que su definición incluye necesariamente la idea de Dios.
Pero ¿cómo definir una sustancia creada sino como una sustancia pro-
ducida por Dios? No hay, pues, sustancias creadas, no hay pluralidad de
sustancias. Existe una sustancia única, infinita, que se identifica con la to-
talidad de lo real: las partes no son autosuficientes, solamente lo es el todo.
Esta sustancia infinita, Dios o naturaleza, posee infinitos atributos, de los
cuales nos son conocidos dos: el pensamiento y la extensión. A su vez,
cada uno de estos infinitos atributos se realiza en infinitos modos. Los
modos son las distintas realidades individuales, almas y cuerpos particu-
lares.
2. ¿Qué filósofo planteó el principio de razón sufi- 4. Filósofo que propuso el monismo panteísta.
ciente?
El problema de la libertad
La distinción entre verdades de hecho y verdades de razón fue introducida por Leibniz, entre otros motivos,
para salvar la libertad de los actos humanos: César, hemos dicho, pasó el Rubicón, pero podía no haberlo
pasado. La distinción entre ambos tipos de verdad es, sin embargo, difícil de mantener, admitido el principio
de la razón suficiente, y parece que las verdades de hecho vienen a ser, en último término, verdades de razón.
Veámoslo sobre el ejemplo que hemos utilizado:
◗ De acuerdo con la filosofía de Leibniz, si César pasó el Rubicón, debió haber una razón suficiente para que
lo hiciera.
◗ Esta razón suficiente ha de hallarse en César mismo y no fuera de él, ya que, de acuerdo con el concepto
racionalista de sustancia, puede influir en otra, y, por tanto, en César mismo ha de hallarse la razón de toda
su actividad.
◗ Esta razón suficiente no puede ser, por supuesto, la pura «gana». La gana no es sino la carencia de razones:
el que dice haber hecho algo «porque le dio la gana» en realidad está diciendo que lo hizo sin razón sufi-
ciente alguna. Pero esto es irracional.
◗ Luego si hubo una razón, y la razón se encuentra en César mismo, analizando el concepto de «César» po-
dríamos encontrar aquella, y, por tanto, el predicado («paso el Rubicón»). Las verdades de hecho serían,
pues, analíticas, de razón.
◗ Leibniz no parecía dispuesto a aceptar esta conclusión y en sus obras ofreció dos contestaciones al razona-
miento arriba expuesto.
1. En primer lugar –dice Leibniz– haría falta un análisis infinito y esto no es imposible. Para el entendimiento
humano, «César pasó el Rubicón» siempre será un hecho que no es posible deducir, sino que solo puede
ser conocido por experiencia (basándonos en el testimonio de alguien que lo vio).
Esta contestación no parece resolver el problema, ya que un entendimiento infinito sí podría llevar a cabo
tal análisis y, por tanto, aunque fácticamente y para nosotros no sea una verdad analítica, teóricamente y
en sí misma sí que lo es.
2. Existe –dice Leibniz– una diferencia radical entre ambos tipos de verdades: las verdades de razón se refie-
ren a esencias, mientras que las verdades de hecho se refieren a existencias. Veamos lo que significa esta
distinción.
Que las verdades de razón se refieren a esencias significa que son verdades independientemente de que
existan o no los objetos a que se infiere: «un todo es mayor que sus partes» es verdad independientemente
de que existan todos o no existan, al igual que los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos, aun cuan-
do no haya triángulos.
Este no es el caso de las verdades de hecho que implican la existencia del sujeto: «César pasó el Rubicón» es
solamente verdad en un mundo en el cual existe César; en un mundo en el cual no hubiera existido César,
no se hubiera producido este hecho.
3. ¿Qué tipo de verdad sería el enunciado «un todo es mayor que las partes».