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Importancia de La Criminologia

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LA IMPORTANCIA DE LA

CRIMINOLOGIA EN EL CONTEXTO
CONTEMPORANEO
Por el Lic. y Mtro. Francisco Javier Jacobs Peynhado
La Criminología como ciencia, ha recorrido un largo camino desde su aparición
estrechamente dependiente del Derecho Penal hasta su conformación actual
como sistema teórico y práctico, con desarrollo propio y como un indicador
pertinente de la calidad de la vida social, al ofrecer sus frutos investigativos
como elemento de contención para el avance de la criminalidad y sus
consecuencias económicos sociales.
Representa un sistema coherente y lógico de elevada importancia en la
instrumentación y empleo de mecanismos preventivos para el estudio del
asunto criminal. La importancia concedida en la comunidad científica actual, el
papel que esta ciencia desempeña en la reevaluación y redefinición del Control
Social tanto formal como informal, la sitúa como ciencia de carácter relevante tanto en
el plano jurídico como social.
La adopción de medidas de índole criminológica es reclamada por teóricos penalistas y
profesionales del universo científico, tanto en la búsqueda de alternativas a las penas
privativas de libertad como a propuestas sociales para reorientar al sancionado.
Permite además la medición de la eficacia de las fórmulas jurídicas que se relacionan
con el enfrentamiento de la criminalidad para minorizar las formas agravadas que se
observan en la delincuencia actual (delincuencia empresarial y el crimen organizado) ya
que el incremento de hoy día reclama nuevas vías para su disminución.
Los aportes criminológicos han contribuido y contribuyen a un conocimiento más
acabado de la delincuencia así como a la conformación de instrumentos positivos para
evitar en la medida de lo posible el saldo nefasto que desde los diversos ángulos acarrea
la criminalidad para la sociedad actual.
Concluyentemente, me es grato señalar que la oportunidad que presenta el Centro de
estudios Superiores de la Frontera (UNIFRONT), a través de la Licenciatura en
Criminología de formar grupos investigativos de la práctica criminológica actual en
nuestro Estado, tendrá en su momento el lugar que merece en nuestra sociedad, dada la
necesidad que esta Licenciatura infiere en el auge y la importancia concedida a temas
criminológicos en el ámbito regional, nacional e internacional.
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Inseguridad ciudadana y
criminología aplicada
  

Hoy es más que evidente que el simple discurso crítico o los esfuerzos
aislados de las agencias penales, así como la sucesión de decisiones
políticas improvisadas y simbólicas, no son la ruta que nos llevará a
controlar la criminalidad organizada y violenta que enfrenta el país.
 
Actualmente la inseguridad ciudadana es una problemática transversal y
común en todos los países latinoamericanos. No se trata, pues, de un suceso
focal o aislado que se presenta o agudiza únicamente en el Perú. Las
experiencias recientes de Colombia, México, Brasil o El Salvador nos muestran
que este fenómeno contemporáneo posee una efectiva a la vez que dinámica
capacidad de inserción y extensión en nuestras sociedades.
 
Esto, a su vez, ha promovido en las dos últimas décadas el surgimiento de
diferentes enfoques y estudios que han procurado explicar su etiología, efectos
y experiencias de control. Al respecto es relevante lo señalado por Gabriel
Kessler, quien afirma que “ni la alta tasa de delitos ni la preocupación social
aparecieron de repente”.
 
En efecto, sus orígenes parecen vislumbrarse en el pasado inmediato de la
región, ligado a procesos transicionales de consolidación democrática y de
aguda crisis social que han experimentado, en mayor o menor dimensión,
varios países latinoamericanos. Sin embargo, lo significativo en los últimos
años es que el problema de la inseguridad ha ido adquiriendo un repentino
dinamismo e intensidad que para muchos se ha tornado en incontrolable ante
evidentes y reiteradas muestras de impunidad delictiva.
 
En segundo lugar, es pertinente recordar que, en torno a su naturaleza, la
inseguridad ciudadana ha sido generalmente entendida e identificada como un
sentimiento o como una percepción de temor que experimenta (e internaliza)
un colectivo social de poder ser una víctima potencial o real de un delito. Y,
especialmente, de modalidades de criminalidad violenta como los homicidios,
los robos, los secuestros, las extorsiones o las violaciones de la libertad sexual.
 
Tal y como destacan José María Rico y Laura Chinchilla: “desde hace más de
dos decenios, el tema de la inseguridad ciudadana constituye uno de los
principales problemas sociales de casi todos los países de América latina,
cuyos ciudadanos están hondamente preocupados por fuertes incrementos de
las tasas de criminalidad –en particular de los delitos violentos–, se sienten
cada vez más inseguros en sus personas y bienes, y expresan su
insatisfacción con respecto a la respuesta estatal ante el fenómeno delictivo”.
 
Un tercer aspecto relevante es que las principales consecuencias psicosociales
y políticas de la inseguridad ciudadana se expresan como reacciones de crítica
y pérdida de credibilidad que se activan entre la población contra los Poderes
del Estado, a los cuales se les imputa el estado de cosas y a quienes se les
exige acciones inmediatas y drásticas contra la delincuencia.
 
Según citan el mismo Rico y Chinchilla,“en lo atinente a las consecuencias
políticas, la criminalidad y el sentimiento de inseguridad suelen originar
presiones de la población sobre las autoridades públicas con la finalidad de
generar cambios en las modalidades de intervención frente al problema. Estas
presiones suelen concretarse en exigencias de medidas más represivas.
Asimismo, ante la ineficiencia de la reacción estatal, se están dando casos
alarmantes de recurso a una justicia de ‘mano propia’ con (…) elevado número
de linchamientos populares. Todo esto conlleva aspectos impropios de una
sociedad democrática y representa un serio peligro para la consolidación de un
Estado de Derecho”.
 
Un ejemplo significativo de los extremos negativos a que puede llevar la
internalización de la inseguridad ciudadana, fueron los
sucesos desencadenados por la actuación violenta y armada de los grupos de
autodefensa de Michoacán contra el denominado Cartel de los Caballeros
Templarios.
 
La realidad descrita es compatible en muchos aspectos con lo que viene
aconteciendo en el Perú emergente del tercer milenio, incluyendo el desborde
de los efectos negativos mencionados, así como también la difundida actitud de
los sectores sociales y políticos del país, de asociar constantemente el
incremento visible de la criminalidad y de la inseguridad ciudadana con
continuas disfunciones de la praxis policial, fiscal o judicial.
 
Es más, a sus órganos estratégicos u operativos no solo se les descalifica por
ineficientes sino que, también, se les considera inoperantes y hasta penetrados
por la corrupción. Sin embargo, un examen aproximativo de la etiología de la
inseguridad ciudadana requiere evaluar otros aspectos estructurales que
identifiquen de modo más integral el actual contexto en los que se manifiesta.
En efecto, un enfoque coherente demanda revisar e integrar otros
componentes económicos, culturales y sociológicos que definen la realidad
peruana del presente, como son el subempleo, la informalidad y la presencia
de flujos constantes de riqueza de origen ilegal.
 
Por consiguiente, es pertinente ensayar una perspectiva distinta y promover un
balance puntual de la criminalidad e inseguridad ciudadana en el Perú con
base en la visibilización de tales aspectos. Los cuales, por lo demás, han
permanecido alejados por mucho tiempo del interés de la escasa criminología
aplicada nacional. Resulta, pues, indispensable investigar e identificar qué
factores económicos, psicosociales y políticos son los que inciden y
condicionan las manifestaciones y características relevantes que ha adquirido
la criminalidad organizada y violenta, así como la inseguridad ciudadana en un
país de economía emergente como el Perú.
 
En tal sentido, se tiene que impulsar y fortalecer la investigación criminológica
de todos esos factores socioeconómicos a fin de producir una inteligencia
estratégica solvente que permita la formulación de políticas afinadas contra el
delito. Esta necesidad puede y debe ser satisfecha desde organismos públicos
especializados como el Consejo Nacional de Política Criminal pero también
desde las universidades. En tanto no contemos con un Observatorio Nacional
de la Criminalidad, esa puede ser una opción inmediata que el Estado debe
promover con incentivos adecuados (generar líneas de investigación aplicada
sobre la inseguridad ciudadana y la criminalidad organizada y dotarlas de
becas para tesis de doctorado o maestría sobre estas materias).
 
Hoy es más que evidente que el simple discurso crítico o los esfuerzos aislados
de las agencias penales, así como la sucesión de decisiones políticas
improvisadas y simbólicas, no son la ruta que nos llevará a controlar la
criminalidad organizada y violenta que enfrenta el país. Se requiere, pues, con
carácter de urgencia, que el componente científico empírico indague y nos
haga entender sus causas reales así como las alternativas idóneas para
aproximarnos a ese objetivo nacional de recuperar la seguridad ciudadana.
Nuestro futuro como sociedad y como nación depende de este cambio de
enfoque y de praxis en la construcción y aplicación de la política criminal
peruana.

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