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Arte y Arquitectura de Egipto

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Arte y arquitectura de Egipto

Imperio Antiguo

El Imperio Antiguo de Egipto, dominado por las dinastías III a VI, abarca los cinco siglos
comprendidos entre los años 2755 y 2255 a.C. Hacia el año 3100 a.C. el país se unificó bajo el
mando de poderosos caudillos del sur, pero la idea de un Egipto dividido en dos zonas bien
diferenciadas (Alto Egipto al sur y Bajo Egipto al norte) persistió durante algún tiempo. Es la época
conocida como tinita, dominada por las dinastías I y II, y en ella destaca el rey Narmer (algunos
historiadores lo identifican con el rey Menes), artífice de la unificación y fundador de la I Dinastía.

La paleta del rey Narmer (c. 3100 a.C.) de


Hierakonpolis, Alto Egipto, de 62,5 cm de
altura, muestra de forma simbólica la
unificación del alto y bajo Egipto. Narmer está
representado con la corona blanca de
Aphroditopolis (emblema posterior de los reyes
del Alto Egipto), a punto de sacrificar un
cautivo ante el rey celeste Horus, representado
por el halcón sobre un conjunto de papiros que
simbolizan el Bajo Egipto. En el registro inferior
tenemos dos figuras enemigas esperando la
muerte.Art Resource, NY/Giraudon

En la Paleta de Narmer (c. 3100 a.C., Museo Arqueológico de El Cairo), en piedra tallada, se puede
ver al propio faraón portando la corona del sur y subyugando a las gentes del norte, con dos
animales entrelazados que significan la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando único
del faraón.

1. Arquitectura

Durante las primeras dinastías se construyeron importantes complejos funerarios para los
faraones en Abidos y Saqqara, a imitación de los palacios y templos (la tumba era una síntesis de
la noción de templo y de mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en piedra y
tallas de marfil o hueso encontrados en estas tumbas atestiguan el alto grado de desarrollo de
esta época. Los jeroglíficos (escritura mediante dibujos), forma de escribir la lengua egipcia, se
encontraban por entonces en su primer nivel de evolución, y ya mostraban su carácter de algo
vivo, como el resto de la decoración.
Pirámides de Egipto. Situadas en la orilla occidental del río Nilo, en las afueras de
El Cairo, las pirámides de Gizeh son el único testimonio de las antiguas siete
maravillas del mundo que se conservan hoy día. Los egipcios erigieron las pirámides
entre el año 2700 a.C. y el año 1000 a.C. como tumbas reales.Karen Petersen

En la III Dinastía la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de


pirámides, que sustituyeron a las mastabas como tumbas reales. El arquitecto, científico y
pensador Imhotep construyó para el faraón Zoser (c. 2737-2717 a.C.) el conjunto de Saqqara; se
trataba de una necrópolis integrada por una pirámide escalonada de piedra y un grupo de
templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide escalonada donde reposan los restos del
faraón está compuesta de varias mastabas superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de
arquitectura monumental conservado en la actualidad; ilustra también una de las fases en el
desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica.

La arquitectura del Imperio Antiguo puede considerarse monumental, dado que la caliza y el
granito locales se utilizaron para la construcción de edificios y tumbas de grandes dimensiones.
Desarrollaron una extraordinaria técnica arquitectónica. Empleaban bloques colosales de piedra,
que se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y empleaban medios de elevación que
desconocemos. La bóveda era conocida pero no se empleaba en la arquitectura en piedra. De los
templos construidos durante este período apenas se conservan unos pocos ejemplos.

El conjunto monumental de Gizeh, donde fueron enterrados los faraones de la IV Dinastía, pone
de manifiesto la destreza y habilidad de los arquitectos egipcios a la hora de construir
monumentos que han permanecido como una de las siete maravillas del mundo, y muestran el
esplendor de la civilización egipcia. Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide sin
escalones. Keops fue su sucesor y artífice de la gran pirámide, que llegó a alcanzar en su
momento 146 metros de altura y está formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con
un peso medio, cada uno, de 2,5 toneladas. Su hijo Kefrén levantó una pirámide menor, y
Mikerinos fue el artífice de la tercera gran pirámide de este conjunto monumental.

El fin que se perseguía con las pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para
la eternidad. Cada pirámide formaba parte de un conjunto en el que figuraban un templo en el
valle, un embarcadero y un corredor de comunicación entre unos espacios y otros, así como
también un espacio reservado para realizar los ritos religiosos previos al enterramiento. Alrededor
de las tres pirámides mayores de Gizeh (Keops, Kefrén y Mikerinos) creció una necrópolis (ciudad
de los muertos) integrada por sepulcros denominados mastabas (en árabe mastabah, ‘banco de
adobe’). De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese nombre por su semejanza con las
casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada. Las mastabas fueron las tumbas de los
miembros de la familia real, altos mandos, cortesanos y funcionarios. Exteriormente parece una
pirámide truncada de planta rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab,
donde se guardaba la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que
comunicaba el mundo de los muertos y de los vivos. Delante de ella se depositaban las ofrendas y
se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se encontraba la cámara sepulcral, a la que se accedía
por un pasaje que se sellaba una vez depositado el cadáver.

Frente a la relativa abundancia de restos monumentales de carácter funerario conservados,


apenas hay ejemplos de arquitectura doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias
del Imperio Antiguo; puede suponerse su disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal
y como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe (ladrillos de barro mezclado con
heno o paja y cocidos al sol) para levantar los palacios y viviendas no ha permitido su
conservación hasta nuestros días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y
construidos con una clara idea de eternidad, proporcionan la mayor y casi única información
acerca de las costumbres y forma de vida de los antiguos egipcios.

2. Escultura

Estatua de Kefrén La estatua en piedra


de tamaño natural de Kefrén (c. 2530
a.C.) de Gizeh, fue esculpida a partir de
un sólido bloque de diorita, la piedra
más resistente que se podía obtener en
el Egipto del Imperio Antiguo. Mide 165
cm y representa al soberano de forma
idealizada, con unas fuertes líneas
geométricas y unas proporciones
dramáticas. Art Resource, NY/Gir.

Desde las primeras figuras de arcilla, hueso y marfil del período predinástico, la escultura egipcia
se desarrolló con gran rapidez. En la época de Zoser (2737-2717 a.C.) se hicieron grandes
estatuas de los faraones y gobernantes sobre las que debían reposar los espíritus que perpetuaran
la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas y frontalidad son las características
esenciales de la escultura egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular, y
después se dibujaba en el frente y en las dos caras laterales de la piedra la figura objeto de
representación. La estatua resultante era, en consecuencia, una figura destinada a ser vista
principalmente de frente (ley de la frontalidad). No había necesidad, pues, de esculpir la figura por
todos sus lados, ya que el objetivo era crear una imagen eterna que representara la esencia y el
espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal de la misma.
El artista egipcio no buscaba la representación del movimiento. Desde los primeros tiempos del
período dinástico se tenía un perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se le daba una
forma idealizada. La estatua sedente del faraón Kefrén (c. 2530 a.C. Museo Arqueológico de El
Cairo), artífice de la segunda pirámide más grande del conjunto funerario de Gizeh, engloba en sí
misma todas las características que hicieron memorable a la escultura egipcia de carácter regio. El
faraón aparece sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras unificadas, con las
manos sobre las rodillas, la cabeza erguida, rígida y de frente, y los ojos mirando al infinito. El
halcón que representa al dios Horus aparece detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es
él, el faraón, el ‘Horus viviente’. La estatua, tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran
unidad y equilibrio, creando una potente imagen de la majestad divina.

Las representaciones de individuos y personajes particulares ofrecen diversos modelos y formas.


Además de las figuras individuales sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también
formando grupos escultóricos en los que el difunto aparece con los miembros de su familia. Los
materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor proporción, el metal. Las superficies
se pintaban; los ojos eran piezas incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca, que
realzaba la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales representaciones iban
destinadas exclusivamente a los personajes importantes; existió otro tipo de obras, no obstante,
que representaban a los trabajadores en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas en sus
tareas domésticas. Todas tenían un destino común: la tumba del difunto. A finales de la IV
Dinastía se introdujo una tercera posición escultórica, tan asimétrica y estática como las dos
anteriores (de pie y sentadas): la del escriba sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Otra
invención del Imperio Antiguo es el retrato de busto.

La escultura en relieve servía a dos propósitos fundamentales: en los muros de los templos para
glorificar al faraón; en las tumbas para preparar al espíritu en su camino hacia la eternidad. En las
cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas del muerto
ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida. La forma de representación del
cuerpo humano en dos dimensiones (frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino
determinada por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se buscaba, por encima de
todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado de esto, se combina en las figuras la
disposición de perfil para la cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los ojos y el torso.
Esta regla o canon se aplicó a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que para los
sirvientes y campesinos no se llegó a utilizar de manera tan exhaustiva. Los relieves solían
pintarse para dar una mayor sensación de realidad, siendo frecuente la inclusión en ellos de
diversos detalles sólo pintados, sin necesidad de haberlos tallado previamente en la roca. La
pintura de carácter meramente decorativo aparece muy raras veces en las piezas del Imperio
Antiguo que se han descubierto hasta el momento presente.

El conocimiento que poseemos sobre la mayor parte de las costumbres y modo de vida de los
egipcios se ha conseguido gracias a estos relieves de las tumbas. Las variedades de comida y sus
formas de elaboración, los métodos de pastoreo, la caza de animales salvajes, la construcción de
embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente representados en estos relieves.
Dispuestos en la pared por medio de bandas o registros, podían leerse fácilmente como una
narración continuada; tales representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos
acaecidos en un momento determinado, sino como ocupaciones y oficios en general, con un claro
carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual que para la exenta o
de bulto redondo, los escultores trabajaron formando equipos o talleres con diferentes niveles de
trabajo asignado a los distintos integrantes del grupo.

3. Artes decorativas

En la cerámica, la rica decoración del período predinástico se reemplazó por bellas piezas no
decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas y modelos
destinados a servir de objetos para uso cotidiano. En la antigüedad, la cerámica servía para los
mismos propósitos para los que hoy utilizamos el cristal, la loza, el metal, la porcelana o el
plástico; en consecuencia, el abanico de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para
comer y beber hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso depósitos o cubos
para la fermentación de bebidas.

Estatua de Pepi I La estatua de


tamaño natural de Pepi I (c. 2300 a.C.),
fue encontrada en Hierakonpolis, Egipto.
Se cree que es la estatua en metal más
antigua que existe. Parece que fue
realizada martilleando láminas de cobre
sobre un núcleo de madera.Art
Resource, NY/Gian Berto

Las joyas se hicieron en oro y piedras semipreciosas, incorporando formas y diseños animales y
vegetales. En toda la historia de las artes decorativas de Egipto hubo una gran predilección por
tales asuntos o motivos artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que se refiere al
mobiliario, pero la abundante presencia de los mismos en las imágenes de las tumbas nos
proporciona abundante información sobre el diseño de sillas, camas, escabeles, sillones y mesas.
Generalmente los diseños fueron simples, sencillos, incorporando formas vegetales y garras de
animales para rematar los acabados inferiores de los muebles (patas de sillas y mesas, por
ejemplo). No se utilizaban clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas o se
pegaban. Destacan los cabezales rodeados de genios para proteger el sueño. El más bello
conjunto de muebles del Imperio Antiguo es el de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops,
que destaca por su grandiosidad y sobriedad.

Al finalizar la VI Dinastía el poder centralista de Egipto había disminuido; los gobernantes locales
decidieron emplazar sus sepulcros en sus propias provincias en lugar de enterrarse cerca de las
necrópolis de los faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua en metal más
antigua que se conoce en Egipto: una imagen en cobre (c. 2300 a.C. Museo Arqueológico de El
Cairo) de Pepi I (reinó c. 2395-2360 a.C.). El primer período intermedio (VII a X dinastías) fue
una época de anarquía y agitación. Hubo un débil intento por mantener las tradiciones artísticas
de la edad de oro del Imperio Antiguo, pero hasta la reunificación del país con los faraones de
Tebas, en el sur, no se pudo reanudar la actividad artística para igualarla a su anterior época de
esplendor.

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