Guerra de Troya
Guerra de Troya
Guerra de Troya
La guerra de Troya comienza con “Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera
funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas”. La
cual ha sido la mayor epopeya jamás narrada y junto con la Ilíada nace la literatura y con
Homero la cultura occidental. Muy pocas obras han logrado sustraerse al embrujo de los
avatares de Héctor y Aquiles y ha día de hoy, miles de años después de que los griegos y
troyanos se enfrentaran en las orillas del Egeo, y aun se conservan las expresiones que
aluden, de un modo u otro, a lo allí sucedido (el caballo de Troya o el talón de Aquiles).
De la Guerra de Troya apenas se sabe con certeza sobre algún dato fiable. Casi todo está
impregnado de conjeturas o suposiciones y hasta la misma existencia del conflicto ha sido
cuestionada. Dónde, cuándo, sus causas, quiénes participaron y muchos otros interrogantes
han sido pormenorizadamente estudiados por cientos o miles de investigadores a lo largo de
la historia, aunque es a partir del siglo XIX cuando comienzan a juntarse las piezas del
rompe cabezas que las fuentes y los restos arqueológicos habían ido creando. El
descubrimiento de la legendaria ciudad permitió dar forma a los diversos relatos y arrojar
cierta luz sobre lo sucedido ante sus murallas. Aunque todavía hoy siguen siendo más las
preguntas que las certezas.
El profesor Eric H. Cline en su obra La Guerra de Troya* trata de poner al día “todos los
aspectos sobre la Guerra de Troya, incluidos los nuevos y más recientes exámenes e
interpretaciones de este tema”. Cline aborda desde los relatos míticos que aluden por
primera vez a la contienda hasta el descubrimiento y las excavaciones de Troya/Hisarlik en
la costa occidental de la actual Turquía. Es un trabajo breve -apenas ciento cincuenta
páginas-, que ilustra de forma didáctica e interesante las principales teorías e
investigaciones sobre la Guerra de Troya, intentando, al mismo tiempo, separar lo mítico de
lo real, lo legendario de lo histórico.
dividido en tres partes. La primera (“La Guerra de Troya”) analiza la contienda desde un
punto de vista histórico, intentando situarla cronológicamente y en el marco de las
civilizaciones (micénica, hitita, troyana y pueblos del mar) que poblaban el Mediterráneo
oriental en la Edad de Bronce Reciente. Aunque existe la creencia generalizada de que sólo
la Odisea o la Ilíada abordan la Guerra de Troya, lo cierto es que para conocer su historia
completa debemos acudir (y así lo hace Cline) `6a doce narraciones épicas conocidas como
el Ciclo Troyano escritas en diferentes momentos, de las que nos han llegado fragmentos
sueltos y que fueron recopiladas por Proclo (no está claro quién fue realmente) en el siglo II
d.C. o en el V d.C. Y es que a veces olvidamos que la Ilíada tan solo relata los cincuenta
últimos días de una guerra que “duró” diez años y, según parece, no hubo una, sino varias
guerras de Troya.
La segunda parte del libro (“Investigaciones de las pruebas literarias”) busca, por un lado,
responder a preguntas tales como ¿existió en realidad Homero?; ¿son creíbles los
acontecimientos y el argumento de la Ilíada y el Ciclo Troyano?” o ¿la Grecia o Troya
descrita por Homero corresponde a la Edad de Bronce o la Edad de Hierro? Según explica
el profesor Eric H. Cline, “[…] En conjunto, la Ilíada parece ser una recopilación de
detalles y datos que abarcan todo el tiempo transcurrido entre la Edad de Bronce y la
Edad de Hierro”. Por otro lado, el autor indaga en diversas fuentes literarias en las que
aparece reflejada la ciudad de Troya (aunque no tienen por qué denominarla con ese mismo
nombre). Destacan las tablillas hititas que hacen alusión a la ciudad (o región) de Wilusa.
Hoy existe un cierto consenso (y así lo manifiesta Cline) al identificar a Wilusa con Troya e
incluso disponemos de cartas y tratados que informan sobre algunas guerras que afrontó
esta ciudad contra potencias extranjeras.
El último bloque de la obra está dedicado a las investigaciones arqueológicas en torno a lo
que se consideran los restos de Troya. En este capítulo sobresale, sin duda alguna, la figura
de Heinrich Schliemann, quien con sus virtudes y sus defectos (se le acusa de haber
falsificado sus diarios de excavación y de actuar de forma, digamos, poco noble), logró a
base de tesón y mucha suerte dar con la ciudad de Troya. El hallazgo, que Cline relata, es
en sí mismo una aventura, aun cuando una vez descubierta, las rudimentarias técnicas
aplicadas por Schliemann entorpecieron las excavaciones especializadas posteriores.
existe una única Troya, pues se han encontrado restos de hasta nueve ciudades
superpuestas, construidas una sobre otra, con subfases adicionales y remodelaciones
pertenecientes a cada una de ellas. A medida que las excavaciones avanzaban (a cargo de
Dörpfeld, Blegen o Korfmann) quedó claro que la Troya de Homero debía corresponder a
uno de los estratos denominados Troya VI o Troya VII, fechados en torno a finales del II
milenio a.C. Cline expone las distintas hipótesis planteadas por los arqueólogos para
explicar la destrucción de la ciudad durante este período: unos mantienen que fue debida a
una catástrofe natural (un terremoto), mientras que otros defienden la intervención del
hombre (micénicos o pueblos del mar).