Piault, Marc Henri - Antropologia y Cine - Cap.1-Cap.4
Piault, Marc Henri - Antropologia y Cine - Cap.1-Cap.4
Piault, Marc Henri - Antropologia y Cine - Cap.1-Cap.4
ANTROPOLOGÍA
Y CINE
CATEDRA
Signo e imagen
3 0 fe • M 1 5
BIBLIOTECA - FL.ACSO - E C
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T ítu lo o r ig in a l ele la obra:
A n th r o p o lo g ie e t C in e m a
1 .a e d ic ió n , 2 0 0 2
© 2 0 0 0 b y E d itio n s N A T H A N /H E R , Paris
© E d ic io n e s C áted ra ( G r u p o A n a y a , S. A .), 2 0 0 2
J u a n Ig n a c io Luca d e T e n a , 15. 2 8 0 2 7 M adrid
D e p ó s it o legal: M. 3 2 .2 0 9 -2 0 0 2
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P r in te d in -S p a in
Im p r e so e n A n z o s , S. L.
*Eue nl'a b rad a ( Má d rid )
Para Pierre Bonnaféy Nicole Echard
C a p ít u l o p r im e r o
1. S a b e r , e c o n o m ía , E s t a d o s ... U n s ig l o d e e x p a n s ió n
1 A finales del siglo x ix Europa n o tenía el m o n o p o lio del colonialism o: las expedi
cion es estadounidenses en el Pacífico, en el Caribe y en Am érica latina, sin ser todavía
una empresa política directa, se parecían m ucho a las formas de d om in ación coloniales.
2 Jean de Léry, Histoire d ’un voyage en terre de Brésil [1578], Paris, Le Livre de P oche,
1994; Bartolom é de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias [1582], Ma-
del Siglo de las Luces criticaron el etnocentrism o de los viajeros y
abrieron el cam ino hacia un cierto relativismo cultural. El material et
nográfico que traían los viajeros formados por asociaciones com o la
Sociedad de los observadores del H om bre, creada en 1789 por Jean-
Marie de Gérando, servirá en el siglo xix para la reflexión de pensado
res inmóviles, prim ero filósofos y luego sociólogos y antropólogos
com o Weber, D urkheim y Mauss. Podemos señalar la excepción para
la época que fue el trabajo sobre el terreno realizado por Lewis Henry
M organ, publicado en 18513 y anterior a un estudio com parativo de
los sistemas de parentesco del m undo entero.
La antropología sólo se convirtió en una práctica sobre el terreno a
finales del siglo xix, com pletando en com pañía de misioneros y co
merciantes los recorridos exploratorios de los aventureros y geógrafos
del siglo. En 1883, Franz Boas, geógrafo alemán que llegaría a ser uno
de los pioneros de la antropología estadounidense, desembarcó en el
ártico para pasar allí dos años con los inuit: inauguró así la antropolo
gía sobre el terreno. D ebido a una coincidencia extraordinaria, publicó
los resultados de su expedición4 el m ismo año en que Etienne-Jules
Marey presentó en la Academia de las Ciencias de París la primera cin
ta fotográfica realizada con su cronofotògrafo: se trata del prim er p ro
totipo de una cámara de tom a de vistas; tam bién este mismo año, Emi-
le Reynaud patentó un sistema de imágenes pintadas sobre placas de
plástico transparentes incrustadas en una banda de tela perforada: su
«Teatro Optico» prefigura la cinta filmica definitiva; por últim o, este
mismo año Thom as Edison patentó su invento del fonógrafo eléctrico
con rollos de cera, mientras que Eastman comercializó bobinas a base
de nitrato de celulosa para reemplazar las primeras cintas de papel uti
lizadas en sus aparatos Kodak. Este año particularm ente fastuoso fue
el 1888. Al año siguiente, Edison puso definitivamente a punto el so
porte filmico del que dio la primera definición técnica: «La película sen
sible tiene la forma de una larga cinta que [...] lleva en cada lado una se
rie de agujeros situados exactamente unos frente a otros. Estos agujeros
se engranan en la doble fila de dientes de una rueda, com o en el telé
grafo automático de W heatstone. La película es transparente.» Más allá
drid, Cátedra, 2001; José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias [1589], Madrid,
Cultura H ispánica,-1998.
.„The:League.of¡the Ho-de-no-sau-nee, or Iroquois Report, Rochester, Sage.and Brother,
18& k o !o> tL -.jir.u
vfj'-FránzBoás,'«The'.central Eskimo«, Sixth A n n u al Report, Bureau o f American Ethno-
logt 1884-1885, W ashington D C , Sm ithsonian Institution, págs. 311-738.
de una simple descripción instrum ental, se trata de la respuesta del
cine a la oposición insuperable y, :siri embargo, necesariamente supera
da entre lo discontinuo y lo'co n tin ú o , entre lo inmóvil y lo que se
mueve: el paso de la representación fotográfica a la puesta en imágenes
del m ovim iento desvela la centralidad de la relación entre espacio y
tiem po. Está oposición, paradójicam ente irreductible'y sin embargo
superada, se sitúa en el centro de una interrogación antropológica to
davía reciente: insuperable, no dialectalizable, revela la necesaria me
diación, en lo vivido, del afecto y del sentim iento, de la em oción y de
las formas de expresión y de com unicación no verbales;
En esta época, la ciencia desarrolló sus prácticas analíticas, acum u
lativas y casi compulsivas: emergió una nueva ideología científica,
cuyo positivismo sería una de las expresiones más fuertes y cuyo evo
lucionism o una posición teórica dom inante. Se trata de un siglo de
convergencias increíbles. Las formulaciones filosóficas, más allá de las
contradicciones entre sus autores, expresaron una misma intención
por apropiarse y com prender el m undo com o una totalidad. Hay en
Hegel la idea de la totalidad singular que form a al espíritu de un pue
blo y en el determ inism o histórico marxista la perspectiva de una cul
m inación de la historia en una sociedad com unista generalizada. De
Hegel a Marx, se afirma la unidad del pensam iento: asigna un destino
com ún al m undo gestionado por una com prensión que lo engloba. En
el plano político, el asentam iento de los estados-nación ocupa sin de
jar ningún vacío'los antiguos espacios mezclados de la geografía de los
pueblos. Las fronteras delim itan espacios supuestamente homogéneos.
Su principio unificador queda a partir de entonces establecido: el pue
blo coincide con un territorio, una cultura y, lo que es más im portan
te, una lengua. C ontra cualquier prueba y con una fuerza que legiti
mará la violencia de las asimilaciones y de la absorción de las diferen
cias, la Europa de las patrias fom enta un discurso que convierte al
Estado no ya en el m ediador entre las personas y los grupos, sino en la
expresión de una totalidad esencial/culm inación en la-historia de una
esencia profunda. Se trata de la culm inación de la tom a del poder ge
neralizada p or parte de la burguesía. Al considerarse com o clase uni
versal, convierte al Estado en su poder, ya no en el iñstrúm entó de una
clase dom inante, sino en la expresión «democrática» de una totalidad
que supuestam ente representaría con legitimidad.
Tales unificaciones, logradas por la fuerza, se legitiman mediante
teorías que, de lo biológico a lo cultural, tratan de racionalizar — a me
nudo a posteriori— los procesos identificadores y asimilacionistas, jus
tificando la reducción de lo diferente p o r la llegada dé lo que está con
cebido com o La razón identificada a La verdad del m undo. Lewis
Henry Morgan, fundador de la antropología social, reinsertará la di
versidad de las formas sociales en el marco de una unidad temporal,
apoyándose en los descubrimientos, entonces recientes, de la arqueo
logía y de la prehistoria. En este sentido, influenciará enorm em ente a
Engels para la redacción de El origen de lafamilia, de lapropiedady del Es
tado (1884). Para M organ, el desarrollo de las formas sociales daría lu
gar a una progresión jerarquizada en el sentido de una com plejidad
creciente, en la que las formaciones sociales se organizan en prim er lu
gar según el parentesco para evolucionar hacia sistemas regidos por lo
político5.
Existe durante el siglo xix una tentativa para coleccionar y com
prender el m undo, para reducir su aparente diversidad a un orden úni
co de clasificaciones más o m enos dom inadas por la idea del evolu
cionismo. Todavía no se había logrado sobrepasar los imperativos de
aquellas ambiciones que estructuran m uy a m enudo las certezas tec
nológicas de hoy en día. La idea de desarrollo ha reem plazado simple
mente a la de progreso que inundaba el siglo xix. En cualquier caso, y
sin duda desencadenada por el expansionismo unificador del tiem po,
los pioneros del cine y de la etnografía vivían anim ados por una espe
cie de obsesión por el inventario, que se articulaba sobre el m odelo de
las ciencias naturales, y apoyaron su proyecto de com prensión totali
taria del m undo en el refinamiento de las técnicas instrum entales pro
ducidas sobre todo gracias al auge de la química, de la óptica y de la
mecánica.
El Occidente del siglo xix vivía una especie de capacidad «natural»,
supuestamente sin límites, para la exploración del m undo y la definición
de su sentido. Dicha capacidad parecía evidente e incluso necesaria: se
trataba de la famosa «obligación del hom bre blanco», responsabilidad
que se otorgaba a sí mismo de guiar por los caminos de su propia civili
zación a todas las sociedades del planeta... Tras la intolerancia y la diver
tida extrañeza de los siglos precedentes, el descubrimiento irremediable
de la diversidad del m undo impuso la puesta a punto de m étodos de re
ducción de la diferencia, de integración en un mismo esquema de desa
rrollo de las especies y de las sociedades. El Progreso permitía conservar
la idea de una unicidad última de la Civilización, reconociendo que la
diferencia no es más que la distancia, ya sea espacial o temporal.
c :5 Cfr., sobre todo, Lewis Henry M organ, Ancient Society or Researches in the Lines o f
H um an frogressfrom SavagelyThrough Barbarism to Civilisation, N u eva York, H olt, 1877.
Se trataba de un período de multiplicación y de sofisticación de los
instrum entos de m edida y de observación en todos los cam pos y del
triunfo del m étodo experimental: aseguraba la validez de su m étodo
gracias a la calidad de su instrum entación que, en un m ism o m ovi
m iento, afirmaba y confirmaba la realidad de sus objetos. Es, según se
creía, una objetivación de la mirada analítica.
El carácter «objetivo» de la ciencia se basaba en la utilización de
instrum entos de m edida: su materialidad eliminaría la subjetividad de
la observación hum ana, limitada por la imprecisión de sus sentidos. Se
justificaba así no solam ente la necesidad del descubrim iento, sino la fi
nalidad «civilizadora» de la exploración del m undo, cuando no de su
conquista. A partir del Renacimiento, el tipo de razón desarrollada por
la reflexión occidental se identificó con el orden del m undo. Los p o
seedores de la racionalidad científica exploradora y predictiva trabaja
rían para volver la configuración de las sociedades hum anas conform e
a la lógica universal: su integración quedaría asegurada gracias a su ade
cuación formal, que las vuelve inteligibles.
La constitución y el establecimiento de los Estados europeos m o
dernos, configurados durante el siglo xix, serían legitimados por una
experim entación de sus formaciones sociales: la confirm ación vendrá,
una vez logrados su asentam iento y su estabilización interiores, de una
confrontación histórica con espacios exteriores que, terminadas la con
quista y luego la ocupación, mostrarán su eficacia y su pertinencia. La
colonización y la expansión política validaron lo que sería la objetiva
necesidad de una expansión económica: el crecimiento de la produc
ción, la am pliación de los mercados de venta y la apropiación sistemá
tica de las fuentes de materias primas y de energía. La eficacia de las ci
vilizaciones industriales se convirtió en el criterio de verdad que daría
cuentas de la adecuación de su funcionam iento con una verdad del
m undo. Su poder, dem ostrado y consecuente, y su dom inación serían
no solam ente legítimos, sino necesarios para extender a todo el plane
ta el beneficio de una identificación así. La segunda m itad del siglo xix
vio, por lo tanto, de qué manera se formulaban ideologías políticas en-
globadoras, que prestaban un valor de perfección a las formas estatales
concretas, que ocuparon a partir de entonces espacios que se buscaba
hom ogeneizar o más bien integrar desde los puntos de vista estructu
ral, económ ico, social, político y cultural.
Europa se encontraba en una situación paradójica: la certeza de su
m isión «civilizadora» se basaba en la dem ostración de su eficacia cien
tífica y, p or lo tanto, ,en una cierta unidad racional del m undo, m ien
tras que su expansionismo desvelaba y ponía en evidencia la extraordi
naria diversidad de los m undos que exploraba. Lá homogeneidad ideológi
ca intencional del m u n d o se confrontaba a la diversidad persistente, tes
taruda, incluso opuesta, de los hechos y de las situaciones. Se enfren
taría a la necesidad de este recorrido de advenim iento de la Razón que
describe la fenom enología de Hegel, para realizar históricam ente su
esencia de Civilización universal haciendo que el m undo acceda á su
ser... Es ésta una de las claves de la m ultiplicación de los procedim ien
tos inventoriales desarrollados en esta época: se acum ularon las «cu
riosidades» y los «exotismos» del planeta para m ejor medirlos con la
vara de m edir de la norm alidad histórica occidental.
2. E xplo r a n d o la a l t e r id a d d e l m u n d o
3. C a p t a n d o el m o v im ie n t o :de s u c a p t a c ió n a s u r e s t a u r a c ió n
l. P r im e r a s p e l íc u l a s e t n o g r á f ic a s so bre el t e r r e n o : A lfred
Los m undos lejanos ofrecían, durante todavía algún tiem po, las
imágenes dispersas de sociedades llegadas, según se creía, a diferentes
estadios de la evolución general de la especie. El «primitivo» o el «sal
vaje», cuando no el «bárbaro», se convertían en objetos concretos de
observación en sí mismos y ya no solamente a través de los artefactos
de su producción. La noción de «etnología de urgencia» aún no había
nacido (será necesario esperar hasta la m itad del siglo XX para denom i
nar así a esta empresa de preservación de las imágenes, y no de los hom
bres), pero la actitud y su práctica buscaban ya la conservación de las
huellas, conm ovedoras, de lo que habría sido, se creía, la hum anidad
en la fragilidad de su amanecer.
Los cineastas prosiguieron e incluso desarrollaron esta búsqueda.
En cuanto a los antropólogos profesionales, casi no siguieron en Fran
cia el ejemplo de Regnault y de Azoulay. Por el contrario, en Alemania
y en Inglaterra las expediciones etnográficas se equiparon de materiales
de filmación. En 1898, entre el océano Pacífico y el océano Indico, Al
fred C ort H addon, que en principio era zoólogo, em prendió en las is
las del estrecho de Torres, entre Australia y Nueva Guinea, una recogi
da sistemática de todos los aspectos de la-vida social, material y
religiosa. La expedición, bajo elpatrocinio de la Universidad de C am
bridge, contaba con dos antropólogos cuya im portancia será decisiva
para la disciplina: C . G. Seligman influenciaría en particular los traba
jos de Malinowski y W. H. River desarrollaría durante esta m isión un
m étodo, todavía utilizado, para la transcripción de los sistemas de pa
rentesco. La antropología social sería definitivamente institucionaliza
da e n .Cambridge, <en Oxford y en la L ondon School o f Economics
gracias a estos ilustres pioneros. La expedición filmó diversas películas,
las primeras realizaciones etnográficas sobre el terreno, obtenidas con
una cámara Lumière manejada por un operador profesional. A-pesar
de las dificultades de conservación, se .conservan de esta ■filmación
inaugural cuatro breves cortometrajes -(en total poco más de dos mi
nutos), que representan tres danzas masculinas aborígenes y la fabrica
ción m anual de fuego p o r rotación, entre ambas manos, de un palo si:
tuado sobre ramitas secas. Este últim o asunto se convirtió en uno de
los temas clásicos de las películas etnográficas: las imágenes que repre
sentan las maneras de «prender fuego» son innumerables. La expedi
ción estaba igualmente equipada con aparatos de grabación sonora so
bre cilindro de cera y de aparatos fotográficos. Los resultados de esta
encuesta colectiva fueron publicados utilizando ampliam ente los da
tos audiovisuales obtenidos1.
Al establecer las bases de los m étodos de encuesta en antropología,
esta expedición divulgó am pliam ente la fama de H addon entre la m a
yor parte de los investigadores deseosos de ir sobre el terreno. En 1901
Walter Baldwin Spencer, aconsejado por C ort H addon, fue con Frank
Gillen a filmar a los aranda de Australia. Spencer, que era botánico y
zoólogo en Oxford, donde había sido el alum no de Tylor, clasificó la
inm ensa colección etnográfica legada a la universidad por el general
Pitt-Rivers. D estinado a la universidad australiana de M elbourne, se en
contró en Australia central con un controlador de correos, Frank J.
Gillen, apasionado de las lenguas de los aborígenes de la región, los
aranda. Am bos hom bres se hicieron m uy amigos y continuaron una
investigación larga y profunda, de la que publicaron los resultados
en 18992. En esta ocasión, Spencer se encontró con C ort Haddon,
quien le aconsejó que se equipara con material fotográfico y cinemato
gráfico. Spencer y Gillen continuaron durante treinta años sus investi
gaciones entre los aborígenes australianos y realizaron dos series de pe
lículas, una en 1901 en Australia Central, con los aranda, y la otra en
Australia del Norte, en 19123. Rodaron cerca de dos mil metros de pe
lícula, es decir más de una hora de proyección, relativa principalmente
a las ceremonias. H oy en día, el acceso a estas películas, a m enudo da
ñadas pero todavía visibles, sigue siendo bastante limitado debido a ra
2. In f o r m a n d o a la s e l it e s : A l b e r t K a h n
y lo s A r c h iv o s d e l P la n eta
8 Cfr. Los d ocu m en tos publicados por el m useo departamental Albert Kahn, bajo la
dirección de Jeanne Beausoleil, en particular el Panorama des collections, 1990.
9 A estas películas rodadas por los operadores de Kahn es preciso añadir un p oco
m enos de diecisiete mil m etros com prados a las sociedades G aum ont y Pathé para co m
pletar la colección de los Archivos del Planeta.
10 Los herm anos Lumière, trabajando a partir de una idea emitida en 1868 por Louis
D u cos du H auron, pusieron a p u n to en 1904 un procedim iento de fotografía en color
sobre placa de vidrio.
nunca la mayoría de las veces; cuando los hom bres de la imagen no es
taban con el propio Jean Bruhnes, estaban solos sobre el terreno, guia
dos p o r su sensibilidad y por su inteligencia a través de las realidades
locales de la pertinencia de algunos asuntos. Las fichas de identifica
ción para los docum entos obtenidos que debían hacerse a m enudo no
fueron rellenadas. El m étodo que sugería Jean Bruhnes para sistemati
zar las formas de imagen y asegurar la identificación m ediante un co
mentario escrito, buscaba u n verdadero inventario de la superficie
habitada y acondicionada del globo. El proyecto, de una intención en
ciclopédica, se centró durante la Primera Guerra M undial en los en
frentamientos militares y en sus consecuencias. Se desarrolló después
de 1918 en el plano propiam ente cinematográfico, siempre en la pers
pectiva, ésencial para Albert Kahn y sus consejeros, de preparar el por
venir inform ando a los decididores. N o obstante, el inventario perm a
neció inacabado y los últim os docum entos fueron llevados a cabo en
Francia y en Túnez en 1971: la empresa no pudo ser continuada tras la
ruina económica de su iniciador, cuya fortuna no resistió las conse
cuencias de la crisis económica mundial.
A través de esta experiencia ejemplar se com prende que la atención
de la gente del cinematógrafo se centraba en los marcos y en las con
diciones de transform ación generalizadas, de las que aquella época to
maba entonces conciencia. Lo que se distingue y se identifica, lo que
se convierte en lugar de referencia de observación, al m ism o tiem po
que en m odelo de una interpretación inform ada, es la m odernidad
que acompaña al gran despliegue tecnológico de estos decenios: se
basa sobre todo en una concepción dinámica que hace estallar la esta
bilidad aparente de los objetos y de las formas percibidas y los pone en
perspectiva de advenim iento, de acabamiento.
FLA C 5 0 - Biblioteca
C a p ítu lo 3
1. C u e s t io n e s d e e s p a c io y d e t ie m p o
17GiIlésiÍD’é leúzé,
los primeros grandes teóricos del cine, Béla Balázs, para quien el tra
bajo de construcción cinematográfica era una interpretación de lo que
da a ver a través de la sucesión organizada de las imágenes. Bajo la for
ma del prim er plano, un rostro, desprendido de su entorno, nos ofre
ce una expresión significativa en sí misma, directamente: «...la expre
sión de una cara aislada es un todo inteligible por sí mismo, no tene
mos nada que añadir con el pensam iento ni con el espacio ni el
tiempo... Vemos con nuestros ojos una cosa que no existe en el espa
cio. Los sentim ientos, los estados de ánim o, las intenciones, los pensa
m ientos no son cosas espaciales, aunque estuvieran indicados mil ve
ces, p o r signos espaciales»2.
N o obstante, nuestra perspectiva no se encuentra en el interior de
una representación y de una creación imagética de ficcción. Para no
perm anecer en un simple psicologismo, conviene situar el efecto en un
entorno que defina a la vez su expresividad y su inteligibilidad. No nos
preocuparem os p o r lo tanto de los medios puestos en marcha para dar
al sentim iento su coloración cultural específica, al mismo tiem po que
para señalar los lugares socialmente definidos de sus manifestaciones.
Nuestra interrogación tratará sobre los procedim ientos que perm iten
contextualizar la em oción com o instrum ento de com unicación de len
guaje, y no com o reacción individual, eventualm ente identificable en
un catálogo universal al que le han dado forma los especialistas de lo
«mental». Aquí, tam bién, consideramos el cam po imagético com o lu
gar de experim entación instrum ental que desemboca en una verdade
ra investigación epistemológica.
Estas aseveraciones, furtivas, fragmentarias, rom pen un poco el
enunciado de los hechos pero buscan descifrar su apariencia: las reto
maremos y las com pletarem os a lo largo de nuestro recorrido. El cine
se inventa y se produce en un espacio renovado del que traduce la re
consideración y quizá la reconstrucción. Vemos que la antropología se
lo apropia de inm ediato: está en sincronía con una problemática pare
cida a la observación, a la preservación y a la com prensión de esta re
lación paradójica y sin cesar reencontrada entre lo universal y lo parti
cular, entre el yo y el otro. En consecuencia, las modalidades de ejerci
cio, el uso antropológico del cine y del hecho, cinematográfico
deberían de ilum inar el recorrido en sí m ismo, precisando las condi
ciones que se adaptarían a la finalidad de sus usuarios.
Sin embargo, sería necesario preguntarse por qué, a pesar de la ten
,.. 2 Béla Balázs, Elfilm . Evolución y esencia de un arte nuevo, Barcelona, G ustavo Gili,
1978.
tativa inacabada de Albert Kahn, el plan propuesto por Regnault de
una exploración sistemática de las sociedades hum anas m edíante la
grabación sonora y cinematográfica no fue seguido, al m enos en Fran
cia. La única empresa en dicho sentido tuvo lugar en Alemania y fue
la del Institut fiir des Wissenschaftlichen de Gòttingen, que evocare
mos más adelante. De hecho, hoy en día sería m enos evidente identi
ficar lo que podría o no debería «convertir a la etnografia en una cien
cia precisa», tal com o lo deseaban estos pioneros de la descripción ci
nematográfica de los hechos reales. N o obstante, trataremos de dar
cuentas de las experimentaciones que fueron grabadas y de los ensayos
de observaciones sistemáticas que fueron intentados. A partir de tales
experiencias, pondrem os en entredicho el propio concepto de ciencia
precisa.
2. C u r i o s i d a d e s , r e c o n s t i t u c i o n e s , f i c c i o n e s :
LO REAL PUESTO EN ENTREDICHO
Desde los primeros tiempos, las cuestiones que todavía nos preo
cupan hoy fueron ya planteadas en lo esencial: la exposición de un
programa de cotejamiento y de desarrollo de las prácticas instrum en
tales confrontarán a los cineastas lanzados a la captación de la diversi
dad del m undo con los mismos cuestionam ientos que enunciarán los
antropólogos. Los inventores del cine trataron de diversificar la utiliza
ción de sus técnicas mientras que se adaptaban y com pletaban la co
lección a m edida que iban surgiendo las nuevas situaciones que explo
ran. Sobre todo, el recorrido de los lugares de utilización les hacía cap
tar una especie de caleidoscopio del m undo: los operadores de los
hermanos Lumière buscaron los acontecim ientos y las curiosidades del
planeta con una misión clara: «Abrir sus objetivos al m undo»3. Inven
taron así la película docum ental. En esta perspectiva de dar cuenta del
m undo, pero tam bién de hacerlo accesible por todos los medios, fil
m aron en Lyon, en el marco de una exposición que allí tuvo lugar en el
mes de julio de 1897, u n poblado «Ashanti»4 reconstituido a tal efecto.
El realismo cinematográfico no se molestaba m ucho por la cuestión de
Griffith) son las que tienen por marco esos m un d os «exóticos» a los que se consagraba
la etnografía hasta el principio de la Segunda Guerra M undial. El título de la obra es una
referencia implícita a la película h oy célebre de los realizadores-antropólogos australia
nos Bob Ç on n olly y R obin Anderson, First Contact, realizada en 1982 y de la que ha
blarem os más adelante.
Según ;H uguette1:Marquand Ferreux, lo que ella llama la escuda prim itiva del. cine
«desde 1896../.pscila.entreja. realidad naturalista y las posibilidades mágicas del aparato
d e . tom a de .imágenes.,.», (museo ddcin e Henri Langlois, París, Maeght-La C iném athèque
française).,.
inglés es salvado de la m uerte por una princesa, que se casa con él y lo
hace aceptar p or la sociedad maorí: la historia permitía observar dife
rentes aspectos de la vida y la tierra y, por supuesto, danzas e impre
sionantes canoas de guerra9.
U na mejora de las técnicas, sobre todo el aum ento de sensibilidad
de las películas, facilitó los rodajes exteriores y en directo. En Estados
Unidos aparecieron los periódicos filmados en 1905 y, en Francia, la
Pathé Frères intentó las actualidades realizando y distribuyendo breves
cortometrajes, rodados en 35 m m , sobre asuntos diversos a través del
m undo. Dos años más tarde, Pathé se- especializó en este terreno,
creando el Pathé-Joumal, que dio su nom bre en 1908 a una sala de cine
en París donde sólo se proyectaban actualidades.
Las primeras curiosidades ya habían sido superadas, aparecieron
los límites del exotismo y la puesta en entredicho de la diferencia emer
gió de estas imágenes singulares que abrían a todos los viajes y trans
gredían, a pesar de la objetividad que aún parecían poseer, las reglas
más elementales de la percepción, del tiem po y del movimiento. En
nuestros días estas imágenes todavía intrigan y, por otros medios, per
turban nuestras certezas locales, desplazan las coordinadas de nuestros
sentidos: ante nuestros ojos surge lo que parece una m áquina milagro
sa- que rem onta el tiem po y que fuerza a una reflexión más allá de las
nostalgias. C o n delicia, es decir, con el sentim iento a la vez culpable y
feliz de infringir alguna prohibición, de transgredir las leyes de la dis
creción, abrimos los cofres de recuerdos íntim os, de cartas conserva
das, percepción inesperada de una experiencia pasada, juventud ya
eterna de nuestros antepasados, captados por la imagen fílmica en el
instante fugitivo de sus cuerpos, de sus gestos, de sus palabras.
Desplazam ientos en el espacio para los espectadores de los princi
pios del cine, que viajaban inmóviles a través de las curiosidades de un
m undo convertido en algo cap table, desplazamientos en el tiem po
para nuestra mirada de hoy, que descubre la vivacidad, pero también
la intim idad de eso que, hasta entonces, sólo aparecía en el marco con
trolado de la historia escrita y de la literatura. Estas memorias anima
das a través del m ovim iento, del espacio, del cuerpo, del sonido y más
tarde del color, dan a las vidas antiguas una tridimensionalidad que las
convierte en objetos concretos y en personajes vivos a pesar y más allá
de la term inación individual de sus historias. Los relatos construidos
3. E l c h o q u e d e l a s i m á g e n e s y l a c u e s t i ó n d e l s e n t i d o
10 Se atribuye la in ven ción del travelling a u n o de los tres primeros operadores Lu-
miére, Albert Promio, que había film ado el Gran Canal durante un paseo en góndola.
N o obstante, el travelling de Picadilly Circus es la primera utilización significante de esta
forma de expresión imagética.
En tom o a George Albert Smith, a James W illiamson y al inventor
William Friese-Greene, se constituyó lo que se ha denom inado Escuela
de Brighton11. En 1889, Friese-Greene anim ó imágenes sucesivas de
Hyde Park a un ritmo de diez imágenes por segundo. Williamson fue el
autor en 1900 de una actualidad reconstituida, cuyo relato dramatizó, ha
ciendo así una especie de bosquejo de película de aventuras. Se trata de
un episodio de la guerra de los Boxers que tituló: Ataque de una misión en
China. Los Boxers atacan una misión, m atan al pastor y su mujer pide
ayuda a los marinos británicos, al m ando de un oficial a caballo que sal
va por los pelos a la hija del pastor, que estaba a punto de ser raptada por
los bandidos. Se trata del primer relato cinematográfico. Esta narración
de un hecho real plantea de entrada el problema de una transcripción
cognitiva. Smith había aplicado el prim er principio, ya utilizado en foto
grafía, de la sobreimpresión. Más tarde, hizo alternar primeros planos
con planos generales en el interior de una misma escena, descubriendo
así el principio del montaje. Los realizadores ingleses rodaban al aire li
bre, lo que les permitía multiplicar las escenas sin recurrir a numerosos
decorados. Esto los llevó a reflexionar sobre una articulación narrativa es
pecífica, mientras que al mismo tiempo Mélíés, con una cámara fija, ro
daba en un escenario donde los actores entraban y salían, contentándo
se con utilizar en el cine los principios de la puesta en escena teatral.
C on ellos, la cámara se pone en m ovim iento y el m ontaje cinem a
tográfico adquiere una forma más expresiva: se inventan y se organi
zan planos con encuadres diferentes, cuya articulación y cuya longitud
com ienzan a expresar algo. Primer plano, planos americanos, planos
generales se suceden, la elipsis hace su aparición y las acciones son
mostradas en su sim ultaneidad y no únicam ente de m anera lineal12. La
narración cinematográfica adquiere una autonom ía, tom a conciencia
de sí misma, planteando rápidam ente la cuestión de la intención sig
nificante y la de las m odalidades analíticas de la observación. Ya se tra
te de un relato de ficción o de la descripción significativa de una situa
J1 Así llamada en nom bre de la estación balnearia británica d on d e estos cineastas ha
bían creado el Hove Camera Club.
¡‘r 12 La in ven ción del m ontaje está ligada a la liberación de los m ovim ien tos de la cá
mara y a la ruptura de la temporalidad propia de los relatos teatrales y literarios. La si
tuación fija de la cámara de M éliés le im pidió com prender el m ontaje y, por lo tanto, el
tiem po. R ecordem os la anécdota del Voyage a travers l'impossible (1904): en una primera
escena, u n os viajeros salen de un vagón cuando el tren se para. La escena siguiente m ues
tra una m ultitud que espera en el andén al tren que entra en la estación y se para: los via
jeros qu eya han descendido del tren ca parado en el p lan o precedente, descienden una se
gunda vez del vagón...
ción real, la cuestión de la transferencia de significado sigue siendo la
misma y plantea una triple pregunta al sentido: ¿cuál es para los pro
tagonistas de la propia situación, cuál es la percepción del cineasta y,
por últim o, qué es lo que le llega al espectador?
Las primeras tentativas de una puesta en discurso de la imagen ci
nematográfica no em anaban, pues, de antropólogos, sino de cineastas.
Sus tentativas p or construir un lenguaje perm itirían convertir la antro
pología visual no solamente en una reflexión sobre la imagen, sino igual
mente, y ante todo, en un ejercicio imagético y en un procedim iento
cognitivo. Los cineastas «primitivos», preocupados por la realidad so
cial de su tiem po, p o r el descubrim iento del m undo y por la dinám ica
de los cambios que estaban sucediendo, contribuyeron am pliam ente a
la elaboración de un lenguaje cinematográfico específico que, por el
contrario, no aparecía de entrada en el conjunto de las realizaciones de
ficción. Estas se m ostraban más atentas a las convenciones del teatro y
de la literatura narrativa y a una expresividad gestual de los sentim ien
tos y de las relaciones, que a su transcripción m ediante la imagen pro
piam ente dicha. Sin duda se puede emitir la hipótesis de que la nece
sidad implicada en la acción real planteó en prim er lugar al cineasta la
cuestión ineludible de la narración fílmica: la dinám ica propia de lo
real lo forzó a encontrar el lenguajé de una transcripción imagética sus
ceptible de mostrarla. El lenguaje cinematográfico, en su calidad de
lenguaje, habría nacido ante todo de la exigencia docum ental y no de
la com posición de una ficción.
En cuanto a la elaboración fílmica del Sentido, a partir de las expe
riencias de Brighton, se utilizaron los dos m odos de m ontaje esencia
les hasta el presente: el m ontaje-narración y el montaje-afecto. El m on
taje-narración pone en un orden, lógico o cronológico, planos que for
m an secuencias que son las fases cuya articulación cuenta una historia.
Los acontecim ientos m ostrados de una cierta m anera perm iten orga
nizar una dramaturgia a través de la cual el espectador com prenderá la
acción y sus m otivaciones hum anas y sociológicas, el conjunto de cau
sas y efectos, de casualidades y de suposiciones que constituyen la tra
m a de un relato. El montaje-afecto no tiene por finalidad el hacer in
teligible el desarrollo de una historia, sino el producir en el espectador
un efecto específico. La relación establecida por el choque de las imá
genes y de los encuadres, entre los m ovim ientos, los climas, las luces,
los colores o los sonidos, debe de im presionar al espectador, transmi
tirle y hacerle sentir emociones, provocar en él sentim ientos que lo im
pliquen en el desarrollo cinematográfico. Aquí, el m ontaje no busca
tanto hacer olvidar la artificialidad de la proyección cinematográfica
cuanto m ostrar la realidad dramática de una imagen en el interior de la
cual el espectador sería conducido; por el contrario, puede dar lugar a
una ruptura, a la aparición de reacciones afectivas producidas por una
confrontación visible y sentida com o tal, con las imágenes propuestas.
Adhesión o rechazo, se trata de provocar el interés del espectador con
respecto a los datos de una situación y de sus protagonistas, un movi
m iento de im plicación que no sea solamente una curiosidad ligada a
las peripecias de la historia, sino una apertura a las diferentes condi
ciones y a la expresión sensible de los agentes de la situación durante
su establecimiento y su desarrollo.
A partir de los descubrimientos ingleses, David Wark Griffith
(1875-1948) hizo avanzar de m anera decisiva el lenguaje cinematográ
fico en los EE.UU., utilizando la dramatización del prim er plano y del
campo-contracam po (For Love o f Gold, 1908) y explotando el montaje-
afecto con planos cuya sucesión hacía sentir al espectador la angustia
y la tristeza de los amantes separados: los rostros en prim er plano de
los enamorados, situados en lugares diferentes, se alternan con rapidez.
Se sugiere así la com unión de sentim ientos y ya no la continuidad de
una historia o el desplazam iento en el espacio (AjierMany Years, 1908).
Griffith trabajó las representaciones del espacio y de la duración, ge
neralizando sobre todo el m ontaje en paralelo experim entado en The
Birth ofa Nation [Nacimiento de una nación, 1914] y desarrollado sobre
todo en Intolerance [Intolerancia, 1916], Este cine está aparentemente le
jos de las preocupaciones estrictamente antropológicas13. Sin embargo,
aparte de las posiciones racistas y demasiado explícitas en favor de los
sudistas, se trata de una obra consagrada a elucidar los com ponentes
de la nación estadounidense. Se puede incluso encontrar en Intoleran
cia una especie de com paratism o intercultural y transhistórico, que p o
dría ser reconsiderado desde un punto de vista etnológico. Tres episo
dios principales m ezclan acciones, lugares y tiem po. La madrey la ley es
la historia, sacada de u n hecho real, de u n joven acusado de asesinato
y salvado una hora antes de su ejecución por la confesión de la mujer
abandonada p o r el héroe. La noche de San Bartolomé muestra a una jo
ven pareja protestante que llega a París en el m om ento en que Catali
na de Médicis arrastra al rey Carlos IX a la masacre de los protestantes
13 Pierre L. Jordan (op. cit., págs. 176-279 y 188-191) integra cinco películas de Grif
fith en sus «primeros contactos»: Cóm ala; The Sioux; The Redman’s View; The Female o f the
Species; The Primitive M an. Se trata de películas de ficción, pero las tres primeras utilizan
el entorno am erindio y la últim a es una «com edia psicológica basada en la teoría darwi-
niana de la ev olu ción del hombre».
franceses, lo cual acabará con los desgraciados jóvenes. Por últim o, La
caída de Babilonia describe la tom a de Babilonia en el año 539 a.C. por
las tropas del rey Ciro. U na breve evocación de la Pasión de Cristo está
mezclada en estos tres episodios. Sin duda no sería algo im posible ha
cer hoy una lectura new age de esta película... En cualquier caso, inau
guraba investigaciones para plasmar la experiencia de situaciones an
cladas en la historia y en la realidad social.
Por el contrario, desde sus principios y durante largos años, el cine
estrictamente etnográfico se preocupó bastante poco de las formas de
una expresión de lo real por parte de la imagen y no trató de sobrepa
sar la ilusión verista de una objetivación instrum ental y científica. Más
allá de la reunión de hechos en la que la empresa cinematográfica se
encerró durante largo tiem po, es preciso buscar en la historia del cine
las fuentes de un enfoque antropológico, hoy en día dedicado a eluci
dar y a transcribir diferentes maneras de pensar, de ver y de sentir.
Las teorías de m ontaje elaboradas desde el principio del siglo xx
son teorías del m étodo y del conocim iento aplicadas al descubrimien
tos del hom bre en sus relaciones con el m undo y consigo mismo. Su
recuerdo, evocando a quienes generalmente se considera com o los «pa
dres fundadores» de un cierto cine de lo real y, por lo tanto, del cine
etnográfico, permitirá mostrar mejor lo que entendem os por produc
ción de conocim iento a través de un proceso imagético en antropolo
gía. Encontrarem os.aquí los primeros elementos de una respuesta a la
cuestión central planteada por los antropólogos clásicos que, al consi
derar que la empresa audiovisual es com o m ucho sólo una ilustración
y, eventualmente, una simple vulgarización de un discurso científico
reservado, ponen en duda la capacidad de la empresa imagética para
«producir conceptos» y, por lo tanto, para producir saber.
La limitación im puesta inicialmente al cinematógrafo por la au
sencia de sonido empujaba a una reflexión que tratara de resolver la
.cuestión de la expresión de los contenidos del discurso. D ado que el
intercambio verbal estaba reducido a los gestos y que la inteligencia de
las relaciones debía inscribirse en el m ovim iento y en el espacio, la ta
rea de la expresión y de los sentim ientos fue confiada a la articulación
de los planos. No es de extrañar, pues, que la primera teoría conse
cuente y explícita del montaje, la de Dziga Vertov, sea contem poránea
de la experiencia del cineasta ruso Lev Kulechov14, que buscaba m os
o de fabricar un espacio imaginario, p o n ien d o juntos elem en tos tom ados de fuentes dis
tintas. Partidario del m ontaje co m o Vertov, se op u so, n o obstante, a este ú ltim o, preco
nizando una exageración de la puesta en escena, mientras que Vertov exigía la desapari
ción de ésta.
captar la totalidad de lo real, de la vida en su dinám ica y en: sus diver
sidades, com binando un deseo acuciante de apropiación y de dar for
ma-a todo el planeta. La coartada científica validaba el p u n to de vista
y reforzaba su privilegio. En este sentido, y a título de ejemplo, no se
debió a la casualidad el que una de las grandes com pañías inglesas fue
se creada a principios de siglo por Charles U rban15, prom otor a la vez
del cine científico y del cine de reportaje: quería poner el m undo ante
los ojos de los espectadores, lo cual era el objetivo perseguido por los
herm anos Lumière, por los herm anos Pathé o por Albert Kahn.
l . D e s c r ip c ió n , e x p l o r a c i ó n , p a s o a l o i m a g i n a r i o ...
2. H a c ia l a e t n o fic c ió N : E d w a r d S. C u r tís
Desde los primeros años fueron apareciendo los elem entos del de
bate sobre las relaciones entre la realidad y la ficción. El cine se despe
gó poco a poco de su p u n to de partida «realista». Los magos de la im a
gen dejaron de lado un inventario sin fin de lo real para explorar lo
imaginario y transcribir los trastornos lógicos del sueño. Méliés descu
brió el trucaje, con lo que el espacio, ya franqueado sobre la tierra, no
fue un im pedim ento para saltar hacía los astros. Sin duda n o se debe
al azar si, entre las ilusiones de la ficción de Viaje a la luna y el horror
seco y docum ental de La ejecución de un bandido en Pekín apareció el pro
yecto ya m encionado de documentales novelados, puesto en marcha p o r
Gastón Méliés. Por desgracia estos docum entales, realizados en el Pa
cífico, se han perdido, pero la idea de una organizaciónficticia de la reali
dad y a estabaformulada: fue entre 1912 y 1913.
Desde un pu n to de vista más antropológico, un fotógrafo estadou
nidense, Edward S. Curtis, elaboró una m onum ental descripción foto
gráfica de las sociedades amerindias. Rodó algunas imágenes entre los
indios navajo (1906) y entre los hopi de Arizona (1912). Tras diversas
estancias en la Colom bia Británica, consideró que los kwakiutl eran los
últim os indios que habían conservado un hábitat con todas las carac
terísticas de la «vida primitiva», que su mitología y sus tradiciones eran
'^rñfiyjneás?que practicaban rituales complejos y altam ente dramatiza-
'-’dosfique' sus mástiles totém icos eran im presionantes y estaban magní-
ífiéámeñté esculpidos. Observó, por últim o, que los- kwakiütl--poseían
'canoas de guerra gigantescas, espléndidam ente construidas y adorna
das2. Todas las condiciones, pues, estaban reunidas aquí para:realizar
úna película que mostrase dicha sociedad en su originalidad y en sus
particularismos, con un carácter espectacular justificado por los ele
m entos todavía vivos de su cultura. Curtis realizó entonces una pelí
cula de ficción que pone en imágenes una historia de am or dramático
cuyo tema, calcado de la historia de Romeo y Julieta, evoca los amores
contrariados de dos jóvenes que pertenecen a clanes irrem ediablem en
te enemigos.
La película sirvió para que los kwakiütl reconstituyesen su pasado,
puesto que en el m om ento del rodaje buena parte de las costumbres y
de los objetos m ostrados ya no estaban en uso, en especial las im pre
sionantes canoas de guerra, ln tbe Land o f the Head Hunters (1912) pone
pues en escena estas famosas canoas y los kwakiütl interpretan de bue
na gana en el marco material reapropiado de su propia historia. Esta
tentativa puede al m enos ser considerada com o una experiencia :de
conservación, de capacidad tecnológica, incluso si, por otra parte, los
recursos del guión reflejaban bastante poco los com portam ientos y los
sistemas de pensam iento amerindios. No obstante, se trata del prim er
intento de reactivación, del que se podrán encontrar más tarde num e
rosos ejemplos, a m enudo marcados por anacronism os o por nostal
gias edénicas.
Esta empresa de preservación de los saberes fue singularmente
com pletada durante la propia historia de la película. En efecto, tras ha
ber desaparecido, la película de Curtis fue encontrada de nuevo 30
años más tarde por el director del departam ento de Tecnología del
Field M useum de Chicago. Se trataba, claro, de una copia de nitrato,
peligrosa por lo inflamable. En los años sesenta, una copia fue restau
rada y proyectada en el lugar del rodaje. Los kwakiütl se pusieron a can
tar ante las imágenes proyectadas. Los cantos y la música de los ritua
les fueron filmados y grabados y la película fue trasladada a una copia
de 16 m m , doblando una imagen de cada dos para obtener una pro
yección de 24 imágenes por segundo én lugar de las 16 imágenes por
segundo de la película original: de esta manera el sonido pudo ser post-
sincronizado con la imagen. U n nuevo m ontaje de la película eliminó
3. U n a e t n o g r a f í a f i l m a d a p a r a e l n a c i m i e n t o .d e u n a n a c i ó n :
LAS PELÍCULAS DEL COMANDANTE REIS EN BRASIL
4 Amilcar Botelho de Magalháes, Pelos Sertoes do Brasil [1930], Sao Paulo, C om panhia
Editorial Nacional, 1941, pág. 175 (traducción del autor).
Las magníficas imágenes de Reis se organizan en secuencias ligadas
por carteles que dan al m ismo tiem po indicaciones sobre el contenido
de las operaciones filmadas. La atención se dirige a las técnicas indias
y hay aquí un intento p o r indicar elem entos de situación. Más allá de
la intención general de dar al espectador brasileño una visión de los
amerindios en la pureza salvaje de una cultura todavía no m ancillada
por el contacto con Los blancos, algunos planos los m uestran a pesar
de todo vestidos con ropas ya ofrecidas por la C om isión R ondon. Un
plano muestra incluso a m iem bros de la C om isión m irando una dan
za. Retenemos sobre todo, aparte de la excepcional calidad de las imá
genes, el intento sensible p o r lograr un «montaje en el rodaje», es decir,
una concepción de la secuencia term inada durante la film ación del
acontecim iento. Thom as Reis disponía de un laboratorio sobre el te
rreno y revelaba sus películas mientras las iba realizando: este ir y ve
nir del lugar del rodaje al laboratorio le permitía conciliar su sensibili
dad con la dinámica de las situaciones e imbuirse él m ism o del ritm o
y de la sistemática de los acontecim ientos filmados. Así, procedía a
una incorporación de la naturaleza de las cosas y encontraba de manera
casi espontánea durante el rodaje la postura necesaria para el encade
nam iento y la fluidez narrativa de los planos. Había una especie de
prem onición de lo que llegaría a ser, cincuenta años más tarde, la cons
trucción exigente y específica de una sensibilidad intuitiva que cono
cemos bajo el nom bre de «antropología compartida», profunda fami
liaridad a la vez con el lugar, los personajes y los instrum entos de su
percepción, de la técnica y de su aprehensión. La ausencia de luz im
pedía filmar en el interior de las casas indias, esto es algo que deplora
ba Reis: percibía aquí, más allá de una simple falta de imagen, la de
form ación significativa de elem entos filmados que constituían u n a se
lección involuntaria.
Consciente de la ambigüedad de las representaciones de escenas
«exóticas», Reis quería escapar de lo que sentía — ya entonces— com o
la tentación de un cierto sensacionalismo: le inquietaba el gusto de un
público que, según él, buscaba reavivar sensibilidades un poco fatiga
das m irando escenas violentas y «bárbaras»5. C uando Seríóes de Matto
Grosso circuló p or las salas públicas, hubo com entarios indignados en
la prensa que denunciaban la «inmoralidad» de películas que m ostra
ban sin vergüenza indias e indios desnudos... Algunas proyecciones in
terrum pían incluso la continuidad de la película, m ediante un cartón
6 Cfr. Em ilie de Brigard, en Claudine de France (dir.), Pour une anthropologie visuelle,
París, Cahiers de l ’H om m e, 1979, págs. 27-28.
Antes de la guerra de 1914, casi todos los problem as fueron explo
rados a través de objetos-películas cuyo acceso hoy día sigue siendo
m uy reservado. Desde hace unos quince años asistimos a una progre
siva recuperación de estos archivos admirables, pero su disposición
está a m enudo som etida a dificultades que no son siempre de orden
técnico, ni incluso económ ico. Es posible que se trate de resistencias
intelectuales, de tomas de posición ideológicas, de condicionam ientos
sociológicos y psicológicos, reveladores de puntos de vista sobre la
imagen y de concepciones específicas en cuanto a la com prensión de
lo que es lo real. En cualquier caso, la instrum entación audiovisual,
desde su nacim iento, se vio confrontada a estos problemas que toda
vía hoy en día tratamos de resolver o al m enos de elucidar.
5. La s b a s e s d e u n a p e r s p e c t iv a e p is t e m o l ó g ic a
■ >“ Hasta hoy en día la pertenencia orgánica del M u seo del H om bre d e París al M u
seo de Historia Natural es una situación casi inatacable...
parativista, de la que Félix-Louis Regnault era el pope. La inteligencia
de una mirada renovada ponía a la disposición de su proyecto un apa
rato concebido para otras razones. De manera idèntica, las cámaras,
por ejemplo, no em pezaron a moverse cuando su peso se aligero, sino
cuando los operadores de los herm anos Lumière com prendieron que
ya no estaban practicando la pintura. Tal com o decía H enri Langlois,
el cuadro de M o n et La gare Saint Lazare prefigura L’Entrée d ’iin tram en
gare de la Ciotat, proyectado por primera vez al público del G rand Café,
en París, el 28 de diciembre de 1895. N o obstante, el acontecim iento
es de una naturaleza com pletam ente distinta al de la visión de un cua
dro, p or m uy poderoso que sea, o de una fotografia, por m uy evoca
dora y realista que sea: aquí está la razón de toda su im portancia.
C uando una cámara, situada en un tranvía, avanza p o r el muelle de Li
verpool, o cuando se abalanza hacia un vehículo enloquecido, ya no
se trata de la vida que.introducim os en el marco de una pantalla com o
en una pintura, sino que es la pantalla la que introduce mi m irada en
la vida. La puerta se abrió sobre los viajes donde se encuentran lo im a
ginario y lo real, sobre la posibilidad de un intercam bio antropológico
entre las sociedades, miradas compartidas sobre las diferencias recono
cidas, aceptables y sobre las convergencias señaladas y deseables. Ro-
bert-William Paul me obliga a mirar a través del ojo de una cámara en
loquecida, m etiéndom e con una carrera peligrosa en pleno Picadilly
Circus: ya no se trata de ser un simple espectador tranquilam ente ins
talado ante la pantalla-teatro de la cámara de Méliés.
El fenóm eno de la proyección cinematográfica adquiere toda su am
plitud y pasa de la transferencia de imagen a la transferencia de perso
nalidad cuando lo que yo recibo me hace salir de mí mismo. La en
cuesta se convierte igualmente en una búsqueda, cuyos resultados no
están necesariamente contenidos en una intención declarada ni en la
disposición m om entánea de sus miembros. El viaje ha com enzado
irremediablemente y ya no se podrá contentar con perseguir indefini
dam ente .una m aniobra unilateral de captación del otro: poco a poco,
nos desprenderemos de la univocidad de la mirada, del control de la
palabra y, finalmente, de la iniciativa del m ovim iento que concretiza-
ba un cierto orden de dom inación.
Algunos procedim ientos técnicos e instrumentales mejoraron de
forma considerable sin producir inm ediatam ente cambios en los m o
dos de aprehensión de lo real: a través de la puesta en relación de las
técnicas y de sus cotizaciones, es posible conducir un análisis crítico de
los conceptos utilizados y proceder a un desvelamiento de las deter
m inaciones biológicas bajo una exposición de dificultades operativas,
aparentem ente objetivas y supuestam ente independientes de los equi
pos materiales11. Así, la palabra le fue cedida a las poblaciones con las
que se trabajaba m ucho después de las grabaciones sincronizadas de
sonido y de imagen. Todo era ya posible, pero antes escuchamos sus
músicas, los ruidos de su entorno, las palabras de sus oraciones y de sus
cánticos, los sonidos de sus voces com o intercam bios indistintos de es
pecies diferentes. El sonido, desde que fue aceptado, dio a' lo real más
realismo, una especie de tercera dim ensión, una verosimilitud, pero no
hacía sino reforzar el punto de vista según el cual estas extrañas socie
dades lejanas participaban esencialmente de la naturaleza y m uy poco
de la cultura. Ú nicam ente nuestra mirada al distinguirlas, al ponerlas
en perspectiva dinám ica con la hum anidad, les hubiera devuelto una
parte de lo que sólo nos pertenecía a nosotros, la civilización. H abía en
esta tom a de imágenes forzadas a sonorizarse el m ism o pu n to de vista
que el de los antropólogos e historiadores, que durante m ucho tiem po
consideraron que las sociedades colonizadas y, en especial todo el con
tinente africano al sur del Sáhara, sólo entraron en la historia en el m o
m ento de su contacto con las sociedades europeas y, esencialmente,
con la colonización.
Fue necesario esperar todavía para que las palabras nos llegaran di
rectamente, sin ser prim ero interpretadas o comentadas, sin que en de
finitiva el sentido no les fuese dado por el observador-etnólogo, situa
do deliberadam ente fuera de las circunstancias de la etnologización,
dueño incontestado de un saber científico y supuestam ente capaz de
superar el carácter parcial de los enunciados autóctonos. La interpreta
ción y el paso por el tam iz de la razón occidental y de sus conceptos
universalistas parecían ser la única garantía de objetividad de un saber
auténtico. Pero se trata de puntos de vista y no de necesidades de la téc
nica. La prim acía acordada al com entario organizado por el realizador
afirmaba la preem inencia del texto sobre la imagen (el com entario
es, salvo excepciones, escrito antes de ser leído) en térm inos de
conocim iento y de determ inación del sentido y ahora igüalmente
el m onopolio del conocim iento y de la verdad de la interpretación
de la empresa dom inante blanca, prim ero colonial y después, «coope
rante».