Juan 10,22-28
Juan 10,22-28
Juan 10,22-28
Introducción
Juan empieza por darnos la fecha y el lugar de esta discusión.
La fecha
La fecha fue la fiesta de la Dedicación, la última que se fundó de las grandes fiestas judías.
Algunas veces se la llamaba la fiesta de las Luces. Su nombre hebreo es Januká. Esta fiesta
coincide con nuestra navidad
Hubo un rey de Siria llamado Antíoco Epífanes, que reinó de 175 a 164 a C. Estaba
enamorado de todo lo griego. Decidió eliminar la religión judía de una vez para siempre e
introducir en Palestina la vida, el pensamiento, la religión y los dioses griegos.
Al principio trató de hacerlo pacíficamente. Algunos judíos aceptaron las ideas y formas
nuevas, pero la mayoría se mostró resueltamente fiel a la fe ancestral.
En 170 a C. se produjo la terrible crisis. Ese año, Antíoco atacó a Jerusalén conquistándola.
Entre varios sucesos terribles (miles de muertes, etc y muchas prohibiciones). Los atrios del
templo fueron profanados; se convirtieron sus cámaras en prostíbulos; y, para colmo,
Antíoco llegó hasta a dedicar el gran altar de los holocaustos a Zeus y ofrecer varios
sacrificios a este dios griego
Fue entonces cuando Judas Macabeo y sus hermanos emprendieron su épica lucha por la
libertad. En 164 a C. se ganó la guerra definitivamente; y ese mismo año se limpió y
purificó el templo.
Entre otras cosas se reconstruyó el altar y se purifica el templo por tres días. Entonces para
conmemorar la purificación del templo se instituyó la fiesta de la Dedicación.
Pero, como ya hemos visto, aún tenía otro nombre: el de la fiesta de las Luces. Se
instalaban grandes iluminaciones en el templo, y también en todos los hogares. En la
ventana de todas las casas judías se ponían luces. El significado era como un recordatorio
de que la luz de la libertad había vuelto a brillar en Israel.
El lugar
Juan también nos menciona el lugar en que se produjo esta discusión: el pórtico de
Salomón.
La respuesta de Jesús fue que ya les había dicho Quién era. Es verdad que no lo había dicho
con todas sus letras
Pero hay algunas declaraciones o mensajes que no hay por qué utilizar palabras,
especialmente a una audiencia cualificada para percibirlos.
Las palabras de Jesús en primer lugar son sus obras: ellos eran grandes conocedores
de la escritura
Isaías: «Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se
destaparán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará de gozo la lengua del mudo»
(Isa_35:5-6 ).
Cada uno de los milagros de Jesús era una prueba de que había venido el esperado Mesías.
Las palabras y las obras de Jesús eran una demostración de que Él era el Ungido de Dios.
SVM: Pidamos a la virgen la gracia de nunca olvidarnos de lo que Jesús ha hecho y hace
por nosotros