Dios Liberador y Salvador
Dios Liberador y Salvador
Dios Liberador y Salvador
I. INTRODUCCIÓN
1
Cf. Benedicto XVI, Carta Enc. “Deus Caritas Est”, n.1
1
Israel fue arrancado de la dominación Egipcia con el paso del mar Rojo (cf.
Ex 14, 21-31)
Según Gen 50, 24s, José, al morir, mandó a sus hermanos que, cuando el
Señor los sacase de Egipto para darles la tierra que tantas veces les había
prometido, llevasen consigo sus huesos y les diesen sepultura en la tierra de
Yahvé. La Epístola a los Hebreos nos dice en Hb 11,22 que por la fe, José,
moribundo, evocó el éxodo de los hijos de Israel. Ven aquí una prueba de la fe
del patriarca en las divinas promesas. La historia del éxodo nos cuenta cómo
Moisés cumplió la disposición de José.
El plan de Dios al introducir a los hebreos por la ruta del desierto obedecía
a la necesidad de aislarlos para formar en ellos una nueva conciencia religiosa
y nacional y, al mismo tiempo, obligarles a seguir adelante, ya que no tenían
posibilidad de retorno. El hagiógrafo da la razón práctica de ello: no sea que
se arrepienta el pueblo si se ve atacado y se vuelva a Egipto.
Los versículos 15-18 son la respuesta del Señor a los miedos y temores que
el pueblo ha expresado, confirmando la respuesta que Moisés ha dado a tales
murmuraciones. Moisés ha garantizado que el mismo Señor combatirá. Y
ahora el Señor anuncia que esa acción la va a realizar por medio de Moisés,
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quien deberá levantar el bastón y extender la mano sobre el mar que está al
frente del pueblo. El Señor anuncia su plan para destruir al faraón; es como si
se tratara de una trampa, una emboscada planeada para acabar con el faraón y
su ejército. La destrucción del faraón a manos del Señor será el signo de su
gloria.
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Israel pasen por el medio. Las aguas formaron una muralla a la derecha y a la
izquierda, y los hebreos entraron por el camino seco, y en pos de ellos los
egipcios. Yahvé manda después que Moisés extienda su mano, y las aguas se
juntaron otra vez, cubriendo carros, caballeros y a todo el ejército del faraón,
mientras que los israelitas pasaron a pie enjuto en medio del mar, formando
las aguas una muralla a derecha y a izquierda. Encontramos, pues, en este
segundo relato muchos detalles que pertenecen, sin duda, a la elaboración de
la literatura épica de Israel. Los prodigios se agrandan y multiplican para
hacer resaltar más la providencia especial de Yahvé para con su pueblo.
La razón de estos dos tipos de relatos sobre el hecho del paso del Mar Rojo
se debe a dos tradiciones teológico-literarias, la yahvista (J) y la sacerdotal
(P). Ambas buscan resaltar el hecho de que la liberación de Egipto es un
evento realizado por el Señor. Él es quien ha combatido, él es quien ha
acabado con el enemigo, él es quien ha realizado el prodigio de abrir el mar
para permitir el avance del pueblo, él es quien lo ha vuelto a cerrar haciendo
que sus aguas se traguen al faraón y su ejército. Por tanto, él es quien puede
cubrirse de gloria tras el triunfo sobre los egipcios, aunque es una gloria que
extiende y comparte con el mismo pueblo.
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II.2Ingreso a la tierra prometida
Dios elige a todo un pueblo (Israel) para realizar con él su obra de salvación,
esta salvación que no viene del propio hombre, sino de Dios. Hay que recordar
que Israel está esclavo en Egipto y por la mano de Moisés Dios saca a su
pueblo y llevarlo a la tierra prometida a sus antepasados y ponerlos por
herederos y gobernadores; es en este caminar que (Moisés) como guía y amigo
de Dios, después de dudar de la misericordia de Dios ante su pueblo y
murmurar, él no entrará en la tierra de la promesa, sino que la verá, y quedará
allí, es su ayudante Josué el que introduce al nuevo pueblo a la tierra de
Canaán, “tierra dada como un don, de parte de Dios”; donde tendrá que
desalojar a siete naciones paganas e ir poco a poco tomando posesión de la
tierra.
Jericó, es una de las ciudades más antiguas del mundo, situada a unos siete
kilómetros al occidente del río Jordán; amurallada y fortificada con buenos
cimientos, imposible de penetrarla; pero al Señor no le costó demolerlas más
de lo que le había costado el paso del Jordán. Esta ciudad es consagrada por
Dios al anatema, pero un israelita tomará algo de ella y se lo guardará
teniendo más adelante su consecuencia. Está ciudad quedará derruida por
Yahveh, porque la victoria la obtendrá él y los sacerdotes, rodeándola y
5
tocando las trompetas y a las siete vueltas el murto se cayó y el pueblo (de
Israel) pasó al anatema a todo el pueblo logrando la victoria frente a este
pueblo y dando la maldición a quien vuelva a reconstruirla.
Ay; ciudad pequeña, bastaba dos o tres mil hombres para derrotarlos, pero no
fue así sino que los pobladores de ay derrotaron a todos los hombres de Josué
y éste consulta a Yahveh, el porqué de la derrota y Yahveh responde que se ha
violado el pacto del anatema de toda la ciudad de Jericó. Josué reúne a todas
las tribus y sale en suerte la tribu de Judá y de ella se toma al clan de Zéraj y
de este clan se escoge a la familia de Zabdí y se halla al culpable Akán, que
había tomado en posesión un manto de Senaar, doscientos ciclos de plata y un
lingote de oro, con lo hallado, se elimina a lo encontrado y al culpable, con el
cual queda sanado el pecado y hallan así la victoria sobre Ay.
Gabaón; es una ciudad muy grande situada al noreste de Jerusalén a unos 8km,
en el camino que va a Joppe, estos al enterarse que Israel iba a por ellos, con
engaños van hacia ellos y logran un pacto de no hacerles daño, es en esto que
las otras naciones se dan cuenta de lo que han logrado y deciden atacarla, pero
Josué animado por Yahveh sale a su encuentro y los destruye.
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A la única tribu que no se le dio tierra, sino que su heredad es el mismo Dios,
es la de Leví, de donde más adelante surgirá n la casta sacerdotal; Además de
ella también se dan ciudades privilegiadas como: la ciudad de refugio, donde
podía ir el que era perseguido y no se le podía hacer nada estando allí.
Yahveh dio a los Israelitas toda la tierra que había jurado dar a sus padres.
La ocuparon y se establecieron en ella. Yahvé eh les concedió paz en todos
sus confines, tal como se lo había jurado a sus padres, y ninguno de sus
enemigos pudo hacerles frente. Yahveh entregó a todos sus enemigos en sus
manos. No falló una sola de todas las espléndidas promesas que Yahveh había
hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió.
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de Jerusalén. Sin embargo, todos sus intentos son vanos, a pesar de todas las
amenazas, Jeremías termina señalando la fidelidad del amor de Dios: “Con
amor eterno te amé… te construiré”11 La vida y pasión de Jeremías, a quien
Dios acrisoló con el sufrimiento, es como un anticipación de la de Cristo. A
él, que ama entrañablemente a su pueblo, hasta entregar su vida para salvarlo,
se le considera un enemigo del pueblo y como tal, se le persigue: “¡Ay de mí,
madre mía, porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país!
Ni les debo, ni me deben, ¡pero todos me maldicen!”12
II.4El Exilio
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de la parte de la salvación que, según el profeta, está por venir. Si el hombre
sufre como castigo por sus pecados, Dios sufre como redentor de los
pecadores. Él cargó el castigo que nos trae la salvación y con sus cardenales
hemos sido curados.15
15
Cf Is 52,1.12-14
16
Cf Is 52,7-9;40.9
17
Cf Esd 7,1
18
Cf Ne 3,34-36;11,1-2
19
Cf Ag 1-3
20
Cf Za 9,9-10;Mt,21,5;11,29
10
catástrofe, para lo cual invita a la conversión a su pueblo; y Dios, del mismo
modo, le responderá anunciando la salvación a su pueblo.21
21
Cf Jol 2,21-27
22
Cf Jon 4,11
11
Dentro de esta llamada de Dios en torno al esplendor escatológico de
Jerusalén (cf. Is 60, 10-12) se puede hablar también de una salvación después
de la muerte. Dice Job a sus litigantes: “Yo sé que mi Redentor vive, que se
alzará el último sobre el polvo, que después que me dejen sin piel, ya sin
carne, veré a Dios” (Jb 19, 25s). Contra toda esperanza Job se levanta con una
confianza apocalíptica y así se adelanta a la revelación explícita de 2M 7, 9
cuando uno de los siete jóvenes mártires dice al malvado Epífanes: “Tú,
criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo, a nosotros que
morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.” Así, la resurrección
de los muertos que no se deducía con certeza de Is 26, 19; Ez 37,10; etc.,
queda aquí claramente afirmada al igual que en Dn 12,2s: “Muchos de los que
descansan en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna,
otros para vergüenza y horror eternos. Los maestros brillarán como el
resplandor del firmamento y los que enseñaron a muchos a ser justos, como
las estrellas para siempre.” Este es uno de los grandes textos del AT sobre la
resurrección de la carne. En el apartado final del presente trabajo veremos
como todas estas profecías del AT se relacionan con las revelaciones del NT
sobre todo con el libro del Apocalipsis.
En el libro del Éxodo (cf. 33,18) se narra la petición que Moisés hace a
Dios: “Déjame ver tu gloria” (Ex 33,20). Mientras pasa, Dios le cubre con su
12
mano y sólo al final la retira: “Podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo
verás” (Ex 33,23). El acceso inmediato de Moisés a Dios, que le convierte en
el gran mediador de la revelación, en el mediador de la Alianza, tiene sus
límites. No puede ver el rostro de Dios, aunque se le permite entrar en la nube
de su cercanía y hablar con Él como con un amigo.
Moisés, como todos los profetas, había sido “enviado” por Dios para
salvar y guiar a su pueblo (Ex 3, 10-12). Igualmente, Cristo fue “enviado” por
Dios para dar la vida a los hombres (Jn 3,17.34). Tan cierto es esto que Jesús
nombra a Dios veinte veces como “aquél que me ha enviado”.
Ya Moisés había expuesto este reparo a Dios (Ex 3, 13), y para responderle
Dios había concedido a Moisés el realizar “signos” que serían la prueba de su
misión divina. Lo mismo pasa con Jesús. Durante su vida terrestre realiza
muchos milagros, de los cuales los dos primeros y el último se ofrecen como
“signos” que prueban su misión (Jn 2,11; 4,54): y el signo por excelencia, será
la resurrección de Cristo, porque es Jesús mismo quien tiene poder de recobrar
su vida (Jn 10,17-18).
14
Vemos, por ejemplo, que la hija de Jairo estaba enferma y a punto de
morir. La curación de la mujer no tiene antecedentes en el AT.” 23Jesús la
salva de la enfermedad y la muerte para que viva y posea la vida eterna,
¿Cómo? Jairo se “postra” y le “ruega”, fe imperfecta pero es fe. En el caso de
la hemorroísa, ésta se cura confesando públicamente lo hecho a escondidas.
Este azote, este látigo que se ve como castigo por el pecado - la enfermedad se
consideraba como castigo por algún pecado (Sal 38,11; 2 Mac 7,37; cf. Mc
1,30)24-, le ha traído la salvación (Mc 3,10). La humildad es un paradigma una
forma de acercarse a Cristo en la fe (Mc 5, 23. 28. 34).
Pero Jesús no solo ha venido para hacer milagros sino para salvar de
algo más profundo. Atiende a los pecadores, pobres y enfermos (Mc 2, 1-12),
a los que declara bienaventurados de manera especial (Lc 6, 20s); todo el que
estaba perdido, es recibido de nuevo en la casa de Dios (Lc 15), el Evangelio
mismo es llamado “palabra de salvación” (Hch 13, 26), “camino de salvación”
(Hch 16, 17), “fuerza de Dios para la salvación” (Rom 1, 16).
15
En el caso de la resurrección de Lázaro, quitar la piedra es uno de los
signos que da Jesús al hombre para ser librado de los lazos de la muerte, (Hch
2, 24). Tan solo este detalle se da para probar la realidad de la muerte, y por
tanto de la resurrección, (Jn19, 35). Del hedor que es signo de corrupción (Is
19,6, 34,3), lo pasa al aroma de la vida para siempre. El grito de Jesús es de
acción de gracias de soberanía de Dios. Como una vocación personal, como
llamada a la vida, casi como palabra creadora (Rm 4,17) Llamada a "salir" del
reino opresor (Sal 49,15) y romper las ataduras de la muerte (Hch 2,24).
Jesús tiene poder para perdonar los pecados. Este hecho escandalizaba a
sus contemporáneos porque sólo Dios tiene poder de perdonar los pecados.
Por tanto, las curaciones físicas de Jesús sólo eran manifestaciones externas de
la curación interna que él quería hacer con cada quien que se lo pidiese.
“¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados.” (Mt 9,2). Con este hecho
Jesús deja claro una cosa, él no es un blasfemo, él es Dios. Sólo como signo
de que tiene tal poder es que realiza los milagros de curación de
enfermedades. Para él, el verdadero aguijón de la muerte es el pecado.
16
gloria a los pies de Jesús. Sus lágrimas hacen presente las aguas del bautismo,
las cuales implican arrepentimiento. El perfume hace presente la oración y
sólo oran los hijos. Por tanto, ella no es más una pecadora pública, ahora es
virgen, sin mancha, porque ha sido bañada en virtud de la palabra de Jesús y
así la está presentando Jesús al Padre: santa e inmaculada (cf. Ef 5, 25ss).
25
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI); “Jesús de Nazaret”, tomo I, p.69
26
Cf. Mt 28, 20
18
que “el que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea se condenará”
(Mc 16, 16)
En más de una cita del A.T. se muestra que Israel es elegido como un
pueblo-para las naciones27; es decir, como un pueblo en el que Dios muestre
su amor y su plan de salvación para todos los pueblos de la tierra (cf. Gn 12,
3; Is 57, 19; Jr 4, 2; Sir 44, 21; etc.). Esta función para la que ha sido elegido
Israel no puede ser, en último término, más que una función salvífica dirigida
al mundo y a la humanidad, es decir, a los “pueblos”. En Israel ha de brillar la
27
Ver interesante análisis sobre “Israel, pueblo mediador para todos los pueblos” en ‘Mysterium Salutis’,
tomo IV, vol. 1; pp. 76-85
19
acción salvífica de Dios (cf. Is 60, 1ss), Israel se convierte en el “centro
salvador”. Israel ha de ser en el mundo una fuente de bendición para los
pueblos. Mediante la vocación de Abraham, Yahvé ha separado a Israel de
entre los pueblos que habían caído en la corrupción a fin de que sea una
bendición: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gn 12, 3)
Por tanto, la elección de Israel no significa que Yahvé renuncie a los demás
pueblos; precisamente en virtud de esa elección hace valer su derecho de
soberanía sobre el mundo entero. Ya Jeremías es puesto, en calidad de profeta,
“sobre los pueblos y los reinos” (Jr 1, 10), y los destinatarios del mensaje del
déutero-Isaías son los “pueblos lejanos” (Is 43, 9; 49, 1), las “islas remotas”
(Is 41, 1.5; 42, 4.10ss, etc.), “los confines del orbe” (Is 42, 10; 45,22) e incluso
“los cielos” (Is 44,23). Yahvé, el Dios de Israel, será también el Dios de todos
los pueblos que hallarán su salvación por y en Israel: “Así dice Yahvé: los
obreros de Egipto, los mercaderes de Etiopía y los sábeos de alta estatura a ti
pasarán, tuyos serán, tras de ti marcharán en cadenas; se postrarán ante ti y te
suplicarán: ‘Sólo en ti está Dios, y no hay más dioses. Es verdad: tú eres un
Dios escondido el Dios de Israel, el Salvador’. Se avergüenzan y se sonrojan
todos por igual, se van avergonzados los fabricantes de ídolos” (Is 45, 14ss).
Es interesante ver cómo la voluntad de Dios de salvar a todos los pueblos no
tiene en cuenta la pertenencia o no al pueblo elegido (cf. Sal 115, 11ss; 118, 4;
135, 20). En principio, nadie “será excluido de su pueblo”, ni siquiera los
“extranjeros” y “eunucos” discriminados (cf. Dt 23, 2-9): “A los extranjeros
que se han dado a Yahvé, para servirlo, para amar el nombre de Yahvé y ser
sus servidores […], los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de
oración, y así la llamarán todos los pueblos” (Is 56,6; cf. 66, 18-21).
21
Sí, sobre el monte Sión de la era salvífica definitiva “Yahvé de los ejércitos
prepara para todos los pueblos un festín de manjares suculentos y arrancará
en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas
las naciones” (Is 25, 6ss); se revelará en Jerusalén como salvador del mundo.
Así, la Sión de los últimos tiempos, lugar de la presencia de Dios en medio de
su pueblo, que rebasa todas las fronteras, se convierte en el sacramento de la
presencia de Dios, que abarca al mundo entero y lo renueva.
El apóstol san Pablo en su carta a los efesios les dice: “En él [Cristo]
también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de
vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu
Santo de la promesa, que es prenda de nuestra herencia, para la redención
del pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria” (Ef 1, 11ss). Pablo se
considera a sí mismo como el apóstol de los gentiles (cf. Ga 1, 16; 2, 7s; Rm
1, 5; 11, 13; 15,16). El centro de su mensaje es que todos, tanto judíos como
griegos (todos los pueblos restantes) son pecadores y que la redención de
28
Cf. Jl 3, 1-5
22
Cristo alcanza a todos por la fe. Para él, es voluntad de Dios anunciar primero
al pueblo de Israel como primicia de la promesa; pero, cuando se rechaza la
palabra, tiene claro que la orden del Señor es dirigirse a los gentiles (cf. Hch
13, 46). Este rechazo, al no tener fundamento en el A.T. –tal y como se expuso
párrafos supra- se explica sólo por la envidia a Pablo (cf. Hch 13, 45; 17, 5),
que es reflejo de la envidia que tenían a Jesús de Nazaret (cf. Jn 11, 4ss; 12,
10s) y a los apóstoles (cf. Hch 5, 17) como secuela del pecado original. El
mismo Pablo alude al A.T. para decir que Dios ya había hecho a Abraham esta
promesa cuando escribe que Dios justificaría a los gentiles por la fe (cf. Ga 3,
8), de tal modo que ya no hay ‘judío ni griego’ (Ga 3, 28) porque Cristo ha
derribado el muro del odio (cf. Ef 2, 14). Ahora los gentiles son herederos
según la promesa y descendientes de Abraham por la fe en Cristo Jesús, el
salvador.
23
(cf. 1Co 15, 26), y se señala también con rasgos apocalípticos (cuando ‘sonará
la trompeta’) que los muertos resucitarán para instaurarse definitivamente el
Reino de Dios: “Cuando [Jesús] entregue a Dios Padre el Reino, después de
haber destruido todo principado, dominación y potestad. Porque él debe reinar
hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.” (1Co 15, 24s)
En el libro del Apocalipsis, san Juan revela como palabras de Jesús: “Mira
que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé
sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi
Padre en su trono.” (Ap 3, 20s). Ésta es la meta. Éste es el grado de comunión
al que estamos llamados: sentarnos con Jesús en el trono de Dios y comenzar a
reinar con él. Más adelante en el capítulo 12 del mismo libro leemos: “Oí
entonces una fuerte voz que decía en el cielo: ‘Ahora ya ha llegado la
salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo,
porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos…’ (12, 10). Y
prosigue el mismo libro: “Y oí el ruido de muchedumbre inmensa […] y
decían: ‘¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios
todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han
llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado.’” (Ap 19, 6s).
Al final de los tiempos, se dará las Bodas del Cordero, las Bodas de Cristo y
su Iglesia, la Jerusalén Celeste de la que hablaban los profetas. Es el triunfo de
todos los santos, cuyas buenas acciones serán el lino deslumbrante de blancura
con el que se engalanará la Esposa (cf. Ap 19, 8)
Es por ello que el mismo Cristo nos enseñó a decir: “y no nos dejes caer en
‘la’ tentación” (Mt 6, 13). ¿Por qué dice Jesús “la tentación” y no en “las
tentaciones”? Porque tentaciones habrán siempre, pero La gran tentación del
hombre es sólo una y es ésta la que nos acompañará hasta el último instante de
nuestra vida. La gran tentación seguirá siendo siempre el afán de la auto-
salvación, desconociendo el único poder redentor de la sangre de Cristo. Esta
será siempre la más sutil y peligrosa de todas las tentaciones.
25
claridad rotunda lo anuncia en su primera carta: “En efecto, la Vida se
manifestó, y nosotros, que la hemos visto, damos testimonio y os anunciamos
la Vida eterna. Os anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también
vosotros estéis en comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con
el Padre y con su Hijo Jesucristo.” (1Jn 1, 2s)
26