Apuntes de Clase Eclesiología-FranFran
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1. Noción de Eclesiología.
Debemos considerar como punto de partida del tratado, la situación en la historia. Con ello
pretendemos conocer la evolución y el desarrollo del tratado de eclesiología. Hemos de
discernir lo que pertenece a lo que denominamos “contingencia histórica de la Iglesia” (lo
accidental) y lo que constituye la “esencia irrenunciable”. Los elementos accidentales pueden
ser modificados o eliminados, mientras los elementos esenciales no pueden ser ni modificados
ni eliminados pues existe una jerarquía de verdades (leer UR 11). Si la revelación es un diálogo
entre Dios y el hombre para introducirlo en la vida divina, la Iglesia es el sacramento de la
íntima unión con Dios. La intención es crear y establecer una comunidad en Dios. Para ello se
ha de establecer una premisa importante: existen dos tipos de personas según el concilio: las
personas abiertas (Abraham, María…) y personas cerradas (los fariseos, los celotes…), en las
que la acción del Espíritu no tiene efecto. Por eso es importante estar abierto a la acción del
espíritu. El mismo Cristo lo dirá en Mt 13,15 “han cerrado sus ojos para no ver…”
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
encarnación (puesta en práctica del prólogo de san Juan). La reflexión teológica de la Iglesia,
concretamente del tratado de eclesiología, se ha ido fraguado en la medida en que las
circunstancias se han ido planteando nuevos retos, respondiendo a controversias. (Al igual que
la Cristología y la reflexión trinitaria).
Hay doble elemento en el que la Iglesia se juega el porvenir en sus primeros siglos.
Doble elemento que deberíamos integrar: por un lado, el orden interno y por otro el orden
externo. Al hablar de orden externo hablamos de confrontación de la confrontación con el
mundo. La Iglesia debe mantener la unidad en medio de lo disperso, pues la Iglesia va
creciendo y va culturizándose en muchos lugares y culturas. Hablamos de elemento interno
cuando nos referimos a los problemas disciplinares en lo teológico y eclesiológicos que de
alguna manera crea una tensión dentro de la Iglesia porque, por un lado, hay que trasmitir la
fe y por otro, hay que conservar la fe. Tensión entre la universalidad y la unidad. La Iglesia es
UNA fundada por Cristo, es el conjunto de los fieles reunidos por Jesús, participantes de su
misma vida. Como no hay más que solo Cristo no puede haber más que una sola Iglesia. Ahora
bien, la Iglesia no está circunscrita a ninguna ciudad 2.
En medio de las persecuciones que él vive, intenta hacer una síntesis del pensamiento de
san Juan y san Pablo. De san Juan coge más el aspecto espiritual y de san Pablo el aspecto
organizativo e intenta armonizar ambos aspectos. Mantiene que tiene que haber una unidad
interior, una unidad visible y una unida jerárquica.
La unidad jerárquica es la garantía de la unidad. Es la unidad grande que existe entre los
fieles laicos y el obispo.
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Del libro de Collantes que aparece en la bibliografía.
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Clemente es más de tendencia institucional. Subraya con más ímpetu esta unidad de la
Iglesia, no solo a nivel diocesano sino sobre todo a nivel universal.
Hermas es más de tendencia carismática, laico movido por el Espíritu, llama la atención a
los pastores de la Iglesia para que no caigan en la comodidad y estabilidad. Insiste en el
aspecto de la conversión personal de los ministros. Da más importancia a la acción del Espíritu
que a el hecho de estar ordenado.
Irineo mantiene que la clave está en los escritos del Nuevo Testamento y en la sucesión
apostólica. Destaca dos aspectos importantes para discernir si se está en la verdadera
tradición: La tradición apostólica por la cual se establece una continuidad y trasmisión
fidedigna hasta los Apóstoles. El otro aspecto es la unión con Roma. La Iglesia tiene en el
primado de Roma (que una figura represente a todos) es algo que solo tiene la Iglesia Católica.
En este orden y secuencia llega hasta nosotros la misma fe que recibieron los Apóstoles,
llega hasta nosotros.
Plantea que la salvación solo se da dentro de la Iglesia. Esta es el ámbito propicio para
llegar a la salvación
f) Pseudo Dionisio
Es el primer autor que denomina al misterio ordenado jerarquía. Por tanto anteriormente,
cuando se hablaba del obispo no se hablaba de jerarquía.
g) Unidad y Eucaristía
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San Cirilo dirá que pon un solo cuerpo, su propio cuerpo bendijo a sus fieles en una
unión mística y los hizo con-corporales con él y entre sí. El vínculo de unidad de la Iglesia es
precisamente el cuerpo de Cristo. Unidos todos al único cuerpo, mediante su cuerpo,
recibiéndolo todos, uno e indivisible, nuestros miembros le pertenecen más a él que a
nosotros. (leer LG 3)
Dentro la Iglesia cabe todo, cada cual, con su cultura personal, su lengua, raza … desde
la fe del erudito a la fe del más sencillo. Por eso es necesario armonizar estos dos aspectos:
dones jerárquicos y dones carismáticos.
En sístesis se puede decir que los Padres conservan con fidelidad lo recibido de los
Apóstoles:
Esto produce una conversión en masa de pueblos, por lo que la adhesión personal queda
un poco en suspenso, no da tiempo a formar y catequizar a la gente. Se llega a hacer una
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San Agustín.
San Agustín realizará una serie de formulaciones que marcarán la reflexión teológica posterio:
Para San Agustín, la Iglesia es un cuerpo, habla del cuerpo místico de la Iglesia. La Iglesia es
el Cristo Total: la Cabeza es Jesucristo, un cuerpo puede existir sin algún miembro, pero no sin
cabeza. De este modo, la Iglesia está formada de justo y de pecadores. Para él quienes
realmente forma el cuerpo de Cristo de manera plena, en total comunión, son los justos. Los
pecadores no estarían incorporados de manera plena a la Iglesia, solo en apariencia, de modo
externo, corporalmente. San Agustín dice que para pertenecer plenamente a la Iglesia hay que
trabajar en la santidad. Se trata entonces de una pertenencia interior y exterior, visible e
invisible.
En su lucha contra los donatistas, reafirma la postura de la Iglesia: la comunión con los
pastores y la unión con Roma es el criterio último para discernir la pertenencia a la verdadera
Iglesia. De aquí surge su concepción su concepción del «estado cristiano», al que presenta en
función del orden sobrenatural, es decir, lo que llama la «sociedad de los santos», (la Iglesia),
que necesita una expresión externa, visibilizarse. Esta sería una regla visible para los hombres
(norma de vida). De este modo, san Agustín, justifica que no exista estado sin la voluntad del
orden sobrenatural. Por ello, llega a admitir la intervención del poder público para que en el
pueblo se cumplan las decisiones de la autoridad eclesiásticas. De este modo, si para alcanzar
los fines sobrenaturales hace falta la espada, habrá que justificar esta decisión. (Ver nota 81
del libro).
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Bamba es el primer rey cristiano coronado. De este modo, Occidente va siendo transformado
de modo que se estima que la sociedad es el nuevo pueblo de Dios.
En Oriente, de igual modo, se piensa que cuando avanza el imperio, avanza el cristianismo.
Se pretende traducir la ley evangélica en ley civil. En principio se trata de que el Evangelio
llegue a toda la sociedad.
La Iglesia, encuentra en el estado una ayuda inestimable para llevar a cabo sus fines
sobrenaturales, y el estado encuentra en la Iglesia un medio para estructurar la sociedad. todo
esto crea una tensión interna y externa en la Iglesia. La vemos en tres órdenes:
Todo ello hará que se termine estableciendo una jerarquía afianzada en la «monarquía
papal» por la cual, el papa, además de ser jefe espiritual de la Iglesia, lo es también temporal.
La Iglesia es considerada una «sociedad corporativa», por lo que se va acentuando los aspectos
visibles, institucionales, externos… y las categorías jurídicas a la hora de hablar de la Iglesia
están por encima de las categorías teológicas.
Llegamos a afirmar en esta identificación entre los dos poderes que la reflexión
eclesiológica, más que teológica es jurídica.
2.3 La Alta Edad Media (s. XIII-XV) nacimiento del tratado de la “Eclesiología”
Es aquí, en este contexto, donde nace el primer tratado de eclesiología. La lucha entre el
papado como representante del poder espiritual y los príncipes como representantes del
poder temporal son el sustrato donde nace este primer tratado, estando en el trasfondo el
cisma de occidente. En esta clásica contienda por definir hasta donde llega la autoridad de
Bonifacio VIII (1249-1303) y Felipe el Hermoso (Francia 1285-1314). Y por otro lado entre Luis
de Baviera (1314-1347) y Juan XXII (1316-1334) donde aparece el primer tratado de
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eclesiología, atribuido a Santiago de Viterbo, monje agustino, que escribe entre 1301-1302) el
«De regimine Christiono» donde defiende la supremacía del poder espiritual sobre el
temporal.
Para afirmar que el papa está por encima, distingue entre el domino que Cristo tiene sobre
el mundo como Dios y el reino de Cristo sobre la Iglesia por medio de la fe. Si el papa es el
vicario de Cristo, puesto sobre su reino, no tiene otro poder que no sea sobre la Iglesia. Pero
como la Iglesia es la congregación de los fieles, el papa tiene autoridad sobre aquellos que son
sus fieles, si el príncipe es uno de los fieles, el papa tiene autoridad sobre él, y por ende tiene
el deber de hacer que sus fieles, también el emperador, ordenen el bien temporal en función
del bien sobrenatural. Esto termina fraguando en lo que se ha llamado en una «hierocracia»
(gobierno de lo divino).
Esta fuerte tendencia hará que dentro de la Iglesia surjan dos tendencias distintas: una que
podemos llamar hierocrática y papal y otra corriente más democrática y nacional.
Estas concepciones serás cristalizadas en la bula «Una sanctam» de Bonifacio VIII en 1302,
en la que se declara que absolutamente necesario para la salvación que toda humana creatura
este sometida al romano pontífice.
Estos tratados, al ser de corte canónico, se aproximan más a lo que hoy conocemos como
un texto jurídico que a un texto teológico. Se trata de una eclesiología jerarcológica. El punto
de partida de la eclesiología parte, por tanto, de la realidad visible, institucional y jurídica de la
Iglesia.
De la línea más democrática y nacional. Teólogo dominico que en su tratado «De potestate
reria et papali» de 1302, critica la posición de los hierócratas. Para él, no hay que confundir el
orden temporal con el orden sobrenatural. El orden temporal nace de Dios por el derecho
natural, constituyendo el poder temporal. El orden sobrenatural nace de Dios por el derecho
sobrenatural (el de la Encarnación), siendo éste el ámbito de la Iglesia. Son dominios distintos.
Cristo, como Dios que es tiene dominio sobre el mundo, pero en su humanidad no ejerció el
poder temporal, por tanto, si la Iglesia ha de prolongar en el tiempo la humanidad de Cristo,
como tal, no ha de influir sobre el poder temporal. Ahora bien, su influjo va en el ámbito del
sacerdocio y del magisterio de la fe, es decir, haciendo buenos cristianos, hará buenos
ciudadanos. En la Iglesia no puede hablarse de verdadero domino o autoridad, la Iglesia, solo
reconoce los ministerios como servicios. El papa no está sobre la Iglesia o el mundo, sino que
siendo miembro de ambos está al servicio de la Iglesia y el mundo.
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Esta doctrina llega a poner en duda la primacía de Pedro y la autoridad de los Apóstoles
como depositarios del poder recibido de Cristo, para afirmar que es la Iglesia entera, también
los laicos, la depositaria de tal poder.
Desde fuera de la Iglesia que tienen en cuenta los planteamientos teóricos eclesiológicos
que estamos haciendo, por lo que no se ve a la Iglesia como una comunión sobrenatural
cuando más como una estructura natural. Estas líneas de reformas de fuera de la Iglesia
defenderán que el sujeto, el ser humano, puede relacionarse directamente con Dios. La fe es
una ligazón personal con Dios. Se excluye, por tanto, la mediación de la Iglesia y rechazan la
estructura sacramental que ésta representa. Todo esto se lleva a cabo haciendo una
interpretación de la Sagrada Escritura.
Si a ello añadimos las fuertes tendencias democráticas y nacionales dentro de los tratados
de eclesiología llegamos a una doble consecuencia: Por un lado, si la Iglesia es solo una
institución humana y sus ministerios son solamente construcciones terrestres, la propia Iglesia,
como tal, puede asumir modelos representativos de organización conforme al brazo secular (a
los que ya existen en la sociedad civil). Todo esto desemboca en las corrientes conciliaristas,
que en síntesis defienden que el concilio tiene autoridad por encima de papa. Corrientes que
tuvieron mucho peso, sobre todo, en el cisma de occidente. En el concilio de Constanza, por
ejemplo, hizo renunciar a Gregorio XII, depuso a Juan XXIII y Benedicto XIII y eligió a Martín V.
Para las «iglesias conciliaristas», el poder del concilio, ha sido recibido directamente de Cristo.
Por otro lado, la Iglesia debe estar sometida al emperador, ya que la única jurisdicción la
tiene el Estado y en consecuencia es el soberano quién ha de fijar en sus súbditos los principios
morales y religiosos que han de regir sus Estado. Nacen aquí las «iglesias nacionales».
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De esta reflexión y frente a estos movimientos espirituales que surgen en el medievo, van
surgiendo dentro de la Iglesia que apuntan más hacia el otro extremo (ley del péndulo), para
defender de modo apologético la verdadera Iglesia. Estos tratados acentúan unilateralmente
su aspecto «jerarcológico». Aunque estos tratados no desconocían la dimensión espiritual e
invisible, destacan el aspecto visible y jerárquico. Son tratado apologéticos sobre la potestad
jerárquica y de forma especial papal. En el s. XV encontramos varios autores que abanderan la
causa, por ejemplo, Juan Torquemada (1489). Gracias a su reflexión, y a la de otros muchos
otros, se superó las tendencias conciliaristas y con su ayuda el papa estableció que eran
cismáticos. En este sentido, encontramos en el cardenal Cayetano, un punto de inflexión en lo
que respecta los tratados de eclesiología, pues éste introduce una novedad con respecto al
método en ellos. Introduce un método más teológico, no tan jurídico, en el estudio de la
eclesiología. Por eso, a partir de este momento, la eclesiología comienza a abandonar la
canonística para ir de entrando de lleno en la teología. Se abre una perspectiva que se irá
desarrollando progresivamente que considera que sobre los aspecto jurídicos prevalecen los
teológicos.
Con el renacimiento, el hombre queda situado en el centro. Con ello se crea un sustrato
propicio para estalle la reforma protestante. A estas reflexiones que se van dando en las
universidades se les añaden los innumerables escándalos eclesiales y jerárquicos. Encontramos
así a Lutero como un contestatario que unido a su propia vida personal, que le hizo pensar que
el hombre vive sumergido en el pecado. Su visión antropológica es muy pesimista.
Lutero fue un contestatario, pues cuando encontró una Iglesia en gran parte secularizada y
marcada por el dominio y el poder, en la reflexión teológica se arrastraba el peso de una
«escolástica decadente», en el ámbito de la piedad popular existía una fuerte mentalidad
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mágica que caía en las prácticas externas en detrimento de la fe, la situación del clero, que
negociaba con las indulgencias… todo esto y mucho más hace que promueva la reforma, ya
que lo obispos, lejos de promoverla, eran el colmo de la necesidad de ésta.
Pese a todo lo anterior, Lutero ha de acudir al poder civil, los príncipes electores, para
aliarse contra el papado. Por tanto, aquello que él ha criticado a la Iglesia de confundir el
poder terrenal y espiritual, es lo que hace para llevar a cabo su reforma. No obstante,
distribuye los poderes, de modo que el poder legislativo y administrativo queda en manos de
la autoridad civil y el poder doctrinal queda en mano de las universidades.
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Calvino comparte con Lutero la concepción meramente espiritual de la Iglesia, pero como
el otro, busca el apoyo de la autoridad civil para implantar su Iglesia y dota a su iglesia de una
estructura interna tremenda.
Zwinglio llevará la iglesia a una concepción puramente espiritual y funda en Suiza una
Iglesia nacional con tintes teocráticos.
Otro factor importante es la fuerte crisis religiosa que se dio en Europa en los siglos XVI-
XVII, que desemboca en las guerras de religión. Lo que se pretende en esta lucha es descubrir
cuál era «De vera Ecclesia». Para determinar cuál es la verdadera Iglesia, la Católica, establece
unas pautas necesarias para demostrar que la verdadera Iglesia de Cristo es la que posee en si
misma las cuatro notas características: Una, Santa, Católica y Apostólica. La «demostratio
catholica» se basa en la «via notanum», para demostrar que solo en la Iglesia Romana existen
estas cuatro notas, y por tanto es la única verdadera.
Si a lo anterior añadimos las iglesias galicanas y demás, se puede ver la convulsa situación
que se vive en Europa. Todo ello fomentará la convicción social de la necesidad de un derecho
público, no eclesial, que regule todo lo referente a la religión. De este modo la fe se va
convirtiendo en algo que se ha de quedar en el ámbito de la conciencia privada. Estamos ante
los estados absolutistas y el deísmo (creen en Dios, pero un Dios que ha creado el mundo y lo
ha dejado a su suerte, de modo que es el hombre el encargado de su devenir). La Iglesia queda
al servicio del estado, es importante pero relegada al cuidado del bien espiritual de los
súbditos. Nacen así las iglesias nacionales. Iglesias que cuando alzan la voz más de lo
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conveniente son atacadas y perseguidas por los estados. La Iglesia forma parte de la sociedad
pero está supeditada al estado. Frente a los ataques absolutistas de los estados, la Iglesia sigue
defendiendo la definición de Belarmino y las cuatro notas como criterio para asegurar su
veracidad.
La pregunta sería: ¿En qué se diferencia esta nueva corriente de la anterior? Si antes
hablamos de una eclesiología societaria, ahora se tiene una eclesiología mistérica. El nuevo
planteamiento eclesiológico contemplará de la Iglesia en la línea de los misterios de la
salvación, insistiendo ya no tanto, en la estructura visible y jerárquica de la Iglesia, cuanto en
su estructura sacramental en conexión con el misterio de la Encarnación. En este sentido el
Concilio Vaticano I acogerá algunas de estas ideas, aunque no todas. El tratado de Iglesia fue
principalmente y anteriormente un instrumento de defensa y afirmación de la Iglesia como
instrumento de mediación mediante la defensa de la jerarquía y los poderes, a partir de ahora,
a través de una vuelta a la patrística se intenta poner en valor el fundamento eclesial que se
esgrime de la revelación.
El cristianismo lo que pretende es presentar a la Iglesia desde la revelación. Este giro, que
se irá imprimiendo a partir de este momento, lo que manifiesta es la pretensión de una vuelta
a los orígenes. Se trata de ir equilibrando el elemento trascendente y el inmanente de la
Iglesia. El elemento objetivo y personal y el subjetivo y comunitario. Lo espiritual e
institucional. El invisible y visible de la misma.
Caer en una visión unilateral de la Iglesia, ha traído los problemas que la Iglesia ha sufrido
durante los siglos de su historia. Por eso, aunque parezca una perogrullada, la conjunción
copulativa «y» es fundamental. La Iglesia es trascendente e (y) inmanente.
Los autores de esta época dirán que el alma de la teología es la «vida de la Iglesia». Vida
que es vivificada por el Espíritu Santo.
Su máximo exponente, J. A. Möhler (1796-1838), con todos los demás, parte de una reflexión:
hay que revisar la teología. Consideran oportunos que la vida de la Iglesia tiene que dominar el
campo teológico. La vida de la Iglesia es importante porque para ellos la Iglesia es un
organismo vivo y vivificante, además de estar latiendo, trasmite vida. El que vivifica y da vida
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es el Espíritu Santo. Estaban convencidos de que en los creyentes se daba una comunión entre
ellos y el Espíritu Santo. Esta novedad no estaba tan señalada.
El mérito de esta escuela es haber abierto la Iglesia a una visión teológica y espiritual y
menos jurídica y estructural. Se contempla la Iglesia en sí misma en dependencia de las fuentes
divinas: encarnación del Hijo de Dios y el Envío del Espíritu Santo en la continuación o
despliegue de la soteriología. No obstante, el punto de vista humano sigue siendo explícito.
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Newman aparece como una figura señera, inspirado por el pensamiento romano, y sin
sistematizar sus ideas, sitúa la Iglesia en la historia, y como tal es un pueblo de Dios en el que
Dios interviene, es decir, es el instrumente por el que Dios interviene en la historia. De este
modo la historia se vuelve Historia salvífica. Por eso Newman afirmará la necesidad de una
«existencia eclesial» (vivir en la Iglesia como lugar donde se da la relación con Dios)
armonizando así el aspecto humano y divino.
Las escuelas romanas y de Tubinga, aportarán los teólogos para el concilio. C. Scharader
será el autor el autor de uno de los esquemas iniciales. En estos esquemas aparece la noción
de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo. La eclesiología que subyace de fondo tiene en
consideración la Sagrada Escritura, la reflexión de los Padres y pretende reflexionar sobre la
dimensión sacramental de la Iglesia. Sin embargo, es sabido que no se pudieron alcanzar los
resultados que se presagiaban a causa de los acontecimientos históricos.
El primer esquema, «De Ecclesia» dice que el unigénito Hijo de Dios que ilumina a todo
hombre que viene a este mundo, al llegar la plenitud de los tiempos se encarnó afín de que los
hombres, creados buenos por Dios, formasen un cuerpo místico cuya cabeza es Cristo. Para
ello se instituyó el sacramento del Bautismo para que los hombres fueran miembros por la fe,
la esperanza y la caridad, unidos a la cabeza, formaran un cuerpo vivificado por el Espíritu
Santo. Este esquema fue rechazado por la mayoría de los obispos, quedando la noción de la
Iglesia como cuerpo místico de Cristo como base de esta visión eclesiológica tropezó con una
serie de dificultades:
Se elaboró un segundo esquema que no dio tiempo a debatir a causa de la guerra y tras el
Vaticano I sigue imperando el concepto de Iglesia como «sociedad perfecta y desigual» por lo
que las reflexiones de las escuelas romana y de Tubinga no cristaliza por el momento.
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La eclesiología de esta época pretende superar una visión meramente externa de la Iglesia, es
por eso por lo que se presentan lo elementos «espirituales» de la Iglesia.
El papa decide los esquemas del Vaticano I y trabajar con ellos. Lo que hace es definir el estado
de la cuestión en su encíclica «satis cognitum» de 1896. En ella retomando los elementos
fundamentales de lo que se llegó a hacer en el Concilio esboza la doctrina del «cuerpo
místico».
Intenta evitar dos escollos fundamentales, por un lado, el monofisismo eclesiológico y por otro
el nestorianismo eclesiológico. El monofisismo eclesiológico relega al olvido el elemento divino
y sobrenatural de la Iglesia, subrayando el aspecto humano de la misma. El nestorianismo
eclesiológico consistiría en separar ambos elementos, humano y divino, sin integrarlos
adecuadamente.
Otros elementos que este movimiento aporta a la Iglesia son entre otros, la lectura de la
Sagrada Escritura.
Pio XII, asumirá esta idea de cuerpo de Cristo y la cristalizará en una encíclica: «mystici
corporis» de 1943, en la que presenta a la Iglesia como un misterio de vida divina, en el que el
renacido participa de la vida divina. Todos los fieles, por el mero hecho de haber sido
bautizados.
Por el propio desarrollo de la historia, la Iglesia se ha visto obligada a presentar los aspectos
interiores y espirituales de la ella misma. Todo ello sin desechar lo externo. Los miembros de la
Iglesia están llamados a participar de la vida divina. Cristo vino a redimirnos del pecado, del
sufrimiento, de la muerte eterna y del Enemigo, del príncipe de este mundo. Además, Cristo ha
venido a salvarnos, es decir, a abrirnos el canino del cielo, de la vida eterna.
El mundo desacralizado ha de ser asumido y comprendido por la Iglesia para darle respuesta.
La Iglesia es la familia de Dios que se reúne para orar. Una familia que subraya el valor
comunitario de la vivencia de la fe. el hombre que busca calor en la comunidad se puede
interesar en la Iglesia. Esta familia es la patria espiritual de Dios donde nos sentimos acogidos y
experimentamos que Dios existe y ha salido a nuestro encuentro. Esta patria espiritual en la
que los hombres viven con Dios termina convenciendo ante un mundo globalizado.
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eclesiológica la Iglesia como misterio. De esta Iglesia, concebida como misterio, se deducirá su
dimensión sacramental y su dimensión ministerial. Se trata de un resituar la reflexión dentro
del misterio salvífico de Dios. En este proceso, lento, se pueden destacar varios factores:
A continuación, la «comisión central preparatoria», una vez aglutinados los temas a tratar, crea
15 organismos entre comisiones y secretariados, que se encargarán de elaborar los esquemas
doctrinales y disciplinares. Una vez elaborados los esquemas, se devuelven a los obispos para
que estos los estudien con vistas a su debate en el concilio. Esta comisión central preparatoria
es precedida por el papa desde junio del 60 hasta octubre del 62, dando lugar a 70 esquemas.
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Las novedades del CVII se producen, más a nivel de formas y expresión y categorías
conceptuales que en el contenido doctrinal. La nueva imagen de la Iglesia, no se centra tanto
en el tema doctrinal, sino en el desarrollo de la vida pastoral. Ya desde el comienzo del concilio
se buscó puntos de unificación ante la dispersión de los 70 esquemas iniciales. El eje alrededor
del cual girará todo es la Iglesia.
Cuatro fueron los objetivos fundamentales que Pablo VI retoma tras la muerte de Juan XXIII:
- La noción de Iglesia.
- La renovación de la Iglesia.
- La unidad de los cristianos.
- El diálogo con el mundo contemporáneo (actitud de empatía-crítica).
En este sentido, para llevar a cabo todo este ambicioso proyecto es preciso tener en cuenta
algunos aspectos respecto al método y contenido. Es importante este doble aspecto, pues
además de ser la novedad del concilio, nos da una visión amplia de todo lo anterior.
Destacamos cuatro aspectos:
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La Iglesia se define a sí misma para renovarse a sí misma en todos los sentidos. Así lo
hace para cumplir su misión salvadora.
- El concilio aborda el tema de la Iglesia desde un enfoque histórico-salvífico.
Reflexionando a cerca de la incidencia que el misterio divino tiene en la historia.
Reflexionará sobre el misterio de Dios y de la Iglesia teniendo en cuenta el carácter
progresivo de la revelación, pues la Dios no se ha manifestado de golpe. En este
sentido, las repercusiones de esta intervención de Dios en la historia, constituyen lo
que el concilio llama unas repercusiones dinámicas y pastoral. (respecto al contenido)
- Respecto al método, también, el punto de partida del concilio es el misterio de la
Iglesia, es decir, tiene en cuenta esta noción de misterio. Pretende percibir el misterio
íntimo de la naturaleza de la Iglesia. Ésta encuentra su razón de ser y de actuar en el
misterio trinitario, y su sentido de actuación (misión) también.
- También respecto al método, en la Iglesia siempre se ha de buscar la conciliación, es
decir, la integración de la diversidad, mantener el equilibrio y la tensión que armonizan
los contrarios que habitan en ella. En este sentido se trata de valorar
permanentemente elementos diversos para armonizarlos en la comunión: el personal
y comunitario, la comunión y la misión, el don jerárquico y el don carismático, el
elemento interior y exterior, las diversas imágenes con las que concilio presenta a la
Iglesia, el tiempo presente con el futuro (aquello a lo que se está llamado)…
Henri de lubac afirmó que cualquiera que contemplara la Iglesia vería con facilidad la paradoja
que ella misma es. Es por ello que, para superar esta paradoja en el acercamiento a la noción
de Iglesia, en necesario la fe y la caridad.
(leer LG 1) la Iglesia ha de ser reflejo de la luz de Cristo, pues ésta es en Cristo como un
sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad del género
humano. En este sentido, se puede afirmar que la Iglesia posee una profunda dimensión
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La gracia de Dios que salva no puede estar desligada del signo visible, entre otras cosas,
porque los destinatarios somos humanos. La economía salvífica de Dios de algún modo es
sacramental. No cabe duda de que la historia bíblica es el testimonio más claro de esta
sacramentalidad. De ahí que en esta asignatura nos proponemos descubrir y conocer los
planes sobre la Iglesia y desde ahí descubrimos que la Iglesia es cauce de gracia, es
sacramento.
La Iglesia es un hecho divino, por eso la eclesiología debe estar fundamentada en el misterio.
Se debe partir, para realizar un verdadero planteamiento eclesiológico desde la iglesia como
misterio por varios motivos:
a) La Iglesia es al mismo tiempo objeto y sujeto de fe. la Iglesia cree, por tanto, es sujeto
de fe. pero además, es objeto de fe, no en sentido primario que solo es Dios, pero si en
sentido secundario. En este sentido, el Credo de nuestra fe nos enseña que:
- “creo en Dios Padre” y en sus obras.
- “Creo en Jesucristo” y sus obras y características.
- “Creo en el Espíritu Santo”…
Todo ello con proposición «in+acusativo»
- Respecto a la Iglesia se dice “credo Eclesiam unam, ...” sin la preposición, por lo tanto,
el cuarto artículo del credo está en función tercero.
La Iglesia cuenta, de este modo, con una dinamis que la hace santa, católica, una,
apostólica: el Espíritu Santo. En este sentido, el catecismo para párrocos de Trento
explica que no podemos creer en la Iglesia como en Dios, pues siendo una realidad
divina, también lo es humana. De este modo, descubrimos, como la Iglesia al ser
objeto y sujeto de fe, al ser humana y divina se convierte en signo, en sacramento de
salvación. La Iglesia sin el Espíritu Santo no habría Iglesia. Como decía Tertuliano, la
Iglesia es el cuerpo de los Tres, es la corporeización del misterio trinitario en este
mundo, todo ello por medio de la comunidad que se ha ido formando. La fe se vive en
comunidad y en comunidad nos salvamos personalmente (que no individualmente).
Aunque la Iglesia no es Dios, es el pueblo de Dios convocado por el Padre. Aunque no
es Cristo, es su cuerpo y su esposa. Aunque no es el Espíritu Santo, es su Templo
donde habita y se transmiten con eficacia. Por tanto, hemos de contemplar el misterio
trinitario en el arranque de la eclesiología.
b) La Iglesia tiene un papel muy importante en el misterio de la salvación de Dios. La
Iglesia es compleja pues une elementos humanos y divinos. Es un misterio que se
despliega en la historia. Debe trasmitir a la humanidad el misterio donde ella vive.
La LG al presentar la Iglesia como misterio, nos dice que éste es el apelativo más importante.
Es misterio porque procede del misterio de la trinidad. En el sínodo celebrado con motivo del
20 aniversario del concilio, los Padres conciliares mostraron su pesar por la mala interpretación
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del concilio. Se había obviado el término “misterio”. El misterio es el punto de vista formal que
debe inspirar nuestra inteligencia para comprender la entera realidad eclesial. La categoría
teológica de misterio es tan importante que de ahí mana toda la eclesiología del Concilio. De
ahí que LG 2 Dios congregara a los creyentes en la Iglesia (Examen lg2)
En este sentido, la Iglesia es instrumento, signo, sacramento. Tiene una esencial dimensión
teándrica, es decir, que nace de la comunión personal del Dios trinitario. Se trata que la
comunión trinitaria sea comunicada a los hombres, de modo que los hombres sean
introducidos en el misterio trinitario. La Historia de la Salvación arranca de la voluntad de Dios
y poco a poca va introduciendo al hombre en la familia divina. Vemos como la Iglesia es la
comunidad de aquellos que han sido llamados para comunicarse Dios con ello, y de ese modo,
extender en la tierra la familia de Dios.
Otras nociones importantes para comprender por qué la Iglesia es misterio. Misterio siempre
ha tenido un doble sentido:
La raíz verbal griega que se usa para hablar de misterio es «myéo» que procede del sanscrito
«mus». En el sentido esotérico se usa para denominar «aquellas cosas que comienzan a
vislumbrarse, pero que permanecen ocultas». Se usaba sobre todo en los ritos secretos a
divinidades paganas. Heródoto enuncia que existen muchos misterios como los de Isis,
Samotracia… De algún modo, esta noción que actualmente permanece en el ambiente
gnóstico califica la noción de misterio como algo oculto que solo puede ser trasmitido a una
serie de iniciados. El AT condena todo este tipo de culto, sobre todo en el libro de la Sabiduría.
En el mundo del AT encontramos que, por la acepción negativa que tenía el término misterio,
no se adopta en la AT hasta muy tardíamente. Solo aparece en la traducción de los LXX y en los
escritos tardíos. Concretamente en los libros de Tobías, Judit y Eclesiástico. En ellos se emplea
en un sentido neutro, es decir, sin un especial significado religioso, pretende significar lo que
está oculto y sigue oculto. En Tb 12,7-11 se dice «es bueno mantener ocultos los secretos del
rey». Jud 2,2 habla de un consejo secreto… En el libro de la Sabiduría aparece en un sentido
religioso, en concreto cuatro veces: dos para designar negativamente (condenación de los
misterios paganos) y otras dos positivamente (designar los proyectos ocultos de Dios que se
desarrollan en la historia). Sab 14,15 negativamente; Sab 2,22 positivamente. En este sentido,
cuando la noción de misterio se interpreta positivamente, se ponen en valor los bienes
ultraterrenos con los que se recompensa a los justos. Aunque, por otro lado, la maldad hace
que se nuble la mente y no podamos percibir esos bienes. En el libro de Daniel se pretende
mantener a una comunidad perseguida en su fe, por ello trata de consolar. Lo que el libro dice
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es que la sucesión de los imperios paganos no es más que el cumplimiento de los designios
eternos de Dios en orden a la manifestación del orden de los santos. El término misterio sale a
paso en relación con el sueño de Nabucodonosor interpretado por Daniel. En él se ponen de
manifiesto las realidades escatológicas que Dios revela al rey pagano. El misterio necesita una
explicación que solo puede ser dada por Dios o por quién él designe. Tiene, por tanto, un
sentido religioso en el libro de Daniel. La importancia del término misterio en el libro de Daniel
radica en el progreso que supone respecto a la teología de los libros anteriores. Encontramos
tres elementos:
a) El símbolo. Mientras que en Amós o Sabiduría, misterio significa el plan de Dios sobre
los destinos del hombre, en Daniel aparece el elemento de los sueños, donde se da
una doble realidad. Por un lado se oculta, y por otro se desvela. A través del sueño,
Dios manifiesta un contenido que estaba oculto.
b) El contenido. el contenido del misterio son esas realidades escatológicas.
c) La revelación. Dios puede dar a conocer el misterio a quién él estime oportuno. No a
los sabios de la corte, sino a unos niños israelitas educados en la corte de Babilonia.
En los Evangelios sinópticos encontramos dos clases de textos en los que aparece el
pensamiento de Jesús respecto a la noción de misterio. A unos los llamamos «textos
explícitos» y a los otros «textos implícitos» la palabra «misterio» aparece de manera explícita
en tres ocasiones, siempre en estrecha relación al reino de Dios: Mt 13,11-15, Mc 4,11-12 y Lc
8,10. en ellos nos encontramos el esquema de la revelación del misterio a sus discípulos ( «a
vosotros se os ha revelado») y la antítesis que hace resaltar el privilegio que se da en la
elección de Cristo («a ellos no»). Los discípulos han sido participes del conocimiento del Reino.
Marcos señala (al usar el singular) el don en sí, Mateo y Lucas usan la expresión «conocimiento
de los misterios». Si contextualizamos los textos, descubrimos el sentido íntimo de la
predicación de Jesús, en este sentido, la revelación de los misterios es algo que Cristo quiere
manifestar a sus discípulos. El misterio quiere ser revelado, como ocurría con Daniel, a los
niños, es decir, a los humildes que no se fundamentan en su sabiduría humana sino en su
confianza en Dios. Misterio que se revela de manera progresiva. El misterio del reino que se
descubre en la persona de Cristo se desarrolla en un drama espiritual pues divide al hombre
por dentro, pues no todos tienen capacidad para entenderlo (solo los pequeños y dóciles) son
los dichoso y bienaventurados. «Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien él se lo
quiera revelar». Junto a la revelación gratuita aparece la antítesis; el conocimiento o el
misterio mismo, no se concede a todos, aparece así una distinción entre los discípulos y los
«otros». Igual que los libros paganos de la sabiduría, los sinópticos tocan el tema de los que no
son capaces de percibir los misterios del reino, es lo que denomina la tragedia de la
reprobación. De la ceguera a proposición de los misterios del reino, esa ceguera es la causa,
según Mateo, de que a los demás les hable en parábolas. Pero la parábola por ser de algún
modo un símbolo tiene un sentido enigmático, pero Cristo no quiere ocultar nada, lo que pasa
es que la ceguera de los que están fuera no es pretendida por Dios, sino que es el
endurecimiento propio que les mantienen ocultos los misterios de Dios. Es la disposición
negativa ante la revelación. En la predicación del reino se le atribuye a la noción misterio estos
secretos que Cristo revela y que requieren una disposición interior por parte de los receptores.
No se hace distinción de personas, unos para la salvación y otros para la condenación, sino que
se subraya la interior disponibilidad receptiva que el hombre ha de tener ante Dios. Cristo
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predica al aire libre y habla en parábolas para hacer más asequibles los misterios. Como en el
sueño del libro de Daniel, las parábolas ocultan y revelan. Descubrir el reino en las parábolas
será el privilegio de los humildes.
Hay un texto en el evangelio según Mateo en el que no se nombra la palabra misterio, pero
que resume perfectamente la tradición bíblica a cerca de la noción de misterio. Mt 11,25-27:
«te doy gracias Padre…»
En la primera estrofa encontramos una Bendición: en el AT hay muchas formas de dar gracias a
Dios, entre ellas encontramos la de Gn 24,10-18, en la que podemos distinguir tres elementos
esenciales:
a) La actitud espiritual que tiene un sentido dinámico por el cual se pide un signo a Dios.
b) La bendición y la acción de gracias.
c) El motivo de la acción de gracias (en el texto, Dios no ha retirado su lealtad y promesa)
A la luz de estos elementos, cobra un especial el texto de Daniel (Dn 2,23) en los que se
revelan los mismos elementos: actitud de fe, bendición/acción de gracias y el recuerdo de las
obras de Dios. Todo este esquema que ya va apareciendo en el AT se repite en el texto que nos
ocupa de Mateo. Jesús compara sus discípulos, semejantes a los niños del libro de Daniel con
los fariseos, los sabios de la corte Babilonia. A los discípulos y no a los fariseos, Dios los
favorece con la revelación. Jesús muestra que con su venida la profecía de Daniel se ha
cumplido. Las maravillas que complementan esta acción de gracias son la comprensión de los
misterios del Reino que se ha otorgado a sus discípulos y permanecen ocultos a los sabios.
En la segunda estrofa del texto, se pone de manifiesto que Jesús hace partícipe a los discípulos
de los secretos más íntimos del Padre. Este conocimiento puede ser concedido por Cristo. Un
conocimiento que él tiene y puede dar a otros. El conocimiento y la filiación van de la mano. El
conocimiento no se reserva a unos elegidos, sino a todos los constituidos hijos. La revelación
del Padre que el Hijo hace no es la participación en un conocimiento noético, no es un
enunciado abstracto e intelectual, sino una entrega participada de la filiación divina. San Juan
lo expresa estrechando la relación entre el conocimiento y ser (Jn 3,1-2: «no solo nos llamamos
hijos de Dios pues lo somos en realidad»). Así el conocimiento que se entrega a los discípulos
no es algo filosófico, o un mensaje sino una forma de poseer el reino, la filiación divina. Si en la
primera estrofa asimilábamos el texto al libro de Daniel, en esta podemos decir que el
misterio, a cuyo conocimiento podemos acceder es algo que podemos poseer realmente. La
bendición de Jesús es el culmen de todas las bendiciones del AT. Jesús dice que Dios Padre es
Señor de cielo y tierra. En su voz se han unido las voces dispersas del AT.
En definitiva, la doctrina de los sinópticos respecto a misterio es que se trata de algo oculto
que no puede ser conocido por la sabiduría de este mundo pero que toda al hombre muy
cerca. Tan importante que se refiere al mensaje salvífico de Dios en Cristo. El misterio no es un
realidad fría, oculta, abstracta, sino que está cargada de alegría existencial, es decir, un
mensaje de dicha, una bienaventuranza, un evangelio. Es la realidad de un Dios que se revela
como Padre en Cristo, y por tanto, aparece la filiación divina en el Reino. Por su propia
inteligencia, el misterio no se adquiere de modo automático sino que es un don del Padre a
aquellos que se hacen pequeños.
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San Pablo, siendo el autor que más usa el término (20 veces), dice que el misterio es el plan de
Dios mantenido en lo oculto, se ha ido revelando y manifestando en la historia, siendo su
culmen Jesucristo. Manifestación que se hace de manera especial modo a los humildes.
En su teología del misterio encontramos tres actos que configuran un drama, que a la manera
de círculos concéntricos de una progresiva luminosidad, que se puede interpretar a partir de
1Cor 2,7-10.
La realización histórica de este misterio se opera en Cristo. Éste enviado por el Padre reconcilió
consigo todas las cosas. La novedad de este segundo acto, es que Dios no ha concedido la
salvación para mantenerla oculta, sino dada a conocer y manifestada. Se introduce una
contraposición entre el tiempo cronológico (AT) y el tiempo escatológico (ahora). En este
sentido, la teología de la predestinación en san Pablo es la iniciativa divina de comunicar esta
promesa divina a todos los hombres. En Ef 4,10 dice que nos eligió y predestinó en Cristo para
ser sus hijos. Esta noción de predestinación se pone en relación con el misterio. Todos, judíos y
gentiles, ha sido elegidos para ser familia de Dios en Cristo. No cabe duda que la
predestinación de san Pablo no es la de Calvino.
El dinamismo del misterio de Dios nos lleva al misterio de Cristo, pero a su vez, éste se realiza
en el misterio de la Iglesia. El plan de Dios objetivado se realiza a través de la Iglesia. La Iglesia
es el centro del misterio. En este sentido la participación en la Vida divina puede alcanzarse en
la Iglesia.
En la carta a los Efesios se dice que Cristo nos ha dado a conocer el misterio del Padre, que no
es otro que la vuelta a Dios de todos (recapitulación: volver a la cabeza que es Cristo). En esta
revelación la Iglesia tiene el papel fundamental. Es una revelación universal, por eso san Pablo
une la revelación a los judíos con la de los gentiles. En las cartas de la cautividad se explicita
que el misterio de Dios se realiza por medio de la Iglesia. El misterio de Dios es Cristo, al que
tienen acceso tanto los gentiles como los judíos: «miembros de un mismo cuerpo y partícipes
de una misma promesa». Por eso no se puede separar el misterio de Cristo del misterio de la
Iglesia.
En el texto está de trasfondo en el texto es que todos somos incorporados al misterio de Dios
por la Iglesia. Antes los gentiles estaban excluidos de la Alianza, pero los judíos estaban en la
misma situación pues caían constantemente en el rechazo de Dios. Por tanto, todos atraían la
ira de Dios. Ahora, gracias a Cristo ha cambiado la situación para todos. El «ahora» es el
tiempo del advenimiento de Dios, de su proyecto salvador. Es un hecho que esta salvación se
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
ha extendido a todos. Por eso los que estaban lejos ahora están cerca. Los adverbios de tiempo
«antes» y «ahora» son usados para destacar el cambio que se produce en la situación humana.
Cambio que se produce por el bautismo (salvación incoada: anticipo de la salvación). A partir
del bautismo participamos YA de la vida eterna, pero no está realizada en plenitud.
Cuando dice «en nosotros» se refiere a Cristo cabeza y el resto miembros. Por eso dice a
continuación «de los dos ha hecho un solo cuerpo». Ese «nosotros» el fruto de la redención de
Cristo. De la humanidad dividida ha hecho una sola cosa. Cristo ha tirado el muro, la
separación, que hacía imposible la relación entre judíos y gentiles, es decir, la ley ha sido
abolida «para crear de los dos en sí un único hombre nuevo». Este nuevo modo de hablar de
san Pablo, responde a la noción de «personalidad corporativa» por la que en una sola persona
se concentra todo un pueblo como cuerpo cohesionado. Este nuevo cuerpo «Cristo lo ha
creado en sí mismo», de modo que, sin Cristo el cuerpo y el ser humano no tienen
consistencia.
San pablo continua: «vino a anunciar la paz… paz a los de cerca, paz a los de lejos». En
definitiva, es un mismo Espíritu el que nos incorpora a la única filiación de Cristo. Por eso ya no
somos extranjeros o forasteros, es decir, ajenos al misterio, sino conciudadanos de los santos
(en la Iglesia de los primeros siglos la Iglesia era conocida como la comunidad de los santos) y
miembros de la familia de Dios.
Otra imagen usada por San Pablo es la de «edificio» cuyo fundamento son los apóstoles y
profetas. Esta Iglesia, edificación celestial, está en permanente construcción en la que siguen
incorporándose miembros a lo largo de la historia por medio del Bautismo. Por éste, los
hombres son incorporados a la construcción para ser morada del Espíritu Santo.
Es cierto que la Iglesia es la realización del plan histórico de Dios y en su propia situación
espacio-temporal, la Iglesia no es la salvación. Se trata de una concresión progresiva. Este
despliegue de la salvación en la historia (la Iglesia), tiene un antagonista en acción (2Tes 2,7)
que culminará con la aparición del Anticristo. Dos fuerzas sobre humanas se disputan este
mundo. De un lado el misterio de Dios operante a través de la Iglesia, de otro el misterio del
mal. Para hablar de la fuerza de uno y otro, san Pablo, usa una misma palabra «dinamis».
Hassatán se pone en medio y obstaculiza la acción de Dios, de ahí que los cristianos recen en el
Padrenuestro «venga a nosotros tu reino» y «líbranos del mal». Esta guerra no tiene un final
incierto, sino que san Pablo dice que el último enemigo en ser derrotado será la muerte.
Hablar de misterio de la Iglesia es situarla bajo el marco de la sabiduría y bondad del Padre. La
noción de misterio aplicada a la Iglesia hace referencia a su origen trinitario y al dinamismo
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Al padre se le atribuye la creación del mundo y también la iniciativa de elevar a los hombres a
la participación divina. Creación, por tanto, es una de las propiedades específicas atribuidas al
Padre. Toda la iniciativa en este orden procede de él como fuente suprema y origen de todo.
Pero el Padre, además, eleva, predestina, así es él el que quiere convocar a través de la Iglesia
para la realización de ese misterio eterno. Elección y predestinación es lo que configura la
eterna iniciativa del Padre. Este designio se realizará por Cristo en el Espíritu. La iniciativa es
suya y de este modo santifica al hombre.
En el verbo «elegir» queda clara la intervención del Padre la Iglesia, pues si Iglesia significa
convocación, es el Padre quien elige a los convocados. La predestinación y la conformación a la
imagen del Hijo son una sola cosa, es decir, cuando nos con-formemos (hagamos a la forma de
Cristo) seremos sus hijos. Dice «quiso Dios llamar a los hombres… excluyendo cualquier
conexión personal… sino a través de su Iglesia»
Cristo es Hijo natural del Padre, nosotros somos hijos adoptivos, no es lo mismo, Cristo lo es
por naturaleza, nosotros por gracia (elección gratuita). El origen último de la Iglesia está en el
Amor Fontal del Padre. (Ad gentes divinitus 2). De él proviene la elección y la llamada. No se
puede llamar sin elegir. Elegir es lo mismo pre-destina al hombre a un fin. Esa predestinación
se concreta en la llamada. El Padre hace surgir así, la comunidad en la que el primogénito de
muchos es el Hijo. En este sentido el concilio, comprende a la Iglesia como prefigurada desde
el origen del mundo, preparada en la historia de Israel, constituida en los tiempos mesiánicos,
manifestada por la efusión del Espíritu, y realizada o consumada en la plenitud de los tiempos.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
El Hijo por «apropiación personal» tiene en sus manos la ejecución temporal del designio del
Padre. En él la revelación llega a su culmen. Redimiéndonos de nuestros pecados, nos
incorpora a la Iglesia de la Trinidad. En el orden de la Personalidad es solo el Hijo quien lleva a
cabo la obra de la relación. Solo el Verbo de Dios asume la naturaleza humana. Solo a él se le
pueden atribuir las obras de la humanidad asumida.
Hablando de la Iglesia, el concilio, nos hace ver que la misión del Hijo cosiste en establecer los
planes del Padre. La Iglesia proviene, por tanto, de Cristo en su ser más íntimo. Es la
comunidad de los elegidos por el Padre. Como cuerpo místico de Cristo, la Iglesia tiene su
origen en su cuerpo colgado en la cruz. La sangre y el agua que brotó de su costado simbolizan
los sacramentos de la Iglesia. Esta dependencia de la Iglesia respecto a Cristo no se
circunscribe a un tiempo, sino que es constitutiva de la propia Iglesia.
«Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le había encargado realizar en la tierra, envió el
Espíritu Santo… para santificar a los hombres… el Espíritu habita en el corazón de los
creyentes como en un templo…» (Leer LG 4).
En primer lugar, sobre la misión, la LG explica cual es la misión del Espíritu Santo: culminar la
obra de Cristo. La Iglesia es la congregación de todos aquellos que han sido llamados, elegidos,
predestinados a ser con-formes el Hijo (el Hijo es la imagen del Padre). Llamados a participar
de la vida divina. El encargado de realizar esta obra es el Espíritu Santo. Es el enviado para
hacernos hijos en el Hijo.
Esta misión del Espíritu Santo comienza después de la pascua de Cristo (Jn 7,37ss: «si alguno
tiene sed, venga a mí y beba en mí… esto lo decía en referencia al Espíritu que no había sido
dado, pues aún no había sido glorificado (Jesús)». El E.S. es el espíritu de Cristo Resucitado, por
eso, el que crea en Jesús no tendrá fe jamás pues de su interior, el Espíritu Santo hará brotar
ríos de fe. Por tanto, el NT siempre vincula la recepción del Espíritu a los acontecimientos
pascuales. La vida cristiana es la vida en el Espíritu que reproduce en nosotros la imagen filial.
Él nos injerta en Cristo.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
La epíclesis. Si el ES tiene como objetivo primordial hacer presente a Cristo glorificado, esto
solo puede llevarse a cabo por la Epíclesis. Es el ES el que da eficacia al sacramento. (epíclesis
es invocación al Espíritu Santo). Al ES debemos esta acción de Dios eficaz en la Iglesia. El
concilio dirá en referencia a esto: 1) el ES es el que introduce a la Iglesia en la verdad total,
encaminándola y guiándola hacia el pleno conocimiento de Xt. 2) Es el artífice de la unidad en
la Iglesia (artífice de las cuatro notas: Una, Santa, Católica y Apostólica). 3) El ES dirige a la
Iglesia y la construye con dones jerárquicos y carismáticos. 4) El ES es el gran desconocido. No
podemos olvidar su función respecto a la Iglesia, aunque la teología católica haya relegado la
función del ES a un segundo plano por dos causas principales: a) por la prevención por los
movimientos espiritualistas que reducían a un aspecto meramente espiritual a la Iglesia. La
reacción de la Iglesia es definir que la acción del ES queda delimitada en el ámbito de la
jerarquía. b) por la influencia de san Agustín en «De Trinitate», donde privilegia la esencia
divina de Dios en detrimento de la distinción de personas. Al no subrayar la distinción como a
unión se pierde lo específico o propio de cada una de las Personas. Como consecuencia en
teología se ha subrayado la esencia divina y no la distinción de personas por lo que no se
profundiza en el ES. El CVII ha puesto en obra la importancia del ES con todos los movimientos
anteriormente vistos.
4. La Igleisa, pueblo unido “por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu”.
Lg 4 termina diciendo «toda la iglesia aparece como pueblo unido por la unidad del Padre del
Hijo y del Espíritu Santo». La unidad de la Iglesia es hechura de la unidad trinitaria, por tanto, la
unidad de la Iglesia no es humana. La Iglesia no se comprende si no es a partir de esta unidad
de las tres personas divinas. La Iglesia encuentra en su origen, su modelo y su meta. Para que
la Iglesia se realice necesariamente, es necesario que sea incendiada por el ES. Se trata de que
dentro de la inmersa diversidad que forma la humanidad, todos seamos congregados en el
pueblo de Dios. La Iglesia, ya nos introduce en el misterio trinitario. Sin la unidad, la Iglesia es
una familia de Dios, sin Dios.
La Iglesia tiene a la Trinidad en su origen o principio, lo que le hace ser eficiente. Su causa
eficaz.
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En su obra «el Espíritu Santo y la Iglesia» compara la Iglesia con el misterio del Verbo
Encarnado. Por tanto, el ES es el «nexus mysteriorum» el sexo de unión, el encargado de
mantener la unión en la Iglesia. Es él el punto de partida para entender el misterio de la Iglesia.
Al ES se le ha definido como «una persona en dos personas» pues se constituye en una
persona (él es uno) estando en dos personas (P y H). Procede de ambos, no como de dos
principios sino como de un solo principio. La Iglesia, por el ES, la Iglesia es una persona en
multitud de personas (el Espíritu Santo).
El ES es en la vida trinitaria una persona en dos personas y en la vida económica una persona
en multitud de personas. Por eso, la misión del ES es por apropiación la unión de diversas
personas. El ES, siendo comunión de personas trinitarias en su vida trinitaria, es ligamen de
personas en la Iglesia en su vida económica.
4.3 La Trinidad “meta” transcendente de la Iglesia (UR 15, GS 40) [causa final].
Desde la eternidad Dios Padre ha querido un Iglesia, san Pablo contempla este misterio de la
pre-existencia de la Iglesia, como elección-predestinación de los hombres en la creación a
imagen de Dios. La iglesia es la realización en el tiempo del proyecto salvador de Dios. Hermas,
en el «Pastor» ve la Iglesia como una anciana, esto es, muy vieja. Clemente de Alejandría dirá
que el designo salvífico de Dios se llama Iglesia. Orígenes concibe, teniendo a Pablo por guía,
descubre «todavía más arriba, concretamente antes de la creación del mundo» la «creación»
de la Iglesia.
El misterio o designio salvador de Dios se realiza en la historia. En ella, aunque no es fruto solo
de esta contingencia histórica, es donde surge la Iglesia. Tanto el origen, como Israel, como los
tiempos últimos, pertenecen a la historia. Iglesia constituida para todo el mundo. Por ello. Es
Misterio (procede del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo) y sujeto histórico (prefigurada en la
creación, preparada en la Antigua Alianza, constituida en pentecostés y dirigida a la Historia).
Por eso si sujeto histórico y misterio es elemento humano y divino, es cauce de la gracia,
instrumento y signo, por medio de ella Dios se comunica a los hombres y peregrina en este
mundo. Cuerpo místico y sociedad jerárquica estructurada, comunidad de fe y comunidad de
fe. Santa y en ella hay pecado.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
Subrayado la noción del término «ekklesia» como la evocación o convocación, el ámbito donde
Dios llama convoca y llama a todos los hombres. Por eso en el trasfondo del término ekklesia
vemos la llamada de Dios a seres dispersos (espacios, tiempos, culturas…). Por eso los Padres
decían «Ekklesia convocas et congregans» (reunión de los convocados y de los congregados).
En ella la convocatoria divina precede a la convocatoria humana. La convocatoria humana es
fruto de experimentar la convocatoria divina. Tiene, por tanto, su origen en Dios y como
respuesta histórica, el hombre responde. Habiendo siendo llamados por Dios nos
congregamos. En definitiva, la Iglesia no es contingente. La Iglesia precede al propio cristiano,
que vive su fe en la Iglesia. La Iglesia nos precede. Nosotros nos incorporamos a ella. Si la fe
entra por el oído, la Iglesia es la condición de posibilidad para creer, pues es ella la trasmisora
de la fe.
El cristiano nace del agua y del Espíritu, dentro de la Iglesia, san Cipriano decía que «con su
leche hemos sido alimentados, en su Espíritu somos animados».
La fe no se puede vivir de modo individual, exige la fe personaliza, vivirla dentro del ámbito de
la Iglesia. La eclesialidad es el modo de existencia cristiana. El evangelio de Cristo no
contempla en ningún momento una relación con Dios fuera del marco de la Iglesia. Por eso
para el nuevo testamento es inimaginable un cristiano individual que quiera formarse a sí
mismo. Solo en el seno de la comunidad creyente en la que se recibe la fe, se puede vivir la
unión con Dios. Solo en la unión comunitaria de la Iglesia experimentamos el amor individual
de Dios. La redención supone un vínculo de fe personalizada que supone una relación eclesial.
En definitiva, como afirmamos en el credo «por todos nosotros y por nuestra salvación.
Cuando decimos que la Iglesia es icono de la Trinidad, nos referimos a que ésta refleja su
propio ser. Es lo que se denomina en teología un «nexus mysteriorum». Nos lleva así a
entender la Iglesia, por analogía, a la Trinidad. En este sentido, un solo Dios y tres personas
distintas, en la Iglesia una, existen diversidad de dones, carismas, ministerios… De la Trinidad y
de la unidad de las personas divinas, recibe la Iglesia su unidad. En este sentido, la recta
comprensión del misterio eclesial exige eludir la doble tentativa de la uniformidad (una sola
forma) y dispersión (que lleva a la volatización de fuerzas), frente a la que está la unidad.
Como misterio de reconciliación vertical, el hombre ha sido reconciliado con Dios, como
misterio de reconciliación horizontal, el hombre ha sido reconciliado con los demás hombres.
Si Dios creó un solo hombre, y por el pecado, quedó la humanidad desgajada en multiplicidad
de individuos, la obra de Cristo es la obra de la reunificación de lo disperso. Cristo ha derribado
el muro que separaba al hombre con Dios y a los hombres entre sí. De la diversidad de lenguas
de Babel a la unidad de entendimiento en Pentecostés. Para los Padres existe un paralelismo
antitético entre ambos relatos. Hacerse cristiano es esencia pasar de la dispersión de Babel al
nuevo pueblo de Dios convocado en Pentecostés. Si Bable es la dispersión y la ruptura de la
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
La Iglesia es ya todo esto y todavía no ha llegado a serlo en plenitud. LG dice que es germen
firmísimo de la unidad para toda la humanidad. Solo cuando llegue el término de esta
peregrinación la Iglesia llegará a ser lo que debe ser. Entonces se producirá lo que dice
Apocalipsis 7,9: la inmensa muchedumbre vestidas de blancas vestiduras y con palmas en las
manos ante el trono del cordero.
Por un lado decimos que la historia es una trama de acontecimientos que se suceden en el
tiempo y en el espacio. Hay una continuidad en los acontecimientos. Un acontecimiento
aislado, sin pasado ni futuro no es propiamente historia. En nuestra historia personal un hecho
tiene causas y efectos. Por eso quien dice historia dice «trama procesual», tejido que relaciona
los hechos entre sí. Estos hechos que se relacionan entre sí, tienen un sentido, no son fruto de
la casualidad.
La Biblia, no contiene una teología dogmática sino una teología narrativa. El tiempo es el
escenario donde Dios realiza su salvación. La confesión de fe de DT 26,5, manifiesta que la
salvación se realiza en la historia. Por eso en el pueblo de Israel aparecen conceptos
meramente históricos. En esta teología narrativa (teología de la historia), la historia aparece
como canal de la revelación. Dios ha dispuesto providencialmente que a través de la historia se
realice la salvación.
La Iglesia se va desarrollando en la historia. En este sentido, los Padres, sobre todo san
Gregorio Magno, habla de los tres estadios (etapas o edades) de la Iglesia. En ellos se presenta
una continuidad y a la vez se presenta una superación. Estas edades manifiestan que la Iglesia
se desarrolla den en tiempo, pero a la vez, lo antigua ha pasado, hay que mirar a lo nuevo.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
La Primera edad, según san Gregorio, es ekklesia ante lege, es decir, ante de la ley mosaica. La
segunda: ekklesia sub lege, en tiempos de la antigua alianza. Y la tercera, ekklesia sub gratia, es
decir, bajo la gracia, desde pentecostés. En este sentido, la trama de acontecimientos
interpretados a la luz de la revelación, constituyen la economía salvífica. Economía progresiva
pues va progresivamente revelándose, donde cada una de las etapas prepara la siguiente y
responde al plan eterno del Señor. Se trata de que lo precedente va desvelando lo
consiguiente. Así lo anterior es preparación y figura de Cristo.
Los Padres afirman que la Iglesia existe desde el justo Abel. La patrística fue unánime en
proclamar la catolicidad en el tiempo. Lo cual se basa en dos afirmaciones fundamentales:
a) 1Tim 2,4 «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad». La voluntad de Dios es que todos se salven.
b) La unicidad del mediador. Esa voluntad es que todos se salven solo a través de Cristo.
si Cristo es el mediador único y la Iglesia desarrolla en la historia su salvación, no ha y
salvación fuera de Cristo y su Iglesia. Pero ¿Qué pasa con los anteriores a él?
En este sentido se reprocha al cristianismo que es una religión nova. Y por otra se le reprocha
la tardanza de Cristo en llegar. Por lo que la continuidad de Dios en la salvación quedaba en
entredicho. Esta controversia pone al descubierto la necedad de concebir el tiempo como
cíclico. Además, no se tiene en cuenta la economía progresía de la Iglesia.
Los Padres responden usando dos conceptos: a) un único plan salvífico que afecta a toda la
humanidad, pre-cristiana y post-cristiana. Por eso se habla de catolicidad de la iglesia en el
tiempo. b) Este designio no se realiza sino a través de diversas etapas. Existe un
escalonamiento en la intervención de Dios en la historia. San Irineo la llama «Pedagogía
divina». De lo más rudo a lo más fino. Por eso el cristianismo tenía que llegar cuando el
hombre estuviese maduro para recibirlo. Es un misterio de condescendencia divina.
Ante la cuestión del único plan de salvación universal surgen dos respuestas teológicas: la
patrística latina y la patrística griega.
Para Pelagio, la salvación se alcanza por los esfuerzos del hombre para conseguirla. Pero
entonces, ¿Qué sentido tiene la encarnación y la gracia? San Agustín afirma que la salvación es
puro don gratuito de Dios, no se debe al esfuerzo del hombre. San Agustín salvó al cristianismo
de convertirse en una versión espiritualizada del Estoicismo. El santo de Hipona defiende la
unicidad del único mediador y la fuente de la gracia que en él se nos ha dado. La salvación de
Cristo es universal. Pelagio reducía a Cristo a un buen ejemplo, un buen hombre. Los
pelagianos creían que la salvación llegaba por la observación de los preceptos cristianos.
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San Agustín afirma que entre las etapas de la historia de la salvación existe una continuidad,
con un único mediador: Jesucristo. Cristo no es solo una buena persona, un ejemplo a seguir,
sino que es además, causa final y causa eficiente de nuestra salvación.
Ahora una vez ha venido, se ha pasado de una fe implícita a una fe explicita en Cristo. Por eso
dicen los Padres, que a la Iglesia pertenecen todos los justos desde Abel. Por eso la Iglesia,
afirman los Padres, es co-extensiva a la humanidad, camina con la humanidad. San Agustín
pone el acento en la continuidad entre las distintas etapas de la historia de la salvación, y con
ella la Iglesia presente en ella de un modo u otro.
Además de la continuidad, hay que afirmar un progreso. A esto se le llama en teología «factor
de novedad». Si hay progreso o factor de novedad, de algún modo, hay una cierta ruptura.
Algunas veces encontramos una «novedad absoluta» o salto cualitativo.
Este factor de novedad que representa el cristianismo frente al judaísmo, más que por los
Padres latinos, fue acentuado por los Padres griegos.
Este cambio sustancial consiste en que en el AT se pueden distinguir dos factores: Dios y la Ley,
de manera que en la antigua alianza, Dios y Ley no se identifican. Dios muestra el camino, al
Ley, pero el hombre no es capaz de seguirlo. En el NT, Dios se encarna y tras la resurrección de
Cristo, el Espíritu Santo permanece en la Iglesia. En la nueva Alianza Dios y Ley se identifica. Si
e la antigua Alianza se mostraba el camino, pero no se daba la fuerza, en la nueva se muestra y
se da la fuerza divina para llevarlo a término. El mesías es Dios encarnado.
Se trata en definitiva, cuando se subraya este progreso, de hacer ver que existe un factor de
novedad, y por tanto, las etapas anteriores a Cristo tiene un carácter provisional, son
«preparatio Evangelio», pues la doble misión del Hijo y del ES suponen un salto cualitativo.
Otro dato es que si en el AT, la presencia de Dios se localizaba en el santo de los santos. En el
NT, la presencia de Dios se hace universal. Cristo no es un signo de la presencia de Dios en
medio del hombre, él es el Verbo Encarnado.
El ES, que habló por los profetas, de modo esporádica y puntual en el AT en el NT, su presencia
es total, toma posesión de la Iglesia y del creyente. A esto se le llama «inhabitación
santificante del Espíritu Santo».
Esta posición de los Padres Griegos, hace justicia a muchos pasajes de la Escritura. Mt 11,10ss
nos muestra que lo antiguo es preparación para el nuevo orden, es más, el más pequeños en el
reino de los cielos es más grande que el mayor de los profetas.
En la Carta a los Hebreos 7,19, se dice que se introduce una esperanza nuevo, que la ley era
sombra de lo nuevo. Si el culto del AT no es sino prefiguración del nuevo y definitivo culto, los
dones del AT son puntuales, los del nuevo son plenos.
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En conclusión, es el pueblo de Dios, cuyo comienzo nos lo da a conocer el AT. Vemos como hay
dos factores que hay que tener en cuenta: El factor de continuidad que se pone en evidencia
en la pertenencia al pueblo de Israel. El factor de novedad que se pone en evidencia en el
nuevo pueblo de Israel que es la Iglesia de Cristo. Las misiones del Hijo y del Espíritu Santo
suponen un salto cualitativo en lo nuevo que surge de lo antiguo. Tanto es así que lo nuevo
sobrepasa las expectativas de lo antiguo: el mesías esperado es el mismo Dios encarnado.
Si recurriendo al dogma cristológico del descenso a los infiernos entendemos porqué la Iglesia
existe desde el justo Abel. Se pone en evidencia que con las distintas imágenes de la Iglesia se
subrayan tanto la continuidad como la novedad. Así la imagen de «pueblo de Dios» es
complementada con la imagen «cuerpo de Cristo» o «templo del Espíritu». Por eso, para tener
una verdadera y completa visión de la Iglesia es necesario armonizar estas imágenes. Imágenes
se nos hacen ver de alguna manera la totalidad del misterio de la Iglesia.
Como dato aclaratorio, en el AT, al pueblo de Dios se le denomina con el término hebreo
«qahal Yahvé». Este término será sustituido en el NT por «ekklesia». Si el primero subraya la
continuidad, el segundo, subraya la novedad. En Mt 16, Jesús dice a Pedro: “tú eres roca y
sobre esta roca edificaré MI Iglesia”.
La historia del pueblo de Israel, no comienza con la creación, sino con la elección. En la
experiencia de Israel, lo primero es sentirse salvados. La experiencia de que Yahvé interviene
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A partir del exilio de Babilonia, el pueblo comienza a reflexionar sobre la creación, y de este
modo, es consciente de que Dios ha estado siempre presente en el pueblo, Dios no ha
abandonado a su pueblo, sino que Dios ha permitido para el bien del pueblo el destierro. Del
destierro sacará un bien. Esto es posible porque Dios es el dueño de la historia, es más, la
historia brota de sus manos. La creación es el inicio de la obra salvadora de Dios. Por eso el
misterio de la Iglesia está presente desde la creación del mundo. Es la Iglesia es «ante legem».
El pueblo de Israel, va tomando conciencia en el destierro del poder total de Dios. Dios puede
volver a sacarlos de la esclavitud, igual que hizo en Egipto, porque es el creador de todo. Dios
puede dominar y manejar todo porque él lo ha creado. El pueblo llega a comprender que Dios
es el creador del mundo después de la experiencia liberadora del Sinaí.
En el primer relato, el pueblo reflexiona a causa de las causas de la profunda crisis en las que
se encuentra con la finalidad de restaurar la confianza del pueblo en Dios. Por eso los eruditos
escriben la historia de Dios con su pueblo. Historia que se remonta más allá de la liberación de
Egipto, a la creación del mundo. La intención es explicitar el señorío de Dios en la historia. Se
trata de un mensaje grandioso y solemne que concuerda con el mensaje de los profetas en el
destierro. Un ejemplo de ello es Is 40,22-28. En definitiva, Dios puede decidir el fin de todo, es
porque todo en él su principio. Las invasiones (Nabucodonosor) y los decretos (Ciro) también
están bajo es domino de Dios. La única causa y potestad sobre la vida del hombre es Dios.
En el segundo relato bíblico, centrado en la creación del hombre, la cuestión, más que el
origen del hombre es el origen del mal. Es fruto de la reflexión de los sabios en la corte del rey
Salomón, a cerca de los misterios de la vida del hombre y de la historia.
Teniendo en cuenta los dos relatos, decimos que la Iglesia estaba presente en los origines de la
humanidad, en el sentido, de que en Adam fue elevado a la vida divina. Fue Adam el primero
constituido en gracia y santidad, no puede ser constituido en gracia y santidad ajena a Cristo y
a su Iglesia. Si la gracia no es otra cosa que la participación en la vida divina, esta gracia para
nosotros, por la que somos adoptados, está prevista ya en la creación del mundo. Esto es, Dios
no puede darnos una filiación divina independiente de la Filiación de Cristo, de este modo, en
la creación del mundo, estábamos ya predestinados a participar de la filiación divina. Si Dios se
dio al hombre en su intimidad desde el principio, decimos en teología que Dios creo en el
principio un mundo en Cristo, es decir, en vistas a él. Mientras el Verbo no se encarnó, el
Espíritu estuvo ya presente en el mundo, pero su efusión definitiva en Pentecostés.
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Esta gracia que estaba ya en Adam, queda mermada por el pecado original.
Si todo se hizo por Cristo y en Cristo, la Iglesia ya estaba presente, pues la gracia de Cristo se
canaliza por medio de la Iglesia.
Gn 1-2. (primer relato de la creación). De especial interés es el versículo 1,26 en el que se dice
que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y, por tanto, está capacitado de
una relación interpersonal con Dios (capax Dei). Además, no solo una relación de creador con
criatura, sino una relación de tú a tú. Solo podemos relacionarnos en sentido profundo con
nuestros semejantes. En este sentido, decir que el hombre está creado a imagen de Dios es
decir que está capacitado para la relación, es decir, es constituido como persona. Con este ser
persona, el ser humano, es un sujeto capaz de dialogar, es decir, de establecer alianza con
Dios. El dialogo implica interacción, escucha, recepción del otro. Por eso cuando el Génesis
afirma que el hombre está creado a Imagen y Semejanza, afirma que está hecho para entrar en
comunión con Dios y con sus semejantes. No es que en la creación esté presente una alianza,
sino que está presente la capacitación para ella.
En el capítulo 3 del Génesis se destaca que el plan de salvación que comienza con la creación
se rompe a causa del pecado. En este segundo acto del drama, entra un nuevo personaje: el
pecado. Éste frustra el plan divino expresado en los dos primeros capítulos. De este modo, se
pone en evidencia que el pecado rompe esta doble comunión. por un lado, rompe la comunión
con Dios, entendida en clave de desobediencia por el autor. La comunión con Dios, para la
Biblia, es un elemento elemental para la vida humana, por eso la ruptura con Dios conlleva
consecuencias en la vida humana: la ruptura con el ser humano. Nada queda igual cuando el
ser humano ha roto la comunión con Dios, al otro ya no se le ve como hermano, sino como
adversario o enemigo. Por eso, por el pecado, se produce una ruptura intra-humana. Ruptura
que se pone en evidencia cuando Adam deja de mirar a Eva como la miraba antes, y cuando
Caín mata a Abel. Ruptura que se irá prolongando en el episodio de Babel, donde la ruptura
con Dios en clave de exclusión, es decir, Babel representa el secularismo moderno que
mantiene no necesitar a Dios para convivir con los hermanos, pero el resultado es la división
de los seres humanos. Al romper con Dios, el hombre está incapacitado para la relación con los
hermanos.
El autor sagrado nos dice que el responsable del pecado es el hombre que ha rechazado a Dios
y lo ha apartado de su vida. Mal que tiene un poder de comunicación propio. Por eso los
capítulos siguientes nos relatarán como el mal cunde sobre la faz de la tierra. Ante esta
situación dramática Dios, que es benévolo, no se desentiende de la humanidad y encontramos
en Gn 3,15 el protoevangelio donde se dice que el hombre podrá superar el mal, aunque éste
le haga daño. Aparece la promesa junto al castigo, de ahí su denominación como
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Con Noé, Dios establece una alianza, es la primera de la Escritura (Gn 9-10) en la que se
pone de manifiesto que Dios es benévolo ante la maldad del hombre. Alianza que no es
pacto con el pueblo de Dios, pues éste todavía no existe. Dios pacta con Noé ser cabeza de
una nueva humanidad, del mimo modo que lo fue Adam. La diferencia es que Dios se
«arrepintió» del diluvio.
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Las religiones cósmicas tienen un puesto en la historia de la salvación. Para el tiempo anterior
a Abraham ha sido la verdadera religión. El verdadero camino para llevar a la humanidad a la
comunión con Dios. En Heb 11 se habla de los santos paganos: Abel, Enoc… personajes en los
que está presente la fe. Santo Tomás de Aquino dirá, que esa fe implica la conciencia de la
existencia de Dios y tener certeza de que Dios actúa y paga a cada cual según sus obras. Así
pues, en la historia de la salvación no hay vacíos. La Iglesia aparece prefigurada antes de la Ley.
Si la Iglesia es la congregación de los Fieles, surge esa Iglesia donde estos hombres que acogen
la palabra de Dios. Hombres que mantuvieron una relación viva con Dios.
Todo este régimen religioso, comenzado con la alianza con Noé también acabó en fracaso. San
Pablo, en la Carta a los Romanos, nos dice que toda la humanidad merece la cólera de Dios.
Por eso Jesús es el único Salvador. El fracaso de la alianza noática queda manifestado en el
capítulo 11 del Génesis. La consecuencia de la ruptura con Dios es la ruptura con los hermanos,
con los hombres. Si a la primera ruptura, Dios sale al paso por medio de Noé, ante el segundo
fracaso, Dios saldrá al paso por medio de Abraham, que es la respuesta al fracaso de la primera
alianza.
En LG 9 se nos afirma que la Iglesia no es una «creatio ex nihilo», es decir, no es una invención
de Cristo, sino que tiene la Iglesia tiene una raíz histórica en un pasado. Es la Historia de Israel.
«Dios quiere salvar a los hombres no aisladamente sino como pueblo». Por eso en LG 2 se
afirma que la Iglesia ha sido preparada admirablemente en la historia de Israel. La historia de
Israel es preparación verdadera, no solo sombra, de la Iglesia. Por eso, sus acontecimientos,
que para nosotros son los designios divinos, son la preparación de la Iglesia. En este sentido, la
Iglesia es una magnitud histórico salvífica, así lo expresa san Pablo en Rm 11,16-17. Se trata de
una preparación lejana o remota, pues la inmediata es la realizada por Cristo. Esta preparación
remota o lejana comienza con la vocación de Abraham y con la promesa hecha al patriarca. La
preparación inminente la consideraremos en la alianza del Sinaí y la inmediata en Cristo.
En Gn 10, vemos como todos los pueblos de la tierra descienden de Noé, de la recreación del
diluvio. A todos los hombres alcanzan la oferta de la salvación ofrecida por Dios (lo referente a
las religiones cósmicas). En Gn 11 el pueblo persiste en el mal y la cosa desemboca en la torre
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Con la elección del patriarca, Dios da a entender que sale al encuentro de todos los linajes de
la tierra. Ofrece a la humanidad una nueva oportunidad para alcanzar la bendición divina. Con
la elección de Abraham comienza el dialogo histórico-salvífico entre Dios y la humanidad, con
él, rompe Dios el silencio y habla Dios de cara a cara con un ser humano. En Gn 12,1-3 aparece
la bendición a Abraham y a todos los pueblos. En esta bendición, Dios pide a Abraham dejar su
ciudad y el ambiente politeísta, para ir al desierto, es decir, que se desarraigue de todo para
fiarse de Dios. En el desierto no hay nada que ver, lo cual hace que el hombre mire hacia
arriba. El bautista predicó en el desierto, lo cual es un paralelismo sinonímico. En el Desierto
nació el pueblo de Israel, y el nuevo pueblo de Israel, en el desierto cayó el pueblo, en el
desierto Cristo vence la tentación (paralelismo antitético)…
La iniciativa es de Dios, que elige a un hombre sin mérito alguno, de repente, por sorpresa. Sin
esta premisa fundamental el pueblo quedaría reducido a una reunión de hombres de buena
voluntad. Por eso Dios, a partir de ahí comienza a establecer un pueblo para su promesa.
Israel, a través de estas promesas, será usado como el mediador salvífico universal. Dios quiere
por medio de Israel salvar a todos los hombres, por eso es un error pensar que Israel es el
único pueblo que Dios quiere salvar («exclusivismo salvífico»). Error en el que cayó el pueblo y
en el que podemos caer nosotros.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
en que Dios pide a Abraham la fe y él hace el resto. Por eso, no podemos hablar de pacto
bilateral, sino más bien de promesa. Dios promete algo importante: la descendencia y la tierra.
Dios promete ser su Dios y el de su descendencia, surge así el concepto teológico de
«personalidad corporativa». Abraham y su descendencia son una sola cosa: el Israel concreto.
Esta «alianza» queda marcada mediante un signo visible: la circuncisión (Gn 17, 10ss).
Esta promesa en Abraham anticipa los grandes temas de la alianza del Sinaí: la gratuidad
divina, la promesa de la tierra, el establecimiento de una relación peculiar entre el patriarca y
su descendencia, el sentido de la misión universal. Todo ello constituye una preparación a la
Iglesia, pues todas estas promesas culminarán en la Iglesia de Cristo. En sentido propio el
judaísmo no es todavía la Iglesia, pues ésta no nace sino en la plenitud de los tiempos, no
obstante, la Ley y los profetas ocuparán el centro en este tiempo, ley promulgada con vistas al
futuro, en vistas a ceder el paso a la nueva y eterna alianza.
En Gn 37 se cuenta la historia de José, en ella Dios se sirve de lo malo del hombre para llevar a
cabo su salvación. De esta manera, el sufrimiento del justo, no queda olvidado por Dios, sino
que de él saca un provecho. En este sentido José es figura de Cristo. Por eso, la promesa hecha
por Dios a Abraham, se trasmite a su descendencia. Por eso, Dios, al oír el clamor de su pueblo,
sale a su encuentro.
Dios se define con su relación con las personas, con las que va renovando sus promesas. Las
promesas hechas a Abraham, comienzan a cumplir en Egipto. En el Ex 1,8 se retoman las
promesas. La servidumbre a los egipcios se anuncia a Abraham.
Moisés del 1290 -1223 a.C. es elegido por Dios como instrumento y le encarga una misión que
supera sus fuerzas, por ello le promete su permanencia con él. El autor sagrado emplea una
fórmula que será repetida posteriormente en el NT. Una misión que es tremendamente
descompensada respecto a las fuerzas humanas. No podemos olvidar, esta promesa de Cristo
a los discípulos enviados se cumple en Pentecostés. En el caso que ahora nos toca, no mitifica
a Moisés. De Moisés en el Éxodo, no se cantan las glorias, sino de Dios. Moisés es el profeta, el
ejecutor fiel de las órdenes divinas, pero la gesta del Éxodo se presenta como consecuencia
de la fidelidad de Dios a sus promesas hechas a Abraham. A esta narración épica, hay que
extraer la intención teológica del autor: a través de los acontecimientos, Dios manifiesta su
voluntad de elección de Israel como pueblo de la Alianza. La fe de Israel nace de esta
intervención poderosa de Dios en su historia. la fe monoteísta del pueblo elegido se apoya en
signos concretos, de intervenciones de Dios en su vida. Por eso el primer credo del pueblo será
un recuerdo de las maravillas que Dios hizo en su favor (Dt 26, 5-9).
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en que el menor se somete al mayor a cambio de seguridad ante el enemigo. Esta idea de
alianza se realizaba mayormente mediante pactos entre desiguales. La iniciativa de la alianza
partía, por lo general, del poderoso, que ofrecía protección a cambio de fidelidad y tributo.
Estos pactos se solemnizaban mediante un rito. Rito que se recordaba mediante un
«memorial». Mediante el pacto, el más débil por gracia era elevado a la condición del más
fuerte. Se le ofrece aquello de lo que goza el más fuerte, el «shalom» (la paz).
En la traducción de los LXX, «berit» es traducido con el término griego «diatheké» que en latín
se traduce por «testamentum» que significa como «gracia que se recibe de modo gratuito».
Por tanto, es la disposición de una voluntad en favor de la otra. Los LXX al usar Diatheké dan
un giro al concepto de alianza pues no lo tradujeron por «syntheké» que significa «pacto
bilateral, contractual o equitativo», con el que se destaca la reciprocidad. En el fondo, como
conclusión, lo que está detrás de estos términos es la importancia de la iniciativa.
En Ex 19 se relatan los términos de alianza, que ponen de manifiesto lo que ambas partes han
de aceptar:
Estas tres gracias son el resultado de ser el pueblo de Dios, pero un pueblo de Dios que
comienza a formarse en el desierto. Por ello llamamos al pueblo del desierto «preparación de
la Iglesia». Que el pueblo se una propiedad particular de Dios es manifestada por el término
hebreo «segulla» (usado solo 6 veces para definir la relación del pueblo con Dios). Es la idea de
que el pueblo de manera especial a Dios, es un bien reservado, de un tesoro al que se tiene
mucha estima. Es un bien particular y propio, afectivo. Lo cual significa que con este pueblo se
establece una relación personal, única y exclusiva. Se proyecta con el término una creación,
una entidad creada por Dios, Dios creó el pueblo para sí, de entre todos los pueblos. Israel
tendrá con Dios el privilegio de una relación única y personal con Dios.
Por este motivo, Israel es llamado a acoger este don con una profunda humildad. Por decisión
pura, soberana de Dios, quiere que el pueblo tenga una misión concreta. Un pueblo elegido
para que profundice en la relación con Dios. La tentativa del pueblo hebreo es hacer de su
alianza (Diatheké) un acuerdo bilateral entre iguales (Syntheké).
La novedad de la Ley hace que se marque una continuidad con Abraham, todo esto es
consecuencia de las promesas hechas. La diferencia es la condicionalidad de la Ley, vinculada a
las promesas. En esta alianza Dios promete un bien absoluto para todas las generaciones de
modo solemne (teofanía). Desde aquel momento asistimos a una tensión entre la promesa
perenne hecha a Abraham y la que aquí se fragua. Es lo que se llama «perspectiva de
condicionalidad» como se ve en el texto del Éxodo. El que el pueblo sea pueblo particular,
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nación santa y reino de sacerdotes estará condicionada por la observancia de la alianza por
parte del pueblo.
Ser nación santa es la concesión segunda que Dios hace al pueblo si éste observa sus
mandatos. El pueblo será hecho santo, para eso lo eligió. El pueblo de Israel es el pueblo de los
santos del Altísimo.
A Moisés, Dios, se le revela como el santo e inaccesible, por eso le dice que se quite las
sandalias, pero a la vez no es un ser lejano, se manifiesta como el Dios de sus padres. La gloria
de Dios, es una inteligencia y sabiduría inmanente al Dios mismo. El Dios santo, el que posee
atributos, da a conocer lo que en sí es. Dios se forma un pueblo para ello, para manifestar a los
hombres su santidad, noción fundamental que sintetiza todos los atributos. El Dios
trascendente, es el mismo que se ha hecho inmanente. El Dios altísimo es el que se ha
envuelto de gloria (se ha dado a conocer).
Por eso, cuando partimos de esta concepción para llegar a la definición de una criatura santa.
Se entiende esta santidad como participación de esta santidad divina. Esto se conoce en
teología como «dinamismo trascendental». Al hacerse inmanente, el Dios santo, es quien
santifica las personas, las cosas y el tiempo. las cosas son consagradas, es decir, separadas de
la esfera de lo mundano y llevadas a la esfera de lo divino.
El Santo tiene puesta su presencia en Israel. Santificado y separado, Israel, es consagrado para
una misión. Las cosas santas, no pertenecen al hombre, sino únicamente a Dios, por eso lo
consagrado, lo sacro, ha de ser dejado para que Dios los transforme. Un pueblo separado para
ser todo del Señor. Ser nación santa significa es ser un pueblo separado del resto para ser solo
del Señor, para ser transformado por él y cumplir la misión que Dios tiene para su pueblo.
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En este sentido, en medio de todos los pueblos, Israel tiene la misión mediación, culto a Dios.
De la mediación surge el sacerdocio. De aquí nace el concepto del sacerdocio común de los
fieles que san Pablo desarrolla en la carta a los Romanos.
Cierto que existe una casta sacerdotal en el AT, pero lo que se pone de manifiesto en la alianza
del Sinaí es que todo el pueblo es sujeto cultual. Santidad y Celo es una doble noción que
implica un mismo concepto que pretende significar el culto exclusivo que se debe a Dios. Un
celo entendido como el ardiente deseo del amor que implica a Israel para dar culto a Dios. Dios
quiere con amor inefable convertir a este pueblo en santo para que ellos manifiesten a Dios a
todos los pueblos. El celoso, no quiere que el pueblo busque otros dioses pues él es el único
Dios.
a) La situación del poder regio en la casta sacerdotal. Ellos son los encargados de regir el
pueblo. No se referiría a la totalidad del pueblo, sino a los sacerdotes, como los
encargados de estar al frente de la nación. Esta opinión no tiene cabida en el pueblo
de Israel.
b) El ideal teocrático-democrático del sacerdocio y de la realeza. Ideal que sí estuvo
presente, en el que el sacerdocio y el rey estaban al frente del pueblo, lo sostenían. En
Ex 19,6 son todos sacerdotes y reyes. Sin embargo, esto nunca se llevó a cabo.
c) Con reino de sacerdotes se designa la posición privilegiada de Israel en relación con los
demás pueblos de la tierra. No quiere decir que todos los miembros sean sacerdotes
levíticos. La expresión engloba dos contenidos importantes: 1) todo el pueblo es un
reino consagrado a Yahvé. Todo el pueblo ha de ofrecer un sacrificio espiritual a Dios.
Se refiere a todo el pueblo en cuanto que ejerce la función sacerdotal; ofrecer con la
propia viva un culto agradable a Dios. 2) la doble función sacerdotal la ha de cumplir
todo el pueblo. Todo el pueblo es mediador entre Yahvé y el resto de los pueblos.
Se establece una clara misión; llevar a través del culto y la mediación, a todas las
naciones la salvación prometida por Dios.
Aunque la alianza no es un contrato entre iguales, implica una cierta bilateralidad. En este
sentido, las bendiciones de Dios vendrán cuando el pueblo obedezca. Moisés trasmite al
pueblo los mandamientos y el pueblo acepta. Si el pueblo obedece a Dios tendrá promesa y
prosperidad. Pero si desobedece, tendrá desgracias.
Por eso, la alianza del Sinaí es la clave interpretativa con la que los profetas leen la historia del
Israel. Es un «promesa condicionada», por eso hay bilateralidad. «Si vosotros guardáis mis
palabras habrá bendición si no habrá maldición». Dios no castiga al pueblo cuando éste no
hace lo que él le pide, sino que, no seguir lo que Dios marca tiene consecuencia. Pero éstas
están causadas por el camino que toma el hombre apartándose de Dios.
En la alianza hay un tándem inseparable: elección y universalidad. Dios elige a Israel para que
lleve la salvación a todos los pueblos. Pero Israel interpreta esta elección como un privilegio,
de modo, que concibe que, solo él será salvado.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
Este privilegio exclusivista que hace que Israel se crea el centro de la salvación es alcanzado
por un proceso lógico de desorientación. El pueblo ha de obedecer la alianza respetando la Ley
(Ex 34,28). La tradición bíblica considera la ley como la institución más santa donada por Dios
al pueblo. Con ella el israelita sabe cuál es el camino que ha de seguir en su vida. De ese modo,
el pueblo es consciente de que no será víctima de la arbitrariedad de los dioses paganos. Los
pueblos paganos no sabían a qué atenerse, lo cual generaba un pánico de los dioses. Las
religiones paganas no saben con qué capricho se levantará su dios mañana. El pueblo de Israel
tiene claro lo que Dios quiere: 1) rechazar la idolatría y aceptar al único Dios verdadero. 2) lo
anterior conlleva una serie de preceptos que regulan la vida del pueblo.
En el AT, en hebreo se usan los términos de «am» para hablar del pueblo de Israel y «goyim»
para el resto de los pueblos. La traducción de los LXX sustituirá «am» por «laos» y «goyim» por
«éthe». Para pertenecer a Israel es necesaria la pertinencia étnica, por eso se usan términos
particulares, distintos del usado para los demás pueblos, para denominar a Israel.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
1) La fe en el Dios único.
2) La ley que implica la obediencia a la alianza.
3) La descendencia de Abraham.
Por eso, se pueden apreciar dos polos de tensión pues, por un lado, es un pueblo particular y
concreto que ha de mantener su identidad y por otro, está destinado a llevar la salvación a
todos los pueblos. Aquí es donde surge el problema de Israel, pues interpretó la alianza de
modo exclusivismo.
Para la mentalidad semítica nómada lo que tiene verdadero valor es la tribu. La tribu es el
pueblo en su conjunto, mientras el individuo dentro del pueblo es el engranaje que une las
tribus entre sí. El individuo forma una comunidad con sus ascendentes y descendentes insertos
en la tribu. Por eso en el pueblo de Israel hay una unión muy grande entre individuo y
comunidad. Siendo la comunidad mucho más que el conjunto de individuos, es un «gran yo».
Es lo que se conoce como personalidad corporativa.
Es una comunidad diferenciada. Existe una distribución de ministerios. Entre los israelitas hay
una igualdad esencial y básica y una unión (Abraham) pero también hay distinción y diversidad
en función de un principio de funcionalidad. Principalmente son tres los ministerios:
Es una de las cosas que Dios prometió a Abraham. Con la entrega de la tierra se culmina la
acción salvífica del Éxodo. La Tierra es el don primordial de Dios. Es el lugar donde se
manifestó Yahvé. Por eso Dios ya no es el Dios del desierto, sino que se establece en Canaán.
La conciencia del pueblo es que Dios está cumpliendo la promesa de Dios con la entrega de la
tierra, pues ya en Egipto se había multiplicado la descendencia. Dios ya no es el Dios del
desierto, les ha concedido una tierra. Por eso el destierro de Babilonia será el castigo por
antonomasia. Los profetas se encargarán de hacer ver al pueblo que han perdido la tierra a
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consecuencia de apartarse de la alianza con Dios. Por eso el gran anhelo del pueblo es la paz
(Shalom), que tiene unas connotaciones amplias: seguridad, paz, …
El pueblo tiene una estructura propia de los pueblos nómadas. La cedula propia es la familia.
Una familia está constituida por una parentela, que al final desembocan en una tribu. Las
distintas tribus se unen en una confederación, o como lo ellos lo llamaban: «anfictionía», que
no es otra cosa que una liga o un pueblo. Los objetivos de esta unión de tribus son comunes,
desde la propia seguridad (protegerse de otros pueblos) hasta la conquista de la tierra. En Jos
24,1ss encontramos esta constitución antigua de Israel, en doce tribus políticamente
independientes pero unidas por un factor religioso. Uno de los aspectos importantes del texto
es el don de la tierra por parte de Dios de modo gratuito. Por eso el pueblo ha de organizarse
para cuidar de la tierra.
Si Israel se convierte en estado, necesita una capital. David constituye Jerusalén como capital.
Allí se construye el templo, los tribunales y el palacio del rey. Jerusalén tiene una doble
función, capital administrativa y capital religiosa. Por eso todo se centraliza en Jerusalén como
única capital.
El Templo, lugar del sacrificio y del culto, necesita de un sacerdocio para la realización del
culto.
Después del destierro de Babilonia se establecerá una nueva institución: la sinagoga, cuya
finalidad es leer la ley y los profetas. Pero en ella no habrá culto. Por eso después del destierro
será necesario la reedificación del templo.
Este es el aspecto definitivo y definitorio de Israel. Lo que interesa de Israel no es que sea un
estado, sino el que sea comunidad de culto a Yahvé. Si el estado fracasó y no perduró, este
aspecto constituye el sustrato esencial de la identidad de Israel como pueblo de Dios. Esta idea
de comunidad de culto existencial en la sagrada Escritura con el término «qahal» que en la
traducción de los LXX se traduce por «ekklesia».
Qahal tiene un aspecto activo, es un acto de llamar, de convocación. Es Dios quien toma la
iniciativa y de alguna manera pide que el pueblo sea convocado. En su origen, la Iglesia, es una
comunidad de culto que Dios llama, convoca y reúne. La Iglesia, por tanto, no es la reunión de
unos cuantos que deciden reunirse para ofrecer un culto.
«Eda», terminología hebrea con la que se denomina a la «synagogué», tiene un aspecto pasivo.
Este término surge en el destierro y parte de la iniciativa humana para leer y reflexionar sobre
aquello que han perdido.
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Israel es un pueblo convocado para el culto (para eso le pidió permiso Moisés a Faraón). Las
tribus se reúnen alrededor del tabernáculo para ofrecer culto y de ese modo se establece el
«Yon Qahal» (día del culto). En este día se establecen unas determinadas prescripciones para
el culto.
En este sentido, Israel, aun dejando de ser estado, continúa siendo el pueblo elegido. De vida
nómada pasa al asentamiento. Luego será una colonia, el destierro… pero siempre será el
pueblo elegido por Dios para culto divino. Israel es el qahal Yahvé, la asamblea santa que ha de
llevar la salvación al resto de pueblos de la tierra.
La Alianza es clave hermenéutica en la historia de Israel. Tanto los profetas como los cronistas
la usan como clave interpretativa. Dios ha cumplido su parte de la promesa (descendencia y
tierra) pero el pueblo lleva a cabo su historia como una «apostasía continua». Israel vuelve
continuamente al culto idolátrico y se alía constantemente con sus pueblos vecinos dejando de
lado los preceptos que Dios le mandó (2Re 14,1ss). Esta infidelidad permanente de Israel será
la que hará que la alianza quede rota y vengan las desgracias como consecuencia de ello. Éstas
son la escisión del reino (ruptura entre el norte y el sur), presentadas Oseas y Ezequiel (Os 2,4.
Ez 16). Si el pueblo reniega de Dios, las consecuencias de la ruptura de la alianza se jalonan en
la historia del pueblo:
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A partir del exilio, Dios purifica y renueva el pueblo a partir del resto, como germen renovado.
Es la semilla del nuevo Israel. Esta noción aparece en diferentes autores bíblicos: Ezequiel
compara el resto (los desterrados de Babilonia) con un montón de huesos resecos (Ez 37). Dios
al querer la purificación y no el exterminio, con su aliento vital hará que esos huesos resecos
recobran de vida, pues Dios fiel a sus promesas prometió no volver a mandar el diluvio.
En Ez 16, Dios se enamoró de un montón de escoria, la desposó y la cuidó. Ésta le fue infiel,
pero Dios no deja de estar pendiente de ella. El desposorio tiene una importancia capital en el
tema del destierro.
En el profeta Amós encontramos también la noción de resto. Isaías usa el término «anawin
Yahvé» los pobres de Yahvé, los pobres de espíritu. Son aquellos que rechazan las
arbitrariedades humanas contrarias a la ley de Yahvé ponen su confianza solo en Dios. Significa
que ponen su confianza solo en Dios. De este modo, la idea de resto, responde a la noción de
concentración por reducción a partir de la cual se produce después la expansión. Dios se
servirá de una minoría para llevar a los pueblos su salvación. El resto representa al Israel
verdadero. Lo que el pueblo debe ser (se fiel a la alianza), lo es el resto. Se puede ver una
tensión entre el particularismo del resto y el universalismo de la salvación.
El pueblo nuevo que nace a partir del exilio del Babilonia, llevará a cabo un «nuevo éxodo» que
conlleva una nueva tierra. Si de Egipto se llegó a Canaán, de Babilonia se regresará a Canaán.
En este nuevo éxodo, encontramos de nuevo las maravillas de Yahvé. Maravillas que
encontramos en el segundo Isaías (Is 40-55). Antes se cruzó el mar royo, ahora el Éufrates.
Antes se salió del país del sur, ahora del norte. Éste nuevo éxodo tendrá el contenido de una
nueva alianza, aunque no se realice en el momento. Los profetas anuncian esta nueva alianza
que ya no podrá ser rota por el pueblo (como la antigua que se rompió). Se pasa de una
religión ritualista a una religión más personalizada. Es una pedagogía en la que Dios va de lo
ritual a lo espiritual. De lo externo a lo interno. Dios va capacitando al hombre interiormente
para responder a su llamada.
Es preciso comprender como la imperfección propia de la ley, que ha hecho del pueblo una
apostasía continua. Más que en la ley, la imperfección está en el sistema legal antiguo. El ciclo
anterior del incumplimiento permanente no podía continuar pues no había desarrollo, sino un
ciclo de iniquidad del pueblo y perdón de Dios. Se ve una fragilidad en lo que llamamos «el
régimen de ley». Con este término nos referimos al régimen del Sinaí. Surge la convicción de
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que Dios cumple la parte de la alianza mientras el pueblo no. La convicción es que Dios
intervendrá un día para crearse un pueblo obediente. Un pueblo agradecido. Es decir, un
pueblo que pueda responder a la Ley. Es Dios quien intervendrá, no el pueblo quien lo
conseguirá.
En la conciencia del pueblo del Israel va creciendo esta novedad resolutiva, es decir, que Dios a
través de algo novedoso, dará solución a la apostasía constante y cíclica del pueblo. Comienza
a abrirse una perspectiva nueva. Es el paso de la antigua a la nueva alianza. (Ez 11,14-21)
La lectura de estos textos no introduce en los podríamos llamar «futura era de paz». A partir
de ahora se da un concepto muy importante: el MESIANISMO. Noción que encierra como toda
esta alianza nueva y definitiva que se está anunciando por boca de los profetas, se realizará a
través de la figura concreta del UNGIDO DEL YAHVÉ. Ahora al pueblo, afligido y humillado el
Señor le promete un futuro de bien y dignidad, no porque el pueblo lo merezca sino por pura
gracia. La noción de mesianismo da lugar a la noción de comunidad mesiánica.
Por pura gracia (por el honor de su nombre), porque es santo y fiel a sus promesas, su santidad
y su gloria, se manifestará en medio de su pueblo. Todo ello se realizará a través de la
renovación espiritual que obrará en su pueblo. Dicha renovación espiritual consiste en la
intervención de Dios, con su poder, en el corazón de las gentes, de modo que el pueblo
retorne hacia él. Dios transformará el corazón haciéndolo dócil a la Ley. Hasta ahora la ley
mostraba el camino, pero no daba la fuerza para andarlo. Cuando se selle la nueva alianza,
además de mostrar el camino, Dios dará la fuerza para seguirlo.
La Ley del Sinaí será integrada armónicamente en la relación de Dios con el hombre, donde la
receptividad y la docilidad a la gracia serán determinante para el hombre. De este modo, se ve
superado la condición legalista del Sinaí, y lo nuevo tendrá una solidez perenne por lo que
Israel será «recreado» fiel y obediente, que verá la lógica condicional de la alianza sinaítica. De
esta gran expectativa se verá profundizada en dos textos: Jeremías y Ezequiel.
En este oráculo, encontramos el vértice del AT. Es la primera y única vez que se emplea la
noción de alianza nueva. Aparece en 1Cor 11,25 y en Hb 10,16-17 entre otros como fuerte
resonancia en el NT. San Pablo, delinea lo que significa esta nueva ley con respecto a la
antigua.
6.1.1 El Señor establecerá con Israel una «alianza nueva» (vs. 31-32).
El vv31 dice «vendrán días», no sabe cuándo, pero sabe que vendrán. Anuncian estas palabras
una nueva etapa en el pueblo de Israel. Esta nueva etapa es llamada «época mesiánica», el
tiempo de la alianza nueva.
El texto anuncia como Dios pactará con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Es
decir que quiere reunir a todo el pueblo disperso. Reconstrucción que va dirigida a la casa de
Jacob y de David. Se anuncia, por tanto, en que la alianza que todavía está vigente deberá ser
considerada pasada (Heb 8,13). Una novedad será operada y realizada por Dios en esta nueva
alianza (Is 43,18-19 y 2Cor 5,17). La novedad no es la antigua alianza apuntalada son que es
una completamente nueva y diversa. Lo antiguo va a ser superado, llevado a plenitud. Se
refleja una nueva creación (o feliz culpa que mereció tan gran redentor…)
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El profeta intenta poner en evidencia esta novedad de esta nueva epata. Lo hace subrayando
la diversidad respecto lo que el Señor se ha dignado establecer con su pueblo, por eso dice:
“no como en el Sinaí”. Estamos en la línea profética como la novedad es vista como un paso
hacia una perfección a alcanzar. Esta nueva alianza que está por alcanzar tendrá un carácter
definitivo y eterno. Si la alianza antigua tenía una dimensión extrínseca al hombre, imperfecta
y frágil, pues no daba la fuerza, es preciso un nuevo régimen de Ley. La nueva ley no se podrá
romper, ya no dependerá del hombre, estará inscrita en el corazón, practicable por todos los
hombres. Es lo que se denomina en teología «prospectiva definitiva».
Dios no se contenta con revelar esa ley desde fuera, sino que la dará dentro de la propia
persona, es lo que se denomina la «índole interior de la ley». Una ley grabada en el corazón.
De este modo se creará un nuevo pueblo, cambiando el corazón.
Sobre todo al modo y la manera de realizarse la nueva alianza. El profeta está aludiendo al
modo en que la ley divina fue dada en el contexto sinaítico. De esta forma el profeta invita al
pueblo a acoger el elemento preciso en el que se configurará la novedad que él está
anunciando. Las dos imágenes con las que se ponen en evidencia esta novedad son:
- “pondré mi ley en lo íntimo”. Si la ley del Sinaí fue marcadamente exterior, con una
teofanía sensible a la que el pueblo acudía como espectador de la grandiosidad de
Yahvé y recibieron la ley puestas en unas tablas. En esta futura alianza que se anuncia,
el Señor no se hará presente de modo sensible. Él hará sentir su voz en lo íntimo de
cada uno. Su voz será siempre la voz de la ley. Es la voz de Dios que habla en lo interior
del corazón.
- “escribiré mi ley en el corazón”. Con esta expresión el profeta alude a las diez palabras
del decálogo, escritas en tablas de piedras. Ahora la ley no será escrita con letras sobre
un documento material, sino que será esculpida (la nueva alianza) en el corazón del
hombre. al llevar estas exigencias de Dios inscritas en lo más profundo del ser, queda
claro que será el hombre quien custodie el documento vivo de la alianza. Dios hará
que el corazón humano se transforme y sea capaz de recibir esta ley. Ley que no será
tanto un precepto a seguir tanto una inclinación del corazón.
b) En lo íntimo sobre el corazón.
Ambos términos, íntimo y corazón son paralelos y expresan una idea similar: la acción que Dios
promete cumplir interesa al «hombre interior», es decir, la dimensión del ser humano que
trasciende los límites de los sentidos de la corporeidad física y que constituye el santuario
escondido de la conciencia y la sede profunda de la personalidad individual. El término corazón
es particularmente significa. En el AT se indica aquello que en el hombre está abierto y donde
Dios capta la verdad más genuina de una persona (1Sam 16,7). Es el centro de donde manan
los pensamientos y decisiones, deseos y consejos. Donde se realiza el discernimiento y realizan
las decisiones. Es la cede donde una persona es aquello que es conforme a la mirada y juicio
divino. Es la parte del hombre donde se pone en evidencia su propia interioridad (1Re 8,39).
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Nace un concepto fundamental, el de Ley interior, que Dios pone, connatural al ser humano.
Así le será dada al hombre una ley divina que, predisponiendo su corazón, le hará capaz de
cumplir los mandamientos. No porque la ley sea cambiada, sino porque, el corazón estará
hecho conforme a la ley. Este dinamismo del amor que es la libertad del hombre nuevo. La ley
es puesta en el interior de la persona donde el hombre discierne lo que más le conviene. Será
una opción en la que Dios conformará el corazón humano según las exigencias de la Ley, y así
desde el interior, el hombre se verá impulsado a vivir santa mente.
En sustancia Jeremías anuncia que será dado al hombre querer aquello que Dios quiere (Idem
velle, idem nolle) y así cumplir por inclinación al Bien la ley revelada.
La clave está en la armonía entre la ley divina y el corazón humano. No cabe duda que Jr
denuncia en muchas ocasiones el desorden del pueblo. Amonesta al pueblo de mil maneras, y
el pueblo no le echa cuenta, lo que hace que le propio profeta se plantee la eficacia y la
practicabilidad de la ley divina.
Jr encuentra la razón de que el pueblo sea infiel en el corazón humano. Un corazón obstinado
y malo (Jr 7,23-24). En este sentido, es importante que el corazón del hombre quiera lo que
Dios quiere. Se da un enfrentamiento entre dos partes: la ley buena de Dios vs el corazón
malvado del hombre. de una parte, Dios propone una norma, camino para recorrer. Por otro
lado, los hijos de Israel son solo sensibles al reclamo de su corazón malvado que los inclina en
dirección contraria a la Ley. En tal situación suele prevalecer lo que el corazón le dice al
pueblo. Por eso Jr sabe que hasta que los israelitas no sean liberados de este corazón malvado,
la ley divina permanecerá inobservada y por tanto, la alianza no se cumplirá. Jr llega a la
conclusión de que hace falta un cambio interior en virtud del cual se establecerá una relación
armoniosa entre ley y corazón. Es requerida en palabras del profeta la purificación del corazón
(circuncisión del corazón). Tal cambio no puede ser inducido por la simple escucha de las
palabras del profeta, por eso le advierte de que no lo escucharán. Su experiencia le ha
enseñado, que su exhortación tiene el mismo éxito que la ley divina. Es como si se pidiera al
hombre cambiar, con sus propias fuerzas cambiar su corazón.
Además, para explicar el concepto del mal en el corazón del hombre, usa el concepto de
«segunda naturaleza» que sería como una esclavitud del ser humano (Jr 13,23). San Pablo en
Rm 7,14, san Pablo repite la misma idea (intenta hacer el bien y le sale el mal). La conversión
debe venir del corazón, pero éste por sí mismo no es capaz de llevarla a cabo. Es precisa la
presencia operante de Dios dentro del corazón. Se necesita una novedad que lo cambie todo,
una transformación interior del hombre que no se le puede procurar desde el exterior (por
mucho que se le predique). Este cambio interior lo obrará Dios a nivel de estructuras por la
nueva alianza.
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Hay una doble precesión necesaria para comprender el mensaje del profeta:
1) Jr no provee una alianza en que la ley de los preceptos hubiera agotado todas sus
funciones. Será nueva la alianza, pero no se habla de la ausencia de ley. La ley de Dios
será inscrita en el corazón. Lo que debe ser cambiado no es la ley en sí misma sino la
relación que el hombre tiene con la ley. La ley será más válida que nunca, pues el
Señor hará posible que ésta sea observada. (Rm 3,31)
2) Respecto a la alianza del Sinaí, la nueva alianza tendrá un carácter de mayor
interioridad. Está inscrita en el corazón y no en tablas de piedra. Es la voz de la
voluntad. Esto no significa que la ley del Sinaí llamara al hombre a una religiosidad
externa, todo lo contrario (Dt 6,8). El pueblo de la alianza se ofrecía al Señor de todo
corazón e intentaba cumplir la ley, por este motivo, Jr puede intuir el contraste entre
el bien mandado por Dios y el mal que había en el corazón de los hombres. Se trata de
una humanidad que se mostraba esclava en un corazón endurecido por el mal. Se
requiere una ley que desde el interior transforme el corazón del hombre.
Este es efecto de la nueva alianza, todos tendrán dentro una ley interior. Esta ley interior tiene
nombre propio: Espíritu Santo.
Fruto de esta nueva ley, inscrita en el corazón del hombre, será la difusión del conocimiento de
Dios («todos me conocerán del más pequeño al más grandes». Jr 24,7). Este conocimiento del
Señor en el lenguaje bíblico tiene una connotación muy práctica. Esta noción inherente a la
nueva alianza no es de índole teórico o espiritual. El ser humano reconoce al hombre con el
corazón. Se trata de una orientación práctica del conocer a Dios, por eso en esta línea, la ley
divina inserta en el corazón, surgirá en la historia un pueblo iluminado en las cosas de Dios,
vivificado interiormente según Dios. Hecho capaz de conocer y comprender la voluntad de
Dios y de conformarse a ella con piedad fiel y sincera. Por eso ya no habrá necesidad de
instruirse, sino que será el Señor el que suscitará desde el interior el conocimiento interior.
Éste conocimiento «espontáneo» será como una luz que brilla en la voluntad. La ley interior se
convertirá en un principio vital, propulsor para vivir en comunión con Dios, que brotará
«espontáneamente» del interior del hombre.
El profeta termina su oráculo termina reconduciendo la promesa de Dios a una virtud teologal.
El Señor reconstruirá sobre bases nuevas el edificio interrumpido del Sinaí a causa del pecado y
lo hará, no porque los hijos de Israel lo merecieran, sino porque Dios es fiel a sus promesas, a
su alianza. Habrá perdonado su iniquidad y no recordará sus pecados, aunque el pueblo haya
endurecido su corazón y la maldad abunde, la intención primordial de Dios sigue vigente.
La intención primordial del autor es poner de relieve la gratuidad de Dios y la fidelidad que
éste se tiene a sí mismo. Este concepto teologal es importante en el pensamiento bíblico. Hay
certeza de que el Señor llevará a plenitud la obra que el mismo ha comenzado, por eso el
victorioso amor de Dios prevalecerá por encima del pecado. Atraerá al pueblo hacia sí
donándole el poder de amarle. [Que bonito!!!!!!!!!!]
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Ezequiel incide más en el cómo se realizará esta nueva alianza. Testimonia también, en medio
de las ruinas, siendo la voz que quiere que surja la conciencia en medio del pueblo. Por un
lado. se verá de nuevo reunido en la tierra de sus padres. El país será reconstruido y llegará
prosperidad y paz. Proyecta una gran esperanza y seguridad en el pueblo. Hace esto mediante
una gran intuición: Dios llevará a cabo «una radical renovación espiritual». De ella nacerá un
Israel interiormente purificado, y por tanto el israelita podrá ser obediente a Yahvé.
Es una restauración de la alianza. Está claro que es una nueva relación que consistirá en una
obra divina («os arrancaré…») en la esfera interior del hombre. Por eso articula su
pensamiento con la idea de que el Señor purificará a su pueblo liberándolo de su corazón de
piedra y le dará un corazón y espíritu nuevo dándole su propio Espíritu (vv26). La donación
divina será la que conformará a Israel con la voluntad divina. Por eso será un Israel que camine
por los caminos que Dios le marca.
Piensa el profeta en una acción divina que lavará la inmundicia del hombre. Dios es capaz de
eliminar el pecado. El agua pura que Dios va a derramar purificará el pecado de Israel. Un agua
intima en el corazón del hombre.
Borrados de todo el mal que obstaculiza la vida divina, los israelitas han sido hechos nación
santa. Corazón nuevo y espíritu nuevo son pues, expresiones paralelas. El profeta con estas
nociones pretende hacer ver la renovación espiritual eficaz que transforma el interior del
hombre que Dios llevará a cabo. En lugar del corazón endurecido por la revelación, que
rechaza los dictamines de la ley divina, surgirá un corazón dócil abierto a la palabra de Dios. Ez
hace ver al pueblo que Dios, al ser fiel a sus promesas, dará al pueblo un corazón nuevo y que
esto lo hará dando su propio Espíritu.
La misma novedad que el profeta predice, el salmista la traduce en el salmo 50. Identifica las
promesas, Dios actuará en el corazón y renovará el interior del hombre.
En su visión de las cosas futuras, Ezequiel desarrolla la tradición del pensamiento bíblico de la
Ruaj divina presente y dinámica. Una energía misteriosa penetrante y eficaz. Por ella los
ministro y servidores de Dios son enviado y dotados de una fuerza espiritual, por eso es el
Señor quien guía y mantiene al pueblo durante el éxodo. Esta Ruaj no es otro que el Espíritu
Santo. Es el Espíritu que revive los huesos secos. Comprendemos que eficaz es la obra divina
que promete Ezequiel, es lo mismo que una resurrección del corazón. El Señor es el salvador
de Israel, por eso transformará el pueblo desde dentro.
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El profeta Ez quiere ser muy claro en un punto: en esta nueva alianza que profetiza (base de la
Iglesia de Cristo), el Señor hará participe de la fuerza vital de su espíritu para hacer que ellos
vivan finalmente conforme a la ley del Señor. De manera que seguirán sus leyes pues estará
hecha conforme al querer divino. Por eso se habla de una causa: energía participada del
espíritu Divino; el ser humano participará del Espíritu. El efecto: es que Israel estará capacitado
para seguir los mandatos divinos; será un pueblo convertido a Dios.
En el aspecto eclesiológico se está anunciando la edad «sub gratia». Si la ley del Sinaí estaba
entregada en tablas de piedra, en el nuevo Israel que se está profetizando, la Ley divina del
Sinaí permanece, no se suprime, es más los profetas dicen que tendrá más valor que antes.
Esto es así porque el Espíritu de Dios quien hará posible su justa observancia. Se pone en
evidencia que la historia de la salvación está alcanzando su momento culminante, lo que en el
NT se llama la plenitud de los tiempos (Heb 1,1ss).
La novedad surge de la efusión del Espíritu divino en la sede más íntima de la persona. Lo cual
constituye un salto cualitativo. Esta efusión transformará el corazón del hombre y posibilitará
el cumplimiento de la voluntad de Dios. Surgirá un ser inclinado a poner en práctica los
preceptos divinos.
Los dos oráculos nacen en una época contemporánea y se complementan entre sí desde el
punto de vista doctrinal. Ambos profetizan un momento de plenitud en la historia de salvación.
Al interno del pueblo de Israel, están anunciando una regeneración nacional. Esta nueva
alianza mucho más rica que la anterior que se obrará en el interior de los hijos de Israel (solo
Israel). De este modo, ya no será una lógica condicional la que rija la alianza (si escucháis mi
voz… seréis mi pueblo), sino una lógica creativa (Yo infundiré…). Se pasa del «hacer para ser» al
«ser para hacer».
En estos dos oráculos se anuncia lo que se cumplirá en Pentecostés cuyo nuevo pueblo es la
Iglesia de Cristo.
Jr usa la fórmula «alianza nueva» para subrayar la superioridad de ésta sobre la antigua. Hace
la distinción entre las tablas de piedras y lo íntimo de la persona: el corazón. Subraya también
la insuficiencia del ordenamiento jurídico del Sinaí que mostraba la norma, pero no daba la
fuerza para seguirla. Viene a afirmar la necesidad de una acción divina que interiorice la Ley.
Esta acción creará en el corazón humano un estado de armonía entre la voluntad del hombre y
la Ley. Por eso insiste en que no es la Ley revelada lo que ha de ser cambiado sino el corazón
del hombre para que éste por inclinación propia acepte el camino justo de la ley divina. Se
trata, en definitiva, de un dinamismo interior y vital.
Ez apunto que Dios creará un corazón nuevo por medio de la efusión del Espíritu divino. Así el
pensamiento y la voluntad tendrán la capacidad de responder a los mandatos divinos. Se trata
de luz en el entendimiento y fuerza en la voluntad. Hecho partícipe de esta luz, el hombre se
encontrará revitalizado por Dios, pudiendo responder a las exigencias divinas.
La consecuencia práctica de la posesión del Espíritu Santo en el interior del hombre (de ahí la
importancia de recibir los sacramentos de iniciación cristiana) es el principio supremo de la
moral cristiana. La moral cristiana no es el ordenamiento jurídico exterior que hay que cumplir.
El cristianismo no tiene una ley de preceptos, sino que es el Espíritu es el que empuja a vivir
conforme a lo que la Iglesia, en su función pedagógica, enseña. Desde esta perspectiva se
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entiende la frase de san Agustín «ama y haz lo que quieras». Por eso la moral cristiana es una
moral de mínimos, un camino que nos muestra por dónde ir. El Espíritu inspira mucho más al
hombre que la ley. Las virtudes heroicas de los santos dan cuenta de ello. El Espíritu Santo es el
principio constitutivo de la Iglesia. se trata pues, de ser receptivos a la gracia y de ser dóciles a
esa misma gracia, que es el Espíritu Santo.
San Juan de la Cruz en “la subida al monte Carmelo” dijo: «solo mora en este monte la honra y
gloria de Dios, para el justo no hay senda, que la ley es solo el Espíritu».
El pueblo, gracias a las exhortaciones de los profetas, irá comprendiendo que tiene una misión
universal. Es un anuncio universal el de la nueva alianza. Dios quiere que la salvación llegue a
los confines de la tierra. Esto se llevará a cabo de la nueva y eterna alianza que llegará con los
tiempos mesiánicos.
Este reduccionismo exclusivista se pone de manifiesto, también, tras la vuelta del exilio. (Neh
13,3). El excluir en Israel a todo extranjero no deja de ser un dato rigorista, caen en el error del
exclusivismo. En la época de Cristo, surgen diversidad de grupos que acentúan este rigorismo.
El exclusivismo rigorista hará tanto daño al pueblo que hará que se cierre al propio mesías. No
obstante, existe un resto (Ana la profetiza, Isaías, Santa María…) y un grupo de hombres y
mujeres piadosos y temedores de Dios que son justos (Melquisedec, Lot, la viuda de Sarepta
de tiempos de Elías, Naamán el sirio, Rut la moabita, la reina de Saba…) Este grupo al interno
de Israel conformará la Iglesia, los que rechazando las debilidades humanas apostarán por
Dios.
Los profetas interpretan la alianza y le hacen ver al pueblo que la finalidad de ésta es la
universalización.
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1) intentan hacer ver al pueblo que Yahvé es el único Dios y el pueblo ha de hacer
procesión del monoteísmo. Por eso Dios es, también, el Dios de los paganos.
2) Además, Yahvé es el señor de la historia universal. Por eso, siendo también el Señor de
los pueblos paganos, se ha servido de ellos para corregir la infidelidad de Israel. El
pueblo ha de hacer procesión del señorío absoluto de Dios.
3) Los profetas insisten en que Yahvé es el único juez universal, para todas las naciones.
este dato constituye un dato novedoso. Se ha servido de los pueblos paganos para
castigar y educar al pueblo, ahora bien, Dios tendrá en cuenta que los paganos se han
excedido con Israel (Is 10,1. 13,1ss; Jr 50-51). Por eso encontraos en los profetas
oráculos contra las naciones.
4) Yahvé tiene para todos los pueblos un designio de salvación, de este modo, se va
perfilando la idea de que Yahvé es rey universal, también para los pueblos paganos, los
cuales, como Israel, serán juzgados. Si es necesario, les pondrá un castigo
educativo/correctivo, pues también para ellos quiere la salvación.
Vemos con varias imágenes como Yahvé ofrece a todos los pueblos la salvación, usando como
medio para ello a Israel.
a) Israel, luz de las naciones (misionología centrípeta) (Is 2,2-4; Miq 4,3).
Hacia Sión confluirán todas las naciones, de ahí misionología centrípeta, todos los pueblos
serán atraídos por el pueblo que habíta en el monte Sion. La paz que brotará de Israel es la paz
de Dios.
El Israel renovado hará brillar la luz de Dios atrayendo a todos los pueblos hacia sí. Por eso los
pueblos exhortan al pueblo a resplandecer para atraer a todos hacia Yahvé. Esta será una
característica de la nueva alianza: la apertura a todas las naciones. Los padres de la Iglesia
dicen que la intención primera de Jesús fue sacar brillo a Israel para que reflejara la luz de Dios,
pero esa misión fracasó.
El deutero-Isaías usa por primera vez la palabra «evangelizar» (Is 45, 22-24). Es una invitación
de Dios a todos a través de Israel. Israel es el pueblo testimonio encargado de llevar la Buena
Nueva a todos los demás. (Is 60,2-3).
prefiguran a Cristo, pero que además hablan del pueblo de Israel. Este personaje, concentra el
resto de Yahvé, personaliza a la comunidad mesiánica que recibe un encargo y tiene la misión
de soportar sobre sí el sufrimiento para llevar así la salvación a todos los pueblos.
Grandes enemigos de Israel. En ellos se anuncia el castigo purificador, el correctivo que Dios
les dará por haberse excedido con Israel. Pero con ellos Israel va perdiendo la exclusividad de
ser el pueblo de Yahvé. Se están cumpliendo así las dos promesas hechas a Abraham, la tierra,
a la que han vuelto, y la bendición, por Abraham, a todos los pueblos. El universalismo salvífico
en estos textos encuentran su expresión más elevada.
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
Consideraciones finales:
Las promesas hechas a través de los profetas se cumplen a lo largo del nuevo Testamento. El
punto de partida es el relato de la anunciación a la Virgen. Lucas, tras el anuncio del
nacimiento de Juan el bautista, anuncia a María la encarnación del Verbo. Éste es el comienzo
de la Iglesia, pues los Padres vieron la Iglesia a manera de germen en la Virgen María. Por eso
no se preguntaban ¿qué es la Iglesia? sino ¿quién es la Iglesia? y respondían «sicut María, ita
et» (como es María, así es la Iglesia).
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Apuntes de Clase - Eclesiología | Francisco José Fernández García
El padre Leonet pone de manifiesto el saludo del ángel a María. No como una fórmula trivial,
pues la misma expresión con la que comienzan los oráculos de la Hija de Sion. (Sof 3,14-17;
Miq 13,10; Zaq 9,9: Joel 10, 23ss. 3,22). Tienen la misma estructura literaria y teológica. Lo que
se hace es hacer un anuncio de la Buena noticia. *
La hija de Sion es un procedimiento literario y teológico de los profetas con el que se designa al
resto de Israel. Por tanto, del verdadero Israel, del dócil a la gracia. Aunque numéricamente
sea un pueblo minoritario, será purificado después del exilio de Babilonia.
En la Virgen María se puede ver la personificación concreta e individual del Israel que dice sí a
Dios. Los exégetas llaman al relato de la anunciación «mischjonv» (fórmula mixta en el que se
entretejen distintas formas distintas de relato), desde la vocación, promesa, misión… El relato
repite la misma estructura del Éxodo (Dios-mediador-pueblo). En este relato, María es la
personificación del pueblo de Yahvé. Por eso María es la célula inicial de un pueblo purificado y
renovado. El sí de María, absolutamente libre por no estar sometida a la concupiscencia,
constituye el sí del inicio del cumplimiento de las promesas. Determina el paso de la Antigua a
la Nueva Alianza; del Israel de Dios a la Iglesia de Cristo. Se pasa de la profecía o promesa al
cumplimiento, de la Ley a la Gracia. En todo esto, el papel de la Virgen es culminante, pues ella
es el punto medio entre Israel y la Iglesia.
La novedad que se da con Cristo es que éste no es un mesías regio como esperaba el pueblo,
sino que es Dios mismo quien viene y se derrama plenamente para caminar plenamente. El
cumplimiento en el NT de las promesas queda desbordado. Este es el motivo de la dificultad de
Israel para creer, el motivo por el cual, solo los sencillos de corazón creerán. El mesías
esperado es el Hijo de Dios.
En LG 2 se habla que la Iglesia ha sido constituida en los últimos tiempos. Constituida quiere
decir que tiene los elementos adecuados. ¿pensó Jesús en la Iglesia, tuvo la intención de
fundarla? ¿Es ésta fruto de la explícita voluntad de Cristo o es una creación postpascual de los
Doce y sus colaboradores que quisieron continuar de Jesús? ¿Es la Iglesia fruto de un
desarrollo sociológico posterior?
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Pero más de un sentido jurídico que teológico. Así también lo pensó la apologética protestante
hasta que la teología protestante liberal puso en cuestión todo esto cuando absolutizó el
método histórico-crítico dejando de lado el método canónico.
Cuando se ponen en duda algunas afirmaciones o el valor histórico de algunos textos, al final
se quita a la Palabra de Dios su autoridad. En este sentido el protestantismo liberal afirmaba
que Jesús no habla prácticamente nunca de la Iglesia. En Mt 16, 18. 18,17 encontramos unos
de los pocos ejemplos en los que Jesús habla de la Iglesia (comunidad).
Schweitzer (Sw) llega a una teoría llamada «escatologismo» por la cual en la época propia de
Cristo reinaba una mentalidad apocalíptica. («no pasará esta generación sin que…»). Estos
autores pensaban que el mismo Jesús participaba de esta mentalidad, por lo que todos creían
en la inminente llegada del reino. Tiempo precedido por una serie de pruebas para el pueblo.
De ahí el sentido parenético de las palabras de Cristo.
La consecuencia más inmediata para estos autores es que no tiene sentido fundar una Iglesia.
por eso afirman que Cristo no tiene intención de fundar la Iglesia. ¿Para qué una comunidad
que alargue en el tiempo la misión de Cristo si la llegada del reino es inminente? Lo mejor es
una conducta provisional sin necesidad de instituciones que medien la gracia de Dios.
Loisy afirmaba: «Jesús anunció el reino y vino la Iglesia», lo cual quiere decir, que Cristo
anunció una ética interior (sin mediaciones) y a corto plazo (la llegada del reino es ya). Señala
la interpretación «errónea» de la intención de Jesús de fundar la Iglesia. no obstante, Cristo
predicaba la llegada inminente del reino, su predicación un fracaso, pues el mismo Señor se
fue dando cuenta de que eso no era así, cayendo en la cuenta de que solo con su muerte
podría instaurar el reino y se encamina decidido hacia la cruz. Tras la muerte de Cristo, la
comunidad primitiva se va dando cuenta de que no llegaba tan rápido el reino de los cielos y la
propia comunidad cristiana va adaptando el mensaje de Jesús a las situaciones particulares de
los tiempos.
Para estos autores, fue san Pablo quien transformó el mensaje de Cristo en gran medida. Si la
Iglesia no hubiera existido, el kerigma no se hubiera perpetuado a lo largo del tiempo. Así la
Iglesia es obra de los hombres posteriores a Cristo, que, ante la tardanza del Señor, ven
necesario seguir proclamando sus enseñanzas. De este modo, la Iglesia va surgiendo por
intención de Cristo sino por necesidad e iniciativa humana, pues son los hombres los que han
recibido el mandato de Cristo.
Butmann acogió todas estas ideas dando lugar a la «escatología consecuente». Como no llega
el reino, consecuentemente surge la Iglesia. otro extremo es el Dodd, que afirma una
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«escatología realizada» por la cual el reino de Dios ya se hace presente en este mundo con la
palabra y la acción de Jesús, no precisa una perspectiva futura o escatológica. Para Dodd, es
algo tan presente el reino en la persona de Cristo, que no necesita esperar nada.
Consecuentemente la Iglesia es obra de la primera comunidad cristiana, por eso el hombre
puede determinar cómo es la Iglesia.
Estas ideas y corrientes, sobre todo la «escatología consecuente» llevó al conceso de que la
Iglesia no fue querida por Jesús (en el mundo protestante, al no haber Magisterio, es la
universidad, la teología, la que determina la doctrina).
Los protestantes para mantener su tesis han de pagar un alto precio, mutilan de la Sagrada
Escritura muchos textos. Un ejemplo de ello es el «logion» de «los ciegos ven, los cojos
andan…». En definitiva, se trata de acercarnos a la Escritura de modo canónico, es decir, en su
conjunto. Existe lo que se denomina una unidad teológica en todo el texto sagrado. Se ha
superar la tentación: por un lado, supravalorar los textos primitivos en detrimento de los
posteriores. Por otro lado, supravalorar los textos tardíos en detrimento de los anteriores.
Teniendo en cuenta esto ¿cuál es el verdadero planteamiento del problema?
Para afirmar que Cristo fundó la Iglesia, debemos aclarar tres cuestiones esenciales:
1) ¿Entendió Cristo como una realidad próxima e inminente? ¿O más bien la presenta
como una realidad presente y futura?
Cristo y el anuncio de la Parusía. Hay textos en los que Cristo anuncia su llegada
inminente (Mc 13,30; Mt 10,23. 24,34; Lc 9,1), que todo pasaría en aquella generación.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que el género literario usado es el género
apocalíptico. En él toda espera se presenta como una inminencia ya que una espera
que acontezca a otra generación no levantaría la conciencia de los oyentes. Ante la
lucha y persecución, siempre, se exhorta al creyente para que permanezca en
vigilancia. Esto textos sirven de parénesis a la vigilancia como manera de expresar la
venida final de Cristo en cualquier momento. Este género literario nos hace ver esta
realidad: Cristo llama a la exhortación, pero eso no significa que sea inminente, pues la
«generación» abarca a todo lo que sucede a partir de Cristo. pero no está consumado,
está en expansión, es decir, el «ya pero todavía no».
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La clave entre Jesús e Israel es la clave para entender si en Cristo había voluntad de fundar la
Iglesia. Al mesías le correspondía congregar el pueblo disperso, lo que significa establecer la
comunidad mesiánica. Es cierto que el pueblo entendía este «congregar» como una vuelta a
los tiempos de gloria del reinado de David. Es el pueblo congregado por el mesías el que está
llamado a recibir la nueva alianza. De este modo la esencia del pueblo es ser «consagrado» por
la nueva alianza.
Existen datos de otros intentos de congregar al pueblo: fariseos, saduceos, Qum Ram… Jesús
tuvo conciencia de ser el mesías.
Hay tres ideas de las que se deduce que Cristo se dedica a congregar el pueblo de la antigua
alianza:
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Si en un primer estadio, Jesús se dedicó a Israel, esto fue un fracaso, es decir, su predicación
fue un fracaso. Una vez que Jesús siente el rechazo, se separa del antiguo pueblo de Dios para
poner el fundamento del nuevo pueblo de Dios (Lc 12,32; Mc 14,27). En este sentido, Jesús
afirma que congregará un pequeño rebaño. O en otro texto: muchos los llamados y pocos los
escogidos. A pesar del rechazo de Israel, Jesús no renuncia a la idea de congregar al pueblo de
Dios. El pequeño rebaño es visto por Jesús a partir del concepto de resto como la célula inicial
para configurar el nuevo pueblo de Dios. De este pequeño rebaño surgirá el nuevo pueblo, el
verdadero pueblo. En él se cumple la totalidad de lo que Dios quiere.
El coeficiente de novedad es la ADESIÓN DEL PUEBLO A LA PERSONA DE CRISTO. Por eso Jesús
es la piedra angular desechada por los arquitectos. En esa perspectiva hay que interpretar la
catolicidad de la Iglesia.
Ante los paganos, Jesús no comparte con los judíos el desprecio, no los excluye de la salvación.
Si los judíos lo rechazaron, él no excluye a los paganos. Se abre a ellos, aunque tenga que partir
de una célula inicial. En Mc 7,24-30 y Mt 8,7-13 se ve como Jesús no desoye las suplicas de los
paganos.
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c) El acto mesiánico de Jesús en el templo (Mc 11,15-19). Este acto purificador se hace en
conciencia mesiánica (Mlq 3,1). El gesto purificador de Cristo supone el término de la
etapa de Israel y el comienzo de la era mesiánica.
En Jn 2,21 se recuerda que el templo será sustituido por la presencia gloriosa del
cuerpo resucitado del Mesías. La economía mesiánica tiene pues su propio templo.
d) El juicio de las naciones (Mt 25,32: «separará los unos de los otros, como se separa las
ovejas de las cabras»). La promesa de la salvación llegará también a los paganos. Al
juicio final irá todo el mundo, y el juicio se desarrollará no en función de la estirpe sino
de los actos de cada cual. Jesús nos enseña que Dios puede sacar hijos de las piedras
(Mt 3,9). Esta persecución que cristo sufre, pone de manifiesto que a los que
rechazaron explícitamente al mesías se les pedirá cuentas con más severidad en el
juicio final (Mt 11, 21-24). En Mt 12,40ss se llega a decir que los paganos testificarán
en el juicio contra los israelitas. No es que sean juzgados, sino que harán de testigos y
de jueces, serán miembros de pleno derecho.
e) El banquete escatológico (Mt 8,10ss). Jesús pone en numerosas ocasiones la fe de un
pagano como ejemplo. Se nos dice que los paganos se sentarán a la mesa de Abrahán
y los hijos del pueblo serán echados fueras. Las promesas se cumplirán en los paganos
pues los hijos del reino, a quien les corresponde por heredad, han rechazado a Jesús.
En este sentido, el reino es presentado como una realidad escatológica. Los hijos de los
patriarcas serán expulsados por su incredulidad. Esta es la mayor afirmación de toda la
Sagrada Escritura en la que se produce una inversión del judaísmo clásico, pues se le
da plena cabida a los que están fuera. En este sentido Jesús convoca a todos los que
encuentra en los caminos. El «lógion» de Mt 8,11 tiene una gran importancia pues
recuerda al texto del profeta que decía que todas las naciones confluirán ante el Señor
(Is 60) pero a la vez es una llamada a la conversión del pueblo de Israel. (movimiento
centrípeto hacia Jerusalén).
Jesús se dedica en primer lugar a Israel, para «sacarle brillo» y resplandezca y haga
venir a todos los pueblos. La meta final es el Templo, casa de oración convertida en
antro de ladrones, donde está el patio de los gentiles, donde todos los hombres podían
encontrarse con el Dios altísimo. Pero si la sal se vuelve sosa, no sirve para nada más
que para tirarla fuera. Jesús al fracasar en su intento de dar lustre a su pueblo,
conquista solo un pequeño rebaño «pusillus grex» que asumirá esta función de
resplandecer (Mt 5,14ss). Consecuentemente la llamada de Israel y la incorporación de
los gentiles no están en contradicción, sino que son dos pasos decisivos en la historia
de la salvación. Hay que entender la apertura de este grupo para llevar la salvación.
San pablo, tras su conversión (era judío y fariseo) lleva el evangelio a los gentiles.
Si es voluntad explícita de Cristo congregar al pueblo mesiánico, establece una pequeña grey a
partir de la cual llevará a cabo este ejercicio. Veremos cómo Cristo en su misión terrena crea
un ministerio que estará al frente de la Iglesia, el «ministerio de los Doce», una estructura
jerárquica.
Punto de partida. Las palabras de envío y de mandato del resucitado a los apóstoles.
¿Confirió a los Doce una misión y ministerio transferible en continuidad histórica con
ellos?
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Tesis. ¿la estructura ministerial y jerárquica de la Iglesia ha sido instituida por Cristo?
Proceso metodológico. En un principio no existe una constitución eclesial en el que se
explicite el principio de sucesión apostólica por el cual se transmite el ministerio
ordenado.
El único medio a nuestro alcance para comprender esto es la «autocomprensión» de la
Iglesia naciente, es decir, de la Iglesia apostólica y sub-apostólica. Una cosa son los
colaboradores de los apóstoles y otra los sucesores de los apóstoles. Para la
autocomprensión de la Iglesia primitiva podemos acudir al NT.
A través de los textos del NT llegamos a la conclusión que Cristo pone las bases de la
Iglesia. Establece los elementos fundamentales que constituyen la Iglesia en una serie
de actos, que vistos en su conjunto permiten vislumbrar una clara intencionalidad de
su voluntad fundacional, es decir, que esta serie de hechos establecen un proceso
continuo a lo largo de su vida en la tierra. Actos de los que bien puede deducirse que el
Jesús terrestre pensó y fundó una Iglesia.
Podemos hablar entonces de un proceso fundacional de la Iglesia por parte de Jesús
que incluye entre otros actos o momentos: la institución de los Doce, la concesión del
primado a Pedro, la institución de la Eucaristía, los mensajes del resucitado…
Este proceso fundacional de la Iglesia tiene su punto álgido en Pentecostés. El
nacimiento de la Iglesia se sitúa aquí pues Pentecostés es la nueva presencia de Cristo
entre los hombres por medio del Espíritu Santo. Presencia oculta pero eficaz, de modo
que lo que Cristo hace antes de la pascua es ir poniendo las bases de lo que será una
realidad solo a partir de Pentecostés. Sin Pascua no hay Iglesia. Pascua que termina en
Pentecostés con la entrega del Espíritu Santo. Por eso la doble misión trinitaria está
totalmente interrelacionada.
Un elemento imprescindible de la Iglesia es la institución del sacramento del Orden en
sus diversos grados. Es cierto que en la Iglesia primitiva no se comprende la jerarquía
como ahora, pero también es cierto que están los elementos fundamentales de esta
estructura que luego se desarrollaran.
La estructura ministerial que Cristo estableció (los Doce) tiene como objetivo principal
que su misión (la de Cristo) perdure en el tiempo (Mt 28,20). Por este motivo establece
una estructura ministerial en la Iglesia. Ministerio que significa servicio.
En la Iglesia hay que diferenciar entre estructura ministerial en cuanto a sucesión del
ministerio apostólico y la estructura organizativa de la Iglesia. Una cosa es como nos
organizamos y otra lo puramente ministerial que pertenece a la sucesión apostólica.
Por este motivo, la identidad del ministerio ordenado, tiene siempre una doble
coordenada: por un lado, la institución de los Doce por Cristo y, por otro lado, la
prolongación en el tiempo de este ministerio. Si la primera es realizada por Cristo de
forma directa, la segunda se realiza por el Espíritu Santo. El sacerdocio que Cristo
instituye en los Doce se trasmite en la Iglesia por medio del sacramento del Orden.
Las ideas fundamentales que aparecen en los evangelios sinópticos con referencia a la
institución de los doces quedan resumidas en los siguientes puto:
a) La elección de los Doce. Es evidente que entre todos los discípulos que siguen a Cristo
aparece un grupo determinado, privilegiado, denominado «los Doce». Según los
exégetas, esta nomenclatura, pertenece al estrato más antiguo de la tradición
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sinóptica, por lo que es un elemento muy cierto. Son escogido personalmente por
Cristo, estructurados desde los tiempos del ministerio terrestre y encargados de una
misión particular. Su misión es presidir la comunidad que él está creando. Se trata de
una institución definida y estable. En este sentido, la importancia de la llamada o
elección por pate de Cristo se pone de manifiesto en una serie de rasgos que
encontramos en lo sinópticos:
1) Marcos sitúa la acción en una montaña que evoca al Sinaí. Si la creación del primer
pueblo de Dios se realizó en el Sinaí, a partir de la elección de los Doce en una
montaña, Jesús, configurará el nuevo pueblo de Dios. De trasfondo, el evangelista,
tiene la subida de Moisés a la montaña. Además, Marcos, subraya la libertad con la
que Jesús elige a los Doce. Jesús elige a los que quiere.
2) Lucas señala que Jesús pasó la noche orando antes de elegir a los Doce. Se aprecia
la importancia y el carácter solemne de la elección.
3) Los tres evangelistas, han conservado la lista de los Doce. Aunque Jesús había
llamado algunos antes, sin embargo, elige a Doce para una misión concreta, lo que
constituye el primer paso para la constitución de la futura Iglesia. El verbo que
Marcos emplea en la llamada es muy significativo: «Proskaleitai autoi» (llamó
hacia él). Con esta forma media de un verbo compuesto por dos partículas
«kaleim» (llamar) y «pros» (a). por eso los llamó para que estuviesen con él. Con
este verbo, el evangelista pone en evidencia el poder de su elección. En el AT, solo
Dios llama hacia sí (Moisés y la zarza ardiente). Refleja el poder soberano que
Yahvé usaba en el AT. Es una forma con la que el Evangelista Marcos muestra la
intimidad con la que Cristo llama y quiere estar con los elegidos. De aquí, el que
después ratifique el llamamiento con «hima osin met autoi» (los llamó para estar
con él).
b) Voluntad creadora. Jesús elige a doce, que por una parte renuevan los cimientos de la
antigua alianza, el antiguo pueblo. Pero, por otra parte, constituyen los cimientos de la
nueva alianza. Por eso, no es casual el número doce, pues alude las doce tribus de
Israel y remite al pueblo escatológico de Dios. En esta elección de Doce se emplea la
expresión «kai epoiesen dodeka» cuyo verbo (epoiesen) designa una acción creadora
de Dios, por lo que la traducción literal sería «Jesús hizo Doce». Por tanto, no se trata
de «nombrar a doce» sino de instituir, crear algo nuevo. Verbo que es usado en el
Génesis cuando Dios va creando, o en el profeta Isaías cuando Dios va dando al pueblo
su sitio (LG 19). (leer capítulo 3 de la Lummen Gentium.) En la elección se señala que
Dios realizará una nueva creación. El término es comenzar a crear (con la predicación)
la nueva creación. Nueva creación que comienza con el «hacer Doce». Una creación
que tendrá su consumación en el «escaton». Esta nueva creación proclama el
advenimiento del reino con la nueva alianza, por eso los Doce están llamados a
inaugurar y continuar, a perpetuar la obra de Cristo. Nada mejor para ellos que
instituir un ministerio, el ministerio de los Doce. Distinto del ministerio ordenado, a
través del cual se perpetuará el ministerio de los Doce.
c) El nuevo estado. Marcos señala (Mc 3,14) hizo doce para que estuviesen con él. En Ex
3,12 encontramos el «yo estaré contigo» de la alianza. El evangelista evoca una
fórmula de alianza, de modo que se crea una reciprocidad que da origen a la nueva y
eterna alianza. En esta reciprocidad se crea la relación que da origen a la nueva
alianza. Alianza que comienza a establecerse con la Encarnación y culmina con
Pentecostés. En este sentido, con la efusión del Espíritu, Cristo, llama a fundar una
nueva comunidad en continuación con lo anterior, pero, con un coeficiente fuerte de
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novedad que supera las expectativas de lo anterior. Este estar con Jesús se asocia a un
doble aspecto: en un primer aspecto, estar en su ser ontológico y por otro, en su ser
existencial.
En el ámbito ontológico se ve una transformación en su ser, es un estar con una raíz
sacramental, Cristo los consagra (Jn 17,18-19). El término empleado es «exousia»,
usado especialmente por los evangelistas para manifestar la autoridad o poder de la
que Cristo hace partícipe a los Doce. Esta exousia se trasmite en la historia a través de
la sucesión apostólica.
En el ámbito existencial hablamos de ministerialidad. Ministerio viene de servicio. En
este sentido, la autoridad recibida capacita para realizar un ministerio. Es participar de
la misión del Señor. Misión que se concreta en el la triple munera. El término con el
que se expresa en los evangelios este servicio e «dyakonia». Los discípulos se han
convertido en seguidores y continuadores de Cristo en sentido sacramental.
Personifican el servicio. Este nuevo estado de vida que reciben los Doce es una
realidad ontológica además de funcional.
d) La misión. A los Doce, Jesús como apóstol del Padre, trasmite su misión para que ellos
sean continuadores de su obra en el mundo glu glu glu, sabemos que existe por tanto,
una continuidad entre el envío que Cristo recibe del Padre y la que reciben los Doce de
Cristo. El verbo que se emplea para hablar de envío es «apostellein» del que deriva
apóstol, que no tiene otro significado que enviado. Un enviado con autoridad, que
hace las veces del que los envía. Este término no se encuentra en ningún documento
civil de la época. Es un término puramente cristiano y pretende denotar un significado
particularmente importante. Aparece 79 veces en el NT en los que la identificación de
envidado con enviador es tan grande que «quien desprecia al enviado, me desprecia a
mí».
Marcos dos aspectos en el primer envío de los apóstoles (Mc 1,27.29): Predicar el
reino y expulsar demonios/curar.
e) El supremo poder en el reino. Tanto Marcos como Mateo usa un «logion» para
describir el poder de los Doce (Mt 19,28. Lc 22,28-30): «sentarse en los doce tronos
para juzgar a las doce tribus de Israel». El sentido actual que tiene este logion es
conferir la potestad o autoridad de regir a la Iglesia. Además, el tema de su misión y su
poder, tal y como Jesús lo ha tratado, (exousia) es la plenitud del poder pastoral en las
tres funciones de munus docendi, munus santifindi y munis regendi. Se trata de una
participación en los poderes de Cristo, en su misma autoridad y potestad.
f) Estructura jerárquica y el ministerio petrino. Pedro siempre ocupa un lugar
preeminente en el grupo de los Doce: siempre está el primero en la lista de los Doce.
Con esto se pone en evidencia que Cristo le atribuye una potestad singular dentro del
grupo. San Lucas lo nombra 56 veces en su evangelio. Su apodo (piedra), el poner un
nombre en la mentalidad semítica, algo común, representa el reconocimiento de un
rasgo que caracteriza la personalidad del individuo. En este sentido, la imagen de
piedra/roca, es muy significativa, implica un cambio de estatus y de misión y por tanto
a través de ello se transforma su condición: ya no es Simón sino Pedro. San Marcos, no
nos cuenta porqué Jesús llama Pedro a Simón, sin embargo, Mateo explica que este
nuevo nombre está en conexión con la fundación de la nueva comunidad, la Iglesia, y
como dentro de esta comunidad, él tendrá una misión particular. San Juan, subraya
una novedad respecto a Marcos, destacando el carácter de Simón-Pedro (Jn 1,42).
g) El nombre de los Doce. Encontramos el nombre de los Doce en los tres sinópticos y en
el libro de los hechos. Forma parte de la tradición más primitiva oral. Junto a Pedro,
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a) Según el libro de los Hechos hay unas condiciones para ser Apóstol.
- Haber vivido con Jesús durante su ministerio público (desde el bautismo de Juan hasta
la Ascensión).
- Pertenecer al grupo de los llamados por él personalmente. Por eso el texto de los
hechos acude a un recurso para poner en evidencia que será Cristo resucitado quien lo
elija: la suerte, echar los dados.
- Ser testigo de la resurrección de Cristo Jesús.
- Haber recibido el Espíritu Santo en Pentecostés. Este acontecimiento se produce a
posteriori de la elección de Matías. Este elemento constituye como un acto de
investidura completa de los Doce.
Estos Doce comienzan ahora a ser Apóstoles, lo eran antes, pero reciben ahora de modo
especial esta nomenclatura.
La autoridad apostólica de los Doce es destacada por el libro de los Doce, tanto dentro de
Jerusalén como fuera.
- Dentro de Jerusalén instituyen los diáconos, grupo que ellos mismos crean para el
servicio de las mesas de las viudas. Es el mismo Espíritu quien suscita esta necesidad.
Además, son los apóstoles los depositarios de los bienes comunes de la comunidad
(Hch 4,37. 5,2). Otro aspecto importante que pone la autoridad dentro de Jerusalén es
la admisión de la conversión de San Pablo (Hch 8, 14-17. 9,16-18).
- Fuera de Jerusalén, en el bautismo de Cornelio, es Pedro el que ratifica su
incorporación a la Iglesia, o en los debates sobre la circuncisión se acude a la autoridad
de los apóstoles.
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c) La función de Pedro.
Entre los Doce, aparece una figura singular, Pedro, que es el que está al frente, su portavoz. Él
va ratificando la función que los Doce van llevando a cabo, hay continuidad con los Sinópticos.
Él mismo se considera apóstol por haber recibido directamente la misión de Cristo resucitado.
Ha enmarcado su vocación en orden a la vocación de los Doce, pero sin considerarse
directamente uno de ellos. Se considera apóstol (enviado) con autoridad recibida de Cristo.
autoridad que reclama para sí en las comunidades que funda, pero a la vez, con una gran
actitud de servicio (diaconía).
San Juan diferencia entre los apóstoles y los Doce en su evangelio. Los apóstoles serían para él
el grupo históricamente fundador de la comunidad cristiana (todos los cristianos que fundaron
la Iglesia primitiva), mientras que los Doce serían los primeros discípulos que Cristo elige
personalmente, reunidos en torno a él y enviados por él. Por esto Juan remarca la idea de que
los Doce son consagrados en la Verdad, y por esto han de guardar la palabra del Maestro, por
eso son establecidos pastores, servidores del rebaño.
En este sentido, en el grupo de los Doce, Juan destaca siempre el lugar de Pedro. Su misión,
para san Juan, es la de la autoridad suprema de la comunidad. Sin embargo, san Juan,
introduce una novedad: usa expresiones para dirigirse a él mismo muy peculiares como el
«otro discípulo» o el «discípulo a quien Jesús amaba», lo cual hace que él mismo tenga cierta
relevancia.
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Constituye la novedad cualitativa. En el origen del pueblo de Dios siempre hay un doble
elemento: Pascua y Alianza. La Pascua de Israel es la liberación del Faraón. En el NT, el nuevo
testamento, la Pascua es la liberación del pecado y de la muerte. Pasando, también a través de
la sangre del cordero, a una nueva vida. La alianza del AT se da en el monte Sinaí, la nueva
alianza se da en el monte calvario. Elementos (pascua y alianza) asumidos por Cristo y llevados
a plenitud)
En el NT encontramos dos tradiciones respecto la Eucaristía: la tradición antioquena (Lc 22, 14-
15; 1Cor 11, 23-26) y la tradición jerosolimitana (Mt 26,26-29; Mc 14, 22-25), pero ambas
coinciden en la «consagración» del pan y del vino.
En Mt 28,18ss encontramos que ha Cristo se le ha dado todo poder. Ha sido establecido como
Señor de todo lo creado. El resucitado ha sido entronizado como rey del universo, y como tal
es omnipotente. En conexión con esta entronización aparece el mandato misionero a los Doce
glu glu glu. El mandato es explícito: «id y bautizad a todos los pueblos y anunciar la
enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he enseñado». De algún modo, a partir de ahora,
sus discípulos serán capacitados por medio del Espíritu Santo, para realizar el mandato divino.
Así poco a poco, el reino, se ira haciendo presente en todo el mundo. Una tarea que no estará
exenta de la asistencia divina («yo estaré con vosotros hasta el último día»). Éste pasaje, junto
con todos los del resucitado, constituye otro elemento fundamental de la Iglesia.
Llega aquí el momento culminante, pues la presencia y acción del Espíritu Santo es clave para
entender a la Iglesia. solo una vez el Espíritu Santo haya sido dispensado, la Iglesia comienza a
caminar. Por eso se ha de hablar de la dimensión pneumatológica de la Iglesia, pues está ligada
a la misión del Espíritu Santo. Por eso se puede afirmar que Pentecostés constituye el acto
fundacional de la Iglesia.
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San Mateo termina la misión de Cristo, indicando como es necesario recibir la fuerza de lo alto.
Solo se puede realizar la misión por esta fuerza de lo alto. Por eso la presencia espiritual de
Cristo es importante. San Lucas es el evangelista que más pone en evidencia esto. Jesús antes
de ascender al cielo, da unas indicaciones a los Doce: «voy a enviar la Promesa de mi Padre,
permaneced en Jerusalén a la espera». Este relato del mandato de permanecer en Jerusalén es
bisagra para los dos libros lucanos. Promesa que consiste en ser bautizados con Espíritu Santo
y fuego. La promesa del Padre capacitará a los doce para ser testigos de Cristo. En los
evangelios se explicita que hasta que no reciban el Espíritu no son capaces de dar la vida.
El libro de los Hechos de los Apóstoles recoge este hecho como una geografía teológica, es
decir, que en Jerusalén termina la misión terrena de Jesús y comienza de la Iglesia. El libro de
los Hechos comienza en el corazón del mundo judío (Jerusalén) y termina en el corazón del
mundo pagano (Roma).
Por unanimidad, todos los autores, afirman que este relato narra la fundación de la Iglesia.
- «llegado el día de Pentecostés» en el pueblo judío había una fiesta a los cincuenta días
de la Pascuas. La fiesta de las semanas. En ella, al final de la siega, se ofrecían las
primicias al Señor. Con el tiempo, se celebraba con una gran peregrinación a Jerusalén,
la entrega de la ley en el Sinaí. Por eso será a los 50 días de la pascua de Cristo, cuando
Padre e Hijo envíen el Espíritu Santo, nueva y definitiva ley inscrita en el corazón
humano y no en tablas.
- «Todos estaban reunidos en el mismo lugar». Este «todos» hace referencia a Hch 1,13-
14, se trata del grupo de los Once más Matías, inmediatamente elegido, más la Virgen,
más otras mujeres y los hermanos de Jesús. El lugar no es especificado, pero todos en
un mismo lugar, lo cual denota la comunión de vida que existía entre ellos. Además
tenían un mismo espíritu en la oración.
- «De repente vino un ruido impetuoso…» en todo el relato de Pentecostés
encontramos rasgos teofánicos, al igual que en la entrega de la ley en el Sinaí. Estos
rasgos, ponen de manifiesto la presencia activa del Espíritu Santo. Lucas subraya que
Pentecostés es un acontecimiento extraordinario que no sucede todos los días. Lo que
ocurre a esta comunidad es algo importante para la vida de la Iglesia. Se produce un
estruendo en el cielo como en el Sinaí. El Espíritu Santo se manifiesta a través del
viento impetuosos que llena toda la casa. En Pentecostés el fragor de Dios se
manifiesta en la multitud de lenguas que hablan los Doce. Con estos signos teofánicos
se pone de manifiesto a Dios en medio de la casa.
- «se les aparecieron unas lenguas de fuego…» Inmediatamente, después del fenómeno
sonoro, se produce otro fenómeno visual. El verbo griego usado es «oszesam» que se
puede traducir al castellano con la expresión «se les aparecieron» o «se les dejaron
ver», e indica que la visión es objetiva, es decir, con los ojos corporales. No es una
visión imaginaria o subjetiva, mística, sino real, palpable y objetiva. Se trata de una
visión en la que el objeto que se aparece se hace visible y perceptible. Es importante
este aspecto pues el fin de la aparición es similar al Ex 19, donde se dice que de la
montaña salía fuego y humo. Dice, además, que las llamas de fuego se posaron, es
decir, que tomaron posesión. Al situarse sobre la cabeza, transforman el ser, de modo
que, se habla de una instalación permanente del Espíritu Santo. Es la Iglesia reunida la
que recibe el Espíritu. Queda señalado, con esto, el coeficiente de novedad con
respecto a las intervenciones del Espíritu en el AT, que eran pasajeras, personales,
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Lo que aquí está pasando, es algo que ya se había anunciado antes. Por eso dice sin temor que
lo que ven los espectadores, es el Espíritu Santo. Estos efectos teofánicos son obra del Espíritu
Santo. Por tanto, el acontecimiento tiene una estructura sacramental, pues aparecen signos
que manifiestan una gracia. El apóstol Pedro acude a Joel 3,1-5 para interpretar el
acontecimiento de Pentecostés. Oráculo, el de Joel, que si bien está dirigido en principio al
pueblo de Israel está abierto, en el libro de los Hechos, a todos los pueblos de la tierra. Existe
un desfase, por tanto, entre las promesas y el cumplimiento: si la promesa estaba hecha al
pueblo, se benefician de ella todos los pueblos de la tierra. El Espíritu quiere que los gentiles se
incorporen al pueblo de la promesa.
Este tiempo escatológico que se inicia con la Iglesia, es el tiempo del Espíritu Santo, tiempo de
gracia concedido por Dios a todos los Pueblos, donde la gracia particular es el Espíritu Santo
concedida a toda carne. La Iglesia que irá rompiendo progresivamente con el judaísmo se irá
estableciendo.
Las palabras últimas de Joel dicen: «todo el que invoque el nombre del Señor se salvará», es
preciso invocar a Jesús como el Señor. La generación perversa son los que no aceptan, estando
encerrados y replegados en sí, a Jesús el Cristo y siguen creyendo a un Dios abstracto.
En Hch 3,17 Pedro excusa a los israelitas, da otra posibilidad al pueblo de Israel. El Padre
resucitó a Jesús para que actuara otra vez en Israel.
A este Cristo, que vosotros habéis matado, Dios lo ha constituido Señor. Renegaron del santo y
del justo, mataron al jefe de la vida. Era un signo dirigido a los judíos, que obraron mal por
ignorancia, por eso han de arrepentirse y convertirse antes del tiempo final, pues todo el que
no escuche lo dicho por el mesías será excluido del pueblo.
Cristo es la descendencia de Abrahán, y por medio de él llega la salvación a todos los que le
abren el corazón. Israel es primer destinatario de la salvación, pero no pueden rechazar a este
Profeta. Cristo es la bendición de Dios para el pueblo arrepentido, y aun habiéndolo rechazado
Dios le concede un tiempo para la conversión si aceptan a Cristo a través de la predicación
evangélica. La amenaza de ser excluido del pueblo de la Alianza a todo el que no escucha al
nuevo Profeta, al nuevo Moisés. Castigo que en el AT significaba la muerte, ser exterminado.
Supone esto un cambio considerable en el concepto de pueblo de Dios, ya que el nuevo pueblo
estará formado por los que escuchan a Jesús. La condición étnica ha pasado, ahora es decisivo
aceptar a Jesús para pertenecer al pueblo nuevo de Dios. Del Israel de Dios ha surgido la Iglesia
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de Cristo. En Mt 13,51-52, Jesús dice «todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino, es
como el dueño de la casa que saca del baúl lo nuevo y lo viejo». El cristiano posee y administra
toda la riqueza de la Antigua Alianza, perfeccionada por la nueva.
9.3 E Pentecostés de los gentiles (Hch 10, 1-11): conversión de los gentiles.
Supone la conversión del pueblo más allá de las estrechas fronteras judías. En este relato
Pedro es el primer convertido pues acepta lo que Dios le ha dicho. Deja de ser un judeo-
cristiano para ser cristiano en sentido propio.
Pedro manifiesta, después de proclamar el kerigma, que esta igualdad entre todos los hombres
queda sellada por la efusión de Espíritu Santo, tanto sobre los gentiles como sobre los judíos
(vv44). Pedro confiesa que no podía negar el bautismo a los que habían recibido el Espíritu
Santo como los judíos del primer Pentecostés. Por eso la incorporación de los gentiles a la
Iglesia es obra de Dios. El primer extrañado es Pedro. Los gentiles se han incorporado a la
comunidad por la iniciativa de Dios y se ha llevado a cabo por la efusión del Espíritu Santo.
Desde este momento la Iglesia comienza a ser más católica.
El relato en el que el evangelista san Juan sitúa la fundación de la Iglesia, Jn 19,30-37, ha de ser
entendido a la luz de otros relatos. Ante todo una idea es clave: Juan el evangelista asocia la
hora de los gentiles (entrada de los gentiles en la Iglesia) con la muerte de Jesús. De manera
que, para que se dé la incorporación de los gentiles a la Iglesia es necesario un requisito, la
muerte y glorificación de Jesús. Muerte y glorificación que tiene como consecuencia que todos
sean atraídos hacia él. Los textos donde se va explicitando este requisito son:
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manan los ríos de agua viva. Por este motivo, san Juan, pone la efusión del Espíritu en
la Cruz.
En Pentecostés, el Espíritu desciende sobre los Doce y algunos más, sin embargo, en la
lanzada, solo están el discípulo amado y la madre de Jesús. Juan representa a la
comunidad fiel, a los discípulos, y su madre a la nueva Eva, a la Iglesia. En este sentido
es un pasaje fuertemente eclesiológico, en el vv37, Juan va más lejos del soldado,
quiere significar que cuando el soldado mira al crucificado realiza el requisito previo
para ver y comprender de la fe. el centurión personaliza la adhesión de los gentiles a la
fe. la confesión del crucificado como el Hijo de Dios (en los sinópticos), no como un
maldito como decía el Deuteronomio, la Iglesia queda fundada y abierta
universalmente.
La Iglesia no solo es fundada por Cristo, la actividad del Espíritu Santo es impresdindible.
Los textos de la Escritura no proporcionan una total y explicita visión del pensamiento de la
Iglesia primitiva, sino que, en ellos, se nos ofrecen reflexiones y pensamientos. Por ello no se
puede ofrecer en estos textos una reflexión teológica completa a cerca de la Iglesia o de
cualquier tratado. Esto no quiere decir que no encontremos elementos que debamos extraer.
Además de la redacción en la Sagrada Escritura, su elaboración está sujeta a la sujeción
temporal, es decir, una cosa es lo que aparece en el texto y otra cosa lo que se hace.
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quiere decir que el hecho de que no se recoja en la Escritura, no significa que no se hiciera
antes.
La sucesión apostólica se define como el paso que se da de los Apóstoles a los ministros
ordenados, o lo que es lo mismo, el paso de los Doce a la estructura jerárquica actual o el paso
del ministerio apostólico a ministerio eclesial.
El Catecismo (nº 1576) dice que para que el evangelio se conservara siempre vivo y entero en
la Iglesia, los Apóstoles nombraron sus sucesores a los obispos dejándoles su cargo en la
enseñanza, y dado que el sacramento del orden es el ministerio apostólico, corresponde a los
obispos trasmitir el don espiritual y la semilla apostólica. Por eso decimos que la sucesión
apostólica es la continuidad en la trasmisión de la Tradición Apostólica (Depositum Fidei y la
propia vida de la Iglesia). Además, hay otro elemento importante, y es que la Sucesión
Apostólica se desarrolla en cuanto al ministerio trasmitido por los Doce de parte de Cristo. Es
decir, el encargo, el envió, de Jesús a los Doce, se prolonga a través de la sucesión apostólica.
Existe una gran diferencia entre las concepciones católica y protestante de la sucesión
apostólica. Para los protestantes, la sucesión apostólica es un puro signo (no sacramental),
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algo meramente simbólico. En la visión católica se considera como una verdadera trasmisión
de la autoridad y potestad ministerial. Mientras para los católicos es transferible, para los
protestantes no lo es.
Para comprender el paso entre los Doce y sus sucesores conviene presentar el principio de
sucesión apostólica mediante este esquema.
En el libro de los Hechos encontramos algunos datos sueltos pero valiosos sobre la estructura
de la primitiva Iglesia. aunque no se puede precisar las funciones, pues existe una flexibilidad
amplia, esto datos son importantes.
Esto nos llega a distinguir entre la existencia de una constitución jerárquica en la Iglesia
primitiva y la concreción de sus funciones ministeriales, o dicho de otro modo, existen unas
responsabilidades dentro de la comunidad y dentro de estas hay que concretar las funciones
de cada individuo. Lo importante es que hay responsables de la comunidad.
Ésta está dirigida en un principio por Pedro y los Apóstoles, pero de forma progresiva, esta
Iglesia, está presidida por Santiago y los Presbíteros. En este sentido ha habido un cambio en la
sucesión, de esta forma, tras la muerte sucesiva de los Apóstoles, irán asumiendo este
ministerio otros hombres elegidos para el cargo. En Hch 12,2 se nos dice que una vez Herodes
mató a Santiago, el grupo no elige a ningún sustituto para que forme parte del grupo de los
Doce, sino uno para que esté al frente de la Iglesia de Jerusalén. Comienza a desaparecer la
generación apostólica y a aparecer los sucesores. Esta desaparición se hace patente en el
Libro, pues a partir del martirio de san Esteban, ya no se habla del grupo de los Doce.
En Hch 6,1-6, comienza un ministerio nuevo, el de los siete (diáconos) dedicado a los pobres, la
predicación y los sacramentos. Éstos están llenos del Espíritu Santo gracias a la imposición de
manos de los Doce.
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a) Son constituidos por los Apóstoles Bernabé y Pablo en las Iglesias de la gentilidad
mediante su imposición de mano. (Hch 14,23)
b) Por medio de este rito de la imposición de manos, queda evidencia de la trasmisión de
la trasmisión del carisma, y el don, es decir que es el Espíritu Santo el que los
constituye ministros de la Iglesia. (Hch 20,28). Mediante la Imposición de manos se
constituyen nuevos presbíteros a los que se les da función de gobierno (propia del
obispo), por lo que las funciones no están definidas totalmente. Estos presbíteros
participan con los Apóstoles en decisiones doctrinales (episodio del concilio de
Jerusalén). La Iglesia que describe san Lucas, contiene ya los elementos, de forma
embrionaria, de la Tradición y sucesión, así como los de la potestad de gobierno y la
autoridad, elementos esenciales de la Iglesia.
3.1.2 La Iglesia de Antioquía.
En esta comunidad existían profetas y doctores (Hch 13,1-3) Pablo y Bernabé han sido
revestidos del poder de llevar la comunidad hacia delante pero no de estos poderes. Una cosa
está clara, en las comunidades que fundan Pablo y Bernabé, establecen presbíteros y los
«vigilan en la doctrina». En el discurso de Mileto (Hch 20,17-35) encontramos la única
exposición en el Libro a cerca de los ministerios y responsabilidades que asumen los
presbíteros dentro de la Iglesia. El vv17 designa a las personas llamadas como presbíteros, en
el vv28 se les encomienda la misión de inspectores y guardianes. Se les atribuye a los
presbíteros la función del obispo. Es la primera vez que aparece en el NT el término
«episkopoi». Todo por iniciativa del Espíritu, por eso, ambas designaciones, presbíteros y
obispos, son equivalentes. Este texto esboza ya, la idea de sucesión y explica el nexo entre la
Iglesia apostólica y sub-apostólica.
- Existe una continuidad entre la etapa de los Apóstoles y la etapa posterior y por tanto
se garantiza la trasmisión de la Buena Noticia. Hay continuidad entre el mensaje de
Cristo y el de su Iglesia. Según Hch 14,22-23. 20,17-35, la función propia de los
presbíteros es asegurar que en las comunidades fundadas de las que son responsables
haya fidelidad al a fe predicada y vivía por los Apóstoles. En este sentido, asumen la
función de vigilar.
- Lucas presenta dos tipos de ministerios: uno general y otro local. Los primeros son
itinerantes y misioneros, son en principios los Doce. A estos se le llama: Apóstoles,
profetas… El ministerio local, que permanece fijo en cada comunidad, son el grupo de
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San Pablo cuando habla en sus cartas, no solo se dirige a los responsables, sino a toda la
asamblea que él mismo ha fundado. Suele resaltar el aspecto de la comunión, como tarea que
ha de desarrollar toda la comunidad. No obstante, señala algunos hermanos, que estando al
frente de la comunidad, trasmites todas sus (las de Pablo) enseñanzas. Por tanto. encontramos
tres papeles importantes: el de Pablo, fundador, el de la Asamblea, responsable toda ella, y la
de sus responsables, que están al frente de la misma por encargo del Pablo.
Por un lado, san Pablo en sus cartas destaca tres grupos en los aglutina los diversos ministerios
y funciones:
a) Los Apóstoles. Cuando habla de apóstoles en la carta, no se reduce a los Doce, también
ellos. Son antes todos los enviados oficialmente por su propia comunidad como
misionero a otra comunidad. Es el caso, por ejemplo, del propio Pablo y Bernabé en su
inicio, que se unieron a los Doce. Estos apóstoles suelen viajar de dos en dos, con
cartas de recomendación para ser admitidos en la comunidad de acogida.
b) Los Profetas. Desempeñan un papel al interno de las comunidades, son los encargados
de la predicación en la asamblea litúrgica. En la Didaké encontramos esta referencia.
Además, tenían un papel importante en las asambleas locales. Su papel es tan
importante que de entre ellos se escogen los apóstoles. (1Tes 2,20)
c) Los Doctores. Conocidos por algunas alusiones a los que hace san Pablo, se dedican a la
enseñanza metódica afianzada en la Escritura.
Esta tríada suele tener en sus cartas, es la que sintetiza los ministerios y funciones de la Iglesia,
sigue, lo más seguro, la tradición antioquena. Siendo esta terna la que constituyen los grupos
más fuertes de las comunidades. Al estar incluida dentro de catálogo de carismas de 1Cor, nos
ayudan a entender la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos. Al situarlos al inicio
de al inicio de la lista, san Pablo nos hace ver que los ministerios son dones que el Espíritu
Santo concede a la Iglesia, pero a la vez, nos hace ver que no todos los carismas ha de
cristalizar en un ministerio. Las funciones de estos tres ministerios, son muchas veces
compartidos.
1) Los ministerios son un don, una gracia que Dios concede para el bien de la comunidad.
2) Estos tres ministerios están a la cabeza de los que Dios concede a la Iglesia.
3) Estos títulos o ministerios, al inicio están relacionado con la comunidad de Antioquía, y
están muy relacionados con la trasmisión de la Palabra.
4) Existe otra terminología amplia de otros ministerios, pero atribuidos a personas
concretas, por lo que no son ministerios estables desde el inicio de la Iglesia.
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Pablo, da poca importancia a los ministerios pues lo único indican es una vocación de servicio.
Algunos de los más nombrados son los siguientes:
En la comunidad de Corinto: Febe, la ministra diácono, que si bien no tiene una función
concreta se le da el título de «prostatis» (protectora) y según se deduce ejerce una función
caritativa hacia el exterior de la comunidad.
En Filipos: se habla de «sym episkopoi kai dialonois» aunque san Pablo, no especifica la función
de estos obispos y diáconos. Parece que designan a los ministros de las comunidades que se
van fundando. Es patente que en la comunidad de Filipos, había varios obispos.
En Éfeso: se encuentra la enumeración más clara del ministerio dentro del corpus paulino (Ef
4,11-12)
Para algunos autores como Hans King, la comunidad de Corinto es un poco referente por
aparecer en ella carismas surgidos espontáneamente de la comunidad, siendo el único
responsable es san Pablo. En este sentido, muchos exégetas, también católicos, hablan de dos
tipos de estructuras en la Iglesia: la estructura carismática o la estructura jerárquica o
institucional. La Carismática sería la propia paulina y su modelo sería la Iglesia de Corinto.
Mientras la estructura jerárquica encontraría su modelo en las iglesias palestinenses, en las
que si encontramos los ritos de imposición de manos. Las primeras procederían de la
gentilidad y las segundas del judaísmo. Esta tesis respalda que en las comunidades cristianas al
no haber ministerios estables sino carismáticos, no existían responsables al frente de ellas, de
modo que para estos autores, prevaleció la línea jerárquica-institucional y con el tiempo suplió
a la carismática, de modo que se impone a las comunidades paulinas el modelo judío. Para
estos autores no hay oposición entre los carismas y la jerarquía.
En el conjunto de los escritos del NT encontramos una larga lista de ministerios, de los que no
podemos precisar sus funciones, sin embargo, es cierto que, teniendo esta gran variedad,
siempre encontramos dones más carismáticos y dones más jerárquicos. Siempre aparecen
ministerios más estables y más esporádicos. No obstante, en todas las comunidades
encontramos un responsable estable, que acaba remitiendo a un Apóstol.
Es cierto que existe una gran variedad de dones y carismas, pero también es cierto que hay
presencia ministerial dentro de las comunidades. Esto es, que hay una estructura jerárquica.
De hecho, dentro de la comunidad de Corinto, san Pablo habla de profetas, que desempeñan
un papel importante dentro de la comunidad. De todos modos, Pablo, es la autoridad última
de la comunidad, poniendo en evidencia que una comunidad sin cabeza no puede subsistir. En
este sentido llama la atención para que acepte a los miembros más antiguos de la comunidad
como referentes y modelos (1Cor 16,15-18).
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En definitiva, san Pablo, pide siempre la cohesión dentro de la comunidad y con las
comunidades de fuera. Es cierto que en las cartas de san Pablo nunca usó el término
«presbíteroi», con ello se ve que san Pablo no quería mezclar las comunidades fundadas por él
en el paganismo con las comunidades judías que tenían presbíteros. Se trata de rechazar por
parte de san Pablo, una terminología judía, para evitar que estas nuevas comunidades fueran
equiparadas a las judías. Así la organización embrionaria de estos ministerios, presentan
algunos trazos comunes se irán acentuando con el tiempo.
Hay que distinguir entre el orden jerárquico y la configuración de cada iglesia local. Las relación
de las comunidades entre sí y con la Iglesia madre de Jerusalén. Y se van configurando los
ministerios con su función.
Tres ideas: contamos con una serie de factores que no podemos obviar.
Es cierto que entre la muerte de san Pablo y las cartas pastorales hay un lapsus de tiempo con
una información muy limitada para nuestra reflexión eclesiológica. En este sentido es cierto
que encontramos una evolución de los ministerios respecto el libro de los Hechos y de las
cartas paulinas que continuará su evolución y que se irá consolidando en los primeros siglos de
la patrística en las estructuras y ministerios que conocemos hoy.
El apóstol san Pablo aparece siempre preocupado por establecer responsables estables en las
comunidades. Así podemos afirmar que el rito de la envestidura, de algún modo, es lo que
permite la trasmisión de este ministerio estable (rito de imposición de manos y de trasmisión
de una autoridad). Aparece, por tanto, el carisma ministerial que concede la potestad de la
enseñanza y del gobierno de la comunidad (Ti 1,3-5 1Tm 3,5-7). Aunque la terminología de los
ministerios fluctúe todavía bastante, existe ya una distinción importante: por un lado,
encontramos los presbíteros-obispos que forman parte del consejo que administra la
comunidad. Este consejo representa una autoridad. Por eso es preciso que los que pertenecen
a ellos sean de conducta intachable. Las funciones de estos consejos son de índole pastoral, de
intendencia y vigilancia (ser obispo) y función doctrinal conforme a lo que los Doce habían
trasmitido. En estas cartas pastorales hay un dato distinto al que aparece en las cartas
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paulinas: en las pastorales se usa el término obispo en singular mientras en las paulinas se usa
en plural. Parece ser un anticipo ya de lo que luego será el episcopado monárquico. De los
Diáconos se habla ya, si bien no tienen el oficio de presidir, tienen el de la predicación y el de la
caridad.
San Pablo no aceptó el término de presbítero para evitar que se identificase la iglesia local
naciente con la estructura propia de la sinagoga judía. En este sentido, las cartas pastorales,
significan una consolidación respecto a la terminología anterior. En Fil 1,1 se obispos y
diáconos en plural pero las pastorales o bien hablan de obispo en singular o de su función en
singular. Responsables de las comunidades son siempre los presbíteros, relacionados siempre
con la función del obispo.
Podemos afirmar que las iglesias de las cartas pastorales están relacionadas siempre con san
Pablo, a su ministerio pastoral, y en ella encontramos lo que se llaman «sucesores», es decir,
personas formalmente establecidas a través del rito de la imposición de manos.
Por mucho que se intenta profundizar, como se realizó el paso de «los obispos» al «obispo». Es
cierto, que en la época patrística, con san Ignacio de Antioquía, queda establecido el ministerio
tal y como lo conocemos hoy, con algunos matices.
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obispo y asistida por un colegio de presbíteros. Obispos que eran reconocido como legítimos
sucesores de los apóstoles.
A la hora de acercarnos a los testimonios de la época prenicena, distinguimos dos bloques, dos
líneas de interpretación teológica respecto al contenido del NT acerca de los ministerios:
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En el siglo VI, Dionisio Areopagita, aportará la noción de jerarca al ministerio. Esta jerarquía
llega a su culmen en la Edad Media con Gregorio VII, Bonifacio VIII… para los que la «sacra
potestas» está equiparada a la del monarca civil.
La Xsa tiene lo que denominamos una estructura sacramental, que es lo que la une a los
orígenes.
El término jerarquía no aparece en la SSEE, hecho que nos pone en guardia, de modo que la
Xsa ha de estar purificando esta noción adquirida de principios filosóficos, pero obra de la
inspiración del E.S. Surge aquí la tarea de la teología y del Magisterio para mantener esta
noción fiel a lo que fue en un principio.
La Jerarquía como principio sacro, posee un doble aspecto: en primer lugar, realiza y ejercita
actividades sagradas y por otro, porque el sujeto que lo ejercita está consagrado. Por eso la
jerarquía se mueve dentro de lo sagrado, porque tanto el sujeto como el objeto de ésta se
mueven en el ámbito de lo sagrado. Así, gracias a la misión de la jerarquía, es ser semilla de lo
sagrado dentro de lo profano. De este modo, podemos decir, que la jerarquía es un acto
positivo (querido directamente por él) de Xto. Él hace uso de este acto para continuar su obra
salvadora eligiendo personas concretas y los hace ministros suyos para perpetuar su nombre y
su mensaje.
En el catolicismo se supone el principio de la analogía del ser, con este principio decimos que
Dios ha comunicado con sus criaturas la dignidad del ser y del obrar divino tanto en el orden
natural como en el orden sobrenatural. El hombre está capacitado para producir frutos de vida
eterna, es decir, que a partir de la dimensión sacramental del hombre podemos participar en
el ser divino. Es más somos hijos verdaderos de Dios, criaturas nuevas. Esto es así porque la
gracia sacramental que Xto ha dejado en la Xsa, nos trasmite la vida divina. Gracia que se
trasmite gracias a la legítima sucesión de los miembros de la jerarquía que tiene su comienzo
en los Doce. Si Xto establece la Xsa en el fundamento de los Doce, es mediante este mismo
fundamento por la que sigue sosteniéndola y santifícandola. Sin esta dimensión sacramental
no se puede entender el señorío de Xto sobre la Xsa.
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Encontramos pues, una identidad entre el que envía y el que es enviado: «como el Padre me
ha envidado, yo os envío» siendo está la base del apostolado de la Xsa. El CVII dice que Xto
hizo partícipe de su consagración a los sucesores de los Apóstoles por la consagración.
Esta consagración que se recibe y se realiza por medio de la misión se concreta por medio de
un triple oficio:
Partiendo de LG 18: “para que el episcopado fuera uno e indiviso, estableció al frente de los
apóstoles al bienaventurado Pedro”. La Xsa católica, se podría decir que es comunión de las
distintas iglesias particulares, por esos se reclama un centro de unidad que exprese y garantice
la comunión jerárquica: aparece aquí el ministerio petrino. De este modo, al igual que
hablamos de sucesión apostólica, podemos hablar primacial. La sede primacial de Roma es la
cátedra de Pedro.
El primado es el órgano ministerial que expresa y realiza la unidad de las Xsas y de los obispos.
Es un órgano al servicio de esta unidad. En este ministerio, se conjugan, por tanto, la unidad y
la apostolicidad. Unidad y catolicidad que se conjugan como servicio a la catolicidad, a la
universalidad de la Xsa.
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e) Se olvida que los apóstoles son los que están al frente de las comunidades fundadas.
Hay que respetar las distintas tradiciones que se van gestando en los distintos lugares.
f) Esta centralización de toda la autoridad de la Xsa en el ministerio pertrino ha anulado
los concilios y sínodos de la Xsa, privilegiando una estructura piramidal. Esta objeción
ponía de relieve que la Xsa se convierte en una monarquía.
Teniendo en cuenta todas las objeciones, es cierto que el ministerio petrino ha ejercido su
ministerio a lo largo de la historia de muchas formas y maneras. No deja de denotar todas las
objeciones que lo rechazan es el modo de ejercer el ministerio, o el alcance de un ministerio
de unidad.
Es evidente que a pesar de todo ha habido muchos deseos de resolver estas cuestiones. En
cualquier caso, es obligada la reconsideración de este ministerio permanentemente, lo cual no
significa que se justifique un efecto anti-romano.
La diversidad de Xsas que ha provocado esta variedad y pluralidad hace más difícil este
ministerio de unidad entre los xtianos. Debido sobre todo a los particularismos nacionalistas.
En estas circunstancias el ministerio petrino ha de cumplir sus funciones ayudando a las xsas a
entenderse entre ellas.
Todas las colecciones de textos del NT conocen la figura, vida y misión de Pedro. Por tanto, no
es una tradición particular. Lo cual quiere decir que éste desempeña un papel relevante en el
grupo de los Doce, y durante la vida pública de Jesús, su persona tiene un especial relieve.
- El nombre de Pedro es el más citado de entre los Doce. Unas 114 veces, sin contar que
es el primero de las listas de apóstoles y es el que más cerca está del Señor.
- La primacía de Pedro está en las listas de los Doce. Es decir, que siempre está en
primer lugar. El evangelista Mateo llega a decir explícitamente que es el primero. Ya
los evangelistas tienen conciencia de que entre los Doce, Pedro es el primero.
- El resto de los discípulos aparece en relación a Pedro. Si analizamos algunos pasajes,
podemos descubrir que los otros discípulos aparecen asociados a Pedro (Mc 1,36: Lc
9,32)
- Pedro está en el grupo privilegiado de los tres discípulos a los que Jesús en tres
ocasiones solemnes: la resurrección de la hija de Jaira, la transfiguración en el Tabor y
en la agonía de Getsemaní.
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- Pedro tiene una posición especial dentro de los Doce, en eventos de importancia
pecular de la vida de Xto. Por ejemplo, Pedro paga el tributo al Cesar en nombre de
Xto.
- Pedro aparece como portavoz del grupo de los Doce. De un modo muy particular tras
la resurrección.
- Jesús cambia el nombre de Simón, hijo de Jonás, por el de Pedro (piedra).
- Xto le confía la misión de confirmar a sus hermanos. (Lc 22,31): “mira que Satanás os
ha reclamado para zarandearos, pero yo he rogado por tí para que tu fe no desfallezca.
Y tú una vez hayas vuelto, confirma a tus hermanos”. Pedro ha de ser roca y confirmar
a sus hermanos en la fe.
Es el momento en que Jesús, a mitad de su vida pública, decide hacer un retiro con sus
discípulos. Allí Pedro confiesa a Xto como el mesías y Xto le dice que él es «roca» y sobre esta
«roca» edificaré edificará su Iglesia. El contexto de este lógion es la confesión de Pedro. Jesús
habla de la comunidad mesiánica, y como al interior de ésta, se le da a Pedro un privilegio o
función que Xto expresa mediante tres metáforas:
- Roca. Dirigiendose a Pedro, Jesús dice, “tu eres roca y sobre esta roca…” en arameo,
para indicar a Pedro y a la roca se usa el mismo término. En el texto griego, Xto usa el
término Petros para Simón y después dice que para esa petra, edificará su Iglesia. Al
traducir la versión al griego, este idioma sí disponía de masculina y femenino, de
modo, que el traductor usó el masculino para el apóstol y el femenino para la piedra.
No obstante, el significado de ambas se asimilan al de la palabra aramea. Desde
entonces, el nombre común «roca» pasó a ser nombre propio que se latinizó en la
Vulgata, manteniéndose la distinción de género. Lo que queda claro es que Pedro es la
roca de la Xsa y que cuando Xto le impone un nombre nuevo, indica con ello que Pedro
es lo que el nombre indica, es decir, la roca de la Xsa.
Función: Al llamar Jesús «roca» Simón, no es un nombre desconocido para sus
contemporáneos, pues a Dios se le llama muchas veces así para designar a Dios como
un baluarte seguro, y sobre todo como inmutable en su lealtad. La imagen de la roca
estaba ligada al tema de la alianza. Ahora Jesús dice que va edificar su Xsa a la manera
de una casa, sobre una roca. La comunidad visible de sus discípulos tendrá una roca
fuerte, estará firmemente consolidad y visible. Para ello elige a Pedro, una vez él esté
ausente visiblemente. Simón debe representar y llevar a cabo la función de roca, sin
desplazar el fundamento que es Xto.
Distinción entre cimiento y roca. En algunos textos rabínicos se distingue lo que
encontramos en Mt 7,24-26 (el hombre sensato que cimentó su casa sobre roca).
Existe pues diferencia entre cimiento y roca. Los primeros se ponen sobre la roca. La
roca sostiene no solo la casa sino también al cimiento. San Pablo, llamará a los
apóstoles cimientos de la Xsa. Es la roca, la que dará consistencia al cimiento y a todo
el edificio. Xto es el que ha transformado a Simón hijo de Jonás en roca de la Xsa.
Quien se sostenga sobre la roca, estará seguro de poseer la verdadera fe.
Poder y autoridad de Pedro. La metáfora de la roca no pretende señalar a Pedro como
el principio temporal de la Xsa, sino que pretende hacer ver que es el principio de
estabilidad y firmeza de la comunidad mesiánica de Xto. Pedro, primero en confesar a
Jesús, será la roca que sustente a la Xsas y todos los embates del infierno no podrán
sobre ella. Las puertas del infierno son una expresión metonímica con las que se
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indican el poder (las puertas de la ciudad era la parte más fortificada). Cuando se habla
de las puertas del Hades, se refieren a la sede de los muertos. Con ello se viene a
significar el imperio de Satanás. Las puertas del infierno evocan las potencias malignas,
las cuales, tras haber encadenado a los hombres en la muerte y el pecado, tienen la
capacidad de encadenar definitivamente en la muerte eterna. Como el poder del
infierno no podrá sobre la roca, se anuncia la fundación de una Xsa estable y duradera,
asistida por Xto.
Pedro es el principio visible de estabilidad y firmeza de la fe. Él será el que tiene la
responsabilidad de velar por esta Xsa. Fe que será propagada por sus sucesores por
todo el mundo.
- Llave. Completa y esclarece la anterior. Es una expresión semítica que simboliza la
investidura del jefe de Palacio para que administre la corte del Rey. (Is 20,22). Con ello
se indica el poder y la autoridad para ordenar la casa del Rey. Poder que el dueño del
palacio entrega al jefe del palacio. El texto viene a dar la intención de Xto de dejar a
Pedro como jefe de su palacio. Dejando a Pedro a cargo de las llaves, Xto se
autoproclama Rey. Esta metáfora añade un matiz respecto a la de roca: la Xsa sobre la
que Pedro es jefe, no es meramente humana, sino que es anticipación del reino y su
fin es que todos puedan entrar en tal reino. Todas las medidas que Pedro tome como
delegado de Xto han de ir dirigidas al servicio y consecución del reino.
- Atar y desatar. Implica esta metáfora la autoridad regia, de la que participan los Doce y
Pedro, es la autoridad para regir y gobernar la comunidad eclesial.
Estas tres metáforas en conjunto, nos hacen creer sin duda que la jerarquía apostólica no está
formada por un grupo igulitario. La Xsa estará estructurada sobre los Doce, entendiendo éste
colegio, no como igualitario sino como un colegio diferenciado en el que Pedro tiene una
autoridad primacial. Sobre Xto se polariza ese principio de unidad visible como base de toda
jerarquía y poder primacial, por tanto la única fuente de autoridad en la Xsa es Xto cuya
principio invisible pero real da consistencia al apostolado de los Doce y al primado de Pedro.
Este texto ha tenido diversas interpretaciones y según los exégetas ha podido haber distintas
interpolaciones. De lo que no cabe duda es que sea como fuere su composición, parece que el
texto forma parte del original arameo de Mateo y que se introdujo en las fuentes griegas.
Recoge una tradición particular de Mateo, compatible con otras tradiciones del mismo autor.
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