Movimiento Bachue 2
Movimiento Bachue 2
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INTRODUCCIÓN 5
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
2
3.2 Arte e industrialización 59
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
LA PERSPECTIVA DE LA MIRADA 87
5.2 El método 89
CAPÍTULO VI
EL MURALISMO EN COLOMBIA
Obra mural
“Tríptico el trabajo” 104
“Homenaje al pueblo Antioqueño” 106
“Homenaje al Hombre” 108
“Momentos críticos antes y después de la independencia” 112
“La República” 114
“El nacimiento de la ciencia” 116
3
“Repúblicas latinoamericanas” 116
Obra mural
“La insurrección de los comuneros” 124
“La liberación de los esclavos” 125
“El dorado” (Tríptico) 126
Obra mural
“Colón descubre el nuevo mundo” 141
“Apoteosis de la lengua Castellana” 142
“Los dioses tutelares de los chibchas” 146
CONCLUSIONES 157
ANEXOS
I. La pintura al fresco 161
II. Entrevista con Margot Villa, esposa del pintor Ignacio Gómez 164
III. Palabras pedro Nel Gómez 168
BIBLIOGRAFÍA 171
4
5
INTRODUCCIÓN
Este trabajo nace de mi interés por vincular los campos de la antropología y el arte. Durante el viaje
que hice a México el primer semestre del 2001, para estudiar en la Escuela de Antropología e
Historia (ENAH), me llamó la atención la relevancia y presencia que hoy en día tienen los murales
en México, desde aquellos de origen precolombino (por ejemplo, los murales mayas de la zona
arqueológica de Bonampak) hasta las obras contemporáneas de artistas como Rivera, Siqueiros etc.
Los murales siempre fueron puntos de encuentro, incluso se estaban elaborando en las paredes del
palacio de gobernación de la ciudad de Tlaxcala y en la entrada de la Escuela de Antropología
había un mural hecho por los estudiantes.
De esta forma, pude apreciar como la realización de murales no es una actividad del pasado; por el
contrario, aún se siguen pintando en diferentes espacios públicos. La recreación en imágenes de la
historia mexicana a través de los murales permite un acercamiento con las ideas y los valores de la
sociedad que mantiene vivos algunos episodios de su pasado y mantiene despierto los ánimos de
creación del presente. Es así como se fomenta el nacionalismo mexicano y una forma de identidad
nacional. Cuando se convive con los mexicanos es latente un espíritu de solidaridad en el sentido
amplio de la palabra, se sienten estrechos sus lazos comunitarios, los cuales quizás también
consolidan la práctica mural. Los mexicanos se sienten partícipes de una gran nación, con una
historia común que tiene su origen en el pasado prehispánico, historia que se narra también en los
murales prehispánicos. Los murales son discursos sobre la nación que influyen en la comunidad
mexicana contemporánea.
En este marco, me interesé por conocer los discursos o narraciones acerca de la nación representados
en la actividad muralista en Colombia, en especial el discurso sobre la identidad nacional promovido
por el “movimiento bachué” entre 1920 y 1940. Este consiste en la representación -plasmada en la
pintura mural- de lo nacional, hecha por los principales artistas pertenecientes a este movimiento; su
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influencia fue decisiva en la historia del arte nacional para cambiar los gustos y cánones estéticos
prevalecientes hasta entonces en nuestro país.
Estas imágenes son parte de “la cultura material”, es decir hacen parte del conjunto de todo tipo de
objetos (vestidos, cuadros, libros, muebles, juguetes…etc.) que pueden dar indicios sobre las
diferentes actividades y mentalidades de una sociedad; ellas permiten un acercamiento en cierta
medida “comprimido” de la sociedad, si bien es cierto que “una imagen vale más que mil palabras”.
De esta forma la pintura mural es un artefacto que conviene analizar detenidamente. Su mirada y
estudio nos sitúan en el contexto del pintor. Sin embargo, es conveniente tener en cuenta en que
medida “la mirada” permite este acercamiento, las condiciones del presente influyen en la
apreciación de la obra; por lo tanto la visión sobre las obras nos llevan a cuestionarnos sobre el
contexto que ha calificado y valorado su conocimiento, así como las nuevas circunstancias que
definen las nuevas concepciones o perspectivas de mirada.
En este sentido este trabajo partió de las preguntas siguientes: ¿En qué forma contribuyó la creación
de los murales a la formación de la identidad colombiana? ¿Cómo fue recibida la obra mural y cuál
fue su impacto en la sociedad? ¿Cuáles son los mecanismos de poder que dirigen la legitimidad y la
validez de la mirada sobre los murales? ¿Cuál es el papel del artista dentro de la sociedad? ¿Qué
vigencia tiene el discurso de los muralistas?
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discurso sobre la nación transmitido en la construcción de un conjunto de metáforas, imágenes,
iconos y símbolos verbales y visuales, a través de los cuales se estructuró una memoria colectiva y
se plantearon los modelos a seguir por parte de los ciudadanos.
En esta medida, sostengo que la elite colombiana impuso un “metarrelato” que denigró a las
culturas indígenas y negras, e implantó un proyecto de “blanqueamiento” que se expresó, entre otros
aspectos, en un conjunto de representaciones de los otros como inferiores, razas degeneradas, o bajo
estigmas de inferioridad.
El movimiento bachué no solo se expresó en el arte pictórico, sino que comprendió a otros sectores
de intelectuales, incluidos, políticos, antropólogos y músicos, etc. Entre sus principales protagonistas
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se encuentra Pedro Nel Gómez, Luis Alberto Acuña y Ignacio Gómez Jaramillo, quienes utilizaron
de forma sistemática la pintura mural para representar la nacionalidad y expresar nuevos relatos de
la nación.
En el capítulo cuarto señalo las principales influencias del movimiento muralista en Colombia, en
particular su formación en México y su relación con la elaboración de nuevas narrativas sobre la
identidad latinoamericana a través del arte. Se describe el pensamiento de José de Vasconcelos, el
gran ideólogo de la educación mexicana, que concibe al arte como la meta final de toda sociedad
.En México, el muralismo fue un proyecto de estado y los grandes pintores muralistas son
considerados “arquitectos” de la Nación.
Si bien existen diversas e importantes historias del arte en Colombia, el movimiento muralista no ha
sido analizado hasta la fecha ni por los historiadores del arte, ni como forma de representación
acerca de la nación por parte otros investigadores. Las obras de los muralistas colombianos
mencionados se encuentra muy dispersa y ha sido difícil el acceso a los materiales. Algunos murales
se encuentran en lugares de acceso restringido -como el Banco de la República- y otros incluso s
fueron destruidos; su presencia contrasta de forma notoria con el impacto de los murales en países
como México, donde las narrativas plásticas expresadas a través de la pintura mural constituye -
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como se dijo - un aspecto muy importante en la educación pública de los ciudadanos y los
muralistas son referentes fundamentales en el presente.
En nuestro país, una especie de manto de olvido, de desmemoria, ha querido tejerse alrededor de
algunos de estos grandes murales, y el conocimiento público de los mismos y sus creadores es
mínimo. Espero que este trabajo contribuya a la divulgación y análisis de los muralistas
colombianos, y a una mayor conciencia de que en el arte se encuentra representados los valores de
una sociedad. El arte mural puede contribuir a la formación de un arte público participativo y
significativo para todos los sectores que conforman la Colombia contemporánea.
Quisiera agradecerle a mi directora de tesis Monika Therrien por todos sus comentarios y su estimulo
para la realización de este trabajo.
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CAPITULO I
LA INVENCIÓN SIMBÓLICA DE LA NACIÓN
En esta medida, el nacionalismo tiene una función social y política que rescata una conciencia
nacional enmarcada dentro de específicas situaciones históricas, permitiendo el surgimiento de
nacionalismos particulares, vinculados con los procesos de modernización e industrialización
iniciados en Europa a inicios del siglo XVII, los cuales hoy en día abarcan todo el mundo. La
nación es, en este sentido, una sociedad nueva, cuya dinámica está relacionada con la emergencia
del estado moderno y las nuevas ideas acerca de la formación del ciudadano.
A lo largo del siglo XIX, los diversos estados europeos y americanos se plantearon además del reto
de formar nuevos estados, el crear nuevos vínculos de solidaridad entre los miembros, nuevas
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formas de lealtades de los ciudadanos al estado, de conformar verdaderos patriotas que estuviesen
dispuestos incluso, a morir por la Nación. Este proceso implicó, según Anderson (1983) construir
una “comunidad imaginada”, en la cual los símbolos y la adscripción a un mismo territorio
constituyeron las bases de referencia comunes a todos los ciudadanos, muchos de los cuales de
hecho nunca conocieron a sus conciudadanos.
El proceso de formación de estados naciones generó entre los pensadores sociales del siglo XIX y
XX diversas reflexiones en relación al origen y naturaleza de las naciones. El fundamento de la
nación era un origen étnico común o las comunidades nacionales o podían tener otros procesos
sociales ?
Ernest Renan fue uno de los primeros filósofos y pensadores sociales que dedicó su atención al
tema. En su libro “¿Qué es una Nación?”, publicado en 1882, expuso sus teorías sobre la nación;
según su punto de vista a partir de las invasiones germánicas en Europa se introduce el principio
que permite el surgimiento de las nacionalidades y la aristocracia; los pueblos germánicos (francos,
burgundios, etc.) al imponer sus dinastías fueron cambiando el substrato de las “razas”, fomentando
la fusión de las poblaciones a través de la imposición de una misma religión y de una misma lengua
(Renan, 1987).
En el siglo XI, de acuerdo con Renan, se trazaron las divisiones que establecieron desde entonces
las fronteras, distinciones, y divisiones de los estados de Francia, Alemania, España e Inglaterra.
El origen de la nación está determinado, según Renan, por la organización de una familia feudal en
torno a un núcleo centralizado; aunque, en algunos casos, se fueron formando conglomerados por
adiciones sucesivas (como es el caso de Suiza; Estados Unidos).
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Estos comienzos se encuentran marcados en la mayoría de las veces por un conjunto de hechos
dolorosos que conllevan rupturas, asimilaciones o transformaciones en un clima de violencia o de
guerra. En esta medida, las naciones están, con frecuencia, unidas por recuerdos comunes trágicos.
Renan examina los criterios bajo los cuales se fundamenta la existencia de la nación como son la
raza, la lengua, la comunidad de intereses, la geografía, la religión, los cuales son patrones que
manipulan el mantenimiento de un orden, pero que, sin embargo, no son suficientes para fundarlo o
establecerlo; la “raza” no puede ser reconocida como un principio pues no existe ninguna “raza
pura”; la lengua invita a la unión pero no fuerza a ella. La comunidad de intereses tampoco es
suficiente para crear un lazo de pertenencia; la geografía nada más aporta el sustrato (el material); la
religión tampoco es suficiente para el establecimiento de una nacionalidad moderna por ser una
particularidad de carácter individual.
Por lo tanto, si estos parámetros no bastan, la nación es entendida, según Renan, como un principio
casi espiritual, es decir tiene un lado sentimental muy fuerte en el que se sustenta “su cuerpo y
alma”.
Según Renan, la “esencia” de la nación reside en el hecho de que todos los individuos tengan
muchas cosas en común y que todos hayan olvidado muchas cosas, como por ejemplo las
condiciones y consecuencias de su mismo surgimiento. Los recuerdos, aún los más dolorosos, dan
sentido y crean la comunidad nacional.
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En los últimos años, diversos historiadores y antropólogos anglosajones han destacado diversos
aspectos de la formación de la nación y su relación con los movimientos nacionalistas.
El antropólogo inglés Ernest Gellner (1988) considera al nacionalismo como un principio político
que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad nacional y política, en donde la legitimidad
política se apoya en varios argumentos, como por ejemplo defender la diversidad cultural.
El nacionalismo se encuentra delimitado -como se mencionó- por las nociones de estado y nación; el
estado es el agente que mantiene un orden fuertemente centralizado, es decir el nacionalismo se
presenta con la aceptación del estado: en otras palabras, cuando no hay un estado no se pueden
satisfacer los requerimientos del principio nacionalista.
La nación se define -de acuerdo con Gellner- a partir del reconocimiento de una misma cultura
(entendido como un sistema de ideas de costumbres, asociaciones); en esta perspectiva, vemos que
el entendimiento de la relación entre estas nociones supone la necesidad de observar los
condicionamientos de la sociedad y de la cultura.
Al presentarse una profunda y rígida diferenciación entre los estratos, en la sociedad agraria hay
una menor fricción entre los estratos: la clase dirigente es una pequeña minoría alfabetizada
(guerreros, sacerdotes, administradores) separada además de los campesinos a través de la
diferenciación de las lenguas litúrgicas y vernáculas, situación que favorece considerablemente a los
detentadores del poder.
Las sociedades campesinas están vueltas hacia sí mismas y pueden tener muchas diferencias
dialectales; de esta manera al proliferar tantas culturas no existe la idea de una identidad “esencial”
y cultural única, al ser imposible el “imperialismo” de una unidad cultural que sostenga una unidad
política.
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Por otra parte, piensa Gellner, en la sociedad industrial la noción de “racionalidad”, implantada en el
siglo XVIII, juega un papel central, vinculada con el desarrollo de los campos de aplicación del
conocimiento científico y de la concepción del mundo como algo sujeto a leyes sistemáticas y
descifrables. Este mundo está en constante crecimiento cognitivo y económico, lo cual presupone un
sistema abierto a cambios constantes y un sistema educativo estandarizado que permite la
distribución homogénea de un conjunto de normas, hábitos de trabajo, que determinan la posición o
trabajo del individuo.
Dicha infraestructura educativa solo puede ser sostenida por el Estado, al ser este la mayor
organización que controla la función de la educación dentro de determinadas sociedades,
promoviendo la alfabetización, el común adiestramiento, el reconocimiento de una cultura común;
por lo tanto, a partir de esta relación se explica la fuerte vinculación entre el estado y la cultura.
En la sociedad industrial predominan las culturas que necesitan de un estado para sostenerse, lo cual
permite el surgimiento o la transición a una “era de nacionalismo” que se define en concordancia
con las consecuencias del industrialismo: explosión demográfica, urbanización acelerada,
colonialismo, descolonización, migraciones. Estas consecuencias también afectan directamente a las
formas específicas de nacionalismo, definido como el “intento de establecer una congruencia entre
cultura y gobierno, de proveer una cultura de su propio perímetro político y tan sólo de este”
(Gellner, 1988:64).
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El historiador Benedict Anderson (1983) considera que la nación es –como se dijo– “una comunidad
imaginada”, en el sentido de que la solidaridad entre los miembros de la misma es el fruto de un
proceso de construcción simbólica: diversos relatos, símbolos, recuerdos, representaciones- son
fundamentales para dar una idea de continuidad y pertenencia, y de diferenciación frente a otros
grupos y naciones. A través de estos procesos simbólicos se trata de crear un sentimiento de unidad
que traspasa la diferencias de género, clase, “raza”, región; la construcción de una nación es un
proceso histórico que supone también la elaboración de discursos y relatos fundacionales, de
diversos tipos de lenguaje (von der Walde, 2001: 8). Pero este proceso de invención de la nación
como una comunidad imaginada es “una ruta de múltiples vías, al tiempo que es un escenario y
resultado siempre parcial de la lucha entre los distintos poderes. La nación es la comunidad
imaginada que predomina en un momento histórico dado y en una seria competencia con otras
“comunidades imaginadas” (Bolívar y González, 2002:332).
En este contexto, sería un error intentar dar una única definición precisa y exacta del concepto de
nación; por lo tanto, tal como propone Hans-Joachim König “parece más útil no subsumir las
múltiples facetas de la realidad histórica en un concepto de validez general y no partir de la nación
en cuanto lo que es, sino en cuanto lo que se quiere que sea; es decir, partir de la idea o el proyecto
de nación, para así poder dar cuenta de las diferentes realidades” (König, 1994: 33).
En este sentido, la nación es entendida como el ordenamiento pensado de una colectividad, la cual
se puede destacar y reconocer según ciertas características que permiten distinguir los diferentes
tipos de nación, a través -por ejemplo- de criterios étnicos, culturales, jurídicos–cívicos, los cuales
determinan la organización interna, las acciones política, la demarcación de fronteras etc.
El análisis de la configuración de esta unidad social nos permite entender como es pensada la
nación, legitimado un orden político dominante y justificada la fundación del Estado.
De esta manera, la antropología se ha orientado hacia las formas de análisis que estudian las
prácticas y las gramáticas de los poderes examinando sus expresiones, representaciones, discursos,
símbolos, dispositivos y sus diferentes relaciones: en particular la relación entre poder, ritual,
símbolos, analizando la cuestión cómo se ejerce el poder y dónde se ejerce.
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Es así como en este complejo socio-político surge el interés por el territorio, las identidades que se
afirman en él, los espacios que lo delimitan, las prácticas que conforman lo público, revelándose la
manera cómo unos hombres gobiernan a otros y se constituyen en los portavoces de la sociedad.
Siguiendo las ideas de Bourdieu, con la finalidad de ser conscientes de la fuerza del carácter de
representatividad que adquieren ciertos discursos, actuando en nombre del grupo, construyendo una
identidad colectiva o actuando en algunos casos de manera alienable (Bourdieu en: Abéles, 1990).
Durante la denominada “Patria Boba” (1810-1816), la Nueva república de Colombia tuvo que
superar numerosos obstáculos, dentro de ellos la dificultad de comunicación entre las diferentes
regiones con diversas condiciones económicas debido a la topografía del país. Estas 14 regiones u
provincias se inclinaron por una unión no muy fuerte asociándose en la “Confederación de
provincias Unidas de la nueva Granada”, promulgaron sus propias constituciones, oponiéndose a la
centralización. Entre 1812 y 1815 se presentaron disputas entre federalistas y centralistas, lo cual
facilitó la Reconquista de los españoles dirigidos por el general Pablo Murillo.
A lo largo de estos años, fue notorio la ausencia de un consenso general para poder organizar el
estado, a pesar de que algunos sectores sociales como la clase alta criolla, (conformada por
intelectuales, científicos, terratenientes y comerciantes) estaba decididamente dispuesta en encontrar
la emancipación del poder colonial y a construir un propio estado que permitiera el desarrollo de la
Nueva Granada, a través del crecimiento de un movimiento nacional que defendiera la idea de
soberanía del pueblo y se reconociera el principio de representatividad establecido en las propias
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constituciones como fuentes de la nueva legitimidad. Estos principios fundamentaron legalmente el
derecho de autodeterminación del pueblo ahora soberano de la Nueva Granada. Por lo tanto, a lo
largo de este periodo llamado “Patria Boba” (1810-1816) se fueron arraigando los deseos de
independencia definitiva y la gestación de los principios de una autonomía estatal.
La legitimación del nuevo poder desmanteló el antiguo régimen colonial que reclamaba la lealtad
hacia el rey; se estableció un sistema político que exigía la lealtad a un sistema de disposiciones
legales, instituyéndose la noción de lealtad hacia la patria; el nuevo padre fue celebrado en
poemas, discursos políticos con el objetivo de inculcar las cualidades especiales de la patria, las
relaciones especiales con el suelo natal, el amor hacia la tierra de nacimiento. Al efectuarse la
delimitación espacial y valorativa de la Nueva Granada de España, la patria simbolizaba también
la libertad; el patriotismo se presentó como un sentimiento que estimuló el proceso de formación del
estado y de la Nación colombiana. La identificación de un amplio sector de la población vinculada a
la identidad y conciencia nacional se tradujo en el reconocimiento del nuevo Estado; símbolos,
slogans y metáforas tales como: el imperio español visto como familia, la relación entre padre/madre
e hijos, la fórmula de trescientos años de esclavitud de los americanos, el indio como símbolo de la
esclavitud o bien de libertad, el árbol de la libertad y el título de ciudadano, fueron en su conjunto
un claro ejemplo del modo de pensar y sentir de la época alrededor de las manifestaciones del
nacionalismo neogranadino.
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“El árbol de la libertad” que en España simbolizaba la justicia, también sirvió durante la revolución
francesa y fue utilizado en América para hacer pública la noticia de celebración de la
independencia: en 1813 el general Nariño sembró un arrayán en la Plaza Mayor de Bogotá.
Asimismo se estimuló la siembra de árboles en varias poblaciones, como bien ilustra esta crónica de
José María Caballero: Llevaron un cerezo con tierra y una gorra colorada a la mitad de la plaza,
donde había un hoyo dispuesto. Iba una india con su corona de plumas bien puesta. Salió una gran
comitiva, con una música de la casa del cura doctor Policarpo Jiménez y muchos otros sacerdotes,
caballeros y señoras. Dieron la vuelta a toda la plaza y en llegando al lugar del hoyo dijo la india.
“Planto aquí el árbol que nuestros enemigos arrancaron con crueldad de este mismo lugar”
(Fajardo, 1986:1133-1151)
Por su parte los opositores de la independencia se manifestaban quemando el árbol, el cual pronto
era restituido por los patriotas.
Los valores religiosos de la población sirvieron para fortalecer y movilizar el espíritu de lucha
emancipadora. De esta manera, la evangelización fue considerada un gran aporte de la conquista: se
declaró “la Fiesta del Triunfo de la Religión” el 6 de agosto de 1812. Jesús Nazareno fue designado
como el “Generalísimo de los ejércitos de Cundinamarca” y los patriotas llevaban una estampita con
su imagen en el sombrero.
19
Que muera Murillo!
De esta manera, vemos como aparecieron propagandas clandestinas difundidas en coplas, versos y
diferentes manuscritos populares que cumplían con la función de criticar a los españoles y exaltar a
los próceres.
La pintura tuvo una gran labor en la realización de los retratos de los próceres. José María Espinosa
(1796-1883) reconocido por su participación en las campañas libertadoras, pintó variadas escenas
del proceso revolucionario 1 . En su pintura “La cuchilla del Tambo” ilustra la última batalla de esta
campaña realizada en 1816, en la cual el ejército patriota fue derrotado.
Los bocetos de sus obras eran elaborados in situ; es así como los paisajes pintados en sus obras en
variadas técnicas (óleo, tinta, acuarela) corresponden a la topografía de los lugares de las batalla. Así
mismo, en algunos de sus dibujos caricaturizó a los españoles con el fin de apoyar la causa
revolucionaria. (González, 1998)
La figura del Libertador y las imágenes simbólicas de la libertad americana se plasmaron en una
gran variedad de objetos de uso diario, como cinturones, platos, espejos, cigarrillos, etiquetas de
1
José María Espinosa hizo parte del primer ejército revolucionario cuando apenas tenía 14 años de edad, en un momento
en que la carrera militar era muy difundida en la clase dirigente de la nueva República; con el ánimo de alcanzar el ideal
de la libertad, participó en la campaña dirigida por Antonio Nariño en el Sur. En sus retratos de “hombres notables”
(próceres, políticos, clérigos, militares) y especialmente en sus autorretratos, se destaca una posición “historicista” al
registrar una imagen desde la juventud hasta la vejez; así mismo se evidencia la influencia del romanticismo al expresar
su existencia a través de la mirada interior de sí mismo. Como autodidacta no estuvo atado a ningún modelo de pintura;
por el contrario, rompió con los moldes de la pintura colonial y no pintó motivos religiosos; en particular creó una
iconografía destinada a la exaltación de los próceres de la independencia, para ser publicada en los libros de historia:
“Combinó la observación de la naturaleza humana con la admiración por el héroe. Mientras pintaba a los sobrevivientes
les oía sus anécdotas militares. Eran, por lo general, historias exultantes contadas a la manera costumbrista, en la que
niños campesinos o gentes del pueblo protagonizaban acciones gloriosas” (González, 1998: 76).
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licores, joyas, portadas de revistas, uniformes, escudos, banderas, relicarios y retratos bordados en
seda o terciopelo; esta extensa producción cumplió con la función de transformar las actitudes y
costumbres de los habitantes nuevas imaginarios entraron en escena.
Con el objetivo de identificar al individuo con su patria y representar al estado frente a los demás
estados del mundo se crearon las armas de la nación .Estas armas no han sido modificadas desde el
9 de mayo de 1834, por medio de estas se reafirmó la libertad. Según la ciencia-arte de la heráldica
dedicada al estudio de las banderas, sellos, documentos antiguos, el escudo nacional se caracteriza
por una forma suiza que sustituyó a la forma española; está conformado por los símbolos de la
granada que se mantuvieron como recuerdo de la ciudad de Granada; los cuernos de la abundancia
provenientes de las tradiciones griegas, el gorro frigio (símbolo netamente francés), el lema
LIBERTAD Y ORDEN, el canal de Panamá en ese momento parte de la República. El tricolor
corresponde a los colores de las armas del apellido de Colón.
La metáfora de la familia desde el siglo XVII había sido utilizada por los monarcas con el ánimo de
reclamar la obediencia filial; sin embargo, está metáfora se vio afectada al ser interpretada bajo los
intereses de la patria potestad, es decir la dominación de los padres fue considerada como temporal
al presentarse la maduración de los hijos: se presentó el momento de liberarse de los padres y
conformar una nueva familia.
De la misma forma, la Madre Patria fue vista más bien como una Madrastra contra quien sus hijos
podían protestar ahora que eran adultos: esta metáfora estimuló la idea de que la situación de
inferioridad, la subordinación, debía terminar; el hijo emancipado ayudó a superar el sentimiento de
inferioridad, criticando fuertemente al sistema colonial español, el cual no merecía la denominación
de Madre Patria.
América fue presentada como la verdadera Patria o madre; la tierra nativa y el indio fueron
enaltecidos, evocándose al pasado nacional o la historia de los trescientos años de opresión de
indígenas como instrumento promotor de la identidad, lo cual no significa que los criollos
neogranadinos quisieran revivir u comprender las tradiciones indígenas o elevaran los criterios
étnicos como fundamentos constitutivos de la nación. La evocación del pasado americano fue
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selectivo, rescatando entre lo útil y lo no útil, como por ejemplo la tradición de la propiedad
colectiva de los resguardos.
El nuevo estado nacional utilizó la historia de la población aborigen para justificar y reforzar la
lucha contra los españoles, se cuestionó la legalidad de la conquista y la colonización; los criollos se
asignaron la tarea de “vengadores” del sometimiento de los indígenas, mostrando interés por abolir
el tributo, privatizar los resguardos y elevar al indio a la categoría de hombre libre; de esta forma se
consolida la causa emancipadora y el sentimiento de nacionalismo en la búsqueda y restitución de la
libertad.
Esta profusión de simbolismos estaba dirigido igualmente hacia el exterior, lo cual también
conllevó a la utilización de símbolos jacobinos franceses como el gorro frigio, la siembra de “árboles
de la libertad” o el título de “ciudadano” en los cuales se reconoce la influencia ideológica del
modelo francés, (la noción de ciudadano se deriva de la ampliación del concepto de citoyen
reconocido con el significado de “miembro de cuerpo estatal” a partir de la asamblea Nacional
Francesa de 1789 con la Declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano) en la cual se
establece el principio activo de la participación en la política en oposición al principio pasivo de
absolutismo expresado a través del término de vasallo, es decir súbdito del rey (Köning, 1994).
El término ciudadano fue instrumento de integración; estaba relacionado con la recuperación de los
derechos del pueblo en las declaraciones de independencia, y asimismo con las aspiraciones de
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desarrollo económico estrechamente vinculado con la consolidación de la burguesía propietaria,
clase empresarial y comercial.
De esta forma, a los pocos días de la declaración de la independencia el 20 de julio de 1810, los
indios recibieron el status de ciudadanos, se derogó el tributo y los resguardos fueron declarados
propiedades de libre disponibilidad a pesar de que en el fondo se negaban las tradiciones culturales
de los indios. Sin lugar a dudas, predominaban el deber de defender a la patria y al nuevo sistema
político; el comportamiento patriótico definía al buen ciudadano:
“Alégrate ciudadanos,
que ya vuelve tu renombre,
Y libre será todo hombre
Del rigor de los tiranos”
(José María Espinosa).
En esta primera fase de formación de la nación, los criollos dictaminaron la nueva legitimación de
soberanía popular; los derechos cívicos individuales primaron sobre los rasgos étnicos y culturales:
por lo tanto podía pertenecer a la nación quienes estuvieran luchando por la causa de la
independencia, pues la nación era entendida como nación de ciudadanos sujeta a los intereses de la
elite criolla (terratenientes, comerciantes, funcionarios).
Entre 1850 y 1880 -al ser necesaria la caracterización de una imagen nacional- las elites se
enfrentaron ante el problema de cómo entender y representar las identidad(es) nacional(es). En esta
medida, la noción de raza jugó un papel central en la definición del conjunto de patrones que
podrían considerarse como los verdaderos valores constituyentes de la identidad nacional. Las
nociones de progreso y modernidad determinaron la implementación de unas políticas de
blanqueamiento e inmigración, con la finalidad de alejar y disminuir las “manchas” en la sangre;
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“se dio un carácter romántico a los negros y especialmente a los indígenas, como parte de un pasado
más o menos glorioso, pero el futuro les tenía preparado una conducción paternalista hacia la
integración y quizá la supresión de lo negro y de lo indígena de la nación” (Wade 1997: 42).
De esta manera, vemos como la ideología nacionalista se basaba en la idea de “una sola lengua, una
sola raza, un solo Dios” (Wade 1997,46). El territorio, otro importante tema de la nacionalidad,
también era menospreciado por ser quebrado y poseído por selvas indomables que tampoco
contribuían al desarrollo.
Dichas ideas prevalecieron aún a lo largo del siglo XX; se defendía al mestizaje y a la vez se
perpetuaba la discriminación. Laureano Gómez (Presidente de la República entre 1949-1953)
manifestaba continuamente su pensamiento racista; sus copartidarios debatían ideas sobre “la
degeneración de la raza colombiana” y veían la necesidad de eliminar lo negro y lo indígena, según
las políticas eugenésicas.
Sin embargo, en América Latina se generaron diferentes visiones sobre la valoración y concepción
de sus poblaciones. En el proceso de definición de la nacionalidad, Uruguay y Argentina redujeron
considerablemente a la población indígena y negra a través de la numerosa y dominante inmigración
europea. México exaltó las raíces indígenas desafiando la hegemonía y superioridad europea: al
hacer referencia al mestizo se utilizaban nociones que la consideraban como “la raza cósmica”.
24
1.4 LA VITRINA DEL PROGRESO Y LA PEDAGOGÍA VISUAL DE LA PATRIA
¿Cómo representar a Colombia ante las naciones “avanzadas” y líderes del “progreso”? Cuál va a
ser la imagen de ella frente al mundo? ¿Cómo convencer al mundo “civilizado” de nuestra propia
“civilización”?
De esta forma, se expuso una pequeña muestra de productos minerales -oro, plata, hulla, cobre-
agrícolas y vegetales –quina, tabaco, vainilla, café, cacao, madera; en estas exposiciones se
evidencia que durante la segunda mitad del siglo XIX no se ha construido un material “útil” que
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pueda ser parte de una muestra representativa del país, a excepción de constituciones, leyes,
instituciones.
Sin embargo, con el paso de los años la colección colombiana se reanimó, obteniendo algún tipo de
reconocimiento (medallas de bronce por la calidad de los manuales escolares en la exposición de
París de 1878); esta nueva carta de presentación se impulsó en gran parte debido al aumento de
colombianos en el exterior y al crecimiento en el desarrollo del conocimiento científico. A finales
de siglo XIX se intentó exhibir una imagen de la diversidad y totalidad del país, a través de la
presentación de representaciones arqueológicas (colecciones del tesoro Quimbaya), fotografías de
los diferentes tipos humanos, de las viviendas, la indumentaria, las plantas, los alimentos, etc.
Según un folleto publicado en 1866, las celebraciones de “las fiestas nacionales” no tienen ningún
sentido pedagógico, ni despiertan el ingenio, ni premian el mérito o incentivan la producción y el
consumo”. En 1871 se iniciaron la Exposiciones Nacionales, rindiéndose homenajes a los héroes de
la Independencia a través de la realización de procesiones, discursos, estatuas, carros alegóricos y así
mismo se celebran los adelantos del presente. De esta forma se revelan “las riquezas que durante
siglos estaban perdidos” y se definen las imágenes de identidad nacionales.
26
Las exposiciones realizadas en 1871 y en 1873, demuestran los ánimos de “progreso” y
“modernización” a través de la división en 12 secciones en las cuales se expuso el crecimiento
económico, el desarrollo de consumo interno, la atracción de capitales extranjeros y productos
exportables.
Por el contrario, las siguientes exposiciones de 1880 y 1881 revelaron un cambio en las
concepciones de la realidad del país, efectuándose una definición nacional interesada más en una
representación cultural que industrial. Las nuevas medidas gubernamentales se inclinaron hacia una
política proteccionista y al intento de consolidación del orden social de mano de la Iglesia. Es así
como durante la celebración de las fiestas nacionales el entendimiento de los orígenes de la nación
tuvieron un marcado enfoque hispanista y católico, desdibujándose los orígenes precolombinos
(Martínez, 1999).
Vale la pena resaltar la famosa Exposición del Centenario de 1910, la cual representó una verdadera
empresa de creación de un identidad visual colombiana; la celebración inició el 15 de julio y duró
diecisiete días destinados a la presentación de desfiles, discursos, homenajes, funciones de gala,
marchas, veladas patrióticas iluminaciones eléctricas, pabellones en el Parque de la Independencia;
se inauguraron estatuas, bustos de los próceres de la independencia (Policarpa Salavarrieta, Bolívar,
Sucre, Caldas, Nariño, Ricaute, Camilo Torres). En la exposición todo fue nacional y se intentó
hacer la más grande exposición agrícola y industrial, combinando muchos elementos de
representación nacional. Principalmente se fijó una unidad de representación que giró entorno a la
iglesia y la patria; es así como se difundió en un ambiente de patriotismo, republicano y civilista, en
el cual primó una marcada tendencia hispanista, en síntesis: nacionalismo, catolicismo, modernismo
industrial, hispanismo, exaltación de los próceres de la Independencia, se conjuraron en esta
definición dirigida por las elites de gobiernos conservadores (Martínez, 1999).
La fundación del Museo Nacional en 1824 fue una expresión de la preocupación por tener alguna
respuesta acerca de quiénes somos y cómo nos podemos representar; de esta forma en su
27
inauguración se organizó una sala de exhibición con un conjunto de objetos casi sagrados, como
por ejemplo: pedazos de hierro meteórico, huesos de animales desconocidos sacados de Soacha, una
momia encontrada en Tunja -dicen que de más de 400 años; años más tarde se mostró a la manta
de Atahualpa, y la corona de oro Bolívar otorgada en el Cuzco.
Sin embargo, 33 años después de su fundación persistía la pregunta: ¿En dónde están “los tesoros”
inmensos de nuestro inmenso y rico territorio?
Para entonces continuaban las ventas de las colecciones de antigüedades indígenas a museos
europeos y estadounidenses y las prácticas de guaquería promovidas por la colonización de los
departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío a mediados del siglo XIX.
A partir de 1850, la idea de una rica y avanzada “civilización Chibcha” promovió las búsquedas de
tesoros precolombinos; los hallazgos fomentaban el espíritu coleccionista y también los campesinos
obtenían mantas y textiles extraídas en los excavaciones; igualmente la exaltación de los chibchas
contribuyó a erradicar cualquier lazo con los caníbales, y en esta medida se estableció una frontera
con las gentes de las selvas o caribes, considerados descendientes de los salvajes caníbales
(Pineda, 1997).
Poco a poco, hacia mediados del siglo XIX, se fue consolidando un conocimiento acerca de las
culturas aborígenes; de esta forma los objetos aborígenes se empezaron a valorar según su
procedencia arqueológica o etnográfica.
Con la Comisión Corográfica (1850) impulsada por el presidente José Hilario López se manifestó un
gran interés por obtener una información detallada sobre “la geografía física y política de las
respectivas provincias y cantones, con minuciosa expresión de sus límites, configuración, extensión,
ventajas locales, serranías, ríos etc. Y con inclusión de noticias cabales como sea posible
adquirirlas” (Rojas; 2001:290).
En esta medida, vemos como con la finalidad de dirigir al país se busca obtener conocimiento sobre
el territorio y sus pobladores.
28
Es conveniente analizar la información transmitida por la Comisión y la imagen plasmada sobre la
realidad de la nación en estos documentos, en los cuales se evidencia la manera como se observa al
país: en las acuarelas se representan las diferencias raciales, sexuales, regionales; los habitantes
(indios, zambos, mulatos) parecen estar en un letargo inamovible, sin mayor actividad o distinción
con el paisaje. Es así como estas imágenes nos muestran unos habitantes perdidos en la inmensidad
del paisaje, sin ninguna relación con la sociedad.
Luego de la desaparición de esta Comisión se creó la Comisión Científica Permanente en 1881 para
continuar con la misión de “coleccionar y clasificar todos los vegetales, rocas, minerales, animales,
objetos de cerámica, piedra u otras materias que puedan contribuir al progreso de los estudios
naturales y al esclarecimiento de las cuestiones etnológicas relacionadas con la historia natural o con
la especial de la República” (Pineda 1997: 23).
En 1865, se fundó el Instituto Nacional de Ciencias y Artes, el cual determinó las primeras normas
de protección del patrimonio y fomentó diferentes estudios, entre los cuales se destacan la atención
a las lenguas amerindias (especialmente la chibcha y el arhuaco), otros vinculados con la orfebrería
(“Estudios sobre las minas de oro y plata en Colombia”, Vicente Restrepo, 1885) y el nacimiento
del ensayo y género costumbrista (“La Manuela” de Eugenio Díaz, “ “Las tres tazas” de José .María
Vergara).
Por parte de los viajeros, exploradores y científicos europeos se presentó también un creciente
interés por la exploración del país (Edouard André, Doctor Saffray, entre otros).
La arqueología del siglo XIX como disciplina científica se regía principalmente bajo el concepto de
“evolucionismo” –según el cual las sociedades pasaban por una serie de cambios evolutivos, hasta
alcanzar el más alto donde se encontraban los europeos-. De esta forma, con la influencia del
pensamiento nacionalista, el material arqueológico fue clasificado, ordenado, puesto en los museos a
través de los criterios evolutivos, con el objetivo de demostrar un pasado común y la homogeneidad
cultural (compartir de un mismo conjunto de creencias, costumbres, ideas) demandada en la
afirmación de la identidad nacional (Therrien, 1996: 25).
29
Al lado de las estatuas, óleos e imágenes de los próceres de la independencia y fundadores de la
República se consolidaba la visión de un mundo indígena como una civilización muerta, valorado en
su dimensión sagrada y estética. La inclusión del pasado prehispánico, también sería utilizada para
justificar las acciones frente a los indígenas y criollos durante el periodo republicano, así como para
reafirmar las políticas tomadas a lo largo del proceso de consolidación de la nación.
30
CAPÍTULO II
Durante la segunda mitad del siglo XIX y en las primeras décadas de este siglo, coexistieron en
Colombia diversos planteamientos acerca de la identidad nacional y la posibilidad de configurar la
nacionalidad colombiana.
Estos discursos son heterogéneos, y a grandes rasgos se pueden analizar según la valoración de la
población indígena, el mestizaje y una supuesta degeneración de las “razas”. En otras palabras, se
presentaron diversas formas de imaginar la comunidad nacional, las cuales se disputaron la
legitimidad y la hegemonía en la sociedad.
En este contexto, en este capítulo se expone el pensamiento de algunos de los principales ideólogos
de la época mencionada, quienes representaron tendencias importantes acerca de los discursos
principales de nuestra nacionalidad.
Los “discursos de la nación” se refieren a las formas como se narra la construcción nacional, con el
objeto de mantener, cohesionar y reproducir la articulación de diferentes elementos que conforman
el espacio de la nación; este proceso histórico de formación y construcción discursiva de la nación
como comunidad imaginada, al decir de Benedict Anderson (1983), es producto de una elaboración
de representación cultural de la modernidad. El surgimiento de las naciones hispanoamericanas y su
respectivo carácter nacional a principios del siglo XIX, fue definido por las elites intentando
establecer la homogeneidad y unidad nacional a través de “nacionalismos como discursos que
buscan el común denominador dentro de la diferencia” (von der Walde 2001:10).
Bhabha (1994) nos llama la atención acerca la fuerza narrativa y psicológica de lo nacional sobre la
producción cultural; además de dirigir un poderoso aparato de significados y categorías (sexualidad,
31
territorio, clases sociales, diferencias territoriales, culturales), “la sombra de la nación” recae en las
historias individuales y las introduce en la colectividad nacional a pesar de que el nacionalismo es
una invención histórica “arbitraria”, hecha de retazos y parches.
En esta medida, las preguntas sobre la nación nos llevan a cuestionar la perspectiva homogénea y
holística de la comunidad imaginada de la nación; asimismo, las metáforas de cohesión sobre la vida
nacional consideran la multiplicidad como unidad. Según Bhabha “el origen de la presencia visual
de la nación es el resultado de una lucha narrativa (...) puede el tiempo espacio nacional ser tan
fijo o inmediatamente visible?” (Bhabha, 2001:44).
En esta medida también se impuso el uso del tiempo en la narrativa a través de la descripción
continúa del transcurso de los acontecimientos, lo cual tiene un gran peso en el pensamiento y la
existencia de la humanidad:
“Al dar por hecho que esto es así se crea un efecto de verdad sobre el modo de
pensar, de tal manera que la realidad queda temporalizada en forma cronológica.
Todo cuanto suceda en ella será visto como devenir, esto es como desplazándose en
busca de un ideal implícito en la estructura temporal…esta lógica con la que se
presentan los hechos pertenece y explica el paradigma mecanicista con el que se
desarrolló el saber occidental a partir de la revolución copernicana de la física
renacentista” (Álvarez, 1993: 89).
32
Según esta perspectiva, con cierta influencia del cristianismo, se establece durante el siglo XVIII y
XIX un pensamiento histórico narrativo basado en la lógica de “la historia-progreso” (el paraíso
prometido en el futuro paralelo a la idea de un estadio superior por alcanzar) cuyo objetivo sería
analizar las causas y las consecuencias de los acontecimientos desde una percepción del tiempo
lineal evolutivo. De esta manera, el historiador narraría los hechos tal como sucedieron, revelando
“la verdad” que sería parte del patrimonio simbólico y cultural de la nación.
Para la historiografía del siglo XIX el descubrimiento conjuga un doble significado: la destrucción y
la redención. Estos momentos construyen y delimitan la temporalidad de nuestra historia en los
siguientes periodos: Prehispánica-Descubrimiento y Conquista-Colonia-Independencia- República.
La Independencia se convierte en esta medida en un punto culminante, a partir del cual se da inicio
al proyecto civilizador; finalizado el periodo de dominación y destrucción colonial surge la Nación.
En esta medida, a través de esta configuración en la que se enuncian varias etapas, la idea de
progreso y civilización se reafirma y así mismo se consolida la institucionalización de la nueva
Nación como un estadio necesario para llegar al anhelado progreso.
Junto con estas ideas es reiterativa la imagen de la decadencia, la cual representa un gran peligro
para el “progreso” y “la civilización”.
33
Sin embargo, como se dijo, los discursos no son homogéneos, y se distinguen en las diferentes
perspectivas con la que asumen el proyecto de construcción de la Nación, y la valoración de los
diferentes grupos sociales y el territorio.
En las páginas siguientes se expone el pensamiento acerca de la nación de algunos de los principales
pensadores sociales de la segunda mitad del siglo XIX y de algunos de los principales políticos e
intelectuales de las primeras décadas del siglo XX.
Miguel Antonio Caro 2 (Ideario Hispánico) y José María Samper (Ensayo sobre las revoluciones
políticas y la condición social de las repúblicas colombianas) son dos de los principales pensadores
del siglo XIX; sus preocupaciones giran en torno a la reelaboración del pasado, la identificación de
los modelos culturales y la incidencia de las imágenes históricas de América y España sobre la
construcción del Estado-Nación.
Estos autores son los representantes de dos tendencias historiográficas que evaluaron de forma
opuesta la conformación y aceptación de los elementos ejemplares de la realidad americana: Samper
se inclinó por la tendencia ilustrada, positivista y liberal, mientras que Caro defendió una corriente
tradicionalista, católica y conservadora.
Estos planteamientos ideológicos determinaron los valores y actitudes sociales de ciertos sectores
de la población colombiana, y asimismo se reflejaron a mediados del siglo XIX en las reformas
liberales y el proyecto político de “la Regeneración”, el cual estuvo marcado por la corriente
conservadora.
2
Miguel Antonio Caro es el ideólogo junto con Rafael Nuñez de la “Regeneración”; realizó numerosos jurídicos,
filológicos, literarios algunos de ellos publicados en latín. Fue vicepresidente en el periodo (1892-1898) de Rafael
Nuñez como presidente, sin embargo a la muerte de este no ejerció el título de presidente. Su gobierno tuvo una
marcada tendencia nacionalista.
34
De esta forma, diferentes temas y problemas como el pasado histórico, el Estado, la Iglesia, la
Civilización, fueron interpretados según los intereses de los ideólogos de cada partido. El
pensamiento liberal del siglo XIX estuvo en sus inicios fuertemente influenciado por el modelo de
organización política del pensamiento antirreligioso del liberalismo francés; más adelante se inclinó
hacia el pensamiento liberal inglés más tolerante en cuestiones religiosas.
Las reformas liberales de 1850 modificaron las características coloniales que mantenía la
organización social y política de la República; estas reformas fomentaron el menosprecio de la
presencia española en América. Para Samper el modelo anglosajón constituía el proyecto político
más adecuado, lo cual se podía apreciar y constatar en el progreso de la sociedad norteamericana.
Por su parte, Caro de acuerdo con las ideas del pensamiento tradicionalista francés y las políticas
papales de finales del siglo XIX, impulsó una fuerte cohesión entre el Estado, la Sociedad y la
Iglesia. “La Regeneración” planteó la construcción de un estado centralizado que mantiene la
unidad nacional a través del reconocimiento de la religión nacional católica y con ello se buscó
legitimar y mantener la continuidad del modelo cultural hispanista. De esta forma, Caro desconoció
la existencia de las culturas aborígenes y africanas, y consideró que tanto la conquista como la
colonia fueron una “noble acción civilizadora española”, a partir de las cuales se dio paso a la
fundación de los elementos que pueden definirnos como sociedad. Para M. A. Caro, los indígenas
eran seres “caídos en el pecado” y la pluralidad de lenguas una verdadera desgracia humana,
producto de la caída de la Torre de Babel (Herrera, 1993).
Al igual que muchos pensadores sociales de la época, Caro y Samper utilizaban la categoría de
raza en estrecha correlación con la definición del concepto de civilización, con el fin de delinear los
razgos culturales de las sociedades y los modelos justos y valederos para la realización del futuro de
la nación.
Para Samper, la raza mestiza constituía la verdadera esperanza como símbolo de igualdad para la
identidad de hispano América; en ella confluían las tres sangres (negra, indígena, blanca) producto
de la conquista. En contraste con estas ideas que defendían la raza mestiza y el modelo anglosajón,
35
para M.A Caro la raza española y la cultura americana estaban estrechamente ligadas; los cimientos
identitarios de la nación como la religión, la lengua y la raza afirmaban el lazo con España.
Estas ideas también se vieron reflejadas en la discusión sobre escogencia de los principios de la
educación -religiosa o laica- que podría definir la formación del ciudadano y la consecución de la
civilización.
Mariano Ospina Rodríguez3 en el año de 1844 impulsó ciertas reformas educativas que tenían como
finalidad acentuar la formación religiosa, el control disciplinario aunque con cierto énfasis en un
equilibrio humanista y técnico.
Por el contrario, los gobiernos liberales de mediados de siglo XIX promovieron los valores de la
sociedad burguesa a través de la modernización, los ideales educativos de la libertad individual, la
tolerancia ideológica, inculcando los principios de justicia, amor a la patria, sobriedad, industria,
pureza, moderación y templanza, oponiéndose a la “superstición” e “ignorancia” del pensamiento
escolástico.
Otras posiciones como la de Miguel Antonio Caro, se inclinaron hacia el fomento de la educación
aferrada a la tradición hispanista y la moral cristiana, exaltándose el legado español a través de la
enseñanza de “la historia patria”, estimándose el pasado colonial; lo cual a su vez ayudaba a la
legitimación del orden social existente.
Las cátedras de historia instauradas durante el periodo de “la Regeneración” tenían como objetivo:
“la modelación del carácter y la formación de los sentimientos expresados en el amor a la patria, así
como la veneración de los héroes y de los forjadores de la nación” (Herrera 1993: 84).
Esta situación nos muestra como las dos tendencias o corrientes de pensamiento presentes en el siglo
XIX interpretaron, juzgaron y concibieron de forma diferente el pasado de la nación emergente, con
lo cual se dio paso a la definición y establecimiento de la identidad cultural hispanoamericana
3
Jefe del partido conservador, presidente de la República (1855-1861).
36
estrechamente ligada al entendimiento de las elites de la realidad política y social de la época. Sin
embargo, a finales y principios del siglo XX, estos discursos sobre la nación se transformaron a
medida que en la misma Europa toma auge el concepto de “raza” para pensar los problemas
nacionales y se consolidó la idea de “razas superiores e inferiores”, y un degeneramiento de la raza
producida por el clima y el medio ambiente 4 .
El racismo –como ideología– no solo considera que existen diversas razas –blancas, amarillas,
negras, mongólicas, indias- cada una con sus propias virtudes y defectos, sino sobretodo afirma que
la mezcla de las razas es un estigma de inferioridad, porque los cruces heredan los vicios y
estigmas de los progenitores.
Miguel Jiménez López sostenía la tesis de “la decadencia” social colombiana, a través de los
argumentos de “la disminución biológica” de la población. Según su punto de vista, este problema
parte del encuentro de tres troncos raciales: el aborigen que tiene un origen mongólico, el ario de
origen europeo y otro africano; la reunión de la raza amarilla, blanca y la negra plantean los
siguientes interrogantes: ¿En qué forma se ha hecho sentir la influencia de esta zona tropical sobre
las razas que hoy la pueblan? ¿Cuál de las tres variedades en presencia puede prevalecer en el
futuro?
4
Elías plantea en torno a la relación de la civilización y nacionalismo que las naciones perdieron su relación con el
progreso al idealizar el pasado de la nación en consecuencia las naciones “se ven a sí mismas como portadoras de una
civilización en expansión” (Elías en: Rojas, 2001:285).
37
En primer lugar, siguiendo los postulados de la “Historia Natural” afirmó la influencia del clima
sobre los seres vivientes, lo cual lleva a diferentes variaciones en la forma y en las funciones de
diversa índole: por ejemplo, en nuestra zona tropical, en el caso de las plantas aborígenes, estas
tienen la propensión a “irse en vicio”, es decir desarrollan sus órganos vegetativos y muy poco los
sexuales; según su punto de vista en los animales es evidente la regresión del caballo que ha perdido
fuerza y resistencia; el ganado también ha sufrido las inclemencias del ambiente.
En términos generales, cree Jiménez López, la zona del trópico produce ciertas modificaciones que
son consideradas como regresiones; el hombre también posee características que lo diferencian de
los habitantes de la zona templada debido a la influencia negativa del clima.
La nutrición determina el balance biológico de la raza, debido a que esta es deficiente en nuestra
población. Jiménez López declaró la existencia “innegable” de una depresión en nuestro producto
humano y una disminución en sus actividades vitales; según su punto de vista, varios viajeros y
científicos como Boussingault y Humboldt se han referido a las dificultades de un óptimo
desempeño y desarrollo de las facultades intelectuales en América Meridional. Otras investigaciones
psicométricas, como las realizadas por López de Mesa han hallado unas depresiones en la
inteligencia hacia los diez años y un índice muy bajo de inteligencia en las clases obreras de 35
sobre 100.
Sin embargo, piensa que estos resultados se deben en gran parte a la falta de educación; a pesar de
que Jiménez López considera a “la voluntad” como la verdadera inteligencia que demarca la eficacia
práctica esta es realmente mínima en nuestras razas.
38
En conclusión, el psiquiatra mencionado considera que existe una desviación biológica en las razas
que pueblan nuestra zona: “desviación intensa y claramente regresiva en los pueblos que la habitan
desde hace quizá millares de años y que empieza a marcarse con caracteres netos en las razas
importadas en épocas posteriores” (Jiménez López, 1920: 349). De esta forma se explica la alta
mortalidad infantil y las enfermedades como la tuberculosis debido a las condiciones ambientales: a
la acción del clima, a la falta de estaciones, a la diferente presión atmosférica, a los vientos, al
vegetación, a la humedad de la atmósfera, a la luz solar que ataca los tejidos y células nerviosas del
organismo y puede llegar a extinguir en tres generaciones a las razas blancas.
¿Cuál de las tres razas puede predominar en el futuro? Según Jiménez López, solo una poderosa
inmigración podría ayudar a introducir alguna reacción: la raza aborigen está fuertemente afectada
por la miseria y las enfermedades. Por lo tanto, el mestizo es el mejor adaptado para la zona; aunque
se ha mostrado un poco incompetente para la vida autónoma, con educación puede quizás
perfeccionarse. La raza negra es la más adecuada para los climas cálidos; posee unas buenas
condiciones de resistencia y adaptación, con lo cual se produce un fenómeno de crecimiento o de
africanización en las regiones bajas.
En general, Jiménez López resalta las deficientes condiciones de salud de nuestra población;
considera según diversos informes de salud que más de dos millones y medio de personas de
nuestra población tiene anemia tropical. El reclutamiento militar también refleja esta situación: se
desecha un 60 por 100 del los seleccionados: los médicos señalan diversas afecciones (bocio,
paludismo, tuberculosis, cretinismo). Así mismo, la desorganización social es evidente; se
manifiesta en el incremento de la criminalidad y considera un verdadero problema sociológico las
diferencias sociales, económicas y culturales que producen la divisiones entre ricos y pobres: “es el
momento histórico en que debemos afrontar ese problema, el pueblo ha sido en el pasado, el sostén
y el escudo de la República: mas hoy por sus precarias condiciones, ha venido a ser la impedimenta
en nuestra marcha hacia el progreso” (Jiménez López, 1920: 363).
39
En la conferencia organizada por los estudiantes de la Universidad Nacional mencionada participan,
también, otros intelectuales colombianos, entre ellos el también médico Luis López de Mesa que
asimismo expresa su pesimismo sobre la situación de la raza colombiana, y que, como veremos,
estima que es necesario la necesidad de infusión de sangre nueva para regenerar la raza.
Luis López de Mesa en su conferencia, dictada en el año de 1920, retoma varios de los puntos de
vista enunciados anteriormente sobre la situación del país. Todas las actividades de la nación son
consideradas deficientes, prevalece la falta de voluntad e inteligencia colectiva debido a la falta de
una correcta la nutrición.
Para llevar a cabo estos objetivos, López de Mesa propone consolidar la figura del maestro como
motor del despertar de inteligencia y de la voluntad, a través de un “intercambio de inteligencias”
con países avanzados. La educación y la higiene no bastan para curar el mal, a pesar de que tenemos
un excelente Código de educación pública no lo ponemos en práctica. “Por qué? Porque para
infundirnos el sentido práctico y valor de las realidades prontas, es preciso una transformación
completa de nuestra mentalidad y, casi estoy por decir, de nuestro organismo. Esto exige, como
corolario, la infusión de sangre fresca y vigorosa en nuestro organismo social” (López de Mesa,
1920: 73).
Si bien López reconoce que la palabras “degeneración” y “decadencia colectiva” no son muy
aceptadas dentro del público, se refiere entonces a una “ligera depresión” de nuestras energías y
capacidades, con lo cual vuelve a reafirmar el carácter de enfermedad social y la necesidad de
mejorar el nivel biológico por medio de la herencia y la procreación -pues la sola educación no basta
para fijar correctas normas de conducta y perfeccionar la raza en lo moral, intelectual, estético,
morfológico-.
40
Por último, López de Mesa efectúa un análisis de la conciencia nacional, enunciando el estado de
ciertos valores, problemas sociales y las condiciones de las razas: “la raza aborigen” es caracterizada
como cruel e insensible en los lazos familiares y llena de malicia; el santandereano y los antioqueños
tienen un temperamento pasional y matan fácilmente; la amistad va desapareciendo; la delincuencia,
el alcoholismo, la inmigración degradan la raza; se necesita emprender una “lucha renovadora” y
ponerse en manos de diversos saberes científicos para remediar las causas de su malestar, como son
la “viciación ancestral de nuestro agregado étnico, la carencia de higiene, la educación viciosa, la
miseria”.
Entre tanta “maleza” cualquier intento de producción de riquezas económica es una ilusión; entre
tantos árboles los únicos buenos están dispersos; solo las primeras cosechas de la tierras
41
desmontadas tienen valor. De esta manera, Gómez efectúa un recorrido y una descripción de algunas
zonas del país (Puerto Wilches, Santander – el páramo de Ture, Cúcuta – Ocaña, La Sierra Nevada
del Cocuy- Villavicencio, Chocó) en las cuales según Gómez reina la desolación, las dificultades de
condiciones biológicas.
En esta perspectiva, Gómez exalta las verdaderas tierras de humanidad: la Argentina estimula la
llegada de inmigrantes por sus tierras limpias, de fácil acceso para transportar los productos
económicos; los Estados Unidos con cordilleras suaves, con un territorio plano, es una maravillosa
red de arterias fluviales.
Según Gómez, la prosperidad industrial y económica de los grandes estados modernos depende de la
posesión de hierro, carbón, petróleo y caídas de agua; aunque con estos recursos Colombia ha sido
favorecida, el oro, el platino, las esmeraldas y el petróleo, lo hemos entregado a manos extranjeras.
Respecto al problema de la raza, “nuestra raza” mezclada por los indios, los negros y los blancos,
está profundamente afectada por la influencia africana y americana; en esta medida desprecia a los
indios y a los negros, y considera a la herencia del espíritu español como la directriz del carácter
colombiano contemporáneo. “El mestizo” esta caracterizado por su inferioridad frente al “blanco”;
en él parecen agudizarse los problemas psíquicos de sus genitores, al conservarse los defectos de los
indígenas no sirve para la unidad política de América. Los zambos son inferiores a sus progenitores,
más débiles, poco inteligentes y gritones.
42
recursos del país y el imperialismo norteamericano: “¿Seremos ineluctablemente presa de los
americanos del Norte?...es que estoy convencido de que no nos podemos permitir el lujo de la
ineptitud y de que por el camino que nos lleva avanzamos hacia la sujeción económica y la pérdida
de la soberanía” (Gómez, 1928: 81).
Como se ha presentado en las páginas anteriores, la mayoría de las representaciones sobre los
indígenas existentes en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX los percibía
como una raza en “decadencia” o “salvaje” que no tenía un espacio definido en el futuro de la
Nación, salvo “blanquearse” o desaparecer en un proceso de mestizaje y de asimilación a la
nación.
Si bien durante la segunda mitad del siglo XIX, se presentó cierta exaltación del pasado aborigen,
los indios contemporáneos fueron considerados como ciudadanos de “segunda clase” y muchos de
sus resguardos fueron divididos y extinguidos. “La Regeneración” consideró que su estado de
“decadencia” y “salvajismo” solo podía ser superado mediante las misiones católicas y fueron
considerados como menores de edad, sujetos a la moralidad de la Iglesia. En cierta medida, se
pensaba que su estado de “decadencia” podía ser superado mediante una educación cristiana.
En este contexto, como veremos más adelante existieron algunas voces disidentes, entre las que se
destacó el General Rafael Uribe Uribe y, sobretodo, Clímaco Hernández. Su posición no fue
tampoco uniforme, ya que mientras Uribe Uribe proponía amansar a los indios como paso previo
para incorporarlos, Clímaco Hernández (1931) exaltaba las cualidades de los aborígenes.
43
Rafael Uribe Uribe fue uno de los más importantes ideólogos liberales de principio de siglo y líder
del movimiento liberal durante “la guerra de los Mil Días” (1899-1902.). En su conferencia titulada
“Reducción de salvajes” dirigida en el año de 1907 al presidente de la República, a los arzobispos y
obispos, a gobernadores de los departamentos y a la Academia Colombiana de Historia, hace una
evaluación sobre el estado de los indígenas en Colombia.
En primera medida, considera como un apreciable bien el manejo por parte de los indígenas del
castellano, pues “no es lo mismo trabajar el pensamiento con una mala herramienta que con una
buena”; según Uribe, hay una diferencia de dos siglos entre los indígenas colombianos y los
indígenas de países como Ecuador y Guatemala. En estos países la conservación de la lengua nativa
es utilizada como un instrumento de esclavitud; el indio es visto como “un ganado humano”, se le
confieren las tareas de servidumbre debido a su “atraso mental” y a lo largo de su vida trabaja para
pagar las deudas heredadas. Esta comparación también se puede apreciar –según su punto de vista-
en Colombia donde todavía hay tribus que mantienen su dialecto y viven en estado salvaje.
Sin embargo, Colombia tiene más posibilidades de llegar a ser una República: el indio de Boyacá,
Cundinamarca, Santander, Antioquia y el de Cauca, fueron parte del ejército de la Independencia,
siguen participando en las luchas de la República, manejan el castellano y por lo tanto en dos
generaciones que pasen por las escuelas podrían acceder a un buen ejercicio de la ciudadanía.
De esta manera, para concluir sus planteamientos, Uribe fórmula la siguiente “ley”:
44
Uribe menciona sus múltiples contactos con varias tribus durante sus viajes, lo cual le permitió
conocer su localización y su número de población (los guamíes en la parte septentrional entre Bocas
de Toro y Chiriquí pueden ser unos 4000; los aruacos sobre la Sierra Nevada tal vez 5000; los
guagiros calculados en 2000; los tunebos en la parte oriental de la Sierra del Cocuy unos 3000; en
total unos 321.000 “salvajes”, etc.).
Estas cifras muestran que los indios constituyen el 6% de la población, poseen la mayor parte del
territorio, las regiones más fértiles y los cursos de ríos más navegables. Ante estas circunstancias,
Uribe Uribe deduce la necesidad de la “reducción de los indios”, así como la conquista de su
territorio y la utilización de la mano de obra de estos 321. 000 trabajadores, con lo cual será posible
la consolidación de la nación impidiendo la multiplicación de los indios y “los riesgos y los gastos
que se impondrán si no cuidamos de amansarlos desde ahora” (Uribe, 1907: 11).
De esta forma, Uribe propone la asimilación del “salvaje” a nuestro estado social y económico, a
través de la implantación de tres agentes: Colonia militar, Cuerpo de intérpretes, Misionero.
La colonia militar dirigida por oficiales sería utilizada como base de una población que permitiría la
fijación del lugar de las tribus y de los inmigrantes extranjeros; así mismo se instalaría un médico,
un vigilante de comercio y se protegería al misionero, quien predicaría “la regeneradora moral del
cristianismo”.
El cuerpo de intérpretes estaría a cargo de misioneros y maestros civiles, quienes se encargarían de
la enseñanza de oficios y del castellano durante quince años a los niños de las tribus.
Este método tiene como principal objetivo el lograr incorporar a la “civilización” al indio; cabe
destacar el papel que cumple la lengua para la asimilación del “salvaje”: el indio considera al blanco
que habla su misma lengua como su pariente, ya que esta lengua fue adquirida desde niño en un
contexto maternal y familiar. Su enemigo es quien no sabe hablar su propio idioma. Por lo tanto, es
necesario aprender las “lenguas salvajes” para poder ganar su confianza, y así desde una posición
fraternal se convertirá a los aborígenes al servicio de la fe y de la civilización; se ganarán sus
territorios y su mano de obra para la industria y el comercio.
45
De acuerdo con las ideas de los estudios de “antropología” sobre el aspecto moral y físico del
hombre natural, se debe aplicar el género de trabajo según al periodo de civilización en que se
encuentra para lograr una mayor productividad. Por lo tanto, la aplicación de este método variaría
según cada tribu y su modo de vida, es decir con la finalidad de no producir cambios violentos y
evitar cualquier sentimiento de rechazo (el rechazo es producto de las violencias efectuado por los
antepasados españoles); persuadiéndolos de buena fe se trataría de diferente forma a los indios que
poseen aldeas fijas y a los indios nómadas: cada una sería utilizada según sus características y
costumbres; por ejemplo, a los agricultores se les enseñarían métodos más avanzados; en la industria
pastoril el indio tendría más aptitudes que el blanco (pues este da un paso atrás de ciudadano a pastor
si trabaja en la industria pastoril) .
De esta forma, Uribe plantea en nombre de la “civilización” los derechos del blanco: el
apoderamiento de las tierras del indio, el derecho de imponerle sus leyes, transmitirle y encaminarlo
en una sociedad organizada, avanzada, el derecho de hacerlo por medios pacíficos con el uso de la
propaganda evangélica y fraternidad cristiana, bajo el lema “envainad los sables, empuñad la cruz”.
Uribe critica el pensamiento y tratamiento del indio americano durante la época de la conquista y la
colonia; la manera en que el indio fue deprimido, esclavizado, sin reconocerle ningún derecho, ni
idea de Dios, provocándose un terrible daño a esta “raza” perseguida. En esta perspectiva, Uribe
reflexiona sobre la autoridad moral sobre los indios en cuanto a las condiciones de paz que la
civilización puede ofrecerle; en este caso prefería “que se les deje vagando libremente por sus
selvas, incontaminado con los vicios de la civilización” (Uribe, 1907: 29)
“Tan respetable como la civilizada y no pocas veces está mejor constituida. ...es lo
que debe ser: la expresión exacta de las necesidades naturales y sociales, sentidas
en el grado de evolución en que se encuentran. La contra prueba se encuentra en
que entre ellos no existe la prostitución, resultado de la ociosidad corruptora, que
las exigencias de la vida selvática hacen posible” (Uribe, 1907: 30).
46
Destaca la relación del indio con la naturaleza, el respeto de los animales cazados, lo cual se
encuentra ligado con los preceptos religiosos. De esta forma, considera que el indio es el transmisor
de una lección moral o regla de conservación que tendríamos que aprender.
El mestizo (blanco mezclado con indígena) es también visto como gran elemento de trabajo,
perfectamente adaptado a las condiciones del trópico; es resistente constante y tiene un alto grado de
inteligencia. En esta medida, Uribe no está de acuerdo con los proyectos de inversión en la
inmigración extranjera: primero debemos utilizar la riqueza de nuestra gente pues el inmigrante
exigía un salario alto, lo cual fomentaría las desigualdades en los salarios y desmoralizaría el trabajo
nacional.
47
2.8. EL DESPERTAR DE LA RAZA INDÍGENA Y LA EXALTACIÓN DEL “RANCHO”
Juan Clímaco Hernández escribe en el año de 1931 su libro “Raza y Patria”, en el cual expone su
pensamiento e inquietudes acerca de nuestra historia antes de la conquista española. Hernández se
propone destacar y fomentar el orgullo por “la raza aborigen”, nuestra verdadera raza.
En esta medida, influenciado por las corrientes de pensadores mexicanos, considera la conquista
española como un proceso de destrucción de una poderosa civilización Americana; es necesario
reconocer y sacar del olvido nuestras verdaderas glorias a través de la exaltación del pasado anterior
a la conquista española porque “allí esta encerrada toda una concepción de la vida, igual a la que
de ella se han forjado los pueblos que tuvieron la felicidad de no ver sus tradiciones despedazadas y
absorbidas por el bárbaro conquistador’’ (Hernández, 1931: 6).
En el primer capítulo de su obra titulado ‘Mito’ nos presenta las características del pueblo chibcha:
“pueblo heroico… dueño de una moral propia… digno de admiración… forjó los más bellos mitos,
de imborrable nobleza, adusta serenidad, seriedad solemne”, son algunas de sus expresiones que
cumplen con el objetivo de idealización de la raza indígena.
En particular, vale la pena destacar como aproxima la realidad chibcha a las concepciones de la
religión cristiana, efectuando ciertos paralelos entre la Biblia y las tradiciones chibchas en torno a
los mitos de origen de la vida, en los cuales prevalece la noción del fuego y de la luz como fuentes
de la vida. Así mismo, ciertas figuras como Moisés según su punto de vista, también estuvieron
presentes en la mitología chibcha; de esta manera, el autor busca mostrar como nuestros antepasados
no fueron inferiores a otras sociedades, sino que al contrario sus concepciones mitológicas están
muy cerca de las ideas de la ciencia sobre el surgimiento de la vida en agua, tal como en el agua de
una laguna surgió Bachué, figura simétrica a la imagen de la virgen María.
48
fecunda y siguiendo con los aspectos en común entre los chibchas y las grandes culturas, se
asemeja a Dionisio, dios de la mitología griega.
El autor subraya la forma en que los chibchas fueron un pueblo esencialmente religioso y con una
alta moral, y su carácter civilizado igual que el de sus conquistadores. Sus leyendas, sus acciones
nos muestran su heroísmo y estas deberían “brillar en la historia” como por ejemplo la muerte
voluntaria en masa desde lo alto del peñón al abismo demuestran su valentía y dignidad muy por
encima de la sed de oro y codicia de los españoles.
Con la enseñanza de estos acontecimientos en las escuelas, el autor intenta promover un patriotismo
autóctono que reconstruya nuestros propios triunfos y virtudes frente a la historia del mundo,
recuperándose el orgullo de la raza indígena y su memoria. Sin embargo, según Hernández la
situación de la raza indígena es deprimente; la legislación no apoya este resurgimiento y la
República reproduce las duras condiciones de la conquista, lo cual lleva a plantear el renacimiento
de la raza indígena como una revolución, un ensueño donde la raza americana sea totalmente libre
y se destruyan los vicios de la República.
En esta perspectiva, Hernández propone el estudio de las costumbres y tradiciones de los chibchas.
De esta forma expone las concepciones de los chibchas sobre la vida y la muerte: esta última es
concebida como una idea sublime, producto de una rica imaginación; los hombres se salvan del
dolor de la vida terrestre; el muerto es trasportado en “una barca de hilos de araña” a otro mundo
lleno de paz y continua interviniendo en el mundo de los vivos.
49
En los chibchas prevalece la misma concepción de los griegos, latinos, hindúes sobre la
importancia del hogar representado en el fuego sagrado que mantiene el indio encendido en su
hogar; es así como las piedras del fogón son sagradas y se transportan de un sitio a otro como
amuletos de protección; el recuerdo de la muerte es una constante en la vida del hogar donde
también se funda la fortaleza y dignidad.
Según Hernández, los chibchas pasaron por diferentes etapas evolutivas: “cada culto practicado por
la familia primero, por la tribu después, por la ciudad a última hora, afirmará la religión, base
positiva de la futura grandeza de los pueblos” (Hernández, 1931:39).
Es de destacar como la religión juega un papel central en concordancia con las concepciones
mitológicas, consideradas como las máximas expresiones donde la razón no puede llegar o explicar.
Por otra parte, evalúa las condiciones de la población chibcha después de la conquista: “Esta raza se
dejó morir, se dejó morir de tristeza (…). De la ciudad, el chibcha vencido, pasó al rancho,
escondido, agazapado tras de los barrancos, en los páramos, perdido en la inmensidad de la
selva...” (Hernández, 1931:40).
Aunque el autor persiste en su idea sobre la decadencia y destrucción de los chibchas, el lugar del
“rancho” es exaltado; al moverse a la vida en el rancho, fue posible el surgimiento de la fuerza de la
independencia a pesar de su abandono.
Por lo tanto Hernández critica las ideas sobre “la decadencia de raza” y enfatiza la persistencia y
tenacidad de los habitantes del rancho:
“Cuanta energía acumulada allí en donde jamás posó su mirada el sabio... la raza
no degenera (...) lo urgente es despertar a esa raza, hacer vivir esa energía latente
escondida en el rancho...Degenera esa minúscula clase dirigente que no acierta a
gobernar siquiera y confunde, como ahora lo vemos, el bien social con su propio
estómago...pero la raza fuerte tiene tanta potencialidad y más todavía hoy que la
que pudo tener cuatro siglos antes de la conquista” (Hernández ,1931: 54).
50
En esta medida, Hernández propone mantener la vida en el rancho como una verdadera escuela de
vida, donde se encuentran la salud, el aire, la fortaleza, las labores manuales; la defensa del niño
indígena se establece evitando cualquier contacto con la ciudad; aislando la raza, se protege de su
debilitamiento y degeneración, pues “la sociedad deforma, envilece, corrompe y degenera”.
Los discursos sobre la naturaleza del pueblo colombiano que predominaron en el siglo XIX y
principios del siglo XX lo percibieron como “una raza en decadencia” que no tenía espacio en el
futuro –como discurso cronológico lineal – de la Nación colombiana. Su destino era “blanquearse” o
desaparecer en un proceso de mestizaje y de asimilación biológica y cultural, por medio de la
educación, la eugenesia y la cristianización.
Si bien, como se presentó en el capítulo anterior, durante la segunda mitad del siglo XIX se exaltó
el pasado aborigen, los indígenas contemporáneos y los negros fueron considerados como
ciudadanos de segunda clase. “La Regeneración” consideró que su estado de “salvajismo”,
“decadencia” y “degeneración” solo podía ser superado mediante las misiones católicas, como
sujetos a la moralidad cristiana y de la Iglesia.
A finales del siglo XIX, el pensamiento racista sostuvo “la degeneración” en general de la raza
colombiana, y creó una interpretación más negativa de los indígenas y de las poblaciones negras, las
cuales se vieron como ineptas para el progreso o la civilización, verdadera “maleza”, según lo
expuso Laureano Gómez, que debía ser erradicada de la Nación. Aunque hubo algunas voces
disidentes, entre ellas las Clímaco Hernández, su postura fue minoritaria.
Estos discursos imaginaron “la comunidad colombiana” como una especie de fracaso colectivo –en
comparación con los Estados Unidos- y se caracterizaron “por la violencia de la representación”, en
cuanto se caracterizaron por una visión excluyente; en palabras de Cristina Rojas (2001): “sólo se
51
reconoce el punto de vista de los que se ubican en un lugar privilegiado. Este lugar les da poder
para gobernar y amoldar/someter a los otros” (Rojas, 2001: 150).
Las “razas inferiores” eran incapaces de civilizarse y debía desaparecer o asimilarse a través de la
civilización o de la eugenesia 5 . Colombia estaba condenada a la barbarie salvo que se dispusiera
medidas de diferente naturaleza para “mejorar” la especie.
Esta situación colombiana era común a otros países hispanoamericanos. Según Anderson (1983) en
América Española no se logró la consolidación de un fuerte nacionalismo, a pesar de la existencia de
organizaciones administrativas que fomentaron la unión: la ausencia del reconocimiento de otras
identidades debilitó el surgimiento de las naciones, lo cual se explica por la conjunción y estrecha
correlación entre las concepciones de racismo y nacionalismo (Anderson en: Rojas 2001).
Como plantea Rojas al analizar las constituciones colombianas de 1853, 1858, 1861 y 1863 se
evidencia la carencia de un centro de autoridad y de consenso. La constitución declarada en 1863
proclamó la creación de los Estados Unidos de Colombia, con lo cual se reconoció la soberanía de
los estados, dando lugar a un ambiente de anarquía donde “la sociedad era nada, porque la autoridad,
5
La eugenesia cree en el mejoramiento intelectual y moral de la especia humana por medio de medidas de higiene
implementadas como normas de vida, como resalta Zandra Pedraza “ la ciencia de la salud definió la normalidad y una
jerarquía de las capacidades humanas...en consecuencia, la nacionalidad y más concretamente la antropología nacional,
se construye fragmentariamente en diversos planos que combinan géneros, ámbitos y jerarquización de procedencias
regionales, las cuales estigmatizan, distinguen y fundan un orden social de difícil transformación , debido en buena
parte a su basamento estético y sensitivo” ( Pedraza, 1996: 194).
52
o sea el poder público, que nos representa a todos, encargado de hacer efectivas aquellas mismas
garantías, carecía absolutamente de facultades, de medios, de fuerza para conservar el orden hacer
reinar la justicia” (Aníbal Galindo en: Rojas, 2001:310).
Las guerras civiles y los actos de venganza fueron resultado de las contradicciones presentes desde
la fundación de la nación y las ideas para lograr la “civilización”. 6
Este discurso de las teorías de la degeneración de la raza –manifestado en las ideas de Jiménez
López, López de Mesa y Laureano Gómez- no se limita a los hombres y las sociedades, sino que
también comprende el paisaje. Como ha sido resaltado por Margarita Serje (1999), estos relatos y
otras representaciones de la nación distinguen entre “territorios civilizados” y “tierras salvajes” que
corresponden por lo general a las zonas andinas y a las regiones de tierras bajas tropicales.
Las primeras son percibidas como zonas propicias para la civilización, mientras que las segundas
son espacios condenados al “salvajismo” o a “la degeneración”. Estas representaciones se remontan
a las ideas de Humboldt, quien estableció también una correspondencia entre las zonas altas de las
montañas andinas y las regiones templadas europeas o del mundo (cuna o espacios de civilización) y
las tierra bajas y el mundo tropical, habitado tanto en América, África y Asia por “razas” ineptas
para el progreso.
6
La guerra de 1861 promovida por las provincias contra el gobierno central, refleja las tensiones entre federalistas y
centralistas, las oposiciones partidistas, la identificación regional y las diferencias raciales. “La guerra de las escuelas”
en 1875 es parte del conflicto entre los llamados radicales ( liberales) y el clero ultramontano (conservadores) quienes
utilizaron como arma la excomunión y asumieron la lucha nacional en función de la defensa ideológica de la
cristiandad.
53
Clímaco Hernández, al contrario representa un discurso no convencional. Al exaltar el “rancho” y el
pasado indígena chibcha, resalta la potencialidad de lo subalternos y la posibilidad de incluir otros
discursos -en este caso de los chibchas- en torno a la construcción de la Nación. Con Clímaco
Hernández se evidencia la necesidad de la construcción de los relatos de la Nación como parte de un
proceso dialógico, en donde “el otro es una aliado para el descubrimiento del yo”, constituyéndose
un espacio en el cual los hasta entonces excluidos por la historia oficial y las narraciones dominantes
puedan formar parte de la “Historia de Colombia” y en este sentido, tengan también un futuro.
A partir de la tercera década del siglo XX, irrumpen con fuerza diversos discursos frente a la nación
que tratan de ser incluyentes de otros grupos, y de criticar las ideas prevalecientes en el siglo XIX.
Entre estos discursos se destacan aquellos planteados por las vanguardias artísticas, en particular el
movimiento bachúe implica una valoración nueva de la gente americana y de sus paisajes.
54
55
CAPÍTULO III
ENTRE LA ESPAÑOLERÍA Y LOS BACHUÉS
El arte pictórico es una forma de representación construida por la sociedad, en la cual se reproducen
no sólo diversos contenidos relacionados con el imaginario social, sino también gustos y distinciones
que promueven la diferenciación social. En toda sociedad, según Kovalis (1968), “se tiende a
imponer cierta estructura a la experiencia de la imaginación que permite expresar motivaciones
subconscientes, proceso que en el caso de la expresión artística puede ser factor de adaptación de la
personalidad al mismo tiempo que útil para el sistema social” (Kovalis en: Alcina Franch, 1982:102-
103).
De esta manera, se configura una noción de identidad, en la cual se resaltan o se ocultan ciertas
imágenes de la experiencia histórica y se crea una noción de lo colectivo por parte de la sociedad,
fomentándose una ideal para esta última de acuerdo con la mentalidad y los valores de la época.
El artista, según Bourdieu (1987) es un productor cultural que tiene “un poder específico, el poder
simbólico de hacer ver y hacer creer, de llevar a la luz, al estado explícito, objetivado, experiencias
más o menos confusas, imprecisas (...) y de ese modo hacerlas existir” (Bourdieu, 1987:45). En este
sentido, el poder del artista está basado en la capacidad de pintar lo invisible y, de esta forma,
hacerlo explícito al público. El artista mantiene la producción de ese “capital simbólico”,
expresando y, a la vez, formando el estilo estético que contribuye a construir los conceptos de bello,
de orden, de distinción social.
De esta forma, el arte y la estética en general se relacionan con las estructuras de poder dominantes y
con nuevas formas de representación que cuestionan o plantean otros discursos o representaciones
diferentes a las dominantes.
56
predominó en gran parte un contenido religioso en función del papel otorgado a la Iglesia como
responsable del orden social.
En esta perspectiva, la Academia como se denominó a este nuevo movimiento, estableció un tipo de
estilo y gusto estético, que se expresó no sólo en los temas de representación sino que también en la
formación de una clara división entre las clases sociales a través de una “distinción” de los gustos
refinados y sensibles de la aristocracia de terratenientes y comerciantes. A pesar de ello, la
Academia representó “un saltó cualitativo de la plástica nacional y una profesión de renovación por
parte de aquellos que la practicaron, muy acorde con las reformas que introdujo la Constitución del
86” (Medina, 1978: 55).
En 1886, durante el mandato de Rafael Núñez, se fundó la “Academia Nacional de Bellas Artes” y
la “Academia Nacional de Música”, los cuales estuvieron fuertemente ligadas a los planteamientos
estéticos de la Academia. A pesar de la precariedad en el desarrollo de las artes plásticas, a partir de
la fundación de estos centros artísticos fue posible el aumento de la producción artística. 7
Solamente hasta 1899 se organizó la primera gran Exposición Nacional de Bellas Artes 8 , en el
Teatro Colón, la cual tuvo una amplia difusión; sin embargo está exposición fue criticada por
7
El grupo de pintores se puede definir por afiliación frente a la academia o la nueva tendencia antiacademicista. Dentro
de la corriente academicistas se encuentran Moros Urbina, Borrero Alvarez, Pedro A Quijano; sus pinturas se
caracterizan por la afirmación de un dibujo correcto, el detalle minucioso, volúmenes en el espacio nítidos, utilización de
una paleta oscura. Andrés de Santamaría fue el principal representante de la antiacademia, interesado en el manejo e
influencia de la luz en la composición.
8
En esta muestra participaron 41 varones y 66 mujeres, con 561 items distribuidos así: 374 en la sección de pintura (21
copias de maestros, 91 paisajes, 64 retratos, 18 cuadros religiosos, 76 floreros y bodegones, una miscelánea que incluía un
retrato al óleo en cristal, una pintura sobre ladrillo y un trabajo de mariposas). Epifanio Garay envió 47 obras, Ricardo
Moros 25, Ricardo Borrero Alvarez 9, Ricardo Acebedo Bernal 8, Eugenio Zerda 7, Jesús María Zamora 5, Roberto
Páramo 5, Francisco Antonio Cano 5 y Eugenio Peña 4.
57
ciertos sectores liberales en la oposición y la prensa liberal fue censurada por parte del gobierno
central. Sin duda, el gobierno conservador pretendía ejercer un control contra las críticas
emprendidas por sus opositores.
En este contexto, la pintura se convirtió en un pretexto de debate político: las obras fueron
custodiadas y alrededor de estas se desató una “batalla verbal” que nos revela aspectos de la
situación del arte de aquel entonces. La prensa liberal constantemente criticaba la obra de Epifanio
Garay: una de sus obras “La mujer de levita” fue calificada como una copia. Garay, partidario de “la
Regeneración” y pintor oficial del movimiento nuñista -y reconocido por su larga trayectoria como
el artista más destacado de finales del siglo XIX- “perdió los estribos” ante tales acusaciones.
(Medina 1978)
La obra de Garay, - “La mujer de Levita” 9 – está inspirada en un tema bíblico tomado del capítulo
19 del libro de los jueces; la interpretación del tema se efectuó de modo profano; de la misma forma
la obra “El bautizo de Jesús” de Acevedo Bernal trató un tema cristiano borrando numerosos detalles
–como la paloma espiritual y el limbo-; por lo tanto, también fue considerado como un profanador
del tema religioso.
58
La valoración de la obras nos muestra como, si bien los liberales apreciaban una obra de tema
religioso, las diferencias entre los dos partidos más que ideológica partía de un enfrentamiento
político-militar. Así mismo, vemos como de manera general existió por parte de las elites -liberal o
conservadora- una profunda identificación con las concepciones estéticas de la Academia. Ambos
grupos compartían los mismos principios morales y estéticos.
De esta forma, las pinturas de Andrés de Santa María pasaron inadvertidas al representar una nueva
postura plástica; el impresionismo por aquella época era poco conocido a pesar de que la cultura
francesa era el modelo a seguir. Como menciona Álvaro Medina:
A pesar de ello, se empezaron a dar ciertas libertades en la ejecución de las obras sin contradecir las
definidas pautas impulsadas por la “Regeneración”; asimismo se creó una nueva iconografía a través
de los retratos de la elite que mostraban a los personajes de cuerpo entero, girados en un ángulo de
tres cuartos, con lo cual se consolidó su posición y la distancia con los demás sectores sociales.
En este marco, fue difícil para la corriente antiacademicista de principios de siglo XIX cambiar las
concepciones estéticas de la Academia; además las necesidades económicas de los pintores
limitaban sus creaciones pictóricas a los gustos de sus clientes, quienes podían escandalizarse con
cualquier deformación o toque de color subido de tono.
59
falta de diferencias en la estética académica y la impresionista, con lo cual se pretendía desvirtuar
los aportes de las nuevas propuestas estéticas, pues estas podrían desmantelar el gusto del sector
dominante. Otros críticos como Albarracín, prestaron poca atención a la obra de Santa María y
respecto a las nuevas concepciones del impresionismo Hinestrosa Daza comentaría:
De esta forma, el impresionismo fue concebido como “una moda” con poca calidad técnica; los
comentarios de la crítica nos muestran las consecuencias del estrecho medio social, en cual no había
un verdadero entendimiento de lo que significaba el impresionismo, fruto en gran parte de la
ausencia de un contacto visual directo con las obras impresionistas.
La Academia Nacional de Bellas Artes fue clausurada durante la guerra de los mil días; hasta 1904
su vida académica continuaba fuertemente “malherida”. Ante estas circunstancias el presidente José
Manuel Marroquín nombró como director de la escuela a Andrés de Santamaría, quien hasta 1911
fue su director. Sin embargo, pocos fueron los resultados antiacademicistas que Santamaría pudo
introducir; hasta 1927 sus nuevos directores (Acevedo Bernal, Ricardo Borrero Álvarez y Francisco
Cano) retomaron la postura academicista.
60
La exposición de la obra de Santamaría 10 efectuada en 1904 tuvo ahora un mayor impacto e interés
en la sociedad, influyendo en la pintura de los demás pintores seguidores del academicismo como
Acevedo Bernal11 , Jesús María Zamora 12 , Francisco A Cano, Páramo, Rocha, Ricardo Moros
Urbina 13 , Eugenio Zerda 14 quienes eran conscientes de la necesidad de nuevos lenguajes plásticos:
“sin embargo el medio social fue incapaz de estimular la total superación del academicismo,
superación que no se concretó a pesar del entusiasmo snob con que algunos intelectuales bogotanos
acogieron inicialmente a Santamaría” (Medina, 1978: 86).
10
En esta exposición Santamaría presentó en sus obras escenas de la vida cotidiana y paisajes de mar. “Las lavanderas
del Sena” (1887), “Ejercicios de tiro al blanco” (1885), “El arreglo del bebe” (1904) son algunas de sus obras de temática
impresionista mas no de técnica impresionista: “En ninguno de ellos se ve la disolución de los colores locales en valores
de expresión atmosférica o la descomposición superficies de color en pequeñas manchas o pequeños puntos. En ninguno
de ellos se encuentra la pincelada suelta y el dibujo abocetado. En ninguno de ellos, sobre todo se halla la imagen
convertida en un simple reflejo de la luz real o artificial” (Rubiano Caballero en: Medina, ob. Cit., 91).
11
Acevedo Bernal abandonó la utilización de una paleta oscura y el relamido en las pincelas características de las
compasiones de Garay y Panteón Mendoza, optando el estudio de los efectos de la luz, por la utilización de una paleta
luminosa y pinceladas sueltas, lo cual lo podemos apreciar en su obra “Retrato de Rosa Biester de Acevedo” (1905).
12
Las pinturas de Zamora aunque no se pueden calificar de impresionistas reflejan su preocupación por la luz en sus
pinturas de amaneceres y atardeceres. En su cuadro histórico sobre el avance de las tropas libertadoras en el Casanare
titulada “1819” pintada para el Centenario, Zamora nos presenta un Bolívar más humano a diferencia de las
representaciones oficiales.
13
En el paisaje “Alrededores de Bogotá” (1906) el pintor realizó una composición casi abstracta, definida por manchas
sueltas e informales.
14
Eugenio Zerda también es el caso de la ambivalencia de los pintores que son académicos e introducen nuevos recursos
pictóricos; su obra “Primera Comunión” (1908) utiliza una pincela más libre, aireada, los motivos del fondo son apenas
planteados.
15
Muchas empresas creadas a principios de siglo XX existen hoy en día, dentro de ellas están Coltejer, papelería y
editorial Carvajal, editorial Voluntad, Noel, Cementos Samper, Fosforera Colombiana, Compañía Colombiana de
Tabacos, cervecerías Barranquilla y Bolívar (grupo Santodomingo).
61
las producciones de platería, cerámica, fundición, talla en madera y talla en piedra. En este contexto,
se fomentó la educación de la mano del surgimiento de una pequeña burguesía –a la cual pertenecían
los artistas colombianos- que intentó ilustrarse y especializarse en nuevos campos de conocimiento y
renovar la estética con la influencia de ideas de carácter socialista, buscando dejar atrás el desprecio
por los oficios manuales, las artesanías y los artesanos; esta situación desencadenó una producción
cosmopolita que podía reconocer un patrimonio intelectual común a todas la naciones.
De esta manera, las reacciones antiacademicistas se encuentran directamente relacionadas con los
procesos de industrialización, es decir en la medida en que la industrialización perdió fuerza, el
antiacademicismo también lo perdió (Medina, 1978).
En 1910 se realizó otra gran Exposición, llamada “La Exposición del Centenario”, la cual estuvo
marcada por una fuerte tendencia academicista. Los comentarios a la obra ganadora “El baño”
expuesta por Zerda, exponen la resistencia ante cualquier innovación: “En cuanto a los paisajes,
dejan mucho que desear para ciertos saboreadores del arte; los tonos son tan violentos y exagerados,
que el paisaje resulta sin luz, las lontananzas poco sensibles y los celajes peregrinos por lo extraños”
(R.M. O, en: Medina, ob cit., 117).
Las artes gráficas en 1910 y 1911 tuvieron alguna resonancia a través de la publicación del “Papel
Periódico Ilustrado” y la formación de un grupo de artistas discípulos de Pedro Quijano como José
Barrero, Manuel José Luque, el caricaturista Nariño (cuyas ilustraciones son similares a las del
grabador mexicano José Guadalupe Posada). Sin embargo, con el proceso de industrialización que
introduciría el uso de imprentas las artes gráficas desaparecerían.
62
3.3 El PRECIO DE VIVIR ENTRE POETAS: LA ESPAÑOLERIA
Durante el segundo decenio del siglo XX la burguesía no patrocinó las artes plásticas (el número de
los escultores y grabadores era mínimo) y por lo tanto esta no jugó ningún papel decisivo dentro de
la sociedad:
Frente a estas circunstancias en sus “Reflexiones sobre el arte”, escritas en 1918, Tavera mencionaría:
“El conceder todo poder a la idea pura, nos ha dado por costumbre ignorar las
condiciones geográficas y de raza del país; vivimos una vida falsa a través de
los libros, en vez de sentirla directamente (...) no poseemos el sentido nacional
porque nuestras ideas están formadas con elementos exóticos; no hemos
experimentado la influencia de la nación por falta de lógica efectiva” (Rafael
Tavera, en: Medina, ob. Cit., 121).
Sin embargo, aunque se rechazaran los planteamientos estéticos del impresionismo, el tema del
paisaje -relacionado con la escuela de Barbizon16 y la pintura al aire libre- fue explorado a lo largo
de las dos primeras décadas del siglo XX; de esta manera se manifestó un nacionalismo ligado con
el antiacademicismo a pesar de que en ese momento no existía la idea de un compromiso social-
16
La escuela de Barbizon permitió el desarrollo a mediados del siglo XIX en Francia de la pintura al aire libre
(realizada el bosque de Fontainebleau). Artistas como Millet, Courbet, Rouseau, Corot buscaron el contacto con la
naturaleza intentando analizar sus secretos; de esta manera manifiestan un gran interés por el mundo que les rodea (el
63
político (lo cual se evidencia por la ausencia representaciones de acontecimientos como la guerra
civil o la separación de Panamá)17 .
Algunos pintores como Moros Urbina, Luis Núñez Borda, Borrero Álvarez, Roberto Páramo, Pablo
Rocha, Eugenio Peña, Jesús María Zamora utilizaron el paisaje americano promovidos en gran parte
por la opinión de la crítica. 18 Vale la pena anotar que en la historia del arte en Colombia el paisaje
siempre había sido tratado como un accesorio del cuadro.
A lo largo de las primeras décadas del siglo XX en América Latina diversos artistas dieron los
primeros pasos que finalmente desembocaron en la ruptura con la Academia 19 . Este paso decisivo se
dio desde la década del 20 con la organización en 1922 de la Semana de Arte en Sao Pablo y la
inauguración de los murales de la Escuela Nacional Preparatoria en Ciudad de México. De acuerdo
con el medio social de cada país existieron notorias diferencias entre sus concepciones estéticas
(Medina, 1978).
Colombia se encontraba respecto a los demás países en un estado de atraso; en general los aportes de
los movimientos vanguardistas tuvieron muy poca resonancia en nuestro medio (con la excepción de
obra de Santamaría en Colombia, las expresiones y raíces del impresionismo son latentes en
Venezuela con la obra de Reverón, en Argentina con Miguel Carlos Victoria y en Uruguay con
Figari).
campo, los campesinos) y definen las características del movimiento realista contrario a la pintura idealista des
personajes inalcanzables.
17
La política en el arte se manifestaba por medio de la pintura de retratos, como es el caso de la pintura realizada por
Acebedo Bernal en 1900 -plena guerra civil- del general Uribe Uribe.
18
Jacinto Albarracín mencionaría: “Quiero llamarles la atención a los artistas, a que poseemos un infinito de asuntos
propios nuestros para prestarles a los españoles manolas y toreros; a los italianos casas y canales y oleografías, y temas
tan bien ejecutados por Rafael, Murillo, Velásquez (...) ¿ A qué ese afán de escoger asuntos remotos a nuestra tierra,
cuando nuestra historia y nuestras leyendas, es decir lo nuestro, ofrece al ojo que sabe ver, un horizonte inmenso de
hermosura, y al pincel que corre con arte, un cúmulo de inspiraciones atractivas ?” ( Albarracín, Jacinto, en :
Medina1978: 61)
19
En 1920 varios pintores chilenos (Juan Francisco González, Arturo Gordon, Luis Vargas Rosa, Camilo Mori)
formaron el Grupo de Montparnasse. En 1913 se llevó acabo la primera exposición de arte contemporáneo en Brasil
con la participación de Lasar Segall. Ese mimo año el francés Paul Bar introduciría el impresionismo en Ecuador
incidiendo en la pintura de Camilo Egas. Así mismo en esta década numerosos artistas latinoamericanos adelantaron
estudios en Europa, dentro de ellos la brasilera Anita Malfatti el guatemalteco Carlos Mérida, los uruguayos Joaquín
Torres García, Rafael Barradas, el franco-venezolano Emilio Boggie, el argentino Pettoruti trabajó junto con los
futuristas en Italia, Diego Rivera se instaló en París.
64
La ruptura con la Academia significó poder introducir nuevos lenguajes distintos a los establecidos e
impuestos durante la colonia, abriéndose la posibilidad de construir un lenguaje propio. Sin
embargo, este ambiente de renovación en Colombia encontró varios inconvenientes: el nuevo
lenguaje expuesto por las vanguardias no correspondía a la belleza clásica y por lo tanto las obras
fueron calificadas como “degeneradas”; la discriminación hacia el trabajo del artista era una
constante, así como los prejuicios de la raza; en este contexto se desarrolló la moda de la
“españolería”.
Las becas otorgadas por el gobierno colombiano para la formación de los artistas desprestigiaron los
estudios en Francia (lugar de origen de las incongruentes, groseras e inauditas “pinturas”) y de esta
forma, los estudiantes se enfocaron principalmente en la adquisición de conocimientos de la
Academia de San Fernando de Madrid. España representó en ese momento el modelo a seguir en la
lucha contra las vanguardias, reforzando las ideas de herencia y unión con la raza blanca.
Ricardo Gómez Campuzano, Coriolano Leudo y Miguel Díaz son algunos de los pintores
fuertemente influenciados por los españoles:
La fundación del Círculo de Bellas Artes en 1920 –en el momento del auge de la exportación
cafetera- fue en gran parte motivada por el interés de la aristocracia bogotana por constituir un
mercado y con ello impulsar los ánimos en el medio artístico de acuerdo con las normas dictadas
por España.
65
En esta perspectiva, se introdujo la llamada práctica del “neocostumbrismo” a través de la
realización de obras con un sentido patriótico definido por una visión idílica de nuestra sociedad. 20
Así mismo, existió la práctica de la copia de los grandes maestros como Velásquez, Goya o Rubens.
En la década del veinte, las nuevas manifestaciones de vanguardia, el futurismo y el cubismo fueron
rechazadas por parte de los miembros del Círculo de Bellas Artes; incluso con la finalidad de evitar
cualquier contaminación no se les permitió a los alumnos de la Escuela de Bellas Artes observar la
exposición de pintura francesa realizada en 1922 ! . Estas circunstancias no dejaron de provocar
cierto desconcierto o desconfianza entre los jóvenes artistas; con el fin de mantener el orden se
afirmó de forma manipuladora y distorsionando la información, que incluso la pintura francesa
seguía una postura tradicional llena de enriquecedoras enseñanzas. Como comentó el pintor
Acevedo Bernal: “Lo que sucede con las revoluciones. Cambian en poco tiempo la faz de las
sociedades. Después viene la calma, las cosas quedan como antes, pero en las gentes perdura un
vestigio de novedad (...) En la pintura ya están volviendo las cosas a su antiguo estado. Por ejemplo,
el paisaje clásico está imponiéndose de nuevo” (Medina, 1978:164).
El Círculo de Bellas Artes dictaminó los gustos y la aceptación de creaciones pictóricas; así mismo
a través del Círculo se dieron los primeros pasos hacia la ruptura con la Academia: el
impresionismo fue asumido como un “iluminismo”; los artistas tuvieron ciertas libertades en la
utilización del color y practicaron el “manchismo”. De esta forma, se presentaron divergencias entre
los miembros del Círculo y los partidarios de la Academia.
Los defensores de las vanguardias tomaron la palabra: dentro de ellos se encontraban Luis Vidales,
Luis Tejada, Jorge Zalamea y Germán Arciniegas, quienes a través de la organización del Centro de
Bellas Artes, el diario el Sol, las revistas Los Nuevos y las Voces, se manifestaron contra del
“neocostumbrismo” celebrando una exposición en 1924, en la cual participaron jóvenes artistas
fuertemente inquietos por la renovación como Pedro Nel Gómez, José domingo Rodríguez, Eladio
Vélez, Manuel Niño. Vale la pena resaltar como la ruptura en las artes plásticas fue impulsada por
20
“ La vendedora de rosas” (1919) de Miguel Díaz, “Mantilla Bogotana” (1920) de Coriolano Leudo, “Misa de Pueblo”
de Roberto Pizano, “En el Parque” de Eugenio Zerda son algunas de las obras que reflejan las nociones de categorías
de clase.
66
los estudiantes a diferencia de otros países como México o Brasil donde el cambio lo realizan los
pintores academicistas.
En la tercera década del siglo veinte se estableció definitivamente una ruptura con la Academia a
través de la búsqueda de un “arte propio”, con una claro preocupación por la dimensión plástica y
social. Algunos de los principales promotores, entre 1931 y 1935, regresaron al país de sus viajes de
estudios de Europa y México, dando lugar a la implantación de un pensamiento proveniente del
exterior, preocupado por la representación del pueblo, los campesinos, la mitología prehispánica
etc., con la intención de generar un ánimo de protesta, lamento, remembranza e entusiasmo por el
pasado y la cultura autóctona (Gil, 1997).
Dentro de los principales representantes que conformaron el llamado grupo de “Los Nuevos” se
encuentran los pintores Pedro Nel Gómez, Luis Alberto Acuña, Ignacio Gómez Jaramillo, Carlos
Correa, Alipio Jaramillo, Gonzalo Ariza, Sergio Trujillo Magnenat y los escultores Ramón Barba,
José Domingo Rodríguez y Rómulo Rozo.
En esta perspectiva en los años treinta se define una marcada tendencia denominada “autonomismo”
que está determinada por la necesidad de una independencia de Europa.
21
Armando Solano manifestó en una conferencia dictada Tunja en 1928, titulada “La melancolía de la raza; el
“mensaje americanista” planteando la necesidad de “un examen de conciencia” sobre la situación política, social,
económica del país: “es en el corazón de la gleba donde hay que buscar el sentido de la patria” (Medina, 1995: 45)
67
El surgimiento del movimiento de “los bachués” en los años treinta está influido por un contexto
social colombiano caracterizado por el apogeo de la llamada “República liberal”, la consolidación
del capitalismo, luchas sindicales y sociales. En particular, se destaca un descontento político e
ideológico provocada por la muerte de un estudiante universitario en una balacera efectuada por la
policía el 8 de junio de 1929, y la matanza de las bananeras el 8 de diciembre de 1928 (Medina,
1995).
En este contexto, junto al grupo de los bachués diversos grupos como “boina vasca” conformado por
estudiantes y “albatros” formado por Antonio García y Eduardo Umaña se inclinaron hacia la
defensa de “lo propio” a través de la recuperación de elementos del pasado que pueden ser
edificantes para el presente. En esta medida, rechazaron el indigenismo pues este no dejó de ser un
sueño romántico a diferencia de países como México, Perú y Bolivia donde si se encuentran los
“materiales básicos” para su realización (los únicos representantes del bachuísmo que se inclinan por
la postura indigenista son Rómulo Rozo y Luis Alberto Acuña, quienes impulsan el entendimiento
del sentido estético de las obras de los nativos americanos. El indigenismo no significaba la única
posibilidad de hacer un arte nacional).
22
En dicho manifiesto se evidencia la importancia del factor “lugar” para resaltar las condiciones que determinan el
pensamiento de los bachués; en esta medida se utilizan las expresiones: “llamado de la tierra”, “anillo de nuestro
meridiano”, “lenta trayectoria”, “hallar la virginidad de una ruta”. Asimismo prevalece la intención de llegar a “lo
propio”, entendido como “lo puro” sin contaminación a través de la alusión a “la virginidad”, y el uso de otras palabras
como “libres del imperio de la costumbre”, “fruta sazonada e hidrópica de miel”.
68
una parábola del fastidio al tedio en una lenta trayectoria de bostezos. Deseamos
hallar la virginidad de una ruta, libres del imperio de la costumbre, esa fruta
sazonada e hidrópica de miel (...). Desplegamos el pasado como un abanico de
palmera, ante la boca del señor burgués” (Citado en Pini, 2000:51).
El término Bachué surgió de la escultura de la diosa de los chibchas “Bachué”, realizada por
Rómulo Rozo 23 en 1929 para decorar el pabellón colombiano en la exposición Iberoamericana de
Sevilla; aunque ninguno de los supuestos integrantes de los “bachués” aceptó esta denominación,
este nombre pretendió resaltar la relación con el mundo indígena prehispánico.
Vale la pena resaltar como la construcción y referencia a lo indígena se encuentra demarcada por la
relación con un vínculo materno: Bachué es la madre de todos los pobladores de la sociedad
chibchas, su figura reafirma los lazos con la tierra de los orígenes y la construcción de pasado
común para todos sus descendientes. De esta forma, “el mestizo” como plantean los ideólogos del
nacionalismo mexicano – quienes influyen en las ideas de los bachués- es concebido como el
producto de un padre español y una madre indígena: “La importancia de está fórmula muy
particular es doble: por una parte coloca a la conquista española como el punto de origen de la raza y
de la cultura nacional, y permite así que se desarrolle toda una cultura nacional a partir de este
hecho” (Lomnitz, 1999:58).
“Los Bachués” son considerados como los precursores del arte moderno en Colombia, el cual se
define a partir de la aceptación de nuevas posibilidades de expresión distintas a las
convencionalmente aceptadas por la generación anterior; es así como el dibujo dejó de ser un simple
auxiliar de la pintura y adquirió más independencia; la fotografía fue concebida como un arte; se
rescató el grabado y la escultura. Asimismo, a través de la obra mural de artistas como Pedro Nel
23
Rómulo Rozo (1899-1964) nació en Chiquinquirá, realizó estudios en la escuela de Bellas Artes de Bogotá, en Madrid
y en París y luego se estableció desde 1931 en México. Su obra tuvo en sus inicios una marcada influencia de la
Academia, asimismo se apropio de elementos precolombinos, egipcios y orientales. Es importante resaltar que en sus
trabajos no imitaba sus modelos sino que los interpretaba: “reviste sus estatuas de Bachué y otros mitos indígenas de
parámetros exóticos que, si bien revelan la imaginación exuberante del escultor, llega al exceso del decorativo”. (Max
Grillo, en Medina 1995:226)
69
Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo, Alipio Jaramillo, Luis Alberto Acuña se transformó la plástica
nacional, a partir del interés en conocer y plasmar la realidad social colombiana (Rubiano, 1984).
Al movimiento Bachué se vincularían en París los jóvenes artistas Luis Alberto Acuña y Rómulo
Rozo, motivados en gran parte por los estudios en el extranjero y el recuerdo del país: Acuña y
Rozo empezaron a investigar la mitología pre-hispánica y la etnología colombiana junto con Miguel
Triana.
Al parecer Picasso tuvo gran influencia sobre la creación de pictórica de Acuña al comentarle que
sus obras no se identificaban con América. De esta manera, Acuña y Rozo comenzaron a investigar
sobre las culturas precolombinas en el Museo del Hombre en París (Gallo, 1984).
Acuña residió durante varios años en México, de manera que fue influido por las corrientes
nacionalistas mexicanas, y por los primeros movimientos indigenistas en ese país, que exaltaban los
valores y la historia heredada de los mexicas y la contribución del mundo indígena a la
nacionalidad mexicana.
70
En la plástica, esta búsqueda se basó en la apropiación de la mitología prehispánica y las tradiciones
populares, destacándose un componte de crítica social frente a los valores que predominaban en la
época, en particular los heredados de “la Regeneración”.
En síntesis, el Bachuísmo emprendió un culto hacia lo vernáculo; con una intención nacionalista
rechazó las representaciones que retrataban a “las damas bogotanas con “peinetones y mantillas”,
las concepciones de “lo colombiano” como algo folclórico, la utilización de motivos como las frutas,
árboles, indios y la imitación de las mismas fórmulas de la academia francesa o española. En este
sentido, fueron realmente innovadores al plasmar un arte más vivo, logrando efectos plásticos más
vitales y libres. El nacionalismo que impulsó fue enfocado hacia la renovación de una visión más
amplia de la realidad nacional en permanente vinculación con los demás movimientos del panorama
mundial.
A lo largo de este capítulo, hemos visto como los pintores recrearon lo “fotografiable”, es decir lo
que un determinado grupo social considera ser solemnizado, y fijaron las conductas socialmente
aprobadas (Canclini, en Bourdieu, 1996:10).
71
Por el contrario, el surgimiento del movimiento “bachué” no sólo reflejó una nueva sensibilidad
estética, sino la adopción de otros discursos sobre la identidad nacional o sobre el imaginario de la
construcción nacional. “Los dioses tutelares” prehispánicos, los mitos, los hombres y mujeres del
común entraron a formar parte de los temas representados. El rompimiento con los cánones estéticos
del Academicismo significó, también, una crítica al proyecto político de la “Regeneración”, y a su
pretensión de fundamentar la identidad nacional en la “raza, religión y lengua castellana”; los
artistas vinculados al movimiento “bachué” promovieron una especie de “revolución simbólica”,
que contribuyó a una crítica de la cultura dominante y abrió la posibilidad de presentar al público
nuevos sentidos sociales. Como veremos, este nuevo papel estuvo fuertemente relacionado no sólo
con la emergencia de una nueva sociedad y estado sino también con la idea de que el arte es un
ejercicio público que debe ser accesible a la gran masa de ciudadanos.
Los artistas se percibieron a su mismos como agentes de este proceso de transformación social que
conllevaba la creación de una sociedad más incluyente, donde indios, negros, mestizos, y otros
sectores de la población, fuesen parte activa del futuro de la Nación.
72
73
CAPITULO IV.
¿UN ARTE PARA LA RAZA COSMICA?
En este contexto, en 1922 el movimiento mexicano expidió el “Manifiesto del Sindicato de Artistas
Revolucionarios”; en Brasil se constituyó un grupo a partir de la Semana de Arte Moderno en San
Pablo 24 y el Manifiesto Regionalista de Freyre (1926); en Buenos Aires se formó el movimiento
martinfierrista que divulgó sus ideas en la revista Martín Fierro; el grupo Montparnasse en Chile
inició sus actividades en 1928 y en Cuba, Víctor Manuel, a partir de 1924 impulsó la constitución
de una “verdadera” imagen latinoamericana que nos diferenciara frente a la producción artística
europea. (Romera, 1974)
24
En 1920 un grupo de artistas, filósofos, escritores y lingüistas brasileros entre ellos Tarsira do Amaral, el filósofo y
poeta Oswaldo de Andrade fundaron el Movimiento Antropofágico; este movimiento impulsó el establecimiento de un
nuevo entendimiento de la historia y cultura brasilera, a partir del reconocimiento de su pluriculturalidad y la
reconstrucción de diversos medios de expresión y conocimiento como las milenaria tradición de la oralidad. En
particular, la concepción sobre la antropofagía construida por los europeos que construyó una imagen de América como
un mundo lleno de barbarie y destrucción, fue cuestionada y revertida en la creación de un mundo lleno de libertad para
la imaginación; en este sentido también criticaron la razón moderna y la civilización capitalista: “se fundaban en una
síntesis de la mágico y la razón moderna, en una asimilación de la tecnología moderna por el espíritu chamánico de la
selva. Ello significaba establecer un diálogo abierto entre “el salón y la selva”, entre la cultura erudita y la cultura
popular, entre memoria y pasado y los proyecto del futuro, e entre el regionalismo y el cosmopolitismo. Significaba
también una renovada armonía entre la tecnología y la naturaleza” (Baret, 2000:30).
74
modelos europeos, mientras que el arte popular es resultado de tradiciones de la época colonial o
épocas anteriores.
De esta manera, no se dio una única respuesta sobre “la esencia americana”: la diversidad de
respuestas marcaron el desarrollo de este proceso que paulatinamente fue inventándose, pero
básicamente los resultados parten del dilema de ser al mismo tiempo europeos y no europeos. En
esta perspectiva, los artistas como menciona Jorge Alberto Manrique (1974) “como un Jano”
llevaron dos rostros: reconocieron su identificación con la revolución de las vanguardias europeas,
utilizando sus técnicas y modelos pictóricos con lo cual fue posible una mayor libertad y la
realización de una imagen más sincera de la realidad americana.
Las diferentes realidades sociales, históricas y culturales de cada país también incidieron en la
variedad de posturas frente a lo propio: Argentina, Uruguay y Chile se identificaron con Europa,
resaltando su carácter de naciones “criollas”, mientras que México, Perú o Bolivia se definieron
como naciones “mestizas”.
De esta forma, el “Manifiesto del Sindicato de Artistas Mexicanos” resaltó la grandeza del “arte
popular” como fuente de inspiración, mientras que el movimiento martinfierrista no hizo ninguna
alusión al arte popular.
Estos movimientos artísticos fueron parte de los intentos por consolidar una unidad nacional y
alcanzar el anhelado “progreso” y la “civilización”; en esta medida, se proyectaron hacia el futuro y
se interesaron en el pasado. Los logros artísticos como “termómetros del progreso” representaban el
avance del país. Para cumplir con este propósito el mecenazgo oficial jugó un papel importante en el
desarrollo de la creación plástica. El equilibrio entre lo universal y lo local no se pudo mantener.
75
Sin embargo persistía una contradicción: realizar un arte nacional expresado en términos
universales. Esta ambigüedad fue determinante en el desenvolvimiento del arte nacional:
“en la medida que en los movimientos de aquella década crucial cuanto más era la
culminación de los afanes pasados, más tendrían que ligarse a esa tradición y más
comprometían su futuro (…). He dicho que lo que pasó en aquel entonces es la
gran bisagra o charnela que divide en dos la historia del arte latinoamericano desde
la independencia y abre la puerta hacia el futuro. Pero de las dos partes que
componen una bisagra pesaba más la que quedaba atornillada al muro de los
afanes románticos decimonónicos” (Manrique, 1974:26)
La actitud nacionalista entre 1920 y 1950 en América Latina fue en gran parte motivada por la
consolidación de la Revolución mexicana en 1922. Es así como la escuela mexicana irradió los
ánimos de rebeldía estética, social y política; la riqueza de la tradición de arte popular, el alto grado
de mecenazgo oficial, junto con el sentido de grupo, permitió la consolidación de los nuevos valores
reflejados en un arte público nacionalista y revolucionario. Sin embargo esta situación tan
emprendedora y abrumadora en la producción de obras solo fue posible en México.
76
En 1911, tras la renuncia de Porfirio Díaz, asumió la presidencia Francisco Madero, quien fue
apoyado por campesinos y obreros. Este último también sería derrocado dando lugar a numerosas
guerras internas que finalmente serían acalladas por la imposición de la Constitución Revolucionaria
de 1917 dirigida por Álvaro Obregón. Esta constitución significó un gran adelanto respecto a las
demás constituciones de América Latina: consagró la reforma agraria, el derecho al trabajo,
reconoció las organizaciones de trabajadores, el derecho a la tierra, la propiedad privada siempre que
no fuera contra el interés público, y estableció la separación de la Iglesia y el Estado.
En este contexto, los sectores de la intelectualidad mexicana impulsaron las reformas sociales; entre
los intelectuales se destacó en particular la figura de José Vasconcelos 25 (1882-1959) quien en 1920
fue nombrado rector de la universidad de México.
Vasconcelos consideraba que era necesario definir la cultura nacional a partir del conocimiento de la
cultura universal; asimismo, fue miembro del grupo el Ateneo de la Juventud, en cuyas tertulias se
estudiaba los problemas de estética formulados por el pensamiento de Nietzsche, Schopenhauer y
Bergson; en este ámbito de carácter antipositivista se fue constituyendo un grupo de intelectuales
que consideró a la actividad creativa como un valor fundamental para fundar la Nación. Se
consideró necesario aplicar y consolidar una “estética de nacionalismo espiritual” y una tradición
latinoamericana que se alimentara de las propias raíces americanas como de la herencia hispana y
europea con la finalidad de definir un pensamiento, una filosofía propia contenida en la nueva
civilización del mestizo.
De esta forma, para Vasconcelos el mestizo era el resultado de una mezcla cultural (a diferencia de
su concepción de mezcla racial) que lo convertía en el heredero de varios modelos culturales.
Con el nombramiento de Vasconcelos en 1921 como secretario de educación por un periodo de tres
años, se promovió una nueva mentalidad acerca de la función del arte para la sociedad. De esta
25
Vasconcelos con una formación universitaria de abogado y filosófica autodidacta es considerado como el responsable
de la formulación y puesta en marcha del modelo cultural y educativo subsiguiente a la revolución. La alfabetización
masiva, el énfasis en la acción artística como mecanismo de sensibilización, la construcción de bibliotecas, salas de
conciertos y lugares de pintura mural, así como la necesidad del artista latinoamericana de crear una tradición propia
fueron sus principales objetivos (Pini, 2000).
77
manera “el arte debería convertirse, para los artistas revolucionarios de los 20, en la posibilidad de
repensar y reformular su historia, y los muros fueron el escenario principal” (Pini, 2000: 82).
En las primeras décadas del siglo XX, el arte y la educación fueron concebidos como instrumentos
indispensables para mejorar la situación del país y cumplir con el requisito de la formación del
espíritu propio nacional; por lo tanto se estableció una estrecha relación entre arte-política-sociedad
preocupada especialmente por la formación de un proyecto cultural correspondiente a las
necesidades nacionales y latinoamericanas.
“El arte propio” significaba no solo una representación sino una interpretación de la realidad; el
artista fue el mediador en el entendimiento de la historia y los diversos acontecimientos sociales; en
esta medida, según las particularidades de cada región se valoró la subjetividad en aras de
corresponder a la ideas de creación de una nación libre que defendía la libertad en la realización
plástica.
Por otra parte, es importante resaltar los cambios producidos en el ámbito de la enseñanza de las
artes plásticas en México: a comienzos del siglo XX esta era impartida principalmente por la
Academia San Carlos, la cual se encontraba fuertemente influenciada por la academia tradicional
bajo la inspiración de temas religiosos.
Sin embargo, conscientes del notorio estado de decadencia del sistema de enseñanza, algunos
alumnos como José María Velasco (1840-1912) y Saturnino Herrán (1887-1928) incorporaron en
sus pinturas temas históricos donde idealizaban al indígena, con un gran interés en los temas
vernáculos. En 1906 organizaron una exposición cuyos motivos principales se centraban en aspectos
de la cultura popular.
26
El doctor Atl realizó estudios en la escuela de Bellas Artes, luego prosiguió sus estudios en Europa con una beca del
gobierno. En la universidad de Roma tomó cursos de filosofía, de Psicología y teoría del Arte de Bergson y de sociología
de Durkheim, y se vinculó al Partido Socialista Italiano. (Pini, 2000)
78
agitador contra la situación colonial, reforzó la personalidad contenida en la cultura mexicana y la
posibilidad de transmitirla en los murales (Pini, 2000).
La incidencia de las ideas del Dr.Atl se manifestó en la protesta contra la Secretaria de Instrucción
Pública en el año de 1910, con lo cual se interrumpió la realización de una exposición de pintores
españoles y se logró la financiación de una muestra que reflejaba los cambios en la plástica
mexicana. Asimismo, con la fundación del Centro Artístico, Atl también impulsó la consecución de
muros en edificios públicos, para realizar murales (Pini, 2000).
De esta manera, el nuevo proyecto empezó a incidir en la esfera socio-política; una prolongada
huelga de 1911 a 1913, en la cual se exigió la destitución del director de la escuela de Bellas Artes,
demostró la necesidad cada vez más reiterada de una reforma educativa. En este contexto, se creó la
primera “Escuela al aire Libre” 27 , cuyo establecimiento solo duró un año bajo la dirección de
Alfredo Ramos, quien siguió las pautas de la Escuela Barbizon; con una clara influencia del
movimiento impresionista y el pensamiento populista, sus alumnos (dentro de ellos los pintores
muralistas Orozco y Siqueiros) apoyaron la revolución, con el ánimo de eliminar las
discriminaciones raciales establecidas desde la colonia y valorar las raíces indígenas.
En esta perspectiva nacieron obras con un profundo sentido crítico de la sociedad; el teatro popular,
obras literarias como la raza cósmica de José Vasconcelos (1925), la obra gráfica de artistas como
José Guadalupe Posada 28 y la caricatura permitieron la divulgación de los problemas nacionales a un
pueblo iletrado.
La forma contundente, irónica y expresiva de las imágenes de la caricatura sería retomada por los
muralistas, quienes también se sirvieron del arte popular, los retablos, las pinturas de las pulquerías
con el objetivo de configurar el arte nacional:
27
Ver más adelante en el capítulo de Ignacio Gómez Jaramillo.
28
Posada es considerado como el narrador de la vida mexicana; más de 15. 000 grabados ilustran la vida social, político,
religiosa en sus diferentes facetas. Introdujo también elementos iconográficos como las calaveras; presentados como
antítesis de horror, efectuaban una crítica a los personajes famosos.
79
“Por ello, el interés central del arte que se impulsaría a partir de entonces, enfatizó
la importancia del mensaje, de la comunicación, de la incorporación de signos y
símbolos conocidos y transmitidos para un público amplio. La necesidad de un
lenguaje realista aparecía como un elemento imprescindible para que el arte fuera
eficaz en la proyección del mensaje. No debían enfrascarse en discusiones
formalistas; el arte debía ser eficiente en su papel comunicador” (Pini, 2000:94).
El lenguaje visual plasmado en los murales dependía de la forma como cada administración enfocara
sus ideas nacionalistas. Por lo tanto, no se puede hablar de un muralismo como un movimiento sin
cambios en sus planteamientos.
“Pero hace falta que el amor sea en sí mismo una obra de arte, y no un recurso de desesperados”
(José Vasconcelos, “La raza cósmica”, 1925)
80
En su libro “La raza cósmica” publicado en 1925 José Vasconcelos destacó la antigüedad de “las
civilizaciones” americanas; incluso, según su punto de vista, las ruinas arquitectónicas de mayas,
quechuas y toltecas son anteriores a los pueblos de Oriente y de Europa. A partir de este argumento
Vasconcelos se pregunta: “Si somos antiguos geológicamente y también en lo que respecta a la
tradición: ¿Cómo podremos seguir aceptando esta ficción inventada por nuestros padres europeos de
la novedad de un continente, que existía desde antes que apareciese la tierra de donde procedían
descubridores y reconquistadores? (Vasconcelos, 1925:2).
Vasconcelos concibe a la raza blanca como una cultura “preuniversal”, cuya misión es la de “servir
de puente (...) ha puesto las bases materiales y morales para la unión de todos los hombres en una
quinta raza universal, fruto de las anteriores y superación de todo lo pasado”. (Vasconcelos 1925:4)
“La quinta raza” o raza integral representa el fin ulterior de la Historia: la gran unión de todos los
pueblos (la raza negra- blanca- roja- amarilla), en la cual se conjuga un amor fecundo que permite
la creación de un nuevo tipo de hombres. En contraposición al concepto de “raza pura” defendida
por los sajones se busca detener la arrogancia de la dominación con el objetivo de crear una patria
libre en la cual todas las razas son iguales.
En este contexto, el autor crítica la forma como las repúblicas ibéricas han renegado o desconocido
sus tradiciones y se lamenta de la creación de pequeñas “nacioncitas” a partir del proceso de
Independencia, lo cual debilitó y permitió el dominio de los sajones en el plano político y moral. Por
81
lo tanto, es conveniente remontarnos a las fuentes de la civilización con la finalidad de consolidar
una fuerte “latinidad” que este conciente del peligro de la Unión Sajona:
Vasconcelos exalta las riquezas del trópico en donde las grandes civilizaciones han surgido, y donde
vivirá la Humanidad entera; este ambiente permitirá el surgimiento de una nueva estética o
arquitectura; inspirada por la conquista del infinito se volverá a construir pirámides.
“La ley de los tres estadios” define sus concepciones sobre las diferentes configuraciones sociales:
el estado material o guerrero, el intelectual o político y el espiritual o estético. En el primer estadio
es imposible la cohesión y prevalece la fuerza, la injusticia. En el segundo período prima la razón
sobre la libertad de expresión, se imponen dogmas y creencias que apresan a los individuos. Según
Vasconcelos, nos encontramos en este periodo del cual debemos salir. El tercer periodo se
caracteriza por la manifestación del espíritu creador; el gusto, la fantasía, y la belleza se conjugan
para formar la alegría del Universo. “Por encima de la eugenesia científica prevalecerá la eugenesia
misteriosa del gusto estético (...). Los muy feos no procrearán, no desearán procrear, ¿qué importa
entonces que todas las razas se mezclen si la fealdad no encontrará cuna? La pobreza, la educación
defectuosa, la escasez de tipos bellos, la miseria que vuelva a la gente fea, todas estas calamidades
desaparecerán del estado social del futuro” (Vasconcelos, 1925:29).
82
Según este autor, se producirá “un mejoramiento étnico” que funcionará a través de una selección
por el gusto. La nueva raza se sitúa por encima de todas las razas, disminuyendo los rasgos
indeseables hasta generar la extinción voluntaria de las razas más feas como la negra (¡!). De esta
forma, como primera medida es necesario libertar el espíritu con la finalidad de iniciar una fase de la
Historia a partir de la organización y reconocimiento de lo propio.
Vale la pena resaltar los mecanismos de persuasión utilizados por Vasconcelos, al reiterar la idea de
la construcción de una “nueva etapa en la Historia” sinónimo de redención para todos los hombres;
vincula sus ideas con el cristianismo, el cual también promulga estas ideas sobre la igualdad de
todos los hombres y la salvación por medio del amor, este último concebido como una revelación
divina: “La América, la verdadera tierra de la promisión cristiana”.
Para terminar y expresar sus ideas Vasconcelos ordenó construir en el patio del Palacio de la
Educación Pública cuatro grandes estatuas representando las cuatro grandes “razas”: la Blanca, la
Roja, la Negra, la Amarilla, “para indicar que América es el lugar de todas” y además una alegoría
sobre las cuatro civilizaciones que más pueden contribuir a la formación de América Latina: España,
México, Grecia e India (Asia). Aunque la construcción del edificio no se terminó tal como quería
Vasconcelos en 1924, se instalaron las estatuas de algunos de los principales representantes de la
literatura hispanoamericana: sor Juana Inés de la cruz, Justo Sierra, Amado Nervo, y Rubén Darío.
Por otra parte, vale la pena destacar los planes y cambios impulsados por Vasconcelos en la
enseñanza artística. Como primera medida destacó el fomento de las artes en todo el país a través de
la creación de talleres gráficos, “Escuelas al Aire Libre”; con el firme propósito de abrir las aulas a
todos los estudiantes, al pueblo mexicano , se fundaron diversos centros populares de enseñanza en
las cuales se facilitaron los materiales, se organizaron exposiciones con una fuerte divulgación
(incluso algunas de ellas viajaron a Europa); no hubo ningún requisito para ingresar a las escuelas y
se buscó que los profesores no intervinieran en la espontaneidad de las creaciones. Algunas
escuelas Al Aire Libre fueron establecidas en las ciudades, con un marcado interés en la situación de
las clases obreras.
83
“apareció la idea democrática, una especie de cristianismo artístico bastante raro y
un principio de nacionalismo. También los discípulos eran muy diferentes. En vez
de estudiantes de arte llegaron toda clase de gentes...lo mismo chicos que grandes.
No había preparación alguna. De buenas a primera se les ponía en las manos los
colores, telas y pinceles y se les pedía que pintaran como quisieran lo que tenían en
frente (...) el resultado era sencillamente maravilloso, estupendo, genial. No había
adjetivos suficientemente elocuentes para calificar la obra. El conocimiento previo
de la geometría, de la anatomía, de la historia, de la teoría del color, eran una cosa
académica y un estorbo para la libre expresión del genio de la raza, sin precisar de
cuál. El profesor no tenía nada que enseñar a los discípulos; al contrario eran ellos
los que enseñaban al profesor”.
(Orozco, en Pini, 2000: 103).
Sin embargo, los cambios en los gobiernos no permitieron la continuación de los proyectos de
Vasconcelos; asimismo las concepciones sobre el arte mexicano fueron modificadas con el paso de
los años y con ello las ideas expuestas anteriormente tuvieron cierta resistencia en los siguientes
políticas implantadas por los nuevos dirigentes.
El nuevo proyecto del estado se basaba, en una ideología nacionalista y populista; se preocupó por
la difusión y construcción de un lenguaje visual en el cual se configurara la nueva imagen y la
identidad de la nación mexicana, mediante el redescubrimiento de valores, tradiciones y motivos
autóctonos.
84
De esta manera, el movimiento muralista de convirtió en el paradigma del proyecto de regeneración
cultural, a partir de la administración de Álvaro Obregón (1920-1924) y su ministro de educación
José Vasconcelos, quienes estaban fuertemente influidos por un pensamiento liberal y los ideales de
la Modernidad.
Bajo esta perspectiva, en el plano cultural, impulsó la renovación de las estructuras y los
fundamentos del arte partiendo de una transformación de la realidad social y cultural; este hecho se
vio reflejado en la difusión de los movimientos de vanguardia de los cuatro primeras décadas del
siglo XX como lo fueron el futurismo italiano, el expresionismo alemán, cubismo, dadaísmo,
surrealismo:
“No debe olvidarse tampoco en este contexto que de Gauguin a Lorca, de los
expresionistas alemanes a los surrealistas franceses, desde Stravinsky a Klee, el
propio arte europeo del siglo XX ha mantenido un intenso diálogo entre lo
moderno y lo que todavía llamamos primitivo, entre los valores abstractos de la
racionalidad tecnocientífica y los valores abstractos definidos por las religiones y
culturas planetarias más antiguas en Asia, América y África” (Baret, 2000:30).
Es así como el muralismo es influido por el pensamiento de la época, es decir por las ideas de la
modernidad manifestadas en los postulados de nacionalismo y vanguardia. De esta manera, este
movimiento se propuso la creación de un arte nacional, basado en el reconocimiento del mestizaje
racial, de los rasgos “propios” de la cultura mexicana, con la introducción de nuevas formas para
esa expresión y la preponderancia de los artistas, debido a su ejemplar disposición en la elaboración
del nuevo lenguaje vernacular que se plasmaría en los murales, los cuales debían ilustrar el sentido
monumental y los valores éticos de la nueva raza. Estas representaciones demostraban los pasos
hacia el “progreso” y la “civilización” de la pujante y naciente nación mexicana: “El resultado fue la
elaboración de un discurso público estético e iconográfico de proporciones monumentales que desde
los veinte ha sido sinónimo de la reivindicación del etnos nacional efectuado por la Revolución”
(Ramírez, 1998:108) .
85
Las condiciones de accesibilidad pública, el uso de una temática próxima al imaginario del pueblo,
así como las cualidades de monumentalidad, hicieron de los murales una excelente herramienta
artística para satisfacer y legitimar los propósitos del Estado. Por lo tanto, el curso del desarrollo de
este movimiento se encuentra estrechamente ligado al desarrollo de la política del Estado. De esta
forma, varios de los integrantes e impulsores del muralismo, dentro de ellos Siqueiros y Rivera,
estuvieron ligados al Partido Comunista; las declaraciones expuestas en el Manifiesto de 1923 se
encuentran estrechamente ligadas a los planteamientos de la revolución proletaria, los cuales
buscaban ante todo socializar el arte:
Sin embargo, con la llegada del nuevo gobierno presidente Calles en reemplazo de Obregón estas
propuestas socialistas no tuvieron mayor continuidad y se le fueron apagando las luces” al proyecto
muralista
86
87
CAPITULO V.
LA PERSPECTIVA DE LA MIRADA
“La imágenes visuales seleccionan para exagerar o aislar elementos que den un sentido u otro a la
acción, se manipula el tiempo y el espacio, y se crea la ambigüedad suficiente o necesaria para que
las imágenes se lean, inquieten y persuadan de muchas maneras e incluso que, en situaciones de
contacto cultural y cambio social, se adecuen o modifiquen según las condiciones de existencia”
(Buxó, 1999) .
La actitud moderna frente a la obra de arte es en gran parte promovida en el siglo XIX por los
estudios realizados por Giovanni Morelli (Morelli en: Ginzburg, 1983) quien planteó que para
analizar un cuadro es necesario examinar los detalles y las características de las escuelas a las cuales
no pertenecía el pintor. En este sentido, sus observaciones se centran alrededor de “minucias” (uñas,
lóbulos auriculares) contenidas en la obra que a la manera de un detective percibe aspectos
imperceptibles para la mayoría de la gente. Estos planteamientos también influyeron la formación
del psicoanálisis a través de propuesta de un método interpretativo basada en la búsqueda de los
datos escondidos -inconscientes-. Este tipo de observación y análisis detallado de la imagen, como
menciona Burke (1997) es establecido en gran parte por el desarrollo de los microscopios en el
siglo XVII por los holandeses Cornelis Drebell (1572-1633) y Jan Swammerdam (1637-1680)
quienes empezaron a estudiar a los insectos.
En esta medida, la reconstrucción de “la historia” es posible a partir de estos “fragmentos”, “huellas”
que revelan la vida e infinitas nociones de conocimiento y desconocimiento; la utilización de datos
prácticamente invisibles es dispuesta por el investigador con el fin de construir una narrativa que
posibilite su lectura.
88
Las imágenes visuales (objetos, paisajes, textos) permiten un acercamiento en cierta medida
“comprimido” de la sociedad, si bien es cierto que “una imagen vale más que mil palabras”. De esta
forma, la pintura mural es un artefacto que conviene analizar detenidamente, y su mirada y estudio
nos sitúan en el contexto del pintor. Sin embargo, es conveniente tener en cuenta en que medida “la
mirada” permite este acercamiento, pues la ejecución de una pintura pasa por las manos y los ojos
del pintor, es decir “el momento de la pintura” también está determinado por otros elementos que
se escapan a la visión, como son el ánimo del pintor, los medios técnicos , etc. La introducción de
otros mecanismos cognitivos fuera de la visión como el tacto, el gusto, son también recursos para la
apreciación de la “cultura material” a la cual pertenecen todo tipo de objetos (el espacio, la ciudad,
los sueños) o construcciones materiales y simbólicas que pueden dar indicios sobre los aspectos de
cualquier sociedad.
Por lo tanto, el análisis de estos artefactos debe tener en cuenta un conjunto más amplio de
posibilidades para su conocimiento; los medios de difusión de este conocimiento también
determinan y delimitan los alcances de su reconstrucción, al igual que su lectura desde presente nos
habla más del presente que del pasado. Es importante destacar como leemos las imágenes y se
establecen exaltaciones o ausencias. La ausencia también es realmente elocuente. ¿Cómo la imagen
puede llegar a dirigir las conciencias y manipular los comportamientos? ¿De qué forma la sociedad
transmite sus ideas, sus gustos, sus pensamientos en las imágenes?
Las apreciaciones sobre las formas que se hacen visibles definen la pertenencia a una cultura visual
que constantemente legitima la comunicación y el conocimiento a partir de apoyos visuales y
descripciones que nos hagan visualizar las situaciones. La reproducción de imágenes y textos
impulsada con la imprenta permitió el surgimiento de una cultura que busca la precisión, la
demostración de la verdad a través de objetos visibles que construyen la realidad, así como la
implementación de una mayor movilización a través de la imagen; por medio de esta se organizan y
reflexionan sobre sí mismas las sociedades contemporáneas; en particular la visión ejerce un control
sobre los individuos, modifica las conductas y los espacios se construyen de acuerdo a las
condiciones que despierta las propiedades de la visión.
89
En la situación del panóptico expuesto por Foucault (1975) se ilustra el caso de un poder visto por
observadores invisibles y un poder invisible que ve todo sobre todo el mundo; el panóptico es un
mecanismo de poder a través de la mirada; así mismo la validez del conocimiento de la diversas
áreas de conocimiento como la geología, la criminología y la pedagogía, es posible a partir de la
creación de sus archivos, estadísticas, fotografías, encuestas que registran los fenómenos a mirar y
analizar (Latour, 1998).
En este sentido, siguiendo las ideas de Foucault concebimos ciertas nociones como “naturales” en
gran parte por el poder de un discurso hegemónico que manipula la visualización, los pensamientos
y conocimientos. En el caso de la noción del espacio admitimos el espacio público, el espacio
privado, espacio familiar y social, “espacios todos informados aún por una sorda sacralización”. La
concepción del espacio como propone Bachelard, no es vacío y homogéneo sino que se constituye
por un “espacio quizás por fantasmas; espacio de nuestras percepciones primarias; el de nuestros
sueños, el de nuestras pasiones (...) espacio leve, etéreo, transparente” (Foucault, 1997: 85). En este
sentido, el conocimiento del espacio es infinito, existen múltiples relaciones de las que aún no se
sabe que pudo ser o si continuaban siendo cuando fueron y dejaron de ser.
5.2 EL MÉTODO
Es importante aclarar el problema del método o modelo de análisis para los discursos visuales. La
escuela de Viena vincula estrechamente dos aspectos: la historia cultural y la historia de las formas
con el fin de comprender y definir los elementos internos que conforman una obra de arte. En esta
medida, la obra no está aislada de la sociedad y se entiende en función de su significación religiosa,
política, etc. En esta perspectiva “la historia del arte” es también una historia de la cultura, de las
ideas; las concepciones y entendimiento de las obras reflejan los cambios de las sociedades a lo
largo de los años.
Otra tendencia de análisis propone el estudio de una “historia del lenguaje visual”: la obra de arte es
concebida como un “discurso visual” elaborado a partir de diversas influencias y manipulaciones de
poder y conocimiento que constituyen un proceso comunicativo basados en la utilización de diversos
90
signos, códigos, mensajes. Así mismo, otro enfoque de conocimiento es el “análisis estructural” que
analiza y define la organización interna de los elementos sin que ninguno de ellos se escape a la
configuración total (o estructura), la cual no varía aunque se modifiquen los elementos. La historia
del arte como ciencia, intenta descubrir estas leyes internas expuestas en la composición, y en el
contexto social- político en el cual es producida la obra.
Con el fin de reconocer los códigos del sistema de representación que como normas convencionales
constituyen “el pensamiento visual” y posibilitan la comunicación, el análisis comprende dos
niveles de aproximación:
Este enfoque parte de los principio de la Gestalt que intentan conocer cómo funciona la inteligencia
humana y la percepción de las formas según los delineamientos de cada sociedad; los códigos
visuales se establecen de acuerdo a normas fijas como las establecidas en el lenguaje hablado, “ver
algo significa asignarla un lugar en una totalidad (...) todo acto de visión es un juicio visual”
(Villaseñor, 1998: 83).
De acuerdo con Pierre Bourdieu (1998), la interpretación o mirada sobre una obra de arte puede ser
múltiple, según el punto de vista del observador o del crítico de arte. Las categorías con las que se
percibe una obra no sólo están definidas por el contexto histórico (según el cual varía la definición
de arte, de gusto, de estética) sino que se encuentran en un espacio de confrontación -de luchas, en
palabras de Bourdieu- que están en relación con la posición y los intereses sociales de los mismos.
No hay, entonces, un única mirada, ni “una verdadera obra de arte”, “ni un verdadero artista,”, sino
visiones condicionadas por la historia y el poder. Los gustos, las distinciones entre lo bello y lo feo,
la sensibilidades estéticas varían a lo largo del tiempo, de acuerdo con estos dispositivos de poder.
Este proceso de historización no es únicamente un movimiento que relativiza el arte como proceso
social, sino que consiste, sobretodo, en captar algunas de sus disposiciones, como producto de la
91
historia que le permite al “consumidor” entender la experiencia estética de forma reflexiva. No hay
esencias en el arte, sino confluencia de redes culturales y sociales.
En cuanto a las teorías de representación que parten de la preguntas: ¿De dónde proviene el
significado de la representación? ¿Cómo se puede decir “la verdad” del significado de una palabra o
imagen? Stuart Hall (1997) nos presenta tres diferentes acercamientos (“reflexivo”, “intencional”,
“constructivista”) que desarrollan el problema a través de la función del lenguaje en la producción
del significado de la representación.
En particular, es relevante el punto de vista “constructivista” 29 pues tiene en cuenta el carácter social
del lenguaje. En este sentido, el sistema de lenguaje y representación está determinado por el
contexto social; el código lingüístico (formado por la relación entre el signo-significado) vincula las
palabras o imágenes (signos) con las ideas o conceptos (significado) con lo cual es posible el
lenguaje. En esta medida, para los “constructivistas” todos los signos son “arbitrarios”, es decir no
existe una relación natural entre el signo y su significado, el lenguaje no es el espejo del mundo y
está en permanente construcción de nuevos significados a través de la interpretación, la cual varía de
acuerdo a las circunstancias históricas, sociales, políticas. Por lo tanto, los objetos funcionan como
signos, simbólicamente representan conceptos. El lenguaje consiste en la organización de signos o
códigos en múltiples relaciones, contrastes y diferencias definidas por las convenciones sociales.
Al analizar una pintura podemos apreciar como operan ciertos códigos, preguntándonos: ¿Cuáles
son sus significantes y sus significados? ¿Qué significa la pintura? ¿Cómo está representada? En esta
perspectiva, el estudio de los signos o semiótica considera a los objetos -ropa, imágenes,
fotografías... etc.- como signos que pueden ser leídos e interpretados en estrecha correlación con la
cultura. En un primer nivel se reconoce el material como una “denotación” (descripción básica) y en
un segundo nivel la “connotación” donde se encuentra su significado.
29
El punto de vista “constructivista” del lenguaje, fue propuesto por el lingüista Saussurre ( 1857-1913). Su trabajo
plantea un modelo de estudio del lenguaje a partir del problema de la representación y producción del significado
contenido en los signos o sistema de convenciones, esre modelo permitió el desarrollo del estudio de los signos o
semiótica. Las reglas y códigos del sistemas linguistico determinan la estructura del lenguaje el cual puede ser estudiado
de forma rigurosa, mientras que el acto de hablar “la parole” que compone la segunda parte del lenguaje es muy variable,
por lo tanto no es posible su estudio científico.
92
De otra parte, Barthes introduce el concepto de “metarrelato”, el cual enfatiza la forma como el
significado de las representaciones se inserta en variadas unidades a analizar; las causas - efectos-
intenciones - discursos-narrativas constituyen una compleja cadena o sistema de acontecimientos
demarcado por la sociedad, el poder y el conocimiento (Hall, 1997).
Para Foucault la definición y comprensión del sujeto de la representación es relativa desde el punto
de vista que se asuma. Para ejemplificar su pensamiento, Foucault analiza el cuadro de “Las
Meninas” de Velásquez, elaborado a través de un juego de espejos. En este cuadro la interpretación
de la representación puede ocurrir desde tres posiciones: primero la del espectador, quien establece
las relaciones entre los elementos y produce un significado; asimismo la del pintor quien está en dos
posiciones: dentro del cuadro y afuera en la posición de espectador. Por último, se destaca la
posición del espejo situado en un muro frontal, el cual es real y a la vez no real: refleja al rey, pero
no refleja al(os) espectador(es). Los reyes nos sustituyen, estamos representados como reyes pues
dirigimos la lectura de escena, es decir el sujeto que representa (quien establece un juicio sobre la
representación) es el mismo sujeto de la representación (al cual se le atribuye un significado).
En el siguiente capítulo, me propongo hacer una descripción y análisis de las producciones murales
más significativas de Pedro Nel Gómez. Luis Alberto Acuña e Ignacio Gómez Jaramillo, tres de
los más destacados muralistas colombianos. Las imágenes de sus murales son concebidas como un
“lenguaje visual”, que puede ser leída a través de la apreciación de sus cualidades pictóricas, su
contenido iconográfico, su significación dentro de un contexto social e histórico.
93
CAPÍTULO VI
EL MURALISMO EN COLOMBIA
“En la exposición universal de 1923, efectuada en Bogotá, una de las atracciones del público
visitante se propagaba así: “Por cinco centavos se exhibe un indio de Tierradentro, y adentro
posaba el indio (o cualquiera que fingía ser tal) semidesnudo o portando una flecha” (Uribe Celis
1985: 54)
Durante los años 20 (1920-1930) en Colombia se presentaron diversos procesos en la vida social y
cultural, los cuales fueron producto de la modernización económica y social que consolidaron la
entrada de la República de Colombia a la dinámica capitalista. La población rural emigró a las
ciudades con lo cual se incrementaron y aceleraron los procesos de urbanización, y emergieron
diversos barrios obreros en las ciudades de Bogotá y Medellín, epicentros de la industrialización, y
se conformaron “cinturones de pobreza” alrededor de las ciudades.
El avión, los carros, las construcciones de carreteras y vías férreas, el cine, la radio fueron
introducidos, influyendo en los modos de pensar y sentir de la sociedad; se instauró una moral
capitalista que impuso el aumento del capital, la exaltación del trabajo, el individualismo, la
competencia, lo cual conllevó a una crisis de los valores tradicionales y religiosos de la sociedad
colombiana.
Como advierte Uribe Celis (1985) en una nota de los periódicos de la época se sostenía: “la
humanidad se inmoraliza, el honor, la lealtad, la dignidad todo eso vale menos que poseer un millón
de pesos”. 30
94
La racionalización del Estado se impulsó a través de reformas administrativas; se reorganizaron los
Ministerios de Justicia, Trabajo, Educación y Salud; se creó la Contraloría y la Superintendencia
Bancaria. Las misiones extranjeras influyeron en diferentes campos: en la educación, la reforma
fiscal, la reforma militar, la penal (en 1923 la misión Kemmerer reformó el Banco de la República).
En 1918 y 1920 se expidieron leyes para proteger el legado histórico, y se prohibió sacar del país
objetos históricos; se decretó la extinción de los resguardos considerados como un obstáculo al
desarrollo de la propiedad raíz.
Las preocupaciones de la formación “del nuevo hombre” y sus capacidades para llevar a cabo la
modernización, se manifestaron en la realización de campañas higiénicas, profilácticas, de
vacunación. En ese contexto se presentaron los diversos debates sobre la raza, en los cuales tomaron
la palabra el médico conservador Miguel Jiménez López y los ideólogos liberales Luis López de
Mesa, Lucas Caballero Calderón, Agustín Nieto Caballero, Calixto Torres Umaña, entre otros. Así
mismo, en 1927 el líder conservador Laureano Gómez dictó – como se dijo anteriormente - una
serie de conferencias en el Teatro Municipal cuyas ideas – como se comentó - están basadas en tesis
deterministas-geográficas de tendencia positivista en conexión con el fascismo europeo, sostenían la
inferioridad de la “razas” colombianas. Estos debates desvían la atención sobre las verdaderas causas
de las desigualdades sociales y económicas.
La incidencia de la Iglesia seguía siendo muy fuerte en la política y vida cultural del país. .Los
fraudes en las elecciones eran generales; la comprensión de las instituciones cívicas como el sufragio,
la democracia, el gobierno eran mínimas: el cura y el alcalde, como cacique, decidían por la mayoría
de la población y la iglesia dictaminaba por quien se debía votar.
A pesar de este panorama, surge una aire de renovación y cambio en cuestiones de legislación obrera
(1921: Seguro colectivo obligatorio, 1923: proyecto de beneficencia pública, jornada de ocho
horas...etc.) y consideraciones en torno a la propiedad como función social, reformas promovidas en
gran parte gracias a la formación del proletariado urbano, el aumento de la criminalidad y la miseria.
95
conflictos sociales en los zonas de dominio extranjera (como en los asentamientos de petróleo y la
matanza de las bananeras). Igualmente se consolidó la conformación del Estado nacional unido al
desarrollo del capitalismo del mercado nacional.
El afán de conocer el pasado nacional y construir una memoria colectiva fue manifiesto a través del
establecimiento de las fiestas de bandera, el himno nacional (adoptado en 1920), la mistificación y
exaltación de los héroes fundadores de la república, la construcción de estatuas y bustos, la
reglamentación de la instrucción cívica y las conmemoraciones obligatorias en las escuelas.
En la década del veinte irrumpen en Colombia nuevos movimientos sociales que desbordarían las
formas de participación política tradicionales, influidos por la Revolución Rusa (1917) y la
Revolución Mexicana, y en particular la difusión de la ideas marxistas y del movimiento político
peruano APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). En el plano político esto se expresó
con la fundación del Partido Socialista y la fundación del Partido Comunista en Colombia, que
defendían los intereses de la incipiente clase obrera, impulsaban la revolución agraria y, también,
exaltaban una identidad basada en nuestra raíces IndoAmericanas (Pineda, 1988: 215).
Por ejemplo, el Partido Comunista propuso en 1934 al indígena Eutoquio Timoté como candidato a
la presidencia de la República, en competencia con Alfonso Lópéz Pumarejo. La influencia sindical
se proyectó también a muchas zonas indígenas, como el Cauca y la Sierra Nevada de Santa Marta.
31. Benedict Anderson (1983) sostiene que la novela y los medios de comunicación permiten imaginar la nación al
establecer vínculos y acercamientos entre individuos distantes en el espacio y en el tiempo.
96
Los indígenas entraron a formar parte, junto con los campesinos, los trabajadores, y otros sectores
urbanos populares, como actores de la historia nacional.
Como veremos, a través del arte se manifestó una actitud de crítica social acompañada con la idea
de la consolidación de una sociedad o civilización en la cual prima la razón científica y la
tecnología; asimismo los artistas negaron la existencia de una identidad fija, contraria a la estructura
de la sociedad moderna, creando nuevas formas de narrativas frente a la Nación, pero “atrapadas”
en las contradicciones de construir un discurso y representaciones modernas sobre el pueblo que
caracteriza la Nación: en esta medida también las vanguardias fomentaron una nueva conciencia
histórica, la racionalidad orientada hacia el futuro, la idea de progreso y una nueva consideración
del pasado. En este contexto, la representación del PUEBLO se constituyó en una preocupación de
los pintores y muralistas, y otros narradores de la nación:
97
6.2. EL BACHUÍSMO COMO VANGUARDIA DE LA MODERNIDAD
Durante la década del treinta se desarrolló, entonces, un ambiente propicio para el surgimiento del
movimiento bachué el cual dio paso, como se expuso, al inicio del arte moderno que rechazó los
cánones de representación pictórica predominantes durante los dos primeros decenios del siglo XX.
Los pintores y muralistas bachués introdujeron un “nuevo estilo”, basado en el intento de plasmar
“la cultura nacional” a través de la introducción de nuevos temas y imágenes que permitieran
consolidar la memoria de un discurso común a todos los individuos de la nación, y la idea de
integrar a todos como formando parte del mismo PUEBLO, articulando diferencias en la Unidad
representada en la Nación.
El bachuísmo fue una tipo de vanguardia en cuanto que compartió las ideas fundamentales de otras
vanguardias artísticas; su intención fue romper con las tradicionales posiciones del arte en la
sociedad y plantear una nueva forma de comunicación y un “nuevo estilo” de expresión artística.
Este “nuevo estilo” estuvo determinado por un componente revolucionario y utópico, el cual se
basó, como menciona Eduardo Subirats, (1989) en “la idea de un arte absoluto y el objetivo de la
obra de arte total”:
“La obra de arte total” se refiere a la idea de “integrar al individuo en una cultura
definida sobre la base de valores estéticos (...) la estética del absoluto se convirtió
en uno de los más importantes valores formales del expresionismo, cubismo, el
purismo y el neoplasticismo (...) en todas ellas la obra de arte no apuntó solamente
a una integración conjunta de todas las artes. Al mismo tiempo el diálogo múltiple
entre las artes permitió indagar un sentido original y primario de la creación
artística misma” (Subirats, 1989:98).
98
visual por medio de la abstracción y la geometrización, rechazando la representación mimética de la
realidad).
De esta forma, de manera paradójica el bachuísmo fomentó el retorno a las raíces, la búsqueda de
la identidad, una vinculación del pasado con el presente, pero en la perspectiva de construir una
sociedad racional. El Mito se articuló con la Razón, como la afirmación de una Pasado común para
construir un futuro, una Nueva Nación, que abarcara todos los individuos.
Como menciona Pedro Nel Gómez: “la sociedad colombiana empezaba a agitarse al impulso de una
serie muy compleja de conflictos hasta entonces latentes (…). Era la modernización incipiente que
daba sus primeros coletazos sobre el edificio de nuestro orden antiguo. Pobreza, proletarización,
migraciones campesinas e interurbanas, desempleo, violencia, huelgas, luchas por la tierra asomos
amargos de una renovación cultural y cambio de valores” 32 .
Aunque los muralistas colombianos no tenían una vinculación política radical –como era el caso de
los grandes muralistas mexicanos– sus obras abrieron nuevas perspectivas y nuevos discursos de la
nación y desencadenaron también grandes resistencias frente a los temas tratados y su perspectiva
estética.
En 1930, por ejemplo, Luis Alberto Acuña ejecutó un mural en la Iglesia de la Sagrada Familia en
Bucaramanga representando un maestro de escuela rodeado de niños; el mural fue rechazado, según
Acuña porque los niños eran mestizos, negros y blancos (Medina, 1995).
32
Pedro Nel Gómez en: Revista Nueva Frontera, junio 18, 1984. pág: 8.
99
En 1935 Pedro Nel Gómez firmó un contrato para elaborar los frescos de la nueva sede del Palacio
Municipal de Medellín; a partir de la concertación entre el contratante y el contratado se decidió que
la región antioqueña fue el tema central de la representación: economía minera, cafetera, exaltación
del trabajo; este mural titulado “Tríptico el trabajo”, realizado en el año de 1938, pretende efectuar
una toma de conciencia de las consecuencias de la industrialización en Antioquia.
En el mural “La República” inaugurado en 1937 en la nueva sede del Palacio Municipal, Pedro Nel
Gómez efectuó una representación sobre el malestar reinante en la sociedad colombiana ante el
descontento por la pérdida del control sobre los recursos naturales. En la parte superior se encuentra
el pueblo desnudo luchando y, en la parte baja, sitúa a los políticos e intelectuales bien vestidos
observando un mapa que señala las zonas donde el país ha perdido su soberanía. Diferentes
personajes de la sociedad aparecen pintados, tales como el presidente Alfonso López Pumarejo,
Jorge Eliécer Gaitán, el cronista Luis Tejada, el poeta León de Greiff etc. Es también significativo
que el clero no se está presente en este mural, lo cual nos muestra como el pintor no realizaba una
pintura al servicio del sistema y mantenía una autonomía en la ejecución. Su mural fue fuertemente
criticado por diversos sectores debido a “la deformación de los cuerpos”, “la extravagancia
colorística” ,“el atrevido desnudismo”.
Los murales realizados por Ignacio Gómez Jaramillo “La insurrección de los comuneros” y “La
liberación de los esclavos” (1938-1939) exhibidos en el Capitolio Nacional también causaron un
gran escándalo y se ordenó su cubrimiento por parte del Concejo Municipal pues – según sus
adversarios-- chocaba con el estilo arquitectónico del Capitolio.
En 1947 Pedro Nel Gómez realizó un conjunto de frescos en la facultad de Minas en Medellín;
entre 1947 y 1968 ejecutó ocho otros frescos; Ignacio Gómez realizó entre 1954 y 1968 cuatro
murales, y el maestro Acuña elaboró cuatro entre 1960 y 1974. Otro artista cuya obra es
prácticamente desconocida es Sergio Trujillo Magnenat, quien elaboró seis murales entre 1953 y
1962 (Medina, 1995).
100
A pesar del interés de ciertos sectores sociales por promover la realizaciones de murales (por
ejemplo, en 1933, el Diario El Espectador sugiere decorar con murales la nueva sede de la Biblioteca
Nacional), el muralismo no contó – a diferencia de México - con el apoyo decidido del Estado. Si
bien con el ascenso del liberalismo se promovió una “revolución educativa”, esta no tomó las
dimensiones mexicanas y el arte en gran parte continuó siendo definido para una elite muy
reducida.
El desinterés oficial, así como las criticas sobre los murales por parte de la prensa (El Siglo dirigido
por Laureano Gómez33 , el Tiempo, el Espectador) reflejaron, asimismo, un desconocimiento de su
dimensión plástica (hablarían de “carencia de perspectiva”, “cuadros murales”). En síntesis estas
reacciones nos muestra “el sólido muro” de resistencia que impediría la ejecución de murales y la
aceptación de sus representaciones en un plano monumental. Según Medina (1995), en 1946 la
facultad de Artes plásticas del Instituto de Bellas Artes de Medellín fue cerrada con el objetivo de
limitar a los seguidores de Pedro Nel. De esta forma, entre 1940 y 1950 se ordenó tapar numerosos
murales, a pesar de la presencia de la presidencia liberal de Eduardo Santos (1938-1942) y de López
Pumarejo (1942-1945).
A continuación expondré y analizaré algunas de las principales obras murales de los tres principales
pintores mencionados, principales protagonistas del movimiento muralista.
Desde muy pequeño Pedro Nel Gómez estuvo resuelto a ser pintor; a los doce años ingresó a una
escuela de pintura y dibujo en Medellín, donde hizo sus primeros trabajos pictóricos durante ocho
años hasta 1920. Realizó estudios universitarios de ingeniería en la escuela de minas de Medellín y en
1924 viajó a Bogotá, donde participó en las tertulias del café Windsor junto con Tomás Carrasquilla,
33
Laureano Gómez, presidente de Colombia entre 1950 y 1953 concluyó su mandato al ser derrocado por el golpe militar
de Rojas Pinilla. Atacó y detuvo los impulsos de los muralistas por estar identificadas con las clases populares y las luchas
de igualdad social. Así mismo consideró al expresionismo como “un síntoma de pereza e inhabilidad en el arte”. De esta
manera, fue partícipe de los enfrentamientos ideológicos que se proponían detener las reformas dirigidas por López
Pumarejo. (Medina 1978:312)
101
Ricardo Rendón, León de Greiff, entre otros. Trabajó como ayudante de arquitecto y expuso sus
trabajos de acuarelas.
En 1925 se desplazó a Europa y se estableció en Florencia; estudió durante 7 años las técnicas al
fresco de los pintores renacentistas, contrajo matrimonio con una italiana llamada Juliana. En Italia
participó en varias exposiciones como en la Exposición de pintores latinoamericanos en Roma y la
Exposición internacional de Florencia en 1928.
La influencia de su maestro italiano Felice Carena, se encuentra reflejada en su obra a través de la
conjunción de la tradición académica del renacimiento y el expresionismo, así mismo Pedro Nel tuvo
un gran interés en la obra de los pintores Cézanne 34 y Soutine 35 , como menciona Pedro Nel respecto a
sus estudios en Europa: “no era mi intención convertirme en un mero copista. Por ejemplo, me
interesé por estudiar cuidadosamente el fresco (...) A mí lo que me inquietó fue el porqué pintaron el
fresco” (Patiño, 1986).
Cuando regresó a Colombia, hacia 1932, Pedro Nel se dedicó a elaborar frescos en diversos recintos
públicos; de 1935 a 1940 elaboró trescientos metros cuadrados de pintura mural en el fresco del
Palacio Municipal de Medellín. Asimismo, dirigió la Escuela de Bellas Artes de Medellín durante
varios años, trabajó en el proyecto de planificación de la Ciudad Universitaria de Medellín y en la
ejecución de barrios en Medellín como los Laureles (Guillén, 1949).
En una entrevista que se le hizo con ocasión de la elaboración de un documental sobre su vida,
titulado “Pedro Nel: pintor de la Patria” (1980), declaró:
“Cuando iba a la escuela de niño a lo largo del río pintaba acuarelas (…). Tenía
una dedicación, vocación resuelta… a eso se debe que sea el único fresquista; los
únicos fueron los mexicanos y se extrañaron cuando me vieron”.
34
Al parecer en la obra de Pedro Nel predomina la utilización de la pincelada aireada de Cézanne que luego se manifiesta
con la acumulación de manchas.
35
Pedro Nel retoma de la obra de Soutine la estética de lo feo, lo cual se expresa por medio del descuido en las
proporciones de sus figuras, es decir la negación de la armonía y la sensualidad en la anatomía de sus figuras, con el fin
de no desviar la atención hacia los detalles carentes de importancia (Medina, 1995).
102
“Los mexicanos pintaban el fresco con blanco. Yo ponía los colores intensos para
buscar el tono vivo sin blanco y eso fue toda una discusión”.
“Pintar en bóvedas fue una labor muy dura, pinté acostado en un superficie muy
vasta!”
Pedro Nel se enorgullecía de ser en aquella época el único pintor que utilizaba la técnica del fresco en
Colombia: “Ignacio Gómez en Bogotá no pudo ganar la batalla”.
En 1934 pintó “Mesa vacía del niño hambriento” en el Palacio Municipal de Medellín. Esta obra fue
vista como “un gesto en alto” ante la miseria de los sectores más desfavorecidos del país. En 1937
pintó otros frescos en los cuales resalta a los héroes, la perdida de Panamá, la imagen de un niño
asesinado en contiendas políticas.
El fresco del Palacio Municipal (“Un niño hambriento”) tuvo mucho impacto en la época al pintar los
problemas de la nación junto con retratos de personajes políticos.
En la pintura de Pedro Nel Gómez, el cuerpo se encuentra en estrecha relación con el trabajo, con los
valores físicos y espirituales:
103
“Muy distinto de Europa que la modelo está en el taller, yo estudié el desnudo en la
vida. Tengo la cultura del minero del cuerpo humano, esa es la cultura que tengo
yo, es una herencia importante. No es el desnudo coqueto en el taller; está en el
paisaje, en el trabajo. Se debe a mi educación desde niño en Anorí. Mi padre era
minero que manejaba otros mineros. Con las barequeras realicé colecciones de
desnudos. Es la luz del ambiente, de la naturaleza y no del taller. El problema de la
luz en el cuerpo es especial, se funde con el paisaje; eso lo entendí desde muy
temprano... yo iba a ver a mis compañeros, eso pasaba en el renacimiento con la luz
natural” (Gómez, 1981).
Su manejo del desnudo también se relaciona con las motivaciones de pintar a la gente que lo rodea
en un medio “natural”, en particular las figuras de las barequeras. Como bien nos cuenta Pedro Nel su
padre era minero y llegó a dirigir a 500 barequeros, quienes se sumergían totalmente desnudos o con
taparrabos en el río Nechí en búsqueda de oro (Patiño, 1986).
Pedro Nel Gómez ha sido considerado como el precursor del fresco en Colombia; su obra es muy
extensa: incluye miles de metros cuadrados de frescos, así mismo incursionó en variada técnicas:
óleo, acuarela, talla en madera, modelado en yeso, escultura en bronce y en mármol. Sus temas giran
alrededor de la problemática social colombiana, aunque también trata temas universales: La muerte
del minero, La sopa de los pobres, Maternidad americana, Cosecha de café. En su obra se destaca la
presencia de la mujer, representada en diferentes facetas: las barequeras, las bachués, las madres, las
viudas, campesinas, huérfanas de la violencia. En este perspectiva, la obra de Pedro Nel se dedicó a
la exaltación de los verdaderos valores americanos ( Rubiano, 1984).
Pedro Nel Gómez es considerado como el precursor del fresco -como se dijo- en Colombia;
intentando rescatar los valores de la nacionalidad colombiana a través de las representaciones del
pueblo, del paisaje colombiano, de los mitos y diferentes momentos históricos, como bien mencionó
Neruda al contemplar su obra: Por fin americanos! Nuestra alma con su visión dulce y mágica
(video, op cit, 1980)
104
Entre sus murales nacionalistas más famosos se encuentran “Homenaje al hombre”, mural de la
facultad de Minas, “Trípticos sobre el trabajo” situados en el Palacio Municipal, “El problema de la
vivienda para el pueblo” (Instituto de Crédito territorial), “Historia del desarrollo económico de
Antioquia” (Banco popular de Medellín), “Los momentos críticos antes y después de la
independencia” (Banco de la República), “Levantamiento de los Comuneros en Guarne”, murales
exhibidos en la Universidad de Antioquia y en Cámara del Comercio de Medellín.
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6.2.2 Obra mural
“Tríptico el trabajo”
Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto (el orden define como los
temas figuran en el plano y en el espacio).
En la izquierda del mural, una mujer sentada de vestido blanco y abrigo azul -verdoso cose una tela
color blanco -azul-; detrás de ella una pared blanca; a continuación se encuentran cuatro figuras
femeninas de medio cuerpo trabajando en una fábrica, apoyadas en una máquina de tejer y al fondo
una figura masculina de cuerpo entero con camisa amarilla, pantalón café sosteniendo otra máquina.
El mural central se sitúa en la parte baja: la hélice frontal de un avión azul; al lado derecho tres
hombres de medio cuerpo, uno de medio lado dando la espalda al avión y dos de frente (uno con
saco, corbata y sombrero; y otro con gafas de piloto, casco verde, bufanda blanca). A la izquierda dos
hombres y una mujer de medio cuerpo vestidos de forma muy elegante, con sombrero y saco.
Posteriormente, un muro de color naranja atraviesa el mural sobre esta línea: se posa un cuerpo de
hombre semidesnudo cubierto con una sábana blanca; arriba de este cuerpo aparecen tres hombres de
espaldas trabajando fuertemente con una cadena (dos con camisa blanca y pantalón azule, otro con la
espalda descubierta). Detrás de ellos, cinco cabezas masculinas de camiseta blanca y sombrero. A la
izquierda, en la parte baja, se sitúan tres cabezas femeninas y una cabeza masculina con sombrero. Al
lado derecho, sobresalen ocho cabezas de mujeres, con sombreros un poco apretadas; le siguen tres
automóviles verdes en fila (el primero con conductor y acompañante y en el segundo apenas se
aprecia la cabeza del conductor).
Arriba de los carros se localiza una torre; con un tanque de agua y una mano de grandes
proporciones recibe en la palma un billete de una figura masculina con corbata y saco de medio
cuerpo. Del otro costado izquierdo, también aparece un tanque de agua y un brazo con un puño
cerrado de color café-grisoso.
106
Finalmente, la composición culmina en la parte de arriba con siete torres de agua, una montañas café
verdoso y sobre esta una mujer acostada con un vestido blanco bajo un cielo azul.
En el mural derecho, en un primer plano, aparecen tres figuras alrededor de una mesa (una masculina
y dos figuras femeninas abrazadas) alumbradas con una lámpara. Arriba de estas figuras una mujer
está planchando una tela rojiza; dos caras de mujeres se asoman y una de ellas tiene un moño azul.
En el fondo aparecen instalaciones industriales con tres hombres de espaldas trabajando y una alta
cascada proveniente de las montañas.
Este tríptico está localizado en el hall de descanso de las escaleras del segundo piso del Palacio
Municipal en Medellín. El fresco central contiene variadas alusiones al proceso de industrialización a
través de la aparición de los automóviles y aviones; en el trabajo en las fábricas se evidencia la
explotación de los trabajadores, la muerte de un obrero transmite la sensación de desolación; un brazo
gigante que se extiende y recibe dinero simboliza la capitalización. Así mismo las cadenas y las
torres de petróleo hacen una crítica sobre la entrega del petróleo nacional a manos extranjeras, lo
cual no permite al país la libertad de manejar sus recursos.
El fresco situado a la izquierda nos muestra la consecuencias del progreso y la máquina; de esta
forma el trabajo domestico, manual, de la muchacha sentada en primer plano es desplazado por la
introducción del telar mecánico.
(Casa Museo Pedro Nel Gómez), fresco de 3.83 mts de alto x 13. 70 mts de ancho, (1940).
107
Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto.
De izquierda a derecha se encuentra un primer grupo de mujeres; en la parte inferior una de ellas
tiene la cabeza sumergida en el agua; otra figura semiabierta con una manta blanca se desprende de
un árbol; otra figura de perfil izquierdo posee una túnica blanca; otra, desnuda, recoge del suelo una
rana. Dos figuras, con los brazos hacia arriba, están paradas sobre una sábana roja; la figura que está
atrás sujeta las manos de la otra y detrás de ella una sábana blanca y una figura de medio cuerpo. En
la parte posterior, en un paisaje con montañas verdes y cafés, reposan dos figuras, ambas reclinadas
en la espalda con los brazos detrás de la cabeza, semicubiertas, con una sábana blanca.
El segundo grupo está dividido del primero por un árbol; aparecen figuras diversas masculinas; la
primera de ellas se presenta de cuerpo entero, pantaloneta blanca: apoya su pie en una batea al lado
de un tarro, donde aparece otra imagen cubierta con una sábana y a su lado otro hombre con una
batea en sus manos. A su izquierda -con un fondo montañoso- se representan otras figuras desnudas,
una de espaldas y dos semidesnudas; una inclinada hacia adelante muestra su espalda desnuda y, por
último, otra de ellas está vestida con turbante y falda.
El tercer grupo está conformado por cinco imágenes femeninas que llevan en sus cabezas mantillas
amarillas, rojas, café, ocre y túnicas verde, café, morada y blanca. En la parte inferior se encuentran
dos figuras: una arrodillada, brazos extendidos y túnica blanca: se representan otras figuras de
cuerpo entero cubiertas con mantas y túnicas blancas apoyadas en un árbol.
En el cuarto grupo sobresale una figura de mujer principal reclinada sobre su izquierda cubierta con
sábana rosada; otra mujer arrodillada lleva en los brazos a un niño; dos figuras de cuerpo entero y
vestido blanco se encuentran alrededor de un árbol. Una de ellas porta un cántaro en su cabeza y la
otra coge con sus manos a un niño vestido de verde.
El quinto grupo está conformado por una figura central, pies hacia arriba, semi cubierta con sábana ;
a su izquierda otra figura, con alas de color violeta, lleva un buitre en su hombro; arriba de esta
imagen se encuentra otra figura de cuerpo entero con un búho amarillo en su hombro : sostiene en
sus manos un ala verde y otra figura que desciende .Otras figuras están en medio de árboles verdes,
108
azul violeta y café: una porta una iguana verde en su hombro derecho y otra lleva una serpiente en su
cuerpo.
Este mural se encuentra situado en el muro principal de la sala de la casa del artista, divido en cinco
temas; el primero representa “la sensualidad del trópico” a través de las mujeres indígenas bañándose
en el río Nechí, el paisaje es rudo y trágico en relación contrastando con el estado de reposo de las
figuras de mujeres.
El segundo tema trata sobre el ambiente de tortura que rodea a los mineros dentro de las selvas, un
minero yace muerto; de esta forma se ilustra una de las fases del progreso industrial antioqueño.
El tercer tema se refiere al “misticismo del pueblo”, sus ritos ancestrales y manifestaciones de de una
profunda fe.
La familia es otro centro de gran interés con lo cual se hace una exaltación a la fecundidad de la raza
antioqueña en el cuarto eje temático.
Por último, hace alusión “las mitos de la selva” a través de la representación de “patasolas” en un
ambiente de troncos “torturados” y ásperos.
“Homenaje al hombre”
(Cúpula auditorio de la facultad de Minas, U. Nacional. Medellín), fresco 16 metros diámetro. 2.5
mts centro pérgola central para iluminación. Área 200 mts2. (1949-1952).
Está obra es considerada como la más monumental de todas las obras murales elaboradas por Pedro
Nel Gómez; fue realizada en una cúpula parabólica diseñada por el artista que puede ser observada
desde cualquier posición en el auditorio de la Escuela de Minas de la Universidad Nacional. Pedro
Nel -como el título de la obra lo indica- realizó un “homenaje al hombre” a través de una
composición desarrollada en ocho temas, divididos en secciones áureas de acuerdo a la forma circular
que corresponde a la superficie curva de la bóveda.
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Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
Este mural se divide en ocho secciones o series de dibujos y figuras, cada uno con un tema
respectivo.
De izquierda a derecha aparece un anciano con barba y bigote largo y vestido en tonos violeta con su
mano izquierda apoyada en el pecho; la segunda figura desnuda con los brazos doblados y las manos
hacia arriba; entre sus piernas, sostiene una manta de color violeta. La tercera figura es un anciano
de cabellos despeinados y bigote blanco, vestido de corbata café y corbata roja. La cuarta figura está
desnuda de perfil izquierdo, piernas dobladas hacia arriba; su brazo izquierdo, apoyado en su pierna
izquierda, sostiene un libro abierto que dice “un día se estudiará la amistad humana como se estudió
el átomo”. En la parte posterior aparece un figura masculina con barba y bigote, vestido de color
blanco-azul: sobre su cabeza aparecen varias circunferencia de diferente diámetro y arriba de estas
con una esfera de color verde y azul
En la segunda sección vemos dos figuras masculinas sentadas que juntan sus manos; una de ellas
está vestida de verde y zapatos de color café y la otra figura tiene un pantalón y una camisa amarilla.
En la parte superior aparece el rostro de una imagen femenina con vestido morado; a la derecha se
encuentra una figura masculina de perfil izquierdo, vestida de tonos rojos y ocres. Detrás de ese
grupo sobresale una figura masculina desnuda con los brazos doblados y las manos hacia arriba; a
su derecha, hay otra figura con el brazo lateralmente doblado hacia arriba. El fondo está formado por
unas manos entrecruzadas y, a su izquierda, se aprecia una cabeza casi de frente. Por último, se
encuentra una figura femenina desnuda de medio cuerpo con su brazo izquierdo levantada y doblado
hacia atrás.
La tercera sección se compone principalmente por dos figuras: un hombre sentado semidesnudo
apoya su mano con la mano de una mujer de medio cuerpo, recostada sobre una sábana violeta.
Detrás de ellos, se haya otra mujer semidesnuda con un niño en los brazos y, al lado derecho, se
encuentra otra figura femenina con vestido verde con un niño acostado, una cuarta figura femenina se
aprecia portando un libro abierto. Por último, se representan dos niños desnudos mostrando su perfil
derecho.
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La cuarta sección contiene una figura masculina de medio cuerpo, envuelta en una sábana de color
verde sostenida con sus brazos cruzados. A su lado aparecen dos figuras femeninas de cuerpo entero
semidesnudas, con faldas de color azul violeta y rojo con verde. Una de ella ofrece un arreglo floral
hacia arriba, donde podemos apreciar una figura de medio cuerpo que porta una manta de color
blanco y una media luna en su frente, una estrella y una pequeña cara redonda; detrás de su cabeza se
encuentran tres manos abiertas hacia arriba y tres hojas de color verde; a la derecha de esta figura
vemos una cabeza femenina con el brazo derecho doblado; al lado izquierdo se ve una figura infantil
con un arreglo floral ofrecido hacia arriba.
En la quinta sección, podemos apreciar en la parte central una bailarina descalza con vestido blanco
con los brazos estirados. Detrás de ella, a la izquierda, una figura masculina de cuerpo entero apoya
su codo en un cojín rojo, a su lado se representa la paleta de pintura, y su brazo derecho dirige un
pincel hacia arriba. A la derecha una figura femenina de frente porta un instrumento musical de
cuerda y, al fondo, en la parte izquierda una figura masculina de medio cuerpo apoya su mano en un
libro cerrado con la cabeza hacia atrás. En el centro, una figura masculina de cuerpo entero esculpe
una cabeza en tonos azul; en el fondo observamos un rayo de color amarillo y azul.
La sexta sección tiene en primer plano dos figuras masculinas de cuerpo entero arrodilladas y
entrecruzadas; una de ellas lleva en su mano una turbina; en la parte superior alrededor de una mesa
se reúnen seis figuras masculinas vestidas en actitud de observación. Al fondo un grupo de 4 brazos
sostiene un pequeño avión y detrás de ellos se encuentra una cúpula amarilla y violeta.
En la séptima sección se destaca una figura de cuerpo entero con una corona de flores blancas y rojas.
Alrededor de ella se representa la figura de un pintor vestido de color café ocre y corbata rojo. En el
piso se encuentra la paleta. Cuatro figuras de medio cuerpo masculinas, vestidas de color azul, llevan
sus manos al rostro; una figura femenina vestida está sentada al lado derecho de la corona. En la parte
posterior tres siluetas de figura humana, una dentro de un elíptica; al fondo se destaca una serpiente
de color blanco sobre un fondo de colores amarillo, violeta y rojo.
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En la octava y última sección una figura masculina de cuerpo entero, con túnica verde y ocre, lleva
envuelto alrededor de su cuerpo una serpiente blanca; la cabeza del reptil se apoya en las manos de
otra figura. A la izquierda una figura con taparrabo se arrodilla sobre el piso; su mano derecha está
doblada hacia arriba. A su lado dos figuras se encuentran dos figuras femeninas vestidas de amarillo
y, al fondo, sobresale otra figura femenina de cuerpo entero de color verde, en cuclillas y desnuda;
sus brazos sostienen dos serpientes entrecruzadas, cuyas cabezas se sitúan frente a un círculo
amarillo.
La primera sección se refiere al “espíritu científico”; la figura central posee en la mano izquierda el
fuego y en la mano derecho la desintegración de la materia. Así mismo, representan el tema de la
ciencia, la imagen de Einstein y Leonardo Da Vinci, la creación de las secciones cónicas con
Apolunio y la explosión atómica.
La segundo sección plantea el tema de la amistad humana, con la unión de las manos que corona el
conjunto; la figura matriarcal que bendice a los demás simboliza la cordialidad y la fraternidad.
La tercera sección reproduce el tema de la vida a través de la unión entre el hombre y la mujer que
unen sus manos, la maternidad y el nacimiento de niños. Según la distribución de las secciones su
extremo opuesto es la muerte.
En la cuarta sección podemos apreciar “el espíritu religioso”: una madona indígena coronada con una
luna y un sol central recibe las ofrendas se sus hijos.
La quinta sección destaca el tema del “espíritu de las artes” con la representación de un figura de una
bailarina, un escultor y un pintor y un personaje que toca el laúd.
“El espíritu de cooperación” en la sexta sección se presenta por el trabajo en equipo de los
científicos, el motor, la cadena que une al pintor con su paleta, la producción de proyectos e
invenciones como el avión y la exploración del hombre en el espacio.
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“La muerte” es simbolizada en la séptima sección, con la cual se estable la estrecha relación de la
vida con la muerte (la vida se encuentra en la sección del extremo opuesto).
Finalmente, en la octava sección se representa “el espíritu mítico” concebido como el lugar del
nacimiento de la historia espiritual del hombre; el mito de “la llorona” y la serpiente definen la
concepción de la realidad americana a través del espacio de las selvas.
(Banco de la República, Sede Principal, Bogotá), 18 mts ancho x 4 mts alto (1954).
Este mural domina el primer piso del Banco de la República en Bogotá, donde se realizan diversas
actividades bancarias de esta institución. Se impone al que ingresa al Banco, como un gran mosaico
de temas que evocan diversos motivos históricos de la Nación.
Según un estudio elaborado por la revista el Emisor del Banco de la República acerca de este mural,
los temas están a primera vista aislados por motivos y por fechas pero “en verdad ligados no sólo por
un sutil hilo de emoción, sino por un encadenamiento tan lógico, que nos recuerda esos cauces de
aguas tumultuosas alimentadas por fuentes de nacimientos distantes y que van a desembocar todos,
ineludiblemente, a su destino común, el mar” (Revista El Emisor, Banco de la República, julio 2002).
En esta perspectiva, este mural es el resultado de una escuela nacionalista, cuyos preocupaciones
giran alrededor de temas sociales, las consecuencias de la industrialización, los mitos y leyendas
populares, el reconocimiento y valoración de lo americano.
113
Figuración y el orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto.
De derecha a izquierda se sitúan las figuras siguientes: en la parte superior, Fray Domingo de las
Casas, quien lleva una cruz de madera introduciendo la religión católica en América; le sigue la
figura de Blas de Lezo. En la parte de abajo los habitantes del Socorro, Santander, se reúnen ante el
cuerpo desmembrado de Galán; este acto motivó la revolución hacia la independencia, impulsada por
los personajes representados. Nariño y su imprenta difunden los “Derechos del Hombre”. Arriba de
estas imágenes se encuentra las figuras en mármol de Bolívar, el Libertador, y las cinco repúblicas
que surgieron de su ferviente batalla por la Libertad, seguidas del grupo de llaneros a caballo.
Las formas se pueden apreciar a gran distancia, desde que se cruza el umbral de entrada del Banco;
colores claros, tierras, aguados definen los contornos de las figuras pintadas de amarrillos y naranjas,
azules; estas figuras componen un cuadro total en que reina lo irreal a través de excesivas imágenes
114
montadas y superpuestas, en diferentes actitudes (lectura, levantando una cruz, amamantando,
levantando los brazos, labrando).
De esta forma, según la concepción personal del artista se elabora un relato de “la historia”, en el
cual predomina un ánimo de vitalidad por la libertad; según las opiniones de los espectadores, el
cuadro transmite un sentimiento de tristeza y preocupación por la lucha constante.
“La República”
Figuración y el orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto.
De izquierda a derecha, en un primer plano se representa el tío Sam, Jhon Bull, cinco figuras
masculinas (Eduardo Santos, Fidel Cano, Jesús Tobón Quintero, Emilio Jaramillo, Fernando Gómez
Martínez) de medio cuerpo de frente, dos con gafas y cuatro vestidos de saco café y gris azulado.
Eduardo Santos y Fidel Cano sostienen un libro rojo abierto con la siguiente leyenda: “Historia
económica de la República” ; a su izquierda, periódicos de color blanco hueso titulados “El
Espectador”, “El Heraldo de Antioquia”, “ El Colombiano” “Unión Trabajo Tierra”, “ el Tiempo”, “
La Razón” y “Unión Sindical”. A continuación veintisiete figuras masculinas de medio cuerpo (entre
ellas Gilberto Lave López, Julio Ortiz, Benedicto Uribe, Pedro Rodríguez Mira, Germán Sierra, J.
Arturo Jaramillo, Jesús Estrada, Nicolás Córdoba, Aquiles Calle, Rafael Arredondo, Luis Mesa Villa,
Benjamín Pérez, Néstor Cuartas, Timoteo Jaramillo, Jesús María Jiménez) vestidas en tonos café,
verde azul, azul violeta y gris, están alrededor de una mesa de color café y sobre la cual hay cinco
carteles: Centenario Universal Municipal, electrificación de las zonas mineras, defensa de Guadalupe
y organización del trabajo. Dos de las figuras, una en cada extremo, llevan un libro. Aparece un tercer
grupo conformado por nueve figuras masculinas (Luis Tejada, Ciro Medina, León de Greiff, Ricardo
Rendón, Pedro Nel Gómez, Guillermo Valencia) de medio cuerpo, cuatro de frente, tres de perfil
derecho y dos de perfil izquierdo. Encima de ellas una figura femenina se encuentra recostada y
desnuda sobre una manta blanca.
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En un segundo plano se destaca un pequeño grupo de cinco figuras masculinas (Jorge Eliécer Gaitán,
Benjamín Herrera , entre otros) vestidos de café y gris violeta; en la mitad de ellos se encuentra una
figura envuelta en una sábana; a la derecha un grupo de 14 figuras masculinas (Rafael Uribe Uribe,
Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Darío Echandía, Pedro Nel Ospina, Marco Fidel Suárez,
Luis López de Mesa, etc.), de medio cuerpo, dispuestas alrededor de una mesa sobre la cual hay un
mapa de Colombia extendido; están marcados siete puntos en rojo que señalan las siguientes zonas: el
mar Caribe, Panamá, Océano Pacífico, Venezuela, Darién, Fruit Company de New York, Gulf Oil,
Pantomines, Choco Pacífico, Compañía Tropical Oil, Bogotá, Perú, Brasil. Le sigue un grupo de
nueve figuras masculinas, de medio cuerpo, que lleva cinco pancartas: la primera figura está vestida de
azul y muestra su perfil izquierdo; seis se encuentran semidesnudas, con una falda blanca a la cintura.
Las dos últimas de estas imágenes tienen camisa blanca y levantan los brazos arriba.
En un tercer plano, en el ángulo superior izquierdo, se aprecia una imagen del trabajo en el Chocó del
antiguo mazamorreo y la presencia de las dragas. A continuación aparece el busto de Simón Bolívar,
de semi perfil derecho, de color gris azulado; lleva un sombrero que porta cinco figuras indígenas y
dos leopardos; a su lado izquierdo se sitúa la figura de un militar con ballesta .Al costado izquierdo
del busto de Bolívar están otros dos efigies de Francisco de Paula Santander y Antonio Nariño. En la
parte central se representa una lucha de hombres desnudos. La matanza de las bananeras se escenifica
en el ángulo superior derecho a través de los cuerpos de las víctimas y de las fábricas.
Este mural escenifica la realidad social de la República alrededor de tres principales protagonistas: los
intelectuales y dirigentes políticos; el pueblo y las principales figuras de la revolución de la
independencia.
Una mano alzada en alto simboliza la lucha hacia el mantenimiento de la libertad, ante las amenazas
de la presencia extranjera en los sitios señalados en el mapa, en los cuales Colombia ha perdido su
territorio (Panamá, Venezuela, Brasil y Perú) ; varios expresidentes rodean el mapa; La intervención
extranjera y su influencia en la economía colombiana es representada por la presencia de las figura del
tío Sam y Jhon Bull..
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El pueblo permanece en estado de constante sometimiento, intentando sobrevivir a través del trabajo
mazamorreo; la situación de violencia es representada por la matanza de las bananeras, la lucha de
hombres y mujeres desnudos que conforma un núcleo estrechamente ligado; asimismo Jorge Eliécer
Gaitán porta un cadáver de la matanza de las bananeras denunciando esta tragedia a los miembros del
Senado.
Figuración y el orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto.
De izquierda a derecha sobresale la figura en piedra de un indígena acostado, de pelo largo con tres
máscaras blancas sobre su cuerpo y una cadena. Una figura masculina de barba de medio cuerpo lo
sujeta acompañado de otro hombre de barba vestido de igual forma con camisa blanca; en la parte
central un grupo de cinco figuras masculinas de barba con camisas blancas abiertas se encuentran
alrededor de una mesa en la cual se extiende un mapa con figuras geométricas, una tortuga, una figura
de hombre muy pequeña. A la derecha se encuentra, en la parte inferior, una figura en piedra blanca
dentro de un sarcófago con tres pequeñas figuras femeninas en su cabeza: detrás se halla un hombre
muy similar a los demás. El fondo de toda la composición se conforma con pirámides y elementos
geométricos de colores grises, naranja y azul.
Este mural es una representación sobre las investigaciones de mecánica y matemática de los griegos;
están presentes Arquímedes, Zenón de Eleas (Aquiles y la tortuga), tales de Mileto, Pitágoras,
Euclides, Platón y Apolonio, las máscaras utilizadas en las tragedias, las figuras de Sófocles y
Esquilo, los cuerpos en piedra de Prometeo y la figura de Atenea diosa de la sabiduría.
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El fondo definido por pirámides y figuras geométricas nos muestra el vasto mundo por descifrar,
calcular y poder dominar.
“República latinoamericanas”
(Escuela de Minas de Medellín), fresco 7.20 mts. Alto x 6.54 mts ancho. (no está fechado)
Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
En la zona de abajo aparecen, de derecha a izquierda, cinco libros abiertos y uno cerrado; alrededor de
una mesa se sitúan siete figuras masculinas de medio cuerpo, vestidas con túnica blanca y una figura
indígena masculina de medio cuerpo y desnuda; todos miran hacia el centro de la mesa donde aparece
una mancha de color verdoso (Máximo Gómez, José Martí, Antonio Maceo). En el lado inferior
derecho aparecen dos representaciones masculinas (Fidel Castro y el Che Guevara) de medio cuerpo,
vestidas de verde azul y una placa que contiene diez retratos de indígenas. Luego con más grandes
proporciones aparecen (detrás de las figuras masculinas) tres figuras femeninas; la primera de medio
cuerpo sostiene un papagayo en su hombro derecho y una serpiente en su mano derecha; la segunda,
es un rostro cubierto con una mantilla y la tercera es un rostro indígena que tiene entre sus manos una
figura humana muy pequeña.
En la segunda zona o franja de la mitad , se representa un grupo conformado por cinco indígenas
desnudos ; el segundo grupo se encuentra conformado por cinco figuras de héroes de la
Independencia (Páez, Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño) con vestidos
azules ; hay un tercer grupo alrededor de una mesa formado por cinco figuras de medio cuerpo (José
María Morelos, Miguel Hidalgo, Benito Juárez, entre otros), tres con vestido café, uno de vestido azul
y una figura religiosa de color café.
La última sección -o parte de arriba- se define por una pirámide de color ocre junto a la cual cae un
rayo. En la parte central se destacan tres animal (un gallo, un felino, una cabra) sobre los cuales se
sitúan tres figuras femeninas de cuerpo entero, vestidas con túnicas de color ocre y verde; una de ellas
porta una estatuilla indígena. Un león con alas de color amarillo azuloso aparece detrás de estas tres
figuras femeninas.
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Las cualidades visuales, las formas, las figuras.
En este mural - situado en el hall de circulación de la facultad de Minas- encontramos algunos héroes
nacionales de México, Colombia y Cuba con el fin de exaltar las luchas de la independencia y la
formación de las nuevas repúblicas.
En varios artículos referentes a la obra de Pedro Nel se menciona “la fuerza vital” adquirida con la
experiencia cercana al trabajo de las minas; según Beatriz González (1984) Pedro Nel al hablar de su
vida, dice tener “la cultura del minero”; en especial, los ríos mineros son el principal escenario que
el pintor utiliza como fuente de inspiración para la elaboración de su obra: las lavanderas, las
barequeras desnudas, la fantasía mítica de figuras como la patasola, la llorona, el mohán de los
montes, la madremonte, el bracamonte y otros personajes que viven en la rivera del río Anorí (afluente
del río Nechí) están presentes a lo largo de toda su obra.
La minería también es asumida como un medio de protesta social, en contra del imperialismo
económico de las compañías inglesas que intentan posesionarse de la explotación.
En este sentido, en palabras de María Teresa Herrán (1976), el pintor “vive sus cuadros, como vive a
la gente, los mitos, las minas”; la referencia a lo “autóctono” en su obra se define a partir del gran
interés en plasmar la vida que lo rodea, es decir la realidad social, económica, política del país.
La realización de los frescos se explica, según Pedro Nel, por ser el mejor medio para “expresar la
dinámica de los hombres, la epopeya de sus luchas y de sus logros, los fanatismos, las pasiones. El
fresco expresa la ideología, el arte, la realidad de una época. Por no estar sometido a un marco especial
tan riguroso, permite captar mejor el dinamismo esencial para entender la naturaleza humana” (Herrán,
1976:9).
119
En este medida según las ideas de Pedro Nel, el muralista es quien “lleva en sus obras los anhelos, las
derrotas de su pueblo y de su patria” (Nueva Frontera, 1984:9).
La acuarela es otra de las técnicas utilizadas por el pintor, quien afirma que esta “se presta más para los
contornos delicados de las mujeres que a narrar las gestas heroicas de los hombres”; la acuarela es la
base para la realización de los frescos: “con la acuarela pinto la maqueta que se transformará en el
mural. Y es un instrumento tan precioso para mí que si del boceto a la obra pueden cambiar las
actitudes de los personajes, los rostros quedan, tal como los determinó la acuarela” (Herrán, 1976:9).
Pedro Nel es comparado con los pintores muralistas mexicanos, Rivera y Siqueiros, por sus
representaciones sobre lo autóctono: en la obra de Pedro Nel los indígenas y los mestizos son los
protagonistas a través de las figuras con rasgos fuertes, “pómulos salientes” que expresan la muerte
violenta, la fiebre del oro, sus creencias mitológicas.
Sin embargo, sus figuras mitológicas (La llorona, la Patosola etc. 36 ) tienen la apariencia de la
iconografía griega, las cuales trepadas en los árboles o en sus luchas en el aire y en la tierra,
transmiten el miedo de la selva, el silencio de los montes. Según Herrán (1976), Pedro Nel mantiene un
estrecho contacto con la mitología griega e introduce la mitología americana a partir de los cuentos
que le contaban en la infancia, para el pintor el mito es “una herencia milenaria que llevamos dentro de
nosotros mismos. Una manera de proyectar los fenómenos que nos rodean. De la tempestad sale una
idea, una interpretación humana de la realidad (...) sin los cuales la vida carecería de sentido (...) el
mito impulsa al hombre (...) el siglo XX se caracteriza por su retorno a los mitos, como el de la ciencia”
(Herrán, 1976).
De esta forma, en la obra de Pedro Nel prevalece el sentido mitológico a través de la representación de
lo “dinámico y lo cósmico”; vale la pena anotar que en su larga trayectoria como fresquista, desde 1934
hasta 1981, no existe ningún tipo de cambio en su estilo de pincelada, composición y temática. Elaboró
dos mil metros de pintura al fresco, practicó también la escultura y la acuarela dando origen a “la
36
La llorona aflige con su llanto en los montes; la patetarro se ríe a carcajadas, envenena las fuentes y transmite las
epidemias; el gritón es el ánima sola del último minero perdida en las montañas; la patasola pide en las noches un minero
para tener relaciones sexuales con él.
120
escuela de la acuarela antioqueña”, algunos de cuyos discípulos fueron Débora Arango y Carlos
Correa.
Su trabajo como acuarelista es bastante destacado; según Beatriz Gonzáles (1984), Pedro Nel elevó la
técnica de la acuarela a la dimensión de un cuadro de pintura, sacó a la acuarela de su imagen típica de
lámina científica. Como plantea Medina (1993) mientras que a principios de los años veinte en Bogotá
los miembros del Círculo de Bellas Artes--- entre ellos Coriolano Leudo, Miguel Díaz--
desprestigiaban el arte moderno, en Medellín surgió la llamada Escuela de acuarelistas antioqueños.
En 1922, con la exposición organizada en la casa de Pedro Nel Gómez se manifestó un nuevo estilo en
el manejo de la técnica de la acuarela: “se hacía mezclas sobre el mismo papel”, “Gracias a este
recurso, la superficie presentaba infinidad de puntos blancos que hacían vibrar la imagen. Una técnica
que permitía plasmar la imagen sin un plan preconcebido. Al adoptarla el gran aporte conceptual de los
antioqueños consistió en hacer evidente el grado de improvisación al que llegaban. Una vez terminada,
la obra se componía de zonas llenas y pequeños espacios vacíos” (Medina, 1995:88).
De esta manera, Pedro Nel “pintaba como si no supiera pintar”; introdujo nuevas concepciones
plásticas, basadas en la espontaneidad y la simplificación, las cuales dieron inicio a la práctica del arte
moderno en Colombia. Así mismo, en las figuras de desnudos pintadas en sus murales y acuarelas se
despreocupó de la armonía en las proporciones anatómicas, con el objetivo de acercarse a más a la
humanidad, sin plastificarla o “abonitarla”; vale la pena resaltar que para Pedro Nel la desnudez
significaba el principio de la libertad total: “cuando la mujer y el hombre se visten, principian a señalar
una afiliación a la moda, a un grupo económico, a las demandas regionales del vestido. Es algo que los
somete” (Patiño, 1986).
La exposición realizada en 1934 en Bogotá, conformada por bodegones, retratos y paisajes, fue
realmente novedosa. En algunas de sus obras (La marcha del hambre, testamento viciado, la mujer de
la República y la Ley de los sindicatos) introduce el tema social, aunque según Medina (1995) en estas
obras prevaleció el manejo anecdótico-literario sobre el valor el plástico. En las obras siguientes, el
tema social fue tratado con un reconocido manejo plástico.
121
En conclusión, el pintor mantiene su intención de acercarse a su sociedad, retratando a los personajes
de la época (Eduardo Santos, Marco Fidel Suárez, Alfonso López Pumarejo, etc.), efectuando un culto
al trabajo del hombre, a su medio social, rescatando la herencia mítica de la cultura nacional. En este
marco, el arte es concebido como el medio de expresión de un pueblo.
122
6.4 Ignacio Gómez Jaramillo (1911-1970)
Ignacio Gómez J. nació en Medellín en 1911; inició estudios de ingeniería en la Escuela de Minas; a
sus diecinueve años se instaló en España donde comenzó a estudiar pintura. En 1931 se trasladó a
París acercándose a los movimientos de vanguardia. En 1934 regresó a Colombia dando lugar al
surgimiento del moderno movimiento de pintura.
En 1936 fue comisionado por el Ministerio de Educación Nacional de México para estudiar el
movimiento muralista; en dicho país residió dos años y tuvo la oportunidad de trabajar y realizar el
mural del “Centro Escolar Revolución” situado en Ciudad de México.
En 1938 regresó a Colombia; desde de 1940 a 1944 fue nombrado Director de la escuela de Bellas
Artes de la Universidad Nacional.
Entre 1960 y 1970 continuó su labor como profesor de pintura mural en la Escuela de Bellas Artes
de la Universidad Nacional. En 1967 fue invitado por la Universidad Federal de Río de Janeiro para
dictar conferencias sobre pintura mural y aprovecha su estadía para visitar y estudiar el movimiento
artístico de otros países como Uruguay, Argentina, Chile y Perú.
37
Entre sus escritos se destacan: “ Pintura Actual” El Tiempo, Agosto de 1934; “Las escuelas de pintura al aire libre”
Revista de Indias, 1937; “ La técnica de la pintura el fresco” Revista de Indias, 1937; “ El pintor español José
Gutiérrez Solana” Revista de Indias, 1938; “ El pintor Alejandro Obregón” El liberal , 1945; “ El pintor Jorge Elías
Triana” El Tiempo, mayo de de 1953, entre otros.
123
-Centro escolar revolución (México D.F).
-Teatro Colón (Bogotá).
-Escuela de Bellas Artes (Bogotá)
-Instituto de crédito territorial (pintado en equipo, Bogotá).
-Gobernación de Antioquia (Medellín)
-Museo del Oro (Bogotá)
-Banco de Bogotá (Medellín)
Figuración y el orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
En la parte central un hombre de tez café y cabello corto negro de camisa blanco con pantalón y
saco azul extiende sus brazos; en el brazo derecho lleva una espada, su cara está girada hacia
derecha.
A su lado izquierdo, un hombre mestizo de tez café y cabello negro, semidesnudo de perfil derecho
con un pantalón corto blanco y alpargatas en sus pies, lleva sobre sus hombros un atado de leña,
mientras que en su mano derecha tiene un cuchillo. Detrás de él y a su costado derecho se aprecia la
figura de una mujer mestiza de frente, con sombrero, vestida con falda azul larga y camisa blanca
escotada, la que en su mano sostiene una bandera roja. Detrás de estas dos figuras, se observan dos
figuras de españoles con peluca blanca, uno con sombrero negro y saco verde y otro con sotana. En
el extremo izquierdo, en primer plano, se destaca un hombre de perfil derecho con botas, pantalón
verde y camisa blanca, inclinado; desde su cintura lleva unos documentos hacia el fuego. Detrás de
él una mujer mestiza con falda azul larga y camisa blanca descotada, lleva en sus manos unos
carteles. A su izquierda un hombre con un sombrero que tapa su rostro y un poncho: este personaje
124
sujeta algo con sus manos; arriba de él un hombre español situado de frente, con traje verde y
sombrero toca el tambor .En el extremo de arriba derecho un español de traje rojo y peluca blanca
lee un edicto. En el fondo en la parte central podemos ver la cabeza de tres personajes que han sido
llevados a la horca. En el extremo superior izquierdo aparecen la figuras de cuatro hombres
montados a caballo (aunque solo un caballo se puede ver) con sombrero; dos de ellos están de perfil
derecho y los otros dos también de perfil con el rostro ligeramente inclinando hacia el frente.
Este mural escenifica un episodio histórico de gran trascendencia para la independencia de los
españoles, su representación resalta el ambiente de lucha y la represión emprendida por los
españoles; de esta manera se proyecta una imagen que reúne las diferentes acciones de sus
protagonistas: Antonio Galán levanta la espada, se queman los edictos españoles, y son llevados a la
horca los rebeldes.
Las figuras se encuentran muy cercanas unas con otras, con lo cual se transmite una sensación de
rigidez e inmovilidad. Prima la figura principal de Galán sobre los demás personajes cuyos rostros
son inexpresivos, y no parecen tener una clara posición en el conjunto.
Figuración y el orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
En la parte central, en primer plano aparece la figura de una mujer de piel de negra, semidesnuda,
sentada de perfil con un bebe parado que extiende sus brazos. Frente a ellos y de perfil derecho, un
hombre negro con taparrabo inclinado hacia la mujer y el niño, sus brazos los mantiene atrás atados.
En la mitad de estas figuras se representa otro hombre negro semidesnudo, con fuertes y gruesos
músculos, con los brazos hacia arriba; tiene sus manos atadas con una cadena. Los rodean otras
figuras en distintas posiciones: en la parte de atrás un niño negro de perfil semidesnudo, el rostro de
125
una mujer con el pecho descubierto, una mujer negra de espaldas con un vestido de tela muy
sencillo; se observa también el rostro de otro hombre negro.
A la izquierda en primer plano la figura de un hombre blanco con barba y bigote con traje de militar
(botas largas, pantalón ceñido, camisa rígida bordada, hombreras y una cinta atravesando su pecho);
tiene su mano derecha con la palma abierta demandando acción o efectuando una pregunta.
En la parte de atrás, un mujer desnuda gira su rostro hacia el frente; sus brazos abrazan la espalda de
un hombre negro desnudo con los brazos extendidos en libertad .En el extremo superior izquierdo un
hombre negro semidesnudo sostiene sobre su espalda inclinada una carga.
Las figuras de esclavos transmiten la crueldad de las cadenas sobre sus manos, los cuerpos se
mantienen en una posición que enfatiza su estado de esclavitud, con los brazos alzados atados atrás en
la espalda.
126
Figuración y el orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
En el extremo superior izquierdo se representa la figura de una mujer de piel oscura semidesnuda de
frente, portando en su cabeza una paila o vasija, mientras que en la mano derecha sostiene una
vasija. En el fondo podemos apreciar la presencia de dos conos blancos, como el techo de sus
viviendas, y el paisaje de montañas azules.
Las figuras del cuadro central también tienen la piel oscura y el cabello negro; se destaca el la parte
de la izquierda una figura de grandes dimensiones (abarcando desde abajo hasta arriba todo el
cuadro); esta figura es de un viejo con barba larga blanca y ojos azules. En un primer plano
sobresale su brazo con los músculos bien demarcados, en su mano sostiene un péndulo y un bastón.
127
En la parte central aparece un grupo de tres mujeres semidesnudas; una de ellas, de espaldas con los
brazos extendidos; está en posición de alabanza y otras dos se representan sentadas sobre sus
rodillas. .Sobre sus cabezas pasan volando dos aves negras de cuyos picos se extiende una luz que
ilumina la atmósfera.
A la derecha se encuentra un lago rodeado de montañas con ciertos montículos de pasto flotando; en
el centro del mismo, emerge una mujer de piel oscura y cabello largo y negro, desnuda, con un
collar de oro alrededor de su cuello; sobre su cabeza lleva un tocado de oro en forma de luna
sostenida por una diadema dorada. La mujer coge con su mano derecha a un niño desnudo. En
primer plano, en la parte de la izquierda, se representa la figura de una serpiente azul con cresta
roja, la cual flota sobre el agua azul.
El segundo cuadro representa principalmente las alabanzas a Bochita; está marcado por su presencia
de Bochita (Dios civilizador chibcha) quien aparece como si aportara la luz.
En el tercer cuadro se muestra a Bachué emergiendo de la laguna de Iquaqué, esta escena
corresponde al mito del origen de la vida y de la sociedad muisca.
Como el título de la obra lo indica el pintor señala tres aspectos fundamentales de lo que cree fue la
sociedad muisca. Este mural narra mitos muiscas que sirven de telón de fondo a los objetos
expuestos en las salas del Museo, con si enfatizar el aspecto sagrado del Museo o de las piezas
orfebres allí contenidas.
128
6.4. 2 El muralista: mendrugo de la mesa estatal colombiana?
Ignacio Gómez Jaramillo describe en su escrito titulado “Escuelas de pintura al aire libre” (1936) -
que corresponde a un informe para el gobierno colombiano enviado desde México con el fin de
contribuir al desarrollo de la actividad artística en Colombia a partir de la experiencia mexicana.-
describe la actividad de las escuelas de pintura al aire libre en México y explica el porqué de su
fracaso.
Las escuelas se fundaron en el año de 1926 en varios pueblos a las afueras de la ciudad (como
Tlalpam y Xochimilco) y otros sitios más alejados; pretendían implantar un modelo de pintura de
“acción” en el que, como comenta Alfredo Ramos, su creador: “el alumno pone en juego toda su
iniciativa, y comienza desde el primer día su labor sana, lleno de amor, lleno de pureza”; en este
sentido se oponían al sistema de leyes y cánones dictadas por la academia. En su gran mayoría los
alumnos eran niños mestizos y indios que no sabían leer y de esta manera se intentó rescatar esta
“ingenuidad” sin contaminación de la cultura occidental; como si se tratase de un “renacimiento
étnico de América Latina” el propósito de las escuelas consistía en “suscitar en el alumno un culto
por el mundo plástico, la forma, el color (...) sin imponerle reglas, sino dejarlo en completa libertad
para que su sensibilidad pura le formara lentamente un concepto, un derrotero” (Gómez ,1939:17).
Los materiales eran entregados gratuitamente por el profesor quien solamente intervenía para
enseñarle a preparar los lienzos y los colores.
Debido a su amplia difusión, y al éxito de sus exposiciones (Alfredo Ramos hizo una gira con los
trabajos en diversos países de Europa) muchos de los alumnos abandonaron su profesión
(carpintería, zapatería, etc.), la cual les servía para mantenerse económicamente; en muchos casos la
pintura fue parte de una actividad momentánea que no tuvo una estabilidad profesional y una segura
proyección para el futuro.
129
artista, un premio a sus disciplinas anteriores, al dominio de su oficio, a la seguridad de su
orientación y la de sus manos y sus ojos” ( Gómez, 1936:19).
En esta medida, el pintor colombiano propone la construcción de “escuelas al aire libre” anexas a los
centros educativos de enseñanza primaria o bachillerato, con el objetivo de despertar la afición o
vocación de pintor y seleccionar a los futuros profesionales, quienes tendrán la oportunidad de
profundizar en sus estudios en las Escuelas Nacionales de Bellas Artes con una visión más sólida de
su destino artístico.
Por otro lado, Gómez Jaramillo en sus escrito “Balance de medio siglo, estado de la pintura
colombiana” (1958) evalúa el movimiento plástico colombiano hasta los años cincuenta.
Como anota el pintor, en las tres primeras décadas del siglo XX en Colombia se desconocieron las
transformaciones que dieron lugar al “arte moderno”; la Academia de San Fernando en Madrid,
España, permeaba la ejecución pictórica: “Allí se estudiaba colorido de “cacharros”, de cómo pintar
un mantón de Manila y concursos cuyo tema por ejemplo era la “Lucha de cartaginenses y romanos”
(...) es una lástima que muchos de los pintores colombianos, imperdonable por la falta de
imaginación –de rebeldía y inventiva-, se hubiesen encerrado por años en una mohosa academia”
(Gómez, 1958:63).
El autor rechaza el arte costumbrista que “disfrazaba al hombre colombiano no al pobre hombre de
Colombia sino al hombre pobre de nuestro territorio”; y, asimismo, critica la ignorancia de las
reacciones en la década del treinta de los escritores contra la pintura de los jóvenes pintores (quienes
concebían la pintura como un problema plástico) recién llegados de Europa: “ Se llegó a decir en un
importante periódico, a propósito de la pintura “al fresco”, que aquí no se conocían más frescos que
los de la piña, mora, guanábana y que ahora los pintores vanguardistas habían traído en su jerga
extranjerizante y snob el término “fresco” para designar a unos monigotes que pintaban con
aguarrás” ( Gómez ,1958:66).
En esta perspectiva, Gómez Jaramillo resalta la contribución de los medios de comunicación para la
difusión del arte moderno, así como el desarrollo de una crítica especializada para mejorar el
entendimiento entre el artista y el público, aunque “casi todas las capitales de departamento tienen,
130
por ejemplo, una plaza de toros, pero ninguna un museo que muestre el arte que están haciendo los
contemporáneos”.
Por otra parte, el pintor plantea la necesidad de una integración plástica: arquitectura, pintura y
escultura, para evitar el aislamiento de los artistas, quienes a diferencia de los arquitectos viven al
azar en espera de alguien que se interese en su obra.
En esta medida, en su artículo “El Arte y El Estado” (1958) Gómez Jaramillo destaca la función y
preocupación del estado mexicano en el surgimiento del movimiento plástico muralista. A partir de
1922, los artistas fueron los encargados de la decoración de los edificios públicos; en este contexto
el artista entró a hacer parte integral de la nación. Desde esta perspectiva dicho pintor se pregunta:
“¿Qué pasa, en cambio, con los artistas de nuestra Colombia recuperada? Reciben
los mendrugos de la mesa estatal, casi al margen de la vida contemporánea el país y
de su marcha progresista. (...) Cuando en México los muralistas mueren pintando,
con un trabajo permanente que les da el Estado (...) aquí los artistas que lo cobran
con decoro y dignidad obtienen cada cinco o diez años una pintura mural, que es
objeto de una crítica torpe y dogmática y si algunas vez es justa el autor no tiene
donde rectificar errores”. (Gómez 1958:72)
Ante estas circunstancias, Gómez Jaramillo reclama la necesidad de un mayor apoyo por parte del
Estado a los artistas.
En una entrevista realizada por Álvaro Sanclemente (1946) en marzo del año 1946, Gómez Jaramillo
nos muestra su posición frente a la pintura mural y la situación de la pintura colombiana:
“yo creo que la función de la pintura mural es extraordinaria, porque así el arte se
hace público y realiza una gran misión social (...). Pero esa no es razón para
pretender quitarle al hombre el goce de tener en su casa una obra de arte. A mi
juicio, la pintura mural y la de caballete no se excluyen y más bien se
complementan. Sobre este particular los Estados Unidos pueden mostrar una
131
magnífica experiencia. En plena crisis económica, durante la administración del
presidente Delano Roosevelt este se preocupó por resolver la aflictiva situación que
padecían los artistas. Y en efecto lo consiguió porque se decoraron dos mil
edificios de correos en el país.. Pero además los pintores que no estaban en
capacidad de trabajar en los murales que se ejecutaban podían vender al gobierno
sus obras que eran distribuidas en las escuelas, los museos, las bibliotecas”.
Vale la pena resaltar, como concibe el medio social y al público colombiano como poco propicio
para el estímulo del desarrollo de la actividad pictórica: “como yo siempre lo he dicho, las gentes
pudientes de nuestro país tienen un gusto deformado por los millares de reproducciones que nos
llegan del exterior, donde invariablemente figuran o los puentes de Brujas o un aspecto del Danubio
y el Rhin o uno de esos paisajes donde no falta la nieve” (Gómez Jaramillo en: Sanclemente, 1946:10).
Por último, las contribuciones del maestro Ignacio Gómez para el entendimiento y aplicación de la
pintura al fresco tienen un notable valor; por esta razón considero de gran provecho el reproducir
aspectos de sus conocimientos reseñados, recopilados en el libro “Anotaciones de un pintor” (1987).
Los comentarios a la obra del maestro Ignacio Gómez Jaramillo como los realizados por Jorge
Zalamea (1937) y Manuel Rodríguez Lozano (1937) destacan la inteligencia ordenada de su
composición, así como la atmósfera de ensueño, de colores sombríos, grises, azules, ocres. En estos
casos la pintura es concebida como un “deleite” en donde se valoran los elementos poéticos
accesorios del cuadro (“la hierba del primer plano”, “el caballo del fondo”, “la calmada y eterna
desnudez” “el barquichuelo de papel que naufraga en la mano”); estos elementos permiten el
despertar de diversas emociones. De esta forma, sus cuadros se dirigen hacia un público de “fina
sensibilidad” al utilizar un lenguaje plástico definido por una estructura, geometría, ritmo, de gran
austeridad renunciando a la “riqueza, a la exuberancia, al selvatismo”.
Otros artículos como el escrito por Luis Vidales (1939) pretenden defender las concepciones del
fresco “La liberación de los esclavos”, localizado en el Capitolio Nacional. El autor exalta las
132
cualidades de la composición del conjunto, “el ajuste perfecto de la forma, la línea y el color”.
Asimismo, destaca la manera como la obra de Ignacio Gómez establece un “diálogo” entre el artista
y el nación.
Las críticas emprendidas contra el mural, según el autor, se deben a su falta de “naturalidad, como
el común de las gentes lo comprende”; sin embargo Vidales considera que estas criticas son
injustificadas, pues el tema del mural -de contenido social- se define por su manejo literario; es así
como el autor considera que la pérdida de la representación “natural” se establece cuando el arte se
distancia de contexto de su época y no logra un contacto con el público (en esta medida “el
naturalismo” o la obra “naturalista” se entiende por el alto grado se compenetración del autor con su
medio social).En síntesis, Vidales argumenta el gran valor de la obra mencionada por sus cualidades
pictóricas y por la elaboración de un tema nacional que rescata los hechos y personajes más
importantes de la historia nacional.
Gilberto Owen (1944), al introducir el libro “Ignacio Gómez Jaramillo” que contiene varias
ilustraciones en blanco y negro de la obra del pintor, nos llama la atención sobre la forma como
presupone al leer la obra del maestro Gómez Jaramillo “un irascible movimiento de desconfianza”;
en esta medida Owen es consciente sobre la forma como la obra puede producir una posible
“contradicción” la cual se debe en gran parte a la actitud de “tomar por figuraciones la realidad
objetiva”: “predispuesto el espíritu a la contradicción nos hemos asomado, pues ahora, al mundo de
este pintor, anticipándonos la pequeña y maliciosa satisfacción de desdecirnos para alardear, así de
nuestra sinceridad” (Owen 1944:13).
Owen reconoce las virtudes del pintor: sensualidad, sensibilidad, “austera armonía”, “pasión
ordenada”, “mundo sobrio y terso”, “discreción” que no le permite recibir pasivamente la
iconografía aceptada. En particular, el crítico de arte resalta la forma como la pintura de Gómez
Jaramillo corresponde “al mundo de nuestra época”, con lo cual plantea la aceptación de la obra del
pintor de acuerdo a la abertura de un nuevo universo pictórico; asimismo la manifestación del
espíritu del hombre es más sincera de acuerdo a la construcción de su propio mundo, expresado en la
composición pictórica de “las cosas que son y las que deberían ser”.
133
El artículo de Casimiro Eiger titulado “La falsa Leyenda de Ignacio Gómez Jaramillo” publicado en
1959 en el Boletín Cultural y Bibliográfico (Bogotá) nos permite analizar la evolución en la
recepción de la obra de Gómez Jaramillo; los cambios en la opinión pública y las ligeras
observaciones respecto a la obra del pintor pueden ser muy nocivas para evaluar el valor de una
obra; al parecer , según Eiger, esta situación ha provocado juicios encontrados acerca de la obra de
Gómez Jaramillo: “A unos parecía como obra revolucionaria, capaz de redimir el arte nacional y
devolverlo a sus cauces naturales, a otros no se les antojaba sino como prolongación debilitada de
algunos movimientos europeos – particularmente de la influencia cézanniana- sin valores propios
bien caracterizados”.
Sin embargo, a pesar de estas divergencias es indudable como Gómez Jaramillo impuso un nuevo
estilo que demarcó otro tipo de apreciación estética en Colombia. Como menciona Beatriz González
(1988) “casi se puede decir que es primer intento de abstracción geométrica”.
Por su parte, Eiger destaca los cambios en su producción pictórica con la creación de cuadros de
violento colorido, los cuales llevaron a la construcción de “la falsa leyenda” de la decadencia
artística del pintor; al respecto Eiger está en total desacuerdo, e intenta caracterizar y defender la
obra del pintor a través del análisis de sus obras. Según Eiger estas revelan la calidad de su trabajo,
la vida transmitida en sus cuadros por razones estéticas: “la facultad de plasmar formas y suscitar
colores”, la garra que sabe imprimir el artista con su aptitudes para estilizar “el mundo en forma de
cuadro y el cuadro a la imagen del mundo” con la plena seguridad de experimentar nuevos
expresiones.
Muchos años más tarde, Beatriz González (1988) elaboró una crítica sobre la exposición de Ignacio
Gómez en el Museo de Arte Moderno. El análisis de la obra del pintor (fallecido para esa fecha) se
establece desde una perspectiva histórica.: es así como al intentar describir y calificar la trayectoria
pictórica, González resalta la forma como en la muestra del Museo se evidencia la desigualdad en la
calidad de las obras: “en el mismo año logra obras verdaderamente excepcionales como El disco, La
vista de Toledo, algún desnudo, o su Autorretrato” y paralelamente unas tristes parodias”
(González, 1988: 76).
134
En este perspectiva, estas exposiciones antológicas tienen a mostrar los aspectos positivos y los
negativos; según González en cuanto a las características que definen su obra, Gómez afirmaba que
“el arte es pensamiento”, en esta medida puede explicarse su tendencia a pintar con rigidez, la
distinción de su “ sobriedad” y rigor a través del manejo “del pincel duro y estricto”.
En conclusión, al pintar bodegones, paisajes, desnudos y retratos Gómez Jaramillo impuso una
nueva forma de concepción plástica en Colombia, dirigiendo la producción nacional hacia el mismo
desarrollo del arte occidental europeo. Con un estilo muy personal rompió con la tradición del
pasado academicista y el predominio de lo literario sobre lo visual. De esta forma, en sus cuadros
se aprecia la influencia los movimientos de arte moderno, como el cubismo, por medio de las “las
formas precisas y firmes” y la inclinación por la búsqueda de la originalidad.
En esta perspectiva, Jorge Zalamea describió el proceso de creación pictórica de Gómez Jaramillo:
Asimismo, en variados cuadros (El proletario, el poeta comunista y los trabajadores - todos de
1931) y en sus murales, el pintor deja apreciar su preocupación por acercarse a su medio social “no
hay adornos, ni ornamentaciones, ni escenografías aparatosas, mucho menos ese aire de falsa
trascendencia” (Medina, 1995:122).
En esta medida Gómez se dedicó a pintar cosas sencillas, cotidianas, como bombillos, discos
fotográficos etc. Al aparecer luego con la influencia muralista sus figuras se tornaron pesadas y más
voluminosas.
135
Sin embargo, su obra siguió siendo un arte para las elites, quizás, porque la ausencia de una política
del Estado colombiano frente a la educación popular en arte y el poco apoyo del estado, confinaban
al artista en esa época a vivir de los “mendrugos del estado” o de los caprichos de la moda de la
elite bogotana y colombiana que vivía, si no de España, de Europa y los Estados Unidos.
Luis Alberto Acuña es considerado como el precursor del movimiento Bachué junto con el escultor
Rómulo Rozo. Su obra se encuentra enmarcada dentro del conjunto de estudios realizados en la
primera mitad del siglo XX promovidos por la escuela del Nacionalismo Cultural, cuya principal
labor radica en la comprensión de las raíces históricas y las manifestaciones folclóricas 38 .
Acuña fue uno de los pioneros en resaltar el carácter de arte de las producciones aborígenes; en
diversas obras (El arte de los indios colombianos; El Arte Indígena Americano; el Oro de los Indias)
destacó su admiración por el pasado indígena; en particular exaltó el alto nivel tecnológico y
39
civilizatorio de la cultura de los chibchas , considerándola como una de las grandes culturas
38
Acuña residió durante varios años en México, de manera que fue influido por las corrientes nacionalistas mexicanas,
y por los primeros movimientos indigenistas en ese país, que exaltaban los valores y la historia heredada de los mexicas
y la contribución del mundo indígena a la nacionalidad mexicana.
39
Acuña investiga el arte prehispánico, dividiendo en cuatro grandes regiones las diferentes etnias del territorio del país -
región central (altiplanicie de Cundinamarca y Boyacá), región del norte (desde el golfo de Urabá a la península de la
Guajira), región occidental (cuencas río Cauca), región del sur ( San Agustín, Popayán, Pastos) y la región oriental..
Según Acuña las regiones orientales del Amazonas no poseían una cultura artística, lo cual se explica por la falta de un
conocimiento de estas tierras, así como por la concepción de dichos pueblos como salvajes,; de esta forma Acuña le dio
más importancia a los Muiscas por ser los grupos más estudiados y nombrados por los cronistas, así mismo para
demostrar como nuestra “nacionalidad” estaba fundada sobre un notable desarrollo tecnológico y organización social
136
americanas; sin embargo , en sus estudios se evidencia la falta de un sentido crítico frente a la
concepciones de los cronistas, quienes en sus relatos transmiten sus propias categorías y describen de
acuerdo a lo acontecimientos superficiales, sin el propósito de conocer a fondo a las otras culturas
(Mejía, 1994).
A diferencia del pensamiento de Miguel Jiménez López, Luis López de Mesa y Laureano Gómez en
el cual predomina la noción de “raza” para explicar los hechos históricos y sociales, Acuña reivindicó
el papel del indígena y del mestizo en sus diferentes escritos y en especial en su obra pictórica. Sin
embargo, en esta última no plasma la realidad histórica y social del país; en esta medida, aunque
Acuña refleja en su obra el espíritu indigenista de los Bachués, rechazando el arte imitativo y
promoviendo la necesidad de una nueva conceptualización temática y técnica, su obra no puede ser
considerada como la de un artista comprometido que efectúa una denuncia social a través de su
trabajo, (al estilo de Rivera o Sequeiros, en México, o de Pedro Nel en Colombia).
Su obra fue rechazada por algunos sectores, pues se ignoraba -como se mencionó- en el arte la
presencia del indio; este desprecio hacia lo indígena se debía -como se ha visto a lo largo de este
escrito- en gran parte a la fuerte tendencia a imitar lo europeo; además como menciona Carmen
Ortega: “En esa época la antropología apenas estaba naciendo en Colombia, entonces uno no puede
amar ni puede defender lo que no conoce” (Mejía, 1994:132).
similar a la europea del siglo XVI. Esta organización se caracterizaba por el establecimiento de jerarquías sociales y la
especialización en diferentes trabajos de acuerdo a la definición del concepto cacicazgos manejada por Acuña (Mejía,
1994)
40
En sus estudios Acuña reconoce la importancia del legado español para la conformación de la cultura americana; en
esta medida la búsqueda de lo propio se define de acuerdo a las condiciones del mestizaje cultural entre Europa y la
137
El maestro Acuña nació en Suaita (Santander) -Suaita significa en chibcha “jardín del sol”- en
1904. En 1921, a la edad de 17, años ingresó al Instituto Técnico Central de Bogotá donde aprendió
las bases de las técnicas de la pintura, la escultura y algunos conocimientos musicales -
principalmente de violín, flauta y piano-. En 1923 estudió teología, historia, letras, filosofía,
ciencias exactas y dibujo en el Colegio Nacional de San Bartolomé. Bajo la influencia del maestro
Roberto Pizano 41 emprendió la realización de trabajos sobre historia del arte en Colombia. Unos
años más tarde, estudió en la Academia de Bellas Artes de Bogotá con la dirección del maestro
Francisco Cano; allí siguió las pautas de la corriente alemana de los “nazarenianos”, la cual se
definía por el uso de una temática religiosa inspirada en la época y los estilos prerrenacentistas.
En 1924, Acuña recibió una beca del gobierno para estudiar en Europa, debido a su gran interés por
la pintura de Anselm Feurbach -un buen representante del estilo “nazareniano”- ; Acuña intentó
establecerse en Alemania pero -siguiendo las recomendaciones de su antiguo maestro Roberto
Pizano- se matriculó en el “Ecole de Beaux Arts” de París y más adelante en la escuela “la Grand
Chaumiere”, donde aprendió la técnica el puntillismo 42 , aunque vale la pena aclarar que Acuña no
aplica la técnica como los puntillistas ; en sus obras utiliza una pincela larga (tachismo) sobre una
base de color neutral que unifica los colores.
En 1929, el pintor regresó a Colombia; hacia 1939 fue nombrado agregado cultural en la embajada
de Colombia en México, cargo que ejerció durante tres años; en su estada en México expuso en la
Universidad Autónoma de México y en el Palacio de Bellas Artes.
cultura indígena nativa (el mestizaje es valorado en una dimensión cultural, no únicamente como la mezcla de sangres
y razas).
41
Pizano quien fue director de la Escuela de Bellas a finales de los años veinte, regresó de Europa en 1923 con nuevos
impulsos de renovación pictórica que estimularon a los jóvenes pintores; sus pinturas realizadas entre 1924 y 1929
tienen una marcada tendencia expresionista. Murió en abril de 1929 a los 33 años.
42
Técnica desarrollada por Georges Seurat (1859-1891) quien a partir de las técnicas e innovaciones de los
impresionistas, elabora un estilo personal que consiste en aplicación de los colores puros en pequeñas manchas
138
En 1946 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia e
inspector de la Sección de dibujo del Instituto Etnológico Nacional (cargo que ocupó hasta 1951).
En este marco, emprendió su labor de investigación sobre el folklor colombiano, y en 1951 presidió
la Comisión Nacional de Folklore.
Durante este periodo Acuña elaboró diversos mapas etnográficos (de comidas, danzas, viviendas,
grupos indígenas) y publicó en la revista Folklore (número 7, septiembre 1951) un “Diccionario de
Bogotanismos”. Posteriormente, como director del Museo Colonial (1954-1967) organizó
exposiciones, y publicó su libro “Diccionario Biográfico de Artistas que trabajaron en el Nuevo
reino de Granada” (1964).
En sus estudios sobre el significado simbólico del arte de los indígenas (El arte de los Indios
colombianos-1936, La capacidad artística del Indio-1944, Introducción al estudio de Nuestro arte
Precolombino-1935) plantea cuatro categorías (primitiva, arcaica, floreciente, decadente); según
Acuña el arte de los indios hizo parte del período primitivo (caracterizado por la espontaneidad) y el
arcaico (valores ornamentales) ; aunque en su obra prevalece un enfoque evolucionista que defiende
la idea de “lo primitivo”, esta idea se contradice con el su visión reivindicativa del indio basada en la
igualdad en las capacidades mentales del indígenas y de los europeos. En los años siguientes realizó
numerosas exposiciones en los salones de artistas nacionales (1971-1972-1973-1974), en la
Biblioteca Luis Angel Arango (1969), en la Galería Nacional de Bogotá, Museo de Arte Moderno
(1975), en la Casa de las Américas en la Habana –Cuba (1977); en julio de 1977 conmemoró los 50
años de su obra pictórica con una exposición en la Biblioteca Luis Angel Arango.
Asimismo Acuña se destacó por sus trabajos de restauración de diversos lugares con arquitectura
colonial como la Iglesia de San Francisco de Cali; restauración de la casa de Don Juan Vargas de
Tunja, de la Casa “El Paraíso” del Valle del Cauca y de su propia casa en Villa de Leyva.
yustapuestas según las teorías sobre los contrastes simultáneos de los colores y la descomposición óptica de la luz.
(Sproccati,1992)
139
A lo largo de la década de los 80’s el maestro Luis Alberto Acuña dirigió el proyecto para la
creación del la Casa Museo Luis Alberto Acuña situada en Villa de Leyva (Boyacá), donde se puede
apreciar pinturas, esculturas, objetos personales, murales en los patios. Por otra parte, Acuña organizó
el museo paleontológico, arqueológico y prehistórico de Villa de Leyva.
Acuña realizó a lo largo de su vida diversos murales, los cuales aún se observan en diversos espacios
públicos de la ciudad de Bogotá. Entre ellos se destacan los siguientes:
“Historia de la Cultura”
(Museo de Artes Gráficas, Imprenta Nacional), mural al fresco 240 x 700 cm. (1973-1974).
140
“La Batalla de Solferino”
(Cruz Roja Colombiana, Bogotá, sede principal del Salitre), (1979-1980).
Entre sus murales más significativos para el tema de esta tesis se encuentran “Colón descubre el
nuevo mundo ( 1959)”, “Apoteosis de la lengua castellana (1960)”, Los dioses tutelares de los
chibchas (1974), en las cuales se destaca la inspiración nacionalista a través de la representación de
algunos momentos que cumplen con la finalidad de constituir el reconocimiento del pasado
americano como son: la llegada de Colón, el aporte de la lengua castellana -representada en la
leyenda del Quijote- la religión -imágenes de misioneros, portadores de la cruz- y las leyendas
indígenas vinculadas con la naturaleza.
(Edificio Almirante), pintura mural al fresco 7 mts ancho x 4, 63 mts alto, (1959).
Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
La figura central está justamente en el centro del mural; aparece un cuerpo en dos mitades: a la
derecha un hombre de traje azul, extiende su mano derecho; porta en su cuello un collar con estrella,
una espada en su cintura, una corona sobre su cabeza. Detrás de él surge media figura de una
carabela y su reflejo sobre el agua. A la izquierda se representa medio cuerpo de un fraile que porta
en sus manos una cruz con Cristo crucificado rodeado de una extensa aura de color café rojizo. En el
fondo se aprecian las figuras de montañas de color blanco en un ambiente helado, celestial.
141
En el costado derecho se aprecia, en la parte de abajo, las figuras de la flora y fauna americana; piñas,
maíz, flores y dos tigres dormidos uno contra el otro. Arriba de estos, un hombre de pelo rubio y una
mujer indígena se abrazan; de la cintura de sus cuerpos se desprende un feto. Más arriba una mujer
indígena desnuda y de espaldas con un niño en sus brazos, y a su lado se encuentra un hombre
indígena desnudo. Aparece otra figura de mujer indígena de cuerpo desnudo con el rostro y los brazos
levantados; posteriormente continúa una sección con múltiples cavidades de diversos tamaños, en las
cuales se encuentran varias figuras humanas pequeñas de color blanco. En el fondo se representan
estrellas de color amarillo sobre el color azul oscuro.
En la sección de la izquierda, vemos la figura de una serpiente larga de color verde y una cresta de
plumas en su costado, una figura de un hombre prehispánico con tocado y collar, una brújula, la
figura de hombre partido por la cintura con la mitad del cuerpo pintado de verde y de amarillo; hacia
la mitad de la composición, se encuentran construcciones escalonadas y, más arriba, parte del
territorio nororiental mexicano. En el extremo superior izquierdo se aprecian diversas estrellas.
En esta obra Acuña simboliza la irrupción del español y la religión católica en las tierras americanas.
Este hecho divide la historia, dando lugar al la creación del término de “lo precolombino”. Es así
como se crea “un nuevo mundo” a partir la unión de españoles y indígenas como bien se muestra con
el abrazo entre el español y una nativa de los cuales se desprende un feto. América es representada
como un universo de gran fecundidad, propicio para el desarrollo de nuevas generaciones de
hombres, a través de las figuras de cuerpos humanos con los brazos levantados como si estuviesen en
proceso de formación. La presencia de los símbolos, mitos (serpiente emplumada) construcciones de
los indígenas americanos y la extensión de su territorio, nos muestran la intención del artista en
valorar el legado indígena.
Esta composición en la que se aplica la técnica del tachismo se divide en diversos planos, que
transmiten la idea de la unión de dos mundos paralelos; los diferentes contrastes se resaltan a través
de diversas líneas y colores que dividen las figuras. Es de destacar como prima una comprensión
142
simétrica en donde prevalece la figura de la esfera del mundo en el universo, subdividida por
múltiples submundos que se complementan a pesar de sus diferencias (geográficas, raciales).
|
La Academia de la Lengua fue fundada en 1873, por la iniciativa de José María Vergara y Vergara,
como institución filial de la Real Academia de la Lengua española, y tiene como función velar por
el uso, desarrollo y conservación de la lengua castellana. Fue fundada, inicialmente, por doce
miembros que representaban los 12 primeros conquistadores que fundaron Santa Fé de Bogotá. En
este marco, la Academia se distingue por ser la guardiana de la Lengua Castellana, como uno de los
fundamentos de nacionalidad colombiana, función que ha mantenido hasta el presente. En gran
medida, la Academia ha sido uno de los baluartes de la construcción de un discurso sobre la nación
basada en la hispanidad y la catolicidad como fundamento de la Nación. El mismo edificio de la
Academia refleja en parte esta visión en cuanto que constituye un edificio de estilo clásico, con
grande columnas dóricas, que la asemejan a una academia griega, en la perspectiva de idea de la
comprensión de la ciudad de Bogotá, como la ATENAS suramericana. Los que fundaron la
Academia eran no sólo ilustres lingüísticas sino latinistas, que veían en el mundo grecorromano un
paradigma de la cultura nacional. La Academia reunió a los letrados más tradicionalistas de
Colombia (Maya, 1952)
Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
De izquierda a derecha: en el extremo izquierdo un hombre con traje de herradura a caballo con una
mano posada en muslo del caballo, girado dándonos la espalda; arriba de él otro caballero con barba,
a caballo una armadura, levanta ligeramente la mano. A su derecha un hombre gordo pequeño con
sombrero montado en un burro; a su lado montado en un caballo flaco otro caballero hidalgo de capa
143
roja con los brazos levantados en una mano porta una lanza y con la otra hace un ademán; en su
cintura porta una espada.
Para terminar este primer conjunto de figuras, un hombre de café, como una estatua, con ojos
cerrados, con casco, capa y sus brazos cruzados, posa sobre una espada. Detrás de estas figuras se
sitúa un castillo de tres torres.
Un segundo grupo esta conformado por 9 figuras, entre las cuales se destaca una joven mujer con un
libro; esta es abrazada y cubierta por la capa de una vieja con traje de monja. Le siguen dos jóvenes
con chaleco: uno de ellos porta un palo y el otro con sombrero le habla al oído. En la parte posterior
un hombre con corona, capa morada en actitud pensativa cruza sus brazos, posando una mano sobre
su quijada. Detrás de él se encuentra otro hombre con una capa blanca que cubre todo su cuerpo y
cabeza, cargando una cruz en madera. Al lado derecho, una mujer - mirando también a su derecha --
de traje rojo con abanico, guantes blancos largos; arriba de ella, un hombre de barba y bigote con
sombrero de copa y capa negra de medio lado hacia la derecha.
A su lado, se representa un hombre de frente de pelo blanco saco negro, camisa blanco, con un palo
situado justo en la mitad de su cuerpo. Este grupo está definido en la parte posterior por una serie de
árboles de gran tamaño.
El tercer conjunto está compuesto por tres figuras a caballo. Una de ellas es un hombre de piel y
cabello oscuro, con manta azul sobre su cuello y una lanza en su mano izquierda sobre un caballo
blanco; se observa también una mujer de vestido rojo de piel y cabellos oscuros con sobrero sobre un
caballo negro, y otro hombre sobre un caballo café, con barba y pelo café vestido con capa negro y
traje de caballero español. En un primer plano se destaca la figura de un indio con sus pectorales y
corona de plumas cargando un tronco. En el extremo derecho una pareja elegantemente vestida se
encuentra leyendo. Se ve un niño de camisa blanca con un brazo levantado sonriendo; arriba de él,
hay un hombre con un juego de cartas en sus manos, vestido con sombrero, camisa, pantalón blanco
y carriel.
144
Las cualidades visuales, las formas, las figuras
Este mural elaborado por Luis Alberto Acuña en el recinto de la Academia no deja de ser
paradójico. Como hemos mencionado, Acuña fue uno de los pioneros de una visión no hispanista de
la nación colombiana, es decir contrario a la construcción de un discurso de la nación que ve la
patria fundada en la herencia española o en la Madre Patria. Sin embargo, vale la pena anotar el
interés del maestro Acuña por los estudios lingüísticos (“Refranero Colombiano” 1947,
“Diccionario de Bogotanismos” 1964), asimismo en sus estudios sobre el folclor resaltó los
diferentes préstamos de vocabulario que los idiomas aborígenes de Colombia le hicieron al castellano
y viceversa. Estos préstamos, según el artista, fueron en gran parte nombres de animales o de
diferentes elementos de la cultura material desconocidos por los nativos. (Mejía, 1994)
El mural representa diferentes episodios relacionados con la Historia de España y de sus colonias
americanas., estableciendo un hilo de continuidad entre la madre patria y la colombiana
contemporánea. El mural fundamenta su historia en la Edad Media, representada por Castillos y
Caballeros armados; aparecen también las figuras de El Cid, Don Quijote y Sancho Panza, máximos
emblemas de la nación y literatura española y símbolos de la Lengua Castellana. .
En la parte inferior está representada la Celestina y el don Juan Tenorio, dos temas también
fundamentales del Siglo de Oro español, y de la literatura española.
La parte central del mural reproduce un conjunto de personajes con atavíos diferentes. Entre ellos se
destaca un letrado español, vestido con un sombrero de copa y su capa negra, quizás un oidor. Al
lado un hombre mestizo, con su bastón de mando, y al frente un indígena - que exhibe un pectoral de
oro, collares de piedra y un tocado de plumas. Carga un tronco, cuyo significado se vincula con la
fuerza del hombre americano. A su lado aparece una mujer vestida de española que dispone de un
abanico y guantes, que contrasta con el personaje anterior que carga con sus manos un tronco, como
si fue a construir alguna edificación.
145
En el otro costado, aparecen tres personajes montados en grandes y esbeltos caballos, de diferentes
colores, en movimiento y acción. Un caballero español, con capa y espada, posiblemente un nombre
castellano, una indígena desnuda, como una amazona (representa a la Gaitana) y un lancero que
recuerda el pantano de Vargas la Batalla de Boyacá definida en gran medida por los lanceros que
provenía del Llano.
En el mural, aparece el motivo del hombre con carriel jugando cartas, que evoca la colonización
cafetera, y Efraín y María, representados en un joven letrado acompañado de una mujer, que asen un
libro abierto. Al fondo, un hembra deambula, que ha sido interpretado como la representación de
Clemente Silva, uno de los personajes más importantes de la Vorágine..
Estos personajes están enmarcados en un tríptico de paisaje que evidencia el paisaje de Castilla,
grandes árboles y el espacio de vegetación tropical. En los costados, nubes blancas, una de ellas casi
en figura de ave, complementan el paisaje.
Sin duda, el mural de Acuña exalta la cultura hispana, pero también destaca los otros fundamentos
de la nacionalidad colombiana, en particular a través de varios elementos que reafirman el proceso de
mestizaje, el establecimiento y la defensa de una cultura por medio de la representación de la fuerza
y carácter del indio manteniendo su corona y sus collares de prestigio; asimismo a través el espíritu
de lucha y valentía de la mujer y hombre cabalgando, del campesino con su carriel, la incorporación
y aceptación de la lengua castellana.
Figuración y orden que cada una de las partes tiene dentro del conjunto
Este mural se compone de tres secciones: de izquierda a derecha en la primera sección se representa
un hombre blanco de pelo negro, desnudo, de pie cargando una roca por encima de su cabeza. A su
derecha un viejo con barba blanca larga, túnica blanca y un bastón largo, descalzo sentado a la
entrada de una cueva sobre un trono en piedra de donde cae una cascada en medio de la roca. En la
146
parte de abajo en un primer plan otro personaje sentado con los pies cruzados, desnudo, musculoso
con capa roja y un tocado de plumas azules y rojas sobre su cabeza, en un brazo porta un arco y una
flecha, en el otro está levantada, con su mano derecha sobre la frente observa a lo lejos. En la parte
de atrás un hombre con cabeza de lobo de espaldas a la orilla de un lago, apoyado en sus rodillas y
con los brazos estirados sostiene una estera de la cual bebe algo; a su lado derecho se encuentra una
múcura o vasija e agua. Detrás una manta blanca sostenida por los árboles. Arbustos pequeños,
plantas de color rojo y verde se distribuyen de forma dispersa en la escena.
En la segunda sección se destaca la figura de un hombre con sus músculos bien definidos, con sus
pies sumergidos en el agua de un lago y sus brazos levantados con la palma de la mano hacia arriba;
el fondo se define por la extensión del lago hacia el horizonte, bordeado por las montañas de colores
blanco cobrizo y blanco violeta; el cielo de color rojizo está compuesto nubes, por el vuelo de siete
aves de color morado oscuro con sus alas extendidas, un arco iris, cuatro lunas. En la luna más
cercana se puede apreciar los cráteres; el agua del lago se conecta con esta luna, por medio del
levantamiento de sus aguas en forma de una espiral que rodea la luna y en la punta desciende tocando
la luna.
La tercera sección es una representación de la selva con una vegetación más tupida y exuberante (de
colores azules, verdes y rojos) en medio de la cual surge un pequeño río de aguas calmadas; en sus
orillas se sitúan , de izquierda a derecha, una mujer desnuda de piel oscura aunque aclarada con las
luces y pelo negro con los pies en el agua que extiende sus brazos a un niño desnudo de espaldas y de
perfil izquierdo, sentado sobre sus rodillas encima de una roca ; al lado de ellos, dos serpientes de
gran extensión (una verde y una café) enroscadas alrededor de un árbol. En la otra orilla del río un
hombre de color café oscuro , pelo negro, musculoso, recostado sobre la hierba con sus pies metidos
en el agua; a su lado una mujer sentada, desnuda, de piel más clara con sus brazos hacia arriba
tapando la cara; encima de ella vuela una lechuza.
La naturaleza juega un papel principal como fuente de vida; la representación de la naturaleza y del
hombre tiene una clara influencia estética-occidental (el hombre domina la naturaleza), el hombre es
147
presentado como un elemento que convive en armonía con las fuerzas de la naturaleza, de las cuales
obtiene su energía y medios de subsistencia en un ambiente en perfecto orden y calma.
La composición ilustra las riquezas de los mitos del origen y la creación en correlación con las
riquezas exóticas de nuestro medio.
Las divinidades chibchas constituyen el tema central de representación en este mural; el personaje
principal es “Chiminigagua” - situado en el centro del mural - es el Dios creador invisible que dirige
todos los acontecimientos. Acuña lo presenta emergiendo de las aguas 43 ; su poder alcanza todos los
órdenes a través de la unión entre Chía (la luna), Súe (el sol), Cucharavita (el arco iris), el Cielo y el
Viento.
43
Las lagunas son los lugares sagrados en donde surge la vida; Iguaque, Siecha, Guatavita fueron escenario para venerar
al sol vestidos de oro.
44
Bochica es también conocido como Nemquetaba o Xué; según los relatos de los cronistas (Jerónimo de Vivar,
Crónica del reino de Chile,1558) del Nuevo Reino, la figura de Bochica se relaciona con la presencia de las huellas del
apóstol Santo Tomás en América. Esta idea se fundamenta con la creencia de la actividad evangelizadora del apóstol
antes de la llegada de los españoles. Por lo tanto Bochica (representado como un hombre blanco) y Santo Tomás son los
mismos que inician el proceso civilizador, a través de la unificación del grupo de cazadores-recolectores por medio de la
introducción de la siembra, el tejido y la adoración al sol en “el templo del sol” (situado al Este en el poblado de Iza sitio
donde vivió Bochica).
La figura de Bochica se asemeja las figuras mitológicas de Quetzalcoatl y a Manco Capac quienes también aportan la
civilización, portan báculo con los cuales detienen las inundaciones (Bochica crea el salto del Tequendama con su vara
dejando libres y fértiles las tierras para los cultivos), representan la inteligencia divina, se visten con mantas, llevan el
pelo y la barba larga como símbolo de sabiduría y autoridad.
148
A la derecha aparece Bachué con Iguaque con quienes se inicia la reproducción de los pobladores de
los chibchas; Fu, el dios del sueño, y en el extremo derecha Guitaca, llamada también Chía quien al
predicar enseñanzas contrarias a las de Bochica, fue convertida en una lechuza, ave de mal agüero
(Mejía, 1994).
Acuña promovió una nueva forma de pintar y representar la nación, al exaltar los valores
prehispánicos y retomar las figuras indígenas y mestizas, aunque prima también una mirada hispana,
donde la estética de la representación continua siendo muy cercana a una estética de la Academia. El
Dios Creador Chiminigagua, por ejemplo, es representado como un cuerpo esbelto, casi como un dios
griego.
En esta medida, sus representaciones del indio americano y las deidades chibchas se asemejan a la
visiones de América de los grabadores flamencos Teodoro Bry y sus hijos Juan Teodoro y Juan
Israel, quienes ilustraron la obra Colección de grandes viajes en el siglo XVIII, en esta obra “el indio
americano es la reencarnación de los guerreros del mundo clásico, altos, robustos, admirablemente
proporcionados, ágiles, hermosos. Es la traducción pictórica del buen salvaje, del hijo de la
naturaleza” (Giraldo, 1952).
El maestro Acuña influido por el muralismo mexicano, en sus diversas obras narra historias de la
nación colombiana, en el marco de un proyecto nacional que intenta recuperar la tradición
española, indígena y mestiza de la historia Colombia. Los símbolos prevalecientes -dioses tutelares
chibchas, Colón, El Quijote, etc.- en sus diversos murales representan estas dos tradiciones, y de
forma significativa no hay referencias al mundo afroamericano.
Los indios representados evocan el pasado prehispánico, pero tampoco hay referencias a los indios
modernos o contemporáneos.
En los diversos artículos que comentan su obra (Ocampo, 1993) (Acuña Cañas, 1993) presentan a
Acuña como “el artista fecundo de la raza y de la patria” perteneciente a la Escuela de Nacionalismo
Nacional; desde esta perspectiva su obra se encuentra enmarcada dentro de la corriente del
149
Modernismo de las artes plásticas en Latinoamérica, la cual pretendió exaltar el espíritu nacional, el
indigenismo, el americanismo y se manifestó en Colombia a través del bachuísmo.
Las características plásticas manejadas por el pintor se definen por el uso de colores rojos, “amarillos
dorados, verdes húmedos, azules nocturnos” que permiten la traducción del ambiente tropical a
través de un realismo pictórico plasmado con la técnica del manchismo. Respecto a su obra mural se
destacada una división entre sus murales indigenistas como “los dioses tutelares chibchas” y otros
con temática hispanista como el ubicado en la academia de la lengua (“Apoteosis de la Lengua
Castellana”).
En esta perspectiva, Acuña se consideraba como un pintor que se encontraba aparte de esta tendencia
de “improvisadores” y destacaba la manera como seleccionaba el tema, los elementos de sus cuadros
y pensaba la composición: “Y es entonces cuando se advierte la perfecta correlación establecida entre
la temática y la técnica, entre el sujeto y la manera de tratarlo, o, para hablar en el lenguaje académico
entre el lenguaje y la forma” (Acuña, 1958:192). Respecto al tema comenta: “El tema no es otra cosa
que un pretexto para emprender una empresa de grandes consecuencias, cual es la obra plenamente
lograda” (Acuña, op cit :192).
Acuña menciona en sus “Notas para un ideario autobiográfico” (1958) que a su regreso a Colombia
en 1929 se interesó en los problemas colombianos, en particular con los referentes al campesinado y
proletariado:
150
finalmente, alguno que otro toque inspirado por la indumentaria campesina . A un
tiempo con esta “selección de elementos” tomados directamente de la vida lugareña
y de la realidad cotidiana se enriquecía mi acervo con las lecturas de los viejos
cronistas en cuyas páginas anduve a la búsqueda de las más remotas creencias
ancestrales (...). Fue así como me di a pintar figuras aisladas y aun dícticos y
polípticos de tema rural, mitológico o religioso, en el que el indio, el mestizo o el
mulato, sin perder sus características de tales, eran elevados a la categoría de
deidades indígenas o de venerados íconos cristianos. Desde mi punto de enfoque y
dentro de mi radio de acción, este resultó ser mi modo de colaborar en el común
anhelo de redimir el ente de las clases inferiores. Algunos años después, y merced a
este sentimiento indigenista y terrígeno, germinaba en mí una firma preocupación
por todo lo tropical americano.” (Acuña, op cit: 190).
Vale la pena resaltar la manera como el pintor al referirse al folklor como tema de representación
plantea el peligro de caer en el “pintoresquismo”, que conlleva a un desplazamiento de las calidades
pictóricas; según Acuña, es importante saber la manera como tratar la representación del folklor; un
buen ejemplo de ello se encuentra en la obra de artistas como Picasso, Goya o Matisse ( este último
al pintar el mantón floreado de la mujer andaluza aprovecha el elemento típico y pintoresco sin
descuidarlos elementos pictóricos).
151
Respecto a la evolución de su obra, se evidencia a mediados de los años cincuenta una
transformación en su estilo de pintura a través una rigurosa estructuración geométrica expresada en
el lineamiento de la composición, la utilización de un único primer plano, que podemos apreciar por
ejemplo en el mural localizado en el edificio del Almirante Colón “Colón descubre el nuevo
Mundo” (1959), en sus cuadros “Lepidópteros” (1957), “Matrimonio indígena” (19579,
“Maternidad” (1957), “Gallera” (1957).
La obra de los tres artistas mencionados tienen marcadas diferencias en las características plásticas,
en la escogencia y manejo de los temas de representación, así como en la “batalla” de cada artista
con la sociedad.
Vale la pena resaltar que en los tres pintores sus obras de caballete fueron más difundidas y
aceptadas que sus obras murales; según Medina (1995) sus cuadros fueron más importantes en el
plano creativo; sin embargo considero que la obra mural de Pedro Nel se destaca más frente a sus
cuadros de caballete por contundente contenido social, lo cual también se debe a su concepción de
que “vivía” las obras.
La producción de Ignacio Gómez es limitada y no logra tener suficiente fuerza de crítica social, si
bien puede ser cierto como comentó Pedro Nel: No logró ganar la batalla!, aunque Ignacio Gómez
en sus declaraciones a la prensa cuestiona la actitud del estado frente al arte; en sus murales
transmite una postura que se inclina por recreación de un episodio histórico; según la opinión de
Gómez Jaramillo sus preocupaciones se basan ante todo en los problemas de ejecución plástica, es
decir en el manejo de las masas y los volúmenes, el tema en esta medida es secundario. Por lo tanto
sus obras murales no parecen tener mayor compromiso o entusiasmo en la obstinación en algún tema
específico de representación. Gómez Jaramillo sólo trato, por ejemplo, el tema del indigenismo en su
152
mural “El dorado” y en sus otras obras murales “La liberación de los esclavos” y “la insurrección
de los comuneros” se evidencia un estrecho marco pictórico. Asimismo, la localización de sus
murales (Capitolio Nacional, Museo del Oro) tampoco contribuye a la divulgación la obra mural en
un espacio público amplio, accesible a la gran mayoría de la población.
Si bien la obra de Acuña fue relevante para el surgimiento de una nueva estética basada en la
búsqueda de lo propio, en sus primeros años tuvo una marcada influencia madrileña que incluso se
mantiene con su mirada “exotizante” del trópico, así como en la solución de figuras estilizadas para
el caso de representación de las deidades chibchas, este tipo de representaciones se explica por la
influencia de su formación académica, que sin embargo se transforma con la evolución plástica del
artista.
Acuña logró consolidar un lenguaje pictórico en el cual predominan las representaciones de las
costumbres del pueblo y de las figuras de campesinos, en las cuales se resalta ciertos rasgos como
los pómulos salidos, los ojos rasgados, una exagerada voluptuosidad y fortaleza. La pintura de una
virgen con rasgos campesinos, vestida con su traje típico -en el cuadro titulado “Campesina Virgen”-
traduce los ánimos de exaltación de lo americano y lo mestizo.
“se hizo un arte sin pueblo”; en esta medida la obra de Pedro Nel Gómez, por
ejemplo, “ha estado pues siempre bastante limitada al círculo estrecho y “elegido” de
periodistas, intelectuales, burgueses y políticos de avanzada (…) y no habiendo
asumido tampoco una posición moral, ni una actitud política, social y filosófica
claramente concebida, el Muralismo Colombiano afronta contradicciones que minan
la existencia misma de sus obras. Pero, además, su fracaso como arte
“revolucionario” resultaría predecible solamente con observar el conformismo
incurable del país que se ha mostrado resistente a todos los esfuerzos por iniciar un
cambio político de fondo” (Rivero, 1978:89).
153
En los años 50’s la crítica de arte Marta Traba generó otra concepción entorno a la obra de los
muralistas bachués, considerando a sus obras: “cómo un bochornoso y triste espectáculo, porque
nunca revistieron valor alguno”. Este hecho desencadenó el llamado “Pleito de las generaciones”
que creó una división entre las orientaciones internacionales del arte -que defendían el
abstraccionismo- y el arte nacionalista calificado como una tendencia definida no por rasgos
estéticos sino literarios.
Estas circunstancias detuvieron la realización y el valor de los murales; como bien comenta Ignacio
Gómez la elaboración de murales es el resultado de una obra madura, “un premio a sus disciplinas
anteriores”; este dominio se perdió en las nuevas generaciones, las cuales no recibieron el estímulo
para la creación de estas obras.
6. 6. BIOGRAFOS DE LA NACION
154
destacan diversas condiciones y virtudes sociales (el escritor, el antioqueño, el indio, la fuerza, la
complicidad, la fantasía etc.).
En los murales, la Nación es también representada en la vida cotidiana de sus hombres y mujeres,
cuya historia local hace parte de la realidad . Los muralista, como sostiene Bourdieu con relación a
la función del arte, hacen “visible” lo invisible: los hombres y mujeres representados en la vida
cotidiana - vendedoras de frutas, el campesino, los mineros , las tejedoras, los cazadores- sintetizan
simultáneamente esa historia de la nación y la exaltación de los hombres trabajadores que de
manera silenciosa, constituyen la nación contemporánea y moderna. De acuerdo con las
declaraciones de Pedro Nel Gómez representan no sólo la Nación sino que simbolizan el triunfo de
la vida, y, sobretodo, la multiplicidad de actos que conlleva la vida social, la construcción de la
nación.
En el mural realizado por Acuña “ Los dioses Tutelares Chibchas ” éste metarrelato -en el sentido
de Barthes- está estrechamente ligado con las narraciones de la religión cristiana sobre el paraíso
terrenal; de esta manera vemos como a partir de la idea de un mismo origen se termina por fundir
una sola colectividad e imponer el culto a la Nación.
De esta forma, se introducen los mismos elementos de “La Raza Cósmica” de Vasconcelos a través
de la exaltación de ciertos valores como el amor, la familia, el respeto a los lugares sagrados, los
cuales también son el fundamento de la construcción de una Utopía Latinoamericana.
En los tres autores hay una exaltación de la tierra, de lo terrígeno, representada en las metáforas de
la madre Tierra, de la Diosa Bachúe, o de los Dioses de los chibchas, que poseen los secretos de este
pasado, sacralizado e idealizado, que expresa la potencialidad del Pueblo tradicionalmente
155
marginado y despreciado, así como el valor de la transmisión de las tradiciones de generación en
generación.
En los murales de Pedro Nel Gómez se advierte también una reflexión sobre otros problemas
contemporáneos de la sociedad (la migración a la ciudades, la industrialización, etc.). Esta
preocupación social también es tangible en Ignacio Gómez, cuyos murales sobre la Esclavitud y la
Revolución de los Comuneros son alusiones a la manera como percibe la situación social de
Colombia, marcada por la injusticia o la desigualdad social que requiere un grito de rebeldía o de
liberación. En este sentido, los muralistas son también la voz de la nueva nación, los representantes
de la modernidad, por medio de los murales tienen el capital simbólico y el poder de hacer ver la
Nación o de inducir nuevas lealtades entre en pueblo allí representado y el pueblo objeto de su
murales.
156
CONCLUSIONES: La invención de una Nación Mestiza.
La construcción del nacionalismo se fue consolidando desde la independencia a partir de los diversos
símbolos patrios; sin embargo, este proceso estuvo dividido entre dos posturas que se peleaban la
definición de las características de la nación: la hispanidad o el mestizaje. De esta manera, se
manifestaron las narraciones que mantenían los tratos denigrantes frente a los negros y los indígenas.
La narrativa nacional de la hispanidad basada en las concepciones de “raza” y civilización” planteó
una modernidad selectiva que defendía y divulgaba principalmente la religión católica y la lengua
castellana, con lo cual también se favoreció la jerarquización social y una violencia simbólica contra
los indígenas, las comunidades negras y otros grupos sociales .
En este contexto, hasta la década del treinta del siglo XX predominó la tendencia artística dominante
de la Academia principalmente dirigida por los gustos estéticos de la elite. La Academia exigía la
realización de retratos de la alta burguesía, la pintura de género 45 , de paisajes y temas religiosos de
un modo figurativo, de acuerdo con los parámetros de las escuelas españolas.
En la segunda y tercera década del siglo XX, como consecuencia de la influencia de la Revolución
rusa (1917) y de la Revolución mexicana (1910-1917), los inicios de la modernización y el
surgimiento de movimientos sociales de tendencia socialista , en diferentes países latinoamericanos
se impulsó la creación de un arte con ideología social y nacionalista. Con el propósito de construir
un discurso nacional nuevo, el concepto de pueblo se valorizó positivamente, y en él se incluyeron
indios, mestizos, negros, trabajadores, mujeres, etc., como actores del progreso de la Nación.
Un nuevo tipo de nacionalismo fue fomentado por los nuevos movimientos. Los bachués, fueron uno
de estos “nuevos” grupos que establecieron la confianza en la modernización y el progreso de la
nación a través de la consolidación del reconocimiento de los orígenes míticos de la nación, bajo la
perspectiva del conocimiento y la participación de todos los ciudadanos.
Los pintores y artistas plásticos tuvieron una destacada labor en la “invención” de nuevas memorias
y narraciones sobre la nación, enfatizando la problemática de la identidad nacional; la propuesta de
45
La pintura de género se refiere a la representación de escenas de la vida cotidiana,
157
los artistas estuvo enfocada hacia la divulgación de los problemas de la nación (las desigualdades
sociales, las migraciones del campo a la ciudad etc.) y asimismo, en la elaboración de propuestas
para la resolución de dichos problemas a través de la consolidación de un identidad nacional que
valorara las riquezas culturales de su población, así como el reconocimiento de su pasado.
Este discurso había sido impulsado por los artistas mexicanos, quienes desde la segunda década del
siglo XX, plasmaron las ideas de la revolución mexicana y diferentes acontecimientos de su
historia a través de obras murales expuestas en los edificios públicos; su influencia irradió en toda
Latinoamérica: en Brasil, Cuba y otros países de América Latina los murales fueron importantes
“lugares de memoria” aunque no tuvieron la magnitud y el apoyo oficial del movimiento muralista
mexicano. Los murales como “lugares de memoria”: “nacen y viven del sentimiento que no hay una
memoria espontánea, que hay que crear archivos, que hay que mantener los aniversarios, organizar
las celebraciones, pronunciar los elogios fúnebres, notariar los actos, porque estas operaciones no
son naturales. Sin la vigilancia conmemorativa la historia se derrumbaría” (Nora, 1984:29).
Las diversas narrativas de lo nacional dictaminan los gustos, las valores, las relaciones entre los
ciudadanos; tienen como finalidad construir una identidad nacional que se identifica con el Estado y
los intereses generales de la sociedad; las monedas, la educación, las estampillas, los himnos etc. así
como los murales, constituyen el universo simbólico que permite sostener el imaginario de la
existencia de un cultura nacional aunque también esta construcción manipula la realidad; según
Martín-Barbero: “El olvido que excluye y la representación que mutila están en el origen mismo de
las narraciones que fundaron estas naciones” (Martín-Barbero, 2000: 43).
158
mestizo impulsó la modernización, el apoyo a intereses públicos y la defensa de lo propio. El arte
mural significó para el contexto de su época, una posición de vanguardia y de lucha político-social
en contra del pensamiento racista dominante, en el debate entre la hispanidad y mestizaje.
En Colombia, desde 1934 con motivo de las exposiciones realizadas por Luis Alberto Acuña en
Palmira, Ignacio Gómez Jaramillo y Pedro Nel Gómez en Bogotá se dio paso al surgimiento de una
nueva estética basada en la representación de lo nacional como una forma de racionalidad moderna
basada en nuestra propia historia popular.
El encargo dado a Pedro Nel Gómez para elaborar el primer mural en Colombia con temas referentes
a la vida del pueblo (minería, proletariado, vida urbana, rural) para decorar el Palacio Municipal
de Medellín en 1935, estuvo fomentado por este discurso de nacionalismo artístico que presentó a
los artistas como los portadores de la voz del pueblo, como menciona Luis Emiro Valencia en su
artículo “La crisis de la cultura colombiana” leído en la radio en el año de 1954:
En este sentido la obra de Pedro Nel Gómez presentó las principales exigencias de este discurso: sus
murales tratan los problemas sociales de la época (la inmigración del campesino a la ciudad, la
pobreza, la presencia extranjera etc.) así como la representación de un imaginario cósmico arraigado
en la sociedad a través de los mitos y de las leyendas. Se evidencia la presencia de la modernización
con la alusión a los temas del trabajo, las figuras del proletariado, la explotación de las riquezas
naturales como el petróleo, las representaciones sobre el “espíritu científico” y el “espíritu mítico”-.
159
El mural fue concebido como el principal medio que permitiera destacar “las fuerzas primarias” de
una sociedad que requiere plasmar sus ideales, tal como lo describe Otto Morales respecto al mural:
“su noción se inclina a que el individuo se detenga, ante su incitante y sugestivo enfoque del
universo de su país, y se interrogue ante los arrebatores enigmas de cada sector que pelea su
providencia (...) el mural es una cátedra para el pueblo” (Morales, 1970: 5)
En este perspectiva, se requería que el Estado apoyara la popularización del arte a través del
estimulo a la actividad artística; sin embargo en Colombia no existió una política de estimulo a la
creación de murales y persistió en el poder una visión que se opuso a la creación de un arte para el
pueblo debido a la resistencia generada por el pensamiento racista.
El muralismo sería capaz de transmitir a los colombianos un universo lleno de vida que se oponga a
la violencia que sufre el país; este movimiento no es solamente una forma de representación, o un
genero de la pintura, sino sobretodo un manera de exaltar lo colectivo y la comunidad, una manera
de reflexionar acerca de la historia y de la sociedad; es una herramienta política que permite
construir los valores de la sociedad, estimular su formación y consolidación:
Pedro Nel Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo y Luis Alberto Acuña son, a cada uno a su manera,
Profetas de La nación, y a pesar de las limitaciones de la divulgación de su obra, no araron en el
Desierto
160
APÉNDICE
El término “fresco” se usa para definir la pintura que se hace a partir de un pañete compuesto de cal
y arena húmeda, sobre los cuales se aplican colores minerales disueltos en agua.
Los materiales necesarios para la realización del fresco son la cal, arena, colorantes en polvo y agua.
Es necesario que sean de buena calidad pues de esto depende la calidad y la duración de la obra, para
cerciorarse de esto hay que lavar la arena fijarse si contiene materias orgánicas y si esta contiene
salitre hay que lavarla con cianuro. La arena de los ríos de fuerte corriente es muy buena.
El artista puede preparar los colores (aunque ya vienen preparados y garantizados por las casas que
los fabrican) como el ocre, rojo, tierra de siena y de sombra y toda la variedad de colores tierra.
La paleta debe ser sobria, porque los colores brillantes no resisten el tiempo y dañan los demás
colores si se mezclan. Los mejores colores son los tierras y los óxidos de hierro que dan una gama de
amarillos y de sepias. El pintor debe prepararlos con anterioridad mezclándolos con agua
(preferiblemente destilada) en recipientes de cristal y se dejan disolver durante varios días hasta que
forman una pasta de igual espesor a los colores del tubo con el fin de que puedan adherirse sin
chorrearse.
Se debe tener en cuenta el lugar donde se va ha pintar, la proporción del muro, sus puntos de vista,
distancia y perspectiva, la arquitectura que lo encierra y las condiciones de luz. Es muy diferente
pintar en un cuadro que en un muro, el cuadro por su movilidad puede ser colocado en el sitio
adecuado a su distancia y luz, en cambio el muro demanda ciertas proporciones para sus figuras, no
siempre de acuerdo al muro sino con la distancia a la que puede mirarse y con las formas
arquitectónicas que lo rodean. Estos problemas dependen de las soluciones del artista, no existen unas
fórmulas establecidas.
161
Es variados errores se puede caer, las figuras pueden estar muy bien modeladas pero no corresponder
con la composición del edificio, su colorido las puede hacer ver como colgadas fuera del lugar, o que
la distancia haga que el tamaño abrume al espectador o que el este tenga que mirar las imágenes
como en un libro. Por lo tanto las condiciones de los muros debe ser estudiada en anteproyectos a
escala, este proyecto puede ir acuarelado aunque primero hay que ver en el muro el efecto del dibujo
de la composición. Teniendo el proyecto, se trazan en el muro diagonales, puntos de referencia que
también deben estar indicadas den el proyecto. Luego el pintor debe dibujar el contorno de las
figuras, y debe pintar todos los paneles de la composición del conjunto en el muro, con estos dibujos
(al carbón si el muro es de cemento) se obtiene una idea del resultado final; a medida que se avanza
en el trabajo las correcciones serán definitivas, se puede precisar las líneas de la composición, el
movimiento de las figuras y los lugares donde se requiere una entonación especial por la luz. Quedan
por estudiar el color y los detalles del dibujo. Los detalles como la cabeza, las manos deben dibujarse
del tamaño que habrán de tener en el muro.
Luego se hacen las calcas: el dibujo debe repasarse en el muro con color de agua, tierra roja con un
poco de cola, luego se calcan los dibujos a su tamaño natural, repasándolo con polvo de carboncillo,
cuando están listas las calcas el albañil procede a cubrir el muro con el primer aplanado (de un
centímetro de espesor o mejor aún un mínimo de doce centímetros, dos parte de arena y una de cal a
las que se puede agregar cemento para su resistencia, la arena debe ser gruesa que la del segundo
aplanado, en muros de piedra el aplanado debe ser más grueso y puede agrietarse con más facilidad,
debe secarse durante unos quince días).
El segundo aplanado es la superficie sobre la cual se va a pintar ( tiene un espesos de 5 milímetros,
mezcla de dos partes de arena por una de cal, la arena muy fina , cernida y lavada y la cal
perfectamente apagada y tamizada, hay que tener mucho cuidado que no quede aguada).
Aquí se calca el dibujo indicado por el carboncillo se repasa con un color aguado y un pincel muy
suave. Luego el pintor le indica al albañil lo que debe tirar con espátula siguiendo bordes de los
contornos de la figura que no se pintaron y siguiendo el contorno de la superficie pintado. Luego
procede a hacer las juntas, preparada la mezcla al mismo nivel de la superficie pintada, teniendo
especial cuidado de no dañar la superficie anterior y debe poner atención en que la mezcla tenga las
mismas proporciones de arena, cal y agua.
162
Estas tarea se empieza de arriba hacia abajo para evitar chorreaduras; las juntas no deben hacerse en
líneas horizontales o perpendiculares sino buscar ciertas sinuosidades para hacerlas invisibles.
La pintura debe ser colocada en una paleta con las juntas cantidades que serán utilizadas en la tarea
diaria, tendrá un recipiente con agua pura que deberá cambiar constantemente y debe el número de
pinceles debe ser igual en lo posible al número de colores o tonos.
Con un pincel muy suave se empezará a repasar el dibujo y a manchar las sombras con aguadas, con
un negro muy fluido que da un gris claro, evitando manchar las luces muy fuertes o luces que apenas
se deben tocar con el color definitivo. Los tonos serán repasados varias veces, según las calidades
respectivas de los tonos algunas cubren fácilmente, otros no da su intensidad sino después de varias
capas. Hay que evitar que un tono con tonos luminosos pase por una superficie reservada la sombra o
de lo contrario los colores se verán embarrados. Hay un momento (depende de la sequedad del
aplanado, de la humedad del aire, de la calidad de la cal y del cuidado en la preparación de las
mezclas) en que los olores parecen penetrar en el muro sin ningún esfuerzo que la sola experiencia
permite apreciarlo y aprovecharlo, asimismo debe suspender su tares cuando el muro no agarra
ningún color.
163
II. Entrevista con Margot Villa, esposa del pintor Ignacio Gómez Jaramillo
Esta entrevista tiene como objetivo conocer a través de los relatos de su esposa diferentes aspectos
de la obra y vida del pintor colombiano Ignacio Gómez.
(La conversación tiene lugar en el estudio del pintor , en el cual se encuentran muchos de sus libros,
fotografías de sus obras, recortes de periódico, un caballete con uno de sus óleos).
Margot: Nací en 1913, tengo 89 años, viví con Ignacio 37 años y bueno el se murió muy joven de 58
años.
Margot: Recién casados vivimos acá en Bogotá, a los ocho meses nos fuimos a México, Ignacio
tenía una beca para estudiar y allá estuvimos 22 meses, casi dos años en Ciudad de México. Y eso
fue muy interesante conocimos gente muy importante; también pintó allá un mural con unos
compañeros de él en la escuela revolución de México, está es un universidad como cualquiera de
aquí.
Margot: A Siqueiros ya lo habíamos conocido aquí, porque Sequeiros vino de chile a Colombia. Tal
vez fue en el 37.
164
Margot. En esa época el mural era la vida de México, murales por todas partes, de Orozco, de
Sequeiros y mucho más. Era una vida muy deliciosa, en ese tiempo ciudad de México tenía tres
millones de habitantes. Diez años después fuimos otra vez porque a Ignacio lo nombraron secretario
de la embajada en el año 46 hasta el 48. Todos los amigos que habíamos dejado los volvimos a
encontrar. Era gente muy, muy agradable.
Margot: yo tenía un bebé y me dedicaba a posar para Ignacio; no tenía un momento de tiempo, tuve
cuatro hijos con Ignacio: Iván, Piedad, Ximena y Oscar que vive en Irak
Margot: Mi tía era una persona que se dedicaba mucho a la pintura y entonces alrededor de ella
siempre estábamos muy cerca de la pintura y de las pocas exposiciones que se hacían en ese tiempo
en Bogotá. Eso hace 50 a 60 años, muy diferente de lo que es hoy. Había también pocos pintores.
Margot: Pues Pedro Nel era muy amigo de Ignacio. Yo tengo muchas cartas de él. También era muy
amigo de Triana, de Rendón, quien vive ahorita.
Margot: Bogotá era una ciudad muy agradable con poca gente y vivíamos contentos. En el año 38
Ignacio pintó unos murales en el capitolio, son los que te voy a mostrar en esta foto.....
165
II Parte. Los murales
Margot: Esta es la foto del mural del Capitolio. Aquí está Galán, la figura central con su espada
liberando los esclavos. A la entrada del capitolio a mano derecha está un mural y a mano izquierda
otro. Estos murales son muy importantes, Laureano Gómez los mandó tapar con una lamina de cobre
decía que estos eran de un comunista. Los estudiantes de la U. Nacional se rebelaron y arrancaron el
pedazo de cobre.
Margot: Está Galán con una espada, este otro personaje agachado es uno de los esclavos. Este es el
pueblo y esta es una mujer que me olvidé su nombre que es muy importante.
Yo creo que en el libro está la descripción; no encontré todos los papeles que tenía que hablan de los
murales. El otro mural es la “la rebelión de los esclavos”, el que está ahí, el de barba es José Hilario
López me parece que debe ser él y todos los que le ayudaron el la rebelión.
(Luego procedimos a mirar los libros que contiene fotografías de sus obras).
Margot: este es un cuadro en el que estoy retratada por Ignacio; lo doné la semana pasada al Museo
Nacional, nos dieron ponqué que era así de grande con la imagen del cuadro, lindísimo.
Margot: Pintar y pintar de todo. Toda la mañana daba clases en la Universidad Nacional de pintura
mural y de óleo.
(Pasamos muchas páginas en las cuales estaban las fotos de sus pinturas de desnudos, paisajes, el
catálogo de su primera exposición en el año de 1928 en Madrid- España, las fotografía del fresco
del Banco de Bogotá en Medellín y una trascripción del edicto de la liberación de los esclavos).
166
Aquí está toda la historia del mural del Banco de Bogotá; el este pedazo están los trabajadores de
Urabá, es toda la historia de Antioquia, aquí está el oro, el café, el agua; esto es Guadalupe de donde
sale el agua para Medellín, la gran presa, aquí está el maíz, los textiles, los arrieros, la familia de
Antioquia y sus hijos, aquí está una mano que sostiene una pesa de construcción. Este mural es muy
grande, mide como unos 20 mts como por 3 mts.
Melba: Aquí está el edicto de la liberación de los esclavos: “desde el día 1 de enero de 1852 serán
libra todos los esclavos que existan en la república en consecuencia desde aquella fecha gozarán de
los mismos derechos y tendrán las mismas obligaciones...”
“Las obras de arte son lo más enérgico que produce una época desde el punto de vista de la plástica,
esa energía se impone a los hombres y es para ellos la medida la medida plástica de un época. Quién
osaría decir que las muñecas que se vendían en las jugueterías hacia 1880 eran fabricadas con un
sentimiento análogo al de Rendir cuando pintaba sus retratos? Nadie se daba entonces cuenta de
ello” (Apollinaire).
“Por allí, por los desechos de Anorí, ya emprendía desde mi infancia el camino hacia el mito
helénico (…) creo que el terror del silencio, el peso de la noche, el ulular de los montes , el misterio
pavoroso de la soledad en los caminos y cañadas, todo eso engendra una necesidad de expresión y de
plasmación antropomórfica. A mi no me arrullaron con fábulas inocentes. Mi infancia fue un
recuento de historias escalofriantes (…) al fin y al cabo, el mito es una expresión de las grandes
fuerzas misteriosas de la naturaleza y de la vida”
“Yo diría que la acuarela fue mi educación; en su arduo aprendizaje me hice pintor. La expresión
plástica en agua es enormemente difícil (…).A mi regreso de Europa, enseñé pintura en Medellín y
mis alumnos decían que esa ciudad era la capital acuarelística de América. En verdad, sólo en
Colombia se trabaja la acuarela con tanto ahínco”
167
“En arte no me interesaba el oficio de abonitar (imbellettare dicen los italianos); más que con la
cámara penumbrosa donde el cuadro arde como lámpara solitaria ante el altar, soñaba con el arte
público como forma de vida colectiva. Pienso que un mural es una forma es una página abierta ante
el pueblo, y éste la leerá todos los días aún sin percatarse, vivirá con ella y en ese diálogo se llenará
de grandes esperanzas. Soy fundamentalmente un muralista, o sea el que lleva a sus obras las
victorias, los anhelos, las derrotas y los dolores de su pueblo y de su Patria (…). Muchos de talles de
mi obra pública evocan la acuarelita de pequeño formato, como una crisálida después abrió las alas y
voló ala pared, metamorfoseada debidamente gracias a la constante labor de aquel que puso todos los
medios para hacer de la ninfa una mariposa de mil colores”.
“Toda la primera época de mi regreso a Colombia fue muy difícil para mí. Estaba necesitando muros
qué pintar y el País no tenía la sensibilidad que requería esta clase de audacias. La sociedad
colombiana empezaba a agitarse el impulso de una serie muy compleja de conflictos hasta entonces
latentes, pero que fueron, uno a uno, aflorando, para desencadenar una crisis generalizada de
grandes proporciones. Era la modernización incipiente, que daba sus primeros coletazos al edificio
de nuestro orden antiguo. Pobreza, proletarización, migraciones campesinas e interurbanas,
urbanización, desempleo, violencia, huelgas, lucha por la tierra, asomos amargos de renovación
cultural y cambio de valores, todo ello se daba sobre el fondo de una depresión económica mundial y
de una serie de importantes fenómenos ideológicos y políticos de carácter internacional, pero
también al calor de una gran fe en el País, en su pueblo, en su futuro, en las posibilidades de
progreso de la sociedad que habíamos recibido casi incontaminada como herencia de nuestro siglo
XIX”.
168
“Una hora verdaderamente germinal fue aquélla, que podemos, que podemos situar hacia el
comienzo de los años treinta de nuestro siglo. Buen número de pintores jóvenes de entonces
acabábamos de desembarcar de Europa y traíamos nuestro equipaje lleno de lecciones de sueños
para el futuro. Pero debimos empezar por la protesta social, por la solidaridad con el nuevo país (…).
En esto del grito de la rebelión la pintura fue en Colombia pionera y abanderada”.
“El fresco es una hazaña, y las dificultades de su ejecución terminaron derrotando al fresquista y
sacando al fresco de la historia. Pocas esperanzas pueden tenerse de su vida futura. La estética del
óleo y los pintores al óleo y su monarquía no disputada, han sido un agravante adicional en la
consumación de este fenómeno. Mientras ese eco de la vida colectiva que es el fresco se eclipsaba,
fue surgiendo el cuadro como una creación típicamente burguesa. Pero que, además, por sus
características y por la misma naturaleza de sus elementos constitutivos, el fresco demanda
contenidos sobre los cuales pueda edificarse un diálogo entre la obra y sus espectadores (…) ello ha
sido el precio de alejar a la obra artística de los niveles culturales y de las posibilidades de
comprensión de las gentes, que son los destinatarios sin los cuales el fresco está al aire libre tan
encerrado como el pequeño boceto en el rincón del museo solitario”.
“A mis frescos llevé mis grandes motivaciones de toda la vida, enraizadas en el contexto humano y
cultural en que pasé mis primeros años: la minería, la lucha en general por los recursos naturales y
riquezas del País, el trabajo, los derechos del pueblo, la democratización, la participación de la mujer
en la vida colectiva (…) la alabanza de nuestros héroes y de los contemporáneos que vienen
contribuyendo a la construcción del futuro de la Nación. No dejaré de citar el culto a la maternidad;
las mil y una maternidades que hay en las obras, son algo más que un divertimiento artístico: son un
llamado al país sobre los derechos de la vida; pero veo que “las pastillas” están borrando este poema
inmenso de la humanidad. Creo que hay mucho por explorar en estas obras: estudios sobre el
carácter, sobre nuestras virtudes como pueblo digno de un puesto en la historia (…). Soy conciente
de que hago parte de una cultura en formación, pero con raíces propias muy profundas y
concretamente, con raíces de una significación plástica innegable (…), he creído siempre en una
cultura nacional y en una cultura americana, en un sustrato histórico y humano propio que va dando
ya expresiones valiosas que atestiguan su existencia y nos aseguran un florecimiento futuro
indudable y sobre el cual cada día se irá perfilando mejor una identidad continental”.
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“El especial acento que en ella he puesto en la vida del grupo étnico antioqueño y de mis lares
nativos, no opaca la generalidad del planteamiento. Puede prescindirse del gentilicio. Antioquia me
ha interesado sobre todo como cepa cultural de perfiles muy homogéneos y definidos, de la misma
manera que se habla sin chauvinismos de la Andalucía española o del Profundo Sur Norteamericano
(...). Una sociedad que es capaz de producir fresco no es una horda propiamente. Creo que aquí
estamos ante motivaciones colectivas (…). Creo que si hice pintura al fresco, ¡cosa insólita!..., fue
porque mi frontera humana y cultural abrigaba aspiraciones de monumentalita y reclamaba para ello
pintura al fresco. Sé que lo monumental no consiste en el gran tamaño y que Worringer niego la
monumentalidad de las catedrales góticas; pero qué sabemos si buscándola, la encontraremos, por
paradoja, cosa posible teóricamente, en el detalle, en el gesto minúsculo desapercibido”.
“Lo que digo, en síntesis, es que esa energía, que no creamos sino que heredamos del pasado,
debería injertarse en el espíritu moderno de nuestra Nación, para vivificarlo y mantenerlo bien
provisto de su savia bienhechora”.
170
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SANCLEMENTE, Álvaro (1946). Ignacio Gómez Jaramillo, un gran pintor colombiano. Sábado. 32
(marzo): 10. Bogotá.
URIBE CELIS, Carlos (1984). Los años veinte en Colombia. Bogotá: editorial Aurora.
VALENCIA, Luis Emiro (1954). La crisis de la cultura colombiana. En: La presencia del socialismo
en Colombia. Bogotá: ediciones socialistas.
VIDALES, Luis (1939). La pintura de Gómez Jaramillo. Revista Pan, (28): 105-108. Bogotá.
VILLASEÑOR, José Francisco (1998). Concepto, ojo y trazo: una aproximación al lenguaje visual
de Bonampak. En: La pintura mural prehispánica en México. México D.F: Universidad Autónoma
de México. págs: 81-102.
VON DER WALDE, Erna (2001). Introducción del libro: Miradas anglosajonas al debate sobre la
Nación. Erna Von Der Walde (coord). Bogotá: Ministerio de Cultura. págs: 7-12.
WADE, Peter (1997). Gente Negra Nación Mestiza. Bogotá: ediciones Uniandes, editorial
Universidad de Antioquia.
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ZALAMEA, Jorge (1937). Sobre la pintura de Ignacio Gómez. Revista de Indias, 2, (7):19. Bogotá.
Video
“Pedro Nel Gómez: pintor de la patria” (Bogotá, s.n, 1980).
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INDICE DE FOTOGRAFÍAS (localizadas en CD archivos anexos)
FOTO 2: Imagen simbólica de la libertad americana (cuernos de la abundancia, figura del libertad, una
mujer blanca vestida de india).
(Foto tomada de Historia de Colombia Salvat, (57), Bogotá, Salvat, editores, 1986).
FOTO 3: Grabados franceses que motivan al pueblo a participar en la revolución. Arriba: Imagen de la
“Fiesta del árbol de la libertad” celebrada también en Colombia. Abajo: un hombre el pueblo
empuña las armas de la libertad.
(Foto tomada de Historia de Colombia Salvat, (57), Bogotá, Salvat, editores, 1986).
FOTO 4: “India de la libertad”. Alegoría de la imagen de América con la forma de una mujer blanca
joven con tocado de plumas, con arco y flechas encima de un caimán.
(Foto tomada de Historia de Colombia Salvat, (57), Bogotá, Salvat, editores, 1986).
FOTO 5: Arriba: “La mujer de levita”, Epifanio Garay. Fines siglo XIX.
Abajo: Exposición del Centenario de 1910.
(Fotos tomadas de Cien Años de arte en Colombia, Bogotá, Villegas editores, 1985).
FOTO 6: “Retrato de Rosa Biester de Acebedo de Acebedo”, Ricardo Acebedo Bernal (1905).
(Fotos tomadas de Cien Años de arte en Colombia, Bogotá, Villegas editores, 1985).
FOTO 11: “Momentos críticos antes y después de la independencia”, Pedro Nel Gómez.
(Banco de la república Bogotá, sede principal). 18 mts ancho x 4 mts alto (1954).
(Foto tomada de Pedro Nel Gómez, Villegas editores, 1986).
FOTO 12: “Barequeras y Barequeros” frente a la draga nacional, Pedro Nel Gómez.
(Foto tomada de Pedro Nel Gómez, Villegas editores, 1986).
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FOTO 14: “La liberación de los esclavos”, Ignacio Gómez Jaramillo.
(Capitolio Nacional) Mural al fresco, 326 x 303 cm. (1938-1939
(Fotos tomadas de Cien Años de arte en Colombia, Bogotá, Villegas editores, 1985).
FOTO 18: “Los dioses tutelares de los chibchas”, Luis Alberto Acuña
(Hotel Tequendama, Bogotá), mural en acrílico y óleo. 4 mts ancho x 2 mts alto, (1974).
(Fotos tomadas de Acuña pintor colombiano, Biblioteca Santandereana, 1988).
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