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Biografia de Mahler

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En la primera década del siglo XX, Gustav Mahler fue uno de los más importantes directores

de orquesta y de ópera de su momento. Después de graduarse en el Conservatorio de


Viena en 1878, fue sucesivamente director de varias orquestas cada vez más importantes en
diversos teatros de ópera europeos, llegando en 1897 a la que entonces se consideraba la
más notable: la dirección de la Ópera de la Corte de Viena (Hofoper). Durante sus diez años
en la capital austriaca, Mahler —judío converso al catolicismo— sufrió la oposición y hostilidad
de la prensa antisemita. Sin embargo, gracias a sus innovadoras producciones y a la
insistencia en los más altos niveles de representación, se granjeó el reconocimiento como uno
de los más grandes directores de ópera, particularmente como intérprete de las óperas
de Richard Wagner y de Wolfgang Amadeus Mozart. Posteriormente, fue director de
la Metropolitan Opera House y de la Orquesta Filarmónica de Nueva York.
Como compositor, centró sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied.
La Segunda, Tercera, Cuarta y Octava sinfonías y Das Lied von der Erde (La canción de la
Tierra) conjugaron en sus partituras ambos géneros. Él mismo advertía que componer una
sinfonía era «construir un mundo con todos los medios posibles», por lo que sus trabajos en
este campo se caracterizan por una amplísima heterogeneidad. Introdujo elementos de
distinta procedencia como melodías populares, marchas, fanfarrias militares, mediante un uso
personal del acorde, entrecortando o alargando inusitadamente las líneas melódicas,
acoplados o yuxtapuestos en el interior del marco formal que absorbió de la tradición clásica
vienesa. Sus obras sinfónicas adquirieron desmesuradas proporciones e
incluían armonías disonantes que sobrepasan el cromatismo utilizado por Wagner en
su Tristán e Isolda. La apariencia del desorden que resultaba, con el esfuerzo extra que
demandaba reconocer alguna formalidad «clásica» en su estructura, generó la incomprensión
de su música, atrayéndole una hostilidad casi general, pese al apoyo de una minoría
entusiasta entre la que se contaban los miembros de la Segunda Escuela de Viena, que lo
tenían por su más directo precursor.
De entre su obra, cabe señalar sus nueve sinfonías terminadas (diez, si se incluyen los
bosquejos de la Décima) y varios ciclos de canciones o lieder. Sus principales colecciones de
canciones son: Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un compañero errante); el
ciclo Des Knaben Wunderhorn (El cuerno mágico del muchacho), basado en una recopilación
de cantos populares alemanes; Kindertotenlieder (Canciones a los niños muertos) y las
canciones Rückert-Lieder, basándose en ambos casos en los textos del poeta
alemán Friedrich Rückert; también, la renovadora síntesis de sinfonía-ciclo de canciones Das
Lied von der Erde, con letra de poemas traducidos del chino al alemán.
La revalorización de Mahler fue lenta, al igual que la de Anton Bruckner, y se vio retrasada a
causa de su gran originalidad y del auge del nazismo en Alemania y Austria, pues su
condición de judío catalogó a su obra como «degenerada» y «moderna». Lo mismo sucedió
con otros compositores, caídos en desgracia en el Tercer Reich. Solo al final de la Segunda
Guerra Mundial y por la decidida labor de directores como Bruno Walter, Otto Klemperer y,
más tarde, Bernard Haitink o Leonard Bernstein,1su música empezó a interpretarse con más
frecuencia en el repertorio de las grandes orquestas, encontrándose entre los compositores
más destacados en la historia de la música.

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