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Amigo de Pecadores

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TEMA 19.

AMIGO DE PECADORES
 
¿CUÁNDO NOS LLAMARÁN “AMIGOS DE PECADORES”?
Aquellos recaudadores y prostitutas no lo ven como un maestro de moral, lo
sienten como un amigo que los cura por dentro. Por vez primera pueden sentarse
junto a un hombre de Dios. Jesús rompe toda discriminación. Poco a poco crece
en ellos la dignidad y se despierta una confianza nueva en Dios. Junto a Jesús
todo es posible. Incluso empezar a cambiar.

¿Dónde se reproduce hoy en nuestra Iglesia algo parecido? Nosotros confesamos


repetidamente que la Iglesia es santa, como si temiéramos que nadie lo notara.
¿Cuándo nos llamarán “amigos de pecadores”? Parejas rotas que no han podido
mantener su fidelidad, jóvenes derrotados por la droga, delincuentes indeseables
para todos, esclavas de la prostitución, ¿nos ven como una Iglesia acogedora?

José A. Pagola, Mateo, 91-97


 

UN MUNDO LLENO DE FOBIAS ANTE EL DIFERENTE


Es muy difícil remar a contracorriente y más en estos tiempos donde están
reapareciendo actitudes xenófobas, homófobas y todas las fobias posibles ante
aquellos que son distintos a nosotros.

En la actualidad, en Melilla (España), nos encontramos con un tema controvertido:


la inseguridad ciudadana provocada por los menores no acompañados que llegan
aquí (“menas”). Las calles se ven llenas de ellos, en grupos bastante numerosos y
que en algunas ocasiones dan un poco de miedo. Es cierto que se les intenta
ayudar desde las Instituciones (acogida, alimentación, estudios…), pero en la
mayoría de los casos estos no lo aceptan y prefieren seguir durmiendo en las
calles o próximos al puerto para ver si pueden esconderse en un camión o en un
barco con destino a la Península. En realidad, estos menores han sido engañados
con la idea de una vida mejor en España y lo que la mayoría encuentra es la
muerte en el trayecto o caer en adicciones.

¿SALIR DE NUESTRA ZONA DE CONFORT?


En el terreno de la reflexión personal, incluso comunitaria, del evangelio,
tendemos a tornar el mensaje al punto de lo romántico o de la autoflagelación.
Entre estos dos extremos oscila nuestra respuesta ante situaciones reales y
concretas. Tendemos a ser cautelosos con el “otro”, el “diferente”, nos preocupa
que se afecte nuestra zona de confort y que eventualmente se aproveche de
nosotros.

CONFORME AL AMOR DE DIOS A TODOS


Para que nosotros sanemos, Dios nos invita a ver la vida y a nuestros hermanos
como Jesús los veía y a actuar en consecuencia. En vez de enjuiciar, a nosotros
nos toca usar a Jesús como nuestro modelo para discernir entre lo qué es
saludable o no, y entre lo que promueve o impide que el reino de Dios florezca en
este mundo y también actuar en consecuencia. Eso sí, sin condenar a nadie
explicando siempre que el amor y misericordia de Dios es para todos.

 
NOS HACE FALTA ARRIESGAR MÁS
Con decisiones así, Jesús se quita de la zona alta de la jerarquía que tanta
seguridad nos da; se hace uno más y nos obliga a extrapolar a nuestra comunidad
su humildad. Así cobran más sentido palabras como las de Monseñor Romero
cuando nos recordaba que “si alguna vez nos mataran a todos los sacerdotes y al
obispo también y quedaran ustedes, cada uno tiene que ser un micrófono de Dios,
cada uno tiene que ser un mensajero, un profeta”.

Al igual que Jesús, nos hace falta arriesgar más, estar dispuestos a cometer
errores a los ojos de la gente, tomar decisiones desde lo profundo. Cuando lo
hagamos a modo individual, la comunidad avanzará y saldrá de la petrificación.

NO ETIQUETAR, SINO TRATAR DE COMPRENDER


Reconozco que con personas de moralidad dudosa enseguida recurro al juicio y a
veces lo primero que se ve es lo negativo, lo que ha hecho mal, y enseguida le
pongo la “etiqueta”, incluso aunque no conozca a fondo a la persona. A veces lees
las noticias y te dejas llevar por los titulares, sin leer ni conocer la noticia a fondo.
¡Claro que debería cambiar! Lo primero, en vez de juzgar, tratar de comprender a
la persona: ¿qué le hace actuar así? ¿qué le habrá pasado? ¿por qué se
comporta así?

La actitud de Jesús con los pecadores me anima a acoger y a la vez a tener


presente que también me interpela a incentivar y a cambiar aquello que aparezca
como injusto a su mirada. Por suerte hay gente comprometida en todos los
ámbitos, sean o no creyentes o religiosos.

SEPARAR EL PECADO DEL PECADOR


Jesús no transigía con las injusticias, tampoco debemos hacerlo nosotros, pero él
sabía actuar con estas personas injustas denunciando lo que hacían y, a la vez,
llamándolos y perdonándolos. Sabía separar el pecado del pecador.

He tenido la ocasión de tratar con personas excluidas de la sociedad. Por mi


trabajo en Cáritas, tanto en la parroquia como en la diócesis, he conocido, tratado
y querido a personas a las que la sociedad no ve, o teme, o directamente mete en
la cárcel y “que tiren la llave”. He aprendido que hay mucho que hablar y pensar
para conocer a una persona y las circunstancias de su vida antes de poder emitir
un juicio o dar una opinión.

¿SOMOS CAPACES DE HACER COMO “MATEO”?


Todos somos pecadores, en mayor o menor medida. no debemos sentirnos
marginados por Jesús, si consideramos en algún momento que nosotros somos
los buenos, los justos. Él nos ha dado ejemplo de lo que el Padre quiere: Que
nosotros no excluyamos a nadie.

En lugar de Mateo, podríamos ser cualquiera de nosotros, y en vez del puesto de


recaudación, nuestro puesto de trabajo: la oficina, despacho, aula, casa…
¿Seríamos capaces de dejar todo eso, familia, estatus socioeconómico, confort,
amigos, lugares preferidos y, sin más pensarlo, dejar todo e ir tras Jesús?

Conversando con Jesús, le digo que me siento muy lejos de poder actuar como él
y no sé cómo comprometerme en su proyecto. Me preocupa la vida, la dignidad y
los derechos de esos pobres, pero me siento impotente y prefiero mantenerme al
margen, admiro mucho a las personas que van a las cárceles etc., pero yo no soy
capaz de hacerlo.

URGE CAMBIAR DE VIDA, SOLTAR AMARRAS


Jesús no vino a fundar una nueva religión, sino a poner en marcha un movimiento
de amor, de comprensión y cercanía entre todos. Nos urge cambiar de vida, como
hizo Leví, despojarnos, despegarnos, soltar amarras… Porque en este abandono,
en esta entrega, le estaremos diciendo a Jesús: “Tu muerte no ha sido en vano,
hemos entendido tu Mensaje”.

Él nos lo ha venido diciendo en muchas parábolas, de muchas maneras, y no


acabamos de entenderlo. Aunque cada uno vivimos y funcionamos como
podemos, nunca perdamos de vista que, en lo profundo, compartimos la misma
identidad. Todos somos uno. Por eso tenemos que seguir aprendiendo a no mirar
a los otros según etiquetas y prejuicios, sabiendo que el mensaje del Evangelio es
siempre un cambio, una Buena Nueva que exige un reajuste en la relación entre
las personas, con una verdadera igualdad entre ellas.

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