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En general, dijo el profesor Tiapa que la intención es tratar de dar cuenta del proceso
emancipatorio, a diferencia de cómo se ha querido ver desde las distintas tendencias no
historiográficas, distinto al uso político que se le ha querido dar al proceso emancipador
actualmente. “No es una historia unidireccional, ni tampoco es una historia que se puede
resumir en un conjunto de actores que lideraron la contienda, es bien cierto e importante
dar cuenta de cuáles fueron los liderazgos, cuáles fueron las ideologías de quienes
guiaron a los grupo realistas y patriotas, pero la ponencia presenta un panorama de
heterogeneidades culturales, precisamente porque una de las características de la
condición colonial en las cuales estaba Venezuela, y de la cual no salió después de la
guerra, es que estaba compuesta por una grandísima heterogeneidad de grupos sociales
que, a lo interno, tenían condiciones sustantivas que los hacían actuar según visiones de
mundo que eran radicalmente distintas, es decir, las razones por las que luchaban los
mantuanos no eran las mismas por las que luchaban los negros, ni menos por las que
luchaban los indígenas, precisamente porque pertenecían a universos perceptivo-
cognitivos radicalmente distintos”.
Los hechos históricos investigados por Tiapa, y la actualidad venezolana pueden servir
para algunas comparaciones, sin embargo el profesor precisó que, en principio, partió de
la necesidad de tratar de desvincularse de una visión patrimonialista del proceso
emancipatorio, es decir, en el presente, por ejemplo, en el momento político que vive
Venezuela, hay dos grupos que cada uno trata de presentar su versión de la historia,
tratando de construirla y apoderarse de ella como un patrimonio para darle sentido a su
presente, “eso está bien, lo hace toda cultura, toda sociedad que necesita echar mano del
pasado, para dar sentido a su presente”.
No obstante dijo que, comparada con el contexto actual, era otra sociedad radicalmente
distinta a la nuestra, pero que efectivamente sí ha tenido continuidad estructural. “La
sociedad venezolana está compuesta por una heterogeneidad de percepciones del
mundo, diferencias regionales, culturas contrastantes, que tal vez con el proceso
petrolero se han ido mitigando. La fusión ha sido más fuerte, la homogenización
cultural ha sido más grande, sin embargo, hay continuidad estructural, que para
entenderlas y diferenciarlas del pasado hacia el presente, es fundamental ver nuestro
presente desde afuera, y para ver nuestro presente desde afuera, también tenemos que
ver el pasado como otro país”, dijo para culminar. (Yasmira Carrasquero. CNP 12405.
Prensa ULA)
Los docentes que se han habituado a reflexionar en torno a sus propias prácticas de
enseñanza no han sido ajenos a todo tipo de interrogantes, fruto de su conciencia de ser
inacabado, que Smyth formula al interior de una institución de educativa: “¿qué es lo
que hago? ¿Cuál es el sentido de lo que imparto? ¿Cómo llegué a ser de esta forma?
¿Cómo podría hacer las cosas de otra manera?” Philip W. Jackson (2002), en su libro,
Práctica de la enseñanza, anexa otra serie de preocupaciones que el docente se hace
cuando la enseñanza está en marcha: “¿qué pasa en este instante dentro de la cabeza o
la mente de las personas a quienes enseño? ¿Entienden? ¿Me siguen? ¿Han captado el
tema? Y cuando la clase ya terminó, se hacen una serie paralela de preguntas:
¿entendieron? ¿Pudieron seguirme?” (p.83). Así pues, el docente, más allá de garantizar,
mediante sus prácticas, resultados inmediatos y homogéneos, le apuesta, desde la
incertidumbre, a acompañar y favorecer en sus estudiantes la concreción paulatina y
libre de sus anhelos. Tan apropiadas aquí las palabras de P. Jackson (2002) cuando
afirma en tal sentido que: “La enseñanza no tiene ningún producto visible, ningún
objeto físico concreto que fabricar, reparar o considerar propio. Por lo tanto, a y
como diferencia de los trabajadores de las ocupaciones mencionadas y de muchas otras,
los docentes se enfrentan a una desventaja característica. Cuando su trabajo está
terminado, no tienen nada tangible que exhibir como fruto de su labor; ni una sola pared
de ladrillos, ni un cerebro libre de tumores, ni un motor bien afinado y ni siquiera un
callejón limpio para señalar con orgullo como prueba de una tarea bien realizada”
(p.81).
Quisiera poder hacer transparente mi alma, de algún modo, ante los ojos del lector; y
para esto, intento mostrársela desde todos los puntos de vista; aclararle desde todos los
ángulos; actuar de tal modo que no se produzca ni un solo movimiento que él no
perciba, a fin de que pueda juzgar por sí mismo el principio que los produce.
Confessions, lib. IV, O.C.,I, 175.
Lea: La formación del maestro. Una mirada desde la investigación y las dinámicas del
futuro
James Olney (1991) define la autobiografía como un relato retrospectivo en prosa que
una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en u vida individual y,
en particular, en la historia de su personalidad (p.48). Segundo S. Bustos
Montenegro comenta que en la autobiografía se da el despliegue de “vidas” de un
sujeto que se revela, se ofrece, se presenta así mismo y a los otros en un acto
de lenguaje, donde se versa, se conversa en torno a un tejido de hechos, acciones que
estructuran y vehiculan relaciones intersubjetivas, creadas e interpretadas al cifrar y
descifrar los signos con los cuales se aspira a significar lo vivido (...) Georges Gusdorf
comenta que el autor de una autobiografía se impone como tarea el contar su propia
historia; se trata, para él, de reunir los elementos dispersos de su vida personal y
de agruparlos en un esquema de conjunto. Ella exige que el hombre se sitúe a
cierta distancia de sí mismo, a fin de reconstituirse en su unidad y en su identidad
a través del tiempo.
ANUNCIO
Tal vez ésta sea una oportunidad para ver en la autobiografía una nueva oportunidad
para que el docente observe, contemple y cultive su interioridad, su enseñanza en aras
de jalonar una nueva y actitud que se evidencie en el ejercicio escrito auto-reflexivo y
autocorrectivo conforme a nuestra propia práctica de enseñanza.
EDUCACIÓN TRANSFORMADORA, LA
EDUCACIÓN QUE QUEREMOS
Escuela transformadora
Posicionamiento sobre la educación que queremos
Sumario
0. Introducción
Introducción
Vivimos en un sistema global (económico, social, etc.) que histórica y estructuralmente
favorece la perpetuación de las injusticias y las desigualdades, manifestadas en pobreza
y exclusión social de grandes sectores de la sociedad.
La educación no puede ser ajena al dolor y a las desigualdades que está generando el
sistema. De hecho, es una de las herramientas más eficaces para luchar contra la
pobreza, la desigualdad y la injusticia, ofreciendo un espacio privilegiado para la
formación de ciudadanos y ciudadanas críticas, capaces de dar respuestas éticas a estos
desafíos.
Una educación así exige unas condiciones que la garantice en todos los ámbitos,
incluida la escuela, pero que también traspase sus paredes. Condiciones que requieren la
derogación de la LOMCE, primer paso obligado para construir la escuela que queremos.
Nuestra propuesta, la Educación para una ciudadanía global, es el fruto de una larga
tradición social y pedagógica que cree en el poder transformador de la educación, y en
ese sentido no solamente plantea unos medios didácticos, sino, sobre todo, unos
objetivos políticos del proceso educativo-socializador hacia el modelo de sociedad que
queremos construir. Uno de sus principales objetivos es que la ciudadanía asuma la
consciencia de que sus acciones, también las personales y locales, tienen una
repercusión en el ámbito global.
La capacidad de atender a los intereses y motivaciones que los y las estudiantes traen de
fuera y vincularlas con los contenidos curriculares genera aprendizajes significativos y
críticos a partir de su propia experiencia. Es un primer paso para comenzar a tejer
puentes de diálogo con el entorno y plantear (o simplemente dejar que emerjan)
preguntas críticas en relación a las causas, consecuencias y posibles soluciones de las
problemáticas que les envuelven. Ello requiere que los claustros cuenten con la
autonomía necesaria para decidir sobre cuestiones organizativas, de contenidos, etc.
Unas metodologías y unos enfoques que asumen el conflicto como algo propio del
proceso educativo, que favorecen el aprendizaje de la cooperación para proponer,
proyectar, diseñar y actuar en común apoyados en la fuerza del grupo.
Una evaluación que pone el acento más en el proceso que en la inmediatez de los
resultados o en los estándares de rendimiento, que valora elementos como, la
autonomía, la creatividad, la cooperación, el diálogo, etc., promoviendo la
autoevaluación y la evaluación entre iguales.
Todo ello dibuja una docencia fundamentada en una interacción dialógica, en la que el
conocimiento sea un resultado del diálogo de saberes disponibles, de la reflexión
significativa desde lo cercano, y no una mera imposición de conocimientos
considerados a priori necesarios.
Desde una visión holística del proceso educativo, reivindicamos una educación
centrada en el alumnado y sus circunstancias vitales, inclusiva, liderada por unos
equipos docentes que tienen y desarrollan sensibilidad al contexto y las historias
personales del alumnado.
5. Escuelas como espacios
democráticos, participativas y
construidas en colectividad
No podemos separar el tipo de escuela que queremos del tipo de sociedad que deseamos
alcanzar. Los centros escolares no sólo educan a través de los mensajes que transmiten,
sino fundamentalmente a través de las prácticas, formalizadas o no, que entre todos los
participantes producen.
Una escuela democrática, abierta al entorno, con espacios de encuentro entre todos los
actores educativos, amplía el repertorio de oportunidades para el ejercicio de la
ciudadanía.
La organización de los centros también tienen una repercusión en la forma como las
escuelas pueden generar canales de interrelación y trabajo en colaboración con otros
agentes comunitarios.
Centros sin rejas, abiertos, luminosos; las aulas no tienen por qué ser uniformes,
configurando un espacio no tan estructurado y un entorno agradable. Un ámbito
atractivo en el que lo estético y lo bello ocupe un lugar importante, que invite a
participar y aprender, que favorezca la creatividad, rompiendo las jerarquías clásicas y
poniendo a disposición del docente más recursos y que éstos sean más adecuados.