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La Oración

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La oración modelo de Cristo:

Jesús nos explicó cómo no orar, y cómo debemos orar:

“7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería
serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas
tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que
estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos
nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas
en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los
siglos. Amén”. (Mateo 6:7-13).

Las vanas repeticiones de los gentiles o su palabrería, mencionadas en el versículo 7, se


refieren a estar pidiendo todo el tiempo a Dios o repitiéndole constantemente en oración por
nuestras necesidades físicas, tales como comida, bebida y vestido. Eso lo sabemos porque Jesús
dijo en Mateo 6:31 y 32:

“31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas”.

Cuando leemos en el versículo 32 que “los gentiles buscan todas estas cosas”, se refiere a que
se afanan pidiendo mucho por comer, beber y vestir, tal como se menciona en el versículo 31.
Versículo que asimismo nos dice que no nos afanemos por esas cosas. ¿Qué es afanarse? Es el
preocuparse demasiado. De este modo, Jesús nos dice en su oración modelo o Padre Nuestro,
que no debemos repetirle constantemente a Dios que nos de la comida que no tenemos, la
bebida que no tenemos ni la ropa que no tenemos. En el versículo 33 leemos:

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Es decir, si buscamos primero el reino de Dios, el Señor se ocupará de resolver nuestras


necesidades diarias sin necesidad de estarnos preocupando constantemente por ellas.

¿Cómo nos dijo Jesús entonces que debemos orar? En el versículo 9 nos dice: “Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. Eso quiere decir que cuando oramos, lo
primero que debemos hacer es reconocerlo como nuestro Padre; y por lo tanto que somos sus
hijos. Pero no cualquier Padre, sino como nuestro Padre celestial. La frase “santificado sea tu
nombre”, se traduce más correctamente como “santifica tu nombre”. ¿Qué significa que Dios
santifica su nombre? En la Biblia comprendemos que el nombre de Dios se refiere a su forma de
ser; a su carácter (Salmo 135:1-3; Proverbios 18:10). Y que lo alabamos por esa razón (Isaías
52:5-9). Es decir, santificar el nombre de Dios significa que lo alabamos y le agradecemos por su
forma de ser. Por lo que Él significa para nuestra vida.

En el versículo 10 de la oración modelo o Padre Nuestro, comienza diciéndonos: “Venga tu


reino”. ¿Qué es el reino de Dios? Su reino consiste en amar a Dios y a nuestro prójimo (Marcos
12:28-34). Jesús fue el ejemplo más vivo de cómo se vive el reino de Dios (Lucas 7:18-22; 17:20-
22). Y en Romanos 14:17 se nos enseña: “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En otras palabras, ya que el reino de Dios es amarle a
Él y servir al prójimo, debemos gozarnos en la justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo por esas
cosas.

Pero el versículo 10 del Padre Nuestro también nos dice: “Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra”. Eso significa que debemos orarle a Dios pidiéndole que en la
tierra, en donde vivimos, se haga su voluntad tal como se hace en el cielo. Es decir, no debemos
pedirle a Dios que se haga como queremos, sino como Él quiere: tal como se hace en el cielo.
Por ejemplo, leemos en el siguiente texto:

“14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye. 15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos
que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.

A Jesús lo que más le agradaba hacer, era la voluntad de su Padre celestial (Juan 4:32-34).
Para entender la voluntad de Dios, debemos alejarnos de los placeres del mundo, porque estas
nos alejan de Dios (Romanos 12:2).

En otras palabras, Jesús nos enseña que el motivo principal de la oración es tener una
profunda relación personal con Él: alabarle por lo que significa para nosotros. Por su bondad y su
amor. Y la otra motivación de la oración es ayudar a los demás. Así como Jesús lo hizo.

Hasta después de eso leemos en la oración modelo (versículo 11):

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.


Es decir, pedir por las necesidades personales viene hasta después de que oramos al Señor
con un deseo ferviente de pasar tiempo con Él. De alabarle por quien es, de pedirle para que
ayude a otras personas en necesidad. De este modo, nuestras oraciones no se vuelven egoístas,
pidiéndole a Dios mayormente por lo que necesitamos. Sino que nos preocupamos más por pasar
tiempo con Él y por ayudar a los demás. Así fue la vida de Jesús: vivió para agradar a Dios y para
servir a los demás. Si hacemos eso y de todo corazón, cuando le pidamos por nuestras
necesidades Él estará más que dispuesto a responder nuestras oraciones.

Cuando amamos al Señor de esta manera, será más fácil para nosotros pedir en nuestras
oraciones que nos perdone por nuestros pecados y que nosotros perdonemos a quienes nos han
hecho daño.

Y terminar la oración con alabanza:

12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13


Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,
por todos los siglos. Amén”. (Mateo 6:12, 13).

Entendiendo todo esto, podemos comprender aún mejor Filipenses 4:6, 7:

“6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

Es decir, si oramos al Señor “con acción de gracias”, podemos tener “la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús”.

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