22 Epistemologias Ignorancia
22 Epistemologias Ignorancia
22 Epistemologias Ignorancia
De epistemologías de la ignorancia a epistemologías
de la resistencia: Correctores epistémicos desde el
conocimiento activista
S. García Dauder y Carmen Romero Bachiller 1
Resumen
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Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. dauder26@hotmail.com
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Palabras clave: epistemologías feministas, objetividad, ignorancia, movimientos sociales,
participación ciudadana
Introducción
En el presente trabajo pretendemos aproximarnos a la coproducción de ciencia
biomédica y sociedad, enfatizando el rol de los movimientos sociales, asociaciones de
afectadas/os y diversos activismos en salud en la construcción de una “mejor” ciencia y
práctica médica (Harding, 1996; Epstein, 1996; Rabeharisoa y Callon, 2002) y, junto a
ello, entender las relaciones entre poder/saber en la producción de conocimiento y
verdades científicas (Foucault, 1976), particularmente en lo que respecta a los saberes
sobre la salud y el género. Partimos de tres fuentes teóricas fundamentales: las
epistemologías feministas; los estudios feministas/de género en salud; y los estudios de
Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), en concreto, los que vienen estudiando la
implicación de movimientos sociales y colectivos de pacientes en la producción de
conocimiento biomédico.
Para explorar dicha rearticulación democratizadora del conocimiento científico, en el
subproyecto de investigación “Visiones y versiones de las tecnologías biomédicas:
Análisis de la producción y circulación de saberes expertos/legos en prácticas
biomédicas” (FFI201238912C0202) (20122016) exploramos varios ámbitos sanitarios
a modo de estudios de caso: especialmente los relacionados con la regulación
psicomédica de cuerpos sexuados (en concreto, transexualidad e intersexualidad),
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aunque también condiciones neurológicas como el Alzheimer y sus cuidados o la
hiperactividad infantil. El proyecto implicó no solo un ejercicio de investigación
interdisciplinar en torno a diferentes movilizaciones y participación ciudadana en salud,
sino también un ejercicio de reflexión epistemológica sobre la articulación de políticas de
enfermedad, políticas de conocimiento, políticas del cuidado y políticas de género.
En estas áreas existen, en diversos grados, asociaciones de pacientes, prácticas de
activismo sanitario u otros mecanismos de participación social que generan dinámicas de
cambio en el sistema biomédico y en la sociedad en su conjunto. Los diversos colectivos
que se forman en torno a estas cuestiones, y que incluyen desde organizaciones y
grupos de apoyo hasta foros electrónicos y comunidades virtuales, diversifican las voces
y plantean demandas al sistema sanitario y al conocimiento biomédico. Intervienen así
en espacios sociales donde hay actores muy diversos –médicos/as y enfermeros/as,
investigadores/as, legisladores, clínicas y hospitales, laboratorios, empresas
farmacéuticas y biotecnológicas, etc., cuyas relaciones mutuas, muchas veces
desiguales o conflictivas, es preciso abordar.
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En continuidad con el proyecto anterior, elaboramos una propuesta de nuevo proyecto
“Epistemologías feministas y activismos en salud: prácticas, cuidados y saberes
emergentes en contextos biomédicos”, esta vez con el objeto de centrarnos
específicamente en la producción de estos saberes “híbridos” en torno a condiciones que
afectan especialmente a las mujeres, entre otras, las relacionadas con los cuerpos
sexuados, la sexualidad, la reproducción o los cuidados. Los objetivos eran los
siguientes:
estudios de ciencia, tecnología y sociedad y los estudios sobre mujeres y salud.
Desarrollo
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tales como las representadas por los colectivos de mujeres, los movimientos sociales y
los grupos subordinados en su diversidad que resultan privilegiadas para visibilizar y
poner en cuestión lo no cuestionado de la ciencia y sus grupos dominantes y cuya
inclusión, por lo tanto, resulta necesaria para la consecución de una mayor objetividad
(Harding, 1991). Por ejemplo, activismos feministas críticos con teorías y prácticas en
salud (con el androcentrismo que toma al sujeto masculino como referente universal e
invisibiliza o es negligente con la investigación en salud de las mujeres; o con la
esencialización de las diferencias sexuales que patologiza y medicaliza sus malestares
sociales o sus procesos vitales), no sólo no son incompatibles con los análisis
epistemológicos de la ciencia, sino que pueden redundar en condiciones de posibilidad
para una ciencia más justa socialmente y más objetiva.
En este sentido, las epistemólogas feministas han insistido en una demanda de
democratización como garantía de mayor objetividad, posición que defienden también
autoras no vinculadas a las perspectivas del punto de vista como Helen Longino (2002),
para quien la objetividad se alcanza mediante la incorporación a una comunidad
científica de la máxima pluralidad de perspectivas socialmente relevantes, lo cual facilita
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Para Donna Haraway, la objetividad se define como conocimientos situados y
responsables. Frente a la visión transcendental desde ninguna parte,
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Las epistemologías de la ignorancia en salud y género
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Relacionado con las prácticas anteriores, en ocasiones, las instancias de poder de
conocimiento promocionan la ignorancia de ciertos grupos, es lo que Tuana ha
denominado “cuando no quieren que sepamos”. Se trata de un sedimento en la historia
de la ciencia que, como ya hemos desarrollado, ha construido a las mujeres como
objetos de conocimiento científico al tiempo que se las desposeía de autoridad, como
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A lo largo de la historia de la ciencia, en general, y de la medicina, en particular,
podemos ver cómo ciertos grupos han sido desacreditados como autoridades cognitivas,
construidos como no conocedores, al tiempo que se ha invisibilizado su resistencia,
transformándola estratégicamente en ignorancia o incompetencia. Ese ha sido el caso de
la desvalorización epistémica de mujeres sanadoras en diferentes momentos históricos
brujas, comadronas o enfermeras frente al proceso de profesionalización de la
disciplina médica, fundamentalmente ginecológica (Ehrenreich y English, 1988). Otro
ejemplo sería la desvalorización del conocimiento de las madres, “necesitadas” de
consejos de expertos ajenos a la experiencia de la maternidad (Ehrenreich y English,
1990). También, prácticas de deslegitimación del conocimiento indígena, al tiempo que
dicho conocimiento es asimilado (y expropiado) por parte de las multinacionales
farmacéuticas para usos neocolonialistas (Shiva, 2001). La ignorancia aquí es producto
del establecimiento de estándares de credibilidad imbuidos en sistemas de opresión que
favorecen a los grupos privilegiados, mientras construyen identidades en desventaja
epistémica. De
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Nancy Tuana señala una quinta modalidad de ignorancia “por voluntad, por no querer
saber”. Aquí la ignorancia no es pasiva, se trata de actos de negligencia por parte de los
grupos privilegiados que no quieren saber sobre las condiciones opresivas que ellos
mismos han creado (experiencias de racismo, colonialismo, pobreza, etc.) o sobre su
propia posición de privilegio que ni se hace consciente, ni se reconoce como tal. Esto
ocurre cuando la comunidad científica dominante niega sesgos de género y no es
consciente, ni quiere investigar (en el sentido de “no querer saber”), cómo muchas
teorías científicas lejos de ser objetivas y neutras responden a los intereses particulares
de los varones (y de los grupos dominantes). Otros ejemplos de este tipo de ignorancia
“por voluntad”, por miedo a abrir “cajas de pandora” son: la escasez de estudios sobre
esterilizaciones en mujeres con discapacidad, o de investigaciones sobre incesto (Tuana,
2006); o, frente a la proliferación de estudios sobre prácticas africanas de ablación de
clítoris (generalmente realizados por científicos/as occidentales), el escaso interés por
investigar prácticas quirúrgicas de reducción de clítoris en hospitales occidentales sobre
bebés cuyos genitales se salen de los estándares de género (Chase, 1998).
Por último, Tuana (2006) señala un sentido positivo de “ignorancia desde el cuidado”,
que consiste básicamente en la habilidad de no saber. Desde la humildad y la pregunta,
Tuana se refiere a la aceptación de que no siempre podemos saber, al reconocimiento
de que hay modalidades de ser que no podremos comprender completamente. El
conocimiento científico, en su afán por controlar y dominar la naturaleza y los cuerpos
de las mujeres, ha generado
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conocimiento desde ninguna parte, desde el ojo de Dios que todo lo ve (Haraway,
1995).
Epistemologías de la resistencia en salud y género
Retomando a Nancy Tuana (2006), eliminar campos de ignorancia respecto a los
cuerpos y salud de las mujeres implica transformar el conocimiento científico y su
evidencia, recuperar los saberes desde las experiencias y voces de las propias mujeres
(y de otros grupos tradicionalmente excluidos), reclamando saberes tradicionalmente
denegados o suprimidos, alejados de instituciones sexistas, androcéntricas y
colonialistas de conocimiento. Frente a estas epistemologías de la ignorancia, Tuana
recupera movimientos de resistencia y su producción de conocimiento, como los que se
generaron en Estados Unidos desde el Movimiento de Salud de las Mujeres, en los años
70, uno de cuyos frutos fue el libro Nuestros cuerpos, Nuestras vidas, del Colectivo de
Mujeres de Boston para la salud de las mujeres. Tuana (2006) resalta estas
“epistemologías encarnadas de resistencia”, por ejemplo, grupos de mujeres que, como
expertas conocedoras encarnadas, en contextos colectivos y reflexivos (grupos de
conciencia y autocuidado), generan conocimiento alternativo al conocimiento autorizado
por la profesión médica, desde y sobre sus cuerpos, confiando en su propia autoridad
cognitiva.
En un sentido similar, los estudios sobre mujeres y salud han mostrado cómo los
activismos feministas críticos con teorías y prácticas en salud no sólo no son
incompatibles con los análisis epistemológicos de la ciencia, sino que pueden redundar
en condiciones de posibilidad para una ciencia socialmente más justa y más objetiva. El
movimiento feminista entendido a través de sus prácticas y activismos, pero también su
conocimiento teórico e investigación ha denunciado el androcentrismo que toma al
sujeto masculino como referente universal en salud por ejemplo, identificando el
“síndrome de Yentl” en enfermedades cardiovasculares o la escasez de mujeres en
ensayos clínicos
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en enfermedades como la fibromialgia o la fatiga crónica, entre otras (Valls, 2008;
Velasco, 2009); ha visibilizado la ignorancia respecto a los cuerpos de las mujeres y,
especialmente, respecto a su salud sexual y reproductiva ”recuperando” órganos como
el clítoris en el placer sexual de las mujeres, o la próstata y la eyaculación femenina
(Torres, 2015; Tuana, 2006) y el papel de los colectivos activistas de mujeres en salud
en la incorporación de nuevos saberes y prácticas (Murphy, 2012); ha criticado la
invención y promoción farmacéutica de enfermedades “típicas de mujeres”,
patologizando malestares sociales, procesos biológicos vitales o los riesgos de
enfermedad como la menopausia, la depresión posparto, el síndrome disfórico
premenstrual, la disfunción sexual femenina, etc. (Freixas, 2007; González García, 2015;
Ruiz y Cambronero, 2011; Tiefer, 2006; Ussher, 2013); o ha denunciado la mala praxis
en investigación o en la atención médica por estereotipos y sesgos de género, junto con
intereses comerciales, que no solo producen mala ciencia sino que ponen en riesgo la
salud de las mujeres cuando se ocultan o no se publican efectos secundarios negativos
de los medicamentos, por ejemplo, de la píldora femenina, la terapia hormonal
sustitutiva, u otros tratamientos hormonales, etc.; o el “encarnizamiento médico”
relacionado con la violencia obstétrica (Gervás y Pérez, 2006; Ruiz y Verdú, 2004; Valls,
2008, 2009 o los diferentes monográficos de la revista Mujeres y Salud).
Todo ello son ejemplos del valor crítico de la investigación feminista en salud, en
muchos casos, acompañada de activismos y movimientos de mujeres que denuncian
sesgos en investigación o mala praxis en la atención sanitaria, pero que también
contribuyen a la producción de un conocimiento más objetivo.
El estudio de movimientos sociales y colectivos activistas en salud
Recogiendo los resultados de nuestro proyecto anterior, y siguiendo a autores como
Epstein (1996) y sus análisis sobre el VIH, consideramos que esta rearticulación
democratizadora del conocimiento científico defendida por las epistemologías feministas
requiere traspasar los límites de la “comunidad científica”, abordar de forma crítica los
mecanismos por los cuales se instituye
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Lo que se defiende en toda esta literatura son nuevas lógicas de participación
democrática, de organización de los sistemas de salud y de regulación y distribución de
los saberes sanitarios donde se escuchen voces múltiples. Así, por ejemplo, Brown et al.
(2011) han identificado tres tipos de movimientos sociales de salud o activismo
sanitario: movimientos por el acceso a la salud, en defensa del acceso equitativo a los
cuidados de salud (por ejemplo, plataformas en defensa de la sanidad pública);
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En nuestro anterior proyecto sobre participación ciudadana en salud, analizamos la
producción, circulación e intercambio de saberes entre “expertos” y “legos”, y con ello el
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propio cuestionamiento y disolución de dicha distinción rígida mediante procesos de
“expertización” de los pacientes (Epstein, 1996). En concreto, formas de conocimiento
híbridas, como el llamado “activismo basado en la evidencia” (Akrich, O’Donovan y
Rabeharisoa, 2015) o las “comunidades epistémicas” (Akrich, 2010), donde la
experiencia experta de “legos” y el conocimiento biomédico se funden. Frente a la visión
unidireccional de la comunicación desde el conocimiento “experto” al “lego”, donde
sujetos y objetos de conocimiento científico se sitúan claramente en torno a posiciones
de legitimidad y autoridad, surgen otros mecanismos de generación e intercambio de
conocimientos y saberes más horizontales, rearticulando posiciones de legitimidad y
donde las nuevas tecnologías de la comunicación están desempeñando un papel clave.
Esto lo identificamos claramente en el papel del activismo trans e intersex como
correctivos epistémicos de conocimientos y prácticas dominantes, provocando auténticos
cambios de paradigma y generación de conocimiento experiencial/experto alternativo.
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epistémicos de investigación dominante, presionando a la ciencia para que actúe con
una mayor responsabilidad social y moviéndose desde el conocimiento y las prácticas no
sólo biomédicas también sociales, éticas y legales (Hess, 2004; GarcíaDauder y Romero
Bachiller, 2012).
En estos colectivos nos encontramos con formas de conocimiento híbridas: conocimiento
científico/biomédico transformado y adaptado a las experiencias y prácticas de cuidado
cotidianas que se comparten e intercambian colectivamente. Es lo que Akrich,
O'Donovan y Rabeharisoa (2015) han denominado activismo basado en la evidencia: el
conocimiento no como algo que está ahí fuera para ser utilizado para defender sus
causas, sino como algo producido por los propios colectivos como recurso argumentativo
para la defensa de sus demandas y posiciones. Para ello, los colectivos trabajan
conjuntamente sobre y con conocimiento académico y experiencial, creando redes
epistémicas y desarrollando nuevas comprensiones de las condiciones. Junto a ello, a
través de las nuevas tecnologías se están generando plataformas virtuales que ofrecen
herramientas participativas y colaborativas generadoras de nuevas posibilidades de
movilización y conocimientos híbridos. Todo ello, a su vez, está transformando
epistemológicamente qué constituye una evidencia en la política sanitaria.
Conclusiones
Las epistemologías feministas transforman nuestra comprensión de la producción de
conocimiento, visibilizando el vínculo entre democracia y objetividad y situando en el
centro los saberes de las mujeres y los colectivos excluidos. Los activismos y
movimientos de mujeres en salud democratizan la construcción del conocimiento y con
ello mejoran las ciencias de la salud y las prácticas de cuidado funcionando como
“correctivos epistémicos”, identificando “ciencia sin hacer”, y dando lugar a cambios de
paradigmas e innovaciones ocultas. Los procesos de participación ciudadana, activismo y
movimientos de en salud están reconfigurando la forma tradicional de producción y
circulación de saberes en biomedicina y la distinción jerarquizada entre conocimientos
“expertos” y “legos”. Se está produciendo una revalorización de saberes experienciales
“legos” y de conocimientos “híbridos” de experiencia/conocimiento/activismo producidos
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por los propios colectivos activistas en salud. Dichos cambios están replanteando las
concepciones epistémicas de una medicina basada en la evidencia y reconfigurando la
legitimidad de actores y voces. De estas formas de participación, del conocimiento
experiencial y de las prácticas de cuidado emergen múltiples saberes tradicionalmente
invisibilizados y desacreditados como conocimiento, que pueden contener potenciales
innovaciones ocultas.
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