París, La Capital Del Siglo XIX.
París, La Capital Del Siglo XIX.
París, La Capital Del Siglo XIX.
Reseña
Paris, capital del siglo XIX es un texto de 1897, que plantea un recorrido histórico-
filosófico, recogiendo algunas de las reflexiones del filósofo alemán Walter Benjamín
El libro de los pasajes (1982) sobre la vida urbana en París, en la segunda mitad del
siglo XIX. Este texto se divide en seis parágrafos, y se estudian diversos temas y
nombres, así como los pasajes, los panoramas, Luis Felipe, Baudelaire y Haussmann,
que aquí esbozaremos.
Cabe decir, que la parís de la mitad del siglo XIX, permanecía como una ciudad
medieval, con algunos problemas de salubridad y con calles estrechas, causal de que, en
esta nueva etapa, se abriera una gran red de boulevares y un mejor sistema circulatorio
urbano, en el imperio de Napoleón III (1852-70). Hecho que hizo de Europa se
convirtiese, en la poseedora de la mayor parte del poder económico, como de grandes
transformaciones y repercusiones sociales y culturales, en la era industrial.
Las reflexiones sobre la gran ciudad: París, hechas por Walter Benjamín, parten de la
experiencia urbana moderna, experiencia que está construida de fantasmas y residuos
del pasado. La experiencia de la ciudad que a su vez reclama nuevas literaturas y
expresiones artísticas, que con la llegada del capitalismo introducirá nuevas formas de
concebir el arte y la literatura.
El primer parráfo nos plantea que la pirmera causa para la aparción de Los pasajes en
París, fue la articulación del comercio téxtil, diez años y medio después 1822. En ese
momento, París pasó por una época de un enorme auge económico y de avances
tecnológicos, gracias a la llegada del capitalismo. Los pasajes, que se caracterizaron en
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esta época, fueron centros de comercio en productos de lujos, y su decoración, ponía al
arte al servicio del comerciante. En otras palabras, podríamos decir, que los pasajes son
un antecedente de lo que hoy en día se conoce como mall.
“La segunda condición para el surgimiento de los pasajes es la que proporcionan los
comienzos de la construcción en hierro” (Pág. 254) De esta manera, la contribución del
hierro para las construcción, como el uso del vidrio en el ámbito arquitectónico,
tuvieron una gran relevancia, dado que correspondieron a Las exposiciones universales
(la primera exposición universal ocurrió en Londres en 1850) y a uno de los emblemas
de la modernidad. Así pues, eran zonas de tránsito para la admiración de mercancías.
“Todavía en La arquitectura de cristal, de Scheebart (1914), aparece esta referida en el
concepto de utopía” (Pág. 255)
“En el sueño que cada época tiene de la siguiente, las imágenes de esta última la
presentan desposada con elementos de la prehistoria, es decir, de una sociedad
sin clases. Sus experiencias, asentadas en el inconsciente de la colectividad
engendran en su interpretación con lo nuevo las utopías que dejan su huella en
mil configuraciones de la vida, desde los edificios más duraderos hasta las
modas más fugaces”. (Pág. 255)
Por último, Benjamín plantea la utopía de Charles Fourier, quien vió en los pasajes el
canon arquitectónico del falansterio (una ciudad hecha de pasajes), pues aunque
originalmente tenían fines comerciales, con Fourier se convierten en viviendas.
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En el segundo parágrafo, Benjamín nos plantea que, “si la arquitectura comienza a
emanciparse del arte en las construcciones de hierro, la pintura lo hace en los
panoramas” (Pág. 256). Centrándonos en los Panoramas, estos aluden a la relación del
arte con la técnica, buscando producir en la representación de la naturaleza
modificaciones engañosamente semejantes, según el texto, pasando por encima de la
fotografía, al cine y al cine sonoro.
Daguerre, discípulo del pintor de panoramas Prèvost, inventa el proceso para fijar
chapas metálicas a través de vapores de yodo. Así las imágenes que resultaban de la
cámara oscura, fueron precursoras de la fotografía. Benjamín, por tanto se centró, ya no
en el arte auténtico y dotado de aura, sino en otro tipo de aparición en la vida moderna,
que consistió en un mercado masivo para la reproducción de imágenes, que fue
desarrollado con más detenimiento en su obra, La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica. Pues con la reproductibilidad hay una pérdida de experiencia
y un cambio en la percepción misma del arte.
Las exposiciones universales, de las que trata el tercer parágrafo, tienen que ver con los
lugares de tránsito para adornar el fetiche que es la mercancia, tal como lo describía
Benjamín. Estas exposiciones fueron inspiradas en la diversión para la clase obrera,
como una fiesta emancipatoria, poniendo en primer plano a los obreros como clientes.
Asimismo estas exposiciones universales transformaron el valor del cambio de las
mercancias, inagurando una fantasmagoría, en donde el hombre únicamente se
adentraba para distraerse. De esta manera, Benjamín nos dice que las exposiciones
universales edificaron el universo de las mercancías.
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concepto marxista clásico respecto a la alienación de las masas. Pues se disfrutaba de la
enajenación de sí mismo y de los demás. Cabe señalar que la moda circunscribía un
ritual, donde el fetiche de la mercancía buscaba ser venerado, pero Grandville amplió tal
exigencia a objetos de uso cotidiano tanto como al cosmos, lo que generó un conflicto
entre la naturaleza con lo inorgánico.
En este parágrafo, se hace mención a Luis Felipe, con quien el hombre particular se
introduciría en la escena de la historia. Para ese hombre particular, los lugares de trabajo
se contraponían por pimera vez al ámbito del trabajo, según el texto, en donde pasa a
constituirse en el interior. La oficina, por su parte era su complemento.
“El hombre partircular, realista en la oficina, exige del interior que le mantenga
en sus ilusiones. Esta necesidad se torna tanto más acuciante cuanto que ni sueñ
con extender sus reflexiones mercantiles a las sociales. Reprime ambas al
configurar su entorno privado. Y así se generan las fantagorías del inteior. Para
el hombre particular el interior representa el universo. Reúne en él la lejanía y el
pasado. Su salón es una platea en el teatro del mundo” (pág. 261)
De lo anterior, cabe anotar que cuando Benjamín aludía al interior, se refería a un lugar
de refugio del arte, como también el universo y estuche del hombre particular. Así, el
coleccionista era el verdadero inquilino del interior, quien además soñaba con un mundo
lejano y pasado que era mejor, dado que los individuos etsaban desprovistos de todo lo
que necesitaban como en el mundo cotidiano, mientras las cosas eran libres de la
servidumbre de ser útiles. Por otra parte, se destaca la figura de Poe, por ser
considerado, el primer fisionomista del interior.
Por lo demás, este parágrafo habla sobre el estilo de lo moderno que trajo consigo
materiales de construcción como el hierro y el cemento, en relación al ornamento,
tratado como un irterfaz en la disyuntiva de lo interior o exterior. “Para Velde la casa
aparece como expresión de la personalidad. Para esa casa el ornamento es como la firma
en un cuadro. Pero en esta ideología no llega a expresarse la significación real del estilo
modernista” (Pág. 262).
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Así pues, el hierro por ejemplo, como elemento de construcción dan trabajo al estilo
modernista, mientras el ornamento busca recuperar las formas del arte, y el cemento
ofrece diversas perspectivas de configuración plástica en la arquitectura.
Por lo demás, Benjamín finaliza refiriéndose al fenómeno de arte por arte, que fue una
rebelión contra un tipo de arte que estaba entregado al mercado, buscando
impermeabilizar el arte frente al desarrollo de la técnica.
Hussmann (París, 1809) fue nombrado gobernador de París, contando con el apoyo de
Napoleón III al golpe de estado. El urbanismo de Husmann, se introduce en una fase
militar y policial, según el texto. Haussmann favorece al capital financiero y París vive
un florencimiento. Sin embargo, la finalidad de los trabajos Hussmanianos era asegurar
la ciudad contra la guerra civil, imposibilitar un levantamiento futuro de barricadas en
París.
Hussman buscó asegurar la tranquilidad pública con paseos, en donde no solo pudiese
circular el aire y la luz, sino además las tropas, lo que mantendría a la gente, según el
auro con una mejor salud y disposición a la revuelta. Por otra parte, con Haussmann,
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París se vuelve una ciudad de circulación, con una gran red de bulevares, y conexiones
con estaciones de trenes.
Por otra parte, Engels buscaba ocuparse de la técnica de la lucha en las barricadas,
mientras Haussmann buscaba impedirla de dos formas: las calles estrechas que
caractrizaban a París, impedían la construcción de edificaciones, mientras las nuevas
harían el camino más corto entre los cuarteles y los obreros. Sin embargo, en la comuna
resucitan las barricadas con mayor ahínco y finaliza la fatasmagoría que dominaba la
libertad del proletariado. “Gracias a ella se disipa la falsa ilusión de que la revolución
proletaria tiene por cometido consumar mano a mano con la burguesía la obra de 1789”
(pág. 267)
Por último, el texto nos remite a una frase que dice Caygill con palabras de Hegel:
“Cada época no sólo sueña la siguiente, sino que soñadoramente apremia su des- pertar.
Lleva en sí misma su final y lo despliega —según Hegel— con argucia” (pág. 269)