Escuelas Helenísticas
Escuelas Helenísticas
Escuelas Helenísticas
Estoicismo,
epicureísmo y escepticismo
El período helenístico abarca desde la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.) hasta la invasión de
Macedonia por los romanos (148 a.C.). Las ciudades griegas pierden su independencia y Atenas su
hegemonía comercial, política y en menor medida la cultural. A las ciudades-Estado suceden las
monarquías helenísticas. Hay una situación continua de inestabilidad política. Se acentúan las diferencias
entre clases sociales.
• Rasgos de la filosofía en este período:
- Cambia el concepto de «hombre» : Aristóteles hablaba de un «animal cívico», porque
sólo la pólis era autosuficiente y sólo en ella podía realizarse plenamente. Hundida
la pólis, el ser humano es entendido más bien como «animal social», cuyo marco de
referencia es la naturaleza y la humanidad, reclamando para sí la autosuficiencia y
autonomía que antes se reconocía a la ciudad.
- Por la inestabilidad de la época, la seguridad personal y la felicidad
individual se convierten en las grandes aspiraciones del momento.
- Se busca la seguridad tomando como referencia las leyes inalterables de la Naturaleza,
del Cosmos. Se elabora una nueva Física y una nueva Ética de carácter naturalista y
cosmopolita.
- La filosofía estoica y epicúrea de la época sistematiza buena parte de su doctrina, pero
queda subordinada a los fines prácticos de la existencia: «sabio» no es sólo el que
sabe sino «el que sabe vivir».
- La filosofía ahora se concibe como un saber unitario, dividido en lógica, física y ética,
pero con una finalidad fundamentalmente moral. La especulación abstracta carece de
valor.
- En esta época florecen numerosas escuelas. Hay muchas influencias mutuas pero
también muchas polémicas. Eso explica el eclecticismo que vendrá a continuación.
I. EL ESTOICISMO
Fue fundado por Zenón de Kitión (Chipre, 336-264 a.C.), quien abrió en 306 su escuela en Atenas, en un
lugar llamado Stóa poikilé (Pórtico pintado, de ahí el nombre de estoicismo). La doctrina estoica fue
sistematizada por Crisipo (280-210), uno de sus discípulos. El estoicismo tuvo diversos períodos después.
El estoicismo medio comenzó cuando Zenón de Tarso sucede a Crisipo. A partir del 135 el estoicismo
penetró en Roma e influyó en importantes personajes como Escipiano, Pompeyo y Cicerón. El estoicismo
de la época imperial tuvo como figuras destacadas al cordobés Séneca (4a.C.-65 d.C.), tutor de Nerón;
Epicteto (50-130) y Marco Aurelio (121-180). Son autores fundamentalmente interesados en los temas
morales. Es en las obras de estos últimos autores donde encontramos las doctrinas estoicas de toda la
escuela, junto con textos de Cicerón, Plutarco, Diógenes Laercio y otros. Aunque el estoicismo utiliza
muchos materiales procedentes de filósofos anteriores (Heráclito, Platón, Aristóteles, los cínicos...)
también aporta muchos elementos originales. Dio lugar a una síntesis nueva, muy sistemática y coherente,
cuya influencia se mantuvo durante muchos siglos. Volvió a ponerse de moda en los siglos XVI y XVII en
Europa, influyendo en Descartes, Kant y Hegel, por ejemplo.
1. La Física
Se inspira sobre todo en Heráclito. Habla del mundo como un todo unitario (monismo) y armonioso, regido
por la necesidad inflexible de la ley universal (determinismo). El orden natural será así el único refugio
capaz de proporcionar racionalidad en un marco social caótico.
En vez de hablar de cuatro causas como Aristóteles, propusieron sólo dos principios: la materia (pasivo) y
el logos universal (activo, de naturaleza corpórea, no inmaterial). Sólo lo que tiene cuerpo (lo material) es
real. El estoicismo es una doctrina estrictamente materialista. La materia carece de cualidades y es pasiva.
Al principio activo -Razón universal- le llaman Dios. El universo es un todo animado y divino (panteísmo).
Todos los acontecimientos están férreamente determinados por una cadena causal inexorable. A
esa necesidad que rige el cosmos le llaman los estoicos «destino» o «providencia». Es un orden
necesario, pero totalmente racional.
El mundo es un ser animado y armonioso, que posee vida propia. Tiene un ciclo vital que termina con una
gran conflagración universal, envuelto en fuego, tras la cual todo vuelve a comenzar de nuevo. Cada ciclo
posterior repite exactamente el anterior: habrá un nuevo Sócrates y un nuevo Platón, y cada uno tendrá los
mismos amigos y conciudadanos.
Sólo existen individuos concretos, todos diferentes. A cada individuo le caracteriza una tensión interior,
una estructura o manera de ser irrepetible. Lo universal carece de realidad. Pero todos los individuos están
ligados entre sí, y el mundo es una gigantesca armonía de correlaciones e interdependencias.
Una misma ley lo rige todo. Los estoicos aportaron el concepto de «ley natural» y de «providencia». Para
quien acepta este concepto no tiene sentido hablar de mal en el mundo: nada de lo que sucede puede ser
un «mal», aunque lo parezca. Puede que para considerarlo un bien haya que contemplarlo con más
perspectiva, pero con la suficiente distancia histórica incluso lo que ahora parece mal veremos que apunta
hacia un bien. Los neoplatónicos, S. Agustín, los escolásticos y Leibniz volverán sobre este asunto
afirmando algo parecido.
Para los estoicos, el ser humano es una parte del universo sometido al mismo orden que las restantes
cosas del cosmos. El alma humana es corpórea, mortal y procede de los padres.
En contra de Platón y de acuerdo con Aristóteles, los estoicos afirman que la única fuente de conocimiento
son los sentidos (empirismo) y que la representación sensible es una copia de la realidad ( realismo
ingenuo). Sólo las representaciones «claras y distintas» (Diógenes Laercio) nos garantizan un
conocimiento verdadero.
2. La Ética
Constituye el núcleo fuerte de la doctrina estoica. Mientras la Física enseña a conocer la Naturaleza, la
Ética enseña a vivir de acuerdo con la naturaleza.
«El fin supremo del hombre es vivir conforme a la naturaleza, que es lo mismo que vivir según la
virtud, ya que la naturaleza nos conduce a la virtud. [...] La virtud del hombre feliz y el buen orden
de la vida nacen de la armonía del genio propio de cada uno con la voluntad del que todo lo
gobierna. Diógenes dice expresamente que el fin supremo consiste en obrar con prudencia en la
elección de las cosas conformes a la naturaleza. [...] La virtud es una disposición del ánimo
conforme a la razón y elegible por sí misma, no por medio o deseo de algún bien exterior. En ella
consiste la felicidad...» (Diógenes Laercio, VII, 85-90).
El bien moral del ser humano, por lo tanto, consiste en vivir de acuerdo con la Naturaleza global y con la
propia naturaleza (que es una parte de la primera). Esto equivale a vivir de acuerdo con la razón, porque
así descubrimos la Razón universal que rige todo el orden natural. Es sinónimo de vivir en armonía con el
conjunto del universo. Hacer lo que exige la razón no es otra cosa que realizar el deber. Kant será quien
mejor articule filosóficamente esta ética de la razón y el deber.
La virtud es la disposición permanente a vivir de acuerdo con la razón y el deber. Para los estoicos la
virtud no admite grados: o se es virtuoso o no; y quien tiene una virtud las tiene todas.
Toda tendencia natural es buena, porque la propia naturaleza es norma de conducta. Cuando la
naturaleza humana se desvía, entonces surge la pasión (p??o?, páthos), que Zenón define como una
conmoción del alma contraria a la recta razón y a la Naturaleza . Cicerón la entiende como «una tendencia
demasiado vehemente, que se aleja del equilibrio natural . Crisipo señaló cuatro pasiones
básicas: dolor (ante un mal presente), temor (ante un mal futuro), placer (ante un bien presente)
y deseo sensual (ante un bien futuro). Ante la pasión, el deber exige autodominio (_p??e?a, apátheia =
impasibilidad). Los estoicos entendían la pasión sobre todo como un error del juicio, que nace de una falsa
opinión. Proponían un estadio de imperturbabilidad, de serenidad intelectual, conocido
como ataraxía estoica. En palabras de Epicteto: «No te dejes dominar por la imaginación. Si aguardas y te
contienes, serás más fácilmente dueño de ti mismo».
Para los estoicos, el sabio (sofos, sophós) es el que vive según la razón y está libre de pasiones. Pero lo
consideraban un ideal prácticamente inalcanzable, al que sólo Sócrates, Antístenes y Diógenes se
aproximaron. Para facilitar la aproximación, al menos, a ese ideal del sabio desarrollaron los estoicos una
teoría de las conductas convenientes, o deberes de aquellos que no han alcanzado la sabiduría y tienen
que contentarse con una virtud menos excelente. La libertad consiste en el sometimiento y aceptación de
la necesidad, en la abstinencia absoluta ante las pasiones y los placeres.
II. EL EPICUREÍSMO
Epicuro fue uno de los grandes filósofos de la antigüedad, aunque sus ideas fueron poco o mal
comprendidas fuera de su círculo de discípulos y apenas se han conservado fragmentos de sus más de
cincuenta obras (las conocemos a través de Diógenes Laercio, Cicerón y Séneca). Fuera de Roma, el
epicureísmo tuvo uno de sus más ilustres representantes en Lucrecio, autor del poema filosófico De rerum
natura. El epicureísmo alcanzó su máxima difusión durante los primeros siglos del cristianismo, atrayendo
enormemente a pensadores como San Agustín. Después fue cayendo paulatinamente en el olvido,
rodeado de malentendidos. Sólo en el s. XVII se volverían a poner de moda algunas de sus ideas, a través
de Pedro Gassendi (1592-1655).
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