El Aserrío PDF
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ASERRÍO
Héctor López López1
Nicol Julieth Rodríguez Urrea2
Resumen
1
Palabras clave: aserrío, cultura popular, saber ancestral, actividad
interactiva.
Abstract
In the Agro Park Sabio Mutis - Botanical Garden of Uniminuto and within
its Museum of Trades and Popular Traditions, there is the sawmill, a
traditional work that was technified by the chainsaw, leaving behind an
infrastructure that the sawers built deep from the jungle. In these scaffolding
was where the wood that was fundamental to lift the house, many of the
implements used in daily life, as well as the bridges to cross the rivers and
the abysses were cut. The sawmill of the Agro Park was built by a sawman,
who took into account several field notes that had been collected in this
regard. Around the sawmill and to modify or expand it, we heard different
generations of sawmills who participated here, and who in turn told us their
beliefs and knowledge that in this text are the object of reflection.
Introducción
Ante la importancia que tiene la cultura popular en cualquier contexto
socio cultural que se estudie, se ha evidenciado una profunda necesidad de
reconocer y valorar el folclor de cada una de las regiones de nuestro país,
entendiendo folclor como el saber popular, es decir, el resumen de los
conocimientos del pueblo y lo que este “cree, piensa, dice y hace” (Abadía,
1970). Sin embargo, este reconocimiento no debe estar simplemente en el
plano del conocimiento de lo causal o de lo útil, propio de nuestra tradición
occidental; este debe generarse a partir de una apuesta existencial que
asimila este conocimiento desde una postura de la realidad propia del
colombiano, es decir, no se trata únicamente de aceptar que los
conocimientos de nuestros campesinos hacen parte de nuestra cultura, sino
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el tener la capacidad de apropiarnos de ellos y ser conscientes de que son
parte constitutiva de nuestro propio ser. Así pues, a través de la búsqueda
de esta cultura es posible que encontremos lazos cercanos con su
conocimiento, tal vez desde los oficios tradicionales, o en la tradición musical
o literaria, e incluso en los dichos y refranes que escuchamos, por ejemplo,
de nuestras madres y abuelas.
3
Es necesario aclarar que esta necesidad de preservar los saberes ha
surgido en un lugar concreto, y así, de acuerdo con la documentación y los
testimonios recogidos sobre los aserríos y la vida de algunos aserradores,
en el año 2013 se construyó un aserrío en el Agro Parque Sabio Mutis –
Jardín Botánico de Uniminuto, eje temático que entró a hacer parte del
Museo de los Oficios y Tradiciones Populares, cuyo principal objetivo
consiste en defender, proteger y divulgar los saberes ancestrales y
populares. En consecuencia, una vez construido el andamio, los visitantes
del Agro Parque comenzaron a informarnos sobre cuanto sabían del oficio
de aserrar, y fue así como llegaron hasta nosotros algunos aserradores de
los Llanos Orientales, Manzanares (Caldas), Chaparral y Mariquita (Tolima),
quienes nos dieron valiosa información complementaria al explicarnos
nuevas variantes del oficio en esas regiones.
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A lo anterior agregamos la importancia que tiene en esta actividad la
obligada alusión al famoso cuento de Jesús del Corral (1871 – 1931), Que
pase el aserrador, un maravilloso y didáctico ejemplo de la complejidad de
este oficio que le sirvió al narrador para recrear una situación picaresca de
dos colombianos frente al rebusque. Por lo tanto, cabe aclarar que el oficio
del aserrío tradicional está vivo en el Agro Parque Sabio Mutis y, por qué no,
en cada uno de los visitantes con quienes se vive esta experiencia.
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respecta a las creencias de los aserradores, puntualizando en la importancia
de sus saberes.
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obtener la madera necesaria para construir la vivienda, los enseres
domésticos, las cercas y demás elementos básicos que pudieran requerir
para su diario vivir. De los bosques saldría la materia prima que bellamente
cantó Alfredo Gómez Jaime (1878 - 1946) en el coro de su himno al árbol:
Así pues, un día presentóse don Tomás al sitio donde creyó poder
levantar su nuevo hogar, sin más elementos de trabajo que un hacha,
y dio principio a la gigantesca tarea de descuajar el bosque, de
apartar la maleza, de cortar los árboles que habrían de darle el abrigo
protector de su casa; montó un aserrío y con las maderas que de él
iban saliendo construyó un establo para dar albergue a dos vacas y a
un toro sardo, levantó cercas y, más tarde, tendió los puentes sobre
los arroyos y riachuelos que surcaban su fundo. (p. 18)
7
Este relato nos ayuda a identificar cómo fue el proceder de la mayoría de
los colonos en aquella época, y cómo sus hogares y trabajos no hubieran
podido subsistir sin el aserrío. No obstante, sabemos de algunas precisiones
sobre este oficio gracias a las personas que han tenido que ver con él o por
los estudiosos de la colonización, como el profesor Albeiro Valencia Llano,
para quien el oficio de aserrar, ya en vía de extinción, fue uno de los más
importantes en el desarrollo de estas regiones. Al respecto nos dice que,
El asombro que despertaba entre los aserradores la caída del árbol, dio
origen a varios mitos y leyendas, ya que el aserrador era consciente de que
le estaba haciendo un daño a la naturaleza, pero por encima de todo estaba
la subsistencia que de ella dependía. También el profesor Valencia nos
informa que el aserrador era muy bien pago, y que su salario podría
equivaler al de un profesional de nuestros tiempos. Esto se debía a que por
lo regular el trabajo lo ejercían hombres mayores que se habían
perfeccionado en este oficio a través del “ensayo y error”, además de que
era heredado de padres a hijos.
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Supervivencia del aserrío tradicional
Durante la década del 70 estuvo abierta una exposición sobre historia y
folclor colombiano en el municipio de Villamaría6, Caldas, en la cual se
incluyó una muestra sobre cultura popular donde se destacaron algunos
oficios tradicionales, entre los que se encontraban la fabricación de velas, la
arriería, la casa de la colonización con sus respectivos enseres y
principalmente el aserrío o aserradero. Para realizar el montaje del aserrío
se necesitaron aserradores tradicionales, es decir, que no hicieran uso de la
motosierra, de modo que para tal fin se hicieron averiguaciones entre las
personas del pueblo y sus alrededores, pudiendo contactar a dos expertos
aserradores muy reconocidos en la región por su trabajo y dedicación a este
oficio en vía de extinción.
6 La cabecera municipal de Villamaría se encuentra en los 5º 3' latitud norte y 75º 31' de
longitud al oeste del meridiano de Greenwich. Su altitud es de 1.920m sobre el nivel del mar
y su temperatura media es de 18ºC.
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árboles trozados, a los cuales se les había quitado los bordes, quedando los
orillos o cantoneras colocados junto al aserrín, las hachas, los hilos o piolas
untados de azul de metileno o carbón, los serruchos troceros y los serruchos
hileros o tableros, entre otros objetos. El visitante también podía subirse al
andamio y aserrar el árbol que allí se había montado para hacer más viva la
experiencia de este oficio amenazado por la nueva tecnología. Era de
extrema importancia contar con la presencia de los aserradores en la sala,
pues ellos transmitían de viva voz a los visitantes cómo se realizaba este
oficio, cómo y cuándo lo aprendieron, qué anécdotas tenían al respecto, y
qué otros saberes ancestrales conocían vinculados a él.
7 La cabecera municipal de Pácora se encuentra en los 5° 31′ 59″ latitud norte y 75° 27′
de longitud al oeste del meridiano de Greenwich. Su altitud es de 1.935m sobre el nivel del
mar.
8 La cabecera municipal de San Rafael se encuentra en los 6° 18′ latitud norte y 75° 1′ 1″
de longitud al oeste del meridiano de Greenwich. Su altitud es de 1.058m sobre el nivel del
mar.
10
mandó a estudiar, pero él manifestaba que no se sentía para nada frustrado
porque había aprendido un oficio con el cual se sostenía económicamente.
Vivía bien y nunca le faltaba trabajo, “porque aserrar no era fácil” -decía-
y él lo hacía muy bien; en cambio sus hermanos estando en la ciudad y
habiendo estudiado, tuvieron malas condiciones económicas en repetidas
ocasiones, situación que él no padeció gracias a su labor de aserrador. Por
lo tanto, afirmaba con cara de satisfacción, que “no le pedía más nada a la
vida”, pues lo que había aprendido lo aprendió muy bien, y así lo puso en
práctica satisfaciendo a sus clientes con el buen trabajo que realizaba.
Siempre se proponía ser el mejor en su oficio y aprovechaba las distintas
circunstancias de contratación que se le presentaban, viéndolas siempre
como un aprendizaje y una buena experiencia.
Fue aserrador con su padre a las orillas de los ríos Arma, Samaná, Tasajo
y La Miel. Además, cuando se le entrevistó en el pueblo de Pácora, recordó
que estuvo en la selva desde muy joven, y afirmaba que las zonas selváticas
donde estuvo eran muy “azarosas”, tanto es así que él narra con gran
emoción que en esas partes, su padre le contó que “en una noche se
despertó y le dijo a su compañero que estaba despierto fumando cigarrillo:
usté porque no se ha dormido, y él le dijo: gran pendejo aquí hay tigres,
tenemos que turnarnos, entonces que él dijo: bueno, duerma hasta tal hora y
después yo sigo. Y así lo hizo, él durmió como hasta las dos de la mañana y
se despertó y el otro durmió el otro pedazo de noche pero estaban en vela
porque los podía matar el tigre”. Lo anterior lo decía con gran temor, como si
en realidad allí donde estuvo existieran tigres de verdad que ponían en
riesgo su vida, lo cual nos causó gran curiosidad, pues sabemos que en
Colombia es imposible encontrar un animal de estos, aunque esta
información no se le reprochó al aserrador por respeto a su cosmovisión y su
relato.
11
don Rubén resolvió trasladarse al norte de Caldas, donde ejerció como
aserrador practicando este oficio de una manera muy particular e
independiente, pues buscaba “árboles de abarcadura”, es decir, gruesos y
que fueran de buena madera fina para aserrar, que era la que más pedían.
Cuando se le preguntó como era su modalidad de trabajo, él contestó que
negociaba con el dueño del árbol la aserrada del palo, que podía ser por
porcentaje, por ejemplo si salían 100 tablas, él se quedaba con 70 y le daba
al dueño del árbol 30. Otras veces le pagaban por el trabajo concluido, le
decían: “aserre estos árboles y le pagamos tanta plata” y así lo hacía. Otras
veces acordaban que buscara árboles de no muy buena calidad que
necesitaban, lo que a él le daba dificultad entender ya que siempre trabajaba
con maderas finas, aunque sabía que había maderas que se comportaban
muy bien al aire libre y otras maderas se comportaban muy bien bajo techo,
entonces había criterios diferentes en la escogencia de la madera para
aserrar. Pero sin importar la exigencia del cliente él las aserraba “con mucho
gusto”.
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cuenta el agua, entonces dijo: “mire allá al fondo, por ahí baja la quebrada”,
pues cuando se buscaba el agua, se abría paso con el machete cortando el
rastrojo y se iba formando un pequeño sendero que llevaba al río o quebrada
donde se contenía el agua con piedras, palos y tierra, para formar un
pequeño pozo, donde se introducían los recipientes que contenían agua o
limonada para mantenerlos frescos. En este mismo lugar se recogía el agua
para bañarse, para hacer de comer y para tomar.
El andamio que había construido era, según él, lo que se llama el aserrío
o el aserradero. Su estructura era con varas o maderas más delgadas y su
posición debía permitirles a los dos aserradores ver permanentemente el
fogón, ya que la comida la hacían ellos y debían estar pendientes de la
preparación de los alimentos para que no se fueran a quemar. Sin embargo,
cuando se le preguntó dónde estaba el fogón, contestó que en esta
oportunidad no fue necesario construirlo, ya que sus vecinos Anastasia y
Francisco, les suministraban la alimentación. Tampoco necesitó fabricar un
rancho o cambuche para dormir como en anteriores ocasiones, debido a que
cerca de su trabajo se encontraban algunas casas en las que se les ofreció
el alojamiento. El acompañante del señor Giraldo era Santiago, un hombre
unos 20 años menor que él, con quien se turnaba el oficio de aserrar, ya que
uno hacía de colero, es decir, el que se ubicaba en la parte inferior del
andamio, y el otro de cabezalero, quien se encontraba en la parte superior.
9Flórez, óp. it., afirma que en Antioquia también se empapaba la pita o cuerda delgada
en polvo de limas viejas disuelto en agua.
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colocaba una puntilla en los dos extremos para amarrar en cada uno de ellos
la pita untada, y cuando estaba lista uno de los aserradores decía:
“¡cimbre!”10, lo que quiere decir que se debía coger la pita, levantarla y luego
soltarla para que al rebotar contra el tronco, este quedara marcado. Quien se
guiaba por esta línea era el cabezalero, mientras que el colero debía orientar
el serrucho de acuerdo con la plomada11 que se colocaba justo debajo del
trazo que dejó marcada la línea, de forma que su mirada debía estar fija en
el punto donde se encontraba la plomada, mientras continuaba aserrando
para lograr sacar la pieza de madera de acuerdo con el trazo realizado.
10 También llamado por algunos, guasquiar, hacer el guasqueo. Óp. cit., p. 322.
11 Consiste en un pedazo de metal o una piedra, que se cuelga de una cuerda que sirve
para señalar la línea vertical que corresponde al trazo que guía al cabezalero.
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bebidas para bogar” mantenían agua fresca y aguapanela para hacer
limonada, el guarapo no lo consumían porque según su padre “este oficio
era muy delicado, y si no se tenían bien abiertos los ojos uno podría
accidentarse”.
Aparte de lo anterior, don Rubén nos contó de los enemigos del monte
que tuvo con su padre cuando cogió este oficio: eran la madre monte y la
patasola, “unos espantos muy miedosos por el mal que pueden llegar a
hacernos, aunque ellas anunciaban a veces su visita cuando venían a
hacernos el mal, como por ejemplo, uno veía las pisadas en el camino o se
nos perdía la ropa interior. Esto era el anuncio de que estaban por ahí
cerquita…”. Cuando ellos veían estas señales, se preparaban porque algo
malo les iba a pasar: se mataba alguno, los picaba una culebra, se perdía la
comida, o algo sucedía en el aserrío. También era muy común que contaran
cómo estos espantos los pisaban en el pecho durante el sueño; sin
embargo, se sabe que la causa real de estos sobresaltos consistía en que se
acostaban justo después de cenar en abundancia, de forma que la comida
presionaba el corazón y provocaba el susto que ellos atribuían a la madre
monte o a la pata sola.
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hacían aprovechaban siempre para cumplir con sus obligaciones religiosas
de la Iglesia Católica.
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calculó la altura de un colero y un cabezalero para que pudieran trabajar
cómodamente, y que a pesar de estar aserrando pudieran estar pendientes
del fogón. Luego se ubicaron dos palos largos conectados con el andamio,
por el que se subían los troncos cortados para ser aserrados. Una vez
colocado el primer árbol para trazarlo, se midió, se aplicó la cimbra, y se
buscó una piedra que amarrada con una pita sirviera de plomada para guiar
el corte del colero. En la parte de encima se colocaron frascos con azul de
metileno y pilas de radio, y a los lados una muestra de hachas y serruchos
troceros. Los maniquíes que representan a los aserradores sostienen de
lado y lado el serrucho hilero o tablero. Una vez concluida esta construcción,
se le preguntó a don Manuel qué faltaría para que quedara lo más exacto
posible a los que él había utilizado durante su vida, a lo que respondió: “falta
la nevera…”, que consiste en un hueco en la tierra donde se guardaban los
calabazos con agua o guarapo para calmar la sed, “…y los palos para
amolar el hilero y los troceros”.
15 Alfredo Cortázar Toledo. Memorias, Algunos apuntes para mis hijos (2019). Retomado
de: https://www.academia.edu/39685469/Algunos_apuntes_para_mis_hijos
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Tiempo después, y teniendo en cuenta el propósito de los museos
contemporáneos, queriendo tener un
acercamiento más real a los visitantes, en
el año 2018 se vio la necesidad de
ampliar el aserrío, es decir, construir una
segunda sección que incluyera un
andamio en el que los estudiantes
pudieran tener la experiencia de cortar o
aserrar un tronco, tanto con el serrucho
trocero como con el serrucho hilero. Es
así como aparece Gustavo Murillo, un
nuevo aserrador que nos ayudó a realizar
el montaje de la otra sección que
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poco, el estudiante o visitante llega a comprender la dificultad de este oficio y
su importancia en el desarrollo de los pueblos. Además porque se encuentra
con el fogón donde se preparaba la comida, y el ranchito donde se
quedaban los aserradores, teniendo presente que, aunque la motosierra
reemplazó este trabajo campesino (o lo aceleró), no es bueno olvidarlo, pues
vive en la memoria de nuestros abuelos y algunas de sus prácticas se han
quedado con nosotros. Entonces viendo todo lo anterior, a los visitantes les
es posible obtener un aprendizaje significativo de esta actividad.
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afirma que aprendió a aserrar en forma espontánea, viendo trabajar a sus
tíos en la década del cincuenta, era el garitero, es decir, el encargado de
llevarles la comida y el agua hasta “por allá a las selvas, porque en eso si
había selvas, había buenos montes y buenos palos pa’ aserrar. Entonces a
mí me buscaban para que les llevara el agüita y el almuerzo. Entonces yo
mirándolos a ellos, pues ahí fui aprendiendo”.
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los palos para colocar los serruchos y afilarlos con lima, y también para
untarles el sebo”.
Ahora, ya que don Gustavo había visitado el aserrío del Agro Parque nos
comentó que, si bien para don Manuel el consumo de guarapo era habitual
en su trabajo y parecería que no le afectaba en nada la realización
satisfactoria de su labor, para él, aunque en muchos hatos o fincas le
ofrecían guarapo, en el aserrío tomaba agua pura o con azúcar , “mejor
dicho, en el centro del llano, donde yo trabajé como aserrador, no se tomaba
guarapo”.
En segundo lugar encontramos a don Mario, quien nos dijo que acercar
los árboles por la pendiente hasta el entable debía hacerse con mucho
talento, es decir, con mucho cuidado, y al llegar al entable, o sea el aserrío,
sentían bastante seguridad por la forma en que estaba construido: con palos
de madera buena y gruesa, amarrados con bejucos finos, “lo hacían como
en forma de una barbacoa para que uno cupiera por debajo y el otro por
encima, ahí estaba el palo y se aserraba”.
21
Con respecto a la cimbra, según don Mario se sacaban guascas de fique
(Furcraea bedinghausii) o cabuyas, y las más largas y delgaditas eran las
que usaban para cimbrar, estas se untaban únicamente de tinta de carbón
de pilas de radio: “se sacaba el carbón, se le agregaba tantico de agua y
quedaba una tinta negrita con la que se tiznaba la cabuya”. Don Mario
agregaba, que él sacaba en el aserrío vigas, tablas, durmientes, guarda
luces, tablilla delgada y columnas, pero naturalmente lo que más hacían
eran tablas. Nos contó también que, en cuanto a los árboles maderables que
más buscaban eran el comino, el roble, el cedro negro, los laureles, el dinde,
el guayacán, etc.
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Para el folclorista Guillermo Abadía Morales (2001), la madre monte y la
patasola, cuyas presencias eran recurrentes entre los aserradores, nos dice
que: “la madre monte es una deidad selvática que protege el ambiente, en
especial las aguas” y
22Hojas de palma o palmiche que se usan especialmente para cubrir los ranchos.
23Es la parte de un árbol donde se juntan el tronco y una rama formando un ángulo, muy
usados en el campo para diferentes tareas.
23
Gustavo también dijo que hacer de comer en el aserrío era muy natural y
que la comida era muy semejante a la de la casa… arroz, arracacha, yuca y
carne. Pero cuando estaban aserrando, podían durar de tres a cinco días en
la montaña, y si les faltaba la carne, mataban chorolas “que es un pajarito
gordito que cazábamos con el chopo y la escopeta de fistol y así
remplazábamos la carne de res”. Y para calmar la sed “se tenía un choco o
calabazo con guarapo, el cual se alimentaba con cunchos y se tomaba
durante el día con alguna frecuencia”.
Por último nos contó que don Capitolino le advertía que no se podía
aserrar ni “el jueves ni el viernes santo, no se puede cortar nada porque
viene el duende por la cordillera abajo y se lo lleva a uno arrastrando unas
cadenas.”, el duende aparecía en forma de perro negro en alguna curva y
por eso les tenían miedo a esos lugares, por los “asustos”. Esta información
es muy curiosa, ya que don Rubén había manifestado que no se tenían en
cuenta las fiestas de la semana santa y resulta que tal vez en el Tolima
estas fechas debían tenerse presentes para evitar algún contratiempo con
estos mitos tan fuertemente arraigados en las creencias de nuestros
campesinos. No obstante, Gustavo afirma que no cree en espantos ni en
duendes, pero que sí lo asustaron un jueves santo cuando sintió “que un
señor gritaba por esas montañas, entonces yo no podía caminar porque los
pies se me pusieron gordos, pesados, no podía caminar del susto”.
24
Así mismo, llegaron hasta el
aserrío del Agro Parque Ismael y
Jefferson Sánchez, de 30 y 35
años respectivamente. Ellos son
hijos, sobrinos y nietos de
aserradores, e hicieron parte de
una actividad realizada en el
aserrío con un grupo de
Actividad en el aserrío con los hermanos estudiantes. En ella dieron su
Sánchez
testimonio como aserradores,
además de darnos importantes recomendaciones de lo que consideraban
que nos podía faltar en el aserrío, pero que con ellos pudimos llevar a cabo,
como por ejemplo, la instalación de dos estacas donde se colocaban los
serruchos con el fin de sacarles filo con la lima triangular, con la que se
afilan también los machetes. Así mismo, con ellos se realizó la amolada;
para lograrlo, dicen: “se traba con una herradura de caballo, se le hace una
zanja y se traba, entonces al trabarse el serrucho es para que el corte se
vaya derecho y el serrucho no se pegue al árbol, para esto también se le
echa al serrucho sebo de vaca para que suavice y no se oxide el metal…”.
También expresaron que hacía falta el choco o calabazo donde ellos
llevaban el líquido, que para su abuelo y su padre era el jugo de caña o
guarapo sin fermentar, el cual conseguimos con prontitud y pudimos
instalarlo con ellos en lo que llaman la nevera, tal como nos lo habían dicho
los otros aserradores.
25
Uno de los datos más interesantes
que nos proporcionaron los hermanos
Sánchez era que debíamos tener lo que
ellos llamaron los “parranderos”, que son
tarros de leche Klim o de pintura, los
cuales se perforan por debajo y se les
introduce una vela para alumbrar el
camino en las noches oscuras del
aserrío. También nos manifestaron que
en el aserrío se tenía la lámpara de
tarro, la cual consistía en un recipiente
26
en agradecimiento por el milagro que este le había concedido de acabar con
la fiebre tifoidea26 que venía exterminando a sus pobladores.
El padre Manuel afirma que ese Cristo que hoy llaman “El milagroso señor
de la salud de Pandi”, es el mismo al que también llamaron el Cristo o Señor
del aserrío, debido a que en la finca San Roque, ubicada en la vereda
Buenos Aires, se había salvado de morir el aserrador Albertino Rivera, quien
mientras talaba árboles para aserrar y poder construir su casa, uno de estos
se le vino encima y le partió una pierna. Rivera, encontrándose solo, y al
verse atrapado bajo el árbol, invocó en medio de la angustia al Cristo del
pueblo, o mejor, al Cristo de don Anselmo Lozano para que le ayudara a
salir con vida, prometiéndole que si lo salvaba pregonaría este milagro y
sería su eterno devoto, como en efecto lo fue hasta el final de sus días.
También nos contó el padre Manuel que “el Cristo en la actualidad es una
nueva talla, pues al primero se le caían pedazos de madera de tanto que lo
tocaban los feligreses, o de pronto porque la madera no era de buena
calidad, aunque no faltaban los devotos que esto lo atribuían a
manifestaciones sobrenaturales, pero yo creo que son más bien
revelaciones populares de algo inexplicable para aumentar la credibilidad o
fortalecer la fe en la imagen del Cristo Milagroso de Pandi”. Con todo lo
anterior, el sacerdote insiste en que lo que sí es una realidad son los muchos
milagros “cuyo testimonio conozco, aunque ya no se atribuyen al Cristo del
aserrío, si se tiene en cuenta que este oficio lo desplazó la motosierra.” Esta
advocación, entonces, desapareció con el oficio de aserrar madera, y que el
padre conoció en las veredas de Caracol, San Miguel y Santa Helena, de
Pandi, cuando el aserrador Desiderio Rincón, por la amistad con su familia,
le hizo apreciar este oficio que encontró nuevamente en los años 2018 y
2019 en el Agro Parque Sabio Mutis – Jardín Botánico de Uniminuto.
26 El tifo o fiebre tifoidea es una enfermedad infecciosa sistémica que se caracteriza por
que el paciente presenta fiebre elevada y síntomas abdominales causados por la infección
de la bacteria Salmonella typhi.
27
La dimensión filosófica del aserrío27
Con todo lo anterior, hemos podido darnos cuenta de lo apasionante que
es acercarse al oficio del aserrío y a sus diferentes técnicas y creencias, al
mismo tiempo que conocimos de viva voz a algunos aserradores que
pudieron contarnos su historia, y enriquecer con ella nuestra reflexión. Sin
embargo, no quisiéramos dejar falto de análisis lo que se ha expuesto, ya
que cada una de las anécdotas, cuentos y experiencias tienen tal contenido
simbólico que no lo podemos dejar pasar. Es por esto por lo que con una
actitud hermenéutica, es decir, una disposición de escucha y deseo de
comprensión, queremos detallar esa dimensión existencial del campesino
aserrador que se encontraba tan unido a la tierra, a la naturaleza, a la vida, y
esto lo podemos ver principalmente en los cuentos, poemas y anécdotas,
algunos ya referenciados y otros que trabajaremos más adelante.
27 Reflexiones que se han hecho posibles a partir del Semillero de Educación Popular y
Diálogo Intercultural de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, el cual se encuentra
vinculado al proyecto "ONTOLOGÍA DE LA DIFERENCIA RADICAL FASE II", y es
dirigido por los profesores Julián Cárdenas y Alfredo Ochoa.
28
meses se recogían mil cargas de maíz, al año estaba formado el potrero de
Lura para cebar quinientas reses.
29
cielo se mete allí por el inmenso hueco que ocupara la testa del gigante. (pp.
34-35)
Así, vemos este “temblor en el alma del hachero”, como una especie de
angustia en el aserrador por los árboles que derriba, por la ira divina que
desata, por el castigo que le espera y por la vida misma que con el árbol se
extingue junto a la suya. Por eso “los hacheros ‘graduados en el arte’ de la
derriba aprenden a conocer los árboles, a respetarlos y a temerlos” (Ibid.),
porque no sólo es una lucha con la selva por la supervivencia, es la armonía
con la tierra que por encima del trabajo debe mantenerse.
28 Los monicongos eran talismanes mágicos, "los cuales carga uno al cuello en forma de
medalla y sirven de ángel de guarda, ya para pelear, viajar, enamorar, hacer picardías,
conseguir oro. En estos talismanes hay espíritus benéficos y maléficos, para hacer el bien o
el mal". (Valencia, 2019)
29 “Ese güeso es la guariconga, y di'ai palante ella le ayudará en todos los trances de la
existencia, igual que el mejor monicongo. Y como la guariconga tiene algo de mujer, es
astuta y rejugada, sabe fingir y es maliciosa, ladina y marrullera, todo esto se lo trasmite ella
al dueño”. (Gutiérrez,1949, pp. 47-48)
30
precolombinos, el hombre americano ha poseído talismanes que lo protegen
del mal o le dan suerte, creencia que está totalmente basada en la conexión
de la tierra, pues estos objetos eran fabricados con partes de animales o de
plantas y era a la naturaleza a lo que se le atribuía un poder sobrehumano,
sin necesidad de buscar explicaciones trascendentes y complicadas,
simplemente la consciencia de lo que es la tierra.
31
que se hace necesario un encuentro real con la naturaleza, que nos
posibilite retomar esa conexión profunda que tenía y tiene con la tierra el
campesino, y sobre todo el aserrador.
Bibliografía
Abadía M., G. (1997). ABC del folklore colombiano. Bogotá D.C:
Panamericana.
Del Corral, Jesús (1935). Que pase el aserrador. En: Catorce prosistas
amenos. Biblioteca Aldeana, Bogotá.
32
Ospina, Luis (1955). Industria y protección en Colombia. 1810-1930.
Editorial Oveja Negra, Medellín.
33