El Contexto Histórico Del Nuevo Testamento
El Contexto Histórico Del Nuevo Testamento
El Contexto Histórico Del Nuevo Testamento
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EL CONTEXTO HISTÓRICO DEL NUEVO TESTAMENTO
Hay tres aspectos del ambiente judío que son importantes destacar aquí: el
religioso, el social y el literario.
Aspecto religioso
Hay una estrecha relación entre la iglesia cristiana y el pueblo judío, sobre todo
en lo que a la religión respecta. En el centro de la fe judía está la afirmación de
que «Dios es el único Señor» (Dt 6.4; Mc 12.29; DHH), que sus leyes son
sabias y dignas de obediencia (Sal 78.5-8), y que él ha escogido un pueblo
para sí mismo. Nada de eso está ausente en la fe cristiana. En realidad, las
Escrituras de Israel, donde los profetas dejaron registrado el mensaje de Dios
para su pueblo, siguieron siendo las Escrituras de la iglesia cristiana. Sería
mucho tiempo después cuando se agregaría el Nuevo Testamento. Por eso en
el Nuevo Testamento se ven registradas muchas de las costumbres religiosas
judías y se menciona a los grupos judíos más influyentes de la época (Mt 22.
23-33; Hch 23. 6-8; 1 Co 15.12-58).
Por otra parte, la esperanza en la venida del Mesías significaba para los judíos
el deseo de ver cumplida la justicia por la mano misma de Dios. De modo que
las naciones e individuos que se oponían al pueblo judío recibirían su castigo; y
el pueblo escogido y los justos tendrían su recompensa. Pero con la muerte y
resurrección de Cristo los primeros cristianos entendieron que la salvación
prometida y el juicio mismo incluían a todos los seres humanos de todas las
épocas (Jn 3.14-18; 12.32; 1 Ti 1.15; 2.4).
Aspecto social
También se debe tener en cuenta la situación social. En la sociedad israelita de
la época de Jesús había tres clases sociales: una alta, una media y otra pobre.
La clase alta se componía de las familias de los jefes políticos y religiosos, de
los comerciantes solventes y terratenientes, y de los recaudadores de
impuestos (publicanos). La clase media contaba con los medianos y pequeños
comerciantes, los artesanos, los sacerdotes y los maestros de la ley. Por
último, la clase pobre, la más numerosa, estaba formada por jornaleros que
vivían al día (Mt 20.1-16), y por muchos otros que vivían al margen de la
sociedad, como los mendigos, los leprosos y los paralíticos (Mc 10.46).
Según las leyes, el lugar más bajo en la escala social lo ocupaban los esclavos,
aunque su situación real dependía de la posición y carácter de sus amos. Los
esclavos que no eran judíos rara vez recuperaban su libertad. En cambio, los
esclavos israelitas podían recuperar su libertad en el año sabático. El año
sabático se celebraba cada siete años, y su objetivo era que no se cultivara la
tierra durante un año, para celebrar así un año en honor a Dios (Ex 23.10-11;
Lv 25.1-7; 26.34,43). Como no se debía cultivar, no se podían saldar las
deudas, y éstas se perdonaban. Del mismo modo, eran liberados los esclavos
israelitas que habían trabajado durante seis años.
Entonces Roma desplegó su fuerza militar por todo Israel. Los soldados se
organizaban por «compañías», las que tenían a su cargo velar por la adoración
del emperador en todo el imperio. Diez compañías formaban una legión (unos
6.000 hombres). Los soldados debían facilitar las conquistas y aplacar las
rebeliones. Vigilaban las fiestas judías, las prisiones y las ejecuciones (Mt
28.11-15; Lc 23.47; Jn 19.2, 23-24,34). Pese a ello, también los soldados se
acercaban a Jesús y al cristianismo (Mt 8.5-13; 27.54; Lc 23.47; Hch 10; 27.3-
11). En su carta a los efesios, Pablo compara al cristiano con un soldado
romano (Ef 6.10-18).
El creciente descontento del pueblo judío hacia los romanos llegó a su punto
máximo en el año 66 d.C. En ese año, los «celotes» organizaron una rebelión
contra Roma. La lucha duró cuatro años. En el primer año de guerra, Roma
decidió que los gobernadores de Palestina debían seguir siendo generales del
ejército, a quienes llamaron «legados». El primero de ellos fue Vespasiano,
quien en el año 69 d.C. fue proclamado emperador. La rebelión judía fue
aplacada con la intervención de los ejércitos romanos que conquistaron
Jerusalén y destruyeron el templo en septiembre del año 70 d.C. (Mt 24.2; Lc
21.20). Esta derrota se debió a la superioridad militar de los romanos y a las
irreconciliables disputas internas de los judíos.
Fuera de Palestina, la iglesia cristiana supo aprovechar bien los beneficios que
ofrecía el Imperio Romano. La unidad política y cultural facilitó la rápida
propagación del evangelio por el mundo pagano (Ro 15.19, 28; 1 P 1.1).