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Periodismo de Investigación, Guardián de La Democracia

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Periodismo de investigación, guardián de la

democracia

“El periodismo de investigación es la tarea de revelar cuestiones encubiertas de


manera deliberada, por alguien en una posición de poder, o de manera accidental,
detrás de una masa caótica de datos y circunstancias que dificultan la comprensión.
Es una actividad que requiere el uso de fuentes y documentos tanto públicos como
secretos”, sostienen en una clara definición Mark Lee Hunter y Nils Hanson, en el
Manual de la UNESCO de Periodismo de Investigación, que se añade como una lectura
obligatoria en este módulo. Y aclaran “el periodismo de investigación no es
periodismo convencional”.

Es que el periodismo convencional depende casi siempre de materiales que han sido
generados por otros, por lo que lo vamos a llamar periodismo reactivo, aunque
podremos calificarlo también de “pasivo”. Esa pasividad abunda en los últimos
tiempos. Nos referimos al periodista que espera la llegada de la gacetilla, a ese que
se limita a leer al micrófono el cable de una agencia de noticias, el que lee los
cabezales de los diarios y arma con ese contenido ajeno el programa radial de la
mañana, sin bríos, sin agregar información propia, un decadente “copy paste”.
Solemos llamarla “pereza profesional”. De eso elípticamente advierte el Nobel
colombiano Gabriel García Márquez, quien alguna vez aclaró que “la investigación no
es una especialidad del oficio, sino que todo periodismo tiene que ser investigativo
por definición”.

Claramente, el periodismo de investigación está en la vereda de enfrente de ciertas


rutinas cotidianas de las redacciones, pues se trata de material recolectado o
generado a partir de la iniciativa del propio periodista. En España suelen llamarlo
“periodismo emprendedor”, una definición que le cabe perfecto.

El periodismo de investigación suele afrontar la parte más delicada y compleja en la


misión de defensa de la transparencia democrática. Es que trabaja para sacar a la luz
datos deliberadamente ocultos y que se mezclan con tramas de corrupción, malicia y
poder.

La publicación de una historia de investigación es un acontecimiento en sí misma y


normalmente introduce, añade o revive un tema en la agenda mediática. De esta
manera no hace más que enriquecer el debate público, agregándole temas y
argumentos.

El español Javier del Rey (profesor de la Universidad Complutense y de la Fundación


Ortega y Gasset) sostiene en uno de sus libros sobre el tema que “la calidad de la
democracia depende de la calidad de la comunicación que se produzca en la
democracia”. Y recalca que “sólo se consigue una efectiva democratización, o una
mayor democratización en una sociedad democrática, en razón de sus instituciones,
mediante un aumento de la calidad y de la racionalidad de la comunicación social que
en ella se produce”. Pensemos y apliquemos el concepto al sistema de medios que
tenemos en América Latina, repensemos las informaciones políticas y vayamos aún
más lejos, repasemos las informaciones publicadas según los momentos políticos de la
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historia reciente de nuestros países. Y las implicancias de los medios en las decisiones
electorales de los ciudadanos. Ni hablar de las agendas de temas que desde las
grandes corporaciones mediáticas establecen a diario en todo Sudamérica. Las
afirmaciones de Del Rey cobran alta significación y acotamos: “si el sistema de
comunicación mediática no es saludable, tampoco lo es la democracia”.

Una definición más dramática entrega Thomas Albert Roberts, periodista de la


televisión de los Estados Unidos, ganador de un Emmy, que desde abril de 2010 se ha
desempeñado en el canal MSNBC. “La sociedad (especialmente nuestra sociedad
democrática) empieza a fallar cuando no es adecuadamente informada. ¿Informa a
sus lectores un periódico que se niega a hacer periodismo en profundidad, periodismo
de investigación? La respuesta es, enfáticamente, no. Sin el deseo de llevar a cabo
periodismo de investigación, un periódico falla a sus lectores. Les da cobertura
incompleta”, escribió Roberts en uno de sus libros.

Otros especialistas españoles no hacen pensar con sus definiciones. El periodismo de


investigación “es periodismo en estado puro”, avisa Francisco Mercado y Ramón
Tijeras nos lanza una tremenda advertencia contra esa pereza cotidiana que suele
burocratizar el desempeño del periodista en las redacciones actuales, altamente
tecnificadas, “cualquier labor periodística debería ser de investigación”, es que no
hay dudas que la labor periodística alcanza su más alto grado de calidad y
profesionalismo (también de aporte a la opinión pública) justamente con el
periodismo de investigación. Es un modo de poner luz en las zonas a oscuras de la
sociedad, reducir la falta de certezas y hacer pensar al lector desde un lugar distinto.
Los formatos informativos habituales no dan la posibilidad de reflexionar, de buscar
más allá de lo evidente, de explicar complejidades.

El periodista y escritor español radicado en Francia Ignacio Ramonet sembró una


advertencia: “Hoy no hay tantos recursos (se refiere a económicos y logísticos) en las
redacciones para investigar, menos aún para enviar un equipo a otra parte del mundo
a elaborar informes. Por eso el periodismo de investigación está desapareciendo, que
es en realidad el género noble. Eso está vinculado al deterioro de la democracia
actual. Porque la democracia sólo puede funcionar si surgen las críticas y exigencias
de la sociedad que siempre han sido trasmitidas y reflejadas por el cuarto poder.
Cuando éste no cumple su función, la cosa pública empieza a decaer”, dijo Ramonet,
fundador de Le Monde Diplomatique.

CARACTERÍSTICAS BÁSICAS

Para aportar un poco más de claridad, definimos algunas características que


diferencian al periodismo de investigación:

1. Su intención es sacar a la luz una verdad oculta que los ciudadanos tienen derecho
a conocer. En otras palabras, se trata de descubrir temas inéditos de relevancia
social.

2. Suele apoyarse en las fuentes pero más bien desconfía de ellas, las coteja y
trabaja sobre lo que esos informantes no dicen.

3. Está obligado a ir más allá de la simple apariencia de las cosas.

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4. Muchas veces debe respaldarse en expertos, conocedores y en otras ciencias.

5. Es fundamentalmente informativo y solo publica datos comprobados.

6. No hay espacio para el error porque tener que rectificar desacredita al periodista
y al medio.

El poder suele fastidiarse con este tipo de periodismo. En Latinoamérica tenemos


claros ejemplos de eso, pero también en Estados Unidos. Cuando el periodismo de
investigación comenzó a crecer en las primeras décadas del siglo XIX y a incomodar al
poder, el presidente Theodore Roosvelt llamó con desdén a esos periodistas como
“rastrilladores" (“muckakers” en inglés). Los fustigó porque imitaban al “rastrillador
de estiércol que rehúsa ver todo lo que es elevado en la vida y centra su atención sólo
en lo que es vil y degradante”. Pero esa calificación despectiva terminó siendo un
elogio para los periodistas de ese país.

EL CASO WATERGATE

Un ejemplo de la tenacidad profesional del periodismo estadounidense es el caso


Watergate, transformado en un ejemplo histórico de investigación periodística que
derrumbó al gobierno de Richard Nixon. Tras eso, nada fue igual en el periodismo y
en la política estadounidense. Tampoco en el mundo.

Profundicen el tema en este artículo que incluye videos de la época publicado por la
cadena CNN:

http://cnnespanol.cnn.com/2017/05/17/watergate-el-escandalo-que-cambio-la-
politica-estadounidense/#0

La investigación periodística de ese caso provocó la única renuncia en la historia de


un presidente de Estados Unidos. La pesquisa dejó en evidencia la entrada ilegal de
cinco personas en el cuartel general del Partido Demócrata el 17 de junio de 1972,
ubicado en el edificio Watergate, en Washington. Los intrusos fueron sorprendidos
revisando archivos e intentaban colocar instrumentos de escucha. Entre ellos estaba
James McCord, agente del FBI que había trabajado como agente de seguridad para el
Comité de Reelección del presidente Nixon.

Los detenidos fueron acusados de robo, la Casa Blanca negó cualquier relación con
ellos y tras eso hubo elecciones que ganó el republicano Nixon. McCord escribió una
carta al juez en la que explicó que fueron altos mandos del partido en el gobierno
que le solicitó que robara documentación a los demócratas. Se trataba de incorporar
métodos ilícitos en las campañas de ciertos políticos demócratas en las elecciones
presidenciales, al Congreso y al Senado de 1972. Una similitud que ustedes pueden
estar encontrando con el resonante Rusiagate que salpica a Donald Trump. El “gate”
a partir de “Watergate” se ha convertido en un símbolo de cada situación
escandalosa.

En el Watergate dos periodistas del diario The Washington Post (Bob Woodward y
Jonathan Bernstein) jugaron un rol decisivo al publicar en agosto de 1972 la noticia
de que el intento de robo en la sede demócrata había sido pagada con fondos de

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organismos oficiales. Al informante de Woodward y Bernstein se la conoció como
Garganta profunda. Treinta años más tarde de estallar el escándalo se hizo público el
nombre verdadero de la fuente: Mark Felt, un director adjunto del FBI.

La Justicia terminó pidiendo las cintas que se graban de toda conversación que
mantiene el presidente de Estados Unidos, Nixon primero se negó, pero luego las
entregó aunque faltaba material y algunas cintas habían sido borradas. El caso llegó a
la Corte Suprema, que finalmente exigió que Nixon debía entregar todo el material,
la Cámara de Representantes debatía sobre si incriminar al mandatario. En medio del
escándalo, el 8 de agosto de 1974, dos años después de que el grupo de cinco
hombres hubiera asaltado la sede demócrata en el edificio Watergate, el presidente
Nixon dimitió dejando su puesto al vicepresidente Gerald Ford.

PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN, PERIODISMO DE FILTRACIÓN

Los “gates” se han puesto de moda. Por ejemplo, los Panama Papers, la mayor
filtración de documentos de la historia, o acaso Wikileaks, las revelaciones online
realizadas por Julian Assange han desencadenado debates internacionales. Esos casos
ponen de manifiesto la nueva forma en que los medios harán investigación, es que
parece que solo basta con chatear con un empleado desmotivado, un idealista
antisistema o un hacker para obtener la “gran revelación”. Es lo que algunos ya
llaman la “wikileakszación” del periodismo, al que se suman inescrupulosos
blogueros, hackers y activistas digitales. Un tiempo que se basa en la violación de
bases de datos y su publicación íntegra o mínimamente trabajada. Pero a esa
“filtración” hay que sumarle análisis, investigación, contrastación de fuentes, un
trabajo minucioso de corte periodístico que muchas veces no se observa.

Un ejemplo claro es Assange (hoy exiliado en la embajada de Ecuador en Londres),


pues él se limitó a publicar en bruto todos los documentos que poseían, mientras que
los medios colaboradores (The Guardian o The Time) se esmeraron por clasificar las
filtraciones y crearon con esos datos-historias donde protegieron identidades y datos
sensibles. Con responsabilidad editorial.

Amplíen con este debate publicado por El País de España:


https://elpais.com/sociedad/2011/02/23/actualidad/1298415614_850215.html

CADA VEZ MÁS COMPLEJO

Pero todo parece indicar que cada vez es más complejo desarrollar el periodismo de
investigación en las redacciones. Y eso se debe a un fenómeno de nuestro tiempo: la
concentración empresarial y sus relaciones con el poder político. Es que un medio de
comunicación requiere hoy de ingresos millonarios, décadas atrás se privilegiaba la
calidad de la información pero hoy el concepto de información se ha transformado en
espectáculo. Lo describe muy bien el periodista polaco Ryszard Kapuscinski al afirmar
que “el mundo de los negocios en el periodismo percibe que la verdad no es
importante, que lo que cuenta es el espectáculo”. De ese modo, gradualmente los
grandes grupos mediáticos, que basan su negocio en entretener a la audiencia, han
desplazado a la noticia genuina de sus ediciones y audiencias. Además, para captar
dinero cuentan con el poder propagandístico de los mensajes, que les sirve para

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entenderse con los políticos y funcionarios, quienes les abren puertas de nuevos y
lucrativos negocios, advierte Kapuscinski.

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