La Minga Andina
La Minga Andina
La Minga Andina
Desde mediados del siglo XVI, los cambios de ciertas modalidades coloniales de
reclutamiento de la fuerza de trabajo en los Andes fueron conformando relaciones
laborales cada vez más adaptadas a la especulación de la sociedad dominante. Estas
transformaciones en el pensamiento sobre las relaciones en el trabajo propiciaron la
creciente liberalización capitalista del mercado laboral que, a su vez, ha organizado,
hasta nuestros días, la mano de obra indígena en Sudamérica. Por su parte, los
cambios que ha sufrido la “minga” describen los ajustes de la sociedad indígena
dentro del desarrollo de las relaciones de explotación entre las elites demandantes de
mano de obra y el sector de la población prestador del servicio. En este sentido, desde
la conquista española hasta la actualidad, las relaciones de reciprocidad y el sistema
de redistribución al interior de las sociedades indígenas han ido modificándose a
medida que las instituciones de autoridad indígena conformaron nuevos tipos de
liderazgos movilizadores del trabajo de estas poblaciones vernáculas y el campesinado
nativo fue integrándose a la sociedad dominante a través de la explotación de su
trabajo. De esta manera, la minga ha sido una modalidad de reclutamiento de mano de
obra útil de diversas maneras, tanto durante la colonia para abastecer de trabajadores
a empresarios peninsulares y funcionarios de la Corona española como defendido
furtivamente desde el acaecimiento de los Estados Nacionales por el régimen de
propiedad privada de la tierra.
Introducción.
1
Nos referimos con el término mink’a al trabajo que se realiza en reciprocidad y que el beneficiario paga
con un trabajo igual. Aquí lo entenderemos específicamente como una contratación (alquiler) de servicios
de trabajo personal dentro de distintos marco de reciprocidad, de acuerdo a sus diferentes variantes.
Según los diferentes autores (Skar, Alberdi & Mayer, Tanderter, Saignes) la minga junto a otras formas
de trabajo como la faena o el jornal, compondrían el universo andino de modalidades de prestaciones
laborales movilizadas por fuerzas económicas más que morales.
entre particulares estrictamente dentro del campesinado (Saignes; Skar), consistiendo en
una modalidad de reclutamiento de mano de obra que organizaba la parte más informal
de la vida laboral de la sociedad andina (Tanderter), estableciendo condiciones regulares
entre partes asimétricas -puesto que lo que se devuelve no es lo mismo que aquello que
se dio- y poniendo en juego ciertos derechos sobre el trabajo donado (Alberdi &
Mayer). Distinto es el papel que ocupa la minga en la actualidad, sirviendo tanto para
regular prestaciones laborales al interior de la comunidad como con el exterior, cada vez
más desreguladas por el control oficial y flexibles con respecto a las condiciones de
contratación que establece (Skar). En este trabajo veremos que estas diferencias sobre
los distintos usos sociales que ha adquirido la minga a lo largo de la historia explican
cómo se pasó del aprovechamiento comunal de la fuerza de trabajo al aprovechamiento
privado de ésta, evidente en el hecho de que, en ningún otro período de la historia, la
minga andina se celebre mediante tipos de relaciones sociales de producción tan liberal
como en la actualidad.
A medida que los estudios antropológicos hacían hincapié -cada vez con más énfasis- en
el estudio de la vinculación entre el valor estructural de la función de los mitayos para la
organización colectiva y los principios andina fundamentales de autonomía y de
reciprocidad (Murra; Rowe; Rostorowsky; Lorandi)2, también se fue abandonando el
estudio de las modalidades informales de reclutamiento de fuerza de trabajo como la
minga. andina. Para los estudios etnohistóricos, la vida social andina se basa en la
autonomía económica del ayllu y en la relaciones de reciprocidad entre los hatun runa
(campesinos) y de éstos con su comunidad. Ambos principios están articulado en un
sistema redistributivo, en el que cada grupo doméstico tributa a su jefe étnico mediante
una relación de reciprocidad asimétrica, prestándole fuerza de trabajo rotativa o mit'a,
con la que la comunidad demostraba el apoyo político a sus gobernantes. De esta
manera, el ayllu moviliza trabajo colectivo aplicado en la construcción de obras
públicas de dos maneras diferentes: moviliza trabajo a través de fuerzas morales
mediante su relación con los parientes paralelos y moviliza trabajo a través de fuerzas
económicos mediante sus relaciones con los parientes afines (Skar; pp. 225).
2
Así, la redistribución entre los tributarios de los beneficios de la reciprocidad (patrocinio de las fiestas
populares, como reparto de comida y bebida en los acontecimientos sociales) sirve de complemento al
sistema reciprocitario que combina, por un lado, la simetría en la base de la sociedad con la asimetría en
la relación del pueblo con la elite, por la otra. El tributo de los comuneros comprometidos con su
comunidad es devuelto a ésta en dádivas y fiestas por una elite gobernante “generosa”.
Estas investigaciones -en las que se pondera la gran capacidad andina para movilizar
mano de obra, previo y durante la influencia colonial- sólo sugieren evidencias
indicadoras de formas de reclutamiento laboral mediante relaciones complejamente
formalizadas dentro de las distintas sociedades andinas (como, por ejemplo, la mit'a
preincaica). Sin embargo, se hace silencio sobre los distintos significados que ha
adquirido las modalidades de reclutamiento más informales, irregulares y eventuales
(como, por ejemplo, la mink'a tradicional). La propuesta es establecer de qué manera el
desarrollo de modalidades de reclutamiento laboral como la minga también influyeron
en las transformaciones del pensamiento andino sobre la organización social del trabajo,
posibilitando su adaptación al cambio de su sociedad.
Sin embargo, el papel cambiante que fueron adquiriendo los intermediarios que
proveían de esa fuerza de trabajo a los empresarios peninsulares y a los funcionarios
reales desde fines del siglo XVI, nos brindan los motivos para pensar en una creciente
desregulación de la minga. Como principal mediador entre la sociedad nativa y la
sociedad dominante, los curacas gozaron de una posición privilegiada en la disputa
colonial sobre la mano de obra y contaron con la posibilidad de usar estratégicamente su
capacidad de movilización de mano de obra. Siguiendo a Saignes y su novedosa
perspectiva sobre el fenómeno migratorio andino, para entender las vinculaciones entre
la mita y la minga se debe "examinar qué lugar y qué papel tocan a los distintos
protagonistas... [...] en particular a los cacique y a los migrantes." (pp. 113)
Luego de tener su auge durante la primera mitad del siglo XVII, el caudal de
prestaciones obligatorias de trabajo que el estado colonial recaudaba con la mita minera
decreció paulatinamente para ser suplantado por otro tipo de relaciones laborales menos
regulares. Ante la constante demanda española sobre la fuerza de trabajo, los
mecanismos burocráticos toledanos que administraban el tributo indígena constituyeron
el sistema de repartimientos y los “pueblos de indios”, pero la desintegración a fines del
siglo XVII de la creciente economía regional del espacio peruano expresaría la
contradicción detrás de la dominación de los españoles a los indios (Assadurian). Por
esta razón, la disputa por la mano de obra fue un conflicto permanente dentro de la
economía colonial, en el que de a poco condujo, por un lado, a el abandono de ciudades
y "pueblos de indios" dentro de un proceso más amplio de ruralización; y por el otro, a
la ampliación del sector de subsistencia -una vez acabado el comercio interregional-
para vender el trabajo excedente. La acción tomada por los distintos proveedores de
mano de obra será fundamental para agravar la crisis del sistema de trabajos forzados, el
abandono de las reducciones indígenas y la construcción de la categoría de forasteros,
procesos que se presentan relacionados al comportamiento individual adoptado en las
relaciones de trabajo con una marcada tendencias a salir del ayllu (Saignes).
Desde las reformas tributarias del virrey Toledo que implementaron el régimen colonial
de prestaciones rotativas de trabajo en 1572, tanto la especulación de los intermediarios
de fuerza de trabajo (curacas, corregidores y curas) como la connivencia entre los
intereses de los empresarios azogueros y la Corona, llevaron en poco tiempo a hacer
cambios fundamentales en los arreglos que había estipulado el virrey para proteger la
fuerza de trabajo indígena. Siguiendo a Tanderter, en el siglo XVII, los empresarios
mineros contaban con un igual volumen de mano de obra mitayo y minguero, puesto
que los mitayos vendían su fuerza de trabajo en sus períodos de descanso, siendo el
medio que tenían los curacas y las comunidades afectadas a la mita de amortizar los
costos de esta tributación7. Aquí describiremos el proceso complementario que la mita y
la minga colonial constituyeron en la conformación de la estructura de producción
colonial compuesta por la interacción entre el sector de subsistencia de la fuerza de
trabajo indígena y el sector comercial campesino.
Desde que los empresarios azogueros instalados por el estado colonial, necesitados de
mitayos que hicieran funcionar la industria minera, exigieron las revisitas efectuadas a
los virreyes la Palata (1681), Monclova (1692) y Castelfuertes (1736), se establecieron
nuevas regulaciones que influirían en nuevas modalidades de reclutamiento laboral.
Ante la escases de mano de obra por el agotamiento de los contingentes mitayos y la
influencia de los empresarios mineros, se fueron consolidando políticas tributarias
orientadas a que cada vez más esta obligación sea considerada como una aporte
individual y no como carga comunal. Al fin y al cabo, la vinculación entre mitayos y
mingueros en el mismo sector de la población describe el desarrollo del capital
financiero en la industria minera y la instalación de la individualización de la fuerza de
trabajo en el virreinato.
Puesto que los trabajadores cuando no cumplían con la mita vendían su trabajo en la
minga, cumpliendo para los empresarios mineros diferentes tareas del proceso de
producción. Así, la mita, además de ser un sistema de explotación de la comunidad
indígena, durante el siglo XVII en adelante se volvió una oportunidad para los curacas
de ocupar a sus trabajadores vendiendo su fuerza de trabajo. Dado que, de alguna
manera, los mitayos y mingueros eran los mismos trabajadores, de la misma manera que
a los mitayos, en la minga se sufría las precarias condiciones laborales y también se les
imponía a sus comunidades de origen el costo de la fuerza de trabajo.
Como la minga se componía por fuerza de trabajo libre y era mejor pagada que el
trabajo de los mitayos (6 reales contra 4 que le pagaban a los mitayos), los trabajadores
que migraban a Potosí usaban las dos semanas de descanso para emplearse como
personal doméstico (pongos), cargadores (apiris), ayudantes (yanapacus), etc. Por otro
lado, la condena colonial al mal uso de la fuerza de trabajo mitaya en tareas menores,
con la que se beneficiaban principalmente los empresarios azogueros y funcionarios
potosinos, nos indica que el alto costo del trabajo reclutado mediante la minga. En este
sentido, el mal aprovechamiento del mitayo como servicio doméstico en las haciendas
de los empresarios mineros intenta bajar los costos de renta salarial.
De esta manera, tanto los mingueros como los mitayos sufrieron igualmente fraude
salarial, las faenas o trabajos impagos, las precarias condiciones de trabajo, el maltrato
laboral, las enfermedades por las actividades mineras a las que se dedicaban que
vendían su fuerza de trabajo y otras cargas que costeaba la comunidad campesina. Los
trabajadores migrantes se sometían a la minga cuando se liberaban de las cargas de la
mita, por un lado, por las deudas que la comunidad tenía que costear sosteniendo la
fuerza de trabajo de la mita y, por otro lado, por la influencia que tenía los curacas
dentro de su comunidad y con la cual pudieron amasar cierta fortuna lucrando en el
mercado laboral colonial. La baja renta del trabajo mitayo fue la solución a la
subsistencia de Potosí como centro minero, a pesar de su relativa pobreza de mineral.
Los estudios clásicos acerca de las migraciones andinas presentan una supuesta paradoja
poblacional la cual demuestra la contradicción existente en el hecho de que los curacas,
a pesar de movilizar trabajadores en comunidades muy numerosas, rendían ante el
control colonial cada vez menos mano de obra reclutada entre los hogares censado. Pero
no sólo esta confusión se explica con la huida de los tributarios para no cumplir con sus
obligaciones. Los beneficios comerciales que los intermediarios de mano de obra
encontraban desviando la fuerza de trabajo mitaya encubrían nuevos tipos de relaciones
laborales entre el campesinado y los curacas, curas y corregidores, permitiéndonos
pensar en una cierta ruptura del ayllu tradicional. Por su parte, además del desvío de
trabajadores que los curacas ejercían mediante estrategias anti-fiscales como el
ausentismo o el alquiler de tierras comunales a nueva fuerza de trabajo libre, la
capacidad aglutinadora y cohesionadora de las elites indígenas fue modificándose a
medida que se fue deteriorando la institución cacical. El ascenso de líderes mestizos o
autoridades de privilegio puestas por el corregidor, sumándose al olvido de los curacas
de mayor alcurnia, también motivó al acrecentamiento del flujo de desplazamientos
poblacionales. Aunque el enriquecimiento y ascenso social de los curacas implicaba el
respaldo financiero necesario para mantener una cohesión territorial y defender al ayllu
como unidad productiva, los litigios abiertos contra autoridades cacicales evidencian
que no sólo los migrantes se escapan de sus obligaciones con la mita potosina, sino que
los campesinos también se mudaban para desligarse de las obligaciones colectivas.
Por una parte, el matrimonio mestizo no rompía completamente la relación del tributario
con su ayllu, continuando el reclamando del curaca sobre obligaciones pendientes de los
mestizos, ya que éste conservaba un lugar especial, aunque marginal y secundario,
dentro de la organización social y ritual de la comunidad. Por otra parte, se revela que
los forasteros también seguían vinculados a sus comunidades de origen. De esta manera,
los curacas se beneficiaban con la mano de obra ausente, ya que estos migrantes no
perdían la relación con su comunidad de origen, exigiendo contribución a la supuesta
fuerza de trabajo fugitiva, a la vez que alquilaba tierras a los forasteros.8
8
"Hemos visto que las migraciones periódicas y la resistencia múltiple, ligada a factores ecológicos y
mercantiles, se imbrican en migraciones provocadas por las permutas anti-fiscales (intercambio de
'naturales' en 'forastero')" (Saignes , pp. 132)
El aumento de las variantes categoriales sobre los indios de servicio dio una
oportunidad para la especulación que las autoridades indígenas hacían la fuerza de
trabajo que movilizaban. Dentro de la categoría de forastero, es decir, aquel trabajador
que supuestamente no tributaba a su comunidad de proveniencia, encontramos la
categoría de "yanacona temporario" (trabajador que retornaban a su comunidad luego de
prestar servicio por un tiempo en otro lugar) y la de "arrenderos" (indios de servicio
instalados en las chacras de los españoles pero que todavía no se han vuelto "adscriptos
a esa tierra". Más que oportunidades de evasión de obligaciones tributarias y un refugio
contra el control fiscal, las migraciones internas andinas y la supuesta desadscripción
del ayllu deberían interpretarse como situaciones de precariedad sufrida por los
comuneros campesinos "voluntariamente" relocalizados, no existiendo para ellos
ventajas concretas en el cambio de categoría fiscal y en la migración a otro ayllu.
Los estudios abordados sobre el tema indican que los cambios en los vínculos de
reciprocidad relacionados al sistema de reclutamiento de fuerza de trabajo indígena
fueron independientes de las transformaciones sufridas por la forma de redistribución
que organizaba la relación entre la elite gobernante y el campesinado (Tanderter; Skar,
1997; Alberti & Mayer, 1984). Sin embargo, estos dos cambios encuentran vínculo en
el acento que pone el parentesco andino con los aliados o afines y la tendencia a
contratar en minga a trabajadores fuera del ayllu (Saignes, pp. 145).
En este sentido, la relación del campesinado con sus autoridades se fue modificando de
a poco, a pesar que la forma que los líderes movilizan voluntades dentro de su
comunidad sea parecida a las tradicionalmente conocidas en los Andes. En este sentido,
a los Capitanes de mita coloniales los habían sucedidos otras elites despóticas previo y
durante el incanato; por ejemplo, los cinches Huancas dominaban a la otra parte de sus
comunidades del valle del Mántaro, asediando a la mitad sometida del ayllu y obligando
a su población a refugiarse en pucarás en la cima de los cerros, (D'Altroy). No obstante,
el cambio que diferencia a las conciencias andinas acerca del trabajo antes y después de
los españoles no tiene que ver con un aumento del rigor sufrido por el prestador de
labores.
El único cambio que influyó al integrarse los nuevos tipos de autoridades nativas y
desaparecieran las elites indígenas hereditarias fue el fomento de las relaciones de
trabajo fuera de la comunidad. De esta forma, asistimos a un cambio en la lucha por la
mano de obra: de una confrontación a una negociación. La confrontación era entre
autoridades coloniales y las elites indígenas por las cuotas de mitayos. La negociación
es entre los indios prestadores de servicios y sus contratantes. Siguiendo a Walker, el
liberalismo post-colonialista de la república peruana veía en el campesinado indígena
una población que debía ser proletarizada para incrementar las fuerzas productivas de la
nación, pero, al mismo tiempo, debía asegurarse la continuidad de la condición indígena
como algo ajeno a la peruanidad, consiguiendo la perpetuidad de su exclusión social y
facilitando la explotación de su fuerza de trabajo. Por esta razón, las comunidades
campesinas preferirían pagar monetariamente la contribución impositiva, pero no
derivar más la fuerza de trabajo necesaria en su economía de subsistencia. Así, la
relación entre los trabajadores y las elites reclutadoras se fue transformando desde la ya
aludida reciprocidad asimétrica del ayllu hacia un intercambio desigual fundado en la
necesidad y en la obligación, constituyendo hasta hoy día una relación de explotación
entre el campesinado y los patrones de estancias.
Por otra parte, el campesinado preferiría cada vez más reclutarse como fuerza de trabajo
a privados fuera del ayllu en este tipo de relaciones informales, pero sin proletarizarse
en los regímenes laborales de la nación liberal. Tanto durante los últimos tiempos del
colonialismo borbónico como en las guerras de los caudillos republicanos, los indígenas
fueron renuentes a alistarse en las milicias como también a reclutarse como fuerza de
trabajo proletarizada. No obstante, a pesar del rechazo indígena sobre las influencias de
integración ofrecidas por los gobiernos coloniales y peruanos, siguieron frecuentándose
mediante el tipo de relaciones de trabajo como la minga o las changas, relacionándose
con la sociedad la sociedad española y criolla nunca más a través del trabajo colectivo
regulado por el ayllu, como en los tiempos de la mita.
Es así que la defensa del ayllu mediante el refuerzo de la autoridad de los líderes étnicos
en sus tierras acarreó a los campesinos andinos cada vez más a adoptar la venta de su
fuerza de trabajo como una opción beneficiosa, no sólo para ellos, sino para el resto de
la comunidad. La irregularidad y falta de control sobre las condiciones de la venta del
trabajo ubicó a la minga como una modalidad de reclutamiento de trabajo eventual con
la que los pueblos indígenas se integraron a un mercado laboral. Mediante el
cumplimiento de sus cargas impositivas y el aprovechamiento de los incentivos que
ofrecía la inserción indígena en una economía monetaria, los líderes étnicos
conservaban sus derechos territoriales, no dejando prescribir el mentado Pacto Colonial
establecido con los primeros conquistadores españoles9 (Platt). En este sentido, la
identidad abierta y relacional de las poblaciones andinas (Skar) se adaptó mejor a las
formas informales y eventuales de reclutamiento laboral campesino como la minga,
haciendo de la identidad indígena actual una ideología de la resistencia a la aculturación
plena a los regímenes de la ciudadanía nacional. Por un lado, se transformó la antigua
relación entre el hatun runa con su curaca, desarrollándose mediante el intercambio de
favores entre el big man y sus clientes, creando relaciones de explotación, aunque no
una dependencia económica por las relaciones laborales asalariadas. Por otro, la
comunidad étnica se fue distanciando cada vez más de los gobiernos estatales que se le
impone desde afuera.
Bibliografía.
9
"Ahora bien, esta transacción, o 'pacto', entre señores de las naciones y el poder colonial, se llevó a
cabo por encima de los indios tributarios. Al final, los señores naturales estaban libres de cualquier
obligación de tasa y mita." (pp. 26)