Técnicas de Disciplina
Técnicas de Disciplina
Técnicas de Disciplina
No se debe decir, «¡Eres una niña buena!» que conlleva el mensaje de que el objetivo es
ser bueno siempre, lo cual es una expectativa imposible de cumplir. En lugar de esto se
debe decir «Me gusta cómo has hablado a la abuela». Por muchas veces que se diga «niño
bueno» o «niña buena» el niño no se formará un concepto positivo de sí mismo, a no ser
que tenga respuestas específicas a las propias conductas correctas, ya que la imagen de sí
mismo está hecha de sus logros.
El modo más eficaz de formar una buena conducta es moldearla con elogios. Moldear con
elogios es una herramienta educativa que debe usarse repetidamente para mostrar la
aprobación de los comportamientos nuevamente establecidos del niño.
Elogiar adecuadamente
Para suscitar la respuesta requerida, el elogio debe ser adecuado. Abrazos, besos y otras
señales físicas de afecto junto con las palabras correspondientes son muy eficaces. Sin
embargo, a algunos niños un poco más mayores les gusta ser elogiados discretamente y
en ese caso es mejor mantener una cuenta silenciosa o usar signos secretos especiales. Un
guiño o levantar el pulgar le indicará, sin llamar la atención excesivamente, que se ha
notado su comportamiento. Más tarde, hay que manifestarle lo bien que lo ha hecho.
Muchos niños mayores aceptan comentarios simpáticos, más que elogios directos. Decir:
«Me pregunto qué brigada de limpieza ha pasado por aquí» puede ser mejor acogido por
un preadolescente que decir: «Has hecho la cama realmente bien y has limpiado
maravillosamente».
Lo que queremos decir es que deben ustedes juzgar las reacciones de su propio hijo a los
elogios para ver si están actuando de la mejor manera posible con él.
Si el niño parece no dar importancia a los comentarios paternos pero más adelante repite
el buen comportamiento, está usted comprobando que esta forma de elogiar es eficaz.
Hay que recordar que todo el mundo se cansa de las cosas buenas si se tienen
demasiadas. Las mismas frases utilizadas una y otra vez perderán su efecto. Hay que ser
creativo. También puede serlo que el niño oiga que usted le elogia delante de un amigo.
Para realzarlo más, se pueden acompañar los elogios de un premio, sólo de vez en
cuando.
Elogiar inmediatamente
Los elogios son más eficaces, especialmente en niños muy pequeños cuando se producen
pronto. No debe pasar demasiado tiempo entre el comportamiento positivo del niño y la
respuesta paterna, aunque los niños más mayores pueden apreciar el reconocimiento
posterior.
El espacio entre la acción de un niño y la respuesta del padre se puede llenar con un gesto
si es necesario, todo ello se puede anotar en una libreta y si el niño es grande se le puede
enseñar de vez en cuando.
Sin embargo, antes de intentar esta estrategia, valore usted el comportamiento y decida si
se puede ignorar sin problemas. Es evidente que no se pueden ignorar conductas
peligrosas como correr por la calzada o subirse al frigorífico y tampoco se pueden ignorar
acciones intolerables como pegar y morder.
Otro punto a considerar: la ignorancia sistemática es una técnica que utilizan sólo algunos
padres eficazmente. En otros, sólo se consigue aumentar la tensión porque su capacidad
para ignorar es demasiado baja. Si éste es su caso, puede intentar alguna otra de las
soluciones que se ofrecen para tratar el problema.
A continuación se dan unas líneas generales para que la ignorancia sistemática sea un
éxito:
Los padres no deben empezar con algo que no van a ser capaces de ignorar durante
mucho rato; es preferible no empezar
«¿Qué es lo peor que puede ocurrir?» «¿Podré soportarlo?» ¿Podrá la madre aguantar los
gritos de su hijo en el supermercado pidiendo donuts mientras el público se vuelve a
mirarla con muestras de indignación ante su dureza? Si el niño dice palabrotas delante de
la abuela, ¿será capaz el padre de hacerse el sordo? Si no, es mejor elegir otra opción para
hacer frente a este comportamiento.
La próxima vez, en lugar de esto intente salir de la habitación. Puede llegar a ser muy
efectivo.
Esto no significa tratarlo fríamente, ya que esa es otra forma de atención. Simplemente se
debe simular que se está tan concentrado en lo que se está haciendo que uno no se da
cuenta de nada.
Considere que cualquier intento del niño para captar su atención es un signo de progreso
y redoble los esfuerzos por parecer indiferente. No responder, tararear, subir el volumen
de la radio, mirar al techo, hablar con uno mismo de sus cosas, todos son medios eficaces
de no prestar atención.
Esperar que los comportamientos empeoren antes de mejorar
Incrementara la intensidad, volumen y frecuencia de sus actos hasta saber que obtendrá
respuesta. Pero no hay que abandonar. No le deje dar por sentado que sus travesuras van
a llamar la atención como lo habían hecho antes.
Aunque las pataletas y las quejas parecen durar una eternidad, se pueden medir en
segundos e incluso minutos. En el espacio de pocos días, se podrá comprobar cuándo la
conducta se intensifica y cuándo va disminuyendo.
Téngase presente que cuanto más firme se haya sido y menos atención se haya prestado a
la conducta, menor será su duración.
Es el caso de Evelin, que está dando la lata porque quiere picar algo antes de la cena. En
primer lugar no puede estar demasiado hambriento, y tampoco se le quiere dar nada para
no estropear su apetito para la cena. Se le explica la decisión que se ha tomado de forma
razonable una vez. Después, como respuesta a sus súplicas adicionales, se le repite lo
mismo, de forma corta como, por ejemplo, «No comerás nada antes de la cena».
No importa lo creativos que se vuelvan los argumentos de Brian, repita sólo «No comerás
nada antes de la cena». Esta técnica es más efectiva cuando se simula prestar poca
atención a las quejas. Los padres deben continuar lo qué estaban haciendo, cantando la
respuesta cada vez que el niño ruegue de nuevo.
COMO RECOMPENSAR
Las recompensas de conductas deseables actúan como refuerzos que hacen que el niño se
sienta bien por lo que ha hecho y quiera hacer lo mismo más a menudo. Proporcionan
motivación.
La primera vez que el niño dijo papá o mamá, usted reforzó la conducta con sonrisas y
caricias. El niño comprobó lo agradable que esto era. La primera vez que se encaramó a la
mesa de la cocina y alcanzó la caja de galletas, su recompensa fueron las galletas. En
ambos casos, su conducta inicial fue recompensada por los resultados. No siempre es fácil
la elección de una recompensa apropiada para las conductas correctas del niño. Es un
tema de una labor detectivesca, sentido común y un poco de imaginación para detectar
qué le puede gustar al niño. Se sugiere preguntar a los niños más mayores qué les gusta
para así tener la información necesaria, y también para poder seguir manteniendo el
control de la selección.
Hacer un cuestionario
Para ayudarle a lograrlo sugerimos que se haga un cuestionario de las preferencias del
niño como el que se muestra a continuación. Dado que las preferencias del niño cambian
con frecuencia, repita el proceso de vez en cuando.
Seleccione varios tipos diferentes de recompensas del repertorio que se ha extraído de los
cuestionarios. Posteriormente, alterne las recompensas materiales con actividades y
privilegios especiales.
Cumplir siempre
Se deben entregar siempre las recompensas inmediatamente. Para el niño, el
incumplimiento o el retraso al entregar una recompensa prometida, suponen una traición.
No se deben hacer promesas que no se pueden cumplir y tampoco haga cambios
Los padres han de definir con exactitud lo que quieren que el niño haga más a menudo.
Con la máxima precisión que sea posible, se debe definir qué debe hacer para obtener la
recompensa. No hay que decir «Debes ser más responsable» sino: «Por favor, hazte bien
la cama por las mañanas».
Incremente gradualmente los requisitos, a medida que el niño haga progresos. Por
ejemplo, si la meta es que el niño ordene los juguetes en su sitio cuando haya terminado
de jugar, al principio hay que darle una recompensa inmediata cuando ordene un juguete.
Cuando ya haya obtenido varias recompensas, habrá que cambiar el criterio, para que
tenga que ordenar dos o tres juguetes para obtener la recompensa. Con el tiempo, hay
que ir incrementando lo que se espera del niño todavía más para dar forma a la conducta
del niño, pero no hay que hacer cambios demasiado rápidos.
No hay que aceptar un comportamiento mediocre una vez que padres y niño han
aceptado la apuesta..
· Hay que ir eliminando gradualmente las recompensas diarias. Entregue las recompensas
diarias en día alternos, y después del tercer día, hasta llegar a recompensar sólo
excepcionalmente.
Mientras tanto se debe elogiar y dar ocasionalmente pequeñas recompensas para reforzar
la nueva conducta.
· Comience a dejar la fase de las recompensas para sustituirla por las consecuencias
naturales y el reconocimiento. Cuando los padres están seguros de que la nueva conducta
se ha convertido en un hábito positivo, deben sustituir las recompensas por consecuencias
naturales positivas y mantenerlas con su reconocimiento.
CÓMO CASTIGAR
Todos los padres tienen firmes opiniones sobre el castigo y todos, lo admitan o no, usan el
castigo como una forma para enseñar al niño la conducta adecuada. Si se manda al niño a
su habitación, se le restringe el tiempo para ver televisión, se le retira un juguete que
adora o se exclama con firmeza ¡No! cuando un niño que anda a gatas intenta
encaramarse al fogón, se están empleando los principios del castigo para modificar
conductas.
Sería maravilloso poder educar a los niños utilizando sólo técnicas positivas, pero no es
posible. Para enseñarles patrones de conductas deseables, hay que hacer uso de las
consecuencias positivas y negativas. El castigo no debe considerarse necesariamente
como bueno o malo. Los autores no están en contra de su aplicación. Están a favor del uso
eficaz del castigo, con una buena técnica. Pero el castigo solo no produce los efectos
deseados. Ello se debe a que es totalmente negativo. Enseña al niño lo que no debe hacer
en lugar de lo que se debe hacer. Cuando se utiliza aislado, sin el equilibrio de refuerzos
positivos para conductas adecuadas, no enseña al niño cómo reemplazar la mala conducta
por otra más aceptable.
Martita de tres años, se sube a una silla para coger un vaso. Su madre la baja de la silla y la
riñe por haber subido. Heather se echa a llorar y dice «Ya no lo volveré a hacer, mamá».
Esto es correcto de momento, pero ¿ha aprendido que hay tazas más abajo o que la
próxima vez debe pedir ayuda? Aprendió lo que no debe hacer, pero no lo que debe hacer
en el futuro. Además los efectos del castigo ocasional son buenos pero cuando se usa un
castigo muy a menudo, pierde eficacia.
Este es el clásico efecto de la adaptación y es una de las razones por las que no
recomendamos el pegar como una forma de castigo. Dado que el castigo es, a veces, una
técnica necesaria, la cuestión que se plantea es cuándo y cómo usarlo. Se sugiere seguir
los siguientes puntos básicos:
El consejo de los autores es el de observar los efectos que tiene el castigo. Si la conducta
indexada decrece, entonces la consecuencia debe ser el castigo. Si no es así, no vale la
pena repetir la acción. Hay que probar otra
No retrase el castigo
Si se va a castigar al niño, hágalo tan pronto como sea posible después de la mala
conducta. Las conductas se controlan mediante consecuencias inmediatas, así que no hay
que esperar «hasta que venga papá». No espere hasta la tarde, o hasta mañana, o la
semana que viene. Todo castigo pierde su eficacia si se retrasa y el niño puede no
relacionarlo con la mala conducta que lo causó.
No amenace en vano
No hay que amenazar al niño con castigarle y luego no seguir adelante. No hay que darle
una segunda, tercera , décima oportunidad antes de entrar en acción. Se debe decir lo que
se va a hacer y hacer lo que se ha dicho en todas las ocasiones. La falta de consistencia y
las amenazas vanas conducen a la mala conducta, que se convierte en más firme y más
resistente al cambio.
El efecto inmediato del castigo es enseñar al niño lo que es correcto, pero hav que darle la
oportunidad de que demuestre lo que ha aprendido. Los castigos prolongados no
permiten que se dé esto último. Por ejemplo, tomemos el caso de volver a casa. El niño
llega tarde a casa cada noche o ha ignorado diversas llamadas para entrar en casa a cenar.
Usted, en el enfado, le mantiene en casa durante un mes. Durante este mes, el niño no
puede demostrar que ha aprendido a entrar en casa o a responder a las llamadas. Puede
estar tan resentido por el castigo, que se escape o actúe como un animal enjaulado. Si se
le castiga teniendo que ir directamente de la escuela a casa durante dos días entonces
tiene la oportunidad de demostrar que ha aprendido las reglas. A lo largo de un mes tiene
muchas oportunidades para volver a ganarse la confianza de los padres.
Una actitud alternativa, realmente más eficaz con algunos niños, es seguir sujetando la
mano del niño al tiempo que se le dice ¡No! enfáticamente. La restricción momentánea
funciona bien a menudo con niños pequeños. También es una buena alternativa cuando
los padres están tan frustrados que se dan cuenta de que pueden perder los estribos y
pegar al niño con demasiada fuerza.
Nunca se debe aplicar el castigo físico en un estado de ira. Si se decide pegar al niño, hay
que hacerlo como una elección consciente en vez de como una respuesta emocional del
momento. La acción del padre debe ser breve, con propósito y controlada. Se cree que los
límites del castigo físico deben ser un cachete en la mano o en el trasero con la mano
abierta. Cualquier cosa que sobrepase ese límite podría llegar a ser peligrosa. Nunca se
deben usar cinturones, varas, o cualquier otro objeto para pegar a un niño.
En su lugar, se deben intentar las técnicas de control no físico como son la de ponerle de
cara a la pared, la sobrecorrección y otras formas de castigo como las restricciones y
supresión de privilegios u objetos. Hay que recordar siempre que las mejores técnicas de
disciplina incluyen consecuencias tanto positivas como negativas previstas como forma de
cambiar una conducta.
Consideremos el siguiente ejemplo: El niño dibuja en la pared por enésima vez. Se le debe
decir que la pared está sucia a causa de los garabatos y que «alguien» tiene que limpiarla
para que quede bien otra vez. Déle al niño los materiales de limpieza adecuados y
supervise el proceso de limpieza. Después explíquele que la zona limpiada ha quedado
más clara que el resto de la pared, de modo que hay que limpiar esa parte también
(dentro de lo razonable, por supuesto).
Si el niño se niega, el padre debe decirle tranquila pero firmemente que comprende cómo
se siente pero que es evidente que no ha sabido limpiarla lo bastante bien y que le
enseñará con agrado cómo hacerlo. Tome la mano del niño y guíele manualmente, incluso
aunque se resista o se queja. Cuando la zona está limpia, se debe preguntar al niño que
muestre cuál es el lugar para dibujar. Si vuelve a escribir en la pared, repita todo el
proceso una vez más: «Oh no! La pared está sucia otra vez. Necesitas más práctica en
limpiar paredes Cuando termines puedes enseñarme dónde se puede dibujar otra vez».
En la mayoría de los casos, ésta es suficiente motivación para que hasta los niños más
rebeldes dejen de escribir en las paredes. Esta técnica es eficaz tanto con niños pequeños
como con más mayores.
Esta poderosa técnica se sugerirá a lo largo del los demás apartados. A continuación se
explica cómo aplicarla:
Ejemplos: limpiar la pared, recoger la ropa del suelo, pedir disculpas por morder.
Por ejemplo, si no entra en casa cuando se le llama, oblíguele a salir fuera y esperar allí a
que se le llame durante diez veces consecutivas. Repetir esto desde varios lugares y
direcciones del patio.
Si el niño se resiste a practicar, hay que ayudarle a realizar las acciones correctas con las
manos. Si no quiere recoger los juguetes, tómele las manos y guíelas como si fueran las de
un robot, recogiendo los juguetes y depositándolos en el lugar correcto. Se deben ignorar
llantos, rabietas o resistencias. Manténgase tranquilo pero firme hasta que la tarea
termine o el niño empiece a hacerlo solo.
A medida que el niño empiece a comportarse mejor y se necesite menos practica, hay que
hacerle saber lo bien que lo está haciendo. Elogie en abundancia. Déle una pequeña
recompensa por sus progresos.