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Técnicas de Disciplina

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Técnicas de disciplina

Elogiar el comportamiento y no la personalidad


Cuando los padres nos consultan porque están teniendo poblemos en la relación con su
hijo, muchas veces están tan exasperados que no tienen nada positivo que decir del niño.
Describen su personalidad con términos tales como rebelde, vago y egoísta. Este es un
círculo vicioso que no conduce a ningún sitio. Puede cambiarse su conducta y ahí debe
estar el objetivo. La personalidad es más resistente a los cambios. Si se centran los
esfuerzos en la conducta, es mucho más probable que se pueda llegar a la meta
propuesta.

No se debe decir, «¡Eres una niña buena!» que conlleva el mensaje de que el objetivo es
ser bueno siempre, lo cual es una expectativa imposible de cumplir. En lugar de esto se
debe decir «Me gusta cómo has hablado a la abuela». Por muchas veces que se diga «niño
bueno» o «niña buena» el niño no se formará un concepto positivo de sí mismo, a no ser
que tenga respuestas específicas a las propias conductas correctas, ya que la imagen de sí
mismo está hecha de sus logros.

El modo más eficaz de formar una buena conducta es moldearla con elogios. Moldear con
elogios es una herramienta educativa que debe usarse repetidamente para mostrar la
aprobación de los comportamientos nuevamente establecidos del niño.

Usar elogios concretos


El propósito de elogiar es aumentar conductas deseables, de modo que es necesario hacer
hincapié en qué conducta concreta se persigue. Cuanto más concreto sea el elogio, mejor
comprenderá el niño qué es lo que hace bien y será más probable que lo repita. Una
mañana, por ejemplo, uno se da cuenta de que la niña se ha hecho la cama. En ese
momento se está peinando. Si sólo se le dice, «Queda muy bien», no sabrá si los padres se
refieren a la cama o a su pelo. Es mejor decir: «Me gusta mucho cómo has hecho la cama
esta mañana. Gracias».
Cuando los padres tienen dificultades para manifestar algo positivo de su hijo, se les pide
que mantengan un registro de buenas conductas, donde apuntarán todo lo que el niño
hace correctamente. Algunos padres exclaman: «¡Las páginas estarán en blanco!», pero,
normalmente, se asombran de ver cuántas conductas positivas pueden anotar y cuánto
les ayuda para aprender a elogiar al niño.

Elogiar los adelantos


Se debe empezar a elogiar cada pequeño paso dado hacia la conducta deseada,
procurando atrapar al niño en un buen comportamiento elogie cada progreso. por
pequeño que sea. Al principio se le elogiará por recoger un juguete aunque los demás
sigan en el suelo. O supongamos que el niño está acostumbrado a que se le atienda
enseguida y no deja terminar una conversación telefónica sin interrumpir. La primera vez
que espere treinta segundos, es bueno hacer una pausa en la conversación y darle las
gracias por no interrumpir. Hay que responder al niño antes de seguir hablando. A la
siguiente oportunidad, se debería esperar un poco más antes de hacer la pausa para darle
las gracias a fin de que su espera sea «moldeada». Es mejor empezar con objetivos
modestos a fin de alcanzar la meta propuesta.

Cuando el nuevo comportamiento esté bien establecido, se necesitarán menos elogios


para mantenerlo. No es necesario continuar elogiando al niño constantemente. Es mejor
elogiarle de vez en cuando, Esto será suficiente para ir reforzando la nueva conducta y
pronto se hará natural para ambos. No obstante, no suprima nunca los elogios de forma
radical.

Elogiar adecuadamente
Para suscitar la respuesta requerida, el elogio debe ser adecuado. Abrazos, besos y otras
señales físicas de afecto junto con las palabras correspondientes son muy eficaces. Sin
embargo, a algunos niños un poco más mayores les gusta ser elogiados discretamente y
en ese caso es mejor mantener una cuenta silenciosa o usar signos secretos especiales. Un
guiño o levantar el pulgar le indicará, sin llamar la atención excesivamente, que se ha
notado su comportamiento. Más tarde, hay que manifestarle lo bien que lo ha hecho.

Muchos niños mayores aceptan comentarios simpáticos, más que elogios directos. Decir:
«Me pregunto qué brigada de limpieza ha pasado por aquí» puede ser mejor acogido por
un preadolescente que decir: «Has hecho la cama realmente bien y has limpiado
maravillosamente».

Lo que queremos decir es que deben ustedes juzgar las reacciones de su propio hijo a los
elogios para ver si están actuando de la mejor manera posible con él.

Si el niño parece no dar importancia a los comentarios paternos pero más adelante repite
el buen comportamiento, está usted comprobando que esta forma de elogiar es eficaz.

Hay que recordar que todo el mundo se cansa de las cosas buenas si se tienen
demasiadas. Las mismas frases utilizadas una y otra vez perderán su efecto. Hay que ser
creativo. También puede serlo que el niño oiga que usted le elogia delante de un amigo.

Para realzarlo más, se pueden acompañar los elogios de un premio, sólo de vez en
cuando.

Elogiar inmediatamente
Los elogios son más eficaces, especialmente en niños muy pequeños cuando se producen
pronto. No debe pasar demasiado tiempo entre el comportamiento positivo del niño y la
respuesta paterna, aunque los niños más mayores pueden apreciar el reconocimiento
posterior.

El espacio entre la acción de un niño y la respuesta del padre se puede llenar con un gesto
si es necesario, todo ello se puede anotar en una libreta y si el niño es grande se le puede
enseñar de vez en cuando.

Combinar elogios con amor incondicional


Los niños se vuelven locos por conseguir elogios .Cuando se trabaja para establecer un
nuevo comportamiento, es necesario elogiar constantemente al principio, y luego reducir
los elogios gradualmente. Cuando el niño lo ha aprendido, se debe elogiar sólo de vez en
cuando. De todos modos no es posible estar presente cada vez que el niño hace algo
correctamente. Cada vez que se hagan comentarios concretos y positivos sobre su
conducta, el niño tendrá una visión positiva de sí mismo, y estará así más seguro de sí
mismo.
COMO IGNORAR
Un modo eficaz de eliminar comportamientos específicos que irritan es simplemente
ignorarlos. Puede que, al aplicar esta técnica, le parezca que no está haciendo nada en
absoluto para cambiar las cosas, pero comprobará cómo al ignorar sistemáticamente
ciertos comportamientos, y actuando como si no existieran, se consiguen resultados
asombrosos. Cuando quieren, los niños hacen cualquier cosa para conseguir la atención
total e inmediata de sus padres. Saben exactamente lo que más les puede alterar o irritar
especialmente en los momentos más delicados, en el recibidor de la casa justamente
cuando llegan los invitados, por ejemplo, o cuando se está hablando por teléfono 0 en la
caja del supermercado. Si se puede ignorar el comportamiento irritante cada vez que se
produzca, el niño dejará de actuar de ese modo.

La ignorancia sistemática es el arte de ignorar los comportamientos que desagradan y


prestar atención positiva a los que agradan. Nunca se debe hacer una cosa sin la otra.

Sin embargo, antes de intentar esta estrategia, valore usted el comportamiento y decida si
se puede ignorar sin problemas. Es evidente que no se pueden ignorar conductas
peligrosas como correr por la calzada o subirse al frigorífico y tampoco se pueden ignorar
acciones intolerables como pegar y morder.

Otro punto a considerar: la ignorancia sistemática es una técnica que utilizan sólo algunos
padres eficazmente. En otros, sólo se consigue aumentar la tensión porque su capacidad
para ignorar es demasiado baja. Si éste es su caso, puede intentar alguna otra de las
soluciones que se ofrecen para tratar el problema.

A continuación se dan unas líneas generales para que la ignorancia sistemática sea un
éxito:

Decidir lo que se puede y lo que no se puede ignorar


¿Es ésta una conducta que se puede, o se desea ignorar? ¿No es peligroso ignorarla? Si
Pedro juega con enchufes, no se puede ignorar este modo de actuar.

Los padres no deben empezar con algo que no van a ser capaces de ignorar durante
mucho rato; es preferible no empezar
«¿Qué es lo peor que puede ocurrir?» «¿Podré soportarlo?» ¿Podrá la madre aguantar los
gritos de su hijo en el supermercado pidiendo donuts mientras el público se vuelve a
mirarla con muestras de indignación ante su dureza? Si el niño dice palabrotas delante de
la abuela, ¿será capaz el padre de hacerse el sordo? Si no, es mejor elegir otra opción para
hacer frente a este comportamiento.

La ignorancia es particularmente eficaz en conductas que han sido previamente


alimentadas por la atención del padre y no funcionará bien con aquellas conductas que
sean normales a ciertas edades o en etapas de desarrollo

La ignorancia funciona bien normalmente para detener un comportamiento que siempre


ha provocado la atención y ha permitido al niño salirse con la suya con anterioridad. Las
rabietas son un buen ejemplo. El niño quiere un caramelo y usted le dice, «No, ahora no».
Llora, se cae al suelo, patalea y grita. Usted intenta resistir, pero al final no lo soporta más
y se rinde. Le da el caramelo para detener la rabieta. Las lágrimas se secan, su táctica ha
funcionado. Ha reforzado usted la dependencia del niño en las rabietas para el futuro.

La próxima vez, en lugar de esto intente salir de la habitación. Puede llegar a ser muy
efectivo.

No prestar atención al comportamiento


No se debe reaccionar al comportamiento indexado de ninguna manera, verbal o no
verbal. No hay que decir nada al respecto. No se debe mirar al niño cuando esté actuando.
No hay que mostrar ninguna expresión facial 0 hacer gestos como reacción a ello. Se debe
mirar a otro sitio, hacer como si se estuviera ocupado en otra cosa, salir de la habitación.
Si no se puede salir, hay que apartarse disimuladamente todo lo posible. Se debe
continuar tanto tiempo como el niño prolongue su comportamiento.

Esto no significa tratarlo fríamente, ya que esa es otra forma de atención. Simplemente se
debe simular que se está tan concentrado en lo que se está haciendo que uno no se da
cuenta de nada.

Considere que cualquier intento del niño para captar su atención es un signo de progreso
y redoble los esfuerzos por parecer indiferente. No responder, tararear, subir el volumen
de la radio, mirar al techo, hablar con uno mismo de sus cosas, todos son medios eficaces
de no prestar atención.
Esperar que los comportamientos empeoren antes de mejorar
Incrementara la intensidad, volumen y frecuencia de sus actos hasta saber que obtendrá
respuesta. Pero no hay que abandonar. No le deje dar por sentado que sus travesuras van
a llamar la atención como lo habían hecho antes.

Aunque las pataletas y las quejas parecen durar una eternidad, se pueden medir en
segundos e incluso minutos. En el espacio de pocos días, se podrá comprobar cuándo la
conducta se intensifica y cuándo va disminuyendo.

Téngase presente que cuanto más firme se haya sido y menos atención se haya prestado a
la conducta, menor será su duración.

Reforzar las conductas deseables


Se puede activar la extinción de las conductas indeseables reforzando las buenas
conductas con elogios y recompensas. Si se está intentando terminar con los lloriqueos,
elogie al niño inmediatamente si se pone a jugar con tranquilidad después de haber
dejado de lloriquear. Acérquese a él y demuestre interés en lo que hace. Si el lloriqueo
comienza otra vez, ignórelo hasta que pare. Si el niño está jugando con la comida y se
ignora lo que está haciendo, préstele atención cuando coja el tenedor. Dígale lo mucho
que se aprecia la forma en que está comiendo los guisantes.

USO DE LA TECNICA DEL DISCO RAYADO


No intente razonar con un niño que rechaza el «no» como respuesta. Este niño ha
aprendido que su perseverancia da resultados y que si él persiste los demás ceden al final.
El repetir varias veces «Pero, ¿por qué no puedo?» puede convertirse en algo muy
molesto, especialmente si ya se le ha contestado varias veces. No hay que enfadarse , esto
conduce la mayoría de las veces a un sentimiento de culpa en lugar de al éxito. Tampoco
hay que ceder. Si el ignorar no encaja con el carácter de algunos padres o si no es factible
en ciertos momentos, hay que intentar la técnica del disco rayado. Esto significa que hay
que responder con una versión adulta de la misma conducta.

Es el caso de Evelin, que está dando la lata porque quiere picar algo antes de la cena. En
primer lugar no puede estar demasiado hambriento, y tampoco se le quiere dar nada para
no estropear su apetito para la cena. Se le explica la decisión que se ha tomado de forma
razonable una vez. Después, como respuesta a sus súplicas adicionales, se le repite lo
mismo, de forma corta como, por ejemplo, «No comerás nada antes de la cena».

No importa lo creativos que se vuelvan los argumentos de Brian, repita sólo «No comerás
nada antes de la cena». Esta técnica es más efectiva cuando se simula prestar poca
atención a las quejas. Los padres deben continuar lo qué estaban haciendo, cantando la
respuesta cada vez que el niño ruegue de nuevo.

Se obtienen resultados interesantes. El niño puede reaccionar primero enfadándose.


Puede hacer una rabieta, gritar o quejarse. Pero sus peticiones Irán disminuyendo porque
se cansará de pedir y obtener siempre la misma respuesta. Si su comportamiento es tan
malo, que se hace necesario tomar medidas, aplicar la técnica del tiempo fuera de juego o
en el rincón No hay que perder la calma.

COMO RECOMPENSAR
Las recompensas de conductas deseables actúan como refuerzos que hacen que el niño se
sienta bien por lo que ha hecho y quiera hacer lo mismo más a menudo. Proporcionan
motivación.

La primera vez que el niño dijo papá o mamá, usted reforzó la conducta con sonrisas y
caricias. El niño comprobó lo agradable que esto era. La primera vez que se encaramó a la
mesa de la cocina y alcanzó la caja de galletas, su recompensa fueron las galletas. En
ambos casos, su conducta inicial fue recompensada por los resultados. No siempre es fácil
la elección de una recompensa apropiada para las conductas correctas del niño. Es un
tema de una labor detectivesca, sentido común y un poco de imaginación para detectar
qué le puede gustar al niño. Se sugiere preguntar a los niños más mayores qué les gusta
para así tener la información necesaria, y también para poder seguir manteniendo el
control de la selección.

Hacer un cuestionario
Para ayudarle a lograrlo sugerimos que se haga un cuestionario de las preferencias del
niño como el que se muestra a continuación. Dado que las preferencias del niño cambian
con frecuencia, repita el proceso de vez en cuando.

Variar las recompensas


Hay algunas estrategias para que la selección de recompensas sea más eficaz. Una de ellas
es variar las recompensas para que no pierdan su atractivo

Seleccione varios tipos diferentes de recompensas del repertorio que se ha extraído de los
cuestionarios. Posteriormente, alterne las recompensas materiales con actividades y
privilegios especiales.

Cumplir siempre
Se deben entregar siempre las recompensas inmediatamente. Para el niño, el
incumplimiento o el retraso al entregar una recompensa prometida, suponen una traición.
No se deben hacer promesas que no se pueden cumplir y tampoco haga cambios

Recuerde: se necesita tiempo


El modificar la conducta de un niño requiere tiempo y también la motivación adecuada. Al
principio, hay que recompensar cualquier progreso, usando la recompensa para dar forma
a la nueva conducta. Posteriormente, se requerirán menos esfuerzos para mantenerla.

Los padres han de definir con exactitud lo que quieren que el niño haga más a menudo.
Con la máxima precisión que sea posible, se debe definir qué debe hacer para obtener la
recompensa. No hay que decir «Debes ser más responsable» sino: «Por favor, hazte bien
la cama por las mañanas».

· Recompense los progresos iniciales con recompensas inmediatas o diarias. La capacidad


del niño de adquirir premios debe ser el doble al inicio del plan. La primera vez que guarde
correctamente sus juguetes, puede ser recompensado con una pegatina, además de un
punto de una recompensa que vale cinco puntos. Utilice marcas o estrellas en un gráfico
para anotar los puntos, o deje que el niño coloree una parte del cohete. Las medidas
visuales son más importantes cuanto más pequeño es el niño.

Incremente gradualmente los requisitos, a medida que el niño haga progresos. Por
ejemplo, si la meta es que el niño ordene los juguetes en su sitio cuando haya terminado
de jugar, al principio hay que darle una recompensa inmediata cuando ordene un juguete.
Cuando ya haya obtenido varias recompensas, habrá que cambiar el criterio, para que
tenga que ordenar dos o tres juguetes para obtener la recompensa. Con el tiempo, hay
que ir incrementando lo que se espera del niño todavía más para dar forma a la conducta
del niño, pero no hay que hacer cambios demasiado rápidos.

No hay que aceptar un comportamiento mediocre una vez que padres y niño han
aceptado la apuesta..

· Hay que ir eliminando gradualmente las recompensas diarias. Entregue las recompensas
diarias en día alternos, y después del tercer día, hasta llegar a recompensar sólo
excepcionalmente.

Mientras tanto se debe elogiar y dar ocasionalmente pequeñas recompensas para reforzar
la nueva conducta.

· Comience a dejar la fase de las recompensas para sustituirla por las consecuencias
naturales y el reconocimiento. Cuando los padres están seguros de que la nueva conducta
se ha convertido en un hábito positivo, deben sustituir las recompensas por consecuencias
naturales positivas y mantenerlas con su reconocimiento.

Centrarse en una sola conducta (o conductas asociadas) cada vez


Es imposible cambiarlo todo de golpe y el intentarlo agobiaría a todos los implicados.
Tomar un problema cada vez, e ir añadiendo los otros de forma apropiada. Jaime,uno de
nuestros pacientes, tenía problemas matutinos. Se levantaba tarde, no quería hacerse la
cama y no le quedaba tiempo para desayunar. Primero se atajó el problema de levantarse
tarde. Cuando empezó a levantarse regularmente, con el despertador, se añadió al gráfico
el hacer la cama y el criterio para ganar un punto incluyó, a partir de entonces ambas
conductas. Cuando dichas conductas fueron modificadas, se añadió el desayuno a la lista.

Ser muy firme hasta que la conducta haya quedado establecida


Hay que tener fe en el gráfico, no hay que olvidarlo ningún día, hay que reforzar la nueva
conducta con muchos elogios y consecuencias naturales. Cuando el nuevo hábito haya
quedado establecido, ir retirando las recompensas.

CÓMO CASTIGAR
Todos los padres tienen firmes opiniones sobre el castigo y todos, lo admitan o no, usan el
castigo como una forma para enseñar al niño la conducta adecuada. Si se manda al niño a
su habitación, se le restringe el tiempo para ver televisión, se le retira un juguete que
adora o se exclama con firmeza ¡No! cuando un niño que anda a gatas intenta
encaramarse al fogón, se están empleando los principios del castigo para modificar
conductas.

Sería maravilloso poder educar a los niños utilizando sólo técnicas positivas, pero no es
posible. Para enseñarles patrones de conductas deseables, hay que hacer uso de las
consecuencias positivas y negativas. El castigo no debe considerarse necesariamente
como bueno o malo. Los autores no están en contra de su aplicación. Están a favor del uso
eficaz del castigo, con una buena técnica. Pero el castigo solo no produce los efectos
deseados. Ello se debe a que es totalmente negativo. Enseña al niño lo que no debe hacer
en lugar de lo que se debe hacer. Cuando se utiliza aislado, sin el equilibrio de refuerzos
positivos para conductas adecuadas, no enseña al niño cómo reemplazar la mala conducta
por otra más aceptable.

Martita de tres años, se sube a una silla para coger un vaso. Su madre la baja de la silla y la
riñe por haber subido. Heather se echa a llorar y dice «Ya no lo volveré a hacer, mamá».
Esto es correcto de momento, pero ¿ha aprendido que hay tazas más abajo o que la
próxima vez debe pedir ayuda? Aprendió lo que no debe hacer, pero no lo que debe hacer
en el futuro. Además los efectos del castigo ocasional son buenos pero cuando se usa un
castigo muy a menudo, pierde eficacia.

Este es el clásico efecto de la adaptación y es una de las razones por las que no
recomendamos el pegar como una forma de castigo. Dado que el castigo es, a veces, una
técnica necesaria, la cuestión que se plantea es cuándo y cómo usarlo. Se sugiere seguir
los siguientes puntos básicos:

Elegir un castigo que reduzca la conducta no deseada


El castigo es solamente eficaz si hace que disminuya la probabilidad de que una conducta
inapropiada se repita. Esto es especialmente cierto si recibe pocos elogios por sus
acciones positivas. Si con el bofetón, el sermón, la prohibición o la retirada de juguetes 0
permisos no se consiguen resultados, no puede hablarse de castigo.

Un ejemplo clásico es el de Enrique, de nueve años. Se le envió a su habitación por haber


pegado a su hermana. En su habitación, jugó con los robots y con el ordenador. Cuando su
madre fue a decirle que podía salir, estaba viendo a su héroe favorito en la televisión. No
podía haberle importado menos que le enviasen a su habitación. Al salir, volvió a pegar a
su hermana por crearle problemas.

El consejo de los autores es el de observar los efectos que tiene el castigo. Si la conducta
indexada decrece, entonces la consecuencia debe ser el castigo. Si no es así, no vale la
pena repetir la acción. Hay que probar otra

Use el castigo con moderación


Si se usa el castigo demasiado a menudo, el niño se habitúa y deja de ser eficaz. Cualquier
acción -incluso si es eficaz- como la regañina, la prohibición de televisión y el azote, se
verá debilitada con el abuso y no tendrá los efectos deseados cuando se necesite.

Usar el castigo combinado con técnicas positivas


Cuando se escoge el castigo, asegúrese de que se está proporcionando también
disciplina positiva. En sí mismo, el castigo no enseña al niño a portarse bien. Para animar
al niño a actuar de la forma deseada, se deben definir, enseñar y recompensar las
conductas positivas que se quieren establecer. Si se castiga a un niño por correr de un
lado a otro de la calle, hay que enseñarle también a pararse, mirar y escuchar antes de
cruzar la calle. Elógiele por quedarse en la acera o por mirar cuidadosamente antes de
cruzar la calle. Esto hará que el castigo por comportamientos indexados sea más eficaz.

No retrase el castigo
Si se va a castigar al niño, hágalo tan pronto como sea posible después de la mala
conducta. Las conductas se controlan mediante consecuencias inmediatas, así que no hay
que esperar «hasta que venga papá». No espere hasta la tarde, o hasta mañana, o la
semana que viene. Todo castigo pierde su eficacia si se retrasa y el niño puede no
relacionarlo con la mala conducta que lo causó.

Explique siempre las consecuencias


El niño debe saber qué conductas le desagradan y lo que va a ocurrir si continúa
perseverando. Explíquele cuáles son las reglas y las consecuencias que seguirán si no las
tiene en cuenta.
Sea firme
El castigo eficaz no es solamente repentino, sino que también es predecible. Debe darse
siempre y en cada ocasión en que ocurra la mala conducta. Si se le ha dicho al niño que si
tira un módulo de construcción lo perderá, se le debe quitar el módulo inmediatamente
después de que lo haya tirado.

No amenace en vano
No hay que amenazar al niño con castigarle y luego no seguir adelante. No hay que darle
una segunda, tercera , décima oportunidad antes de entrar en acción. Se debe decir lo que
se va a hacer y hacer lo que se ha dicho en todas las ocasiones. La falta de consistencia y
las amenazas vanas conducen a la mala conducta, que se convierte en más firme y más
resistente al cambio.

Dar una oportunidad para la buena conducta

El efecto inmediato del castigo es enseñar al niño lo que es correcto, pero hav que darle la
oportunidad de que demuestre lo que ha aprendido. Los castigos prolongados no
permiten que se dé esto último. Por ejemplo, tomemos el caso de volver a casa. El niño
llega tarde a casa cada noche o ha ignorado diversas llamadas para entrar en casa a cenar.
Usted, en el enfado, le mantiene en casa durante un mes. Durante este mes, el niño no
puede demostrar que ha aprendido a entrar en casa o a responder a las llamadas. Puede
estar tan resentido por el castigo, que se escape o actúe como un animal enjaulado. Si se
le castiga teniendo que ir directamente de la escuela a casa durante dos días entonces
tiene la oportunidad de demostrar que ha aprendido las reglas. A lo largo de un mes tiene
muchas oportunidades para volver a ganarse la confianza de los padres.

Como principio general, no se recomienda el castigo físico, pero existen algunas


excepciones aisladas. Si, por ejemplo un niño de dos años quiere introducir un objeto
metálico dentro de una toma de corriente, se debe gritar ¡ No!, coger el objeto metálico y
darle al niño un golpe en las manos. Para los niños que todavía gatean, esto es mucho más
eficaz que una conferencia sobre los peligros de la electricidad.

Una actitud alternativa, realmente más eficaz con algunos niños, es seguir sujetando la
mano del niño al tiempo que se le dice ¡No! enfáticamente. La restricción momentánea
funciona bien a menudo con niños pequeños. También es una buena alternativa cuando
los padres están tan frustrados que se dan cuenta de que pueden perder los estribos y
pegar al niño con demasiada fuerza.

Nunca se debe aplicar el castigo físico en un estado de ira. Si se decide pegar al niño, hay
que hacerlo como una elección consciente en vez de como una respuesta emocional del
momento. La acción del padre debe ser breve, con propósito y controlada. Se cree que los
límites del castigo físico deben ser un cachete en la mano o en el trasero con la mano
abierta. Cualquier cosa que sobrepase ese límite podría llegar a ser peligrosa. Nunca se
deben usar cinturones, varas, o cualquier otro objeto para pegar a un niño.

En su lugar, se deben intentar las técnicas de control no físico como son la de ponerle de
cara a la pared, la sobrecorrección y otras formas de castigo como las restricciones y
supresión de privilegios u objetos. Hay que recordar siempre que las mejores técnicas de
disciplina incluyen consecuencias tanto positivas como negativas previstas como forma de
cambiar una conducta.

COMO USAR LA TÉCNICA DE MANDAR A UN NIÑO AL RINCON


La mayoría de las técnicas para hacer de padre no son nuevas. La del rincón lleva mucho
tiempo utilizándose. Se utiliza también con otros nombres, como la de poner de cara a la
pared o la de fuera de juego. En términos prácticos, significa apartar al niño de una
actividad o situación para que no pueda tomar parte en esa actividad o recibir elogios y
atención. Como técnica de castigo, puede ser muy eficaz si se utiliza correctamente. Se
deben incorporar los siguientes pasos en el plan:

Elegir cuidadosamente el rincón o fuera de juego


Para que sea eficaz la técnica del rincón o fuera de juego, el niño tiene que sentir que le
falta algo mejor de lo que está experimentando en el rincón. Por lo tanto, el lugar debe ser
un sitio aburrido -no cruel, oscuro, o tenebroso- simplemente aburrido. Puede servir
cualquier lugar de la casa que no sea interesante. Un «rincón de meditación» funcionará
también, si está apartado de la zona principal de la actividad familiar. Un dormitorio
también sirve si el niño puede ser reducido a su cama. El lugar en sí tiene menos
importancia en realidad que el hecho de que el niño prefiera estar en otro sitio. Si Carlos
quiere ver un programa de televisión desesperadamente, jugar con su hermano, o montar
en su bicicleta, incluso una habitación llena de juguetes es un buen lugar para funcionar
como rincón.
Explicarle al niño las reglas de estar en el rincón o de cara a la
pared
En un momento tranquilo antes de tener que usar esta técnica, se debe decir al niño que
se le mandará al rincón si continúa desobedeciendo. Explíquele que esto le ayudará a
romper con este hábito. A continuación persevere con la técnica cada vez que el
comportamiento se repita.

Al principio se debe aplicar el mandarle al rincón solamente para un comportamiento.


Cuando haya cambiado dicho comportamiento, úselo para otro. Si se usa para muchos
comportamientos incorrectos al mismo tiempo, el niño se confundirá, preguntándose por
qué está en el rincón en ese momento. Además, el tiempo en el rincón, como cualquier
técnica de castigo, pierde su eficacia al utilizarla demasiadas voces.

Asignar un tiempo máximo para el rincón según la edad del niño.


Largos periodos de tiempo en una habitación o semana de encierro resultan inútiles, ya
que provocan resentimientos en el niño y no mejoran el comportamiento. Un periodo de
apartamiento corto normalmente funciona bien y dura sólo pocos minutos. Un niño tiene
que estar en el rincón tantos minutos como años tenga. Nos ha parecido una buena
norma. Supone cuatro minutos para un niño de cuatro años, cinco minutos para uno de
cinco y un minuto más para cada año adicional. Para un niño este es un largo periodo de
tiempo sin hacer nada. Interrumpe su actividad, pero al mismo tiempo le proporciona la
oportunidad de serenarse y de dejar de hacer aquello por lo cual ha sido enviado al rincón

Añada minutos si hay resistencia


Un periodo de tiempo más corto también da ventaja a los padres. Si se tienen dificultades
para poner al niño en el rincón o para mantenerlo allí, se debe añadir un minuto de
tiempo por cada instante de resistencia. Si Marshall se niega a ir al rincón, se le debe llevar
allí y decirle, «Ahora es un minuto más». Vigílele si es necesario. Si se va sin permiso, se le
debe volver a llevar y castigarle con otro minuto. Intente no sobrepasar las tres
penalizaciones de un minuto, ya que en esta etapa será más eficaz añadir otra
consecuencia.

Añadir consecuencias de apoyo para la resistencia excesiva


Si se llega a un punto en el que es necesario un apoyo para las palabras y acciones
paternas, se puede informar al niño de que, si no cumple su tiempo en el rincón, perderá
su juguete favorito o un privilegio durante unos días. Sea consecuente con ello. A menudo,
la resistencia se hará menor al saber que existe una consecuencia de apoyo.

Utilice el reloj de cocina


Se deben controlar los minutos que pasan, con un reloj de cocina, mejor. Dígale al niño
cuánto tiempo debe quedarse en el rincón y que cuando suene el timbre puede regresar si
se ha tranquilizado. Si se ha añadido tiempo, volver a poner el minutero. Si todavía no se
ha tranquilizado cuando se haya cumplido el tiempo, no permita que se vaya hasta que se
haya controlado.

No permitir que el tiempo fuera de juego (en el rincón) se


convierta en una manera de evitar responsabilidades
Cuando el tiempo se cumpla, se debe hacer que el niño haga lo que se le pidió que hiciera
antes de comenzar el tiempo fuera de juego 0 que adopte el comportamiento apropiado.
Cuando coopere, se le debe elogiar cálida

Adoptar el procedimiento para niños más mayores


Aunque el tiempo fuera de juego o en el rincón funciona mejor con niños de edades entre
dos y doce años aproximadamente, los mismos principios se aplican para el encierro en
casa u otras formas de tiempo fuera de juego más apropiadas para niños mayores. Breves
períodos de encierro o apartamiento son mejores semanas o meses y siempre pueden ser
reactivados si el niño cae en sus antiguos hábitos. Por ejemplo, si bajan las notas de un
chico, se le puede tener castigado en casa durante unos días hasta que muestre que está
estudiando más y más constantemente. Si flojea una vez se haya levantado el castigo, se
puede volver a aplicar. Si el niño abusa del teléfono, se le puede prohibir que haga 0
reciba llamadas esa noche. A la noche siguiente se pueden restablecer las reglas para el
uso del teléfono y lo puede intentar de nuevo. Cuanto más corto sea el periodo de castigo,
más motivado está el niño y más justo le parece éste.

CÓMO USAR LA SOBRECORRECCION


La sobrecorrección, tal como fue utilizada por el doctor Nathan Azrin, psicólogo, es un
potente conjunto de técnicas preparado para acabar con los comportamientos
indeseables persistentes. Utiliza consecuencias naturales para romper con los malos
hábitos y para enseñar comportamientos apropiados al mismo tiempo. Es una alternativa
extremadamente eficaz en lugar de gritar, regañar, pegar o cualquier otro castigo que se
utilice para tratar de hacer que los comportamientos desagradables o difíciles se
conviertan en aceptables. Funciona bien para comportamientos irritantes comunes y
hábitos nerviosos graves e incluso en comportamientos agresivos y posiblemente dañinos.

Cuando se utiliza la sobrecorrección, se obliga al niño a «deshacer>> el perjuicio que ha


causado y después se le hace practicar (practicar y practicar) la manera correcta de
realizar la tarea o lo que se le pida. El niño repite el «antídoto» hasta el punto que no
quiere repetir más el comportamiento indeseable. Mientras tanto el padre debe ignorar la
resistencia, los llantos, las rabietas y seguir firme hasta el final. Puede que esto no resulte
fácil, pero es esencial.

Consideremos el siguiente ejemplo: El niño dibuja en la pared por enésima vez. Se le debe
decir que la pared está sucia a causa de los garabatos y que «alguien» tiene que limpiarla
para que quede bien otra vez. Déle al niño los materiales de limpieza adecuados y
supervise el proceso de limpieza. Después explíquele que la zona limpiada ha quedado
más clara que el resto de la pared, de modo que hay que limpiar esa parte también
(dentro de lo razonable, por supuesto).

Si el niño se niega, el padre debe decirle tranquila pero firmemente que comprende cómo
se siente pero que es evidente que no ha sabido limpiarla lo bastante bien y que le
enseñará con agrado cómo hacerlo. Tome la mano del niño y guíele manualmente, incluso
aunque se resista o se queja. Cuando la zona está limpia, se debe preguntar al niño que
muestre cuál es el lugar para dibujar. Si vuelve a escribir en la pared, repita todo el
proceso una vez más: «Oh no! La pared está sucia otra vez. Necesitas más práctica en
limpiar paredes Cuando termines puedes enseñarme dónde se puede dibujar otra vez».

En la mayoría de los casos, ésta es suficiente motivación para que hasta los niños más
rebeldes dejen de escribir en las paredes. Esta técnica es eficaz tanto con niños pequeños
como con más mayores.

A veces la sobrecorrección hace maravillas con conductas que se acercan a la obsesión. A


Cathy, una activa niña de cuatro años, le fascinaban los interruptores v enchufes
eléctricos, jugar con conmutadores, desenchufar aparatos eléctricos, y poner en marcha
trituradores y ventiladores. Sus padres se habían encontrado todas las luces encendidas a
altas horas de la noche y el frigorífico descongelándose tranquilamente al mediodía. La
castigaron y se lo impidieron pero nada funcionó por mucho tiempo.

Esta poderosa técnica se sugerirá a lo largo del los demás apartados. A continuación se
explica cómo aplicarla:

1. Obligue al niño a deshacer o corregir el daño social o físico

Ejemplos: limpiar la pared, recoger la ropa del suelo, pedir disculpas por morder.

2. Obligue al niño a practicar comportamientos positivos

Por ejemplo, si no entra en casa cuando se le llama, oblíguele a salir fuera y esperar allí a
que se le llame durante diez veces consecutivas. Repetir esto desde varios lugares y
direcciones del patio.

3. Supervise la sesión de prácticas

Esto puede requerir un tiempo, pero la inversión merece la pena.

4. Utilice las manos para guiarle si es necesario

Si el niño se resiste a practicar, hay que ayudarle a realizar las acciones correctas con las
manos. Si no quiere recoger los juguetes, tómele las manos y guíelas como si fueran las de
un robot, recogiendo los juguetes y depositándolos en el lugar correcto. Se deben ignorar
llantos, rabietas o resistencias. Manténgase tranquilo pero firme hasta que la tarea
termine o el niño empiece a hacerlo solo.

5. Elogie y refuerce la obediencia

A medida que el niño empiece a comportarse mejor y se necesite menos practica, hay que
hacerle saber lo bien que lo está haciendo. Elogie en abundancia. Déle una pequeña
recompensa por sus progresos.

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