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La Llorona

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La Llorona es, sin dudas, una de las leyendas con más fuerza

en nuestro país. Se asocia más fuertemente con la cultura


mexica, pues su aparición está relacionada con los presagios
funestos anunciaron la llegada de los españoles al México
antiguo, algo sobre lo que te contaré más adelante.

Sin embargo, La Llorona cuenta con paralelismos lejos del


Valle de Anahuac. Existen deidades mayas, zapotecas y
purépechas con características muy similares a la Cihuacóatl
—la diosa a la que se asocia el mito en territorios nahuas—.

El mejor ejemplo de esto es la Xtabay, un espíritu femenino


que acecha a los hombres en los caminos de la península de
Yucatán y que tiene raíces en el panteón de los dioses
mayas. Hay que tener en cuenta que aunque personajes
como la Xtabay tienen raíces en la cosmogonía de las
antiguas culturas mesoamericanas, la conversión de la
Llorona a leyenda popular no se dio sino hasta la época
colonial.

La leyenda de la Llorona como se conoce hoy en día —un


alma en pena que deambula por las calles buscando a sus
hijos— tiene su origen en el México de mediados del siglo
XVI. Muchos cronistas de la época relatan la historia de una
mujer que recorría las calles de la ciudad al caer la noche,
siempre vestida de blanco y con un velo cubriéndole el
rostro.

Su andar era marcado por los lastimosos gritos que lanzaba


al aire en busca de sus hijos. La Llorona peregrinaba cada
noche por calles distintas, pero cuentan que sus andares la
llevaban invariablemente a cruzar la Plaza Mayor —el actual
Zócalo— con rumbo al oriente de la ciudad. Más allá de la
plaza era donde la fantasmal figura se perdía al hundirse en
los resquicios del lago que aún se extendían por la zona
central de la ciudad.

Sin embargo, los antecedentes de este personaje son


mucho más antiguos, tanto que se pierden en los mitos
prehispánicos y se fundan en diversas representaciones de
diosas madres como Cihuacóatl, Coatlicue o Tonantzin.

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