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Todo Comienzo Es Una Promesa

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Comienzos

Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama


cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era
imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el
agua que debía protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me despertó
un fonógrafo. No pude volver al museo, a buscar las cosas. Huí por las barrancas.
Estoy en los bajos del sur, entre plantas acuáticas, indignado por los mosquitos,
con el mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipé absurdamente mi
huida. Creo que esa gente no vino a buscarme; tal vez no me hayan visto. Pero
sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar más escaso, menos
habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana.
Escribo esto para dejar testimonio del adverso milagro.

La invención de Morel

Adolfo Bioy Casares


Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un
telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana.
Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá
haya sido ayer.

El extranjero

Albert Camus
Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que,
después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo
peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y
conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su
ánimo gran número de trabajos en su navegación por el
Ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus
compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como
deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras.

La Odisea

Homero
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío,
alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje
de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en
el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo,
sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho
de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era
Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis
brazos era siempre Lolita.

Lolita

Vladimir Nabokov
La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de
un número infinito de líneas; el volumen, de un número
infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de
volúmenes... No, decididamente no es éste, more
geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es
verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el
mío, sin embargo, es verídico.

El libro de arena

Jorge Luis Borges


Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató
a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo
de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre
mi persona.

El túnel

Ernesto Sábato
El cetro se sostiene con la diestra, recto, ay si lo bajas, y por lo demás no
tendrías dónde apoyarlo, junto al trono no hay mesitas o ménsulas o trípodes
donde poner, qué sé yo, un vaso, un cenicero, un teléfono; el trono está aislado,
en lo alto de unos peldaños estrechos y empinados, todo lo que dejas caer rueda
y ya no se lo encuentra. Ay si el cetro se te escapa de la mano, tendrías que
levantarte, bajar del trono para recogerlo, nadie puede tocarlo salvo el rey; y no
está bien que el rey se incline hacia el suelo para alcanzar el cetro que ha ido a
parar debajo de un mueble, o la corona, que es fácil que te ruede de la cabeza si
te agachas.

Un rey escucha

Ítalo Calvino
Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se
había quedado solo varios años antes de la muerte de ella,
de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y
que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y
Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es
literatura

Bonsai

Alejandro Zambra
Siempre que te quiero decir la verdad, algo nos interrumpe.
No te preocupes, Lavinia. Estamos solos, mi amor. He dado
órdenes de que nadie nos moleste.
¿Qué me quieres decir?
Soy muy infeliz. No, no me interrumpas. Quiero tu amor, no
tu simpatía.
Tú tienes las dos. Tú lo sabes. Dime.
¿Puedo empezar desde el principio?
Soy todo tuyo. Es un decir.

El matrimonio secreto

Carlos Fuentes
En el comedor de la casa de mi abuela había una vitrina, con un trozo de piel en
su interior. Un trozo pequeño, pero grueso y correoso, con mechones de pelo
áspero y rojizo. Estaba sujeto a una tarjeta mediante un alfiler herrumbroso.
Sobre la tarjeta había algo escrito con tinta negra desvaída, pero entonces yo era
muy pequeño y no sabía leer. —¿Qué es eso? —Un fragmento de brontosauro.
Mi madre conocía los nombres de dos animales prehistóricos: el brontosauro y el
mamut. Sabía que aquél no era un mamut. Los mamuts provenían de Siberia.

En la Patagonia

Bruce Chatwin
Yo el Supremo Dictador de la República Ordeno que al acaecer mi muerte,
mi cadaver sea decapitado; la cab eza puesta en una pica por tres días en la
Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanas
echadas al vuelo Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pen a de
horca. Sus cadáveres serán enterradps en potreros de extramuros sin cruz
ni marca que memore sus nombres. Al término del dicho plazo, mando que
mis restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río....

¿Dónde encontraron eso? Clavado en la puerta de la catedral, Excelencia. Una


partida de granaderos lo descubrió esta madrugada y lo retiró llevándolo a la
comandancia. Felizmente nadie alcanzó a leerlo. No te he preguntado eso ni es
cosa que importe.

Yo, el Supremo

Augusto Roa Bastos


Esperar, lo decían todos, hay que esperar porque nunca se
sabe en casos así, también el doctor Raimondi, hay que
esperar, a veces se da una reacción y más a la edad de
Mecha, hay que esperar señor Botto, sí doctor pero ya van
dos semanas y no se despierta, dos semanas que está como
muerta, doctor, ya lo sé, señora Luisa, es un estado de coma
clásico, no se puede hacer más que esperar.

Pesadillas

Julio Cortázar
ESCUELA DE COCINA “SABOR Y ARTE”
CUÁNDO Y QUÉ SERVIR EN UN VELORIO
(Respuesta de Doña Flor a la pregunta de una alumna)
No por ser desordenado día de lamentación, tristeza y llanto, debe dejarse
transcurrir el velorio a la buena de Dios. Si la dueña de casa, sollozante y abatida,
fuera de sí, embargada por el dolor o muerta en el cajón no pudiera hacerlo,
entonces un pariente o una persona de su amistad debe encargarse de atender la
velada (...)

Vadhino, el primer marido de Doña Flor, murió un domingo de carnaval por la


mañana, disfrazado de bahiana.

Doña Flor y sus dos maridos

Jorge Amado
HOJA SIN FECHA
Lo mejor sería escribir los acontecimientos cotidianos. Llevar
un diario para comprenderlos. (...)

DIARIO
Lunes, 29 de enero de 1932
Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. Vino como
una enfermedad, no como una certeza ordinaria, o una
evidencia.

La náusea

Jean-Paul Sartre
-Sí, seguramente; si hace buen tiempo mañana -dijo mistress
Ramsay- Pero tendrás que levantarte al amanecer.

Al faro

Virginia Woolf
La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar; y la vida que conoces se acaba.
El tema de la autocompasión. Estas fueron las primeras palabras que escribí
después de que sucediera.
La fecha en el archivo «Notas sobre el cambio.doc», de Microsoft Word, es «20
de mayo, 2004, 11:11 p.m.», pero tal vez abriera el archivo y al cerrarlo pulsara
distraídamente «salvar».
En mayo no hice cambios en el archivo. No hice cambios en ese archivo desde
que escribí esas palabras en enero del 2004, dos o tres días después del suceso.
Durante mucho tiempo no escribí nada más. La vida cambia en un instante. Un
instante normal.

El año del pensamiento mágico

Joan Didion
No espero ni quiero que se dé crédito a la historia más
extraordinaria, y, sin embargo, más familiar, que voy a referir.
Tratándose de un caso en el que mis sentidos se niegan a
aceptar su propio testimonio, yo habría de estar realmente
loco si así lo creyera. No obstante, no estoy loco, y con toda
seguridad, no sueño. Pero mañana puedo morir y quisiera
aliviar hoy mi espíritu.

El gato negro

Edgar Allan Poe

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