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Eucaristía y Escatología

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Eucaristía. Memorial, presencia y profecía de la plenitud de la salvación.

Moisés Daniel Pérez Díaz

La eucaristía es memorial, presencia y profecía del sacrificio redentor de Cristo.


Es sacramento de la presencia salvadora de Jesús, es actualización de la
salvación que nos ha sido dada en virtud de su misterio pascual y es profecía
de la realidad definitiva que la creación entera vivirá al final de la historia.

La eucaristía memorial del sacrificio redentor de Cristo

La eucaristía es memorial del acontecimiento salvífico que el Padre ha


realizado en Jesucristo por medio de la acción del Espíritu Santo. Jesucristo, el
Señor, nos ha salvado en virtud de su vida entregada, es la existencia total de
Jesús vivida en total obediencia a la voluntad del Padre y que rubrica de
manera plena y definitiva con su entrega en la cruz y su gloriosa resurrección.

Los gestos, palabras y acciones que la asamblea celebrativa realiza en la


celebración eucarística actualizan el acontecimiento de una vida entregada
para la redención de toda la creación. Por eso la eucaristía es el memorial de
nuestra salvación.

La eucaristía presencia del Señor resucitado

La eucaristía celebra también la presencia del Señor resucitado en medio de la


Iglesia. En cada eucaristía se repite la experiencia de los discípulos de Emaús
a quienes el Señor les va explicando el sentido de las escrituras y realiza los
gestos sobre el pan y sobre el vino. Él es quien “anuncia las escrituras y parte
para nosotros el pan”.

Pero junto al memorial del sacrificio redentor y la presencia viva del Señor
resucitado en medio de la comunidad, la eucaristía es profecía de la plenitud
escatológica.

La eucaristía profecía del banquete escatológico

Cuando Jesús celebra aquella última cena con los discípulos les dice que este
gesto, repetido y celebrado en la comunidad, es anuncio del banquete
escatológico que él celebrará al final de los tiempos en el reino del Padre. De
esta manera aquellos discípulos comprendieron que cada vez que repiten los
gestos y las palabras del Señor, anticipan la plenitud de vida que se llevará a
cabo al final de los tiempos. De ahí la expresión paulina con relación a la
eucaristía: “realizamos este memorial hasta que él vuelva”.

La eucaristía anticipa la pascua eterna en el reino del Padre. En el momento de


la celebración nos unimos, ya en esta realidad finita y temporal, a la realidad
última y definitiva de toda la humanidad, por esa razón en la eucaristía se unen,
la Iglesia que peregrina en este mundo con la Iglesia triunfante, es decir, con
aquellos que ya contemplan plenamente el misterio de amor trinitario. Por esa
razón podemos afirmar que la eucaristía es el último momento de la historia de
la salvación, es decir, el eslabón que une nuestra realidad con la plenitud de
vida en la resurrección al final de los tiempos.

La eucaristía es signo y sacramento del banquete escatológico donde todos los


seres humanos, sin ningún tipo de distinciones, nos sentaremos como
verdaderos hermanos en la mesa del banquete de las bodas del cordero en la
plenitud de una creación totalmente reconciliada en el amor.

Consecuencias pastorales de la dimensión escatológica de la eucaristía

La celebración de la eucaristía se mueve en la tensión entre nuestra realidad


finita y limitada y la plenitud de la vida que experimentaremos en el Reino del
Padre. En otra palabras está entre el “ya pero todavía no” que define esta
etapa de nuestra historia.

Las comidas de Jesús, que están a la base de la eucaristía, anunciaban de


manera sencilla la realidad plena en Dios al final de los tiempos. En ellas no
había ningún tipo de exclusión, todos están invitados, de una manera especial
los más pequeños y los más pobres. Es el anuncio de la vida plena en Dios, un
banquete festivo en el que nadie va a quedar excluido.

De lo anterior se derivan unas consecuencias pastorales a la hora de celebrar


la eucaristía.

Nuestras asambleas se han de caracterizar por su carácter inclusivo. Es decir,


nadie debería sentirse rechazado ni excluido en nuestras celebraciones
eucarísticas. De ahí el carácter fraterno y acogedor que debe caracterizar a
todos los miembros de la asamblea, sobre todo de parte de aquellos que
ejercen algún tipo de servicio al interior de la misma.

La asamblea eucarística ha de tener un marcado tinte festivo. Los cantos, las


aclamaciones, los gestos y la actitud de todos los participantes han de reflejar
la alegría anticipada de los que saben que celebran anticipadamente el
banquete escatológico de las bodas del cordero inmaculado que ha vencido en
virtud de su sangre derramada y su vida entregada.

La expresividad de la celebración dominical como la pascua semanal, imagen


de la Iglesia, signo y presencia de la asamblea escatológica en el reino del
Padre al final de los tiempos.

La dimensión social de la celebración eucarística, es decir, los dones y


ofrendas que se recogen en la celebración han de estar destinados para los
pobres. La eucaristía ha de expresar la búsqueda de hacer realidad el Reino y
la vida nueva que Jesucristo el Señor nos ha prometido en virtud de su misterio
pascual. Este aspecto es muy importante, puesto que muchas veces se ha
oscurecido este aspecto fundamental que han de tener todas nuestras
asambleas celebrativas, especialmente las eucarísticas.

Solo de esta manera nuestras celebraciones de la eucaristía manifestarán la


vida nueva y definitiva que Jesús nos ha dado y serán anticipo del banquete
escatológico en el que la humanidad entera llegará a su plenitud junto con toda
la creación reconciliada en el amor.

Concluyo esta reflexión citando el texto del prefacio dominical X que se usa
para los domingos del tiempo ordinario y que expresa maravillosamente la
dimensión escatológica de la eucaristía.

En verdad es justo bendecirte y darte gracias,


Padre santo, fuente de la verdad y de la vida,
porque nos has convocado en tu casa
en este día de fiesta.

Hoy, tu familia,
reunida en la escucha de tu Palabra
y en la comunión del pan único y partido,
celebra el memorial del Señor resucitado,
mientras espera el domingo sin ocaso
en el que la humanidad entera
entrará en tu descanso.

Entonces contemplaremos tu rostro


y alabaremos por siempre tu misericordia.

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