Memorial
Memorial
Memorial
Memorial es una categoría que se usa en la liturgia para referirse al hecho de la presencia y
actualización del único misterio pascual de Jesucristo en todas las acciones litúrgico –
sacramentales, de manera especial en la eucaristía, que es el memorial de la muerte y
resurrección de Jesucristo, el Señor.
El memorial bíblico aparece aludido en una serie de términos hebreos ligados a la raíz zkr
de origen semita, cuyas formas principales, verbales o nominales, son zéker, zikkaron y
azkarah. El memorial aparece como un día festivo o como una acción sagrada o conjunto de
ritos, mediante los cuales Dios mismo “se acuerda” de su pueblo y de sus acciones
salvíficas y el pueblo “se vuelve” hacia su Dios “recordando” estas obras.
Por parte del hombre, el “recuerdo” de las obras realizadas por Dios no es más que la
respuesta de la fe y la aceptación agradecida y obsequiosa del corazón. De este modo, el
memorial del hombre se integra en la bendición o alabanza, en la confesión de fe y en la
acción de gracias, que son otras tantas formas de expresar a Dios el reconocimiento por sus
beneficios y el primer paso para formular la invocación y la petición de nuevos favores. Se
cierra en cierto modo un ciclo que tiene por origen a Dios y que se dirige al hombre: Dios
que “se acuerda” para manifestar su bondad a su criatura y ésta, “recordando” esta bondad,
le bendice, le alaba y da gracias, y se siente movido a invocar nuevamente la protección
divina. El memorial se revela como un componente esencial de la “bendición” bíblica,
género de plegaria que desemboca también en la Eucaristía. En efecto, Jesús, “tomando el
pan y habiendo pronunciado la bendición, lo partió...” (Mt 26,26 y par).
Por tanto, el memorial se celebraba no solamente “en recuerdo del Señor”, sino porque
constituía en sí mismo un nuevo acontecimiento de salvación, producido y manifestado en
el rito, al tiempo que anunciaba nuevas actualizaciones. Esto explica que el memorial
aparezca siempre en la Biblia como un “signo” que reúne en sí el pasado (función
rememorativa) y el presente (función actualizadora), y garantiza la esperanza en el futuro
(función profética). Al celebrar el memorial, el pueblo experimentaba de nuevo la salvación
de Dios.
Por medio de este mandato, Jesús instituyó un nuevo memorial, distinto del anterior en el
signo y en el contenido, pero no en la forma de evocar y de hacer presente el
acontecimiento actualizado. Los relatos de la institución de la Eucaristía y especialmente el
de san Lucas (cf. Lc 22,7-20) ponen de relieve que Jesús sustituyó el banquete del cordero
pascual – memorial antiguo – por el banquete de su cuerpo y sangre – memorial nuevo -. El
relato de 1 Cor 11,20-34 subraya, además, con mayor énfasis el carácter de mandato de
celebrar el memorial de las palabras del Señor, mandato que tiene por objeto una acción ya
conocida y establecida ritualmente, la fracción del pan y la bebida del cáliz del Señor. San
Pablo quería recordar a los cristianos de Corinto que esa acción es memorial del Señor y
como tal tenían que celebrarla para “anunciar su muerte y proclamar su resurrección” hasta
su retorno (cf. 1 Cor 11,26).
Resulta claro que el memorial es una acción, pero san Pablo le añade el matiz de anuncio
eficaz de la muerte del Señor, o sea, de “acción-anuncio que tiene todo el poder de hacer
presente de manera real y no meramente intencional el misterio de la Pascua de Cristo. Esta
“acción-anuncio” va unida a las palabras de bendición, de acción de gracias y de oblación y
entrega personal de Jesús en el pan y en el vino que han de ser consumidos: “Tomen,
coman: Éste es mi cuerpo entregado por ustedes..... Beban.... Ésta es mi sangre de la
alianza, que es derramada...” (Mt 26,26-27 y par). Por tanto, el memorial del Nuevo
Testamento consiste en el cumplimiento de un acto ritual, de una acción compuesta de
palabras y de gestos ligados no ya al viejo rito del cordero, sino a la muerte y resurrección
del Señor. El memorial sigue siendo no una mera evocación subjetiva, sino un recuerdo
objetivo que pone ante el Padre el sacrificio de Cristo y lo hace presente precisamente en la
acción memorial que se celebra para cumplir su mandato.
Los estudios del benedictino Odo Casel (1948), dentro del movimiento litúrgico, han
permitido apreciar el sentido pleno del término, es decir, considerar el memorial
como una memoria real, re-presentación o nueva presencia de lo que se conmemora,
un acontecimiento históricamente ya pasado, pero que se hace actual al comunicar de
manera eficaz su potencial salvífico.
Puesto que la liturgia es el memorial del misterio de salvación hasta que el Señor vuelva.
De hecho, el memorial litúrgico es, de por sí, un alimento de la esperanza del pueblo; el
recuerdo de las maravillas de Dios, actualizadas en el hoy por la celebración de la
eucaristía, aseguran una plena fidelidad de Dios a su promesa.
Recordar algo a Dios es tanto como asegurar su intervención. De ahí que el sentido original
de 1 Corintios 11, 26, incluya un elemento de finalidad; la traducción más exacta es: «hasta
que se realice el término: su venida». Sentido profético. Al celebrar la Cena, la eucaristía,
«anunciamos» la muerte del Señor. Esta proclamación se realiza por el mismo hecho de
celebrar la Eucaristía, pues cuando la comunidad se reúne en asamblea para celebrar el
memorial, constituye un signo, una señal, para toda la humanidad.