ABC de La Liturgia Misterio Pascual
ABC de La Liturgia Misterio Pascual
ABC de La Liturgia Misterio Pascual
La categoría misterio pascual es una de las recuperaciones más felices para la teología de la
liturgia de nuestro siglo. Aparece desde el comienzo y repetidamente en los documentos del
Concilio Vaticano. II.
De este modo se pone el misterio pascual como fundamento y clave interpretativa de todo
el culto cristiano. Para la constitución Sacrosanctum concilium (en adelante SC), la liturgia
actualiza tal misterio sobre todo en el sacramento del bautismo, por el que se realiza en los
fieles la muerte-resurrección de Cristo y ellos reciben el Espíritu Santo, en el que tienen
acceso al Padre, Espíritu que los consagra sacerdotes del Dios altísimo; y en la eucaristía,
que hace presentes la victoria y el triunfo de Cristo sobre la muerte, para que los creyentes,
participando en ella con alegre acción de gracias, puedan anunciar la muerte del Señor
hasta que venga (SC 6). Por tanto, la celebración de la eucaristía constituye de un modo
totalmente particular el memorial del misterio pascual (SC 47). Pero de él obtienen eficacia
y significado todos los sacramentos y los mismos sacramentales, por medio de los cuales la
gracia contenida en él fluye sobre todos los acontecimientos de la vida santificándolos (SC
61). El misterio pascual se celebra también durante el año litúrgico, sea en el retorno anual
de la pascua (SC102), sea cada ocho días en el día justamente llamado desde la edad
apostólica "del Señor" (SC 106), e incluso en la memoria del día natalicio de los santos (SC
104).
Para las primeras generaciones cristianas, las acciones de culto no se limitaban a ser la
expresión ritual de la propia pertenencia a una comunidad religiosa, sino auténticos
misterios y, por consiguiente, obra de Dios.
De esta forma, cuando la Iglesia celebra sus acciones de culto hace el memorial de la
Pascua de Jesucristo, el Señor. El memorial no es solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado a
favor de la humanidad. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta
forma, presentes y actuales. Cuando la Iglesia celebra la liturgia, hace memoria de la
Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para
siempre en la cruz, permanece siempre actual.
En la celebración litúrgica no sólo se recuerdan los acontecimientos que nos salvaron, sino
que se actualizan y se hacen presentes a fin de que los cristianos vivan del misterio salvífico
de Cristo y den testimonio del mismo al mundo. Visto así, el acontecimiento de la Cruz y
de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.
La vida cristiana aparece así marcada por el ya y todavía no, que caracteriza el
acontecimiento de la salvación pascual y su celebración en la liturgia, por lo que se la
puede definir como una liturgia pascual celebrada en la existencia: mantener despierta la
memoria de Cristo, que padeció por ellos dejándoles un ejemplo para que caminen en pos
de él (1 Pe 2,21); y, por tanto, desembarazarse de la vieja levadura de la malicia y de la
perversidad (1 Cor 5,6), vivir como forasteros y peregrinos (1 Pe 2,11), en vela para captar
los signos del paso liberador de Dios, con las lámparas encendidas y prontos a acoger a
Cristo, que viene como juez, esposo y salvador (Lc 12,35 y par.) y a dar a quien la pida
razón de la esperanza que hay en ellos (1 Pe 3,15), cantando las obras maravillosas de aquel
que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (1 Pe 2,9).
Así se puede decir que la existencia cristiana consiste en realizar en la vida el misterio
celebrado en los sacramentos (colecta del viernes de la octava de pascua), en hacer pasar a
la vida lo que se ha recibido por la fe (colecta del lunes de la octava de pascua) a la espera
de que se cumpla la bienaventurada esperanza y venga el salvador Jesucristo.