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ABC de La Liturgia Misterio Pascual

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MISTERIO PASCUAL

La categoría misterio pascual es una de las recuperaciones más felices para la teología de la
liturgia de nuestro siglo. Aparece desde el comienzo y repetidamente en los documentos del
Concilio Vaticano. II.

De este modo se pone el misterio pascual como fundamento y clave interpretativa de todo
el culto cristiano. Para la constitución Sacrosanctum concilium (en adelante SC), la liturgia
actualiza tal misterio sobre todo en el sacramento del bautismo, por el que se realiza en los
fieles la muerte-resurrección de Cristo y ellos reciben el Espíritu Santo, en el que tienen
acceso al Padre, Espíritu que los consagra sacerdotes del Dios altísimo; y en la eucaristía,
que hace presentes la victoria y el triunfo de Cristo sobre la muerte, para que los creyentes,
participando en ella con alegre acción de gracias, puedan anunciar la muerte del Señor
hasta que venga (SC 6). Por tanto, la celebración de la eucaristía constituye de un modo
totalmente particular el memorial del misterio pascual (SC 47). Pero de él obtienen eficacia
y significado todos los sacramentos y los mismos sacramentales, por medio de los cuales la
gracia contenida en él fluye sobre todos los acontecimientos de la vida santificándolos (SC
61). El misterio pascual se celebra también durante el año litúrgico, sea en el retorno anual
de la pascua (SC102), sea cada ocho días en el día justamente llamado desde la edad
apostólica "del Señor" (SC 106), e incluso en la memoria del día natalicio de los santos (SC
104).

El término "Misterio Pascual".

El término, aunque fue redescubierto por el movimiento litúrgico que desembocó en el


concilio Vaticano II, no es de todos modos creación reciente. Se encuentra por primera vez,
y con notable frecuencia, en la homilía sobre la pascua de Melitón de Sardes, descubierta
por Campbell Bonner en 1936.

De esta forma el concepto de misterio de la pascua o pascual, a partir de su primera


aparición, recapitula toda la economía salvífica realizada en Cristo y comunicada a la
iglesia a través de los sacramentos. Por esa razón el término “Misterio pascual” pasará en
la evolución de los libros litúrgicos de los antiguos sacramentarios romanos a los libros
litúrgicos del Vaticano II, particularmente al Misal Romano, donde el término aparece
frecuentemente para indicar tanto la economía que se ha realizado en la muerte y
resurrección de Cristo como el retorno anual de la pascua y los sacramentos del bautismo y
de la eucaristía, centro de toda la liturgia cristiana, mediante los cuales tal economía se
actualiza en la iglesia.

En síntesis, en la liturgia la Iglesia celebra principalmente el misterio pascual por el que


Cristo realizó la obra de nuestra salvación. En el centro de toda acción litúrgica se sitúan
los ritos y fiestas que celebran el misterio pascual de un modo nuclear: la Eucaristía y el
triduo pascual.
Misterio Pascual en el caminar del pueblo de Dios.

Para las primeras generaciones cristianas, las acciones de culto no se limitaban a ser la
expresión ritual de la propia pertenencia a una comunidad religiosa, sino auténticos
misterios y, por consiguiente, obra de Dios.

En el Antiguo Testamento la celebración memorial de la Pascua es, al mismo tiempo, signo


rememorativo de un acontecimiento de salvación del pasado, manifestativo de su presencia
actual en el hoy y ahora de la celebración de culto, y profético de su consumación futura.

En el Nuevo Testamento la celebración eucarística, raíz de la liturgia eclesial, fue instituida


por el Señor –y así interpretada por la Iglesia- como el memorial litúrgico de la nueva y
definitiva Pascua, es decir, de la plena liberación y alianza eterna que Cristo mismo sellaría
con su sacrificio en la cruz.

De esta forma, cuando la Iglesia celebra sus acciones de culto hace el memorial de la
Pascua de Jesucristo, el Señor. El memorial no es solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado a
favor de la humanidad. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta
forma, presentes y actuales. Cuando la Iglesia celebra la liturgia, hace memoria de la
Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para
siempre en la cruz, permanece siempre actual.

La liturgia celebra el único Misterio Pascual de Cristo.

En la celebración litúrgica no sólo se recuerdan los acontecimientos que nos salvaron, sino
que se actualizan y se hacen presentes a fin de que los cristianos vivan del misterio salvífico
de Cristo y den testimonio del mismo al mundo. Visto así, el acontecimiento de la Cruz y
de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.

El ser de la celebración litúrgica no es otro que su ser actualización perenne de la Palabra


de salvación en y por medio del rito de culto. En la celebración litúrgica, el misterio de la
salvación se actualiza y se manifiesta mediante el rito.

Ni la Iglesia ni su liturgia crean el misterio de Cristo: antes bien, tanto en el orden de la


inteligencia (teología) como en el de la historia (revelación), primero es el acontecimiento
salvador de Cristo y después su celebración memorial.

El rito de culto se encuentra en el fundamento mismo de la posibilidad del acontecer


litúrgico y de la fe como acontecimiento salvador en la historia.

Misterio Pascual y existencia cristiana.

El Nuevo Testamento funda la vocación cristiana, que es llamada al culto sacrificial


pneumático a Dios (Rom 12,1; 1 Pe 2,5), en el acontecimiento pascual en que participan los
creyentes merced a la liturgia. Ellos se han acercado "a la montaña de Sión, a la ciudad del
Dios viviente, la Jerusalén celeste, a miríadas de ángeles, a la asamblea festiva" (Heb
12,22-23) gracias al sacrificio de Cristo y a su sangre, que purifica la conciencia de las
obras muertas para servir al Dios viviente (Heb 9,14). El sacerdocio universal de los fieles
deriva de la acción salvífica de Cristo, cordero que los ha rescatado con su sangre (1 Pe
2,5.9; Ap 1,6; 5,9). Así como en el Antiguo Testamento el fin de toda la obra salvífica fue
desde el comienzo el servicio cultual, y la sangre del cordero mezclada, según los rabinos,
con la de la circuncisión, además de valor apotropaico, tuvo valor de expiación y de
consagración, así toda la moral y espiritualidad cristiana resultan estar fundadas en el
misterio pascual. Según el Nuevo Testamento y según la mistagogía de los padres",
consiste en realizar en la vida diaria la muerte y resurrección de Cristo, que se ha realizado
en ellos sacramentalmente en la inmersión y emersión bautismal, y de la que ellos se
alimentan en el convite pascual renunciando cada día al pecado para vivir en novedad y
libertad (Rom 6,3-11); haciendo morir en sí mismos cuanto pertenece todavía al mundo
cerrado e inclinado sobre sí mismo y sobre el propio pasado (fornicación, falsedad, apetito
desordenado, idolatría, ira, malignidad) y buscando las cosas de arriba (Col 3,1-9), los
cielos nuevos y la tierra nueva que Dios prepara para ellos, no sin ellos (2 Pe 3,13; Ap
21,1); renovándose continuamente en la justicia y en la santidad; revistiéndose de los
sentimientos de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia: los sentimientos
del hombre nuevo, Cristo, a cuya imagen deben configurarse cada vez más (Ef 4,24; Col
3,10- 12); guardando celosamente la libertad con que él los ha hecho libres (Gal 5,1).

La vida cristiana aparece así marcada por el ya y todavía no, que caracteriza el
acontecimiento de la salvación pascual y su celebración en la liturgia, por lo que se la
puede definir como una liturgia pascual celebrada en la existencia: mantener despierta la
memoria de Cristo, que padeció por ellos dejándoles un ejemplo para que caminen en pos
de él (1 Pe 2,21); y, por tanto, desembarazarse de la vieja levadura de la malicia y de la
perversidad (1 Cor 5,6), vivir como forasteros y peregrinos (1 Pe 2,11), en vela para captar
los signos del paso liberador de Dios, con las lámparas encendidas y prontos a acoger a
Cristo, que viene como juez, esposo y salvador (Lc 12,35 y par.) y a dar a quien la pida
razón de la esperanza que hay en ellos (1 Pe 3,15), cantando las obras maravillosas de aquel
que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (1 Pe 2,9).

Así se puede decir que la existencia cristiana consiste en realizar en la vida el misterio
celebrado en los sacramentos (colecta del viernes de la octava de pascua), en hacer pasar a
la vida lo que se ha recibido por la fe (colecta del lunes de la octava de pascua) a la espera
de que se cumpla la bienaventurada esperanza y venga el salvador Jesucristo.

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