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Hambre Espiritual

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Hambre Espiritual, de John G. Lake, traducido del libro "John G.

Lake:
his life, his sermons"

Esta noche mi texto es: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).

   El hambre es una cosa buena y poderosa. Es el persuasor más grande que conozco. Es
un maravilloso motivador. Las naciones han aprendido que uno puede hacer casi
cualquier cosa con un populacho hasta que sienten hambre. Pero cuando tienen hambre,
ten cuidado. Hay un cierto espíritu de desesperación que acompaña al hambre.

Quisiera que todos lo tuviéramos espiritualmente.

Dios quiera que estuviésemos desesperadamente hambrientos por Dios. ¿No sería
glorioso? Alguien sería saciado antes de que termine esta reunión. Sería algo extraño si
todos estuviésemos desesperadamente hambrientos por Dios, y solamente uno o dos
fuesen llenados en un culto.

“Bienaventurados los que tienen hambre.”

La justicia es simplemente lo recto de Dios. Lo recto de Dios en tu espíritu, lo recto


de Dios en tu alma, lo recto de Dios en tu cuerpo, lo recto de Dios en tus asuntos, en tu
hogar, en tus negocios, en todas partes. Dios es un Dios completo. Su poder opera desde
todo lado. Los artistas pintan un halo alrededor de la cabeza de Jesús para mostrar que
hay una irradiación de gloria desde su persona. Podrían también ponerla alrededor de
sus pies o cualquier otra parte de su persona. es la gloria radiante del Dios que habita
dentro, irradiándose hacia fuera a través de la personalidad. No hay nada más
maravilloso que la habitación de Dios en la vida humana. La maravilla más suprema
que Dios realizó fue cuando tomó posesión de aquellos que están hambrientos.

“Bienaventurados los que tienen hambre.”

   Les garantizo que después de la crucifixión de Jesús había 120 personas


poderosamente hambrientas en Jerusalén.
No creo que si no hubiesen estado poderosamente hambrientos habrían sido
llenados tan gloriosamente. Fue debido a que tenían hambre que fueron llenos.

A veces estamos inclinados a pensar de Dios como algo mecánico; como si Dios
estableciese una fecha para que ocurra este evento o aquél otro. Pero mi opinión es que
una de las obras del Espíritu Santo es la de preparador. El viene y prepara el corazón de
los hombres de antemano poniendo un hambre extraño para ese evento que ha sido
prometido por Dios, hasta que ocurre.

Cuanto más estudio la historia y la profecía, tanto más estoy convencido de que
cuando Jesucristo nació en el mundo, nació en respuesta a un tremendo clamor del
corazón de parte del mundo. El mundo necesitaba a Dios desesperadamente. Ellos
querían tremendamente una manifestación de Dios, y Jesucristo vino como el Libertador
y el Salvador en respuesta al clamor de sus almas.

Daniel dice que él estaba convencido por el estudio de los libros de profecía,
especialmente el de Jeremías, que había llegado el tiempo en que ellos debían ser
libertados de su cautividad en Babilonia. Los setenta años se habían cumplido, pero no
había liberación.

Así que, diligentemente afirmó su rostro para orar para que eso ocurriera. (Daniel
9).

Aquí está lo que quiero que Uds. capten. Si eso iba a suceder mecánicamente en
cierta fecha, no habría habido ninguna necesidad de que Daniel tuviese ese hambre
intensa en su alma, tanto que ayunó y oró en cilicio y cenizas para que pudiese venir la
liberación.

No señor, los propósitos de Dios suceden cuando tu corazón y el mío tienen el


verdadero clamor de Dios y la verdadera oración de Dios viene a nuestro espíritu, y el
verdadero anhelo de Dios se apodera de nuestra naturaleza. Entonces algo va a suceder.

No hay diferencia en cuanto a lo que tu alma pueda estar anhelando o deseando, si eso
llega a ser el clamor supremo en tu vida, no la cuestión secundaria, o la tercera, o la
cuarta, o la quinta o la décima, sino la cosa
PRIMERA, el deseo supremo de tu alma; la cuestión máxima, todas las potencias y
energías de tu espíritu, de tu alma, de tu cuerpo se están extendiendo y clamando a Dios
por la respuesta, eso va a venir, va a venir, va a venir.

   Viví en una familia donde por treinta y dos años nunca estuvieron sin un inválido en
la casa. Antes de yo cumplir veinticuatro años, habíamos enterrado a cuatro hermanos y
cuatro hermanas, y otros cuatro miembros de la familia estaban muriendo, inválidos sin
esperanza y sin ayuda. Establecí mi propio hogar, me casé con una hermosa mujer.
Nació nuestro primer hijo. Había pasado sólo un corto período cuando vi que la misma
cadena diabólica de enfermedad que había seguido a la familia de mi padre, había
entrado a la mía. Mi esposa quedó inválida, mi hijo era un niño enfermizo. De todo eso
una cosa se desarrolló en mi naturaleza, un clamor por liberación. No conocía sobre el
tema de la sanidad más que un indio, aunque era un evangelista metodista. Pero mi
corazón estaba clamando por liberación; mi alma había llegado al lugar donde había
vomitado toda dependencia del hombre. Mi padre había gastado una fortuna con la
familia, sin ningún resultado, como si no hubiese obstrucción a la serie del infierno.
   Y déjame decirte, NO HAY OBSTRUCCION HUMANA porque la cosa está
establecida profundamente en la naturaleza del hombre; demasiado profundo como para
que cualquier remedio material llegue a ella. Se necesita al Dios Todopoderoso, y al
Espíritu Santo, y al Señor Jesucristo para descender a la profundidad de la naturaleza
del hombre, y encontrar la verdadera dificultad que está allí y destruirla.
   Hermano mío, quiero decirte, esta noche si tú eres un pecador y estás lejos de Dios, y
tu corazón están anhelando, y tu espíritu pidiendo, y tu alma clamando por la liberación
de Dios, El va a estar a mano para libertar. No tendrás que clamar mucho para ver que
las montañas son movidas, y el ángel de la liberación estará allí.
   Finalmente llegué a ese lugar donde mi supremo clamor era por liberación. Lágrimas
fueron derramadas por tres años antes de que la sanidad de Dios viniese a nosotros. Yo
podía oír los gemidos y clamores, los sollozos, y sentir la miseria del alma de nuestra
familia. Mi corazón, clamaba, mi alma sollozaba, mi espíritu lloraba lágrimas.
Necesitaba ayuda. No conocía lo suficiente para clamar directamente a Dios por ello.
¿No es algo extraño que los hombre no tengan sentido suficiente para tener fe en Dios
para todas sus necesidades; no conozcan lo suficiente para clamar directamente a Dios
por las dificultades físicas, así como por las espirituales? Pero yo no lo tenía.
   Pero, bendito sea Dios, una cosa maduró en mi corazón, un hambre verdadera. Y el
hambre del alma del hombre debe ser satisfecha, DEBE ser satisfecha. Es una ley de
Dios; esa ley de Dios está en la profundidad del Espíritu. Dios responderá al corazón
que clama; Dios responderá al alma que pide. Cristo Jesús viene a nosotros con certeza
divina y nos invita a que cuando estemos hambrientos, OREMOS, CREAMOS,
tomemos del Señor aquello que nuestra alma anhela, y nuestro corazón pide.
   Así que un día el Señor del cielo vino por nuestro camino, y en un ratito la nube de
tinieblas, esa medianoche del infierno, esa maldición de muerte fue levantada, y la luz
de Dios brilló en nuestra vida y en nuestra casa, exactamente igual a como existía en las
vidas de otros hombres y los hogares de otros hombres. Aprendimos la verdad de Jesús
y pudimos aplicar el divino poder de Dios. Fuimos sanados por el Señor.
“Bienaventurados los que tiene hambre.”
   Hermanos, comiencen a orar para tener hambre.
   En este punto, quiero contarles una historia. Yo estaba en un viaje en raquetas para la
nieve en Sault Sainte Marie, Michigan donde solían tener de 1,20 a 1,50 metros de
nieve. Anduve recorriendo cuarenta y cinco km en mis raquetas para la nieve. Estaba
cansado y fatigado. Llegué a casa y hallé que mi esposa se había ido de visita, así que
fui a la casa de mi hermana. Y ellos también habían salido. Entré en la casa y comencé
a buscar algo para comer. Casi moría de hambre. Y encontré una especie de gran torta
que parecía pan de maíz. Todavía estaba bastante caliente y tenía buen gusto, lo comí
todo. Pensé que era algo bastante raro, parecía tener grumos. Simplemente no entendía
la combinación, y yo no sabía nada de cocina. Para el tiempo en que la había terminado
entraron mi hermana y su esposo. Ella dijo: “Debes estar terriblemente cansado y
hambriento.”
   Le dije: “Lo estaba, pero encontré una torta de cereal y me la comí toda.”
   Ella dijo: “John, no habrás comido eso, ¿no?”
   Dije: “¿Qué era, Irene?”
   “Eso era una especie de pan para las vacas, molemos todo, hasta las mazorcas.”
   ¿Ven?, depende del carácter y grado de tu hambre. Las cosas pueden tener buen sabor
para un hombre hambriento.
   Si quieres conferir una bendición peculiar a los hombres, no estaría en darles un
pastel, sino en hacerlos hambrientos, y entonces todo lo que les venga a la mano va a
tener un sabor eternamente bueno.
   Me gusta contar esta historia porque es la historia de un hombre hambriento. Poco
después fui a Sudáfrica y Dios había comenzado a obrar maravillosamente en la ciudad
de Johannesburgo, a un carnicero que vivía en los suburbios sus médicos le
diagnosticaron que, debido a que había desarrollado un estado tuberculoso no podría
vivir más de nueve meses. El quería hacer provisión para que su familia estuviese a
cubierto después que él partiese. Así que compró un campo y se puso a trabajarlo para
que cuando él muriese su familia tuviese un medio de existencia.
   Un día recibió una carta de sus amigos en Johannesburgo contándole de la llegada de
lo que ellos llamaban “los hermanos americanos”, y de las cosas maravillosas que
estaban ocurriendo. De cómo fulano de tal, un terrible borracho, se había convertido; de
su sobrina que había estado inválida en una silla de ruedas por cinco años, había sido
sanada por Dios; cómo uno de sus otros parientes había sido bautizado en el Espíritu
Santo y estaba hablando en lenguas; otros amigos y vecinos habían sido bautizados y
sanados, del poderoso cambio que había venido a la comunidad, y todas las maravillas
que una vigorosa obra de Dios produce.
   Dan Von Vuuren tomó la carta, se arrastró bajo un endrino africano. Extendió la
carta delante de Dios, y comenzó a discutirla con el Señor. Dijo: “ Dios en el cielo, si
Tú pudiste venir al Sr. fulano de tal, un borracho, y liberarlo de su pecado y salvar su
alma y poner el gozo de Dios en él; si pudiste venir a esta sobrina mía, salvar su alma y
sanar su cuerpo y enviarla para ser una bendición en vez de un peso y una carga para sus
amigos; si Tú pudiste venir a fulano y mengano, y fueron bautizados en el Espíritu
Santo y hablan en lenguas; Señor, si Tú puedes hacer estas cosas en Johannesburgo,
puedes hacer algo por mi también.” Y se arrodilló, puso su rostro sobre el suelo, y
clamó a Dios para que Dios hiciese algo por él. Y no se olviden, amigos, tengo la
convicción de que esa mañana Dan Von Vuuren estaba tan estimulado por la lectura de
esa carta que su deseo de ser sanado se hizo más grande que cualquier otra cosa en su
realidad. Su corazón se extendió hacia Dios, y bendito sea Dios, esa mañana su oración
atravesó el cielo y Dios descendió a su vida. En diez minutos tomó todo el aire que
quería; el dolor desapareció, la tuberculosis había desaparecido, era un hombre sano.
   Pero eso no fue todo. No sólo recibió una gran sanidad física, sino que Dios
literalmente había entrado y tomado posesión de la vida del hombre hasta que él ya no
se entendía más a sí mismo. Al contármelo dijo: “Hermano, en mi espíritu nació una
nueva oración del cielo. Había orado por la salvación de mi esposa durante dieciocho
años, pero nunca pude orar hasta tener la respuesta. Sin embargo, esa mañana oré hasta
atravesar. Todo estaba hecho cuando llegué a la casa. Ella se paró y me miró durante
dos minutos, hasta que amaneció en su alma que había sido gloriosamente sanado por
Dios. Nunca hizo una pregunta en cuanto a cómo ocurrió, sino que cayó sobre sus
rodillas, arrojó sus manos hacia el cielo, y dijo: ‘Ora por mí, Dan, por amor de Dios ora
por mí. Debo encontrar a Dios hoy,’ y Dios vino a esa alma.”
   El tenía once hijos, espléndidos jóvenes. La madre y él comenzaron a orar, y en una
semana toda la familia, los trece, habían sido bautizados en el Espíritu Santo. El fue al
campo de su hermano, le contó la maravilla de lo que Dios había hecho, oró hasta tener
la respuesta y en poco tiempo diecinueve familias fueron bautizadas en el Espíritu
Santo.
   Dios llenó de tal manera su vida con Su gloria que una mañana Dios le dijo: “Ve a
Pretoria. Te voy a enviar a los diferentes miembros del Parlamento.” Le fue permitido
entrar en el despacho del Premier Louis Botha. Botha me lo contó más tarde. Dijo:
“Lake, yo había conocido a Von Vuuren desde el tiempo en el era un muchacho. Lo
había conocido como alguien atolondrado, y juguetón. Pero ese hombre entró a mi
oficina y se paró a tres metros de mi escritorio, alcé la vista, y antes de que él
comenzase a hablar, comencé a temblar y a sacudirme sobre mi silla. Me arrodillé, tuve
que poner mi cabeza debajo del escritorio. Parecía Dios. Hablaba como Dios. Tenía la
majestad de Dios.
   Era sobrehumanamente maravilloso.” Luego fue a la oficina del Secretario de Estado,
luego a la del Secretario del Tesoro. Casi la misma cosa ocurrió en cada caso. Durante
dieciocho días Dios lo mantuvo yendo de éste a aquél; abogados, jueces y oficiales de la
tierra, hasta que cada alto oficial supo que había un Dios, y un Cristo y un Salvador, y
un Bautismo del Espíritu Santo, porque Dan Von Vuuren realmente había tenido
hambre de Dios.
“Bienaventurados los que tienen hambre.”
   Esta noche estaba sentado aquí antes de que la reunión comenzase leyendo un viejo
sermón que prediqué en un club de hombres en Spokane, Washington ocho años atrás,
titulado “El Llamado del Alma.” En él observé que contaba la historia del grupo
original que vino a la Escuela Parham en 1909, y a quienes en respuesta al clamor de
sus almas Dios vino y los bautizó en el Espíritu Santo. El resultado son todas las
Iglesias de la Fe Apostólica, Misiones, Asambleas de Dios, y otros movimientos.
   Conocía a la esposa del Hermano Parham y a su cuñada, Lillian Thistleweight. Ella
fue la mujer que trajo a mi corazón la luz de Dios sobre la verdadera santificación. No
eran su predicación o sus palabras. Una noche estaba en el hogar de Fred Bosworth
antes de que Fred pensaran en predicar el Evangelio. Escuché a esa mujer hablando del
Señor Dios, de Su amor y gracia santificadora, y qué era la verdadera santidad. No eran
sus argumentos o lógica, era ella misma, era la santidad divina que venía de su alma.
Era el Espíritu viviente de Dios que salía de la vida de la mujer. Yo estaba sentado al
fondo de la habitación, tan lejos como podía estar. Estaba satisfecho conmigo mismo,
me estaba yendo bien en el mundo, próspero con todo lo que acompaña a una vida
exitosa. Pero esa noche mi corazón tuvo tanto hambre que caí sobre mis rodillas, y los
que estaban presentes les contarán aún que ellos nunca habían oído a alguien orar como
yo oré. Bosworth dijo mucho después: “Lake, hay una instancia en tu vida que siempre
recordaré. Fue la noche que oraste en mi casa hasta que nuestras almas se derritieron,
hasta que Dios vino y santificó nuestros corazones.” Todos los demonios en el infierno
y fuera del infierno no podrían hacerme creer que no hay una verdadera experiencia
santificada en Jesucristo; cuando Dios entra y hace tu corazón puro y saca el yo (ego) de
tu naturaleza, y te da el triunfo divino sobre el pecado y el yo, ¡bendito sea el Nombre
del Señor!
“Bienaventurado los que tienen hambre.”
   Amados, oren para tener hambre.
   Volviendo a Dan Von Vuuren. Por varios años antes de que yo dejara Africa, él
anduvo por la tierra como un fuego ardiente. Dondequiera que él iba los pecadores eran
salvados, los enfermos eran sanados, los hombres y mujeres eran bautizados en el
Espíritu Santo, hasta que encendió en fuego los distritos remotos con el poder de Dios y
todavía continúa.
   Aquí hay un punto que quiero traerles. Mientras hablaba con Lillian Thistleweight,
observé que la cosa suprema en el alma de esa mujer era la realidad de la santidad. Ella
dijo: “Hermano, eso es por lo que oramos, eso es lo que el Bautismo nos trajo.”
   Más tarde, el Hermano Parham estaba predicando en Texas. Un hombre de color,
llamado Seymour, vino a su reunión. En un hotel en Chicago, él nos relató su
experiencia al Hermano Tom y a mí. Quiero que veas el hambre en el alma de ese
hombre de color. Dijo que era mozo en un restaurante, y predicaba en una iglesia de
gente de color. Conocía a Dios como el Salvador, como el santificador. Conocía el
poder de Dios para sanar. Pero a medida que escuchaba a Parham, quedó convencido de
una cosa más grande, el Bautismo del Espíritu Santo. Fue a Los Angeles sin recibirlo,
pero dijo que estaba determinado a predicar a la gente todo lo que él conocía de Dios.
Dijo: “Hermano, antes de encontrarme con Parham, había tal hambre por tener más de
Dios en mi corazón que oré cinco horas por día por dos años y medio. Fui a Los
Angeles, y cuando llegué allí el hambre no era menos, sino más. Oré: “Dios, ¿qué
puedo hacer? Y el Espíritu dijo: Ora más. Pero Señor, estoy orando cinco horas por día
ahora. Aumenté mis horas de oración a siete, y oré por un año y medio más. Oré para
que Dios me diese lo que predicaba Parham, el verdadero Espíritu Santo y fuego con
lenguas y amor, y poder de Dios como tenían los apóstoles.” Hay mejores cosas a tener
en la vida espiritual, pero deben ser buscadas con fe y oración. Quiero decirte que el
Dios Todopoderoso había puesto tal hambre en el corazón de aquel Negro que cuando el
fuego de Dios vino, lo glorificó. No creo que ningún otro hombre en tiempos modernos
haya tenido un diluvio de Dios más maravilloso en su vida que el que Dios le dio a ese
querido hombre. El Hermano Seymour predicó a mi congregación, a diez mil personas,
cuando la gloria y el poder de Dios estaban sobre su espíritu, y los hombres se sacudían
y temblaban y clamaban a Dios. Dios estaba en él.
“Bienaventurados los que tienen hambre... porque ellos serán saciados.”
   Yo me pregunto, ¿de qué estamos teniendo hambre? ¿Tenemos un verdadero hambre
divino, algo que nuestra alma está pidiendo? Si lo tienes, Dios responderá, Dios
responderá. Por toda ley del Espíritu que los hombres conocen, la respuesta va a venir.
¡Vendrá! Bendito sea Dios, vendrá. Vendrá en más formas que las que tú jamás
soñaste. Dios no está confinado a manifestarse en lenguas e interpretación solamente.
Su vida en el hombre es completa.
   Cuando era un muchachito, acompañé a mi padre en una visita a la ofician de John A.
McCall, el gran hombre de seguros. Fuimos llevados a la oficina de McCall en su
ascensor privado. Era la primera vez que estaba en un gran edificio de oficinas, y era
llevado en un ascensor, y recuerdo cómo contuve mi aliento hasta que la cosa paró.
Luego entramos en su ofician, la oficina más hermosa que hubiese visto alguna vez. Las
alfombras eran tan espesas que temía que atravesaría el piso cuando pisase sobre ellas.
Su escritorio era una maravilla, caoba pura, y encima de su escritorio, grabado en nácar,
estaba su nombre, escrito en cursiva. Era tan magnificente que en mi alma infantil dije:
“Voy a tener una oficina exactamente como ésta y un escritorio como ese con mi
nombre sobre él cuando sea un hombre.”
   No sabía cuánto deseo había en mi naturaleza, y a veces parecía que se desvanecía,
hasta que llegué a mis treinta años. Fui invitado a venir a Chicago para unirme a una
asociación de hombres que estaban estableciendo una asociación de seguros de vida.
Dijeron: “Lake, queremos que dirija esta asociación.” Regateamos sobre el tema por tres
semanas hasta que ellos vinieron a mis términos, y finalmente el presidente dijo: “Entre
en esta oficina que queremos mostrarle algo. Tenemos una sorpresa para Ud.” Y entré
en una oficina que era exactamente el duplicado de la oficina de John A. McCall, y allí
en el centro había un escritorio de caoba pura, y en vez del nombre de John A. McCall,
estaba John G. Lake, en nácar. Nunca había hablado de ese deseo del alma a ninguna
persona en el mundo.
   Amigos, hay un algo en el llamado del alma que es creativo. Hace que sucedan las
cosas. ¿No saben que cuando el deseo supremo de su corazón sale hacia Dios, que toda
la energía espiritual de su naturaleza y los poderes de Dios que vienen a Uds. comienzan
a concentrarse y trabajan sobre esa cierta área y forma, y que por el ejercicio
inconsciente y creativo de la fe viene a la existencia aquello que su alma llama? Esa es
la acción creativa de la fe, Uds. y Dios juntos obrando y evidenciando el poder del
deseo creativo.
Recibiréis el deseo de vuestro corazón si venís ante Mí en oración y súplica, porque
Yo soy un Dios que respondo a mis hijos. Id adelante en la batalla porque Yo estaré
con vosotros y cumpliré el deseo de vuestro corazón. Sí, orad para que podáis tener
hambre.
Llamad y Yo responderé, porque Yo soy un Dios que oye. Responderé vuestro
llamado. Venid ante Mí; humillaos ante Mis pies, y Yo responderé vuestro llamado.
Sed diligentes delante de Mí, y orad, sí, estad en oración y súplica, porque estáis
viviendo en los últimos días, y Mi Espíritu no contenderá siempre con los hombres.
Pero vosotros que os humilláis ante Mí conoceréis que Yo seré vuestro Dios, os
fortaleceré a diestra y a siniestra, y entenderéis y sabréis que Yo soy vuestro Dios
viviente.

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