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Campione - La Escritura de Su Historia PDF

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UNIVERSITAT POMPEU FABRA


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Daniel Campione

Argentina
La escritura de su historia

(Ensayo)

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EDICIONES DEL INSTITUTO MOVILlZADOR DE FONDOS
COOPERATIVOS
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© CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION


EDICIONES DEL INSTITUTO MOVllIZADOR
DE FONDOS COOPERATIVOS C. L.

\bipú 7:� (ClO84ABA) tel. (54-11) 4:320-()060 Buenos Aires Argentina


\\ ,vw. uuíc.com.ar

Dirr-r-t.or dI'! C.CC.: Florcal Goriru

Conse-jo Editorial Mario José Grabivker (coordinador)


Daniel Campione / Ana María Ramb / José Luis Bournasell

Disc-úo: SP1').(jo BprculH:heUi


Arruad»: Clara Batista

(�llrrl'l TI, ,JI Carlos Agosti

1"'lwlIlas p
uupresión Grupo Editor Alt.amira

f,) 1)1'[ Autor

Todos los d"rp('l!os reservados.

reproducida gráficamente hast.a 1000 palabras, citando


f:sta 1'1Ihlll'aqoll PIIP<!P ser

la fllf·lIt�· No I'llpd(' ser r .. producida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o

trallSlllltida por. UIl sistr-ma dp recuppración de información, en ninguna


f"fllla ni por iungun ruerlio. sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético,
I'h',.r rooptu:o. por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo por escrito

d., la --dit oria] autor. autores, dl"rechohabientes, según el caso.


y/o

Hl'dHl pi dep6sito Ley 11. 72:3

[S B. N 9GO-860-120-5
Argentina La escritura de su historia· 3

A modo de presentación

El origen de comentarios, y su propósito inicial, es


estos
el de brindar una orientación
a quienes se acerquen al estu­

dio de la historia argentina con un ánimo que incluya el pro­


pósito de hacerse de una mirada crítica, de construir herra­
mientas para 'decodificar' lo que intuyen como el 'discurso
del poder' acerca de la historia. Estos apuntes han sido ins­
pirados por el reit.erado dictado de cursos de historia argen­
tina a audit.orios heterogéneos, con mayoría de personas no
poseedoras de una formación sistemática en la rnateria. Allí
aparece, una y otra vez, la inquietud acerca de qué leer so­
bre nuestra hist.oria, y la búsqueda de criterios básicos para
comprender lo leído. La dificultad de sat.isfacer ese interro­
gante con una contest.ación breve, nos fue llevando a la es­
critura de este panorama acerca de la hist.oriografía argen­
tina, que pret.ende ser 'apto para principiantes', pero ha su­
mado la intención de resultar útil para la discusión, siquiera
inicial, entre aquellos ya familiarizados con la historiografía
de nuestro país.
A esos objetivos se debe el atrevimiento de tratar de dar
noticia, en rm espacio exiguo, de una historiografía que, co­
mo la de nuestro país, aun sin contar el
tiernpo de sus prime­
ros precursores, lleva ya bastante más de cien años de tra­
yect.oria; y de relacionar, siquiera brevemente, a corrientes y
autores con el momento histórico en que actuaron.
Si bien la escritura de la historia no puede ser explicada
sólo en función de pertenencias de clase de quienes la escri­
ben, menos aun puede ser dilucidada en sus motivaciones,
4 Daniel Campione
-

sus elecciones temáticas y metodológicas, en sus énfasis y


sus silencios, sin referencialas luchas sociales, a la disputa
a

del poder político y cultural, a la creación y destrucción de


'visiones del mundo' que configuran puntos de vista de gru­
pos sociales diferentes, muchas veces con intereses antagó­
nic.os entre sí.'
Es indudable que hay una historia que es
básicamente,
'discurso del poder', en el sentido de que tiene una opción
hecha por la conservación de las relaciones sociales existen­
tl�S, y tiende a justificarlas. Toda clase social dominante, y
modernamente todo Estado-nación, tiende a generar un dis­
curso histórico que le sirva de legitimación, de fundamento

para la continuidad de su domínío. La construcción de este


discurso dista de trabajo meramente propagandístico,
ser un

IlO excluye, al contrario, la investigación


sistemática, ni los
debates, incluso duros, al interior del mismo. No es fruto de
ninguna 'conspiración' sino el resultado de la labor colectiva
.Y extendida en el tiempo, de los intelectuales 'orgánicos' de
UJI sistema social, que construyen trabajosamente una visión

del pasado no sólo útil al orden social existente, sino 'legíti­


ma' en términos de saber historiográfico.
De modo simétrico, el alineamiento con las clases subal­
ternas en el conflicto social del presente, lleva a los historia­
dores que tienden a identificarse con esas clases, a buscar
la estela de las luchas sociales, de los discursos alternativos,
a examinar la formación de la subjetividad y la identidad de

e-sas clases. Y al misrno tiempo, acriticar y desmitificar los


actos .Y el pensamiento de las clases dominantes y del esta­
do, a largo del proceso histórico en análisis. La toma de
lo
partido juega a favor y no en contra del saber histórico, cuan­
do se la entiende corno el trabajo hecho desde la relación ac­
tiva con un proyecto social para el presente y el futuro, y no
en un sentido groseramente instrumental o propagandístico.

Cabe aquí una cita al respecto de Adolfo Gilly:


"La parcialidad significa mentira: significa tornar par­
no

tido o, también, apasionarse. Si las relaciones sociales


Argentina la escritura de su historia -

son relaciones de fuerza y si la historia es historia de la


lucha entre las clases y los grupos sociales, tomar parti­
do no exige faltar a la objetividad. La parcialidad más in­
teresada por alguno de los intereses en lucha, requiere al
contrario buscar la veracidad de los hechos y rechazar la
falsedad con la misma severidad con que el investigador
de la naturaleza toma en cuenta tanto los resultados ex­
perimentales que confirman sus hipótesis como aquellos
que las desmienten.":
Desde esaperspectiva, búsqueda intelectual (y dentro
de ella lainvestigación histórica) y militancia, no pueden de­
jar de estar unidas, o dicho en términos más amplios, la indi­
soluble unidad entre saber histórico y práctica social hace
que se vivifiquen mutuamente, si el equilibrio entre ambos
está bien mantenido. Coincidimos con Jean Chesneaux
cuando afirma:
"La historia es una relación activa con el pasado. El
pasado está presente en todas las esferas de la vida so­

cial. El trabajo profesional de los historiadores


especia­
lizados forma parte de esta relación colectiva y contra­
dictoria de nuestra sociedad con su pasado pero no es
más que un aspecto particular, no siempre el más im­
portante y jamás independiente del contexto social y de
la ideología dominante. ,,:;

Ese vínculo 'activo' sólo puede establecerse sobre una


doble constatación: que en toda sociedad de clases, la histo­
ria forma parte, en distintas formas, de los medios utilizados
para que la clase dominante mantenga y reproduzca su po­
der (por más que no sea esa la única lógica la dis­
operante, y
ciplina histórica construya ciertas reglas y criterios que debe
mantener para asegurar su legitimidad al interior de la disci­
plina y hacia fuera), y que frente a ello, la construcción de
una historia crítica, identificada con el derrotero de las cla­

ses subalternas, y en lo posible


ligada efectivamente con
ellas, es un medio indispensable para trabajar en pos de
transformaciones sociales profundas.
/'

6 Daniel Campione
-

El historiador que percibe como un individuo aislado,


se

que supone que su preparación profesional y talento están


por encinta de cualquier condicionamiento social, termina
atrapado, de rnoclo irremisible, por esos límites que se niega
a reconocer, sirviendo, aun contra su voluntad, a la
'concep­
ción del mundo' imperante en el ámbito que lo rodea:
"
el historiador, cuando más consciente es de su propia
...

situación, más capaz es de trascenderla y mejor armado


está para aquilatar la naturaleza especial de las diferen­
cias entre su sociedad y concepciones y las de otros pe­
ríodos y países, que el historiador empeñado en procla­
mar que él individuo y no rm fenómeno social. La
es un

capacidad del hombre de elevarse por sobre su situación


social e histórica parece condicionada por su capacidad
de aquilatar hasta
qué punto está vinculado a ella."!
De todos modos, la discusión con las concepciones histó­
ricas dominantes no puede descansar en una 'literatura de
denuncia', que las ataque desde un punto de vista moraliza­
dor, acusándolas de falsedad y manipulación. Confundir la
denuncia de lo existente con la construcción de alternativas,
es un error funesto en cualquier campo, y en particular en el

del saber histórico. Lo fundamental, por tanto, es la produc­


ción alternativa de conocimiento, la iluminación de los as­
pedos de la realidad que el pensamiento hegemónico pos­
terga o distorsiona. Y sobre todo el desarrollo de un enfoque
comprensivo sobre el proceso histórico que permita un en­
tendimiento de la totalidad, que apunte no sólo a explicar si­
no a transformar (sin pensar este vínculo con la acción trans­

formadora como inmediato y lineal), problematizar, con una


mirada y una concepción metodológica diferente, los aspec­
tos que son tratados por los historiadores de algún modo
aliados con el Estado y el poder social.
El rigor y el talento del historiador tiene 'relativa autono­
mía' respecto de su orientación ideológica. Y si muchas ve­
ces un enfoque social y políticamente conservador del cono­

cimiento histórico malogra capacidades, a contrario sertsu.


Argentina La escritura de su historia -

posturas revolucionarias o profesiones de fe en teorías radi­


cales no redimen
a historiadores sin formación y sin dedica­

ción suficiente para ser tales. El compromiso político no su­


ple la falta de conocimiento sistemático o la carencia de vo­
cación por la investigación. Por eso, hay buenos y malos his­
toriadores en diversos campos político-ideológicos. Nos
compete la posesión de buenos historiadores en el campo
propio, 'obligatoria'
y es la lectura y la reflexión sobre los au­
tores serios y talentosos de otras tendencias, aún de las dia­
metralmente opuestas, para poder incorporar críticamente
lo mejor de sus enfoques.
Nuestro país tiene la característica de haber sido escena­
rio de prolongados debates históricos, relacionados directa­
mente a luchas sociales y políticas. Ya en la década de
19:30,
los historiadores que pretendían circunscribir su tarea a la
búsqueda del dato preciso y su presentación objetiva, afec­
tando a partir de allí que se desligaban de todo prejuicio par­
tidista," se vieronconmovidos, en ese lugar que se asignaban,
por una crítica, el revisionismo, que asumía su partidismo de
modo explícito. Desde ese momento se sucedieron décadas
enteras de debates sobre la trayectoria del país y el modo de
ver la
historia, tan intensos como extendidos mas allá de los
círculos de especialistas.
En cambio, en estos últimos años, se ha tratado de des­
vincular la historia de los proyectos sociales transformadores,
de 'pacificar' el escenario histórico, suprimir la veta polémica
antes existente, en una operación que tiene bastante de pro­
yección hacia el pasado de la pérdida de espesor de la políti­
ca en el presente. Es un
proceso que ha ocurrido a nivel mun­
dial, pero se ha proyectado muy especialmente sobre nuestro
país. N os alineamos aquí con los activamente disconformes
con ese estado de cosas, con los que se alzan contra la 'aca­
dernización' excesiva del conocimiento histórico, y su separa­
ción de las luchas sociales y los debates políticos.
Hasta hace poco, el conocimiento y la interpretación de
la historia ha sido en Argentina arena de lucha político-
8 -

Daniel Campione

ideológica, lucha que alcanzó una intensidad y apasiona­


miento poco comunes. La batalla entre liberales y revisio­
nistas ocupó décadas de lo que podríamos denominar la
disputa por la 'conciencia histórica de las masas'. La actua­
lidad política, el rurnbo económico futuro, la 'ident.idad na­
cional' se discut.ían, muchas veces a brazo partido, en base
al debate sobre el pasado. Las corrientes políticas de la ac­
tualidad buscaban acercar legitimidad identificándose con
los bandos en lucha en el pasado, convirtiendo el discurso
histórico en inrnediatamente político.
Hoy esa batalla se ha acallado, en base a la bancarrota
en el campo científico y la creciente irrelevancia en el cam­
po político de la antigua historia oficial (la de Levene y la
Academia); y la paralela declinación del revisionismo, ligado
a opciones políticas que han fenecido o han cambiado radi­
calmente de signo, y a la crítica parasitaria a un enemigo 'li­
beral' que se les terminó diluyendo, en medio de una pobre­
za teórica y metodológica nunca superada.

Producida esa doble y paralela declinación, se ha erigido


una nueva corriente hegemónica, que erige en 'bandera' la

superación de esa tendencia confrontativa y politizada de


los saberes históricos.
dominantes, la elite de poder, han cambiado, y
Las clases
ya no se escribe una historia a gusto de miembros de viejas
familias patricias, jefes militares y jerarcas de la Iglesia, co­
rno era gran parte de la que se hacía en el campo dominado
por la Academia Nacional de la Hist.oria. Clases dominantes
atravesadas por un proceso de reest.ructuración, concentra­
ción y t.rasnacionalización muy potente, jugadas a proseguir
ese trayecto bajo un régimen constitucional, luego de com­
probar los peligros que para ellos mismos escondían las dic­
taduras militares, hicieron el aprendizaje de cierta 'toleran­
cia' y pluralismo e con límites hacia la izquierda, aunque me­
nos explícitos, menos rígidos que en el pasado) en las cien­

cias sociales, incluyendo la historia, corno parte de una 'con­


versión' que les permitía proseguir en el rol de dirección
Argentina la escritura de su historia -

(junto con el predominio económico, que no aparecía en


riesgo), también en la 'nueva Argentina democrática'. Hoy se
escriben obras de autores 'progresistas' bajo el auspicio de
fundaciones y universidades privadas de clara vinculación
con la gran empresa. El gran capital, y el
aparato estatal que
le depende con creciente inmediatez, han aprendido que su
dominio pleno puede ser compatible con un rango de ideas
más amplio que el que aceptaban y propiciaban originalmen­
te, siempre y cuando esa ampliación de espectro vaya acom­
pañada por la inexistencia de una vocación por relacionar
construcción de conocimiento con acción social y política ra­
dicalizada. Será esafalta de vocación cuestionadora lo que
buscarán en quienes escriben la historia, y no ya la apología
de virtudes y realizaciones corno detentadores del poder.
sus

Libertad intelectual (y cierto grado de protección y finan­


ciamiento) al precio de renuncia a cualquier perspectiva de
transformación estructural de la sociedad; en esos términos
puede ser descripta la transacción ofrecida a quienes se dedi­
quen a bucear nuestra realidad social. Yen ese 'nuevo trato'
se han inscripto el grueso de los profesionales de la historia.
Este podría formular aSÍ: ¿Qué problema hay en que
se

se proclamen de izquierda, incluso marxistas, aquellos inte­

lectuales cuyo primer desacuerdo (sino teórico por lo menos


práctico) con Marx es acerca de la misión transformadora
delineada en la tesis XI; y aceptan, por tanto, en sus líneas
fundamentales, la perduración del orden establecido?
Buena parte de la intelectualidad argentina regresó del
exilio (o de la marginación interna), con el firme propósito de
no volver a correr riesgos, de no tomar a desafiar a un poder
que se les había revelado durante la última dictadura, en car­

ne propia cercana, mucho más destructor y despiadado de


o

lo que imaginaban. Marcados en profundidad por la derrota,


decidieron que alentar desde sus saberes específicos la posi­
bilidad de construcción más o menos plácida de una demo­
cracia, a la que ya no se atrevían a adjetivar, era toda la mili­
tancia a la que estaban dispuestos. La subordinación, cada
10 Daniel Campione
-

vez más evidente, de esa democracia a un poder económico


más expandido y centralizado que nunca, no era para ellos un
dato fundamental. Cuando la ilusión democrática inicial se
fue empobreciendo, la actitud fue extremar el refugio en lo
académico, construir W1a 'hiperprofesionalización' que los
mantuviera al margen de las contingencias políticas y socia­
les. Con respecto a su relación con el poder en general
y con
el Estado en particular, ya no se inscribía en sus
propósitos
ningún enfrentamiento serio con los IuisIT10S, sino el tranqui­
lo aprovechamiento de los auspicios y
protecciones que éstos
pudieran brindar, sin cuestionarse demasíado sobre las razo­
nes que hacen viable esos ofrecimientos. Esta disposición 're­
novada' para el
trabajo intelectual, no dejaba de te­
encarar

ner su al
basamento, apoyarse en una lectura de la época que
se vivía, signada por una tendencia a la
fragmentación de los
saberes, y en la aparición con fuerza de W1a serie de cuestio­
nes que las grandes escuelas históricas a las que se venía si­
guiendo hasta ese momento (Arenales y el marxismo, las fun­
dament.ales), habían ignorado o desarrollado escasamente."
La idea de 'progreso' que había alentado a los
mejores histo­
riadores del siglo XX, dentro y fuera del marxismo, aparecía
en bancarrota, y tendían a desarrollarse W1a serie de 'retor­

nos' de temas y modos de tratamiento a las que se había pres­


tado menos atención, por décadas, como la historia política,
la biografía, la historia-relato. Los 'historiadores sociales' ar­
gent.inos tomaron con entusiasmo esa corriente que buscaba
la renovación volviendo, cierta
forma, al pasado.'
en

Un mundo académico ahora 'bien estructurado', con uni­


versidades con autonomía y gobierno tripartito, cátedras con­
cursadas, carreras de investigador en desarrollo, relaciones
est.ables con instituciones del exterior" ha dado lugar a una
historiografía cada vez más 'academicista', en el sentido de
desligar los problemas que se plantea de cualquier práctica
social, 'pacifista' en el sentido de eludir toda confrontación,
t.odo debate arduo, para funcionar en el modo de una corpo­
ración que acomete una obra de conjunto, y que excluye, con
Argentina la escritura de su historia· 11

motivos válidos o pretextos especiosos, a los que


cumplen no

sus reglas. Ya no se conciben a sí mismos como intelectuales


incluidos en el movimiento social, sino como 'comunidad de
historiadores', cuya tarea colectiva su agota en el desarrollo
de la disciplina, entendido esto último en una acepción res­
tringida, 'profesionalista'.
El fervor militante del pasado (el de hace apenas un par
de décadas), es desechado casi como un 'obstáculo episte­
mológico'. Las propuestas de investigación pretenden una
fría racionalidad, que se aleja de los ternas conflictivos para
detenerse con fruición en otros menos relevantes o más le­
janos en el tiempo, a los que se prefiere cuando más 'acota­
dos', más de detalle resulten. Se publican centenares de ar­
tículos, notas y comunicaciones, en decenas de revistas aca­
démicas, cuyo público, a duras penas, se extiende a la por­
ción de historiadores interesados en un recorte temático o

temporal similar. Cuando se propone la llegada a un ámbito


más amplio, se piensa en términos de mejorar la información
histórica de un público con aspiraciones ilustradas, y no en
construir conciencia histórica que apunte a cimentar al­
una

gún proyecto social definido. Casi nada se encuentra en esa


producción que pueda 'hacer época', sacar a la luz pasados
olvidados realmente importantes, poner de relieve los peo­
res procedimientos de quienes detentaron el poder, traer al

presente los esfuerzos de quienes lucharon contra ellos. Con


todos los límites que se les pueda señalar desde un punto de
vista académico, resultan preferibles Los 'vengadores de la
Patagonia Trágica, La Forestal u Operación masacre,
antes que por la gran mayoría de los ejercicios 'neutrales'

que hoy se hacen.


La apretada síntesis acerca de cómo se escribió la histo­
ria en Argentina contenida en el presente trabajo, tiene el
objetivo de proporcionar, a quienes se inician en el conocí­
miento y la reflexión sobre la historia, una suerte de guía pa­
ra el entendimiento de las distintas corrientes históricas y de
las obras a las que dieron lugar, su ubicación en su época
12 Daniel Campione
-

respectiva y en las discusiones y alineamientos que se pro­


dujeron en diferentes momentos. También procura refle­
xionar sobre las perspectivas para el futuro
cercano, en ba­
se al balance de la actualidad de la
historiografía argentina,
enfocado sin ninguna pretensión de
neutralidad, sino bajo
la luz de una toma de partido: a favor de una historia
que
recupere el vínculo conla militancia por la transformación
social, y asuma cabalmente la herencia de la tradición mar­
xista (y la centralidad de la perspectiva de la lucha de
cla­
ses) y de otras perspectivas revolucionarias que han tenido
un lugar, mayor o
menor, en la historiografía argentina. Pe­
ro sobretodo, que aporte a la posibilidad de generar una
historia verdaderamente 'nueva', vinculada a la convicción
sobre la necesidad de transformación radical del cuadro de
desigualdad e
injusticia generalizadas que domina hoy en
la sociedad argentina.

Para la elaboración de esta síntesis hemos tratado de re­


correr lo fundamental de la
bibliografía sobre historiografía
argentina, tanto las obras clásicas como las de años más re­
cientes, y procuramos recoger las distintas escuelas y ver­
tientes de pensamiento, sin soslayar la consulta directa con
los trabajos históricos que jalonaron con más fuerza cada
«tapa y corriente. También hemos consultado las publicacio­
Ij(�S periódicas sobre temática histórica o afín de nuestro
país
en los últimos años, para trat.ar de los de
reflejar puntos vis­
ta y debates actuales en materia
historiográfica.
En cuanto al ordenamiento del trabajo, en lo que res­
poeta a los períodos formativos de la historiografía nacional,
hemos tornado como punto de inicio la configuración de una
historia de carácter 'oficial' tratando de establecer paralelos
con la configuración del Estado-nación y de la clase domi­

nante que le da sustento. En el conjunto del trabajo hemos

--_._�-� ...
Argentina la escritura de su historia -
13

procurado dar rnás espacio a la de años recientes, en dirección


a orientar al lector en las búsquedas y discusiones que aun tie­

nen vigencia o al menos ejercen influencia sobre la historia ar­

gentina actual. Esto incluye un tratamiento más pormenoriza­


do de la historiografía marxista y de izquierda en general, tan­
to la inserta en el campo académico como la ajena a éste.

Hemos incorporado como Anexo una bibliografía comen­


tada dividida en dos partes, la prirnera con obras de estudio
de historiografía y teoría histórica generales, y la segunda
con trabajos sobre distintos aspectos del desarrollo historio­

gráfico de Argentina. En ambos casos hemos privilegiado los


trabajos de años recientes, pero sin dejar de incluir algunas
obras que han adquirido un carácter clásico. El propósito de
esta sección no se apart.a de la finalidad didáctica, de brindar
al lector una orientación para la ampliación y profundización
de sus lecturas en materia historiográfica.

NOTAS

I
Escribe al respecto A. Gilly: "El grupo o la clase social cuyo interés coinci­
de con la critica radical (subrayado en el original) de los poderes estable­

cidos podrá aproximarse más, en su interpretación de la historia, a los cri­


terios del conocimiento científico. Aquel cuyo interés sea la conservación de
esos poderes y del orden que de ellos desprende se orientará en cambio
se

a hacer de la historia una ideología justificadora del estado de cosas presen­

te y a convertirla, en consecuencia, en un discurso del poder. (subrayado


en el original). A Gilly, "La historia como crítica o como discurso del poder"

en AAW, Historia ¿para que", Siglo XXI, l Sva. Edición, 2000, p. 200.

GiJIy, "La historia como crítica o como discurso del poder" AA.W,
"
A. en

Historia ¿pa,ra que", Siglo XXI, 18va. Edición, 2000, p. 201.

'Jean Chesneaux, ¿Hacenws tabla rasa del pasado? A propósito de la his­


toria y de los historiadores. Siglo XXI, México, 2000, p. 23.
1
Edward H. Carr, ¿Qué es la historiar, México, Planeta, 1985, p. 58.

Los rasgos del trabajo historiográfico que aquí se señalan, están tomados
"

de la descripción del 'neopositivisrno historiográfico' que hace Sergio Bagú.


14 Daniel Campione
-

Cf. S. Sagú. "Perspectivas de la historiografía latinoamericana" en Dialecti­


ca, núm. 27; primavera de 19fJ5, Universidad Autónoma de Puebla, Méxi­
co, pp. í8-7�l
.:
La historia de las
mujeres, o la historia del medio ambiente, sub-disciplinas
dI' importancia creciente, se desarrollaron al margen del materialismo his­
tórico y de Arenales. Cf. Carlos Barros, "La historia
que viene". En Pro-his­
lurio, Rosario, afio l. Núm. 1, 1 D!Jí, p. 14.
,
Un reflexivo tratamiento de esos 'retornos' de lo descartado antes
por su­
perficial o irrelevante, se encuentra en .Iacques Le Goff, "Los retornos en la
lusl oriografía francesa actual",
Pro-historio, Afio 1, número 1, 1907, pp. :35-
44. que recoge una ponencia presentada en el año 1 D9:3.
,

No quiero decir con esto que en nuestras


instituciones de enseñanza e in­
vestigación todos PSDS procedimientos se a cumplen pleno (sabemos que
hay concursos fraudulentos o
postergados, restricciones a la democracia
universitnria, etc. «t c.), sino que su fuucíonamiento más o menos
regular
confir-rt: UWl Iegitinurlad los
a
protagonistas actuales de la vida académica,
largamente ausente en el período anterior él 19H3.
Argentina la escritura de su historia· 15

II

Los orígenes de la "historia oficial"

Antes de 1880, el Estado argentino no dominaba ni la


mitad del t.errit.orio que reivindicaba como propio, y libraba
frecuentes conflictos arruados con poderes regionales para
imponer precariamente su autoridad. Sufría asimismo la fal­
ta de articulación de su territorio como espacio económico,
la debilidad de su sistema de comunicaciones y transporte,
además del reinado de una verdadera anarquía monetaria, y
la carencia de un control efectivo del comercio exterior. La
inmigración extranjera en curso venía a suplir la aguda es­
casez de población, pero creando el problema de la crecien­

te heterogeneidad cultural de la población resultante. En la


conformación de su clase dominante, el país presentaba al­
go más semejante a un conjunto de núcleos provinciales o a
lo sumo regionales, bastante aislados entre sí (y del merca­
do mundial, salvo los más cercanos al Río de la Plata), que
a una clase unificada que pudiera desplegar alguna estrate­

gia de conjunto.
En el plano político-institucional, si bien el programa de
la 'organización nacional' había quedado fijado entre 1852 y
1860, con el dictado de la Constitución Nacional y su refor­

ma, existían elementos de precariedad no desdeñables, co­


mo la carencia de una capital de la república, lo que no era

sino la manifestación de la existencia de la provincia de Bue­


nos Aires como foco de poder alternativo (y potencialment.e

antagónico) al del Estado nacional. Y, más grave, subsistía


una frecuente puesta en entredicho del monopolio de la

fuerza por parte del Estado nacional, realizada por poderes


16 Daniel Campione
.

regionales respaldados por la fuerza armada.


Pero mismos años despegaba el crecimiento de
en esos

las exportaciones, con ciclos de envergadura creciente (pri­


rnero lana, después cereales, finalrnente carne), afluían im­
portantes inversiones extranjeras, que se centraron en in­
fraestructura (en primer lugar los ferrocarriles)
y finanzas
(con bancos y empréstitos que financiaron el gasto
público y
los negocios de la elite económica), el
comercio, los servicios
y el desarrollo urbano sufrían una verdadera
explosión, so­
bre todo en Buenos Aires, y la
inmigración hacía posible la
duplicación de la población en pocos años. Argentina se de­
lineaba claramente corno un espacio en el
que los niveles de
prosperidad económica, y merced a ella, el desarrollo de la
infraestructura, los servicios públicos, la educación, iban a
ser superiores a los de sus vecinos
sudamericanos.
Con el exterminio de los
indígenas, la consiguiente ocu­
pación efectiva del territorio por el Estado, y la apropiación
plena de la tierra por la clase dominante, no sólo se logra el
dorninio territorial efectivo, sino un
principio de homogenei­
zación cultural, al eliminar a un
componente 'extraño' (el in­
dígena) a la 'unión nacional' en vías de consolidación, que te­
nía entre sus t.erupranos supuestos la deseable 'europeidad'
de la población argentina.
Casi al mismo tiempo se produce el triunfo definitivo del
Estado nacional sobre el foco de poder de la
provincia de
B1H'TlOS Aires (y la previa campaña de
pacificación sobre los
instalados en el interior), el completamiento de las medidas
básicas de unificación económica (moneda
nacional, sistema
de conversión monetaria, sist.ema bancario
estatal, ar­ mayor
ticulación del sistema impositivo, perfeccionan1iento de la le­
gislación civil, comercial, penal y minera), la profesionaliza­
ción y organización de las fuerzas armadas, y la
'apropiación'
por el aparato estatal de las funciones de carácter público
que hasta ese momento desempeñaba la Iglesia.
El Estado nacional argentino terminaba de consolidarse.
Esa consolidación permitiría proveer el sustento a una clase
Argentina la escritura de su historia -

17

dominante que articulaba el aparato estatal para dirigir el


proceso de integración del país en el mercado mundial, y
mejorar su posición a la hora de obtener beneficios de ello.
Esa misma clase se iría conformando corno gestora de un 'or­
den' político nacional, constituido también en torno a 1880,
mediante una alianza que integraba a las elites provinciales

preexistentes y generaba por primera vez una coalición esta­


ble que comprendía tanto a la bonaerense como a las pro­
vincianas.'
Con soluciones más o menos estables en el terreno eco­
nómico y en el político-institucional, la clase dirigente y el
aparato estatal podían fijar progresivamente mayor atención
en los componentes 'ideales' de ese proceso. La construcción
de un sistema educativo coherente y unificado en todos sus
niveles (Ley de Educación Común, Ley Láinez, tarea
regla­
mentaria del Consejo Nacional de Educación enel nivel pri­
mario, desarrollo de las escuelas normales y los colegios na­
cionales, ampliación y homogeneización del sistema universi­
tario), y la conformación de una cultura nacional oficial, eran
piezas fundamentales, cuya realización cobraba mayor urgen­
cia ante el crecimiento vertical de la inmigración europea.
Dentro del trazado de una cultura oficial en ciernes, la
historia del país tendría lugar de privilegio, al contribuir a
un

la conformación de una 'tradición", que podía ser utilizada


para fundamentar la preexistencia de lila supuesta identi­
dad nacional, y 'fecundar' con ella la legitimidad de las dis­
tintas instituciones estatales: el régimen político y la Consti­
tución que le daba forma, el federalismo y la existencia de los
estados provinciales, las fuerzas armadas, el aparato educa­
tivo, todo tendía a cobrar mayor vida y legitimidad hundien­
do sus raíces en el pasado. La Revolución de Mayo, las gue­
rras de la Independencia, la lucha contra la 'tiranía de Rosas'

y la batalla de Caseros, la 'organización nacional' que esta úl­


tima había hecho posible, la 'gesta civilizadora' de las presi­
dencias de Mitre y Sarmiento", estaban llamados a ser hitos
fundantes de la nacionalidad y el Estado, y fuentes de legiti-
18 -

Daniel Campione

midad para el arrnazón institucional. En rigor de verdad, la


incorporación del pasado a la legitimación del presente fue
gradual, y comenzó de 'atrás hacia adelante': la canonización
de la revolución de Mayo emancipación fue
y el proceso de
anterior en su tratamiento al de la 'gesta' librada primero
contra la 'anarquía' y después contra la dictadura de Rosas'

que culmina definitivamente en Pavón. Con todo, el conjun­


to se fue integrando en un panegírico que luego incorporaría
al general Roca (la 'conquista del desierto'), y por último a
Roque Sáenz Peña, cuya reforma electoral sería el último
episodio de un pasado 'idealizable' (el posterior a 1916 ya no
lo sería, por lo menos por obra de los historiadores). Una co­
lección de breves biografías laudatorias, publicadas en la dé­
cada de los veinte (Vidas Arqentunas, de Octavio R. Ama­
deo), acabado ejemplo de difusión de un 'panteón nacional',
exhibe ese itinerario: partiendo de Rivadavia, pasa entre
otros por Mitre, Sarmiento, Roca y Pellegrini, para cerrar la
marcha con los dos artífices de la Ley Sáenz Peña: el propio
presidente e Indalecio Gómez. En torno a estos hechos pudo
edificarse un culto a los héroes, figuras señeras de la nacio­
nalidad que el aparato estatal estableció y reprodujo a través
de los programas escolares, los nombres de ciudades y ca­
lles, los monumentos, y que encontraba en la historiografía
erudita oficial las bases del culto.'
El ciudadano argentino, que la clase dominante visualiza­
ba como en formación, recibiría el impacto de ese
proceso de
relato histórico desde la escuela primaria. El servicio militar
obligatorio representaría un refuerzo importante, y luego in­
corporaría a su vida cotidiana a través del calendario de fes­
tividades y demás rituales patrióticos a fecha tija. Estas prác­
ticas, con carácter obligatorio, fueron establecidas y minucio­
sarnente reglamentadas en la primera década del siglo XX. De
1908 datan las resoluciones del Consejo Nacional de Educa­
ción instituyen la Semana de Mayo como fiesta escolar y
que
la minuciosa reglamentación de sus festejos.'; Del año siguien­
te el establecimiento del Saludo a la Bandera con carácter

/
Argentina la escritura de su historia· 19

diario y la Jura de la Bandera para los niños que ingresan por


primera vez a la escuela.' Comentarios insertos en documen­
tos oficiales indican tilla clara autoconciencia de los objeti­
vos buscados con estas medidas:
"País de inmigración, la República Argentina necesita ci­
mentar su grandeza, más que en las montañas de cerea­
les yen los millones de cabezas de ganado [ ] en la difu­ ...

sión amplia de W1 fuerte y equilibrado patriotismo [ ] ...

Esta será la manera más eficaz, por no decir la única, de


prepararnos sólidamente para resolver con acierto los
grandes problemas que pudieran afectar en el porvenir a

nuestro país.:"
Este programa de formación de un canon histórico arran­
caría en las postrimerías de la 'organización nacional'," iría
convirtiéndose en parte de un proyecto de dominación cons­

cienterucntc adoptado tiempos de la


en generación del '80, y
se tornaría en virtual 'política de estado' a comienzos del siglo
veinte, en una tarea que, como veremos, culmina en la déca­
da del ':30, ligada a la defensa del proyecto de sociedad
ya más
entonces en crisis, que a la proyección de su etapa expansiva.
Una nación argentina preexistente a la revolución de Ma­
yo, señalada para un 'destino de grandeza', que había visto
interrumpida su marcha hacia el progreso en la época de Ro­
sas para retomarla decididamente después de la reunifica­

ción nacional en Pavón, bajo la dirección de una minoría ilus­


trada y liberal que guiaba casi por 'derecho propio' la vida del
país desde su ernancipación, contando con el silencioso con­
senso de los 'hombres de trabajo'. Tal era la imagen del pro­

ceso de conformación del país que a las clases dominantes

les interesaba construir y difundir, como legitimación de su


prosperidad económica, su monopolio del poder político, y
su dirección de la vida intelectual del país. Nada esencial de

la conformación de la sociedad argentina era cuestionable


para esa visión apologética: tanto el régimen de gobierno co­
mo el rol represor del Estado nacional en las guerras civiles,

la propiedad de la tierra, la modalidad de inserción en el


20 Daniel Campione
-

mercado mundial, el papel del capital europeo, fundamental­


mente el británico, las políticas educativas y culturales, todo
pasaba formar parte de un todo
a a conservar y desarrollar
sin modificaciones sust.antivas.
La const.rucción de una visión histórica, y su posterior diíu­
sión por vía de la educación y la propaganda oficial, formó así
parte importante de la constit.ución de una ideología con capaci­
dad hegemónica, sustentada en la virtual 'invención' de una iden­
tidad nacional, que tenía en la creación de una epopeya históri­
ca propia un componente central. En Argentina, que no se dife­

renciaba sustantivamente de los países vecinos ni por idioma, ni


por etnia ni por religión, la 'invención' de un pasado que se re­
montara lo más atrás posible en cuanto a la existencia de una
identidad común y de la voluntad de plasmarla en una organiza­
ción política, era la posibilidad central de construir una idea de
'nación' que se presentaba más que escurridiza, y el actor desti­
111
nado a realizar esa invención no podía ser otro que el Estado.
La 'tarea historiográfica' se integró así a la obra de unifor­
mación cultural emprendida por la generación del '80, como
forma de saldar en el plano ideológico-cultural la integración
territorial, económica y demográfica de nuestro país. Com­
pletadas las tareas más urgentes, relacionadas con imperati­
vos económicos, militares y políticos, e incorporados recien­

temente al dominio estatal una buena parte de sus habitan­


tes (sea por la inmigración o por la existencia de población
de antigua residencia que recién ahora caía efectivamente
bajo la autoridad estatal), la problemática de construcción
de legitimidad cobraba elevada
pertinencia.
siglo, la conjunción de los ni­
En los años del cambio de
veles más altos de inmigración europea, junto a la toma de
conciencia por las elites de las aristas 'peligrosas' del fenó­
meno, acentuó el sentimiento de urgencia en cuanto a la ne­
cesidad de instaurar un aprendizaje de la historia nacional
a la patria', y algunos
que sirviera corno generador del 'amor
de los intelectuales más destacados de la época dedicaron su
11

pluma a predicar en esa dirección.


Argentina La escritura de su histeria- 21

El país estaba en trance de insertarse con fuerza en el


mercado mundial, al mismo tiempo que se consolidaba corno
espacio económico unificado y poblado (inmigración me­
diante) lo que hasta poco antes había sido casi lID 'espacio
vacío', para colmo fragmentado por 'fronteras interiores'. La
expresión 'espacio vacío', lo mismo que la de 'desierto', tie­
nen una fuerte carga ideológica, en cuanto aluden a la ausen­

cia o escasez, no de cualquier población, o de toda actividad


económica, sino de aquellas que pudieran ser integradas (y
explotadas) con facilidad por el capitalismo en expansión.
Designar a un país corno 'espacio vacío' signíficaba declarar­
lo, en algún sentido, 'territorio a ocupar' por la empresa ca­
pitalista y los auxilios, coercitivos e ideológicos que ésta re­
quiriese. Dotar al país de su propia 'leyenda nacional', con
una 'argentinidad' que remontara al menos a Hernandarias

(o mas allá todavía, los 'mancebos de la tierra' que acompa­


ñaban a Garay), 'argentinidad' que se sustentaba, entre otros
elementos, en la defensa de lID 'criollismo' que valorizaba a
las clases dominantes por su pertenencia a un viejo tronco
europeo adaptado tempranamente al medio rioplatense,
presentándolas así conlO superiores tanto al indígena 'incivi­
12
lizado' corno a los europeos de inmigración reciente.
A esto se agregaba la conformación de una galería de
próceres con sus correspondientes 'obras maestras' que los
ubicaran en la historia (a ese género corresponden, produci­
dos en épocas diferentes, los libros de Mitre sobre Belgrano
y San Martín, el posterior de Ricardo Levene sobre Moreno
o el de Ricardo Piccirilli en Rivadavia'"); y un mues­
torno a

trario de réprobos con sus correspondientes obras denigra­


torias (las diversas diatribas integrales contra Rosas, que en
su momento produjeron Mariano Pelliza, José María Ramos

Mejía y Ernesto H. Celesia") jalonaron distintas etapas de la


historiografía oficial.
Esta versión de la historia se apoyaba en el consenso de
la clase dominante, consolidada corno fuerza social en tor­
no al cambio del siglo XIX al XX, sustentada en una amplia
22 Daniel Campione
-

expansión económica, y en el dominio pleno del poder esta­


tal consolidado en el 'orden conservador'. Fundada en esta
etapa, convertida en canon para el tratamiento no sólo aca­
démico sino educativo y periodístico de nuestra historia, in­
corporada al sentido común de las clases subalternas por
múltiples vías, la historiografía liberal oficial estuvo llamada
a tener larga vigencia. Sólo comenzó a ser
puesta en duda
cuando hicieron visibles los límites del orden agro-expor­
se

tador, de la asociación privilegiada con Gran Bretaña y de la


explosión de modernidad de la Argentina internacionalizada
y culta delCentenario, así como los efectos 'negativos' de la
vigencia efectiva del sufragio universal.

Los fundadores de la historiografía nacional

Los iniciadores mayores de esa tradición fueron, sin du­


da, Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, ambos hombres
políticos de primera línea, que dedicaron parte de sus empe­
ños intelectuales a construir
historia argentina de pre­
una

tensión integral (López) y sendos libros sobre las guerras de


Independencia y sus dos próceres principales (Mitre!").
Hubo por cierto historiadores de la Argentina anteriores
a Mitre y López, e incluso produjeron alguna obra de inten­
ción 'integral', pero no alcanzaron a configurar una 'versión
oficial' orgánica, como la que sí pergeñaron aquellos dos.
La primera 'historia argentina' en orden cronológico, fue
escrita por el deán Gregorio Funes, destacado dirigente po­
lítico cordobés y miembro de la llamada 'Junta Grande' en
lHlO-1811. Su trabajo se desarrolló por encargo guberna­
mental, y fue publicado en1817, con el título de En­
el año
sayo de la liistoria. civil del Paraguay, Buenos Aires y Tu­
curnán, Otro autor de importancia fue Pedro de Angelis, que
publicó sobre todo durante el gobierno de Rosas, y que ade­
más de algunas biografías, sacó a la luz la Colección de obras
II documentos relativos a la historia antiaua y moderna
Argentina la escritura de su historia -

23

de las Provincias del Rio de la Plata, amplia compilación


de documentos que quedó inconclusa. JI; Ya contemporánea­
merite a la primera obra de Mitre (la Historia de Belqrano ) ...

Luis L.Dornínguez, además de publicar profusas colecciones


de documentos, fue autor de una Historia Argentina que lle­

gó a servir de libro de texto en las escuelas secundarias.


Sin embargo, sólo con Mitre y López seconfiguraría con
claridad una 'historia nacional oficial' del pasado, a través de
la redacción de obras de largo aliento, que transmitían una

visión integral del


pasado nacional. No resulta nada extraño
el que la escritura orgánica de una versión oficial de la his­
toria fuera estrechamente contemporánea a la de la confor­
mación del estado argentino, y quedara en manos de hom­
bres como Mitre y López.
El nivel de esos dirigentes (especialistas además de polí­
ticos)" dentro de la elite gobernante, nos indica el grado de
prioridad asignado a la construcción historiográfica dentro
de la tarea ideológica de la clase. La clase dominante se afir­
maba a sí misma al desplegar el poder de producir una visión
'legítima' del pasado; ya través de establecer esa versión con
el carácter de verdad indiscutida, enraizar en los sucesos del
pasado la habilitación de la elite dirigente para regir los des­
JI-I
tinos del país.
La escritura de la historia no era todavía obra de profe­
sionales (y no lo sería tampoco durante el ciclo de la subsi­
guiente generación del '80), sino de 'grandes intelectuales'
que unían un rol descollante en variados ramos del saber con

el ejercicio de la dirigencia política en el nivel más elevado:


Mitre fue general, fundador del diario La Nación, goberna­
dor de la provincia de Buenos Aires, president.e de la Nación,
fundador de la Unión Cívica, poeta, traductor de La Diuina
Comedia, estudioso de las lenguas y culturas indígenas, y
con intervalos determinados por el curso de su vida pública,

historiador; Vicente F. López fue ministro a nivel provincial y


nacional, también fundador de la Unión Cívica, dramaturgo y
novelista, e historiador.
24 Daniel Campione
-

No tan destacado en su carrera política como Mitre, Ló­


pez le llevaba una ventaja: ser hijo de una gran figura de la
primera rnitad del siglo XIX, Vicente López y Planes, y a par­
tir de eso constituirse en portador de la tradición de la bur­
guesía liberal de Buenos Aires, a través de cuyos testimonios
directos construyó, en gran parte, su Historia de la Repú­
1!1
blica Araentino: Entre los dos, Mitre sería reconocido co­
rno el fundador de una historia 'científica' en cuanto basada
en pruebas documentales rigurosas/ti a diferencia de López,
propenso más bien a recoger testimonios orales y tradicio­
nes," sin mucha preocupación por las pruebas fehacientes, e
incluso con propensión a la 'invención' lisa y llana, de
fuerte
la. que constituyen ejemplo paradigmático las escenas del
Cabildo Abierto del 22 de Mayo, salidas en gran medida de la
mente del autor, sin que por ello dejaran de ocupar un lugar
central en el relato que se transmitía, generación tras gene­
ración, a los alumnos de las escuelas primarias sobre la 'ges­
ta emancipadora'."

Mitre, además, marcó el camino para una interpretación


optimista de la historia argentina, con la 'nación' en ciernes
desde la primera época colonial, y la Argentina destinada a
la prosperidad económica y al imperio de instituciones polí­
ticas liberales desde el fondo de su historia." En cambio, Ló­
frente a la orga­
pez man t.endrá un acentuado escepticismo
nización federal del país, y a su régimen presidencialista, se­
nalando república 'conservadora y parlamentaría>' como
a la
el ideal de régimen político, además de descreer del sufragio
de la reforma
universal;" al contrario de Mitre, que después
Pa­
de 1860 y de la reunificacíón por él dirigida a partir de
vón, se plenamente identificada con el sistema fede­
muestra
ral y presidencialista, semejante al de EE.UU., impuesto
en

'determinismo' de
nuestro país. López critica además cierto
histórico con más es­
su rival, frente a una idea del desarrollo
su parte."
pacio para el libre albedrío sostenida por
de la base
Ambos polemizarían sobre la importancia
defendiendo el segun-
heurística en el trabajo histórico,
Argentina la escritura de su historia -

25

do una visión más 'filosófica' 'literaria' y creativa frente


al 'seco' rigor documental que creía descubrir en Mi­
tre." Mientras el hijo del autor del himno se desenvol­
vía en una línea más colorida, próxima a la historiogra­
fía romántica al estilo de Agustín Thierry, el general­
historiador se aproximaba más al culto del documento,
al positivismo personificado en Ranke." En cierto sen­
tido, cada uno se identificaba con el modo de hacer his­
toria que le había resultado más accesible, por sus vín­
culos y formación.
La educación escolar y los textos de divulgación poste­
riores, combinarían en muchos aspectos las visiones de los
dos 'clásicos' a la hora de
configurar la versión oficial. La his­
toria escolar, con su profusión de escenas 'de color' en la re­
cordación de las fechas patrias y de las figuras próceres, con
bastante despreocupación por los hechos comprobables, y
una fuerte propensión a la anécdota y al tono moralizador,

debe más a López que a Mitre. Por añadidura, aquél produ­


jo una síntesis de su Historia, destinada al uso en la ense­
ñanza, de amplia y prolongada utilización," tarea que el au­
tor del Belgrano nunca acometió. En cambio, las grandes lí­
neas de interpretación de la historiografía erudita, estaban

vaciadas más sobre el molde de los trabajos del general.


Los historiadores posteriores han asumido que Mitre ga­
nó la polémica entre ambos, y se lo convertía así en el 'padre
fundador' por excelencia, corno ejemplifica esta apreciación
de Enrique de Gandía:
"De sus polémicas históricas, que representan en Mitre
la independencia del investigador, y en López, la rutina
del tradicionalista, surgió en la Argentina el sistema de­
finitivo, la técnica para escribir historia, que de inmedia­
to adoptaron los investigadores concienzudos de nues­
'''10
tro pasado.
11
Con todo, Mitre y López, no fueron sino precursores de
una historiografía que, ya en las primeras décadas del siglo

XX, se constituiría en escuela (la Nueva Escuela Histórica) y


26 Daniel Campione
-

se profesionalizaría. En el período intermedio, el coinciden­


te aproximadamente con la actuación de la llamada genera­
ción del '80 y el cambio de siglo, aparecerían estudiosos to­
davía no profesionales, corno Juan Agustín García", Ernesto
Quesada", David Peña", José María Ramos Mejía", Paul
Groussac", que cultivarían el ensayo histórico o la biografía
con regular calidad pero sin obras de envergadura compara­

ble a las de sus predecesores (eran además de un perfil más


'protesoral', con paso por la universidad, aunque no fueron
ajenos a la actuación política y las carteras ministeriales).
Tampoco ocuparían los altísimos lugares en el aparato esta­
tal a los que llegaron los miembros de la generación ante­
rior." Esa conjunción de hombres políticos, intelectuales-ge­
neralist.as e historiadores no profesionales tendría ramifica­
ciones algo posteriores, como Juan Alvarez," los Cárcano pa­
dre e hijo (Ramón J.:¡!J y Miguel Angel'"), que coexistirían con
el desenvolvimiento de la profesionalización posterior, pero
sin predominar sobre ella. Sería durante los años de actua­
ción de la generación del '80, pero todavía bajo la dirección
de Bart.olomé Mitre, que se formarían los primeros antece­
dentes de una institucionalización de los historiadores, aun­
que todavía sobre una base no profesional, como la Junta de
Historia y Numismática, cuyo proceso de formación y adqui­
sición de su identidad organizativa inicial, abarca la década
que va de 1891-1892 a 1901.41
Unos años antes, y como consecuencia de la federaliza­
ción de Buenos Aires, tomaron carácter nacional las institu­
ciones de la provincia de Buenos Aires ligadas a la conserva­
ción y desarrollo del patrimonio histórico, que pasaron a ser
la Biblioteca Nacional y el Archivo General de la Nación, en
el año 1884. Quedaba así configurado, dentro de un proceso
más amplio de nacionalización de las instituciones culturales
(que incluyó a la Universidad de Buenos Aires, en primer lu­
gar), un conjunto de organismos estatales dedicados a la his­
toria, que se iría ampliando y consolidando con posteriori­
dad, que marcaría el paso de un manejo de la investigación

/
Argentina la escritura de su historia· 27

histórica basado encolecciones particulares en


el acceso a

base a vínculos privados, que había predominado en la épo­


ca de Mitre y López, a la sistematización de repositorios de

propiedad estatal y acceso público."

NOTAS

I
Para la caracterización de ese periodo de la historia argentina hay varias
obras importantes, con distintos enfoques. Las de lectura absolutamente in­
dispensable son Laformacion del Estado araentino, de Osear Ozslak, El
Orden Conservador, de Natalio Botana, La [ormaciori de la Argentina
moderna, de Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, Una, nación para el
desierto argentino, de Tulio Halperín Donghí. La tradición marxista y de
izquierda no ha producido todavía un gran libro sobre esta etapa, aunque
pueden tomarse referencias en los tomos correspondientes de la obra de
Peña (De Mitre a Roca y Sarmiento, Alberdi, el 90) yen algunos pasajes
de la Historia Critica de Puiggrós.
...

'C
Leopoldo Mármora ha realizado un excelente análisis de esta conformación
de historia y una tradición corno parte del proceso de desarrollo capi­
una

talista y de consolidación del Estado nacional: "La universalidad de la ma­


triztemporal capitalista se reproduce en la forma nacional del Estado bur­

gués que no pretende tolerar más que historia nacional y una tradición
una

nacional en el interior de sus fronteras. Mediante la clara demarcación con


respect.o a la historia y a la t.radición del extranjero, y a través de la opre­
sión de los elementos interiores así definidos extraños, la universali­
como

zación y la unificación -como caracteres definitorios de la matriz temporal


capitalista- terminan por imponerse." (Leopoldo Mármora, El concepto so­
cialista de IUJ,ci6n, Cuadernos de Pasado y Present.e, n° 96, México, 1986,
p. 107). En esa línea, puede afirmarse que en nuestro país, a la unificación
en el plano t.erritorial (campañas contra los indios), del mercado interno, y

política, le correspondió la uniformación cultural, que tuvo en el plano his­


tórico un componente muy importante.

Octavío R. Amadeo, Vidas Aroentinas, La Facult.ad, 19:34. La obra tam­


1

bién incluye un capítulo sobre Rosas, que juega a modo de contra-ejemplo


de los restantes. Este libro solía ser obsequiado a los alumnos de las escue­

las públicas cuando completaban la escuela primaria.

cf. Bartolomé Mitre y otros, Galería de celebridades araentinas: Bioqra­


1

fías de los personajes más notables del R'Ío de la Plata, Buenos Aires,
28 Daniel Campione
-

1857. Esa obra, la que se dio profusa difusión en su época, puede ser leí­
a

da como un temprano intento de inst.aurar un 'panteón nacional' que com­


prende el período 1810-1852: San Martín, Belgrano, el deán Gregorio Funes,
Moreno, Brown Rivadavia, Manuel J. García, Florencia Varela, Lavalle, son
,

incluidos a través de sendas biografías, escritas por figuras de la época co­


rno Sarmiento, Juan M. Gutiérrez o Félix Frías. Por más que Mit.re se lamen­

ta en la Introducción de no haberse podido incluir otras figuras (Dorrego,

Saavedra, Guemes), de los personajes efectivamente tomados se puede de­


ducir una línea bastante clara: dos miembros de los primeros gobiernos pa­
tríos, los héroes de la guerra de Independencia, los líderes de los primeros
gobiernos unitarios, y dos 'mártires' (civil uno, militar el otro) de las luchas
contra Rosas. Un amplio comentario de esta Galería se encuentra en Nico­

lás Shumway, La inuencion de la Arqentina. Historia de una idea.


Emecé, 2a. edición, 1 B95. pp. 208 y ss. Cabe acotar que el capítulo sobre la
vida de Belgrano, escrito por Mit.re, suele ser considerado como la primera
edición de la Historia de Bclqrano. Cf. Elías José Palti, "La Hist.oria de Bel­
grano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional." EnEo­
let.in del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ra­

niqnan.i". Tercera serie, núm 21, 10 semest.re de 2000.


Escribe Carlos Monsiváis, refiriéndose al ámbito latinoamericano: "el he­
,

roísmo ayuda a est.ructurar las conciencias nacionales, encauza la lectura de


la Historia y en los distintos niveles sociales, suscit.a simultáneamente el
sentimiento de orgullo y la conciencia de fragilidad." (C. Monsiváis, Aires

defam ilia. Cultura y sociedad en América Latina, Barcelona, Anagra­


se coloca ese for­
ma, 2000, p. 8:n y más adelante: "Al servicio de los héroes
midable de condolencias y homenajes de la República, los progra­
aparato
mas con tal de minimizar el olvido se imponen a calles
de historia escolar. y
las 'fechas
y ave-nidas y ciudades y países los nombres consagrados e incluso
prodigan bust.os estatuas y conjunt.os escultóricos y
heroicas', mientras se y

efigie-s en billetes y monedas." (Idem, p. 85)


cf'. Consejo Nacional de Educación, Compilación de normas correspon­
.,

dúmtes al ruin 1908, Resolución del 9/5/1908


de correspon­
Consejo Nacional de Educación, Compilación
7 normas
cf.
die-ntes al año 1908, Resolución del 10/2/1909.
la Inspección Téc­
ef. Instrucciones sobre la Semana de Mayo, emitidas por
H

1909 (Consejo Nacional de Edu­


nica General del Consejo, el 14 de mayo de
3 y ss.)
cación, Compilacián. de normas correspondientes al año 1909, pp.
El titular del Consejoel médico alienista, funcionario público e historia­
era
de Yrigoyen siguió por una senda si­
dor José María Ramos Mejía. El gobíerno
de los sentimientos patriót.icos',
milar. Un decreto orientado a la 'exalt.ación
maestros y profesores), igualment.e,
reza en Sil artículo 2°: "Procurarán (los
de su acción ciudadana, al par que un
inculcarles, como base indispensable
Argentina La escritura de su historia' 29

espíritu ele veneración a las tradící .nes argentinas, nubles y elevados pen­
samientos de bien
público y anhelos de verdad, de justicia y de progreso,
buscando en el ejemplo de sus próceres las virtudes y enseñanzas que han
de servirles para contribuir con honroso y altivo patriotismo a la felicidad y
grandeza de la República." Esos propósitos moralizadores, de inspiración
patriótica, iban acompañados de la obligación de celebrar actos patrios y ge­
nerar todas las oportunidades posibles de exaltar la pertenencia a la Nación.

CL Decreto del P.E.N del 4 de mayo de 1919, reproducido en Carlos Giaco­


bone y Edit. Gallo, Radicalismo, un siglo al servicio de la patria. lJCH,
1991, p. 154 .

. ,

La primera edición del Belgrano de Mitre es de 1858, es decir anterior al


período que aquí referimos. (Ya mencionamos que algunos consideran el
breve trabajo de 1856 como la edición inicial). Pero sólo después del '80 se
cristalizó la idea de construir un canon explicativo de la configuración del

Estado nacional, y volcarlo a un público masivo, y de esos años datan las


versiones definitivas de las obras maestras tanto de Mitre como de
López.
En fecha tan temprana como 1864, en su polémica con Vélez Sársfield, Mi­
tre admitía la intención de 'despertar el sentimiento nacional' como uno de
los objetivos de su función de historiador. Cf.
Alejandro C. Eujanian, "Polé­
micas por la historia. El
surgimiento de la crítica en la historiografía argen­
tina, 1864-1882", Entrepasados, año VIII. N° 16. Principios de 1999, p. 13
1"
Para la construcción de la nación desde el Estado ver E.Hobsbawn, Na­
ciones y nacionalismo desde 1780. Crítica, Barcelona, 1991, en especial
el capítulo "La perspectiva gubernamental" pp. 89-109. ,

11
Vale la pena reproducir in extenso un comentario al respecto de Fernan­
do Devoto: "El problema de la construcción de la nación deviene en cambio
un tópico dominante en las elites argentinas en los quince años anteriores a

la primera guerra mundial. En esa etapa una recorrida por la vasta literatu­
ra que desde ámbitos oficiales o privados se produce revela que los temores
de desintegración social como resultado del alud inmigratorio, de la cues­
tión social o de ambas conjuntamente concentran las ansiedades de los gru­
pos dirigentes argentinos." (. ) "La solución mayoritariamente propuesta
..

para los males de esa imaginada Babel en la que se habría convertido la Ar­
gentina con sus escuelas de comunidades (. ) con sus nuevas migraciones ..

'exóticas', con su visible conflictividad social y con la difusión de ideologías


contestatarias, es la educación patriótica. En ella coinciden Ramos Mejía
desde el Consejo Nacional de Educación, Juan P. Ramos desde su Historia
de la Instruccion. pública en la Argentina, Carlos O. Bunge desde las pá­
ginas de El Monitor de la Educacion Común o Arturo Massa en su libro
Educación y aobierno. Esa educación patriótica pasa claro está, en gran
medida, por la potenciación de la escuela pública y por la instauración en
tomo a ella de una liturgia cívica centrada en el culto del pasado nacional.
30 Daniel Campione
.

Pero también concoruitantemente por el ref'orz.aruient.o en los distintos ni­


veles del sistema educativo de aquellas disciplinas capaces de proveer el co­
nocimiento y los argumentos explicativos necesarios para fundar sobre ba­
ses más sólidas el culto a los héroes: la historia
argentina en primer lugar ''. ...

"Idea de nación, inmigración y cuestión social en la historiografía académi­


ca y en los libros de texto en Argentina. 1912-19í
4", Estudios Sociales. Re­
vista Universitaria Trimestral. Año 2. N° :3. Segundo Semestre de 19D2,
p.
12. A los autores aquí mencionados, habría que agregar él Ricardo
Rojas en
La restauración, nacionalista, cuya primera edición es de 1909.
1"
Esa construcción de lo argentino-criollo puede rastrearse tempranamen­
te, sobre todo en la obra de Mitre, que exalta a los antiguos habitantes del
Río de la Plata, basándose en parte en valores raciales (su pertenencia a la
raza indoeuropea, que Mitre veía como destinada a dominar el mundo) y
ambientales (la 'adaptación al medio', de raigambre en las teorías evolucio­
rustas en boga). En verdad, sujeto criollo no se limitaba a la elite, sino a
ese

los nativos del Río de la Plata de antigua procedencia europea en general,


los dirig--nt ('� .;, 'rí;lll los 'hombres superiores' dentro de ese colectivo, sien­
do la figura de los her. ,,·s su máxima expresión, Cf. R Costa, D.
Mozejko, El
discurso corno práctico Luqares desde donde se escribe la historia,
Homo Sapiens, Rosario, 20U 1, pp.45 y ss.
1:
Ricardo Piccirilli, Eiuodcu-ia y su tiempo, en tres volúmenes, una suer-
1<' de extenso panegírico del que fue llamado 'el más grande hombre civil de
los argentinos', por Bartolomé Mitre,
en el discurso ele homenaje al cente­

nario de su nacimiento. ce Ricardo


Levene, La cultura histórica y el sen­
tirnicnto de la nacionalidad; Espasa-Calpe, segunda edición, 1946, p. 5(),
f,
Las tres obras aludidas son: Mariano Pelliza, LQ dictadura de Rosas, .J.
\1. Ramos Mejía, Rosas y su tiempo, y Ernesto H, Celesia, Rosas. Aportes
pa.ra su. h.istoria: Tienen diferentes estilos y énfasis, sus fechas de edición
van entre ñnes del siglo XIX y la década de los '50 del XX, pero las tres man­

tuvieron un juicio globalmente negativo sobre Rosas.


".
Historia de Bclqrano y de laIndependencia Argentina e Historia de
San Ma.rt in .IJ de la Independencia Americana, no son ni meras historias
militares ni biografías de ambos próceres, sino minuciosas historias genera­
les del periodo 1806-1820, con mucha información que excede las trayecto­
rias de ambos generales y los conflictos bélicos ligados a la emancipación (el

Relr¡ rano.,. incluye pormenorizado relato de las guerras civiles del periodo).
algunos estudios que analizan en particular la historiografía ro­
jo.
Existen
mántica anterior él Mitre y López, ligada en gran medida a la generación de
18:37 y al exilio montevideano (Echeverría, Alberdi, Gutiérrez, Florencio Va­
rela), e incluyendo a los primeros trabajos del joven Mitre y de los principa­
les representantes de esa generación de 'los proscriptos', en la que los estu­
dios históricos se realizaban sobre bases todavía muy precarias, y corno un
Argentina La escritura de su historia -

31

componente de inquietudes intelectuales más amplias, a su vez inescindi­


bies de la política militante. cf. Félix
Weinberg, "Los comienzos de la histo­
riografía romántica rioplatense", Bolctin. de la ANll, Volumen LXI, 1988, p.
145 y ss. Guizot, Michelet., T'hierry, Quinet., eran los modelos de historiado­
res para la
generación de 18:37. Una extensa y densa t.esis doctoral ha sido
dedicada la historiografía romántica rioplatense; la de Eduardo
él
Segovia
Guerrero, La liistorioqrafia arocruirui del romanticismo, Madrid, Uni­
versidad Complutense, 1980, que trata pormenorizadamente a un conjunto
de historiadores, desde De Angelís hasta Mitre y
López. A. J. Pérez Amu­
chást.egui le dedicó un artículo a "La espiritualidad romántica de Esteban
Echeverría y la historiografía argentina", en Anuario del
Departamento de
Historia, Universidad Nacional de Córdoba, Año J, N° 1, 196:3, pp. 241/257,
con un enfoque fuertemente crítico del
pensamiento romántico.
"
Tornarnos aquí la definición grarnscíana, que considera al auténtico dili­
gente como sumatoria del conocimiento profundo de un sector de la reali­
dad y la posesión del arte ele la política.
'"
Un trabajo muy recient.e, que analiza la producción hist.órica de Mitre con
un abordaje que recurre explícitamente tanto él la sociología como al análi­
sis del discurso, analiza minuciosamente esa constitución de un discurso
histórico como element.o de construcción de la
legitimidad de clase, la que
'hace historia' para dotarse ella misma de un sent.ido histórico trascenden­
t.e. En esa tarea, la construcción de 'héroes nacionales'
ocupa un lugar fun­
damentnl. Cf. Ricardo L. Costa y Danuta Mozejko, op. cit., pp. 63 y ss.
,.,
"La historia de V. F.
López hacía referencia a un mundo ínt.imo, en el
que primaba la confidencia hecha en un rincón del hogar. Refería tam­
bién a un espacio privado, de acceso rest.ringido en el cual había
forjado
una historia también ella
privada, que se nutría de las 'referencias ver­
bales de mi padre' o las 'conversaciones tenidas con el señor don Nico­
lás Rodríguez Peña'." A. Eunejian, arto cit.. p. 18. El historiador
quedaba
así atado a unas familias patricias porteñas cuyo rol histórico había de­
clinado de modo irremisible. El padre, Vicente López y Planes,
triunviro,
aut.or del Himno, presidente provisorio, gobernador de Buenos
Aires, la
suya era una de las carreras públicas más relevantes de la primera mitad
del siglo XIX. La relación del general Mitre con la tradición era diferente.
"En López su apelación a la historia familiar permitía escribir la hist.oria
del poder, a través de la memoria de quienes formaron parte de ese cír­
culo privilegiado. La pérdida de protagonismo por parte de esas familias
patricias del que López se lamentaba, otorgaba a su historia un carácter
irremediablemente incompleto y necesariament.e nostálgico. Mitre, en
cambio, pretendía escribir la historia del Estado, y ella sólo podía ser ela­
borada con documentos públicos." A. Eujenian, arto cit. p. 19. En reali­
dad, Mit.re tenía una ubicación más clara como dirigente de un proceso
32 -

Daniel Campione

de modernización que incluía en primer lugar el orden político en gene­


ral y estatal en particular.
c<,
La apelación constante del general al rigor documental, reviste peculiari­
dades importantes. En realidad, las obras no proporcionan bases ciertas pa­
ra comprobar el sustento en los documentos. Mitre cita sin mencionar la

fuente, rejroduce diálogos 'textuales' que no tuvieron testigos. Según quie­


"

nes han estudiado recientemente esta cuestión ... a partir del reconoci­
miento social que habría suscitado como dueño de documentos cuya canti­
dad y calidad pocos se atreverían a discutir, el enunciador de la Historia se
"

considera eximido de explicitar el origen y autenticidad de la cita cf. R. ...

Costa y D. Mozejko, op. cit. p. 130.


"
En base a López hacia Mitre, formuladas en la "Introducción"
críticas de
a Historia de la Rcuoiucion. Argentina. Desde sus precedentes colonia­

les hasta ct derrocccmiento de la tirania en 1852 (1881), ambos aut.ores


se trabaron en una polémica acerca del papel respectivo de los documen­

tos y de la "filosofía' en la práctica historiográfica. Más tarde, en 1892, sella­


rían la reconciliación entre ambos, en coincidencia con el alineamiento po­
Lítico de ambos en la Unión Cívica, y luego en el 'Acuerdo' con el roquismo.
Entre varios tratamientos de ese debate, el más reciente se encuentra en
A. Eujenian, arto cit. pp. 14 y ss.

'c
Natalio Botana ha dedicado buena parte de uno de sus libros a comparar

la visión histórica de Mitre y la de López, desde el punto de vista de lo


no

específico historiográfico, sino a partir de la búsqueda de distintos princi­


de Ma­
pios de legitimación para el orden político surgido de la revolución
yo: ..... Mitre resuelve la cuestión de la legitimidad republicana merced a una
evolución democrática que contiene en germen la Constitución nacional

(federal y presidencialista) de 1853-60 (. ) V.F. López rasga el velo de las


..

contradicciones de la revolución sin poder encont.rar en ella una respuesta


Bota­
al modelo de una república aristocrática y parlamentaria." (Natalio R.
na. La libertad política y su historia. Editorial
Sudamericana-Instituto

Torcuat.o Di Tella, p. 31)Mit.re quedaría así ubicado en una orientación más


democrática dentro de lo que el aut.or denomina 'los dos liberalismos posi­
bles' queUJlO y otro defendían. (Idem, p. 121). En términos ele posiciona­
en el rechazo más
miento frente al proceso hist.órico, est.o se trasuntaría
de la tradición federal
frontal y completo de López por la acción y las ideas
y la
caudillista, a queMitre algunos aportes posit.ivos dent.ro de una
asigna
otra línea de diferencia­
evaluación globalmente crítica. Halperín encuentra
logra despegar de su identificación
ción ent.re ambos historiadores: López no

Mitre coloca en el centro de


con la burguesía liberal porteña, mientras que
su obra la construcción de
la nacion. Cf. T. Halperín Donghi, "La historiogra­
en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo
fía: treinta años en busca de un rumbo",
al Centenario, Sudamericana, 1980.
(cornp.) La Arqentina del Ochenta
Argentina La escritura de su historia -

33

Otra línea de diferenciación entre la obra de ambos (y el debate que sostu­


vieron), se encuentra en Elías J. Palti, que considera que la interpretación
mitrist.a no es homogénea, modificándose incluso su concepción de la for­
mación de la nación. Cf. Elías J. Palti, "La Hist.oria de Belgrano de Mit.re y la
problemática concepción de un pasado nacional." Boletín del Instituto de
Historia Araeru.ina :u Americana "D,: Emilio Raciqnani", Tercera se­
rie, núm. 21, 10 semestre de 2000, p. 79 y ss.
,:
Halperín considera la obra de Mitre como particularmente apta para la Ar­
gentina del periodo del cambio de siglo: "En cuanto la historia que propone
Mitre presenta la trayectoria de la Argentina no sólo como el surgimiento
paulatino de una conciencia de sí por parte de la sociedad rioplatense, sino
el afirmarse de ésta bajo la figura de la nación y dentro del marco inst.itucio­
nal del constitucíonalismo liberal y democrático al que la destinaba su voca­
ción originaria, ella ofrece la caución más sólida para el patriotismo de Es­
t.ado; se entiende bien por qué W1 monument.o historiográfico marcado por
una audaz originalidad de ideas pudo terminar ofreciendo las nociones bá­
sicas para la visión del pasado y del destino argentino difundida por la es­
cuela elemental, instrument.o de un esfuerzo muy deliberado por improvisar
una conciencia nacional para un país deshecho y rehecho por un alud inmi­
gratorio sin paralelo en la historia universal." T. Halperín Donghi, "Mitre y la
formulación de una historia nacional para la Argentina." Anuario del ¡EHS',
11, Tandil, 1996. p. 69. Una suerte de 'patriotismo de la Constitución' cu­

briría así la evidente falta de una tradición o identidad pre-constituida.


"'
pasajes de su Historia de la República Argentina, López
En variados
hace la apología del régimen parlamentario, a la par que critica el presiden­
cialismo, del que dice: "Sin esto, no hay gobierno representativo, ni gobier­
no libre; y por eso es que toda nuestra historia polít.ica después de la revo­

lución es, como se verá, un const.ante testimonio de su fracaso entre noso­

tros( ) nacidos nuestros gobiernos de las intrigas elect.orales y de las usur­


...

paciones del poder público que ellas engendran, la tranmisión del poder no
es delegación omnímoda de la soberanía que se hacen los
otra cosa que la
"

unos a los otros, sin que la opinión pública tenga jamás cómo estorbarlo ...

V. F. López, Historia de la República Argentina. Su origen.S'u reuolu­


o
ciort y su desarrollo político 4 ed. La Facultad, 1926, tomo 1, Prefacio,
...

p. )(x''CII. Una buena extensión del Prefacio está dedicada a un alegato a fa­
vor del parlamentarismo.

"
i..
López considera al 'gobierno libre' evidentemente incompatible con el
...

sufragio universal y con la soberanía brutal del número, que es siempre igno­
rante de los deberes que impone y que exige el orden político". Ibídem, p. LI.
",, U
esos que con membretes federales nos gobiernan bajo un régimen sin
•••

nombre ni verdad, no ya centralizado en los principios, sino en la voluntad


yen los intereses personales ( ) Estamos t.odavía en lucha latente con él y
...
34 .
Daniel Campione

muy bien pudiera ser que la falta de verdad federal nos aconseje volver a la
verdad unitaria bajo el régimen libre de la república conservadora y parla­
mentaria: la única que puede acondicionamos en la vida libre y bajo las le­

yes de nuestra historia." Vicente F. López, Historia de la República Ar­


oeiüina., t. VIII, p. 547.
27 El debate Mitre-López transcurrió en una serie de escritos en que los au­

toros se atacan y refutan entre sí. Lo inicia, como ya consignamos, López en


la Introducción la Historia de la revolución arqeniina, que se publi­
a

ca en 1881 y hace observaciones críticas sobre el Belqrano de Mitre. Es­ ...

te contesta a través de las páginas de Nueva Reinsta de Buenos A ires y


de La Nación" intervenciones que dan origen a un volumen denominado
Comprobaciones históricas a propósito de algunos puntos de historia
argentina según, nuevos docurnentos (1881). López contestó en El Na­
cional y luego en forma de libro: Debate histórico: Refutación a las com­
probaciones históricas sobre la historia de Belqrarto (1882), Cerró la
discusión el general con Nuevas comprobaciones históricas sobre histo­
ria araentina (1882) cf. Rómulo D. Carbia, Historio. crítica de la Histo­

rioqrafia Arqentina (desde sus orígenes en el siglo XVI), Edición defi­


nitiva, Buenos Aires, Coni, 1940, pp. 147-148.
""
Cf. Eduardo
Segovia Guerrero, La historioarafia argentina del reman­

ticismo Universidad Complutense de Madrid, 1980, p. 450.


;

""
V. F. López produjo en realidad dos obras a modo de resumen, relaciona­
das con la enseñanza de la historia nacional. La primera fue el Compendio

de historia argentina, adaptado a la enseñanza de los Colegios naciona­


les, publicado en 1889-90, y luego, en 1896, el Mariual de la historia ar­
qeritina. Dedicado a los Profesores y Maestros que la. enseñan, tam­
bién en dos volúmenes. Se utilizaron corno libros de texto para la enseñan­
za media por décadas.
,,,
Enrique De Gandía. Los estudios históricos en la Argentina. l. La obra
histórica de Ricardo Leoene El .
Ateneo, 1931, p. 10.
JI
ejemplos de juicios severos respecto del poco rigor documen­
No faltan los
tal de V. F. López, que a la vez condenan el 'éxito' de tales carencias entre
los historiadores posteriores, tal como este emitido por Enrique M. Barba, a
propósito de su versión en tomo al asesinato de Facundo Quíroga: "Vicente
Fidel López, de los historiadores que más influencia intelectual tuvo en
uno

nuestro país, difundió en sus escritos, donde campea a la par que su estilo

galano, descuidada información de las fuentes, una versión antojadiza des­


provist.a del más elemental recaudo crítico, Y en pos de ellos, escritores de
menor cuantía han preferido abrevar en esa fuente cegada más que dirigir

sus esfuerzos a la investigación personal." Enrique M.


Barba. Estudio Preli­

minar, p. 7, en Correspondencia entre Rosas, Qu:iroga y López, Col. El


Pasado Argentino, Hachette, 2° edición, 1975.

/
Argentina la escritura de su historia -

35

'"
Juan A. García fue profesor de Introducción al Derecho en la UBA, y em­
prendió en La Ciudad Indiana un ensayo sobre la configuración social y
las ideas circulantes en la ciudad y campaña bonaerense del período colo­
nial, justo el filo del cambio de siglo (1<1 obra es de
en 1900), y bajo la explí­
cita inspiración de Fustel de Coulanges y Taine.
"
Hijo de un diplomático y escritor (Vicente G. Quesada), actuó en política
dentro del juarizmo. Fue titular de la cátedra de Sociología en la Facultad
de Filosofía y Letras de la UBA, designado a principios de siglo. Hizo un lar­
go viaje por Alemania del que fue resultado su libro La enseñanea de la
h istoria en las uriiuersidades alemanas, obra con la que ingresó en la
: ,rérnica a favor de una pedagogía destinada a crear una 'conciencia hístó­

()(:;I', Rojas por la rnisma época. Fue un gran admirador de la cultura


como

y la sociedad alemana, y se erigió en un firme defensor de la neutralidad du­


rante la guerra mundial. Lo central de su obra histórica versó en tomo a la

figura de Rosas, en tono fuertemente reivindicatorio. En esa línea, su traba­

jo de mayor resonancia fue su ensayo La época de Rosas.


"1
La obra más recordada de Peña es Juan Facundo Q'uiroga, que es en

realidad reproducción de las conferencias que dictó en Filosofía y Le­


una

tras de Buenos Aires en 1903, como parte de su dictado de la asignatura


Historia Argentina. Ernesto Quesada por La época de Rosas, cuya prime­
ra edición es de 1898, y David Peña con su Juan Facundo Quiroga, fue­
ron precursores en la reivindicación de los caudillos y de la trayectoria de

Rosas, y de la preocupación por la configuración del federalismo argentino,


que posteriormente desarrollará Emilio Ravignaní,
discípulo José Ingenieros, J. M. Ramos Mejía era de profesión
,,,.
Como su

médico, especialmente interesado en temas ligados a la psiquiatría, y por


ese rumbo llegó a la labor de historiador, en la que su trabajo más difun­

dido fue Rosas y su tiempo, en tres t.omos. Halperín Donghi marca la di­
ferencia entre el espíritu con que abordan la labor histórica Ramos Mejía
o Juan Agustín García, ambos orientados por el positivismo, respecto a los
"

hombres de la generación anterior: una baja irremediable en la tensión


...

de ese empeño que mueve al historiador a ocuparse de historia. La histo­


ria tiene ya lecciones que dar, o más exactamente el historiador no bus­
no

ca ya recibirlas porque no sabría ya aplicarlas; ya no está en sus manos el

hacerlo, ni en manos de ese grupo que es el suyo y que él identifica con la


nación toda." T. Halperín Donghi, "Positivismo historiográfico de José Ma­
ría Ramos Mejía" en lmaqo Mumdi. Revista de Historia de la Cultura.
N°5. Septiembre de 1954. El vínculo ent.re trabajo historiográfico y voca­
ción de construcción de la realidad presente y futura había sufrido un pri­
mer hiato. El modelo de historiador comenzaba a alejarse de aquél en que

la investigación hist.órica era una suerte de descanso respecto de 'los afa­


nes de la vida pública'.
36 Daniel Campione
.

",
Francés de origen, director de la Biblioteca Nacional durante largos años,
crítico literario muy severo, ajeno a la vida universitaria, Groussac apareció
como una autoridad intelectual de primer orden en las décadas iniciales del

siglo XX. Sus trabajos históricos estaban plagados de retórica y de culto al


patriotismo, sin alcanzar el nivel de erudición que sería nota distintiva de la
'nueva escuela'. Los más conocidos fueron Santiago de Liniers, conde de
Buenos Aires (l7G:3-1810), y Mendoza y Garau Las dos jumdacionas
de Buenos Aires 1536-1580, amén de una compilación de Estudios de
historia arocrüina en la que reunió trabajos breves. En sus pasos inicia­
les, la NEH dedicó no pocos esfuerzos a criticar los trabajos de Groussac, y
con él polemizaron Carbia y Molinari, acusándolo de subordinar lo histórico

al atractivo literario, a no incorporar las reglas de la profesión a su trabajo


con los documentos, y a cubrir con retórica las falencias de su
interpreta­
ción. Es evidente que se lo elegía como modelo del 'hombre de letras' dedi­
cado a la historia como una tarea más, que se deseaba superar en función
de una historiografía profesionalizada, con una inserción académica regular,
que era la que los historiadores que comenzaban a trabajar en la Sección de
Historia de la UBA querían imponer. Cf. Gustavo H. Prado, "La historiogra­
fía argentina del siglo XIX en la mirada de Rómulo Carbia y Ricardo Levene:
problemas y circunstancias de la construcción de una tradición. 1907-1948",
en Nora Pagano-Martha Rodríguez (comp.) La historioqrafia rioplatense

(ni la posquerro., La Colmena, 2001 y Julio Stortini, "La recepción del mé­

todo histórico en los inicios de la profesionalización de la historia en Argen­


tina", en AA.W, Estudios de historioqrafia arqentina (11), Biblos, 1999.
"
Los intelectuales de la 'generación del 80' (Lucio V. Mansilla, Miguel Ca­
né, Eduardo Wilde, por ejemplo) seguían siendo hombres de extracción so­
cial muy elevada y con acceso a la elite política, pero ya no eran personajes
centrales de la misma como lo habían sido Mitre o Sarmiento, que unieron
a la condición de grandes intelectuales, carreras políticas que pasaron
ser

por la presidencia república sin extinguirse con ella. Alguna cartera


de la
ministerial, una banca de diputado o senador, y los cargos diplomáticos fue­
ron los destinos habituales de esta segunda generación. Cf. D. Viñas, Lite­

ratura araentina y vida nacional, vol. 2, CEAL, 1992, p.232.

Juan Alvarez fue, además de historiador, un funcionario judicial de alto ni­


'"

vel, llegando a ser .Juez Federal, Fiscal de la Cámara Federal de Rosario, y


finalmente Procurador General de la Nación, al mismo tiempo que desarro­
llaba obra histórica, que comprendió un ensayo breve pero muy perdu­
su

rable de 1914 (se sigue reeditando hasta hoy) llamado Estudio sobre las
de historia economi­
gl.wrras civiles arqent.inas, la compilación Temas
de 1929, y un estudio sobre su ciudad de residencia, Rosa­
(;(1, arqeritina,
rio, titulado Historia de Rosario, 1689-1939, del año 1943. El advenimien­
to del peronismo terminó con su prolongada carrera judicial, con el juicio
político a la Corte Suprema, que lo incluyó y t.erminó en su separación.

/
Argentina la escritura de su historia -

37

;"
Ramón ,J. Cárcano es un caso arquetípico de combinación de miembro
conspicuo de la alta burguesía, político e intelectual. Después de iniciar su

carrerapolítica muy joven, la frustración de su muy temprana candidatura


presidencial por la revolución del '90 (no tenía treinta años), y el consi­
guiente ostracismo 'juarizta' conspicuo, le depararon veinte aftas de de­
por
dicación a la administración de sus propiedades rurales y al estudio de la
historia. Rehabilitado después de HHO por Roque Sáenz Peña, ot.ro ex jua­
rízta, Cárcano fue diputado nacional, gobernador de Córdoba a partir de
1918, segundo período en la década de los '20, siempre por el con­
y en un
servadorisrno. Por esa misma época será presidente de la Sociedad Rural

Argentina. Ya en los treinta ocupará la presidencia del Consejo Nacional de


Educación (por poco tiempo) y luego será embajador en Brasil. Terminará
sus días como alto funcionario en el área previsional, hasta que muere en

1946. Desde su juventud, escribe historia, con arist.ocrático desprecio por


las convenciones académicas (para explicitar ese desdén no dota a sus li­
bros de prólogo, ni notas al pie, ni índice de nombres ni bibliografía) y espe­
cial dedicación al periodo de la 'Oraariieacion Nacionat'. De Caseros al
11 de setiembre, en 1918, y Del sitio de Buenos Aires al campo de Ce­
peda, publicado en 1921, y a la guerra del Paraguay: Guerra del Para­
tnuu). Orígenes :/) causas, de 19:39 y G uerra. del Paraguay, acción y
reacción de la Triple Alianea, de 1941. La Academia Nacional de la His­
toria reconoció ampliamente su perfil de historiador-gentleman, elevándolo
a la presidencia de la misma en dos oportunidades. La segunda vez lo suce­

dió Ricardo Levene, marcando la transición definitiva al predominio del


'profesionalismo' .

lO
Político, diplomático y funcionario público corno su padre, vinculó más
claramente su inserción en el aparato estatal con la tarea histcríográfica, ya

que escribió sobre política agraria, el libro de 1917, Evolución histórica


del reqimen de la tierra pública, y sería a partir de 19:34 minist.ro de Agri­
cult.ura de Justo, y sobre relaciones internacionales, luego de dedicar un
lapso prolongado a funciones como embajador, y de ser ministro de Relacio­
nes Exteriores en 1961: Las relaciones exteriores m¿ la historia argen­

tina, de 1973,
Los historiadores de la Academia Nacional de la Hist.oria se empeñan en
11

señalar como antecedente de la Junta, al Instituto Histórico y Geográfico


del Río de la Plata. Est.e fue una creación de Mitre, en el período de sepa­
ración entre el Est.ado de Buenos Aires y la Confederación (1854), que re­

sult.ó más que efímera, ya que su existencia se diluyó antes de 1860, Más
allá de su corta vida, y de su irrelevancia práctica, filiar a la Junta y a la
Academia el Instituto, significa agregar casi cuatro décadas a la anti­
en

güedad de las inst.it.uciones académicas ocupadas de la hist.oria nacional,


reforzar el vínculo con el 'padre fundador' creador t.ambién de aquella ins­
títución, y equipararse en ciert.o sentido a los cercanos Brasil y Uruguay,
38 Daniel Campione
-

que fundaron propios Institutos antes de lXGO. En el Instituto Históri­


sus

co y Geográfico del
Uruguay tomó parte el propio Mitre durante su exilio
mor II evidr-ano, junto con el
uruguayo Andrés Lamas y algunos otros exilia­
dos, circunstancia también mencionada en ocasiones como lejano antece­
dent« de la inst itucionalidad histórica argentina. Una buena síntesis de ese
int f'lIt( 1
organizativo, en el contexto de los ant ecedentes de la
profesionaliza­
ej('m d<' la historiografía en el país, se encuentra en Pablo
Buchbinder, "Vín­
CIII()s privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los
orígenes
(Ir' la hist: lli( 19rafía argentina", en Boietiri del Instiuüo de Historia
Aige-;¡­
t.ina '1 Americano: "Dr Emilio Rociqnoni" Tercera serie, núm. l;�, l er. se­
mr-st n' de l D!)6, pp. Gí -68,
:

i
En Pablo
Buchbinder, art cít., pp. 69 y ss. se describe este proceso de
.

traspaso al Estado nacional. Es de notar que en estos primeros éUl0S no ha­


hía una clara división del trabajo entre Archivo y Biblioteca. Esta última, ba­
j() la dir0cci<'1l1 dI' Paul Groussac también atesoraba y publicaba documentos
illf;dit.os. ;1I11'má<; dvl material impreso que luego constituirla su objetivo es­
pl'cílic().

/
/-:--
Argentina la escritura de su historia' 39

III

La nueva escuela histórica

La 'nueva escuelahistórica', como dijimos, se constituyó


sobre una base de profesionalización creciente, en las dos pri­
meras décadas del siglo XX.1 Eso se produjo tant.o dent.ro de

la institución trniversitaria, a través sobre todo del Instituto


de Investigaciones Históricas de la Facult.ad de Filosofía y Le­
tras, al que pertenecían la mayoría de los integrantes del gru­
po fundador; y también fuera de ella, en la Junta de Historia
y Numismática Americana, antecedente de la Academia Na­
cional de la Historia.' En esta últirna instit.ución coexistirían
durante bastante tiempo historiadores de un perfil más bien
dilctunue, con dedicación principal a la política o a profesio­
nes liberales, con historiadores claramente profesionales co­
mo Ricardo Levene, considerado uno de los fundadores de la
Nueva Escuela.
'Profesionalización' no equivale en est.e caso a estudios
históricos formales: la Nueva Escuela seguía teniendo un

componente predominante de abogados (Emilio Ravígnaní,


Diego Luis Molinari, Ricardo Levene, Enrique Ruiz Guiña­
zú) y otros profesionales de ramas ajenas a la historia, e in­
cluso sin formación universitaria (José Torre Revello, que
llegó a ser responsable de Investigaciones del Instituto de
Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA, no había completado la enseñanza de nivel medio). Se
refiere en cambio
que ingresa
a a la actividad una genera­
ción de historiadores que tiende a vivir de
profesión, en
su

ladocencia, investigación, y cargos públicos relacionados,


la
ya convertir el rigor en su trabajo, la búsqueda constante de
40 Daniel Campione
-

nuevas fuentes, la investigación en archivos, en la piedra ba­


sal de su legitimidad corno tales.
El profesor-qentlemari para el que la historia era un
hobby, era reemplazado progresivamente por profesionales
de la historia a tiempo completo, en un proceso
que puede
ligarse a la reforma universitaria y la parcial renovación que
introdujo en el claustro profesoral, con el ingreso de docen­
tes de extracción social no muy elevada,
para los que vivir de
su labor de enseñanza e
investigación podía constituir una
I
perspectiva atractiva. Este proceso no era exclusivo de la
historiografía, sino que se daba también en la literatura y el
periodismo, también dominados por representantes de sec­
tores sociales en ascenso, que hacían de esas actividades su

medio de vida principal. Podría anotarse al respecto que la


prolusionalización marca un cambio en el origen social y en
la ac.t.it.ud hacia la vida académica, pero también da la base
para una subordinación directa al aparato estatal, y a través
d.: d a las clases dominantes, al convertir a las condiciones
(h'l salariado a los investigadores. Se desarrolla un talante
dd tipo 'funcionario público, especialidad historiador' que
coloca a la dependencia burocrática como un condicionante
privilegiado de la tarea intelectual.
La .lunt.a de Historia y Numismática Americana data del
período anterior, siendo W10 de sus fundadores el propio Mi­
I re, en el año 18�):3 (nació como Junta de
Numismática, en
1 H!)!) pasó a llamarse Junta de Numismática e Historia, y to­
T1IÚ la denominación arriba mencionada en ] 901, cuando el
illl(�r(�s fundamental de sus animadores ya había virado ha­
cia la historiografía.) Mitre fue el primer presidente de la
.lunta, cargo en el que permaneció hasta su muerte.' La ins­
t.it.ur.ión fue tomando progresivamente un perfil cada vez
TlIás formalizado, de ámbito de producción y aprobación de
la visión oficial del pasado, con apoyo financiero y consulta
frecuent.e por parte de los poderes públicos.
En enero de 1938 se transforma en Academia Nacional
de la Historia, por decreto del presidente Agustín P. Justo, lo
Argentina la escritura de su historia· 41

que le asigna un mayor carácter oficial, además de una defi­


nitiva orientación a la historia argentina como objetivo cen­
tral. Por esos años se le proporcionan a la Academia fondos
públicos ampliar
para las instalaciones
en el Museo Mitre, su

sede de la época, y se le facilitan recursos para sus ediciones,


en primer lugar la Historia de la Nación A rqeuiiua, Una

vez asignado el carácter de Academia Nacional, resultaba

claro que el Estado la erigía en la institución oficial por ex­


celencia en lo que a fijación del canon histórico nacional se
refería, y le otorgaba las protecciones y privilegios corres­
pondientes. A sus actos y conferencias concurrirían funcio­
narios, y ocasionalmente, hasta presidentes de la Nación, y
distintos poderes públicos efectuarían consultas sobre sím­
bolos nacionales, lugares his tóric os efemérides, autentici­
,

dad de documentos, iconografía histórica, imágenes a utili­


zar en billetes, nombres de calles y lugares públicos, progra­

mas y textos y otras cuestiones vinculadas con la fijación de­

finitiva de una imagen del pasado nacional, legitimadora del


orden social existente.
Que la Academia no fuera, por definición, un organismo
universitario, no implica que los directivos de la Academia
no tuvieran inserción en ese campo. El propio Levene fue

profesor de Historia Argentina y decano de la Facultad de


Humanidades y Ciencias de la Educación de La Plata, e in­
cluso presidente de esa Universidad. En el ámbito de inves­
tigaciones de esa carrera de Historia y bajo la orientación del
mismo Levene, se desarrolló un vasto proyecto de estudio de
la historia bonaerense. Fue asimisrno fundador del Instituto
de Investigaciones sobre Historia del Derecho, en la corres­
pondiente facultad de la UBA, y también titularizó la cátedra
de Sociología en Filosofía y Letras de la misma universidad.
Esta variada inserción institucional configuraba una suerte
de 'área Levene' en la historiografía, mientras que el 'área
Ravignani' estaba centrada en Filosofía y Letras de la UBA,
con ramificaciones en el Instituto del Profesorado, institu­

ción de mucho peso en la época.'


42 Daniel Campione
-

El Instituto de
investigaciones Históricas de la Facultad
de Filosofía y Letras de la lIBA, fue fundado en los primeros
años del siglo XX, con el nombre de Sección de Historia
y
bajo la dirección de Luis María Torres, que inició la publica­
ción de la serie Documentos para la historia
argentina,
de los que se editaron varios tornos, y una completa docu­
mentación sobre Asambleas Constitusterües A rqentinas.
Otra de las actividades del Instituto fue la exploración y ca­
talogación de los archivos españoles, en especial el Archivo
de Indias, de Sevilla, en el que trabajó José Torre Revello.
En 1920 tornó la dirección Emilio Ravignani, y al
poco tiem­
po cambió su denominación por la de Instituto de Investiga­
ciones Históricas. Ravignani permanecería en la dirección
del Instituto hasta los primeros años del peronismo. La pri­
mitiva Sección de Historia fue el principal lugar de origen de
la Nueva Escuela, allí revistaban, del grupo inicial menciona­
do por J. A. García; Ravignani, Carbia, Molinari y Luis María
Torres, y fue donde la tendencia renovadora imperó sin dis­
puta desde un comienzo, ya que en la Junta convivieron mu­
cho tiempo quienes se adscribían a la renovación con auto­
res de menor rigor metódico y menos apego a los documen­

tos originales."
La obra mas recordada de Ravignani fue la Historia
Constitucional Argentina, extenso estudio de la organiza­
ción jurídico-institucional del país, tema que integró lo cen­
t.ral de sus preocupaciones históricas. A diferencia de los his­
toriadores de generaciones anteriores, comprometidos polí­
ticaruente con el orden oligárquico-conservador, y de con­

temporáneos como Levene, que se mantenían 'apolíticos',


Ravignani fue un destacado dirigente de la U.C.R, siendo di­
putado nacional por ese partido en varios períodos. A partir
de los años ':30 se alineó con la fracción 'alvearista' del radica­

lismo, y sería destacado miembro del bloque 'de los 44', como
se conoció a los legisladores de la UCR que formaban la ban­
cada opositora al peronismo gobernante. Tam�ién ra�cal,
fue otro prohombre del Instituto, DIego
pero yrigoyenista,
Argentina La escritura de su historia -

43

Luis Molinari, que después de 1943 se volcaría al peronismo,


por el que llegaría a ser senador nacional.
La Nueua Escuela amparaba en el rigor metódico y la
se

crítica concienzuda de los documentos, de acuerdo a los pre­


ceptos de los historiadores alemanes. Así la definía uno de
sus destacadoscultores, que fue además quien escribió el
análisis más completo de la historiografía argentina que exis­
ta hasta hoy, Rómulo D. Carbia:
La nueva escuela ( ) postula lila reconstrucción histó­
...

rica americana, y en particular argentina, a base de pes­


quisas documentales y bibliográficas realizadas de acuer­
do con los más estrictos métodos de Bernheim, seriando
los hechos,estableciendo los procesos con el concepto
de la universalidad de los fenómenos históricos y hacien­
do revivir el pasado, sin que la forma literaria obedezca
a la preocupación única de lo estético. ( ) La 'nueva es­...

cuela ( ) entraña una reacción contra el infundado cri­


...

terio de autoridad y marcha en búsqueda de una cumpli­


da intelección del pretérito, con un afán parecido a aquel
que en el último tercio del siglo XVIII caracterizó al n10-
vimíento iluminista, pero aplicando el mismo juicio orien­
tador y las mismas técnicas de la escuela historiográfica
de Ranke. Se quiere ver a plena luz, y con un sentido hu­
mano de las cosas, el panorama integral de lo pasado,
tratando de encontrar la explicación de los fenómenos
"7
por el camino de su génesis ...

Se destaca en esta conceptualización la identificación


con la reconstrucción de los 'hechos tal corno fueron' a tra­

vés del análisis riguroso de las fuentes inéditas, consideradas


como llave fundamental del saber histórico. La tarea del his­
toriador descansaba más en la 'caza del inédito', que en la
comprensión y análisis de la materia histórica.
ocupó ámbitos institucionales que
La Nueva Escuela'!
contaron con apoyo del Estado, y durante algunos períodos

dispuso de fondos para efectuar publicaciones, viajar al ex­


tranjero, enviar miembros a estudiar archivos españoles,
44 Daniel Campione
-

establecer miernbros correspondientes en el


exterior, y otras
actividades necesarias al afianzamiento de la
disciplina his­
t.órica. Tuvieron en común la reivindicación del
rigor heurís­
tico (por eso se apoyaron más en Mitre
que en López), la de­
dicación predominante a la historia política (y dentro de és­
ta la centrada en torno a las diversas
manifestaciones de las
instituciones y del Estado en particular), y su vocación
por
desarrollar un metódico trabajo de ubicación,
copia,
estudio
y publicación de documentos. Su forma de concebir la escri­
tura de la historia, estaba ligada a la visión de la
historia­
acontecimiento, centrada en construir una narración en tor­
no a los grandes
'hechos', con el afán de reproducirlos, en
una visión de impronta
positivista." Por tanto era poco pro­
clive al entendimiento de la historia como
proceso de cam­
bios casi imperceptibles que sólo se visualizan en
períodos
prolongados, tal como se impondría unas décadas después. 10
Era una visión de la historia mirada 'desde
arriba', pro­
pensa al culto a los 'grandes hombres' y las 'minorías ilustra­
das', y a prestar poca atención a las 'masas anónimas', más
allá de la visión desdeñosa o paternalista
que se tuviera so­
bre las mismas. Su misma forma de concebir el método his­
tórico, centrada en el conocimiento de los documentos, en
gran proporción de carácter oficial, los restringía a un estu­
dio sesgado hacia el ámbito estatal e institucional, o al me­
a reflejar los
nos puntos de vista que allí se formaban. Hay
que señalar, que tanto la historia centrada en las elites y los
grandes personajes, corno
a el culto los 'hechos' y la negati­
va a plantear
problemas hipótesis para resolverlos, no era
e

en absoluto privativa de los historiadores


locales, sino que
formaba parte en la época del paradigma internacional domi­
nante, sobre todo en Alemania y Francia, y precisamente en
nombre del rigor y de la 'ciencia'. I I Estas creencias estaban
acompañadas por la asunción de la tarea de historiador co­
mo parte de lila actividad de construcción más vasta de las

bases del Estado y la nacionalidad, entendidos ambos en la


óptica de las clases dominantes, aunque estos historiadores,
Argentina la escritura de su historia -

45

a diferencia de los anteriores al Centenario, ya no provenían


en general de las familias 'patricia <;'12 sino de las capas Inedias.
...

La profesión de historiador se convertía así en un 'deber cívi­


co', y la exaltación de los 'valores patrióticos' y las raíces de la
identidad nacional, en una virtual obligación de un modelo de
historiador que era (y se asumía como) 'funcionario de la
ideología', para usar una terminología de origen gramsciano.
Veamos COITlO caracteriza la relación de los historiadores
con el pasado nacional utilización para formar sentido
y su

común de las masas, el más autorizado vocero de la historia


oficial, Ricardo Levene:
"La Historia patria es fuente perenne de inspiración y
formación del alma nacional que tiene fisonomía propia y
ha realizado las obras originales de la argentinidad. La
tradición viene a nosotros, caudalosa corriente central
de laHistoria, en instituciones, ideas, religión, creencias,
preceptos estampados en la Constitución ( ) que los ...

pueblos fuertes y progresistas como el nuestro, atesoran


con el mismo patriotismo con que se conserva y se de­

fiende el patrimonio territorial." "Debernos alentar la fe


colectiva y armar el espíritu del pueblo combatiendo la
atonía, mal conocido desde antiguo, la enfermedad de las
sociedades desmoralizadas o en decadencia. La Historia
esexpresión palpitante de la vida de un pueblo, de su
'WI
unidad en el espacio y de su continuidad en el tiempo.
Esa tarea apologética se realizaba al mismo tiempo que
se seguía profesando la 'objetividad' del historiador, pensan­

do al investigador más como un 'medio' para traer el pasado


al presente, documentos mediante, que como intérprete del
proceso histórico. A la ceguera sobre el papel del historiador
en la selección de los hechos históricos, y en cierta medida
en la 'construcción' de esos hechos como 'históricos', se aña­
día la incapacidad de ver que los documentos no reflejaban
la 'verdad' pura y simple, los hechos 'tal corno fueron' sino un
punto de vista condicionado por las coordenadas de su 'posi­
ción' en el proceso histórico. Tal 'objetividad' se completaba
46 Daniel Campione
-

con la
pretensión de 'apoliticismo', con un razonamiento en
el que a la identificación con el
pensamiento oficial no se le
asignaba carácter político, sino que constituía la única creen­
cia posible para un historiador
cabal, el que imbuido de 'sa­
no patriotismo',
participaba 'naturalmente' en la legitimación

retrospectiva del orden social.


Tanto la Junta como el Instituto la
encararon publicación
de documentos en gran escala (sobre todo en torno al perío­
do virreinal y el de la Independencia") con algunos esfuer­
zos monumentales en esa dirección
Asambleas COTlS­
como

tituuerues Argentinas, dirigida por Emilio Ravignani, o la


Historia del Derecho Argentino, de Ricardo Levene. Pre­
dominaban los historiadores que tenían formación
jurídica y
no histórica, lo que incidía adicionalmente
para que su dedi­
cación central fuera casi siempre a la historia política, con
una preocupación por el establecimiento de la cronolo­
gran
gía y por el trabajo sobre los documentos, y la consiguiente",

pobreza (o directa carencia) en cuanto a 'problematización'


de las cuestiones históricas, ya que, garantizado el rigor heu­
rístico, y establecida la narración básica de los sucesos, la ta­
rea quedaba prácticamente terminada, o bien la seguía como
segunda etapa, el adaptar la interpretación de esos hechos a
las 'simpatías retrospectivas' del poder estatal." Cuando in­
cursionaban en temas económicos, sociales y culturales, no
abandonaban esa impronta, y seguían sin desarrollar herra­
mientas específicas para transitar por otros 'niveles' de la
realidad distintos al político-institucional. En cuánto al con­
flicto social y político, solían interpretarlo en clave de cho­
ques entre partidos o personalidades, subestimando su base
material para privilegiar las diferencias doctrinarias o las dis­
tintas concepciones éticas.
Al interior de esta escuela hubo discrepancias y deba-
tes," que llevan a cierta diferenciación entre la Junta y su su­
cesora la Academia por un lado, y el Instituto de Investigacio­

nes Históricas del otro. La primera quedó asociada a una re­

lación más estrecha con el aparato del Estado, y a una visión


Argentina La escritura de su historia· 47

la
historiográfica más propensa a la exaltación patriótica ya
elusión de cualquier enfoque crítico, lo que se acentuaría
después de 1930:
"Después de 1930, argentina desencadena­
ante la crisis
alcan­
da, la visión académica comienza a cristalizarse, y
za la dirnensión de institución de 'estado', en
un marco

de restricciones inéditas a la libertad ideológica en el ám­


bito universitario y académico C ) para adaptarse al cli­
...

ma creado por la crisis argentina, el conocimiento histó­


rico debía ofrecer garantías de su total irrelevancia al
presente y al futuro, limitando sus perspectivas a aque­
"IH
llas que los poderosos de turno juzgasen inofensivas.

El rol legitimador de la Academia salía a la superficie, se


volvía más inmediato. A la luz de la situación generada por
la crisis, la proporcionaba un buen fundamento para
historia
ré­
la recomposición de una cierta legitimidad de parte de un
exclusividad en una eli­
gimen empeñado en sustentarse con
Los la­
te y negarse a una nueva liberalización del sufragio.'!'
zos de la Academia con el poder político se habían reforzado
interesaba cada más
considerablemente, y el Estado se vez

en contar conel apoyo activo de la institución." Además, la


Academia tendía a incorporar miembros que unían a su incli­
nación por la historia Ca veces bastante escasa) la pertenen­
cia a instituciones de poder cuya benevolencia se deseaba
cultivar: nunca faltaban uno o más sacerdotes u obispos-aca­
del Ejército y la
dérnicos", y un par de oficiales superiores
institucio­
Marina, dedicados a la historia de sus respectivas
nombres de las 'le­
nes," con el agregado de algunos grandes
de profe­
tras', corno Leopoldo Lugones, y de representantes
siones liberales varias.
La relación entre las dos instituciones no dejó de tener
la Academia 'demora­
puntos de conflictividad. En ocasiones
ba' la incorporación corno miembros de los investigadores sur­

gidos del Instituto, importante y reconocida que fue­


por más
ra su labor. Esto ocurrió con el propio Ravignani,
recién acep­

tado en la Junta en 1931, o con José Torre Revello, también


48 Daniel Campione
.

incorporado de modo tardío. Otros miembros destacados


del
Instituto nunca fueron admitidos en la
Academia, como Ró­
rnulo D. Carbia o Diego Luis Molinari.
El Instituto tendía a reclamar
para sí una profesionalidad
más rigurosa, una preocupación rnás
'desinteresada' por la
investigación (menos ligada a los poderes
públicos), e inclu­
so la voluntad de incursionar en
algunas cuestiones polémi­
cas, como la de los orígenes del federalismo
argentino y la re­
lación con éste de los caudillos y del
propio Juan Manuel de
Rosas, que constituían la especialidad de su director, Emilio
Ravignani." Algunos de sus máximos animadores, como Ra­
vignani, Molinari o Carbia, mantuvieron un talante algo más
crítico, menos proclive a la deferencia ante el poder que os­
tentaba la Academia. Carbia se atrevió,
incluso, a acoger con
'beneficio de inventario' la herencia de Mitre como historia­
dor, al reconocer su valor como iniciador, sin renunciar a la
crítica de su obra:
"Mitre, unpoco embanderado en el culto del héroe co­
mo lo denuncia hasta el título de sus
libros, no tuvo idea
clara del proceso histórico, ni sacó a su eruditoaparato
todo el provecho que hoy le extraen las disciplinas his­
toriográficas ( ) no es posible desconocer, sin embargo
...

-y tal es el más cumplido elogio que puede hacerse del


biógrafo de Belgrano- que él fue un precursor verdade­
ro, en una hora en que la cultura comenzaba entonces
como a amanecer. ":¿4

Tal toma de distancia no era dable en el territorio de la


Academia, siempre practicante del culto
fundador. a su
De todas maneras, y más allá de
matices, los miembros
de ambas instituciones no
dejaron de hermanarse en un rol
de intelectuales orgánicos de la clase
dominante, en el que
ambas instituciones se reconocían
compartiendo un papel
rector, como en su momento lo expresara el propio Levene
en un discurso de homenaje a su colega Ravignani, fallecido
unos años antes:
"El carácter cíentífico de las investigaciones históricas y
Argentina la escritura de su historia -

49

su desarrollo la
Argentina se relaciona con dos insti­
en

tuciones principales que han patrocinado y promovido la


cultura histórica: la Academia Nacional de la Historia y el
Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de
Filosofía y Letras.""
En ese carácter fueron co-autores de un canon histórico
que luego proyectó sobre el sistema educativo y los do­
se

cumentos oficiales, con una influencia que perdura hasta


nuestros días. Punto culminante de la elaboración de esa

versión canónica fue la redacción y publicación de la Histo­


ria de la Naciári Araentina," bajo la presidencia de Agus­
tín P. Justo (luego continuada en la Historia Araentina
Coruemporánea.i .

Esta fue una obra integral," que constituyó la su.mrna


de la historiografía liberal, y en la que participaron el grueso
de los representantes de esta escuela (Enrique M. Barba,
Ravignani, Levene, Torre Revello, Juan Cánter, Ricardo Cai­
llet-Bois, Enrique de Gandía, Juan Alvarez, Roberto Levillier,
el padre Guillermo Furlong, Carlos Heras, Diego Luis Molina­
ri, José León Pagano, Ricardo Rojas, Mariano de Vedia y Mi­
tre, Ramón J. Cárcano) fueran o no miembros de número de
la Academia. Incluso una figura de la conducción guberna­
mental de la época, el coronel José María Sarobe, tuvo a su
cargo la redacción de una sección de la obra" En efecto, el
Estado nacional se comprometió activamente en la publica­
ción de la Historia dispuso apoyarla por decreto, hizo vo­
...
,

tar una ley con una partida presupuestaria especial para su

publicación. Esto nos habla de la importancia que se le asig­


naba a la escritura de la historia dentro de las tareas de la
clase dominante y el Estado. Sarobe sería poco después in­
corporado como miembro de número, y el propio presidente
Justo aspiró a ser miembro de la Academia (y fue presenta­
do para su admisión, a la que se opusieron con firmeza y éxi­
to algunos académicos de filiación radical, en particular Ri­
cardo Rojas). Evidentemente se avanzaba en la vinculación
de la institución con la dirección del aparato estatal.
50 Daniel Campione
.

Ello formaba parte de toda una política, desplegada du­


rante la presidencia Justo, y continuada por sus sucesores
hasta junio de 1943, de uniformación de la visión histórica ,

en lo que puede caracterizarse corno una ofensiva del


apara­
to del Estado para fijar definitivamente una 'historia oficial'
en un mornento de crisis general del ordenamiento socioeco­

nómico y político, que se proyectaba incluso al plano especí­


fico historiográfico, ya que en esos años despuntaba con
fuerza el revisionismo inicial. A la cerrazón del régimen con­
servador en el presente, se le adosaba una interpretación del
pasado de similar impenetrabilidad frente a innovaciones y
críticas. A esa imposición de una visión oficial se la dotaba de
una cristalización institucional, creando organismos estata­

les o con apoyo oficial, para encargarse de esas tareas. Así se


produjo una suerte de 'segundo ciclo' de fundación de insti­
tuciones estatales dedicadas a la historia, si consideramos
como el primero el del cambio de siglo, en que se originaron

el Archivo Histórico Nacional, el Museo Histórico Nacional y


la Junta de Historia y Numismática. De la presidencia de Jus­
to datan el Archivo Gráfico Nacional, la Comisión Nacional
de Museos, Monumentos y Lugares Históricos (para cuya
presidencia también se designó a Levene) y el Instituto Na­
cional Sanmartiniano. Este fue colocado, desde sus comien­
ZOS, bajo la dirección de las FF.AA. y se convirtió en el bas­
tión de la historiografía militar." La Comisión se dedicó, en­
tre otras actividades a ubicar, y declarar tales, a los sitios y
edificios con valor para la recuperación del pasado nacional.
Emprendió la reconstrucción de la Casa Histórica de Tucu­
rnán, creó el Museo del Cabildo y la Revolución de Mayo y el
Museo Sarmiento. Se tendía a completar así la instauración
de una simbología oficial sobre el pasado nacional." También
del mismo período es la conversión de la Junta de Historia y
Numismática Americana en Academia Nacional, y la realiza­
ción en Buenos Aires del 11 Congreso de Historia Americana
(19:36), que proporcionaba una vidriera internacional a los
académicos locales. Quedaba así completa, en su estructura
Argentina La escritura de su historia' 51

fundamental, un conjunto de 'aparatos históricos del Esta­


do', que llegarán hasta nuestros días, componiendo una fuer­
te intervención estatal en la construcción de la visión sobre el
pasado nacional. Esa estructura administrativa cimentaba, en
su práctica, la defensa de una visión del pasado nacional que

jugaba corno legitimación retrospectiva de las relaciones de


poder del presente, y podía ponerse en movimiento para de­
fender esas operaciones legitimadoras cuando ellas se vieran
amenazadas desde cualquier dirección.
A través de la lectura de la Historia ...
y de las obras im­
portantes de estos autores, percibe la existencia induda­
se

ble de una distancia en el


enfoque entre las elaboraciones
eruditas, de mayor complejidad en el tratamiento, y los tex­
tos destinados a la divulgación o a la enseñanza, directamen­
te orientados a la implantación de una visión apologética de
las 'clases dirigentes'. El esquematismo y la trivialización de
las interpretaciones crecía en los textos destinados a escola­
res, pero la escritura de éstos no era más que un aspecto de
la división del trabajo en una tarea común: los propios prota­
gonistas de la Nueva Escuela, comenzando por Ravignani y
sus adláteres del Instituto", escribieron textos destinados a

la enseñanza secundaria. Hay una indiscutible articulación


entre las diferentes modalidades, niveles y asientos institu­
cionales que los revelan corno partes constitutivas de una
'versión oficial' de fondo único. Menos explícita, sin tanta
carga retórica, la apologética estaba presente incluso en las
obras de mayor pretensión científica. La tarea de construc­
ción de la versión oficial (y estatal) del pasado argentino, tu­
vo una proyección en la rnanualística escolar y en las obras
de divulgación, sobre todo las dirigidas a la juventud. La his­
toria argentina a enseñarse en las escuelas de los diversos
niveles, comenzó a fijarse ya a principios de siglo, y en cier­
to sentido se proyecta hasta nuestros días. El propio Levene,
mentor máximo de la Academia y de la Historia produjo ...

manuales de historia nacional (Lecciones de Historia Ar­


gentina, en dos tornos, cuya primera edición data de 1912 y
52 Daniel Campione
.

cuenta con prólogo de Joaquín V. González) y compilaciones


de documentos aptos para uso escolar.
La historiografía liberalconstituyó, sobre todo en su ver­
sión apta para la enseñanza, la divulgación o actos oficiales,
una historia centrada en la narración, y en la valoración de

los protagonistas, a los que divide entre réprobos y elegidos,


con la 'clase dirigente' pintada siempre con caracteres idíli­

cos y sin grandes discrepancias a su interior. Entre próceres

sólo se reconocían malentendidos y distanciamientos tempo­


rarios, pero siempre aparecían reconciliados a la larga por el
fondo de patriotismo, desinterés personal y nobleza de espí­
ritu que impulsaba las acciones de todos ellos. Así, por sobre
las individualidades, se dibujaba un sujeto colectivo, una eli­
te que guiaba el país, con el bien público y el 'engrandeci­
miento nacional' como objetivo fundamental. Por supuesto
que la gravitación de intereses económicos o de luchas por
el poder entre distintos sectores, quedaba excluida de modo
axiomático. Como contracara, existían los períodos de 'oscu­
ridad' en que el país había sido gobernado por 'tiranos' (por
definición Rosas, y después de 1955, Perón) o se sumió en la
'anarquía', lapsos estigmatizados por una condena global que
les adjudicaba el monopolio de las 'luchas de facciones', las
'ambiciones personales desenfrenadas', y todos los disvalo­
res posibles, con el efecto buscado de dar brillo a los perío­

dos 'normales', en los que todo se subsume en la búsqueda


insobornable de la 'grandeza de la patria'. En cuanto a las
clases subalternas, su papel es invariablemente de acompa­
ñamiento, casi de comparsa. Serán 'pueblo' pintado con no­
bles caracteres compatibles con su humildad y su dejarse
conducir, cuando actúan del lado de los 'próceres'. O 'popu­
lacho' bárbaro e irracional cuando aparecen asociadas a la
'anarquía' o apoyando a 'demagogos'. En algunos casos es­
peciales, el culto a las individualidades destacadas se pro­
yectará sobre algún personaje de extracción social subalter­
na, incorporándose al panteón alguna que otra figura emble­
mática de los 'hombres pequeños', leales y patriotas pese a
Argentina La escritura de su historia -

53

su baja condición, desde la que se elevan a través de un ac­


to heroico, al estilo del Sargento Cabral."
Una característica lateral, pero no irrelevante, de toda
esta historiografía, era su tendencia al distanciamiento tem­

poral, a sólo ocuparse de períodos vividos por generaciones


pasadas y no por las contemporáneas al historiador. De he­
cho se dedicaba atención preferente al período colonial y a
los años de la emancipación, con prolongaciones que solían
no ir mas allá del período inicial de la llamada 'organización

nacional'. La Historia de la Nación Araentina culminaba


en 1862, es decir en el momento que, con la victoria de Mi­

tre en Pavón, se produce la unificación del país bajo predo­


minio de Buenos Aires, y que el volumen dedicado al perío­
do de Rosas fuera postergado por años, en razón de lo 'con­
flictivo' del período. Sólo en los años '60 haría aparición la
continuación, que a su vez se detiene en 1930.
Solía invocarse como justificación al respecto el prurito
del necesario 'aquietamiento de las pasiones', vehículo de
una toma de distancia necesaria para el estudio y la reflexión
'objetiva', a la hora de justificar la reticencia a ocuparse del
pasado reciente. Lo cierto es que la mitificación de ese pasa­
do lejano era prima facie más sencilla, los testigos directos
ya estaban muertos, las posibles impugnaciones eran menos
acuciantes, y posiblemente se buscara precisamente ese
efecto. Otras veces, el corte tenía el propósito claro de elu­
dir el debate sobre etapas 'turbulentas': al menos hasta los
primeros años '70 los programas de la escuela secundaria se
interrumpían bruscamente el 4 de junio de 194:3.'¡:¡
Como efecto de este manejo temporal, la gran mayoría
de las obras historiográficas versaban sobre períodos no pos­
teriores a los años '60 del siglo XIX, lo que paradójicamente
afectó también a los autores de intención crítica, ya que el re­
visionismo apuntó luego a los mismos lapsos históricos. La
época que va de los últimos años del mil ochocientos y más
aun la del siglo XX tendía a quedar en manos de memorialis­

tas y biógrafos, desdeñada en cuanto a su dignidad 'histórica'.


54 Daniel Campione
-

Sin duda fue Ricardo Levene el que dio asiento definiti­


vo a esta escuela, desde una potente y diversificada inser­

ción institucional, que abarcaba la Facultad de Derecho de


Buenos Aires, la de Humanidades de La Plata, la Comisión
Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y el
Archivo Histórico de la Provincia. Fue quizás el exponente
rnáximo de la historiografía liberal. q Su obra de mayor alien­
to, el Ensauo historico sobre la Reuolucion. de Mayo y
Mariano Moreno, cuya prirnera edición data de la década
de los '20, constituyó el complemento de la obra de Mitre en
cuanto al establecimiento del canon de interpretación del
período de la Independencia, y entronizar a la tercera figura
entre los próceres de 'los albores de la nacionalidad'. Allí pin­
ta a un secretario de la Junta ajeno a
propensiones jacobinas
(Levene batalló durante años en procura de demostrar el ca­
rácter apócrifo del Plan de Operaciones, por ejemplo en
Nuevas comprobaciones sobre la apocricidad del Plan
atribuido a Mariano Moreno, contra historiadores de va­
riadas tendencias que sostenían su autenticidad)" casi como
un pacífico jurista pensando en el
andamiaje del nuevo esta­
do independiente. Otras obras importantes del autor son La
anarquia de 1820 y la iniciacion de la vida publica de
Rosas, la Historia de las 'ideas sociales araentinas, In­
vestigaciones acerca de la historia economica del vi­
rreinato del Plata, Introducción a la historia del dere­
cho indiano, Introducción a la historia del derecho
pa­
trio, además de las Lecciones de Historia Argentina, obra
orientada a la enseñanza, claramente inspirada en la similar
francesa de Benjamín Lavisse y una monumental Historia
del Derecho A roentino, en once volúmenes. Fue asimismo el
autor de la tesis de que 'las Indias no eran colonias'
(un libro
dedicado a defender esa tesis, titulado justamente Las In­
dias TW eran, colonias, fue publicado en 1951) sino territo­
rios incorporados de forma directa y plena a la Corona espa­
ñola, constitutiva de un intento de releer (desde un pretendi­
do basamento jurídico) todo el sentido de la historia colonial,
Argentina la escritura de su historia -

55

contribuyendo a la llamada 'leyenda rosa' de una dominación


española tolerante, guiada por la voluntad civilizadora y
evangelizadora y no por el ansia de riquezas. También dedi­
có atención al trabajo historiográfico de Mitre, con Los estu­
dios históricos de la juventud de Mitre y LOA') ideas his­
tóricas de Mitre. En cuanto a su enfoque personal de la his­
toria, lo que quizás más destaca es un perfil de abogado-his­
toriador, que pretende interpretar la historia a través del de­
recho, exacerbando así la tendencia a visualizar el conjunto
del proceso histórico desde el punto de vista de las clases
dominantes y del aparato estatal, productores de las normas

jurídicas. También se caracterizó por su empeño en 'mellar


el filo' de situaciones de conflicto o de ideas radicales, como
en su tratamiento de la entrevista de Guayaquil, incluido en
la Historia de la Academia y en su
...
trabajo El Genio Poli­
tico de San Martín, o en el ya mencionado contra la aut.en­
ticidad del Plan de Moreno." Levene presidió la Academia
por un total de casi treinta años, siendo que entre 1934 y
1959, año de su muerte, fue presidente en forma casi ininte­
rrumpida (salvo el par de años que duró la intervención dis­
puesta durante la segunda presidencia de Perón).
La Academia Nacional de la Historia, sería el núcleo ma­
yor de la historiografía erudita. Entidad apoyada por los po­
deres públicos, encargada desde el Estado de prestar las ba­
ses para la articulación del pasado y el presente, con la his­

toria como 'convidada de honor a la constitución de la argen­


tinidad'. Esa 'historiografía oficial' sufrió la contestación revi­
sionista desde los años '30 sinperder espacio académico, lo­
gró que parte de sus integrantes alcanzaran posiciones ven­
tajosas durante el peronismo (algunos previo vuelco al revi­
sionismo, corno Diego Luis Molinari, otros sin necesidad de
ello, como José Torre Revello), y volvió con fuerza a ocupar
el espacio central después de 1955. La aparición de la escue­
la renovadora, llamada 'nueva historia' o 'historia social', a
partir de ese entonces, no implicó que la historiografía tradi­
cional perdiera su posición frente a los poderes públicos, el
56 Daniel Campione
.

dominio de la mayoría de las cátedras


universitarias, y un
amplio entramado de relaciones internacionales." A partir
de 1966 los períodos de reacción
política volverían a entro­
nizarlos una y otra vez en los lugares de
predominio,
recién y
de 198;3 adelante ese panorama cambiaría.
en

A partir de esta última


fecha, con una clase dominante
que ya podía permitirse la existencia de la democracia
repre­
sentativa y el 'pluralismo' ideológico después de la
masacre
dictatorial y la derrota de los proyectos
transformadores, las
nuevas corrientes modernizadoras le
arrebatan el predomi­
nio en el ámbito académico y frente al
aparato estatal. Se ini­
cia así un período de
repliegue que dista de ser total y que
conjuga elementos de recomposición y re-agrupamiento. Así
lo muestra, por ejemplo, el reciente lanzamiento
de una nue­
va versión de la Historia de la Nación
Argentina (de la
que ya se han publicado ocho volúmenes):", y ciertos
'puen­
tes de plata' tendidos a la corriente
hegemónica en la univer­
sidad sobre todo por vía de su
incorporación a los escaños
académicos, o su inclusión como autores en los últimos cm­
prendimientos editoriales.

NOTAS
I
Argentina fue pi primer país latinoamericano donde
se produce el proceso
dc proíesionalízación de los
historiadores, bastante antes que en México y
Brasil, d. Carlos A Aguirre Rojas, Pensamiento historioqrtifico e historio­
qrafia riel siqlo XX, Prohistoria-Suárez, Rosario, 2000, pp. í5 y siguientes.
:
Esa el< lb !e centralidad de la 'autoridad'
historiográfica (Universidad y Aca­
dernia) C()!lS ti tu iría una peculiaridad argentina, a diferencia de
Europa, con
predominio completo de las
universidades, y de otros países de Sudamérica
donde la autoridad máxima son las respectivas academias nacionales. cf. Fer­
liando J. Devoto, "La enseñanza de la historia argentina y americana. Nivel
superior y universitario: dos estudios de casos", en Academia Nacional de la
Historia, L(1 Junta de Historia Numis'mática Americana .y el Mouimien­
toHistorioanifico en la Arqentina (1893-1938), t.omo I1, 1996, p. :390.

--_ ..
--
_--.
'.
Argentina la escritura de su historia -

57

l
CL José Carlos Chiararnonte, entrevista en Javier Trímboli y Roy Hora,
Pensar la Araentina. Los historiadores hablan de historia y política,
El Cielo por Asalto, 1994, p. 150.: "La prioridad del historiador-gentleman,
del historiador de familia principal, desaparece, y surgen historiadores de
apellidos extraños, corno Ravignaru, Molinari o Levene, todos de origen in­
migrante." En realidad, la 'prof'esionalización' abarcó a intelectuales en ge­
neral. David Viñas ubica el surgimiento de la Nueva Escuela Histórica, den­
tro de UII proceso general de profesionalización de escritores (' intelectua­
les, en ligazón directa con el origen inmigratorio, de clase media, de muchos
de ellos. Menciona en ese sentido a Roberto F. Giusti y la fundación de No­
sotros, 1907, ya Alberto Gerchunoff Cf. D. Viñas, Literatura araenti­
en

na 1I realidad politico.. Vol. 2. CEAL, 1994, p. 23l.


1
cf. E. de Gandía, "La Academia Nacional de la Historia. Breve Noticia His­
tórica" en A. N. de la Historia. Historia de la Nación Argentina, 2da. edi­

ción, H):39, pp. 99-100.


r,
cf. E. de Gandía, arto cit. p. 139
"

Carbia da corno 'grupo primitivo' al de la antigua Sección de Historia, y lue­


go menciona, junt.o Filosofía y Letras de la LIBA, a la Facultad de Hu­
con

manidades de La Plata y al Instituto Nacional del Profesorado como 'centros


de irradiación' de la corriente. Rórnulo D. Carbia, Historia crítica de la
Historioqrafia Arqentina (desde sus orígenes en el siglo XVI), Edición
definitiva, Buenos Aires, Coni, 1940. pp. 154-165.
7
Rómulo D. Carbia, Ibidern.
"
La denominación la creó Juan Agustín García, englobando en la escuela a
Diego Luis Molinari, Ricardo Levene, Enrique Ruiz Guiñazú, Luis M. Torres,
Emilio Ravignani y Rómulo Carbia. CL Nora Pagano y Miguel Angel Galan­
te, "La nueva escuela histórica: aproximación institucional del Centena­
una

rio a la Década del 40". En Fernando J. Devoto (editor), La historiografía


araentina en el siglo XX (1) CEAL, 1993 .

.
,
Gravitaba sobre la 'nueva escuela' la concepción que Le Goff caracteriza
"

como un ideal erudito positivista que eludía las ideas y excluía de la his­
...

toria la búsqueda de las causas". Jacques Le Goff', Pensar la historia, Mo­


dernidad, presente, progreso. Paidós, 10 reimpresión, 1997, p. 12:3, ha­
ciendo referencia la
'degeneración' del hístoricisrno erudit.o alemán. Sobre
a

la 'nueva escuela' influían tanto los grandes aut.ores alemanes (en primer lu­
gar el manual de método de Bernheim, tit.ulado Lehrbuch. der historischen.
Methode, del año 1889) corno sus seguidores franceses, Langlois y Seigno­
bos (autores de Introduction. au 1; etudes historiques de 1898). La expre­
..

sión que aquí usarnos (historía-acontecímient.o), deriva en realidad del tér­


mino que utilizaron Bloch, Fevbre y sus sucesores, para criticar a sus prede­
cesores en la historiografía francesa (histoire eoenementielle), El libro de
58 Daniel Campione
-

Bemheim codificaba las técnicas de heurística y hermenéutica, en lo que no



serían otra cosa que preceptos, con ordenación de cánones, de lo que
...

Ranke realizara por propia iniciativa". Cf. R D. Carbia, op. cit. p. 78. Al mis­
mo ideal historiográfico hace alusión E. H. Can: "Cuando Ranke, en el cuar­

to decenio del siglo (el XIX, N. del A) ...


apuntaba que la tarea del histo­
riador era 'sólo mostrar lo que realmente aconteció' eiaenüicti ge­ (Wie es

u.esen y, este profundo aforismo tuvo un éxito asombroso. Tres ge­


no muy
neraciones de historiadores alemanes, británicos e incluso franceses, se lan­
zaron al combate entonando la fórmula mágica 'Wie es eiqenüicli
gewe­
sen' a modo de conjuro, encaminada, como casi todos los conjuros, a aho­
rrarles la cansada obligación de pensar por su cuenta." E. H. Carr, ¿Q'II,é es
la h.istoriar, México, Planeta, 1985, pp, 11-12.
IIJ
No es historiografía académica local no tuviera conocimiento y con­
que la
tacto con las tendencias avanzadas de la historiografía europea, Como seña­
la Diana Quattrocchi Woisson, un representante tan eminente de la renova­
ción historie igráfica como Lucien Febvre dio conferencia.') en la Universidad
de Buenos Aires durante los años '30, pero parece no haber dejado 'ningu­
na secuela en los historiadores argentinos'. cf. O, Quattrocchi
Woisson, "EI
revisionismo de los años 20 y :30, Rosistas y revisionistas: ¿los rivales de la
historia académica?" en Academia Nacional de la Historia, op. cit., Buenos
Aires, 1995, p. :309.
11
Véase al respecto, entre otros textos de parecida orientación, el ensa­
yo de Febvre "De 1892 a 19:n, Examen de conciencia de una historia y

de un historiador." En L, Fevbre, Combates por la historia, Altaya,


1999, En todo caso, es la prolongación de la vigencia del paradigma eru­
dito décadas después, cuando nuevas escuelas historiográficas lo habían
reemplazado, lo que hizo a la otrora 'Nueva Escuela' una rémora del pa­
sado, además de una contribución a la legitimación del dominio de clase,
como lo fue siempre, y no podía ser de otra manera en una escuela his­

toriográfica 'oficial',
1"
Siguió habiendo, por mucho tiempo, hombres de las familias tradiciona­
les que realizaban su tarea de historiadores en los intersticios que les deja­
ba la actividad política, la función pública o la diplomacia, como los Carca­
no padre e hijo, Carlos A Pueyrredón, Benjamín Villegas Basavilbaso y
otros, pero ya eran un componente secundario dentro de la 'comunidad de
historiadores', regida por los profesionales,
11
Ricardo Levene, La cultura histórica, y el serüimiento de la naciona­
lidad, ColecciónAustral, Espasa Calpe, 2° edición, 1946, p. 23, El pasaie
reproducido aquí forma parte del discurso titulado "La unidad histórica
argentina" pronunciado en la ANH, en marzo de 1942, En otro discurso de
la misma época, Levene definía la 'cultura histórica' como factor de cohe­
sión nacional ,
más aún ,
como componente importante del lazo social: "Es
Argentina La escritura de su historia· 59

que la cultura histórica, como se sabe, es vertebral en las sociedades actua­


les. Su crisis es una de las causas delquebrantamiento de la coexistencia or­
ganizada humana. Cuando se intensifica ese saber por el estudio sereno de
los grandes hechos y sus grandes hombres, el espíritu culto siente en sí la
continuidad de la historia, surgen nuevas relaciones y se estrechan los vín­
culos del el presente, acrecentándose los bienes morales de la
pasado con

humanidad." "El Americarusrno de San Martín y Bolívar." Discurso pronun­


ciado el 27 de abril de 1940, incluido en Idem. p. 24.
11
El primer libro que editó la Junta fue el Viaje al Río de la Plata, de Ul­
rico Schmidel, con un estudio preliminar escrito por el propio Mitre. cf. E.
de Ganclía, art, cit., p. 100. Posteriormente, dedicó esfuerzos a realizar edi­
ciones facsimilares de periódicos editados en el Virreinato del Río de la Pla­
ta y los primeros años de vicia
independient.e. Telégrafo Mercantil, Serna­
nario de Aqricultura, Industria y
Comercio, Gaceta de Buenos Aires,
dirigido por Mariano Moreno, y Argos, el periódico oficial de la época riva­
daviana, fueron, entre otros, publicados por la Junta.
1'.
UIl ejemplo de est.a concepción, lo proporciona Eruique De Gandía, un

destacado representante de la Nueva Escuela: "Hoy, ant.es de disertar sobre


un hecho histórico, se trata de exhumar todos los documentos relacionados

con ese mismo hecho. La historia, como dijeron Langlois y


Seignobos, no
puede ser objeto de las meditaciones de los pensadores carentes de erudi­
ción ( )Las investigaciones exhaustivas no excluyen la belleza del est.ilo y
...

tampoco, cuando son completas, las atinadas reflexiones, que por lo gene­
ral hállanse en los mismos documentos." E. De Gandía, op. cit. p. 11. Nóte­
se que la reflexión, situada en un lugar subordinado, también es tomada co­

mo una 'emanación' de las piezas documentales. Carr caracteriza con eficaz

ironía el origen y modo de operar de historiadores con estas convicciones:


"El fetichismo decimonónico de los hechos venía completado y just.ificado
por un fetichismo de los documentos. Los documentos eran, en el templo
de los hechos, el Arca de la Alianza. El historiador devot.o llegaba ante ellos
con la frente humillada y hablaba de ellos en tono reverente. Si los docu­
mentes lo dicen, será verdad." E. H. Carr, op. cít, pp. 21-22.
lO.
Halperín explica así la actitud de los historiadores de pretendida 'objeti­
vidad' frente las interpretaciones dictadas por el poder: "La facilidad con
a

que, de edición en edición, tal estudioso de la Nueva Escuela va cambian­


do el sentido general de un proceso por él estudiado según cambian las
simpatías ret.rospectivas de los poderosos del momento puede sin duda in­
dignar. Pero al autor no le habrán sin duda costado demasiado tales con­
cesiones, para él sin importancia, a los caprichos del tiempo. Más que esa
pasajera espuma le importa la firme roca sobre la cual ha edificado: la tupi­
da contextura de las notas a pie de página." ("La historiografía argentina en
la hora de la libertad". En T. Halperín Donghi, Argentina en. el callcjon.,
60 Daniel Campione
-

Edición definitiva, Ariel, 1995, p. 20.) Falta en esta explicación, a nuestro


juicio, el señalar que la despreocupación de los historiadores de la Nueva
Escuela por lo que significara interpretación o disquisición teórica, se inte­
graba estrechamente a su papel de oficiantes del culto retrospectivo a la cla­
sedominante y al Estado-nación por ella fundado. Como marcamos en otro
pasaje, cuando abandonan el talante erudito para pasar al texto escolar o al
artículo periodístico, queda claro que no necesitan otros criterios interpre­
tativos que los construidos desde fines del siglo XIX para instaurar el culto
a los héroes y proyectar retrospectivamente la existencia de la 'argentini­
dad', con los que coinciden por completo. Definido ese eje, su ocupación es
la supuesta 'reconstrucción objetiva de los hechos', con ligeros acomoda­
mientos a los deseos de unos dueños del poder.
I�
Quizás la diferencia más importante se da en tomo de la valoración de los
caudillos y del federalismo del interior en general, en relación con el proce­
so de organización nacional. Afirma Pablo Buchbinder en un trabajo dedica­

do a Ravignaní: "Rastreó estos orígenes no en el seno de la intelectualidad


porteña sinola acción y el pensamiento de los caudillos y las masas del
en

interior. Sus trabajos giran ent.onces en torno a la concepción de un federa­


lismo que es asumido por los caudillos como bandera indeclinable y es legi­
timado mediante el respaldo popular." (P. Buchbinder, "Emilio Ravignani: La
historia, la nación y las provincias" en Fernando Devoto (editor) op. cit. p.
96). Esta visión, con un fondo reivindicador de los caudillos y las masas po­
pulares, chocaba con la de Levene, mucho más ajustado a la línea de prosa­
pia mitrista de ubicar a los 'grandes próceres' como fundadores del Estado
nacional, junt.o a una evaluación globalmente negativa del papel de los jefes
federales, como obstáculos y no promotores de la organización institucional.
1M
Cf. T.
Halperín Donghi, "Un cuarto de siglo de historiografía argentina
(1960-1985)", en Desarrollo Económico vol 25, N° 100.25° Aniversario.
Enero-marzo 1986. p. 49l.
1"
Aurora junto con Noemí Girbal-Blacha ha sido la historiadora
Ravina, que
'institucional' de laAcademia, remarca el rol de la Junta (después Acade­
mia) como agente institucional de la legitimación, en tanto que represen­
tante de la cultura histórica de la elite, y conformada ella misma por miern­
hros de la 'clase dirigente'. Cf. Aurora Ravina, "Historia, crisis e identidad
nacional (La respuesta de una institución cultural argentina, 1938-1943".
Monografía presentada al III Simposio Panamericano de Historia. IPGH- Ins­
titulo Panamericano de Geografía e Historia. México, D.F., 25 al 30 de se­
t.iembre de 1995, p. 3 .

p. 21.
�"
cf. Aurora Ravina, ídem anterior,
"1
Algunos de sacerdotes-académicos fueron realmente historiadores,
estos
de vasta producción; corno el Padre Guillermo Furlong, pero a posteriori,
la Academia se inclinó por figuras encumbradas de la jerarquía eclesiástica

//---
/
Argentina la escritura de su historia -

61

sin dedicación específica a la historia, de lo que el ejemplo máximo fue el ar­

zobispo de Buenos Aires y cardenal Antonio Caggiano.


ce "

Explica Noerní Girbal-Blacha: .la estrecha relación que siempre había


..

existido entre la Junta y el ejercicio del poder politico a través de sus miern­
bros, en el decenio de 1930 hacía más próxima, o por lo menos su discur­
se

so y su comportamiento adquirían los rasgos de una marcada identidad ofi­


cial. La transformación de la Junta Academia Nacional de la Historia con­
en

filmaba esta relación, cuando la legitimación politica a través de la historia


quedaba definida y expuesta por Ricardo Levene. (. ) Conectada con el po­ ..

der politico desde sus orígenes fundacionales, la Junta participó en la aper­


tura intelectual de los años '20 y acentuó durante los ':30 su perfil nacional,
hasta convertirse en 'tribunal de la verdad histórica' y
gestora de la historia
oficial. Así lo advertían sus miembros y lo aceptaba el gobierno." Noenú Gir­
bal-Blacha, "II. Su tránsito hacia la conversión
en Academia Nacional de la

Historia" en La Academia Nacional de la Historia en. su Centenario


(1893-1993), Buenos Aires, 1999, pp. 40-41. Est.a opinión tiene el valor es­
pecífico de estar inserta en una producción 'oficial' de la Academia, y pro­
venir de un miembro de la institución. Sólo cabría agregar que el poder po­
lítico no sólo 'aceptaba' sino que promovía activamente el reforzamiento de
una visión histórica que preservaba al orden social
y político existente de
impugnaciones que iban in crescendo desde varias direcciones, pues tal co­
mo también afirma la autora: "Desde mediados del decenio de 1930 contar
con una historia oficial para mantener viva la memoria de la sociedad argen­
tina era, sin duda, una cuestión de Estado." (Ibídem, p. 41.) Una clase do­
minante menos segura de su predominio económico, y sin capacidad para
generar una fórmula política de eficacia similar a la del 'orden conservador'
en su mejor momento, estaba dispuesta hacer concesiones a la li­
menos a

bertad intelectual y la diversidad de opiniones. El talante de la Academia se


adecuó a este nuevo estado de cosas, que en definitiva favorecía su mono­
polio del 'juicio histórico'.
el
En
1945, Ravignani publicaría un libro en tomo a la figura de Rosas, In­
ferencias sobre Juan Manuel de Rosas y otros ensayos, Huarpes, 1945.
Allí realizabauna reivindicación parcial de su gobierno, al que calificaba de

"constructivo", además de destacar que "supo fomentar el sentimiento na­


cional e imponer el federalismo". Cf. Idem, pp. 78 a 80.
e'
Romulo D. Carbia, op. cit. pp 153-154. Cabe señalar que el autor partía de
la existencia de diferencias importantes entre el precursor y sus continua­
dores: "Las diferencias que se advierten entre el respetable precursor y los
que integran el grupo nombrado, se concretan, precisamente, en el crit.erio
de la valoración de fuent.es, en el ejercicio de la crítica y en el concepto se­
rial que comprende todos los postulados de la universalidad del fenómeno
histórico." (Idem, p. 153)
62 Daniel Campione
-

5,
R. Levene, "Homenaje al Dr. Emilio Ravígnaní" en Boletín de la Acade­
mia Nacional de la Historia, vol. XXIX, 1958, p. 5:3.
�I;
La iniciativa de publicar la obra fue formalizada y oficializada en 1934,
también durante la presidencia de Justo (y con Levene ya presidiendo la
Junta), mediante un decreto presidencial y la solicitud de un crédito ex­
traordinario al Congreso para su publicación, la de un resumen en dos volú­
menes a la enseñanza, y de un Atlas histórico .IJ
destinado geográfico, el
que fue aprobado por Ley N° 12.114 (estas dos últimas publicaciones nun­
ca se hicieron). La referida ley fue debatida y aprobada por la Cámara de Di­

putados, en las sesiones del26 y 27 de septiembre de 19:34. El principal ora­


dor fue América Ghioldi, riel socialismo, que se expidió por el voto favora­
ble, pero formuló advertencias sobre la orientación de la obra, como por
ejemplo: "Deseamos que no sea una historia de las tantas conocidas, que só­
lo conoce la trayectoria de los regueros de pólvora que ha habido en el pa­
sado, sino que sea una historia capaz de conocer y ele reconocer los funda­
ment.os técnicos y económicos de la misma, que hasta. ahora son desconoci­
dos o disimulados en los tratados oficiales" y más adelante "Espero que no
han de ocultarse más las relaciones sociales de los distintos grupos
una vez

y de las diversas clases que actuaron en el pasado argentino; en una pala­


bra, espero que no nos engañemos una vez más con la vieja ideología de atri­
buirlo todo alas doctrinas, ignorando que las más de las veces son los pro­
cesos materiales y económicos los que determinan las instituciones". (Re­
producido en Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación
Arqentirui, 2° ed. u.n9, t 1 p 84.) Estas salvedades de tinte 'materialista'
.

fueron rechazadas en el debat.e por algunos legisladores oficialistas, entre


ellos Miguel Angel Cárcano, que no toleraban ninguna reticencia sobre la la­
bor a emprender. Ricardo Levene, presidente de la Junta en ese periodo, fue
designado director general de la obra.
;,
La Historia de fa NacioriArqentina fue publicada en catorce volúme­
nes, entre 19:36 y 1950, siempre bajo la dirección de Ricardo Levene. La
Historia A rqcnt.irui Contemporánea fue posterior a la muerte de aquél, y
se publicó con la Academia dirigida por Ricardo Zorraquín Becú, entre 1963

y 1 9G7. Abarcó otros siete volúmenes. El inicio de la publicación fue saluda­


do por el establishment académico y cultural. Vale como ejemplo el co­
nuenzo de la nota edit.orial de &'1, Nación, 1 de noviembre de 1936: "La Jun­
°

ta de Historia y Nurnismátíca Americana ha publicado el tomo primero de la


Historia de la Naciári A raentina. Señalamos el advenimiento para inscri­
birlo en, los diasfastos de nuestra floreciente cultura (subrayado nuestro)
y subrayarnos este vocablo, pues viene henchido de significaciones." (Repro­
ducido en Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación Ar­
gentina, edición citada, t. I, p. 44)
:!>'
El general Sarobe escribe una de las secciones del volumen 7 de la Historia ...
,
Argentina la escritura de su historia -

63

el titulado "Rosas y su época", editado en 1 951. Se titula "Campaña de Caseros.


Antecedentes con referencia a la política interna y externa.", pp. 517 a 562.

;"
También en esos años se creó el Instituto Sanmartiniano, luego nacionali­
zado comoInstituto Nacional Sanmartiniano, a instancias de José Pacífico
Otero, especialista en la historia de San Martín. CL C. A. Guzmán, "José Pa­
cífico Otero", pp, 153-155, en Academia Argentina de la Historia, Historia­
dores Arqentimos, Ciudad Argentina, 2000.
ru
Cf. A. Cattaruzza, "Descifrando pasados: debates y representaciones de la
historia nacional." En Alejandro Cattaruzza (dir.) Crisis ecorurm.ica, avan­
ce del Estado e incertidumorc política (1930-1943), tomo VII de Nue­
va Historia Araentina, p. 466.
11
Las figuras más destacadas de la entonces Sección de Historia de 13 Fa­
cultad de Filosofía y Letras, de la UBA, fueron autores de un libro de texto.
Se trata de Rómulo Carbia, Emilio Ravígnani, Diego Luis Molinari y Luis Ma­
ría Torres, Manual de Historia de la Civilización Argentina, Biblioteca
de la Asociación Nacional del Profesorado, 1917.
le
El sargento Cabral ocupa un lugar desmesurado en el imaginario históri­
co, expresado en una de las canciones patrióticas más frecuentadas, el nom­
bre de institutos militares, nombre de calles, plazas y escuelas de todo el
país. Sin embargo su aparición en la historia (como la de otro personaje de
la Independencia, el negro Falucho), es el heroísmo de un instante, que lo
saca del anonimato impuesto por su condición subalterna. En Cabral el me­
canismo raya la perfección, porque su actuación está dada por la salvación
del héroe principal, constituyéndose en vehículo para que éste pueda llevar
a cabo su misión, encontrando la muerte en ese acto heroico. El hombre co­

mún se convierte en prócer sólo por su servicio al 'hombre superior', y en el


plano militar se constituye en modelo a imitar del suboficial subordinado a
su jefe hasta el límite de dar la vida
por él, epítome de la disciplina y el es­
píritu de sacrificio (de ahí que el Sargento Cabral se convierta en el alter ego
eterno de toda la suboficialidad, a cuyo escuela de formación da el nombre).
La entronización de la figura del negro Falucho, extraída de un relato de Mi­
tre, fue producto del consciente propósito de incorporar soldados rasos al
'panteón' de próceres, lo que derivó en un debate parlamentario sobre la
construcción de un monumento en su homenaje (algunos proponían como
alternativa los 'sargentos de Tambo Nuevo', otros Wl recordatorio colectivo
alos anónimos infantes negros que habían luchado en las guerras de la In­
dependencia), que finalmente llevó a la inauguración del monumento en el
año 1897. (cf. Lilia A. Bertoni. Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas.
La, construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX,
FCE, 2001, pp. 289 y ss.) La exaltación del soldado de extracción popular,
puede relacionarse con el propósito de basar al Ejército en la conscripción
obligatoria, que se concretaría pocos año� después.
64 -

Daniel Campione

::
Puede constarse la existencia de este 'corte' en múltiples ediciones de los
manuales firmados por José C. Ibáñez, para las asignaturas Historia Argen­
tina e Historia de las Instituciones argentinas.

Hay quien lo señala como continuador del propio Mitre (Miguel Angel
:1

Scenna, Los que escribieron. nuestra historia. Ediciones La Bastilla ,

1!J76, pp. 1 !)O y ss).


t.,
Levene no vaciló en trabarse en polémica, él propósito de la autenticidad
del Plan, incluso con un destacado miembro de la Academia (aunque con
opiniones heterodoxas sobre el proceso revolucionario de Mayo) como En­
rique de Gancha, que sostenía su autenticidad con amplios argumentos. Era
claro que Levene no podía aceptar que se pusiera en duda la moderación
de 'su' prócer.
Woisson, "Histeria y contrahistoria en la Argentina
",
Diana Quattrocchi de
1 U16-HnO" en Cuadernos de Historia Reqional; N° 9, Buenos Aires,
1987, p. :38.

"El balance sumario de las redes inst.itucionales (. ) no deja de remarcar


"
..

en cuan gran medida también los historiadores eruditos disponían


externa­

mente de una sólida cadena de corresponsales y ello les permitía aparecer


como una de las cabezas visibles de la historiografía profesional argentina.
De este modo, cualesquiera fueran las deblidades o los arcaísmos historio­
los
gráficos, la 'nueva escuela' histórica conseguía ante los poderes publicos,
historiadores buena parte de las instit.uciones externas, conver­
menores o
"Los
tirse en el verdadero poseedor del saber legítimo." (Fernando Devoto.
Letras entre dos crisis ins­
estudios historicos en la Facultad de Filosofía y
titucionales (1!J55-1966), en F Devoto (cornp.) op, cit. p. 59.

En la misma linea pueden inscribirse los dos tomos, de suntuosa presen­


'M

Junta de Historia y Numis­


tación, editados con motivo del centenario de la
mática Americana, a lo largo de los años 1995 y 1996. El agradecimiento en

las primeras páginas al entonces Jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, deja


en

con minuciosidad
claro el auspicio oficial a la publicación, que reconstruye
la trayectoria de la institución antecesora de la Academia.
Argentina la escritura de su historia -

65

IV

El revisionismo histórico

Mientras el paradigma de Argentina corno sociedad en


sostenida marcha de progreso, 'granero del mundo', 'el país
más culto y europeo de América Latina', en un contexto
mundial al que se veía marchando hacia el liberalismo eco­
nómico y político, resultó altamente verosímil, la historiogra­
fía liberal reinó en forma
indisputada en nuestro país, en
I

tanto brindaba legitimidad retrospectiva a esa imagen, y da­


ba basamento a una visión globalmente optimista del 'desti­
no nacional' del país. No faltaron las
expresiones críticas an­
teriores, que contenían un rechazo global del proceso de mo­
dernización en curso, pero lo hacían más en nombre de una
reivindicación 'espiritualista' frente al materialismo y la mer­
cantilización al uso, que por medio de un ataque a los funda­
mentos económicos y políticos del modelo, y t.odavía no de­
finían una visión historiográfica alternativa. Un ejemplo tem­
prano de ese tipo es el ensayo de Manuel Gálvez, El diario
de Gabriel Quiroga subtitulado Opiniones de la vida ar­

ge'ntina,cuya edición original es de 1909. Allí, al mismo


tiempo que se afirma
"Hemos abandonado aquéllos ideales nacionalistas, que
fueron el más noble ornamento del puehlo argentino, pa­
ra preocupamos tan sólo de acrecentar nuestra
riqueza
y acelerar el progreso del país. ( ) Hasta
...
hace pocos
años el país era pobre, carecía de fuerza y de prestigio,
tenía escasa población, los extranjeros no pensaban en
este rincón de Sudamérica y vivíamos en continuas revo­
luciones y guerras. Pero entonces, en cambio, había un
66 Daniel Campione
-

espíritu nacional, el patriotismo exaltaba a nuestros sol­


":':
dados y a nuestros escritores ...

Se exalta, junto a José Hernández, a Mitre, López y Sar­


miento "espíritus románticos que sentían el alma de la
como

raza y la expresaban en sus escritos y en sus hechos"." Se

evidencia así que el rechazo por los 'próceres del liberalismo'


no era siquiera insinuado por la principal figura de lo que

luego se llamaría 'el primer nacionalismo' argentino.


Tulio Halperín Donghi caracteriza así la secuencia que va
del éxito a la crisis de una visión histórica que, en última ins­
tancia, remite a Mitre:
"
.. .la visión historiográfica de la Argentina la que
es

creó Mitre ) cuando los revisionistas se


( ... dedicaron a
hacerle la guerra sobre todo a él, fueron bastante clarivi­
dentes. Lo que había ahí era una visión de destino maní­
fiesta, parecido al norteamericano: un país que había na­
cido para crecer sobre unalínea que lo haría un país mo­
derno, occidental, de economía avanzada y de desarrollo
político que maduraría en la forma más alta inventada
por la humanidad para organizarse políticamente, que
era la república democrática." ( ) "Mientras la Argenti­ ...

na iba por esa línea era obvio que esta imagen era una

que todo el mundo le encantaba reconocer, pero desde


a

el momento en que se descubrió que había tropezado


con una piedra en el
camino, luego que no era una pie­
dra sino que se había cerrado el camino, todo eso llevó a
una conclusión de fracaso."

El ascenso al
gobierno de la Unión Cívica Radical en
1916, no modificó de
manera significativa la visión que el or­

den oligárquico había construido del país, tanto sobre el pre­


sente, como hacia el pasado y el porvenir. Las disidencias,
que las había, sobre la valoración de este o aquél aconteci­
miento, o acerca de talo cual figura histórica, no afectaban
al 'paradigma' dominante en su conjunto.
El nacionalismo de los años veinte y el revisionismo
que fue uno de sus productos, se forjaron, en cambio,
Argentina la escritura de su historia· 67

en la oposición frontal al segundo gobierno de Yrigoyen,


e incluyeron al radicalismo entre los sujetos de su impug­
nación. Ello excluía la existencia de radicales que sim­
no

patizaban Rosas
con y los caudillos antes de 1930, como
Ricardo Caballero o Dardo Corvalán Mendilaharzu, pero
que no se integraron plenamente a ese movimiento.
Fueron los síntomas de la crisis del modelo de integra-
ción al mercado mundial, con el reemplazo del crecimiento
económico sostenido por el estancamiento y la recesión; y
el período de convulsiones abierto por la guerra de 1914, la
revolución rusa, el fascismo y la crisis de 1929, los que abrie­
ron la puerta para que comenzaran a aparecer voces contes­
tatarias, con variadas orientaciones e intencionalidades. Y
con el golpe de 19;30, y el corte no sólo institucional
que sig­
nificó(la atmósfera cultural eintelectual cambió de modo
perdurable, evolucionando a un clima de menor tolerancia),

se abrieron paso corrientes que asumían el fracaso del pro­


yecto en curso desde la segunda mitad del siglo XIX, y pre­
tendían fuerte rectificación del rumbo seguido hasta ese
una

momento, tanto en materia económica y social, como políti­


ca y cultural. Por añadidura, de 19:30 en
adelante, el desen­
volvimiento del campo de la historia académica quedó mar­
cado por el autoritarismo ideológico, el mayor control del
Estado sobre la producción historiográfica, y W1a creciente
tendencia a la discontinuidad en las carreras universitarias
de los investigadores, en las orientaciones de los
planes de
estudios y en el desarrollo de las líneas de investigación,
motorizada por el mayor empeño oficial por controlar de
cerca la enseñanza y la
producción ideológica en sus diver­
sas formas y niveles.
Para la comprensión del revisionismo fundamental, es

nos parece, ubicarlo en coordenadas, que es la que dan


estas
lugar a su conformación plena como movimiento historiográ­
fico, cultural y político. La posición contraria, adoptada por
varios entre los propios cultores del revisionismo, es dar por
iniciado el movimiento en cuanto aparecen historiadores
68 Daniel Campione
.

dispuestos a la reivindicación de Rosas y los caudillos, de


Saldías o Quesada en adelante, sin distinguir esos esfuerzos
individuales y no articulados a una 'visión del mundo' más
amplia, de la configuración de una corriente de la magnitud
y cornplejidad que tiene el revisionismo posterior a 19:30.-'
El carácter de la historiografía erudita oficial cambió des­
pués de 19:30. Ya no sólo era visión 'oficial', sino impuesta
incluso mediante la coerción más o menos abierta desde el
aparato estatal, lo que por reacción daría lugar para críticas
de una virulencia inédita hasta ese momento.
Buena parte de esas voces atacaban el paradigma de or­
ganización económica, social, política y cultural de la Argen­
tina desde la derecha, defendiendo un nacionalismo empa­
rentado con la reacción de sectores conservadores de la bur­
guesía, sobre todo la más directa y exclusivamente ligada a
la propiedad de la tierra, contra todo impulso modernizador,"
que se extendía a otros sectores de extracción social menos

elevada, que se habían sentido beneficiarios del orden exis­


tente, y comenzaban a percibir como evidente que ya no lo
eran. A los motivos de esa reacción se sumaba el fuerte de­
sagrado producido en los sectores más conservadores por el
tipo de acción política que se había vuelto exitosa a partir de
la Ley Sáenz Peña, encarnada sobre todo por el radicalismo
en su vertiente yrigoyenista. Al ingreso en una nueva era de

política de masas, éste había sumado una inclinación, más


patente en la segunda presidencia de Yrigoyen, por una 'de­
magogia populachera' que no estaban dispuestos a tolerar.'
Ese nacionalismo veía el gran mal de Argentina en que
sus dirigentes habían operado con concepciones del progreso

de matriz iluminista, que según ellos no se adaptaban al ori­


gen hispano-católico de nuestro país, y predisponían a visua­
lizar todo lo extranjero como superior y más avanzado. Pre­
tendían, en cambio, buscar la 'tradición nacional', y los mitos
fundan tes de la misma, en un terreno distinto que la corrien­
te liberal, en el que se destacaran la fuerza de las tradiciones
inmemoriales por sobre el 'progreso' de raíz racionalista, y
Argentina La escritura de su historia -

69

donde el vínculo ideológico se estableciera con el pensa­


miento hispánico y católico y no con el liberalismo decimo­
nónico francés y anglosajón, que había regido la 'fórmula' de
organización del país al menos desde la caída de Rosas. Las
obras doctrinarias y de análisis de la realidad nacional reve­
renciadas por el pensamiento predominante hasta ese mo­
mento, eran fuertemente criticadas en tanto portadoras de
una visión alienada de la realidad
argentina, tendiente a se­
pultar los valores nacionales más genuinos. Alberdi (revalo­
rado a través de sus Escritos Postumos, pero denostado por
las Bases y demás trabajos vinculados a la 'organización na­
cional') Sarmiento, y Mitre, dejaban de ser portadores de va­
,

lores positivos, para convertirse en ejemplos de la alienación


a un paradigma 'ilustrado' ya intereses foráneos que habían

llevado a la nación al borde de su extinción. Pero junto con


esa lectura reaccionaria de la problemática nacional, su obra

aportaba la puesta en duda de las virtudes, hasta ese mo­


mento poco discutidas, de las elites que habían construido a
esa Argentina que dejaba de ser exitosa y de los capitales ex­

tranjeros que habían colaborado en su obra 'civilizadora'.


Además de antiliberal, esta corriente era, en su versión
original, fuertemente antisocialista, en tanto que buscaba lo
opuesto a una revolución social: la 'restauración' de las tra­
diciones y valores abandonados, en nombre de un 'espiritua­
lismo' que impugnaba de plano el materialismo marxista,
asociado en ese sentido con el 'mercantilismo' del capital fo­
ráneo y las elites 'antinacionales'. Mientras que los marxistas
repudiaban al liberalismo porque sus nociones de igualdad y
libertad servían de ocultamiento la
explotación, y veían a
a

la democracia representativa como un conjunto de formali­

dades que impedían el gobierno del pueblo en lugar de pro­


moverlo, el nacionalismo conservador ejercía su crítica del
régimen parlamentario desde el ángulo opuesto, en nombre
de la defensa de un orden jerárquico, anterior a toda idea de
igualación, y basado de modo explícito en el predominio de
minorías constituidas en elite dirigente.
7 O Daniel Campione
-

Los grupos portadores de estas concepciones comenza­


ron a aparecer en la segunda mitad de la década de los '20,

siendo el hito fundamental la fundación del bisemanario La


Nueva República, periódico al que dirigían un grupo de in­
telectuales de esa tendencia/o! parte de los cuáles se volcarían
años después a la tarea historiográfica (Ernesto Palacio y Ju­
lio Irazusta particular), previo abandono de la acción polí­
en

tica, a raíz de la decepción con el golpe de septiembre de


1930 al que habían impulsado con entusiasmo." La renovación
de signo corporativo que habían soñado, devino 'restauración'
del régimen parlamentario, presentado para colrno en una
versión amañada, que no conformaba a nadie del todo. Ya en
la década de 19:30, el nacionalismo tendería a converger, re­
forzándose, con la ola de catolicismo integrista que, con el
auspicio de la jerarquía eclesiástica, y el beneplácito del pre­
10
sidente Agustín P. Justo, tendió a desatarse por esos años.
Así fue que, durante varias décadas (desde los años '30
en adelante), la interpretación de la historia nacional se

constituyó como un campo de batalla político, en el que la


presentación de una visión alternativa a la oficial se convir­
tió en importante eje de un combate ideológico orientado a
la impugnación del orden socioeconómico y político exis­
tente. La denuncia de la 'falsificación histórica' cometida
por la 'oligarquía', formaba parte integrante de la crítica
contra las políticas que se llevaban a cabo en ese momento.
El nacionalismo articulaba así su impugnación del presente
con la construcción de un enemigo al que se dedicaba a per­
11
seguir hasta el fondo del pasado nacional. La historia fal­
sificada, publicada por Ernesto Palacio, constituye una ex­
posición sistemática de esta tesis, con fundamentos propios
del primer revisionismo, antiliberal desde la derecha, hispa­
12
nófilo y anticomunista.
Con la misma idea de entablar la polémica contra patra­
ñas históricas impulsadas por un pensamiento al servicio del
imperialismo extranjero, producirá su Po­
Arturo Jauretche
litica Nacional y Revisionisrrw Histórico, varios años
Argentina La escritura de su historia 71
-

después (1959) ya en la línea de lo que irá a llamarse nacio­


,

nalismo popular. Veamos como explica los mecanismos de


falsificación al servicio de la 'historia oficial', y la necesidad
del revisionismo:
"No es pues problema de historiografía, sino de polí­
un

tica: lo que se nos ha presentado como historia es una


política de la historia, en que ésta es sólo un instru­
mento de planes más vastos destinados precisamente a
impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya
a la formación de conciencia histórica nacional que
una

es la base necesaria de toda política de la Nación. Así


pues, de la necesidad de un pensamiento politico nacio­
"n
nal, ha surgido la necesidad del revisionismo histórico.
Para el dirigente de FORJA estaba claro que la produc-
ción de una política nacional autónoma de 'intereses forá­
neos' no podía hacerse sino se 'nacionalizaba' previamente la
visión del pasado argentino, cuya versión oficial era obra de
minorías carentes de patriotismo, manipuladas por intereses
extranjeros." El revisionismo cobraba así sentido a partir de
su vinculación orgánica con un proyecto social y político de

corte nacionalista, que en .Jauretche ya estaba más ligado a


la posibilidad de desarrollar un capitalismo autónomo en el
país que a la orientación de repudio a toda la tradición libe­
ral, con la Ilustración y la Revolución Francesa a la cabeza,
de Palacio o los Irazusta.
Atilio García Mellid, por su parte, denunciaría al prolon­
gado predominio de la ideología liberal corno responsable de
prácticamente todos los males de la sociedad argentina:
"A lo largo de los tiempos, ha sido el factor determinan­
te de todas nuestras desventuras. La larga guerra civil y
la anarquía, la destrucción de las provincias y la anula­
ción de los derechos del pueblo, el enfeudamiento eco­
nómico y la pérdida de valiosas virtudes tradicionales,
son obra deliberalismo retórico que ha vivido perma­
un

nentemente de espaldas al país y en el desconocimiento


de sus derechos soberanos."?
72 .

Daniel Campione

Para modo de pensar y actuar, los liberales


legitimar ese

habrían consumado con la historia 'una monstruosa falsifica­


ción'. Se trataba de revertirla, de promover el reencuentro
con el "país real, que extrae su savia de la tradición católi­
1'.
ca e hispánica."
En esos años, sepolíticas de la llamada 'Dé­
atacaban las
cada Infame' poniéndola en paralelo con las de la era de Ri­
vadavia, Mitre, Sarmiento o Juárez Celman. Impugnar la tra­
yectoria histórica seguida en el pasado, se volvía una herra­
mienta principal a la hora de trazar ( e imponer) otro rumbo
en el presente.
Luego, un sector de los revisionistas defendería las polí­
ticas de Perón comparándolas con las de Juan Manuel de Ro­
sas, fortaleciendo el uso del recurso de buscar legitimidad en
el pasado lejano. Visiones enfrentadas del presente y el futu­
ro de la sociedad argentina libraban su batalla también sobre

la interpretación del pasado, con sus lecturas antagónicas


del mismo, simbolizadas a su vez en panteones de héroes en­
frentados. En efecto, sólo San Martín y Belgrano suscitaban
unanimidad en su carácter de próceres, a partir de allí, todos
eran impugnables.
El resultado fue la constitución de una corriente historio­

gráfica que se convirtió en activa oposición a la oficial, la


cual pasó a ser conocida con el mote de 'liberal'. Los revisio­
nistas siempre gustaron presentarse como marginados, per­
seguidos por una historiografía oficial a la que describían co­
mo una suerte de fortaleza monolítica. En realidad, ocupa­

ban lugar menos incómodo que el que acostumbraban


un

proclamar, y formaron parte de circuitos culturales cercanos


al calor oficial, y al favor de los sectores dominantes." Mien­
tras estos historiadores mantuvieron posiciones de unívoco
sentido conservador, y sus interpretaciones alternativas del
pasado se hicieron en pos de la mejor defensa de los linea­
mientos básicos del orden social existente, los sectores do­
minantes podían tener con ellos disidencias y prevenciones,
pero no una actitud de censura o proscripción abierta. Sólo

/
Argentina La escritura de su historia -

73

con posterioridad a la caída del peronismo, y del progresivo


avance de corrientes radicalizadas dentro del revisionismo,
las reacciones desde el poder se hicieron mucho más fuertes.
El revisionismo siempre estuvo signado por una fuerte hete­
rogeneidad, la que no hizo sino acentuarse, a medida que
ideales políticos progresivamente más radicalizados se cobi­
jaban bajo ese 'paraguas' ideológico, sin que dejaran de tener
vigencia los de línea más conservadora, lo que ocurrió de
modo creciente desde 1955.
Esimportante situar los orígenes de esa discusión, por­
que la historiografía revisionista llegó a ser la que formó el
'sentido común histórico' de la mayoría de los argentinos,
durante un período en torno a los años '60 y '70. Es cierto
que, a esa altura, el revisionismo se había tornado rnucho
más heterogéneo y multiforme que en sus comienzos, y po­
día interesar al público en un rango ideológico y una diversi­
dad de niveles culturales mucho mayores que al comienzo.
Si bien nunca alcanzó hegemonía en el terreno académico,
en la educación pública ni en el discurso oficial (salvo, de
forma parcial, en el breve
período 1973-1976) durante un
tiempo ganó ampliamente la batalla que se planteó a sí mis­
mo, con más recursos y perseverancia: la del espacio de la di­
vulgación y de la polémica en los medios de comunicación, la
de la llegada al gran público por los más variados medios y
soportes. En esos años, en las filas revisionistas circulaba la
idea de que el revisionismo había ganado definitivamente la
batalla ideológica, ante la virtual extinción de la historiogra­
fía oficial:
"
.. .la
explicación del proceso transformativo de la histo­
riografía argentina; se notaba el progreso acelerado del
revisionismo y predijimos el triunfo de esta escuela; hoy
estalla evidencia que redundancia sería decir que la es­

cuela 'oficial' ha muerto.':"


Esto lo logró sobre todo através de libros que se ven­
dían por decenas de millares en las décadas de los '60 y los
'70, como los de José María Rosa, Arturo Jauretche, Raúl
74 Daniel Campione
-

Scalabrini FerITÚn Chávez'", Ernesto Palacio, Eduar­


Ortiz,
do L. Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, Jorge Abelardo Ra­
mos, Juan José Hernández Arregui." Estos formaron parte
argentinas (Arturo Pe­
central del fondo de varias editoriales
ña Lillo, Theoria, Oriente, Plus Ultra, Sudestada, Octubre,

Coyoacán, etc.). Se publicó incluso una Historia Argentina


de largo aliento (13 tornos), obra de José María Rosa, que
constituyó un éxito editorial de proporciones. También los
revisionistas iniciales, como Palacio, Irazusta e Ibarguren,
eran frecuentemente reeditados. Y una revista de divulga­

ción de elevadas ventas, nacida en los años '60, Todo es His­


toria, sin ser exclusivamente revisionista, dio amplia acogi­
da a los historiadores de esa tendencia. Hasta la propia Aca­
dernia Nacional de la Historia incorporó a rmo de los pro­
hombres de la historiografía nacionalista, el ya anciano Julio
Irazusta, en el año 1971, en una decisión que tuvo más de
afán de cooptación del que se había tornado el más 'presen­
table' y moderado de sus representantes, que de verdadera
apertura a la corriente adversaria."
En torno a 1973, favor del regreso del peronismo al
y a

gobierno, estos historiadores intentaron ocupar las posicio­


nes centrales en las instituciones académicas y oficiales vin­
culadas con la historia. Los últimos '60 y primeros '70 fueron
sin duda su época de oro, con un avance notable de la ver­
tiente nacionalista popular, acompañada por la
'izquierda na­
cional' y las vertientes más radicalizadas del peronismo. Por
todo ello, no se puede comprender el debate historiográfico
argentino sin entender en profnndidad al revisionismo, más
allá de la valoración que se tenga de esa producción. Este ex­
plicitó la 'politización' de la visión dominante hasta ese mo­
mento de la historia argentina, y le opuso otra no menos 'po­
litizada' (con la diferencia que se la aSUITÚa públicamente),
que en gran parte se plegó activamente (y contribuyó a pro­
ducir) la profunda radicalización política y cultural de esos
años. Todo en un contexto social el cual la historia del
en

país era nn campo del combate político más general. corno

1:--:"::""
/
/
Argentina La escritura de su historia -

75

víctimas de un estado de cosas visto por la mayoría como re­

pudiable.
(Carlos Ibarguren," los her­
Los 'revisionistas' iniciales
manos Irazusta, Ernesto Palacio") estaban ligados a un ata­

que tanto a la organización política propia de la democracia


representat.iva, como al modelo económico de integración
al mercado rnundial bajo dependencia británica, a partir de
percibir a ambos como puestos en tela de juicio, definitiva­
mente, por la crisis mundial de 19:30. Eran adrniradores del
ideólogo francés Charles Maurras, y de los regímenes tota­
litarios europeos, aunque siempre con un lente más tradi­
cionalista y aristocratizante que el del fascismo italiano y el
nazismo alemán, cuyo componente de movilización de ma­
sas lesinspiraba desconfianza. Puestos a escoger, preferían
con amplitud al falangismo español, basado en la admira­
ción intelectual por Ramiro de Maeztu o José Antonio Pri­
mo de Rivera, y luego la devoción política por 'la Cruzada'

posterior al alzamiento de 1936, con cuyo catolicismo de


rasgos integristas, que se confundía con las raíces mismas
de la 'hispanidad', se identificaban por completo. Hacia
atrás, remontaban su linaje intelectual hasta los conserva­
dores y reaccionarios que habían debatido contra los ilu­
ministas y la revolución francesa como De Maistre, Burke o
Rivarol". Por su extracción de clase, muchos de ellos esta­
ban ligados a la propiedad de la tierra, y gran parte de su
espíritu contestatario estaba ligado a los perjuicios que
esos sectores (sobre todo los menos cercanos al puerto y

con tierras de menor fertilidad relativa) sufrían a manos del

comprador británico y de los frigoríficos; pero se manifesta­


ba a través de una idea de 'regreso a las fuentes', a un orden
decimonónico que tendieron a identificar con el gobierno de
Juan Manuel de Rosas, que negara el proceso modernizador
ligado al capital inglés y a la inmigración, al mismo tiempo
que pusiera a las clases subalternas 'en su lugar' a través de
una combinación de trato paternalista y combate activo

contra sus vertientes radicalizadas.


76 Daniel Campione
-

Centraron su visión historiográfica en la crítica de la ac­


ción del capital británico (Lo.Arqentinu» y el imperialismo
británico, de Julio y Rodolfo Irazusta tuvo un carácter fun­
dacíonal"), al liberalismo económico y político de los próce­
res oficiales, yen la defensa de la idea federal frente al cen­

tralismo porteño, y sobre todo, en la reivindicación de la ac­

tuación de Juan Manuel de Rosas (el Rosas. Su vida, su

tiempo, drama, de Ibarguren, Vida política de Rosas


su

a través de su correspondencia'" y los Ensayos históri­

cos, de Irazusta). Desde esa visión, la época de Rosas, epíto­


me de todas las abominaciones para la historiografía tradi­

cional, se convertía en eje fundamental desde el cual revisar


toda la historia del país." El brigadier general encarnaba la
defensa de la soberanía nacional frente al extranjero (tanto
en el orden político-militar como en el económico, con el

combate de la Vuelta de Obligado y la Ley de Aduanas de


1835 como gestas liminares); y la capacidad de entronizar la
paz interna y el orden social de un modo que conjugaba una
autoridad política fuerte con la adhesión amplia de los secto­
res populares, ambos elementos que extrañaban en la Ar­

gentina posterior a 1930.21'


Otra línea vindicatoria de los revisionistas fue la de las
luchas de los caudillos del interior, sobre todo los de la re­
gión noroeste(Quiroga, Peñaloza, Varela). Esa orientación
era para algunos complementaria y en otros alternativa de

la que se apoyaba en el análisis del período rosista. En es­


te último caso se puede hablar de un revisionismo 'provin­

cialista', más afincado en la defensa de los valores del inte­


rior frente a Buenos Aires, y en la idea de la existencia vir­
tual de 'dos países' en la Argentina" que en definiciones
ideológicas del tipo del primer revisionismo. Para esta co­
rriente, Rosas no dejaba de ser un cabal representante de
los intereses de Buenos Aires."
Otro terna unificador dentro del
revisionismo, sobre to­
do en su versión conservadora original, era la reivindica­
ción de la etapa colonial," acompañada por una visión más
Argentina la escritura de su historia -

77

que despectiva sobre las comunidades indígenas." Era


aquello un modo de sostener la autenticidad de la tradición
hispánica, frente a lo que se percibía COTI10 la inserción ad­
venticia de las ideas provenientes de la Revolución Francesa
y la Ilustración, que había pregonado
el liberalismo. Ernesto
Palacio impugna de modo frontal la filiación en la revolución
francesa de la emancipación y la organización nacional en
nuestro país, con una argumentación en que campea una vi­
sión ultraconservadora del proceso histórico:
"La adopción de este mito arbitrario envenenó toda
nuestra vida colectiva. Porque declararnos hijos de la He­

volución, tanto daba como declararnos hijos del Caos, ya

que principios implican la negación de todas las con­


sus

diciones de la convivencia social. Ellos nos obligaban a


despojarnos, en nombre del Progreso, de nuestra religión
heredada; en nombre de la Civilización, de nuestra pre­
disposición atávica por la aventura; en nombre de la
Prosperidad, de nuestro idealismo caballeresco; en nom­
Igualdad, del cult.o de los héroes; en nombre de
bre de la
":�l
la Libertad, de la sumisión a la aut.oridad legítima.
La propia emancipación de España, en 1810, solía apare­
cer como un hecho más inspirado por la política británica

que por aspiraciones en ese sentido de los pobladores del


Río de la Plata."
Sobre la etapa posterior a Caseros, fueron construyendo
un cuestionamiento centrado en la alianza con Brasil que de­
rrocó a Rosas, las políticas de Mitre, la Guerra de la Triple
Alianza, y W1 ataque muy fuerte a la actuación y el pensa­
miento de Sarmiento."
Con claridad creciente partir de los años '40, se insinua­
a

ron posiciones revisionistas desde ángulos diferentes al del

nacionalismo de derecha (apostrofado con frecuencia corno


'oligárquico')." Los hombres de FORJA o afines a ella (René
Orsi," y sobre todo Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche),
agrupación fundada en 1935/1Il y a partir de los últimos 40 al­
gunos hombres de izquierda sumados de una manera u otra
78 Daniel Campione
.

al peronismo (Juan José Hernánclez Arregui, Eduardo Aste­


sano, Jorge Abelardo Ramos, et.c.), dieron matices nacional­
populistas en el primer caso, y marxistas en el segundo a las
posiciones del revisionismo, algunas de las cuales no com­
partieron (sobre todo el enfoque hispanista de la colonia y la
emancipación, además de tener un abordaje diferente de to­
da la problemática del caudillismo y sobre todo del propio
Rosas).
La revisión histórica dejaría así, poco a poco, de ser ba­
se de apoyo para vindicaciones
reaccionarias, para articular­
se en proyectos de aspiración
progresiva dentro del orden
capitalista. FOR.JA en primer lugar, que apuntaba a rescatar
las tendencias más democratizadoras de la tradición radical
y cuya concepción del nacionalismo pasaba por el terreno
económico y no por la reivindicación de un orden social je­
rárquico y las preferencias hispanistas y católicas en el terre­
no cultural de los nacionalistas. A
posteriori, también abre­
varían el revisionismo corrientes que buscaban la
en
ruptura
radical con el orden social existente, integrada en interpre­
taciones de raíz marxista, las que igualmente invocaban a los
Iorjistas como sus precursores y fuente de inspiración."
Dentro de los hombres de FORJA, dos se destacaron cla­
rament.e por el impacto que alcanzaron sus
trabajos, los más
conocidos de los cuales int1uyeron con fuerza en el sentido
común popular, y se siguen reeditando hasta la actualidad.
Arturo Jauretche, uno de los fundadores, fue en realidad
más practicante de una suerte de ensayo de observación so­
cial, en el que mezclaba las apreciaciones de tipo costum­
brista, con algunas referencias históricas y reflexiones sobre
la estructura social y la configuración cultural del país. A es­
te tipo de escritos responden El medio pelo en la sociedad

arqentina, Los profetas riel odio, Manual de zonceras


arqentimas, quizás sus tres títulos más difundidos, en los
que procura retratar a la sociedad argentina en tono irónico
y hasta abiertamente humorístico por momentos. También
practicó el alegato político de coyuntura como en El Plan

/
Argentina la escritura de su historia -

79

Prcbisch: Retorno al ca lo el juicio his­


niaje incursionó
,
en

toriográfico en la aquí citada Política nacionol ?J reuisio­


nisrno historico, y se entreveró en diversas polémicas pe­
riodísticas, muchas de ellas recogidas en forma de libro. Mas

allá de que no fue ni pretendió ser un historiador, la eficacia


de suprosa de tono coloquial contribuyó en mucho a popu­
larizar las tesis revisionistas, formuladas en una veta de na­

enrolada el peronismo, pero con cier­


cionalismo popular, en

ta distancia crítica hacia ese movimiento.


ScalabriniOrtiz, hombre vinculado a FOR.JA sin militar
en ella, se especializó en el análisis crítico de la política
bri­
tánica en Argentina, sobre todo a través de sus inversiones
en empresas de servicios públicos, en una línea en que
lo ha­

bían precedido .J osé Luis Torres (el creador de la denomina­

ción 'la década infame') y Jorge Del Río (que se ocupó de los
monopolios eléctricos).
El autor de El hombre que está solo y espera, erigió a
la intervención del imperialismo británico, y a la complici­
dad de sus socios locales, en causa central de la deforma­
ción estructural de toda la economía argentina, y por lo
tanto a la liberación de esa tutela imperialista en el núcleo
maestro de cualquier intento de política emancipatoría."
Su Historia de los ferrocarriles arqentinos y Politice.
briuinica en el Río de la Plata, editados por Plus Ultra, se
vendieron por millares, al igual que Bases para la recons­
trucción nacional, una recopilación de sus artículos pos­
teriores la caída de Perón. En estos últimos trabajos se
a

nota que, corno en otros revisionistas, el espíritu antibritá­


nico se sobrepone a una crítica al imperialismo de miras
más amplias, explicación conspirativa que asigna astu­
y la
cia infinita al imperialismo de ese origen, por sobre análisis
más complejos y pormenorizados. Por ejemplo, en pleno
declive del imperio inglés y auge del poderío estadouniden­
se (segunda mitad de los '50), Scalabrini Ortiz sigue restan­

do importancia al papel del capital y el Estado norteameri­


cano, más empeñado en seguir la lucha contra su enemigo
80 Daniel Campione
-

de siempre, Que en registrar los cambios en la sociedad ar­

gentina y mundial.
Si un TI iérito global revisionismo históri­
corresponde al
co es haber puesto las bases
para un análisis crítico de la his­
toria nacional, cuestionando la apologética de la clase dorni­
nante local, y su alianza con el capital británico, su cultura y
sus valores. Se denunciaba así el sentido central de una his­

toriografía Que la erudición y el trabajo de archivo en


erigía
instrumentos para la legitimación de un sistema de domina­
ción. Pero ese talante crítico no estuvo acornpañado de una
visión amplia,
que permitiera una comprensión integral del
proceso histórico argentino.
Esta crítica se hizo, en muchos casos, con herramientas
teóricas y metodológicas muy precarias (o bien francamente
obsoletas, llegando en algunos casos a la reivindicación de
Leopold von Ranke, historiador positivista del siglo XIX ale­
I11án), y con escaso manejo de fuent.es primarias, con el re­
sultado de que no se superaba a la Academia en rigor histó­
rico y aportes originales, y en muchos casos se retrocedía
frente a los logros de aquélla (al menos en cuanto a revisión
de documentos y precisión en los datos). Por otra parte, el
grueso de la producción se mantenía dentro de las formas
más clásicas de la historia-relato, centrada en los hechos y
no enlos procesos, guiada por la ilusión de establecer 'lo que
realmente ocurrió', la misma que animaba parte de la labor
de los historiadores liberales." Se proponía un culto a nue­

vos héroes y superación crítica del endiosamiento de


no una

los misrnos;" se propiciaba la aceptación acrítica de valores


alternativos a los oficiales corno los únicos genuinamente na­
cionales, en lugar de revisar la idea de que existiera una so­
la forma legítima de identificarse con el país y su pasado.
La escuela estuvo conformada por historiadores en su
rnayoría no profesionales, de los que algunos sólo llegaron al
trabajo histórico en una etapa avanzada de su producción in­
telectual, como parte de una militancia política e intelectual
asumida con anterioridad. En las universídades ocupaban un
Argentina la escritura de su historia· B1

lugar marginal, si es ocupaban alguno, y por definición,


que
estaban excluidos de la Academia Nacional, cuadro de mar­
ginación que hacía mas difIcil sentar bases sólidas para el
trabajo historiográfico. Contaron como institución 'madre'
con el Instituto de Investigaciones Históricas '.Juan Manuel

de Rosas', espacio de convergencia de distintas corrientes,


fundado a fines de la década de los treinta, casi al mismo
tiempo que la Academia, para constituir un ámbito para la
producción y difusión de la 'anti-historia' que los revisionis­
tas escribían. El Instituto consiguió editar durante décadas
W1a revista-libro que sintetizaba buena parte de la produc­
ción de la escuela, así corno realizar cursos y conferencias
que por épocas tuvieron muy numerosa asist.encia.
José María Rosa fue quizás el más activo y conocido por
el gran publico de los historiadores del revisionismo, y el que
más hizo por el desarrollo y continuidad del Instit.uto. Se di­
ferenció del ala más conservadora y aristocratizante del na­
cionalismo (la mayoría hombres de generaciones anteriores
a la de él, como Carlos Ibarguren o Julio Irazusta) por su in­

flexión más populista, identificada con el peronismo, aunque


mantuvo rasgos aristocratizantes, como el de reivindicar a
los gauchos como descendientes de los 'primeros criollos', o
ensayar la defensa de la administración colonial española de
la época de los Austrias frente a la más liberal de los Borbo­
nes. En la otra dirección, no se dejó influir ni por los pujos iz­

quierdistas de parte de sus colegas de escuela, ni por la ten­


dencia de otros a contemporizar con la historiografía liberal.
Su versión de la historia argentina se caracteriza por su ce­
rrada oposición a toda la herencia académica y liberal, y no
perdonó prácticamente a ninguno de los próceres del libera­
lismo, desde Moreno en adelante. La historiografía liberal, a
su juicio, no respondía a otra lógica que a la del afianzamien­

to del 'coloniaje', y así lo expresó una y otra vez en un len­

guaje particularmente cáustico:


"Se escribió y se enseñó, con fervor de patria (de patria
colonial) una 'historia' donde la presencia del pueblo
82 Daniel Campione
-

quedó excluida o rebajada a montoneras, gauchos anar­


quistas, populacho; los conductores elel pueblo denigra­
dos corno tiranos, al tiempo de presentarse como ejem­
plos próceres a los políticos o escritores que sirvieron al
coloniaje; y los intereses materiales foráneos mostrados
corno los fundarnentos mismos de la nacionalidad.':"
Su reivindicación del 'pueblo' y la sabiduría popular con­
tra la 'oligarquía' y la intelectualidad que le responde de mo­
do consciente o no, adquiere
registro que recuerda a la
un

tradición del romanticismo y el historicismo alemán, en su


inflexión rnas nacionalist.a. En la interpretación de los he­
chos históricos es notable su tendencia a 'invertir' casi to­
dos los relatos tradicionales, proponiendo versiones alter­
nativas ele fuerte componente conspirativo, y sin privarse
de conjeturas forzadas (ejemplo de ello es su versión de la
muerte de Juan Lavalle, contenida en su libro El cóndor
ciego reproducido en su Historia ) Su libro quizás más
y ...

clásico fue Defensa y pérdida de nuestra independencia


economica, encendida defensa de la política económica de
Rosas, y en particular de la Ley de Aduanas de 1835. Tam­
bién escribió, entre otros Del mumicipio indiano a las
provincias argentinas, Riuadaina y el imoerialismo fi­
nanciero, una suerte de 'juicio' al empréstito Baring, La
caída de Rosas, Nos los representarües sobre el proce­ ...

so constitucional y La guerra del Paraguay y las monto­


ueras argentinas, reivindicación literariamente brillante

del Paraguay de Solano López y del ejército que lo defen­


dió, al que enlaza con la derrota histórica sufrida por Feli­
pe Varela y las últimas rnontoneras, traicionadas por la con­
ciliación de lJrquiza con el rnitrismo. Los trece tornos de su
Historio. A rqeniina, ya mencionados, llegaron a venderse
a domicilio, en una demostración de la vigorosa
populari­
dad que venía alcanzando este historiador.
La denuncia de una 'conspiración del silencio' contra sus
obras y su pensamiento, por parte de la gran prensa y otros
ámbitos cornprometidos con la historiografía liberal, se volvió
Argentina la escritura de su historia -

83

una obsesión para los revisionistas, muchas veces más preo­


cupados por la polérrúca pública orientada a denunciar y
desmontar tal 'conspiración' que a la producción histórica
propiamente dicha. Eso no obstaba para que mantuvieran un
enfoque más que deficiente de las razones de la construc­
ción y predominio de la cultura oficial. Visualizaban ese pro­
ceso bajo la forma de 'traición' a los intereses del país, y no

como parte de la construcción de consenso por parte de la


clase dominante y las elites políticas e a ellas
intelectuales
vinculadas, integrada a la consolidación y fortalecimiento del
Estado-nación. Lo que ellos veían como una particularidad
de la 'oligarquía argentina' Ca la que muchos de ellos descri­
bían más en término de una mentalidad o configuración
ideológica que de una clase o sector social determinado),
distaba de ser privativo país, ya que con distintas
de nuestro
modalidades puede rastrearse en la etapa formativa de cual­
quier moderno Estado-nación.
Llevados por cierto 'provincianismo' común a la rnayoría
de ellos, y a su muy escasa vocación por la comprensión teó­
rica de los procesos, nunca llegaron a entender que el con­
trol del pasado por parte del poder," para instaurar una vi­
sión de la historia que legitime hacia atrás a la 'clase dirigen­
te', está presente en todas las sociedades de clase. y en par­
ticular en las capitalistas toma la forma de un 'asunto de es­
tado', con la maquinaria cultural del Estado nacional puesta
a realizar un trabajo activo de 'institucionalización' de la his­

toria. Prefirieron seguir pensando a la historia oficial corno


un producto de la 'mentalidad colonial' de la oligarquía y la

intelligentzia a su servicio.
En el fondo, tanto el revisionismo inicial, como el de lí­
nea 'forjista', en cuanto no se planteaban cambiar el carácter

de las relaciones sociales existentes, aspiraban de modo im­


plícito a la oportunidad de erigir su propia maquinaria de
control del pasado, que prosiguiera legitimando la misrna
clase dominante, previo, eso sí, a algunos ajustes de cuentas
al interior de la misma.
84 Daniel Campione
-

Esa vision conspirativa, y de contornos moralizantes


Cuna dirigencia 'auténticamente nacional' no hubiese actua­
do de esa forma, creían), melló muchas veces la potenciali­
dad de la crítica efectuada, y la posibilidad de una produc­
ción histórica que no fuera, en última instancia, un 'subpro­
ducto' de la historia oficial.
efecto, la historiografía erudita puede ser leída sin co­
En
nocer las posiciones revisionistas, la operación contraria es ca­

si inconcebible: el revisionismo vive de la 'inversión' de las po­


siciones de la historia oficial, de buscar el impacto a través de
'revelaciones' sobre los ocultamiento s y distorsiones de la ver­

dad histórica cometidos por ésta, algunas veces inventados,


muchas otras reales, pero reemplazadas por versiones de simi­
lar ineptitud explicativa.': Tempranamente quedaron delinea­
das las bases para lo que sería su destino final: contribuir al
hundimiento del enemigo que nació para combatir, pero que­
darse a su vez sin finalidad ni programa, cuando la vieja rusto­
riografía erudita dejó de ser hegemónica, sin que ellos pudie­
ran siquiera calificar para reemplazarla en su predominio.

Peronismo e historiografía

aparición del movimiento peronista, y su advenimien­


La
to al gobierno, iba a implicar importantes cambios para toda
la historiografía argentina, fuera o no revisionista.
Las diferentes actitudes frente a la constitución del pe­
ronismo corno movimiento político y su ascenso, quedaron
impregnadas desde un comienzo de lecturas antitéticas del
pasado argentino. Desde antiperonismo, antes y después
el
de la constitución de la Unión Democrática, se comparó pe­
yorativamente a Perón con Rosas, al mismo tiempo que gi­
gantescos retratos de Rivadavia, Sarmiento y otras figuras vi­
lipendiadas por el revisionismo, presidían sus actos públi­
cos." El espectáculo, en vísperas de las elecciones de 1946,
de la defensa acrítica de los valores históricos preconizados
Argentina la escritura de su histeria· 85

coalición que se esparcía


por el liberalismo, por parte de una
desde la derecha a la izquierda del arco político, pero con el
embajador norteamericano en un lugar expectante, dejó una
huella perenne. Contribuyó sin duda a dar credibilidad, en
las clases populares, a la valoración positiva de los caudillos
y de Juan Manuel de Rosas, como antecedentes
de políticas
nacionalistas y favorables a los sectores oprimidos, que en el
presente se percibían encarnadas en el coronel Perón. Esa
imagen estuvo destinada a perdurar y fortalecerse, pues más
allá de las vacilaciones de quienes conducían el aparato es­
tatal en cuanto a adoptar la visión histórica revisionista, las
bases sociales peronistas no podían sino sentirse identifica­
das con los caudillos federales, defensores de los gauchos y
la plebe urbana de la época, contra los 'señores' de una elite
ilustrada apoyada por poderes externos, fácilmente asimila­
ble al perfil predominante en la dirigencia antiperonista.
Este planteo reconocía otra inflexión provista por el pro­
pio desarrollo del peronismo: el cambio en la apreciación de
los sujetos de la historia. El pueblo anónimo, los 'descamisa­
dos' eran reivindicados por el movimiento gobernante, des­
de el fondo de nuestra trayectoria nacional (la referencia
partía, al menos, de las invasiones inglesas), como portado­
res de valores positivos, el hombre común era elevado a pro­

tagonista de la historia, una suerte de 'héroe colectivo'," a


quién hasta se pensó en erigirle un monumento, condensán­
dolo en la figura del 'descamisado'." La politización y movili­
zación (limitada y contenida por un líder indiscutible, por
cierto) que ahora se esperaba de las masas populares, se
proyectaba hacia el pasado para conferirle mayor legitimi­
dad: No se innovaba del todo, sino que se retomaba una tra­
dición largamente negada o minusvalorada. La historiografía.
liberal, siempre atenta a los 'grandes hombres' y las 'rninorías
ilustradas' quedaba cuestionada, sin duda, por este cambio.
Se construía así una revaloración del papel de las 'masas' en
la historia, y se insinuaba una lectura en clave heroica de su
actuación, que tendría resonancias a la hora de constituirse
86 Daniel Campione
.

las variantes de izquierda del revisionismo, que hicieron es­


4�1
pecial hincapié precisamente en este punto.
De ese modo, el peronismo se ligó a la visión revisionista
de la historia desde el comienzo, pero de una manera no li­
neal ni completa. Afirma al respecto Halperín Donghi:
"El nuevo régimen no iba a recibir el aporte revisionista
con efusión; si su triunfo debilitó el influjo de la que los

revisionistas llamaban historia oficial en los centros ofi­


ciales de estudios históricos, no se tradujo en la integra­
ción de la visión revisada del pasado argentino en la que
de la Argentina proponía el nuevo oficialismo; ...
",-·II

Con la llegada de Perón al gobierno, el Instituto 'Juan


Manuel de Rosas' se alineó con el oficialismo, pero conser­

vando un grado de autonomía. Esta decisión no dejó de pro­


vocar conflictos, como la renuncia de Julio Irazusta, enrola­
do en la oposición a Perón desde el comienzo.'>! Durante el
primer peronismo hubo avances de los historiadores revisio­
rustas en el ámbito académico (Vicente D. Sierra," Diego
Luis Molinari, que era un disidente de la historiografía libe­
ral,?" puestos sucesivamente a cargo del Instituto de Investi­
gaciones Históricas, Ernesto Palacio, nombrado a cargo de la
Comisión Nacional de Cultura), y cierta reivindicación de
Rosas y los caudillos en los manuales escolares, pero estuvo
lejos de convertirse a su vez en 'historia oficia!'. Ha sido muy
citado el hecho de que el gobierno peronista seguía rindien­
do homenaje al panteón liberal completo, como se hace evi­
dente en los nombres adjudicados a los ferrocarriles, que in­
cluyeron a Urquiza, Mitre, Sarmiento y Roca además de los
indiscutidos San Martín y Belgrano, Por otra parte, con la
Academia Nacional de la Historia se alcanzó, durante un
buen tiernpo, una adaptación mutua entre el gobierno y esa
institución, que prosiguió editando su Historia bajo la di­
...

rección del mismo Ricardo Levene, y colaborando de varia­


das formas con el gobierno, lo que no impidió su posterior in­
tervención." Con todo, era claro que esa historiografía aca­
démica que se había nutrido cada vez más del favor estatal,

/
Argentina la escritura de su historia -

87

ya no era la 'historiaoficial', era en buena medida desplaza­


da de las universidades, y el revisionismo no pudo sino bene­
ficiarse de e110.:;'-' Con todo, el corte no fue total. En algunas
universidades, pese a cesantías y renuncias, que se produje­
ron en todas ellas, el enfoque historiográfico ligado a la Nue­

va Escuela continuó siendo predominante. Un estudio recien­

te sobre la historiografía producida en la Universidad Nacio­


nal de La Plata subraya estos elementos de continuidad, que
se aunaban con una cierta tendencia al anquilosamiento:

"En sentido estricto, la historiografía dominante, tanto


por los temas estudiados como por la metodología
utiliza­
da y por la formación de los historiadores, siguió siendo la
de los representantes de la Nueva Escuela Histórica,
quienes solo en parte habían desaparecido del escenario
académico platense. ( ) la historiografía realizada en el
...

seno de la carrera de Historia, continuaba desarrollando

las líneas de investigación planteadas hacía dos décadas.


No se desplegaron en estos años nuevas temáticas de
análisis histórico, capaces de constituirse en puntos de
partida de nuevas líneas de investigación, en nuevos nú­
",.ti
cleos temáticos o en nuevos aportes metodológicos.
Se ha tendido a considerar que Perón, guiado por un cri­
terio pragmático, prefirió no incorporar el debate sobre el
pasado a los conflictos que atravesaban el presente de la so­
ciedad argentina, por lo que eludía pronunciarse pública­
mente sobre la problemática planteada por el revisionismo.
Por otra parte, una buena porción de la dirigencia del pero­
nismo estaba formada en la visión historiográfica tradicional,
y no veía las razones para dejarla de lado de un modo drás­
tico. De todas formas, la discusión histórica ingresó en la li­
za política, incluyendo las cámaras del Parlamento," y las

fuertes presiones de los revisionistas encolunmados con el


gobierno para que éste se definiera de modo explícito acer­
ca de la reivindicación de Rosas y otras preocupaciones cen­

trales del grupo.


El vínculo San Martín-Perón fue explotado ampliamente
88 Daniel Campione
.

por el gobierno, sobre todo con motivo del Año del Liberta­
dor General San Martín, en 1950 (en realidad ya la letra de
la marcha 'Los muchachos peronistas' ensayaba el vínculo,
con Perón realizador de la Argentina soñada por San
corno

Martín). Los revisionistas se esforzaron ya entonces por in­


tercalar a Rosas
paralelo histórico, pero será recién
en ese

después de 1955 que a la línea Mayo-Caseras-Septiembre


propuesta por la Revolución Libertadora, se le responderá
con la tríada San Martín-Rosas-Perón desde los más diver­
sos círculos vinculados al movimiento derrocado, incluyendo
al propio presidente, desde el exilio. En Los uendepatria;
ex

una de las primeras publicaciones posteriores a su derroca­

miento, Perón tiende a asumir con más claridad las posicio­


nes revisionistas sobre el pasado nacional. De ese modo, el
peronismo, ahora fuera del poder y proscripto, se identifica­
rá sin retaceos con el revisionismo, y dará lugar a nuevas in­
t1exiones de éste, algunos impensables en sus comienzos."
Progresivamente, el nacionalismo aristocratizante perde­
rá peso como sustento ideológico, a favor de la tradición for­
jista y de nuevas corrientes provenientes de la izquierda. Es­
to acompañará tanto a la radicalización de sectores del mo­
vimiento'" corno a la 'peronización' de grupos de izquierda.
Se ha escrito al respecto:
"El revisionismo, ahora despojado de sus elementos más
reaccionarios y tradicionalistas, se aggiorna al posibili­
tar la incorporación de nuevos reclutas, que,
provenien­
tes de tradiciones polít.icas de izquierda (recordemos el
cuestionamiento y el abandono de la matriz liberal por
parte de algunos sectores de izquierda después de 1955)
han simpatizado, por obra y gracia de una nueva situa­
ción política, con esta tradición. Para ellos acercarse al
peronismo era también alejarse del 'mitrismo'. Pero esta
situación política también altera la conciencia de los revi­
sionistas 'viejos'. El aggiornamiento del peronismo apa­
rece como resultado de un doble proceso condicionado
por una misma coyuntura política, se producen cambios
Argentina La escritura de su historia· 89

liO
internos favorecidos por aportes externos."
En los años 60-70 el 'revisionismo de izquierda' ya será
una matriz muy difundida para pensar el presente del país
desde el pasado, leyendo en éste las claves para una pers­
pectiva de transformación revolucionaria que iba ganando
predicamento entre sectores sociales cada vez más amplios.
El auge de masas de esos años será tributario en parte de la
simbología federal, interpretando la historia toda del país co­
mo un prolongado combate entre el imperialismo y sus alia­

das, las clases dominantes y la elite política, expresadas am­


bas en el difuso colectivo 'oligarquía'; y clases populares por­
tadoras intuitivas de un verdadero sentimiento e interés na­

cional. Era un enfoque que combinaba la asignación de cen­

tralidad al enfrentamiento 'nación-imperialismo' con la con­


sideración de la lucha de clases. Las clases subalternas, que
en el primer revisionismo, el de Ibarguren e Irazusta, solían

aparecer corno'plebe' de la cual desconfiar, cambiaba com­


pletamente su papel, hasta identificarse con la 'nación mis­
ma'. Indios, negros, gauchos, trabajadores peron.istas, forma­
ban parte de una secuencia destinada a un triunfo final ine­
xorable, cabal revancha de siglos de injusticia." En esa vi­
sión, la 'historia oficial' era una contribución esencial, en el
plano ideológico, al reiterado triunfo de la minoría pro-impe­
rialista sobre las mayorías oprimidas, una forma de mantener
a amplios sectores de la población en una visión alienada de

la realidad nacional. A contrario sensu la difusión de otra


versión de la historia sería parte insoslayable y necesaria del
triunfo final del 'pueblo' sobre la 'oligarquía', y esa h.istoria
debía procurar seguir el punto de vista de 'los de abajo', del
conjunto de las clases subalternas. En la escrit.ura, el senti­
do militante se hace más fuerte, más preñado de urgencia,
en cuánto aspira con claridad a incidir en la movilización
popular contra las minorías que le roban el presente, sobre
la base de escamotearles tambiénel pasado. Los autores
más difundidos de esa tendencia fueron Rodolfo Ortega Pe­
ña y Eduardo Luis Duhalde. Facundo y las montoneras y
90 Daniel Campione
-

Felipe Vareta imperio británico, fueron las


contra el
obras más leídas de estos dos escritores del peronismo de iz­
quierda (adscriptos a la vertiente más impregnada de mar­
xisrno, el perorusmo de base), que ensayaron una reivindica­
ción de los caudillos populares del interior, considerándolos
encarnación de la rebelión de las masas rurales contra la oli­
garquía porteña, aliada al imperialismo. Trataban de visuali­
zar en esos caudillos (sobre todo en Varela), una posible pro­

puesta alternativa a la Argentina librecambista y probritáni­


ca que veían en construcción en esos años.
La iconografía de los caudillos, encabezada por el propio
Rosas, formaría parte de los símbolos de Montoneros y gru­
pos afines. El propio nombre de la organización establecía
una filiación directa con las masas armadas en la defensa de
la federal, y la lanza de caña tacuara fue uno de los
causa

símbolos que pasó sin mayores cambios desde las juventu­


des nacionalistas y antisemitas de los primeros '60 a la orga­
nización de izquierda de unos años después. Es cierto que
historiadores ligados a esa tendencia o al peronismo de ba­
se, como Rodolfo Puiggrós y el mencionado Ortega Peña, te­
nían una visión más reticente de Rosas, al que consideraban
un representante de la oligarquía, y sólo reivindicaban a los

caudillos del interior, destacando el federalismo antirrosista


que profesaron parte de ellos, rasgo generalmente 'olvidado'
por el revisionismo tradicional.
Otro rasgo característico de este revisionismo radicali­
zado era el anti-intelectualismo, en la idea de que había que
contrarrestar la acción de una intelectualidad de la que se
tenía imagen peyorativa, en tanto se consideraba que
una

nunca había dejado de ser un 'sirviente de la oligarquía', aun

la identificada con los sectores que esgrimían un discurso


de izquierda."
Con todo, muchos hombres de esta nueva tendencia no
dejarán de sentirse identificados en cierta medida con el revi­
sionismo anterior, en una 'transversalidad' izquierda-derecha,
en un repudio a todos los
que se proyectaba, de modo reflejo,
Argentina la escritura de su historia -

91

no revisionistas(asimilados como 'liberales') hecha asimis­


mo sin distinguir entre izquierdas y derechas." El propio
.J.

W. Cooke, representante máximo del peronismo en trance


de radicalización hacia la izquierda, no consiguió 'despegar'
nunca por completo de la cosmovisión nacionalista-revisio­

nista de la historia argentina. Los representantes de la 'iz­


quierda nacional', y no sólo ellos, acentuaron la polarización
entre 'nacionalismo popular' y 'nacionalismo oligárquico', e
incluso llegaron a plantear un 'revisionismo histórico socia­
lista', claramente diferenciado del revisionismo 'resista' /;4 pe­
ro las fronteras siempre estuvieron tan claras.
no

Con posterioridad a la caída del gobierno de Isabel Pe­


rón, el revisionismo entró en un cono de sombra, no faltan­
do algunos de sus hombres claves entre los muchos que su­

frieron el asesinato o el exilio: Rodolfo


Ortega Peña fue ase­

sinado por la Triple A, siendo diputado nacional y defensor


de presos políticos. Su coautor, Eduardo L. DuhaJde, marchó
al exilio, y terminó alejándose de la labor historiográfica.
Ese oscurecimiento, en un primer momento, parecía
confundirse con el silencio forzoso que la dictadura impuso
a toda corriente de pensamiento con algún impulso crítico.

Pero ya no hubo recuperación. El ocaso de la dictadura y el


retomo del régimen constitucional mostraron a una escuela
debilitada. La corriente de izquierda había visto morir o cam­
biar de actividad Ca de ideas) a sus mejores hombres. La más
tradicional no dio lugar a nuevas obras de fuste, sin autores
nuevos de importancia, y con los viejos en proceso de retira­

da. Los vientos que soplaban desde el Estado, con eco en las
capas medias que habían sido su mejor 'clientela' en los años
de éxito, no les eran favorables. La derrota electoral del pe­
ronismo, frente a un presidente electo en base a la revalora­
ción casi eufórica de la democracia representativa, y la utili­
zación del Preámbulo de la Constitución de 185:3 en el rol
simbólico de una suerte de credo laico, trazaba los rumbos
para un reencuentrode amplios sectores de la sociedad con
la tradición liberal, y el consiguiente distanciamiento con el

/
92 -

Daniel Campione

radical antiliberalismo que era signo común de los revisionis­


tas de todas las tendencias. Reencuentro parcial, si se
quie­
re, en una vena más moderna y crítica que la de la antigua
historia oficial, pero reencuentro al fin. La Constitución de
185:3, por emerger de la coalición triunfante en Caseros con­
tra Rosas, y en su visión, resultado de los pujos ilustrados de
los intelectuales que habían combatido al rosismo, era
obje­
to de fuerte rechazo por buena parte de la
historiografía re­
visionista.": Que una candidatura presidencial y un proyecto
político pudiera triunfar contra el peronismo, hasta ese mo­
mento imbatible, proponiendo a la 'carta magna' corno
obje­
to de adoración colectiva, indicaba el
'agua corrida bajo los
puentes' en menos de una década.
Por añadidura, el 'espíritu' que se abría paso en la rela­
ción entre intelectualidad y política, entre ciencias sociales
y
militancia, resultaba también desfavorable al fervor polémi­
co de una historiografía que llevaba en su misma médula el

espíritu de denuncia, que era renuente a las 'maneras de me­


sa' entre adversarios. El revisionismo había estado
siempre
más dispuesto a detectar múltiples traiciones
y conspiracio­
nes, qpe a co-existir amablemente en el 'pluralismo' concilia­
dor y hasta algo inocente que se
pregonaba por doquier en
aquellos primeros años de democracia. Por añadidura, su
gran enemiga, la historiografía liberal, aparecía desleída, yen
esos rnismos años era
desalojada exitosamente de las institu­
ciones universitarias, sin que eso redundara en
ningún re­
posicionamiento importante de la historia de cuño antilibe­
ral, sino en el encumbramiento de una 'historia social' cuya
existencia el revisionismo apenas había percibido, tan
empe­
ñado estaba en su debate con la vieja historiografía.
El descubrir que el enemigo se ha convertido en un fan­
tasma, y que sin embargo se sigue perdiendo la batalla, sue­
le ser W1 síntoma de que la naturaleza espectral se ha exten­
dido a ambos contendientes, y que se libró un combate equi­
vocado o que, al menos, la lucha empeñada ya pertenece al
pasado. Corno suele ocurrir, los enemigos habían contribuido
Argentina La escritura de su historia -

93

a su recíproca, y la 'nueva historia' cornenzaba a


destrucción
barrer los despojos de ambos. En desventaja relativa frente
una insti­
a sus enemigos liberales, el revisionismo no terúa

tución con vínculos oficiales y una red de apoyo corno la Aca­


desde lo
demia, que permit.iera intentar la reconstrucción
institucional de lo que se había perdido en lo ideológico y en

el nivel académico.
El año 1989 fue otra estación en el camino hacia el oca­
so. La visión revisionista estaba vinculada desde siempre a
W1a concepción política que se centraba en la creencia acer­

ca de la necesidad de un Estado fuerte e interventor a la ca­

beza de desarrollo capitalista autónomo. Esta vez el retor­


un

no del peronismo al gobierno marcaba el abandono más ra­

dical de esa concepción y el completo desmantelamiento de


las bases sociales que tradicionalmente la sustentaban. El
presidente de la Nación era peronista, pero se volcaba hacia
un programa económico y social situado en las antípodas de

todo 10 que los revisionistas propiciaban, promovía políticas


que estos solían identificar con la 'entrega' y el 'cipayismo' y
cit.aba elogiosamente Roca y Pellegrini en sus discursos,
a

como para demostrar que el cambio de frente no se circuns­

cribía al presente sino abarcaba a la evaluación histórica.


Al mismo tiempo que producía su viraje, ese gobierno
auspició el retorno de los restos de Rosas, y la incorporación
de su retrato los billetes, junto a todo el panteón liberal, pa­
a

ra resolver así en una fusión a la que los héroes del naciona­


lismo entraban posición subordinada, la antigua duplica­
en

ción de 'galerías' de figuras próceres. Un decreto de 1997


otorgaría al Instituto de Investigaciones Históricas 'Juan Ma­
nuel de Rosas' el carácter de institución oficial", mientras al­
gunos historiadores de esa raigambre ocupaban cargos pú­
blicos, como Fermín Chávez, puesto al frente del Archivo
General de la Nación. El Estado les daba lugar en algunos de
sus pliegues,cumplía reivindicaciones anheladas por déca­
y
das por ellos. Pero eso al mismo tiempo que alentaba la des­
movilización política y la dilución ideológica, y mientras la
94 Daniel Campione
-

nueva historiografía universitaria seguía en pleno avance, te­


niendo entre sus presupuestos el que ni liberales ni revisio­
nistas eran adversarios dignos para ella. Las distinciones se
convertían parte de un dispositivo de neutralización, en el
en

oblicuo reconocimiento de una irrelevancia creciente, como


esos 'premios a la trayectoria' que a veces son utilizados pa­
ra recompensar a quienes han dejado definitivamente atrás
sus rnejores momentos.
La
historiografía revisionista había estado ligada desde
siempre a una concepción polémica y politizada de la histo­
ria, la que declinaba en una sociedad corno la argentina de
los años '90, a la que se pret.endía educar, no sin éxito, en la
ausencia de grandes debat.es, en la existencia de consensos
inamovibles sobre todos los puntos fundamentales, con la
historia como un saber que no tiene una imbricación direct.a
con los conflictos del presente ni con la
proyección hacia el
futuro. En un mundo político e intelectual que tendía a ne­
garse a cualquier planteamiento radical, una imagen del pa­
sado surcada por luchas a muerte y contradicciones irrecon­
ciliables que se proyectan hast.a nuestros días, está destina­
da a perder espacio, efectivamente ha ocurrido, tanto
como

en el terreno de la consideración crítica a su


producción co­
mo en el de la recepción por el
público."
El predominio que el revisionismo había ido logrando en
la historia narrativa dirigida al gran público, se fue diluyen­
do. Lo reemplazaba la profusa y diversa producción de Félix
Luna", el auge de biografías más o menos noveladas, y un es­
plendor impensado de la novela histórica, que pasó a ser un
género de consumo masivo'", Incluso la misma 'nueva histo­
ria' ha procurado incursionar en la divulgación de calidad.
En suma, los presupuestos que lo animaban, habían ca­
ducado." Los pensadores de orientación 'nacional-popular'
(Horacio Gortzález, Alcira Argumedo, entre otros) que si­
guen teniendo audiencia e inserción institucional, ya no ha­
cen de la revisión histórica un eje importante de su
trabajo.
Los pocos que siguen trabajando con la historia y provienen

/
Argentina La escritura de su historia -

95

de orientación, como Norberto Galasso, vuelcan sus in­


esa
San Martín a
quietudes hacia períodos y personajes (desde
John William Cooke yl, alejados de las temáticas más visita­
das durante la 'época de oro' de los '(-)0 y los '70. Agotado
co­

está en con­
mo apuesta político-cultural, el revisionismo no
diciones (nunca lo estuvo) de reivindicar una legitimidad
asentada exclusivamente en la calidad de su trabajo historio­
han muer­
gráfico. Siendo que casi todas sus grandes figuras
to,o se hallan envejecidas, y que no parece haber ba­
muy
ses, siquiera mínimas, para un recambio, no aparece hoy pre­
visible otro porvenir que su progresiva extinción.

NOTAS

I
Allí, junto a la reivindicación de la 'Vieja Argentina', Maristella Svampa
vincula posiciones de este tipo a sectores tradicionales, y en especial del
interior, que se sentían postergados por los cambios vertiginosos que
ex­

perimentaba la sociedad argentina. cr. M. Svampa, El dilema arge-nti­


no: Ciuilieacion o barbarie. De Sarmiento al reuisionismo peronis­
107,
ta, El Cielo por Asalto, 1994, pp, 102 a

sobre la vi­
Gálvez, El Diario de Gabriel Quiroga. Opiniones

Manuel
da argentina. Taurus, 2001, pp. 85-86
;
Ibidem.
I
T. H. Donghi, entrevista en R. Hora y J. Trímboli, op. cit. p. 51.
"
Ejemplo de filiación del revisionismo remontada a fines del siglo
esa

XIX dando por iniciada la escuela con Ernesto Quesada y


la
(en su caso

de encuentra el trabajo de A. J. Pérez Amucháste­


época Rosas) se en

gui, "Federalismo e historiografía" en Revista de la Escuela de Defen­


sa Nacional, Año IV, N° 13, 1976.
Suele relacionarse la aparición de corrientes políticas nacionalistas, y
"

con ellas del revisionismo, con los intereses de sectores terratenientes,


ligados a la ganadería de exportación, perjudicados en la puja con los fri­

goríficos de capital británico y norteamericano, primero, y luego por la


restricción de las exportaciones a partir de la crisis de 19:30. Esto ex­
cluiría ala elite de invemadores de las mejores zonas de la 'pampa hú­
meda', que estaban mejor posicionados frente a los frigoríficos, y luego
96 Daniel Campione
.

lograron ingresar en la cuota de exportación establecida en los acuerdos


emanados del Pacto Roca-Runciman. Sin ánimo de caer en un economi­
cismo lineal, la extracción social de muchos de los primeros revisionis­
tas (Julio Irazusta, Carlos Ibarguron) parece coincidir con esta carac
t.erización (Arturo .Iauret.che los llamó 'los primos pobres de la olig;'.­
quía'). No La
Arqerit.ina .1J el i-m.pe riol.isrno britáriico, de los
en vano

hermanos Irazust.a, editado en 1934, es antes que nada un alegato con­


tra el tratado mencionado De todos modos, esto no puede ser tomado
linealmente. Similar extracción social, e igualmente virulenta reacción
contra el Pacto tuvo Lisandro de la Torre, sin que eso lo impulsara a
revisar sus opiniones sobre la historia. Es interesante al respecto ver
la aut.obiograña de Irazusta, con la explicación que él mismo hace de
su vuelco al nacionalismo y su dedicación, algo tardía, al quehacer his­
toriográfico. Julio Irazusta, Memor-ias (Historia de IFn historiador a
la fuerza) pp. 215 y ss. Irazusta llegó a participar en las medidas de
protesta de los ruralistas entrerrianos contra las consecuencias del
nuevo arreglo.
� "
Afirma al respecto, M. Svampa: no fueron las líneas económicas del
...

primer sexenio radical las que suscitaron las crít.icas más acaloradas,
pues en este punto Yrigoyen continuó con la correct.a aplicación del mo­

delo agroexportador. El objeto de denostación lo constituyeron, en es­


pecial, sus bases de apoyo que le prodigaban un respeto casi reverencial:
esas masas oscuras que seguían a los políticos de comité y aquellos hom­

bres sin ilustre apellido encumbrados en medianas o altas funciones del


Estado." M. Svampa, op. cit.. p. 140. El segundo gobierno ahondaría el
componente plebeyo de un yrigoyenismo ya separado de sus componen­
tes más conservadores, y a poco andar el contexto de crisis económica
volvió el cuadro más amenazante a los ojos de los sectores reaccionarios,
que ya en esos años se lanzaron a una furibunda campaña contra Yrigo­
yen y la 'chusma' que lo apoyaba, comparada con malones indígenas y
candombes de negros, sobre todo en el diario La Fronda, dirigido por
Francisco lJriburu.
H
El primer número del periódico aparece ello de diciembre de 1927, lle­
vando el subt.ít.ulo "Órgano del nacionalismo argentino". Tomaban parte
Ernesto Palacio, Julio y Rodolfo Irazusta, Juan E. Carulla y César E. Pico,
todos hombres jóvenes que se habían conocido en la redacción de La
Fronda, el periódico conservador y anti-yrigoyenista arriba citado. Cf.
Marisa Navarro Gerassi, Los nacionalistas, Jorge Alvarez, 1969, p. 45.
"
"Amantes oligarquía, marginados del poder, los nacio­
despechados de la
nalistas abandonarán la escena política argent.ina elaborando un contra­
discurso crítico, mordaz, moralizante." Maristella Svampa, op. cit., p. 172.
u.
La derecha cat.ólica antiliberal tuvo su fortaleza intelectual en la revista

.-¡;,...

/
Argentina la escritura de su historia -

97

Criterio, con prelados y sacerdotes como Gustavo J. Franceschi, Leo­


nardo Cast.ellani y Julio Meinvielle la
cabeza, y la participación de lai­
a

cos nacionalistas como Ignacio B. Anzoátegui o Manuel Gálvez, y los


Cursos de Cultura Católica, organizados desde 1932 por Atilio De'U Oro
Maini y Tomás D. Casares, dos intelectuales católicos de acendrado con­
servadurísmc. CL Marisa Navarro Gerassi, op. cit, pp. 109 a 111. En es­
te campo, las preocupaciones intelectuales eran más filosóficas y teoló­
gicas que históricas, pero ese auge de la 'reacción católica' no dejó de
llevar sustento a las posiciones revisionistas.
11
Cf. Marist.ella Svarnpa, El dilema araentino: Ciuiiieacion. o Barba­
rie. De Sarmiento al revisionismo peronista. El Cielo por Asalto,
1 �)94, p. 179.
i ;
La h.istorio.falsificada fue editada originalmente en 19:38, y fue obje­
to de sucesivas reediciones.
1;
Arturo Jauretche. Política nacional :Y revisionismo histórico, 2a edi­
ción, corregida y aumentada, Arturo Peña Lillo, 1970, p. 1 'i .

11
"La historia falsificada fue iniciada por combatientes que, en el mejor
de los casos, no expresaron el pensamiento profundo del país; por mino­
rías que la realidad de su momento rechazaba de su seno y que precisa­
mente las rechazaba por afán de imponer instituciones, modos y es­
su

quemas de importación, hijos de una concepción teórica de la sociedad


en la que
pesaba más el brillo deslumbrante de las ideas que los datos de
la realidad; combatientes a quienes posiblemente la pasión y las reaccio­
nes personales terminaron por hacer olvidar (. ) Los límites
impuestos
..

por el patriotismo para subordinarlos a intereses y apoyos foráneos que,


estos sí, tenían conciencia plena de los fines concretos que perseguían
entre la ofuscación intelectual de sus aliados nativos." Ernesto Palacio,
La historia falsificada, Colección La Siringa, Peña Lillo, 2a edición,
1960, p.18.
,.,
Atilio García Mellid, Proceso al liberalismo argentino, Theoria, 2"
edición, 1964, p. 15.
'"
A. García
Mellid, op. cit. p. 28. El subrayado es del autor. García Me­
llid de los más extremos dentro del revisionismo, en cuanto a la
es uno

denuncia de una conspiración en la que casi siempre destaca la confor­


mación mental de los liberales, y no su pertenencia de clase o sus inte­
reses materiales, al estilo de Palacio, y a diferencia de Jauretche, más
cercano a un enfoque de clase.
17
Cf'. Alejandro Cattaruzza, "Descifrando pasados: debates y representa­
ciones de la historia nacional." En Alejandro Cattaruzza (dir.) Crisis econó­
mica, avance del Estado e incertidumbre poiüica
(19:30-1943), tomo VII
de Nueva Historia Aracntina, p. 448-449. Se afirma allí: "La tolerancia que
98 Daniel Campione
.

el mundo cultural demostró hacia los revisionistas revela que no se halla­


ba articulado alrededor de un único eje liberal-democrático, con un pro­
grama preciso que lo obligara a repudiar a quienes plantearan la discu­
sión del pasado desde posiciones siempre sospechadas de autoritarias."
Idem, p. 449. Por su parte Carbia, en la edición de 1940 de su Historio­
grafía llega a incluir al revisionismo como expresión de la Nueva Es­
...

"

cuela, como una corriente dentro de la misma que, tomando como


...

epicentro a la Dictadura, anhela darle otro sentido y otra comprensión a


todo el pretérito argentino posterior a 1810", y menciona al por enton­
ces flamante Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Ro­

sas como 'centro de irradiación'. R. D. Carbia, op. cit. p. 165.


IS
Prólogo de Alberto A. Mondragón, en José María Rosa. El Revisionis­
mo Responde, 1964, p. 10.
1"
Fermín Chávez era un escritor de prosa vivaz, de firme militancia pe­
ronista. Escribió trabajos de tono biográfico como Vida y muerte de Ri­
cardo López Jordán o El hermano de Martín Fierro, así como ensa­
yos generales de interpretación, entre ellos Civilización y barbarie en
la historia de la cultura argentina.
�(J
Al torrente de literatura histórica revisionista producida sobre todo
entre los últimos años '50 y los primeros '70 se sumaban frecuentes ree­
diciones de las obras iniciales del revisionismo (el Rosas de Ibarguren, ...

la recopilación de correspondencia rosista de Irazusta entre ellas edita­


do como Vida política de Rosas vista a través de su corresponden­

cia), e incluso de 'precursores' como Adolfo Saldías, cuya Historia de


la Confederación Argentina fue incluso relanzada por EUDEBA.
�I
Diana Quattrocchi Woisson, historiadora vinculada a la Academia, co­

menta así esta incorporación: "La Academia reconocía así a uno de los
mejores exponentes de la contrahistoria revisionista, un hombre cuyas
referencias intelectuales, metodológicas y políticas ya no desentonaban
en la magnífica sala donde los exponentes de la tan mentada 'historia
oficial' lo reconocían como uno de los suyos." cf. D. Quattrochi-Woisson

en Academia Nacional de laHistoria, op. cit., vol. 1, p. 310. Irazusta, ade­


más de sus trabajos históricos, dejó una profusa producción ligada a la
teoría política (La monarquía constitucional en Inglaterra, Eudeba,
1970, Tito Livio o del imperialismo en relación con las formas de go­
bierno y la evolución histórica, Mendoza, Universidad Nacional de Cu­
yo, 1951, y La política, cenicienta del espíritu, 1977) e incluso a la crí­
tica literaria, que fue su dedicación principal antes de la historia. En es­
te último género le fue otorgado el Premio Municipal de 1937 por su tra­

bajo Actores y Espectadores, editado por Sur. También fue un frecuen­


te traductor de obras en inglés y francés. Un tratamiento exhaustivo de
la producción intelectual de Irazusta, juzgada con el prisma muy favora-
Argentina la escritura de su histeria -

99

ble de quienes fueron discípulos, se encuentra en los distintos en­


sus

sayos agrupados Enrique Zuleta Alvarez, Mario G. Saravi y Enrique


en

Díaz Arauja, Homenaje (t Julio Iraeusta, Mendozn, 1984


""
Del mismo año 1930 es Ibarguren, Juan Ma­
el libro más difundido de
nuel de Rosas-Su vida, su drama, su tiempo; pilar de la revalorización
integral de Rosas (asociado a la oposición al dominio anglosajón, al anti­
liberalismo político, la defensa de los valores de la vida rural y el orden
jerárquico de las sociedades tradicionales). Ibarguren era por cierto un
representante cabal de la clase dominante, perteneciente a una familia
de estancieros, y era un intelectual y político destacado dentro de los
círculos establecidos. Llegó a ser presidente de la Academia Argentina
de, Letras en los años '40, y previamente había sido presidente de la sec­
ción argentina del PEN Club Internacional. En el terreno político, luego
de ser ministro de Justicia e Instrucción Pública bajo la presidencia de
Roque Sáenz Peña, actuó en el Partido Demócrata Progresista, del que
llegó a ser candidato a presidente en las elecciones de 1922.
;,
El antecedente inmediato del paso a la militancia política nacionalista
y al trabajo historiográfico de los primeros revisionistas que se asumie­
ron como tales, es el de la fundación del periódico La Nueva República,

por Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta y Juan E. Carulla, periódico


que apareció en diciembre de 1927. Un extenso relato de la fundación
de ese órgano de prensa se encuentra en Julio Irazusta; Memorias (His­
toria de un nistoriador a lafuerza, ECA, 1975, pp. 176 y ss). Ernesto
Palacio, que era el Jefe de Redacción, sintetizó así el ideario del periódi­
co: "invocaba la vueltala tradición nacional para encontrar los reme­
a

dios que el país urgentemente reclamaba. Su persistente ataque a la de­


mocracia se dirigía, sobre todo, contra el prurito de convertirla en reli­
gión, con olvido de su carácter instrumenta!: religión expresada en la creen­

cia de que el simple funcionamiento del sistema constituía una panacea pa­
"

ra todos los males (E. Palacio, Historia de la Argentina


... citado por J. ...
,

Irazusta, 184). La Nueva República fue a su vez antecedente de


op. cit. p.
la Liga Republicana, agrupación directamente comprometida en la conspira­
ción que dio lugar a! golpe militar de septiembre de 1930.
"1
Irazusta dedicó sendos estudios al pensamiento de Antonio de Rivarol
y de Edmund Burke, ambos publicados en 1951.
"',
Escribe Diana Quattrocchi-Woisson: "La tercera parte del libro de los
hermanos Irazusta, llamada 'Historia de la oligarquía argentina', es la pri­
mera síntesis coherente de una contrahistoria que ya había comenzado

a esbozarse con elementos dispersos, y que ahora aparece por primera

vez en una visión de


conjunto destinada a perdurar." (Diana Quattrocchi­
Woisson, 111). La utilización del término 'imperialismo' no esca­
op. cit. p.
pó a la despreocupación por la teoría que caracterizó a la generalidad de
100 Daniel Campione
-

los revisionistas, ya que se lo aplicó en un sentido vago que permitía ha­


blar de 'imperialismo financiero' en fecha tan temprana corno 1820, yen­
do contra los análisis de los clásicos del terna corno Hobson, Hilferding y
Lenin. José María Rosa titularía un libro suyo, centrado en el emprésti­
to Baring, Riuadanna y el i mperiatismo financiero.
"'o
Esta obra fue sin duda la fundamental de Irazusta en el terreno histo­
riográfico. Iniciada su edición 1941, y continuada a lo largo de una dé­
en

cada, en 1970 aparece la edición definitiva, en ocho tomos, en ediciones


Trivíum.
"o
Ver Roberto Etchepareborda, Rosas Controuertida. historioarafia; Plea­
mar, 1972 y Hebe Clementi, Rosas en la historia nacional, La Pléyade, 1970.
""
Al decir de
Halperín Donghi cuando describe ciert.as críticas al rosis­
mo historiográfico, los revisionistas valorizaban en el gobierno de Rosas
que" resolvía los problemas planteados por la exigencia democrática al
...

dar a la plebe un lugar en el sistema político, pero sin otorgarle por ello
ningún influjo real en las decisiones del poder." (T. Halperín Donghi, "El
revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia
nacional" en Punto de Vista, Año 7, n° 23, abril de 1985, p. 11.
""
La prosapia intelectual de ese revisionismo remite con claridad a la se­
gunda mitad del XIX, representada por los pensadores que sostuvieron
el federalismo antirrosista posterior a Caseros y denunciaron las accio­
nes políticas del 'mitrisrno', desde la
ejecución del Chacho él la guerra del
Paraguay; tales como Carlos Guido y Spano, Olegario V. Andrade, José
Hernández, y el propio Alberdi de Pequeños y grandes hombres del Pla­
ta y otros escritos de su exilio europeo. Un interesante
enfoque al res­
pecto es efectuado por el estudioso norteamericano Nicolás Shumway,
en el capítulo correpondiente de su libro La inven.ción de la
Arqentina
Historia de una idea, Emecé, 2a. edición, 1995, pp. 235 y ss.
)11
cf. Armando Raúl Bazán, La investigación histórica en la Argenti­
na (l940-19í:3) Buenos Aires, 1974, p. 226. Este autor plantea esa ver­
tiente revísionista como una defensa de los caudillos y del pueblo de las
provincias en tanto que 'componentes genuinos del alma argentina',
frente a los ingredientes 'aluviales' provenientes de la
ciudad-puerto.
En una línea diferente, también los historiadores de la 'izquierda nacio­
nal' planteaban una diferenciación fuerte respecto del 'porteñismo' de
los revisionist.as 'tradicionales', con José María Rosa a la cabeza. Cf. Al­
fredo Terzaga, "Rosismo y mitrismo: Dos alas de un mismo partido", en
AAVV. El revisionismo histórico socialista, Octubre, 1974. En un senti­
do parecido se expresó por esos años, A.J. Pérez Amuchástegui: "Los his­
toriadores provincianos se hicieron presentes para clarificar problemas y
situaciones desatendidas, desdeñadas o, incluso, subvertidas maligna­
mente para justificar arteros intereses. En los últimos años ha cobrado
Argentina la escritura de su historia -

1 01

cuerpo una historiografía federalista, nada proclive a la exaltación de


Rosas, cargada de íntencionalidad vindicadora del caudillismo medite­
rráneo." A. J. Pérez Amuchástegui, "Federalismo e historiografía", en

Revista de la Escuela de Dcjcu.sa Nacional, Año IV, N° 13, 1976.



Es llamativo que, si bien el exponente máximo de la historia oficial, Ri­
cardo Levcne (p. ej en su libro Las Ludias no eran colonias. Austral

1 Wil), y al menos algunos de sus adlát.eres más importantes, como En­


rique de Gandia (ES)HU7a 1"1/ la conquista del mundo, Historia de lo
conqu.isto del Rio de la Plata :/j del PWUglWY: los aobiernos de Don Pe­
dro de Mendoza; Alrar Nuúe: y DO/ni ;I{JO de Iraia 15;35-1556, Crori ica
del moauitico adelantarlo don Pedro de Mendoza. entre otros trabajos),
compartían una visión apologética de la actuación hispánica en el perío­
do colonial, los revisionistas la emprendieran contra la 'leyenda negra'
sobre la conquista y colonización española, como si la mirada adversa so­
bre ésta, construida en la época de la independencia y afirmada por la
generación de 18:3(, siguiera formando parte de la versión hist.órica ofi­
cial (como sí lo había sido en la época anterior a la Nueva Escuela). Pa­
reciera existir cierta
incapacidad. desde las filas del revisionismo, para
defender cualquier posición, si no era en vena polémica contra supues­
tas conspiraciones de ocultamiento y distorsión ele la verdad histórica.
Por añadidura, tomar nota de la benevolencia hacia la dominación colo­
nial, y hasta el
hispanismo declarado que campeaba en buena parte de
la Academia (Ricardo Zorraquín Becú es un caso claro, además de los ya
nombrados) hubiera significado para ellos reconocer que el liberalismo
no era el único
componente ideológico en la historia oficial, y que el ca­
rácter de descendientes directos de la historia escrita
por Mitre, López
y la generación del '80 que asignaban a los portavoces de la historiogra­
fía erudita, no era tan lineal y completo cómo les
gustaba suponer.
:c
Palacio, entre otros, afirma la existencia en Argentina de una hispani­
dad que excluye cualquier herencia
indígena: "Somos españoles; mejor
dicho, somos la prolongación de España en el Río de la Plata, por la persis­
tencia entre nosot.ros de los dos element.os diferenciales, de
const.ituyentes
cult.ura, que son la
religión y el idioma. No provenimos, espiritualmente ha­
blando, de españoles e indios, sino exclusivamente de los
primeros." ( ) ...

"La influencia indígena ha sido aquí, en la


Argentina, nula como contribu­
ción de cult.ura e ínfima corno aporte de
sangre." (E. Palacio, La historia
falsificada, Colección La Silinga, Peña Lillo, 1960, p. 24)
"Tbidem.
"
Véase en ese sentido el relato sobre el período de Mayo cont.enido en
el torno JI, de la Historia Arqentiua de José María Rosa.
;',
El ataque cont.ra Sarrniento de más éxito en el
gran público fue el de Ma­
nuel Gálvez, autor de una biografía del
sanjuanino que lo deja mal parado,
102 Daniel Campione
.

hasta en su salud
no pensarnient.o y actitudes políticas, sino
ya por su

mental. Cf. Manuel Gálvez. Vida de Sccrm.ien.t o, el hombre de autori­


dad, Emecé, 1845
la época de los gobiernos radicales, dentro de ese partido apare­
;';
Ya en

cen defensores dp algunos de los ternas qu« posteriormente


tornara el
de Mendo­
revisionismo, corno lo fueron Dardo Corval.u Mendilaharzu,
,

santafesino Ricardo Caball,'" Los caudillos tendían a


za, y el dirigente 1,

ser como representantes de un liderazgo popular y


exaltados democrá­

Rosas entendido defensor de las ideas Iederalistas con


tico, y como un

las que la U,c'R. se identificaba, (cf. D, Quattrocchi-Woisson, Los males


de la memoria; pp. 61 y ss.). Esa relect.ura el" la historia en clave a la
vez democrática y nacionalista, no llegaría a imponerse, ni siquiera en
las filas del propio radicalismo vrigoyenista, y no daría lugar a obras his­
t.óricas de importancia, Caballero se c!pdicó más bien a la historia del
partido radical, trabajo, entre otros, sobre la revolución radical
con un

de 1905. Serían los hombres de FO R..JA años después, los que tomarían
,

un sendero parecido, pero al precio de romper con


el partido radical.

;7
impugnación global de la forma­
Atilio García Mellid fue autor de una

ción ideológica argentina, titulada Proceso al liberalismo arqeruino,


René Orsi t.uvo su obra hist.órica más conocida en Historia de la disqre­
gación rioplutcnse, la que abonaba ot.ra tesis favorita del revisionis­
en

mo, la 'balcanización' de América del Sur (y del antiguo virreinato del

Río de la Plata en particular), como resultado ele las políticas británicas,


lideradas por George Canning.
lM
FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), fue
organización política que, como tal, tomó el debate
so­
quizás la primera
bre la historia nacional como una tarea central. Esa decisión alcanzó ma­

t.orno a 1940, la organización definió su


yor claridad y alcance cuando en
de
abandono de la Unión Cívica Radical (con el ccnsiguient.e alejamiento
en el
Gabriel del Mazo y Luis Dellepiane, que optaron por permanecer
corrientes naciona­
'tronco' radical), y su creciente vinculación con las
Jauretche reconocerá
listas, sin fundirse nunca del todo con ellas, que,
realizaron investigación original, sino que to­
en general, los forjistas no

historiadores nacionalistas, para reinter­


rnaron el trabajo previo de los

pretarlo parcialmente y volcarlo en escritos polémicos,


".
Norberto Galasso, libros dedicados a Scalabrini Ortiz, Jauretche,
con sus
en el antiírnperíalismo
e inclusive él Manuel Ugarte (socialista enrolado
últimos años
en sus adhirió al peronísmo), fue quizás quien más t.ra­
que
filiación entre FORJA y la 'izquierda nacional',
bajó para fundamentar la
histórico de R, Scalabrini Or­
Beatriz Sarlo caracterizando el enfoque
1"

visión de la historia que impulsa el forjis­


tiz, apunta a los rasgos de la
InO, tant.o en su
falencia en el plano historiográfico, como en su eficacia
Argentina la escritura de su historia -

lfl3

"

política: la teoría monocausalista y fuertemente conspirat.iva que se


...

propondrá como explicación global de los males nacionales: bajo las for­
mas de la independencia política no somos sino una colonia. ( ) Sin du­ ...

da, es enorme el poder persuasivo de esta historia sencilla donde acon­


tecimientos Y actores están perfectament.e clasificados según la dicot.o­
mía nacíonal-antinacional." Y más adelante: "( ) la lógica binaria que
...

despliega está entre las razones básicas de su eficacia Un claro sistema


de valores define los lugares y un movimiento imaginativo coloca a los
actores, les atribuye intenciones simples y comprensibles, los mueve en
acciones perfectamente encadenadas." (B. Sarlo. Una modernidad pe­
riférica: Buenos Aires 1920 y 1980. Nueva Visión, 3a edición, marzo de
1999, p. 210-220). Estas coordenadas de interpretación de la repercu­
sión de Scalabrini son, a nuestro juicio, aplicables al éxito de público de
otros cultores del revisionismo.

11
Para Alberto Pla, la visión de los revisionist.as es "( ) la misma de los ...

liberales, pero el caso es que se trata de la misma metodología del resto


de los revisionistas nacionalistas. O sea se trata de una historia fáctica,
de tiempo corto, y que entiende la historia básicamente como historia
política." A. J. Pla, Ideología. y método en la nistorioarafia argentina.
Buenos Aires. Nueva Visión, 1972, p. 4l.
1�
"Se const.ruyeron dos panteones paralelos y perfectamente opuestos,
donde cada elemento se insertaba en una línea coherente: 'civilización
"

liberal' o 'nacionalismo' ...Silvia Siga!. Intelectuales y poder en. la. dé­


cada del sesenta. Puntosur, 1991, p. 28.
"José María Rosa, El Reinsionismo Responde, Prólogo y Apéndice Biblio­
gráfico por Alberto A. Mondragon, Ediciones Pampa y Cielo, 1964, p. 15.
11
"El control del
pasado por el poder es un fenómeno común a todas las
sociedades de clase; pero se efect.úa según modalidades específicas, en
función de las exigencias de cada modo de producción dominante." cf.
Jean Chesneaux, op. cit. p. 37.
'"
Esta tendencia adudar preventivamente de toda afirmación de la his­
toriografía académica, y buscar el modo de afirmar lo opuesto sin ana­
lizar seriamente el problema correspondiente, fue estigmatizada en su
momento por Halperín: "Los revisionistas no revisan los esquemas here­

dados; invierten tan sólo los signos valorativos que tradicionalmente


marcaban a cada uno de los términos en ellos contrapuestos." T. Halpe­
rín Donghi, "La historiografía argentina en la hora de la libertad", en Ar­
gentina en el callejón, edición definitiva, Ariel, 1995.
1"
La 'Marcha de la Constitución y la Libertad', gigantesca demostración
pública de todo el arco antiperonísta, realizada el 19 de septiembre de
1945, puso en escena esa iconografía (carteles con la efigie de Echeverría,
104 -

Daniel Campione

Rivadavia, Urquiza, Mitre, Sarmiento, Roque S,Íf�IlZ Peña), acompañada


de la presencia a la cabeza de la manilr-st.ación del emb.ii.rdor Spruille

Bradr-n, días antes de retornar a su país. Cf Félix Luna, El 4:) Crcrnica


de ten o.ño decisivo, p. 199 él 202.
1;
Afirmaba un destacado diputado peronista: "Yo creo que para quien
observa mirada sagaz y penetrante el acontecer histórico argentino
con

tiene que llegar, sea o no especializado en la historia argent ina, a una


conclusión ( ) y ella es que d hombre puro, PI héroe impoluto, el héroe
...

por ant.onoruasia c. ) PS ( ) el hombre masa c. ) A su vera cualquier hé­


.. ... ..

roe, cualquier personalidad de la historia argentina, empalidece y se re­


"

duce a proporciones minúsculas Diputado Joaquín Díaz de Vivar,


...

CDDS, 1946, t. V, p. :39G (Citado en C. Pittelli-M. Somoza Rodríguez, "Pe­


rouisrno: Notas acerca de la producción y el control de símbolos. La his­
toria y sus usos", incluido en Adriana Puiggrós (dir.) Discursos pedaqo­

aicos e irruuji.no.rio social en. el peron.isrno (1945-1.955), Galerna,


Buenos Aires, 1995, p.214)
1K
Narra el episodio del proyecto de 'Monumento al Descamisado', incluso
aprobado por Ley N° 12.876, Alberto Ciria en Politica y cultura popular"
la Aracru ina peron.ista 1.946-1955, Ediciones de la Flor, 1983, p. 9�3.
1"
Esa entronización de las masas humildes como constructoras de la na­

cionalidad, y la transferencia a las mismas de valores ant.es exclusiva­


mente atribuidos a los próceres (desinterés, espíritu de sacrificio, leal­

tad, preocupación excluyente por la


grandeza de la patria), es estudia­
do minuciosamente en C. Pittelli-M. Somoza
Rodríguez, en A. Puiggrós
(cornp.) op. cit. pp. 209 y ss. Como allí también se explica, esa 'eleva­
ción' del rol de las clases populares, no se libra de un vínculo de subor­
dinación con el 'líder', en una relación asimétrica y no exent.a de ambi­
güedades, donde aquél juega el papel de 'conductor-disciplinador'.
C,O¡
T. Halperín Donghi, "El revisionismo histórico argentino corno visión
decadentista de la historia nacional." En Punto de Vista. Arlo VII, N° 2:3.
Abril de 19SG, p. 1:3

"El Instit.ut.o de Investigaciones Históricas .Iuan Manuel de Rosas, pur­
gado de los miembros que pretendían alejarlo del nuevo movimiento,
opera su completa peronización bajo la dirección de José María Rosa. La
manifestación más evidente de esta 'peronización' es la presencia en
1 !)f) 1 del
diputado peronista Cooke en la sede del Instit.ut.o, dando una
conferencia dirigida contra Echeverría, y más aún, contra los que honra­
ban su memoria. Cooke es elegido luego vicepresident.e del Instituto."
Diana Quatt.rocchi-Woisson, op. cit. p. 291.
Ce
Vicente D. Sierra, de formación autodidacta, constituye un ejemplo de
historiador católico, identíficado con el nacionalismo de derecha, volcado
Argentina la escritura de su historia -

1 05

COIl entusiasmo al peronismo a partir ele 1946. De formación aut.odidac­


ta, varias de sus obras principales están dedicadas al papel de la Iglesia

en período colonial: El sen/ido misional de la conqu.isto. de Améri­


el
ca. Así se hizo Amcrica-La e.cpartsicrri de la h.ispa.n.idad en el siglo

XVI. Produjo también una Historia de la Argentino, de doce tornos,


que empezó a publicar en 1956, La obra quedó algo opacada por el tra­
bajo algo posterior de .1. M. Rosa, que en un estilo mas popular, convir- .

tió a su Historia.. en un éxito masivo.


..
Diego Luis Molinari había sido considerado una de
Como hemos visto,
las figuras principales de la 'Nueva Escuela Histórica' desde los comien­
zos, y formó parte por largo tiempo, primero de la Sección de Historia, y
luego del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filo­
sofía y Letras de la lIBA. Sólo después se volcaría a posiciones revisio­
nistas, con su obra La Representación de los Hacendados de Mariano
Moreno, su ninguna influencia en la i.ida economice del país .1} en los
sucesos de Mauo de 1810, entre otras. Ya bajo la presidencia de .Iuan Do­

mingo Perón, y luego de un período a cargo de Vicente D. Sierra, fue


puesto en la dirección del mencionado Instituto, lo que al tiempo provo­
có el alejamiento de Ravignani, al parecer hostilizado por el nuevo direc­
tor. Colaboró en la Historia de la Nación Argentina, en capítulos de­
dicados al período colonial.
'"
La publicación de la Historia
no quedó completada hasta 1950, año
...

en que apareció el tomo sobre el


período resista, dirigido por Enrique M.
Barba, De todos modos, la Academia, pese a los esfuerzos de Levene por
mantener la tradicional cercanía al poner, resultó marginada ele un mo­
do ostensible en los fastos conmemorativos de 1950 (" Ai10 del Liberta­
dor General San Martín") y terminó por ser intervenida en el año 1952
(si bien como parte de una medida general, aplicada a todas las Acade­
mias Nacionales), con el resultado de la completa cesación de sus acti­
vidades hasta después del golpe de 1955, Entonces fue reabierta y Le­
vene regresó a la dirección, hasta su fallecimiento,

c.
Halperín Donghi lo señala con agudeza: "Aun sin identificarse por en­

tero con el peronisrno, el revisionismo debía beneficiarse de todos mo­


dos con la disrupción que éste había provocado en los centros defenso­
res de una 'historia oficial' que había dejado de serlo." T.
Halperín Dong­
hi, El revisionismo histórico argentino, Siglo XXI, 1970, p. 35,
'

•.
cf. Adrián G, Zarrilli, Talía V Gutierrez y Osvaldo Graciano, Los Estudios
Históricos e-n la Unicersidad Nacional. de La Plata (1905-1990) Tradi­
ción, renovación. /j sinaularidad. Academia Nacional de la Historia, 1998,
.,
Al menos tres destacados historiadores fueron parlamentarios durante
el peronismo: Molinari y Palacio, por el oficialismo y Ravignani, de la
opo­
sición radical. Con todo, las principales intervenciones parlamentarias
106 Daniel Campione
.

sobre el terna estuvieron cargo de otros legisladores, como el peronis­


a

Cooke y los radicales Arturo Frondizi y Ernesto Sammartino Cf.


ta J. W.
D. Quattrocchi-Woisson, op. cit. p. 244 y ss.
·.x
Halperín Donghi presta atención a una de las derivas del revisionismo
post-55: la de aparecer corno una vía de conciliación entre distintos cam­
pos ideológicos dentro de lo que él denomina los defensores del stat u
quo, facilitando una conciliación unificadora en la visión del pasado, yen
esa línea menciona principalmente al Irazusta del posperonismo y a Mar­

cos Merchensky en Las corrientes ideolooicas de la historia argenti­

na. Si bien es cierto que tal tendencia tuvo su gravitación, corno él mis­

mo Halperín reconoce fueron las nuevas vertientes contestatarias, inspi­

radas más o menos libremente en el marxismo, las destinadas a prevale­


cer. Cf. T. Halperín Donghi, El reuision.ismo histórico pp. 44 y ss.
...
,

e,"
.Iohn William Cooke, el
importante entre los impulsores tempra­
más
nos (fines de los '50 y comienzos de los '60) de la convergencia entre el

peronismo y el marxismo, participó también del movimiento revisionis­


ta, dando incluso conferencias de contenido hist.órico en el Instituto
Juan Manuel de Rosas. Durante las presidencias de Perón, y en su carác­
t.er de parlamentario, tuvo importantes intervenciones de contenido re­
visionista en el recinto legislativo. (cf. Diana Quat.trocchi-Woisson, pp.
244 y ss.)
¡;¡)
Miguel Mazzeo, John Williarn. Cooke, Textos traspapelados (1957-
1961) en La Rosa Blindada, 2000, 'Estudio Introductorio', p. 37. En
cuanto a los cambios de los 'viejos' revisionistas, los experimentará el

propio J. M. Rosa, figura estelar del movimiento antes y durante el go­


bierno de Perón, quien, por ejemplo, no se privó de expresiones de sim­
patía por la Revolución Cubana, aun después de la expresa proclamación
de su carácter 'marxista-leninista'.
'd
opinión de A. Cattaruzza, en esta nueva etapa, el revisionismo
En la
proponía un relato histórico que se enlazaba con la historia de la nación
desde sus momentos iniciales "pero est.a vez proponiendo una genealo­
gía que lo emparentaba con los perseguidos, con los derrot.ados. En es­
ta visión, ellos se alzaban una y otra vez para proseguir un combate más

que secular, que era el de la entera nación, contra las minorías del privi­
legio que usurpaban el gobierno aliadas a alguna potencia extranjera." A.
Cattaruzza, "Algunas reflexiones sobre el revisionismo histórico" en F.
Devot.o (comp.) op. cit 1, p. 124.
"
h"
Horacio Tarcus caract.eriza así este rasgo: el antiintelectualismo, fi­
...

gura que se acrecent.ará a lo largo de los '60 y primeros '7n, pero que ya
t.oda claridad en autores corno'Jaurct che, que des­
aparece perfilada con

pectivamente llamaba la intelligentzia ( )" a la que le atribuía "las mar­


...

cas negativas de la extranjería, el eterno divorcio de la realidad nacional,


Argentina la escritura de su historia· 1 07

H Tarcus, El ma.r.cisrno oloidado en la Ar­


"

su carácter colonizado ...

Peña. el Cielo por Asalto, 1996.,


gentina. Siluio Froruiiei y Milciades
de Rusia, país donde
pp. 12:3-124. El término irueüiaerueia proviene
enfrentada con el Estado,
designaba a una clase media intelectual que,

no acertaba a vincularse con el pueblo.


,,'
se cruzaban en varias direcciones, ya que la asimi­
Las contradicciones
se solía de­
lación de buena parte de los revisionistas iniciales a lo que
colocaba prima [acie a aqué­
nominar como 'nacionalismo oligárquico'
llos en las filas enemigas, las de la 'oligarquía'.
,"
"El Revisionismo Histórico Socialist.a constituye el trasfondo que nos
nacional en sus rasgos
permite explicar, no sólo el carácter del drama
actuales,sino su resolución futura que es lo que más importa. Porque al
seudohisto­
fin y al cabo toda visión del pasado resulta historia muerta,
ria, cuando no es capaz de señalarnos los cauces del porvenir." (AAY'V.
histórico socialista, Octubre, 1974, prólogo de Bias
El revisionismo
Manuel Alberti, p. 14). El libro aquí citado reúne artículos de dirigentes
principales de la
'izquierda nacional', tales como Ramos, Spilimbergo, Al­
fredo Terzaga y otros. Alberti en el prólogo citado, y Terzaga en su artí­
decadentista' del re­
culo, atacan también lo que ot.ros llamarían 'visión
de Ro­
visionismo, que creía ver al país frustrado ya a part.ir de la derrot.a
sas en Caseros.
"lO
Véase Nos, los representantes ... de José María Rosa

Ese reconocimiento al Inst.it.uto fue a su


h,ó
vez anulado por decreto del

presidente de la Rúa, durante el año 2000.


'ó,
Cf. A. Cattaruzza, art cit. en F. Devoto, op. cit. p. 1:32.

Luna atravesó el auge del revisionismo asimilándose a sus temas, y en


'óx

cierta medida a sus enfoques. Así escribió Los caudillos, y El 45, entre
ot.ros. Siempre atento y perceptivo a las tendencias del mercado, los 'SO
Soi) Roca, la Historia
lo encontraron en un plan diferente, marcado por

integral de los argentinos, y otros productos más cercanos a la nueva


'corriente principal'. Esa 'ductilidad' junto con la decadencia de sus

'competidores' revisionistas, le permitió no sólo mantener sino ampliar


su nivel de ventas y explorar canales nuevos para la difusión de sus t.ra­

bajos. 'Félix Luna' tiende a convertirse en una 'marca' con promesa cer­

tera de buenas ventas, más que en un indicador de la autoría efectiva de


los trabajos.
,,',
Más adelante nos ocuparemos de esa producción novelística, en el

apartado específicamente dedicado a la divulgación.

Un artículo sobre el revisionismo, escrito desde la historiografía uni­


,o

versitaria, diagnostica el declive en estos términos: "En la Argentina de

/
108 -

Daniel Campione

comienzos de los años '!)O aquella potencia que había caracterizado al re­
visionismo, y al menos sorprendido a sus antagonistas, parece agotada.
Esta opinión, que retomaremos más adelante, no supone 'decretar' la
muerte de un movimiento inte-lectual, sino sostener que, aprisionado ell­
t.re su todavía penetración académica y su mínimo registro de los
escasa

cambios problemas históricos que interesan al público, el grupo


en los
ya no logra hacer oír su voz: el revisionismo no se halla hoy en condicio­
nes de participar activamente en las discusiones colectivas sobre el
pa­
sado nacional." A. Cattaruzza, "Algunas reflexiones sobre el revisionis­
mo histórico." En F. Devoto (cornp.) op. cit. J. p. 113 .

;,
Nos referimos a la temática de obras recientes de Norberto Galasso,
que ha publicado biografías de J. W. Cooke, de Arturo .Jauretche, e inclu­
so de Enrique Santos Discépolo, para luego dar a luz una
biografía de
San coincidente con cumplirse un siglo y medio de su muerte.
Martín,
Galasso quizás el único revisionista que aun cuenta con audiencia fue­
es

ra de CÍrculos donde comienza a predominar el ejercicio de la


nostalgia
por un pasado irrepetible más que la producción actual relevante.
Argentina la escritura de su historia -

1 O9

La "nueva historia" o "historia social"

Las últimas décadas asistieron al Iortalecímiento de es­

tudios historiográficos que más allá de diferencias de enfo­


ques teóricos y metodológicos, exhibieron una mayor profe­
sionalidad y un rigor creciente.
Las primeras manifestaciones de una historiografía aca­
démica no subordinada a la visión conocida como 'liberal',
crítica de los métodos y la cosrnovisión de la Nueva Escue­
la Histórica, se dio a través del Centro de Estudios de His­
toria Social y la cátedra de Historia Social dirigida por José
Luis Romero en la UBA 1, que funcionaron desde los últimos
años '50 hasta el golpe militar de 1966. El momento funda­
cional de esta renovación histórica no puede sino relacio­
narse con la Revolución Libertadora, que colocó a Romero,"
como Rector de la Universidad de Buenos Aires. Se daba así
la paradoja, señalada en su momento por Halperín Donghi,
de que un momento de restauración social, política y cultu­
ral sirviera de marco para una propuesta de pretensión re­
novadora, contradicción que se proyectó sobre las limitacio­
nes de toda la corriente.
Una de las protagonistas de esa corriente caracteriza así
sus objetivos:
"Hacer una historia, digamos, antipositivista, una pro­
puesta de tomar básicamente los aspectos social y eco­
nómico en la
larga duración ( ) se tornaba en considera­
...

ción los grandes movimientos sociales, la constitución de


las clases sociales y al mismo tiempo las revoluciones y
los grandes cambios (. )":1 ..
11 O Daniel Campione
.

Se buscaba alcanzar producción histórica con mayo­


una

res pretensiones de rigor científico, y actualizada de acuer­

do a las corrientes historiográficas europeas (en esa época


Ruggiero Romano y Eric Hobsbawn, por entonces jóvenes
pero ya consagrados historiadores, visitaron la universidad),
sobre todo la francesa de Arenales, que ya bajo la dirección
de Fernand Braudel, vivía sus años de apogeo.' "Las nocio­
nes de 'historia total', 'larga duración', 'estructura' y'coyun­

tura', la metodología serial, serían incorporadas gradualmen­


te al horizonte mental de estos estudiosos, así como la cons­
trucción de un discurso más analítico que narrativo. De allí
la preocupación integrar las dimensiones económicas,
por
sociales y culturales a una historiografía nacional que hasta
ese momento se había centrado en lo político (y esto reduci­

do al plano de lo institucional), a través de la idea de histo­


ria social, que a su vez afirmaba su vinculación con el con­
junto de las ciencias sociales, en una época en que aun se­
guía vigente la tradición erudita de las Humanidades, en la
vin­
que anclaba la historia tradicional. En ese empeño por
cularse al ámbito más amplio de las ciencias sociales, los
nuevos historiadores participarán en los ámbitos privados
creados para la investigación en ciencias sociales en este pe­
ríodo, el Instituto Di Tella y el Instituto de Estudios
como

Económicos y Sociales, además de la estrecha relación con


el Instituto de Sociología que en Filosofía y Letras encabeza­
ba Gino Germani, época en que las ciencias sociales
en una

tendían a ocupar un lugar más expectable que la disciplina


histórica en el campo universitario y del saber en general. A
ello se sumó su autopercepción como convocados a disipar
las visiones 'politizadas' y técnicamente 'arcaicas' de la histo­
riografía existente, incluyendo de lleno en esta impugnación
a la crítica revisionista en todas sus vertientes.

U n breve fragmento puede servir de apretada síntesis al


ideario de todo este grupo:
"sus autores se consideran estudiosos profesionales de la
historia y las ciencias sociales, y como tales quieren ser
Argentina la escritura de su historia· 111

juzgados: su primer deber es, por lo tanto, practicar


un es­

tilo de indagación histórica que esté a la altura de los tiem­


la perspectiva que este
pos, no sólo en cuanto haga suya
si­
problemático presente impone al pasado nacional (. ) ..

no en cuanto busque utilizar una


cultura histórica menos

arcaica de lo que todavía suele ser habitual entre nuestros

historiadores, y por últirno, en cuanto no se niegue a ex­

traer las conclusiones necesarias del hecho de que la his­


"1;
toria es -en una de sus dimensiones- ciencia social ...

En esos años Romero reeditó, actualizada, Las ideas po­


lüicas en la Argentina, rma obra panorámica que tendía a
confrontación
presentar toda la historia argentina como una
entre la libertad y el autoritarismo, principios ideales que a
su vez coincidían respectivamente con el impulso
moderni­

zador y la inercia del atraso,' que se convirtió en un clásico y


en base de una matriz interpretativa que se
remontaba cla­

ramente a los trabajos de Mitre. Ese esquema interpretativo


fue proyectado, a posteriori (la primera edición 1946, es de

con sucesivas reediciones que avanzaban hacia el presente)


sobre la idea de que la libertad recobraba posibilidades de
imponerse sobre el autoritarismo mediante el derrocamien­
to de Perón y la construcción paralela de una sociedad más
moderna y de instituciones liberales que funcionaran con
aceptable eficacia.
El desempeño de estos historiadores no puede ser anali­
zado sin tener en cuenta algunas orientaciones que enmar­

caban sus esfuerzos:

a) Su encuadramiento en el del conjunto de las


avance

ciencias sociales, que en las décadas de 1950 y 1960,


'aspiran a adquirir plena respetabilidad', tanto en
nuestro país como en Latinoamérica, como escribiría
Tulio Halperín Donghi."
b) Su objetivo consciente de contribuir a lo que percibían
como la 'modernización' definitiva, y en todos los pla­

nos, de la Argentina post-peronista."


e) Su constitución como corriente en el marco de la
112 Daniel Campione
.

'universidad democrática', a cuya espíritu de 'liber­


tad científica' y relativo aislamiento del contexto se
vincularon, resistiendo a la vez las tendencias a la
radicalización, y las reacciones de signo conserva­
dor y antirrefornüsta.
La argumentación en ellos es más compleja, la rnetodo­
logía más actualizada, el tono es mucho más austero e 'im­
parcial' que la ripiosa retórica de muchos historiadores libe­
rales, y tienen fundamentos teóricos actualizados ausentes
en aquéllos, pero las conclusiones
presentaban importantes
111
semejanzas. Se podría afirmar que los historiadores renova­
dores producen una oxigenación teórica, temática y metodo­
lógica bastante amplia, pero no llegan a transformar radical­
mente la perspectiva ideológica desde la que se había cons­
tituido la historiografía liberal. En la mencionada cátedra de
Historia Social (y el Centro de Estudios en Historia Social,
que nucleaba a profesores de otras áreas, disconformes con
las orientaciones de las mismas) se formarían Tulio
Halperín
Donghi, Reyna Pastor, Alberto Pla, Haydée Gorostegui, Ro­
berto Cortés Conde y otros. Halperín dirigía,
paralelamente,
algunos seminarios de Historia Social en el Instituto de So­
ciología. En algunas universidades del interior se desarrolla­
ron también avances de esa
corriente, como la de Rosario,
bajo el liderazgo de Nicolás Sánchez Albornoz, o Córdoba,
con Ceferino Garzón
Maceda, comandando vastos progra­
mas de investigación en historia
económica, y dónde produ­
ce sus primeros trabajos José C. Chiaramonte.

Es indudable que, más allá de la voluntad de sus sostene­


dores, supretensión moderna y científica, encuadrada en un
ideario liberal-democrático, resultaban útiles para los secto­
res mas modernizadores y desarrollistas de las clases domi­
nantes, que aparecían colocados del lado 'correcto' en una
contradicción que se planteaba entre libertad y autoritaris­
mo, o de lo moderno frente a lo tradicional, y no sobre un eje
social, de clase. Además la atención prestada al desarrollo de
las nuevas escuelas europeas les permitía presentarse como

/
/
Argentina La escritura de su historia -

113

auspiciantes de una universidad superadora de la 'oscuran­


tista' del peronismo, en la que habían tallado discípulos de
Santo Tomás y admiradores de Primo de Rivera y Oliveira
Salazar, junto con incompetentes de variada laya. Más corn­
plica da era la relación con los historiadores eruditos que, co­
mo Ricardo Caillet-Bois o Enrique M. Barba," poblaban toda­
cátedras, habían sido también desplaza­
vía la mayoría de las
dos por el peronismo, y sustentaban una visión histórica tra­
dicionalmente grata a los detentadores del poder político.
Profesores como Gino Germaní o Romero unían a ese efec­
neutralidad
to, la competencia profesional, la pretensión de
cientificista y una ideología reformista pero claramente 'oc­

cidental', ajena a contaminaciones marxistas o de otras ver­


tientes radicalizadas, altament.e compatible con proyectos
corno la Alianza para el Progreso o la CEPAL, en desarrollo

por esos años. Sólo el advenimiento de una reacción unilate­


ralmente conservadora y clerical como la de la época de On­

ganía, marcó el final de la tolerancia para esos partidarios de


una renovación 'despolitizada' de las ciencias sociales.
El golpe de estado de 1966 cortó esa trayectoria. Estaba
apoyado en las alas más conservadoras dentro de las clases
dominantes, lanzadas en el plano nacional a un 'cambio de
estructuras' identificado con la concentración capitalista y a
la ofensiva contra todo lo que pudiera atentar contra una 'se­
guridad nacional' identificada con los intereses del gran ca­
pital y la política exterior de EE.UU. Con esepunto de par­
tida, se tendía a ver con desconfianza a los emprendimientos
de los científicos sociales, aun cuando éstos tendieran a ex­

hibir credenciales impecahlemente 'occidentales' corno era

el caso de la mayoría de los historiadores sociales y de sus

colegas de Sociología.
Se volvió por un tiempo a la hegemonía plena del 'acade­
micismo' conservador, previa renuncia masiva de estos profe­
sores, identificados, no con el gobierno radical depuesto, pe­
ro sí con las grandes líneas del orden de cosas anterior. Co­
mo en áreas más centrales de la realidad social, la 'Revolución
114 Daniel Campione
-

Argentina' vivió luego repliegue en medio de un


sus años de
proceso de radicalización estudiantil y politización de la vida
académica sin precedentes. De la mano de las 'cátedras na­
cionales' y otras expresiones contestatarias, la 'limpieza' de
los comienzos de la dictadura de Onganía no tardó en dar el
resultado contrario al buscado."
Por esos años escribiría varias de importantes
sus obras
Tulio Halperín Donghi, que se convertiría, fallecido Romero,
en la figura consular de la historiografía 'social' /1 aunque su

alejamiento definitivo del país (no modificado luego del re­


torno al régimen constitucional, permaneciendo como profe­
sor de la Universidad de Berkeley, EE.UU.) no le permitió ju­

gar el rol de un efectivo 'jefe de escuela' en nuestro país. Pro­


dujo en esos años (yen los de la llamada Revolución Argen­
tina) un intento de fijar interpretaciones más complejas e in­
tegrales de distintos períodos de la historia argentina, si bien
uno de sus empeños fue un intento en parte fallido de hacer
'historia serial' con el comercio exterior argentino, que nun­
ca fue
publicado, y quedó como un intento de adaptarse a
las corrientes internacionales, entonces dedicadas a la 'his­
toria de precios' y otros menesteres afines."
Así Tradiciori política española e ideología revolu­
cionaria de Mayo, Revolución y Guerra, sobre el perío­
do de la emancipación, Una Nación para el desierto ar­
gentino, para las ideas políticas de la segunda mitad del si­
glo XIX, A raentina en el callejón, en torno al peronismo y
sus consecuencias, y los dos tomos que estuvieron a su car­

go de una Historia A rgentina, planificada en ocho volúme­


nes que él dirigió; el correspondiente a la primera mitad del

siglo XIX (De la Renoluciori de Mayo a la Confederación


Rosista) y al período que abarca al peronisrno y postperonis­
rno (Argentina. La democracia de masas) 1',.

La mencionada Historia Argentina, editada por Paidós,


constituyó el primer intento de producir una obra colectiva
integral, orientada por los principios de la 'historia social' y
escrita por investigadores con respaldo académico, sobre el

<�-

/
Argentina la escritura de su historia -

115

distintos volúmenes cola­


proceso histórico nacional. En sus
boraron representantes de diferentes vertientes de la histo­
riografía de pretensión científica y despolitizada que nos
ocupa, como Haydée Gorostegui de Torres,
José Carlos Chia­

ramonte, Carlos Sempat Assadourian, José Luis Moreno, Ro­


berto Cortés Conde, Ezequiel Gallo, Daría Cantón.
Colocada en la perspectiva de la 'larga duración' en la
evolución de la historiografía argentina, aparece evidente
ser hegemó­
que, si bien la tendencia renovadora no logró
nica en su período inicial de actuación (1955-1966) y vio
truncada a partir de allí sus posibilidades de proyección, al
menos en el terreno universitario, sí logró convertirse en

predominante a partir de 1984, mantiene un vínculo de fi­


liación con ella. 16
En el período 1973-1976, algunos de los miernbros de la
corriente regresaron a la Universidad, en muchos casos incli­
nados a una versión radicalizada del papel político de la his­
toriograña. Pero su posición no dejó de ser marginal, y a jui­
cio de algunos representantes de la corriente, bastante difícil,
ante quienes la cuestionaban desde posiciones situadas más
a la izquierda, cuando su hábito era disputar con colegas más

conservadores. Ello no los eximió de verse incluidos entre los


expulsados (de la Universidad y en varios casos del país) por
la dictadura militar posterior al golpe de marzo de 1976.
Como dijimos, a partir de 1984, una nueva generación de
historiadores, muchos de ellos de regreso del exilio, irrumpí­
rían en la vida universitaria desplazando a los sobrevivientes
de la vieja erudición que la última dictadura había vuelto a
colocar en las cátedras y en el disfrute de subsidios de inves­
tigación. El nuevo grupo, encabezado entre otros por Luis
Alberto Romero, Hilda Sábato, Enrique Tandeter, José E.
Burucúa, Fernando Devoto, Juan Carlos Korol, tomará a
guisa de 'patriarcas' a los mayores representantes de la ge­
neración anterior, y se referenciará explícitamente en la lí­
nea inaugurada por J. L. Romero, con Halperín colocado

en el sitial de mayor exponente vivo de esa tradición, y un


116 Daniel Campione
.

reconocimiento importante hacia José C. Chiaramonte, que


a diferencia del anterior, regresa al país y pasará a
dirigir el
Instituto de Historia Argentina y Americana de la UBA.

Después de 1983. La hegemonía de la 'Historia Social'

Todavía enpleno transcurso de la dictadura iniciada en


197H, se constituyó un grupo de historiadores que, desde
centros privados, comenzaron a reconstruir la idea de hacer
'historia social' en la línea de José Luis Romero, pensando en
1m futuro no signado por la censura y las
persecuciones, co­
mo era el que se vivía en ese momento. El autor fallecido,

junto con el largamente exiliado Tulio Halperín Donghi obra­


ban como modelos. Leandro Gutiérrez fue a su vez maestro
directo de jóvenes cursantes de la carrera en los oscuros
tiempos de la dictadura, marcados por el retorno a posicio­
nes de poder en la docencia y la
investigación de una 'Nue­
va Escuela Histórica' ya fantasmal. El PEHESA (Programa
de Estudios de Historia Económica y Social Argentina) se
formó ya a fínes de1977, integrado entre otros por Leandro
Gutiérrez, Luis Alberto Romero, José Luis Moreno, Haydée
Gorostegui, Juan Carlos Korol, bajo el paraguas del CISEA.'7
A partir de diciembre de 1983 la nueva historiografía aca­
dérnica se adueña del espacio universitario (a favor de su
alianza con quienes tuvieron a su cargo la intervención ini­
cial de la universidad post-dictatorial), y desarrolla un traba­
jo inspirado en las corrientes sobre todo francesas y británi­
cas (deAnnales'H en adelante, incluyendo a los representan­

tes del 'marxismo británico' en una referencia destacada), y


en la 'historia social' en la estela de José Luis
Romero, como
forma de 'tornar la posta' del desarrollo interrumpido por el
golpe militar de 1966.'!J La asignatura Historia Social General
(la vieja materia dictada por J. L. Romero) fue restituida, y
vuelta a ubicar en un lugar central en el plan de estudios de
la carrera en la UBA (siendo a la vez incluida en el de otras,
Argentina la escritBra de su historia -

117

como Antropología), y para mayor simbología de continui­


dad, puesta bajo la titularidad de Luis Alberto Hornero, hijo
de José Luis, que llegó a colaborar con él en algunos de sus
últimos trabajos." Buscan forjar una imagen del trabajo del
historiador, que L. A. Romero delineó brevemente a media­
dos de los '80, refiriéndolo a la figura de su padre:
"Quizás sea esa combinación de rigor y compromiso, que
distingue a su autor tanto de los profesionales falsamen­
te asépticos como de aquellos empeñados en justificar
con la historia las consignas del presente, el principal
"�I
atractivo de estos trabajos.
Rigor que no se confunda con erudición vacía, compro­
miso que no equivalga a pasión militante," eran las claves de
un programa de acción, la 'silueta' del modelo de historiador

buscado. En esta elección de antecedentes los que refc­


en

renciarse, estaba claro el rechazo por las dictaduras que ha­


bían arrasado la continuidad de la labor académica, pero se
implicaba también una visión poco favorable del período
1973-75, del que se destacaban sus innegables componen­
tes de convulsión e inestabilidad, mientras se daba por sen­
tada la caducidad de los ideales de transformación radical
que bullían en la Argentina de esa época.
Se empeñan así en un proceso de acentuada
profesiona­
lización de la carrera de
Historia, la
consiguiente regula­
con

rización de sus cátedras y plan de estudios (incluyendo el


restablecimiento del mecanismo de concursos), y de la tarea
de investigador, en búsqueda del establecinúento de crite­
rios compartidos de excelencia profesional." Se busca un
restablecimiento de las publicaciones y encuentros científi­
cos, el cultivo de vínculos internacionales con las últimas
tendencias de la historiografía mundial, y el establecimiento
de un cursus honorurn. pautado para el avance de los nue­
vos profesionales, sometidos a su vez a un 'control de cali­

dad' estricto por parte de sus superiores, dotados de las he­


rramientas de disciplinamiento que se hicieran necesarias.
Como parte de este proceso puedo inscribirse la generación
118 -

Daniel Campione

de un investigadores de los distintos cen­


encuentro de los
tros universitarios del país, con periodicidad regular, sede

rotativa, y facilidades para que no sólo los consagrados sino


las nuevas generaciones tuvieran espacio para exponer sus
trabajos. Nos referirnos a las Jornadas Interescuelas/Depar­
tamentos de Historia, que se vienen realizando desde los
años '80, consideradas por L. A. Romero corno elemento fun­
damental en la hegemonía historiográfica predominante des­
de el retorno a la democracia:
HA través de ellas, esa historia que se identifica, a la vez,
por su adhesión a las viejas banderas de la 'historia social'
y por su inclusión en el nuevo campo profesional que se

estaba definiendo, ha llegado a imponerse en el campo


del saber histórico. ":H
Ese avance tan fuerte de las rigideces de la vida acadé­
mica," terminó por preocupar incluso a figuras claves del
grupo, corno Hilda Sábato:
"Me preocupa la constitución de un statu qua fuerte, de

una institución que ella misma se convierta en un chale­


co de fuerza para el desarrollo de un pensamiento críti­
co. Me preocupa que aquellos desarrollos institucionales
que van garantizando carreras individuales, con pasos
establecidos, con jerarquías, con carninos más o menos
fijados de antemano y muy marcados por la cooptación
-desarrollos que son por un lado positivos- se conviertan
a la vez en trabas para el florecimiento de un pensamien­

to crítico, orientado a alimentar el debate público (oo.)


Pero el humor 'fin de siglo' no ayuda en ese sentido, ese
humor que prioriza lo privado frente a lo público, las ta­
reas individuales más que los compromisos colectivos.

Soy anacrónica quizás, pero me gustaría ver, dentro de la


Universidad, rnayor dinamismo político, mayor interés
"Jlj
por lo público.
Cabría acotar que esas 'incomodidades' y 'preocupa­
ciones' no han tenido hasta ahora efectos visibles en las
prácticas de investigación y docencia, y el camino del an-
Argentina La escritura de su histor¡a· 11 9

sin
quílosarniento académico sigue, en general, su curso,
grandes turbaciones.
Esa actitud 'profesionalista' no deja de ser un drástico
cambio de frente con respecto a las concepciones que sobre
la relación entre actividad académica y rnilitancia política ha­
bía sido pensada como deseable, en algunos casos por las
mismas personas, no más de unos años atrás.
En el pasaje del entusiasmo revolucionario al conformis­
mo 'democrático', se había tornado la decisión de asumir co­

mo tarea principal la formación de investigadores y profeso­

res competentes en la producción y transmisión de lU1 cono­

cimiento histórico vuelto morada más que nada acadé­


a una

mica, y cuyos objetivos fundamentales pretendían ser inter­


nos a la propia vida universitaria."

Todo convergía hacia la constitución de una comunidad


de historiadores unificada, con sus mecanismos de control
académico y cooptación de los más capaces, y bajo el segu­
ro control de los 'historiadores sociales'. En el discurso, esta

tarea de unificación tendía a integrar a todos los sectores,

pero en la práctica encubría dos políticas diferentes:


a) La llevada a cabo con los restos de la historiografía li­
beral (representada por los sobrevivientes de la anti­
gua docencia de la carrera de Historia de la UBA y por
la Academia Nacional de la Historia y ámbitos afines a
ella) con la que se aplicó una tolerancia 'integradora'
que enel fondo aspiraba a conquistar los espacios co­
diciables que éstos conservaban, en primer lugar la
Academia Nacional de la Historia.
b) Con la historiografía revisionista y marxista una acti­
tud que osciló entre el 'ninguneo?" y la agresión acti­
va, tendiente a desplazarlos de (o impedir su ingreso
a) los espacios académicos y privarlos de la conside­
ración pública.
En los últimos años se suele definir el campo historiográ­
fico sin tornar en cuenta a quienes se sitúan a la izquierda de
los 'nuevos historiadores', y se los excluye de la respetabilidad
120 .

Daniel Campione

académica sin dar la discusión, por la omisión lisa y llana (es­


to en un clima ideológico en el que quien señala silencia­

mientos, queda rápidamente bajo sospecha de tener una 'vi­


sión conspirativa', cuando ese tipo oc visión está situado en
la sirna del prestigio intelectual). El revisionismo estaba ya
en plena decadencia, privado de una generación de reempla­

zo de sus figuras muertas o envejecidas. Con respecto a los

marxistas el resultado no fue sino mantenerlos en su lugar


de rnarginalidad, en muchos casos negándoles hasta la cita o
la inclusión en las bibliografías.
Esta política diferenciada no sólo se proyectó sobre lo
institucional sino que impregnó los estudios e interpretacio­
nes sobre procesos históricos concretos, en los que se mani­
festaba la tendencia a cierto acercamiento con las conclu­
siones de la historiografía liberal y la torna de distancia
respecto a posiciones que pudieran aparecer inspiradas
por el marxismo. En muchos casos, se asistió a una funda­
mentación más rigurosa y una elaboración teórica mucho
más sofist.icada que en el pasado, de posiciones gratas a la
visión tradicional de la historia de nuestras clases domi­
nantes: la construcción de la sociedad y el Estado produ­
cida después de Caseros y por la generación del '80 fue en­
focada con una iluminación gradualmente más brillante

(incluso en detrimento del radícalismo que la sucedió en el


ejercicio del gobierno), en nombre de la 'modernización' algo
similar ocurrió con la otrora 'década infame', con figuras co­
mo el general Agustín P. Justo colocadas en el sitial de la

'eficacia' y la 'claridad de concepción'"; al mismo tiempo


que la visión del peronismo se hizo más bien sombría, si
bien es cierto que el estudio de los períodos posteriores a
1916 estuvo en gran parte en manos de investigadores ex­
t.ranjeros (Loris Zanatta, Daniel James, David Rock, entre
otros) estudiosos locales más vinculados a la sociología
o a

o a la historia económica que el núcleo de la carrera de

Historia, corno Osear Oszlak, Ricardo Sidicaro, .Juan Carlos


Torre, Adolfo Prieto, Julio Godio y otros." En el enfoque, por
Argentina La escritura de su historia· 121

cierto sesgado, que se hizo dominante, revisionistas y marxis­


tas eran culpables de un exceso de 'politización' que había
debilitado el rigor científico y la 'distancia crítica' necesaria
para construir 'buena historia', mientras que la cosmovisión
afín a las elites dominantes no sería visualizada como 'politi­
zación' (al menos no con tanto énfasis) y su rigor en el estu­
dio de los documentos tomado como posible base para el de­
sarrollo y modernización de la disciplina.
La historiografía contestataria de la etapa de los '60 y '70
era, como ya dijimos, vista como ejemplo de historia que
pierde rigor a fuer de 'politizada' (vale decir comprometida
con W1 proyecto de transformación de la sociedad) y en la
'despolitización' juzgada imprescindible para alcanzar rigor
científico, se incluye el expurgar cuidadosamente las impreg­
naciones 'marxistas', sobre todo las que aceptan, y aun propi­
cian, cierto 'espíritu de partido' en el desarrollo de la tarea de
historiador. No se trata de un antimarxismo a la antigua usan­
za: se sigue utilizando cierta terminología de ese origen, y ci­

tando conrespeto a los clásicos de esa corriente e incluso a


sus representantes actuales (esto último sólo si tienen reco­
nocimiento previamente acordado en los
grandes centros
académicos, como los historiadores marxistas británicos). Lo
que sí se produce es un rechazo a las actitudes ligadas a una
asunción integral de la tradición marxista, con su consecuen­
cia de un entendímicnto del trabajo con la historia corno liga­
do más o menos directamente proyectos de transformación
a

radical de la sociedad, a partir de W1 enfoque de clase.


En cuanto a las corrientes historiográficas tomadas como
modelo, la ya tradicional referencia e Annales continuaba vi­
gente, siguiendo ahora las ramificaciones de la escuela en di­
recciones más alejadas de la historia económico-social que
había predominado en la 'era Braudel' (yen la inclinación ca­
da vez mayor de esa escuela a batallar contra todo lo que hue­
laa 'ideas de progreso y
revolución')'! e incorporando la con­
,

sideración de nuevas corrientes de la historiografía europea."


La expansión de una visión de este tipo no puede escindirse
122 Daniel Campione
.

del modo en que toda una generación de intelectuales, la


mayoría de los cuales vivieron la experiencia del exilio bajo
la dictadura, regresaron con la idea de participar activamen­
te en la construcción de una democracia representativa a la

que, junto con un capitalismo percibido corno 'humanizable',


asumían como el horizonte posible (e inmodificable) de cual­
quier proyecto realista de transformación, rompiendo con la
concepción del mundo y los objetivos políticos que muchos
de ellos mismos alentaron en la etapa pre-dictadura. El
reemplazo del pasado revolucionario por un reformismo ca­
da vez más modesto, en aras de una 'transición a la democra­
cia' erigida en objeto máximo del deseo, signó la nueva acti­
tud. Ese replanteo de la visión sobre la escena social y polí­
tica, no podía dejar de incluir el del su propio 'lugar en el
mundo', la actitud cotidiana frente a las instituciones y a las
ideas. Pasaron a pensarse a sí mismos en el modo de los pro­
fesores de las grandes universidades europeas y norteameri­
canas, con la meta de obtener un amplio reconocimiento
profesional, una relación plácida con los poderes económi­
cos, políticos y culturales establecidos, y la posibilidad de
ampliar el arco de difusión de su 'experticia' desde los me­
dios de comunicación o en el lugar de consejeros del poder.
Para ello debían mantenerse saludablemente ajenos a las
'irrupciones' de la política, entendiendo por tal, sobre todo, a
aquella divergente de los objetivos de las 'elites dominantes'
(que no clases, término a limitar en su uso sino a desterrar
completamente), ya que el apoyo a candidaturas o partidos,
o la asesoría en diversas variantes, siempre que estuviera ri­

gurosamente incluida en el 'sistema', suele practicarse sin


remordimientos.
Se abría paso una visión no conflictiva del presente (al
menos ajena al conflicto central, la lucha de clases), y para

cohonestarla imaginaba una imagen igualmente no con­


se

flictiva acerca del pasado, proyectando hacia atrás el actual


déficit de pasión y proyectos transformadores." Y cada vez
más se percibían a sí mismos corno 'profesionales' de una
Argentina la escritura de su historia· 123

intelectuales con vocación de inter­


disciplina, y ya no como

totalidad social, actitud acentuó al


vención sobre, la que se

compás del fracaso de las esperanzas de tinte socialdemó­


crata de los comienzos de la (denominación discutible por
ellos acuñada) 'transición a la democracia'. El rol de conse­

jeros democracia, sólo logra­


áulicos de los mandatarios de la
ron asumirlo cabalmente en los primeros años de la gestión

presidencial del Dr. Alfonsín. La actuación pública, aun en el


modesto plano que se le destinaba, comenzó a quedar veda­
da durante el doble período presidencial del Dr. Menern. Y
con el recambio presidencial de diciembre de 1999, quedó

en claro a poco andar que el tipo de relación política-intelec­

tuales de los años de retorno al régimen constitucional no iba


a volver, ni siquiera como farsa. Aunque hayan regresado al

gobierno fuerzas políticas teóricamente afines con el 'progre­


sismo' que profesa la intelectualidad, ya no hay margen (ni
'voluntad de creer') para que desde las instituciones repre­
sentativas se pueda limitar seriamente el poder del gran ca­
pital y sus rarníficaciones en la esfera cultural. La tendencia
es más bien al de la gran empresa sobre las esferas
avance

que aun no ha 'colonizado' por completo, entre ellas la Uni­


versidad, a la que se propone aran celar, restringir el ingreso,
y subordinar más directamente al gran capital en sus orien­
taciones pedagógicas y de investigación. Y el 'poder acadé­
mico' no tiene un programa claro para enfrentar esa tenden­
cia, sin contar con que es atravesado por la tentación de de­
jarse cooptar por ella.
Algunos sinsabores derivados de su asentamiento en
una sociedad argentina cada vez más distante de los ITlO­
delos del capitalismo avanzado, más atravesada por la po­
breza y el estancamiento económico, social y cultural, e in­
cluso presa de una acelerada degradación de sus institucio­
nes políticas, no lograron conmover esa actitud en su base.

En el terreno público, comenzaron a ejercer un tempera­


mento de desazón creciente con el transcurrir del derrote­
ro democrático del país, pero sin abandonar el rechazo
124 Daniel Campione
-

frente cualquier respuesta radicalizada contra un estado


a

de cosascrecient.ernente injusto. Preferían insistir en la 'ex­


pansión de la ciudadanía', en reformas parciales al régimen
político, aunque no pudieran ocultar el descenso de sus pro­
pias expectativas. El correlato en lo privado fue una crecien­
te reclusión en la esfera profesional, un re-localizar cada vez
más las aspiraciones hacia los logros de una carrera ascen­
dente. A lo SUTllO la precariedad de la situación impulsó a al­
gunos a mudarse de las instituciones de enseñanza e inves­
tigación estatales a las privadas, buscando, al calor más di­
recto de la gran empresa," la estabilidad presupuestaria y la

generosidad en las remuneraciones que escasea en la univer­


sidad pública. La historiografía debía, en esa línea de ideas,
abandonar el espíritu 'incandescente' de los 60-70, para cen­
trarse en una producción específica de alto nivel, de 'exce­

lencia', a cubierto de las 'inclemencias' del mundo externo.


Podría señalarse que esa preocupación por recuperar (o
construir) la especificidad de la tarea historiográfica, no exi­
me a esta corriente de que sus visiones del
pasado se tiñan
con las del presente. Por ejemplo, del reduccionismo de cla­

se del que se acusa al marxismo se pasa, a


menudo, a la 'ig­
norancia' de toda la problemática clasist.a. Así, la clase obre­
ra tiende a desaparecer de la escena, disuelta en 'sectores

populares'; no sólo ya no es 'sujeto revolucionario' sino que


amenaza dejar de ser sujeto o categoría social. Toda
perspec­
tiva del 'conflicto social' (lo que excluye el concepto de lucha
de clases) torna una forma atenuada que concluye por acer­
carla más a la tradición funcionalista (en cuanto esta propo­
ne 'administrar' el cont1icto, sureabsorción por parte del sis­
tema) que a la rnarxista o a cualquier otra orientada a cues­
tionar más o menos radicalmente el orden existente. En el
caso particular de la historia del movimiento obrero, si bien
son correctas observaciones críticas ala excesiva propen­
sión a la 'historia
heroica', y el centrarse exclusivamente en
las 'organizaciones y las luchas'" descuidando otras dimen­
siones de la vida y combate de los trabajadores, se tienden a
Argentina la escritura de su historia -

1 25

cometer excesos de signo opuesto, que minimizan la impor­


tancia de las luchas.
Bajo la capa del abandono de la excesiva 'polit.ización' se
transita hacia la dedicación a temas y cuestiones soslayados
o minusvalorados (a veces muy injustamente por cierto) por

la historiografía anterior (incluyendo a las primeras genera­


ciones deAlluales y, sobre todo, a los marxistas) convirtién­
dolos en 'los' ternas por excelencia (la convivencia cotidiana,
la vivienda, las fiestas populares, las cuestiones relacionadas
con el sexo y el cuerpo, la niñez, la muerte etc.), a riesgo de

que la huella de los grandes procesos históricos quede di­


suelta en Wl sinnúmero de enfoques 'micro' que no se articu­
lan de ninguna manera en dirección a comprender la totali­
dad, y que las clases sociales, so pretexto de quitarles su
'centralidad' en el análisis histórico, desaparezcan por com­
pleto del análisis del mismo." Al mismo tiempo, tiende a pre­
dominar un enfoque empirista, que desconfía de toda discu­
sión teórica, ya que se las ve ajenas a una historiografía va­
lidada por las propias 'reglas del oficio', y el consenso de la
'comunidad de historiadores', que sería la encargada de dic­
taminar cual es la 'buena historia'. La investigación del tipo
'estudio de caso', circunscripta a estrechas coordenadas tan­
to temáticas como de espacio y de tiempo, es la modalidad

escogida en buena parte de los trabajos, mientras que la ta­


rea de síntesis, de integración de esos
resultados, queda re­
legada. Se valoriza en cambio, el relevarniento más que deta­
llado de la pequeña 'parcela' que se elige como objeto de es­
tudio, y se vuelve una y ot.ra vez sobre ella. Cualquier inten­
to de extender el campo de análisis, de ampliar la
perspecr.i­
va, de modificar el estilo de t.rabajo, podrá acarrear la repri­
menda de los más o menos 'consagrados', quiénes ejercen
cierta 'policía' metodológica, modalidad de control de cuya
instauración todo el 'sistema' se siente orgulloso.
En los últimos años, se está poniendo de manifiesto una
crisis de esta perspectiva de 'nueva historia', fuertemente
condicionada por el naufragio cada vez más evidente de su
126 -

Daniel Campione

visión del presente, que se proyecta en dudas crecientes so­


bre la perspectiva y el modo elegido para el abordaje del pa­
sado." Las publicaciones se multiplican, los congresos y en­
cuentros hacen más frecuentes y crecen en número de
se

participantes, las becas en universidades prestigiosas del ex­


terior hacen costumbre, pero los resultados obtenidos
se no

son particularmente deslumbrantes.


Laproducción historiográfica concreta, se ha volcado en
un amplio conjunto de artículos y recopilaciones, pero me­

nos en libros orgánicamente concebidos, y de estos son po­

quísimos los que pueden aspirar a la dimensión de 'grandes


obras', que cambiarán la interpretación de todo un período
histórico, o alleguen novedades que revolucionen la aprecia­
ción de determinado proceso social. Tal como comenta
un

lID especialista en historia colonial, al que no se puede con­


siderar enfrentado con el grupo hegemónico:
"
notable la multiplicación de estudios monográficos
... es

sustentada en un más generalizado dominio del oficio y


una profesionalización; sin embargo, las obras
creciente
de historiadores argentinos han sido muy escasas: me re­
fiero a obras pensadas como totalidades, a libros integra­
les resultado de una necesariamente lenta pero también
'Y.I1-l
más compleja- elaboración.
completa -y
La tendencia al trabajo breve y de poca elaboración, res­
ponde en cierta medida al imperio de la cultura del paper,
apto para encuentros locales o internacionales, circulación
rápida entre expertos con los que se trabaja o mantiene co­
rrespondencia, publicación en revistas, y otros menesteres
que resultan productivos, sino para la construcción de un sa­
ber, al menos en la de un currículum. Si bien la preocupación
por contribuir a modificar el presente desde el estudio del pa­
sado cede su lugar, según se postula, a la construcción desin­
teresada del conocimiento, muchas veces esta última se des­
plaza frente al propósito más prosaico de 'hacer carrera'. Más
llamativo es que incluso muchos investigadores en plena ma­
durez y con elevada inserción institucional, supuestamente no
Argentina la escritura de su historia· 127

tan urgidos exigencias curriculares,


por se pliegan tarnbién a

esa modalidad de trabajo."


Los 'nuevos clásicos' de esta escuela historiográfica si­
guen siendo las obras de hombres de la carnada anterior. El
Orden Conservador, de Natalio Botana, editado en 1977,
sigue siendo irreemplazable como obra acerca del régimen
socio-político asentado a partir de 1880. Yen materia de his­
toria de las ideas en el siglo XIX, la especialidad de Botana
desde siempre, publicó dos libros interesantes: La tradi­
ción republicana y La libertad política y su historia. No
hay una obra sobre la emancipación nacional del alcance de
Reoolucion. lJ guerra, de Halperín Donghi que data de
1971. Algo parecido ocurre con La pampa gringa de Eze­
quiel Gallo, editado en 1983, para la colonización rural pam­
peana. En cuanto a Ricardo Cortés Conde no ha dejado de
publicar en forma de libro desde la ya lejana La formación
de la A rgentina moderna, en ca-autoría con Gallo, y el ya
unipersonal El progreso argentino, siendo que ambas con­
tinúan como puntos de referencia corno panoramas de histo­
ria económica del siglo XIX. En él se hace particularmente
evidente que no siente atracción por la visión 'parcelada' tan
en boga en los últimos años. En un trabajo reciente, se ani­

ma nada menos que con dos


siglos de historia económica,
examinados desde una perspectiva claramente identificada
con el liberalismo económico: La economía argentina en

el largo plazo (Siglos XIX lJ XX), Editorial Sudamericana­


Universidad de San Andrés, 1997.
Incluso, en algunos casos, las obras más consideradas
son de autores
extranjeros, como David Rack para el caso
del radicalismo. El radicalismo argentino, sigue siendo la
obra de consulta indispensable para la historia del primer ra­
dicalismo, pese a las claras falencias que presenta desde el
punto de vista interpretativo.
Estos son autores que sí producen libros orgánicamen­
te concebidos corno tales, abarcando por lo general temas
de un alcance relativamente amplio en la problemática y el
128 Daniel Campione
-

período abordado, con el respaldo de una investigación de


'aliento'. En cambio, los hombres y mujeres de la 'nueva
historia social', no siguen en este aspecto el ejemplo de los
historiadores que admiran (Braudel, Duby o Hobsbawn, p
e.), que se han destacado corno productores de obras ex­
tensas, que se despliegan sobre un ámbito espacial amplio
y un lapso prolongado, en torno a problemáticas que distan
de ser 'micro'.
Una excepción parcial podría ser la obra de Hilda Sábato
sobre la expansión lanera, que de todas maneras data de co­
mienzos del periodo." El trabajo constituye un exhaustivo
análisis que, desde la cuestión central de la expansión oveje­
ra, que estudia en detalle, analiza la conformación del mer­
cado de tierra, trabajo, capital, la conformación de un em­
presariado del sector, el entramado técnico y organizativo
construido en torno al bien exportable. La obra, si bien con
un punto de partida relativamente circunscripto, logra dar

un panorama de la organización del capitalismo pampeano

en una etapa no particularmente estudiada con anterioridad,

y efectuando un enlace crítico con estudios precedentes


(corno los de Ernesto Laclau y Jorge F. Sábato'"), sobre la
configuración de la clase dominante en el país y sus fuentes
de acumulación."
Esta misma autora ha generado más recientemente otro

libro, La polü'ica en, las calles. Entre el voto y la rrwviliza­


cion. 1862-1880, en el que se efectúa un intento de revisión
de la etapa conocida corno 'Organización Nacional', en procu­
rade encontrar tempranos componentes democráticos en
una sociedad civil partida entre 'mítristas' y 'alsinistas'. La

propia H .S. confiesa el itinerario del entusiasmo a la perpleji­


dad, respecto a las potencialidades de la dernocracia repre­
sentativa, que ha guiado la indagación reflejada en la obra:
"No se le escapará al lector que este libro lleva las mar­
cas de un tiempo muy particular en la Argentina, signa­

do por los esfuerzos y las dificultades en la construcción


de una sociedad denlOcrática. La pregunta original nació
Argentina la escritura de su historia -

129

en el clima efersvescente creado hacia el fin de la dicta­


dura militar, cuando rnuchos nos
preguntábamos dónde
se encontrarían las reservas democráticas en una
socie­
dad atravesada por el autoritarismo. En ese marco pro­
pusimos la hipótesis, tal vez demasiado optimista, de la
histórica capacidad
de nuestros sectores populares para
generar celulares 'nidos de la democracia' en el seno de
la sociedad civil. ( ) Hoy, sin
...

embargo, aunque estemos


muy lejos de la arbitrariedad de la
dictadura, encontra­
mos dificultades
todos esos planos.
en ,,�:;

No sólo ese trabajo, sino buena parte de la


producción de
la historiografía hegemónica registra ese tipo de 'marcas': las
del propósito de descubrir en nuestro pasado una
trayecto­
ria que pueda legitimar
retrospectivamente a una pacífica
democracia representativa en amable coexistencia con un
orden capitalista tal que respete la libertad de mercado sin
renunciar colocarle límites desde e] aparato estatal. Mode­
a

lo de sociedad que se imagina deseable y


posible en la actua­
lidad, aunque se reconoce la carencia de avances en su con­
creción práctica. Los 'sectores populares' (que ya no
clases,
dominadas o subalternas) son estudiados
privilegiando
en su

trayectoria los elementos de 'integración' sobre los de explo­


tación y marginación, los momentos de consenso
por sobre
los de conflicto, las actitudes moderadas reformistas fren­
y
te a las ideas yacciones revolucionarias, Jos niveles 'micro'
sobre lo 'macro'." En suma, una serie de
sesgos tanto o más
pronunciados que los de visiones más explícitamente 'politi­
zadas' o 'ideológicas'
de la sociedad y la historia, sin por eso
pensar en abandonar la pretensión de historia
rigurosa y
'despolitizada'. Una paradoja llamativamente a la parecida
que, como ya hemos visto, aquejó a la vieja historiografía
erudita. El resultado es una obra situada
IHUy por debajo del
nivel de calidad y aspiraciones de la anterior.
El espíritu excesivamente 'monográfico',la tendencia a
visualizar las instituciones por sobre los
a
grupos sociales, o
la más amplia huida de temas
comprometidos y 'politizables'
13 O -

Daniel Campione

destinados
han conspirado contra la producción de trabajos
a perdurar. El malograrse de algunas
obras por la manía 'par­
mismo trabajo.
ticularista' se da a veces en el transcurso del
Carlos Chiaramont.e,
Así en Mercaderes del Litoral de José
interesante análi­
lo que apunta en la introducción como un
sis delcapitalismo de la primera mitad del siglo XIX, con la hi­
resulta ser
pótesis de la preeminencia del capital comercial,
estudio circunscripto a
sólo el prólogo de un pormenorizado
sobre el terna general.
la provincia de Corrientes, sin regresar
Luis Alberto Romero es el lider del grupo de los 'nuevos
su aspecto de 'empresa culturar.
historiadores', al menos en

Vínculo directo con la generación anterior, en tanto hijo de


Ca de dos décadas de 'la
José Luis Romero y heredero cerca

desea­
noche de los bastones largos', el hiato que simbolizó el
cátedra de His­
bezamiento de la 'renovación' post-55) de la
encabeza ade­
toria Social General que aquél había ejercido,
intervención historiográfica:
más los más variados campos de
conduce el grueso de las co­
es editorialista del diario Clarin;

lecciones y series que vuelcan la producción


del grupo, se ha
libro artículos suel­
multiplicado para compilar en forma de
no ocupa una de las
tos de su padre o de sus colegas. Si bien
de la
cátedras de Historia Argentina en la carrera de Historia
UBA (lo hizo por W1 tiempo, pero al parecer eligió
concen­

trarse en Historia Social, pensada como


vía de entrada de to­
ni dirige el
dos los estudiantes de Historia y otras carreras),
de organiza­
Instituto Ravignani, eso no disminuye su papel
con el
dor, y principal de la historiografía hegemónica
nexo
El conjun­
conjunto de la vida cultural y con el 'gran público'.
la dirección
to de la colección Historio. y Cultura, que bajo
o de difusión en
de Romero ha sido el canal de publicación C
un público más amplio que el
de las revistas académicas) de
de esta corriente, co­
muchos trabajos tanto de los miembros
todo extranjeros) pero
mo de autores ajenos a ella (sobre

considerados 'buena historia' con sus criterios, es representa­


nos venimos refirien­
tiva de las opciones temáticas a las que
referido al itinerario de la
do. Para encontrar en ella un título

/'.
Argentina la escritura de su historia· 131

clase obrera en su vinculación el


peronismo, hay que ir
con

al encuentro de Resistencia e Inteqracion. r.L peroni.smo


y la clase trabajadora argentina 1.946-1.9?ü' del británico
Daniel James; sobre las movilizaciones obreras y populares
de los últimos '60 y primeros '70, sólo hallaremos El Cordo­
bazo. Las guerra s obreras en Córdoba 1955-1976, de Ja­
..

mes Brennan, de la Universidad de Georgetown. y si lo que

procuramos es la trayectoria de las izquierdas, habrá que re­


currir a La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialis­
mo en América Latina, rescate de un estudio del fallecido
José Aricó, varios años anterior a su publicación." y no se
trata de una falla imputable al conjunto de la producción his­
toriográfica y en ciencias sociales de los estudiosos argenti­
nos, sino de un 'recorte' particular e intencionado efectuado
por esta corriente. Basta examinar la aproximadamente con­
temporánea Biblioteca Política, del CEAL, para encontrar
por decenas los trabajos (de las más variadas calidades,
orientaciones disciplinarias y corrientes ideológicas) dedica­
dos a la vieja y nueva izquierda, las organizaciones obreras,
las organizaciones armadas, la última dictadura militar y sus
consecuencias, entre otras cuestiones prolijamente exclui­
das de la otra colección."
Podemos recurrir una vez más a la opinión de Hilda Sá­
bato para explicar la virtual 'huida' frente a los temas de la
historia reciente, aunque no la reticencia hacia otros temas
y cuestiones a priori menos dolorosos:
"Fue experiencia durísima y que nos ha marcado de
una

la peor manera; sino volvemos sobre eso, va a ser


muy
difícil saber dónde estarnos parados. No tengo pensado
por qué quienes estamos en edad de hacer tipo de
ese

trabajo no lo estamos generando. En lo personal, tengo


una dificultad para mirar ese período, no sólo como his­
toriadora sino como intelectual, como una persona con
intereses políticos y hasta corno simple argentina, al
punto tal que hay varios libros sobre ese período que no
"47
puedo leer.
132 Danil!l Campione
.

De nuevo, pese al señalamiento, la situación no se ha re­


vertido: son periodist.as, militantes e historiadores de otras
corrientes (el en otro sitio mencionado trabajo de Pablo Poz­
zi en torno al ERP entre variosejernplos posibles) los que
analizan la Argentina del '70 en adelante. En otra dirección,
no deja de llamar la atención la imposibilidad confesa, no ya

de investigar una época, sino de leer acerca de ella. Semejan­


te 'bloqueo' sobre un rnomento neurálgico de nuestra histo­
ria reciente, habla bastante mal de la capacidad de 'distan­
ciamiento crítico' de los historiadores que lo padecen.
Al día de hoy, la escuela historiográfica predominante,
realiza una tarea de intervención muy diversificada: lideran
la 'formación de opinión' sobre historia argentina en los me­
dios masivos, encaran la edición de una historia argentina in­
tegral C01no trabajo de conjunto de toda la corriente: Nueva
HistoriaArqentina, obra colectiva en curso de publicación,
pensada para ocupar un lugar similar al que para los libera­
les jugó la Historia... de la Academia, la de summa de su
producción del grupo y fijadora del canon interpretativo de
ahora en adelante, aunque con características de mayor
adaptación a un público amplio: carencia de notas al pie, un
estilo de escritura relativamente sencillo, ilustraciones. Luis
Alberto Romero señaló así los propósitos y rasgos fundamen­
tales de esta obra, en un comentario a uno de los tomos:
"La colección se propone ofrecer a un público lector no
especializado una versión accesible y rigurosa del pasa­
do, acorde con los enfoques y los interrogantes de la his­
toriografía actual. Fueron convocados los mejores histo­
riadores universitarios, todos ellos investigadores, quie­
nes comparten una perspectiva 'social' de la historia. Tal

caracterización, aunque muy general, define esta Histo­


ria y la diferencia tanto de las versiones académicas más
tradicionales, cuanto de aquellas meramente narrativas o
"4H
anecdóticas, hoy tan en boga.
La orientación general aparece clara: la escribirán sólo
aquéllos miembros de la corporación inscriptos en la tendencia
Argentina la escritura de su bistoria· 133

hegemónica (la perspectiva 'social' que se enuncia, sumada


a la extracción universitaria
excluyente), y con ello se pre­
tende ocupar un espacio de 'alta' divulgación, moderna y ac­
cesible pero no banalizadora, que garantice el imperio de los
criterios historiográficos más reconocidos en la actualidad.
Hay otro rasgo, lateral
pero importante, de la colección: el
lugar predominante (en la dirección general de la obra, asig­
nada a Juan Suriano, en la coordinación de algunos tornos,
otorgada a Noemí Goldman o Mirta Lobato), se le ha otorga­
do a la 'generación intermedia' (la que coincide con el
grupo
que edita Entrepasados), Una lógica lineal de jerarquías
académicas hubiera otorgado la dirección a Romero, Hilda
Sábato o Chiaramonte; deliberadamente o no, se enfatiza la
capacidad de los historiadores sociales de generar su propia
sucesión y auspiciar activamente la ocupación de espacios
expectables por parte de ella.
Se halla asimismo avanzada la publicación de una suerte
de compilación cronológica del pensamiento
nacional, titula­
da justamente Biblioteca del Pensamiento
Argentino, to­
da ella vaciada sobre el molde de Pensamiento
y construc­
ción de una nación: Argentina 1846-1880, editada la por
Biblioteca Ayacucho hace un par de décadas. De hecho, una
reedición de ese trabajo fue el primer volumen
que apareció
de la colección (aunque no ocupa el
primer lugar en el plan
de la obra), incluyendo una versión
corregida del largo pre­
facio de T. Halperín Donghi, Por tanto, cada tomo de selec­
ción de escritos y documentos de la
época, va precedido por
un extenso estudio
preliminar (algunos de ellos podría con
holgura ser publicado corno libro independiente, dada su ex­
tensión), a cargo de algún miembro del selecto núcleo de
'patriarcas' colocados hoya la cabeza de la historiografía na­
cional: Chiaramonte, Halperín (dos veces hasta
ahora), Bo­
tana, Gallo, y a dos 'externos' a la profesión, aunque vincula­
dos a la historia de la cultura y las
ideas, Carlos Altamirano
y Beatriz Sarlo, y también ampliamente
consagrados, para
los años posteriores a 1943.4!1
1 �� .

Daniel Campione

También se ha editado una Historia ele la vida priva­


da en la Arqentina;" siguiendo el sendero marcado por la
con al­
extensa; o.npilación que sobre el mismo terna, pero
cance uiuversal, fue dirigida en Francia por Georges Duby y

Philippe Aries," yha salido a la luz una Historia de las Mu­


de
jeres, en dos volúmenes, también a imagen y semejanza
una compilación dirigida desde Francia.

También publican obras de alto nivel pero no dedicadas


sólo a especialistas, como la colección de Editorial Sudame­
ricana dirigida por Romero, ya mencionada, y trabajos clara­
mente de divulgación, como las biografías de personajes
his­

tóricos editadas por Fondo de Cultura Económica, que se


vendió «n .iuioscos, y más importante, la historia argentina
en f -dcu10s brillantemente presentados (incluyendo
ver­
..

sión Cñ-roniy que ha publicado el diario Clarin:


en

En materia de publicaciones académicas periódicas, este


grupo no h., renerado una 'gran' publicación específicamen­
te histórica de "de la UBA (el Boletín del Instituto de Estu­
dios Históricos "Emilio Ravígnani", reaparecido en 1989, no
ha alcanzado un nivel de difusión y calidad de presentación

que leadjudique tal rango )',2, pero ha publicado profusamen­


te en Estudios Sociales (de las universidades del Litoral,
Rosario y Comahue), en la tradicional Desarrollo Económi­
la Universidad Nacional del
co, en el Anuario de IEHS (de
Centro) además de Entrepasados, baluarte de la generación
intermedia y joven de la corriente, y en algunas otras publi­
caciones de universidades públicas y privadas, Pro-historia,
de la Universidad de Rosario y Sociohistórica, de La Plata.
Entrepasados merece especial mención, porque refleja
el trabajo de un conjunto de historiadores que han asumido,
su carác­
con alto grado de homogeneidad y autoconciencia,

tb' de integrantes de la generación intermedia (Juan Suriano,


Mina Lobato, Patricio Geli, Ema Cibotti, etc.):" que se ha nu­

pero la misma ha rebasado ese


molde
cleado en esa revista,
de
generacional para convertirse en el órgano más específico
la corriente de 'historia social' sin acepción de generaciones."
Argentina la escritura de su historia -

135

La vertiente de historia econórnica C centrada en la Facultad


de CC.EE. con ramificaciones en la carrera de Historia) diri­
g� la revista Ciclos del Instituto de Historia Económica de
esta última facultad." En un plano intermedio entre la aca­
demia y la divulgación, no pocos trabajos breves han visto la
luz en Punto de Vista, publicación no especializada, pero
que constituye una suerte de 'conciencia teórica' y de lugar
de encuentro multidisciplinario de toda esa corriente inte­
lectual. Esa publicación vio la luz en plena dictadura militar,
impulsada por un grupo de intelectuales empeñados en pro­
ducir dentro del país, pese a las hostiles condiciones vigen­
tes. La revista ha sido dirigida desde su fundación por Bea­
triz Sarlo, e Hilda Sábato ha formado parte de su comité edi­
torial desde los comienzos, juega también un papel destaca­
do en ella Adrián Gorelik, un historiador de la 'generación in­
termedia' nucleada en Entrepasados. El fmal de la dictadu­
ra, y el gradual retorno al país de muchos exiliados, amplió
tanto el colectivo de escritura como el campo de
lectores,
conquistándole el sitial de órgano teórico por excelencia de
la amplia corriente que cultivó un 'post-marxismo' cuyo de­
semboque político puede calificarse, siquiera de modo apro­
ximativo, como socialdemócrata.
Ésta se ha entroncado con el 'patriarca viviente' (Tulio
Halperín Donghi), y con los representantes más rigurosos y
académicamente mejor situados de la generación de Halpe­
rín, que han mantenido su actividad más ligada a universida­
des y centros de estudios privados (Roberto Cortés
Conde,
Ezequiel Gallo, Natalio Botana):". Han desarrollado asimismo
una ampliación por
cooptación, que también ensayan ocasio­
nalmente hacia su izquierda, con éxito sobre todo con miem­
bros de la generación joven 'nacidos y criados' en la entroni­
zación del modelo hiperprofesional y despolitizado de histo­
riador. En ese cuadro, los más jóvenes presentan cierta he­
terogeneidad en su actitud, desde la incorporación lisa y lla­
na a la 'corriente
principal', hasta el enarbolar posiciones crí­
ticas Ca veces bastante duras) pero sin
romper lanzas con
136 -

Daniel Campione

ella, buscando en la práctica cordial, quizás


una coexistencia
facilitada por una 'despolitización' del enfoque, con funda­
mentos diferentes pero resultados semejantes. Dentro de es­
te último arco podría situarse el grupo nucleado en torno a
Ignacio Lewcowicz. Quienes, en cambio, sustentan posturas
más abiertamente de 'ruptura' con la tradición actualmente
entronizada, son los que se agrupan en torno a publicaciones
marxistas que están por fuera de los aparatos académicos,
corno TallerRaeon. y Revolución.
o

En síntesis, asistimos a la formación de un campo inte­


lectual de amplio desarrollo, con sus reglas de excelencia, su
división interna del trabajo, y múltiples niveles de inserción
y difusión, que lleva ya casi dos
décadas de formación y fun­
cionamiento. No se trata de historiadores individuales o pe­

queños grupos, sino de una corriente de un nivel de autocon­


ciencia, organicidad, inserción académica y diversificación
en su igualar en otros campos de las cien­
accionar difícil de
cias sociales en nuestro país. El gradual agotamiento (yen
parte la supresión violenta, corno en el caso de la izquierda
revisionista) de corrientes históricas anteriores, la ha deja­
do virtualmente dueña del campo, y ha sabido aprovechar,
no sin habilidad y laboriosidad, el espacio que se ofrecía
a su

acción. De un modo algo paradójico, ciertos fiascos políticos


parecen haber redundado mayor concentración y esfuer­
en

zo en el terreno profesional, con los logros y limitaciones


consiguientes. Pero esos fracasos no dejan de producir
un

malestar que, fatalmente, se extiende desde el terreno polí­


tico-social a los resultados de su producción intelectual y su
enseñanza, la que a su vez es objeto de cuestionamientos,
en

fortalezas en
su mayoría producidos desde la izquierda. Las
cuanto a cohesión interna, inserción institucional y capaci­
alcan­
dad organizativa para actuar en ámbitos diversos, no
zan a ocultar las falencias de fondo
de su producción.

-
-

/�
Argentina la escritura de su historia -

137

i\OTAS

I
Romero era, realidad, especialista en historia medieval, doctorándose
en

con una tesis sobre el


pensamiento histórico en la obra de San Isidoro de
Sevilla. La reoolucion burguesa en el mundo feudal fue quizás su obra
más importante en este campo. Trabajó con frecuencia en t.emas argentinos
y latinoamericanos (Laiinoamerica. Las ciudades y las ideas. El pertsa­
miento de la derecha. latinoamericana), incluso en el plano de la divul­
gación, Su Breve historia argentina fue quizás el trabajo de esta genera­
ción de historiadores que llegó a un público mas amplio, a través de múlti­
ples reediciones, y Las ideas políticas ...
constituyó también un éxito edi­
torial), además de obras las que intentó el ensayo histórico de vasto al­
en

cance (El ciclo de la reuolucum coruemporámea). Su inserción académi­


ca inicial se dio en la Universidad de La Plata, viéndose interrumpida en
1946. Durante W1a parte del periodo peronista se exilió, y fue profesor en la
Universidad de la República, de Montevideo, De vuelta en Buenos Aires, y to­
davia bajo el peronismo, fundaria la revista Irnaqo Mundi, W1 intento de re­
construir el ámbito intelectual antiperonista. La cátedra de Historia Social (y
el Instituto correlativo) le daban una posición central en la formación de los
jóvenes historiadores, y jugaba como el polo aglutinador de la nueva corrien­
te. Cf. T. Halperín Donghi, "José Luis Romero y su lugar en la historiografía

argentina", en Desarrollo Económico, vol, 20, Nro. 78. jul/set. de 1980.


"
En cuánto a su visión de la
historiografía argentina, Romero mantuvo una
mirada critica hacia la Nueva Escuela, obsesionado por un rigor metódico
desprovisto de una reflexión de conjunto, con cuyos representantes com­
partió las aulas de la Facultad de Humanidades en La Plata y después las de
Filosofía y Letras de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, en cambio, fue para él
un referente central, al que le dedicó un
largo artículo: Mitre. Un h.istoria­
dor frente al destino nacional, publicado por La Nación en 1943. Allí la
mirada desplegada sobre el fundador del diario es casi reverencial, tanto en
su faz de historiador como en la de hombre de Estado. Al decir de
Halperín
Donghi, Romero se entronca con claridad en la línea de interpretación his­
tórica trazada por Mitre: "su visión de la historia argentina es en suma la de
quien cree que también para afrontar los problemas prácticos cuya hondu­
ra ha sido revelada
por la irrupción del peronismo, el país debe enriquecer
pero también reivindicar la tradición político-ideológica legada por su siglo
XIX." (T. H. Donghi, "José Luis Romero y su lugar en la
historiografía argen­
tina", en Desarrollo Económico, vol. 20, n° 78, Buenos Aires, julio-setiem­
bre de 1980,) Halperín destaca de modo reiterado la filiación
liberal, e inclu­
so el ascendiente 'rnitrísta' de la
interpretación histórica de Romero. Ver T
H. Donghi, art.cit., p. 265 y ss.

'Entrevista con la profesora Reyna Pastor, efectuada en el Centro Cultural


138 .

Daniel Campione

San Martín en el
Homenaje a J. L. Romero el 6-04-8�. por M. Mazzeo y Fer­
nando Pita (mímeo).
I
En ocasiones se tiende a poner en duda la influencia de Arenales sobre la
renovación historiográfica, en lo que respecta a Romero. Enrique
sobre todo
"

Tandeter, en cambio, es muy claro en ese sentido, al hablar de la refe­ ...

rencia común a la escuela historiográfica francesa nucleada en tomo a la re­


vista Armales. La 'historia-problema' que Febvre y B10ch habían postulado
desde la década de 19:W en oposición a la 'historia de acontecimientos', con­

servaba todo valor polémico en la Argentina post-peronista cuando los


su

epígonos de la Nueva Escuela Histórica recuperaron sus posiciones de po­


der en la esfera universitaria." CE. Tandeter, "El período colonial en la his­
toriografía argentina reciente", en Erurepasados. Revista de Historia, año
IV, n° 7, principios de 1994, p. 69.) Más adelante afirma: "La historiografía
francesa actuaba también como inspirador eficaz del programa de investi­
gaciones de los grupos renovadores. El énfasis en la historia económica y so­
cial, y en particular, el establecirnento de series históricas para permitir el
"
análisis cuantitativo ...
(ídem, p. 70)
"

Arenales es el nombre de la revista francesa fundada en 1929, bajo la de­


nominación de Annales d' histoire economique et sociale. So­
completa
bre la base de la repercusión de la revista, se fue definiendo una escuela de
historiadores que, iniciada universidad de provincia (Estrasburgo),
en una

logró luego asentarse en el College de France, y después de la segunda gue­


rra mundial en el Centro de Investigaciones Históricas de la Ecole Pratique
des Hautes Etudes (convertida a mediados de los 70 en Ecole des Hautes
Etudes Sciences Sociales. Cf. Peter Burke, La revolución h.istorioará­
en

fica.francesa. La Escuela de los Annales: 1929-1989. Pp. 28 y ss. Diri-


gida inicialmente por Marc Bloch y por Lucien Febvre, el trabajo decisivo
para el prestigio de la escuela fue la obra maestra de Femand Braudel, La
Méditerranée et le monde méditerranéen 'a l' epoque de Philipp II (tra­
ducida al español como El Mediterráneo en la época de Felipe JJ, FCE.
1976.) cuya edición original data de 1949. Por tanto el auge de la repercusión
de la escuela, ligado al enfoque de 'historia total' (con preeminente atención
a lo demográfico, lo económico y lo social, en lugar del tradicional énfasis en

la historia manejo de diferentes niveles temporales (geográfico,


política) y al
social e se despliega en la obra mencionada, coincidió aproxi­
individual) que
madamente con el primer período de la 'historia social' en las universidades
argentinas. Junto con los ya mencionados, se destacaron en el ámbito deAn­
nales George Duby, Jacques Le Goff, Ernmanuel Le Roy Ladurie. Tuvieron
también relación con la escuela, aunque con un margen mayor de autonomía,
varios destacados historiadores de orientación marxista, como Pierre Vilar,
Emest Labrousse y Michelle Vovelle. Peter Burke, op. cit. p. 11. La obra de
todos ellos fue publicada en español y llegó a la Argentina a su tiempo, ejer­
ciendo sus cuotas de influencia sobre los estudios históricos nacionales. De
Argentina La escritura de su �istorj¡: .

13 �

todas maneras, la relación directa entre Braudel y los 'nuevos historiadores'


de nuestro país es todavía más temprana, ya que el francés se entrevistó con
Romero y algunos colegas argentinos en 1947, durante su última estancia
como profesor en la Universidad de Sao Paulo, y en el que fue su primer via­
je a nuestro país. CL Carlos A. Aguirre Rojas, Ensauos braudeiianos. Iti­
nerarios intelectuales y aportes historiográficos de Fernand Braudel.
Prohistoria, Manuel Suárez. Rosario, 2000, p. 61.
"
Cf. Tulio Halperín Donghi. Texto de presentación de Historia Argentina.
Volumen 3, :30 reimpresión, 1987.
7
Halperín destaca el ascendente que tiene la obra de Mitre en el esquema

interpretativo que Romero desarrolla en esa obra.


"
Cf. Tulio Halperín Donghi, "Nueva narrativa y ciencias sociales hispanoa­
mericanas en la década del sesenta", en Idem. El Espejo de la Historia, Su­

damericana, Buenos Aires, 1987, p. 292.


"Vale aquí el señalamiento de Eduardo Míguez, acerca de la vinculación en­
"

tre horizonte teórico y simpatías políticas: .la teoría de la modernización


..

aparecía como fuertemente complementaria de la preocupación por el de­

sarrollo, preocupación no sólo presente en la labor historiográfica del perío­


do, sino también en las simpatías más o menos fervientes que la mayor par­
te de la comunidad intelectual argentina brindó en sus primeras etapas al
desarrollismo frondizista." (E. Miguez, "El paradigma de la historiografía
"

económico social de la renovación de los años '60 visto desde los años '90.
en Fernando Devoto (cornp.) La historiografía argentina en el siglo XX

(Il) Buenos Aires, CEAL, 1994.


lo
Pablo Pozzi y Ernesto Salas presentan a la nueva corriente historiográfica
como una manifestación de 'transformismo' por parte de los mismos intere­
ses que habían sostenido a la historia oficial, puesta en crisis por los cam­
bios sociales posteriores a 1930. (Pozzi, Pablo y Salas, Ernesto; "La historia
argentina, el revisionismo, y la búsqueda de la hegemonía cultura!'. Cuader­
nos del CE. U. Mariáteaui; N° 1. Octubre 1992).

11
Con ser un discípulo de Levene y un cultor de la vieja historiografía eru­

dita, Barba protagonizó, en 1957-58, una experiencia de renovación, al in­


corporar a su Revista de Historia a estudiosos ajenos a ese campo, como
Sergio Bagú, Boleslao Lewin o Luis V. SOmmÍ. Dos de los tres únicos núme­
ros de esa revista, dedicados a la crisis de 1930 y a la contraposición entre
unitarios y federales, fueron reeditados en formato de libro, y aun hoy su
lectura resulta útil. Cf. T. Halperín Donghi, "Un cuarto de siglo de historio­
grafía argentina (1960-1985)". Desarrollo Económico, v. 25, N° 100, ene­

ro-marzo 1986, p. 501.

I�
Con una ironía que no oculta una antipatía profunda, Halperín Donghi se

refiere a este fenómeno en "Un cuarto de siglo ", ...

p. 505.
140 Daniel Campione
-

1I
En Tulio
Halperín Donghi, el trabajo sobre la historia de nuestro país, se
vinculó siempre a una producción corno historiador Iatínoamericanista, pre­

sente ya en sus obras tempranas, y que dio lugar a un trabajo de síntesis de

gran éxito, ohjeto de sucesivas ediciones: Historia. Contemporánea de


América Latina, y otras que también tuvieron trascendencia, como Hispa­
noamérica después de UL independencia. Consecuencias sociales y eco­
nómicas de la emancipacion., Buenos Aires, Paidós, 1972; Reforma y di­
solución de los imperios ibéricos, 1750-1850, Madrid, Alianza, 1985. Un
papel complementario en su producción han sido las periódicas intervencio­
nes sobre el estado de la historiografía nacional, evidentemente
dirigidas a
marcar el canon de la misma, tal como los artículos publicados en Desarro­

llo Económico y Punto de Vista que se citan en otras partes de este tra­
bajo, y otros anteriores Imaqo Mumdi, Sur o La Nación, y el breve li­
en

bro titulado El revisionismo histórico. Hay una recopilación de 1996 de


algunos trabajos de ese tipo: T. Halperín Donghi.. Ensayos de historiogra­
fía, El Cielo por Asalto, 1996.
11
Roberto Cortés Conde, Tulio Halperín Donghi, Haydée Gorostegui de To­
rres,"Evolución del comercio exterior argentino: exportaciones 1864-
1964", Facultad de Filosofía y Letras, mímeo, 1965.
1"
Los siete primeros tomos, de los ocho planificados de esta obra, fueron
editados por Paidós en los primeros años '70, quedando sin realizar el octa­
vo, que iba a versar sobre la historia económica posterior a 1930. En 1999
se produjo una reedición, que reagrupa esos 7 tomos en tres
volúmenes, y
poco después aparece un sorpresivo octavo tomo, que no responde a la te­
mática planificada para la ya lejana primera edición. Se trata de La políti­
en suspenso: 1966/1976, a cargo de la
ca
socióloga Liliana de Riz.
1[;
Escribe Eduardo J.
Miguez: "Efectivamente, con un largo retraso impues­
to primero por el
congelamiento del Onganiato, luego por el sarampión iz­
quierdista-nacionalista de los tempranos años '70, y fmalmente por el terror
de las persecuciones de la segunda mitad de esa década, es notorio como
un sector cada vez más amplio de la
historiografía argentina filia su origen
=quízás más a través de las disidencias que en las coincidencias- en la reno­
vación historiográfica ligada a Germani y Romero." cf. E. Miguez. arto cit. p.
20. Nótese el parentesco de la caracterización de las distintas etapas de la
historia de nuestro país con lo que ha dado en llamarse 'teoría de los dos de­
monios' y la ambigüedad del reconocimiento del vínculo, al que se preten­
de (gratuitamente, a nuestro juicio) más basado en las discrepancias que en
las coincidencias. Cierta 'coquetería' intelectual, nos parece, genera inhibi­
ciones a la hora de reconocer claramente paternidades e influencias.
17
cf. Hilda Sábato, reportaje en R. Hora y J. Trímboli (comp.) Pensar la Ar­
gentina. Los historiadores hablan. de historia y política, 1994 pp. 88-89. El
CISEA era el Centro de Investigaciones sobre Estado y Administración, muy

/
Argentina la escritura de su historia -

141

ligado a la primera etapa del gobierno constitucional, al igual que el CeDES

(Centro de Estudios sobre Estado y Sociedad).


'"
El vinculo con Arenales y su grupo de historiadores, reconoce además
una cierta simetría respectivas trayectorias (salvando por supuesto
en las
las distancias) de los historiadores franceses y sus pares argentinos. Si el
período 55-66 podía identificarse con la primera etapa de los franceses, de
relativa marginalidad (la Universidad de Estrasburgo, los comienzos provin­
cianos de la publicación), el prolongado corte posterior podría asimilarse
con el sufrido en Francia por la guerra y la ocupación alemana (Braudel es­

cribe parte de su obra maest.ra en un campo de prisioneros, Bloch es fusila­


do por los nazis), y la 'torna de posesión' del retomo democrát.ico de 1 !J83
con la colocación de A reno. les en el sitial hegemónico de la historiografía

francesa de 1945 en adelante. Cabria reflexionar sobre si no les cabe tam­


bién el giro que Burke atribuye al grupo francés: "Arenales había comenza­
do siendo la publicación de una secta herética (. ) Sin embargo, después de
..

la guerra la revista se transformó en el órgano oficial de una iglesia ortodo­


xa." P. Burke, op. cit. p. 37.
'"
Hilda Sábato, en un artículo de 1985, menciona la corriente de opinión
que "encuentra en la universidad de entonces el modelo a seguir, el anteco­
dente natural luego de tanta ruptura." Hilda Sábato, "Historia y nostalgia".
Punto de Vista. Revista de Cultura, VII, 25, Buenos Aires, diciembre de
1985, p. 29.
�"
Como J. L y L. A. Romero (cornp.) Buenos Aires, historia de cuatro si­
glos, extensa compilación sit.uada en la senda del estudio del fenómeno urba­
no en América Latina, que había ocupado a J.L. Romero en sus últimos años.
e'
Cf. L. A. Romero en "Advertencia" a José Luis Romero, El caso argenti­
no y otros ensayos, Hyspamérica, 1987.
ce
En realidad, Romero padre, el historiador erigido en 'modelo' no fue ajeno
a la pasión militante. Después de 1955 actuó en las fracciones más a la iz­
quierda del Partido Socialista, permaneciendo afiliado al Socialismo de Van­
guardia hasta 1961. cf. L. A. Romero. Clarín, 20/2/97. Los 'historiadores so­
ciales' de los '80 no se permitirán compromisos políticos tan radicalizados.
e'
Afirma al respect.o L. A. Romero: "Anteriormente el campo del saber his­
tórico, cruzado -rnucho más que cualquier otro- por renovaciones histo­
riográficas y por avatares políticos, y absolut.amente expuesto a los venda­
vales ideológicos- (. ) carecía casi en absoluto de esos criterios compar­
..

tidos con los cuales funciona una comunidad académica. Creo que la ta­
rea principal de quienes asumieron la conducción político-académica a fi­
nes de 1983 fue instituir esos criterios, sobre los que habría que asentar­
se la legitimidad de la nueva situación y con los cuales podría funcionar
una comunidad académica." L. A. Romero, "La historiografía argentina en
142 Daniel Campione
-

la democracia: losproblemas de la construcción de un campo profesional."


En Erürcpasados: revista de historia. Año 5, n° 10, 1996, p. 96. Sobre esa
base Romero destaca la implantación de concursos para la designación de
docentes, y más en general que 'todo empezó a pasar por el filtro de una
evaluación fundada y pública.' (Ibidem).
el
L. A. Romero, ibídem, p. 100.
2"
Sergio Bagú da una breve caracterización de la evolución de la historio­
grafía académica que, aunque formulada en términos universales, es plena­
mente Argentina: "".la profesión acentuó los rasgos de depen­
aplicable a

dencia institucional que se habían advertido durante los lustros anteriores,


lo cual corre paralelamente con una mayor preocupación tecnólogica y me­
todológica. Las fuentes de financiamiento estrecharon más
su modalidad

institucional, lo que la con


carrera profesional y la recompensa económica
fueron inevitablemente imponiendo normas profesionales de tipo formal,
acompañadas de cierto menosprecio por el valor de los contenidos. ( ) Co­
...

m.o nunca antes, las exigencias formales de la carrera profesional condicio­


naron los contenidos y la temática de la producción escrita. ( ) En el terre­ ...

no conceptual es fácil advert.ir generalizado abandono del tipo de plan­


un

tearnientos y aun de temáticas que en el pasado inmediato aparecían como


vinculados con corrientes marxistas." S. Bagú, arto cit. p. 82
"';
Hilda Sábato, entrevista cit. en Pensar la Historia". p. 97. Las prácticas
de las actuales figuras de la historiografía universitaria tienden incluso a re­
producir ese 'humor fin de
siglo' que H. Sábato señala como pernicioso. En
un sent.ido
parecido, expide T. Halperín Donghí: "".y porque está mucho
se

más tranquila podemos tener una historia que sin ninguna intención de des­
valorizarla, es una historia que podemos caracterizar como mucho más aca­
démica. Una historia en la cual se consideran los temas como si fuera un edi­
ficio que hay que completar: ahoraha hecho esto, ahora hay que comen­
se

zar a hacer un poco de historia más cuidadosa de las estructuras económi­


cas. ( ) programa de investigación histórica, no es un programa de
... es un

esclarecimiento del presente y del futuro a través del pasado. Es una reite­
ración de algo que ya había pasado con la generación positivista." (Entrevis­
ta a T. Halperín Donghi, en R. Hora y J. Trímboli, op. cit., p. 45)
c.
Un comentarioagudo sobre este cambio de actitud (aunque no exento de
las ambigüedades y la ampulosidad que aquejan la trayect.oria de algunos
crítícos del proceso act.ual) se encuentra en AAVV. Manifiesto de octubre.
Para una crítica de la razón académica, s/f. p. 4. Allí se lee: "Así, aquellos que
años atrás habían denostado con virulencia que las prácticas y los saberes
universitarios tuvieran como eje central de su reproducción los mismos lí­
mites de la institución, 'recuperada la democracia' abrazaron esa lógica con
110 menos entusiasmo."
;H
Se ha mencionado varias veces en trabajos recientes, la t.endencia a t.omar
Argentina la escritura de su historia -

143

enfoques de Milcíades Peña, sin mencionarlo casi nunca.

é"
Véase al respecto la biografía de Agustín P. Justo publicada por Luciano
de Privitelio en la colección del Fondo de Cultura Económica.
'o
A través de los autores mencionados, aludimos a un conjunto ele trabajos
históricos escritos por no-historiadores (pero sí científicos sociales), que tal
vez precisamente por no estar encorsetados por ciertos
tics de la 'comunidad

de historiadores', despliegan una amplitud en la elección y delimitación de los


audacia en los análisis y plantees,
temas, una unidad de criterio, y una cierta
que suele estar ausente de los crónicos 'compilados' de los historiadores con
título y cátedra de tales. Nos referimos a Osear Oszlak, Laformacion del Es­
tado arqentino, reeditada ya dos veces, la última en Ariel, en 1999; J. C. To­
los oriaenes del pcron.ismo,
rre; La vieja guardia sindical y Perán. Sobre
Sudamericana-Instituto Di Tella, 1990; Adolfo Prieto, El discurso criollista

en lo.formaciori de la Argentina moderna. Sudamericana, Historia y Cul­


ideas
tura, 1988; Ricardo Sidicaro, La política mirada desde arriba. Las
del diario La Nación 1909-198g. Sudamericana. Historia y Cultura, 1�)9:3;
Julio Godio, El mouimiento obrero araentino, editada por Legasa en varios
tomos durante la década de los '80 y reeditada recientemente.

Josep Fontana enjuicia así la deriva conservadora de Annales, en una cri­


II

tica que ya tiene casi dos décadas, pero conserva vigencia: "En el escenario
de la reconstrucción de la historia la escuela de Arenales no ha asumido el
papel de defender explícitamente las excelencias del capitalismo, como lo
han hecho ciertos sectores de la 'novísima historia económica' [ J SU tarea ...

principal ha sido la de limpiar el terreno de soluciones alternativas, demos­


trar la inutilidad de las revoluciones y desviar la atención desde los grandes
problemas al 'juego oscuro' de las sociedades." Y luego añade con ironía:
"Que en el terreno de donde la gente de Anmales ha arrancado las 'malezas'
de mitos y utopías no pueda crecer otra planta que la del capitalismo no es
culpa suya [ 1
... se limitarán recoger su modesta participación en los benefi­
a

cios y a seguir con su tarea de conducir a los jóvenes por los senderos lumi­

nosos de la ciencia, donde la palabra 'explotación' no tiene sentido, porque


no es sino una de esas estructuras permanentes, 'natural' e inevitable como
la sucesión de la lluvia y la sequía." J. Fontana, Historia. Análisis del pasa­
do y proyecto social, Crítica-Grijalbo, Barcelona, 1982, pp. 212-213.
'e
En los últimos años han cobrado especial fuerza como referentes autores
como Philippe Aries; Francois Furet con sus enfoques 'renovadores' (y po­
líticamente conservadores) acerca de la revolución francesa, Roger Chartier
con la aplicación de métodos cuantitativos a la historia cultural, los trabajos

teóricos de Michel de Certeau. y ya fuera del ámbito francés, los 'microhis­


toriadores' italianos como Giovanni Levy y Carlo Guinzburg e el paradigma
'indiciario'), además de la presencia de los marxistas británicos, desde
Thornpson y Hobsbawn en adelante.
144 .

Daniel Campione

n
"La negación del cont1ict.o en el presente c. ) implica y requiere su nega­
..

ción pretérita. Por otra parte esta negación es más una histórica expresión
de deseos de los sectores dominantes que un dato de h realidad. Si se par­
te de esta premisa (la negación del conflicto en nuestra
sociedad) cobra
sentido el rechazo de las visiones antinómicas del pasado." ("Respuesta del
Centro de Estudios Universitarios José Carlos Mariáte-guí a los 'nuevos in­
vestigadores'."), Boletiri Centro de Estudios Uniucrsitarios José Carlos
Mariátcou.i. N° :3, 2° edición. "Debates en Historia". Octubre de 1994, p. fi).
En realidad el conflicto no es negado por completo sino negado como
supe­
rable (yen la referencia al pasado, superado), susceptible de conciliación.
'1
Hoy
no es raro encontrar en
prólogos o introducciones de libros expresio­
nes del tipo de ésta, impensables una décadas atrás en historiadores de
pre­
tensión al menos 'progresista': "Dejamos constancia de nuestro
agradecí­
miento a la Fundación Omega Seguros por su apoyo para la edición de este
volumen." (R. Hora y J. Trímboli, Discutir Halperin, El Cielo por Asalto,
1997). Y conste que se trata de autores
pertenecientes a las nuevas genera­
ciones, que no se abstienen de firmar manifiestos críticos contra la tenden­
cia predominante.
",
cf. L. A. Homero y L H. Gutiérrez, Los sectores populares y el mouimien­
to obrero en Comité Internacional de Ciencias Históricas. Comité Argentino.
Historiografía Araentima (1958-1988). Una eualuacion. crítica de la
producción historica. arqentina, Buenos Aires, Argentina, 1990, p. :379.
)0;
Permítasenos aquí una cita de Josep Fontana, que aunque referida a la
historiografía a nivel mundial, viene muy a cuento en su modo de asociar la
critica a flagrantes omisiones de cierto marxismo, la detección de maniobras
ideológicas encubiertas en el objetivo de solucionarlos, y la necesidad de
preservar la centralidad de la perspectiva de clase, imbuida de un análisis
de la totalidad que eluda todo economicismo: "La insuficiencia de los análi­
sis economicistas, por otra parte, ha dado lugar a
que sea la historiografía
académica la que haya planteado los problemas que ofrecen las otras di­
mensiones del hombre, ocupándose de temas como el sexo, la familia, la
pri­
sión, la ley y el delito, el miedo, lo imaginario, la mujer, la locura c. ) Lo cual
..

ha de servirnos como justo recordatorio de graves olvidos, pero resulta erró­


neo y mistificador cuando
se intenta presentar estas otras historias secto­

riales vías que han de permitir analizar al hombre autónornamente. Es


corno

necesario reconstruir la imagen global de la sociedad, como propuso un día


el materialismo histórico, pero no para fabricar un caleidoscopio de
aspec­
tos diversos, sino para centrar toda esta diversidad en torno a lo que es fun­
damental: los mecanismos que aseguran la explotación de unos hombres por
otros, y que no sólo actúan a través de las reglamentaciones del trabajo o del
salario, ni se fundamentan sólo en elementos coercitivosfísicos, sino que im­
pregnan toda nuestra vida, nuestras formas de comprender la sociedad, la
Argentina La escritura de su historia -

145

familia, el hombre y la cultura.".Josep Fontana. Historia. Análisis del pa­


sado y pm.ljecto social. Crítica-Grijalbo, 1981, p. 260.
:�
Comenta al respecto Eduardo Sartelli, uno de los críticos de la 'nueva his­
"

toria' desde la perspectiva marxista: el malestar reinante no era un resul­


...

tado de la 'crisis de la historia' o de las 'ciencias sociales' sino de la historio­


grafía socialdemócrata (más aún de la intelectualidad socialdemócrata) E­ ...

sa historiografía (. ) estaba inhibida para valorar su lectura del pasado con


..

una imagen coherente del presente, y por lo tanto, estaba agotada." A. San­

teila y E. SarteUi, "creso: Marxismo, Historia y Ciencias Sociales en la Ar­


gentina" en Razón .IJ Rerolucion.. Teoría-Historia-Política. Número 6-0to­
ño de 2000. Es de observar que el presunto agotamiento no ha producido,
hasta ahora, la disminución de su predominio académico.
"
Raúl Fradkin, comentario a Enrique Tandeter, "Coacción y mercado. La

minería de la plata en el Potosí colonial, 1692-1826" (Buenos Aires, 1992)


en Entrepasados, 4-5; 1993, p. 163.
:"
Sobre este estado de cosas comenta Roy Hora, en un artículo muy recien­
te, y el que predomina un tono de moderado elogio a los estudios histó­
en

ricos de los últimos tiempos: ..... debemos prestar atención a las limitaciones
de historiografía que, a pesar de contar con condiciones de producción
una

más aceptables que las vigentes en periodos anteriores, difícilmente pueda


ser recordada por el tipo de obras que contribuyen a forjar una verdadera

tradición historiográfica, y que hacen a la actualidad de una disciplina y a su


impacto en la cultura." R. Hora, "Dos décadas de historiografía argentina"
en Punto de Vista, XXN, n° 69, abril de 2001, p. 48.

1"
Hilda Sábato, Capitalismo .y ganadería en Buenos Aires: La fiebre
del lanar 1850-1880, Sudamericana-Historia y Cultura, 1989. La autora
realizó la versión original del trabajo como tesis de doctorado en la Univer­
sidad de Londres, presentada en 1981. Luego la revisó con propósito de
convertirla en libro, el que apareció recién en 1989.

11
Nos referimos en realidad a una investigación colectiva que Jorge F. Sába­
to dirigió, y la que participaron José Luis Moreno, Jorge Schvarzer, Juan
en

Carlos Korol y Manuel Trumper, entre otros, con asiento en el CISEA, y par­
te de cuyos resultados fueron reunidos en J. F. Sábato, La clase dom.inan­
te en laArgentina moderna. Formación y caracteristicas. CISEA/Gel,
1988. Este trabajo, comenzado en realidad en los inicios de la dictadura de
1976, pareció iniciar una fecunda perspectiva de trabajo destinada a re-pen­
sar el clásico
problema de la caracterización de nuestras clases propietarias
y de nuestro capitalismo en general. Parecía marcar W1 camino en el que el
rigor investígativo no impidiera la perspectiva integradora, la posibilidad de
efectuar generalizaciones, en una orientación que no se hundiera en la minu­
cia monográfica sin caer en las afirmaciones fáciles de cierta ensayística. Y
estuvo acompañado por un meritorio trabajo de Schvarzer que decía mucho
146 .

Daniel Campione

sobre el presente de la clase dominante, La polüica cconcnn.ica de Marti­


nez de Hoz, que establecía un tácito hilo de continuidad entre ambos mo­

mentos históricos de la que era, en lo esencial, la misma clase. Sin embar­

go, ya despecho de su buena repercusión, no tuvo muchos seguidores, y las

investigaciones historiográficas t.omaron otros rumbos ...

1::
Otra excepción puede estar constituida por la obra de Enrique Tanderer,
ya mencionada en una nota más arriba.

r.:
Hilda Sábato, La polüica en las calles. Entre el voto 'M la mouilieacion:
Buenos Aires, 1862-1880, Sudamericana. Historia y Cultura, 199�, p 2:3.

en la colección 'Historia y Cultura' dirigida


11
Tres compilaciones incluidas
por Luis A. Romero, pueden servir de ejemplo de una producción en la que
los protagonistas son los trabajadores (o los más amplios 'sectores popula­
res'), sin que su lucha frente a las patronales y el Estado ocupe un lugar de
importancia en casi ninguno de los trabajos recolectados. El problema es ya
habitual: So capa de no reducir la experiencia obrera a la lucha de clases,
esta última tiende a desaparecer completamente del punto de mira de los

investigadores. Nos referirnos a Diego Armus (comp.) Mundo urbomo y


cultura popular: Estudios de Historia Social A raerüina; Sudamericana,
1990; H. Sábato y L. A. Romero, Los trabajadores de Buenos Aires La
experiencia del mercado: 1850-1880, Sudamericana, 1992; y Leandro H.
Gutiérrez y Luis Albert.o Romero, Sectores populares, cultura y potüica.
Buenos Aires en la entrequcrra, Sudamericana, 1995. En cerca de una
veintena de art.ículos (sumando los tres libros) casi no aparecen sindicatos
ni huelgas ...

",
En realidad se reunieron en trabajos: el que le da título, es­
el volumen dos
crito en 1981 e inédito hasta la edición de este
(1999), y el que en su momen­
to sirvió de introducción a Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoame­
ricano. Cuadernos de Pasado y Presente, 60, Siglo XXI, México, 1979.
1!ó
Algunos ejemplos de la Biblioteca Política de CEAL, a los que podrían
agregarse par de decenas más de títulos: Edgardo J. Bilsky, La Fo.R.A
un

y el mouimiento obrero (J 900-191 O), dos volúmenes, 1985; Hugo del


Campo, El 'sindicalismo reroiucionario' (1905-1945), 1986; Natalia Du­
val, Los sindicatos clasistas: Si'Tro.C (1970-1971), 1988; Germán Roberto
Gil, La izquierda peronista (1955-1974), 1999; Mónica R Gordillo, El mo­
uimieruo ferrouiario desde el interior del pais (1 g 16-1922); Emilio J.
Corbiére, El marxismo de Enrique del Valle Iberlucea; 1987; Claudia Hilb
y Daniel Lutzkv, La nueoa izquierda argentina: 1960-1980 (Política y
uiolencia.), 1984; Emilio A. Crenzel, El Tucumanaeo (1.969-1974), dos vo­
lúmenes, 1991; H. Camarero yA. Schneider, La polémica Penelon-Marotui
(marxismo y sindicalismo sorcliano, 1912-1918),1991.
47
H. Sábato, entrevista cit.ada, p. 103).
Argentina La escritura de su historia· 147

"
Luis Alberto Romero, "Versiones del pasado. Estudios sobre la Argentina
moderna", en Clarin, Suplemento Cultura y Nación, p. 9, :3/6/200l.

planteada inicialmente en siete volúmenes, que van des­


",
La Biblioteca está
de el período de la emancipación hasta 1 !Jí3. El último ha sido desdoblado
en dos, uno a cargo de Carlos Altamirano y otro de Beatriz Sarlo.
,"
Nos referimos a Historia de la uida privada en la Argentina, en tres

volúmenes, Taurus, 1999, bajo la dirección de F. Devoto y M. Madero y con


la participación de Tandeter, Juan Carlos Garavaglia, Dora Schwarzstein,
Dora Barrancos, Eduardo Miguez, entre otros. Esta obra reproduce, inclu­
so, la presentación tipográfica y la diagramación de su inspiradora francesa.
',1
original francés se publicó en 1985 (Histoire de la vie priuec, Editións
El
du Seuil, París). La versión castellana, Historia de la vida pricada (Tau­
rus, 1987, reeditada en rústica en diez volúmenes en 1990) llegó a consti­
tuirse en un inesperado best-sellcr en las librerías porteñas de los primeros
'90, inaugurando una tendencia a la elevada repercusión de una historiogra­
fía de 'puertas para adentro', apartada de las consideraciones 'estructurales'
y del conflicto social y político, recogida y reproducida con entusiasmo por
ciertos medios historiográficos locales. Sus similares sobre las mujeres, la
infancia y el cuerpo humano, también se distribuyeron en Buenos Aires con
buena repercusión.
'0
Entre otras peculiaridades, el mencionado Boletín tiene la de la ausencia
total de artículoscon temática posterior a 1955, por lo menos a lo largo de

sus primeros diecisiete números. Cf. Osear H. Aelo, "De historiadores e his­
toriografía. Apuntes sobre el Boletín del Instituto Ravígnani", en Taller, Vol.
6. N° 16-Julio 2001, p. 104.
'"
Ema Cibotti ha producido una caracterización de esa impronta genera­
cional, la de los formados durante la dictadura militar, en contacto con
quienes en esa época estaban marginados de la Universidad, como Lean­
dro Gutiérrez, y a quienes pasaron a considerar
'hermanos mayores'.sus

A la hora de establecer rasgos comunes, Cibotti comenta: "Hay denomina­


dores comunes que podemos resaltar. Preocupaciones compartidas no
tanto en el terreno
temático, cuanto en las formas de su abordaje, en la
aplicación de análisis
microhistórico, en el culto por el trabajo de archivo,
en fin, en el sometimiento con rigor a las reglas del oficio y en la voluntad

de defender una continuidad profesional." (Erna Cibotti, "El aporte en la


historiografía argentina de una 'generación ausente', 198:3-1993", en En­
trepasados, Año 1Il. 4-5. Fines de 1993, p. 10.) El artículo subraya, ade­
más de esa preocupación por las 'reglas del arte', la relación de seguimien­
to que estos jóvenes investigadores tuvieron con la generación de sus 'her­
manos mayores', como autoconsciente realización de un contacto
interge­
neracional con mucho de cursas honorurn,
148 -

Daniel Campione

',1
Véase sobre el grupo que edita Entrepasados la fuerte critica que les ha­
ce E. Sartelli en "Tres expresiones de una crisis y una tesis olvidada" en Ra­
zori y Reuolucion, N° l-Otoño 1995, sobre todo por su incapacidad de ge­
nerar un proyecto historiográfico propio, y su esterilidad en lo que respecta
a la producción de obras de envergadura, que rebasen el marco del papero
""
ese instituto, Mario Rapoport, acaba de publicar una Histo­
El director de
ria Económica, Política y Social de la Argentina (1880-2000) una
suerte de extenso manual, pero con claro destino al estudiante universita­
rio en materias relacionadas con la historia. En el Instituto de Historia Eco­
nómica de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, un ámbito nada
insignificante en cuánto a los recursos que maneja, trabajan historiadores
con pasado (o presente) de militancia en el maoísmo (PCR), pero ello no se

refleja en una diferenciación drástica con la tendencia hegemónica


,,,;
El Instituto Di Tella, convertido en los últimos aftas
Universidad, ha si­ en

do un ámbito de enlace entre los 'historiadores


sociales', incluso los de la
'generación intermedia' (Fernando Rocchi) y otros más ligados aIliberalis­
mo económico y político (Ezequiel Gallo y Natalio Botana son dos ejemplos

entre otros posibles). Juan Carlos Torre, sociólogo de formación pero con
obra relativamente abundante en la historiografía ligada al periodo peronis­
ta, ha sido un mentor del espacio del Di Tella. En cuanto a Desarrollo Eco­
nómico, la revista del IDES con cuatro décadas de trayectoria, no está he­
gernonízada por los nistoriadores, pero sí por el grupo más amplio nucleado
en su momento en tomo al Club de Cultura Socialista. Cortés Conde, por su

parte, ocupa lugar destacado en la Universidad de San Andrés. Tanto es­


un

te último, como Botana y Gallo, están hace ya unos años incorporados con
carácter pleno ('miembros de número') a la Academia Nacional de la Histo­
ria, en lo que fonna parte, a nuestro juicio, del avance hacia la conformación
de una 'comunidad de historiadores' unificada, capaz de consolidar una nue­
va 'historia oficia!', como comentamos en su momento.
Argentina la escriblra de su historia -

149

VI

Historiografía e izquierda

En W1 país como el que el debate históri­


Argentina, en

co se combinó de modo tan frecuente y vigoroso con las lu­


chas para definir el presente y el porvenir, nos inclinaríamos
a pensar que las concepciones históricas que vinculan más

directamente pensamiento y acción, que postulan una inte­


racción más dinámica entre el pasado y el presente, tienen
un papel fundamental para cumplir.

Sin embargo, la historiografía de izquierda, específica­


mente la marxista, no pudo abandonar, salvo excepciones,
un lugar marginal. En el plano de la vida académica, o bien

se le las vías de acceso, o los sucesivos asaltos reac­


cerraron

cionarios sobre las instituciones educativas y de investiga­


ción lo privaron de las posiciones conquistadas. Hay
escasas

que tener presente que, por décadas, en las universidades


argentinas fueron más comunes las designaciones discrecio­
nales que los concursos; las censuras y persecuciones que la
libertad de cátedra; las irrupciones del poder político en plan
represivo que la 'autonomía'. Mientras que en el plano de la
discusión pública sobre el pasado, la persistente batalla en­
tre liberales y revisionistas, que llegó a alcanzar W1a repercu­
sión realmente masiva y a ventilarse en los ámbitos más va­
riados, dejó a la historiografía marxista en W1a posición de
debilidad, tanto posibilidades de definír W1 campo au­
en sus

tónomo como en la de
adquirir 'visibilidad' frente a las dos
tendencias predominantes.
Tendía a quedar como W1 tercero en discordia, difícilmen­
te perceptible entre dos adversarios numerosos, organizados
150 Daniel Campione
-

e 'instalados' ante la opinión pública corno los únicos térmi­


nos posibles de la disputa, las dos grandes maneras de inter­

pretar el pasado nacional. 0, por el contrario, propendía a

ser absorbida por una de las fuerzas en pugna, convertirse


en un aja 'radical' de una de ellas, dependiente en última ins­

tancia de una visión que propia.


no era la
Por añadidura, historiografía, corno en política, la iz­
en

quierda no tuvo un núcleo central, hegemónico, sino una


multiplicidad de opciones dispersas y enfrentadas entre sí,
en un campo de por sí pequeño. El riesgo de convertirse en

un 'polvillo inorgánico'¡ incapaz de realizar ninguna cons­

trucción efectiva, estuvo, y está, muy present.e.


La historiografía marxista no llegó nunca a configurar
una escuela articulada en el país, ni aun en las épocas en que

se efectuaron más trabajos bajo la advocación de esa línea de

pensamiento. Está representada más bien por una serie de


autores individuales y con enfoques divergentes entre sí

(empezando por la caracterización de Argentina corno for­


mación económico-social, objeto de debates interminables),
cuyas obras se produjeron desde los años '40 y '50.
Entre los historiadores que iniciaron su producción entre
esas fechas, uno de los más importantes es Rodolfo Puiggrós,

quien llegó a producir intentos de análisis de vasto alcance


(Historia critica de los partidos políticos arqenti.nos/),
y algunas otras obras de alcance polémico y temática amplia
(La época de Mariano Moreno, Rosas el pequeño, Histo­
ria economica del Río de la Plata, La Cruz y ei feudo,
De la colonia a la independencia.y, en el estilo de una li­
teratura histórica con fuertes vetas polémicas, y destinada al

gran público, característica de la producción de la época.


La Historia crítica obra que fue creciendo a través
...
,

de las ediciones, hast.a comprender varios tornos, tuvo más


de una trayectoria de la izquierda ar­
suerte de análisis de la

gentina desde sus orígenes hasta el presente del autor, que


de una historia de los partidos políticos propiarnente dicha.
Era también, una extensa rendición de cuentas de Puiggrós
Argentina la escritura de su historia -

1 51

acerca de su trayectoria y ruptura en el Partido Comunista.


La demostración de la 'alienación' de la izquierda respecto a
toda la problemática nacional (veáse la sección 'Las izquier­
das y elproblema nacional') y de la radical incomprensión del
peronismo que fue su consecuencia (la sección 'El peronis­
mo: sus causas') fueron los dos ejes de la reflexión de Puig­

grós, sobre el telón de fondo de la historia política argentina


desde ñnes del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
Puiggrós representó, a partir de 1946, el entronque del
marxismo con una visión nacional-popular que reivindicaba
activamente al peronismo, viéndolo como un paso hacia la
consumación de una revolución socialista. En línea con las
corrientes situadas más a la izquierda dentro del revisionis­
mo, reivindicaba la historia de las clases subalternas como
una lucha contra las clases dominantes y el imperialismo que

se daba desde los comienzos de la nacionalidad, pero a dife­


rencia de aquellas las ponía en vinculación con las luchas
obreras por la construcción de una sociedad socialista. Su
adhesión al peronismo" no le impidió mantenerse en el terre­
no del marxismo y los objetivos anticapitalistas, por lo que,
si bien comparte enfoques y algunas precariedades de inter­
pretación con el revisionismo de izquierda; tales como la
sempiterna esperanza en que el Ejército jugara un rol susti­
tutivo en un proceso revolucionario antiimperialista, y está
influido por una visión nacional-popular del conflicto social,
puede ser legítimamente considerado un historiador rnarxis­
ta.' Desarrolló un verdadero interés por la investigación his­
tórica, e incluso por los debates teóricos en tomo a la misma,
como cuando tornó parte en la discusión con André Gunder

Frank': acerca de los modos de producción en América Lati­


na. Pero esa actividad
dejó de estar animada por una pers­
no

pectiva política que aspiraba a llevar adelante consecuente­


mente las líneas plant.eadas por la IC a partir de 1935, ante lo
que percibía defección del Partido Comunista de la Ar­
conlO

gentina, fuerza política de la que llegó a ser dirigente, hasta


abandonarla en 1946. Buena parte de su producción está
152 Daniel Campione
-

atravesada por la contradicción latente entre la necesidad de


explicar una adhesión al peronismo (que por momentos no
fue de las más críticas)", con la aspiración a seguir represen­
tando el rumbo de la revolución obrera y socialista. En sus
últimos años de actuación intelectual y política, los ideales
socialistas, a veces algo difusos, de la 'tendencia revoluciona­
ria' del peronismo, le proporcionaron un espacio en el que se
sintió incluido, alcanzando incluso un lugar destacado en el
mundo académico, como rector de la lIBA, en una experien­
cia que resultó muy breve. El posterior exilio lo llevaría a in­
tegrarse a la dirección 'movimientista' de Montoneros.
Otra línea de la historiografía de inspiración marxista
(más precisamente integrada a una de las vertientes del
t.rotskismo argentino) es la que se ha conocido por décadas
como 'izquierda nacional', siempre aspirante a constituirse

en fuerza política, pero de influencia mucho mayor en el te­

rreno de la discusión histórica. Tiene como antecedente a Li­


bario Justo, ya en los años '30, con su interpretación de Ar­
gentina como un país semicolonial, en el que se requería un
proceso de liberación nacional, que incluía una revolución
agraria, como paso previo indispensable a la lucha por el so­
cialismo. Ese enfoque lo debatió fuertemente con Antonio
Gallo, escritor también trotskista, sosteniendo además la
existencia de restos feudales en Argentina y la clasificación
de Argentina corno 'semicolonia' lisa y llana."
Los seguidores de Justo romperían luego con él, para
dar origen a una serie de agrupaciones (la primera fue el
Partido Obrero por la Revolución Socialista). Ya en los años
'40 las revistas Octubre y Frente Obrero se constituyeron
en portavoces de este tipo de posiciones, y no tardan en en­

filar a un fuerte acercamiento al peronismo, viendo el proce­


so como lID modo de aproximación a la deseada 'revolución

nacional' y antiimperialista. Esa corriente estuvo compuesta,


desde un principio, por historiadores que a la vez eran diri­
gentes políticos de pequeñas agrupaciones y partidos, para
los que la labor histórica era, en primer y fundamental lugar,
Argentina la escritura de su historia -

153

una forma de militancia activa." Allí se contaron Aurelio Nar­

vaja, Enrique Rivera y Esteban Rey, entre otros.

Es interesante ver corno ya en Rivera se vislumbran los

grandes temas de la 'izquierda nacional', incluso algunas po­


siciones que resultan más bien insólitas para otras corrientes
revisionistas: Así, Rosas es presentado corno un miembro de
la oligarquía terrateniente porteña, sin que se le reconozca
ningún tipo de atenuantes a esa condición, y es responsabi­
lizado (coincidiendo con la tradición liberal) de postergar la
organización del Estado nacional, e incluso del asesinato de
Facundo Quiroga. En la secuencia histórica, el gobernador
de Buenos Aires es más un precedente del 'rnitrismo', que un
aliado de los caudillos del interior, de los que se destaca pre­
cisamente su lucha contra Rosas (corno en el caso del Cha­
cha Peñaloza). En cambio, 1880 es el gran momento de una
reformulación de la 'unidad nacional' en contra de los intere­
ses sectarios de laoligarquía porteña, y Roca aparece casi
como el héroe de esa empresa."

Jorge Abelardo Ramos fue por lejos el más conocido y


exitoso de los historiadores de esa corriente." Sus enfoques
sobre la historia del siglo XIX transitaron por los carriles ya
marcados por Rivera y los demás iniciadores de la izquierda
nacional. Pero Ramos se centró de modo cada vez más com­

pleto en la contradicción nación imperialismo (teniendo


vs

este corno aliados tanto a la oligarquía antinacional corno a la

izquierda 'cipaya'), en detrimento del enfoque de clase, in­


cluso al precio de deslizarse en los últimos años a una visión
nacionalista a secas, y abandonar explícitamente el marxis­
mo a favor de un 'socialismo criollo' en el que sólo el segun­
do término parecía conservar algún significado. Junto con
los clásicos del marxismo, Ramos hacía ascender su linaje in­
telectual al socialista Manuel Ugarte, predicador del antiim­
perialismo en las primeras décadas del siglo XX, y a la tracli­
ción de FORJA. De alguna manera, se postulaba para ser el
factótum intelectual y político de la fusión entre el naciona­
lismo popular y un marxismo puesto de retorno en la senda
154 Daniel Campione
.

'nacional', en términos que rechazaba con fuerza el antipero­


nismo de la izquierda tradicional, pero también las tentativas
de radicalizar al peronismo 'desde adentro'. Casi toda la pro­
ducción historiográfica de Ramos constituye un ejemplo de
la utilización del pasado como arma polémica al servicio de
la discusión del presente, sin una verdadera preocupación
por la investigación histórica, que le asignara a esta última
I I
un mínimo de autonomía frente a la actividad política. Re­
sulta notorio, tras la recorrida de cualquiera de sus libros,
que el análisis del pasado es en él sólo
instrumento paraun

el objetivo de discusión y adoctrinamiento político, y que la


propensión por el trabajo con fuentes y el rigor metodológi­
co tienden a cero.

Un motor de sus trabajos era el rastreo de la


'burguesía
nacional' progresista que encabezara un proceso de transfor­
maciones, o de su sustitución por algún sector militar. Revo­
lución :Y contrarrenolucion. en Argentina, una amplia
síntesis de la historia nacional, fue su obra más exitosa, y
constituyó una matriz de interpretación del proceso argenti­
no, en torno de la sempiterna lucha de la nación contra el im­
perialismo, que tuvo vasta influencia en la izquierda de los
años '60 y '70, incluyendo su caracterización del peronismo
corno 'bonapartismo', pero asignándole un sesgo progresista

dentro de las posibilidades de ese rol. 12 Una buena porción


de los esfuerzos de Ramos se la llevaron sus diatribas contra
el resto de la izquierda argentina (El Partido Comunista
en la politica araentina; reeditada como Historia del sta­

Iiuismo en Arqentina'"; y latinoamericana (El Marxismo


de Indias). Polemista siempre impiadoso, sus críticas se
volvían particularmente agudas cuando el objetivo se situa­
ba a su izquierda (preferencia que no le era privativa), lo que
no se reduce en él a la descontada aversión al stalinismo y
los partidos comunistas, sino a figuras tan respetadas (por
otros) corno Mariátegui o Ernesto 'Che' Guevara." Dentro de
la argumentación que utilizaba Ramos para zaherir al resto
de los partidarios del socialismo, buena parte abrevaba en un
Argentina la escritura de su historia -

155

antiintelectualismo de tintes populistas, que debía mucho al


arsenal que FORJA había construido unas décadas antes. En
una paradoja chirriante, unintelectual, líder de un grupo po­
lítico cuya eficacia mayor se había desplegado en la capta­
ción, justamente, de estudiosos y artistas, desenvolvía una
activa hostilidad a todo lo que oliera a intelliqenteia:" Otra
contradicción fue la de que, una vez desplegado el proceso
de radicalización bajo advocación peronista, que lo tuvo, si­
quiera de modo indirecto, como inspirador, Ramos se revol­
vió furioso contra él, caracterizando a sus representantes en
términos cuasi-criminalizantes, más propios del vocabulario
policial que del análisis histórico y político."
Más allá de sus avatares políticos, sus trabajos tuvieron
un impacto muy fuerte, en el que tuvo mucho que ver el bri­

llante estilo literario del autor, hábil y ácido polemista en una


época en que la polémica histórico-política era un género do­
tado de una extendida audiencia.
El otro gran representante de la 'izquierda nacional' fue,
sin duda, Juan José Hemández Arregui, autor en el que la
producción historiográfica aparecía subordinada al desplie­
gue de posiciones filosóficas que lo llevaron a construir una

suerte de heterodoxa 'historia de la cultura argentina' que


despliega en sus principales." Portador de una lectura
obras
no materialista de Marx, que lo conduce a su preocupación
l�
preeminente por la cultura y los fenómenos de conciencia,
colocó su obra en el lugar de un doble ajuste de cuentas, con
'la izquierda argentina sin conciencia nacional' y el 'naciona­
lismo de derecha conciencia nacional y sin amor al pue­
con

blo'." Hemández Arregui recorrió la trayectoria cultural del


país, movido por la obsesión de llegar a construir una con­
ciencia colectiva de 'lo nacional', que pudiera hacerse carne
en las masas populares." Mas allá de lo plausible de su pro­

grama, y de su claro alineamiento político con la izquierda, el


autor se resintió de algunos de los tics que provenían del na­
cionalismo que él mismo llamaba 'oligárquico': reticente a to­
dos los fenómenos culturales de raíz inmigratoria (sin excluir
156 .

Daniel Campione

al tango, porejemplo), defensor de una visión 'hispanista' del


subcontinente latinoamericano, perfectamente capaz de re­
chazar determinados pensamientos o expresiones en nom­
bre de un nacionalismo provincialista que desconfiaba de to­
do lo 'foráneo', lleno de aversión por la ciudad-puerto, en­
frentada idealización del interior y del medio rural.
a una

Hemández Arregui fue, sin duda, el más inteligente y forma­


do de los pensadores de la 'izquierda nacional' (con la que su
identificación fue en (�l plano ideológico-cultural, ya que
nunca formó parte de sus emprendimientos políticos), por lo
que la presencia en él de estas limitaciones, quizás nos hable
más de las contradicciones insalvables de la pretensión de
'cruzar' el nacionalisrnopopulista con el marxismo revolucio­
nario, que de su talento y agudeza crítica.
A diferencia de los anteriores, Milcíades Peña represen­
ta un pensamiento marxista que se resiste a toda concesión
al 'nacionalismo popular', y por lo tanto sitúa las fallas del
pensamiento y la acción de la izquierda argentina en sitios
bien distintos al de su insuficiente comprensión de la
'pro­
blemática nacional'. Peña desarrolló sobre todo una línea de
crítica a la burguesía, corno inapta para desarrollar una
transformación 'democrático-burguesa' de Argentina (inclu­
yendo al peronismo aquejado de
como esta incapacidad). A
diferencia de quienes, Ramos, hablaban en nombre de
COTI10

la 'ideología de la clase obrera', pero terminaban erigiendo a


la 'nación' en sujeto de la historia, Peña se esfuerza por man­
tener el punto de vista de clase, y en esa dirección renuncia
a toda esperanza sobre el rol
progresivo de ningún sector de
las clases dominantes ni del aparato estatal, tales como los
'militares patriotas' que recorren buena parte del mapa de
nuestra izquierda, desde Ramos al Partido Comunista, pa­
sando por Puiggrós. Pasaba a fundamentar desde allí el im­
perativo de la revolución socialista (y no democrático-bur­
guesa), al mismo
tiempo que mantenía una posición pesimis­
ta frente al peronisrno e incluso respecto de la clase obrera
enrolada en éste, por la inf1uencia que había alcanzado en

/"_.
/
Argentina la escritura de su historia' 157

ella una ideología conservadora, que esperaba de la acción


del Estado existente la 'redención' social. _.
Algunos méritos del trabajo historiográfico de Peña resul­
tan indudables: desarrolla tempranamente la línea de la histo­
ria económica y social sin abandonar la historia política, pro­
cura avanzar en una historiografía basada en la orientación

marxista, con una conceptualización independiente, sin ads­


cribirse ni a la historia oficial ni a su impugnación revisionis­
ta; emprende investigación propia, incluso con apoyo de mé­
t.odos cuantitativos, a pesar de sus condiciones de aislamien­
to y su carencia de formación académica; mantiene su postu­
ra militante, sin por eso visualizar al tratamiento de la historia
como mero 'instrumento' al servicio de aquélla." También es

destacable búsqueda del cnlce de la historia con las disci­


su

plinas de las ciencias sociales, principalmente la sociología y


la economía, encuentro que en nuestro país se hallaba en pa­
ñales por aquellos años, no sólo dentro del marxismo.
El otro galardón de Milcíades Peña es el de haber logra­
do conformar una obra de amplitud integral sobre la trayec­
toria de nuestro país, Historia del pueblo argentino, que
apareció con carácter póstumo en seis volúrnenes, que van
desde Antes de Mayo hasta Masas, caudillos y elites, de­
dicado este último al yrigoyenismo y el peronismo. Por fue­
ra de los trabajos agrupados en la Historia, Peña produjo "

un conjunto de artículos de análisis de la clase capitalista ar­

gentina, luego agrupados en dos libros: La clase dirigente


argentina frente al impericuismo e Industrialización y
clases sociales en la Argentina, exámenes que iban en
contra de la idea de la existencia de una burguesía industrial
antiimperialista, predominante en las restantes corrientes de
izquierda, ingresando de lleno en el debate político sobre el
tipo y carácter de un futuro proceso revolucionario en Ar­
gentina. La lucha contra la idea de una 'burguesía nacional'
potencial aliada de los trabajadores en una revolución 'nacio­
nal' contra el imperialismo, fue uno de los leit motios del
trabajo de Peña, que se diferenciaba así, al mismo tiempo, de
158 Daniel Campione
-

Puiggrós, las distintas expresiones de la 'izquierda nacional'


y la historiografía ligada al Partido Comunista.
Con todo, su línea de interpretación cae a veces en
afirmaciones arbitrarias al tornar absoluto un enfoque
(como el de la orientación probritánica del peronismo,
que no carecía de asidero pero que él convierte en eje de
su comprensión; o la interpretación francamente pesimis­

ta de la conciencia obrera posterior al peronismo, ya men­

cionada), o carga las tintas en contra de una interpreta­


ción errónea difundida (la existencia de una burguesía
nacional, p. ej.) en el límite de caer en exageraciones si­
métricas, además de incurrir con frecuencia en esquema­
tismo econornicista al juzgar los conflictos de nuestro pa­
sado. Además, su obra tiene una lirnitación más 'estructu­
ral': Perla sigue viendo la historia 'desde
arriba', centrado
en el itinerario de las clasesdominantes, sus mezquinda­
des y fracasos, tendiendo incluso a justificar en términos
históricos las acciones represivas de los dominantes,
cuando éstas se inscriben en una lógica del 'progreso' que
lo identifica con el desarrollo de las fuerzas productivas."
El agudo analista que fue no consiguió escapar de las 'pri­
siones' de cierta ortodoxia marxista, que en aras de un
'objetivismo' estrecho, sólo valoriza las luchas de las cla­
ses subalternas cuando éstas impulsan un desarrollo ma­

terial al que identifica sin más con el 'progreso social', y


no tuvo oportunidad de bucear en los pliegues de la sub­

jetividad, en las razones del comportamiento concreto de


esasclases. De todas maneras, ello no oscurece el mérit.o
de un joven autodidacta que logró escribir algunas de las
mejores páginas de hist.oria producidas por el marxismo
argentino hasta ese momento.
Durante los años '()O y '70, la creciente politización y
radicalización de la sociedad argentina tuvo su pleno co­
rrelato entre los intelectuales, y afianzó a la historia, en
tanto que disputa por la interpretación del pasado pro­

yectada al presente, como un lugar importante de la lucha


Argentina la escritura dI! su historia -

15 9

política. Al proceso que marcaba un desplazamiento del


eje de los movimientos revolucionarios al mundo periféri­
co y colonial (China, Cuba, Argelia, Vietnam) correspon­

dió una nueva mirada sobre las obras de Marx, centrada


en su producción menos tíldable de 'euroccntrica', parte

de ella publicada por primera vez en este período, como


Formaciones economicas preco.pitalistas o los escritos
sobre la comuna rural rusa, que no dejaría de tener reper­
cusiones en el plano historiográfico. Historiadores marxis­
tas argentinos experimentados, como Puiggrós, y noveles,
como Ernesto Laclau (después alejado del quehacer his­

toriográfico), Carlos Sempat Assadourian y Juan Carlos


Garavaglia,:" ingresaron en el debate internacional que en
torno a la cuestión de los modos de producción-formacio­
nes económico sociales en Latinoamérica, se desenvolvía

en el continente, al calor de discusiones más amplias que

abarcaban al marxismo mundial (particularmente en tor­


no a la producción de Louis Althusser, y sus seguidores,

corno Etienne Balibar), al tiempo que la revista Pasado Ji

Presente y sus Cuadernos difundía a los clásicos y al


marxismo europeo contemporáneo, pero también ofrecía
un espacio para ingresar directamente en el debate." La
rígida teoría de los 'cinco estadios:", de matriz stalinista,
caía en definitivo desprestigio, mientras la caracterización
de las sociedades latinoamericanas se erigía en un terna
de debate de indudable repercusión sobre el 'tipo de re­
volución' que se postulaba para el subcontinente o los dis­
tintos países dentro de él.
Cuando en 1973 la dictadura emprende la retirada y Ro­
dolfo Puiggrós asurne el rectorado de la Universidad, la en­
señanza de la historia americana y argentina se organizará
con referencia explícita al marco conceptual althusseriano,

introduciendo así, por breve tiempo, en el campo académi­


co, a la historiografía de clara orientación marxista." Lamen­
tablemente, esa fusión entre historiografía militante y vida
académica duró lo que un soplo, bajo una ola de represión y
160 Daniel Campione
-

censura que tuvo en la universidad, ya a fines de 1974, uno

de los puntos de inicio de lo que sería una contraofensiva


brutal, y no hubo oportunidad de comprobar si los límites del
althusserismo hubieran sido superados en dirección a un

marxismo más 'abierto'.


La breve y fulgurante trayectoria de Peña tuvo alguna
descendencia en un grupo que trabajó inicialmente con él,
dentro del que se destaca Jorge Schvarzer," que luego em­
prendería un estudio sistemático de los orígenes de la clase
dominante argentina, al principio asociado con Jorge F. Sá­
bato, y luego en forma
individual, llegando hasta nuest.ros
días en ese empeño (Empresarioe del pasado y La indus­
tria que supimos conseauir son sus publicaciones más re­
cientes en este campo'"), pero ya bastante alejado del origi­
nal compromiso marxista.
Puiggrós no dejó discípulos directos con real gravitación
C sí algún coetáneo que realizó su propia producción en 1IDa
línea similar, como Eduardo Astesano'"). Algunos miembros
de la izquierda nacional que resolvieron no acompañar a Ra­
mos en las peores derivaciones de su línea, como Norberto

Galasso o Jorge Enea Spilimbergo, no pasaron de fundar pe­


queños institutos casi subsumidos en torno a sus figuras," si
bien el primero logró mantener un nivel de penetración im­
portante en los circuitos culturales 'alternativos', hasta
nuestros días.
De vasta y prolongada producción fueron tres historiado­
res no profesionales, todos ellos comprometidos en la mili­
tancia política: Liborio Justo, Luis Franco" y Luis V. Sommi,
trotskistas de distintas vertientes los dos primeros, comunis­
ta luego alejado del partido el último. Obras corno La revo­
lución del 90 o la dedicada a la historia de los ferrocarriles
de Sommi, y varias de Justo" o Franco no carecen de interés
incluso para el lector actual, aunque la precariedad teórica
es evidente en los tres.

Más allá de las corrientes inspiradas en el marxismo, es


indudable que un nombre destaca con amplitud, tanto por la
Argentina la escritura de su historia' 161

calidad de su trabajo, corno por la coherencia ética y políti­


ca con que lo ha respaldado, y la muy amplia difusión que al­
canzó, t.al vez única en todo el panorama de la historiografía
de izquierda en Argentina. Nos referirnos
Osvaldo Bayer.
a
Con un trabajo individual cent.rado la historia del
en

anarquismo, y dent.ro de éste no en la 'corriente principal'


expresada en La Protesta," sino en los militantes ligados a
la acción direct.a y a la cont.estación más
radical, Bayer ha
desarrollado trabajo t.an solitario corno novedoso, ya que
un

la historiografía ligada al anarquismo, con


Diego Abad de
Sant.illán a la cabeza, provenía del núcleo ligado a la
FORA,
y nadie había det.enido la mirada sobre los practicantes de la
'acción directa', los 'expropiadores', ni sobre la lucha obrera
de la Patagonia."
Más ligado al periodismo" que a la academia pese a tener
formación historiográfica formal, Osvaldo Bayer ha
produci­
do una obra fundamental para la historia de la
izquierda y la
clase obrera argentina, con centro en los cuatro tornos de
Los Vengadores de la Patagonia
Tráqica/", y complemen­
tada por Severino Di Giouanmi, el idealista de la violen­
cia, y trabajos más breves sobre Los anarquistas expro­
piadores, Simon Radowitsky, La masacre de Jacinto
Arauz, y otros. Junto con la vindicación" de luchadores so­
ciales y militantes, Bayer construye una fuerte
impugnación
de la violencia estatal
en sus diversas
manifestaciones, tant.o
materiales corno simbólicas, enlazándolas con la
expresión
de un orden social radicalmente La injust.o. recuperación
histórica del pensamiento y la acción
'libertarias', largamen­
te ocluida por una mirada remit.ía al anarquismo a un
que
moment.o 'primitivo' de la conciencia y
organización obrera,
que no le asignaba nada aprovechable para etapas más 'avan­
zadas', tiene todavía un largo camino que recorrer en nues­
tro país, quizás facilit.ado en el futuro por el reciente
surgi­
miento de nuevas agrupaciones y periódicos que recogen el
pensamiento libertario.
Otro historiador de las luchas sociales de
principios de
162 Daniel Campione
.

siglo es talentoso escritor santafesino que escri­


Gastón Gori,
bió un clásico equiparable en más de un sentido a los de Ba­
yer: La Forestal, sobre la explotación en los quebrachales
del norte santafesino, amén de varios trabajos sobre la agri­
cultura y el capitalismo rural en Santa Fe y otras áreas de la
región pampeana."
Con temas más el tiempo, y mayor imbri­
cercanos en

cación aun con la investigación periodística y la literatu­


ra de ficción, Rodolfo Walsh escribiría su obra maestra,

Operación trabajos corno ¿Quién ma­


masacre, y otros
tó a Rosendo? y El caso Satanowsky, que en su conjun­
to constituyen un vigoroso alegato contra la organización

política y social de la Argentina post-1955 y su clase do­


minante, cuya lectura es altamente necesaria para com­
prender el período, así corno el espíritu que alentó a la
llamada 'resistencia peronista'.
Un esfuerzo peculiar, por su entronque en un solo li­
bro de la experiencia militante con la historiografía profe­
sional, es la compilación realizada por Juan Carlos Cena,
sobre El Cordobazo, con un extenso estudio preliminar
del autor," o la peculiar síntesis de testimonios orales, re­
construcción de época a partir de los medios periodísticos

y análisis históriográfico, que constituye a


La Voluntad,
de Martín Caparrós y Eduardo Anguita, de la que hablare­
mos más adelante.
Junto a estas trabajaron por
obras de historiadores que
su cuenta, sin inserción en el campo académico, pero
tam­

bién fuera de las estructuras partidarias o con encuadra­


mientos laxos en ellas, y alcanzaron en su mayoría vasta re­
percusión de público y crítica, los partidos de izquierda de­
sarrollaron una prolongada labor en el terreno histórico, pe­
ro que tendió, por múltiples razones, a quedar circunscripta

dentro de los ámbitos donde la influencia partidaria era más


sensible, sin ingresar en los circuitos culturales de alcance
más amplio.

/
Argentina la escritura de su historia -

163

La historiografía producida
en el ámbito de los partidos de izquierda

Varios líderes del Partido Socialista(Juan B. Justo, Alfre­


do L. Palacios, Nicolás Repetto, Américo Ghioldi) escribie­
ron sobre historia argentina, pero en una cuerda que se dife­

renciaba muy poco de la historiografía liberal, y en un regis­


tro más divulgativo o doctrinario que de investigación. Un

partído que se proponía como la avanzada de una moderni­


zación liberal y progresista del país, tendía a proponer co­
rrecciones parciales, pero no un cambio de rumbo a la histo­
riografía oficial." También hubo historiadores de origen so­
cialista más cercanos a un perfil 'profesionalizado' (Alberto
Palcos", José P- Campobassi," Luis Pan) que se integraron
al ámbito académico, sin diferir en temas ni método con la
historiografía erudita. Pero no pueden considerarse aportes
a la historiografía marxista (no pretendieron serlo,
por cier­
to), ni tampoco llegaron a configurar una corriente autóno­
ma. Sí hizo aportes originales el dirigente socialista, de ori­

gen obrero, Jacinto Oddone, sobre todo con su libro La bur­


guesía terrateniente argentina, de 1930, que ganó el res­
peto incluso de historiadores extranjeros por ese trabajo so­
bre la estructura social del campo." También trabajó, con
menos fortuna, en la historia del movimiento obrero y del

propio Partido Socialista. En las últimas décadas, algunos de


los miembros del Club de Cultura Socialista, como José Ari­
có y Juan Carlos Portantiero (ambos no historiadores de pro­
fesión, pero con antecedentes de trabajo sobre la historia ar­
gentina), se reinsertaron, o al menos se aproximaron, a las
estructuras supérstites del socialismo, y produjeron dos tra­
bajos sobre el fundador del partido, que constituyen a su vez
esquemas de interpretación, de sesgo reivindicatorio, sobre
el rol original del socialismo argentino."
La historiografía vinculada al Partido Comunista comen­
zó por algunos esfuerzos de dirigentes políticos por brindar
int.erpretaciones históricas, corno fue el caso de Rodolfo
164 -

Daniel Campione

Ghioldi, quien introdujo las líneas generales de la interpreta­


ción de la historia argentina, destinada a hacerse canónica
para el comunismo local: partía de la existencia de una oli­
garquía latifundista, de raíces feudales, que había obstaculi­
zado el proceso de desarrollo capitalista, para asociarse luego
al capital imperialista. En ese cuadro, existiría una 'burguesía
nacional' que había avanzado en los intersticios dejados por la
penetración imperialista y el poder terrateniente, y nunca ha­
bía consumado una revolución democrática y antiímperialis­
ta el país, postergada desde el siglo XIX, y una subsisten­
en

cia del 'problema agrario', encarnado en 'masas campesinas'


oprimidas por el latifundio. De esta matriz interpretativa se
dedujo, a partir de 1928, el tipo de la revolución necesaria en
Argentina: 'democrática, agraria y antiirnperialista, con vistas
al socialismo', caracterización que permanecería incólume en
el partido hasta mediados de los años ochenta."
En la lectura de la historia argentina y de la evolución de
su estructura social que plasmaron los comunistas, gravitaba

la matriz de pensamiento de José Ingenieros en su obra de


interpretación de la historia argentina, La evolución de las
ideas arqeniinas, El planteo dicotómico entre fuerzas por­
tadoras del progreso y otras oscurantistas y reaccionarias
que teñiría toda la evolución histórica, representada las pri­
meras por las ideas de la Ilust.ración y la élite intelectual que
las portaba, y las otras por la alianza del clero y los terrate­
nientes; la asociación de la colonización española con la im­
plantación de una sociedad feudal en el Río de la Plata, la
concepción de una elite jacobina como factor dinámico del
proceso histórico frente a unas masas raigalmente conserva­
doras, arrastradas por el arcaísmo colonial y el clero; el cul­
to de Alberdi y Sarmiento corno portadores de un proyecto
de progreso admirado acríticamente, y hasta cierto euro­
peísrno de trasfondo racista, todos elementos rastreables en
Ingenieros, inficionaron la visión histórica de los comunistas.
Los dos intelectuales más reverenciados dent.ro del cam­
po comunista, Aníbal Ponce y Héctor P. Agosti, reconocían
Argentina la escritura de su historia -

165

una relación de
discipulado con el autor de El Hombre Me­
ciiocre, directa y p-usonalizada en Ponce, mediatizada por
este último en Agosti, una genealogía intelectual que se pro­

yectaba hacia atrás, hasta los consabidos Sarmiento y Alber­


di. El esquematismo evolucionista de Ingenieros, sus inten­
tos de combinar el marxismo y las ideas del positivismo bio­

logista de Spencer," pudo vincularse bastante bien con el


'materialismo dialéctico' vulgarizado que campearía larga­
mente por sus fueros en el comunismo argentino. Su sentido
del curso de la historia como una evolución gradual, se aco­
modó a las prácticas políticas concretas del Partido Comu­
nista, que desde los años '30 estuvieron articuladas por el pe­
renne intento de incidir a favor de la que apareciera como
más 'democrática y progresista' de las facciones en
pugna
por el poder, en lugar de procurar la construcción de un sen­
dero independiente para los trabajadores.
El primer intento de historia argentina integral, hecho
desde el comunismo, fue obra de Juan José Real Ca través de
un Manual de Historia
Argentina), unos años antes de su
ruptura con el partido. Pocos años después, habría otro in­
tento similar, el libro de Alvaro Yunque Breve historia de los

argentinos. Rodolfo Puiggrós también escribió sus primeros


trabajos historiográficos estando en el Partido Comunista, co­
mo Rosas el pequeño y Mariano Moreno y la revolución,
democrática argentina, en los primeros años '40. En la mis­
ma línea Ernesto
Giúdici, que no dedicó a la historia sino a la
reflexión sobre el presente lo central de su producción, escri­
bió sin embargo una serie de artículos
recopilados corno Im­
perialismo imoies y tiberacion.nacional, de 1940. Allí se
avanzaba sobre la idea de que la formación social
argentina
era en lo predominante
capitalista, que esto se proyectaba in­
cluso sobre el campo (sin negar la existencia de áreas de ex­
plotación feudal o semifeudal), que ese desarrollo capitalista
iba a dar lugar a nuevos grupos políticos
ligados a él (lo que
preanunciaba, de alguna manera, la emergencia del peronis­
mo). También hacía hincapié en la necesidad de desarrollar la
166 -

Daniel Campione

solidaridad el proceso soviético sin olvidar la prioridad ar­


con

gentina y latinoamericana de la lucha contra el imperialis­


mo." Los escritos tempranos de Puiggrós .y de Luis V. Som­
mi", y estos de Ernesto Giúclici, nos brindan una pauta de ca­

lidad historiográfica y una autonomía de pensamiento en el


planteo de las hipótesis interpretativas, que no perduró en la
tradición comunista, luego mucho más estrecharnente subor­
dinada a los dictados de la dirección partidaria, y casi siem­
pre por debajo de estos intentos iniciales.
Un caso peculiar dentro de la historiografía comunista lo
constituyó el ingeniero Ricardo M. Ortiz, por su fuerte reper­
cusión fuera de los ámbitos partidarios o cercanos, y por su
capacidad para construir una obra especializada en historia
económica, con un gran acopio de información. Fue autor de
un ensayo sobre El pensarniento economice de Echeoe­
rría, de una historia de los ferrocarriles, y una Historia de la
Economía Argentina, objeto de múltiples ediciones, que fue

por décadas un manual insustituible sobre el terna, del que


presenta un panorama exhaustivo entre 1860-19:30, con pre­
dilección por el estudio de la economía 'real', en claro con­
traste con el predominio de las variables financieras o de las
'series' de datos que predominaban en otros tratarnientos. Li­
gado al Partido Comunista, aunque nunca actuó de forma pú­
blica en sus filas, Ortiz fue un brillante representante de un
grupo de 'historiadores-ingenieros' (Adolfo Dorfrnan, Horado
Giberti," etc.), que contribuyeron a echar las bases de nues­
tra historiografía econórnica, y que tuvieron en común una
orientación hacia la izquierda, influida por el marxismo, y la
frecuentación de árnbitos cercanos al Partido Comunista. En
el caso siempre fue visible su intento de mantenerse
de Ortiz
en los carriles de la interpretación marxista, aunque no pudo

eludir la tentación economicista, bajo la doble influencia del


clima general del 'marxismo' de la época, y de la 'deformación
profesional' producida por su dedicación a la economía."
El trabajo historiográfico comunista se sistematizó, y al­
canzó una mayor densidad de publicaciones y actividades,
Argentina la escritura de su historia -

167

con la dedicación de Leonardo Paso a la investigación histó­


rica, y la constitución del Ateneo de Estudios Históricos Ma­
nuel Belgrano, que nucleó a varios historiadores, dictó cur­
sos y realizóinvestigaciones, pero no tuvo, como institución,
la proyección en los ámbitos partidarios y afines de la que
gozaban las publicaciones individuales de Paso."
Ya en los años '(JO y '70, y desde entonces casi hasta la ac­
tualidad, Paso fue un publicista rnuy fecundo, y se ocupó de
etapas variadas de la historia argentina (La d.iplomacia de
Mayo, Rioadaoia y la LÍ'J'wa de Mayo, De la colonia a la
independencia; Los Caudillos y la Orqarcizacion. Nacio­
nal, Origen de los Partidos Políticos Araentinos, de la
que llegó a publicar dos tomos que llegaron hasta 19:30, Rai­
ces Historicas de la Dependencia. A raeraina¡ sin avanzar

demasiado sobre el siglo XX; salvo en algunos de sus traba­


jos más recientes, uno de los cuáles lo dedica al peronismo
(tal como La Arqentina 1948-1955, en dos tomos). Tam­
bién se produjeron bajo su dirección, trabajos de divulgación
como un Compendio de Historia Argentina o de polérni­

ca con el revisionismo como Rosas, realidad y mito o Co­

rrientes Historioaráficas," La regularidad de la produc­


ción y su encuadramiento en una institución dedicada con

exclusividad a las cuestiones históricas, no se proyectaron


por completo a los resultados de esa labor.
La obra de Paso adoleció del concepto del trabajo inte­
lectual que se tenía en esos años en buena parte de la iz­
quierda y en el Partido Comunista en particular: Los estu­
dios, históricos, sociológicos, económicos o de cualquier otro
carácter, obraban como fundamentación a posterior: de las
orientaciones y caracterizaciones ya adoptadas por la direc­
ción partidaria, sobre las que no había demasiadas posibili­
dades de entrar en discusión.
Así la
historiografía del PC quedó prisionera de la inter­
pretación partidaria sobre la estructura social argentina (el
carácter semifeudal de nuestra formación social, por ejem­
plo), y de las influencias positivistas y liberales que habían
168 Daniel Campione
-

permeado las corrientes socialistas de nuestro país desde


a

sus comienzos. Esto es evidente en los trabajos del propio Pa­

so, como por ejemplo Riuculauia Mayo, en el


y la línea de
que se una cerrada defensa de sus políticas, corno ada­
realiza
lid avanzado del progreso capitalista, con epicentro en las
grandes ciudades, contra el atraso feudal representado por
las fuerzas rurales y terratenientes encabezadas por Rosas:
"Para nosotros, la derrota del gobierno de Rivadavia sig­
nifica el cierre del proceso de Mayo y el triunfo temporal
de las fuerzas oligárquicas de los terratenientes-ganade­
ros y del atraso feudal, en la primera etapa de nuestra in­
'lO,!
dependencia.
Sobre ello se lo largo del libro:
insiste a

"( ) lo importante es comprobar cuál es el programa


...

que cada fuerza sustenta y cuál es el objetivo


de clases

que se acerque más a la liquidación del


orden feudal. Si
el 'federalismo feudal' del rosismo, que tendía a oponer­
se a la creación de la Nación y a mantener los privilegios
localistas en contra de la vida de la Nación misrna, o si la
política unificadora de Rivadavia, que tendía precisa­
mente a crear la Nación."?'
La filiación en el Ingenieros, e incluso en V. F.
enfoque en

López (siempre identificado con la burguesía porteña), apa­


rece clara, aunque viene a confirmarla las reiteradas citas de

ambos autores que jalonan el trabajo. Y también resulta evi­


dente, a todo lo largo de la obra, el afán cuasi-militante en
contra del revisionismo histórico que la articula."
Pesaba también sobre esos trabajos la pesada carga del
'marxismo soviético' con su componente creciente de 'objeti­
vismo' y y la tradición de forzar los datos
de la
economicismo,
historia y la realidad social al servicio de las posiciones políti­
se ciñó
cas del presente, que se formó en la era de Stalin y no

a los límites de la URSS ni desapareció con


la muerte de éste.
visualizar
El resultadoque el prisma principal para
era

la historia argentina era la existencia de un proceso de re­


volución democrático-burguesa trunco desde las épocas
Argentina la escritura de su historia -

16 9

del movimiento de Mayo, y cuya conclusión era la 'gran tarea'


pendiente para el desarrollo nacional." El gran problema de
Argentina no era, entonces, el capitalismo, sino la falta de él,
y la gran contradicción, rastreable a lo largo de su historia, la
existente entre aquellos a quienes se identificaba, en ocasio­
nes con cierta arbitrariedad, como los partidarios de un desa­

rrollo capitalista libre de trabas (Moreno, Rivadavia, Mitre,


Sarmiento) y los terratenientes portadores del feudalismo
(los caudillos, Rosas, Roca, etc.), que apostaban al 'atraso y la
dependencia'. Esos mismos términos se extendían a los deba­
tes historiográficos y las batallas políticas del presente:
"El rosismo no puede mostramos el futuro, sino solamen­
te un aspecto del pasado. Es por ello que los rosistas con­

temporáneos levantan cabeza cada vez que, sobre todo


desde 1930, se aferran a las riendas del poder político los
sectores oligárquicos más reaccionarios. De este hecho se
desprende que se trata de frenar todo posible cambio en
la atrasada estructura económica y social del país. %,
Se seguía pensando en términos de réprobos y elegidos,
en listados respectivos que recién se diferenciaban del ca­

non liberal, cuando se iba de 1880 en adelante. En cuanto a


las clases subalternas, que a lo largo del siglo XIX solían apa­
recer, de modo algo 'incómodo', alineadas con los represen­
tantes del 'feudalismo', no se les prestaba demasiada aten­
ción, reunidas bajo el impreciso mote de 'masas rurales', has­
ta que hacía su aparición la clase obrera, en el filó del cam­
bio de siglo, y cuya trayectoria se seguía con entusiasmo has­
ta el traumático 'corte' de 1945.
Mientras otros historiadores marxistas derivaban a rm 're­
visionismo de izquierda' dependiente en última instancia de
la más amplia corriente revisionista, pero con peso propio, o
lograban resolver una línea autónoma destinada a tener re­
percusión, corno Milcíades Peña, los trabajos de Paso no lle­
garon a constituirse en un polo de estudio de la evolución his­
tórica argentina, y dependieron en gran parte de la historio­
grafía liberal. Recurrían a ella a modo de 'fuente', a falta de un
17 O Daniel Campione
-

rastreo documental para luego tratar de 'interpretar'


propio,
en clave marxista el proceso histórico. Se sumaba el persis­
tente condicionamiento generado por las necesidades coyun­
turales de la organización política a la que pertenecían.
Tampoco puede comprenderse el trabajo de Paso sin ha­
cer referencia a la relación del pe argentino con 'sus' intelec­

tuales. Su consolidación como cabeza del trabajo historiográ­


fico vinculado al Partido Comunista, coincidió aproximada­
mente con las sucesivas disidencias que vaciaron práctica­
mente al Partido de intelectuales, a lo largo se­ de los años
iz­
senta, al tiempo que aparecía y se desarrollaba la 'nueva
quierda', corriente de pensamiento y acción que reivindicaba
el marxismo y la acción revolucionaria, tendía a enriquecerla
con el pensamiento posterior a los clásicos, y buscaba inspi­

ración política en la entonces flamante disidencia maoísta y


en la revolución cubana. Los miembros de los grupos que pu­
blicaban Pasado y Presente y La Rosa Blindada, los que
pasaron a las FAR, o al PCR, o los numerosos desgajamien­
tos individuales de pequeños núcleos, provocaron un cor­
o

te histórico entre la 'izquierda tradicional' (en primer lugar,


el Partido Comunista), y los intelectuales, jóvenes y no tan­
to, alineados en amplia mayoría con la 'nueva izquierda'. De
fuerza política hegemónica en los ámbitos intelectuales y
universitarios, el PC fue pasando a un lugar marginal en ese
en estudios e inves­
campo, y sus posibilidades de evolución
formación y
tigaciones que requerían un elevado nivel de
una dedicación sistemática, quedaron menguadas.
Paso fue
esa fuga ha­
uno de los destinados a suplir los 'baches' que

bía producido e con Pasado :1/ Presente se habían ido jóve­


nes historiadores como .J. C.·Chiaramonte y C. S. Assadou­

rian, por ejemplo, pocos años después brillantes exponentes


de la historiografía nacional). Y resultó un representante
más o menos típico de un conjunto de hombres formados
en

torna­
general fuera de] ámbito de las ciencias sociales, que
ron tardíamente el camino de
la indagación en ese campo,
institucional fuera de los
sin formación sistemática, asiento
Argentina la escritura de su historia -

171

cuadros del par: ido, ni posibilidades de dedicarse plenamen­


te a sus estudios." Además, era frecuente que los trabajos
históricos fueran hechos por encargo, para justificar algún gi­
ro de la línea partidaria. Valga corno un ejernplo entre varios

posibles, que las


en épocas del planteo de la 'convergencia cí­
vico-militar' proliferaron los estudios y biografías sobre te­
mas militares, algunas nuevas, otras re-ediciones de trabajos

ya publicados (Arenales, y Moreno, secretario de guerra,


firmados por Julio Novayo'", una historia del ejército argenti­
no, biografías de Mosconi, Baldrich, Savio y otros, escritas por
Raúl Larra'"), mucho más escasos en períodos anteriores."
El resultado fue una historiografía que, como buena par­
te de la actividad del pe de ese período, fue más bien 'endo­

gámica', dirigida al 'consumo interno' (militantes y simpati­


zantes) y sin alcanzar los umbrales mínimos (ni por calidad
intrínseca, ni por nivel de difusión) para ser tornada en
cuenta por historiadores de otras corrientes, salvo en tono
de crítica devastadora, como la que gustaba ejercer J. A. Ra­
mos, que en uno de sus ejercicios de ingenioso 'rotulado' pa­
ra fines polémicos, la bautizó como 'mitro-rnarxismo'. El jui­

cio de conjunto que esta historiografía merecía entre los his­


toriadores, puede resumirse en la siguiente frase:
"
.las tentativas historiográficas del Partido Comunista,
..

se mantenían dentro de los parámetros de la historiogra­

fía liberal, maquillándole con algunos conceptos del ma­


terialismo histórico. "I;¿
En historiografía tenía espacios de diver­
realidad, esta

gencia los liberales: la apreciación del período colonial,


con

en el que eran duros críticos de la colonización española

(coincidiendo en todo caso más con la generación de 18:37 y


la historiografía romántica que con Levene, De Gandía y
otros académicos propensos a la hispano filia ) y otro menos

tratado, pero igualmente presente, el de la valoración del or­


den oligárquico de 1880 en adelante, al que vinculaba sin
atenuantes con los terratenientes y el capital extranjero. Pe­
ro en la consideración de toda el lapso que va de 1810 a
172 Daniel Campione
-

1880, posición de los historiadores comunistas semeja una


la
suerte de 'radicalización' de la historiografía liberal, a cuyos

representantes se reprochará más de una vez no ser termi­


nantes, por ejemplo, en la vindicación de Rivadavia. y siendo
que el período que va entre la revolución de Mayo y la presi­
dencia de Sarmiento atraía los mayores intereses y la pro­
ducción más copiosa de los historiadores de todas las co­
rrientes, toda la visión historiográfica comunista quedaba
impregnada por la afinidad con el liberalismo." La semejan­
za de las posiciones era muy grande, en los juicios que se

emitían sobre gobiernos y personajes, aunque hicieran cen­


tro en el plano del juego fuerzas productivas/relaciones de

producción, y en el conflicto de clase para fundamentarlos.


Algunos trabajos recientes sostienen un juicio algo dife­
rente sobre los factores que influían en la historiografía co­
munista, destacando el componente nacionalista de la mis­
ma, aspecto sobre el que habría que profundizar."
Un nivel de complejidad diferente tuvieron algunos tra­
bajos de Héctor P. Agosti que sin tener un propósito estríe­
tamente historiográfico, incursionaron en la interpretación

histórica, como Nación y Cultura, que introdujo algunas lí­


neas de análisis innovadoras para la tradición comunista (lo

que fue celebrado, por ejemplo, por Juan José Hernández


Arregui), pero que no fructificaron en una producción pos­
terior orientada en esa dirección."
El Ateneo de Estudios Históricos Manuel Belgrano, corno
dijimos, no sobrevivió al cuestionamiento y desplazamiento
de su mentor, ejercido por sus propios miembros, que fue
contemporáneo del XVI Congreso de 1986, y allí feneció el
intento más duradero de construir un trabajo colectivo en
ton 10 a la historia vinculado a la organización partidaria. El
comunismo argentino no ha tenido una historiografía propia
en la última década y media, salvo los esfuerzos, tampoco

sistemáticos, en el campo de la propia historia partidaria,


que abordaremos más adelante.
Otros espacios de la izquierda marxista también han
Argentina la escritura de su historia -

173

producido propios enfoques históricos, aunque sin el nú­


sus

mero y diversidad de publicaciones de los comunistas. En el

Partido Comunista Revolucionario, Eugenio Gastiazoro pu­


blicó una ambiciosa obra de hist.oria integral, a lo largo de la
década de 1980: Historia Arqentiria. Iruroduccion. al
anaiisis economico-sociai, en tres volúmenes abarcando
distintos períodos hasta la actualidad. José Ratzer, por su
parte, emprendió el estudio de los prolegómenos del marxis­
mo en el país con Los marxistas argentinos del (90, y lue­

go la de los primeros años de las organizaciones part.idarias


socialistas en Historia del mooimieruo socialista en la
Argentina. Y existe un grupo de hist.oriadores de la econo­
mía (con especial énfasis en el ámbito rural), con inserción
universitaria, que a la vez militan en las mas del Partido Co­
munista Revolucionario.
En la tradición morenista del trotskismo, a la que estuvo
vinculado Milcíades Peña, se enrola Ernesto
González, con
un trabajo muy difundido sobre la trayectoria del
peronismo.
También han incursionado en historia argentina, algunos ex
miembros del grupo Praxis, liderado por Silvio Frondizi.:"
En cuánto a la 'izquierda nacional', ya ha sido analizada,
porque buena parte de sus principales dirigentes han interve­
nido en política más a través de su labor de historiadores que
por su actuación partidaria. Tanto Norberto Galasso como
Jorge Enea Spilimbergo responden a esta caracterización.

Las fuerzas de izquierda


escribiendo su propia historia

Fuera del ámbito académico, existe una cierta tradición


de historias 'de partido', escritas por dirigentes y militantes,
que asumen los estudios históricos como parte de una labor
política másgeneral.
La más antigua es la Historia del Socialismo Argenti­
no, de Jacinto Oddone, que abarca las primeras décadas de
174 Daniel Campione
.

desarrollo de agrupación, en un registro muy apegado a


esa

los documentos partidarios producidos en congresos y otros


encuentros, y que no va mas allá de la segunda década del si­
glo. También pertenece a esta tradición El socialismo en la
euolucion. nacional, de Américo Ghioldi. Estos trabajos
presentaban al socialismo local como un esfuerzo para ex­
presar políticamente a la clase obrera argentina surgida en
las últimas décadas del siglo XIX, y una tentativa de recoger
las mejores tradiciones del liberalismo, para superarlas. Los
socialistas produjeron asimismo numerosas biografías de sus
principales dirigentes, corno las de Luis Pan o Dardo Cúneo
sobre Juan B. Justo.
También el Partido Comunista incursionó en historiar su

trayectoria partidaria. El primer intento orgánico es el famo­


so Esbozo" de historia del Partido Comunista de la Ar­
gentina, dirigido por Victorio Codovilla, obra plagada de
omisiones y 'recortes' dirigidos a convalidar retrospectiva­
mente la línea partidaria. El Esbozo no fue reeditado ni ac­

tualizado, y lo que se produjo breves trabajos con moti­


eran

vo de congresos o aniversarios partidarios. Con el retorno a


la democracia en 1983 se editó un volumen sobre el Partido
Comunista, firmado por Osear Arévalo'", que incluyó una
sección histórica, y que no innovaba mucho respecto al Es­
bozo. El viraje del XVI Congreso derivó en una nueva versión
del Esbozo, hecho por un grupo de investigadores entre los
que se cuentan Enrique Israel y Julio Laborde, que corregía
alguna de las distorsiones del primitivo Esbozo" pero que no
iba mas allá de 1928. Algunos artículos aislados sobre perío­
dos posteriores fueron publicados en la revista Ideología y
Política, por esos mismos años. Se notaba en ellos una aper­
tura con respecto a las legitimaciones retrospectivas del pe­
ríodo anterior, donde el Partido nunca se equivocaba sino
que, a lo sumo, la línea era incomprendida y mal aplicada por
la militancia y algún dirigente 'desviado' hacia derecha o iz­
quierda. Con todo, eran sólo primeros atisbos de un cambio,
en el que se nota la timidez de los primeros pasos luego de
Argentina la escritura de su historia· 1 75

décadas de sacralización de las posiciones de la dirección


Estos esfuerzos iniciales no tuvieron una firme
partidaria.
continuidad, si exceptuarnos algunos aportes individuales
como los de José Schulman con sulibro Tito Martin. y el Vi­
llazo y su reciente estudio monográfico sobre los ferrovia­
rios disidentes de 1945.
En torno al Partido Comunista hay también una fuerte
tradición de anti-historias, destinadas a la crítica global de la
trayectoria partidaria, en general menos cuidadosas de un
análisis pormenorizado que de construir una defenestración
en bloque de la fuerza política y su dirigencia. Se cuentan en

esta caracterización la producida por Jorge Abelardo Ramos


bajo el título Historia del stalinismo en Argentina, el am­
plio espacio dedicado al pe en la Historia Critica de Puig­ ...

grós, pero también hay algunas más recientes, escritas por


militantes, como elAnti-Esbozo de Historia del Partido Co­
munista, de Jordán Oriolo, que sigue al Esbozo original para
refutarlo. En el mismo género de anti-historia, pero incluyen­
do en lugar central a la tradición del Partido Socialista, se ins­
criben los dos volúmenes de El Socialismo 811, laArgentina,
de Jorge Enea Spilimbergo, el primero de los cuales se titula
precisamente Juan B. Justo y el socialismo cipayo.
Dentro del trotskismo, en el ámbito cercano al Partido
Obrero, Osvaldo Coggiola publicó una Historia del Trots­
kismo Argentino, que llega a 1960, y su continuación El
trotskismo en la Argentina (1960-1985),711 con la peculia­
ridad de que el autor es militante de esa corriente, pero se
ha volcado a la historiografía de modo profesional. De todas
maneras, está escrito desde la perspectiva de que el único
grupo auténticamente trotskista en el país, es el nucleado en
torno a la agrupación Política Obrera, después Partido
Obrero. La visión apologética de la fuerza propia, con corre­
lato en un enfoque denígratorío de la posición de las restan­
tes, es una 'marca de fábrica' que tiene pocas excepciones
cuando las fuerzas de izquierda deciden mirarse a sí mismas
a través del proceso histórico.
176 Daniel Campione
.

Desde los años 80, y a ritmo creciente, comenzaron a


aparecer algunas obras de balance sobre las experiencias de
lucha armada de los escritas por militantes de las or­
60-70,
ganízaciones que tomaron ese rumbo. Se destaca Hombres
y mujeres del PRT-ERP, de Luis Mattini, último secretario
general de esa organización, Los últimos queuaristas, de
Julio Santucho, y varios trabajos sobre Montoneros, que fluc­
túan entre la historia, el testimonio personal y el periodismo,
como los de Juan Gasparini, Ernesto Jauretche y Miguel Bo­

nasso, entre otros. Practicando un corte dado por el género,


se encuentra Mujeres guerrilleras, de Marta Diana.

Los tres extensos tomos de La Voluntad -

Una historia
de la miiitamcia revolucionaria en A rgentina, realiza­
dos por Eduardo Anguita y Martín Caparrós, basada en un

conjunto de entrevistas autobiográficas, respaldadas por re­

construcciones de época, constituye un buen intento de dar


una visión
panorámica, contada en primera persona por pro­
tagonistas del período, pertenecientes a un amplio arco de
partidos de izquierda, con predominio de las que optaron
por la vía armada, y con un estilo de escritura que resulta
atractivo para un público amplio. Constituye una suerte de
relato coral sobre el lapso comprendido entre 1966 y 1978.
Se hallan en curso de publicación dos obras de largo
aliento:
a) Una historia del socialismo marxista a cargo de Otto
Vargas, dirigente de primer nivel del Partido ComUIÚs­
ta Revolucionario, de la que se han publicado dos to­
mos que llegan hasta 1930, contiene muy valiosa infor­

mación sobre la trayectoria del comunismo argentino


(sobre todo su segundo tomo) .71 Esta obra enlaza
(aunque con más de dos décadas de intervalo) con las
de José Ratzer. No las continúa, sino que retoma, des­
de el comienzo, el plan de trabajo inconcluso del falle­
cido Ratzer, con el nuevo aporte de documentos y pe­
riódicos que aquél no tuvo a su disposición.
b) El otro es el desarrollado por la corriente 'morenista'
Argentina la escritura de su histeria- 177

del trotskismo argentino, está siendo publicado bajo la


dirección de Ernesto González, historiador 'oficial' de
esa corriente, que ha publicado ya varios tomos de una

Historia del trotskismo obrero y reooiucionario


en la Argentina, con participación de algunos histo­

riadores más jóvenes (Hernán Camarero, Marcos Bri­


tos, etc). Ya se han editado tres volúmenes, que llegan
hasta la década del '60.
Estos trabajos, con despareja calidad en la investigación
adolecen de extrema
y nivel de información del que parten,
dificultad para despegar de la aut.ojustificación de la fuerza
siendo en buena medida, 'historias oficia­
política respectiva,
les' de cada partido (o de su posición también 'oficial' sobre
las organizaciones que los precedieron). Las críticas y falen­
cias señaladas al desempeño partidario son, en general, sólo
aquellas que la propia dirección partidaria se avino a recono­
cer en su momento. Y más grave, casi todas parten de acep­
tar elsupuesto de que la propia organización es 'el' partido
revolucionario dentro del campo de la izquierda argentina, lo

que repercute sobre el análisis del propio


ámbito y también
de las fuerzas restantes, con la que cuesta establecer una re­

lación que no sea la de la crítica despiadada, que siempre as­

pira a demostrar que las direcciones de los otros partidos tie­


nen objetivos menos nobles que la revolución social y la cons­

trucción de sociedad nueva, o bien que sirven a estas fi­


una

nalidades con un grado de ineptitud o deshonestidad que


vuelve su existencia contraproducente. Esta actitud resulta
particularmente negativa, en razón de que hace aparecer co­
mo incompatible el apasionamiento militante con W1 mínimo
de 'distancia crítica' para juzgar el proceso histórico, al me­
nos cuando el propio compromiso partidario se encuentra

más directamente involucrado, abonando oblicuamente el


campo de la visión 'despolitizadora' de la historiografía.
En el ámbito de los que dentro de la corriente entronca­
da en el Partido Socialista han conservado la filiación marxis­
ta y la vocación revolucionaria, la Fundación Juan B. Justo
178 Daniel Campione
.

realiza actividades de debate y divulgación que tienen un


protagonista fundamental en Emilio ,J. Corbiére, periodista e
historiador que ha entregado trabajos como Orígenes del
comumismo o.roentino y El marxismo de Enrique del Va­
lle Iberlucea; y ha emprendido una tarea muy amplia de res­
cate de la tradición socialista en Argentina. No le caben al tra­
bajo de Corbiére las generales de la ley enunciadas para los
casos anteriores sobre la 'autojustificación', si bien es cierto

que el autor se ha mantenido más bien alejado en sus estu­


dios, del período que abarca a su propia actividad militante.
Otra tradición de historia militante son las del movimien­
to obrero escritas pordirigentes sindicales. Cada corriente
importante del movimiento sindical tuvo
su propio historia­

dor. Entre las principales pueden citarse: Gremiaiismo


Proletario Argentino del socialista Jacinto Oddone, Histo­
ria del Movimiento Social y de la clase obrera en Ar­
gentina, del también socialista (y luego peronista) Alfredo
López, o la del también peronista Alberto Belloni, Historia
del movimiento obrero argentino. Sebastián Marotta, sin­
dicalista revolucionario, es autor a su vez de una muy ex­
haustiva historia del sindicalismo argentino, titulada El mo­
vimiento sindical argentino, en tres volúmenes. También
la Historia del Mooimieruo Sindical, de Rubens Iscaro
(comunista), dividida en una parte sobre la historia univer­
sal del sindicalismo y otra centrada en Argentina. Diego
Abad de Santillán fue el encargado de escribir la Historia de
la FORA anarquista."
Todas ellas adolecen de un enfoque excesivamente cen­
trado en el firncionamiento institucional de las organizacio­
nes sindicales, las unificaciones y rupturas de las centrales

de cúpula y sus congresos, sin analizar con profundidad la


estructura económica y social ni la evolución de la concien­
cia obrera. Comparten con los trabajos dedicados a las res­

pectivas historias partidarias, una tendencia excesiva a la


justificación de las posiciones y los cornportamientos de la
corriente de pertenencia del autor respectivo." La presencia
Argentina la escritura de su historia' 179

del peronismo sumaba una nueva divisoria de aguas, de acuer­


do a la cual los autores de izquierda minimizaban al movimien­
to obrero posterior a 1945 por corporativista o manipulado
desde el Estado, mientras que los que provenían del peronis­
mo solían subestimar, por minoritario e incapaz de captar la
74
problemática nacional, el sindicalismo anterior a 1943.
De todos modos, hay que tener en cuenta que son obras
escritas por militantes (algunos de ellos dirigentes de primer
nivel como Abad de Santillán, Marotta, Oddone o Iscaro),
más inspiradas por las luchas vividas y la militancia partida­
ria que por preocupaciones académicas, lo que hace más
comprensibles esas falencias."
En ámbitos del PC existió la práctica de publicar biogra­
fias (o autobiografías) de dirigentes obreros destacados, y
así las hubo de José Manzanelli, Luis De Salvo, Carlos Ons,
José Peter, Vicente Marischí, Rufino Reyes, Pedro Chiaranti,
Miguel Contreras y otros. En general de tono hagiográfico en
el tratamiento de los biografiados (salvo las autobiografías,
más bien pudorosas hasta el exceso en ese aspecto) y conte­
niendo elogios acríticos de la línea partidaria y la labor polí­
tica y social de los militantes comunistas. Constituyen sin
embargo un testimonio valioso de conflictos obreros y otras
luchas sociales, algunas de ellas olvidadas por completo por
los historiadores profesionales.

La historiografía de izquierda
en los ámbitos profesionalizados

Con carencias y debilidades, puede decirse que en las úl­


timas tres décadas de vida del país, ni siquiera en los terri­
bles años de las masacres y desapariciones han dejado de
existir propuestas que reivindican el arsenal teórico del mar­
xismo, la identificación con las clases subalternas, y la aso­
ciación del intelectual en general, y del historiador en parti­
cular, con el objetivo del cambio social radical. Todo desde
180 Daniel Campione
-

una perspectiva que trata de conjugar el profesionalismo con


las definiciones ideológicas claras y la actitud militante.
En la últirna década, entre avances y retrocesos, esos es­
pacios se han incrementado, sin acertar todavía a constituir­
se en una alternativa real a la ideología, a grandes rasgos de­
finible socialdemócrata y a la actitud de 'academicismo'
como

imperante. La mayoría de estos ámbitos tiene en común el


sufrir una cierta marginación: los historiadores sociales sue­
len no considerarlos parte de la 'comunidad de historiadores',
y por tanto acostumbran no comentar incluir­
sus trabajos, no

los enorientaciones bibliográficas, ni reconocer de ningún


modo explícito sus aportes a la disciplina. Algunas de las es­
casas e imprecisas reglas definidas por L. A. Romero en el año

1989 corno las que defmen a la 'comunidad', parecen deter­


rninar exclusión. Vale la pena intentar una reseña de sus
su

realizaciones, para lo que hay que remontarse a los años '60.7G


El CICSO (Centro de Investigaciones en Ciencias Socia­
les r7 marca un intento altamente profesionalizado, iniciado
en los años
'60, de fundar instituciones centradas en la inves­
tigación social
en general, con el trabajo sobre la historia (so­

bre todo la contemporánea) como un componente más de


ese campo rnás amplio, procurando integrar al
conjunto de
las Ciencias Sociales, con una metodología marxista asumida
expresamente. Este centro se funda en los primeros tiempos
de la dictadura de Onganía, y desarrolla una actividad conti­
nuada durante más de dos décadas. Lo inician Miguel Mur­
mis, que lo orienta durante varios años, Silvia Sigal, Inés Iza­
guirre, Eliseo Verón, Darío Cantón, Francisco Delich, Juan
Carlos Marín. Se incorporarán luego Beba Balvé y Roberto
Jacoby, entre otros. El trabajo colectivo Lucha de calles, lu­
cha de clases. Elementos para su, análisis: Córdoba 1969-
197 J7H; Y el varios años posterior 1969. Huelga Política de
Masas. Rosariazo, Co rdo bazo, Rosariazo, de Beba y
Beatriz Balvé, son dos muestras de trabajo sistemático y ri­
guroso sobre las insurrecciones callejeras de la época de la
'Revolución Argentina' y a la vez un modelo utilizable para el
Argentina la escritura de su historia -

181

análisis de las acciones de masas. A ellos se añaden, entre


otros, los trabajos de Nicolás Iñigo Carrera sobre la estructu­
ra de la clase obrera y sus acciones de masas," los de Inés
lzaguirre en torno a los desaparecidos, los estudios de Juan
Carlos Marín sobre la lucha armada": Estos quizás lo más
son

destacado de la producción de un conjunto de investigado­


res preocupados por la rigurosidad, el uso de métodos cuan­

titativos, y el desarrollo de una historia escrita no ya 'sobre'


sino 'desde' el punto de vista de las clases explotadas, en una
trayectoria que se prolonga hasta la actualidad." Nacido en
los años de auge del funcionalismo y de la escuela de Germa­
ni, CICSO fue un temprano contrapeso por izquierda de esa
corriente, y una valiosa búsqueda de no sacrificar el rigor a
la pasión militante, sino tratar de compatibilizar con sentido
creador ambos términos, con el consecuente objetivo de ins­
taurar la perspectiva marxista en las ciencias sociales. Decla­
rará uno de sus principales protagonistas acerca de los obje­
tivos y razón de ser del Centro:
"
sería el de instalar en la investigación
... en ciencias so­

ciales el cuerpo teórico de Marx. Una experiencia que


hoy podría aparecer simple, en la década del
como muy
60 muy compleja c. )
era .. la
investigación social en la
perspectiva de Marx estaba prácticamente ausente ( ) ...

sólo se puede entender la existencia de CICSO a partir


de entender previamente la existencia de la Escuela de
Sociología en la Universidad de Buenos Aires, sino, no se
entiende ( ) el CIeSO se construye porque en la Escue­
...

la de Sociología se produce una crisis intelectual, motivo


de que un grupo de profesores jóvenes presionan a la Es­
cuela para que hubiera una orientación en la perspectiva
de Marx. Y esto es vivido, de alguna manera, como una
"H2
experiencia urticante y disruptiva.
El PIMSA (Programa de Estudios sobre la Sociedad Ar­
gentina), ha desarrollado una suerte de continuidad del CIC­
SO, y formado un grupo de historiadores centrado en el es­
tudio de la trayectoria de la clase obrera a lo largo del siglo
182 Daniel Campione
.

hasta la actualidad (Nicolás Irugo Carrera, María Celia Cota­


relo, Roberto Tarditti, Jorge Podestá, Fabián Fernández, en­
tre otros), que vienen publicando unAnuar'io con parte de
sus principales investigaciones, en las que se combínan el es­

tudio del movimiento social argentino en décadas pasadas,


con el análisis de su trayectoria en el presente y el pasado

muy reciente. Nicolás Íñigo Carrera ha publicado reciente­


mente un exhaustivo estudio acerca de la huelga general de

19:361"\ que tiene entre sus virtudes traer a la luz un hecho


histórico sumido en el olvido, sin conformarse con esa 'recu­
peración'. Por el contrario, ernprende un análisis riguroso de
la estructura de la clase, las corrientes políticas que la sur­
can, y un estudio pormenorizado de los sucesos, en múlti­
ples dimensiones.
Quizás los grandes méritos de CICSO y PIMSA han sido
los de mantener un entronque con la tradición clásica del
marxismo más allá de modas pasajeras (aunque sucumbien­
do a veces a cierta tentación 'fundamentalista' en la lectura
de los clásicos), y el sostener la preocupación central por la
lucha de clases, enfocada desde una clase obrera vista como
eje fundamental del 'conjunto de los expropiados'. Por otra
parte, es de destacar que el enfoque histórico aparece en es­
ta tradición integrado al conjunto de los estudios sociales.
Ya en los años '90 se han formado grupos, dedica­
nuevos

dos centralmente a la historia del movimiento obrero y de la


izquierda, con una orientación marxista. Un fuerte desarrollo
ha tenido el trabajo deconjunto de historiadores nuc1ea­
un

dos en cierta medida en tomo a Pablo Pozzi, historiador for­


rnado en EE.UU. y especializado en la historia de la clase
obrera y las corrientes de izquierda en nuestro país. Pozzi y
su grupo" han desarrollado métodos de historia oral, aplica­

dos sobre todo a la clase obrera y organizaciones populares,


en línea con los trabajos de E. P. Thompson, Rayrnond Wi­

lliams, Raphael Samuel y la tradición de los Historu Works­


hops de Gran Bretaña, y registrando también fuertes influen­
cias de la historiografía radical sobre todo norteamericana
Argentina La escritura de su bistoria -

183

Genovese entre
(Howard Zinn, David Montgornery, Eugene
en la propia carrera de
otros). Procuraron disputar espacio
Historia de la UBN'\ pero lograron implantarse sólida­
no

mente. En cambio generaron su propia revista, titulada Ta­


a aparecer a mediados de los años '90. Es­
ller, que comenzó
ta tiene el rasgo singular, respecto de otras publicaciones de
nota en ella un consecuente
la misma orientación, de que se

esfuerzo por cumplir escrupulosamente las reglas de las pu­


blicaciones académicas: con abstracts en español, inglés y
sobre encuentros académi­
francés, información abundante
cos en el país y en el exterior,
datos útiles para investigadores
académico interna­
sobre archivos y bibliotecas, un consejo
no cede en na­
cional, y una singular calidad de presentación,
revistas de la 'corrien­
da (más bien al contrario) frente a las
frecuencia de tres o
te principal', manteniendo además una
una re­
cuatro números por año, muy alta periodicidad para
tan elevada
vista de casi doscientas páginas y una exigencia
también ha empren­
en su armado y presentación. Este grupo
actuación de la
dido una revisión amplia y diversificada de la
obrero y a los partidos,
izquierda, incluyendo al movimiento
es la investigación de Pozzi en
cuya más reciente aportación
Schnei­
tomo al PRT-ERp'H(¡ En colaboración con Alejandro
técnicas de histo­
der, el mencionado autor ha abordado, con
centrán­
ria oral, el período de auge de masas de 1969 a 1976,
olvida­
dose en la relación, frecuentemente minusvalorada u
en ese lapso."
da, entre la clase obrera y la izquierda marxista
Otro grupo es el formado en torno a la revista Razón y

Revolución, que breve vida ha publicado gran canti­


en su

dad de artículos sobre historia argentina escrita desde ese


ángulo."Entre otras líneas de investigación está desarrollan­
do una partidos de izquierda, con­
sobre la evolución de los
ducida por Eduardo Sartelli, su principal animador.
Vinculado al grupo de Pozzi en años recientes, pero con

peculiaridades que lo constituyen en un caso singular, se en­


cuentra el historiador latinoamericanista (también con tra­

bajos en historiografía e historia de la izquierda argentina)


184 Daniel Campione
.

Alberto Pla. Formado en la tradición de la historia


social,
en torno a José Luis
Romero, su formación teórica es fun­
damentalmente marxista, e incluso ha milit.ado dentro de
algunas corrientes del trotskismo. Quizás por su participa­
ción del linaje 'romerista' ha alcanzado un alto nivel de in­
serción académica con posterioridad a 1983 (tras un
perío­
do de exilio), llegando a ser titular de Historia de América
en las universidades de Buenos Aires
y Rosario, caso por
demás infrecuente en historiadores argentinos de orienta­
ción marxista." Entre las peculiaridades de su
producción,
se halla la de haber escrito un libro sobre
historiografía ar­
gentina, sin duda el intento más completo de un panorama
historiográfico nacional hecho desde el marxismo, el titula­
do Ideología y método en la
historiografía argentina,
editado por Nueva Visión en 1972.
La historia de la propia izquierdava convirtiéndose en un
tema predilecto de los historiadores de esa tendencia. Algu­
nos se han orientado a la evolución de las
ideas, o más pre­
cisamente, al estudio de algunas de las figuras intelectuales
de la izquierda argentina del siglo XX.
El trabajo de mayor aliento en esta orientación
es, sin
duda, El marxismo olindado en la Silvio
Argentina:
Frondiei y Milciades Peña, de Horacio Tarcus'", centrado
en la trayectoria política e intelectual de Milcíades Peña
y
Silvio Frondizi. Esta obra propone un recorrido por la iz­
quierda argentina centrado en la tradición trotskista (aun­
que no exento de referencias a otras corrientes dentro del
marxismo), basado en un intenso
trabajo de investigación
e interesantes líneas
interpretativas. Empero, y sobre todo
en sus capítulos dedicados a
Peña, el autor parece perder
distancia crítica, imbuido de un vínculo de admiración con
el malogrado investigador trotskista, el que parece jugar el
rol de un ant.icipado alter ego del propio autor (con el que
comparte la formación autodidacta, la filiación en el trots­
kismo morenista y la posterior ruptura con esa corriente
para quedar en cierta soledad política).
Argentina la escritura de su historia· 185

El propio Tarcus, y el CEDINCI (Centro de Estudios e In­


vestigación de la Cultura de Izquierda) que lo tiene como
principal animador, realiza una obra de recopilación, estudio
y divulgación de primer orden, que dota a la izquierda argen­
tina de un fondo documental propio que cubre variadas épo­
cas y tradiciones, y cuya utilización ya se refleja en trabajos

recientes. Se trata de un Centro de Estudios y Archivo, for­


mado inicialmente sobre la amplia colección de documentos
y publicaciones de izquierda recogida por Horacio Tarcus, y
luego ampliado con múltiples donaciones de intelectuales y
militantes de variadas corrientes. Se constituye así un ern­
prendimiento único en la Argentina actual.
Existe también una revista orientada por Tarcus, El Ro­
daballo. Revista de polüica y cultura, que sin ser una pu­
blicación especializada en la historia, ha publicado interesan­
tes avances, sobre todo en el campo de la historia de la iz­
quierda. Y en materia de edición de libros, la editorial El Cie­
lo por Asalto ha llevado a la imprenta algunos Importantes
trabajos sobre historia e historiografía argentina, en la colec­
ción La Cultura Argentina. Allí se editaron, entre otros, el
aquí citado Pensar la Argentina y un volumen colectivo
...

en torno a la obra de T. Halperín Donghi llamado Discutir

lIalperín, además de una compilación de los escritos histo­


riográficos de ese autor. Cabe señalar que la orientación crí­
tica de la revista y de los trabajos propios de Tarcus, no se ha
mantenido tan en alto en alguna de estas publicaciones. La
serie de entrevistas de Hora y Trímboli a historiadores argen­
tinos, no integra a ninguno identificado claramente con el
marxismo y la izquierda, prefiriendo ofrecer un abanico de las
grandes figuras de la historiografía académica hegemónica.
Otro aporte importante, de un autor con inserción en el
ámbito académico, es el de Néstor Kohan'" (si bien proviene
de la filosofía y no de la historia) que ha incursionado en la
historia de las ideas desde una perspectiva marxista, cen­
trándose en la trayectoria de la izquierda. Junto a explora­
ciones particulares (en torno a Deodoro Roca y la Reforma,
186 Daniel Campione
-

o el estudio previo a la compilación de Lo, Rosa Blindada),


ha publicado últimamente el libro De Ingenieros al Che, que
sigue el itinerario del
conjunto del marxismo latinoamerica­
no pero se centra en el argentino, analizando el pensamiento

de figuras como Héctor Agosti, Ernesto Giúdici, J. J. Hernán­


dez Arregui, Carlos Astrada y Alfredo Llanos, entre otros.
En una línea similar de historia de las ideas, se encuen­
tra Miguel Mazzeo, que luego de un trabajo inicial sobre Ma­

riátegui, ha enfocado su atención en J. W. Cooke, sobre el


que produjo algunos artículos y selecciones de documentos
inéditos u olvidados."
Entre la última generación de historiadores, cabe men­
cionar a Ornar
Acha, miembro del CEDINCI, quien está tra­
bajando en una obra sobre la historiografía de izquierda, que
incluirá trabajos sobre Ingenieros, Ramos, Puiggrós, Peña,
Bayer, entre otros, y que constituiría el primer trabajo espe­
cíficamente dedicado a brindar una visión de conjunto de los
trabajos historiográficos de la izquierda.
Los enfoques teóricos y metodológicos divergentes no
han dejado de campear al interior de la historiografía de iz­
quierda, generando los correspondientes cruces y debates.
Una línea de polémica se ha dado entre el grupo que lidera
Pablo Pozzi, adherente a una visión de raíz thompsoniana de
la estructura de clase, con eje puesto en la subjetividad, y con
gran énfasis metodológico puesto en la historia oral, y otro
enfoque que, esquematización mediante, se podría identificar
con visiones más ortodoxas del marxismo, y mayor preocupa­

ción por el armazón teórico de sus trabajos, y al que de dis­


tinta rnanera, y con diferente pertenencia generacional, re­
presentan Nicolás Íñigo Carrera y Eduardo Sartelli.
Este último a su vez ha ingresado en una línea de discu­
sión, ésta mucho más dura, con el post-estructuralismo iden­
tificado con el pensador francés Alain Baudiou, en contra del
planteo de escepticismo radical frente al trabajo historiográ­
fico que un grupo de esa tendencia (nucleado en torno a la
revista Acontecimiento) plantea." Otro grupo de jóvenes
Argentina la escritura dI: su historia -

187

historiadores ligados a un ataque en talante 'posmoderno' a

la hegemonía historiográfica, representado por Javier Trím­


boli y Roy Hora, entre otros (ataque que elude la confron­
tación concreta por espacios reales), fue impugnado por el
entonces Centro de Estudios José Carlos Mariát.egui, en un
debate que puede seguirse en las publicaciones de esta úl­
tima agrupación, a mediados de la década de los '90, cita­
das más arriba.
Los historiadores de izquierda forman parte de un con­
junto de esfuerzos signados por cierta dispersión y a veces
superposición de actividades, en la que cada pequeño grupo
tiene su revista, su centro de estudios, convoca sus propias
jornadas, encuentros, organiza cátedras libres." La circula­
ción entre grupos y entidades, y algunos esfuerzos de carác­
ter integrador, tienden a producirse con frecuencia crecien­

te, pero sin constituir todavía un 'campo' identificable, capaz


de darse una estrategia, una política articulada que oponer a
las que cuentan, en mayor o menor medida, con el visto bue­
no de los poderes existentes. La recientemente creada Uni­

versidad de las Madres de Plaza de Mayo, con programas de


estudio centrados en las ciencias sociales, ha atraído a algu­
nos historiadores de izquierda (Íñigo Carrera y Kohan, entre

los mencionados más arriba), pero tampoco en un rango


abarcativo que permita que se erija, al menos por el momen­
to, en ese ausente polo de convergencia.
Si un rasgo en común reviste la mayoría de estos grupos
e historiadores individuales, es la elección predominante de

tema y época: la historia de las clases subalternas y de las ex­


presiones de izquierda en el campo político y cultural, con
cierta preeminencia de los años recientes. Es decir que se in­
troducen de preferencia en parte de las cuestiones que, co­
mo vimos más arriba," son eludidas por la
historiografía he­
gemónica. Y más allá de las diferencias de enfoque nada des­
deñables entre ellos, procuran por lo general rescatar el
abordaje centrado en las clases y sus luchas, como factor ex­
plicativo central en el proceso histórico.

/'
188 Daniel Campione
.

El panorama de
conjunto nos habla de la existencia de
esfuerzos importantes, pero carentes de una articulación que
permita considerarlos una corriente, un 'campo' determina­
do. Construir esa articulación, trabajar en la convergencia de
esfuerzos que hoy se dan en dispersión, generar la capacidad
de darse una política para antagonizar con más éxito al pen­
samiento del establishrnent, son objetivos que no pueden
conseguirse ni rápida ni fácilmente, pero hoy existe el pro­
blema de que suelen ni siquiera ser percibidos en concreto
corno rnetas a alcanzar, y por lo tanto no suscitan mayor

preocupación por revertir la situación. Quizás la reactivación


de las luchas sociales que se está produciendo en los años re­
cientes, obre como un estímulo para pensar el trabajo histo­
riográfico sobre las clases subalternas, su acción y pensa­
miento, corno una tarea colectiva de creciente urgencia.

NOTAS

1
La metáfora pertenece a Gramsci en los Cuadernos de la Cárcel.

Esta obra fue objeto de sucesivas reediciones, reelaboraciones y ampliacio­
nes por parte del autor. La última, hasta el momento. fue la efectuada en los
años '80 en Hispamérica, presentada en tres volúmenes.
!
Puiggrós se sumó al peronismo 'desde afuera', llegando a formar el grupo
denominado "Movimiento Obrero Comunista", sobre la base de los disiden­
tes del PC que lo acompañaron en su salida de 1945. Los años '70 lo encon­
trarían junto a la 'tendencia revolucionaria', y luego al 'peronismo auténtico'
yal 'peronismo montonero'.
1
Pla le reprocha a Puíggrós una valoración positiva del Ejército que conclu­
ye por negar el carácter de clase de éste, su carácter de núcleo represivo
del Estado capitalista. Cf. Alberto J. Pla, Ideología y método en. la histo­
riografía argentina. Ediciones Nueva Visión., Buenos Aires, 1972, p. 160

Rodofo
"

Esa polémica es recogica en Puiggrós, André Gunder Frank; Jorge


Abelardo Ramos, Polémica sobre los modos de producción en Iberoa­

merica; Agrupación Universitaria Nacional, Buenos Aires, s/f.


ti
Vale como ejemplo de deslizamiento de Puiggrós a posiciones 'verticalistas'
Argentina la escritura de su historia -

189

una carta que le dirigió al en­


respecto al liderazgo de Perón, los términos de
tonces Presidente, con motivo de
alejamiento
su del cargo de rec­
forzado
tor de la PBA: "Mi fidelidad a la causa del justicialisrno es inquebrantable,
así como el reconocimiento del liderazgo suyo de la verticalidad que impli­

ca. ( ) Sigo, como siempre,


...
estando él sus órdenes para colaborar desde el

llano o de donde disponga, en la tarea histórica que usted dirige con cere­

bro genial." La Opinión, Bs. Ac.., 4 de octubre de 1973, reproducido por Li­
bario Justo, Nuestra patria iiasalla (Historia riel coloniaje argentino), t.
Unidos
V, De "dominio británico" a "patio trasero" de los Estados
(193011990), Grito Sagrado, 1990, pp 261- 262.

Horacio Tarcus ha expuesto el ya lejano y casi olvidado debate Gallo/Jus­
too Gallo defendía la inexistencia de todo resto feudal y la presencia de un

importante grado de desarrollo capitalista, y la ausencia de una burguesía


local interesada en la luchaantiirnperialista y contra los terratenientes.

Justo sostendrá que Argentina es una típica semicolonia, completamente


dominada por el imperialismo, con las clases dominantes locales corno so­

así configurado, elementos


cios menores y parasitarios. Quedaba en sus

esenciales, un debate de varias décadas sobre la estructura social argen­


tina y su conformación a lo largo de la historia, que desembocaba en ob­
socialismo. Cf. H.
jetivos estratégicos diferentes: liberación nacional vs

Tarcus, op. cit. pp. 91 a 107.


agrupaciones específicamente trotskistas pri­
K
Después de transitar por
Socialista de la
mero, socialistas afines al peronismo después (el Partido
Revolución Nacional) fundado en los últimos all0S de la segunda presiden­
cia de Perón, la 'izquierda nacional' fundó sus propias agrupaciones, pri­
mero el Partido Socialista de la Izquierda Nacional, y luego el FIP (Fren­
te de Izquierda Popular, formalmente una alianza que incluía al anterior).
"

y la guerra del Paraguay, Indoa­


Enrique Rivera, José Hernández
cf.

mérica, s/f.
1"
En realidad Ramos fue un privilegiado, dentro de la izquierda argentina,
por la repercusión crítica y mediática dada a sus trabajos desde fines de los
años '50. Su obra más ambiciosa, la síntesis de la historia argentina titulada
Renotucion y contrarrecolucion en la Arqentina, Amerindia, 1957, tuvo
innumerables ediciones, en diversos formatos (se la publicó también en for­
ma de tomos separados), y la corriente de Ramos condujo sucesivas casas
editoras dedicadas en gran parte a sus obras (Octubre, Coyoacán, Mar Dul­
ce, etc.). Su simultánea actuación política pública, con sucesivos agrupa­

mientos que ya en los '70 derivaron en el Frente de Izquierda Popular (FIP) ,

por el que llegó a ser candidato a presidente, acrecent.aron su repercusión


y nivel de conocimiento.
II
"La escritura de Ramos se entiende bien como una inscripción historio­
gráfica de una voluntad política. No había en su estrategia una intención
19 O Daniel Campione
-

de legitimación en la 'tribu de los historiadores'. El saber histórico era


más bien un insumo polémico que Iortalccía su interés básicamente orga­
nizativo: la construcción de una alternativa política socialista de tipo na­
cionalista donde él estuviera, naturalmente, muy bien ubicado." Ariel Ei­
delman-José Ornar Acha, "Nacionalismo y socialismo: Jorge Abelardo Ra­
mos y la Taller, vol. 5. N° 13- Julio 2000, p. 109.
'Izquierda Nacional:", en

En ese trabajo se lanza una tesis t.an original como atendible: la objetiva
proximidad de las posiciones de Ramos y de las de uno de sus enemigos
predilectos, el Partido Comunista Argentino. Cf. Ibídem, p. 107. En reali­
dad, creernos que Ramos llega a un resultado parecido que el PC. en

cuanto altipo de revolución Argentina (aunque


en terminología con par­
cialmente distinta), y la alianza de clases necesaria para su realización,
nacional es profunda­
aunque es evidente que la valoración del pasado
mente diferente entre el mentor de la izquierda nacional y un PC casi

siempre refractario a las posiciones del revisionismo histórico. La excep­


ción parcial fue Héctor Agosti, que valoró positivamente algunos aportes
de Hernández Arregui (mirada benévola que fue recíproca), pero no los
de Ramos. El componente nacionalista no está ausente en las posiciones
comunistas (y tiende a crecer hacia los años '70 y primeros 'SO), pero
interpretación de la realidad con fuerza similar a lo
nunca impregna su

es muy valedero matizar


que ocurre en la 'izquierda nacional'. Con todo,
la unilateral creencia (que Ramos contribuyó corno pocos a construir) de

un PC sólo por su antiperonismo 'gorila'


guiado en política, y por el libe­
ralismo de raíz mitrista en materia histórica .


le
planteo de Ramos, y los últimos es-
Ha sido señalada la filiación entre ese

critos de Trotsky, ya en su exilio mexicano, relacionados con las reformas


impulsadas por el presidente Lázaro Cárdenas (nacionalización petrolera
entre ellas), que el revolucionario dest.errado vio con suma simpatía. Cf.
Néstor Kohan, De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo arqen­

lino y uüinoamerica.no Biblos, 2000, p. 229.


11
J. A. Ramos, El partido comunista en la política arqentina. Su histo­
critica. Coyoacán, 1962, e Historia del statinismo en la Arqen­
ria :Y su

tina. Mar Dulce, 1969.

A Guevara, todavía en vida, lo ataca al menos en un artículo: "A propósito


11

del Che Guevara. Los peligros del empirismo en la revolución latinoameri­


Izquierda Nacional, 5 de febrero de 1964.
cana", en

1',
Ramos logró captar para las filas de la 'izquierda nacional', de modo tem­

porario o definitivo, a exponentes de quehaceres como la antropología (BIas


Alberti), las artes plásticas (Ricardo Carpani), la pedagogía (Adriana Puíg­
N. Kohan, op. cit. p. 231 y ss.
gros), y la propia historiografía (E. Laclau).
Adiós al coronel, Mar Dulce, 19S3.
Véase, v.g. la compilación de artículos
1"
Argentina La escritura de su historia -

191

Sus tres títulos de mayor aliento rondan la misma temática: Irnperiaiis­


17

mo .IJ cultura, ele 1957; La formación


de la conciencia nacional, de

¿Qué el nacionai? de 19G:J.


1960, y es ser

,�
Néstor Kohan atribuye la inflexión de su marxismo a la relación de disci­
Mondolfo, Rodolfo im­
pulado con el filósofo italiano radicado en Argentina,
de la obra marxiana tendía a rechazar la catego­
pulsor de una lectura que

ría de 'materialismo dialéctico' (que consideraba, en rigor de verdad, ajena


él Marx), realista', para destacar el
por la de 'humanismo
centro puesto en

la actividad humana. Cf. N. Kohan, op. cit.


conciencia nacional,
"1
Cf. J. J. Hernández Arregui, La formación de la
Plus Ultra, 197:3, p. 19.
La socio­
""
Cf. E. M. Berger, "Sobre método y estética de la reflexión social:
de J.J. Hernández Arregui" en H. González (comp.)
logía en el pensamiento
Los Los clásicos. Los
Historia critica de la socioloaia arqeruina. raros.

científicos. Los discrepantes. Colihue, 2000, p. 300.

histórico
"'
Peña, investigador y ensayista, oscilaba entre un enfoque
como

lo que queda subrayado en las dos lineas de


y otro de tinte más sociológico,
intelectual hicieron de sus
compilación que sus amigos y colegas de trabajo
escritos. Dentro de la sociología de su tiempo, se ocupó, para criticarlos, de
los trabajos de Gino Germani, y fue un fervoroso lector de C. Wright Mills,

cuyos conceptos utilizó con amplitud.


Cf. H. Tarcus, op. cit. :385 y ss.
""
la concepción histórica de Peña encuentra am­
Este costado de critica a

de Milcíades Peña.
plio lugar en J. O. Acha. "La concepción historiográfica
Las desigualdades de los marxismos." Mímeo.
reunieron en C. S. As­
Algunos de los principales trabajos de ese debate se
�,

"Modos
sadourian, C.F.S. Cardoso, H. Ciafardini, J. C. Garavaglia, E. Laclau,
de producción en América Latina", Córdoba, Cuadernos de Pasado y Pre­
sente, 1973.
�,
Jóvenes historiadores oriundos de Córdoba como José Carlos Chiara­

monte, Aníbal Arcando y Carlos Sernpat Assadourian, publicaron traba­


jos historiográficos en Pasado y Presente, mientras que Osear del Bar­
co, entre otros, ingresaba a la discusión desde una perspectiva más teó­
rica. Cabe aclarar que tanto Chiaramonte como Carlos S. Assadourian lle­
en la revista del
garon a publicar, unos años antes, trabajos históricos
Partido Comunista Cuadernos de Cultura, en la que ya escribía enton­
ces Leonardo Paso. Los Cuade-rnos de Pasado y Presente tuvieron
du­

rante estos años un indudable protagonismo en la difusión del Marx 'des­

conocido', y de otros pensadores marxistas ajenos a la codificación de


matriz soviética del 'marxismo-leninismo'.
!oC,
De acuerdo a ella, todas las sociedades humanas estaban destinadas a

pasar por cinco modos de producción: Comunismo primitivo, esclavismo,


1 9 2 Daniel Campione
-

feudalismo, capitalismo y comunismo.


�,;
Cf. E. Tandeter, arto cit. pp. 72-7:3. También afirma Tandeter: "Las discu­
siones sobre 'el modo de producción asiático' habían permitido cuestionar
la idea deuna línea única ele evolución de los pueblos y con ella el carácter

inevitable y progresivo de la sucesión de etapas propia de la Europa Occi­


dental". E. Tandeter, arto cit. p 74.
e'
Schvarzer siguió durante algunos años, firmando con seudónimos antes
utilizados por Peña, como 'Víctor Testa', con el cuál firmó un extenso estu­
dio titulado El Capital Imperialista, publicado en 1975.
eH
Al estilo de suPeña, Schvarzer ha mantenido una doble línea de
maestro
estudios: los históricos, y los
trabajos que estudian la economía y la sociolo­
gía en tiempo presente. Así, en esta última línea, La política económica de
Martínez de Hoz, Hyspamérica, 1986, y numerosos escritos breves, algunos
de ellos recogidos en Irnplarüaciori de un modelo economico. La expe­
riencia. argentina entre 1975 ?J 2000. A-Z editora, 2000.
e"
Eduardo B. Astesano fue militante comunista como Puiggrós, al que acom­

pañó disidencia, y como éste eligió la historia como escenario princi­


en su

pal de sus inquietudes intelectuales, aunque no alcanzó la difusión de aquél.


Entre sus obras Historia de la independencia economica, La, mouiliea­
cion. económica en los ejércitos sanmartinianos, El Martín Fierro ?J la
justicia social y Nacionalismo histórico o materialismo histórico.
Jo
Spilimbergo dirige el Centro de Estudios Arturo Jauretche, mientras que
Galasso piloteó el Centro de Estudios del Pensamiento Nacional, que ofi­
ció a su vez como sello editorial. Actualmente dirige el Centro Enrique
Santos Discépolo.
JI
Poeta y ensayista, Franco se relacionó en su momento con Peña, para
realizar en conjunto un trabajo general sobre historia argentina, que final­
mente no se llevó a cabo. CL H. Tarcus. El marxismo olvidado en laAr­
aeruino: Siluio Frondiei y Milcíades Peña, El Cielo por AS:11to, 1996, p.
1l8-119. Entre otros trabajos históricos, dejó un hermoso ensayo en tor­
no a indígenas en el período previo a la conquista del desierto,
las tribus
Losgrandes caciques de la Pampa y otras obras como Sarmiento y
Marti, El otro Rosas, El general Paz ?J los dos caudillajes.
'�Justo tentó la realización de una historia argentina de carácter integral.
Se trata de la serie titulada Nuestra patria vasalla (Historia del colo­
niaie araentino), que en cinco tornos y un Apéndice, publicados a lo lar­
go de tres décadas, recorren la historia del país desde 1535 hasta 1990.
'"
Mientras La Protesta era órgano de la FORA del
Congreso, y mantu­ V
vo una larga perduración (de hecho hasta nuestros días), existieron nu­

merosos grupos anarquistas ligados a sindicatos autónomos, al periódico

La Antorcha, de talante más radical que el de La Protesta, y a múltiples


Argentina la escritura de su historia -

1 93

organizaciones menos conocidas y duraderas. Un. panorama minucioso,


para mediados de los anos ';30, del 'mapa' del anarquismo,
lo ofrece Nico­
lás Iñigo Carrera en 19��G. La estrateaia de fa clase obrera, La Rosa Blin­
dada, 2000. El mismo au: '1' le ha dedicado a una ��'n;.Jnizacic)n anarquista,
la Federación Obrera Sp.irtacus (parte de cuyos miembros se incorpora­

ron luego al Partido Comunista), un estudio específico, que se ha publica­


do el Anuario .2000 de PIMSA. El líder de la mencionada Federación,
en

Horado Badaracco, ha sido terna ele una biografía novelada de Juan Rosa­
les, publicada muy recient.emente por La Rosa Blindada.
La huelga patagónica (h� 1921 y la masacre posterior, no tienen otro ante­

cedente en su tratamiento que el trabajo testimonia! de .Iosé Maria Borrero,


La Pauujonia Trágica, publicado en 1921. Posteriormente fue objeto de
un trabajo breve de Susana Fiorito.
::,
Osvaldo Bayer ha desarrollado una fluida labor periodística, en part.e de­
di cada a la historia (Todo es Historia lo tuvo e-ntre sus animadores prin­

cipales durant.e un período ), y parte a la defensa de los derechos huma­


nos en Argentina y en el mundo. (cf. Ornar Acha, "La historia vindicadora
en Osvaldo Bayer", mírneo).
Reeditada, vertida en ediciones resumidas (la colección Historia y Políti­
:,.

ca de Hysparnérica la publicó en un torno), y con una versión cinemat.o­

gráfica que fue un gran éxito de público y ha seguido viéndose profusa­


mente t'J1 lC'lpvisión y video, Los vengadores es sin duda la obra lustó­
..

rica de la tradición de izquierda que ha llegado a un público más amplio,


además de construir una versión de las luchas sociales de comienzos de

siglo incorporado a la memoria colectiva. Hace pocos anos, la


que se ha
conmemoración del líder huelguista Antonio 'El Gallego' Soto, fue ocasión
de difundidos actos en la Patagonia, el sur chileno y en Galicia, que cons­
tituyeron una reafirmación de las mejores t.radiciones del internacionalis­
mo obrero. Asimismo, el sindicat.o de trabajadores rurales de nuestro país
(UATRE) le ha rendido homenaje a otra figura de aquél conflicto, el cuno- •

cielo con el seudónimo ele 'Facón Grande', apodo que hoy da nombre al ho­
tel de ese gremio en la Ciudad de Buenos Aires.
:,
Utilizamos el término 'vindicación' en el sentido que le asigna O. Acha
en el trabajo arriba citado: "Mientras que la reivindicación implica una

operación de repetición, de validación de lo que sucedió el pasado, qui­ 1"11

zas de afirmación de que ello merecerla intentarse nuevamente, la vindi­


cación no se compromete con el objeto en su totalidad, sino Que extien­
de los efect.os de la acción que desarrolló tal grupo () persona. Mientras,
por ejemplo, los asaltos de los 'anarquistas expropiadores' no parecen
útiles como táctica emancipatoría (básicamente por su individualismo),
tales anarquistas pueden ser recuperados como luchadores en una socie­
dad opresiva que es la verdadera culpable de sus sufrimientos y castigos.
194 -

Daniel Campione

Memoria de una lucha, la vindicación señala más exactamente el crimen


como origen de la sociedad actual que la justeza sin problemas que ten­

dría aquella o esta acción de resistencia". (O. Acha. arto cit. p. :3)
:x
Gori es narrador y poeta, además de ensayista en trabajos él menudo liga­

dos a la historia santafesina, especial la de la colonización agraria, corno


en

Estudio histórico y social de la colon.ia Hu mboldt.; Familias coloniza­

doras; El indio, el criollo y el gringo; Voqos y mal entretenidos, l nin.i­


aracion Araentina; La Forestal ha sido reciente­
y colon.ieaciori en la
mente reeditada (1999) con un prólogo de Osvaldo Bayer,

Quizás con menos nivel, otro trabajo clásico sobre luchas sociales en el me­
dio rural santafesino desde una perspectiva de izquierda es, de Plácido Gre­
reeditado varias versiones de diferente
la, El Grito de Alcorta, veces en

extensión, la última en la Biblioteca Política de CEAL.

Juan Carlos Cena, El Cordobazo, La Rosa Blindada, 2000. Cena es un


:<.

hombre de prolongarla militancia en el gremio ferroviario, cordobés de ori­

libro de memorias, titulado


gen, que tras publicar un extenso e interesante
El Guardapalabras, en el que su ex-periencia en el gremio del riel ocupa un

sitio fundamental, ha trabajado en el mencionado volumen colectivo,

abriendo una historiografía de izquierda debería cultivar con mu­


veta que la

cha dedicación, ya que tras el prolongado estudio preliminar del compilador,


se hermanan testimonios personales con artículos de
historiadores profesio­

nales (Mónica Gordillo, Pablo Pozzi, entre ot.ros), en una audaz, y por eso

productiva, ruptura de 'casilleros'.


10
En realidad, el socialismo argentino también tuvo líneas de encuentro con
la renovación historiográfica. José Luis Romero se afilió al Partido Socialis­
ta en 1945, y permaneció varios años en sus filas.

11
Palcos llegó <1 ser miembro de número de la Academia Nacional de la His­

la década de los '30, plenamente incorporado a la corriente his­


toria, en ya

toriográfica liberal.
le
Periodist.a de La Nación, educador, y militante socialista, Campobassi
compuso dos extensas biografías: Sarmiento y su época y Mitre .IJ su épo­
no se apartan de las líneas habituales en la interpretación favorable
ca, que
de ambos personajes.
1:
Escribe el historiador del agro de origen francés Roman Gaignard: "Auto­
Od­
didacta, investigador cuidadoso y paciente, militante socialista ( ), J. ...

extremadamente infor­
done nos aporta la visión apasionada del polemista
nadie términos tan claros y tan
mado. Después de 1930 supo exponer en

fundamentados el origen de la aristocracia terrateniente en la Argentina y


No se le puede
todos lo han plagiado, citado o ignorado voluntariamente.
sus fuentes,
exigir el aparato crítico de un investigador universitario, pero
claramente indicadas y controlables, no se han visto nunca tergiversadas."
Argentina la escritura de su historia '
195

(R. Gaignard, La Pampa Argentina. Ocupación-Pohlo:núento-Explota­


cion. De la conquista (J la crisis mundial
( 15!j(}-1980), Buenos Aires,
Solar, 1989.
"
Nos referimos a La hipótesis de Justo, de Aricó, ya citada, ya Juan B.
Justo, F.C.E. 2000, un breviario biográfico a cargo de Portantiero.
",
Según una nota biográfica, Rodolfo Ghioldi estudió hist.oria en la Facultad
de Filosofía y Letras de Buenos Aires, y colaboró de
alguna manera en el Ins­
tituto de Investigaciones Históricas en
épocas en que lo dirigía Ravignani. Cf.
Leonardo Paso, "Rodolfo Ghioldi: Ha muerto un
maestro', en Cuadernos de
Historia. Nov. Dic. 1985, p. 4-5. Sería interesante
poder determinar hasta
qué punto las concepciones imperantes en el Instituto en esa época incidie­
ron sobre Ghioldi. En
trabajos históricos "En defensa de la revolución de
sus

Mayo", "Juan Manuel de Rosas" y "¿Qué es lo progresista y lo no progresista


en la Historia
Argentina?", Ghioldi se abroquela en posiciones fuertemente
contrarias a toda reivindicación de los caudillos o de la acción de las masas
rurales bajo su dirección, incluso cuando éstas no entroncaban con posicio­
nes rosistas. Lo fundamentaba en una idea lineal del
'progreso' entroncada
con las concepciones del marxismo soviético, que le hacía
juzgar como reac­
cionarias las acciones opositoras al liberalismo
burgués, que para él expresa­
ba, sin matices, la opción 'progresista' en la Argentina del siglo XIX. En años
posteriores, otro dirigente de primera línea, Fernando Nadra, incursionó re­
petidas veces en el tema histórico, llegando a publicar libros sobre el tema,
corno el titulado San Martin.
hoy, aunque en muy estrecha relación con la
propaganda partidaria. Otro dirigente importante con incursión en la histo­
riografía fue Benito Marianetti, productor de una biografía de Manuel Ugar­
te y de algunos trabajos sohre la historia de su provincia, Mendoza.
,.;
CL O. Terán, Vida intelectualen el Buenos Aires de
fim. de siqlo (1880-
1910), FCE, 2000, p. 290. El autor llama la atención sobre lo que el propio
Ingenieros denominaba su bioeconomismo y en otro pasaje caracteriza así
su pensamiento: "Se
estaba, sin duda, ante la versión econornicista de un
marxismo fuertemente penetrado por la influencia
positivista, al cual el in­
telectual argentino había tenido un seguro acceso a través del marxista ita­
liano Achille Loria." (Ibídem, p. 294). Recuérdese que Loria fue citado
vas­
tamente por Gramsci en los Cuadernos como ejemplo de la variante más
...

extrema, por momentos delirante, del economicismo.


17
N Kohan, De
Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino
y latinoamericano. Biblos, 2000, pp. 132 y siguientes. Allí mismo destaca
el autor, en una interpretación de Giúdici como un
'hereje' dentro de la tra­
dición comunista, que aquel libro despertó el entusiasmo de Raúl Scalabri­
ni Ortiz. Asimismo señala que, alrededor de 1940, Giúdici
y Puiggrós inte­
graban una comisión de est.udios de la formación social argentina, junt.o con
Paulino González Alberdi.
196 .

Daniel Campione

1"
el que produjo, ya <¡{lOS después, so­
El más recordado trabajo de Sornmi es

bre La recotucion del 90. Antes había trabajado sobre el capital trasnacio­
nal en Argentina, con un buen estudio sobre el capital norteamericano (Los
capitales uanquis en la A rqentina.y, y otro sobre el de origen alemán, evi­
dente trabajo de 'encargo', donde en aras de señalar al capital vinculado al
nazismo como enemigo principal. daba la impresión que todo el capitalismo
argentino se hallaba bajo égida alemana.

1"
Adolfo Dorfrnan escribió una Historia de la Industrio Argentina, cuya

primera edición es de 1 D42 y tuvo su reedición ampliada en 1970, y abarca

hasta 19:35. En su momento aparecería la continuación, Cimcuenta años


de industrialieaciori araent.ino.. Horacio C. E. Giberti publicó Historio
econornica de la acmarterta araentina; primera edición de 1 �}4 J reedi­ ,

tada y ampliada en 1981 por Solar. Ambas obras se convirtieron en material


de consulta indispensable para avanzar en los ramos respectivos de nuestra
historia económica, todavía hoy no reemplazadas por otros trabajos integra­
les del mismo alcance y nivel de informacíón.

Un comentario más que elogioso sobre la obra de Ortiz, al que práctica­


"

mente considera el máximo exponente de la historia económica en el país,


se encuentra en Horado J. Cuccorese, Historia crítica
de la h.istcn ioqro­

fia socioeconámica araenuma del siqlo XX, Univ de La Plata, 1975,


',1
En contemporaneidad viraje que el Partido Comunista realiza en el
con el
XV1 Congreso de 1986, cuyas tesis implicaban dejar de lado buena parte de
fue
las posiciones que sobre el pasado argentino sostenía el partido, Paso
de los miem­
desplazado de la conducción del Ateneo, a iniciativa de parte
bros del mismo, pero esa institución no continuó el trabajo, quizás por
efecto de las convulsiones de esa etapa. Sí lo hizo el propio Pasu acompa­
modo espo­
ñado por un pequeño grupo de militantes, y sacando a luz de
rádico una precaria publicación periódica. La profusa publicística del
pe en

materia historiográfica ha descendido abruptamente desde entonces, y


re­

de traba­
cién ahora se emprenden algunos intentos de retomar ese campo

jo con permanencia.
',e
Este breve libro de cien páginas) condensa una fundamenta­
(menos
más
ción de la labor histórica en la línea del DIAMAT soviético, que ocupa
el
la mitad de sus páginas, mientras que a la historiografía liberal y
re­
de
visionismo se le dedican sendos capítulos de menos de diez páginas cada
de los elementos comunes entre ambas corrien­
uno, y otro de valoración
más breve aun, lo que evidencia que la preocupación central
era rea­
tes,
refutación de los contrin­
firmar el enfoque 'científico', mientras que la
como una operación rápida y sencilla. Es interesante
la
cantes aparecía
llamamos 'revisionis­
valoración negativa que se hace de lo que nosotros
'trampa' ideológica: "A partir de la
mo de izquierda', reduciéndolo
a una

se inaugura en 1 �)7:3, este revisionismo rosista


nueva etapa peronista, que
Argentina La escritura de su historia' 197

presenta en algunos de sus hombres ciertas características nuevas:


apa­
rece inficionado de ribetes seudornarxístas, que es la nueva toma de po­
sición de sectores de la burguesía nacionalista para intentar frenar el ine­
vitable giro a la izquierda de las masas populares en la Argentina
"

cf. ...

Leonardo Paso y otros (Eugenio Ferrarotti, Enrique A. Palomba, Guiller­


mo Ríos y Raúl Femández), Corrientes historiográficas, Ediciones

Centro de Estudios, 1974, p. 55.


"
Leonardo Paso, Riuadacia y la Línea de Mayo, Fundamentos, Buenos
Aires, 1960, en la Introducción, p. 7
',1
Ibidem, p. 62.
'':
Ese objetivo antí-revisionista alienta desde la muy breve Introducción:
"Para los enemigos abiertos y desembozados, los que condenan la revo­
lución de Mayo como un acto poco menos que descabellado, tipo Ancho­
rena y Rosas, de aquella y esta hora, Rivadavia encarnó uno de esos 'lo­

cos bribones y furiosos' cuyo delito fue trabajar por la independencia na­

cional". "Otros, sostenedores más o menos vergonzantes de la misma te­


sis, ubicados en las corrientes demagógicas de aquella y de esta época, se
empeñaron siempre en demostrar que la gestión gubernativa de Rivada­
vía fracasó porque no supo colocarse dentro de la realidad histórica del
momento argentino en que le tocó actuar; son los que lo condenan por
'aristocratizante', 'europeizante', y por su aislamiento de las masas que
dirigían los caudillos." Tras esas estocadas apenas eufemísticas, primero
contra el revisionismo rosista más tradicional, y luego al más vinculado al

peronismo, se fundamenta la valoración positiva de Rivadavia. "En la bús­


queda de un camino argentino hacia el progreso y el bienestar del pue­
blo." Ibidem, p. 7 y 8.
""
Quizás la mejor exposición de esta tesis, con un esfuerzo por compatíbi­
lízarlacon categorías gramscianas, se encuentra en el Echeoerria de

Agosti, cuya crítica a su vez realizó José Aricó, y está incluida en uno de
los capítulos de La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en America La­
tina, Puntosur, 1988.
,7
Leonardo Paso. Rosas, realidad y mito, Cartago, 3a edición, 1975, p. 128.
''"
Con ser una suerte de 'historiador oficial' del partido, Paso siempre man­
tuvo tareas partidarias no vinculadas a su labor histórica. El trabajo inte­
lectual ocupaba un lugar marginal en el conjunto de la estructura
partida­
ria, y se tendía a Que fuera así en las vidas individuales de quiénes cum­
plían esas funciones.
',,,
Los trabajos de Julio Novayo no provenían del área de influencia de
Paso,
sino que eran alentados por el 'responsable
ideológico' del ese partido por
entonces, Osear Arévalo.
,"'
Raúl Larra no puede ser considerado en rigor un historiador, pero su
1 9 8 Daniel Campione
-

producción estuvo casi siempre ligada al pasado argentino, sea como bió­
grafo (El solitario de Pinas, sobre Lisandro de la Torre, además de las ci­
tadas) o como novelista (Sin, Tregua, casi una biografía novelada de José
Peter, y una de las pocas historias de ficción con centro en la clase obre­
ra industrial la lit.eratura argentina o ro soy Andresito Artiaas, sobre
en

el caudillo misionero). La novela histórica fue cultivada con cierta fre­


cuencia en los ámbitos comunistas, pudiendo mencionarse también Los

traidores, de José Murillo, sobre la huelga metalúrgica de 1954, y la muy


poco difundida La irumba es más que un tanao, de Luis Gorban, situa­
da en la coyuntura 73174 y el auge del peronismo de izquierda. Uno de los
mejores narradores de la actualidad, Andrés Rivera, novelizó el comunis­
mo de los años previos al peronismo en El verdugo en el umbral,

Néstor Kohan ha puesto en tela de juicio, a nuestro entender con buen


til

criterio, la idea de que la producción intelect.ual dentro del PC estuviera


homogéneamente regiment.ada dentro de aparatos culturales sin fisuras,
tesis que ilustra largamente con el ejemplo de Ernesto Giúdici en casi
cuatro décadas de trayectoria en el Partido. Sin embargo, dentro de un

campo heterogéneo, hubo aparatos que funcionaron casi siempre 'pega­


dos' a una línea partidaria vivida como absolutamente incuestionable. El
historiográfico del período, Paso, fue sin duda uno de ellos. Ver N. Kohan
"Herejes y ortodoxos. Ernesto Giúdice y las diversas tradiciones cultura­
les del comunismo argentino", en Periferias, Revista de Ciencias Socia­
°

les, año 2, n° 2, 1 semestre 1997, pp. 81-100 .

. ;,
Marta Cavilliotti, "Hacia la superacion de los 'revísionismos'" en Lautaro,

Revista del Centro de Estudios Universitarios José Carlos Mariátegui, año


1, n° l,junio 1995.
'"
Esa afinidad con el liberalismo solía no ser reconocida cuando se hacía

expresa referencia a las corrientes historiográficas consideradas bur­


"Sin restar
guesas, y se proclamaba ciert.a equidistancia frente a ambas:
méritos a todo cuanto hayan podido aportar las viejas corrientes históri­
cas en la información y conocimiento de nuestro pasado, tanto el libera­

lismo como el revisionismo rosista no han podido dar respuestas globa­


les válidas que, proyectándose sobre la conciencia nacional de nuestro
pueblo, alumbren sin sombra el camino de la liberación nacional y so­
cial. L. Paso, Rosas: Realidad y mito, Cartago, tercera edición revisada
n

y ampliada, 1975.
';1
Cf. José Ornar Acha, "Rodolfo Puiggrós, Nación, peronismo y revolu­

ción", mímeo.
';',
.Juan José Hernández Arregui, en La Formacion. de la Conciencia Na­

cirmal, se muestra gratamente sorprendido por la inflexión de ese trabajo


de Agosti.

./
Argentina La escritura de su historia' 199

ti"
Sin ser un historiador,
sino un filósofo y teórico de la política, Silvio
Frondizi ha dado de los aportes importantes a la interpretación des­
uno

de un punto de vista marxista de la sociedad


argentina, si bien con pre­
dominio del punto de vista sociológico sobre el histórico: La realidad ar­
gentina, El/sayo de iruerpretocion. sociológica. Vol I. El sistema capita­
lista, y Vol Il, La reuolucion socialista. Buenos Aires, Praxis, 1955 y
1956. Su formación marxista estuvo influida por el pensamiento de
Trotsky, y más tarde por los enfoques grarnscianos, sin ceñirse a ninguna
ortodoxia. El grupo Movimiento de Izquierda Revolucionaria Praxis por -

él fundado, incluyó a un futuro historiador profesional, Marcos Kaplan,


radicado desde hace muchos años en México, y progresivamente alejado
del marxismo. También salió de allí Ramón Torres Molina, que haría lue­
go algunos aportes historiográficos desde el peronismo de izquierda, y el
futuro dirigente del Partido Obrero, Jorge Altamira.
,'�
Mucho antes de la
publicación del Esbozo se produjo una curiosidad que
debería reeditada: Historia del socialismo marxista, un opúsculo fir­
ser

mado colectivamente por la dirección del recién fundado PSI-PC, fechado


en 1919 y dirigido a explicar la escisión del socialismo
argentino y los pri­
meros pasos del Partido Socialista Internacional, que ha sido utilizado en
trabajos de Emilio J. Corbiére y Alberto Pla sobre el terna.
1>8
Osear Arévalo, El Partido Comunista, CEAL, 198:3.
W
Nos referimos a AAVV, El nacimiento del PC, Buenos Aires, Anteo, 1988.
�"
Ambas partes de la obra fueron editadas entre 1985 y 1986, en la Biblio­
teca Política de CEAL.
71
Otto Vargas, El marxismo y la revolución argentina, Agora, tomo 1,
1987 y 11,1999.
¡,
Este intelectual de origen anarquista se dedicó de lleno al estudio de la so­
ciedad argentina en varias dimensiones, al punto que confeccionó un Dic­
cionario de Argentinismos. La Enciclopedia
Argentina, suerte de
summa geográfica, histórica, lingüística, de ciencias naturales, sobre el
país. También publicó Historia Argentina en varios tomos, en la que no
se apartó de los cánones
liberales, al igual que en los numerosos artículos
de carácter biográfico e histórico de la recién mencionada
Enciclopedia.
7'l
Un breve pero plausible comentario sobre estas 'historias militantes' del
movimiento obrero se encuentra en Héctor G. Cordone, "Apuntes sobre la
evolución de la historia sindical en la Argentina. Una aproximación biblio­
gráfica". Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, Documento de
Trabajo Nro. 32, Buenos Aires, 1992, pp. 5-6
7'
Como ejemplo claro de la posición antiperonista, se puede tomar él Jacin­
to Oddone, que cierra
Gremialismo proletario aroeruino en 1 !)46, en
su

función de que considera que en esa fecha se extingue el 'sindicalismo libre'.


200 .
Daniel Campione

citar sociólogo militante del peronis­


En la otra dirección se puede a un

se debatieron por espacio


mo, Roberto Carri: "Los sindicatos argentinos
de medio siglo en la indiferencia y la semiclandestinidad. Las ideologías

socialista anarco-sindicalista predominaron durante la mayor parte de


y

período, pero el movimiento sindical dividido y fragmentado


nunca
ese
su conjun­
pudo dirigir realmente la acción proletaria en nuestro país (en
to puesto que sectorialmente hubo ámbitos donde se
hacía sentir la in­

fluencia sindical). La excepción fueron las serias conmociones sociales de


lo hizo contra su volun­
la Semana de yen esa oportunidad
Trágica 191!J,
tad puesto que la acción espontánea o dirigida por grupos anarquistas
so­

R.
brepasaba las consignas impartidas por las organizaciones gremiales."
Sindicatos en la Argentina, Sudestada, 1967, pp. 11-12.
poder
Carri, y
", señalarse estos trabajos, quizás la que
De las falencias que pueden en

sea más de lamentar es el espíritu que están escritas la ma­


sectario con

una tentativa de síntesis


yoría, lo que provoca la ostensible ausencia de
que, sin abandonar el lugar
del compromiso militante, pudiera elevarse
se produjeron. Se les hace
por sobre las desavenencias y polémicas que
la afirmación de George Haupt para la historiografía europea
aplicable
paso demuestra que el fenómeno
dista de ser autóctono): "La
(lo que de
esencialmente un arma entre
historia del movimiento obrero deviene
esa hos­
dos rivales en el seno del movimiento, ella sirve para justificar
L'iiisto­
tilidad y para legitimar los intentos de hegemonía." G. Haupt,
rien et le mouuement social, París, Máspero, p. 30., citado por
G. Cor­

done, op cit, p. 6.
"Se debe cobrar conciencia del lugar específico y acotado que ocupa
71; en

historiográfica que aspira regirse por


a las pau­
nuestro la producción
país
vigentes en el mundo. ¿Cómo se identifican a sí mismos
es­
tas de calidad
historiadores? Quizás por exclusión. Quizás por la referencia a las
re­
tos
en la comunidad académica internacio­
imperan
glas de la disciplina que
nal ( ) Son ciertamente
...
bases mínimas para la constitución de una iden­
"1988: un
tidad entre los historiadores, pero bases al fin." Luis A. Romero,
en Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Ame­
año de Congresos",
ricana Dr. Emilio Ravígnani, 3° serie, N° 1, 1989, p. 171.

autóno­
Las reflexiones recientes sobre la posibilidad de generar espacios
t:

suelen asignar al CICSO un valor de


mos de creación de conocimiento,
el impulsar talleres,
"
conferencias centros
ejemplaridad. Así Pablo Pozzi: ... y

de estudio puede proveer lugares concretos de reagrupamiento, investiga­


intercambio intelectual. El ejemplo del CICSO es útil en este sent.ido.
ción e

trata de construir muchos CICSOS sino más


bien de nutrirse de una
No se

válida para generar instituciones alternativas que representen


experiencia
existen en el campo
la variedad de perspectivas, intereses y enfoques que
intelectual" en Taller,
popular". (Pablo Pozzi, "Hacia una alternativa

/
Argentina la escritura de su historia -

2 01

Vol :3. N° (j- Abril 1998). El número 6 de Razón. y NI'I'()lución, le ha


dedi­

cado a la experiencia de CICSO un dossier, titulado Marxismo, Historia y

Ciencias Sociales, coordinado pur Agustín Santella y Eduardo Sartelli.


M,
trabajo colecivo, realizado por Beba Balvé, J. C. Marín,
'x
Este libro es un

Beatriz Balvé, Tomás Bar, Roberto Jacoby y Gracie­


MurTIÚS, Lidia Aufgang,
la Jacoby.

ellos, Nicolás Íñigo Carrera y Jorge Podestá, "Análisis de una relación


'"
Entre
de fuerzas sociales objetiva: caracterización de los grupos sociales funda­
mentales en la Argentina actual". Cuadernos de CICSSO, Serie Estudios
n° 46, 1985, y varios trabajos sobre el movimiento obrero y campesino de la
región chaqueña, entre ellos, de los mismos autores Movimiento social y
alianea de obreros y campesinos. Chaco (J 934-1936), Biblioteca Políti­
ca, CEAL, 1991.
Principalmente, J. C. Marín, Los hechos armados. Un ejercicio posible,
""

CrCSO,1984.
Al filo del golpe militar Munnis fue reemplazado en la dirección por Marin
"1

y Beba Balvé, que serian de allí en adelant.e figuras protagónícas, a las que se
agrega Nicolás Iñigo Carrera. Avanzados los años '80 CIeSO sufrirla la salida
de Marin, y ya en los '90 la de Iñigo Carrera. La institución sigue existiendo,
bajo la dirección de Balvé.
"-'
Entrevista a J. C. Marín, realizada en 1999, citada por Agustín Santella,
"Desarrollos en ciencias sociales: el CICSO" en Razón y Recolucion, n° 6,
otoño de 2000, p. 5.

Nos referimos al ya citado 1936. La cst rateaia de la clase obrera, La Ro­


1':

sa Blindada, 2000.
�I
jóvenes vinculados a Pozzi a Er­
Pueden contarse entre los historiadores
nesto Salas, Alejandro Schneider, Roberto Elisalde, Hernán Camarero, Pa­

tricia Funes, Patricia Berrotarán. Coexisten en ese grupo investigadores más


identificados con las corrientes nacional-populares (Salas, Berrotarán) y
otros enrolados en el marxismo, más precisamente en la corriente rnorenis­
ta del trotskismo (Schneider, Camarero).
Ilf,
Algunos docentes nucleados en torno a Pozzi ingresaron sobre todo en cá­
tedras de Historia Argentina, de América, y en algún caso Contemporánea,
pero sin conseguir posiciones que los habilitaran para la dirección de esas cá­
tedras. Historiadores veteranos como Horacio Pereyra Alberto Pla opera­
o

ron como 'paraguas' de esas inserciones, que en general no sobrevivieron a


su fallecimiento o retiro.

Pozzi, primero solo (Oposiciori obrera a la dictadura 1976--1983, Con­


!O;

trapunto, 1988; y luego en colaboración con Patricia Berrotarán (Estudios


inconformistas sobre la Clase Obrera Arqentina 1955-1989, Letra Bue-
202 Daniel Campione
.

1994) Alejandro Schneider (Combaiiendo El Capital Crisis y


-

na, y con
recomposición de la clase obrera arqentino. (1 [)85-1993), El Bloque,
1994), ha trabajado primero sobre las luchas obreras de 1955 en adelante y
ahora se he. volcado a la historia de la izquierda, siendo su última aportación
en coautoría, la aludida en esta página, Los setentistas. Izquierda .1J clase

obrera: 196,9-1976, Eudeba, 2000. El más recient.e trabajo de Pozzi es Por


las sendas arqentinas El PRT- ERP La querritla marxista. Eudeba,
2001, fruto de cerca de una década de investigación sobre esa organización
armada, en base a un importante contingente de testimonios orales.
��
En uno de los pasajes iniciales de la obra, se aluden con claridad las omi­
siones que se intenta subsanar: "La izquierda, en la historia argentina, pare­
cería desaparecer, ael nacimiento del peronismo. Cuan­
partir de 1946, con

do recibe alguna mención, es para caracterizarla como 'alejada de los traba­


jadores' o como 'traicionando algún conflicto'. Así el trotskismo desaparece
de la historia de las luchas obreras; el partido comunista y su papel en la CGT
es olvidado; y la 'nueva izquierda' se ve reducida a memorias estudiantiles

-en todos los casos, dejando espacio al mito peronista-. No queremos decir
estuviera exenta
que la izquierda haya sido protagonista excluyente, o que
de errores, sectarismos y problemas. Lo que sí queremos decir es que el pe­
ríodo 1955-1976 se caracterizó por una relación dinámica y dialéctica entre
la izquierda y la clase obrera. Esta relación tuvo una influencia, aún hoy no
estudiada, muy profunda, que llegó a radicalizar sectores del peronismo." (P.
Poz7J yA. Schneider, Los setentistas ...
p. 17)
lO<
Razón y Reuoluciori comenzó a aparecer 1995, y han aparecido has­
en

ta el momento siete números, con amplia proporción de artículos históricos.


""
También enseñan en Rosario Gustavo Guevara, relacionado al grupo de la
revista Cuadernos del Sur y el porteño Eduardo Sartelli.

la UBA, las facultades de Ciencias Sociales y Fi­


'
•.
Tarcus es profesor en en

losofía y Letras.
_,
La inserción académica de Kohan es relativa, ya que buena parte de su ac­
tividad se desarrolla por fuera de la Universidad. Ultímamente ha cubierto un
rol importante en la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo.

Algunos de esos documentos se publicaron en la revista Periferias, n° 7,


'.�

Segundo Semestre de 1999, y otros compilados en forma de libro (con un


amplio estudio preliminar) en John William. Cooke. Textos traspapelados
(1957-1961), La Rosa Blindada, 2000. Antes de ello, Mazzeo había dirigido
la compilación de ensayos de varios autores: Cooke de uuelia: El aran. des­
cartado de la sociedad arqentina La Rosa Blindada, 1999.
�I
En el número 1 de Razón y Revolución, Sartelli rompe lanzas con his­
toriadores identificados con Acontecimiento, a partir de la crítica al libro
La nistoria desquiciada. Tulio Halperín Donah.i y el fin de la
Argentina la escritura de su historia· 2O3

problemática racionalista de la historia, Bs. 1993, firmado con el


As.

seudónimo "Oxírnoron ", escrito por un grupo de jóvenes encabezados por


Ignacio Lewcowicz.
El fenómeno de las cátedras libres, presente desde los años 'SO, hizo ex­
'"

de 1997 y en
plosión con las cát.edras 'Che Guevara', desarrolladas a partir
torno a los treinta afias de la muerte del Che. A partir de entonces, inicia­
tivas de ese tipo se han multiplicado a lo país: Marx, Ma­
largo y ancho del
etc. han si­
riátegui, John William Cooke, Agustín Tosco, Antonio Gramsci,
do advocación de sendas cátedras de este tipo. En ese fenómeno, la his­
toria nacional no ha tenido hasta ahora la fuert.e presencia que hubiera po­
dido esperarse. Algún curso de historia argentina dentro de la Cátedra Li­
bre de Derechos Humanos dirigida por Osvaldo Bayer, el curso de historia
del movimiento obrero encuadrado como Cátedra Libre Agustín Tosco, y
no mucho más.

"Ver cita de entrevista a Hilda Sábato incluida en R. Hora y J. Trímboli, op.


cit.
Argentina la escritura de su historia' 2O5

La divulgación histórica

La escritura de tema histórico tiene, desde antiguo, un


ofrecido por los especia­
público mucho más amplio que el
se de­
listas y estudiosos de disciplinas afines. A ese público
de notas y otro
dican, desde hace mucho, obras aligeradas
abarcan
aparato erudito, estilo deliberadamente llano, que
desde ensayos de elevadas aspiraciones en los que historia­
dores profesionales deciden tornar cierta distancia de las
reglasacadémicas para realizar sus planteo s con más liber­
tad (lo que suele identificarse corno 'alta divulgación' dirigi­
da a un público relativamente ilustrado y exigente),
hasta

relatos biográficos o de episodios históricos situados en los


el
márgenes de la novelística, sin mayor preocupación por
rigor de las hipótesis o la comprobación de los hechos, y ge­
neralmente producidas por narradores, periodistas e histo­
riadores 'aficionados'. Argentina tiene una prolongada tra­
dición en este campo. Ya en los años '30 y '40, parte de la
producción de Manuel Gálvez,' con biografías noveladas y
novelas históricas, perteneció a este género, y conoció en
su época multitudinarias, además de con­
ventas realmente

tribuir de modo significativo a la popularización del punto


de vista revisionista. En realidad, la novela histórica se re­
monta al siglo pasado, con Amalia de José Mármol, o las

novelas ambientadas en la época de Rosas de Eduardo Gu­


tiérrez. Y ambos 'padres fundadores' de la historiografía; Mi­
del he­
tre, con Soledad, y Vicente F. López con La novia
ese género
reje y La loca de la guardia, incursionaron en
con propósito divulgativo, de 'popularización' de
la historia.
206 Daniel Campione
.

Lo que inaugura Gálvez es una ficcionalización de éxito rna­


sivo, que llega a un público más amplio que el habitual de la
historia e incluso de la literatura.
En el plano de la divulgación la producción de la historio­
grafía liberal no fue tan importante, ni su hegemonía tan per­
sistente corno en el carnpo académico y en los textos desti­
nados a la enseñanza. Puede sí citarse una corriente dirigida
al público infantil y adolescente, centrada en las biografías
de próceres, que tuvo salida sobre todo a través de la Biblio­
teca Billiken", al menos hasta los años '70. Allí destacarían
Alberto Larrán de Vere e que practicaba la biografía, con bre­
ves libros sobre la mayor parte de los próceres) y Arturo

Capdevila (que entre su prolífica obra incluyó algunas bio­


grafías noveladas, varias de ellas de terna sanmartiniano). La
Academia realizaba actividades de divulgación por medios
distintos de la escritura, como reiterados ciclos de conferen­
cias, incluyendo las propaladas por radiofonía."
Ya en los años '60, el historiador Félix Luna, con sus nu­
merosos libros y la revista mensual Todo es Historia, dio

origen a una línea de divulgación que abrevó en el revisionis­


mo sin embanderarse con él, reivindicó al peronismo sin 'pe­

ronizarse' y al radicalismo sin activismo, en una senda ecléc­


tica (pero nunca neutral), que en términos de generación de
un mercado ha tenido resultados crecientes. Incluso se fue
desprendiendo de ,la impronta 'revisionista' cuando esa co­
rriente dejó de tener aceptación masiva, en un proceso que,
casi al mismo tiempo, forma y sigue al 'gusto popular' en ma­
teria historiográfica. Luna, si bien publicó obras sobre el si­
glo XIX, como Los Caudillos, y variados intentos de histo­
ria integral o de interpretación de aspectos generales (Bue­
nos Aires y el Interior, Conflictos y armonías en la h1:S­

torio. argenti'na, por ejemplo), tuvo en el siglo XX (casi vir­


gen de parte de la historiografía académica tradicional y
también postergado por el revisionismo) su objeto central de
escritura. Así publicó sus Yriqouen, Alvear, Ortiz, dos
obras sobre el peronismo (El 45 y los tres tomos de Perón
Argentina la escritura de su historia· 2O7

su tiempo¡ y el resunlCnArgentina. De Peron. a Lamus­


.?J
se, entre otros. Yen los últimos años se ha dedicado a obras
de historia integral, que fueron reproducidas en todos los
formatos posibles'. La experiencia quizás más ÍI iteresante en
cuanto a trabajos de divulgación que apuntaban a una histo­
ria argentina integral, bajo la dirección de Luna, fue Memo­
rial de la Patria, W1a treintena de volúmenes, que, en rigu­
roso orden cronológico, en W1a periodización que solía se­

guir los cambios de gobierno o régimen, pero nunca ubicaba


a personas en los títulos", abarcaban desde 1 H04 a 197:1. Lo

más significativo es que Luna convocó para esa colección a


un heterogéneo conjunto de autores que incluía historiado­

res revisionistas (Julio lrazusta, Miguel A. Scenna), miem­

bros de la Academia o próximos a ella (Carlos S. A. Segreti,


Luis C. Alén Lascano, Carlos Páez de la Torre), algún 'histo­
riador social' (Luis Alberto Romero) y un nutrido grupo de
periodistas e historiadores 'aficionados' de diferente extrac­
ción (Isidro Odena, Juan Carlos Vedoya, Andrés M. Carrete­
ro), sin descuidar al staff de Todo es Historia (María Sáenz
Quesada, Roberto A. Ferrero)." Luego de esta experiencia
que, sin dejar de apuntar al mercado, no estaba exenta de as­
piraciones de dignidad intelectual, LW1a se inclinó hacia éxi­
tos editoriales más seguros, y en los que su nombre suele

ocupar W1 sitio excluyente.


En cuánto a Todo es Historia, sepuede afirmar que, a
más de treinta y cinco años de su número inicial, constituye
por sí misma un fenómeno cultural. Destinada a la venta en

kioscos de diarios y revistas, su vigencia ha sido ininterrum­


pida, si bien no tiene el volumen de ventas de sus mejores
épocas. Por páginas han pasado historiadores de las
sus

más variadas tendencias, y de todos los niveles de forma­


ción, desde los más 'academicistas', hasta los niveles más
periodísticos de la divulgación. Allí publicó muchos de sus
artículos Osvaldo Bayer, Emilio J. Corbiére fue secretario
de redacción durante años, formó parte del staff de direc­
ción la estudiosa del feminismo Mabel Belucci. Ello junto

---_,. �
...

,.
/"
,..
208 Daniel Campione
.

con hombres de la Academia o de la 'historia social'. Tam­


bién en torno a Luna la
revista) se formó un grupo de
(y a

historiadores que tuvo un lugar destacado en la historiogra­


fía de divulgación, y que cultivó un estilo propio, más bien
conciliador de las diferentes vertientes, sin posiciones que
chocaran al sentido común del grueso de los argentinos cul­
tos. Quizás los más destacados sean el ya mencionado Miguel

Angel Scenna y María Sáenz Quesada, quien recientemente


se ha convertido en unaescritora best-seller por peso pro­
pio, e incluso ha publicado una historia argentina integral en
un tomo que parece destinada a un amplio éxito.
Luna será seguramente recordado como el hombre que
llevó la historia a los kioscos, en forma de revista de tirada
masiva, fascículos coleccionables e incluso como suplemen­
to de los diarios, además de convertirla en un best seller de
librería en niveles a los que sólo llegaron los rnás exitosos li­
bros de los revisionistas, pero aquéllos dufante un período
más breve (Luna ya lleva más de cuarenta años de vigencia).
Además, si su nivel de ventas era bueno hasta los primeros
años '80, el progresivo ocaso del revisionismo potenció en

gran medida su penetración en el mercado, al dejarlo sin


competidores.
En los '60 el revisionismo generó una gigantesca tarea de
difusión, aunque en general sin escribir demasiadas obras
con ese propósito específico, ya que la finalidad central de

toda su escritura era una y la misma: disputar, no en los ám­


bitos especializados sino ante el gran público, contra la hege­
monía de la historiografía académica y liberal. Por lo tanto,
casi siempre primaba un registro polémico, poco propicio a
la referencia erudita o a los recaudos metodológicos. La or­
todoxia narrativa y la calidad literaria de muchos de sus tex­
tos hacían simple su lectura a un público masivo, impulsada
en gran manera por la elevada polit.ización existente en el
período. Así obras La guerra del
como Paraguay y las
monumeras argentinas, de José María Rosa, o varias de
aquellas en las que Jorge Abelardo Ramos narró la historia
Argentina La escritura de su historia -

2O9

nacional, se potentes best-sellers, sin nece­


convirtieron en

sidad de sufrir adaptaciones ni síntesis. También tuvieron


elevada difusión las obras panorámicas escritas durante o

antes de ese período, la Historia de la A rqentina


romo de
Ernesto Palacio o la <1<- José Luis Busaniche (ambas en un
de la de Rosa al­
grueso volumen), e incluso los trece tornos
canzaron elevadas cifras de ventas, como antes dijimos,

En esos años de auge de la literatura social, política y en

especial histórica, también desde el marxismo hubo obras


que, aunque tampoco pensadas específicamente para
ese

propósito, alcanzaron a un mercado de lectores en expan­


sión. Los breves y muy baratos tomos de Milcíades Peña (la
tuvieron
ya mencionada Historia del pueblo aroentino)
un lugar central para la difusión de esa corriente, pero no lle­
garon a generar una política de sistemático ingreso en el de­
bate histórico del campo marxista.
El Partido Comunista intentó hacerlo en cierta manera,
pero sin romper con su sistema editorial de distribución res­

tringida (muchas veces forzada por la clandestinidad o la


censura, pero sin timing para aprovechar las épocas de más
libertad), y la historiografía comunista siguió teniendo a sus
afiliados y simpatizantes más cercanos como su público fW1-
damental. Trabajos como los de Alvaro Yunque, corno su bio­
grafía novelada Alem, el hombre de la multitud, o su tra­
bajo de similar carácter sobre el cacique Calfucurá. alcan­
zaron una difusión algo mayor, pero sin llegar a la masividad.

Quizás la política más amplia de ediciones baratas, con


importante presencia de enfoques de izquierda, fue la em­
prendida por Centro Editor de- América Latina en la etapa de
su dirección por Boris Spivacow, con series como La reali­

dad argentina o El país de los arqentinos, de fascículos co­


leccionables con la historia nacionaltema, combinando
corno

historiadores profesionales y aficionados. Con repercusión no


tan amplia, CEAL volvió a experiencias simílares en los

ochenta, ya bajo la dirección de Osear Troncoso, con una co­


lección específicamente dedicada a la historia argentina, de
21 O Daniel Campione
.

folletos breves que incluían selecciones documentales y un


estudio preliminar, dirigida por L. A. Rol. .cro y Lilia Bert.oni,
Historia testimonial Argentina: Docurnentos vivos de
riu.estro pasarlo. En la misma década, la Biblioteca Politi­
ca se todos los campos de las ciencias sociales y a
extendió a

diversos formatos de trabajo, desde la tesis doctoral a la bio­


grafía novelada, con el solo rasgo en común de estar referidas
a nuestro país periodo contemporáneo. Una buena pro­
y al
porción de los casi quinientos volúrnenes editados, estuvo di­
rigida a temas de la historia argentina de las últimas décadas.
A mediados de los años '80, la editorial Hyspamérica rea­
lizó un interesante intento de divulgación, a través de la co­
lección Historia y Potüica, de ediciones baratas de clásicos
de la historia y de la literatura de memorias, en ediciones ba­
ratas colocadas en kioscos. Desde la obra de Zinny o Saldías
a la de J.L. Romero, Ferrnín Chávez o Gregario Selser, entre

los historiadores, memorialistas corno el general Paz, libros


de viajeros desde Thomas Me. Cann a Huret y Clemenceau,
con inclusión profusa de investigadores extranjeros (AIain

Rouquié, Peter Waldmann, Samuel Bailly, Magnus Morner,


Manfred Kossok, Harold F. Peterson, p. ej.), y de cientistas
sociales ocupados en temas históricos (Guido Di Tella, Julio
Godio, Liliana de Riz, entre otros), se reeditaron un centenar
largo de títulos, abarcando los más variados períodos, temas,
escuelas históricas y modos de abordaje. Lamentablemente la
colección nunca volvió a relanzarse, y quedó convertida en W1
clásico de las librerías de viejo. Muy recientemente dos colec­
ciones en curso, una dirigida por Gregorio Weinberg, en edi­
torial Taurus, y otra por el librero Alberto Casares, en Eme­
cé, han retornado la publicación de trabajos de memorialistas
y viajeros, en prolijas
ediciones con estudio preliminar en el

primer caso y prólogos breves, en el segundo, pero sin incur­


sionar en historiadores.'
En los últimos años, y dentro de un retorno del género
ha producido un particular relanzamiento de
biográfico, se

historiadores del ámbito de la Academia Nacional de la


Argentina la escritura de su historia .
211

Historia. Dentro ele una argentina de la


colección de historia
editorial más poderosa del mercado nacional, autores como
Miguel Angel De Marco (actual presidente de la Academia),
Carlos Páez de la Torre (h), Carlos Segreti y Patricia Pasqua­
li, han publicado biografías que se centran en algunos de los
próceres del panteón tradicional del siglo XIX más cuestio­
nados por el revisionismo (Lavalle, Rivadavia, Mitre, Avella­
neda) y no incluyen a ninguna figura del panteón alternati­
,

vo del revisionismo. Creemos que indican un propósito de

desandar definitivamente los antiguos avances del revisio­


nismo en la conciencia histórica popular, al menos en la de
sus sectores más ilustrados."
La historiografía universitaria predominante desde 198:3,
luego de asentarseen el terreno académico, se ha lanzado a

disputar este terreno (la Historia Arqent.ina publicada co­


mo suplemento de Clarín con la orientación de L. A. Rome­

ro es una evidencia en este sentido, así como el volumen

Historia Araentina Contemporánea, de Luis Alberto Ro­


mero o la colección de biografías del Fondo de Cultura Eco­

nómica que se puso a la venta en kioscos), quizás como el


primer intento orgánico (la vieja escuela erudita nunca lo hi­
zo) de ingresar a la difusión masiva con las misrnas firmas
que ocupan posiciones preeminentes en la Academia (para
los textos escolares existe el antecedente de José Luis Ro­
mero, que también aportó su Breve Historia Arqentina.y,
Incluso, se ha
conseguido una presencia frecuente de los his­
toriadores (L. A. Romero, pero también Hilda Sábato o Fer­
nando Devoto, entre otros) en los diarios, no ya en suple­
mentos o secciones culturales, sino en las páginas de edito­

riales, dando una legitimidad creciente a la intervención pú­


blica desde el saber histórico. En una empresa consciente (y
explícita) de dominación de todo el carnpo historiográfico en
sus diversos niveles, la divulgación masiva no podía ser des­

cuidada. L. A. Romero, guía y 'operador en jefe' de esta em­


presa cultural, se lanzó con decisión a ese terreno, con ayu­
das sustantivas corno la del Multirnedios Cla.rin, el Fondo

/
212 Daniel Campione
.

de Cultura Económica .Y Editorial Sudarnericana (la editora


de la colección Historia y Cultura y ahora de la Nueva
Historia Arqentinai. Mientras que tanto revisionistas co­

mo liberales, aun en sus épocas de auge, solían publicar sus

libros en marginales o muy especializadas, la


editoriales
'Nueva' Historia ha sabido posicionarse en el mismo núcleo
de la gran empresa editorial.
Se debe asimismo vincular con este fenómeno, la ya
mencionada publicación, casi simultánea, de la nueva ver­

sión de la Historia de la Nación Argentina, por la Acade­


mia, y de la Nueva Historia Argentina, de los historiado­
res sociales, obras ambas que responden bastante aproxima­

damente al tipo de la 'alta' divulgación. A lo que se ha suma­


Historia
do, con menor nivel de difusión, la reedición de la
Argentina que en los últimos años de la 'Revolución Argen­
tina' editara el sorpresivo agregado de un último
Paidós, con

tomo que la remonta hasta el golpe militar de 1976, a cargo


de la socióloga Liliana De Riz."
Cabe destacar una línea de divulgación emprendida re­
cientemente por historiadores dedicados principalmente a
la enseñanza secundaria (miembros del cuerpo docente del
de
Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Superior
Comercio Carlos Pellegrini), que han tenido la particulari­
dad de optar sobre todo por medios audiovisuales (video,
página web y televisión por cable) y han reconstruido
con

una perspectiva crítica la historia contemporánea


de nues­

tro país, expuesta en una serie de videos, con el mérito adi­


cional de llegar hasta nuestros días .

Asimisrno, algunos historiadores universitarios de iz­


.

quierda han colaborado en la escritura de libros de


texto

(Roberto Elisalde, p. ej.), si bien actualmente los


textos sur­
bastante despersonalizado, donde
gen de un trabajo grupal
el 'sello' lo marca en mayor medida la empresa editorial que

los autores de talo cual texto.


En el escalón más bajo en cuanto a su vinculación con la

historiografía con reconocimiento académico, pero quizás en


Argentina la escritura de SI historia -

213

el más alto en cuanto a el mercado, se encuentra


impacto en

la novela histórica de los últimos años. Este tipo de obras


volvió a ser exitosa en nuestro país en la década de los '80,
pudiendo citarse de esa época Juamarnamuela 'mucha rnu­
jer de Martha Mercader, y La revolución, es un sueño
eterno, de Andrés Rivera, en torno a la figura de Juan José
Castelli, el jacobino de la revolución de Mayo." En estos ca­
sos iniciales, se trataba de autores ya conocidos en el campo

de la literatura de ficción, que decidieron motu. proprio to­


mar el pasado nacional como temática. Arnbos libros fueron

un éxito de ventas, y poco después sería el ubicuo Luna el


aun más exi­
que ingresaría a esa nueva liza con Soy Roca,
toso que los dos anteriores.
Pero fue años después que se dio una avalancha de no­

velas de ambiente general de autores noveles o


histórico, en

poco conocidos, claramente inscriptos en una operación de


mercado de las grandes editoriales, con claros signos de 'fa­
bricación en serie' y con una calidad literaria, en términos
generales, muy inferior a la de los predecesores citados. En­
tre los de mayor impacto se cuentan los sucesivos títulos de
Juan I. García Hamilton, sobre Alberdi, Sarmiento y San Mar­
tín, El grito sagrado, de Pacho O' Donnell, o el relato arma­
do por la periodista Araceli Bellota, con la correspondencia
amorosa de Sarmiento. Se trata de un acercamiento a la his­
toria que privilegia la anécdota superficial, la historia de al­
coba, el 'descubrimiento' de parentescos ignorados, y otras
banalidades en nada vinculadas a los ejes centrales del proce­
so histórico. El gusto masivo por la lectura de historia nacio­
nal no se ha perdido, como queda demostrado por el éxito de
estas novelas, pero sí transformado en algo más vinculado al
entretenimiento que a la reflexión social y política. De paso,
se eligen casi invariablemente personajes pertenecientes al

panteón 'oficial' tradicional, quizás como lID modo adicional


de conjurar los 'fantasmas' que pueda haber dejado el revisio­
nismo en la conciencia histórica de los sectores medios.
Hay que aclarar que no todas las novelas históricas de los

---
-- __
214 Daniel Campione-

últimos tiempos responden a esa línea. Por ejemplo, las de


Horacio A. López, en las que se intenta un acercamiento al
contexto social de la época y a los con!1ictos y luchas de
ideas imperantes. Estas tienen en común el intento de res­
catar personajes 'jacobinos' de la Revolución de Mayo y la
1 1
Guerra de la Independencia.

NOTAS

I
El escritor nacionalista fue autor de varias novelas históricas, centradas en
el periodo rosista (1829-1852). Varias de ellas estaban estruct.uradas al mo­
do de 'episodios nacionales' (nombre de la serie de relatos históricos del es­
critor español Benito Pérez Galdós), abarcando un lapso y sucesos que ya
se indicaban en el título: El general Quiroga: 1829-1835, Tiempo de

odio yangust'ia: 1839-1840, Han tocado a degüello: 1840-1842, Bajo


la garra anglofrancesa: 1848-1848, Y así cayó don Juan Manuel:
1850-1852, El Gaucho de Los Cerrillos, La ciudad pintada de rojo.
También compuso un extenso relato novelado de la guerra del Paraguay:
Escenas de la guerra del Paraguay, en tres volúmenes.
e
La propia revista Billiken. cuya aparición comenzó en las primeras déca­
das del siglo, fue un escenario privilegiado para la versión más apologética
de la historiografía oficial, dedicada a un público infantil o en los primeros
años de la adolescencia. En los '60 aparece su competidora por excelencia,
Anteojito, que no innova en el tratamiento de la materia histórica.

La A.N.H. transmitió durante un tiempo las conferencias dictadas en la ins­


,

titución por la entonces Radio del Estado. Cf. Cattaruzza, A., "Descifran­
do ...
", arto cit. p. 454.

1
La historia argentina de Luna apareció incluso como anexo al popular dia­
rio Cronica, en folletos coleccionables de modo independiente.

Así el tomo que trata la presidencia de Mitre, a cargo de Trinidad D. Chia­


"

nelli, se llamaba El gobierno del puerto, y el correspondiente a la primera


presidencia de Roca, escrito por Andrés M. Carretero, Orden, paz, entre­

ga. Quizás se trataba de reflejar con esta 'despersonalización', la idea de es­


tar haciendo historiografía moderna, no centrada en los grandes hombres si­

no en la totalidad de los procesos .

En la solapa de contratapa de cada uno de los volúmenes, se enunciaba bre­


. ,

vemente lo que se pretendía ofrecer con la colección:


"Una visión completa
Argentina la escritura de su historia· 21 5

de la historia de la Argentina independiente a través de sucesivos volúme­


nes eruditos sin pesadez, de claro lenguaje pero sin superficialidad y con un
único compromiso con el pasado: la verdad histórica." Es decir, textos ac­
cosibles a un público amplio, que no aparecieran embanderados en una u

otra corriente, y que mantuvieran cierto 'piso' en su nivel de elaboración.


,
Por esta vía se han reeditado las Memorias curiosas de Antonio Beruti,
las del general Miller, Cunnígham-Graham, el general Belgrano, El Diario
de Gabriel Quiroga ele Gálvez, ent.re muchas otras.
x
Estas obras h ..U1 sido lanzadas por la Edit.orial Planeta, en un formato ele­
gante y a precios medios-altos. La Academia, largamente marginada de una
literatura histórica de aspiración más o menos masiva, ocupa así un sitio en

la 'alta' divulgación, a la vez que vuelca trabajos que, por su tema y orienta­
ción, parecen orientados re-generar
a un consenso en tomo a las valoracio­
nes de la vieja historia liberal.
"

Rivera ha vuelto a incursionar con éxito en la narrativa ambientada en la his­


toria del siglo XIX con El Farmer, obra dedicada al exilio británico de Rosas.
10
Ver más arriba la mención al trabajo de Liliana de Riz, que ha escrit.o con
frecuencia sobre temas de historia contemporánea, pero desde su forma­
ción disciplinaria corno socióloga y cientista política.
11
Nos referirnos a las novelas de Horacio A. López Memorias desde el
Fondo del Mar: Novela historica, Buenos Aires, Dírple, 1997 y Por un
único sol. diario ficcional de Monteaqudo, Buenos Aires, Anfictionía,
2000.
Argentina La escritura de su historia -

217

VIII

Sobre las perspectivas futuras.


A modo de conclusión

En las páginas anteriores, hemos venido trazando un pa­


norama de la evolución de la historiografía en Argentina. Al

momento de concluir este trabajo, nos parece pertinente


realizar algunas reflexiones sobre las posibilidades de ITlO­
dificar el 'campo historiográfico' actual, ante una situación
que nos parece eminentemente insatisfactoria, por
las ra­
zones que hemos tratado de exponer más arriba.
Todo indica que, pese a los fuertes signos que denotan
una crisis, la historiografía argentina, en el corto plazo, se­
guirá hegemonizada por el grupo de historiadores que man­
tiene su predominio desde el retorno al régimen constitu­
cional, basado en primer lugar en las principales carreras
de Historia de las universidades del país, no sólo las nacio­
nales sino también, más recientemente, algunas de las
principales de carácter privado. Es muy probable que siga
avanzando hacia una progresiva fusión con el espacio de la
Academia Nacional de la Historia, y afiance su desarrollo en
la 'alta divulgación', y su creciente acceso a los medios ma­
sivos, para de ese modo completar su predorninio sobre to­
dos los ámbitos significativos del trabajo con la historia.
También es altamente factible que Félix Luna y los histo­
riadores a él vinculados sigan desenvolviéndose en el espacio
de la difusión hacia público menos ilustrado o más conser­
un

vador que el de los anteriores, y alcancen alguna baza más


en la Academia y en otras instituciones tradicionales. Y se­

guramente las grandes editoriales seguirán explot.ando la


.

novela histórica de baja calidad o la biografía trivializadora,


218 Daniel Campione
.

realimentando una degradación del 'consumo histórico' de


masas.

La pregunta que nos cabe es cuáles son las posibilidades


de cambio, y en consecuencia la perspectiva de los historia­
dores considerados de izquierda en ese panorama. Eso si
partimos del presupuesto de que un lugar marginal, compa­
tible con la dignidad ética e intelectual, pero sin eficacia en
el debate sobre el pasado y el presente de nuestro país, y sin
capacidad de incidencia fuerte en la formación de la con­
ciencia histórica de los argentinos, no puede ser satisfacto­
rio, y no es otra cosa lo que el 'sistema' ofrece hoy.
Cabe preguntarse cuál puede ser el 'programa de ac­
ción' de la historiografía de izquierda, en general adscrip­
ta a diversas vertientes del marxismo. Esto resulta parti­
cularmente problemático, si se considera que esa historio­
grafía nunca tuvo una consolidación como 'escuela', una
voluntad sostenida de trabajo en común, ni posibilidades
de abandonar cierta marginalidad, salvo en períodos muy
breves. Por añadidura, se enfrenta a una concepción pre­
dominante de la formación del historiador (y del investi­
gador en ciencias sociales en general), que tiende a la en­
dogamia, a convertir la producción en un medio para ha­
cer avanzar un currículum y no en un camino para la
construcción de conocimiento, y mucho menos en parte
integrante de una militancia político-intelectual. Es decir
que tomar el camino de la izquierda significa no sólo colo­
carse por fuera del paradigma predominante, sino asumir
un modo de 'acumulación intelectual' que el sistema no es

propenso a reconocer.

Frente a ese cuadro de situación, que puede proveer


avances en lainvestigación y el conocimiento histórico, pe­
ro se aleja progresivamente del enfoque de clase para apli­
car a los 'sectores populares' una mirada de 'entomólogo', y
que es indiferente, cuando no va directamente en contra, de
la vinculación entre conocimiento histórico y transforma­
ción social, se dibujan una serie de tareas fundamentales
Argentina la escritura de su historia -

219

para los que aspiramos a reivindicar una concepción dife­


rente, con otros anclajes sociales y políticos:

a) Procurar avances en superar el divorcio entre historio­


grafía profesional y académica e historiografía militan­
te o de partido. Ello implica promover la articulación
entre los ambientes universitarios y los ámbitos de la
militancia, fortaleciendo las tareas que pongan a traba­
jar conjuntamente a gente de ambas procedencias, sin
paternalisrnos condescendientes ni antiintelectualis­
mos igualmente inadecuados. Se trata de superar el

'pensamiento de becario', siempre centrado en hacer


carrera y acumular publicaciones, y por lo tanto des­

preocupado del impacto social de su actividad de in­


vestigación y de enseñanza (yen casos límite hasta de
su aporte efectivo al conocimiento), y proponer la re­

cuperación de una ética militante del trabajo intelec­


tual, que permita avanzar en el trabajo colectivo, sin je­
rarquías rígidas ni cursus honorum obligatorio, sin de­
ferencias a 'próceres' académicos reales o supuestos,
pero también sin diletantisrnos que menosprecien la
disciplina intelectual y la construcción pausada y labo­
riosa del conocimiento. Tener siempre presente el inte­
rrogante sobre la interrelación entre un proyecto social
de transformación del presente, que es necesario cons­
truir, y el conocimiento del pasado que debe transitar
un camino de ida y vuelta con los objetivos emancipa­

dores. Esa puede ser la mejor respuesta a la 'despoliti­


zación' de la actividad histórica que ha irnpulsado la co­
rriente hegemónica desde mediados de los '80.

b) Trabajar en la historia de las clases subalternas y d(' la


izquierda, con un enfoque que se empeñe en no repro­
ducir la mirada 'desde arriba' que suele tener la hist ()­
riografía oficial, pero que también eluda aplicar mok les
preconcebidos que siempre concluyen por 'descubrir'

/
220 -

Daniel Campione

lo que van a buscar, por idealizar o 'rornantizar' a los


sujetos que estudia. Se requiere desarrollar un com­
promiso, una empat.ía, con el proceso social que se es­
tá investigando, sin encantarse por la visión detallista
pero inarticulada, al estilo de quien mira por la lente de
un microscopio, y no se preocupa por situar en un con­

texto la dimínuta muestra que se ofrece a su examen.

Pero eludiendo al mismo tiempo, con el mismo empe­


ño, el impulso a generalizaciones rápidas y facilismos.

e) Rescatar las luchas obreras y populares (en el sentido


amplio de luchas que comprende a lo cotidiano y 'mi­
núsculo'), tanto las del pasado lejano corno las recien­
tes y las del presente, las de alcance nacional como las

regionales y locales, con un abordaje que no conside­


re la 'recuperación de la memoria' como fin en sí mis­

mo, sino corno paso indispensable para analizar riguro­


samente la trayectoria de las clases subalternas en
nuestro país, con un interés ligado a la transformación
social. La dicotornización de la utilización y desarrollo
de las categorías teóricas por un lado, y de la observa­
ción minuciosa de la realidad social y de los sujetos
que la construyen, por el otro, es una vieja tradición
disociadora que afecta a muchos historiadores, y cons­
tituye, a nuestro juicio, un signo inequívoco de que se
han tornado senderos incorrectos.

d) Desarrollar una crítica de sentido integral a la corrien­


te historiográfica hegemónica, y proponer interpreta­
ciones alternativas a las que ésta efectúa y difunde,
sin que aquella crítica y esta formulación de alternati­
vas se conviertan en fines en sí mismos u obsesiones:
no se trata de 'dar vuelta' las interpretaciones de la
historiograña hegemónica, de denunciarla perma­
o

nentemente como 'falsificación' en un talante similar al


del revisionismo, sino de construir con autonomía el
Argentina la escritura de su historia -

221

propio trabajo de investigación, las preocupaciones


teóricas, los ámbitos ele discusión, en ruptura con las
convenciones de 1:1 corriente hegemónica. La princi­
pal tarea de los historiadores marxistas y de izquierda,
tengan formación académica o carezcan de ella, estén
dedicados a tiempo completo a este trabajo o no; no
puede ser otra que la de 'escribir historia', revalorizan­
do el compromiso militante y la cosmovisión anticapi­
talista, emancipatoria, corno animadores fundamenta­
les de esa escritura, junto con la clara definición de los
conceptos y el rigor metodológico.

e) El esfuerzo historiográfico, sin perder su especifici­


dad, no puede estar desligado de la formación de un
campo de la izquierda en las ciencias sociales, no cru­
zado por partidismos ni, menos aún, por capillas aca­
démicas. La tendencia ya operante es crear espacios
sin demasiada acepción de disciplinas, lo que puede
ser susceptible de profundizarse. Quizás el desafío ac­

tual sea producir una historia claramente integrada en


un pensamiento radical que renazca con fuerza en el

conjunto de las ciencias sociales de Argentina.

f) Volcar el conocimiento que se genere en investigacio­


nes y análisis sistemáticos, de un modo que a su vez

puedan constituirse en base de la divulgación escrita y


del trabajo de formación de militantes sociales y polí­
ticos. Eso significa retomar la publicíst.ica histórica de
izquierda, hoy casi extinguida, pero desde un nivel de
seriedad y distancia crítica ausente en el pasado, y con
la firme decisión de diferenciarse, tanto de esa 'histo­
ria para historiadores' que suele poblar revistas y en­
cuentros profesionales, privada de cualquier repercu­
sión en círculos más amplios; corno de la 'divulgación'
anestesiante, escrita desde el marketino más que por
genuina preocupación por la verdad histórica.

------_

-,
-,
222 .
Daniel Campione

Estos objetivos requieren para su consecución una tra­


yectoria de mediano plazo, demandan espacios fuera de las
universidades (centros de estudios, revistas, asociaciones
culturales de todo tipo), pero asímismo dentro de ellas; ne­
cesitan de historiadores de 'tiernpo completo', pero también
de militantes que conjuguen experiencia práctica y vocación
por la investigación; no pueden depender estrechamente de
las organizaciones sociales y políticas, pero tampoco preten­
der ignorarlas declarándolas 'superadas' con soberbia siem­
pre contraproducente.
En fin, necesitan de un trabajo arduo y paciente, y de
transitar por un camino necesariamente estrecho, que no
puede ni debe esperar auspicios del establish.meni social y
académico. No puede ser sino una tarea colectiva, exenta de
sectarismos, y en la que el interés, la motivación, radique en
la búsqueda de construcción de conocimiento, vinculada a la
construcción de una sociedad diferente.
Argentina la escritura de su historia -

223

ANEXO

Bibliografía comentada

Se
incluye en este anexo una breve guía bibliográfica co­
mentada, destinada a quienes quieran profundizar en los te­
mas tratados. Se la divide en dos secciones: la primera cen­

trada en producciones sobre historiografía y cuestiones de


método en general, y la segunda referida particularmente a
nuestro país.

a. Historiografía general y comprensión de la historia


AAVV, Historia ¿para que", Siglo XXI, Isa edición, 2000.
Diez artículos de sendos historiadores mexicanos (o re­
sidentes allí) que procuran dar respuesta a la pregunta
del título. Aunque la mayoría de los trabajos contienen
algunas referencias específicas a la historia y la histo­
riografía mexicana, el sentido de la obra es universaliza­
ble. Destacaría en especial dos: el de Carlos Pereyra,
que da título al libro, y el de Adolfo Gilly, "La historia
como crítica o como discurso del
poder". Ambos reivin­
dican una historia con orientación de clase,
desprovista
de pretensiones de 'neutralidad', militante por las
transformaciones sociales, pero rigurosa, respetuosa de
la verdad de los hechos, enemiga de las conclusiones
apresuradas. La edición original ya tiene dos décadas,
pero no ha perdido vigencia.
224 Daniel Campione
-

• Jean Chesneaux, ¿¡Iaeernos tabla rasa del pasado? A


propósito de la historia y de los historiadores, 15°
edición, 2000.
Obra de un historiador marxista francés, claramente en­
frentado a las visiones 'academicistas', incluyendo la Es­
cuela de Armales, Vindica la relación entre historia y
práctica social, y el espíritu militante y de partido en el
historiador. Realiza un agudo análisis de la 'corporación
de historiadores' y sus prácticas. Contiene también críti­
cas dispersas a la escuela histórica soviética y a la escri­

ta por los comunistas franceses. El autor ha recibido cri­


ticas por el tipo de vínculos que establece en la relación
entre el trabajo histórico y la militancia política, a la que

algunos juzgan excesivamente directa y 'pragmática'.


• Luden Febvre, Combates por la historia, Altaya, 1993.
Febvre es, junto Bloch, el fundador de la re vis­
con Marc
taAnnales, en el año 1929. El ten-m de esta compilación
de artículos suyos escritos a lo largo de dos décadas
(l930-1950, aproxirnadamente), expone, en tono polé­
mico, los grandes ten las de la que se dio en llamar 'nue­
va historia'. Asistimos así al choque entre la historiogra­
fía erudita tradicional y tilla aspiración a la historia de

la totalidad, menos centrada en los acontecimientos.

Hay que tener en cuenta que el autor es anterior a la


obra de Braudel y sus aportaciones sobre las 'temporali­
dades' diferentes, y estuvo más inclinado a ternas de his­
toria de las ideas que a la problemática económica y so­
cial que sería luego el sello distintivo de la escuela. Su
lectura es muy grata porque el autor tiene estilo po­
un

lérnico, lleno de ejemplos concretos, y realiza así una


brillante crítica de la 'vieja historia'.

• Carlos Antonio Aguirre Rojas, Ensayos braudelianos.


Itinerarios 'intelectuales y aportes historioqrtificos
de Fernomd Braudel: Prohistoria, 2000.
Argentina la escritura de su historia 225
-

El autor es un especialista en la obra y la biografía intelec­


tual del historiador francés, y está claramente vincuJado
a ella por una relación de admiración y
discipulado. El li­
bro puede resultar un tanto árido, pero es una recorrida
por el que es quizás el autor más prestigioso para la 'co­
rriente principal' de la historiografía actual, y una ayuda
útil para comprender su obra, desde una mirada muy fa­
vorable, que hay que tomar con ciertas reservas.
• Carlos Antonio Aguirre Rojas, Pensamiento historio­
gráfico historiografía del siglo XX. Ensayos intro­
e

ductorios. Prehistoria-Manuel Suárez, 2000.

Se compilan aquí un conjunto de ensayos recientes de


Aguirre Rojas, que se extienden sobre un panorama de
distintos aspectos de la historiografía mundial, con espe­
cial atención a las últimas décadas. Es muy recomenda­
ble el capítulo de balance sobre la historiografía occiden­
tal en el año
2000, porque logra dar
breves páginas
en
una ideagenérica del desarrollo histórico actual. Tam­
bién es de suma utilidad una 'bibliografía sumaria' sobre
la historiograña del siglo XX, que ocupa las últimas
pá­
ginas del volumen. Una de las preocupaciones que re­
corre la mayoría de los
trabajos, es la ubicación de la his­
toriografía latinoamericana y de los principales proble­
mas del subcontinente vistos en
perspectiva histórica.
En esa línea, el libro se cierra con un abordaje de la re­
gión de Chiapas y el movimiento zapatista, inspirado en
la línea de análisis de Imrnanuel Wallerstein y la teoría
del 'sistema-mundo'.

Jacques Le Goff, Pensar la historia, Paidós, 1997.
El autor historiador de la escuela de Annales. So­
es un

bre todo en la
primera parte del libro, titulada simplemen­
te "La Historia", hace un recorrido somero sobre el itine­
rario del pensamiento histórico de la
antigüedad
a nues­
tros días, y esboza algunos de sus principales problemas.

----
----
226 Daniel Campione
.

• Peter La revolución historiográfica francesa.


Burke,
1997.
La escuela de los Annales: 1929-1989. Gedisa,
desarrollo de
Tiene W1 panorama general sobre todo el
escrita W1 historiador británico con
su escuela, por

amplía labor en historiografía y teoría histórica. Abarca


desde sus comienzos grupo cuasi marginal a su
como

transformación en 'corriente principal' de la historiogra­


breves análisis de
fía francesa y su crisis posterior. Trae
las de
las obras principales de la corriente, incluyendo
fundadores y de Fer­
Marc Bloch y Lucien Febvre, los
Ladurie. Incluye al fi­
nand Braudel, y Ernmanuel Le Roy
nal un breve pero útil 'glosario' que define las principales
escuela.
categorías utilizadas por esa

historiadores marxistas británi­



Harvey J. Kaye, Los
de Zara­
cos. Un. análisis introductorio, Universidad
goza, 1989.
siglo de historio­
Una muy buena recorrida por casi medio
grafía británica, que incluye capítulos específi­
marxista

cos sobre Maurice Dobb, Rodney Hilton,


Christopher Hill,
última sección
Eric Hobsbawn y E. P. Thompson, y una
contribución colectiva,
sobre lo que el autor denomina la
este grupo de historiadores. Uno de
los
corno escuela, de
méritos del libro que encuentra la forma
es de ubicar los

avances de las investigaciones


históricas sobre el contex­
marxismo de buena parte
to de los debates teóricos del
del siglo XX, sólo en el ámbito anglosajón, sino tam­
y no
fundamental­
bién el de Francia y otros países, muy
en

mente la ligada al papel del sujeto y


de las estructuras en
discutir la problemáti­
el decurso histórico. Otro es el de
ca de la perspectiva de
clase en la historia, y la posibilidad
de una alterna­
de W1a 'historia desde abajo', como parte
Termina el li­
tiva no sólo histórica, sino también política.
de connotacio­
bro con un planteo apenas esbozado, pero
nes fascinantes,
'la educación histórica del deseo', una
William Morris.
formulación que le debe mucho a
Argentina La escritura de su historia· 227


Josep Fontana, Historia: Análisis del pasado y pro­
yecto social, Crítica-G rijalbo Barcelona, 1982.
,

La idea fundamental de esta obra está


expresada en el tí­
tulo: propone un recorrido por la historiografía de distin­
tas épocas tendencias, desde los antecedentes clásicos
y
hasta el presente, pero no viéndolas al interior de la pro­
pia producción histórica, sino como expresión de proyec­
tos sociales, animados por diferentes clases en socieda­
des de diferente estructura. La 'politicidad', el 'partidis­
mo' de la labor historiográfica, es analizado con particu­
lar detenimiento en las escuelas que jalonaron el siglo
XX, como el marxismo y Annales, yen polémica abiert.a
contra los criterios que identifica con la reacción capita­
lista, como los de Popper y cierta historiografía económi­
ca norteamericana, y el giro
post-Braudel de Annales, al
que estigmatiza sin piedad.

Adam Schaff, Historia y verdad. Planeta-Agostini, 1994.
Escrita por un historiador polaco contemporáneo, de for­
mación marxista, es una exposición de carácter episte­
mológico sobre la construcción del conocimiento históri­
co y la tarea del historiador. La obra incluye a modo de
introducción un interesante análisis sobre la historiogra­
fía en torno a la Revolución Francesa.

Ciro F. S.Cardoso, Introducción al trabajo de la in­
vestigación histórica. Conocimiento, método e h'is­
torio, 1981-2000.
Se trata de un manual básico, orientado a proporcionar
nociones de la epistemología y metodología del conoci­
miento histórico y su aplicación. Comienza
por ofrecer
un marco
epistemológico y metodológico general, des­
pués del cual recién ingresa en el terreno específico his-
.rico. En la última parte se orienta a
prestar asistencia
a los estudiantes e
investigadores jóvenes que se inicien
en las actividades de
investigación, con abundancia de
228 Daniel Campione
.

documen­
ejemplos concretos, instrucciones para fichar
tos y bibliografía, y otros métodos básicos a utilizar.


Ciro F. S. Cardoso-Héctor Pérez Brignoli, Los métodos
de la historia. Introducción a los problemas, meto­
dos ?J técnicas de la historia demoqráfica, economi­
ca y social. Critica, 1.976-1999.

Cronológicamente anterior a la obra mencionada arriba,


en la his­
este manual es más específico, ya que se centra
t.oria econórnico-social y demográfica, y no contiene con­

sideraciones epistemológicas generales. Los años trans­


curridos no han envejecido el texto, y constituye una
buena introducción para comprender la configuración
todo
del pensamiento historiográfico del siglo XX, sobre
Arenales y al materialismo
en relación con la escuela de

para tomar un contacto inicial con


histórico, así corno

ciertos métodos y técnicas básicos para esos sectores de


la El capítulo introductorio, así como los titu­
disciplina.
lados "Marxismo e el siglo XX" y "La historia
Historia en

social" son los más accesibles e interesantes para el lec­


tor no especializado. El primero de ellos brinda
illl pano­

rama, breve pero eficaz, de los logros y limitaciones de la

historiografía de orientación marxista hasta los primeros


en los
años setenta, tanto en el ámbito 'occcidental' COTI10

países 'socialistas'.

del pasa­

Philippe Joutaurd, Esas voces que nos llegan
1999.
do, Fondo de Cultura Económica,
Se trata de un integral Ce internacional) sobre el
estudio
desarrollo de la historia oral. Los seis primeros capítulos
son una suerte de historia de la sub-disciplina, desplega­

da con un criterio que combina lo cronológico y lo espa­


cuna (EE.lIU.), luego, si­
cial, analizándola primero en su
guiendo el movimiento de expansión, en Gran Bretaña,
Escandinavia e Italia, y finalmente en Francia, que ingre­
retraso a la utilización de esas técnicas. Concluido
sa con
Argentina la escritura de su historia· 22 9

este enfoque histórico, se explica lo central sobre méto­


dos �¡ técnicas de historia
oral, la construcción del docu­
mento oral, etc.

Pi erre
Vilar, Pensar Historicamente. Reflexiones re­
XI
cuerdos. Crítica, Barcelona, 1997.

Un veterano hist.oriador francés, de la escuela de A'JZILa­


les y orientación marxista (fue incluso militante comu­
nista durante un lapso prolongado), desarrolla una aquí
especie de 'autobiografía intelectual', que resulta muy
útil para ent.ender el desarrollo de la
historiografía fran­
cesa y las instituciones de investigación y docencia (y
sus cruces con la política) lo
largo del siglo, vista por
a

uno de
sus protagonistas
principales (Vi lar es un gran
historiador, especializado en historia de Esparta, más es­
pecíñcamente de Cataluña). La responsable de la edición
española le ha agregado amplias not.as al pie que enrique­
cen notablemente la obra
y le agregan precisión a los co­
mentarios del autor.

Pi erreVilar, Introducción al 'vocabulario del aruilisis
historico, Hysparuérica, 1992.
Es unaespecie de diccionario de las principales catego­
ríasaplicables a la historia, con visible predominio del en­
foque marxista. Escrita en lID t.ono didáctico y con pre­
tensión introductoria, constituye una
muy buena presen­
tación para principiantes en los estudios
históricos, de
las categorías teóricas en tomo a la sociedad
y la políti­
ca, analizadas desde el punto de vista del historiador.

Eric Hobsbawn, Sobre la historia, Critica, Barcelona,
1998.

Se trata de una compilación de


jugosos art.ículos y con­
ferencias de terna
historiográfico, por el que es quizás
el historiador más famoso entre los
aún vivos. Es una
especie de rápido recorrido sobre algunos
de los princi­
pales temas ele la
historiografía. Son part.icularrnent.e
23 O .

Daniel Campione

historiado­
interesantes los titulados "¿,Qué le deben los
res aKarl Marx'?", "El presente como historia", "Marx y la
historia" y "Sobre la historia desde abajo".
Historia
• Thad Sitton, George L. Meharfy, O.L. Davis .Ir.,
oral. Una guía para profesores (y otras personas).

F.C.E., México, 1989.


historia oral
Una especie de manual sobre el trabajo en
de cam­
(armado de proyectos, revistas, técnicas, trabajo
po), pensada trabajar con alurnnos de secundaria y
para
'aficionados' en Refleja la experiencia nortea­
general.
en historia
mericana, que es la más antigua y arraigada
no profesio­
oral, y en la que hay un fuerte componente
nal y de rescate de la memoria de grupos sociales poster­
Altamente recomenda­
gados y de las tradiciones locales.
ble para todo interesado en la investigación
iniciarse en

el tra­
histórica yen el rnanejo de la sub-disciplina que es

bajo historiográfico mediante testimonios grabados en

soporte magnético .

llistoria Oral. Insti­



Jorge Aceves Lozano (compilador),
tuto Mora, México, 1993.
histo­
Es una recopilación sobre distintos aspectos de la
de
ria oral y su rnetodología, de la que participan algunos
los máximos exponentes de ella el nivel mundial, co­
en

rno Paul Thompson ("Historias de


vida y cambio social")

o Alessandro Portelli ("El tiempo


de mi vida: las funcio­

nes del tiernpo en la historia oral").



AAVV, La historia oral. CEAL, 1991.
la anterior, efec­
características similares a
Copilación de
área de his­
tuada por Dora Schvarstein, responsable del
Aires. Pueden
toria oral en la Universidad de Buenos
destacarse del conjunto dos trabajos. En primer lugar,
cuestionamiento del paradigma circulante sobre lo
por el
historiador y el buen trabajo histórico: "Des­
que es un
profesionalizar la historia" de Raphael Samuel, un padre
Argentina la escritura de su historia -

231

fundador ele la historia oral británica; y "Lo que hace di­


ferentea la historia oral", y también el trabajo de Ales­

sandro Portelli, que plantea de modo sencillo pero agudo


algunos problemas básicos del lugar de los testimonios
hablados y sus características.

Marc Bloch, Apología pan¿ la historia o el oficio de
liistoruuior, Edición crítica preparada por Etienne
Bloch. Presentaciones de .Jacques Le Goff, Carlos Agui­
rre Rojas y Etienne Bloch. Instituto Nacional de Antropo­

logía e Historia. Fondo de Cultura Econórnica. México.


1993-1998.
Esta publicación torna manuscritos que Marc Bloch, el
fundador de la escuela de A rmales, C0I11pUSO ya prisio­
nero del ejército nazi (había participado en la Resisten­

cia en Lyon), por el que terminaría siendo fusilado. Esta


edición crítica reúne diferentes redacciones de los I1m­

nuscritos, y extensas presentaciones a la edición españo­


la y francesa. Es un texto metodológico en el que Bloch
vuelca reflexiones inspiradas por toda su trayectoria de
historiador. Entra en debate con las concepciones socio­

lógicas y económicas que tendían a relegar el papel de la


historia, y con la historiografía positivista que pretendía
hacer a un lado el rol del historiador. Defiende en cambio
el papel activo del historiador como 'hombre de oficio', la
necesidad de su labor para la comprensión y el análisis de
la 'materia en bruto' que brinda la historia. Aborda tam­
bién la problemática del tiempo histórico y su periodiza­
ción, del lenguaje del historiador, y su compromiso ético
con la materia estudiada. Toda la obra resulta rnuy útil a
la hora de acercarse a la comprensión del trabajo del his­

toriador, con el valor adicional de constituir un testimonio


del que fuera fundador de Annales, y uno de los más
grandes historiadores de la primera mitad del siglo XX.

.Julio
Aróstegui, La investigación, histórica. Teoría y
metodo, Crítica, Barcelona, 1995.
232 .
Daniel Campione

Valioso manual que en su ordenamiento va de 'mayor a


histórica y el
menor', desde la consideración de la teoría
carácter de la en su primera parte, la cons­
historiograña
trucción la segunda,
del conocimiento historiográfico en

de métodos y técnicas en la
y un extenso tratamiento
tercera última. Resulta muy interesante el capítulo :3 de
y
la primera parte, dedicado, bajo el título de "La renova­
ción historiográñca", a un rápido pero amplio panorama
de los 'paradigmas' historiográficos del último siglo.

• Edward Ballet Carr, ¿Q'uá es la rtistoriar, México, Pla­


neta, 19HG.
Este libro contiene la transcripción de tilla serie de con­
ferencias dada por el que fuera magistral historiador de
la U.R.S.S monumental Historio. de la Rusia Sooie­
(la
el afio 1961. Beneficiándose con el 1.0110 colo­
tú;a) ,
en

quial, multiplicación de ejemplos concretos, Carr


y la
realiza una excursión por los grandes problernas de
la
el vín­
historiografía (la relación pasado-presente-futuro,
culo entre la sociedad y el individuo, la idea de progreso,
de la
el determinismo y el 'accidentalismo', el enfoque
causalidad y otras formas de explicación histórica, la ubi­

cación de la historia enel conjunto de las ciencias socia­

les), de una manera amena, sin que por eso pierda rigor.

Las características de la exposición la hacen especial­


otras obras
mente apta corno iniciación a la lectura de
más arduas. El modo de discutir los 'grandes problemas'
es muy característico de la
tradición empirista de los an­

glosajones,lo se que de manifiesto aún en un histo­


pone
riador influido por el marxismo corno Carro

Historia .Y Socialismo, Centro Editor de


• Alberto J. Pla,
América Latina, 1 DH8.
son de tema
Compilación de trabajos, parte de los cuales
debatir con
historiográllco. No poco esfuerzo se dedica a
la teoría
el estnlcturalismo de estirpe alt.husseriana, y
con
Argentina la escritura de su historia -

233

de la dependencia. latinoamericana. Este libro se articu­


la, en cierta manera, con el que escribió Pla sobre la hís­
toriografía argentina, y ambos lo convierten en el autor
marxista argentino más preocupado por los debates his­
toriográficos locales y mundiales .


Pctcr Burke (ed.), Formas de hacer historia. Alianza
Universidad, 2°
reimpresión, 1996.
Esta colección de artículos trata diversos modos del que­
hacer historiográfico, sobre todo aquellos que han surgi­
do tomado auge en épocas recientes. Así la historia
o

desde abajo, la de las mujeres, la microhistoria, la histo­


ria oral, historia de la lectura, de las imágenes, del cuer­
po, y algunas ramas más tradicionales, más bien 'renaci­
das' luego de su virtual 'proscripción' por la historia eco­
nómica y social, como la historia de acontecimientos y la
historia del pensamiento político. Cada una ocupa un ca­
pítulo, escrito por un especialista en la sub-disciplina res­
pectiva. Entre los autores predominan los anglosajones,
con alguna excepción como el 'microhistoriador' Giovan­

ni Levi. El conjunto está presidido por un trabajo del


compilador procurando ubicar la 'nueva historia'. Escri­
tos en pleno auge de la crisis de 'los grandes relatos' y de
la idea de progreso en la historia, muchos de los artícu­
los están fuertemente atravesados por esa coyuntura. La
obra en conjunto brinda un panorama, tanto
1 In abigarra­
do, de las nuevas temáticas e inclinaciones metodológi­
cas de los historiadores.

Peter Burke, Sociolooia e Historia. Alianza Editorial,
1980.

Esta es una obra


particularmente apropiada para estu­
diantes graduados de sociología interesados en los es­
o

tudios históricos y estudiantes de historia con


inquietu­
des sociológicas, porque trata de
superar lo que el autor
denomina 'un diálogo de sordos' entre ambas disciplinas,
234 .
Daniel Campione

interrela­
para pasar a analizar luego las convergencias e

ciones entre el punto de vista centrado en la


estructura

sociolo­
social (sincrónico, básicamente dominado por la

gía), (diacrónico, hegernonizado por la


y el cambio social
historiografía). Se pone el énfasis en la posibilidad y
ne­

historia­
cesidad de aprendizajes recíprocos. Burke es un
sobre temas de histo­
dor, con abundantes publicaciones
sensibilidad especíñca­
riografía, lo que no le quita una
mente 'sociológica'.
• Waldo Ansaldi (cornpilador), Historia/Socioloqia/Socio­
logía histórica, CEAL, 1994.
El compilador, un historiador argentino contemporáneo,
entrecruzamiento de campos, por estar
que conoce el
dedicado a argentina y latinoarue­
enseñar historia social

ricana en la carrera de Sociología. Reúne aquí rm conjun­


con soció­
to de artículos del área francesa y anglosajona,
historiadores como Theda
logos corno J. C. Passeron, e
analizan las relaciones
Scockpol. Tras dos artículos que
refieren a los
entre historia y sociología, otros cuatro se
basamentos de una sub-disciplina: el enfoque sociológico
Corno
del pasado, al que denomina sociología histórica.
el título anterior, éste es recomendable para aquellos que
se sientan provocados al 'cruce'
entre ambas disciplinas
e igno­
(y a los que aun no, para despejar prevenciones
rancias mutuas).

b. Breve bibliografía comentada


sobre historiografía argentina

• Rómulo D. Carbia, flistoria crítica de la historioqrofia


1940.
argentina (desde sus orígenes en el sialo XVI),
histórica de nuestro
Es la obra clásica sobre la escritura

/
Argentina la escritura de su historia -

235

país, tanto por su integral, como por lo minucio­


carácter
so y profundo de sus análisis, más allá del acuerdo con

sus puntos de vista. Parte de Ulrico Schmidel, y no va

más allá de las primeras décadas del siglo XX, sin llegar
a tratar ni a la nueva escuela ni a los revisionist.as. El au­
tor es W1 exponente de primer orden de la Nueva Escue­
la Histórica, tamizada su visión histórica por una pers­

pectiva ideológica cercana al conservadorismo. Tiene el

atractivo de que lleva adelante un enfoque muy polérni­


ca, que hace severas críticas hacia muchas 'vacas sagra­
das', sin excluir a López, Mitre y en especial a Paul
Groussac, a quien refuta una y otra vez a lo largo de la
obra. A cambio, se muestra elogioso de autores más
cuestionados, como Ernesto Quesada, y desliza aquí y
allá juicios relativamente favorables al período resista y
hasta a la entonces novedosa historiografía revisionista
que se ocupaba de él asiduamente. Todos los autores
posteriores lo han leído y citado en abundancia, y algu­
nos lo han tomado corno modelo, hasta en el título, corno

es el caso de Horacio Cuccorese, discípulo de Carbia en

la Universidad de La Plata. Cierra la obra un amplísimo


Indice bibliográfico, que da cuenta de una gran masa
de publicaciones en materia histórica, incluyendo un
pormenorizado detalle de las principales publicaciones
de fondos documentales.

Horacio Juan Cuccorese, Historia crítica de la histo­
riografía socioeconómica argentina del siglo XX,
Universidad Nacional de La Plata, 1975.

Esta obra está explícitamente inspirada en la de Carbia.


Toma algunos grandes nombres de la historia económica
y social y se ocupa de sus trabajos principales, con illl
tratamiento más bien descriptivo y poco analítico. Falen­
cias que podían ser aceptable en su maestro, que conci­
bió y escribió su obra entre los años '20 y '40, no lo son en
su discípulo, treinta y cinco años después de la edición
236 -

Daniel Campione

definitiva de aquélla. Es llamativa la valoración que hace


de la obra de Ricardo M. Ortiz, a quien erige virtualmente
en máximo representante de la historiografía económica.
• AA.VV. La Junta de Historia y Nurnisrruiiica Ameri­
cana .7) et Mouimienio Historiooraiico en. la Arqenti­

na (1898-1988). Dos volúmenes, Buenos Aires, Acade­


mia Nacional de la Historia, 1995-1996.

Obra realizada por la Academia con motivo del centena­


rio de la 'Junta', antecedente directo de la ANH. Está or­
ganizada de modo tal que, partiendo de una historia ins­
titucional de la Junta, que abarca un resumen cronológi­
co de trayectoria y un par de artículos sobre sus dis­
su

tintas actividades, se expande luego a un panorama ge­


neral de la historiografía argentina en el período, inclu­
yendo las diferentes escuelas históricas, las diversas es­
pecialidades, y la proyección de la historia sobre el con­
junto social (educación en sus diversos niveles, obras de
divulgación, literatura y cine con temática histórica, etc.)
Está compuesta de una serie de monografías, la mayoría
compuesta por miembros actuales de la Academia. Sin
abandonar el predominio del enfoque institucional, casi
de 'autohomenaje' inevitable en este tipo de publicacio­
incluso críti­
nes, se nota cierta flexibilidad que permite
cas a la propia Junta y sus actividades.

• AA. VV. La Academia Nacional de la Historia en su


Centenario (18.98-1993), Edición de la Academia Na­
cional de la Historia, 1999.

Folleto recordatorio editado por la propia institución, tie­


ne una doble utilidad: proporciona información
sucinta

sobre la evolución de la Academia a lo largo de un siglo de


trayectoria, Y nos da una idea de la quieren
imagen que
la in­
proyectar los académicos actuales. También incluye
actual­
tegración completa de la institución en el período
mente en vigencia (autoridades, miembros de número,
Argentina la escritura de su historia' 237

correspondientes en Argentina y en el exterior).



Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación
Argentina (Desde los orígenes hasta la orqamieacion.
definitiva en 1862), vol. 1 El Ateneo, varias reediciones.
Las primeras ciento cuarenta páginas de este torno ini­
cial están dedicadas a un prólogo de Ricardo Levene ex­
plicando el sentido y plan de la obra, a reproducir la nor­
mativa y el debate legislativo a que dio lugar la publica­
ción de esta Historia, y a reflejar juicios periodísticos de
la época sobre ella. Del conjunto surge un interesante pa­
norama de qué se propone la Academia con la obra, del

auspicio que recibe desde las instituciones del Estado, y


la recepción que logra en los medios 'prestigiosos'. Se in­
cluye también una síntesis, escrita por el académico En­
rique de Gandía, de la historia de la Academia, que ocu­
pa una cincuentena de páginas. Este último trabajo tiene
abundante información, pero en general elude hacer co­
mentarios, salvo los párrafos laudatorios de rigor para la
propia institución. Creemos que la lectura de esta suerte
de introducción a la 'opera magna' de la Academia, es in­
dispensable para entender la construcción de la 'historia
oficial' en nuestro país.

Miguel Angel Scenna, Los que escribieron. 'nuestra
historia. Ediciones La Bastilla, 1976.

El autor es unhistoriador vinculado al revisionismo his­


tórico y a la revista Todo es Historia, de la que fue fre­
cuente colaborador. Abarca la historiografía desde Ulrico

Schmidel, cronista alemán del siglo XVI, hasta trabajos


contemporáneos a la edición de la obra.
Se centra sobre
todo (lo que está marcado desde el título) en el análisis
de los autores, a los que en general agrupa por 'generacio­
nes' (que no tienen otro contenido que la coexistencia en
el tiempo), aunque a veces introduce la opinión sobre 'es­
cuelas' o instituciones en particular. Es una especie de
238 .

Daniel Campione

larga narración, opiniones críticas o elogiosas aquí o


con

allá. Es crítica a la historiografía liberal, sin superar cier­


tos lugares comunes de la objeción revisionista, pero con
no pocos arrestos 'conciliadores', reconociendo méritos

de sus exponentes. El talante político es más bien con­


servador. Reserva muy poco espacio a autores marxistas.
Contiene mucha información, pero el componente de
análisis y crítica es de menor valor.

Fuera del trabajo de Scenna, que no fue lID protagonista


central del revisionismo, no hay otro trabajo integral de
historiografía hecho por autores de esa tendencia. Sí hay
tratan
ensayos de crítica de la historiografía liberal, que
de sentar las bases doctrinarias del revísionísmo, e inclu­
yen algunos análisis historiográficos.
• Ernesto Palacio, La historia.falsificada, La Syringa, 1960.
Es una breve obra (original de 19:39), en que se intenta
fundamentar el entonces naciente revisionismo históri­
co. Claramente inspirado en el pensamiento reacciona­
rio europeo de la época, como Charles Maurras y RaITÚro
de Maeztu, todo el ensayo es una impugnación del pen­
samiento liberal, desde el punto de vista de lID naciona­
lismo ultraconservador que quiere reencontrar las 'esen­
cias' nacionales destruidas por el liberalismo. Resulta útil
para conocer el repertorio ideológico del revisionismo

inícial, expuesto por uno de sus fundadores .

• Arturo Jauretche, Política nacional y revisionisrrw


histórico. Peña Lillo, 1970

El libro intenta una crítica integral de la historiografía li­


beral y plantea al revisionismo como un componente de
una orientación política diferente para el país, en lo que

el autor expone como rma síntesis entre la orientación


política renovadora introducida por FORJA y los trabajos
de los historiadores nacionalistas inclinados al revisio­
nismo. La segunda edición, que es la que data de 1970,
Argentina la escritura de su historia -

239

incluye un apéndice específicamente historiográfico, es­

crito por Norberto IY Atri, titulado "El revisionismo his­


tórico. Su historiografía." El mismo contiene una suerte
de breve historia del revisionismo, acompañada por un
.

diccionario de autores, con sintéticas inforruaciones y va­


loraciones sobre diferentes historiadores revisionistas o
próximos a esa corriente.
• Rodolfo Ortega Peña Eduardo Luis Duhalde, Las guerras
-

civiles argentinas u la historioqrafia. Sudestada, 1967.

Es un breve trabajo (en rigor, reproduce una ponencia),


que analiza rápidamente las distintas formas de encarar
las guerras civiles posteriores a Caseros, refutando a to­
das ellas. Luego propone una nueva forma de abordar las
insurrecciones montoneras y la Guerra de la Triple Alian­
za, con inspiración revisionista.
• Alberto J.
Pla, Ideología y método en la historiografía
argentina, Nueva Visión, 1972.
Tiene un valor
básico, el de ser el único intento, que se­
pamos, de estudio integral de la historiografía argentina,
escrito desde el punto de vista marxista, por un historia­
dor profesional de esa orientación. El autor tiene forma­
ción profesional en historia, y amplia inserción en el es­
pacio académico, y a la vez ha militado largamente en
grupos marxistas (específicamente trotskistas). Pasa re­
vista a las principales corrientes historiográficas de nues­
tro país, haciendo la crítica de todas ellas (incluidos los
autores que defme corno 'pretendidamente marxistas'.)
Considera a la 'nueva historia social' corno una suerte de

continuación de la escuela liberal por otros medios. En


su enfoque se articulan una visión marxista con concep­
tos de la escuela de A nnales, en su versión más cercana

al materialismo histórico. Una de sus conclusiones es la


carencia de historiografía marxista seria en nuestro país.

José Luis Romero, La experiencia argentina y otros
240 .

Daniel Campione

ensayos, Fondo de Cultura Económica, segunda edi­


ción, 1989.
Este libro constituye la compilación más completa, de las
varias existentes, de trabajos breves de Romero en torno
a la historia y la política en Argentina. Algunos de ellos se
refieren a la historiografía nacional, entre los que destaca
el dedicado a Mitre, "Mitre: un historiador frente al desti­
no nacional", en el que queda claro el entronque entre el
'padre fundador' de la historia liberal y el iniciador de la
historia social en nuestro país. Otros artículos se ocupan
de Vicente Fidel López, Paul Groussac y de la obra del fi­
lósofo Alejandro Korn en relación con la historia.

• AAVV. De historia e historiadores. Homenaje a José


Luis Romero, Siglo XXI, México, 1982.
Extensa compilación de artículos de historiadores argen­
tinos, latinoamericanos, estadounidenses y europeos, so­
bre Rornero, o en torno a los temas que él estudió. Reú­
ne a latinoamericanistas destacados (Leopoldo Zea, Ser­

gio Bagú, Halperín Donghi, John Lynch, Nicolás Sánchez


Albornoz), con especialistas en historia argentina (Rober­
to Cortés Conde, Ezequiel Gallo, James Scobie, Leandro

Gutiérrez, Alberto Ciria). Resulta sugerente el artículo de


Bagú, que insinúa un acercamiento al pensamiento de
Romero diferente al más difundido de Halperín.


Tulio Halperín Donghi, Ensauos de h.istorioarafia, El
Cielo por Asalto, 1996.

Reúne un conjunto artículos, de variadas épocas, en


de
los que T.H.D. vuelca sus opiniones sobre distintos mo­
mentos de la producción historiográfica argentina. Hal­
perín ha sido la 'voz' de los historiadores sociales en esta
materia. Los ejes de sus trabajos son: a) Un juicio severo
sobre el revisionismo, al que le niega jerarquía intelectual
y sólo le reconoce haber denunciado acertadamente la
crisis de la historiografía liberal. b) El entronque con la
Argentina La escritura de su historia -

241

tradición iniciada por Mitre, al que considera el gran fun­


dador ele la historiografía nacional, y algunos de cuyos
puntos de vista básicos sigue defendiendo. e) La prescn­
t.ación de José Luis Romero como el hombre que rescata
la tradición cient.ífica frente a la crisis de la Nueva Escuo
la y la falta de sustento del revisionismo. Por ser artícu­
los de diferentes épocas, brindan un panorama del pon­
samient.o de la 'voz oficial' de la historia social en Argen­
tina, sobre todo después de la muerte de Romero.


Javier Trímboli y Roy Hora, Pensar la A roentiua. Los
historiadores hablan. de h.istoria y polüica, El Cielo
por Asalto, 1994
Conjunto de reportajes a historiadores argentinos COI1-
t.ernporáneos, que versan sobre el pasado y presente de
la disciplina en el país. Son entrevistados José Carlos
Chiaramonte (el mayor especialist.a en hist aria de la pri­
mera mitad de] siglo XIX), Hilda Sábat.o (la más recono­

cida en historia de la segunda mitad del siglo XIX), Tulio


Halperín Donghi (aut.oridad en la propia materia histo­
riográfica, y aut.or de estudios y ensayos que recorren t o­
da la historia argentina), con lo que t.enemos a tres de los
principales protagonistas de la historiografía universit.a­
ria de hoy. Natalio Botana (orient.ado a la historia políti­
ca en general, y a la de las ideas
políticas en particular,
cuya inclusión representa llila apertura hacia un enfoque'
más 'liberal' de la problemática hist.órica nacional), Bca­
t.riz Sarlo y Osear Terán (que t.rabajan en historia de la
cultura y las ideas de la Argentina, y si bien no se desen­
vuelven en la carrera de Historia, están sumados a la co­
rriente político-intelectual constituida en torno al Club
de Cult.ura Socialista). En suma, un
panorama, en forma
de testimonio direct.o, y organizado por Hora
y Trímboli,
dos jóvenes seguidores (por más les
que guste presentar­
se como críticos) de la corriente
preclorninante.

Sergio Bagú, Argentina 1875-1.975. Poblacion, econo-
242 Daniel Campione
.

mía, sociedad. Estudio temático y bibliográfico. So­


lar. 1983.

El autor de los más agudos estudiosos de la histo­


es uno

ria económica y social que ha dado nuestro país. Este li­


bro es en realidad guía bibliográfica, exhaustiva pa­
una

ra el período que abarca, ordenada temáticamente den­

tro de las cuestiones económico-sociales y demográficas,


con la ventaja de que abarca t.anto aquellos en que pre­

domina el enfoque histórico, corno los realizados desde el


punto de vista del sociólogo, del economista y de otras
disciplinas. En buena parte de los casos no se limita a
identificar los libros y artículos, sino que ofrece comen­
tarios interesantes sobre los mismos. En la primera sec­
ción incluye una pequeña guía de fuentes documentales.
Es de lamentar que no exista un trabajo similar para la
historia política e institucional, aunque algunos de sus tí­
tulos, por proximidad temática, se hallan comentados
aquí. Es un importante material de consulta cuando se
quiera tener una idea sobre la orientación y el valor de
una obra (incluye libros y artículos), si bien a medida que

va 'envejeciendo', nos impide informamos sobre los tra­

bajos recientes.
• Bebe Clementi, Rosas en la historia nacional, La Plé­
yade, 1970.
El libro recorrido por la historiografía acerca de
es un

Rosas (sobre todo la de orientación revisionista), en el


acontecintientos
que la autora entra a discutir procesos y
del período rosista, a través del análisis de diversas
obras, y registra polémicas al interior del revisionismo
(por ejemplo las críticas de los revisionistas 'clásicos' a
sus colegas de izquierda). El estilo de redacción y orga­

nización del trabajo, con transcripción de largos párrafos


de las obras analizadas, dificulta un poco su lectura. Una
sección titulada 'Recapitulación temática' al final del li­
bro, brinda una orientación suscinta sobre las principales
Argentina la escritura de su historia -

243

cuestiones en tomo a la etapa rosista y los que la autora


considera los rnejores tratamientos.

Roberto Etchepareborda, Rosas-Contronertida. histo­

riografía, Pleamar, 1972.


Otro recorrido por la historiografía en torno a la figura de
Rosas, escrit.o por un representante no 'ortodoxo' de la
historiografía liberal, que intenta un análisis dl'sapasio­
nado de la principal bibliografía en torno a la figura del
gobernador bonaerense.

Leonardo Paso, Corrientes historiográficas. Cartago,
Varias ediciones.

Un esbozo de tratamiento de la historiografía argentina,


desde la posición de quien fue por años el 'historiador
oficial' del PC. El breve libro comienza planteo ge­con un

neral del 'materialismo histórico' que deja al análisis es­


trictamente historiográfico un espacio bastante breve, y
lo toma excesivamente a 'vuelo de pájaro'. Por otra par­

te, está cruzado por las limitaciones del 'marxismo sovié­


tico' de segunda mano que se practicaba en el país hasta
los años 'SO.

Fernando J. Devoto (compilador), La h.istorioqrafia
argentina en el siglo XX. Dos volúmenes. Centro Edi­
tor de América Latina. 1993-1994

Reúne un total de trabajos (más un prefacio y un


once

estudio preliminar a cargo del compilador), que reco­


rren diversos aspectos de la historiografía argentina,

desde el cambio de siglo hasta los años ochenta del si­


glo XX. Es útil para tomar una idea de las principales
corrientes historiográficas de nuestro país. El director
de la obra es titular de Teoría Histórica e Historiografía
en la UBA, y es un destacado
protagonista de la 'reno­
vación' historiográfica hoy hegemónica. El segundo vo­
lumen está dedicado a la evolución de esa corriente ca­

si por entero. Hay un artículo, en el primer torno, que


244 Daniel Campione
.

trata al revisionismo, a cargo de Alejandro Cataruzza, y


no hay ningún trabajo específico sobre la historiografía
marxista y de izquierda.
• Nora Pagano-Martha Rodríguez (compiladoras), La h/is­
torioqrafia. rioplatense en la posquerra, La Colmena,
2001.

El título no esmuy ilustrativo, ya que algunos de los tra­


bajos tratan temas anteriores a 1945. Un trabajo de Mart­
ha Rodríguez, sobre la relación entre Ricardo Levene (y
resulta intere­
por lo tanto la Academia) y el peronismo,
sante, ya que es un tema no muy explorado. También ca­
be mencionar al de José Ornar Acha en torno a la histo­
riografía sobre el peronismo entre 1955 y 1960, que re­
t1eja los primeros intentos de análisis sobre el peronismo
hechos desde diversos campos ideológicos.

Hugo Biagini, Hebe Clementi y Marilú Bou, Historioqra-
fia Argentina: la década de 1980. Editores de Améri­
ca Latina, 1996.

Proporciona información básica y breves comentarios so­


bre las publicaciones históricas del período enuncíado en
el título. Tiene una redacción que parece algo apresurada,
y una organización del contenido que podría mejorarse
en

su sistematicidad. Hay que tener en cuenta que la década


abordada tiene particular importancia: es la del regreso, ya
en posiciones de hegemonía, de la 'historia socia!'. Contie­

ne un muy valioso apéndice titulado "Fuentes Auxiliares"


con información sobre guías bibliográficas y obras de refe­

rencia útiles para estudiar la historiografía argentina .


Alejandro Cattaruzza, "Descifrando pasados: debates y
representaciones de la historia nacional", capítulo X del
torno VII de Nueva Historia Argentina (Crisis econo­

mica. ouamce del Estado e incertidumbre poiitico.


1930-1943), Sudamericana, 200 l.
En medio centenar de páginas, el autor traza las grandes
Argentina la escritura de su historia -

245

líneas del quehacer historiográfico de la época, pero no


al interior de la 'corporación historiográfica', sino en di­
versos campos de la acción social, como el aparato del

Estado, partidos políticos, la escuela, la llegada al pú­


los
blico de los libros, ctc., lo que le confiere interés y dina­
mismo El debate entre liberales y revisionistas, cuyos
años inaugurales coinciden con el período abordado, to­
ma el lugar central del análisis, sin absorberlo por com­

pleto. Se encuentran también importantes cornentarios


sobre la historiografía comunista de la época. Su claridad
expositiva y el entramado de diversos aspectos que abar­
ca convierten a este trabajo, pese a su brevedad, en uno

de los más ricos de los publicados en los últimos años so­


bre historiografía argentina.


Alejandro Herrero Herrero, La.', Ideas y sus
y Fabián
historiadores. Un fraqrnento del campo iauelectual
en los años nooenta. Centro de Publicaciones/Universi­
dad Nacional del Litoral, 1996.
Compilación de un amplio conjunto de entrevistas (un to­
tal de más de treinta), a investigadores argentinos con­
temporáneos que trabajan en historia de las ideas o histo­
ria intelectual. Los reportajes se dividen en dos secciones,
la primera dedicada a autores consagrados y la segunda a
jóvenes investigadores, y no se limita al campo de los his­
toriadores, sino que incluye a filósofos y estudiosos de la
literatura, bajo el común denominador de que trabajen
sobre la evolución intelectual del país. Como en otras se­
lecciones de este tipo de los años recientes, con intención
o sin ella, se produce un corte ideológico, que hace que

no aparezcan entrevistados autores de importante pro­

ducción en la materia y amplia repercusión, corno Hora­


cio González, Alcira Argurnedo u Horacio Tarcus. Otra
crítica posible es que el elevado número de entrevistas
hace al conjunto excesivamente abigarrado, produciendo
un acentuado efecto de 'exceso de información'.
246 -

Daniel Campione

• Comité Internacional de Ciencias Históricas. Comité Ar­


gentino, Histo rioqrafia. Argentina, (1958-1 !J88). Una
evaluación crítica de la producción histórica ar­

gentina. Buenos Aires, 1990.


En un extenso tomo se vuelcan las actas de las Jornadas
realizadas Paraná, en el año 1988. Está conformado
en

entre las distin­


por un conjunto de ponencias agrupada
tas ramas de la historiografía que se produce en Argenti­
na (colonial, regional, social, económica, agraria, etc.).

Constituye un panorama algo frío, pero bastante comple­


décadas
to, de la producción histórica nacional en las tres
comprendidas en el título, que incluye los libros y artícu­
los publicados, y algunos comentarios sobre los principa­
les problemas de las sub-disciplinas tratadas. Algunas
secciones superan lo informativo para ingresar en discu­
siones aun vigentes, como en las tres que a 'historia social'
dedican L. A. Romero, Leandro Gutiérrez e Hilda Sábato.

• Adrián G. Zarrilli- Talía V. Gutiérrez-Osvaldo Graciano,


Los estudios históricos en la Uriiuersidad Nacional
de La Plata (1905-1990) Tradición, renovación y
singularidad. Academia Nacional de la Historia, 1998.
Obra conformada realidad por tres estudios, ordena­
en

dos en forma cronológica, sobre la historiografía de la


Universidad platense. En función de que la UNLP no
tiene un perfil historiográfico propio (tal cosa se reco­
noce a lo largo del libro), el enfoque resulta excesiva­
mente institucional, con mucho espacio dedicado a
enumerar publicaciones, lo que carece
realizaciones y
de interés para el lector no interesado específicamente
en la trayectoria de esa casa de estudios.
No se cumple

del todo lo anunciado en el título, porque el análisis no


va más allá de los primeros años setenta.
De los tres tra­

bajos el más interesante es el dedicado al período pero­


nista, porque aporta bastante información y algún aná­
lisis en cuanto a las transformaciones operadas por el
Argentina la escritura de su historia' 247

peronismo en la Universidad en general, a través del

prisma local platense.



Tulio Halperín Donghi, El reoisionismo h.istárico ar­

gentino. Siglo XXI, 1970.


Sin ser un historiografía revisio­
análisis minucioso de la
nista (no podría serlo, dada su extensión), y aunque pa­
dece la trabazón expositiva el e la mayoría de las obras de
T.H.D., es un serio aporte a la comprensión del revisio­
nismo en su doble papel de movimiento político y ten­
dencia historiográfica, desde puntos de vista identifica­
dos con la 'historia social'. Entre los aciertos del texto de­
be contabilizarse el señalamiento del carácter 'parasita­
rio' del revisionismo respecto de la historiografía liberal,
y apartir de allí se vislumbra la posibilidad de su crisis
terminal al compás del agotamiento progresivo de su ri­
val. Otro es el desmontaje crítico del modo de abordaje
de la problemática económico social, en el que éste se
vuelve una suerte de instnunento auxiliar para funda­
mentar interpretaciones previamente adoptadas sobre el
acontecer político.


Maristella Svampa, El dilema argentino: Ciinlieacion.
o barbarie. De Sarmiento al revisionisrno peronista.
El Cielo por Asalto. 1994.

No es trabajo de historiografía, sino que


estrictamente un

tiene un objetivo que excede ese campo: un seguimiento


de las ideas-estereotipo fijadas en la dicotomía civiliza­
ción-barbarie, a lo largo de la historia argentina. Pero en
el análisis de esa trayectoria juega un lugar relevante el
esfuerzo de comprensión del sustrato político-ideológico
que da respaldo tanto a la historiografía oficial como al re­
visionismo, con un enfoque que pone de relieve la riqueza
y complejidad de los procesos que dan origen a uno y otro.
• Diana Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria:
Historia y política en la Araentina, Emecé, 1995.
248 -

Daniel Campione

Vuelca una tesis doctoral realizada en Francia. Es un am­

plio estudio sobre el revisionismo histórico, puesto en


relación con el clima político y cultural de las distintas
la
épocas del país, desde 1 D 1 G en adelante. Se presta en
obra preferente atención a la 'recepción' del revisionis­
mo fuera de los especialistas en historia, incluyendo
las

instituciones estatales, los diferentes partidos políticos,


'sentido común histórico'.
y lo que la autora denomina el
revisio­
Hay un buen tratamiento de la relación entre el
nismo y el Estado peronista, que incluye el análisis del
discurso historiográfico de funcionarios políticos y legis­
ladores de la Una deficiencia que puede señalar­
época.
se centra en exce­
se es que la imagen del revisionismo
so en torno al juicio sobre la figura de Rosas, descuidan­
do otros ternas característicos de esa tendencia (la apre­
ciación de la etapa colonial, la del resto de los caudillos,
juicio sobre el periodo post-Caseros). Una
consecuen­
el
cia de esto último es la escasa atención al revisionismo

de izquierda, que a diferencia del tradicional, nunca se

vertebró en torno al 'rosismo'.

• Héctor G. Cordone, Apuntes sobre la eoolucion. de la


historia sindica: en la Araenti.na: Una aproxima­
ción biblioqrtifica. Ceil (Centro de Estudios e Investi­
gaciones Laborales)-Consejo Nacional de Investigacio­
nes Científicas y Técnicas. Documento de Trabajo
N° :32.

Es breve pero eficaz reseña historiográfica en torno


lila

a la historia del movimiento obrero, que parte


de una

obra pionera del dirigente socialista Adrián Patroni y de


los primeros informes oficiales, y termina en los años 'BO,
trayendo además un listado de actualización bibliográfi­
ca que llega hasta 1992. Junto con
el artículo de Entre­
son los
pasados escrito por Mirta Lobato y Juan Suriano,
sindical y
dos materiales disponibles sobre historiografía
obrera en Argentina .

discurso
Ricardo L. Costa y Danuta T. Mozejko, El
corno

Argentina la escritura de su historia -

249

práctica. Lugares desde donde se escribe la h.istoria:


Horno Sapiens, Rosario, 200 l.

Trabajo de corte académico, orientado a analizar la cons­

trucción de la 'autoridad' histórica Argentina, en par­


en

ticular Ia estatuida en torno a la figura de Bartolorné Mi­


tre. Se toma como base para el trabajo la Historia de
San Ma.rtiu. y subsidiariamente sus polémicas con V.
...

F. López y Dalmacio Vélez Sársfield. La obra no es estríe­


tament.e historiográfica, ya que está planteada más bien
como un análisis del poder discursivo que 'hace' la histo­

ria, examinado desde el punto de vista de su genealogía,


y con el sustento disciplinario de la sociología y el análi­
sis del discurso, en un enfoque que trata de hacer equili­
brio entre los abordajes más estructuralistas y aquellos
más atentos al sujeto. El resultado es un acercamiento,
bastante original en nuest.ro medio, a la figura del histo­
riador que funda la disciplina hist.órica en el rnismo tiem­
po que contribuye a constituir un Estado-nación, encar­
nado en nuestro país por el fundador de La Nación.

Norberto Galasso, De la Historia Oficial al Reinsiorcis­
rno lcosista-Corrientes
h.istorioqrcificas en la Argen­
tina. Cuadernos para la Otra Historia. l Centro Cultu­ ,

ral Enrique Santos Discépolo, Buenos Aires, 1999. La


Historia Social, Cuadernos para la Otra Historia 2, Cen­
tro Cultural Enrique Santos
Discépolo, Buenos Aires,
1 999. La corriente historiográfica socialista; federal­
prouiucio.na. o lrüiuoarnericana; Cuadernos para la
Otra Historia :3, Centro Cultural Enrique Santos Discé­
polo, Buenos Aires, 1999.
Son tres folletos que contienen una visión panorámica de
la evolución historiográfica
argentina, agrupándola en sus
escuelas principales. La escritura y la organización de los
temas (en torno a los historiadores más importantes o
difundidos) tiene una intención marcadamente didácti­
ca, pero sin dejar de lado las aristas polémicas. Podría
250 -

Daniel Campione

objetársele, en el método, que se centra mucho en las


'grandes figuras', prestando menos atención al contexto
socio-cultural de desarrollo de las distintas corrientes.

Sin abandonar su 'izquierda nacional' den­


orientación de
tro del espectro historiográfico 'revisionista', Galasso
brinda una visión actualizada de los grandes debates so­
bre la historia nacional. Quizás la mejor parte de la obra
sea la segunda, dedicada a la que
la 'historia social' en

realiza una crítica con matices originales y fervor militan­

te,de la actual hegemonía historiográfica. En la tercera,


realiza la defensa de una visión centrada en el socialismo
corno derrotero ideológico, el latinoamericanismo como

idea de nación alternativa la oficial, y la defensa del in­


a

terior y del federalismo frente al predominio porteño,


con la que se identifica de modo pleno y militante, y a la

que hace partir del grupo trotskista de la revista Frente


fundadores de una visión marxista y a la
Obrero, corno

vez 'nacional' de la historia argentina, a los que separa


cuidadosamente del divulgador más farnoso de la misma,
Jorge Abelardo Ramos.

Artículos en revistas

Las revistas especializadas en historia, o dentro del cam­


po de las ciencias sociales, han publicado numerosos artícu­
los sobre temas historiográficos. En Estudios Sociales pue­

den encontrarse escritos referidos sobre todo a la Nueva Es­


cuela Histórica, en la línea actualmente hegemónica. Desa­
rrollo Económico contiene algunos artículos de Halperín
vista his­
Donghi, fundamentales para la fijación del punto de
en la actualidad. PU1-ttO de Vista ha
toriográfico hegemónico
filatería de Hilda
reflejado una y otra vez las opiniones en la
Sábato y también las de Halperín Donghi. Entrepasados
Argentina la escritura de su historia· 251

contiene unartículo de Enrique Tandeter que, aunque diri­


gido a la historiografía del período colonial, constituye
una

evaluación más generalde la historiografía argentina recien­

te, así como algunos trabajos que fundamentan el quehacer


de la 'nueva historia social' en la actualidad, como el de Ema
Cibotti que aquí se cita, y análisis de historiadores más jóve­
nes sobre la constitución de la historiografía nacional,
ade­

más del mencionado de Suriano y Lobato sobre la historia


del movimiento obrero.
La Academia sigue editando su revista Inuestiqaciones
de
y Ensayos, que refleja tanto la producción monográfica
sus miembros, corno amplia información sobre las activida­

des de la Academia, reemplazando asi al extinto Boletin.


Otra interesante revista de aparición reciente es Socio­
histórica, una publicación desarrollada en la Universidad de
La Plata, especializada en trabajar en la intersección entre so­
ciología e historia, con investigadores enrolados en esa línea
como Alfredo Pucciarelli y Waldo Ansaldi como animadores,

a través del Centro de Investigaciones Socio Históricas.

También ha publicado artículos sobre historiografía, aquí

citados, Pro-historia, publicación de la Facultad de Huma­


nidades de Rosario.
Las revistas Taller y Razón y Revolución contienen
elementos para el debate contra la historiografía hegemóni­
ca y entre distintas corrientes de la historiografía de izquier­
da identificada mayormente con el marxismo. De allí
reco­

mendamos sobre todo los artículos de Eduardo Sartelli y Ni­


colás Íñigo Carrera (en R y R), y los de Pablo Pozzi en Ta­
ller, junto con alguna intervención crítica de Ernesto Salas.
Los primeros defienden un enfoque marxista sólidamente
implantado en el análisis socioecónomico y en el despliegue
de las categorías teóricas básicas de esa tradición. Pozzi, de
formación anglosajona (y por lo tanto más empirista, aun
dentro del marxismo) y con opción metodológica por la his­
toria oral (en una inflexión radical de la misma, inspirada por
Thompson y los History Workshop y por la historiografía
;
252 .

Daniel Campione

radical norteamericana al estilo de Howard Zinn o David


Montgoruery), asigna al enfoque teórico un rol menos cen­
tral, además de adoptar una impronta más 'subjetivista' en la
aproximación a la lucha de clases.
El Rodaballo y Pe-riferias han publicado un par de tra­
bajos sobre la historiografía acerca del Partido Comunista.
Un contenido más compacto y homogéneo tiene el A riuario
del PIMSA, que viene publicándose hace varios años, básica­
mente con avances de investigación de los miembros de ese
instituto. Varios de los trabajos encaran el estudio del movi­
miento obrero y social de los últimos años en el país.
La mayoría de los artículos atinentes a nuestro tema in­
cluidos en publicaciones periódicas han sido citados en el
cuerpo del trabajo, por lo que el lector podrá dirigirse
a esas

referencias para ubicarlos y consultarlos.


Argentina La escritura de su historia -

253

INDICE

3 I. A modo de presentación

15 II. Los orígenes de la 'historia oficial'


22 Los fundadores de la historiografía nacional

39 UI. La u.ueua escuela h.istárica.

65 IV El reinsionismo histórico
84 Peronismo e historiografía

109 V La 'nueva historia' 'historia social'


o

116 Después de 198:3. La hegemonía de la 'Historia Social'

149 VI. Historioarafia eizquierda


163 La historiografía producida en el ámbito de los
partidos de izquierda
173 Las fuerzas de izquierda escribiendo su propia historia
179 La historiografía de izquierda en los ámbitos
profesionalizados

205 VII. La diirulqacion. histórica

217 VIII. Sobre las perspectivas futuras. A modo de


conclusión

223 A nexo / Bibtioorafia. comeruada


223 a) Historiografía general y comprensión de la historia
234 b) Breve bibliografía comentada sobre historiografía
argentina

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