La Mística Que Debe Animar La Oración
La Mística Que Debe Animar La Oración
La Mística Que Debe Animar La Oración
PRIMERA PARTE
Orando se aprende a orar
El hombre, por estar formado de alma y cuerpo, tiene en su misma naturaleza una
sed de cosas infinitas, siente la necesidad de conocer a Dios, intuye la presencia de
un Ser Superior, de Alguien infinito que es la respuesta a sus necesidades. La historia
de la existencia humana da prueba de la religiosidad innata del hombre en las
distintas épocas y en las diferentes culturas.
La oración cristiana es muy diferente a estas técnicas que están de moda, porque es
una oración personal (de persona a persona) en la que nosotros hablamos con Dios
que nos creó, nos conoce y que nos ama. Nuestro Dios es una persona, no algo
etéreo como el cosmos o el universo. No es un dios "cósmico", es un Dios con el que
podemos dialogar de persona a persona porque nos conoce a cada uno y sabe qué
es lo que necesitamos. Dios es un Padre que nos ama, y con la oración nosotros
participamos de su amor. Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos. La
oración cristiana da frutos, no sólo con uno mismo sino con los demás, nos hace
crecer en el amor a Dios y a los hombres.
1
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Algunos quizá, hayamos alguna vez intentado orar con toda nuestra buena voluntad,
pero los esfuerzos que hicimos no dieron el fruto que esperábamos y terminamos
desanimados y abandonando la oración. ¿Por qué nos pasa esto? ¿Porque no
sabemos orar?, necesitamos aprender a orar.
Las personas que han aprendido a orar, han encontrado el gusto por la oración y han
logrado vencer obstáculos que en otro momento de sus vidas les hubieran parecido
muy difíciles de superar como la falta de tiempo y el no poderse concentrar. Se puede
decir que la oración ha pasado a ser parte de su vida.
Así como los deportistas se preparan y entrenan para conseguir mejores resultados,
el alma tiene capacidades espirituales que pueden estar dormidas por falta de
preparación y entrenamiento.
Con la oración ocurre lo que con la levadura que fermenta la masa o con una
antorcha que alumbra una habitación. Así es la oración: ilumina y fermenta toda
nuestra vida y nos hace crecer en nuestro interior. Dios se convierte en un Alguien en
nuestras vidas y no es sólo una "idea" sin vida. El diálogo continuo con Dios se vuelve
parte de nuestra vida cotidiana.
Qué es la oración.
Para orar, es necesario querer orar.
La oración es buscar a Dios, es ponernos en contacto con Dios, es encontrarnos con
Dios, es acercarnos a Dios.
Orar es llamar y responder. Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones. Es un
diálogo de amor.
Santa Teresa dijo en una ocasión: “Orar es hablar de amor con alguien que nos ama”.
2
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
La oración no la hacemos nosotros solos, es el mismo Dios (sin que nos demos
cuenta) el que nos transforma, nos cambia. Podemos preguntarnos, ¿cómo?
Aclarando nuestro entendimiento, inclinando el corazón a comprender y a gustar las
cosas de Dios.
La oración es dialogar con Dios, hablar con Él con la misma naturalidad y sencillez
con la que hablamos con un amigo de absoluta confianza. Orar es ponerse en la
presencia de Dios que nos invita a conversar con Él gratuitamente, porque nos quiere.
Dios nos invita a todos a orar, a platicar con Él de lo que más nos interesa.
Cuanto más profunda es la oración, se siente a Dios más próximo, presente y vivo.
Cuando hemos “estado” con Dios, cuando lo hemos experimentado, Él se convierte
en “Alguien” por quien y con quien superar las dificultades. Se aceptan con alegría los
sacrificios y nace el amor. Cuanto más “se vive” a Dios, más ganas se tienen de estar
con Él. Se abre el corazón del hombre para recibir el amor de Dios, poniendo
suavidad donde había violencia, poniendo amor y generosidad donde había egoísmo.
Dios va cambiando al hombre.
El egoísmo que nos lleve a pensar sólo en nosotros mismos sin ser capaces de ver
las necesidades de los que nos rodean,
El apego a las cosas materiales convirtiéndonos en esclavos de las cosas en lugar de
que las cosas nos sirvan a nosotros para vivir,
El deseo desordenado hacia los placeres, apegándonos a ellos como si fueran lo
más importante.
El poder que utilizamos para hacer nuestra voluntad sobre las demás personas.
Lo que no es la oración
Algunas veces podemos desanimarnos en la oración, porque creemos que estamos
orando, pero lo que hemos hecho no es propiamente oración. Para distinguirlo
podemos ver unos ejemplos:
3
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Cuando retamos o exigimos a Dios tampoco estamos orando, pues nos estamos
confundiendo de persona. Dios es infinitamente bueno y nos ama. No podemos
dirigirnos a Él con altanería.
4
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Características de la oración:
La oración se dirige a Dios y no necesita de muchas palabras. Él conoce lo que nos
pasa. Si no logramos escuchar a Dios, volver a intentarlo una y otra vez hasta
conseguirlo.
La oración debe ser perseverante: tener paciencia en establecer ese diálogo con
Dios.
La oración, siempre debe estar precedida del perdón: Para que nuestro amor a
Dios sea auténtico se necesitan purificar nuestras faltas. Antes de orar debemos
limpiar nuestro corazón, “darle una barridita” quitando todos los rencores acumulados
que quitan la paz a nuestros corazones tan necesaria para la oración. Es momento de
perdonar como Jesús lo hizo en la cruz.
por la ira, el rencor, la pereza. La oración nos fortalece para vivir siempre cerca de
Dios.
Orar no se trata sólo de cumplir con una serie de normas externas. La oración nos
invita a entregarnos con generosidad al amor. Se ora con el corazón, con lo más
profundo del hombre, que sólo Dios conoce a la perfección.
Para que la oración sea auténtica se necesita buscar con sinceridad a Dios, un clima
de silencio interior y exterior quitando el ruido de las pasiones, de los llamados de
sensualidad, del orgullo. Tener humildad y deseos de amar a Dios. San Juan de la
Cruz nos dice “Olvido de lo creado, memoria del Creador, Atención a lo interior y
estarse amando al Amado”.
Lugar: Escoger un lugar específico para orar. No importa cuál sea, mientras nos
ayude a obtener el silencio interior que necesitamos.
Horario: Revisar nuestro horario y escoger para la oración un momento en el que nos
encontremos en paz y no tengamos muchas ocupaciones y que tampoco nos
encontremos muy cansados. Procurar que esta hora sea siempre la misma y
mantenerla fija lo más que se pueda.
Antes de la oración: Decirnos a nosotros mismos, ¿con quién voy a hablar?, ¿con
qué actitud voy a comenzar?, ¿de qué le quiero hablar el día de hoy?
Llevar a cabo la oración: Escoger el tipo de oración que se quiera llevar a cabo.
Adentrarse en ella. Turnar momentos de hablar y escuchar a Dios a lo largo de la
oración.
Propósito concreto para nuestra vida: Sacar como fruto de la oración un propósito
concreto a seguir en ese día. Debe ser muy concreto para poderlo cumplir. Por
ejemplo, en lugar de decir “hoy voy a ser un buen padre de familia” decir “hoy voy a
tener paciencia, no gritándoles a mis hijos a la hora de la cena en la que ya todos
estamos cansados”.
Duración: Cada persona sabrá del tiempo que dispone y del tiempo que quiera
dedicar a la oración. Es indispensable un mínimo de 15 minutos. Hay que estar
conscientes de que mientras más dificultades y preocupaciones tengamos, se debe
orar más, pues necesitamos más de la presencia de Dios en nuestras vidas.
Tipos de oración.
Existen distintos tipos de oración:
Oración de confianza: Es ponernos en las manos de Dios con la confianza con que
un niño pequeño brinca desde la mesa a los brazos de su padre. Es confiar en que Él
siempre estará presente para ayudarnos, para darnos las gracias que necesitemos en
cada momento. Es tener presente que Dios, que es Todopoderoso, nos conoce y nos
ama. Es quitar todo el miedo y la inseguridad de nuestra vida. ¿A qué podemos temer
si tenemos un Padre Todopoderoso?
Oración de arrepentimiento y perdón: Dios nos tiene un gran amor y tiene un plan
para cada uno de nosotros: Él quiere que seamos felices ahora y para siempre junto a
Él. Cuando pecamos, nos negamos a seguir sus planes de felicidad para nosotros. El
pecado es decirle a Dios que no nos interesa su plan, que preferimos hacer lo que se
nos antoja. En la oración de arrepentimiento, le decimos a Dios que nos sentimos mal
de haberlo ofendido, de haber despreciado su invitación a la felicidad eterna, que
queremos volver a ser sus amigos. Le pedimos que nos perdone y nos vuelva a
aceptar en sus planes de salvación. Todos los días podemos pedir perdón a Dios por
7
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
1. Oración vocal:
Consiste en repetir con los labios o con la mente, oraciones ya formuladas y escritas
como el Padrenuestro, el Avemaría, el ángel de la guarda, la Salve. Para aprovechar
esta forma de oración es necesario pronunciar las oraciones lentamente, haciendo
una pausa en cada palabra o en cada frase con la que nos sintamos atraídos. Se trata
de profundizar en su sentido y de tomar la actitud interior que las palabras nos
sugieren. Es así como podemos elevar el alma a Dios. Podemos apoyarnos en la
oración vocal para después poder pasar a otra forma de oración. Todos los pasos en
la vida se dan con apoyos y la oración vocal es un apoyo para las demás. La palabra
escrita es como un puente que nos ayuda a establecer contacto con Dios. Por
ejemplo, si yo leo “Tú eres mi Dios” y trato de hacer mías esas palabras identificando
mi atención con el contenido de la frase, mi mente y mi corazón ya están “con” Dios.
2. La lectura meditada:
Un libro nos puede ayudar mucho en el camino a encontrarnos con Dios. No se trata
de leer un libro para adquirir cultura, sino de tener un contacto más íntimo con Dios y
el libro puede ser una ayuda para conseguirlo. No se trata de aprender cosas nuevas,
sino de platicar con Dios acerca de las ideas que nos inspire el contenido del libro.
Hay que leer hasta que encontremos una idea que nos haga entrar en contacto con
Dios y ahí frenar la lectura “saboreando” el momento. Es así como se profundiza en
las ideas del libro para escuchar a Dios. Si cuando estamos leyendo, se produce una
visita de Dios, abandonémonos a Él. Al orar hay algo que nos “llama”, una idea en la
que sentimos la necesidad de profundizar. Para profundizar volvemos a la idea para
verla en todos sus aspectos hasta que llegue a sernos personal, hasta que la
hagamos propia. Esta idea mueve nuestra voluntad, nuestra capacidad para el amor,
8
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
el deseo y el afecto. Esta oración debe terminar con un propósito de vida de acuerdo
a las ideas en las que hemos profundizado en compañía de Dios.
c) Terminar platicando con Jesús o con su Madre la Santísima Virgen María acerca de
lo que hemos descubierto.
9
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
5. Contemplación:
Se le conoce también como silencio en presencia de Dios. Este es el punto donde
culminan todos las formas de orar de las que hemos hablado con anterioridad. Es el
momento en que se interrumpe la lectura, o se deja la reflexión sobre un
acontecimiento, una idea o un pasaje del Evangelio. Se da cuando ya no hay deseos
de seguir lo demás, se ha encontrado al Señor con toda sencillez, después de
recorrer un camino. Hemos experimentado interiormente que Dios nos ama a
nosotros y a los demás. Es guardar silencio en presencia de Dios con un sentimiento
de admiración, de confusión, de gratitud, cuando nos sentimos invadidos por la
grandeza de Dios y su amor hacia nosotros y nos ofrecemos a Él. La oración
contemplativa es mirar a Jesús detenidamente, es escuchar su Palabra, es amarlo
silenciosamente. Puede durar un minuto o una hora. No importa el tiempo que dure ni
el momento que escojamos para hacerla. Para tener una oración contemplativa,
debemos:
a) Recoger el corazón: Olvidarnos de todo lo demás, encontrándonos con Él tal y
como somos, sin tratar de ocultarle nada.
b) Mirar a Dios para conocerle: No se puede amar lo que no se conoce. Al mirarlo
debemos tratar de conocerlo en su interior, sus pensamientos y deseos.
c) Dejar que Él te mire: Su mirada nos iluminará y empezaremos a ver las cosas como
Él las ve.
d) Escucharle con espíritu de obediencia, de acogida, de adhesión a lo que Él quiere
de nosotros. Escuchar atentamente lo que Dios nos inspira y llevarlo a nuestra vida.
e) Guardar silencio: Silencio exterior e interior. En la oración contemplativa no debe
haber discursos, sólo pequeñas expresiones de amor. Hablar a Jesús con lo que nos
diga el corazón.
A lo largo de este taller, hemos orado de varias formas para acercarnos a Dios
sacando frutos para nuestra vida. Nos ha escuchado y nosotros lo hemos escuchado.
Hemos logrado establecer un diálogo.
Pero aquí no acaba el taller, sino que más bien es el punto de arranque para una
sólida vida de oración que ejercitaremos todos los días hasta que nos encontremos
con el Señor “cara a cara” el día de nuestra muerte.
Es importante analizar de vez en cuando la relación que existe entre nuestra oración y
nuestra vida. Debe existir una correlación directa entre las dos porque si oramos con
profundidad nuestra vida forzosamente debe cambiar. En otras palabras, se nos debe
“notar” la oración. Si no se nos nota… es que algo anda mal… Debemos analizar si tal
vez estamos pretendiendo orar, pero en lugar de alabar a Dios, nos hemos dado culto
a nosotros mismos. No hemos dialogado con Dios sino con nosotros mismos. En
lugar de amar a Dios, nos hemos amado a nosotros mismos. Tal vez nos hemos
fabricado un dios a la medida de nuestros deseos, intereses y temores. Tal vez nunca
hemos salido de nosotros, sino que al rezar hemos continuado centrados en nosotros.
10
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Pero, tal vez sí hemos orado bien y sentimos que no se nos nota porque seguimos
cayendo en los mismos pecados que antes; hay que tener en cuenta que cada
persona es distinta y a algunas nos cuesta más trabajo superar los defectos y la parte
negativa de nuestra personalidad. Se hacen muchos esfuerzos y nuestro progreso
puede ser muy lento. Estos esfuerzos suelen ser silenciosos. Dios los conoce y los
aprecia, aunque ante los ojos de los hombres pueda parecer que no hemos
cambiado.
El secreto para ser fieles a Dios, para lograr la unidad entre la oración y la acción es
prestar atención a Dios, es “sacar nuestras antenas” para encontrar a Dios no sólo en
la Iglesia, en la capilla o en la Misa de domingo, sino en nuestras ocupaciones, en los
acontecimientos del día, en el trabajo, en la familia. Si Dios está ausente en nuestros
deberes de hombres, también lo estará en la oración.
Nada nos toca más personalmente que la luz de Dios. Él nos ama con un amor
personal, no en “general”. A cada uno nos toca en lo más profundo de nuestro ser.
Sólo al experimentar ese amor vamos a reconocer nuestros pecados, y a
corresponder a Dios con un amor personal que invada nuestra vida y la transforme.
La oración debe dar sentido a cada una de nuestras actividades, a cada minuto de
nuestra vida. El encuentro con Dios que se produce en la auténtica oración, debe
perdurar durante todo el día dándoles un colorido especial a las cosas. Quien ora con
profundidad, descubre a Dios en todo y establece un diálogo continuo con Él. La
unión con Dios abre el corazón a su amor y el amor lo llena todo. La oración nos debe
llevar a la conversión, a cambiar internamente para cambiar el mundo y construirlo
desde Jesucristo.
11
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
SEGUNDA PARTE
Disposiciones necesarias para orar
Una vez un señor quería encontrar trabajo. Todos los días salía a buscarlo. Al inicio
de cada jornada elevaba esta oración a Dios: “Señor, que yo consiga trabajo, pero,
por favor, que no sea hoy.”
Para hacer cualquier cosa es necesario tener buenas disposiciones. Lo mismo pasa
con la oración: para hacer oración es necesario tener las disposiciones correctas.
En este país la mayoría de las personas profesan ser católicas, pero muchísimas no
van a Misa los domingos, ni por equivocación. Podríamos llamarles los “católicos de
las cuatro fechas”: sólo entran en la Iglesia para su bautismo, primera comunión, boda
y, no faltaba más, su funeral. ¿Por qué no van a Misa los domingos? ¿Será que no
creen en el sacrificio de la Misa, o en el sacerdocio católico, o en la presencia real de
Cristo en la Hostia? Parece ser que creen en todo estas verdades. No van a misa
porque “no les nace”, por pereza. Se les pegan las sabanas los domingos en la
mañana.
Me acuerdo de un señor que no iba a misa los domingos, pero afirmaba que tenía una
fe muy profunda. Yo pensé para mí mismo: Su fe es tan profunda que nunca aparece.
En el siglo XIII vivía un gran santo, Santo Tomas de Aquino. Un día su hermanita le
preguntó: “¿Tomás, qué tengo yo que hacer para ser santa?” Ella esperaba una
respuesta muy complicada y profunda, pero el santo le respondió: “Hermanita, para
ser santa basta quererla”.
Tomemos un ejemplo del Evangelio de una persona que fue constante en la oración.
Se trata de la mujer, la llaman la cananea porque era natural de Canán, que pidió a
Jesús exorcisar a su hija. Encontramos el episodio narrado en el Evangelio de Mateo,
capítulo 15, versículos 21 a 28. Vamos a leerlo:
Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer
cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: "¡Ten piedad de mí,
Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada". Pero él no le respondió
palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: "Concédeselo, que viene gritando
detrás de nosotros". Respondió él: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas
de la casa de Israel". Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor,
socórreme!" Él respondió: "No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los
12
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
perritos". "Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas
que caen de la mesa de sus amos". Entonces Jesús le respondió: "Mujer, grande es
tu fe; que te suceda como deseas". Y desde aquel momento quedó curada su hija.
Una vez un señor oró así: “Señor, que yo me saque la lotería”. No se la sacó y se
quedó bastante decepcionado. Al hacer oración no se trata de “sacar” algo de Dios,
como uno va a sacar un permiso de construcción. La actitud correcta es acercarse a
Dios deseando conocer la voluntad de Dios sobre uno. Jesús lo dijo al enseñarnos el
“Padre Nuestro”: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.” Por eso, orar
eficazmente significa conocer la voluntad de Dios sobre uno y después decidirse a
cumplirla.
Cuando la gente dice: “Dios no me escucha”, da la impresión que lo que quiere decir
es: “Dios no me responde como yo quiero que responda”. Los grandes orantes de la
Biblia como Isaías dijeron a Dios: “Heme aquí”.
Es lógico que cuando hay amistad entre personas, la comunicación entre ellas es
mucho más fluida. Pensemos, por ejemplo, en el caso de dos esposos peleados.
Evidentemente la comunicación entre ellos no va a ser muy buena. Tienen muchos
rencores en el corazón. Además sacan a cada rato los trapos sucios. Hacen sangrar
de nuevo heridas que parecían curadas.
Hay un ejemplo muy elocuente de esto en el Libro del Éxodo, capítulo 3, versículo 7.
Moisés está caminando por el desierto de Horeb. Vio un fenómeno que le llamó la
atención: una zarza ardiente, que no se consumía. Se acercó y Dios le habló desde la
zarza. Le dijo: Moisés, Moisés, quítate las sandalias, porque la tierra que estás
pisando es tierra santa. Para acercarnos a Dios tenemos que quitarnos las
13
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Una vez dijo Jesús lo siguiente que encontramos en el Evangelios de San Marcos,
capítulo 11, versículos 22 a 24: Tengan fe en Dios. En verdad les digo que si alguno
dice a este monte: Quítate y arrójate al mar, y no vacila en su corazón, sino que cree
que lo dicho se va a hacer, se le hará. Por esto les digo: todo cuanto pidan en
oración, crean que lo recibirán y se less dará.
En una ocasión Jesús visitó su ciudad, Nazaret, entró en la Sinagoga, leyó un trozo
de la Sagrada escritura y lo explicó muy bien. Sus paisanos comenzaron a
preguntarse de dónde le venían tanta sabiduría y tanto poder para hacer milagros.
Preguntaron: ¿No es él el hijo del carpintero?, y se escandalizaron de él. Dice el
Evangelio que ahí no pudo hacer muchos milagros. Solamente pudo curar unas
cuantas personas, porque los demás no tuvieron fe en él.
La fe en la oración no es algo infantil como creer que Dios va a hacer todo lo que le
pedimos. Es más bien una actitud de confianza en Dios Padre, que nos quiere mucho
y va a buscar siempre lo mejor para nosotros.
Si tenemos las 4 disposiciones para hacer oración, seguramente vamos a tener una
oración eficaz. Yo diría que es como el abc de la oración.
No se olvide: Ud. puede ser un hombre de una gran vida de oración. ¡Basta quererlo!
14
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
TERCERA PARTE
METODO DE ORACION
17
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
“Todavía estaban hablando de esto cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les
dijo: “La paz esté con ustedes”. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran
comprender las Escrituras” (Lc 24, 36-45).
“Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, enseñará
todo y les recordará lo que les he dicho. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los
introducirá en toda verdad”. (Jn ,26; 16;13).
1. Acogida, oración
Acogida y breve intercambio de las expectativas
Oración inicial invocando la luz del Espíritu Santo.
5. Rezar el texto
Una vez más leer el texto con atención
Hacer un momento de silencio para preparar nuestra respuesta a Dios.
Rezar el texto, compartiendo las luces y la fuerza recibidas.
6. Contemplar, comprometerse
Expresar el compromiso al que nos condujo la Lectura Orante.
Resumir todo en una frase que nos acompañe.
7. Un salmo
Buscar un salmo que exprese la vivencia del encuentro.
Rezarlo como conclusión del encuentro.
18
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Una vez más concluyo que estar ante una hoja de vacía con un lápiz en la mano o
frente a computador con la pantalla en blanco y los dedos suspendidos en el aire para
comenzar a escribir, es una experiencia profundamente desoladora. Es reto y es
compromiso. Es oportunidad y la vez riesgo. Plasmar en el papel no es fácil, se
quieren decir tantas cosas, pasan por la mente tantas vivencias, expresiones y
conceptos aprendidos, que no sabemos de entrada, cómo empezar. Es algo así
como tener en el fogón muchos ingredientes y en la medida en que se van
combinando y sazonando va saliendo el plato que queremos llevar a la mesa para
agradar a nuestros comensales. El plato no siempre sale como uno espera, unas
veces nos sorprende y otras nos da vergüenza, más aún cuando contamos con
algunos paladares exquisitos como en este caso.
El tema que vamos a tratar es el del Misionero como hombre de oración. Un tema que
puede parecer obvio, pero que no lo es tanto y que nosotros, por experiencia, lo
sabemos muy bien.
En la vida espiritual siempre hay que refrescar, actualizar, volver a tomar conciencia,
pues la fragilidad de nuestra naturaleza tiende a ocuparse de lo que más ruido hace,
de lo más atractivo a los sentidos o en el peor de los casos, de lo más rentable. Por
eso, nunca sobra tocar estos temas, para que de tanto leer o escuchar lleguemos a
comprender, como dice Teresita; es decir, pasemos por el corazón lo tantas veces
dicho.
El Señor llamó a los que quiso (Mc 3,13) para trabajar en su viña y ha puesto en la
torpeza de nuestras manos todo el poder y la autoridad para cumplir la gran misión de
ser “los administradores de los misterios divinos” (1Cor. 4,1). No podemos dejar que
nos escurra como agua entre las manos tal dignidad. La oración será, entonces, el
arma que nos ayude en esta lucha, será la nos resucite la memoria y nos de la
fortaleza y la diligencia para no defraudar al Señor que confía en nosotros
enviándonos a la misión.
Para desarrollar este tema tan valioso vamos a intentar tener como telón de fondo
esta pregunta: “¿por qué la oración es una necesidad vital en la vida del misionero?”.
Abramos el corazón y comencemos.
La gente nos ve en muchos casos, de paso. “El padre nunca está”, “Siempre me
atiende de afán”, “la misa la despacha como un volador”; son expresiones que la
gente expresa de aquellos modelos de los que espera ver paz y sosiego.
Nuestras agendas están resaltadas con la palabra urgente, pero casi nunca ésta se
aplica para la oración matutina. La oración, muchas veces “paga los platos rotos” en
nuestros ritmos, pues es el comodín para las múltiples ocupaciones, sabiendo que
sólo una cosa es necesaria “estar a sus pies”, como se lo dijo tan claramente el Señor
a Marta (Lc. 10,38-42).
Nuestra vida Ministerial Misionera no puede rivalizar con la oración, ni mucho menos
verse amenazado por la falta de ella. El Misionero se debe alimentar de la oración, y
la oración a su vez debe alimentarse del ministerio: no son dos cosas separadas, son
dos realidades del mismo Ministerio.
Nuestros fieles muchas veces no dan cuenta cuando estamos tristes o enfermos,
cuándo almorzamos o no, pero, en cambio, ellos sí se dan cuenta cuando su pastor
ora, porque eso se nota y se transmite.
20
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
Cuando yo entro en intimidad con Jesús encuentro una riqueza tan grande que
plenifica mi vida y la llena de tal manera que ya nunca más vuelvo a tener hambre (Jn
6,35) “El ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10, 1-
10). Certezas que nos hacen unos buscadores incansables de dicha fuente.
La cercanía con la persona de Jesús me lleva a descubrir, sin mucho esfuerzo, los
matices de una personalidad, la pedagogía de un maestro, la obediencia de un
discípulo, y sobre todo, el sacerdocio del Hijo de Dios. Por eso tenemos que pasar
mucho tiempo contemplándolo, para que a partir de Él vivamos nuestro ministerio y
no estemos inventando lo que ya se hizo de una manera tan perfecta. Somos
Misioneros porque Jesús fue Misionero del Padre y aceptamos generosamente el
llamado para continuar su obra aquí y ahora, a imagen suya.
Jesús muy claramente los dice: “sin mí no podéis hacer nada” (Jn. 15,5). La intimidad
con el dueño de la mies nos lleva a aprovecharnos del poder que recibimos desde el
bautismo y el cual confirmamos con la consagración. Jesús nos llama, nos unge y
nos envía para hacer lo mismo que Él hizo en su paso por esta tierra y que sigue
haciendo hasta nuestros días (Mc, 6,6b-13).
A diferencia de otros jefes siempre dejan para ellos lo mejor, lo que les genere más
reconocimiento, nuestro buen pastor nos lo da todo, se da él mismo para que
continuemos la construcción de su Reino y es por eso que en nuestro ejercicio
Misionero contamos con su poder y con su autoridad para hablar en su nombre. Esto
no debe generarnos ninguna soberbia pues la obra siempre es de Él y lo único que
nos pide es que dejemos actuar por medio de nuestro ministerio, ya que necesita
canales transparentes para revelarse al mundo.
Somos Consagrados para orar, para sanar, para liberar, para perdonar, para
consagrar. El resto lo harán nuestros hermanos laicos. El mundo hoy nos reclama
otra cosa, pues están ya saturados de lo mismo, por eso llegan hasta nosotros para
que les demos la paz de Dios y no la del mundo (Jn. 14,27).
Expresiones como “Vigilen y oren, para no caer en tentación” (Mt 26,41) y “Estén
despiertos, su enemigo el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien
devorar” (1Ped. 5,8), no las dice sólo Doña Tola, la viejita piadosa de Mantilla que
participa todos los días a misa de la mañana en nuestros centros de misión, no, la
dice el Señor; por eso después de leerlas decimos “palabra de Dios”. Estas
expresiones no las podemos dejar pasar por alto, ni mucho menos pensar que son
mentiras o que responden a una espiritualidad piadosa del siglo XVI.
El está acechando a la iglesia desde el corazón y por eso los misioneros somos los
más vulnerables ante sus manifestaciones. El mal, no de cachos y cola, sino vestido
21
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
La oración nos hace delicados, finos, más aún cuando está enmarcada en un carisma
tan exquisito como es el Ad Genes. El Misionero es un dispensador de la belleza de
Dios que la pasar por tanto con El, en un juego de miradas, se termina pareciendo y
esa es la idea, que cuando nos vean a nosotros a quien vean sea a Aquel que nos
llamó y nos envió; será una total dependencia: “las palabras que yo os digo, no las
digo de mi mismo, y en cuanto a mis obras, es el Padre que mora en mí quien las
hace” (Jn. 14,10).
Una experiencia de oración nos libera del primer enemigo que tiene Dios para hacer
su obra: Nosotros mismos. Una vida en el Espíritu nos saca y nos lanza hacia el otro,
especialmente hacia el más necesitado. El ministerio necesita urgentemente ser
liberado de ese dañino mal, pues de lo contrario nos estamos buscando a nosotros
mismos y nos dejaremos seducir por el dinero, la fama, el poder o el sexo.
Oro para sentir al otro mi hermano. Oro para acompañar al que sufre. Oro para
consolar al triste. La oración me hace hermano. Nuestra naturaleza tiende a rechazar
al marginado, al mal oliente, ellos no son atractivos. Sólo una experiencia de Dios me
hace sensible al otro; por eso el pastor del rebaño tiene que orar, pues la mayoría de
22
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
La Misión de Jesús no fue una Misión ritual sino existencial; Jesús ofreció el sacrificio
una sola vez para siempre, cuando se ofreció a si mismo, por eso, quien participa de
Él no puede vivirlo al margen: Ministerio por un lado y vida por el otro. No dejamos de
ser misionero durante las vacaciones, ni cuando estamos en un restaurante; nuestro
ministerio es ontológico y la oración nos lo recuerda permanentemente. Las manos
que bendicen, que consagran, que se imponen sobre la cabeza del enfermo son las
mismas que manejan, que firman, que asean; pero ya no pueden ser las manos que
usan para la maldad. ¡Qué misterio tan grande!
La misión de Jesús de la cual nos alimentamos, fue una misión sin maldad, sin
mancha, apartado de los pecados, pero no de los pecadores. Una Misión puesta en
lo más alto del cielo. El santuario donde actúa como sacerdote, es el mejor y más
perfecto. El altar es su corazón y su pectoral es la lanza que cubrió su cuerpo, la sede
desde donde reina es el madero de la cruz. No tuvo vestidos porque se los
arrebataron como a un vil canalla. Dios nos hizo perfectos mediante el sacrificio de
Cristo y Cristo lo perfeccionó con el sufrimiento; su obediencia lo hizo Hijo. Este es
nuestro modelo, nuestro maestro del cual somos discípulos, a esta escuela
pertenecemos.
23
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
El consagrado, por su ministerio, tiene las llaves del corazón de muchas almas, lo
cual lo hace privilegiado al conocer lo sagrado y lo miserable que se encuentra en
ellas. La oración nos ayuda a ver con los ojos de Dios pues los nuestros son muy
limitados; nuestra naturaleza se puede quedar en la curiosidad de los hechos o en la
apariencia externa y juzgar muy desde la barrera, por eso el director de almas tiene
que permanecer en oración para que el Espíritu de Dios le regale el don del
discernimiento, y así, ayudar a poner fronteras y abrir horizontes. La gente nos
obedece por hablar en el nombre del Señor, ¿qué les estamos mandando a hacer?
La caridad, el servicio, el celo pastoral son los termómetros de una vida de oración.
La oración no es sólo un trato unidireccional con Dios. El Misionero está llamado a ser
el consolador, el reparador del corazón de Jesús, tiene que darle lo que el mundo le
niega, pero a su vez tiene que estar con el rebaño que el Señor le encomendó y por
quien nos pedirá cuentas. Que no nos pase lo de los siervos del Evangelio, que por
nuestra mala administración de los talentos nos quiten lo que nos han dado para
entregárselo a quienes si los sepan administrar (Mt 25,14-30).
24
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
La pastoral es para dar frutos y por los frutos se conoce el árbol (Mt. 12,33). La rama
da fruto por su permanencia al tronco y al ser imagen y semejanza de Dios logramos
la plenitud en la entrega, en el servicio, pues de este “material” estamos hechos, por
eso el fruto, que es consecuencia de un trabajo bajo la mirada de Dios, nos da la
verdadera alegría cuando se madura y se entrega (Jn 15,11). Una vida sin frutos es
una vida marchita y triste. La clave de todo está en la permanencia, en la
25
Año de Espiritualidad 2018
La mística que debe animar la oración
El ejercicio de la Vida Misionera nos ofrece un regalo muy grande y es el caminar con
otros construyendo comunidad. La experiencia de Dios lo primero que nos suscita es
el deseo de estar con otros que tengan las mismas vibraciones y búsquedas nuestras.
La comunidad siempre es un lugar de salvación ya que exige, arrastra, confronta y
anima. El Misionero en la comunidad está llamando a ser el último y el servidor de
todos y no a estar pensando en el primer puesto o en quién es el más importante. La
oración nos ayuda muchísimo en esto, pues nos va purificando y nos lleva al esencia:
simplificar nuestra alma de arandelas que nos esclavizan y no nos dejan ser libres ni
volar.
La oración cualifica nuestra acción misionera, nos hace buenos penitentes y por lo
tanto, nos lleva a vivir eucarísticamente y a ser Palabra viva de Dios para el mundo.
Oremos unos por otros para que todo esto caiga en terreno abonado y de frutos. No
nos quedemos en el papel que puede con todo, sino que logremos hacer vida lo poco
o mucho que pudo decir el Señor a partir de estas sencillas pero sinceras palabras.
26