Nefrologia Dia 335 PDF
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Bibliografía recomendada
Renal Pathophysiology. The Essentials. 5ª Edición WOLTERS KLUWER
ÍNDICE
1. GENERALIDADES SOBRE LA FUNCIÓN RENAL
6.4 Otros mediadores asociados a la actividad renal con función vascular y/o presora
Como ocurre con el resto de nuestro organismo, la fisiología renal está ligada a la estructura del
aparato excretor renal, diseñada para mantener un flujo unidireccional. Este flujo hará que la orina,
que inicia su formación en los riñones, órganos principales del sistema, pase a través de los uréteres
a la vejiga urinaria para su almacenamiento, para que posteriormente pueda ser eliminada a través
de la uretra. Para que esta actividad se lleve a cabo, los riñones cuentan con una vascularización
muy significativa, que facilita que, a pesar de su pequeño tamaño, reciban aproximadamente un 20%
del gasto cardiaco. Además, una destacada inervación por fibras nerviosas simpáticas, regula entre
otras actividades la liberación de renina, el flujo sanguíneo renal o la reabsorción de Na+ en las
células tubulares.
En un corte sagital del riñón pueden observarse las estructuras que conforman el órgano y que
clásicamente se conocen como corteza externa y regiones internas de la médula. La médula se
divide en 8-10 masas de tejido en forma de cono llamadas pirámides renales. La base de cada
pirámide se origina en el borde entre la corteza y termina en la papila, que se proyecta en el espacio
de la pelvis renal. El borde externo de la pelvis renal se divide en los cálices mayores, que se
extienden hacia abajo y se dividen en los cálices menores, que recogen la orina de los túbulos de
cada papila.
A nivel microscópico, se establece una unidad funcional renal, la nefrona. Cada riñón humano
contiene alrededor de 800.000 a 1.000.000 nefronas, cada una de las cuales es capaz de formar
orina. A lo largo del envejecimiento renal normal, por lesión o por enfermedad, el número de
nefronas se puede reducir gradualmente debido a que no se pueden regenerar. Sin embargo, la
pérdida de nefronas no suele comprometer la función renal porque se producen cambios adaptativos
que suplen la funcionalidad en el resto del sistema.
Cada nefrona está formada por un agrupamiento de vasos capilares llamado glomérulo, por el que se
filtran grandes cantidades de líquido desde la sangre, y por un túbulo largo en el que el líquido
filtrado se convierte en orina en su trayecto hacia la pelvis renal.
Los capilares glomerulares se ramifican y anastomosan y, comparados con otros capilares de otros
sistemas, tienen una presión hidrostática elevada (alrededor de 60 mmHg). Todo el glomérulo está
cubierto por la denominada cápsula de Bowman. El líquido filtrado desde los capilares glomerulares
circula hacia la cápsula de Bowman y después al túbulo proximal. Estas estructuras de la nefrona se
encuentran en la corteza del riñón. Desde el túbulo proximal, el líquido filtrado discurre hacia el asa
de Henle, que desciende hasta la médula renal. El asa de Henle está constituida por una rama
descendente y otra ascendente. Las paredes de la rama descendente y el segmento inferior de la
rama ascendente del asa de Henle son muy finas, y se llaman segmento fino del asa de Henle. Una
vez la rama ascendente del asa de Henle vuelve a la corteza renal, la pared se engruesa
denominándose segmento grueso del asa ascendente. En la zona final del segmento grueso de la
rama ascendente del asa de Henle, se localiza una placa de células epiteliales especializadas que es
la mácula densa, cuya función es fundamental como veremos más adelante. A continuación del asa
de Henle, el líquido llega al túbulo distal que se localiza en la corteza renal.
Al túbulo distal le siguen el túbulo colector cortical. Hay de 8 a 10 conductos colectores corticales
que se unen para formar un solo conducto colector mayor que discurre hacia el interior de la médula
y se convierte en el conducto colector medular. Los conductos colectores se van uniendo y formando
progresivamente conductos cada vez mayores que vacían su contenido en la pelvis renal.
Dentro de las características anatómo-funcionales del riñón hay que destacar la importancia de la
vasculatura. La arteria renal entra en el riñón a través del hilio y después se ramifica hasta formar
las arterias interlobulares, las arterias arciformes, las arterias interlobulillares y las arteriolas
aferentes, que terminan en los capilares glomerulares, donde se produce la filtración de grandes
cantidades de líquido y solutos para comenzar la formación de orina. Los extremos distales de los
capilares glomerulares coalescen hasta formar la arteriola eferente, que llega a la segunda red
capilar formando los capilares peritubulares, que rodean a los túbulos renales. En definitiva, se
puede afirmar que la circulación renal tiene dos lechos capilares, los capilares glomerulares y los
capilares peritubulares, que están dispuestos en serie y están separados por las arteriolas eferentes.
Estas arteriolas participan en la regulación de la presión hidrostática en los dos grupos de capilares,
ajustando la resistencia de las arteriolas aferente y eferente. Los capilares peritubulares continúan
hacia los vasos del sistema venoso, que discurren paralelos a los vasos arteriolares, abandonando la
sangre el riñón junto a la arteria renal y el uréter.
Como una consecuencia de esta actividad reguladora del medio líquido, los riñones excretan
productos como la urea, generada del catabolismo de proteínas, el ácido úrico producido a partir de
ácidos nucleicos, la creatinina, derivada en gran medida de la actividad muscular, o productos
finales de la degradación de la hemoglobina. También a través de los riñones, se eliminan drogas y
otras sustancias químicas, como los aditivos utilizados en alimentación.
Para evitar el enorme coste que la perdida de líquidos y otros elementos esenciales puedan
derivarse del proceso de depuración renal; tras el filtrado glomerular, la formación de orina se
completa con la reabsorción y filtración tubular, de forma que la orina contenga finalmente menos
del 1% de la parte liquida filtrada, y no se eliminen sales, iones y otros metabolitos que puedan ser
útiles (Figura 1).
4.1.1 Membrana de filtración glomerular. Esta membrana constituye una barrera que evita el
paso al túbulo renal de células y de la mayor parte de las proteínas plasmáticas, generando un
“ultrafiltrado” compuesto fundamentalmente por agua y elementos de pequeño tamaño circulantes
en la sangre. Para realizar esta función, la membrana de filtración consta de un endotelio capilar
fenestrado, es decir, con poros capilares cuyo tamaño impide el paso de células o la mayor parte de
las proteínas.
4.1.2 Membrana basal. Situada entra la capa endotelial y la epitelial. Presenta un grosor de 240 a
340 nm. Está constituida fundamentalmente por colágenos de tipo IV y V, glicoproteínas, y
proteoglicanos como el heparán sulfato. Esta composición hace que presente una carga electro-
negativa que repele a pequeñas proteínas y otros elementos cargados negativamente que hubiesen
atravesado la barrera endotelial fenestrada.
4.1.3 Membrana podocitaria. Los podocitos son células polarizadas, con una parte apical
orientada hacia el espacio de la cápsula de Bowman y otra hacia la lámina basal del endotelio.
Presentan un citoplasma aplanado, que emite multitud de prolongaciones a modo de dedos que
literalmente abrazan a la lámina basal del endotelio, constituyendo los “pies interdigitados”. Estos
pies, suelen contactar con otros “pies” de podocitos vecinos mediante complejos moleculares para
formar diafragmas de ranura, a través de los cuales moléculas de pequeño tamaño y elementos
líquidos pasaran de la estructura glomerular al túbulo.
Los podocitos mantienen una baja actividad mitótica, y su número permanece prácticamente
invariable al estar reprimida su capacidad replicativa. Pero esto no quiere decir que sean células
funcionalmente inactivas. De hecho, sintetizan y liberan entre otras moléculas colágeno de tipo IV,
fibronectina, laminina, o heparán sulfato, que hacen que presenten una carga electro-negativa muy
importante y colaboren en la actividad funcional de las células de la membrana basal.
Pero quizás la actividad más relevante de los podocitos en el filtrado glomerular sea la ligada a su
función en la arquitectura de la capsula glomerular. De una parte, al abrazar mediante los pies
interdigitados a los capilares glomerulares, contribuyen a que estos soporten la presión hidrostática,
ya que los podocitos tienen un citoesqueleto formado sobre todo por filamentos de actina que al
formar el complejo actina-miosina modulan la respuesta de los capilares a la presión hidrostática.
Por otra parte, a través de las ranuras que dejan estos pies podocitarios, el líquido y las pequeñas
moléculas que atraviesan las membranas precedentes salen del glomérulo renal. Para ello, resulta
clave la distribución homogénea de las podocitos mantenida gracias a su baja actividad replicativa, y
también que en las ranuras podocitarias se expresen moléculas de adhesión y proteínas de superficie
que mantienen una constante interacción entre podocitos vecinos.
Como resultado del proceso de filtración en la estructura glomerular, las moléculas de menos de 3
nm de diámetro, como el agua, la glucosa, aminoácidos y desechos nitrogenados, atraviesan este
filtro; mientras que las moléculas más complejas y con cargas eléctricas como proteínas o ciertos
oligoelementos, permanecen en la sangre, lo que resulta clave para el mantenimiento de la presión
coloidal osmótica en la misma, entre otras ventajas.
4.2 Presiones que afectan al filtrado glomerular.
Al tratarse de un proceso físico dependiente de presiones, los principios que rigen la filtración
glomerular no difieren de los establecidos para cualquier otro lecho vascular, y por tanto depende de
los siguientes factores:
4.2.3 Presión osmótica coloidal en los capilares glomerulares: es la presión ejercida por las
proteínas en la sangre, que tiende a recuperar el agua filtrada. A nivel de la capsula glomerular se
mantiene de forma más o menos constante una presión coloidal de aproximadamente 30 mmHg.
Como se muestra en la (Figura 2), las presiones anteriores determinan la presión de filtración neta.
Esta representa el resultado de la suma de las presiones que favorecen o se oponen al filtrado
glomerular. En definitiva, a nivel capilar renal se genera una fuerza de empuje extremadamente
elevada y constante de unos 10 mmHg.
La arquitectura glomerular requiere que, para mantener una tasa de filtración casi constante, la
presión hidrostática capilar presente mínimas diferencias. Para ello, la red capilar glomerular cuenta
con un sistema de autorregulación que compensa las fluctuaciones que pueda sufrir la presión
sistémica. La autorregulación renal utiliza dos mecanismos diferentes de control:
a) Control miogénico. Depende de las células musculares lisas presentes en la pared de los capilares
aferentes. Estas células poseen canales de sodio/calcios sensibles al estiramiento, de forma que,
frente a un aumento de presión sistémica, las células musculares se contraen disminuyendo la luz
capilar y con ello, el flujo vascular. Por el contrario, un descenso en la presión sistémica provoca la
dilatación de las arteriolas aferentes.
Estos mecanismos de autorregulación son muy eficaces para mantener la presión hidrostática
glomerular prácticamente constante, con independencia de las fluctuaciones que sufra la presión
sistémica; en consecuencia, mantienen el flujo renal sin estar condicionados por mecanismos
sistémicos cuando la presión arterial sistémica se mantiene en rangos entre 80 y 180 mmHg, Sin
embargo, son incapaces de compensar grandes fluctuaciones de presión. Cuando la presión arterial
cae por debajo de 80 mm Hg, cesa la autorregulación intrínseca, y se activan los mecanismos
reguladores sistémicos que tienden a preservar la actividad de elementos fundamentales como el
corazón o el sistema nervioso central.
- Un efecto sobre las células de mácula densa que, frente al descenso de filtrado glomerular, dejan
de producir elementos vasoconstrictores.
La TFG depende básicamente de tres condicionantes (Figura 2). La presión hidrostática sanguínea
con la que el agua y los solutos son empujados contra la membrana de filtración; la longitud o
extensión de esta membrana de filtración, y la permeabilidad de la misma. En condiciones
fisiológicas, la membrana glomerular presenta muy pocas diferencias en su extensión o en su
permeabilidad, por lo que la presión de filtración neta, es decir, la presión total que promueve la
filtración, es regulada fundamentalmente por:
- La presión hidrostática sanguínea en los capilares glomerulares. Su valor suele ser alto, en torno a
los 55 mm Hg.
- La presión hidrostática capsular ejercida contra la membrana de filtración por el líquido que ha
penetrado en el espacio capsular. Esta presión se opone a la filtración y su, valor promedio es de 15
mm Hg.
Así pues, la presión neta es de unos 10 mm Hg, y mantenerla estable hace que el filtrado glomerular
sea continuo y eficaz. Por ejemplo, una pérdida importante de sangre reduce la tensión arterial
media, y con ello, la presión hidrostática glomerular. Si esta desciende por debajo de 45 mm Hg,
cesa el filtrado, y con él la actividad renal en gran medida. Sin embargo, en el sentido contrario los
elementos de regulación de la presión glomerular son muy eficaces. Cuando la tensión arterial
sistémica se eleva por encima de lo normal, la presión de filtración neta y la TFG aumentan muy
poco, y en la práctica, son capaces de trabajar con rangos de presión sanguínea entre 80 y 180 mm
Hg.
Para ello cuenta con: a) Un endotelio capilar capaz de mantener estable el flujo y a presión
sanguínea, con poros de 50 a 100 µm de diámetro que permita la salida de elementos del plasma; b)
Una membrana basal glomerular, con células cargadas electronegativamente; c) Una capa de células
podocitarias, contráctiles, que envuelven a los capilares regulando la actividad capilar y dejando a
su vez entre ellas espacios libres que permitan el paso de pequeñas substancias.
La filtración glomerular sigue fundamentalmente leyes físicas reguladas por presiones que afectan al
flujo plasmático, estando implicadas:
Presión hidrostática del capilar glomerular, se mantiene muy estable por la capacidad de regulación
de la resistencia de la arteriola aferente como en la de la eferente. Su valor promedio es de 55 mm
de Hg
Presión oncótica de las proteínas plasmáticas, que, aunque crece ligeramente hacia el final del
glomérulo por la disminución de volumen líquido filtrado, suele mantenerse estable salvo en estados
de deshidratación, hipoproteinemia, etc.
Estos procesos de reabsorción y secreción permiten por ejemplo que, solutos importantes como la
glucosa se recuperen completamente, mientras que la mayoría de las toxinas son secretadas y no
reabsorbidas. Por lo tanto, son procesos adaptativos que varían en función de las necesidades
fisiológicas. En este sentido, prácticamente todos los nutrientes orgánicos como la glucosa y los
aminoácidos se reabsorben por completo para mantener o restaurar concentraciones plasmáticas
dentro de un rango de normalidad (Tabla 3).
En el túbulo, se reabsorbe más del 90% del agua y el cloruro sódico filtrados y aproximadamente el
70% del potasio y el 80% del bicarbonato. A pesar de que todo el túbulo está involucrado en la
reabsorción de los diferentes productos, existen diferencias estructurales en el mismo que
condicionan esta reabsorción. En particular, la reabsorción de Na+ y agua se verá condicionada por
mecanismos de ajuste en las regiones terminales del túbulo, que permitirán de manera precisa
regular la cantidad de estos elementos reabsorbidos en función de las necesidades hídricas del
organismo; mientras que, en la región proximal, más del 65% de Na+ será reabsorbido y con él,
gran parte del agua, aminoácidos o la glucosa (Tabla 3). La actividad de hormonas en los túbulos
distal y colector condicionará que pequeñas cantidades de agua y algunos iones que han llegado
hasta aquí (en torno al 10% de sales), se reabsorban en caso necesario.
A pesar del dintel de filtración glomerular, unos 30 g de proteínas con peso molecular inferior a
70.000 atraviesan diariamente el glomérulo. Estas proteínas, junto con otros elementos como
pequeñas hormonas peptídicas, se recuperan en su totalidad en el túbulo proximal mediante un
proceso de endocitosis que tiene lugar en el borde en cepillo de la cara apical del túbulo proximal.
En general, la máxima absorción de estos elementos se produce en la primera porción del túbulo
contorneado proximal. En la cara apical de las células del túbulo, y más concretamente, a nivel del
borde en cepillo de las mismas, transportadores de Na+ ionizado cotransportan estos elementos al
interior de la célula tubular. Desde aquí, los aminoácidos salen por difusión pasiva o facilitada hacia
el líquido intersticial.
Otros elementos utilizaran bombas de transporte como la Na, K-ATPasa, o canales de cloro para ser
extraídos al espacio intersticial. Quizás el elemento de esta familia mejor estudiado es el transporte
de glucosa. Aproximadamente se filtran 180g de glucosa cada día, de los que más del 99% es
reabsorbida a nivel tubular. Este proceso ocurre a diferentes niveles en el túbulo y dado que la
glucosa no difunde a través de la bicapa lipídica celular, se hace a expensas de los transportadores
de membrana de sodio y glucosa SGLT (sodium-glucose transporters). El 90% de la glucosa se
reabsorbe en el segmento contorneado del túbulo proximal utilizando transportadores SGLT2,
mientras que el 10% restante se reabsorbe en el segmento recto del túbulo proximal descendente
mediante transportadores SGLT1.
Como indica su nombre, estos transportadores son proteínas situadas en la membrana luminal de las
células tubulares, que utilizan el movimiento de Na+ por gradiente electroquímico para que glucosa
entre en la célula del túbulo. La unión del Na+ que estaba en el interior de la célula al SGLT genera
un cambio de conformación que permite la unión de la glucosa al mismo. El Na+ saldrá de la célula
por gradiente electroquímico para permitir que la glucosa unida a los SGLT penetre en la célula, y
desde allí, de nuevo los transportadores de glucosa la extraerán hacia el compartimiento
intravascular para que entre por difusión a los capilares.
De esta manera se genera un balance a través de SGLT de dos moléculas de Na+, una de glucosa y
260 moléculas de agua, lo que hace que estos transportadores soporten una alta tasa de actividad.
De hecho, el valor máximo de transporte de glucosa es de aproximadamente 320 mg/min. Aunque no
todas las nefronas tienen un mismo índice de saturación, por lo que el umbral de glucosa se sitúa en
una carga tubular de 220 mg/min, equivalente a una concentración plasmática de 180 mg/dL
(Umbral renal de glucosa); cifra a partir de la cual comienzan a aparecer cantidades significativas de
glucosa en orina. La glucosa plasmática es filtrada y recuperada por completo. La reabsorción de
glucosa está sujeta a un máximo de transporte tubular y la cantidad reabsorbida por unidad de
tiempo constituye el transporte de glucosa (Tg), expresado en mg/min, hasta que se alcanza el
máximo de transporte tubular (Tmg), a partir del cual el transporte se hace constante y
concentraciones superiores conllevan la eliminación del exceso por la orina. El valor de Tmg es de
320 mg/min e indica el máximo de glucosa que puede transportar el sistema. Sin embargo, debido a
que unas nefronas difieren de otras en su capacidad de saturación, el umbral de glucosa se sitúa en
una carga mg/dL, (Umbral renal) a partir de la cual comienzan a aparecer cantidades significativas
de glucosa en orina.
Transporte Máximo
Los sistemas de transporte transcelular para los diversos solutos requieren un funcionamiento
coordinado y aunque presentan cierta especificidad para la sustancia que transportan, son
saturables. De ahí que se establezca un transporte máximo para casi todas las sustancias que se
reabsorben utilizando transportadores de membrana, que se determina como los mg/min de
sustancia trasportada, y que presenta diferencias para los diferentes solutos. Por ejemplo, la
necesidad de reabsorber casi toda la glucosa que se filtra hace que el transporte máximo para esta
sustancia sea alto, ya que dispone de muchos transportadores. Por el contrario, los elementos de
desecho que no tienen transportadores son excretados en su mayor parte.
El hecho de que la glucosa tenga un transporte máximo elevado no quiere decir que no pueda
saturarse. En general, cuando los niveles de glucosa exceden de 80 mg/dl, los trasportadores se
saturan y aparece glucosuria a pesar de que los túbulos renales siguen funcionando normalmente.
Al igual que ocurría con los restantes elementos útiles para el organismo, el agua, y la mayor parte
de los iones son recuperados. De hecho, más del 90% del agua y del cloruro sódico filtrado son
reabsorbidos. El 10% restante tendrá una reabsorción condicionada a las necesidades del
organismo. La actividad del túbulo depende en gran medida de mantener una presión osmótica del
fluido similar a la del plasma. Puesto que proteínas y otros elementos que participan en el
mantenimiento de la presión osmótica plasmática no atraviesan la barrera glomerular, en el túbulo,
la presión isoosmótica con el plasma está condicionada fundamentalmente por el contenido de agua
y sal (disociado como cloro y Na+) del ultrafiltrado.
a) Transporte de sodio: Como hemos comentado, la reabsorción de Na+ es el principal motor para
el transporte de múltiples elementos que se acoplan a los intercambiadores de sodio en las células
del túbulo.
El Na+, es el catión más abundante en el ultrafiltrado, y en función de la región del túbulo donde se
reabsorba, parte del Na+ entra por difusión facilitada a través de canales situados en la cara apical
de las células del túbulo. Pero el mayor porcentaje de Na+, se reabsorbe en la región proximal del
túbulo utilizando un mecanismo de transporte activo con gran gasto energético. De hecho,
aproximadamente el 80% de la energía utilizada para el transporte activo a nivel tubular se
consumirá en el transporte de Na+, de ahí, que las células del túbulo en la región proximal
contengan muchas mitocondrias que serán necesarias para suministrar el ATP que requerirá el
transporte a este nivel.
El sodio es transportado fuera de la célula del túbulo por un transportador activo primario, la bomba
de Na+-K +-ATPasa de la membrana basolateral. A partir de ahí, el Na+ es arrastrado por el agua
hacia los capilares peritubulares. Este arrastre es favorecido porque el agua fluye rápidamente por
las diferencias de presiones entre un intersticio con muy baja presión osmótica hacia un capilar que
al contener proteínas y otros coloides presenta una elevada presión osmótica.
Es importante recordar que la bomba Na+-K+-ATPasa es una enzima ATPasa que saca tres iones
sodio (Na+) a la vez que ingresa dos iones potasio (K+) en el interior de la célula, generando un
gradiente electronegativo intracelular
El gradiente electronegativo generado en el interior de la célula del túbulo favorece la entrada del
Na+ desde el ultrafiltrado, y para ello, se utilizan diferentes mecanismos en función de la región del
túbulo La bomba de Na+-K+-ATPasa de la pared basal había generado un gradiente electronegativo
en el interior de la célula del túbulo, al sacar 3 Na+ hacia fuera por 2 K+ que entra, por lo que se
favorece la entrada de Na+ desde el borde apical. Pero además este Na+ que entra abre canales de
escape para el K+ que difunde rápidamente hacia el intersticio, acentuando la electronegatividad
intracelular y favoreciendo la incorporación de Na+.
b) Reabsorción de cloro: Se produce por vía paracelular, sin requerir energía para su transporte,
en el último segmento del túbulo proximal, y asa de Henle. Pero un pequeño porcentaje de cloro es
absorbido mediante un cotransportador Na+/2Cl−/K+, que aprovecha el movimiento de cargas
positivas para recuperar cloro.
c) Transporte del Agua: En el asa de Henle, la permeabilidad de las células del túbulo cambia, y
esta modificación, tiene una función primordial en la capacidad renal para concentrar la orina en
función de la dinámica de reabsorción del agua mediante un mecanismo de intercambio a
contracorriente condicionado en gran medida por su disposición en forma de U, paralela al conducto
colector, y penetrando hasta la papila de la médula renal, lo que ocasiona que las nefronas se
dispongan de forma radial en el riñón.
En el asa de Henle se distingue un segmento delgado, que da continuidad al tubo proximal, formado
por células epiteliales muy delgadas, con pocas mitocondrias, y en consecuencia baja actividad
metabólica. Sin embrago, en esta rama descendente siguen estando presente aquaporinas que
permitirán la reabsorción de agua.
La rama delgada del asa, se continua con una rama ascendente gruesa, de células epiteliales con
bombas de Na•-K•-2Cl- en su región apical y bombas de Na+-K+-ATPasa en su zona basolateral, que
al mantener una alta actividad metabólica permiten la reabsorción de iones como el sodio (Na+),
cloro (Cl-) y potasio (K+). Sin embargo, en la región ascendente, las acuaporinas son escasas, lo que
prácticamente imposibilita la reabsorción de agua a este nivel.
Como consecuencia, se genera un mecanismo a contracorriente por el que a medida que el filtrado
glomerular pasa por el asa de Henle, el ultrafiltrado pierde agua y va concentrándose. Al llegar a las
ramas ascendentes ocurrirá el proceso opuesto, la salida de solutos del filtrado al espacio
extracelular. El resultado neto es que en el asa se ha generado un gradiente osmótico que arrastra
agua, que pasa posteriormente a los capilares peritubulares de las nefronas, devolviéndola a la
circulación sistémica.
5.2.1 Hormona antidiurética (ADH). Como su nombre indica, la ADH inhibe la secreción de agua
y con ello la producción de orina al regular la cantidad de aquaporinas permeables para la
reabsorción de agua. Cuando el cuerpo está sobrehidratado, desciende la osmolalidad del líquido
extracelular, y en paralelo, desciende la secreción de ADH en la secreción por la hipófisis posterior.
Como consecuencia, a nivel de túbulos colectores, la actividad de las aquaporinas desciende y se
excreta más agua.
Junto a esta actividad sobre las aquaporinas, la ADH aumenta la reabsorción de urea a nivel de
túbulos colectores como veremos más adelante
5.2.2 Aldosterona. La aldosterona actúa modulando la reabsorción del Na+ que ha llegado hasta la
región terminal de la nefrona. De hecho, hasta el 5% del Na+ filtrado puede ser reabsorbido gracias
a la acción de la aldosterona.
Aunque desde una perspectiva fisiológica la función de la aldosterona se relaciona con la regulación
de la presión arterial, para ejercer esta actividad, esta hormona que se sintetiza en la corteza de las
glándulas suprarrenales, tiene su efecto principalmente en el riñón, específicamente a nivel del
túbulo contorneado distal y del túbulo colector donde se expresan receptores de
mineralocorticoides. Tras su unión a estos receptores, la aldosterona provoca la actividad de bombas
de Na+/K+/ATPasa, provocando la reabsorción de Na+ y con el de Cl- y agua en aquellas regiones
con aquaporinas; y la salida de K+ hacia la zona luminal del túbulo que será excretado en la orina.
5.2.3 Péptido natriurético atrial o auricular (PNA). Este péptido forma parte de una familia de
al menos tres péptidos con actividad hipotensora. El PNA es sintetizado fundamentalmente en los
miocitos auriculares y ventriculares, y tiene un efecto natriurético disminuyendo la reabsorción del
sodio a nivel de nefrona terminal inhibiendo la expresión de los transportadores de Na+ en esta
región.
Junto a esta actividad modulando la reabsorción de Na+, y con él, los elementos que pueden
acompañarle, a nivel renal, el PNA actúa sobre el músculo liso vascular disminuyendo su actividad
en respuesta a substancias vasoconstrictoras; disminuye la secreción de aldosterona, e inhibe la
secreción de ADH, así como la secreción de renina. Además, dilata la arteria aferente glomerular;
contrae la arteria eferente glomerular y relaja las células mesangiales, con incremento de la tasa de
filtrado glomerular.
5.2.4 Hormona paratiroidea (PTH), también actúa a este nivel, aumentando la reabsorción de
calcio principalmente en el tubo contorneado distal.
• Medicamentos y metabolitos, que sobre todo al estar unidos a proteínas transportadoras no son
filtrados, y por lo tanto, deben secretarse.
Por lo tanto, una gran cantidad de urea simplemente se recicla a lo largo del túbulo, aunque una
parte importante de esta urea pasa desde el líquido intersticial a los capilares peritubulares para ser
llevada fuera de los riñones. Como la urea reciclada desde el espacio intersticial al colector sigue al
agua que no se ha reabsorbido, el porcentaje de urea reciclado depende en gran medida de volumen
de agua en el túbulo colector, y por tanto de la actividad de la ADH. En ausencia de ADH, los
trasportadores de urea tienen menor actividad. Además, el túbulo colector es más impermeable al
agua. Por lo tanto, concentración de orina es menor y tiene menos trasportadores por lo que será
menos reabsorbida y más excretada en la orina. Por el contrario, si aumenta la secreción de ADH, se
incrementa la concentración de urea en el túbulo colector y se facilita su salida, con lo que se
incrementa el gradiente osmótico medular formando orina más concentrada
- Vía intercelular: movimiento de agua y solutos mediante arrastre por solvente, siguiendo
diferencias osmóticas.
- Vía transcelular: mediante transportadores activos primarios y secundarios, así como mediante
transporte facilitado (antitransporte y cotransporte). Muchos de estos transportadores muestran
saturación por lo que tienen un transporte máximo. También se da la difusión de solutos, muchos de
ellos dependiente del pH pues la forma difusible es la no disociada. El motor de todos los
movimientos de solutos y agua a través de la superficie transepitelial, son las bombas de Na/K
ubicadas en la membrana basolateral.
Relación anatomo-funcional.
TÚBULO PROXIMAL (TP): En él se realiza la reabsorción y secreción casi total de los principales
solutos, además de la reabsorción del 70% del agua filtrada. El motor fundamental en estos procesos
son movimientos de arrastre del sodio por las bombas de sodio/potasio ubicadas en la membrana
basolateral de sus células.
Junto con el sodio, mediante cotransporte se reabsorbe la glucosa, los aminoácidos, los fosfatos,
sulfatos, etc. Este tipo de transporte presenta saturación y por tanto un máximo (Tm). Significa que
a partir de cierta concentración del soluto en plasma (umbral), todo exceso en la filtración se
excretará. Mientras no se alcance el umbral todo lo filtrado será reabsorbido.
En la parte final del TP el aumento de la concentración de cloruro hace que éste junto al sodio pasen
en forma de ClNa por las uniones intercelulares.
Respecto a la secreción en el TP, se produce secreción de todos los ácidos y bases orgánicas,
toxinas, y drogas, así como la mayor parte del excedente de productos que circulan en el plasma.
En este segmento se reabsorbe el 70% del agua filtrada, y se realiza en condiciones de isotonicidad.
Para ello se establece un gradiente osmolar entre la luz tubular y el espacio basolateral donde se
acumulan sales por la actividad de las bombas de sodio/potasio. El incremento de la presión de agua
en dicho espacio supone el paso de ésta hacia el capilar.
ASA DE HENLE.
La mácula densa se encarga de analizar la concentración tubular de sodio, de forma que cuando ésta
aumenta sus células liberan renina.
En la región apical se expresan canales específicos de sodio regulados por la aldosterona. Los
canales específicos de potasio que favorecen su secreción y son activados por la aldosterona e
inhibidos por el hidrogenión luminal. Cotransporte cloruro/potasio con poca actividad.
En la región basolateral nos encontramos con las bombas de sodio/potasio reguladas por la
aldosterona y en las células intercalares tipo A los intercambiadores sodio / hidrogenión y cloruro /
bicarbonato; y aquaporinas.
A nivel renal, se van a producir hormonas que tienen diferentes funciones específicas e importantes
en la regulación de la propia actividad renal, que ya ha sido mencionada en los apartados previos, y,
sobre todo, en el mantenimiento del flujo sanguíneo.
La eritropoyetina es una glicoproteína de 30,4 kDa, cuya estructura proteica consta de 165
aminoácidos, y está codificada en el ser humano por un gen de 2,9 kb localizado en el cromosoma 7
(q11-q22). En condiciones fisiológicas, la concentración plasmática basal de esta hormona en el
adulto se encuentra en un rango de 6-32 UI/mL (100 pg/mL aprox.) y varía según el sexo y edad. La
función principal de esta hormona es controlar la producción de eritrocitos (eritropoyesis),
promoviendo su supervivencia, proliferación y diferenciación en la médula ósea, aunque también se
ha descrito una actividad antiapoptótica y citoprotectora de la eritropoyetina en otros tejidos; por
ejemplo, a nivel neuronal parece jugar un papel protector muy importante.
Su liberación esta estimulada a través de tres mecanismos principales responsables de detectar una
caída en la presión arterial: barorreceptores en la arteriola aferente; una concentración disminuida
de cloruro de sodio en la mácula densa: y un aumento de catecolaminas que activan receptores beta-
adrenérgicos en las células yuxtaglomerulares.
Una vez activada la angiotensina I, la enzima convertidora de angiotensina (ECA), hará que se
transforme en angiotensina II. La angiotensina II aumenta la presión sanguínea mediante la
estimulación las células del músculo liso vascular. Además, la angiotensina II actúa en el
intercambiador Na/H en los túbulos proximales del riñón para estimular la reabsorción de Na+ y la
excreción de H+ que está acoplado a la reabsorción de bicarbonato. Esto hace que en respuesta a
angiotensina II se favorezca la producción de hormona antidiurética, la secreción de aldosterona, la
reabsorción de sodio, y la retención de agua, dando como resultado un aumento del volumen y de la
presión sanguíneas, así como del pH.
La producción de angiotensina II, estimula la liberación de ADH, aunque el principal estímulo para
la producción de ADH son los cambios en la osmolaridad sérica y/o en el volumen sanguíneo. Estos
parámetros, son controlados por mecanorreceptores y quimiorreceptores. La ADH actúa a nivel
tubular estimulando el movimiento de las proteínas aquaporinas hacia la membrana celular apical de
las células principales de los conductos colectores para formar canales de agua, lo que permite el
movimiento transcelular del agua desde el lumen del conducto colector hacia el espacio intersticial
en la médula del riñón. Desde allí, ingresa a los capilares vasa recta para regresar a la circulación.
El agua es atraída por el ambiente altamente osmótico de la médula renal profunda.
La PTH es un péptido de 84 aminoácidos secretado por las células principales de las glándulas
paratiroideas en respuesta a la disminución de los niveles circulantes de Ca++. Su principal función
es aumentar la concentración de Ca++ en sangre y en el líquido extracelular, y en paralelo, los
niveles de iones fósforo en la sangre, promoviendo su disminución. En gran medida, la actividad de
la PTH depende de su acción sobre las células del túbulo renal, donde estimula la formación de
calcitriol.
La vitamina D es una prohormona sintetizada a partir de la interacción entre los rayos ultravioleta
de la luz solar y el 7-dehidrocolesterol en la piel. Una vez sintetizada, la vitamina D3 se hidroxila en
el hígado para producir 25(OH) D3, que a su vez es hidroxilado por 1-alfa hidroxilasa (producida por
el túbulo proximal del riñón) a 1-alfa, 25 (OH)2 D3 (calcitriol).
Aunque el calcitriol presenta diferentes actividades sobre las células del sistema inmune innato, en
la pared vascular, o sobre el manejo celular de la insulina entre otros, la principal actividad del
calcitriol se asocia a su capacidad para modular el balance calcio/fosforo, incrementando la calcemia
al promover el metabolismo óseo, la reabsorción de Ca++ a nivel intestinal y renal, y la eliminación
de fosforo.
Quizás el PNA sea el que mayor relevancia ha tenido entre estos péptidos, ya que se ha propuesto
que actúa generando un "ajuste fino" de la presión arterial. Este péptido se produce en células de las
aurículas en respuesta al estiramiento excesivo de la pared auricular, que habitualmente se observa
en personas con presión arterial elevada o insuficiencia cardíaca. Los sitios de acción del PNA a
nivel renal incluyen la médula interna, los tubos colectores, los glomérulos y las células mesangiales.
El PNA estimula la excreción renal de Na+ y agua, disminuyendo la presión arterial. Además, actúa
inhibiendo la liberación de aldosterona y, por tanto, inhibiendo la recuperación de Na+ en los
conductos colectores; lo que junto a su acción inhibiendo la liberación de ADH, dará como resultado
una menor recuperación de agua.
En cuanto al PNB, a dosis fisiológicas induce natriuresis y diuresis sin cambios en el flujo renal o en
la tasa de filtrado glomerular, mientras que a dosis superiores, induce aumento del flujo sanguíneo
renal y de la filtración glomerular.
Como consecuencia, la acción de PNA y PNB hace que descienda la presión sanguínea que se
detecta a nivel auricular.
Especial interés han suscitado en los últimos años una serie de estudios que indican que el PNC se
encuentra presente en el riñón, e inhibe el proceso de fibrosis que limita la actividad funcional del
riñón. La fibrosis renal se observa habitualmente asociada a la edad, y se ha propuesto que la acción
reno-protectora del PNC podría permitir el diseño de biomarcadores de daño renal asociado a la
edad y/o terapias que prevengan este daño.
6.4.2 Endotelinas: Son péptidos de 21 aminoácidos, sin aparente función fisiológica, pero cuya
potente actividad vasoconstrictora parece jugar un papel muy importante en enfermos con daño
renal.
Son producidas por las células endoteliales de los vasos sanguíneos renales, células mesangiales y
células del túbulo, la producción de endotelinas es estimulada por agentes como la angiotensina II,
bradicinina o epinefrina. En situaciones fisiológicas, la actividad de las endotelinas parece que no
tiene una gran influencia sobre la presión arterial. Pero se ha descrito que en enfermos con
enfermedad renal su incremento mantenido daño podocitario y vasoconstricion en las arteriolas
glomerulares provocando un descenso en el filtrado glomerular y retención de sodio.
Las dos isoformas principales de ciclooxigenasa, COX-1 y COX-2, están expresadas a nivel renal, y
modulan la actividad de prostaglandinas que juegan un papel fisiológico regulando el flujo vascular
renal y participando en la homeostasis renal de la sal y el agua. A nivel renal las dos prostaglandinas
con mayor relevancia son la prostaglandina E2 (PGE2) y prostaciclina (PGI2).
La PGE2 es sintetizada por el epitelio tubular y las células intersticiales, en los túbulos renales y
participan en los mecanismos celulares que regulan el transporte de cloruro y sodio en el asa de
Henle. Además, regulan la respuesta vasodilatadora renal manteniendo una perfusión adecuada del
órgano y la redistribución del flujo sanguíneo de la corteza renal a las nefronas en la región
intramedular.
Por otra parte, el riñón, es el órgano principal donde se regulan los niveles plasmáticos de insulina,
fundamentalmente ligada a los mecanismos descritos anteriormente de reabsorción tubular proximal
(99%) y filtración glomerular. Tras ser reabsorbida, la insulina es degradada en los endosomas, lo
que explica que, en pacientes con insuficiencia renal, el requerimiento de insulina se reduce
drásticamente debido a la disminución de la degradación de la insulina.
En consecuencia, la función del sistema renal ha evolucionado para resolver varios aspectos
esenciales:
1. Mantener un flujo sanguíneo estable que permita una actividad continua de filtración glomerular.
2. Realizar un proceso de depuración selectiva que evite la perdida de elementos necesarios para el
organismo. Condicionando el dintel de filtración glomerular para evitar la pérdida de proteínas y
nutrientes, y realizando un proceso de intercambio a nivel tubular para devolver al plasma todos
aquellos solutos que son importantes en el medio interno
4. Interactuar con otros sistemas biológicos para mantener la homeostasis, participando entre otros
en condicionar el pH o el volumen hídrico del organismo a las necesidades inmediatas.
TABLAS
IMÁGENES